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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CUERPO HUMANO (349)

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Bronquiolo
Bronquiolo
respiratorio
Conducto
alveolar
Saco
alveolar
Alvéolos
terminales
Figura 14-9. Esquema anatómico que muestra las estructuras intratorácicas terminales del aparato respiratorio.
facilitando esta expansión. Para cumplir estos objetivos
existe una mínima cantidad de líquido pleural que aumenta
la adhesión de las pleuras y permite su deslizamiento, tal y
como sucede con dos portaobjetos de cristal entre los cuales
se deposita una gota de agua: es prácticamente imposible
separarlos con fuerzas que actúen en sentido perpendicular,
pero es muy fácil deslizar uno sobre el otro. Para aumentar
la adhesión pleural, y dado que los pulmones tienen una
tendencia natural al colapso, existe una presión intrapleural
negativa, del orden de –3 mm Hg. Esta presión negativa se
puede mantener gracias a la labor de los linfáticos pleurales,
que drenan el exceso de líquido pleural y crean con su
aspiración una presión subatmosférica. La entrada de aire en
el espacio pleural supone la desaparición de la presión nega-
tiva y la separación de las pleuras, con el colapso secunda-
rio del pulmón correspondiente (Fig. 14.13). Esta afección
se denomina neumotórax y altera de forma importante la
mecánica respiratoria.
14.3.6. Irrigación de los pulmones
Los pulmones tienen como principal finalidad aportar
oxígeno a la sangre no oxigenada que les llega procedente
del lado derecho del corazón, el cual a su vez la ha recibido
de todo el organismo mediante el retorno venoso de las
cavas. Este aporte de sangre es muy importante, y en volu-
men debe igualar a la sangre que sale del corazón izquierdo
para irrigar todo el cuerpo. El circuito por donde discurre
este volumen de sangre se denomina circulación pulmonar y
está constituido por el tronco arterial pulmonar, que se
inicia a la salida del ventrículo derecho y se bifurca en dos
arterias pulmonares, una para el derecho y otra para el
pulmón izquierdo. Las arterias pulmonares se subdividen
posteriormente en arterias de menor calibre (lobares, seg-
mentarias...) hasta convertirse en arteriolas, y por último en
capilares. Estos capilares se extienden rodeando los alvéolos
pulmonares, y la sangre que contienen recibe el oxígeno
procedente de la atmósfera y elimina el exceso de CO2
procedente de la respiración celular. La sangre ya oxigenada
se recoge en el extremo venoso de los capilares, y a través
de las venas pulmonares se dirige hacia el lado izquierdo
del corazón (aurícula izquierda), para repartirse posterior-
mente por todo el organismo.
Los pulmones tienen además otra circulación, que aporta
sangre oxigenada a aquellas estructuras que no son capaces
de sobrevivir con el oxígeno atmósférico de las vías respira-
torias, como los bronquios, los bronquiolos no respiratorios,
las pleuras o los alvéolos no funcionantes. Esta circulación
se denomina circulación bronquial (para diferenciarla de la
circulación pulmonar) y es similar a la del resto de los
órganos del cuerpo. Las arterias bronquiales son ramas de la
aorta descendente. Después de irrigar las estructuras pulmo-
nares la sangre procedente de las arterias y capilares bron-
quiales es recogida por las venas bronquiales que drenan en
la vena ácigos. Por último, la sangre de la ácigos se vierte
en la vena cava superior, que la transporta hacia el lado
derecho del corazón. Así pues, los pulmones tienen una
doble irrigación, que en circunstancias normales nunca está
en contacto. En situaciones patológicas puede haber cone-
xiones entre ambos circuitos en forma de fístulas que difi-
cultan el correcto intercambio gaseoso.
330 Estructura y función del cuerpo humano

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