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A) Esponjosa Canal medular Cortical Esponjosa Canal medular B) Cortical Figura 6-10. Crecimiento en grosor del hueso. A) Hueso joven. B) Hueso viejo. Se aprecia un mayor tamaño del hueso viejo, pero con un canal medular mayor y un grosor menor de la capa cortical y de la capa esponjosa. y un esqueleto de mala calidad. Cuando esto ocurre en la etapa del crecimiento la carencia se denomina raquitismo y se caracteriza por huesos malformados, frágiles y cortos. Las células del hueso pueden ser de tres tipos histológi- cos: osteoblastos, osteocitos y osteoclastos. Los osteoblastos (ostéon \ hueso; blastós \ germen) proceden de una célula osteógena que ha recibido un buen aporte de oxígeno, normalmente por estar en una zona bien vascularizada. Son los encargados de crear hueso mediante el depósito de calcio extraído de la sangre sobre la matriz extracelular, lo que la dota de resistencia y rigidez. Para ello es preciso un estímulo que procede de una hormona deno- minada calcitonina y además se requiere la presencia de vitamina D. Cuando el osteoblasto se encuentra rodeado por matriz ósea con buen depósito de calcio (hueso bien formado), evoluciona hacia la forma adulta y se denomina entonces osteocito. Los osteoblastos son las células óseas predominantes en la primera infancia, pero después quedan relegados a las metáfisis, donde son muy abundantes y facilitan el crecimiento del hueso. La disminución o desa- parición de osteoblastos en la edad adulta y la senectud no sólo detiene el crecimiento, sino que además hace a los huesos más frágiles y retrasa la consolidación de las posi- bles fracturas. Los osteocitos (ostéon \ hueso; kýtos \ célula) son los encargados de cuidar del hueso ya formado y de procurar que éste sea de buena calidad y tenga las fibras colágenas y los mucopolisacáridos adecuados. Si no hubiera osteocitos, del hueso sólo quedaría la estructura cálcica, que mantiene la forma y la rigidez, pero sería muy frágil y no soportaría los golpes por falta de elasticidad. El osteocito vive en una auténtica prisión rodeado de matriz ósea, perforada única- mente por pequeños conductos por donde discurren los va- sos sanguíneos que lo nutren. Los osteoclastos (ostéon \ hueso; klân \ romper) pro- vienen también de los osteoblastos, que se convierten en osteoclastos por la acción de una hormona denominada parathormona. Esta hormona, formada en las glándulas paratiroides, está controlada por la concentración de calcio en la sangre (véase el Apartado 9.6 en el capítulo del sistema endocrino). Un nivel bajo de calcio provoca la liberación de parathormona y estimula la formación de os- teoclastos. Los osteoclastos rompen el hueso, en un fenóme- no denominado resorción ósea, y liberan calcio que pasa a la sangre y eleva los niveles plasmáticos de este ion, con lo que se inhibe la liberación de parathormona. Aunque pueda parecer un efecto nocivo, la resorción ósea es imprescindi- ble para el buen funcionamiento de los huesos. Los huesos están siempre remodelándose, especialmente durante la eta- pa del crecimiento. Mientras que los osteoblastos crean hueso en la parte más externa de la cortical (muy vasculari- zada por el periostio), los osteoclastos van destruyendo hue- so en la médula y crean el canal medular, permitiendo de esta forma el crecimiento en grosor del hueso (Fig. 6-10). Si los osteoclastos no fabricaran el canal medular, los huesos tendrían un peso tan grande que sería muy difícil desplazar- se. Además, el equilibrio entre la actividad de los osteoblas- tos y de los osteoclastos permite la permanente remodela- ción de las trabéculas óseas para que se adapten a las líneas de fuerza a que está sometido el hueso, y de esta forma se ofrezca la máxima resistencia con el mínimo tejido óseo (Fig. 6-11). El cartílago existente en la zona articular de los huesos está formado por unas células especiales denominadas con- drocitos, que provienen de unas células más inmaduras que se llaman condroblastos, que a su vez proceden de la misma célula osteógena que ha dado lugar a la serie celular ósea. Lo que hace que una célula osteógena derive hacia hueso o hacia cartílago es la existencia de un ambiente rico o pobre en oxígeno (Fig. 6-9), o lo que es lo mismo, un ambiente bien o mal vascularizado. Las epífisis óseas son las zonas peor vascularizadas del hueso, y en la zona articu- lar la vascularización es nula para evitar que los microtrau- matismos producidos por el contacto de un hueso con otro ocasionen hemorragias intraarticulares. Las células de la zona articular se nutren por medio de un líquido existente en el espacio articular. No es de extrañar que en este am- biente tan pobre en oxígeno, la célula precursora osteógena derive hacia cartílago y no hacia hueso. 6.3.3. Formación y resorción ósea Ya hemos visto que la acción de los osteoblastos, los osteocitos y los osteoclastos es necesaria para la correcta formación de hueso. Existe un equilibrio entre formación y resorción que hace que la masa ósea del individuo sea la adecuada (Fig. 6-12). Existen numerosos factores que pue- 96 Estructura y función del cuerpo humano
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