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Bronquiolo Bronquiolo respiratorio Conducto alveolar Saco alveolar Alvéolos terminales Figura 14-9. Esquema anatómico que muestra las estructuras intratorácicas terminales del aparato respiratorio. facilitando esta expansión. Para cumplir estos objetivos existe una mínima cantidad de líquido pleural que aumenta la adhesión de las pleuras y permite su deslizamiento, tal y como sucede con dos portaobjetos de cristal entre los cuales se deposita una gota de agua: es prácticamente imposible separarlos con fuerzas que actúen en sentido perpendicular, pero es muy fácil deslizar uno sobre el otro. Para aumentar la adhesión pleural, y dado que los pulmones tienen una tendencia natural al colapso, existe una presión intrapleural negativa, del orden de –3 mm Hg. Esta presión negativa se puede mantener gracias a la labor de los linfáticos pleurales, que drenan el exceso de líquido pleural y crean con su aspiración una presión subatmosférica. La entrada de aire en el espacio pleural supone la desaparición de la presión nega- tiva y la separación de las pleuras, con el colapso secunda- rio del pulmón correspondiente (Fig. 14.13). Esta afección se denomina neumotórax y altera de forma importante la mecánica respiratoria. 14.3.6. Irrigación de los pulmones Los pulmones tienen como principal finalidad aportar oxígeno a la sangre no oxigenada que les llega procedente del lado derecho del corazón, el cual a su vez la ha recibido de todo el organismo mediante el retorno venoso de las cavas. Este aporte de sangre es muy importante, y en volu- men debe igualar a la sangre que sale del corazón izquierdo para irrigar todo el cuerpo. El circuito por donde discurre este volumen de sangre se denomina circulación pulmonar y está constituido por el tronco arterial pulmonar, que se inicia a la salida del ventrículo derecho y se bifurca en dos arterias pulmonares, una para el derecho y otra para el pulmón izquierdo. Las arterias pulmonares se subdividen posteriormente en arterias de menor calibre (lobares, seg- mentarias...) hasta convertirse en arteriolas, y por último en capilares. Estos capilares se extienden rodeando los alvéolos pulmonares, y la sangre que contienen recibe el oxígeno procedente de la atmósfera y elimina el exceso de CO2 procedente de la respiración celular. La sangre ya oxigenada se recoge en el extremo venoso de los capilares, y a través de las venas pulmonares se dirige hacia el lado izquierdo del corazón (aurícula izquierda), para repartirse posterior- mente por todo el organismo. Los pulmones tienen además otra circulación, que aporta sangre oxigenada a aquellas estructuras que no son capaces de sobrevivir con el oxígeno atmósférico de las vías respira- torias, como los bronquios, los bronquiolos no respiratorios, las pleuras o los alvéolos no funcionantes. Esta circulación se denomina circulación bronquial (para diferenciarla de la circulación pulmonar) y es similar a la del resto de los órganos del cuerpo. Las arterias bronquiales son ramas de la aorta descendente. Después de irrigar las estructuras pulmo- nares la sangre procedente de las arterias y capilares bron- quiales es recogida por las venas bronquiales que drenan en la vena ácigos. Por último, la sangre de la ácigos se vierte en la vena cava superior, que la transporta hacia el lado derecho del corazón. Así pues, los pulmones tienen una doble irrigación, que en circunstancias normales nunca está en contacto. En situaciones patológicas puede haber cone- xiones entre ambos circuitos en forma de fístulas que difi- cultan el correcto intercambio gaseoso. 330 Estructura y función del cuerpo humano
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