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Informe de Lectura 4

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Alberto Miguel Sánchez
Usuario 8712
Licenciatura en Historia
	
Seminario de Historia Política
Informe de Lectura N°4	
La fecha límite de entrega es el 19/04/20
En base a la lectura completa del texto de J. C. Mariátegui que figura en la sección “Biblioteca” del campus de cuenta en no más de dos carillas respecto del planteo que realiza el autor en torno al problema del indio y, ligado a éste, de la “cuestión nacional” en el Perú
Lecturas:
“Siete ensayos de interpretación …....” (J. C. Mariátegui), Varias ediciones
Desarrollo
Para Mariátegui la cuestión de razas paralelamente a la de la tierra ocupaba una centralidad fundamental en lo referente a la transición de los modos feudales de organización hacia otros de mayor desarrollo. En ese sentido el indígena ocupa lugares marginales que acentúan su estado de “marginación y atraso” desde tiempos de la colonia y se prolonga en el tiempo bajo la autoridad criolla ya que la visión de los sectores dominantes es la de observar a los originarios como razas inferiores y atrasadas lo que justifica su estado de explotación.
La colonización de los pueblos americanos ha sido presentada como una obra civilizatoria que permitiera que las razas indígenas salgan de su estado salvaje constituyendo con ello avances de tipo “cultural o moral”, sin embargo, Martiátegui afirma en su texto que el proceso de conquista significó mayor atraso y la detención del desarrollo de aquellos pueblos que a la llegada de los primeros europeos habían podido establecer organizaciones complejas de sus formas sociales y productivas, independientemente de las diferencias de ese nivel de adelanto entre los pueblos diseminados por el continente.
Particularmente en Perú el autor menciona que la conquista no significó ningún avance en relación a los pueblos indígenas y que los rasgos de civilización que conservan los mismos son aquellos que han sido preservados desde tiempos previos a la conquista. 
La explotación por parte de los europeos a los nativos de ningún modo configura formas capitalistas de obtención de fuerza de trabajo, sino que asume modos feudales que brindan ventajas y que convierten a los indígenas en siervos y de ningún modo en proletarios, como el desarrollo del capitalismo indicaría en su lógica de funcionamiento. El étnico es para los conquistadores un tema central y presenta dificultades en relación a la posibilidad de “cruzamiento” de razas ya que las condiciones de vida y de trabajo a la que son sometidos los originarios impide que los mismos se relacionen con las camadas de inmigrantes que llegan al territorio.
Por otro lado, el sometimiento de los indios a condiciones laborales de características feudales es altamente funcional a los intereses burgueses que se beneficiaban con mano de obra barata para desarrollar diferentes proyectos productivos. Por caso, Mariátegui se refiere a la industria del azúcar en Perú y a que su crecimiento se debe en gran medida a la “baratura de la mano de la obra”.
Paralelamente, el sometimiento de los indígenas se reproduce en los criollos burgueses y blancos que asumen como propios los modos de exclusión racial que son continuidad de la política imperial de conquista y sometimiento para acrecentar recursos y garantizar eficaz explotación de los indígenas en los emprendimientos productivos. Existía, tal como lo manifiesta el autor, un prejuicio manifiesto derivado de la visión del indígena como seres inferiores en todo sentido.
Mariátegui discrepa tanto con los que consideran a los originarios como raza inferior como con aquellos que desde posturas opuestas enarbolan las ideas de la creación de una amplia cultura americana que sería expresión de las razas originalmente nativas y supera esa falsa dicotomía estableciendo parámetros marxistas para definir como indispensable para el progreso “intelectual y material” de los indios profundas modificaciones que establezcan nuevas condiciones sociales y económicas. Claramente el autor está hablando de economía y política como herramienta para acelerar el desarrollo y aumentar los niveles culturales de los pueblos superando la cuestión de raza y reemplazándola por la de clase.
En el caso particular de Perú, el autor menciona que en ese caso la población nativa es ampliamente mayoritaria, considerando que en dicho porcentaje está mensurado el amplio mestizaje en los sectores populares y fundamentalmente las condiciones de vida de los mismo lo que los abroquelaría en un amplio sector social. Éstos trabajan en la agricultura bajo formas feudales o semi feudales que exigen trabajo bajo condiciones paupérrimas donde hasta niños o mujeres debían cumplir obligaciones gratuitas y recibir solo pequeñas parcelas improductivas para subsistir lo que les obligaba a tener que aceptar las condiciones y trabajar para los propietarios de la tierra.
La minería es otra actividad donde los nativos prestan su fuerza de trabajo bajo condiciones diferentes en el sentido de que el régimen minero establecía el trabajo asalariado que si bien era mayor en comparación con lo que recibían los que trabajaban en la agricultura, tenía formas intensivas de trabajo y escasos derechos de protección ante los riesgos de la actividad.
También las incipientes industrias de tejidos ocupan mano de obra indígena que es explotada bajo formas en las que prevalecen parámetros feudales de organización productiva.
El autor también desmiente la mirada que afirma que los nativos debido a su debilidad ante los opresores no tenían capacidad de sublevarse por lo que vivían en un sometimiento en todos los ordenes y deja en claro que en numerosas ocasiones se produjeron importantes insurrecciones que eran violentamente reprimidas. En las primeras décadas del siglo XX comienzan a difundirse las ideas socialistas que lentamente encuentran terreno fértil en amplios sectores y Mariátegui bucea en las formas apropiadas de adaptar el discurso y poder llegar profundamente al núcleo de pueblos sino del conjunto de una clase social aún no definida en su extensión como proletariado.
El desarrollo de los niveles de conciencia es para el autor indispensable para conformar una fuerza que tenga la capacidad revolucionaria de transformación y construcción de una comunidad socialista y en ese sentido busca desde su trabajo intelectual encontrar el modo de que los explotados encuentren una síntesis para poder articular acciones de lucha política y social.
Mariátegui hace un esbozo sobre los diferentes pueblos originarios que habitaban el suelo americano y al mismo tiempo menciona a aquellos de raza negra que fueran introducidos por los conquistadores, fundamentalmente en Brasil o Cuba, para trabajar forzosamente bajo condiciones de esclavitud. Este grupo al no poseer sentimiento de pertenencia a la tierra, pasa a ocupar funciones productivas en las industrias nacientes y a ser parte del conglomerado de clase explotada más allá de razas o rasgos culturales.
El análisis claro de la realidad peruana y de las otras regiones americanas es para Mariátegui indispensable para elaborar respuestas adecuadas y que sean permeables entre los pueblos, debido a las particularidades que se presentan entre clases, razas o etnias y que agregan a la explotación laboral la cuestión de el odio racial y la discriminación.
En cuanto a los procesos independentistas americanos, éstos no modifican desde la estructura la condición subalterna de las clases explotadas ya que el poder cambia de manos y es asumido por sectores terratenientes criollos que sustancialmente mantienen las formas de marginación hasta nuestros días, más allá de ciertas legislaciones que no alteraron el núcleo racista y explotador. Y por otro lado acentúan el avance ávido sobre los territorios aun en manos de aborígenes para extender el desarrollo agrícola.
Mariátegui concluye en la importancia de centrar el problema de las razas en un análisis económico y social evitando caer en visiones oportunistas que alimentan las divisiones e impiden el desarrollo de la lucha de clases en toda su magnitud.Alberto Miguel Sánchez Usuario 8712

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