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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CUERPO HUMANO (115)

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A)
Esponjosa
Canal
medular
Cortical
Esponjosa
Canal
medular
B)
Cortical
Figura 6-10. Crecimiento en grosor del hueso. A) Hueso joven.
B) Hueso viejo. Se aprecia un mayor tamaño del hueso viejo, pero
con un canal medular mayor y un grosor menor de la capa cortical
y de la capa esponjosa.
y un esqueleto de mala calidad. Cuando esto ocurre en la
etapa del crecimiento la carencia se denomina raquitismo y
se caracteriza por huesos malformados, frágiles y cortos.
Las células del hueso pueden ser de tres tipos histológi-
cos: osteoblastos, osteocitos y osteoclastos.
Los osteoblastos (ostéon \ hueso; blastós \ germen)
proceden de una célula osteógena que ha recibido un buen
aporte de oxígeno, normalmente por estar en una zona bien
vascularizada. Son los encargados de crear hueso mediante
el depósito de calcio extraído de la sangre sobre la matriz
extracelular, lo que la dota de resistencia y rigidez. Para ello
es preciso un estímulo que procede de una hormona deno-
minada calcitonina y además se requiere la presencia de
vitamina D. Cuando el osteoblasto se encuentra rodeado
por matriz ósea con buen depósito de calcio (hueso bien
formado), evoluciona hacia la forma adulta y se denomina
entonces osteocito. Los osteoblastos son las células óseas
predominantes en la primera infancia, pero después quedan
relegados a las metáfisis, donde son muy abundantes y
facilitan el crecimiento del hueso. La disminución o desa-
parición de osteoblastos en la edad adulta y la senectud no
sólo detiene el crecimiento, sino que además hace a los
huesos más frágiles y retrasa la consolidación de las posi-
bles fracturas.
Los osteocitos (ostéon \ hueso; kýtos \ célula) son los
encargados de cuidar del hueso ya formado y de procurar
que éste sea de buena calidad y tenga las fibras colágenas y
los mucopolisacáridos adecuados. Si no hubiera osteocitos,
del hueso sólo quedaría la estructura cálcica, que mantiene
la forma y la rigidez, pero sería muy frágil y no soportaría
los golpes por falta de elasticidad. El osteocito vive en una
auténtica prisión rodeado de matriz ósea, perforada única-
mente por pequeños conductos por donde discurren los va-
sos sanguíneos que lo nutren.
Los osteoclastos (ostéon \ hueso; klân \ romper) pro-
vienen también de los osteoblastos, que se convierten en
osteoclastos por la acción de una hormona denominada
parathormona. Esta hormona, formada en las glándulas
paratiroides, está controlada por la concentración de calcio
en la sangre (véase el Apartado 9.6 en el capítulo del
sistema endocrino). Un nivel bajo de calcio provoca la
liberación de parathormona y estimula la formación de os-
teoclastos. Los osteoclastos rompen el hueso, en un fenóme-
no denominado resorción ósea, y liberan calcio que pasa a
la sangre y eleva los niveles plasmáticos de este ion, con lo
que se inhibe la liberación de parathormona. Aunque pueda
parecer un efecto nocivo, la resorción ósea es imprescindi-
ble para el buen funcionamiento de los huesos. Los huesos
están siempre remodelándose, especialmente durante la eta-
pa del crecimiento. Mientras que los osteoblastos crean
hueso en la parte más externa de la cortical (muy vasculari-
zada por el periostio), los osteoclastos van destruyendo hue-
so en la médula y crean el canal medular, permitiendo de
esta forma el crecimiento en grosor del hueso (Fig. 6-10). Si
los osteoclastos no fabricaran el canal medular, los huesos
tendrían un peso tan grande que sería muy difícil desplazar-
se. Además, el equilibrio entre la actividad de los osteoblas-
tos y de los osteoclastos permite la permanente remodela-
ción de las trabéculas óseas para que se adapten a las
líneas de fuerza a que está sometido el hueso, y de esta
forma se ofrezca la máxima resistencia con el mínimo tejido
óseo (Fig. 6-11).
El cartílago existente en la zona articular de los huesos
está formado por unas células especiales denominadas con-
drocitos, que provienen de unas células más inmaduras que
se llaman condroblastos, que a su vez proceden de la
misma célula osteógena que ha dado lugar a la serie celular
ósea. Lo que hace que una célula osteógena derive hacia
hueso o hacia cartílago es la existencia de un ambiente rico
o pobre en oxígeno (Fig. 6-9), o lo que es lo mismo, un
ambiente bien o mal vascularizado. Las epífisis óseas son
las zonas peor vascularizadas del hueso, y en la zona articu-
lar la vascularización es nula para evitar que los microtrau-
matismos producidos por el contacto de un hueso con otro
ocasionen hemorragias intraarticulares. Las células de la
zona articular se nutren por medio de un líquido existente
en el espacio articular. No es de extrañar que en este am-
biente tan pobre en oxígeno, la célula precursora osteógena
derive hacia cartílago y no hacia hueso.
6.3.3. Formación y resorción ósea
Ya hemos visto que la acción de los osteoblastos, los
osteocitos y los osteoclastos es necesaria para la correcta
formación de hueso. Existe un equilibrio entre formación y
resorción que hace que la masa ósea del individuo sea la
adecuada (Fig. 6-12). Existen numerosos factores que pue-
96 Estructura y función del cuerpo humano

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