Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
1686 SECCIÓN XIV Hematología INTRODUCCIÓN Las gammapatías monoclonales (GM) constituyen un grupo de tras- tornos caracterizados por la proliferación clonal de células plasmáti- cas que producen una proteína homogénea de carácter monoclonal (componente M). El componente M se manifiesta en forma de una banda densa, estrecha y homogénea en el proteinograma electrofo- rético (fig. 212-1). Por el contrario, las hipergammaglobulinemias policlonales dan lugar a una banda difusa, heterogénea y ancha en la zona de las gammaglobulinas (v. fig. 212-1). Para identificar el tipo de proteína monoclonal debe efectuarse una inmunofijación sérica. La cuantificación de las distintas Ig por nefelometría también resulta de interés en la valoración de las GM. En todo paciente afecto de una de estas enfermedades se debe determinar la proteinuria de 24 h y efectuar un uroproteinograma e inmunofijación de una muestra de orina. Dentro del término GM se engloban las denominadas gammapatías monoclonales de significado incierto (GMSI), que, en el momento del diagnóstico, no se asocian a una proliferación maligna. En el resto de los casos, la presencia del componente M traduce la existencia de una neoplasia linfoide B (GM malignas, de las que la más frecuente es el mieloma múltiple [MM]). En el cuadro 212-1 se expone la clasificación de las GM. La etiopatogenia no está bien establecida. Las radiaciones ionizantes pueden desempeñar un papel etiológico en algunos casos. En trabajos recientes no se ha encontrado una frecuencia mayor de enfermedades crónicas en los individuos con mieloma que en la población general de igual edad y sexo. Por otro lado, hasta el 30% de los pacientes a los que se ha efectuado un trasplante renal y que reciben tratamiento inmunodepresor presentan GM transitorias, cuya frecuencia aumenta con la edad. La aparición de estas GM transitorias también se observa hasta en el 50% de los pacientes en los que se ha realizado un TPH. Estos hechos apoyan la hipótesis actual según la cual las GM son consecuencia de un trastorno de la regulación del sistema inmune relacionado con la edad. Hay estudios que sugieren que oncogenes como C-MYC, RAS y, posiblemente, genes supresores como RB, P53 o P16 pueden estar implicados en la patogenia del MM. Por otra parte, hoy en día se considera clave la interacción entre la célula mielomatosa y el microambiente medular. Esta interacción favorece mecanismos de supervivencia y expansión celular, angiogénesis y resistencia a fármacos. MIELOMA MÚLTIPLE Concepto El MM, mielomatosis o enfermedad de Kahler, es el prototipo de gammapatía monoclonal maligna. Las manifestaciones se deben a la proliferación tumoral plasmocelular (lesiones esqueléticas, anemia, infiltración de diversos órganos y tejidos), a la producción de la pro- teína monoclonal por parte de las células mielomatosas (insuficiencia renal, predisposición a las infecciones, síndrome de hiperviscosidad) y a la producción de citocinas por las propias células plasmáticas o por células de estroma (lesiones óseas, hipercalcemia). El MM constituye la neoplasia de células plasmáticas más frecuente. Su incidencia es de 4 casos/100.000 habitantes y año. Representa el 1% de todas las neoplasias y el 15% de las hemopatías malignas. La edad mediana se sitúa en los 65-70 años. Sólo el 15% y el 2% de los pacientes tienen menos de 50 y 40 años, respectivamente. No existe un claro predominio sexual. Cuadro clínico En la tabla 212-1 se recoge la frecuencia de los síntomas y signos ini- ciales en la serie de 914 pacientes incluidos en dos ensayos terapéuticos consecutivos del grupo cooperativo español PETHEMA (Programa Español de Tratamiento en Hematología). Los dolores óseos cons- tituyen el síntoma más frecuente. El dolor se localiza preferentemente en la columna vertebral y en la parrilla costal y presenta características mecánicas. La anemia también es una manifestación clínica frecuente. Puede existir afección del estado general, con astenia y pérdida de peso. La fiebre debida a la propia enfermedad es excepcional. En muchos casos, la primera manifestación del MM la constituyen infecciones de repetición, entre las que destaca la neumonía neumocócica. Otras Gammapatías monoclonales Figura - Electroforesis sérica. 1, electroforesis normal; 2, banda ancha y heterogénea en la zona de gammaglobulinas, correspon- diente a una hipergammaglobulinemia policlonal; 3, banda estrecha y homogénea (monoclonal) en la zona de las gammaglobulinas en un caso de mieloma múltiple. La punta de flecha señala la zona de las gammaglobulinas. • CUADRO 212-1 Clasificación de las gammapatías monoclonales Gammapatías monoclonales malignas Mieloma múltiple (IgG, IgA, IgD, IgE y cadenas ligeras) Formas especiales de MM (mieloma quiescente, leucemia de células plasmáticas, mieloma no secretor, mieloma osteosclerótico, mieloma en pacientes jóvenes) Plasmocitoma óseo solitario Plasmocitoma extramedular Macroglobulinemia de Waldenström Enfermedades de las cadenas pesadas (γ, α, µ, δ) Amiloidosis (primaria o asociada a mieloma) Gammapatías monoclonales de significado incierto Gammapatía monoclonal idiopática (IgG, IgA, IgM y rara vez cadenas ligeras) Gammapatías monoclonales transitorias (infecciones, trasplante de progenitores hematopoyéticos, trasplante renal) MM: mieloma múltiple. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 212 Gammapatías monoclonales © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1687 veces, la enfermedad se manifiesta con insuficiencia renal o con sin- tomatología secundaria a hipercalcemia (náuseas, vómitos, poliuria, polidipsia, estreñimiento, cefaleas, somnolencia, irritabilidad e incluso coma). La diátesis hemorrágica, en forma de epistaxis, hematuria o equimosis, es rara. En ocasiones, el motivo de consulta es la palpación de una tumoración sobre el cráneo, las clavículas, la parrilla costal o el esternón. En algún caso, la compresión de la médula espinal cons- tituye la primera manifestación. También existen casos asintomáticos (mieloma quiescente o smoldering myeloma) en los que el hallazgo de una VSG aumentada acelerada o de un componente M conduce al diagnóstico de mieloma. En alrededor del 5% de los casos existe una amiloidosis asociada, que se puede manifestar por insuficiencia cardíaca congestiva, síndrome nefrótico, neuropatía periférica, afección hepática o síndrome del túnel carpiano. El dato exploratorio más característico es el dolor óseo al presionar las regiones afectas. La palidez cutáneo-mucosa se halla en relación con el grado de anemia. La hepatomegalia y la esplenomegalia son infrecuentes. La exploración neurológica puede poner de manifiesto una paraparesia espástica o un cuadro radicular, principalmente en forma de ciatalgia. Si existe amiloidosis asociada, pueden encontrarse macroglosia, síndrome del túnel carpiano o neuropatía periférica. Los plasmocitomas extraóseos se observan en el 15% de los casos. Afección esquelética El 80% de los pacientes con MM tiene alteraciones radiológicas en forma de osteoporosis, osteólisis o fracturas patológicas en el momen- to del diagnóstico. En el 70% de los casos hay lesiones osteolíticas. Las regiones que con mayor frecuencia se afectan son el cráneo, la columna vertebral, las costillas, el esternón, la pelvis y los huesos largos proximales (fig. 212-2). Las lesiones típicas son puramente osteolíticas (fig. 212-3). La afección de la caja torácica también es muy frecuente (fracturas costales, osteólisis, costillas insufladas o masas tumorales que, a partir de la superficie interna de una costilla, simulan una tumora- ción pulmonar o pleural).En la columna vertebral suele existir una osteoporosis intensa, que origina vértebras en forma de «cuña». Los hundimientos vertebrales son a menudo múltiples y pueden afectar a vértebras distantes entre sí, lo que puede provocar disminución de la talla del paciente. Sólo en el 1%-2% de los casos se registran lesiones osteoscleróticas. El diagnóstico diferencial se debe establecer con las metástasis. La TC de baja dosis está sustituyendo a la radiología ósea convencional en el estudio de la afección esquelética. La RM resulta útil en la evaluación de compresión medular por plasmocitomas. La exploración con PET/TC es de gran utilidad para demostrar afección extramedular. En la patogenia de las lesiones óseas intervienen una serie de citocinas (IL-6, TNF-α, MIP-1 y RANKL) que favorecen la activación de los osteoclastos y la subsiguiente reabsorción ósea. Afección renal Una cuarta parte de los pacientes con MM tiene insuficiencia renal en el momento del diagnóstico. En su mayoría presentan proteinuria de cadenas ligeras, que precipitan en los túbulos renales, para dar lugar al denominado riñón del mieloma. Se han descrito casos de acidosis tubular renal y síndrome de Fanconi del adulto, ocasionados por tras- tornos tubulares específicos relacionados con la excreción de cadenas ligeras. Los glomérulos están preservados, excepto en dos situaciones: cuando existe amiloidosis y en la denominada enfermedad por depósito de las inmunoglobulinas. En ambos casos suele existir una proteinuria de tipo glomerular y con valores de síndrome nefrótico, a diferencia del patrón tubular, que se observa en el típico riñón del mieloma. La hipercalcemia es el factor desencadenante de la insuficiencia renal en el 50% de los casos. La práctica de una urografía i.v., los procesos infecciosos (neumonías, infecciones urinarias, gastroenteritis), así como las intervenciones quirúrgicas, pueden provocar una deshidratación Figura - Zonas esqueléticas de distribución preferente del mieloma (en color intenso) y menos frecuentes (punteado). Figura - Radiografía lateral de cráneo con múltiples focos osteolíticos (flechas) en un caso de mieloma múltiple. TABLA 212-1 Datos clínicos iniciales en la serie de 914 casos del grupo cooperativo PETHEMA CASOS Hallazgos N.° % Dolores óseos 694 76 Síndrome anémico 186 20 Pérdida de peso 196 21 Infección 123 13 Diátesis hemorrágica 43 5 Hepatomegalia 76 8 Esplenomegalia 20 2 Plasmocitomas extramedulares 87 10 Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1688 SECCIÓN XIV Hematología y ser desencadenantes de una insuficiencia renal aguda. Cuan- do la insuficiencia renal es moderada (creatinina de 2-4 mg/dL [177-354 mmol/L]) o se debe a hipercalcemia, es reversible en alrede- dor de la mitad de los casos. Por el contrario, la insuficiencia renal grave (creatinina igual o superior a 4 mg/dL [354 mmol/L]) casi siempre es irreversible y tiene un pronóstico letal a corto plazo. Un 5% de los enfermos con MM requiere tratamiento sustitutivo con diálisis. Con los tratamientos actuales la reversibilidad de la insuficiencia renal y el pronóstico han mejorado. Afección neurológica La compresión medular o de las raíces nerviosas es la complicación neurológica más frecuente del MM. La radiculopatía es la compli- cación más habitual y suele ser de localización lumbosacra. El dolor radicular es consecuencia de la compresión nerviosa por afección mie- lomatosa o por aplastamiento vertebral. La compresión de la médula espinal o de la cola de caballo por un plasmocitoma extradural se da en el 5%-10% de los casos y puede ocasionar una paraplejía irreversi- ble si no se efectúa un tratamiento inmediato. Otras complicaciones neurológicas raras del MM son la polineuropatía sensitivomotora, la afección intradural y la mielomatosis meníngea. La hipercalcemia puede ocasionar encefalopatía con cefalea, somnolencia, convulsiones e incluso coma, y requiere un tratamiento de urgencia. Infecciones Las infecciones bacterianas constituyen la principal causa de mor- bimortalidad en los pacientes con MM. Las más frecuentes son las pulmonares y las urinarias. El neumococo es el agente etiológico más común de las infecciones pulmonares, mientras que los bacilos gram- negativos lo son de las urinarias. Algunos pacientes padecen neumonías neumocócicas de forma recurrente. Alrededor del 10% de los enfermos presenta herpes zóster. De hecho, cuando se administra tratamiento con bortezomib, se debe efectuar siempre profilaxis con aciclovir. El aumento de la predisposición a las infecciones es multifactorial. Probablemente, la disminución de las Ig policlonales es el factor más importante en las infecciones por neumococo. La adición de otros factores, como hospitalización, inmovilización, administración de quimioterapia e insuficiencia renal, facilita las infecciones por gérmenes gramnegativos. Datos de laboratorio Parámetros hematimétricos y de médula ósea En el 90% de los pacientes la VSG está muy elevada. Sin embargo, en el 10%-15% de los casos (MM de cadenas ligeras con escaso componente M) la VSG es inferior a 25 mm en la primera hora. El 60%-70% de los pacientes presenta anemia por infiltración medular. El recuento de leucocitos suele ser normal. En el 10% de los pacientes existe tromboci- topenia. La detección de células plasmáticas en la sangre periférica por morfología es poco frecuente (< 5% de los casos); por el contrario, si se utilizan técnicas de alta sensibilidad (citometría de flujo y PCR), en la mayoría de los enfermos con MM (70%-90%) se detectan células plasmáticas circulantes. En la extensión de sangre periférica es típico que los hematíes se agrupen para formar pilas de monedas (rouleaux). El síndrome clínico de hiperviscosidad es muy raro en el MM. En la tabla 212-2 se resume la frecuencia de las principales alteraciones analíticas de la casuística de los autores. En el aspirado de médula ósea por definición debe haber una infil- tración por células plasmáticas superior al 10%. Aunque existen casos de MM bien demostrado que cursan con una plasmocitosis medular muy discreta (5%-10%), en esos casos se requiere hacer biopsia ósea para excluir infiltración parcheada o un mieloma con afectación funda- mentalmente extramedular. Siempre en esas situaciones hay que excluir un error diagnóstico. En los casos de MM la morfología de las células plasmáticas es muy heterogénea, desde células plasmáticas maduras (pequeño tamaño, núcleo excéntrico, con cromatina en rueda de carro) hasta plasmoblastos (núcleo central con cromatina laxa y nucléolos), junto con células plasmáticas de gran tamaño con asincronismo madu- rativo núcleo/citoplasmático, multinuclearidad y citoplasma flameado. A veces muestran grandes inclusiones proteicas redondeadas en su citoplasma (cuerpos de Russell) o agregados de esférulas de aspecto vacío (células en forma de mórula o células de Mott). El microscopio elec- trónico pone de manifiesto un retículo endoplásmico muy desarrollado, característico de las células que sintetizan proteínas. La actividad proli- ferativa de las células plasmáticas (labelling index [LI]) es un parámetro pronóstico importante que se puede evaluar por inmunohistoquímica con AcMo frente a bromodesoxiuridina o mediante citometría de flujo que emplea yoduro de propidio. No obstante, su interés clínico ha decaído en los últimos años. Inmunofenotipo La célula plasmática representa el último estadio de diferenciación lin- foide B caracterizado por la pérdida de expresión de inmunoglobulinas de superficie y su internalización en el citoplasma. Los marcadores más característicos de célula plasmática son la expresión intensa del antígeno CD38 y la reactividad con CD138. Apesar de su origen linfoide B, las células plasmáticas mielomatosas suelen carecer de antígenos pan-B, especialmente CD19, a diferencia de las células plasmáticas normales, que son mayoritariamente CD19 positivas. Otros antígenos que suelen perderse durante la transformación mielomatosa de células plasmáticas normales son el marcador panleucocitario CD45 y los antígenos de activación y memoria linfocitaria CD81 y CD27, respectivamente. Otro marcador interesante es CD56 (tradicionalmente asociado a células NK), que está presente en una elevada proporción de células mielomatosas y es negativo en la gran mayoría de los plasmocitos norma- les. CD117 o c-kit, un receptor de factores de crecimiento presente en mastocitos y células madre hematopoyéticas se encuentra presente en los plasmocitos aberrantes de aproximadamente el 25% de los pacientes con mieloma múltiple, estando ausente en las CP normales. Además, la expresión clonotípica de las cadenas ligeras κ o λ, en las células fenotípicamente aberrantes contribuye a confirmar la clonalidad de las mismas. El perfil de aberraciones antigénicas de la célula plas- mática mielomatosa, frente a la normal, tiene gran importancia para la detección de enfermedad mínima residual. Parámetros electroforéticos El proteinograma sérico revela una banda homogénea en el 85% de los casos. En el 15% restante la electroforesis sérica es normal o tiene sólo una pequeña banda (mielomas de cadenas ligeras —Bence-Jones puro—, algunos casos de mielomas IgG con escaso componente M y los raros casos de mieloma IgD y no secretor). En los mielomas tipo IgG, el componente M suele migrar hacia la zona de las gamma- globulinas para dar lugar a una banda estrecha, mientras que en los IgA lo hace hacia la zona de las β-globulinas para formar una banda más ancha. La proteinuria de Bence-Jones constituye un hecho muy característico, que se encuentra en la mitad de los casos de mieloma IgG o IgA. Esta situación no debe confundirse con el llamado mieloma de Bence-Jones, en el que sólo se producen cadenas ligeras. El estudio cualitativo de las Ig mediante inmunofijación resulta imprescindible para identificar la clase que se produce en exceso y para confirmar su carácter monoclonal. El estudio cuantitativo o dosificación de las distintas Ig se efectúa habitualmente por nefelometría. Además del aumento de la Ig monoclonal, en el 75% de los casos de MM existe una disminución de las Ig policlonales normales. La distribución del TABLA 212-2 Principales parámetros hematológicos y bioquímicos de la serie de 914 pacientes del grupo cooperativo PETHEMA Parámetro Número de casos Media Valor límite (%) Hemoglobina (g/L) 913 100 < 90 (37) Leucocitos (× 109/L) 910 6,6 < 4 (13) Plaquetas (× 109/L) 910 218 < 100 (7) Células plasmáticas de médula ósea (%) 892 48 > 40 (56) Creatinina (mg/dL) 906 1,9 > 2 (23) Calcio (mg/dL) 895 10 > 11,5 (14) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 212 Gammapatías monoclonales © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1689 MM según el tipo de Ig es la siguiente (tabla 212-3): IgG (50%-60%), IgA (20%-30%), cadenas ligeras —Bence-Jones puro— (10%-20%), IgD (2%), no secretor (1%-2%); los tipos IgM e IgE son excepcionales. La relación de cadenas ligeras κ:λ suele ser 2:1. La determinación de cadenas ligeras libres es imprescindible en los mielomas oligosecretores y en el seguimiento de la enfermedad. Parámetros bioquímicos y citocinas Una cuarta parte de los pacientes presentan IR en el momento del diagnóstico y el 20% hipercalcemia. La β2-microglobulina constituye un parámetro pronóstico de gran interés, ya que refleja tanto la función renal como la masa tumoral. La determinación de citocinas como IL-6 o marcadores de resorción ósea (NTX, CTX, RANK-L, OPG, DKK1) no tiene clara aplicación en la práctica clínica. Citogenética y biología molecular Aproximadamente el 40%-60% de los MM presentan alteraciones citogenéticas, cifra que se incrementa hasta el 80% cuando se utilizan técnicas de hibridación in situ o hibridación genómica comparada. Las anomalías citogenéticas más frecuentes son las numéricas: trisomías de los cromosomas 1, 3, 5, 8, 9 y 11, así como las monosomías de los cromosomas 13 y 17. En cuanto a las traslocaciones cromosómicas, las más frecuentes son t(11;14), t(4;14) y t(14;16), que se dan en el 20%, el 15% y el 5% de los casos, respectivamente. Las deleciones 13q (RB) y 17p (P53) se observan en el 45% y el 8% de los casos, respectivamente. Las anomalías del cromosoma 1 (ganancias de 1q, pérdidas de 1p) constituyen la alteración genética más frecuente en el MM. A diferencia de otras enfermedades como la tricoleucemia o la macroglobulinemia, que se caracterizan por presentar una mutación característica, en el MM los estudios de secuenciación masiva han puesto de manifiesto que el perfil mutacional es heterogéneo, con pocas mutaciones recurrentes, siendo las más frecuentes las que afectan a genes como N-RAS, K-RAS, BRAF, TP53, ACTG1, RB1, PRDM1, TRAF3, FAM46C y CYLD, entre otros. Formas clínicas especiales Mieloma quiescente (smoldering myeloma) Es una forma de mieloma descrita por Kyle y Greipp en 1980 y en la que se incluyen los pacientes que presentan un componente M sérico superior a 3 g/dL (30 g/L) o más del 10% de células plasmáticas en médula ósea, sin anemia, osteólisis, insuficiencia renal ni otras manifes- taciones debidas a la GM. La mayoría de estos pacientes evolucionan a MM sintomática. Recientemente, se ha identificado el mieloma quiescente con alto riesgo de progresión en los 2 años siguientes al diagnóstico; estos pacientes podrían beneficiarse de un tratamiento más temprano (v. más adelante). Leucemia de células plasmáticas La leucemia de células plasmáticas es una forma poco común de dis- crasia de células plasmáticas que puede presentarse de novo (leucemia de células plasmáticas primaria) o a lo largo del curso evolutivo de un MM (secundaria). Para su diagnóstico se exige la presencia en sangre periférica de una cifra absoluta de células plasmáticas superior a 2 × 109/L o una proporción superior al 20% en la fórmula leucocitaria. Su incidencia se sitúa entre el 1% y el 5% del total de los casos de MM. Los pacientes con leucemia de células plasmáticas, en comparación con los enfermos con MM convencional, tienen más alteraciones citogenéticas (del17p, t[11;14]), suelen tener un contenido de DNA diploide o hipodiploide y un fenotipo más inmaduro. La evolución de la leucemia de células plasmáticas es aguda y la respuesta al tratamiento desfavorable, con un pronóstico infausto a corto plazo. Los pacientes con leucemia de células plasmáticas primaria responden mejor a las combinaciones que contienen bortezomib. Sin embargo, las respuestas siguen siendo de corta duración. Mieloma no secretor En alrededor del 1% de los pacientes con MM no se puede detectar componente M en suero ni en orina (mielomas no secretores). Sin embargo, en la mayoría se puede demostrar, por métodos inmunoci- toquímicos o inmunofluorescencia, la presencia de la Ig monoclonal en el citoplasma de las células plasmáticas (MM «no excretor»). Se han descrito casos en los que no se ha podido objetivar la producción de Ig por parte de las células plasmáticas (MM «no productor» o no secretor auténtico). La clínica, la respuesta al tratamiento y la supervivencia son similares a las del resto de los pacientes con MM. Mieloma osteosclerótico o síndrome POEMS El dato clínico más característico es una polineuropatía periférica de predominio motor. Las lesiones osteoscleróticas pueden ser únicas o múltiples. La proporción de células plasmáticasen médula ósea suele ser inferior al 5%. En la mayoría de los casos, el componente M es de tipo IgA y la cadena ligera suele ser de tipo λ. La presencia de com- ponente monoclonal y polineuropatía es obligatoria para el diagnós- tico. Criterios mayores son la presencia de lesiones osteoscleróticas, la enfermedad de Castleman y el aumento de VGEF. Para el diagnós- tico se requiere la presencia de los dos criterios obligatorios y de al menos un criterio mayor y otro menor (poliglobulia, hiperplaquetosis, lesiones cutáneas, endocrinopatía —distinta a diabetes o alteraciones tiroideas—, retención hídrica, edema de papila, acropaquia). Se han referido muy buenos resultados terapéuticos con TPH autogénico. La evolución a MM es rara. Mieloma en pacientes jóvenes Se han descrito algunos casos de MM en pacientes menores de 30 años. En estos casos, la enfermedad suele ser atípica (afección esquelética politópica, a veces con extensión extraósea, con poca infiltración plas- mocelular de la médula ósea y escaso componente M). La progresión de la enfermedad suele ser lenta y la supervivencia prolongada. Sin embargo, se han descrito casos de MM en pacientes jóvenes con com- portamiento clínico agresivo y supervivencia corta. En una amplia serie de pacientes menores de 40 años, la presentación clínica fue similar a la de los pacientes de todas las edades, aunque se registró mayor fre- cuencia de afección extramedular, y un tercio de los casos tenía un MM de cadenas ligeras. Aunque la respuesta al tratamiento fue similar a la de otras series, la supervivencia es más prolongada. Plasmocitomas localizados Existen plasmocitomas que se presentan en una sola localización, ya sea en hueso (mieloma solitario) o en tejidos blandos (plasmocitomas extramedulares). Representan menos del 5% de los tumores de células plasmáticas. El diagnóstico de plasmocitoma se establece por el hallazgo de una histopatología plasmocelular monoclonal (demostrada por inmunohistoquímica), y los criterios de que el tumor está localizado son: tumor solitario (óseo o extramedular) y ausencia de infiltración de la médula ósea por células plasmáticas y de componente M sérico y urinario (o está presente en escasa cuantía). El mieloma solitario se localiza en la columna vertebral o en los huesos largos periféricos. La mediana de supervivencia es superior a 10 años. Sin embargo, la supervivencia libre de enfermedad a los 10 años oscila en las distintas series entre el 15% y el 42%. El resto sufre recidiva local (12%), una nueva lesión solitaria a distancia (15%) o evoluciona a MM (58%). Los pacientes con mayor riesgo de evolución a MM son los que tienen más de una lesión en la exploración PET/ TC, junto con un cociente anómalo entre cadenas ligeras κ/λ o un inmunofenotipo patológico de las células plasmáticas en médula ósea. TABLA 212-3 Distribución según el tipo de cadenas pesadas y ligeras en la serie de 914 pacientes del grupo cooperativo PETHEMA Tipo Número de casos Proporción (%) Proporción (κ:λ) IgG 488 53,4 62:38 IgA 257 28,1 62:38 Bence-Jones 136 14,8 43:57 Otros* 33 3,7 — *IgD: no secretor; IgM: biclonal. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1690 SECCIÓN XIV Hematología Los plasmocitomas extramedulares pueden afectar a muchos órga- nos, pero sus localizaciones más frecuentes son las vías respiratorias superiores y la cavidad oral (80% de los casos). El tratamiento se basa en medidas locales tales como exéresis quirúrgica y radioterapia. El 40%-75% de los pacientes sobreviven libres de enfermedad a los 10 años del diagnóstico. Las recaídas suelen producirse en los 5 años que siguen al diagnóstico. La evolución a MM se registra entre el 8% y el 30% de los casos. Diagnóstico En general, el MM no plantea dificultades diagnósticas, puesto que casi todos los pacientes presentan síntomas o alteraciones analíticas propias de la enfermedad junto con la siguiente tríada: componente M sérico o urinario, infiltración medular por células plasmáticas y lesiones osteolíticas. Recientemente se han revisado los criterios diagnósticos de MM e incluyen: 1) la presencia de > 10% de células plasmáticas clonales en médula ósea o un plasmocitoma óseo o extramedular confirmado por biopsia, más 2) al menos uno de los siguientes criterios: a) hipercalcemia (> 11 mg/dL); b) insuficiencia renal (aclaramien- to de Cr < 40 mL/min o creatinina sérica > 2 mg/dL); c) anemia (Hb < 10 g/dL o > 2 g por debajo del límite normal), y d) lesiones óseas osteolíticas demostradas por radiología simple o tomografía com- putarizada. En ausencia de criterios del grupo 2, también se consideran mielomas activos, candidatos a recibir tratamiento, aquellos enfermos con > 60% de células plasmáticas en médula, un cociente de cadenas ligeras libres > 100 o > 1 lesión focal grande (> 1 cm) en la RM. Las principales dificultades diagnósticas se pueden plantear con la GMSI, la amiloidosis primaria y las metástasis óseas de neoplasias sólidas. El diagnóstico diferencial entre MM y la GMSI no suele resultar difícil, ya que esta última suele constituir un hallazgo casual en individuos que se encuentran asintomáticos, sin anemia, osteólisis ni insuficiencia renal y en los que el componente M y la infiltración medular por células plasmáticas son escasos. Es importante reconocer a los individuos con mieloma quies- cente (infiltración medular por células plasmáticas superior al 10% y/o componente M superior a 3 g/dL). Estos sujetos en principio no deben tratarse hasta que existan claros signos de progresión de la enfermedad, si bien este concepto está en revisión para los pacientes con mieloma quiescente de alto riesgo. Los límites entre MM con amiloidosis asociada y amiloidosis primaria son también arbitrarios, ya que ambos procesos forman parte del amplio espectro en el que pueden manifestarse las proliferaciones plasmocelulares malignas. Sin embargo, en la amiloidosis primaria la infiltración medular por células plasmáticas suele ser inferior al 30%, no existen lesiones osteolíticas y la proteinuria de Bence-Jones es escasa, mientras que predominan las manifestaciones sistémicas debidas a la insuficiencia cardíaca, la renal o la neuropatía. Aunque para el diagnóstico de mieloma no es imprescindible la presencia de componente monoclonal (mielomas no secretores u oligosecretores), hay que desconfiar siempre del diagnós- tico de MM si no hay componente M en el plasma ni en la orina. Así, por ejemplo, ante un paciente con dolores óseos y lesiones osteolíticas, sin componente M y en el que la sospecha de MM reside en el examen histopatológico de una biopsia, hay que pensar antes en una neo- plasia metastásica, como el hipernefroma, que en el raro mieloma no secretor. Por otra parte, ante un paciente con sintomatología general y lesiones osteolíticas, con un componente M sérico pequeño y escasa plasmocitosis medular, cabe sospechar la existencia de una neoplasia metastásica con una GM asociada antes de establecer el diagnóstico de MM. Pronóstico El pronóstico del mieloma múltiple varía mucho de unos enfermos a otros, ya que, mientras que algunos fallecen a los pocos meses del diagnóstico, otros gozan de una supervivencia superior a los 10 años. La mediana de supervivencia hasta la década de los noventa era de alrededor de 3 años; sin embargo, esta cifra se ha multiplicado por 2-3 veces gracias a la introducción de nuevos fármacos con mecanismo de acción distinto al de la quimioterapia convencional, especialmente los inhibidores de proteosoma (bortezomib) y los inmunomoduladores (talidomida, lenalidomida y pomalidomida). Los principales factores pronósticos adversos se resumen en el cuadro 212-2 e incluyen: mal estado general (ECOGsuperior a 2), insuficiencia renal (creatinina mayor de 2 mg/dL o aclaramiento inferior a 50 mL/min), anemia (Hb por debajo de 10 g/dL), hipercalcemia (11 mg/dL), hipoalbuminemia (superior a 3,5 mg/dL), β2-microglobulina elevada (superior a 3,5 mg/ dL) y alteraciones citogenéticas como t(4;14) y t(14;16) y, en especial, la deleción de 17p (p53). Aunque algunos estudios indican un pronós- tico adverso para las alteraciones de 1q o 1p, este dato no está todavía bien establecido. Conviene insistir en que todos los enfermos deberían disponer en el diagnóstico de estudio citogenético, mediante técnica de FISH realizada en células plasmáticas purificadas, por su importancia en la evolución de la enfermedad. La clásica clasificación en estadios de Durie y Salmon ha sido sustituida por una clasificación internacional basada en dos parámetros muy sencillos: B2M y albúmina. Se establecen tres estadios: I (B2M inferior a 3,5 y albúmina superior a 3,5 mg/dL), II (B2M de 3,5-5,5 o albúmina menor de 3,5) y III (B2M superior a 5,5 mg/dL). Esta clasificación ha sido revisada (ISS-R) conjugando la citogenética con los parámetros bioquímicos estableciendo los siguien- tes tres estadios: I-R (ausencia de factores adversos: LDH normal, estadio I, ausencia de 17p, t(4;14), t(14;16); II-R (no estadio I-R ni III-R), III-R (estadio III junto con citogenética de alto riesgo o LDH elevada). Con todo, el factor pronóstico más importante es la respuesta al tratamiento inicial. En este sentido, la supervivencia disminuye pro- gresivamente desde los enfermos que alcanzan remisión completa (RC) (desaparición del componente monoclonal por inmunofijación y de las células plasmáticas en médula ósea) a los que sólo logran respuesta parcial (disminución del componente M entre el 90% y el 50%), las respuestas menores (menos del 25% de disminución) y los enfermos resistentes al tratamiento. No obstante, hoy se sabe que el beneficio de alcanzar RC se debe fundamentalmente a haber logrado negativizar la enfermedad mínima residual (EMR). Esta se puede estudiar por técnicas de citometría o moleculares de nueva generación (NGF o NGS) que permiten detectar una célula mielomatosa entre un millón de células normales. Los pacientes con mieloma múltiple pueden pasar por las distintas fases evolutivas esquematizadas en la figura 212-4. Aproximadamente en un tercio de los casos el diagnóstico es casual, por un hallazgo de laboratorio de una VSG o unas proteínas elevadas que conducen a la identificación de un componente monoclonal y, posteriormente, a la confirmación de infiltración en médula ósea con > 10% de células plasmáticas. Estos mielomas asintomáticos o quiescentes, o smoldering, hoy por hoy no se tratan hasta que evolucionan a mieloma sintomático; el riesgo de transformación es del 10% anual. No obstante, hay algunos enfermos cuyo riesgo de transformación es mucho mayor (> 50% en los 2 primeros años), serían los MM quiescentes de alto riesgo. Estos enfermos se pueden identificar en el momento del diagnóstico por la presencia de algunas de las siguientes características: a) coexistencia de > 10% de células plasmáticas y > 3 g/dL de componente mono- clonal; b) > 10% de células plasmáticas en las que casi la totalidad (> 95%) son clonales junto con inmunoparesia; c) aumento progre- sivo del componente monoclonal (evolving); d) presencia de t(4;14) o del(17p), y e) proteinuria BJ > 500 mg/24 h. En estos pacientes con MM quiescente de alto riesgo, un estudio del grupo español ha demostrado que el tratamiento precoz disminuye el riesgo de progresión • CUADRO 212-2 Factores pronósticos desfavorables en el mieloma múltiple Insuficiencia renal (creatinina > 2 mg/dL o > 177 µmol/L) Anemia (Hb < 85 g/L) Hipercalcemia (calcio sérico > 11,5 mg/dL o > 2,86 mmol/L) Hipoalbuminemia (albúmina < 40 g/L o < 4 mg/dL) Morfología plasmoblástica Tipo Bence-Jones λ o IgD Destrucción esquelética extensa β2-microglobulina sérica > 6 mg/L Índice proliferativo (labelling index) elevado Ausencia de respuesta al tratamiento (progresión de la enfermedad) Alteraciones citogenéticas: del17p, t(4;14), t(14;16) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 212 Gammapatías monoclonales © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1691 y aumenta la supervivencia. No obstante, hasta que estos datos no se reproduzcan, la recomendación es no tratar fuera de ensayos clínicos bien controlados, salvo quizás cuando coincidan varios de los paráme- tros antes señalados. En el resto de los casos, el mieloma debuta con alguno de los síntomas que acabamos de señalar y se debe iniciar tratamiento de forma precoz. La duración de la respuesta inicial es variable, pero prácticamente todos los pacientes acaban por recaer; la duración de las siguientes respuestas es cada vez más corta, hasta que la enfermedad es refractaria. El paciente puede fallecer por complicaciones intercurrentes, básicamente infecciones e insuficiencia renal, o por progresión de la enfermedad caracterizada por el deterioro del estado general, pancitopenia con médula ósea hipercelular (intensa infiltración por células plasmáticas) y, en ocasiones, fiebre no infecciosa y aparición de plasmocitomas extramedulares de crecimiento rápido. Tratamiento En los enfermos con mieloma sintomático el tratamiento debe ins- taurarse precozmente, mientras que en los mielomas quiescentes o smoldering el tratamiento no debe iniciarse hasta que exista evidencia de progresión de la enfermedad. Antes de disponer de los agentes alquilantes, la mediana de supervivencia de los pacientes con MM era inferior a 1 año. La introducción de melfalán representó el pri- mer avance importante en el tratamiento de esta enfermedad. Con el empleo de melfalán, ya sea aislado o combinado con prednisona, la proporción de respuestas se sitúa alrededor del 50%, con una mediana de supervivencia que oscila entre 2 y 3 años. El melfalán debe tomarse en ayunas, debido a la variabilidad de su absorción. Con el fin de aumentar la eficacia de la quimioterapia, a lo largo de los años ochenta se diseñaron múltiples esquemas de poliquimioterapia que incluían fármacos como vincristina, ciclofosfamida, prednisona, BCNU y adriamicina, en combinación con melfalán. En la mayoría de los estudios, incluido el realizado por el grupo PETHEMA, se observó que los regímenes poliquimioterápicos aumentaban la tasa de respues- tas, sin traducción en incrementos significativos en la supervivencia. La introducción de nuevos agentes, como inhibidores de proteoso- ma (bortezomib o carfilzomib), inmunomoduladores (talidomida, lenalidomida o pomalidomida) y anticuerpos monoclonales anti- CD38, ha dado lugar a un cambio sustancial en el tratamiento de esta enfermedad. En la actualidad, el tratamiento de los pacientes de nuevo diagnóstico se estratifica según la edad (inferior o superior a 65-70 años), que, junto con la existencia o no de comorbilidades, divide a los pacientes en candidatos o no a trasplante. Según estas premisas se analizarán las distintas opciones terapéuticas. Pacientes candidatos a trasplante autogénico En los enfermos de menos de 65 años, o incluso hasta 70 años sin comorbilidad, el tratamiento actual consiste en 4-6 ciclos de inducción seguidos de consolidación con altas dosis de melfalán y TPH autogé- nico y, posteriormente, de mantenimiento. Tratamiento de inducción El régimen VAD (vincristina, adriamicina y dexametasona) ha sido el estándar hasta la introducción de nuevos fármacos, que han demos- trado neta superioridad. Así, en tres ensayos aleatorizados basados en combinaciones de talidomida (T) con adriamicina (A) o ciclofos- famida (C) ydexametasona (D) (TAC o TCD), y en dos ensayos con bortezomib (B) (BD o BAD), la tasa de respuestas parciales era superior al 80%, con el 10%-30% de respuestas completas, frente al 60% de respuestas parciales y el 10% de respuestas completas obtenidas con VAD. En cambio, el esquema TD (talidomida + dexametasona) es equivalente a VAD y, por tanto, subóptimo. El régimen de inducción más eficaz en la actualidad es BTD (bortezomib, talidomida y dexa- metasona) o BLD (con sustitución de la talidomida por lenalidomida). La recogida de células madre para el TPH autogénico no se ve afectada por el uso previo de talidomida o bortezomib, mientras que con lena- lidomida pueden disminuir las células CD34, por lo que se aconseja su recolección temprana al objeto de evitar ese problema potencial. En el momento actual, el tratamiento de inducción que se considera más idóneo es BLD (bortezomib, lenalidomida y dexametasona); se está investigando si la adición de daratumumab (anti-CD38) al BLD mejora los resultados. Trasplante autogénico Dos estudios efectuados por los grupos cooperativos francés e inglés demostraron que el empleo de altas dosis de quimioterapia (general- mente, 200 mg/m2 de melfalán) tras el tratamiento de inducción era superior a continuar con quimioterapia convencional, ya que aumen- taba significativamente la tasa de respuestas completas, supervivencia libre de progresión y supervivencia global. No obstante, ni el estudio del grupo español ni el americano corroboraron la ventaja en supervi- vencia global. Las discrepancias entre estos estudios pueden deberse a diferencias tanto en el diseño como en la duración e intensidad de la rama de quimioterapia. La eficacia de los nuevos fármacos antimieloma ha abierto un importante debate sobre la necesidad de realizar TPH autogénico en esta fase inicial en la enfermedad o posponerlo hasta la recaída. Para responder a esta pregunta se han efectuado dos ensayos clínicos aleatorizados, en los que se demuestra que el estándar debe seguir siendo el uso del TPH como intensificación precoz, dado que eleva la tasa de respuestas completas obtenida con los nuevos fármacos (por tanto, serían estrategias complementarias más que alternativas) y proporciona una larga supervivencia libre de progresión con excelente calidad de vida. Por el contrario, el empleo de doble trasplante «en tándem» tras la inducción está decayendo, mientras que aumenta la realización de segundos trasplantes en el momento de la primera recaída, siempre que la duración de la respuesta al primer TPH haya sido superior a 2 años. El trasplante «en tándem» o doble trasplante como parte del tratamiento inicial debería restringirse a pacientes con citogenética del mal pronóstico del 17p, t(4;14) o t(14;16). En el campo del TPH también deben señalarse los esfuerzos por mejorar Figura - Posibles fases evolutivas del mieloma múltiple. GMI: gammapatía monoclonal idiopática. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1692 SECCIÓN XIV Hematología la eficacia del régimen de acondicionamiento clásico (melfalán 200) a través de la combinación con otros quimioterápicos (p. ej., busulfán) o fármacos nuevos como bortezomib. Consolidación y mantenimiento Se refirió que la administración tras TPH autogénico de 2-3 ciclos de consolidación, por ejemplo, con VTD, aumenta la tasa de respues- tas completas, incluidas las respuestas moleculares. Sin embargo, dos estudios aleatorizados recientes han mostrado resultados discordantes, por lo que el papel del tratamiento de consolidación postrasplante no está todavía establecido. Con respecto al mantenimiento, el empleo de interferón o corticosteroides ha sido prácticamente abandonado en favor de los nuevos fármacos, especialmente aquellos en formulación oral (talidomida y lenalidomida). Seis ensayos aleatorizados han demostrado la capacidad de la talidomida para prolongar la supervivencia libre de progresión, pero sólo en dos de ellos esto se traducía en un aumento de la supervivencia global. La lenalidomida es un fármaco más atractivo por su excelente tolerancia, y en dos importantes estudios aleatorizados muestra beneficio en supervivencia libre de progresión. Además, en metaanálisis se ha demostrado una prolongación significativa de la supervivencia global. Con los resultados anteriores, la lenalidomida se ha aprobado como tratamiento de mantenimiento postrasplante en el mieloma múltiple. Trasplante alogénico Aunque es una opción con potencial capacidad curativa, su alta mor- bimortalidad (hasta el 30%-40% con regímenes mieloablativos) ha motivado que su uso se limite a ensayos clínicos o pacientes en recaída; a su vez, ha propiciado la investigación de acondicionamientos de intensidad reducida (Alo-RIC) con el fin de disminuir la toxicidad. Estos últimos regímenes basan su eficacia en el efecto injerto frente a mieloma y, aunque su mortalidad es inferior, las recaídas son más frecuentes. Con el fin de disminuirlas se ha explorado la eficacia del trasplante en tándem: TPH autogénico seguido de Alo-RIC. Esta estrategia se ha comparado con doble TPH autogénico en cinco ensayos aleatorizados; sólo en dos de ellos la primera opción mostró ventaja significativa, por lo que respecta a supervivencia libre de enfermedad y global. Por todo ello, el trasplante alogénico en MM se considera aún experimental y debe efectuarse en centros altamente experimentados. En la actualidad, su primera indicación sería en pacientes en recaída precoz tras TPH autogénico y en los enfermos de muy alto riesgo en el momento del diagnóstico (citogenética adversa junto con estadio III de la clasificación internacional o LDH elevada), en los que la eficacia de los nuevos fármacos está siendo muy limitada. Pacientes de nuevo diagnóstico no candidatos a trasplante El objetivo del tratamiento en estos enfermos debe ser encontrar un equilibrio entre eficacia, toxicidad, calidad de vida y costes. En este sentido, es clave evaluar las comorbilidades y la fragilidad para elegir el tratamiento más adecuado. Asimismo, se debe intentar alcanzar la mejor respuesta posible (incluyendo EMR negativa, ya que esta es incluso más relevante que en los pacientes trasplantados) debido a que muchos de estos enfermos sólo suelen tener opción de una o dos líneas de tratamiento ulterior. En los pacientes no candidatos a trasplante, el tratamiento estándar durante más de 40 años ha sido melfalán + prednisona (MP) con medianas de supervivencia global entre 2 y 3 años. Sin embargo, la introducción de los nuevos fármacos ha modificado totalmente este panorama. Los primeros estudios con estos fármacos mantuvieron MP con parte del esquema. Así, la combinación de talidomida + MP (MTP) frente a MP se comparó en seis estudios aleatorizados, observándose una prolongación de aproximadamente 6 meses en la supervivencia global y libre de progresión, lo que dio lugar a la aprobación de MTP como un nuevo estándar terapéutico. Los efectos secundarios más importantes de la talidomida, al margen de la teratogenicidad, es la neurotoxicidad y el incremento de riesgo trombótico (por lo que debe hacerse tromboprofilaxis). El bortezomib (Bz) en combinación con MP (BzMP) durante nueve ciclos se asoció también con una ventaja significativa en el tiempo hasta progresión (TTP) (24 frente a 16,6 meses) y una prolongación de 1 año en la supervivencia global (SG) (56 frente a 43 meses) en comparación con MP; sobre la base de estos resultados, BzMP se aprobó como otro estándar de tratamiento. La elevada incidencia de neuropatía periférica (14%) observada con Bz se ha reducido al 4%-5% al pasar a dosis semanal y administración subcutánea. El carfilzomib, un inhibidor de proteosoma de segundageneración, se ha combinado también con MP, mostrando una eficacia similar a la de BzMP tanto en supervivencia libre de progresión (SLP) (22,3 frente a 22,1 meses) como en SG. La lenalidomida también se ha combinado con MP y, aunque mostró ventaja en PFS, esta se debía fundamentalmente a que los pacientes de la rama experimental además recibían lenalidomida de mantenimiento. Ninguna de estas dos combinaciones se utiliza en la práctica habitual. El grupo inglés ha empleado como agente alquilante la ciclofosfamida en lugar del melfalán, tanto en combinación con talidomida como en combinación con lenalidomida (CTD y CRD), siendo estos esquemas superiores al clásico MP, aunque de uso muy restringido. El empleo de esquemas libres de agentes alquilantes tiene mucho atractivo en EE. UU.; en este sentido, la combinación de lenali- domida con dexametasona (Rd) se ha convertido en otro estándar terapéutico al demostrar superioridad sobre el esquema MPT en SLP (26 frente a 21,9 meses) y SG (59 frente a 49 meses). El esquema Rd aprobado es hasta progresión, si bien un tratamiento limitado a 18 meses muestra SG similar, aunque PFS más corta. La lenalido- mida, a diferencia de la talidomida, no suele producir neuropatía, pero también requiere tromboprofilaxis y se asocia con un discreto incremento de segundas neoplasias. En Europa, hasta 2019, los dos esquemas más populares para pacientes no candidatos a tras- plante eran BzMP y Rd. En un intento de aprovechar las ventajas de ambos, el grupo español combinó BzMP (nueve ciclos) seguido de Rd (nueve ciclos) logrando una SLP de aproximadamente 3 años. En esta misma línea de combinar bortezomib con lenalidomida, el grupo americano SWOG ha analizado la eficacia de un esquema basado en bortezomib junto con Rd (VRd) tanto en pacientes jóvenes como en pacientes mayores de 65 años. En este segundo grupo de enfermos VRd mostró también una ventaja significativa sobre Rd en SLP (34 frente a 24 meses) y SG (65 frente a 56 meses). Actualmente, se están investigando otros inhibidores de proteosoma como carfilzomib e ixazomib en combinación con Rd. La introducción de anticuerpos monoclonales ha significado un paso importante en el tratamiento del MM. Los resultados de un estu- dio en fase III comparando daratumumab + BzMP frente al estándar BzMP han demostrado que la adición del anticuerpo monoclonal duplica la PFS (mediana no alcanzada frente a 18 meses), lo cual se asociaba con una mayor profundidad en las respuestas incluyendo un aumento significativo en la cifra de RC (42,6% frente al 24,4%) y EMR negativas (22% frente al 6%) sin que ello conllevara un aumento en la toxicidad. Asimismo, el daratumumab se ha combinado con Rd mostrando una clara ventaja en la PFS frente a Rd (71% frente al 56% a los 30 meses); nuevamente, esta ventaja se asociaba con respuestas más profundas (RC: 48% frente al 25%; EMR negativa: 24% frente al 7%). Los pacientes mayores representan una población muy heterogénea y, de hecho, independientemente de su edad biológica, la existencia de comorbilidades (diabetes, insuficiencia renal, enfermedad cardiovascular, etc.), la fragilidad física y mental condicionan en gran medida el trata- miento. Por ello, es clave una evaluación cuidadosa de todos estos paráme- tros a la hora de elegir el régimen más oportuno para cada enfermo. Tratamiento de las recaídas y nuevos fármacos Ante un paciente en recaída es importante considerar cinco aspectos: 1) estado general del paciente y capacidad para tolerar nuevos trata- mientos; 2) características de agresividad de la recaída; 3) eficacia de los tratamientos previos; 4) toxicidades de los tratamientos anteriores, y 5) disponibilidad de fármacos alternativos a los ya empleados. La primera opción en una recaída sería cambiar de clase de fármaco: si el paciente ha recibido un esquema basado en inhibidores de proteosoma, se cambiaría a inmunomoduladores, y a la inversa. Sin embargo, esta opción está en revisión, ya que algunos de los fármacos de segunda o tercera generación de una misma familia son eficaces como rescate. Si el enfermo es joven y la recaída se ha producido dentro del primer año del TPH autogénico, se podría plantear un trasplante alogénico Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 212 Gammapatías monoclonales © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1693 con régimen de intensidad reducida, siempre y cuando el enfermo responda al tratamiento de rescate. En caso de recaídas tardías (más allá de 3 años tras el TPH autogénico), una opción frecuente consiste en realizar una reinducción seguida de un segundo TPH autogénico. Hasta el año 2015 las únicas opciones de tratamiento de rescate aprobadas eran combinaciones de lenalidomida o bortezomib con dexametasona (Ld, Bzd), que lograban medianas de SLP entre 9 y 18 meses. Sin embargo, en los últimos años se han aprobado numerosas nuevas combinaciones, muchas de ellas basadas en la adición de un tercer fármaco a Ld o Bzd, que han demostrado una ventaja signifi- cativa en estudios randomizados. De las tripletas basadas en Ld (la mayoría de ellas investigadas en pacientes tras 1-3 líneas previas), la que ha obtenido resultados más positivos es la combinación con el anticuerpo monoclonal anti-CD38 daratumumab (Dara). Al comparar Dara-Ld frente a Ld se observó un incremento de 27 meses en la SLP (44 frente a 17 meses) con una tasa de remisiones completas del 51%. El efecto secundario más frecuente con daratumumab son las reacciones infusionales que generalmente aparecen con la primera infusión, son moderadas y no suelen repetirse. El carfilzomib (K) es un inhibidor de proteosoma de segunda generación, que no suele provocar neuropatía, aunque sí trastornos cardiovasculares; la comparación de KRd con Rd se asoció con una clara ventaja en la SLP de 26,3 frente a 17,6 meses y un incremento de 8 meses en la SG (48 frente a 40 meses), junto con una tasa de respuestas del 87% (32% de RC). Los resultados también fueron favorables para el inhibidor de proteosoma oral ixazomib (I) que tiene buena tolerancia sin neuropatía; la SLP de IRd fue de 20,6 frente a 14,7 meses para Rd. El anticuerpo monoclonal elotuzumab (SLAMF7) asociado a lenalidomida dexametasona también ha demos- trado superioridad frente a sólo Rd (SLP, 19 frente a 14,9 meses, y SG, 43,7 frente a 39,6 meses), si bien las diferencias con respecto a la rama control son inferiores a las observadas con daratumumab. En los pacientes que han recaído tras tratamiento con lenalidomida, la opción más lógica sería utilizar una combinación basada en un inhi- bidor de proteosoma. En un ensayo randomizado se compararon dos inhibidores de proteosoma frente a frente: Kd vs. Bzd, objetivándose una duplicación en la SLP en favor de Kd (18,7 frente a 9,4 meses). Bzd se ha combinado con daratumumab con una ventaja en SLP de 16,7 frente a 7 meses frente a Bzd. Sin embargo, en estos dos estudios el porcentaje de pacientes refractarios a lenalidomida era muy pequeño. En este último contexto el estudio más representativo es el que compara pomalidomida (inmunomodulador de tercera generación) junto con Bzd frente a Bzd con SLP de 11,2 frente a 7,1 meses. El conjunto de estos datos indica que la mayoría de las tripletas son superiores a los clásicos dobletes y, de hecho, fármacos como daratumumab o pomalidomida, que inicialmente fueron aprobados como agentes únicos para tratamiento de rescate en pacientes con enfermedad muy avanzada, sobre la base de respuestas en torno al 30% y medianas de SLP de 4 meses, en enfermos que habían recibido más de tres líneas de tratamiento y eran doblerresistentesa bortezomib y lenalidomida, han pasado a ser utilizados, como hemos visto, en recaídas precoces (tras 1-3 líneas previas de tratamiento). Más aún, nuevas combinacio- nes experimentales muy atractivas, como Dara-Kd, Dara-PomaDex, Poma-Kd están siendo investigadas; en este sentido, un ensayo en fase 2 comparando Elo-Poma-Dex y Poma-Dex en pacientes doblerre- fractarios a lenalidomida y bortezomib ha demostrado una diferencia de 10,3 frente a 4,7 meses a favor de la rama experimental. Aunque los inhibidores de histona-desacetilasa han mostrado eficacia en MM en recaída (panobinostat en combinación con Bzd es superior a Bzd con PFS de 12 frente a 8 meses); sin embargo, su uso en la práctica clínica es limitado, probablemente debido a su toxicidad (fatiga, diarrea) y a la mayor eficacia de otros compuestos. A estas combinaciones hay que añadir otros nuevos agentes entre los que destaca venetoclax, inhibidor de Bcl2 que ha logrado un 21% de respuestas en pacientes tras cinco líneas previas de tratamiento y que llegan a un 65% en aquellos enfermos que presentan la t(11;14) o que tienen sobreexpresión de Bcl2. El selinexor es un inhibidor de exportina que en combinación con dexametasona ha alcanzado un 30% de respuestas en pacientes pentarrefractarios. Pero, sin duda, la mayor revolución en el tratamiento del MM viene de la mano de la inmunoterapia. Los anticuerpos monoclonales anti-BCMA (B-cell maturation antigens) conjugados con toxinas (monometilauristatina) han logrado un 60% de respuestas en pacientes que incluso habían sido refractarios a combinaciones basadas en daratumumab. Asimis- mo, los anticuerpos biespecíficos (anti BCMA-CD3) han demostrado importante actividad (28% de respuestas en la serie global y 83% cuando se alcanzó la dosis óptima). Finalmente, el empleo de linfocitos T modificados genéticamente (CAR-T, chimeric antigen receptor T) constituye una revolución en el concepto terapéutico del mieloma. Los más efectivos están dirigidos frente al antígeno BCMA y en pacientes en los últimos estadios de la enfermedad han logrado tasas de respuesta superiores al 80%, con SLP en torno al año. El efecto segundario más importante de este tratamiento es el síndrome de liberación de citosinas que aparece aproximadamente en el 70% de los pacientes, pero que suele ser bien controlado con inhibidores de IL-6, mientras que la neurotoxicidad debida al CAR-T es mucho menos frecuente que en otras neoplasias hematológicas. En etapas avanzadas de la enfermedad, la mejor alternativa es ofrecer al enfermo la posibilidad de participar en algún ensayo clínico con fármacos experimentales. Si no es candidato a ninguno de ellos y se opta por un tratamiento más paliativo, nuestra preferencia es un esquema oral basado en ciclofosfamida (50 mg/día) y prednisona. Tratamiento de soporte El control de los síntomas y de las complicaciones es de suma impor- tancia en el MM. De hecho, parte de la mejoría en la supervivencia de los pacientes debe ser atribuida a la disminución de la mortalidad derivada de infecciones, hipercalcemia o insuficiencia renal. Tratamiento del dolor óseo. Para combatir el dolor óseo, lo más eficaz es controlar la enfermedad de base, si bien es frecuente tener que recurrir a los analgésicos, desde el paracetamol a la morfina, asociados o no a antiinflamatorios y relajantes musculares. Dados los proble- mas renales de estos pacientes, se prefiere evitar los AINE. Si el dolor es por una lesión localizada, puede emplearse radioterapia (2.000- 3.000 cGy); si es por aplastamiento vertebral, están indicadas la vertebroplastia o la cifoplastia, sin olvidar los accesorios ortopédicos. Fracturas óseas y compresión medular. Lo mejor es prevenirlas mediante ejercicio físico regular y el uso de bisfosfonatos (ácido zoledrónico, 4 mg por vía intravenosa cada mes), que disminuyen las complicaciones óseas y retrasan su aparición. Una complicación importante de los bisfosfonatos es la osteonecrosis de mandíbu- la, que debe prevenirse mediante examen odontológico previo y extirpación de piezas dentarias en mal estado, y se debe limitar su administración a un máximo de 2 años, para volver a reintroducirlos cuando reaparezca enfermedad activa. Las lesiones de huesos largos son subsidiarias de fijación ortopédica. La compresión medular es una urgencia que se trata con dexametasona y radioterapia local; si es el síntoma de presentación y todavía no hay diagnóstico de MM, deben realizarse cirugía descompresiva y estudio anatomopatológico. Hipercalcemia. Es otra urgencia en el mieloma, ya que favorece la aparición de insuficiencia renal. Siempre hay que garantizar una buena hidratación (suero fisiológico, 2-4 mL/kg/h) y son beneficio- sos los diuréticos de asa y los glucocorticoides, pero el tratamiento actual más eficaz (respuesta en más del 90%) es el ácido zoledrónico en dosis única de 4 mg en infusión i.v. de 15 min. Insuficiencia renal. Hay que prevenirla con hidratación, alcaliniza- ción de la orina, corrección de la hipercalcemia, así como con con- trol de las infecciones, y evitando el uso de nefrotóxicos. Si el pacien- te se presenta con insuficiencia renal aguda, es preciso usar medidas habituales e iniciar inmediatamente el tratamiento del mieloma, especialmente con esquemas basados en bortezomib y altas dosis de glucocorticoides por su rápido efecto antitumoral, aunque también son eficaces los inmunomoduladores. Si se utiliza lenalidomida, su dosis se ajustará a la función renal. Si es necesario, se deben indicar hemodiálisis o diálisis peritoneal. Cuando la insuficiencia renal es grave e irreversible y el mieloma responde al tratamiento, se debe usar la diálisis crónica sin desestimar la posibilidad de un trasplante renal en los pacientes que alcancen una remisión completa estable. Anemia. En el mieloma, generalmente la anemia es moderada y suele mejorar con el tratamiento de la enfermedad de base. Si esto no se produce y una vez descartado déficit de hierro, ácido fólico, B12 o sangrado, puede plantearse el uso de agentes estimulantes del receptor eritropoyético (eritropoyetinas) hasta alcanzar cifras de Hb de 12 g/dL. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1694 SECCIÓN XIV Hematología Infecciones. La neutropenia grave es poco frecuente, por lo que el uso de G-CSF sólo se justifica en casos seleccionados. En presencia de infecciones hay que emplear antibióticos de amplio espectro (p. ej., ciprofloxacino y amoxicilina/ácido clavulánico, piperacilina/tazobac- tam u otros), evitando nefrotóxicos como los aminoglucósidos. La profilaxis antibiótica puede ser una opción, especialmente durante los primeros 3 meses tras el diagnóstico o en las recaídas. Además, en los pacientes que reciben bortezomib debe efectuarse profilaxis para herpes virus (aciclovir). El empleo de Ig no está recomendado y, en lo que se refiere a las vacunaciones, aunque su eficacia es cues- tionable, se aconseja vacunar frente a gripe y neumococo. MACROGLOBULINEMIA DE WALDENSTRÖM Concepto Consiste en una proliferación monoclonal de células linfoides B secreto- ras de IgM. Es una enfermedad poco común (0,5 casos nuevos/100.000 habitantes y año) que, al igual que el MM, afecta a individuos de edad avanzada. El 70% de los pacientes son varones. Cuadro clínico Los síntomas más frecuentes son astenia, diátesis hemorrágica y tras- tornos visuales o neurológicos. La proliferación tumoral da lugar a anemia por desplazamiento medular, adenopatías periféricas de mediano tamaño, esplenomegalia y hepatomegalia. Se han descrito casos aislados con afección cutánea, pleuropulmonar o esquelética. Por otra parte, el componente monoclonal IgM, por su forma y tendencia a formar polímeros, puede ocasionar unsíndrome de hiperviscosidad, cuyas manifestaciones clínicas reflejan las alteraciones microcirculatorias en distintos órganos. Cabe destacar que cada paciente tiene un «umbral individual» que no siempre se correlaciona con la cuantía del compo- nente M. Las manifestaciones clínicas más frecuentes del síndrome de hiperviscosidad son: a) diátesis hemorrágica (epistaxis, púrpura, hemorragia difusa en mucosas); b) oculares (alteraciones o pérdida de visión, que se observa en el examen del fondo de ojo, distensión y tortuosidad de las venas retinianas, así como hemorragias y exudados); c) neurológicas (cefaleas, vértigos, accidentes vasculares cerebrales e incluso coma paraproteinémico), y d) cardiovasculares (hipervolemia, insuficiencia cardíaca congestiva, neuropatía periférica). La IgM también puede comportarse como una crioglobulina y ocasionar un síndrome de Raynaud o como una crioaglutinina y provocar una anemia hemolítica. Puede haber hemorragias porque la paraproteína interfiera en factores de la coagulación o recubra las plaquetas. El depósito de paraproteína puede ocasionar una neuropatía por desmielinización y rara vez amiloidosis. Datos de laboratorio En las tres cuartas partes de los pacientes la cifra de Hb es inferior a 120 g/L. En todos los casos existe componente M sérico de tipo IgM, que en el 60% de los pacientes supera los 30 g/L. La médula ósea tiene un aspecto muy polimorfo, con infiltración por linfocitos, células plasmáticas y células linfoplasmocitarias; es característica la presencia de células cebadas en las zonas de grumo aplastado. Desde el punto de vista inmunofenotípico, se trata de una proliferación clonal linfoide B madura (CD19+, CD20+, que generalmente expresa CD25 y CD27). Las alteraciones citogenéticas son raras, aunque se ha des- crito la pérdida del cromosoma 6q21 en hasta el 50% de los casos. La existencia de mutación de MYD88 se ha convertido en el marcador molecular característico, al estar presente en la práctica totalidad de los enfermos (90%). Un tercio de los casos tienen también mutaciones de CXCR4. El diagnóstico diferencial debe plantearse con la GMSI y los síndromes linfoproliferativos B que cursan con paraproteína IgM. La cuantía del componente M de tipo IgM y las manifestaciones clínicas facilitan su discriminación, pero sobre todo el patrón infiltrativo de la médula ósea, ya que en las GMSI IgM por definición hay < 10% de infiltración medular y ausencia de síntomas. También existe una forma quiescente de macroglobulinemia en la que la infiltración es > 10% y/o el CM es > 3 g/dL, pero no hay síntomas. Pronóstico y tratamiento La mediana de supervivencia de los pacientes con macroglobulinemia de Waldenström es superior a 10 años. Los pacientes asintomáticos no deben ser tratados hasta que presenten signos claros de progresión de la enfermedad. Los datos que indican enfermedad activa que debe ser tratada son: presencia de sintomatología general, anemia intensa (Hb inferior a 10 g/dL), plaquetas < 100 × 109/L, síndrome de hipervisco- sidad, neuropatía periférica, crioglobulinemia sintomática, aglutininas frías o fenómenos autoinmunes, hepatoesplenomegalia intensa o gran- des masas adenopáticas. El tratamiento más empleado hasta hace unos años era el clorambucilo de forma continua (0,1 mg/kg de peso y día) o intermitente (0,4 mg/kg de peso y día 2 días cada 2 semanas) según la tolerancia hematológica. La fludarabina y la 2-clorodesoxiadenosina (2CdA) representaron alternativas eficaces con mayor tasa de respuesta y supervivencia que el clorambucilo, pero mayor riesgo de neoplasias secundarias. Sin embargo, estas opciones se han abandonado por la mayor eficacia de nuevas alternativas. El anticuerpo monoclonal anti-CD20 (rituximab) se ha convertido en una pieza clave en el tratamiento de la macroglobulinemia. Como agente único produce el 25%-40% de las respuestas, debiéndose tener en cuenta el hecho de que puede aumentar el componente monoclo- nal y la hiperviscosidad en la primera infusión. Este tratamiento está especialmente indicado en enfermos con neuropatía o crioglobulinas o aglutininas frías como único síntoma (y de características leves). Sin embargo, en enfermos con citopenias u organomegalias o hiperviscosidad es preferible utilizarlo en combinación con ciclofosfamida-dexametasona o bortezomib o bendamustina. La cifra de respuestas es del 80%-90% con supervivencias libres de progresión de 3-6 años y supervivencia global del 70%-90% a los 5 años. El descubrimiento de la mutación de MYD88 y su papel en la activación del crecimiento tumoral a través de las vías BTK e IRAK han estimulado la búsqueda de terapias dirigidas; en este sentido, el empleo de inhibidores de la tirosín-cinasa de Bruton (BTK), como ibrutinib, representa una oportunidad excelente. En pacientes en recaída o refractarios, la tasa de respuestas es del 89% (la mayoría sólo parciales). Estas respuestas disminuyen en los pacientes que tienen mutaciones de CXCR4. En un reciente ensayo randomizado se ha comparado ibrutinib + rituximab frente a rituximab objetivándose una ventaja para la rama experimental en términos de respuestas mayores: el 72% frente al 32%, con PFS a los 30 meses del 82% frente al 28%. Actualmente, se está investigando la eficacia de venetoclax (con resulta- dos preliminares positivos) y daratumumab en estos pacientes. En pacientes jóvenes (< 70 años) con respuestas subóptimas o en recaída tras esquemas basados en rituximab-dexametasona-ciclofos- famida o bortezomib o bendamustina debe plantearse la realización de un TPH autogénico, si bien esta opción debe ser revisada a la luz de la eficacia de ibrutinib en pacientes en recaída. Por último, no se debe olvidar que las plasmaféresis son útiles en casos de hiperviscosidad. ENFERMEDADES DE LAS CADENAS PESADAS Las enfermedades de las cadenas pesadas son trastornos linfoproli- ferativos de células B que se caracterizan por la producción de un componente M anómalo compuesto por moléculas incompletas de cadenas pesadas desprovistas de cadenas ligeras. Su diagnóstico se basa en la demostración por métodos inmunoquímicos de la molécula incompleta de Ig en el suero, el citoplasma de las células proliferantes, el jugo intestinal o la orina. El componente M sérico suele ser de escasa cuantía, por lo que con frecuencia pasa inadvertido en la electroforesis. Además, cuando el componente M se detecta en la electroforesis, no suele dar lugar a una banda estrecha, como ocurre en el MM, sino a una banda ancha, a menudo en la zona de las gammaglobulinas. El diagnóstico se efectúa por inmunofijación en la que se demuestra la existencia de un componente M que reacciona frente a una cadena pesada determinada, pero no con antisueros frente a las cadenas ligeras. Enfermedad de las cadenas pesadas γ Se presenta como un síndrome linfoproliferativo crónico. Los datos iniciales más frecuentes son astenia, fiebre, adenopatías, esplenomegalia y hepatomegalia. Puede observarse edema palatino y de la úvula, debido Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 212 Gammapatías monoclonales © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. S E C C IÓ N X IV 1695 a infiltración del anillo de Waldeyer. En la mitad de los pacientes existe proteinuria, en general inferior a 1 g/24 h. En dos tercios de los casos hay una infiltración linfocitaria polimorfa de la médula ósea y los gan- glios linfáticos. El diagnóstico se establece al demostrar la naturaleza del componente M por inmunofijación. El curso clínico es muy variable. El tratamiento es poco eficaz y puede ir desde la abstención terapéutica en los casos asintomáticos hasta la monoterapia alquilantecon clorambucilo o ciclofosfamida o incluso poliquimioterapia en los casos más agresivos. Enfermedad de las cadenas pesadas α Es la enfermedad de las cadenas pesadas más frecuente. A diferencia de lo que sucede con las otras GM, la mayoría de los pacientes son jóvenes (10-30 años). Puede presentarse según dos formas clínicas: la intestinal, que se da en áreas geográficas donde la infestación intestinal por parásitos, bacterias y virus es frecuente, y la respiratoria, que es mucho menos común. La localización intestinal (denominada antes linfoma mediterráneo) forma parte del espectro de trastornos incluidos hoy en día bajo el término de enfermedad inmunoproliferativa del intes- tino delgado. El cuadro clínico es el de un síndrome de malabsorción que cursa con diarrea crónica y dolor abdominal. La malabsorción se debe a una infiltración linfoplasmocitaria de la mucosa intestinal y de los ganglios mesentéricos. Si bien el diagnóstico se efectúa mediante el examen histopatológico de una biopsia intestinal obtenida a través del fibroscopio, esta suele ser demasiado superficial para identificar cambios linfomatosos, por lo que a menudo se requiere la laparotomía. El diagnóstico definitivo se establece por la demostración en suero o jugo intestinal de la Ig patológica, constituida por una parte de la cadena pesada α desprovista de cadenas ligeras. Los pacientes con lesiones en estadio inicial, limitadas al área ente- romesentérica, deben tratarse con tetraciclina a una dosis diaria de 2 g, junto con la erradicación de cualquier infestación intestinal. Con ello se han conseguido mejorías espectaculares e incluso curaciones. Si no se obtiene una clara mejoría en 6 meses o no se consigue la remisión com- pleta después de 1 año de tratamiento, se deben administrar citostáticos, en general según las pautas utilizadas para los linfomas de alto grado de malignidad (ciclofosfamida, adriamicina, vincristina y prednisona). Enfermedad de las cadenas pesadas µ Casi todos los pacientes con enfermedades de las cadenas pesadas µ tienen un síndrome linfoproliferativo crónico, en especial leucemia linfática crónica. Las principales diferencias con esta última son: a) la escasa frecuencia de adenopatías periféricas; b) la presencia en la médula ósea de células plasmáticas vacuoladas, y c) la eliminación de grandes cantidades de cadenas ligeras µ por la orina en la mayoría de los pacientes. El diagnóstico se efectúa por inmunofijación. La mediana de supervivencia es de 2 años. El tratamiento es el propio del síndrome linfoproliferativo y dependerá de su agresividad. GAMMAPATÍA MONOCLONAL DE SIGNIFICADO INCIERTO El término gammapatía monoclonal de significado incierto (GMSI) indica la presencia de una proteína monoclonal en individuos que no presentan criterios de MM, macroglobulinemia de Waldenström ni de otros síndromes linfoproliferativos. Las principales caracterís- ticas de la GMSI se exponen en el cuadro 212-3. Algunos pacientes pueden presentar una pequeña cantidad de cadenas ligeras en orina. Su prevalencia es considerable y tiene una clara relación con la edad, ya que se observa en más del 3% de los individuos mayores de 50 años y en alrededor del 6% de las personas con más de 70 años. Los aspectos de mayor interés de la GMSI consisten en realizar el diagnóstico diferencial con el MM (aspecto ya comentado en el apartado de diagnóstico de esta enfermedad), así como en intentar determinar si la GMSI permanecerá estable o, por el contrario, evolucionará a un MM sintomático. En este sentido, en la serie de 1.184 pacientes con GMSI seguidos en la Clínica Mayo, la probabilidad actuarial de aparición de MM, macroglobuli- nemia de Waldenström o amiloidosis primaria fue del 12%, el 25% y el 30% a los 10, 20 y 25 años de seguimiento, respectivamente. Con todo, la probabilidad real de evolución a una gammapatía monoclonal maligna, si se tienen en cuenta las causas competitivas de muerte, es del 11%. En la mayoría de los casos el componente M había permanecido estable durante más de 5 años y el MM se presentó de forma brusca tras un largo período de observación. Los factores predictivos de trans- formación en la GMSI son: la cuantía del componente M, el tipo de componente monoclonal (más frecuente en el tipo IgA), el cociente anormal de cadenas ligeras κ/λ y el patrón evolutivo del componen- te M (progresivo desde el inicio frente a estable). Potencialmente, el MM viene precedido en todos los casos por una GMSI. AMILOIDOSIS PRIMARIA Concepto En la amiloidosis primaria las fibrillas que componen la sustancia ami- loide están constituidas por una porción variable de una cadena ligera (κ o λ). La cadena ligera es con mayor frecuencia λ que κ (relación 2:1). La incidencia anual es de 0,9 casos nuevos por 100.000 habitantes y año. Los síntomas más frecuentes son cansancio y pérdida de peso. También se pueden observar disnea, edemas, parestesias, síncope, hipotensión ortostática o cambios en el tono de la voz. Una cuarta parte de los casos presenta hepatomegalia y el 10% macroglosia. La púrpura en cara y cuello, particularmente en párpados superiores, es un hallazgo frecuente. Cuadro clínico y exploraciones complementarias Los síndromes que se asocian a la amiloidosis primaria son: síndrome nefrótico y del túnel carpiano, insuficiencia cardíaca congestiva, neu- ropatía periférica e hipotensión ortostática. Manifestaciones menos frecuentes son síndrome de malabsorción y hepatomegalia gigante. La existencia de cualquiera de estos síndromes en presencia de un com- ponente M sérico o urinario es muy sugestiva de amiloidosis primaria. La insuficiencia cardíaca congestiva se presenta en cerca del 30% de los casos. El electrocardiograma muestra con frecuencia voltajes bajos y arritmias. El ecocardiograma o la resonancia magnética cardíaca son téc- nicas muy útiles en la evaluación de la miocardiopatía amiloidótica. La biopsia endomiocárdica es positiva en la práctica totalidad de los casos. Una sexta parte de los pacientes presenta hipotensión ortostática. El síndrome nefrótico aparece en un tercio de los pacientes en el momento del diagnóstico, pero rara vez durante la evolución de la enfermedad. El 80% de los casos presenta proteinuria y en un 20% la cifra de creatinina es superior a 2 mg/dL. Alrededor del 15% de los pacientes presenta neuropatía periférica. La neuropatía es más sensitiva que motora y es, generalmente, de predominio distal, simétrica y progresiva. Los pocos pacientes con ictericia colestásica tienen un pronóstico infausto. La electroforesis sérica muestra una discreta banda homogénea en la mitad de los casos e hipogammaglobulinemia en una cuarta parte, mientras que en el resto es normal. Cuando se efectúa inmunofijación sérica y urinaria se encuentra un componente M en el 90% de los casos. La mediana de células plasmáticas en médula ósea es del 6%. La mayoría de los pacientes tienen una elevación significativa de la cadena ligera libre amiloidogénica en suero y un cociente κ/λ anómalo. Alrededor del 15% de los pacientes presentan déficit de factor X de la coagulación. Diagnóstico El diagnóstico de amiloidosis se basa en la demostración de sustancia amiloide en los tejidos. La posibilidad de amiloidosis primaria debe considerarse en todo paciente con un componente M sérico o urinario • CUADRO 212-3 Características de la gammapatía monoclonal de significado incierto Componente M < 30 g/L Plasmocitosis medular < 10% Ausencia de lesiones osteolíticas Cifra de hemoglobina normal Función renal normal Ausencia de síntomas atribuibles a la gammapatía monoclonal Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1696 SECCIÓN XIV Hematología © 2020. Elsevier España, S.L.U. Reservados
Compartir