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CAPÍTULO III - MONTESQUIEU
Charles-Louis de Secondat, señor de La Brède, barón de Montesquieu (1689-1755) fue el hijo mayor de una familia que aunaba nobleza de toga y de espada, en una época en que el Parlamento inglés imponía la monarquía constitucional en Inglaterra (Bill of Rights, 1689), mientras Francia sufría el poder absoluto de Luis XIV (1638-1715). Recibe una enseñanza moderna y liberal, y estudia derecho en París, hasta que en 1714 fallece su padre, del que hereda una magistratura en el Parlamento de Burdeos, y en 1716 su tío, el barón de Montesquieu, del que también hereda su presidencia, alternando sus funciones de magistrado con su interés por los estudios y experimentos científicos, elaborando numerosas Memorias sobre ciencias naturales, ciencias físicas y medicina.
En “Cartas Persas” (1721) realiza, bajo la ficción de unos persas que viajan a Europa y se asientan en París, una dura crítica a la sociedad de la época, alcanzando gran éxito. En 1727 ingresa en la Academia Francesa, y entre 1729-32 recorre Alemania, Italia e Inglaterra, siendo elegido miembro de la prestigiosa Royal Society. Tras publicar numerosos ensayos de diversa índole, publica por fin “El espíritu de las leyes” (1748), del que se agotaron 22 ediciones en poco más de un año. Para responder a las críticas de jansenistas y jesuitas, redacta una “Defensa del Espíritu de las Leyes” (1750); sin embargo, ello no evitó que la Iglesia lo incluyese en el Índice de libros prohibidos.
Definir a Montesquieu como precursor de la Sociología es en base a dos aportaciones fundamentales al estudio científico de las sociedades humanas. En primer lugar, acomete la tarea de describir la realidad social según un método analítico y “positivo” que no se detiene en la pura descripción empirista de hechos, sino que intenta reducir la multiplicidad de datos de la realidad social a cierto número de tipos o modelos sociales, los cuales no dependen de la conciencia del hombre individual, sino que están vinculados a la propia morfología de la sociedad. En segundo lugar, afirma que bajo la aparente diversidad de los hechos sociales existe un orden o causalidad profunda, es decir, que existe una relación de elementos causales (físicos, sociales, políticos y morales) cuya comprensión hará posible su interpretación racional. En definitiva, la “revolución sociológica” de Montesquieu supone la aplicación al mundo social de la idea de regularidad que las ciencias físicas suponían al mundo natural, buscando establecer pautas científicas de orden y racionalidad al aparente caos de la conducta humana.
El origen de la sociedad, leyes naturales y positivas.
El modelo de conocimiento que se impone en el siglo XVIII es el modelo de la física, según el cual el universo físico es como una compleja maquinaria: no interesa saber sus “qués” (cuál fue su causa primera, cuál sea su esencia), sino sus “cómos” (cómo funciona, cómo interrelacionan sus elementos entre sí). Dicho sistema de conocimiento científico no depende del azar o la revelación divina, sino del trabajo metódico basado en la razón humana. Ello requiere una imagen estática del universo, fundada en la creencia apriorística en un orden racional e inmutable cuya permanencia permita su inteligibilidad, es decir, el descubrimiento de unas “leyes” que se repitan regularmente; sólo bajo dicho supuesto pudo establecerse el criterio del experimento como criterio decisivo de verdad.
Sin embargo, una cosa era aceptar que el orden y armonía presidían el mundo natural, y otra trasladar ese criterio al mundo humano, donde la pasión, desmesura, violencia y caos parecían regir la vida del hombre en sociedad. Ese fue el primer paso de Montesquieu: establecer como objetivo científico el estudio de la vida social, y aplicar el método científico al hombre en sociedad, afirmando tanto la existencia de regularidad en las leyes humanas como la racionalidad en la conducta aparentemente caótica de los hombres. Ese fue el primer paso para un conocimiento sociológico de relaciones e instituciones sociales. Además, el mundo natural y el mundo humano están interrelacionados, y el propio hombre muestra ese dualismo: por un lado, en tanto ente físico, está sometido a la regularidad de las leyes naturales; por otro, en tanto ente pensante, se separa de ellas, e incluso quebranta las que él mismo establece.
Montesquieu plantea un dilema fundamental: cómo combinar la permanencia y el cambio sin caer en el determinismo, el cual negaría toda libertad, y por consiguiente toda valoración moral y cualquier posibilidad de transformación. En definitiva, se trata de cómo interrelacionar la ordenación racional con la enorme diversidad de usos, leyes e instituciones sociales existentes en la civilización humana. Sin embargo, Montesquieu no emprende la investigación de las leyes de la naturaleza humana por medio de la deducción racional (Hobbes, Descartes), es decir, planteando una ley y buscando explicar con ella los casos particulares, sino a través de la observación y la experimentación, intentando recorrer el camino a la inversa: partiendo de las múltiples variables sociales en búsqueda de las constantes de la especie humana, unas leyes que sean capaces de explicar la diversidad de datos históricos, geográficos, políticos y sociales.
En su construcción teórica, Montesquieu parte de la creencia en la estructura racional de la realidad, es decir, de la hipótesis de una “razón primigenia” que ordena cada sector de la naturaleza según leyes naturales, incluido el ser humano, cuyas leyes positivas no serían más que “casos particulares” de su aplicación. Dicha premisa lo llevó a aceptar la existencia de un estado de naturaleza anterior al establecimiento de sociedades, al que definió al modo de Locke, es decir, como un estado social donde los hombres, iguales, pacíficos y sociables por “naturaleza”, convivían bajo las leyes del derecho natural: paz, ayuda mutua, tendencia a la unión... El impulso de sus necesidades (alimento, seguridad, abrigo) les condujo a la unión y a la formación de la sociedad, civil y política, a través de un pacto social. Posteriormente, cuando la vida social desarrolló sus pasiones se perdieron la igualdad y la paz, las cuales sólo podían ser recuperadas a través de leyes positivas. Ello supone aceptar que los males no derivan de la naturaleza de las cosas (el hombre no es malo “por naturaleza”), sino que es la sociedad la que introduce la guerra y la desigualdad; por tanto, los males son evitables, y serán las leyes positivas las que recuperarán la igualdad y evitarán la destrucción. Para ello, el “espíritu de las leyes” responde a su relación con el entorno físico y social, pues deben adaptarse “a la naturaleza y al principio de Gobierno” establecido, a la calidad del terreno, a los caracteres físicos del país, al clima imperante...
De todo ello, Montesquieu extrajo tres conclusiones básicas: primero, que la sociedad es un producto racionalizado y secularizado del consenso de los individuos (alejándose de interpretaciones providencialistas); segundo, que no sólo la sociedad no coacciona a la naturaleza, sino que es una prolongación del estado natural; y tercero, que las leyes que rigen las sociedades no dependen de la simple voluntad humana, sino que vienen determinadas por la “naturaleza de las cosas”, aunque no son tan rígidas como para no permitir correcciones a través de las leyes positivas, siempre que se tengan en cuenta los complejos factores externos e internos que han intervenido en la formación de la sociedad y que las determinan. Sin embargo, ello esconde una ambigüedad, pues resulta ciertamente contradictorio afirmar la primacía de las leyes naturales sobre las positivas, y después aludir a la fragilidad de las naturales para justificar la necesidad de las positivas.
Obviamente, afirmar la primacía de las leyes naturales sobre las positivas y la aceptación implícita del pacto social tras un estado natural “social” y pacífico, propició que el análisis de las sociedades de Montesquieu adquiriese un caráctercrítico de lo existente que no se adecuase a la “naturaleza de las cosas”: la doctrina paternalista del poder, el despotismo, la esclavitud natural… lo cual lo situó en la línea del primer liberalismo. 
La causalidad y el espíritu general, determinismo y libertad
Causas físicas: clima, suelo, población
En su estudio sobre las relaciones de influencia entre el medio físico, el medio social y moral y las leyes, Montesquieu pretende buscar las “razones ocultas” de los hechos sociales, convencido de que debajo de las apariencias hay en la historia una racionalidad que explica una determinada realidad social, susceptible de ser analizada científicamente. Sin embargo, estas “razones” no apuntan en una única dirección causal, como simples principios causales en el sentido escolástico, sino que, abriendo camino a la idea de “medio”, dirigen la compleja relación de influencias entre medio y organismo en un sentido dialéctico.
El elemento básico es el clima. Montesquieu recoge la tendencia materialista que relaciona el estado del alma como reflejo de los humores del cuerpo, los cuales dependen de la diversidad geográficoclimática, y en base a ello describe el efecto que el frío o el calor pueden ejercer sobre las fibras del cuerpo humano, y relaciona el clima con determinadas enfermedades, así como con el carácter perezoso o activo, valiente o cobarde, lúdico o ascético, esclavo o amante de la libertad de los pueblos. Así, distingue los países fríos de los cálidos, los pueblos del Norte de los del Sur, así como los pueblos orientales de los europeos. Sin embargo, señala que no se trata de una influencia directa, sino mediatizada: el clima influye sobre la naturaleza del suelo (mayor o menor fertilidad), lo que condiciona el tipo de cultivo, la organización del trabajo agrícola, el número de habitantes que puede alimentar dicho espacio geográfico, y así sucesivamente; además, los hombres también pueden contrarrestar los efectos del clima con su trabajo e industria.
El siguiente elemento básico es la tierra, cuya abundancia o no y la forma de organizar su explotación explica la existencia de pueblos salvajes, bárbaros o civilizados: si los pueblos no se unen entre sí, son pueblos salvajes, cuya actividad básica es el pastoreo; si se unen en un todo, son pueblos bárbaros, generalmente cazadores; sin embargo, en los pueblos civilizados la relación del número de habitantes con el clima y el suelo se altera por las leyes, las cuales fomentan el cultivo agrícola intensivo, el desarrollo equilibrado de la industria en función de la agricultura e incentivando una política de repoblación que permitan la satisfacción de necesidades de todos los habitantes.
Causas sociales y morales: comercio, moneda, trabajo, religión
Las causas físicas se mezclan con las causas sociales: el clima, el suelo y la población se interrelacionan con la organización del trabajo, el comercio y la religión. Montesquieu constata que el “espíritu de comercio” caracteriza el siglo XVIII, pudiendo tratarse de comercio de lujo, que multiplica las necesidades y los medios para satisfacerlas, y es propio de los Estados modernos, o de comercio de economía, característico de las antiguas Repúblicas, con una ganancia moderada. Sin embargo, señala que el comercio actúa uniendo a las naciones, pero desuniendo a los particulares, dado que se trafica con todas las acciones humanas y con todas las virtudes morales. Por ello, aconseja que la nobleza, que debe realizar una función política estabilizadora, no debe dedicarse al comercio, aunque sí debe conservarse el ascenso individual para aquellos comerciantes que puedan adquirir el título de nobleza por dinero. Comerciantes y nobles cumplen funciones sociales y políticas como grupo, pero sus individuos pueden y deben ascender de uno a otro, tanto por razones de utilidad social como de felicidad y libertad individual.
Según Montesquieu, la historia del comercio está ligada a la circulación de riquezas y a la libertad, pero las naciones ricas no son las que acumulan más oro y plata, sino las que crean riquezas verdaderas, fomentando la agricultura, la industria y el comercio. Sirva España de ejemplo, cuyo empobrecimiento y ruina iba aumentando a medida que sacaba el oro y la plata de América, al no saber convertirlos en riquezas naturales. Por tanto, no es el acaparamiento, sino el trabajo y la circulación de las riquezas lo que hará grande a un pueblo. De hecho, para los individuos como para las naciones el trabajo es la verdadera riqueza (“Un hombre no es pobre porque no tiene nada, sino porque no trabaja”), por lo que las leyes y el Estado deben promover el trabajo y destruir todo aquello que favorezca la pereza. Por ello, Montesquieu arremete contra los hospitales de caridad, la vida contemplativa, el celibato eclesiástico, la ociosidad de los conventos, el gran número de fiestas religiosas, el clero enriquecido, pero de nula contribución fiscal y las propiedades de “manos muertas”. Se trata, en definitiva, de dar primacía a lo social frente a lo espiritual.
Dejando aparte aspectos metafísicos o teológicos, Montesquieu analiza la religión desde una perspectiva sociológica, midiendo su validez por su carácter moral y cívico, en tanto fenómeno social en cierto contexto histórico-social. Así, afirma que en su formación cada religión ha ido desarrollando un papel social en su sociedad, por lo que no debe ser perturbada en su propio medio, siendo absurdo e ineficaz intentar trasplantar o imponer una religión de un país a otro, y que toda persecución religiosa es por definición intolerante.
Determinismo y libertad
La culminación sociológica de Montesquieu es su noción del “espíritu general”, resultante causal del juego de interferencias mutuas entre los distintos elementos físicos, sociales y religiosos, en un doble proceso entre el hombre y el mundo. El espíritu general no es un mero agente pasivo, sino un agente activo, puesto que causa y efecto son reversibles. Además, el espíritu general no depende de la voluntad individual ni colectiva, de ahí que resulten vanos los intentos de cambio que no se adapten al “carácter natural” de cada pueblo; por ejemplo, en las sociedades avanzadas suelen predominar los elementos morales frente a los condicionamientos físicos, pero es inútil intentar adaptarlo a pueblos más atrasados.
Sin embargo, ello no remite a la sociedad a un ciego determinismo mecanicista. Si bien en el mundo físico la “ley” es expresión de un hecho, de tal modo que hecho y ley coinciden, el hombre cuenta también con un ámbito moral, en el cual a menudo los hechos son contrarios a la ley. Así, aunque la dinámica social no depende de la voluntad de los individuos, y la libertad humana suele introducir desorden e incertidumbre en la armonía natural, conociendo la “naturaleza de las cosas” el hombre puede llegar a medir y planificar el alcance de sus acciones.
En definitiva, la originalidad de Montesquieu radica en su método, basado en la aplicación de los principios del método experimental newtoniano al entorno político y social. Al igual que en el campo científico, Montesquieu no separa el derecho de la moralidad, del comercio, de la religión, de la organización del trabajo, del lugar de la mujer... sino que trata su interrelación como un todo, puesto que la forma de sociedad se extiende a todas las cosas sociales. En base a ello, se propuso realizar una acumulación de observaciones sobre costumbres y leyes de los distintos pueblos y épocas, a fin de depurarlos y sintetizarlos en el hilo conductor del “espíritu general”, es decir, buscando encontrar el “encadenamiento de causas” que llevase a descubrir la “ley de las leyes humanas”. 
CAPÍTULO IV - SAINTSIMÓN (1760-1825)
Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simón, nace en París en el seno de una familia empobrecida de la vieja aristocracia francesa. Entre 1779-83 colaboró como capitán en el ejército de Lafayette (EEUU), siendo apresado por los británicos, y tras su liberación trabajó en México en el diseño de un canal transoceánico, estudios que intentóaplicar en España. El estallido de la Revolución en julio de 1789 le sorprende en Madrid, aunque a finales de año regresa a Francia y se incorpora activamente a la política; renuncia a su título nobiliario, adoptando el nombre de ciudadano Bonhomme, y llega a proponer que se repudiasen todas las “distinciones debidas al nacimiento”. Desde entonces se dedica al comercio, enriqueciéndose con rapidez gracias a la especulación, lo que le llevó a ser encarcelado por sospechas en 1793 por el Comité de Salud Pública, saliendo de prisión al año siguiente con la caída de Robespierre.
Tras llevar una vida fastuosa durante tres años, en 1798 da un giro a su vida, e inicia su carrera “físico-política”. En una primera fase, estudia matemáticas, anatomía y biología y publica sus primeras obras, abordando asuntos teórico-científicos, mientras paralelamente va empobreciéndose, llegando a vivir de subsidios de sus amigos y de una pequeña pensión familiar. En 1814 conoce a Auguste Thierry, junto a quien inicia su segunda fase, dando un nuevo giro a su carrera hacia los asuntos práctico-políticos. En 1816 publican su célebre “L’industrie”, donde interpretan las convulsiones de la época como el anuncio de la llegada inevitable de una nueva sociedad en detrimento del Antiguo Régimen: la “sociedad industrial”. Sin embargo, Saint-Simón se fue deslizando hacia propuestas cada vez más subversivas de carácter prosocialista, por lo cual Thierry rompió con él y las ayudas económicas se esfumaron. En 1817 Auguste Comte sucede a Thierry, publicando junto a él varias obras. Pero en 1822 los problemas económicos se agudizaron, llevándole al borde del suicidio, mientras que la relación con Comte se fue paulatinamente deteriorando, hasta su ruptura definitiva en 1824. Saint-Simón falleció un año después.
Aunque sus discursos han originado las más diversas interpretaciones, como en Aron (simple eco de las preocupaciones sociales de la época), Durkheim (autentico precursor de la Sociología), Comte (hay quienes interpretan su obra como el desarrollo de ideas sansimonianas), Marx (el mayor socialista utópico) o Mosca (precursor del elitismo), Saint-Simón fue, sin duda alguna, el precursor más directo de la Sociología y quizás su auténtico padre fundador. Poseedor de una cultura enciclopédica, condujo una vida fuera de medida, y curiosamente casi todas sus aportaciones intelectuales se produjeron a partir de los 45 años, cuando se encontraba en la pobreza más absoluta tras dilapidar su fortuna y vivir un sinfín de aventuras. Convencido de que el orden social del viejo régimen podía ser reconstruido sobre bases racionales y científicas, planteó la necesidad de una ciencia de la sociedad basada en una filosofía positiva, a la que llamó Fisiología Social. Su objetivo era reorganizar la sociedad sobre las bases de la ciencia y la industria, a fin de alcanzar una sociedad sin clases a través de la renovación ético-religiosa. La planificación económica, el desarrollo industrial, la organización de una sociedad equitativa y productiva y la desaparición de los Estados nacionales, con un nuevo sistema político en una Europa unida, hacen de Saint-Simon uno de los más fructíferos precursores de nuestra época.
Las etapas de su obra
Grosso modo, la obra de Saint-Simón cuenta tres aspectos básicos: primero, sus textos sobre la constitución de una “ciencia del hombre” equivalen al primer proyecto sistemático de fundamentación metodológica consistente de la Sociología; segundo, su análisis sobre la “sociedad industrial” supo señalar por primera vez la originalidad de una nueva época con respecto a la feudal y su pronóstico sobre las futuras tensiones en su seno son una rica fuente de sugerencias sobre la sociedad capitalista; tercero, destacan sus novedosas propuestas sobre cuál debería ser la manera de hacer política en la nueva sociedad, señalando la necesidad de basar la gestión de la cosa pública en el conocimiento de la naturaleza, tensiones y fines de la sociedad.
Aunque Celestin Bouglé llega a señalar hasta cinco etapas en la obra de Saint-Simón (cientificista, pacifista, industrialista, socialista y moralizadora), en general se aceptan dos etapas básicas en su pensamiento. La primera etapa abarcaría entre 1802-1814, es decir, desde su primera obra hasta el encuentro con Thierry, orientándose hacia problemas teórico-científicos y cuestiones propias de la filosofía de la ciencia. De esta época destacan “Letras de un habitante de Génova a sus contemporáneos” (1803), “Memoria sobre la ciencia del hombre” (1813) y “Trabajo sobre la gravitación universal” (1813). La segunda etapa abarca entre 1814-1825, y su temática se concretiza en el análisis de la sociedad contemporánea, su originalidad histórica, sus tensiones y conflictos, su orientación futura y las medidas de reforma social que deberían adoptarse para su mejora. De esta época destacan “La Industria” (1816), “Catecismo de los industriales” (1822) y “Nuevo cristianismo” (1824).
La ciencia del hombre como ciencia positiva
Según SaintSimón, la evolución de las ciencias implica un tránsito desde una etapa “conjetural” a otra “positiva”. La etapa conjetural remite a una situación en la que se conocen pocos hechos, se practican escasas observaciones y el campo de la experiencia es limitado, por lo que el pensamiento opera con hipótesis fantásticas, arbitrarias y cargadas de misticismo (astrología, alquimia). La etapa positiva se basa en un conocimiento mayor de los hechos, en más observaciones y en mejores experiencias (→ astronomía, química). Por tanto, el pensamiento comienza siendo siempre conjetural y su propio desarrollo lo lleva a ser positivo. Sin embargo, la totalidad del saber no accede a un tiempo al estadio positivo, sino que el ritmo de acceso varía para los distintos saberes en función de la complejidad del objeto. Así, la astrología fue la primera en llegar a ser Astronomía, dada la escasa complejidad de su objeto, mientras que la ciencia del hombre aún no ha llegado al estado positivo, dado que opera con la red más compleja de relaciones.
SaintSimón también estableció la correspondencia entre un sistema de ideas y un sistema social, y afirmó que a un sistema de ideas le corresponde necesariamente un sistema social preciso, siendo imposible que éste cambie si no se han producido antes mutaciones en aquél. Así, las revoluciones científicas se relacionan con las políticas, siendo causa y efecto unas de otras. En base a ello, afirmó que el motor inicial del progreso es la idea, es decir, la ciencia, la cual se constituye en la fuerza motriz por excelencia y fuente positiva de toda vida social, aunque en cada momento de la historia haya sido influenciada por los movimientos que había determinado antes ella misma. Como Durkheim afirmó, “Antes que otra cosa, una sociedad es una comunidad de ideas”.
En definitiva, SaintSimón se propuso sentar las bases para elevar la ciencia del hombre hasta el rango de ciencia positiva, lo cual supondría una doble ruptura: teórica, al señalar una nueva línea de pensamiento; y política, pues conllevaría repercusiones sociales. Para ello, en su búsqueda de un modelo de estudio adecuado para el conocimiento social, de la física extrajo la actitud newtoniana: observar e intentar responder a las preguntas que la observación formula, rechazando las fantasías; de la biología, la concepción de la sociedad como un cuerpo social con propiedades comparables a las de un organismo vivo, al que debía analizarse, al mismo tiempo, como unidad y como compuesto por órganos con funciones propias; de la historia y su método histórico concluyó que el objeto de la ciencia social debe ser la evolución de la sociedad, de los cuerpos sociales, tomando a la sociedad global como unidad, debiendo analizar la sucesión histórica de las distintas sociedades (feudal, de transición, industrial); de la economía política destacó la importancia de analizar las actividades de producción, circulación y distribución de bienes para entender la sociedad. Saint-Simón criticó la posibilidad de estudiarla esfera económica y la política por separado, en base a que la sociedad, el todo, es anterior a las partes, y en que la sociedad no es un simple conglomerado de seres vivientes, sino “una máquina organizada en la que todas las partes contribuyen de una manera diferente al funcionamiento del conjunto”.
Los tipos de sociedad
Según SaintSimón, la crisis que afectaba al cuerpo político europeo desde 1789 radicaba en el cambio total del sistema social propiciado por el paso del sistema feudal al industrial, los cuales no pueden coexistir porque se basan en principios antagónicos, y cuya transición no podía realizarse sin convulsiones, pues cada modelo cuenta distintos fines básicos, distinta distribución del poder material y el espiritual, y distinto sistema de pensamiento.
Respecto a la sociedad feudal, su fin principal era la guerra, de la que de dependía su fuente de riquezas y de subsistencia, por lo cual el estamento militar poseía todo el poder material y dirigía los asuntos públicos. Por su parte, el sistema de ideas era fundamentalmente religioso, por lo cual el estamento religioso ocupaba los primeros rangos, mientras el trabajo y la ciencia ocupaban posiciones sociales más bajas. Todo el sistema social giraba en torno a actividades bélicas y a la conservación de las creencias religiosas, y se fundamentaba sobre tres clases sociales: la de la nobleza y el clero, la de grandes propietarios y profesiones respetables, y la de profesiones degradantes, que solían coincidir con los trabajos productivos. El sistema feudal imperó en toda Europa, pues casi todos los europeos estaban sometidos a un mismo poder espiritual y a poderes temporales semejantes.
Sin embargo, progresivamente fueron surgiendo modificaciones que apuntaban en la búsqueda de un nuevo tipo de sociedad. El imperio de la religión se fue resquebrajando por los descubrimientos científicos, los cuales alteraron las formas de trabajar, cobrando importancia distintas formas de pensar y actividades hasta entonces tenidas por indignas. Se abrió así un período de transición, en el que ni se tenía la garantía del orden fijo feudal, ni existía aún una organización sólida de la futura sociedad. Son épocas críticas, en las que se construye destruyendo, a base de convulsiones intelectuales, políticas y económicas.
De la interpretación de Saint-Simón sobre la transición de la sociedad feudal a la industrial se desprenden tres puntos o ideas básicas:
1º. Pese a ser la época de la ignorancia, la época feudal fue un paso necesario y útil hacia la sociedad industrial.
2º. Aunque no simultáneamente, las perturbaciones de la transición abarcaron a todos los pueblos europeos. La desorganización se fue fraguando desde la reforma de Lutero, en dos sentidos: el régimen feudal fue perdiendo su pureza (primero en Inglaterra, después Francia, Bélgica, España...), y la pérdida de la unidad religiosa con la aparición de cuatro sectas (catolicismo, luteranismo, calvinismo y anglicanismo).
3º. La transición era necesariamente conflictiva, pues ningún grupo social o modo de pensar abandona tranquilamente la escena histórica; en ese sentido, destacan cuatro cuestiones:
· La transición implica el enfrentamiento entre la guerra y lo útil como fines de la sociedad, pues el crecimiento de las actividades industriales implica la penetración por toda la sociedad del espíritu industrial (laboriosidad, estudio, cooperación) en detrimento de la belicosidad, la ociosidad y la ignorancia.
· La transición implica el cambio de las clases directoras, pues si el feudalismo reclamaba militares y teólogos, la sociedad industrial reclama industriales, los cuales ponen en movimiento a los demás grupos sociales y científicos.
· La transición implica cambios en la concepción de la política y el Estado, pues si en el feudalismo el Estado concentraba la fuerza y la política, en la sociedad industrial se reclaman políticas de administración de las cosas y la creación de un contexto donde el industrialismo florezca, mientras que el poder se concibe en términos de cooperación.
· La transición implica enfrentamiento entre la teología y la ciencia, pues los teólogos se resistirán a ser superados y reemplazados por los científicos.
Por tanto, a modo de resumen, Saint-Simón interpreta las convulsiones de su época como fruto de la transición de la época feudal a la industrial, en la cual se contraponen guerra y trabajo, militares e industriales, ocioso y útil, religión y ciencia, sacerdotes y científicos, dominación y cooperación... Para abreviar la crisis Saint-Simón propone restar influencia política a la vieja clase aristocrática y conceder la iniciativa a la clase industrial, compuesta por todos aquellos grupos sociales relacionados con la industria y la ciencia. Por tanto, industriales y científicos deben sustituir a nobles y eclesiásticos para ajustar definitivamente los órganos y funciones sociales a los nuevos fines utilitarios, y con ello Saint-Simón esbozó una de las primeras teorías sobre la circulación de las minorías dominantes o élites del poder.
Sin embargo, la sociedad industrial se presenta como algo a realizar, pues no es sólo la oposición a la militar y concluye con el traspaso del poder, sino que también representa la instauración de una organización social en torno al “espíritu industrial”: cooperación, pacifismo, utilidad, ciencia... Por tanto, la sociedad industrial también implicaría una nueva moral (“nuevo cristianismo”), buscando organizar la sociedad en pro de una mayor eficacia, en el sentido de encontrar su mejor expresión en una sociedad que atiende primordialmente a “la mejora de la suerte de las clases más desfavorecidas”, esto es, una sociedad progresivamente igualitaria.
Obviamente, en la sociedad industrial, existen numerosas organizaciones que pueden enfrentarse entre sí y tensiones entre las diferentes clases industriales, todo lo cual podría llevar a la desorganización y la anarquía; por ello, Saint-Simón postuló que la única forma de evitar este problema era mediante una sociedad sin clases. Este es el motivo por el que Marx y Engels lo calificaron como el mayor de los “socialistas utópicos”, lo cual no impide recordar y señalar el lugar estratégico de su discurso en un momento inestimable y fundamental de la historia de la teoría social.
CAPÍTULO V – COMTE (1798-1857)
El pensador social francés Auguste Comte creció en una familia de clase media, y aunque fue un estudiante precoz, no llegó a obtener un título universitario, destacando su expulsión y la de toda su clase de la Escuela Politécnica por su rebeldía e ideas políticas (1816). Entre 1817-24 fue secretario de Saint-Simón, de quien obtuvo una “dirección filosófica”, aunque después su separaran borrascosamente. Su inseguridad personal en situaciones sociales contrastaba con su confianza en su capacidad intelectual, siendo célebre su prodigiosa memoria fotográfica. En 1826 planificó un curso sobre filosofía positiva, pero se interrumpió casi de inmediato por sus crisis nerviosas, llegando a intentar suicidarse arrojándose al río Sena (1827). Entre 1830-42 publica su “Curso de Filosofía Positiva”, donde expone que la Sociología constituía la ciencia última. El año 1838 señala una ruptura en su obra, embarcándose en una vida de “higiene mental” que le alejó de las principales corrientes intelectuales de la época, y desarrollando sus ideas más extravagantes, como anhelar ser el sumo sacerdote de una nueva religión de la humanidad, y la visión de un mundo gobernado por sociólogos-sacerdotes. En base a ello, en 1851 publicó su “Sistema de Política Positiva”, donde expuso su plan para reorganizar la sociedad.
El positivismo
La búsqueda de leyes invariantes
Como buen “realista”, Comte creía en la existencia de un mundo real, y afirmó que la filosofía positivista “sólo puede ser válida en la medida en que constituye una representación exacta y completa de las relaciones que existen naturalmente”. En base a ello, el término “positivismo” se aplica a la búsqueda de las leyes invariantes, tanto del mundo naturalcomo del social. Para ello hay dos vías: investigar y teorizar; sin embargo, para Comte los hechos derivados de la investigación poseen una importancia secundaria frente a la especulación reflexiva, por lo que la investigación empírica debe estar subordinada a la teoría. 
Comte “descubrió” la Sociología en 1839, término que inventó para denominar a la Física Social, y definió como la ciencia más positiva, pues en su jerarquía de ciencias positivas la situó en la cúspide: matemáticas, astronomía, física, biología, química y Sociología (aunque finalmente pusiera sobre ella la moral), ascendiendo de las ciencias más generales, abstractas y alejadas de las personas hasta las más particulares, concretas y cercanas. La Sociología había sido la última ciencia en surgir, puesto que previamente había sido necesario el desarrollo de las demás, erigiéndose sobre sus conocimientos y procedimientos.
Comte señaló cuatro métodos sociológicos básicos de investigación social: (a) la observación, siempre guiada por una teoría, pues sin teoría no sabremos qué buscar, ni interpretar las observaciones; (b) la experimentación, más adecuada para otras ciencias, dada la dificultad de interferir en los fenómenos sociales; (c) la comparación, que se subdivide en tres tipos: (1) comparación de sociedades humanas con las de animales, (2) comparación de sociedades en diferentes zonas del mundo, y (3) comparación de los diferentes estadios de las sociedades en el transcurso del tiempo; a éste último subtipo Comte le dio tal importancia que lo diferenció como cuarto método sociológico: (d) la investigación histórica, con la cual situó los estudios históricos en la base de la especulación sociológica.
Pero, aunque Comte escribió sobre la investigación, lo cierto es que sus leyes positivas generales no las extrajo de un proceso investigador o de sus observaciones del mundo social, sino mediante la especulación y la teorización. Por tanto, en realidad lo que hizo fue deducir racionalmente unas leyes y las aplicó al mundo social.
La Ley de los tres estadios
Es la ley más famosa de Comte, y postulaba que la mente humana, el proceso de madurez humano, todas las ramas del conocimiento y la historia del mundo, todo, atravesaba tres estadios básicos, caracterizados especialmente por la búsqueda de explicaciones a las cosas que les rodeaban:
a) Estadio teológico. Primer y necesario punto de partida, se caracteriza por la búsqueda de la naturaleza esencial de las cosas, particularmente su origen y su propósito, lo cual desemboca en la búsqueda del conocimiento absoluto. Se supone que quienes crean y regulan los fenómenos son fuerzas o fenómenos sobrenaturales, aunque en este estadio se evoluciona del fetichismo al politeísmo, y de éste al monoteísmo.
b) Estadio metafísico. Los seres sobrenaturales son sustituidos por las fuerzas abstractas para explicar la naturaleza y el propósito de las cosas. En este estadio se evoluciona desde asignar una fuerza abstracta particular a cada acontecimiento, hasta considerar a una gran entidad como la causa de todo (p. e., la “naturaleza”).
c) Estadio positivo. Dado que sólo conocemos los fenómenos en sí y sus relaciones, no su naturaleza ni sus causas últimas, se abandona la búsqueda de las causas originales y se inicia la búsqueda de las leyes naturales invariables que gobiernan todos los fenómenos. Ello supone abandonar las ideas no científicas y practicar tanto la investigación empírica como la teórica. Comte distingue entre leyes concretas, que se descubren inductivamente mediante la investigación empírica, y leyes abstractas, que se obtienen deductivamente mediante la teorización.
Aunque Comte aceptó que los tres estadios pueden coincidir en el tiempo, previó un futuro en el que desaparecerían los modos de pensamiento teológico y metafísico y el estadio positivo sería total. Además, aplicó la ley de los tres estadios a numerosas situaciones: a las ciencias (todas atravesaban los tres estadios; la Sociología, por ser una ciencia nueva, aún no había alcanzado el estadio positivo), a las personas (≈ proceso de socialización: niños, adolescentes y adultos) o a la historia del mundo.
La búsqueda del orden y el progreso
Comte también usaba el “positivismo” en oposición al “negativismo”, entendido como la negatividad que reinaba en Europa occidental a raíz de la Revolución Francesa: desorden, caos moral, anarquía intelectual, corrupción política... En ese sentido, el objetivo de la filosofía positivista era contrarrestar la filosofía negativista y sus síntomas, y Comte estaba convencido de que dicha situación se podía explicar con su Ley de los tres estadios, pues, según él, se estaba sufriendo la coexistencia de tres filosofías incompatibles: la teológica, la metafísica y la positiva, sin que ninguna estuviera en su plenitud; la teología y la metafísica se encontraban en decadencia (en un “estado de imbecilidad”), mientras que, aunque estaba destinado a imponerse sobre los demás, el positivismo aún se encontraba en proceso de formación, lo que abocaba al caos social e intelectual.
Comte lo explicó señalando que la teología ofrecía un sistema de orden, pero sin permitir el progreso, mientras que la metafísica permitía el progreso, pero sin conferir orden; por tanto, la coexistencia de la teología y la metafísica era el origen del desorden y la ausencia de progreso. Sólo el positivismo podía proporcionar orden y progreso, mediante la restricción del desorden social e intelectual, la extensión del conocimiento y la perfección de la relación entre las partes del sistema social. Además, Comte contemplaba el orden y el progreso en términos dialécticos, pues creía que se definían e interpretaban recíprocamente.
En todo caso, Comte era un idealista, para quien la crisis de su tiempo era una crisis de ideas, y no dudó en afirmar que “las ideas gobiernan el mundo”, lo que le alineaba con el idealismo hegeliano y le alejaba radicalmente del materialismo marxista.
Estática social (→ Estructura social)
Comte definió la estática social como “la investigación de las leyes que gobiernan la acción y la reacción de las diferentes partes del sistema social”, aunque siempre descartó la investigación empírica en pro de la deducción teórica, señalando que las leyes de la estática social se deben deducir “de las leyes de la naturaleza humana”.
En su estática social Comte desarrolló una perspectiva sobre las partes de la sociedad (≈ estructuras), el modo en que funcionan y su relación (funcional) con el conjunto del sistema social, en el que incluyó la idea de armonía (≈ equilibrio). Por ello, se lo considera un precursor del funcionalismo estructural, aunque la sociedad descrita fuese un modelo típico-ideal sin existencia real. Ello evidencia que Comte hizo macrosociología, llegando a definir la Sociología como el estudio a escala macrosocial de la “existencia colectiva”.
El individuo
Para Comte, el individuo constituye la fuente principal de energía del sistema social, pues el predominio del afecto o la emoción es lo que da energía y dirige sus actividades intelectuales, siendo a su vez responsable de los cambios en el conjunto del sistema social.
Sin embargo, Comte sostuvo una concepción negativa del individuo, pues creía que las personas son un problema en sí e imperfectas, al estar dominadas por formas “inferiores” de egoísmo (individuales) más que por formas “superiores” de altruismo (sociales). Dejado a su arbitrio, el individuo actúa de modo egoísta; por tanto, el principal problema de la vida humana residía en la necesidad de que el altruismo domine al egoísmo. Pero, según Comte, el egoísmo no puede controlarse desde el interior del individuo, dominado por impulsos negativos, sino desde el exterior, es decir, desde la sociedad, pues “la verdadera libertad no es más que una sumisión racional a las leyes de la naturaleza”. En realidad, no son las personas las que crean el mundo social, sino que es el mundo social el que crea a las personas.
Desde otro prisma, Comte distinguió entre un principio subjetivo (subordinacióndel intelecto al corazón) y un principio objetivo (necesidad inmutable del mundo exterior), y señaló que el principio subjetivo debe estar subordinado al objetivo, a fin de que el “corazón” (egoísmo) se subordine a las restricciones societales externas y el altruismo pueda triunfar. Comte también distinguió entre cuatro categorías básicas de instintos: la nutrición, el sexo, la destrucción-construcción y el orgullo-vanidad. Todos, excepto el instinto constructivo, necesitan un control externo. Así, las grandes estructuras sociales (familia, sociedad) son necesarias para constreñir el egoísmo del individuo y sacar a la luz su altruismo.
Fenómenos colectivos
Puesto que Comte considera que todo sistema se compone invariablemente de elementos cuya naturaleza es similar a la del propio sistema, no duda en afirmar que la familia es la verdadera unidad social y la “institución fundamental”, pues estas “pequeñas sociedades” forman los pilares naturales del conjunto de la sociedad, y son el “verdadero germen de las diversas características del organismo social”. Además, la familia cumple la función de integración del individuo en la sociedad, pues en su seno las personas aprenden a ser sociales, jugando un papel crucial en el control de los impulsos egoístas y en el surgimiento del altruismo individual. Por todo ello, cualquier cambio en la institución familiar influirá profundamente tanto sobre el individuo como sobre el conjunto de la sociedad.
Pero, si bien la familia es la institución básica, para Comte la institución más importante es la religión, “base universal de toda sociedad”. Desarrolla dos funciones básicas: una individual, al regular la vida del individuo reprimiendo su egoísmo y elevando el altruismo, y otra colectiva, pues fomenta las relaciones sociales entre personas, sentando las bases para la formación de estructuras sociales mayores.
Otra institución social importante es el lenguaje, pues es lo que permite a las personas interactuar, promoviendo su unidad, pues no sólo conecta a las personas con sus contemporáneos, sino también con sus antepasados y con sus sucesores.
Según Comte, la división del trabajo también colabora a mantener unidas a las personas, pues la solidaridad social se intensifica cuando los individuos dependen entre sí. Las personas deben ocupar posiciones de acuerdo con su formación y aptitudes, y el gobierno debe intervenir a fin de evitar la negativa tendencia hacia la excesiva especialización.
Por último, Comte también apunta a la fuerza, ejercida por el gobierno, como un elemento capaz de mantener unida a la sociedad. Sin embargo, si la fuerza se descontrola el gobierno constituiría un factor más destructivo que integrador; por ello la religión era necesaria “para reprimir o enmendar los males característicos de todo gobierno”.
Dinámica social (→ Cambio social)
Según Comte, la sociedad se encuentra siempre en proceso de cambio, pero un cambio ordenado, de acuerdo a las leyes sociales. En base a ello, definió la dinámica social como el estudio de las leyes de sucesión de los fenómenos sociales. Como, según él, la sociedad seguía invariablemente la ley del desarrollo progresivo, y dicho cambio implicaba un progreso hacia el estado positivo y el altruismo, también la llamó a su dinámica social “Teoría del Progreso Natural de la Sociedad Humana”. En todo caso, dado que se trata de leyes invariantes, las personas poco pueden hacer para influir en la marcha general del proceso, tan sólo influir sobre su ritmo o intensidad, sin alterar su naturaleza.
Pero Comte no dedujo la teoría de la evolución de la sociedad de estudios empíricos, sino que la dedujo teóricamente de su teoría de la evolución de la mente a través de los tres estadios, y a su vez la empleó en su “estudio” de la evolución del mundo. Además, se limitó al estudio de Europa occidental (“élite” de la humanidad) y de la raza blanca. Por tanto, en realidad no realizó un estudio de investigación en el sentido positivista del término. Comte contemplaba la historia del mundo en términos dialécticos; por tanto, ubicaba las raíces de cada estadio en el estadio o estadios precedentes, y cada estadio histórico estaba dialécticamente relacionado con los estadios pasados y futuros.
La historia
Según Comte, la historia se inicia en la antigüedad con el estadio teológico, el cual contó con tres períodos: fetichista (la gente personifica los objetos, les otorga vida y los deifica), politeísta (Egipto, Grecia y Roma) y monoteísta (el catolicismo romano del Medioevo). Dicho estadio ya contenía los gérmenes del positivismo. El s. XIV marca el inicio del estadio metafísico, pues en él la teología inició un largo periodo de debilidad y decadencia. El catolicismo fue siendo sustituido por el protestantismo, el cual fomentó la especulación libre e ilimitada que dio lugar a una filosofía negativista (Voltaire, Rousseau) que llegaría a desembocar en crisis social: el arte iba “a la deriva”, la ciencia experimentaba excesiva centralización, la filosofía había caído “en la nada”. Se trataba de una anarquía filosófica que preparó el camino a la revolución social, especialmente a la Revolución Francesa, que, a pesar de sus efectos negativos, había sido saludable al preparar el camino para la reorganización positiva de la sociedad. Precisamente, Comte creía vivir a mediados del s. XIX los últimos días del estadio metafísico.
Según Comte, Francia, escenario de la principal revolución política, encabezaría la reorganización europea, pues era la nación que vislumbraba desarrollos más positivos en la industria, el arte, la ciencia y la filosofía. Este período estaba dominado por la preocupación por el individuo y la noción metafísica de los derechos individuales, lo cual fomentaba la tendencia hacia el desorden y el caos; lo que él deseaba era una sociedad basada en su idea positiva de los deberes más que en los derechos individuales, la cual era una noción positiva porque aliviaría el egoísmo de la gente y la creciente negatividad social, ayudando a sacar a la luz el altruismo innato de las personas. En ese sentido, el positivismo se constituía en una autoridad espiritual que ayudaría a regenerar la sociedad y la moralidad.
Teoría y práctica
Como Marx, Comte quería conectar teoría y práctica, a fin de que sus ideas teóricas llegaran a producir cambios sociales prácticos. Para ello, fijó dos objetivos al positivismo: hacer avanzar la ciencia de la humanidad, y sistematizar el arte y la práctica de la vida; así, el positivismo constituía tanto una filosofía científica como una práctica política.
Pero, ¿qué grupos sociales apoyarían la nueva doctrina del positivismo? Según Comte, las clases altas eran siervas de las teorías metafísicas, demasiado aristocráticas y obsesionadas por recuperar aspectos del antiguo régimen, y las clases medias estaban demasiado ocupadas intentando incorporarse a las clases altas. Por tanto, esperaba ayuda de tres grupos: los filósofos, que ofrecerían su intelecto, aunque incapaces de llevar a la práctica sus ideas; la clase trabajadora, que proporcionaría la acción requerida; y las mujeres, que aportarían el afecto necesario. Especialmente, las clases trabajadoras y las mujeres serían los principales actores del cambio político, pues poseían “fuertes instintos sociales” y “el mayor fondo de sentido común y buenos sentimientos”.
Resumen crítico del pensamiento de Comte
A modo de resumen, entre las contribuciones positivas de Comte destacan:
· Fue el primer pensador que utilizó el término “Sociología”, y en definirla como una ciencia positiva.
· Enunció los tres principales métodos sociológicos: la experimentación, la observación y la comparación, destacando el método histórico comparado.
· Diferenció la estática social de la dinámica social, ahora denominados estructura social y cambio social.
· Definió la Sociología en términos macroscópicos, y la describió como el estudio de los fenómenos colectivos.
· Fue un firme defensor del realismo social.
· Ofreció una idea dialéctica de las macro-estructuras, la cual afectóa la percepción de la continuidad histórica.
· Defendió la necesidad de integrar la teoría con la práctica.
Entre las debilidades básicas de las teorías de Comte, destacan las siguientes:
· Su teoría se vio claramente perjudicada por su propia vida privada, la cual distorsionó claramente su trabajo teórico.
· Experimentó una creciente pérdida de contacto con el mundo real.
· Fue perdiendo progresivamente el contacto con el trabajo intelectual de su tiempo, llegando a convertirse en un anti-intelectual.
· Fracasó como positivista, tanto teórica como empíricamente, pues es difícil aceptar como leyes sociológicas muchas de sus extravagantes generalizaciones sobre el mundo social, y apenas realizó investigación empírica.
· Se encuentra escasa Sociología en su obra. Su legado más duradero consistió en abrir ciertos campos diferenciados que otros se encargaron de recorrer.
· Sus propuestas teóricas estaban afectadas de organicismo primitivo.
· Tendía a crear herramientas teóricas que después empleaba para analizar cualquier cuestión. Por ejemplo, estaba convencido de que las cosas sucedían en tríos, y dicha idea la aplicó a todas sus concepciones teóricas.
· La concepción “extravagante” y “colosal” que tenía de sí mismo, con un ego desmesurado, llevó a defender una serie de estrambóticos disparates teóricos, como la práctica de “higiene mental” y el anti-intelectualismo.
· Su proyecto de una sociedad positivista entrañaba muchas implicaciones totalitarias.
· Finalmente, en su época de la religión positivista sacrificó muchas de las ideas que había defendido anteriormente.
CAPÍTULO VI – SPENCER (1820-1903)
El teórico social británico Herbert Spencer no llegó a licenciarse por la universidad ni a desempeñar ningún cargo académico; de profesión ingeniero de ferrocarriles, se formó de modo autodidacta en geología, biología, materias sociales, políticas y económicas. En 1848 fue nombrado editor de “The Economist”, y en 1850 publicó “Estática Social”, época en la que empezó a padecer insomnio y problemas físicos y mentales, sufriendo desde entonces crisis nerviosas periódicas. En 1853 recibió una herencia que le permitió abandonar su empleo y dedicar el resto de su vida al estudio, abarcando casi todos los campos (“Principios de biología”, 1864; “Principios de psicología”, 1870; “El estudio de la sociología”, 1873; “Principios de sociología”, 1876; “Principios de ética”, 1879). Sin embargo, a medida que crecía su producción intelectual aumentaba su aversión a la lectura de otros pensadores, afirmando que su intuición era mucho más eficaz que el estudio meticuloso y la reflexión; de hecho, en la lectura de otras obras sólo encontraba la confirmación de sus propias ideas, e ignoraba las que no concordaban con ellas. Ello le llevó a defender una serie de ideas extravagantes o incoherentes sobre la evolución del mundo que afectaron gravemente a su reputación como sociólogo, aunque posteriormente muchas de ellas han llegado a ocupar un lugar prominente en la teoría sociológica.
Principios teóricos generales de Spencer
Spencer afirma que en un principio la religión y la ciencia compartían el esfuerzo por analizar y comprender el mundo, pero gradualmente empezaron a separarse: la religión empezó a ocuparse de lo desconocido y la ciencia de lo cognoscible, aunque aún hoy continúan solapándose y entrando en conflicto. Así, puesto que la preocupación de Spencer apuntaba al mundo cognoscible, era más científica que religiosa (≠ Comte).
Según Spencer, la ciencia no podía conocer la naturaleza última de las cosas, pero aspiraba al grado más alto posible de conocimiento. Además, rechazó la idea positivista de que la meta de la ciencia era la reducción de un conjunto de leyes complejas a una ley simple, aunque aceptaba el conocimiento integrado de los diversos campos científicos. Así, enunció una serie de verdades generales (indestructibilidad de la materia, continuidad del movimiento, persistencia de la fuerza, redistribución constante de materia y movimiento...), a partir de las cuales enunció su “Teoría general de la evolución”.
Teoría de la evolución
Spencer afirma que todos los fenómenos (inorgánicos, orgánicos y societales) experimentan evolución e involución, y que el proceso de evolución implica tres aspectos: integración (de una forma poco coherente a otra más coherente), diferenciación (de la homogeneidad hacia la heterogeneidad) y definición (de lo indefinido a lo definido, de la confusión al orden, de lo indeterminado a lo determinado). En base a ello, postuló que “La evolución implica una integración de la materia y una desaparición del movimiento; durante este proceso la materia pasa de una homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida; el movimiento retenido experimenta una transformación paralela”.
En la aplicación social de la Teoría de la evolución, Spencer relaciona las estructuras con la materia y a las funciones con el movimiento retenido, señalando la progresiva evolución de ambos hacia formas cada vez más integradas, heterogéneas y definidas. Pero, ¿por qué acaece la evolución? Spencer ofrece tres explicaciones: (1) la inestabilidad: los fenómenos homogéneos son inherentemente inestables, ya que sus partes están constantemente supeditadas a las diferentes fuerzas, y éstas tienden a diferenciarlas entre sí; (2) la multiplicación geométrica de los efectos, ya que un ligero cambio en el sistema produce efectos que se ramifican de forma creciente; y (3) la segregación, pues los sectores se acaban segregando del sistema debido a la falta de vínculo entre sus componentes y los de otros sectores.
Por otra parte, ¿hacia dónde se encamina la evolución? Spencer supone que, aunque el proceso de involución complementa al de evolución y periódicamente lo conduce a su ruina, la evolución va superando estadios transitorios de “equilibrio en movimiento”, avanzando hacia un “estado de quietud”; por tanto, no hacia la muerte, sino hacia la vida universal a través de nuevos estadios del proceso de evolución. Finalmente, “la evolución termina cuando se alcanza la perfección total y la felicidad más absoluta”.
La sociología de Spencer
Spencer afirma que el objeto de la Sociología es “el estudio de la evolución en su forma más compleja”, es decir, “la historia natural de las sociedades”, aunque al estudio histórico de las sociedades añadió el estudio de los modos en que las organizaciones e instituciones se relacionan con el resto de fenómenos: instituciones políticas, distinciones de clase, tipos de familias, creencias religiosas, moral… De hecho, para Spencer la investigación de la sociedad sólo tiene verdadero significado cuando se la sitúa en un contexto histórico evolucionista, aunque su Sociología se centra básicamente en los fenómenos macrosociales. Así, según Spencer, la Sociología busca las leyes de los fenómenos sociales del mismo modo que las ciencias naturales buscan las leyes de los fenómenos naturales. En cualquier caso, Spencer reconocía que la Sociología no era una ciencia exacta; en realidad, ¿qué ciencia lo era? A su parecer, una ciencia requiere simplemente formular generalizaciones (leyes) y construir interpretaciones de ellas, pues, aunque la Sociología y otras ciencias se esfuerzan en hacer predicciones sobre el futuro basándose en tales leyes, en la mayoría de los casos deben contentarse con hacer predicciones generales.
Como otros sociólogos, Spencer tuvo que defender la legitimidad de la Sociología, y lo hizo señalando que los profanos no sólo eran incapaces de captar la complejidad de las cuestiones sociológicas, sino incluso incapaces de advertir la existencia de dicha complejidad, abusando de un convencimiento exagerado de la corrección de sus opiniones. A dicha dificultad, se añadía que la Sociología requiere hábitos disciplinados de pensamiento que se derivan de un cuidadoso estudio de otras ciencias, pues incluye fenómenos que incumben al resto de ellas, especialmente a la Biología y a la Psicología.
Respecto a la relación Sociología-Biología, Spencer señalótres vínculos básicos: (1) todas las acciones sociales están determinadas en último término por acciones de individuos, por lo que el sociólogo debe conocer las leyes básicas de la vida; (2) la sociedad en su conjunto puede ser considerada como un organismo vivo (organicismo), por lo que el estudio de éstos ofrece muchas claves para la comprensión del organismo social; y (3), ambas ciencias se relacionan de un modo natural, en el sentido de que los seres humanos constituyen el problema “último” de la Biología y el “punto de partida” de la Sociología.
Respecto a la relación Sociología-Psicología, Spencer definió la Psicología como el estudio de la inteligencia, los sentimientos y la acción, y no dudó en afirmar que “las verdades psicológicas yacen en la base de las verdades sociológicas”. Además, Spencer creía que una de las principales lecciones de la Psicología era que los sentimientos, no la inteligencia, eran los que determinaban la acción. En base a ello, afirmó que, si bien las personas han estado siempre sometidas a los sentimientos y deseos, en las sociedades primitivas, al estar aún poco habituados a la vida en sociedad, ello se manifestaba con mayor intensidad, traduciéndose en un mayor egoísmo; sin embargo, en las sociedades modernas los hombres están más preparados para controlar sus sentimientos al estar más habituados a la vida social, por lo que manifiestan mayor altruismo. Por tanto, las características psicológicas cambian cuando se producen cambios en la sociedad, o bien en las condiciones más generales del entorno.
En definitiva, Spencer muestra una filosofía metodológicamente individualista al afirmar que los individuos constituyen las unidades básicas de la sociedad y las instituciones, así como la fuente de los fenómenos sociales. Sin embargo, manifiesta una notable debilidad en su teoría sociológica al carecer de una explicación adecuada sobre el modo en que emergen los macrofenómenos (sociedad, instituciones) a partir de las microunidades (individuos).
Métodos sociológicos
Spencer pensaba que la Sociología se topaba con problemas metodológicos que la distinguían de las ciencias naturales, y expone principalmente cinco:
a) La naturaleza intrínseca de los hechos sociológicos, pues los fenómenos sociales no se pueden percibir directamente, y por tanto no pueden medirse mediante relojes, balanzas o microscopios.
b) A diferencia de los psicólogos, en el análisis de los hechos sociales los sociólogos no pueden usar la introspección como método.
c) Los eventos sociológicos acaecen en un área geográfica extensa y durante largos períodos de tiempo, lo cual los hace mucho más complejos y difíciles de estudiar.
d) Dada la subjetividad de los testigos, los datos disponibles de las sociedades pasadas y presentes poseen escasa fiabilidad, pues tanto pueden estar distorsionados, como pueden haber transmitido hechos triviales y haber omitido los importantes.
e) Los sociólogos corren el riesgo de aplicar profesionalmente métodos y de observación y razonamiento de la vida cotidiana, los cuales pueden no ser adecuados para el estudio sociológico, el cual debe realizarse con estrictos criterios científicos.
Las emociones de los sociólogos pueden llegar a influir en sus juicios sobre los fenómenos sociales. En base a ello, Spencer distingue cinco prejuicios emocionales específicos:
a) Sesgo educativo. Vivir en una sociedad que combina elementos de sociedades militares e industriales propicia una confusa mezcla de ideas de ambos sistemas y posibles malas interpretaciones de los fenómenos sociales. El sociólogo debe de estudiar imparcialmente ambas, y reconocer la necesidad histórica de su presencia.
b) Sesgo del patriotismo. Los sociólogos deben emanciparse del prejuicio del patriotismo, pues propicia el desequilibrio emocional. Según Spencer, el triunfo de la sociedad industrial redundará en una reducción de los prejuicios patrióticos y, por tanto, en un incremento de la objetividad en los análisis.
c) Sesgo de clase. Dado que todos los sociólogos proceden de una clase determinada, suelen reflejar sus prejuicios en sus análisis. Según Spencer, el aumento de la armonía societal conducirá a un menor antagonismo de clase, y por tanto a una mayor capacidad de los sociólogos para llegar a conclusiones más equilibradas.
d) Sesgo político. El gobierno, las leyes y los partidos políticos influyen en los sociólogos, los cuales tienden a ver las cosas tal y como se presentan desde el sistema político, examinando los fenómenos políticos visibles e ignorando los menos visibles.
e) Sesgo teológico. El sociólogo puede sentirse inclinado a analizar las cosas relativas al credo de una religión determinada más que a analizar el modo en que influye en el bienestar general de la humanidad.
En base a todo ello, Spencer defendió para la Sociología una perspectiva “libre de valores”, pues “aunque los sentimientos no pueden y no deben excluirse de la mente cuando se contemplan aquellos fenómenos, sí deben quedar al margen cuando se los analiza como fenómenos naturales con el fin de comprender sus causas y efectos”.
Spencer también empleó el método histórico comparado, basado en el estudio de los diferentes estadios por los que habían pasado las sociedades en el transcurso del tiempo, así como de los diversos tipos de sociedades contemporáneas, todo ello con el fin de procurar, de un modo inductivo, apoyo para las teorías formuladas de un modo deductivo.
La evolución de la sociedad
Spencer desarrolla su teoría de la evolución social en “Principios de Sociología” (1908), donde, junto a las tres dimensiones generales, integración, heterogeneidad y definición, añadió una cuarta: la coherencia, o tendencia de las sociedades a mantenerse unidas durante más tiempo. Así, como fórmula resumida de la teoría afirmó que se produce “un progreso hacia un mayor tamaño, una mayor coherencia y una mayor multiformidad y definición”. Sin embargo, Spencer destacó que la evolución no tiene por qué ocurrir forzosamente, pues la evolución no es inevitable ni tiene por qué moverse en una única pauta lineal; las sociedades cambian constantemente, pero esos cambios no necesariamente tienen que ser evolucionistas, pues también pueden entrañar disolución o simplemente continuidad.
Frente al nominalismo social (la sociedad no es nada más que sus partes constituyentes), Spencer defiende el realismo social al considerar que la sociedad constituye una entidad distintiva y distinguible, pues “aunque formada por unidades discrecionales, se produce cierta concreción de su asociación por obra de la persistencia general de sus relaciones”. Obviamente, el realismo social de Spencer difícilmente sintoniza con su individualismo metodológico, aunque él mantiene ambas perspectivas sin explicar con claridad cómo se vinculan entre sí, es decir, sin resolver cómo crean los individuos una sociedad “real”.
La respuesta de Spencer fue el organicismo, buscando paralelismos entre la sociedad y los organismos vivos. A su parecer, las sociedades se asemejaban a los cuerpos orgánicos, pues ambos se caracterizan por las relaciones permanentes entre sus partes constituyentes, por su crecimiento, por la creciente diferenciación funcional y estructural, y por su creciente división del trabajo o diferenciación interrelacionada. Sin embargo, Spencer no llega a afirmar que la sociedad sea un organismo, sino más bien que entre ambos se dan notables paralelismos, cuyo estudio facilitaría la comprensión de la sociedad.
En base a todo ello, Spencer contempla la sociedad como una agregación de individuos que forman un grupo en el que se produce cooperación con el objeto de obtener fines comunes, y señala dos tipos de cooperación: (a) la división del trabajo, que constituye un sistema espontáneo e inconscientemente desarrollado al servicio de los intereses de los individuos e indirectamente de la sociedad (no coercitivo); y (b), la organización política (defensa y gobierno), un sistema creado consciente e intencionalmente al servicio de los intereses de la sociedad e indirectamenteal del individuo (sistema coercitivo).
Respecto a la evolución de la sociedad, Spencer afirma que las sociedades “comienzan siendo gérmenes”, y crecen mediante la multiplicación de los individuos y la unión de los grupos (tribus, clanes...); dicho crecimiento implica mayor complejidad, pues “todas las estructuras societales son el resultado de las especializaciones de una masa relativamente homogénea”. Pronto surge la división entre estructuras reguladoras (actividades militares, cuestiones externas, los hombres) y estructuras mantenedoras (actividades económicas, cuestiones internas, las mujeres), estrechamente relacionada con la división del trabajo entre sexos, a las que posteriormente Spencer añadió la estructura distributiva, encargada de conectar los órganos y sistemas reguladores y mantenedores (comercio, mercancías). Paulatinamente, las estructuras experimentan una mayor diferenciación interna (entidad reguladora: reyes, gobernantes, alcaldes...) y van diferenciándose las clases sociales (militares, religiosos, esclavos...), las cuales también van diferenciándose en su seno (religiosos: sacerdotes, brujos, adivinos, exorcistas...). En términos generales, la sociedad se mueve hacia una mayor diferenciación y complejidad estructural.
A continuación, Spencer definió una función como “la necesidad satisfecha” por una estructura, y afirmó que la diferenciación entre estructuras conlleva una diferenciación entre funciones, pues la evolución supone tanto un esfuerzo estructural como funcional. Así, inicialmente las diversas partes de la sociedad pueden realizar la función de otras, pero a medida que aumenta la complejidad resulta más difícil que partes altamente especializadas puedan cumplir las funciones de otras, a cambio de cumplir con mayor eficiencia su cometido.
Respecto a la clasificación de las sociedades, Spencer desarrolló dos sistemas: la diferenciación sociedades simples-compuestas, y la de sociedades militares-industriales.
Ética y política
Spencer manifiesta una postura ética y política bastante coherente en toda su obra, la cual se deriva en gran medida de su individualismo metodológico, pues, aunque se centró en los macrofenómenos, lo hizo afirmando que la base de esos fenómenos eran las unidades individuales. Para él, “los fenómenos sociales son consecuencia de la naturaleza de los individuos”, es decir, que “las características de las unidades determinan las del grupo”. Así, el sentimiento moral innato de los individuos guía sus acciones y, en última instancia, la estructura y funciones de la sociedad. En todo caso, aunque los individuos son su causa inmediata, la causa última de la moralidad es Dios, pues las cosas que las personas califican de morales armonizan con su Voluntad. Por tanto, “la felicidad humana es la voluntad divina”.
Spencer también afirma que la sociedad evoluciona hacia una mayor perfección y felicidad, desapareciendo el mal de forma progresiva a través de la “supervivencia del más apto”. Spencer pensaba que el mal era un resultado de la inadaptación a las condiciones externas, o la “inadaptación a las condiciones de la existencia”, la cual disminuiría de forma constante hasta desaparecer. Por ello, Spencer no considera que el hambre o la enfermedad constituyan un mal, pues “la Sociedad está constantemente excretando sus miembros enfermos, imbéciles, vacilantes y carentes de fe”.
En base a lo anterior, Spencer defiende una política libertaria, pues considera que el Estado no debe intentar paliar la pobreza, ya que la intervención estatal sólo provoca la multiplicación de los ineptos, impide que se reproduzcan los más aptos y detiene el efecto “purificador” de la evolución natural. En dicha línea, también se opone a la caridad, a la educación estatal, e incluso a mejoras sanitarias como la recogida de basuras. Además, la intervención estatal no sólo frena la evolución natural, sino que también recorta los derechos individuales, pues resulta preocupante que “el trabajador diligente y dispuesto tenga que pagar para que no sufran los gandules”. En definitiva, Spencer defiende un papel muy limitado del Estado, el cual “lo único que debe proteger” es la libertad de los individuos, en el sentido de que controlar que al ejercer su derecho a la libertad no coarten la libertad de los demás.
Spencer también expresa su oposición a cualquier cambio radical o revolucionario de la sociedad, pues pensaba que las sociedades se forman por una lenta evolución sin constituir una obra del hombre. Además, relacionaba el socialismo con las sociedades militares, y afirmó que no era partidario de dar a las personas una porción igual de bienes, sino de dar “a cada uno la oportunidad de adquirir los objetos que desea”; además, considerando que el egoísmo es un elemento de la naturaleza humana, no le parecía realista esperar que las personas cedieran voluntariamente a otros su exceso de productividad, por lo que en ese punto el socialismo se oponía radicalmente a la naturaleza humana.
Para concluir, recordar que los teóricos contemporáneos de la Sociología tienden a rechazar el tipo de moralidad y de política conservadora de Spencer, lo que les ha llevado a rechazar también su teoría sociológica. Aunque la moralidad del sociólogo no es una razón de peso para rechazar su teoría sociológica, sí es cierto que la sociología científica spenceriana se encuentra distorsionada por sus ideas morales y políticas, quedando seriamente dañada por sus propios prejuicios, sin que ello sea óbice para que sea una teoría más poderosa y con más significado que la de Comte.

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