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Módulo 1 
Filosofía Antigua 
 
 
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Platón. Ética, política y 
metafísica 
Platón nació en Atenas en el seno de una familia aristocrática. Fue discípulo 
de Sócrates y maestro de Aristóteles. Se interesó en su juventud por la 
poesía y la política. Deja la política y se dedica al estudio de la filosofía. 
Funda la Academia, institución dedicada a la enseñanza y muere en Atenas 
ya en su vejez. 
Los antecedentes históricos del pensamiento platónico pueden remontarse 
casi hasta el origen de la filosofía griega. Su concepción es una síntesis de la 
especulación filosófica anterior: Todos los problemas que los antiguos 
filósofos se habían planteado con respecto a la naturaleza y el hombre 
encuentran su culminación en ella. Sin embargo su filosofía no es una 
conclusión definitiva, es decir, un sistema cerrado en el que se le de una 
respuesta concluyente a todas las cuestiones filosóficas. Antes bien, la 
doctrina platónica tiene la virtud de plantear los problemas de tal modo 
que las mismas respuestas se constituyen a la vez en problemas que exigen 
nuevas y ulteriores reflexiones. 
Entre las influencias más notables recibidas por Platón debemos destacar la 
de Sócrates, su maestro; la de los pitagóricos, con cuyas doctrinas 
simpatizaba, y las de Heraclito y Parmenides. De este último toma la idea 
de que hay una realidad aparente: la que nos muestran los sentidos y cuyo 
modo de conocimiento es la opinión; y otra verdadera, que puede ser 
aprehendida por la inteligencia y cuyo modo de conocimiento es la ciencia 
o episteme. De Heráclito recoge, aunque negativamente, su concepción del 
devenir, que rechaza porque considera que no puede ser objeto de 
conocimiento. Los pitagóricos ejercen una influencia considerable en su 
doctrina. Recibe de ellos la creencia en la transmigración de las almas -en la 
que fundamentara su teoría del conocimiento- y la idea de la 
substancialidad de los números, que cumplirá un importante rol en su 
ontología (teoría de la real). De Sócrates, su maestro, eI personaje principal 
en casi todos sus diálogos, asimila la necesidad de investigar lo universal, el 
concepto, o sea, la idea esencial de las cosas. Platón, como lo veremos 
luego, sitúa, por así decirlo, estas ideas en un mundo ideal cuyas 
características son similares a las del Ser de Parménides y a los números de 
los pitagóricos. Las ideas no son en el Mundo Ideal tan solo conceptos 
mentales de validez universal - como lo eran para Sócrates -, sino entes 
 
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reales capaces de subsistir por sí mismos, independientes de la mente que 
las piensa. 
El método dialéctico, específico del sistema platónico, tiene su origen en 
distintas vertientes. Como "arte, dialéctico" (dialectiketekné) proviene de 
los sofistas y Sócrates (en tal sentido se lo puede definir como una 
confrontación dialogal (discusión) entre dos interlocutores); y en tanto que 
argumentación dialéctica (llamada también por reducción al absurdo) tiene 
su origen en Parménides y en su discípulo Zenón de Elea. En esta clase de 
argumentación no es necesaria la intervención de dos interlocutores, 
porque "lo dialéctico" se encuentra dentro del mismo argumento. Este tipo 
de razonamiento consiste en suponer 1o que ocurriría si una proposición 
dada, considerada verdadera, fuese negada. Platón recurre, en muchos de 
sus diálogos, a este modo de argumentación. 
Platón considera que la realidad son las de las ideas. Estas se encuentran 
en un mundo ideal separado del mundo sensible. ¿Cómo es posible 
conocer ese mundo inteligible constituido por ideas? Ideas que son reales 
porque no se corrompen y permanecen inalterables por el resto de la 
eternidad. ¿Acaso es posible acceder a una realidad separada del mundo 
sensible en que vivimos por algún medio? Platón responde 
afirmativamente, porque nuestra alma, que ha existido en ese mundo 
antes de entrar en el cuerpo, puede, correctamente educada, recordar lo 
que vio en él. "...yo he oído decir que el alma -dice Sócrates en el "Menón"-
, siendo inmortal, ya habiendo nacido muchas veces y visto las cosas de allá 
arriba y las de aquí abajo, todo en suma, nada hay que no haya aprendido. 
Por lo que es asombroso que pueda recordar lo que ya conocía" (Menón, 
XIV-XV, 81,82). 
El alma conoce cuando recuerda lo que vio en el mundo de la verdad. 
Platón llama reminiscencia(o anamnesis) al recuerdo que tienen los 
hombres de la vida anterior, en la que contemplaban directamente las 
ideas. Las cosas de este mundo (sensible) son las sombras de aquellas, pero 
operan como estímulos que despiertan en nosotros el recuerdo de los 
modelos ideales de los que son copias. 
El conocimiento de las ideas es el verdadero saber, puesto que sólo pude 
de haber conocimiento de lo universal y necesario. La ciencia (episteme) es 
el conocimiento que tenemos del mundo inteligible. Platón destaca dos 
aspectos muy importantes al respecto: Por una parte está el conocimiento 
discursivo (dianoético), que consiste en razonar a partir de las figuras 
visibles (o imágenes geométricas) estableciendo relaciones entre ellas con 
el objeto de llegar a lo inteligible. 
Por encima de éste está la intuición intelectual o nóesis, que es el que le 
permite al alma (intuir) las ideas directamente. Esta es la forma superior de 
 
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conocimiento, el que constituye la verdadera episteme. El conocimiento de 
las cosas sensibles, en cambio, no es más que opinión (doxa), y está basado 
en las conjeturas o en la imaginación (eikasía), o en la fe (pistis). Los 
filósofos se diferencian de los que no lo son porque conocen las esencias, o 
sea las ideas, que es el verdadero saber. 
En la alegoría de la caverna (que Platón relata en la "República") se 
compara a los que están prisioneros dentro de ella con los hombres que 
viven en este mundo, esclavos de los sentidos y el cuerpo; y al sabio con 
aquellos que logra liberarse de las cadenas que los sujetan a este mundo y 
logran salir a la superficie donde pueden contemplar la luz del sol. Esta 
alegoría suele interpretarse de varios modos. Los que están el caverna y de 
espaldas a la entrada de la misma ven proyectarse sobre la pared opuesta 
la sombra de las cosas iluminadas por detrás por la luz solar. Creen que las 
sombras que ven sobre la pared son las cosas reales y en función de esa 
creencia ilusoria organizan sus vidas. Viven engañados porque no conocen 
la verdadera realidad, la que está afuera. Cuando uno de ellos logra 
liberarse y sale al mundo exterior al principio se ve deslumbrado por la luz 
del sol. Al principio se siente perdido y confundido, pero poco a poco se va 
acostumbrando a la luz solar y comienza a ver las cosas tal cual son: las 
ideas. 
En el mundo iluminado por el sol están los que alcanzan la sabiduría que no 
son otros que los que consiguen liberarse del mundo de las sombras y la 
ilusión por medio del conocimiento. La idea más importante del mundo 
inteligible es la idea de Bien, que es el sol del mundo inteligible. 
Cuando uno de los que ha conseguido liberarse retorna al interior de la 
caverna con la intención de enseñar los demás lo que ha visto corre un 
gran riesgo. Puede suceder que lo tomen por loco y se rían de él o algo más 
grave: que lo maten. Esto es lo que sucedió con Sócrates cuando intentó 
hacerles ver la verdad a los atenienses. Pues Sócrates intentó hacerles 
comprender a los atenienses que la verdad era universal y que las leyes del 
estado que se apoyaban en esas verdades universales estaban por encima 
de la voluntad de cualquier gobernante, por más poderoso que fuera. Con 
esto intentó superar el relativismo de los sofistas que a partir de la 
relatividad de la verdad infirieron la relatividad de las leyes del estado. 
 
 
Sócrates puso las leyes por encima del capricho de los gobernantes de 
turno. Cuando se lo acusó de corromper a la juventud se defendió diciendo 
que no solo no había corrompido a los jóvenes sino que había contribuido 
en su educación. Entonces le exigió al estado ateniense unapensión para el 
 
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resto de su vida por los servicios que había prestado. Sus jueces, que era la 
asamblea del estado, lo condenaron a muerte. 
Ya en la prisión se dispuso a beber la cicuta, el veneno que ingerían los 
condenados a muerte. Pero ni sus amigos ni sus enemigos querían que 
Sócrates muriera. Los que lo condenaron pensaron que Sócrates terminaría 
por huir y de esa manera evitaría la pena. Los amigos le propusieron el 
exilio, a lo que se negó aduciendo que no podría vivir lejos de ellos y menos 
en otra ciudad que no fuese Atenas. 
La actitud ejemplar de Sócrates responde una posición ética coherente: no 
podía borrar con el codo lo que había escrito con la mano. Durante toda su 
vida había defendido la verdad. También había bregado por un estado con 
leyes justas e iguales para todos. No podía ser él mismo una excepción a la 
regla. Había sido condenado a muerte por la Asamblea del pueblo, cuya 
palabra tenía fuerza de ley, por lo tanto debía aceptar la pena. 
Sócrates con esta actitud se convierte en un defensor del derecho positivo. 
Pues la ley que emana de la Asamblea, que es soberana, es una ley 
positiva, aunque no escrita, y para Sócrates está por encima de cualquier 
otro derecho. 
La Metafísica (ontología) 
Preguntarse ¿"Que es la realidad?", cuando se estudia a Platón, es lo 
mismo que preguntarse ¿qué son las ideas?, porque las ideas son la 
realidad. 
Las cosas del mundo sensible son una copia de aquellas. Estas copias han 
sido modeladas por un Demiurgo (Dios) que ha tomado por arquetipos a 
las ideas. Estas son los modelos que le permiten a ese Demiurgo dar forma 
a la materia, que es el constitutivo básico del mundo sensible. 
Pero ¿qué relación - aparte de la que establece el Demiurgo- hay entre las 
cosas sensibles y las ideas de las que han sido copiadas? En primer lugar, 
las cosas son como imitaciones de las ideas. En segundo lugar, podemos 
decir, que las ideas están presentes en las cosas, o, si se prefiere, que éstas 
participan de aquellas. Sin embargo, como esto último implicaría que las 
ideas, al ser participadas, se dividirían en partes (lo que va en contra de su 
unidad y permanencia en el mundo inteligible), Platón acaba por decir que 
la participación no es más que imitación y la presencia tan solo semejanza. 
De todos modos, trátese ya de participación o de imitación, lo cierto es que 
la relación entre las ideas y las cosas (y entre las ideas mismas), genera una 
serie de problemas más o menos complicados. El primero de ellos es el 
siguiente: ¿todas las cosas de este mundo, incluidas las despreciables y 
viles, tienen un modelo eterno y divino en el mundo inteligible?. La 
 
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respuesta de Platón es incierta al respecto, pero, no obstante, el problema 
queda planteado. La segunda cuestión - no menos ardua que la primera- 
surge del análisis de la relación y conexión entre la multiplicidad de ideas 
existentes, que se refleja en nuestro pensamiento cuando establecemos 
conexiones entre ellas. 
Esto lleva a Platón a una revisión crítica de su sistema. Pues las conexiones 
entre las ideas implican el movimiento; pero el mundo ideal - como lo 
hemos visto- tendría que ser inmóvil. Platón ha sostenido esto en la 
primera fase de su pensamiento. Sin embargo, frente al problema acaba 
por afirmar que las ideas, así como el alma que las contempla, poseen vida 
y movimiento. Esto no quiere decir que las ideas puedan comunicarse 
todas con todas. Hay ideas que son incompatibles entre sí, como es el caso 
de los opuestos (frío - caliente); pero hay otras, como las de ser, uno, todo, 
que cumplen una función de enlace. 
La ciencia capaz de establecer correctamente los enlaces y conexiones 
entre las ideas es la dialéctica. Gracias a su concurso podemos saber cuáles 
unen y cuales desunen, y cuáles son las ideas de especies superiores y cual 
la idea suprema entre todas. 
Para Platón las ideas más importantes son cinco: ser, reposo, movimiento, 
idéntico y distinto. La idea suprema es el Bien, al que llama Sol del mundo 
inteligible, que impregna a todas las otras, así como el sol del mundo 
sensible ilumina las cosas, comunicándoles ser y verdad a lo conocido. 
En su última etapa Platón identifica las ideas con los números, como lo 
hacían los pitagóricos. Estos números son inteligibles, no sensibles o 
imaginab1es, y la idea de Uno llega a confundirse con la de Bien. A esta 
idea suprema Platón la llama, también, "Tópantelósón", o ser total y 
también el ser perfecto. 
Antropología y ética 
En Platón la antropología (ciencia del hombre) está estrechamente ligada 
con la ética (estudio de las nociones de acto moral, deber, responsabilidad, 
libertad, bien moral, etc.). Es difícil establecer un límite preciso entre 
ambas disciplinas. Para comprender dichos límites es necesario un 
conocimiento somero sobre amabas. Provisoriamente se puede decir que 
mientras la antropología estudia al hombre tal cual es, es decir en su 
esencia; la ética se ocupa del deber ser, o sea que considera al hombre en 
función de su perfección posible como ser humano. 
Para Platón el alma es la esencia del hombre. Esto quiere decir que el 
hombre es, en última instancia, su propia alma. Su origen es divino, ya que 
ha existido antes en el mundo inteligible, y su naturaleza es semejante a la 
 
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de las ideas, a las que ha contemplado directamente antes de entrar en el 
cuerpo. Precisamente por esto es capaz de conocer; pues recuerda 1o que 
ha visto (reminiscencia) en su vida anterior. De lo dicho se infiere que es 
inmortal; el hecho de que pueda recordar lo que vio es una prueba de ello. 
"Aprender- dice Platón- no es sino recordar, pues es preciso haber 
aprendido antes lo que se recuerda en el presente. Y ello no sería posible, 
si nuestra alma no hubiese vivido en otro lugar, antes de que hubiese 
entrado en esta forma de hombre; por esta razón, se hace evidente que el 
alma es algo inmortal" (Fedón, 7III, n ,3). Pero esta prueba que nos da 
Platón solo sirve para demostrar la preexistencia del alma y no su 
supervivencia después de esta vida. ¿Cómo se prueba esto? Por la 
identidad de naturaleza del alma con las ideas. Estas son simples, 
inmutables y eternas, lo mismo que el alma, que también 
es simple y, por lo tanto, incorruptible, ya que todos los compuestos 
pueden disolverse en sus partes, como sucede, por ejemplo, con las cosas 
del mundo sensible. Por eso nuestro cuerpo es corruptible y mortal, 
mientras que nuestra alma subsiste aún después de la muerte puesto que 
lo simple no puede corromperse y morir. Además el alma participa de la 
idea de vida y es incompatible con su contrario: la muerte. También es 
principio de movimiento, y, en tal sentido, también es inmortal, porque es 
inmortal lo que se mueve siempre. Pero si una cosa mueve a otra, y es 
movida por otra, en aquella hay cesación de movimiento y también 
cesación de vida. 
Entonces, “únicamente, lo que se mueve de por sí, (...) no cesa jamás de 
moverse, sino que es fuente y principio de todas las cosas que se mueven. 
Y como principio no es engendrado (...) y por ello es incorruptible 
también... y si verdaderamente es así, que lo que se mueve a sí mismo no 
es otra cosa sino el alma, el alma sería, necesariamente, sin nacimiento e 
inmortal" (Fedro, IV, 245,6). y nada puede destruirla; ni siquiera su propio 
mal, como serían el error, la injusticia y la ignorancia. En todo caso si peca, 
debe pagar una pena, y esa pena por sus faltas es la reencarnación. Por eso 
las almas puras viven eternamente en el mundo ideal, mientras que las 
impuras deben transmigrar de unos cuerpos a otros para purificarse. 
Pero cómo es posible que siendo de naturaleza divina el alma pueda pecar. 
Platón, no sin contradecirse (en lo que hace a la simplicidad del alma), 
responde con la teoría de las tres facultades. Estas facultades son la razón, 
la pasión y el apetito. A cada una de ellas le corresponde un modo o tipo de 
alma. Así está el alma racional (alma de la cabeza), que esla que domina y 
gobierna por medio del conocimiento y la ciencia; el alma pasional (o alma 
del pecho), sede de las virtudes guerreras, que no siempre se deja dominar 
por el alma racional y que, a veces, se deja engañar por la opinión, 
incurriendo de este modo en el error; y, finalmente, está el alma 
concupiscible o apetitiva (alma del vientre) que está sujeta a las 
 
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sensaciones y los deseos sensibles. La relación entre las tres almas Platón 
las explica relatando el mito del cochero y el carro alado. El susodicho carro 
es tirado por dos caballos, uno blanco y otro negro. El primero representa 
al alma pasional, y es más dócil que el negro, que simboliza el alma 
apetitiva. El cochero es el alma racional, que gobierna y dirige los caballos. 
El pecado se produce cuando el caballo negro, más rebelde e indomable 
que el otro, arrastra consigo al cochero y a su compañero para satisfacer 
sus apetitos. Los dos caballos re presentan las pasiones del cuerpo, 
pasiones de las que alma racional aspira liberarse. Logra esto no por el 
suicidio, puesto que la violencia contra nosotros mismos no nos puede 
purificar, sino por medio del amor y la virtud. 
La virtud es el esfuerzo que realiza el alma por purificarse. Es una y múltiple 
también, porque son tres las partes del alma. De tal manera que la virtud 
del alma racional no es la misma que la del alma pasional ni de la 
concupiscible. La virtud de la primera es la sabiduría, el valor o el coraje la 
de la segunda, y la temperancia corresponde a la tercera. Las tres virtudes 
se equilibran mutuamente, y las tres partes del alma deben convivir en 
armonía, de lo contrario ninguna de las virtudes puede realizarse. 
La falta de armonía es la consecuencia de la rebelión y la insubordinación 
de las almas inferiores, y es necesario el cultivo de una cuarta virtud, la 
justicia para que reine la armonía entre todas. Esta armonía implica la 
tranquilidad y la felicidad de quien la posee; todo lo contrario sucede con 
quien practica la injusticia, que es causa de la infelicidad e intranquilidad... 
Platón afirma que para evitar que la injusticia predomine sobre la justicia 
es necesario esforzarse. El hombre debe tratar de alcanzar la espiritualidad 
pura, y para ello debe amar; pero no amar cualquier cosa del mundo 
sensible, sino las cosas bellas, y luego buscar en ellas la belleza que les es 
común con otras y también amarla. Esto nos permitirá ver la belleza de las 
ideas, de la cual las cosas bellas participan y así, ascendiendo de un grado a 
otro llegaremos a la contemplación de la belleza en sí, absoluta y eterna. 
Este ascenso, por medio del amor y el esfuerzo es lo que le permitirá al 
alma purificarse. La virtud, entonces, es una lucha y una meta a la que 
aspira el alma. Para alcanzarla será necesario conocer, es decir, contemplar 
las ideas del mundo suprasensible; pero también es necesario querer, o 
sea, conquistarla por el esfuerzo de nuestra voluntad. 
 
 
La política 
 
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La política de Platón está estrechamente ligada a su antropología y a su 
ética. La idea que tiene del estado o república se corresponde con la 
estructura del hombre. La concepción del estado es elitista. Este está 
dividido en clases o estratos sociales; cada uno de los cuales se 
corresponde, paralelamente, con cada una de las almas y sus virtudes 
específicas. La función primordial del estado es educar y procurar el mayor 
bien para cada uno de sus ciudadanos. En este sentido el estado aparece 
investido de una tarea ética, que es lograr la elevación moral de los 
ciudadanos. Para esto se debe mantener en su seno el mismo un orden 
jerárquico que es necesario en el alma individual. La clase superior es la de 
los que dirigen, o sea los filósofos cuya virtud es la sabiduría; le siguen los 
guerreros cuya virtud es el coraje; finalmente están los artesanos a los que 
les corresponde la virtud de la templanza. Si cada una de estas clases 
cumple con la función que le es propia y ninguna de ellas se subleva contra 
la que es superior en jerarquía, imperará la justicia, virtud esta que les 
confiere unidad a todas las otras y que es común a ellas.

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