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Mucormicosis

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2234 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas 
Aspergillus®), polisacárido de la pared del hongo que se libera al 
medio en proporción directa a su crecimiento. Diversos estudios han 
demostrado su utilidad en el diagnóstico de la aspergilosis invasora en 
pacientes hematológicos, sobre todo en los que no reciben profilaxis 
antifúngica de amplio espectro (posaconazol o micafungina), mien-
tras que en el enfermo no hematológico su papel es más limitado. 
El otro test utilizado es la detección de β-D-glucano, aunque su uso 
está aún limitado por su precio y por la relativa baja especificidad. 
Tanto el galactomanano como el BD glucano destacan por su VPN, 
que es muy superior al VPP (falsos positivos). El test de flujo lateral 
de Aspergillus parece prometedor, pero se precisan más estudios. La 
detección de DNA de Aspergillus en muestras séricas o respiratorias 
ha recibido mucha atención en los últimos años, pero necesita más 
evaluación y estandarización para poder ser recomendada y no está 
disponible en la mayoría de los centros asistenciales. La combinación 
de varios biomarcadores se está utilizando para mejorar la capacidad de 
toma de decisiones y, sobre todo, para permitir suspender antifúngicos 
iniciados de forma empírica en el seno de programas de optimización 
del uso de antifúngicos.
TRATAMIENTO
El tratamiento de las formas alérgicas se basa en la administración de 
glucocorticoides y de antifúngicos orales. Algunos pacientes han res-
pondido a la administración de omalizumab.
La actitud actual frente al aspergiloma pulmonar puede ser conser-
vadora en pacientes sin hemoptisis y cuando no se observa invasión 
de la cavidad. La resección quirúrgica se reserva para los enfermos con 
hemoptisis grave. Las formas crónicas y semiinvasoras pueden requerir 
tratamiento antifúngico de por vida, que suele realizarse con fármacos 
orales como itraconazol o posaconazol.
Los tratamientos de primera elección de la aspergilosis invasora 
son voriconazol e isavuconazol, que han demostrado una eficacia 
similar. El isavuconazol tiene mejor tolerancia (no prolonga el intervalo 
QT y produce menos rash, hepatotoxicidad y alteraciones visuales, 
además de menos interacciones medicamentosas, aunque su precio 
es superior. Es conveniente monitorizar los niveles séricos del vorico-
nazol. La detección de algunos casos de resistencia a los azoles obliga 
a mantener la alerta y a realizar siempre un estudio de sensibilidad 
de las cepas significativas y, por supuesto, en todos los pacientes con 
evolución insatisfactoria con el tratamiento habitual. La anfotericina B 
liposómica en dosis de 3 mg/kg de peso puede utilizarse también para 
el tratamiento de la aspergilosis. No hay datos firmes que apoyen la 
asociación de antifúngicos en la mayoría de los casos.
Los fármacos con indicación de tratamiento de rescate o de segunda 
línea son la caspofungina, el itraconazol y el posaconazol. Existen 
también datos alentadores con la micafungina. Es muy recomendable 
monitorizar las concentraciones de azoles en estos pacientes.
En cuanto a la elección terapéutica, según la especie de Aspergillus 
causante de la infección debe conocerse que la sensibilidad de las 
diferentes especies a los antifúngicos no es idéntica. Como ya se ha 
comentado anteriormente, se sabe que A. terreus es más resistente a 
la anfotericina B, que hay cepas de A. fumigatus que han desarrollado 
resistencia secundaria a los azoles y que la mayoría de los aislados de 
A. lentulus son resistentes a los antifúngicos. Por tanto, es esencial iden-
tificar hasta nivel de especie todas las cepas causantes de una aspergilosis 
invasora, así como conocer su perfil de sensibilidad.
La duración óptima del tratamiento no está establecida y vendrá 
determinada por el tipo de paciente, la localización y la extensión 
de la enfermedad, y el hecho de haber realizado o no intervención 
quirúrgica. Se recomienda considerar la posibilidad de cirugía en 
las lesiones pulmonares únicas con alto riesgo de hemorragia masiva 
(contiguas a grandes vasos o al pericardio) o antes de realizar un tras-
plante de progenitores hematopoyéticos o administrar quimioterapia. 
También en las que afectan a la pared torácica, en las de la piel y las 
partes blandas, la osteomielitis, la endoftalmitis, la endocarditis, la 
sinusitis y las afecciones del SNC.
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL
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Mucormicosis
ETIOLOGÍA
La mucormicosis está causada por hongos del orden Mucorales, que 
engloba géneros como Rhizopus, Mucor, Rhizomucor, Cunninghame-
lla, Lichtheimia (antes Absidia), Saksenaea y Apophysomyces. Son 
hongos ampliamente difundidos en la naturaleza, incluyendo la 
vegetación y el suelo, e incluso están presentes en la ropa de cama 
limpia que se entrega a los hospitales tras su lavado. Pueden ser 
colonizadores de la piel y las mucosas en el ser humano y, por tanto, 
su simple aislamiento en cultivo, sin un cuadro clínico acompañante 
y sin demostración de invasión tisular, no permite el diagnóstico de 
mucormicosis.
Las hifas de Mucorales son muy características, porque se trata de 
hifas anchas (5-10 µm de diámetro), irregulares, que tienden a bifurcarse 
formando ángulos rectos y que carecen de septos regulares. Como con-
traste, las hifas de los ascomicetos (p. ej., Aspergillus) son más estrechas 
(2-5 µm) se bifurcan en ángulos agudos y tienen septos regulares.
Los Mucorales crecen fácil y rápidamente en cultivo, y producen 
colonias de aspecto algodonoso y crecimiento exuberante. Esto ocurre 
siempre que los tejidos y muestras que se siembran no se trituren y se 
procesen pequeños fragmentos de tejidos sin machacar.
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Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados.
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CAPÍTULO 275 Mucormicosis
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PATOGENIA
La mucormicosis es una infección de adquisición exógena, la mayor 
parte de las veces de origen comunitario y, raramente, aunque de forma 
creciente, de adquisición nosocomial. En la mayor parte de los casos, 
la infección se produce por inhalación de esporas del hongo, aunque 
también pueden producirse infecciones a través de una puerta de 
entrada cutánea, mucosa o por ingestión. En el caso de las infecciones 
nosocomiales, se han descrito brotes epidémicos asociados a conta-
minación del aire acondicionado, esparadrapos o depresores linguales 
contaminados.
La especie humana tiene una inmunidad natural muy eficaz frente a 
Mucorales, por lo que la mucormicosis se presenta casi exclusivamenteen pacientes con enfermedades subyacentes graves. A pesar de ello, es 
la tercera causa de infección fúngica invasora tras la candidiasis y la 
aspergilosis, con una frecuencia estimada de 1,7 casos por cada millón 
de habitantes y año.
Una de las situaciones clínicas en que la mucormicosis es más 
frecuente es la acidosis metabólica, y en especial la cetoacidosis dia-
bética. También se ha demostrado una relación entre la mucormicosis 
y el tratamiento con deferoxamina de las situaciones de sobrecarga de 
hierro. El fármaco actuaría como un sideróforo que utilizaría el hongo 
con facilidad, potenciando su crecimiento. Los pacientes inmunode-
primidos, como los tratados con glucocorticoides, los receptores de 
un trasplante de órgano sólido, los infectados por el HIV y, particu-
larmente, los pacientes con neutropenia yatrógena por el tratamiento 
con quimioterapia de neoplasias hematológicas, son enfermos con 
predisposición a padecer mucormicosis. Más raramente se han des-
crito casos de mucormicosis en pacientes con malnutrición, grandes 
quemados, niños prematuros y pacientes traumatizados en catástrofes 
con heridas contaminadas con agua y detritus, y en ocasiones en 
pacientes sanos. En los últimos años se ha descrito un incremento 
sustancial en el número de casos de mucormicosis en pacientes con 
neoplasias hematológicas tratados en instituciones que emplean pro-
filácticamente azoles de amplio espectro (voriconazol, itraconazol) 
que carecen de actividad frente a estos hongos (fig. 275-1). En países 
menos desarrollados siguen predominando formas rinocerebrales, 
complicando con frecuencia a pacientes con diabetes mellitus en 
situación de cetoacidosis.
EPIDEMIOLOGÍA
Como se ha comentado anteriormente, la incidencia de la mucor-
micosis se estima en cifras próximas a un caso por cada millón de 
habitantes, pero los datos varían enormemente de unas a otras latitudes. 
Las enfermedades y los factores predisponentes más frecuentes son 
muy diversos. La diabetes mellitus, particularmente en situación de 
cetoacidosis, puede responder hasta de un tercio de los casos en algunas 
series y suele predisponer a formas rinocerebrales de la enfermedad.
Las enfermedades hematológicas malignas, particularmente las aso-
ciadas a neutropenia y a pacientes que reciben profilaxis antifúngica con 
derivados azólicos no activos frente a Mucorales, suelen predisponer a 
formas pulmonares. Las formas cutáneas son las más frecuentes en los 
casos que se asocian a trasplantes de órgano sólido o a traumatismos.
ANATOMÍA PATOLÓGICA
Desde el punto de vista histopatológico, la mucormicosis es una infec-
ción aguda con un infiltrado predominantemente de polinucleares 
alrededor de las hifas fúngicas. De forma característica, las hifas invaden 
los tejidos, con una acusada tendencia a invadir los vasos sanguíneos, y 
a producir trombosis y necrosis hemorrágica de los tejidos.
CUADRO CLÍNICO
La mucormicosis es una infección causada por hongos del orden 
Mucorales que puede adquirirse por vía aérea o digestiva, o por ino-
culación transcutánea. Se caracteriza por una invasión vascular y 
tisular por hongos filamentosos de dicho orden, con la consecuencia 
de necrosis tisular de rápida evolución. Afecta preferentemente, pero 
no exclusivamente, a pacientes inmunocomprometidos, y es causa 
de una elevada morbimortalidad. Su incidencia puede haberse vis-
to incrementada en años recientes por el uso extensivo de agentes 
antifúngicos activos frente a Candida y Aspergillus, pero inactivos 
frente a Mucorales. Desgraciadamente, no existen signos o síntomas 
clínicos específicos de la mucormicosis; sin embargo, el clínico debe 
sospechar la presencia de esta entidad ante un cuadro clínico en el 
que exista necrosis tisular, generalmente de rápida evolución, que es 
un dato característico de la infección por estos hongos, en un paciente 
perteneciente a uno de los grupos de riesgo antes descrito.
Mucormicosis rinocerebral
Es la forma más frecuente de presentación de las mucormicosis, par-
ticularmente en pacientes con cetoacidosis diabética. La infección se 
origina en los senos paranasales, desde donde la enfermedad puede 
progresar lentamente o de forma muy rápida y agresiva para invadir 
los tejidos adyacentes.
Los síntomas clínicos reflejan la afección secuencial de los diferentes 
órganos por el hongo y consisten en: congestión nasal, rinorrea oscura, 
epistaxis, dolor facial, cefalea, fiebre y malestar general. Cuando la 
enfermedad progresa, puede aparecer edema facial y periorbitario, 
visión borrosa, quemosis palpebral, diplopía, proptosis y pérdida 
de visión en el ojo afecto. La progresión de la infección hacia la boca 
puede provocar ulceraciones necróticas indoloras en el paladar duro. 
En fases más avanzadas se puede producir la invasión del SNC con 
disminución del nivel de consciencia, trombosis del seno cavernoso, 
manifestada por ceguera, oftalmoplejía, anestesia corneal y anhidrosis 
facial, o trombosis de la carótida interna con hemiplejía. El estudio 
radiográfico, particularmente la TC y la RM craneal, es imprescindible 
para una adecuada evaluación de la extensión de la infección y guiar 
el tratamiento quirúrgico.
Mucormicosis pulmonar
Al contrario de lo que se ha comentado con respecto a las formas rino-
cerebrales de la mucormicosis, la enfermedad pulmonar afecta funda-
mentalmente a pacientes con neutropenia profunda o con tratamiento 
prolongado con glucocorticoides. El desuso de la deferoxamina como 
agente quelante del hierro ha hecho que los casos asociados con este 
tratamiento hayan desaparecido prácticamente en nuestro medio. Más 
raramente, la mucormicosis pulmonar puede presentarse en pacientes 
con diabetes, trasplante de órgano sólido o infección por el HIV.
 Mucormicosis cutánea en un paciente con leucemia 
aguda. Se observa la clásica necrosis tisular característica de la enfer-
medad.
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2236 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas 
Las formas clínicas de presentación de la mucormicosis pulmonar 
son muy variadas y pueden incluir: nódulo solitario, consolidación 
lobar o segmentaria, cavitación y lesiones bronconeumónicas, que se 
acompañan de manifestaciones clínicas inespecíficas, como fiebre, tos, 
hemoptisis o disnea. La evolución de la mayor parte de los casos es muy 
rápida, aunque existen raras ocasiones en las que las lesiones se croni-
fican. Tal como se ha comentado previamente, la lesión característica 
de la infección por Mucorales es la necrosis producida por la invasión de 
los vasos, lo que en el pulmón se traduce en cavitación, hemorragia, 
imágenes de infarto «en cuña» y ocasionalmente hemoptisis masiva, que 
puede ser fatal. La mucormicosis, en ausencia de tratamiento, puede 
extenderse a la pleura, el pericardio, la pared torácica y el diafragma.
Mucormicosis cutánea y de las partes 
blandas
La afección de la piel y las partes blandas por Mucorales puede ser 
consecuencia de inoculación directa o resultado de enfermedad dise-
minada. En su forma de presentación más frecuente, la infección se 
produce sobre zonas previamente dañadas, como heridas quirúrgicas 
o zonas de inserción de catéteres venosos, entre otras. Como ocurre
en todas las mucormicosis, la enfermedad primaria de la piel invade
rápidamente no sólo el tejido celular subcutáneo, sino también la fascia,
el músculo y el hueso subyacente. Además de la necrosis, puede verse
sobre ella el crecimiento macroscópico de hifas aéreas («pus peludo»),
que convierte las lesiones en características (fig. 275-2). Las lesiones
cutáneas secundarias a diseminación hematógena son, sin embargo,
nodulares, con una mínima destrucción de la epidermis en un princi-
pio, aunque rápidamente desarrollan un centro necróticoequimótico.
Mucormicosis gastrointestinal
La enfermedad gastrointestinal producida por Mucorales es excepcio-
nal. La infección puede afectar a cualquier porción del tubo digestivo, 
y se caracteriza por la invasión de la mucosa, la submucosa y los vasos 
sanguíneos por el hongo. Los síntomas que produce son variados e 
incluyen: dolor abdominal, distensión, náuseas, vómitos, diarreas, 
hematemesis y, en casos avanzados, rotura de la pared del tubo diges-
tivo y aparición de peritonitis.
Otras formas clínicas
La endocarditis producida por Mucorales es excepcional y ocurre en 
relación con válvulas protésicas. Como ocurre en otras endocarditis 
fúngicas, en el caso de la endocarditis por Mucorales se producen 
vegetaciones grandes y frecuentes embolias arteriales. La mucormi-
cosis cerebral aislada es una infección muy rara que se ha observado 
en pacientes con leucemia, usuarios de drogas por vía parenteral y 
tras intervención quirúrgica por traumatismo craneal. Otras formas 
excepcionales que han sido descritas de infección por Mucorales son 
la mucormicosis renal, la peritonitis asociada a diálisis peritoneal o la 
osteomielitis.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de mucormicosis se basa fundamentalmente en una 
elevada sospecha clínica. Su confirmación se hace sobre el aislamiento 
de microorganismos de la familia Mucorales en muestras clínicas esté-
riles y se confirma por la demostración de invasión tisular en muestras 
histológicas por hifas gruesas, no tabicadas y ramificadas en ángulos 
rectos. Es importante prevenir que el mero aislamiento de Mucorales 
de superficies cutáneo-mucosas puede ser una simple colonización y 
no establece el diagnóstico.
Mucorales no producen ni 1-3 β-D glucano ni galactomanano 
y, por tanto, lo que hay que esperar de esos test en pacientes con 
mucormicosis es su negatividad.
Million et al. han desarrollado una PCR multiplex, cuantitativa, 
que detecta DNA circulante en la sangre en el 90% de los pacientes 
con infecciones por Mucor/Rhizopus, Lichtheimia y Rhizomucor. El test 
permite ser usado para el seguimiento de los episodios, pero no está 
comercialmente disponible. Existen también técnicas de PCR para 
identificación de Mucorales in situ en muestras tisulares.
TRATAMIENTO
La mucormicosis, como el resto de las infecciones fúngicas invasoras, 
es una infección con una elevada mortalidad, que oscila entre el 10% 
y el 70%. Esta mortalidad tiende a ser menor en las series publicadas 
en los últimos años y en las formas cutáneas de la enfermedad, y mayor en 
las formas rinocerebral y pulmonar.
El tratamiento de la mucormicosis se basa en cuatro principios: un 
diagnóstico rápido, la eliminación de los factores predisponentes, el 
desbridamiento y la resección quirúrgica, y el tratamiento antifúngico 
adecuado. Nunca se insistirá bastante en la importancia de un diagnós-
tico precoz en todas las infecciones fúngicas profundas, y en particular 
en la mucormicosis. Entre los factores predisponentes corregibles 
están la cetoacidosis diabética y la interrupción del tratamiento con 
glucocorticoides o inmunosupresores.
La intervención quirúrgica rápida y lo más completa posible cons-
tituye el paso capital en el tratamiento de la mucormicosis. De hecho, 
está perfectamente demostrado que esta actitud, combinada con el uso 
de antifúngicos, resulta siempre superior al uso de antifúngicos exclusi-
vamente. En casos en los que no es posible una resección completa de los 
tejidos invadidos, debe regir el principio de que más vale una intervención 
con resección parcial del tejido necrótico que no realizarla en absoluto. 
Desafortunadamente, el cumplimiento de este principio es más fácil en las 
formas cutáneas o rinocerebrales que en las formas viscerales. Las formas 
muy extensas o diseminadas, particularmente las formas pulmonares o 
diseminadas en el paciente neutropénico, hacen muy difícil o imposible 
la intervención quirúrgica en muchos de los casos.
La anfotericina B liposomal (5-10 mg/kg/día) es el tratamiento de 
elección. Ni la combinación con equinocandinas ni la combinación 
con posaconazol han demostrado superioridad sobre el tratamiento con 
anfotericina B sola. Se recomiendan las dosis de 10 mg/kg/día para 
pacientes con afectación del sistema nervioso central.
El fluconazol, el itraconazol y el voriconazol carecen de actividad 
clínica significativa en el tratamiento de las infecciones causadas por 
Mucorales. El posaconazol es también un derivado azólico con acti-
vidad in vitro e in vivo frente a Mucorales, pero la información sobre 
su uso como fármaco de primera línea en el tratamiento de la mucor-
micosis es muy escasa. Se usa, por tanto, como fármaco profiláctico 
o de consolidación de tratamientos antifúngicos realizados con otros
fármacos. Se han descrito episodios «de mucormicosis de brecha» en
pacientes en profilaxis con posaconazol.
Recientemente ha entrado en el mercado el isavuconazol, un azol 
oral e intravenoso con actividad frente a Mucorales y buena toleran-
cia. El estudio VITAL comparó casos de mucormicosis, tratados con 
isavuconazol, con controles no simultáneos de bases de datos interna-
 Mucormicosis. Signo del «pus peludo». Obsérvense 
las hifas algodonosas (asterisco) que crecen directamente sobre el 
propio tejido del paciente.
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CAPÍTULO 276 Criptococosis
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cionales. Los casos tratados con isavuconazol tuvieron una mortalidad 
cruda a los 42 días del 33%, similar al 39% de los controles tratados 
con anfotericina B liposomal.
Las equinocandinas (caspofungina, anidulafungina) no son activas 
primariamente en pacientes con mucormicosis, pero se han utilizado 
en combinación con la anfotericina B, puesto que algún estudio ha 
sugerido que podrían mejorar los resultados que se obtienen con la 
monoterapia con anfotericina B.
El tratamiento combinado con anfotericina B y fármacos como la 
5-flucitosina, la rifampicina o las tetraciclinas en un intento de obtener
un efecto sinérgico no ha demostrado aumentar la probabilidad de
curación.
El deferasirox, un quelante del hierro con un mecanismo de acción 
diferente al de la deferoxamina, que, como se ha comentado previa-
mente, favorece la aparición de la mucormicosis, levantó expectativas 
sobre su eficacia como tratamiento coadyuvante de la mucormicosis. 
Sin embargo, un estudio clínico aleatorizado sobre la eficacia de la 
combinación de anfotericina B con deferasirox en comparación con 
el antifúngico sólo fue desalentador.
El uso de oxígeno hiperbárico es un potencial auxiliar en el trata-
miento de la mucormicosis, especialmente en enfermos diabéticos con 
enfermedad rinocerebral, donde las altas concentraciones de oxígeno 
podrían disminuir el crecimiento del hongo al tiempo que mejorar la 
actividad de los fagocitos. La demostración de la eficacia clínica de este 
tratamiento aguarda a la realización de ensayos clínicos adecuados que 
parecen poco factibles. Otras posibles alternativas terapéuticas, de utilidad 
incierta en el tratamiento de esta infección fúngica, consisten en el uso de 
citocinas, como el interferón-γ o el factor estimulante de crecimiento 
de granulocitos y macrófagos, o de antibióticos, como la colistina.
De manera genérica, la prevención de los factores que facilitan 
su aparición es la mejor manera de prevención de la mucormicosis. 
Adicionalmente, la utilización de la profilaxis con posaconazol en las 
unidades de tratamiento de neoplasias hematológicas ha mostrado 
reducir los casos de mucormicosis en esta población.
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL 
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© 2020. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos
Criptococosis
N. SOPENA GALINDO, M.a L. PEDRO-BOTET MONTOYA 276
ETIOLOGÍA
La criptococosis es una micosis sistémica de distribución mundial, 
causada habitualmente por Cryptococcus neoformans, que afecta 
generalmente a individuos inmunodeprimidos. El género Crypto-
coccus incluye más de 30 especies, aunque C. neoformans y, con 
menor frecuencia, C. gattii causan infecciones en el ser humano. 
Es un hongo levaduriforme, que aparece rodeado de una cápsula 
polisacárida en los tejidos y en los medios de cultivo bacteriológicos 
y micológicos. Sobre la base de los determinantes antigénicos del 
polisacárido capsular y de diferencias genéticas, se distinguen cuatro 
serotipos, dos especies y dos variedades: C. neoformans variedad 
grubii (serotipo A), C. neoformans variedad neoformans (serotipos 
D) y C. gattii (serotipos B y C).
EPIDEMIOLOGÍA Y PATOGENIA
Existen diferencias importantes en la ecología de las variedades grubii 
y neoformans respecto de C. gattii y de C. neoformans. Las variedades 
neoformans y grubii son saprófitos de la naturaleza de distribución 
universal y se aíslan a partir de los excrementos secos de las aves. Sin 
embargo, es probable que su nicho ecológico sean los vegetales en 
descomposición y la madera de ciertos árboles en áreas frecuentadas 
por pájaros, especialmente palomas y pollos, que ingerirían vegetación 
contaminada. La variedad grubii es la más común en zonas templadas 
como Europa y EE. UU. Por el contrario, C. gattii no se ha podido ais-
lar en los pájaros y procede de ciertas especies de eucaliptos que crecen 
fundamentalmente en regiones tropicales y subtropicales (Australia, 
sur de California, Brasil, Hawái, sudeste asiático y África central) y 
de otros árboles, como abetos, arces y robles, como sugiere el brote 
de criptococosis que se describió en la isla de Vancouver (Canadá). 
Sin embargo, la descripción de clusters causados por esta especie en 
el noroeste de Norteamérica muestra un cambio en la epidemiologia 
de esta especie.
La importancia de las distintas especies y variedades de cripto-
coco varía en función de la localización geográfica y de la enferme-
dad subyacente del paciente. Así, hasta el inicio del sida, la variedad 
más prevalente era la neoformans, mientras que en infectados por el 
HIV prevalece la variedad grubii, y en inmunocompetentes, C. gattii, 
que, debido a las mejoras indiscutibles en su identificación, se aísla de 
forma creciente también en inmunodeprimidos.
El mecanismo de infección humana por criptococo no está 
claro, y se baraja la inhalación de aerosoles originados en los excre-
mentos de las palomas o en los eucaliptos y la ingesta de vegetales 
contaminados por este hongo. Se ha descrito la transmisión entre 
individuos a través de órganos trasplantados, y se han comunicado 
casos de infección nosocomial y de transmisión maternofetal. No se 
conoce ningún caso de contagio a partir de animales enfermos. De 
forma excepcional, la infección se transmite por punción accidental 
y ocasiona una enfermedad cutánea localizada. Los principales 
factores de virulencia son la cápsula, la producción de melanina y 
la capacidad de crecer a temperaturas elevadas en el cuerpo de los 
mamíferos.
La inhalación del hongo se sigue habitualmente de una infec-
ción pulmonar asintomática que puede permanecer latente mien-
tras la inmunidad se mantenga íntegra. Sin embargo, según el 
tamaño del inóculo, de la virulencia de la cepa y, especialmente, 
de la situación inmunológica del huésped, la infección pulmonar 
puede ser sintomática y diseminarse por vía hematógena al sis-
tema nervioso central o a cualquier otro órgano. El período de 
incubación no se conoce.
La mayoría de las infecciones sintomáticas se producen en 
pacientes con alguna enfermedad que altera la inmunidad celular. 
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