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Popper - Profecía y Predicción Resumido

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Predicción y profecía en las ciencias sociales. Karl Popper
Mi propósito es criticar la doctrina de que la tarea de las ciencias sociales es formular profecías históricas y que las profecías históricas se necesitan para conducir la política de modo racional. Llamare a esta doctrina “historicismo”.
Las tesis del historicismo tienen actualidad hoy en día porque forman una parte muy importante del “socialismo científico” o “marxismo”. He resuelto hablar como si el marxismo fuese el único o el principal blanco de mi ataque, pero recuerden que cada vez que nombre al marxismo tendré presente también una serie de otras filosofías de la historia; pues intentare criticar un cierto método histórico que han creído valido muchos filósofos antiguos y modernos, cuyas opiniones políticas diferían mucho de las de Marx.
Uno de los puntos en que simpatizo con los marxistas es su insistencia en que los problemas sociales de nuestro tiempo son urgentes y que los filósofos deben encararlos; en que no debemos darnos por satisfechos con interpretar el mundo, sino que debemos ayudar a cambiarlo.
Algunos marxistas insisten en que, los problemas son demasiado urgentes para proseguir la contemplación y que debemos tomar partido en el acto. Pero si podemos realmente aportar algo como filósofos, entonces, por cierto, debemos rechazar el que nos empujen a aceptar ciegamente soluciones ya hechas, por grande que sea la urgencia del momento; como filósofos no podemos hacer nada mejor que someter a una crítica racional los problemas que nos confrontan y las soluciones patrocinadas por los distintos partidos; abordar los problemas equipado con las armas de un “crítico de los métodos”.
Hay muchos racionalistas como yo que son marxistas. Les atraen al marxismo sus pretensiones de que a) es una ciencia, b) es progresista, y c) adopta los métodos de predicción que practican las ciencias naturales. Por cierto, todo depende de esta última pretensión. Intentare probar, pues, que ella no se justifica. 
Las ideas centrales del método historicista, y especialmente del marxismo, son:
a) La idea fundamental de que debiera ser posible predecir las revoluciones igual que es posible predecir eclipses de sol.
b) La tarea de las ciencias sociales es fundamentalmente la misma que la de las ciencias naturales: hacer predicciones, en especial, predicciones históricas, es decir, predicciones sobre el desarrollo social y político de la humanidad. 
c) Atenuar los “dolores del parto” inevitablemente ligados a los sucesos políticos que se ha predicho que van a ocurrir. 
A mi entender, de estas ideas, surgen 2 doctrinas, la doctrina historicista de las ciencias sociales y la doctrina historicista de la política. Ambas doctrinas pueden considerarse como partes del historicismo: la concepción que la historia de la humanidad tiene una trama o argumento y, que si logramos desenmarañar esa trama tenemos en la mano la llave del futuro. 
He calificado estas doctrinas como marxistas, pero no son peculiares del marxismo. Por el contrario, se cuentan entre las doctrinas más antiguas del mundo. Esta idea milenaria halló un respaldo en el hecho de que las profecías de eclipses y de los movimientos planetarios tuvieron éxito. La estrecha vinculación entre la doctrina historicista y el conocimiento astronómico se manifiesta claramente en las ideas y prácticas de la astrología.
La doctrina historicista de que la tarea de las ciencias sociales consiste en predecir acontecimientos históricos es, en mi opinión, insostenible. Hacemos un claro distingo entre lo que llamare predicción científica por un lado y profecías históricas incondicionales, por otro. El historicismo no hace este importante distingo.
A veces es posible derivar predicciones científicas incondicionales de estas predicciones científicas condicionales, unidas a asertos históricos que aseveran que las condiciones señaladas se cumplen.
El historicista de hecho no deriva sus profecías históricas de predicciones científicas condicionales, y no podría hacerlo, por cuanto solo es posible derivar profecías a largo plazo de predicciones científicas condicionales cuando se aplican a sistemas que puedan considerarse bien aislados, estacionarios y repetitivos. Fuera del caso muy excepcional del sistema solar, los sistemas recurrentes o cíclicos se conocen especialmente en el campo de la biología.
No es posible, pues, hallar ejemplos como estos en ninguna base para la tesis de que podemos aplicar a la historia humana el método de profecía incondicional a largo plazo. La idea de una ley que determina la dirección y el carácter de la evolución es un error típico del siglo XIX, surgido de la tendencia general a atribuir a la “Ley Natural” las funciones tradicionalmente atribuidas a Dios. 
Al darse cuenta de que las ciencias sociales no pueden predecir el desarrollo histórico futuro, algunos escritores modernos han llegado a renegar de la razón, abogando por el irracionalismo político. Solo quienes no distinguen entre la predicción ordinaria y la profecía histórica, en otras palabras, solo los historicistas llegaran verosímilmente a estas conclusiones desesperadas.
¿Cuál es pues la tarea de las ciencias sociales y de qué manera pueden ser útiles?
Me referiré brevemente a dos teorías ingenuas de la sociedad de que es menester deshacerse antes de que podamos entender la función de las ciencias sociales. 
La primera es la teoría de que las ciencias sociales estudian la conducta de “todos sociales”. Esta concepción debe rechazarse por ingenua. Pasa completamente por alto el hecho de que estos asi llamados todos sociales son en buena medida postulados de teorias sociales populares y no objetos empíricos; y que, si bien existen, reconocidamente, objetos empíricos tales como la muchedumbre aquí reunida, es perfectamente falso que nombres como “la clase media” representen tales grupos empíricos.
La segunda y mas importante es la teoría conspiratoria de la sociedad. Es la opinión de que todo lo que ocurre en la sociedad es el fruto de un plan deliberado de algunos individuos o grupos poderosos. Contra la teoría conspiratoria de la sociedad no pretendo sostener, por cierto, que nunca hay conspiraciones. Pero sostengo dos cosas: que no son muy frecuentes y que no cambian el carácter de la ciencia social. Además, muy rara vez tienen éxito. 
La tarea principal de las ciencias sociales teóricas consiste en averiguar las repercusiones no intencionales de las acciones humanas intencionales.
No todas las consecuencias de nuestras acciones son intencionales; según esto, la teoría conspiratoria de la sociedad no puede ser verdadera, pues se reduce a la aseveración de que todos los hechos, incluso aquellos que a primera vista no parecen ser la intención de nadie, son los resultados intencionales de los actos de personas interesadas en esos resultados. Karl Marx fue uno de los primeros en destacar la importancia para las ciencias sociales de esas consecuencias no intencionales. Esta concepción de Marx ha sido abandonada y una Teoria Conspiratoria Marxista vulgar la ha sustituido en buena parte. Es una degradación: una caída de Marx a Goebbels. 
Las ciencias sociales tienen importancia práctica. No nos permiten hacer profecías históricas, pero nos dan una idea de lo que se puede y no se puede hacer en el terreno político.
La eliminación de la doctrina historicista destruye completamente el marxismo en lo que concierne a sus pretensiones científicas. Pero no basta para destruir sus tesis mas técnicas o políticas, a saber, que solo una revolución social, una refundición completa de nuestro sistema social, puede producir condiciones sociales apropiadas para la vida humana. Pero estoy convencido de que estos propósitos no pueden realizarse con métodos revolucionarios. Por el contrario, estoy convencido de que los métodos revolucionarios solo pueden empeorar las cosas. No hay ninguna razón para que una sociedad cuyo sistema tradiciconal de valores ha sido destruido vaya a transformarse espontáneamente, en una sociedad mejor. La opinion marxista,es decir, la opinión de que la revolución social conducirá a un mundo mejor, solo es comprensible si adoptamos las presuposiciones historicistas del marxismo.
Muchos creen que la tarea de la revolución consistirá en librarnos de la conspiración capitalista y, con ella, de la oposición a la reforma social; pero esa opinión es insostenible, aunque supongamos por un instante que tal conspiración existe. Pues una revolución es capaz de reemplazar los antiguos amor por otros nuevos y nadie garantiza que serán mejores. La teoría de la revolución pasa por alto el aspecto mas importante de la vida social, a saber, que lo que necesitamos no son tanto buenas personas como buenas instituciones. 
Hay solo dos clases de instituciones gubernativas: las que prevén un modo de cambiar el gobierno sin derramamiento de sangre y las que no lo prevén. Prefiero llamar “democracia” al gobierno que puede ser depuesto sin violencia, y “tiranía” al otro. 
A los marxistas se les ha enseñado a pensar no en términos de instituciones, sino de clases. Pero las clases nunca gobiernan, como tampoco las naciones. Los que gobiernan son siempre determinadas personas. Y cualquiera que fuese la clase a que pertenecieron originalmente, una vez que están en el gobierno pertenecen a la clase gobernante. 
Los marxistas de hoy no piensas en términos de instituciones; depositan su fe en ciertas personalidades, o quizás en el hecho de que ciertas personas fueron alguna vez proletarios; los racionalistas, en cambio, se inclinan más a confiar en las instituciones para controlar a los hombres. Tal es la principal diferencia.
En una democracia, los gobernantes se verán compelidos, bajo la amenaza de remoción, a hacer lo que la opinión publica quiere que hagan. Y la opinión publica es algo que todos, y especialmente los filósofos, pueden influir. En las democracias, las ideas de los filósofos han influido a menudo el desarrollo futuro, aunque con un retardo considerable. 
Creo que los filósofos debieran seguir debatiendo las metas apropiadas de la política social a la luz de la experiencia de los últimos 50 años. Debieran reflexionar sobre las cuestiones eticas y políticas tan fundamentales y difíciles que suscita el hecho de que la libertad política es imposible sin un principio de igualdad ante la ley; que, como la libertad absoluta es imposible. La búsqueda de la igualdad, por sí misma, es sumamente deseable, puede convertirse en una amenaza a la libertad. 
Debieran, asímismo, considerar el hecho de que el principio utilitario de la felicidad máxima puede fácilmente invocarse como excusa para una dictadura paternal, y la propuesta de que lo remplacemos por un principio mas modesto y mas realista: el principio de que la lucha contra la miseria evitable debe constituir una meta reconocida de la política pública.
Este utilitarismo modificado podría llevar, me parece, mucho más fácilmente a un acuerdo en materia de reforma social. Propongamonos la tarea de infundia en la opinión publica la sencilla idea de que es prudente combatir los males sociales más urgentes y efectivos uno por uno, aquí y ahora, en vez de sacrificar generaciones enteras a un bien máximo remoto y tal vez irrealizable para siempre. 
La revolución historicista, como la mayoría de las revoluciones intelectuales, parece haber tenido escaso efecto sobre la estructura básicamente teista y autoritaria del pensamiento europeo. 
El determinismo teológico fue sustituido por un determinismo naturalista; esto es, la omnipotencia y omnisciencia de Dios por la omnipotencia de la Naturaleza y la omnisciencia de la Ciencia. Hegel y Marx reemplazaron a su vez a la diosa Naturaleza por la diosa Historia, y la omnipotencia del determinismo histórico. Tal es la divinización de la historia que combato.
Pero la secuencia Dios-Naturaleza-Historia, y la sucesión de las religiones secularizadas correspondientes, no terminan aquí. El descubrimiento historicista de que todas los normas son al fin y al cabo solo hechos históricos, lleva a la divinización de los Hechos y, con ello, a las religiones secularizadas de las Naciones y de las Clases, y del existencialismo, positivismo y conductismo. Como la conducta humana incluye la conducta verbal, nos vemos llevados a la divinización de los Hechos del Lenguaje. La invocación de la autoridad lógica y moral de estos Hechos parece ser la sabiduría definitiva de la filosofía de nuestro tiempo.

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