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TRAUMATISMO CERVICAL BERMEJO

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TRAUMATISMO CERVICAL y TORÁCICO 
 
 
Introducción: 
 El identificar a los pacientes con traumatismo cervical y torácico es importante por su frecuencia y la 
gravedad de las lesiones que pueden presentar. Estas regiones anatómicas se caracterizan por presentar un 
número elevado de estructuras de distintos sistemas que pueden verse afectadas tanto en trauma cerrado 
como en penetrante. 
 En estos pacientes pueden producirse lesiones que suponen un riesgo vital inmediato, debiendo ser 
reconocidas y corregidas durante el reconocimiento primario en la valoración inicial. Además pueden 
presentar otras lesiones potencialmente letales, de presentación más sutil, que deben valorarse en el 
reconocimiento posterior ya que el no detectarlas de forma precoz se acompaña de importante morbi-
mortalidad. Estas lesiones suponen un reto diagnóstico y son causa frecuente de lesiones ocultas, siendo 
necesario mantener un alto nivel de sospecha de su posible existencia y un bajo umbral para la realización 
de estudios complementarios que permitan su diagnóstico. 
 En el desarrollo del tema revisaremos la valoración inicial de los pacientes con traumatismo cervical 
y torácico con las actitudes diagnósticas y terapéuticas iniciales dirigidas a identificar y corregir las 
alteraciones que suponen un riesgo vital inmediato. Así mismo realizaremos una breve descripción de las 
lesiones específicas que pueden producirse en estos pacientes con los algoritmos diagnósticos que deben 
llevarse a cabo de forma precoz y las recomendaciones terapéuticas actualmente empleados. 
 Dada la extensión del tema, aunque no desarrollaremos los cuadros clínicos debidos a lesión medular 
que pueden producirse en los traumatismos que afectan a estas regiones anatómicas, si comentaremos los 
factores de riesgo para su producción, los criterios de screening de lesión de columna cervical y torácica, 
y los estudios diagnósticos indicados. 
 
 
Objetivos docentes: 
- Identificar a los pacientes con posible traumatismo cervical y/o torácico. 
- Detección y manejo diagnóstico-terapéutico de las lesiones cervicales y/o torácicas con 
compromiso vital. 
- Conocimiento de técnicas y algoritmos diagnósticos en pacientes con traumatismo cervical 
y/o torácico. 
- Establecimiento de prioridades terapéuticas. 
- Revisión de complicaciones y cuidados definitivos de pacientes con traumatismo cervical y/o 
torácico. 
 
 
Traumatismo Cervical: 
1.- Recuerdo anatómico: 
 Es necesario recordar la anatomía del cuello debido a la alta densidad de estructuras vitales 
existentes en el mismo que pueden afectarse tras un trauma presentando una elevada morbilidad. 
 El cuello se extiende desde el borde inferior de la mandíbula y la línea nucal superior del hueso 
occipital hasta la escotadura supraesternal (situada aproximadamente a nivel del borde inferior de la 
segunda vértebra torácica) y el borde superior de las clavículas. Las estructuras presentes en el mismo 
incluyen: elementos óseos, sistema nervioso, sistema respiratorio, tracto gastrointestinal, sistema vascular, 
sistema linfático, conducto torácico y sistema endocrino. 
Habitualmente para el manejo de las lesiones del cuello, 
fundamentalmente las penetrantes, éste se ha dividido en 
tres zonas en sentido caudo-craneal (Fig 1). La zona I se 
extiende desde las clavículas hasta el borde inferior del 
cartílago cricoides, que se encuentra aproximadamente a 
nivel de la sexta vértebra cervical y también se 
correlaciona con el inicio del esófago. Las lesiones en 
ésta zona pueden afectar a la tráquea, la glándula tiroides, 
los grandes vasos incluidos la arteria y vena subclavia, el 
esófago, el conducto torácico, el plexo braquial, el 
nervio vago y los ápices pulmonares. La zona II se 
extiende desde el cartílago cricoides hasta el ángulo de la 
mandíbula. Las carótidas común y su bifurcación, las 
arterias vertebrales, las venas yugulares internas, la 
médula espinal, los nervios X, XI y XII, la faringe, la 
tráquea cervical y la laringe pueden afectarse con lesiones a éste nivel. La Zona III se extiende desde la 
parte superior del ángulo de la mandíbula hasta la base del cráneo, pudiendo afectarse las carótidas 
externas, las carótidas internas extracraneales, las arterias vertebrales, las venas yugulares, la medula 
espinal, los nervios VII, IX, X, XI y XII y la hipofaringe con traumatismos en ésta zona. 
2.- Mecanismo lesional: 
 En traumas cerrados, con excepción de la lesión de la columna cervical, es poco frecuente que se 
produzca lesión significativa del cuello. En ocasiones, las señales y síntomas de trauma contuso son 
sutiles debiendo mantenerse un elevado índice de sospecha. En el caso de traumas penetrantes, la 
disrupción del músculo cutáneo del cuello o platisma indica potencial lesión de estructuras vitales. 
3.- Manifestaciones clínicas: 
 Los pacientes con trauma contuso o penetrante del cuello pueden presentarse con signos o síntomas 
graves, leves o moderados o incluso asintomáticos. Las manifestaciones clínicas de un paciente con 
signos o síntomas graves vienen representadas por la presencia de hemorragia y/o asfixia, variando su 
forma de presentación según la zona afectada. 
- Zona I: La lesión vascular por trauma penetrante puede producir hemorragia externa en la 
entrada torácica o exanguinación intrapleural. 
- Zona II: Las lesiones penetrantes o el trauma contuso pueden producir pérdida de la vía aérea 
y asfixia precoz. Ésta también se puede producir por lesión de grandes vasos con hematoma 
que se expande produciendo compresión traqueal. En ésta zona, la lesión vascular por trauma 
penetrante puede producir hemorragia externa exanguinante o bien, si existe afectación 
traqueal asociada, producir sangrado interno dentro de la tráquea con asfixia. 
- Zona III: Las lesiones con síntomas graves son infrecuentes, aunque puede producirse 
exanguinación por lesión de la carótida interna en la base del cráneo. 
 En los pacientes con signos o síntomas leves o moderados se debe evaluar la presencia de 
laceraciones, abrasiones, contusiones, crepitación, distensión venosa yugular, asimetrías, estigmas de 
lesión por cinturón u otras deformidades. La presencia de estridor, disfonía, disfagia, odinofagia o 
crepitación palpable son sugestivos de lesión laringo-traqueal o esofágica. Otros síntomas pueden estar en 
relación con hematoma estable o contusión de la carótida o de la yugular interna. La pérdida de pulso, la 
presencia de hematoma pulsátil y/o la existencia de thrill son indicativos de lesión vascular. 
 Los pacientes asintomáticos pueden presentar penetración del musculo platisma o signos de trauma 
contuso en el cuello sin evidencia de síntomas ni signos de lesión aerodigestiva, vascular, espinal o 
medular. 
4.- Manejo terapéutico: 
 El manejo va a depender de la gravedad de los síntomas y de la zona anatómica afectada. En los 
casos en los que existen síntomas graves, estos están en relación con problemas en el A (airway), B 
(breathing), C (circulation) y deben ser identificados en el reconocimiento primario. Estos pacientes 
deben ser trasladados de forma urgente a quirófano para su revisión una vez asegurada la vía aérea e 
intentando controlar el sangrado, cuando proceda, mediante taponamiento durante el mismo. 
 Los pacientes con signos o síntomas leves o moderados deben recibir una evaluación diagnóstica 
dirigida al sistema en el que se sospecha la lesión o una exploración que englobe los sistemas aéro-
digestivo y vascular. Los pacientes asintomáticos pueden ser dados de alta o bien dejarse en observación 
en aquellos centros que tengan limitadas posibilidades radiológicas diagnósticas (Tomografía 
Computarizada con Multidetector (TCMD)). 
 A.- Pacientes con síntomas/signos graves (Fig 2): 
 - Zona I: En lesiones con hemorragia exanguinante, generalmente por mecanismo penetrante, 
debe intentarse controlar el sangrado mediante compresión digital del vaso sangrante a través de la lesión 
cutánea en la camilla de laemergencia, requiriendo a veces ampliar la herida para su control, hasta su 
traslado para la revisión quirúrgica. La técnica quirúrgica dependerá del trayecto de la lesión y del posible 
vaso afectado (toracotomía, esternotomía). 
 - Zona II: Las lesiones penetrantes pueden causar asfixia por lesión traqueal, manifestándose por 
fuga aérea a través de la herida. Debe conseguirse el aislamiento de la vía aérea mediante intubación a 
través del defecto. En los traumas cerrados puede producirse una separación cricotraqueal, debiendo 
intentarse el aislamiento de la vía aérea mediante intubación orotraqueal (IOT) con secuencia rápida. Si 
no se consigue, se debe realizar traqueostomía entre el 2º-3º anillo traqueal. En los casos con exploración 
compatible con lesión laríngea por crepitación sobre el cartílago tiroides, debería realizarse un único 
intento de IOT. Si no se consigue ésta, realizar traqueostomía. En los casos de asfixia secundaria a 
hematoma por lesión vascular, debe intentarse aislar la vía aérea mediante fibrobroncoscopia, y si no es 
posible realizar cricotomia con el menor tamaño posible de la incisión para evitar aumentar la hemorragia. 
 En los casos con hemorragia externa por lesiones penetrantes en ésta zona, generalmente la 
compresión digital consigue su control hasta la revisión quirúrgica. En caso de que la hemorragia sea 
intratraqueal por lesión carotídea y traqueal, debe realizarse compresión carotídea en la base de cuello o 
en la herida y cricotomia. Una vez reparada la lesión vascular debe realizarse fibrobroncoscopia. 
 - Zona III: En las lesiones exanguinantes por lesión penetrante de la carótida interna, debe 
mantenerse compresión manual hasta la IOT y posteriormente intentar pasar un catéter Fogarty por la 
herida 2 cm e inflar balón para intentar controlar la hemorragia hasta la revisión quirúrgica. 
 B.- Pacientes asintomáticos o con signos / síntomas leves o moderados (Fig 3): 
 - Zona I: En los pacientes hemodinámicamente estables con lesión penetrante se debe realizar 
radiografía (Rx) de tórax. Aunque distintos estudios retrospectivos encuentran que ante una exploración 
física y Rx normal se puede excluir lesión vascular, en el momento actual la mayoría de los centros de 
trauma proceden con realización de Angio-TCMD cervico-torácico como técnica de screening para 
descartar afectación vascular. En los casos con síntomas (estridor, disfonía, disfagia, odinofagia), o signos 
(fuga aérea a través de la herida o enfisema subcutáneo) que sugieran lesión aéro-digestiva el manejo es 
igual que en las lesiones en la zona II. 
 - Zona II: El manejo de las lesiones penetrantes en ésta zona ha variado mucho en los últimos 
años. Desde 1956 la exploración quirúrgica se consideraba obligatoria en todas las lesiones que 
penetraban el platisma, ya que la mortalidad era del 6% cuando esta se llevaba a cabo de forma precoz 
frente al 35% en cirugías diferidas. Sin embargo, las exploraciones negativas alcanzaban el 50%. A partir 
de la década de los 80-90, debido a los importantes avances en las técnicas diagnósticas y terapéuticas, el 
manejo quirúrgico es más selectivo requiriendo revisión quirúrgica sólo el 55-65% de las lesiones 
penetrantes, sin observarse un aumento de la mortalidad (manejo selectivo 3.7% vs 5.8% exploración 
quirúrgica mandatoria) y con distintos estudios que confirman su seguridad. 
 En los pacientes asintomáticos con lesión penetrante, el examen físico es muy preciso cuando la 
lesión es tangencial o está alejada de las estructuras vasculares o del tracto aéro-digestivo. En los casos 
sin evaluación diagnóstica con TC, Angio-TC, Ecografía doppler o endoscopia deben mantenerse 
exploraciones cada 6-8 horas durante 24-36h. En pacientes sin signos de lesión vascular pero con factores 
de riesgo para lesión de estructuras vitales, la TCMD cervical puede demostrar el trayecto de la lesión y 
permitir obviar otros estudios diagnósticos. 
 En los casos con signos evidentes de lesión vascular en ésta zona (sangrado externo, intratraqueal o 
esofágico, hematoma que se expande y/o soplo o thrill palpable), la exploración quirúrgica es mandatoria. 
Si los datos de lesión vascular son leves o moderados (historia de sangrado en el lugar del accidente, 
proximidad del objeto penetrante o proyectil, pequeño hematoma que no se expande), es necesario 
realizar estudio diagnóstico con Angio-TCMD cervico-torácico. La Angio-TCDM ha mostrado en 
distintos estudios una sensibilidad superior al 95% en la detección de lesiones vasculares y en el momento 
actual ha desplazado a la arteriografía en el diagnóstico de éstas, salvo en aquellos casos en los que la 
presencia de artefactos no permitan una adecuada valoración. 
 En los pacientes con síntomas (dolor cervical, disfagia, odinofagia o hematemesis) o signos 
(crepitación palpable, contractura cervical profunda, aire retrofaríngeo o retroesofágico en Rx tórax, 
neumomediastino) sugestivos de lesión esofágica, la TCMD tiene una baja sensibilidad para su detección 
y sería necesario completar el estudio con esofagograma con contraste (no baritado), cuya sensibilidad es 
del 57-80%, seguido de estudio baritado si éste es negativo o de esofagoscopia rígida. La combinación de 
estudio con contraste + esofagoscopia rígida presenta una precisión próxima al 100%. Hasta hace pocos 
años la esofagoscopia flexible se consideraba no adecuada. Estudios recientes encuentran que su 
sensibilidad es similar a la combinación de esofagografia + endoscopia rígida (sensibilidad 98.5-100%, 
especificidad 96-100% y precisión 97-99.3%), abogando algunos autores por su utilización para la 
evaluación de lesiones de esófago. 
 En los casos con síntomas (estridor, disfonía, hemoptisis) o signos (contusión sobre la laringe o 
tráquea cervical, crepitación palpable, rígidez cervical profunda, burbujeo o fuga aérea por herida 
penetrante, neumomediastino, aire paratraqueal o enfisema subcutáneo) sugerentes de lesión de vía aérea, 
se debe evaluar su presencia mediante fibrobroncoscopia. En cuanto a la utilidad de la TCMD para su 
diagnóstico, se necesitan más estudios para valorar su precisión. 
 - Zona III: Las lesiones vasculares por trauma penetrante en ésta zona, clásicamente se han 
manejado con arteriografía convencional. Actualmente se es más selectivo tanto en los estudios 
diagnósticos como en el manejo quirúrgico debido a la dificultad técnica. En los pacientes con signos 
evidentes de lesión arterial, aunque en más del 90% la exploración quirúrgica cervical es positiva, si 
permanecen estables y no presentan sangrado ni hematoma que se expanda, la arteriografía o la AngioTC 
cérvico-craneal son útiles para el diagnóstico, permitiendo en lesiones limitadas la observación o el 
tratamiento endovascular. 
 En pacientes con lesión penetrante con afectación hipofaríngea las complicaciones sépticas y la 
elevada morbilidad por un diagnóstico tardío es similar a las lesiones esofágicas. Los estudios con 
contraste en ésta zona tienen una menor sensibilidad, recomendándose la realización de nasoendoscopia 
flexible o video endoscopia para su valoración. 
 
 
Figura 2 : Algoritmo actuación inicial en lesión cervical con síntomas evidentes graves. 
 
 
Figura 3 : Algoritmo manejo lesión cervical asintomática o síntomas leves / moderados 
5.- Lesiones cerebrovasculares contusas: 
 Las lesiones cerebrovasculares por trauma cerrado (BVCI) se diagnostican en el 0.1% de todos los 
pacientes ingresados por trauma en EEUU siendo la mayoría detectadas tras producir déficits 
neurológicos isquémicos, con una morbilidad asociada del 80% y una mortalidad superior al 40%. En 
pacientes asintomáticos, mediante técnicas de screening en pacientes de riesgo, el diagnóstico aumenta al 
1% y es superior al 2.7% en pacientes con Injury Severity Score (ISS) > 16. Distintos estudios han 
mostrado que es coste efectivo la realización de estudios diagnósticos en pacientes de riesgo para detectar 
estas lesiones, debiendo conocerse los factoresde riesgo, la modalidad diagnóstica de screnning y el 
manejo terapéutico de los mismos. 
 Es necesario tener en cuenta la disposición anatómica para identificar los posibles factores de riesgo 
para su lesión. La arteria carótida común (ACC) se bifurca a nivel de la 4ª vértebra cervical dirigiéndose 
la arteria carótida interna (ACI) hacia arriba, discurriendo por el canal carotídeo del peñasco donde está 
fijada, hasta que alcanza el cráneo a través del agujero rasgado. Las lesiones cerradas de la ACI ocurren 
habitualmente por debajo de las porciones fijadas en el cráneo y se pueden producir por impacto directo, 
fracturas de base de cráneo que afecten al canal carotídeo o en las fracturas del peñasco. Sin embargo, la 
mayoría de los autores coinciden en que el mecanismo más frecuente son las lesiones por hiperflexión / 
hiperextensión cervical con elongación del vaso sobre los cuerpos vertebrales de C1-C3. Su incidencia es 
del 0.5% y se presenta como déficit neurológico no explicable por las lesiones de la TC craneal a veces 
acompañada de Síndrome de Horner debido a la afectación del simpático cervical. Normalmente éste no 
se presenta de forma completa, sin embargo es típico la presencia de miosis en el lado afectado. 
 En cuanto a las arterias vertebrales (AV), estas pasan a través de los forámenes transversos de las 
vértebras desde C6 a C2, pudiendo lesionarse en luxaciones o fracturas de vértebras cervicales, 
fundamentalmente si afectan a las apófisis 
transversas. Su incidencia es 1,5-3 veces 
superior a a la ACI. 
 No existe consenso entre los autores 
sobre los factores de riesgo para realizar 
screening de BCVI. El grupo de Denver ha 
descrito unos criterios liberales (Tabla I) 
que incluyen signos y síntomas de lesión 
vascular y lesiones asociadas en traumas de 
alta energía. El grupo de Memphis, utiliza 
criterios más restrictivos (Tabla II). El 
estudio de Berne et al (2010), con análisis 
multivariable y de regresión logística 
encuentra como predictores independientes: 
fractura vertebral cervical (OR: 7.46), 
fractura mandibular (OR: 2.59), fractura 
base del cráneo (OR: 1.76), ISS (OR: 1.05) 
y el GCS (OR: 0.93). 
 La Eastern Association for the Surgery 
of Trauma (EAST), en 2010 publica las 
guías clínicas para el screening, diagnóstico y tratamiento de estos pacientes. Entre sus recomendaciones 
para el screening no existe ninguna con nivel de evidencia (NE) I. En pacientes sintomáticos con déficit 
neurológico no explicable por los hallazgos de la TC o en los casos de epistaxis de probable origen 
arterial, recomiendan estudio vascular (NE II). Sin embargo, en asintomáticos sólo existen 
recomendaciones con NE III e incluyen: TCE con GCS < 9, fractura de peñasco, lesión axonal difusa, 
Tabla	
  I:	
  Criterios	
  de	
  screening	
  de	
  BCVl	
  	
  Denver	
  
-­‐ Signos	
  /	
  síntomas	
  BCVI:	
  
-­‐ Hemorragia	
  arterial	
  
-­‐ Soplo	
  cervical	
  
-­‐ Hematoma	
  cervical	
  que	
  se	
  expande	
  
-­‐ Déficit	
  neurológico	
  focal	
  
-­‐ Déficit	
  neurológico	
  no	
  explicable	
  por	
  CT	
  
-­‐ Lesión	
  isquémica	
  en	
  2º	
  CT	
  
-­‐ Factores	
  de	
  riesgo:	
  Trauma	
  de	
  alta	
  energía	
  con	
  
-­‐ Fractura	
  Lefort	
  II	
  o	
  III	
  
-­‐ Patrón	
   fractura	
  cervical:	
   subluxación,	
  afectación	
  
foramen	
  transverso,	
  Fractura	
  de	
  C1-­‐C3	
  
-­‐ Fractura	
   base	
   cráneo	
   con	
   afectación	
   del	
   canal	
  
carotídeo	
  
-­‐ Lesión	
  axonal	
  difusa	
  con	
  GCS	
  <	
  6	
  
-­‐ Cuasi	
  ahogamiento	
  con	
  lesión	
  cerebral	
  anóxica	
  
	
  
fractura de columna cervical de C1-C3 o que afecten a los agujeros transversos, fracturas cervicales con 
subluxación o componente rotacional y las fracturas faciales Lefort II y III. 
 En cuanto al estudio diagnóstico a 
utilizar, la arteriografía de los troncos 
supraaórticos sigue siendo el gold estándar, 
aunque la Angio-TCMD con más de 8 
hélices puede ser equivalente. La EAST 
considera inadecuados el eco-doppler o la 
Angio-TCMD con 4 hélices o menos (NE II). 
 Por lo que respecta al tratamiento, varía 
según el grado de lesión. Según la 
clasificación de Biffl se distinguen los 
grados: I: irregularidad intimal con < 25% de estrechamiento de la luz. II: disección o hematoma 
intraluminal con estrechamiento de la luz >25%, III: pseudoaneurisma. IV: occlusion. V: transección. En 
las lesiones I y II se recomienda anticoagulación precoz con heparina. Las tipo III generalmente requieren 
tratamiento endovascular o cirugía y aunque algunos autores encuentran una elevada tasa de obstrucción 
con tratamiento endovascular, el análisis del Traumatic Coma Data Bank no encuentra diferencias 
significativas entre ambas opciones terapéuticas. 
 En cualquier caso, en pacientes con trauma grave y lesiones asociadas que contraindiquen la 
anticoagulación, solo la observación en las lesiones I-IV es una actitud apropiada debiendo 
individualizarse cuando iniciar la anticoagulación según la situación neurológica, el grado de lesión y las 
lesiones asociadas. 
Traumatismo torácico: 
 La presencia de lesiones torácicas es un hallazgo frecuente en pacientes con trauma grave (33%), y 
se estima que son responsables del 20-25% de las muertes traumáticas. Muchas de éstas muertes ocurren 
después de haber llegado al hospital y podrían ser prevenidas con un diagnóstico y tratamiento precoz. 
 Su mecanismo de producción puede ser penetrante (5%) o cerrado, siendo éste el más frecuente en 
nuestro medio y su principal causa los accidentes de tráfico, debiendo sospechar su presencia en todos los 
traumas cerrados de alta energía. 
 Los pacientes con traumatismo torácico pueden presentar afectación de las distintas estructuras 
incluidas en el tórax. El tratamiento es fundamentalmente médico, siendo infrecuente la necesidad de 
intervención quirúrgica (inferior al 10% en cerrados y 15-30% en penetrantes). Su valoración y manejo 
debe realizarse siguiendo las guías del Avanced Trauma Life Support (ATLS) del Americam College of 
Surgeons (ACS) priorizando la detección y corrección de las lesiones que pueden comprometer la vida de 
forma más inmediata durante el reconocimiento primario (ABC). Además, hay que tener en cuenta que 
existen lesiones torácicas potencialmente letales que usualmente no son obvias en el examen físico y su 
diagnóstico requiere mantener un elevado índice de sospecha en los casos con mecanismo lesional 
compatible y/o trauma de alta energía. Debemos considerar que la presencia de fracturas de la 1ª y 2ª 
costillas, de la escápula y/o del esternón son indicadores de trauma de alta energía con posibilidad de 
lesiones subyacentes. Desarrollaremos las lesiones con compromiso vital inmediato, la toracotomía de 
emergencia y otras lesiones potencialmente letales en pacientes con trauma torácico. 
 
1.- Lesiones con compromiso vital inmediato: 
1.- Neumotórax a tensión: 
 Se produce cuando hay una fuga de aire con un mecanismo valvular unidireccional, ya sea desde el 
pulmón o a través de la pared torácica. Este mecanismo hace que el aire se acumule en la cavidad torácica 
Tabla	
  II:	
  Criterios	
  de	
  screening	
  de	
  BCVI	
  Memphis	
  
-­‐ Fractura	
  cervical	
  espinal	
  
-­‐ Déficit	
  neurológico	
  no	
  explicable	
  por	
  CT	
  craneal	
  
-­‐ Síndrome	
  Horner	
  
-­‐ Fractura	
  facial	
  Lefort	
  II	
  o	
  III	
  
-­‐ Fractura	
  base	
  cráneo	
  que	
  afecte	
  a	
  agujero	
  rasgado	
  
-­‐ Lesión	
  partes	
  blandas	
  cuello	
  (lesión	
  por	
  cinturón,	
  
ahorcamiento)	
  
	
  
sin posibilidad de salir, con aumento de la presión intratorácica y colapso del pulmón afectado, 
desplazamiento mediastínico hacia el lado opuesto, disminución del retorno venoso y compresión del 
pulmón contralateral. 
 Su causa más frecuente es la ventilación mecánica en pacientes con lesión de la pleura visceral. 
Ocasionalmente, los defectos traumáticos de la pared torácica también pueden causarlo si no son 
adecuadamentecubiertos. Debe sospecharse ante la presencia de taquipnea con hipoventilación e 
hiperresonancia en el lado afectado en un paciente en shock. Otros signos frecuentes son la desviación 
traqueal contralateral o la distensión de las venas del cuello, aunque éste último puede no estar presente 
en pacientes con hipovolemia asociada. 
 Es una urgencia vital y el diagnóstico debe ser clínico, no demorándose el tratamiento por esperar la 
confirmación radiológica. Éste consiste en la descompresión inmediata mediante la colocación de un 
drenaje torácico a través del quinto espacio intercostal, en la línea medioaxilar del lado afectado. En el 
medio prehospitalario debe insertarse un angiocatéter 14-16 G o válvula de Hemlich en el 2º espacio 
intercostal en la línea medioclavicular, para disminuir la presión intratorácica y mejorar la situación 
hemodinámica. 
2.- Neumotórax abierto: 
 Se observa en pacientes con amplios defectos de la pared torácica. Debido a que el equilibrio entre la 
presión intratorácica y la atmosférica es inmediato, si la apertura en la pared es superior a 2/3 del 
diámetro traqueal, con cada inspiración el aire pasa preferentemente a través del defecto al tener menos 
resistencia. Esto lleva a una ventilación ineficaz con desarrollo de neumotórax, insuficiencia respiratoria y 
compromiso hemodinámico. 
 El tratamiento inicial consiste en el cierre inmediato del defecto de la pared de forma incompleta o 
mediante un apósito con sistema de válvula unidireccional para evitar el aumento del neumotórax (parche 
Asherman), y la colocación de un drenaje torácico alejado de la herida. Dependiendo del tamaño y la 
causa de la herida, puede ser necesario tratamiento quirúrgico de la misma. 
3.- Tórax inestable o volet costal: 
 Se produce cuando un segmento de la pared torácica pierde la continuidad ósea con el resto de la 
caja torácica. La fractura de dos o más costillas adyacentes en dos o más puntos o la fractura anterior de 
dos o más costillas a ambos lados del esternón, dan lugar a un tórax inestable produciéndose un 
movimiento paradójico de la zona afectada, con depresión de la misma durante la inspiración y una 
ventilación ineficaz. Presenta una mortalidad 6-20% según sea uni o bilateral, aumentando ésta con la 
edad. 
 El tratamiento debe incluir oxigenoterapia, fisioterapia respiratoria y una adecuada analgesia para 
mejorar la ventilación, recomendándose la utilización de opiáceos intravenosos y la analgesia epidural en 
los casos en los que no existe contraindicación para la misma. Aunque es frecuente la necesidad de 
ventilación mecánica por el desarrollo de insuficiencia respiratoria severa, principalmente condicionada 
por la afectación del pulmón subyacente, sin embargo ésta no debe instaurarse únicamente por la 
presencia de tórax inestable para la estabilización del mismo. Existe controversia en la utilidad de la 
fijación quirúrgica. Algunos autores abogan por su utilización en los casos de fallo en el destete 
ventilatorio, dolor no controlado, importante deformidad torácica y cuando se realiza toracotomía por otra 
causa. Sin embargo no existen recomendaciones establecidas. 
4.- Hemotórax masivo: 
 Es producido por la rápida acumulación de más de 1500 cc sangre o de un tercio de la volemia del 
paciente en el espacio pleural. La causa más frecuente son las heridas penetrantes con lesión de vasos 
sistémicos o hiliares, aunque también puede observarse en traumas cerrados. Produce, además de la 
insuficiencia respiratoria por el colapso pulmonar, un cuadro de shock por la hemorragia acompañante. 
Deberemos sospecharlo ante la presencia de shock con hipoventilación y matidez a la percusión en un 
hemitórax, confirmándose el diagnóstico mediante Rx tórax. 
 El tratamiento inicial consiste en la restitución de la volemia y, simultáneamente, el drenaje del 
hemotórax mediante un tubo torácico, existiendo controversia en cuanto a la indicación de toracotomía 
según el débito del mismo. En general, un drenado inicial superior a 1500 ml con repercusión 
hemodinámica, o un ritmo de drenado superior a 200 ml/h durante 2 a 3 horas, se consideran indicación 
de revisión quirúrgica. En las heridas penetrantes de la pared anterior del tórax mediales a la línea de la 
mamila y en las posteriores mediales a la escápula, se debe mantener un elevado índice de sospecha de 
posible afectación de grandes vasos, estructuras hiliares o corazón debiendo alertar al equipo quirúrgico 
por la posible necesidad de cirugía. 
5.- Taponamiento cardíaco: 
 Se presenta con mayor frecuencia en el trauma torácico penetrante, aunque también puede 
observarse en traumas cerrados por afectación cardíaca, de grandes vasos o de los vasos pericárdicos. El 
diagnóstico inicial es clínico presentando hipotensión refractaria a volumen, ingurgitación yugular (puede 
estar ausente en los casos con hipovolemia acompañante), tonos cardíacos apagados y/o pulso paradójico. 
La actividad eléctrica sin pulso (AESP) es sugestiva de taponamiento cardíaco, aunque también puede 
observarse en el neumotórax a tensión, en la hipovolemia grave y en la ruptura cardíaca. La utilización 
del FAST en la ventana subxifoidea tiene una sensibilidad superior al 90% en la detección de líquido en 
pericardio, permitiendo el diagnóstico en la resucitación inicial. 
 El taponamiento cardíaco es una urgencia vital y el tratamiento inicial es la pericardiocentesis o la 
toracotomía vs esternotomía en la emergencia. La pericardiocentesis puede ser tanto diagnóstica como 
terapéutica, pero no es el tratamiento definitivo siendo necesaria la revisión quirúrgica. 
2.- Toracotomía de Emergencia (TE): 
 Los objetivos principales de la TE son: liberar el taponamiento pericárdico, controlar la hemorragia 
intratorácica, control del embolismo aéreo bronco-venoso o la fístula bronco-pleural, realizar masaje 
cardíaco abierto o ocluir temporalmente la aorta torácica descendente para redistribuir el flujo de sangre 
hacia el cerebro y el miocardio y controlar temporalmente la hemorragia subdiafragmática. 
 Los factores determinantes de supervivencia después de este procedimiento son el mecanismo de la 
lesión y el estado del paciente en el momento de la toracotomía. Los mejores resultados se observan en 
lesiones penetrantes cardíacas aisladas con presión arterial detectable a su ingreso, con promedios de 
supervivencia del 35 % en grandes series. Para las lesiones penetrantes no cardíacas, la tasa de 
supervivencia son del 15 % para los pacientes que se presentan con signos vitales y menos de un 10 % si 
sólo existen signos de vida (actividad pupilar, respiración espontánea, actividad eléctrica sin pulso (AESP) 
con complejo estrecho). La TE es menos beneficiosa en el tratamiento de traumatismos cerrados o en 
ausencia de signos de vida, con sólo una supervivencia del 1- 2% de los pacientes. 
 La Western Trauma Association tras una experiencia multicéntrica sugiere que la TE es poco 
probable que consiga la supervivencia en: (1) trauma cerrado con más de 10 minutos de reanimación 
cardiopulmonar prehospitalaria (RCP) sin respuesta, (2) trauma penetrante con más de 15 minutos de 
RCP prehospitalaria sin respuesta, o en (3) asistolia manifiesta sin evidencia de taponamiento pericárdico. 
3.- Lesiones potencialmente letales: 
1.- Contusión pulmonar: 
 Es la lesión torácica potencialmente letal más frecuente, observándose en el 30-75% de los casos. Se 
produce como consecuencia del impacto directo y por fuerzas de estiramiento, desencadenando una 
respuesta inflamatoria local y sistémica. Se evidencia hemorragia y edema alveolar e intersticial 
originando colapso alveolar, atelectasias y consolidación que producen hipoxemia, aumento del trabajo 
respiratorio debido a las alteraciones de la ventilación/perfusión y una disminución de la complíance 
pulmonar con aumento de la Paw. El diagnóstico es radiológico, evidenciándose infiltrados parcheados 
alveolo-intersticiales que suelen encontrarse en la zona de mayor impacto oen la opuesta (contragolpe). 
Los signos clínicos frecuentemente no están bien correlacionados con los hallazgos radiológicos, 
fundamentalmente en la fase inicial. La TC torácica es más sensible (31.2% vs 16.3%) y específica que la 
radiografía de tórax y permite evaluar la extensión de la misma. 
 En cuanto al tratamiento, éste se basa en medidas de soporte con oxigenoterapia, analgesia, 
fisioterapia respiratoria, soporte ventilatorio sólo cuando es necesario y una administración juiciosa de 
fluidos. Durante la resucitación no se debe ser restrictivos en el aporte de volumen con cristaloides y/o 
coloides hasta conseguir una adecuada perfusión tisular. Una vez conseguida ésta, deberá evitarse la 
sobrecarga hídrica. La utilización de ventilación no invasiva es una opción terapéutica no aplicable en 
pacientes inestables y/o con TCE asociado. Por lo que respecta a la modalidad de ventilación mecánica 
invasiva a emplear, ninguna ha demostrado su superioridad con respecto a otras, recomendándose la 
utilización de aquella disponible en la institución y según las preferencias del equipo tratante. 
 Estos pacientes presentan una elevada incidencia de progresión a ALI / SDRA y desarrollo de 
complicaciones como atelectasias y neumonía recomendándose utilizar una estrategia de ventilación 
pulmonar protectora y PEEP para evitar colapso pulmonar. Su aplicación puede verse limitada por la 
coexistencia de lesiones asociadas (TCE que impediría la hipercapnia permisiva o técnicas de 
reclutamiento pulmonar) o por la presencia de lesiones unilaterales en los que la utilización de PEEP 
elevada puede aumentar el shunt. Algunos autores refieren buenos resultados con el uso de ventilación 
oscilatoria de alta frecuencia o ventilación con liberación de presión. En los últimos años, en algunas 
series, en los casos de hipoxemia refractaria, se han utilizado técnicas de oxigenación extracorpórea 
(ECMO) en el manejo de estos pacientes. Los esteroides no deberían ser utilizados para el tratamiento de 
la contusión pulmonar. 
2.- Lesiones traqueobronquiales: 
 Estas lesiones son infrecuentes (0.8%) y pueden deberse a trauma penetrante o cerrado. En los 
traumatismos cerrados la compresión antero-posterior del tórax produce una expansión en el diámetro 
torácico lateral con estiramiento de las estructuras. Cuando la elasticidad del árbol traqueobronquial se 
excede, causa un desgarro lineal habitualmente localizado en la tráquea a 2-2,5 cm de la carina o en el 
origen de los bronquios lobares superiores. La mayor parte de los pacientes con estas lesiones fallecen en 
el lugar del accidente y aquellos que llegan vivos al hospital tienen una elevada mortalidad por las 
lesiones asociadas. 
La presentación clínica se caracteriza por hemoptisis, enfisema subcutáneo, neumotórax y/o 
neumodiastino. Es necesario mantener un elevado índice de sospecha para su diagnóstico y aunque la 
TCMD puede evidenciar la lesión, ésta debe confirmarse mediante fibrobroncoscopia. Sus indicaciones 
incluyen neumomediastino, neumotórax recidivante, fuga aérea persistente a través del drenaje torácico, 
herniación del balón de neumotaponamiento a través de la laceración, atelectasia persistente o en 
ocasiones enfisema subcutáneo de grado muy manifiesto. 
El tratamiento definitivo suele ser quirúrgico, reservándose el manejo conservador para los casos con 
un desgarro traqueobronquial pequeño (< de la tercera parte de la circunferencia), sin pérdida de tejido, 
sin lesiones asociadas y con bordes bien opuestos. En casos seleccionados, la colocación de endoprótesis 
mediante broncoscopia es una opción terapéutica. 
3.- Neumotórax simple: 
 Es una de las lesiones más comunes, observándose en el 40-50% de los pacientes con trauma 
torácico. Puede producirse por lesión de la pleura visceral en traumas penetrantes, por fracturas costales 
que lesionan el pulmón, por lesiones por desaceleración con laceración pulmonar o por elevaciones 
bruscas de la presión alveolar que conducen a la ruptura alveolar. Las manifestaciones clínicas incluyen 
hipoventilación, hiperresonancia a la percusión y disminución de la expansión de la pared torácica en el 
lado afecto. El diagnóstico debe confirmarse con pruebas de imagen. Diversos estudios demuestran la 
utilidad de la ecografía en el diagnóstico y seguimiento del neumotórax (sensibilidad y especificidad del 
98.1% y 99.2%). Con la generalización del uso de la TCMD en la valoración del trauma grave, se ha 
observado un aumento en la detección de neumotórax no visibles en la radiografía simple “neumotórax 
oculto” (14% - 22%), existiendo controversias en su manejo. Pese al desarrollo de escalas según tamaño y 
localización del mismo para evaluar la necesidad de drenaje, estas no han sido validadas. En el momento 
actual, la colocación de drenaje torácico profiláctico, fundamentalmente en pacientes con ventilación con 
presión positiva, no se recomienda. En estos casos es necesaria una estrecha vigilancia para detectar la 
progresión del neumotórax. 
4.- Hemotórax: 
 Las causas más frecuentes de hemotórax son la laceración pulmonar, la ruptura de un vaso 
intercostal o de la arteria mamaria interna por traumas penetrantes o contusos. Los sangrados venosos 
tienden a autolimitarse sin llegar a producir efecto masa, sin embargo los sangrados arteriales provocan 
mayor presión y tienden a desplazar el pulmón y el mediastino. Para su visualización en la Radiografía de 
tórax deben acumularse de 200 a 300 ml de líquido en el espacio pleural. La TC y la ecografía permiten el 
diagnóstico de colecciones de menor cuantía. Su tratamiento implica dos principios, el drenaje de la 
sangre del espacio pleural mediante tubo torácico y el control de la hemorragia. En la mayoría de los 
pacientes la hemorragia suele detenerse de manera espontánea con la evacuación del hemotórax y la 
reexpansión pulmonar. En los casos con hemotórax retenidos, la utilización de cirugía toracoscópica 
permite la evacuación del mismo con menor morbilidad que la toracotomía abierta. 
5.- Lesión cardíaca cerrada: 
 El trauma cardíaco cerrado puede causar contusión del músculo miocárdico, ruptura de cavidad 
cardíaca, disección y/o trombosis de arterias coronarias o ruptura valvular. La ruptura de una cámara 
cardíaca se manifiesta con taponamiento cardíaco y debe reconocerse durante el reconocimiento primario. 
En los casos de lesión en la aurícula el taponamiento puede desarrollarse lentamente con signos menos 
evidentes. El uso del FAST en la valoración inicial puede facilitar su diagnóstico. 
 La contusión miocárdica es una entidad de difícil diagnóstico tanto por la ausencia de herramientas 
clínicas y de laboratorio específicas como por la frecuente asociación a otras lesiones de mayor gravedad. 
La sospecha clínica se basa en el mecanismo de producción (compresión cardiaca entre el esternón y 
columna), las alteraciones electrocardiográficas y la elevación de enzimas cardíacas. Los cambios en el 
ECG más frecuentes son: extrasistolía ventricular, taquicardia sinusal inexplicable, fibrilación auricular, 
bloqueo de rama y las alteraciones del segmento ST. 
 En los pacientes con sospecha de contusión cardíaca debe realizarse ECG de 12 derivaciones y 
determinación de niveles de troponina I, aunque el momento óptimo para su realización no está 
establecido. La determinación de CPK-MB no es útil para el diagnóstico ni para la predicción de 
complicaciones, no recomendándose su realización. La presencia de fractura esternal por sí sola no 
predice la presencia de contusión cardíaca debiendo basarse en el ECG y los valores de troponina para la 
toma de decisiones. En los casos con ECG y troponina I normal puede descartarse la presencia de 
contusión cardíaca. Los pacientes con alteraciones ECG y en los que presenten aumento de enzimas aún 
con ECG normal, debe mantenerse monitorización electrocardiográfica contínua durante 24 horas. La 
ecocardiografía bidimensional es el estudio diagnóstico de mayor utilidad, permitiendo detectaralteraciones de la contractibilidad, valvulares y pericárdicas. Su realización está indicada en pacientes con 
inestabilidad hemodinámica o ante la presencia de arritmias persistentes. El tratamiento se basa en la 
monitorización y soporte hemodinámico si precisa. 
6.- Ruptura aórtica cerrada: 
 Este tipo de lesión se produce en traumas de alta energía con desaceleración importante (A. tráfico, 
caídas de grandes alturas), estimándose que el 85% de los pacientes fallecen como consecuencia de la 
misma en el lugar del accidente. Su mecanismo de producción es por fuerzas de estiramiento que 
producen laceración aórtica, generalmente por debajo de la salida de la arteria subclavia izquierda, a nivel 
del ligamento arterioso. Los pacientes que no fallecen in situ presentan una laceración incompleta con una 
capa adventicia intacta o un hematoma contenido en el mediastino. La característica fundamental de estos 
pacientes es que se comportan como un hematoma contenido, debiendo buscar otro origen de sangrado en 
caso de hipotensión persistente o recurrente. Aunque la ruptura libre de la lesión en el hemitórax 
izquierdo puede ocurrir, esta generalmente es fatal salvo que se intervenga en los primeros minutos tras su 
ruptura. 
 En cuanto a las manifestaciones clínicas, los síntomas y signos están generalmente ausentes 
debiendo mantenerse un alto índice de sospecha en traumas con mecanismo compatible. Clásicamente se 
han descrito distintos signos radiológicos para su sospecha (ensanchamiento mediastínico, obliteración 
del botón aórtico, desviación traqueal a la derecha, depresión del bronquio principal izquierdo…), aunque 
pueden no estar presentes y hasta en el 7% de los casos la Rx de tórax puede ser normal. 
 Debe mantenerse un bajo umbral para la realización de estudios diagnósticos que permitan descartar 
ésta lesión en pacientes con mecanismo compatible. La Angio-TCMD ha demostrado ser un método 
eficiente para la evaluación de estos pacientes con una sensibilidad y especificidad próxima al 100%. Si 
los resultados no son concluyentes, se debe realizar arteriografía. El ecocardiograma transesofágico 
también puede ser útil, aunque es operador dependiente y no visualiza las lesiones en aorta ascendente, 
arco aórtico o sus ramas. Es útil para el seguimiento de lesiones intimales pequeñas manejadas 
médicamente. 
 Por lo que respecta al tratamiento, existe controversia sobre distintos aspectos: reparación inmediata 
o tardía, manejo de Lesión Aórtica Minima (LAM) y tratamiento quirúrgico o endovascular. La 
Americam Association for the Surgery of Trauma (AAST) aboga por un tratamiento diferido en todos los 
pacientes, independientemente de los factores de riesgo, tras tratamiento médico con betabloqueantes que 
permitan controlar la tensión arterial (<100 mmHg) y la frecuencia cardíaca (<100 lpm) para evitar la 
progresión de la lesión. Estudios prospectivos multicéntricos encuentran mejores resultados en 
supervivencia con ésta estrategia. Sin embargo, la coaexistencia de otras lesiones que contraindiquen la 
reducción de la TA (TCE) debería hacerse replantear ésta estrategia. Las LAM ( lesión intimal < 1 cm sin 
o con pequeño hematoma periaórtico) con frecuencia no son diagnosticadas en la arteriografía pero 
pueden evolucionar a pseudoaneurisma en las siguientes semanas. En estos casos se recomienda 
tratamiento médico y seguimiento con TCMD o ecografía. En cuanto a la reparación abierta o 
endovascular, en los últimos años distintos estudios encuentran una menor mortalidad, incidencia de 
paraplejia e ictus y requerimientos transfusionales con ésta última. Sin embargo los datos son 
insuficientes para valorar el pronóstico a largo plazo. 
7.- Lesión diafragmática: 
 Es una entidad infrecuente (0.6% - 2.1%), producida tanto en traumas cerrados como penetrantes. En 
traumas cerrados se producen grandes desgarros lineales que llevan a la herniación de vísceras 
abdominales hacia el tórax mientras que en penetrantes se producen pequeñas perforaciones que pueden 
tardar un tiempo desarrollar hernia diafragmática. La lesión diafragmática se detecta con mayor 
frecuencia en el lado izquierdo (3/1) y es de difícil diagnóstico, sobre todo en la fase aguda, pudiendo 
pasar inadvertida. La Radiografía de tórax puede ser normal o presentar imágenes sugestivas de lesión 
diafragmática: borramiento del hemidiafragma afectado, elevación de un hemidiafragma, desplazamiento 
del mediastino contralateral, y si existe herniación de vísceras abdominales pueden observarse niveles 
aéreos o la sonda nasogástrica a nivel intratorácico. La TCMD ha aumentado la sensibilidad en la 
detección del 17% al 80% con una especificidad del 100%. La Resonancia Magnética presenta una 
elevada sensibilidad y especificidad pero su inviabilidad en pacientes inestables limita su utilización. 
 La evolución natural de la lesión diafragmática es la aparición de una hernia diafragmática cuya 
complicación, la estrangulación, tiene una alta tasa de mortalidad, por lo que el tratamiento definitivo es 
siempre quirúrgico. En los últimos años, la utilización de técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas, 
tanto con fines diagnósticos como terapéuticos, se han llevado a cabo tanto con acceso torácico como 
abdominal en pacientes seleccionados. 
8.- Rotura esofágica: 
 Las lesiones esofágicas son más frecuentes en trauma penetrante. Aunque raras, en traumas cerrados 
pueden ser fatales si no se reconocen. Generalmente son causadas por la expulsión forzada del contenido 
gástrico hacia el esófago por traumas con impacto importante en el abdomen superior que provoca 
desgarros lineales del esófago inferior, facilitando la fuga del contenido gástrico hacia el mediastino 
provocando una mediastinitis. Debe sospecharse en pacientes con: neumotórax o hemotórax izquierdo sin 
fracturas costales, impactos severos en la parte baja del esternón o epigastrio, dolor o shock 
desproporcionado con las lesiones aparentes, salida de contenido gástrico o intestinal por drenaje torácico 
y en los casos con enfisema mediastínico. 
 Para su diagnóstico, clásicamente el estudio con contraste esófago-gástrico se ha considerado la 
técnica de elección. La TCMD con contraste por vía oral es útil para la detección de neumomediastino y 
colecciones mediastínicas, aunque con frecuencia no permite detectar las lesiones pequeñas con mínima 
fuga. En el momento actual, distintos grupos objetivan buenos resultados con la utilización de 
videoendoscopia a pie de cama facilitando el diagnostico en pacientes inestables en UCI. El tratamiento 
quirúrgico debe instaurarse de forma precoz. 
Lesión columna cervical y torácica: 
 Ante un paciente con trauma grave cerrado cervical o torácico debemos considerar la presencia de 
lesión en la columna hasta que no se demuestre lo contrario. Por ello, en estos pacientes en la atención 
inicial se debe mantener la inmovilización hasta descartar la presencia de lesión. Según las características 
del paciente y la exploración clínica, deberemos valorar la necesidad de realización de estudios 
diagnósticos complementarios para su evaluación. 
1.- Columna Cervical: 
 Debemos mantener un alto índice de sospecha de lesión de columna cervical en todos los pacientes 
con bajo nivel de consciencia, en TCE, traumas faciales o por encima de la clavícula, así como en las 
víctimas de accidentes a gran velocidad, en precipitados y en ahogados. En estos casos consideraremos 
que existe lesión de la columna cervical hasta que no se demuestre lo contrario. 
 Clásicamente en estos pacientes se mantenía la inmovilización de la columna cervical hasta que no 
se realizaba estudio radiológico para descartar la presencia de la misma. Sin embargo, la frecuencia de 
lesiones raquídeas en pacientes asintomáticos es baja, por lo que ésta estrategia es ineficiente y conlleva 
una prolongación de la inmovilización con su incomodidad para el paciente y la prolongación de su 
estancia en los servicios de Urgencias. Distintas guías se hanpublicado para el manejo de estos pacientes. 
 El National Emergency X-Radiography 
Utilization Study (NEXUS) publicado en 1992, 
establece 5 criterios de bajo riesgo para la presencia de 
lesión cervical (Tabla III). Este estudio ha sido 
validado posteriormente con un más de 34.000 
pacientes encontrándose una sensibilidad del 99.6% y 
una especificidad del 12.9% para la lesión cervical 
espinal. 
 Posteriormente se han desarrollado las guías 
Canadienses (Canadian Cervical Spine Rule (CCR)), que valora tres criterios de alto riesgo, cinco de bajo 
riesgo que permitirían una movilización segura y la capacidad del paciente de rotar el cuello (Fig 3). Si no 
existen factores de alto riesgo, se cumplen los de bajo riesgo y el paciente puede girar la cabeza sin dolor 
cervical, no sería necesario la realización de estudios radiológicos adicionales. Entre los mecanismos de 
alto riesgo incluyen: la caída desde una altura superior a 1 metro o 5 escaleras, colisión de vehículo a alta 
velocidad (>100 km/h) o con vuelco o expulsión del vehículo, colisión que afecte a vehículos de recreo 
motorizados o bicicleta y atropello por vehículo de alta velocidad. Un simple alcance posterior no se 
Tabla III: Criterios Nexus 
considera de riesgo 
salvo que se 
produzca con 
autobús o camión o 
a elevada velocidad. 
En cualquier caso 
para su aplicación 
es necesario que el 
paciente se 
encuentre con GCS 
de 15, sin lesión 
distrayente y sin 
datos de 
intoxicación. 
 Recientemente, 
las guías 
publicadas por la 
Association of 
Neurological 
Surgeons (AANS) recomiendan en pacientes conscientes, asintomáticos, sin dolor ni contractura en el 
cuello, con un 
examen neurológico normal, sin lesiones distrayentes y que es capaz de realizar el movimiento de la 
cabeza, el no realizar estudios radiológicos complementarios y retirar la inmovilización cervical (NE:I). 
En pacientes sintomáticos o no evaluables recomiendan realizar estudio con TCMD, no considerando la 
radiología convencional con tres proyecciones (AP, lateral, transoral) adecuada si existe disponibilidad de 
TCMD (NE:I). Si no existe disponibilidad de TCMD, la radiología convencional podría ser utilizada 
complementándose posteriormente con TCMD en los casos en los que existan zonas sospechosas o no 
adecuadamente visualizados en las radiología (NE:I). 
2.- Columna Torácica: 
 La detección de las lesiones a éste nivel es imprescindible por los efectos devastadores que las 
fracturas no reconocidas, con la posible afectación medular resultante, pueden tener en la evolución de 
estos pacientes. Los distintos mecanismos lesionales que se han relacionado con su presentación incluyen: 
las caídas de más de 3 metros, los accidentes de tráfico con expulsión del vehículo o a alta velocidad, los 
accidentes de moto y los peatones atropellados por vehículos de motor. 
 Se consideran indicaciones para realizar estudio radiológico en pacientes de riesgo: la presencia de 
dolor, contractura o déficit neurológico, la presencia de alteraciones del nivel de consciencia (traumática 
o tóxica), la existencia de lesiones múltiples o distrayentes y la presencia de otras fracturas vertebrales a 
otro nivel. De no existir ninguno de estos, no debe realizarse estudio radiológico y se puede retirar la 
inmovilización vertebral. 
 En cuanto a la técnica de screening a utilizar, distintos estudios muestran que la sensibilidad de la 
radiografía simple para su diagnóstico varía 22-75%. Además, su sensibilidad para detectar fracturas 
inestables oscila del 33- 76.9% en las mejores series. Sin embargo, la TCMD presenta una sensibilidad 
del 95-100%. Debido a estos resultados, las guías de práctica clínica de la EAST recomiendan la 
realización de TCMD en todos los pacientes con criterios de realizar estudio radiológico (NE:I). 
 
 
1.-­‐	
  Ausencia	
  de	
  factores	
  de	
  alto	
  riesgo: 
- 	
  Edad	
  ≥	
  65	
  años	
  
 Mecanismo	
  de	
  riego	
  
 	
  Parestasias	
  en	
  	
  extremidades	
  
2.-­‐	
  Presencia	
  de	
  factores	
  de	
  bajo	
  riesgo	
  que	
  permiten	
  una	
  
movilización	
  segura: 
- 	
  Alcance	
  posterior	
  simple	
  
- Sentado	
  en	
  el	
  departamento	
  de	
  Urgencias	
  
- 	
  Ambulatorio	
  
- 	
  Inicio	
  tardío	
  del	
  dolor	
  
- 	
  Ausencia	
  de	
  contractura	
  en	
  línea	
  media	
  cervical	
  	
  
3.-­‐	
  Capacidad	
  de	
  girar	
  la	
  cabeza	
  a	
  ambos	
  lados	
  45º 
Figura 3: Guías Canadian Cervical Spine Rule 
 
 
 
 
Conclusiones: 
 Los pacientes con trauma grave con afectación cervical y/o torácica presentan una elevada 
morbilidad y suponen un reto diagnóstico-terapéutico tanto en el manejo inicial como durante las 
siguientes horas hasta su estabilización. 
 La necesidad de identificar y corregir las alteraciones iniciales que pueden comprometer la vida del 
paciente en la valoración inicial debe seguirse de una adecuada revisión que permita detectar otras 
posibles lesiones cuyo tratamiento diferido se acompaña de un aumento en la morbi-mortalidad. Es 
fundamental el mantener un elevado índice de sospecha de posibles lesiones ocultas basándonos en el 
mecanismo lesional, en una exploración física minuciosa y en las lesiones asociadas para establecer el 
método diagnóstico más adecuado y con mayor rentabilidad así como las prioridades terapéuticas. 
 Es frecuente que estos pacientes presentan otras lesiones asociadas que pueden limitar las opciones 
terapéuticas y/o retrasar su aplicación, debiendo tener esto en consideración a la hora de establecer tanto 
los estudios diagnósticos como el tratamiento elegido. 
 
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