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S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2247CAPÍTULO 278 Infecciones causadas por Pneumocystis jirovecii incidencia. La eficacia clínica de la profilaxis con antifúngicos en otras circunstancias está debatida. En trasplantes hepáticos de alto riesgo, de páncreas o de intestino está indicada la profilaxis con fluconazol en dosis de 200-400 mg diarios (3-6 mg/kg de peso), la anfotericina liposómica (1-2 mg/kg de peso y día) durante 1-2 semanas o una equinocandina. En el trasplante de progenitores hematopoyéticos está también indicada la profilaxis durante el período de neutropenia. Puede utilizarse fluconazol, posaco- nazol, voriconazol o una equinocandina. En pacientes con neutropenia por quimioterapia puede indicarse profilaxis desde la inducción del tratamiento hasta la recuperación de la neutropenia. Se puede utilizar un azol (fluconazol, posaconazol, voriconazol) o una equinocandina. En pacientes críticos ingresados en unidades de cuidados intensivos de alta incidencia de candidosis invasora (mayor al 5%) está indicada la profilaxis con fluconazol en dosis de 800 mg/día (12 mg/kg de peso) en pacientes de alto riesgo. En unidades neonatales con alta incidencia de candidosis invasora (> 5%), se puede considerar la profilaxis con fluconazol (3-6 mg/kg de peso dos veces por semana) en los neonatos con menos de 1.000 g de peso. La prevención de la candidosis invasora incluye el control de los factores de riesgo, la reducción de la duración de la neutropenia, el manejo correcto de los catéteres intravenosos, de los antibacterianos y de la nutrición parenteral. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Aguado JM, Ruiz-Camps I, Muñoz P, Mensa J, Almirante B, Vázquez L, Grupo de Estudio de Micología Médica de la SEIMC (GEMICOMED). et al. Recomendaciones sobre el tratamiento de la candidiasis invasiva y otras infecciones por levaduras de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). Actualización 201. 1 Update. Enferm Infecc Microbiol Clin 2011;29:345-61. Kullberg BJ, Verweij PE, Akova M, Arendrup MC, Bille J, Calandra T, et al. European expert opinion on the management of invasive candidiasis in adults. Clin Microbiol Infect 2011;17(Suppl 5):1-12. León C, Ruiz-Santana S, Saavedra P, Galván B, Blanco A, Castro C, Cava Study Group. et al. Usefulness of the “Candida score” for discriminating between Candida colonization and invasive candidiasis in non-neutrope- nic critically ill patients: a prospective multicenter study. Crit Care Med 2009;37:1624-33. Pappas AA, Ray TL. Cutaneous and disseminated skin manifestations of candidiasis. En: Elewski BE, ed. Cutaneous Fungal Infections. 2nd ed. Massachusetts: Blackwell Science; 1998. p. 91-117. 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En 1988, los análisis del DNA mostra- ron que Pneumocystis posee un RNA ribosómico mucho más parecido a Saccharomyces cerevisiae que a las secuencias de RNA ribosómico de seis especies protozoarias. Posteriormente fueron conocidas las secuencias de miles de genes de Pneumocystis, y un tercio de ellas son claramente análogas de genes de Saccharomyces pombe y, por estas razones, el género Pneumocystis ha sido clasificado dentro de los hongos ascomicetos. Además, los estudios de DNA demuestran que están formados por múltiples especies con especificidad por la especie hospedadora, sin conseguir que proliferen en una especie determinada los recuperados de otra especie. Las especies del género Pneumocystis se clasifican en función de la comparación de las secuencias de DNA. Actualmente se reconocen varias especies, las que infectan a ratas se denominan P. carinii, y la especie que infecta al hombre P. jirovecii. EPIDEMIOLOGÍA Y PATOGENIA Diversos estudios sugieren que Pneumocystis se transmite por vía aérea y que la colonización se establecería en edades muy tempranas; se ha demostrado que el 80%-90% de los niños se han expuesto al microor- ganismo en los primeros 3-4 años de vida. Tras la primoinfección se establecería una latencia asintomática, y sólo cuando el individuo queda inmunodeprimido por cualquier causa se produce la reactivación y la consiguiente enfermedad asociada. Sin embargo, durante los últimos años surge una segunda hipótesis en la que la infección de la infancia es transitoria y la posterior enfermedad sería consecuencia de una nueva exposición al patógeno por parte de un individuo inmunodeprimido. La infección de la mayoría de la población en edades tempranas de la vida ha sido bien demostrada en estudios seroepidemiológicos y los datos procedentes de las poblaciones infantiles indican que los niños pequeños podrían actuar como reservorios de la infección. Aunque no es posible descartar la teoría de la latencia de la infección, hay muchos más datos que apoyan la segunda teoría. La transmisión persona a persona de P. jirovecii también ha sido demostrada con la aparición simultánea de neumonía por P. jirovecii (NPJ) entre pacientes ingre- sados en unidades de inmunodeprimidos o en epidemias familiares de personas infectadas por el HIV. CUADRO CLÍNICO Clásicamente, la neumonía intersticial por células plasmáticas, que así se denominaba a causa de los característicos infiltrados pulmonares, aparecía en niños malnutridos de entre 6 semanas y 4 meses de edad, ingresados hacinados en orfanatos; aunque esta forma de presentación ha desaparecido de los países industrializados, persiste en lugares de malas condiciones socioeconómicas. La NPJ en personas no infectadas por el HIV suele aparecer en situaciones de inmunodepresión, especialmente de la inmunidad celu- lar (enfermedades hematológicas, tumorales, trasplantes de órganos). Muchos de estos pacientes tienen en común la toma de glucocorticoides durante períodos prolongados. Lo más frecuente en estos casos es que la neumonía haga su aparición en el momento en que se está ya en una pauta de tratamiento descendente de glucocorticoides. Aunque no está claro por qué se produce en ese momento, todo parece indicar que se Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2248 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas asocia con la recuperación inmunológica. De esta manera, mientras el enfermo recibe altas dosis de glucocorticoides, se permitiría el esta- blecimiento de una infección subclínica en el pulmón, probablemente con una alta carga de microorganismos. Cuando se disminuyen las dosis y se inicia la recuperación inmunológica, aparecería una gran respuesta inflamatoria frente al patógeno, que sería la causante del daño pulmonar. Lo que realmente ha hecho cambiar esta enfermedad durante los últimos años ha sido la aparición de la infección por el HIV y la inmunodepresión que conlleva. En estos individuos, la NPJ cons- tituía la infecciónoportunista más frecuente, especialmente cuando el recuento de linfocitos CD4 del paciente desciende por debajo de 200/µL. No obstante, la extensión de la profilaxis en pacientes con cifras de linfocitos bajas, así como la generalización del tratamiento antirretroviral, han conducido a una importante disminución de la NPJ en la población infectada por el HIV. Desde un punto de vista clínico, la NPJ se caracteriza por la apari- ción de fiebre, tos no productiva, taquipnea y disnea progresiva que se llega a hacer de reposo en pocos días. En los pacientes no infectados por el HIV, el curso clínico suele ser corto, inferior a 1 semana de evolución; mientras que en los enfermos con sida suele tener un curso más insidioso, con síntomas durante más de 2-3 semanas en muchas ocasiones. Sin embargo, se ha descrito un cuadro mucho más agudo y con gran deterioro respiratorio en pacientes que inician su primer tratamiento antirretroviral con cifras de CD4 muy bajas. En estos casos, lo que se produce es una rápida redistribución linfocitaria, con el esta- blecimiento de una gran respuesta inflamatoria frente a la colonización/ infección asintomática del pulmón. Este cuadro de reconstitución inmunológica es común a otras enfermedades oportunistas y puede obligar a retrasar un tiempo el inicio del tratamiento antirretroviral hasta que el enfermo haya mejorado su situación pulmonar. Radiológicamente la NPJ suele presentarse como un patrón inters- ticial bilateral conocido como en alas de mariposa por su extensión centrífuga desde los hilios pulmonares. En aproximadamente el 10% de los pacientes aparecen además bullas aéreas, neumatoceles, que pueden estar presentes en el momento del diagnóstico o desarrollarse durante el curso de la enfermedad. Los neumatoceles pueden ser causa de neumotórax al abrirse al espacio pleural (3%-5% de los casos). El derrame pleural es una rareza y su presencia obliga a descartar una segunda enfermedad. A pesar de ello, una radiografía rigurosamente normal no descarta una NPJ y es conveniente recurrir a la TC para su diagnóstico. Los infiltrados pulmonares en lóbulos superiores, que recuerdan a la tuberculosis, pueden aparecer en enfermos que reciben profilaxis con pentamidina inhalada en aerosoles; dado que la penta- midina, así administrada, alcanza peor los lóbulos superiores, lo que permite la aparición de NPJ localizadas. La afección extrapulmonar (cualquier órgano, sin ninguna prefe- rencia clara) es un hecho infrecuente, que aparece principalmente en los pacientes infectados por el HIV que reciben pentamidina inhalada como profilaxis. Desde un punto de vista analítico la NPJ es muy poco expresiva y el único parámetro que se encuentra generalmente elevado es la lactato- deshidrogenasa (LDH), pero su presencia aislada es muy inespecífica y no ayuda al diagnóstico; aunque sí tiene valor pronóstico en los casos confirmados. Puesto que P. jirovecii produce fundamentalmente una neumonía intersticial se acompaña de un trastorno en la difusión de los gases; es característica la hipoxemia en la gasometría arterial. En los últimos años se ha sugerido que la disminución de los valores de S-adenosil metionina en sangre periférica podría ser indicativa de NPJ; su concentración sanguínea se comporta incluso como factor pronóstico. En pacientes con patología estructural pulmonar cabe la posibilidad de colonización respiratoria por este microorganismo, con reacción en cadena de la polimerasa (PCR) positiva, sin implicar enfermedad. DIAGNÓSTICO La infección debe sospecharse en cualquier enfermo inmunodeprimido que desarrolla una clínica respiratoria, fiebre y alteraciones en la radio- grafía de tórax. En enfermos con infección por el HIV debería sos- pecharse ante todo paciente con sintomatología respiratoria con CD4 inferiores a 200 células/µL y que no reciba en ese momento profilaxis frente a este agente. Si la radiografía de tórax fuera rigurosamente normal, puede recurrirse a la TC o a la gammagrafía pulmonar con galio-67, que tienen una mayor sensibilidad. En el caso de la TC puede poner de manifiesto el característico patrón de vidrio deslustrado en ambos campos pulmonares (fig. 278-1). El diagnóstico definitivo de NPJ se basa en la identificación morfo- lógica de P. jirovecii en las muestras clínicas relevantes. Normalmente P. jirovecii no puede ser visualizado en el esputo normal, por lo que hay que recurrir a la obtención de otras muestras respiratorias como esputo inducido y/o lavado broncoalveolar (LBA); aunque también puede investigarse en aspirados traqueales, aspirados nasofaríngeos, cepillados bronquiales y diversos tejidos obtenidos mediante biopsia. La rentabilidad de las muestras es mayor en los enfermos con infec- ción por el HIV que eliminan gran cantidad de Pneumocystis por sus secreciones respiratorias; en estos casos, el esputo inducido puede tener una sensibilidad diagnóstica del 70%-80%. La muestra que puede considerarse como patrón oro en el diagnóstico de la NPJ es el LBA obtenido mediante broncoscopia. Es la técnica que tiene mayor sensibilidad, pero su principal inconveniente es la dificultad de su realización. Además, no todos los pacientes pueden ser sometidos a esta exploración, especialmente aquellos con hipoxemia marcada. A pe- sar de ello, es capaz de proporcionar el diagnóstico microbiológico hasta en un tercio de pacientes con sospecha de NPJ y en los que el esputo inducido no había dado ningún resultado. Dado que es un microorganismo que no puede ser cultivado, requiere su visualización mediante diferentes técnicas de tinción. Las más utilizadas han sido la plata metenamina de Gomori, el azul de toluidina o el cristal violeta. Todas ellas tiñen específicamente la pared del agente patógeno y pueden ser utilizadas tanto en las muestras directas obtenidas como en muestras de biopsia y fijadas previamen- te. No obstante, en la actualidad existen técnicas comercializadas de inmunofluorescencia que facilitan el diagnóstico. Los métodos basados en la amplificación de ácidos nucleicos se han empezado a incorporar en numerosos centros y cada vez son más los que cuentan con ellos. Son más sensibles que los métodos basados en la identificación morfológica del hongo y permiten la cuantificación y el diagnóstico en muestras más fáciles de obtener como el lavado nasofaríngeo o los enjuagues orales. Sin embargo, la detección del DNA de P. jirovecii en muestras biológicas no siempre se correlaciona con la existencia de enfermedad clínica y no se distingue entre colonización e infección. PRONÓSTICO Sin tratamiento, la NPJ en los pacientes infectados por el HIV progresa hacia la insuficiencia respiratoria y la muerte. En los pacientes con sida, los factores pronósticos identificados de modo más constante han sido el TC de tórax de una paciente con neumonía por Pneu- mocystis jirovecii que muestra la típica imagen en «vidrio deslustrado» (flechas). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2249CAPÍTULO 278 Infecciones causadas por Pneumocystis jirovecii estadio de la enfermedad y el grado de deterioro inmunológico, la pre- sencia de otras enfermedades oportunistas acompañantes y la intensidad del daño alveolar, medido por un gradiente alveoloarterial de oxígeno superior a 35 mm Hg o por hipoxemia grave (PaO2 < 70 mm Hg). A largo plazo, el pronóstico de la NPJ depende de la enfermedad de base. Si el individuo llega a superar el episodio y logra remontar su estado de inmunodepresión, no tiene por qué volver a recidivar la neumonía y no precisará ningún tipo de tratamiento ulterior. Sin embargo, si elpaciente no recupera su estado inmunitario tras la cura- ción de la neumonía, la recidiva será la norma, y el paciente precisará de la administración profiláctica de algún fármaco. TRATAMIENTO El cotrimoxazol es el tratamiento de elección de la NPJ. Habitualmente debe iniciarse por vía i.v., y su administración oral se reserva para casos considerados leves (existencia de una presión parcial de oxígeno en la sangre arterial [PaO2] > 70 mm Hg). Con frecuencia, sobre todo en el paciente con infección por el HIV, el tratamiento con cotrimoxazol se asocia a reacciones adversas, especialmente de tipo alérgico. En estos casos es posible que haya que suspender dicho antibiótico y recurrir a alguna alternativa. En pacientes que no han tolerado el cotrimoxazol la alternativa clásica es la pentamidina. Desde un punto de vista terapéutico, este fár- maco tiene eficacia similar al cotrimoxazol. Sin embargo, la frecuencia y, sobre todo, la gravedad de sus efectos adversos (anemia, neutropenia, insuficiencia renal, hiponatremia, pancreatitis o hipoglucemia) hacen que sea utilizada sólo ocasionalmente. La pentamidina se puede admi- nistrar inhalada en forma de aerosol, aunque requiere un inhalador especial (Respigard II®) y su eficacia es menor a la administración i.v. Por este motivo las recidivas no son infrecuentes. Esta forma de trata- miento puede ser utilizada para la realización de profilaxis de la NPJ. Otras alternativas terapéuticas lo constituyen la asociación de clin- damicina y primaquina. Aunque no existe demasiada experiencia con esta combinación en cuadros graves de NPJ, sí se ha podido demostrar su utilidad en casos leves y moderados, administrada p.o. Algo parecido ocurre con la utilización de dapsona-trimetoprim, combinación que se asocia con la aparición de pocos efectos adversos. El trimetrexato, derivado liposoluble del metotrexato, es un potente inhibidor de la hidrofolato-reductasa de P. jirovecii. Aunque es menos eficaz que el cotrimoxazol i.v., es mejor tolerado que este. En EE. UU. está aprobado por la Food and Drug Administration (FDA) como tercera opción terapéutica, por vía i.v., pero no se encuentra comercializado en España. Finalmente, la atovacuona ha demostrado su utilidad tanto para el tratamiento como para la profilaxis de la NPJ. Además, este fármaco tiene actividad frente a Toxoplasma gondii, patógeno que frecuente- mente afecta también a la población infectada por el HIV. Entre sus inconvenientes se sitúa su alto precio, junto con la administración únicamente p.o., con lo que no es de utilidad en los cuadros más graves. En el cuadro 278-1 se muestran las dosis de los distintos fármacos a utilizar en el caso de NPJ. Los antifúngicos del grupo de las equinocandinas han demostrado actividad frente a los quistes de Pneumocystis en modelos animales, ya que son muy ricos en glucano; pero no existe experiencia clínica, y se han documentado progresiones de la enfermedad en pacientes que estaban siendo tratados con estos fármacos en monoterapia. Sin embargo, existen publicaciones preliminares de pequeñas series de casos con resultados satisfactorios cuando la caspofungina se administra en combinación con cotrimoxazol (activo frente a los taquizoítos) en pacientes con una NPJ graves tanto infectados por el HIV como con otros tipos de inmunodepresión. Los pacientes infectados por el HIV con NPJ grave pueden expe- rimentar un empeoramiento de la sintomatología y de la gasometría cuando se comienza con el tratamiento. Por este motivo, en pacientes muy comprometidos, con PaO2 inferior a 65-70 mm Hg o en presencia de un gradiente alveoloarterial de O2 superior a 35 mm Hg, se ha postulado la administración de un ciclo corto de glucocorticoides. Se recomienda metilprednisolona en dosis de 40 mg dos veces al día los días 1 a 5, seguidos de 40 mg una vez al día los días 6 a 10 y de 20 mg/día entre los días 11 y 21; posteriormente se suspende el tratamiento. La utilidad de los glucocorticoides en pacientes no infectados por el HIV no está totalmente demostrada, aunque se recomienda su utilización con las mismas premisas que el paciente infectado por el HIV. Durante los últimos años se ha sugerido el desarrollo de resistencias a las sulfamidas en P. jirovecii. De esta manera, se han comunicado mutaciones en el gen de la dihidropteorato-sintetasa (DHPS) en las posiciones T55A y P57S, cuya presencia se asocia con un mayor riesgo de fracasos terapéuticos. Aunque el estudio de estas mutaciones como posible causa del fracaso ha mostrado diferentes resultados, conviene tener en cuenta este hecho ante pacientes con NPJ que hayan recibido previamente sulfamidas y que presenten fracaso terapéutico tras un tratamiento correcto con cotrimoxazol. En pacientes infectados por el HIV, la duración del tratamiento debería ser de 21 días, al final de los cuales habría que pasar a profilaxis secundaria. Aunque no está clara la duración óptima en el caso de los enfermos no infectados por el HIV, por la experiencia acumulada en el caso de enfermos con sida, también sería recomendable extender la duración durante ese mismo período. PROFILAXIS En la actualidad no se recomienda el aislamiento respiratorio de pacien- tes con NPJ, aunque muchos centros evitan la hospitalización conjunta de pacientes con NPJ con otros pacientes gravemente inmunode- primidos. Sí están muy estructuradas las indicaciones de profilaxis tanto primaria (para evitar el primer episodio) como secundaria (para evitar la recidiva de un episodio previo). Los estudios más importantes están realizados con pacientes infectados por el HIV, y en estos casos la profilaxis está indicada en: a) pacientes con recuentos de linfocitos CD4 inferiores a 200/µL, independientemente de la carga vírica; b) enfermos con recuentos de entre 200 y 250 linfocitos CD4/µL pero que se prevé, por sus condicionantes particulares, que no van a acudir a la consulta en los próximos meses; c) casos con una historia clínica que sugiera un estado de inmunodepresión avanzada, como la fiebre inexplicada de larga evolución o la presencia de candidosis oral no asociada a tratamiento antibiótico, y d) como profilaxis secundaria en todos los casos de un episodio previo de NPJ. En pacientes no infectados por el HIV, estas indicaciones no están claramente definidas, ya que su incidencia es menor y la posibilidad de realizar estudios aleatorizados es reducida. Sin embargo, se acepta esta profilaxis en pacientes que presentan alguna enfermedad inmu- nodepresora y que reciban tratamiento con glucocorticoides durante al menos 1 mes, pacientes que reciban fármacos inmunodepresores, receptores de trasplantes de órganos solido o derivados hematológicos, y en general en cualquier paciente que por su enfermedad de base o por su tratamiento pueda tener una inmunodepresión. Prácticamente, los mismos fármacos que son utilizados para el tratamiento de la NPJ pueden ser utilizados para su profilaxis. El fármaco más utilizado y con el que existe una mayor experiencia es el • CUADRO 278-1 Pneumocystis jirovecii Cuadros graves* Trimetoprim/sulfametoxazol: (15-20 mg/kg de TMP/75-100 mg/kg de sulfametoxazol) i.v. dividido en 3-4 dosis Clindamicina: 600 mg i.v. cada 6-8 h + primaquina: 30 mg p.o. de base una vez al día Pentamidina: 4 mg/kg i.v. una vez al día Cuadros leves/moderados Trimetoprim/sulfametoxazol: (15-20 mg/kg de TMP/75-100 mg/kg de sulfametoxazol) i.v./p.o. dividido en 3-4 dosis Clindamicina: 600 mg i.v./p.o. cada 6-8 h + primaquina: 30 mg p.o. de base una vez al día Pentamidina: 4 mg/kg i.v. una vez al día Atovacuona: 750 mg (5 mL de solución) p.o. cada 8-12 h *Deben administrarse conjuntamente glucocorticoides en todos los pacientes con una PaO2 < 70 mm Hg (v. texto). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización.Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2250 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas cotrimoxazol. La mayoría de las guías de profilaxis de las infecciones oportunistas en pacientes infectados por el HIV recomiendan la administración de un comprimido (160 mg de trimetoprim/800 mg de sulfametoxazol) tres veces por semana. Una ventaja adicional de la profilaxis con cotrimoxazol es su utilidad para la prevención de la encefalitis por T. gondii, y podría tener también algún papel protector en infecciones bacterianas (infección urinaria, infecciones por parásitos coccidios como Cystosisospora o Cyclospora, neumonía bacteriana o nocardiosis). En zonas endémicas de paludismo (malaria), además, actúa como agente protector frente a esta enfermedad. La incidencia de efectos adversos durante la profilaxis con cotrimoxazol es muy escasa. En el caso de que exista documentación de hipersensibilidad, puede intentarse la desensibilización antes que el intento de otras alternativas terapéuticas. Como segunda elección se utiliza la pentamidina, 300 mg, una vez al mes, inhalada, o incluso por vía i.v. Sin embargo, este fármaco no protege de la encefalitis por Toxoplasma, requiere un inhalador especial y su utilización ha sido asociada con el desarrollo de neumocistosis extrapulmonar. Además, la eficacia de la pentamidina inhalada cuando el paciente tiene una cifra de linfocitos CD4 inferior a 200 células/µL, o se utiliza como profilaxis secundaria, es menor que la de la pauta con cotrimoxazol. Otras alternativas son: dapsona, 100 mg p.o. cada 24 h, y atovacuona, 750 mg (5 mL de solución) p.o. cada 12 h. En estos casos, la utilización de la pirimetamina debería indicarse cuando el paciente tenga una prueba serológica positiva frente a T. gondii. Con la introducción del tratamiento antirretroviral se consigue en gran medida la reconstitución del sistema inmunitario en los pacientes infectados por el HIV; se ha demostrado que, en estas circunstancias, puede suspenderse la profilaxis de la NPJ con gran seguridad. Para la retirada de la profilaxis se acepta que el enfermo debe llevar al menos 6 meses de tratamiento antirretroviral y tener un recuento de linfocitos CD4 superior a 200/µL durante al menos 3 meses. Se dispone de menos datos con respecto a la profilaxis de los enfer- mos no inmunodeprimidos no infectados por el HIV. Los fármacos y la dosificación utilizada en estos pacientes se han extrapolado de los datos obtenidos de los enfermos HIV positivos. De esta forma, el fármaco de elección es aún el cotrimoxazol; como alternativas se reservan la pentamidina, la dapsona y la atovacuona. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Briel M, Boscacci R, Furrer H, Bucher HC. Adjunctive corticosteroids for Pneumocystis jiroveci pneumonia in patients with HIV infection: a meta- analysis of randomised controlled trials. Cochrane Database Syst Rev 2006;3:CD006515. Cillóniz C, Dominedò C, Álvarez-Martínez MJ, Moreno A, García F, Torres A, et al. Pneumocystis pneumonia in the twenty-first century: HIV- infected versus HIV-uninfected patients. Expert Rev Anti Infect Ther 2019;17:787-801. Iribarren JA, Rubio R. Documento de Gesida sobre prevención y tratamiento de infecciones oportunistas y otras coinfecciones en pacientes con infección por VIH. Mayo de 2015. Disponible en: http://www.gesida-seimc.org/ contenidos/guiasclinicas/2015/gesida-guiasclinicas-2015-InfeccionesOpor- tunistasyCoinfeccionesVIH.pdf (Acceso el 21 de enero de 2020.) Lopez Bernaldo de Quiros JC, Miro JM, Peña JM, Podzamczer D, Alberdi JC, Martínez E, et al. A randomized trial of the discontinuation of primary and secondary prophylaxis against Pneumocystis carinii pneumonia after highly active antiretroviral therapy in patients with HIV infection. Grupo de Estudio del SIDA 04/98. N Engl J Med 2001;344:159-67. Panel on Opportunistic Infections in HIV-Infected Adults and Adolescents. Guidelines for the prevention and treatment of opportunistic infections in HIV-infected adults and adolescents: Recommendations from the Centers for Disease Control and Prevention, the National Institutes of Health, and the HIV Medicine Association of the Infectious Diseases Society of Ame- rica. Disponible en: https://files.aidsinfo.nih.gov/contentfiles/lvguidelines/ Adult_OI.pdf (Acceso el 19 de marzo de 2020.) © 2020. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Micosis cutáneas. Micosis subcutáneas. Otras infecciones invasoras causadas por hongos y algas M. CUENCA ESTRELLA, P. MUÑOZ GARCÍA-PAREDES 279 MICOSIS CUTÁNEAS Pitiriasis versicolor y otras infecciones cutáneas por Malassezia spp. El género Malassezia está constituido por casi dos decenas de especies de levaduras lipófilas basidiomicetas, cuyo hábitat natural es la piel del ser humano y de animales de sangre caliente. Estas levaduras se asocian a varias infecciones y enfermedades de la piel, aunque en los últimos años se han descrito micosis sistémicas, principalmente en neonatos y en casos relacionados con la administración parenteral de soluciones lipídicas. La infección cutánea más frecuente por Malassezia es la pitiriasis versicolor, aunque se han comunicado foliculitis, onicomicosis, der- matitis seborreica y eccemas atópicos relacionados con estas especies. La pitiriasis es una enfermedad crónica, recidivante y habitualmente asintomática que consiste en la aparición de máculas cutáneas en la parte superior del cuerpo. Las manchas suelen ser blanquecinas, aunque también pueden ser eritematosas o presentar una coloración oscura. Es una infección cosmopolita muy habitual, más frecuente en los países de clima tropical donde puede observarse hasta en el 40% de la población. Es más prevalente en adultos jóvenes y se relaciona con el calor y la humedad. La afectación de la parte superior del cuerpo se produce por la oclusión de la ventilación producida por la ropa. No existen factores predisponentes y parece que se afectan personas inmunocompetentes e inmunodeprimidos por igual. El diagnóstico puede confirmarse por examen microscópico de las escamas cutáneas tratadas con hidróxido potásico, con levaduras esfé- ricas y seudohifas. También existen técnicas de diagnóstico molecular basadas en la amplificación de ácidos nucleicos. Varios estudios epi- demiológicos han demostrado que las distintas especies de Malassezia más habituales en el ser humano (M. furfur, M. sympodialis, M. globosa, M. slooffiae y M. restricta) tienen diferente distribución geográfica, por lo que su prevalencia podría variar en cada país. El tratamiento de elección consiste en terapia tópica con geles que contengan antifúngicos, generalmente azoles, sales de selenio o propi- lenglicol. Las recidivas son frecuentes, ya que las levaduras permanecen como comensales en zonas de los folículos pilosos. Por ello, en casos Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org Push Button0:
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