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Apuntes Keynes

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Apuntes sobre el origen y la actualidad del pensamiento de Keynes y la 
macroeconomía 
Lic. Gastón Remy 
JTP –Cátedra Macroeconomía FCE-UNJu 
INTRODUCCION 
Estos apuntes se incorporan al material de estudio y consulta de la Cátedra de 
Macroeconomía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de 
Jujuy. Aunque se emplee la tercera persona del plural en este escrito, se trata de unos 
apuntes personales, puesto que considero las ideas desarrolladas no son de mi 
exclusividad y, en el mejor de los casos, mis aportes son parte de un proceso más 
general de estudio e investigación. No obstante ello, las opiniones vertidas al respecto 
corresponden a título personal del Licenciado en Economía y JPT de la Cátedra, 
Gastón Remy, al igual que los errores que se puedan haber cometido. Se trata de un 
aporte inicial a los fines de ubicar históricamente las ideas de Keynes y sus 
continuadores, como algunos de sus objetivos de política económica y sus resultados a 
lo largo de la historia. Las críticas y aportes serán bienvenidas, a los fines de 
profundizar el estudio sobre la temática que se resume a partir de la obra de diferentes 
autores a lo largo de estas páginas. 
Marzo, 2019. 
Keynes y el mundo de entre guerras 
La obra de Keynes se desarrolla en un momento histórico dominado por procesos de 
cambios muy agudos, en los que estallan las crisis económicas, las guerras y las 
revoluciones, fenómenos propios de la época del capitalismo imperialista (Lenin, 1916). 
El mundo a principios del siglo XX experimentó, la Primera Guerra, la gran Revolución 
Rusa –que desató la revolución en Europa y tuvo impacto mundial-, la Gran Depresión 
iniciada por la quiebra de Wall Street (1929), el ascenso de Hitler al poder en Alemania 
(1933) y los preparativos para la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), entre otros 
procesos que expresaban una nueva etapa del capitalismo. Se dejaba atrás el orden del 
laissez faire, añorado por los liberales austríacos y la ortodoxia, un orden que Keynes 
había definido como “era de la abundancia”, sucesora de la era de la “escasez” (que 
transcurre desde el origen de la especie humana hasta el siglo XVI), mientras que el 
período de entre guerras representaba para el economista británico un momento de 
transición hacia la era de la “estabilidad”. (Kicillof, 2007). 
Diferentes autores del pensamiento económico sostienen que entre los economistas 
contemporáneos a Keynes comenzaban a tener cabida ideas que promovían una 
intervención activa del Estado antes los efectos perdurables de la depresión1. "La 
revolución keynesiana triunfó porque Keynes produjo las conclusiones de política 
económica que la mayoría de los economistas quería defender de todos modos..." (Mark 
Blaug, 1985, p. 807). Los gobiernos de los países más importantes del mundo bajo los 
efectos avanzados de la Gran Depresión implementaron políticas fiscales expansivas y 
de mayor gasto social. El New Deal (1933-1937) en Estados Unidos bajo la presidencia 
de Roosevelt fue el proyecto de mayor envergadura en cuanto a gasto público como 
parte de un salto de la intervención del Estado en la economía. Por otro lado, en 
Alemania el régimen nazi por medio de un control directo de las principales ramas de la 
economía y suprimiendo las libertades democráticas de la población y de la clase 
trabajadora –en particular- había alcanzado llevar la tasa de desempleo prácticamente a 
cero. 
En este contexto Keynes con la publicación de la Teoría General (1936) se proponía 
actualizar la escuela clásica, puesto que la consideraba cada vez más alejada de la 
realidad. El mundo había experimentado grandes cambios a partir de la Primera guerra, 
la depresión, el desempleo masivo, la inestabilidad monetaria, el abandono del patrón 
oro, entre otros nuevos fenómenos que ocupaban el escenario cotidiano de las 
principales potencias del mundo y eran negados por los fundamentos de la teoría 
económica dominante. 
Antes de presentar algunos de los núcleos más significativos de la crítica de Keynes a la 
teoría clásica nos queremos detener en el sentido político de las conclusiones sobre los 
cambios que había atravesado el capitalismo. 
 
1 Axel Kicillof en su publicación, “La macroeconomía después de Lord Keynes”, en una nota al pie afirma 
que “Históricamente las políticas keynesianas son previas a la aparición de la Teoría General, que se 
convierte en realidad en su fuente de legitimación en el campo teórico. Por otra parte, prácticamente 
todos los historiadores coinciden en que las políticas por las que abogaba Keynes eran compartidas por 
gran parte de la profesión en esos días, aunque carecían de un sustento formal elaborado (ver Blaug 
1985, Bleaney 1985, Temin 1990, Skidelsky, 1994, entre otros). Blaug menciona a unos pocos 
economistas que durante la gran depresión se opusieron al estímulo de las obras públicas: Robbins, 
Hayek, Hawtrey, Cannan, Schumpeter y Cassel (Blaug, 1985, p. 799 y ss.) 
 
Keynes: economista y Lord de la Corona Británica 
Recordemos que John Maynard Keynes tuvo un papel preponderante en las 
negociaciones de paz con Alemania y durante la firma del tratado de Versalles como 
representante de los intereses de Gran Bretaña. Este rol como diplomático le valió 
algunas conclusiones que permiten dilucidar el sentido de sus recomendaciones de 
política económica. En su obra “Las consecuencias económicas de la paz” de 1919 
plantea en forma clara sus preocupaciones. Allí afirmaba que “las clases trabajadoras 
pueden no querer seguir más tiempo en tan amplia renuncia, y las clases capitalistas, 
perdida la confianza en el porvenir, pueden tener pretensión de gozar más plenamente 
de sus facilidades para consumir mientras ellas duren, y de ese modo precipitar la hora 
de su confiscación”. El gran temor de Lord Keynes se fundaba en que la espera de los 
mecanismos de ajuste automático de la economía –que profesaba la ortodoxia- llegaran 
demasiado tarde, o nunca quizás, con la consecuencia de la resolución de la crisis por 
medio de la revolución obrera y campesina como había sucedido en la Rusia de los 
Zares. 
Con esta preocupación de fondo, Keynes va a iniciar su crítica a algunos de los 
principales postulados de la economía clásica. Por ejemplo, que no son los salarios 
reales los que definen la oferta de trabajo o que la inversión depende no solo de la tasa 
de interés, sino también del nivel de actividad o ingreso, entre otros cuestionamientos. 
Una economía clásica que según Kicillof (2007) gracias al aporte de su principal 
exponente, Alfred Marshall, había logrado reconciliar a los primeros marginalistas 
(Menger, Jevons, Walras) con la teoría clásica de David Ricardo2. Esta operación 
conduce a Marshall a considerar la interpretación de John S. Mill sobre la teoría del 
valor de Ricardo en términos de costos de producción y no de valor trabajo, dando 
nacimiento a la denominada escuela neoclásica. 
Keynes y la ortodoxia 
 
2
 Según Kicillof, en su libro Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico, “Marshall se propuso 
establecer una línea directa de continuidad con las ideas de Ricardo o, mejor dicho, con las ideas de 
Ricardo tamizadas por las interpretaciones de John Stuart Mill; en cualquier caso, ofreció una suerte de 
síntesis entre los marginalistas y los clásicos que aún hoy genera controversias.” P.173. 
El cuestionamiento de Keynes a la ortodoxia en la cual había sido formado como 
discípulo de Marshall durante sus años en Cambridge, tiene como núcleo el 
señalamiento de la inconsistencia que existe entre la teoría del dinero (Libro 1), donde 
el dinero aparece como un simple intermediario del “juego” entre la oferta y la 
demanda, un mecanismo que determina el nivel de precios, y por otro lado, la 
explicación del rol del dinero en la formaciónde precios que comprende el Libro 2 
(Kicillof, 2007). 
El intento de unificar ambos libros, superando la contradicción señalada, aunque sin 
cuestionar la naturalización de la teoría dominante respecto del capitalismo como único 
orden eterno, ni las inconsistencias teóricas en torno a la Ley del valor trabajo (Bach, 
2009), es parte del desafío de Keynes en el camino de contribuir a una Teoría General, 
que a su vez, contenga nuevos fundamentos que contemplen los cambios ocurridos en el 
capitalismo, en especial, el nuevo rol del Estado en la economía, la desocupación 
masiva y el peso creciente de las organizaciones sindicales de la clase trabajadora. 
Keynes en este camino de actualización de la teoría clásica si bien adhiere a la versión 
de Cambridge de la teoría cuantitativa del dinero, en el marco de la vigencia del patrón 
oro (convertibilidad libra-oro), el elevado desempleo y la quiebra de Wall Street, 
comienza a ampliar los motivos de la demanda de dinero, no sólo por transacciones o 
atesoramiento; sino también por el deseo de valorizar el dinero bajo la compra de 
acciones y títulos en la bolsa de valores. Keynes explica que este comportamiento 
especulativo no sólo afecta a la demanda de dinero, sino también aporta un elemento 
fundamental al desequilibrio entre el ahorro y la inversión, puesto que acorde al nivel de 
tasas de interés, pueden darse situaciones donde una parte del excedente no se canalice 
como ahorro dentro del sistema bancario y no pueda ser reabsorbido por la inversión 
real. Este va a ser un antecedente de su explicación acerca de la persistencia del 
desempleo, pese a la deflación de precios y tasas de interés, un argumento que luego 
tomará cuerpo en la Teoría General y será expresado bajo el concepto de la “trampa de 
liquidez”. 
Según Robert Skidelsky hay un momento en la evolución del pensamiento de Keynes 
que lo ubica dentro de la ortodoxia monetaria. Siguiendo los pasos de los teóricos 
cuantitativos de esos tiempos, se limitó a considerar una política de reforma monetaria 
que asegurase la estabilidad de la oferta de dinero y, por esa vía, tener controlado el 
nivel de precios que actuaba sobre el volumen de producción y ocupación. Su 
preocupación más bien se orientaba sobre el problema cambiario en Inglaterra ante el 
cual recomendaba una política exterior de tipo proteccionista. Esta sugerencia de 
política económica era postulada como opción ante el sostenimiento del patrón oro, al 
que consideraba equivocado y responsable de la crisis económica (Skidelsky, 1994). 
De la crítica a la Ley de Say a la demanda efectiva 
Su actualización de la demanda de dinero incorporando el “motivo especulación” es un 
primer cuestionamiento a la vigencia de la Ley de Say. El influyente economista 
francés, Jean Baptiste Say, había postulado que toda “oferta crea su propia demanda” 
despejando con este simple enunciado toda posibilidad de desequilibrio permanente de 
la economía. La crítica al postulado de Say tuvo antecedentes a la efectuada por Keynes, 
este fue el caso de Marx, qué no solo refutó la Ley, mostrando su carácter tautológico, 
sino que también explicó la forma en que el capitalismo alcanza sus equilibrios en 
forma caótica (Bach, 2009). 
Uno de los aspectos principales de la Teoría General se va a concentrar en el principio 
de la demanda efectiva, el cual se deriva del incumplimiento de la Ley de Say. Keynes 
va a considerar que existe un precio de la oferta global (producto) considerando un 
determinado nivel de hombres ocupados y, por otro lado, un importe del producto a 
percibir correspondiente a la cantidad de hombres empleados. A esto último lo 
denomina demanda global. En la medida que los precios esperados de la producción 
superen sus niveles medios los empresarios van a estar dispuestos a seguir contratando 
trabajadores hasta el momento en que se igualen la oferta global y la demanda global, lo 
cual desde el punto de vista de la ganancia significa que no se puedan esperar márgenes 
mayores. El valor de la demanda global en ese punto es el que Keynes denomina 
demanda efectiva. O sea, la demanda efectiva a contramano de lo que puede sugerir su 
nombre, no es una demanda realizada, si no la demanda esperada por parte de los 
empresarios. Si los empresarios tienen expectativas de una baja de los ingresos de su 
producción la economía alanzará un equilibrio, entre oferta y demanda global, aunque 
sin la totalidad de los recursos ocupados. En un contexto de fuerte especulación de los 
dueños de los capitales para Keynes los casos en que el equilibrio ocurra con pleno 
empleo son más bien la excepción. De aquí que Keynes explique a través de su obra que 
la norma en el capitalismo son las situaciones de equilibrio de la oferta y demanda 
global con niveles de empleo por debajo del nivel de pleno empleo del conjunto de la 
fuerza de trabajo. 
Una segunda cuestión ocurre a partir del crecimiento del empleo, que da lugar a un 
desequilibrio entre el aumento del ingreso y el consumo, siendo que este último 
aumenta en menor proporción; la brecha entonces entre la demanda total y la demanda 
de consumo tiene que ser cubierta por la inversión. Sin embargo, pueden ocurrir 
situaciones donde las expectativas de precios y ganancias de los empresarios no sean 
satisfactorias y por ende la inversión no sea la correspondiente con el pleno empleo. 
El equilibrio entre oferta y demanda global se complejiza a medida que se desarrolla un 
escenario de especulación en la bolsa de valores donde se espera una suba de los precios 
de las acciones y, por consiguiente, el ahorro se mantiene en la compra de acciones y no 
se vuelca a la inversión real. Esta situación da lugar a que la política monetaria 
expansiva tenga un límite sobre la modificación de la tasa de interés llevando entonces a 
que la misma no descienda y, por ende, la posibilidad de establecer la inversión a 
niveles de pleno empleo puede no verse realizada. Se configurará así una trampa de 
liquidez según Keynes, la cual, torna ineficaz la política monetaria desde el punto de 
vista de la actuación frente al desempleo y el nivel de producto. A partir de esta 
conclusión Keynes desarrolla los fundamentos para desplegar la política fiscal frente al 
desempleo. 
Salarios, ganancias e interés 
De acuerdo a la escuela neoclásica los mecanismos automáticos de ajuste frente a un 
desequilibrio en el mercado de trabajo consisten en una reducción de los salarios reales, 
si la oferta de trabajo supera a la demanda. Sin embargo, en la realidad la posibilidad de 
una reducción de salarios era algo que no podía suceder en forma automática, puesto 
que existen los sindicatos y además como señalaba Keynes, no era una medida 
políticamente muy redituable, al menos, alentaba una mayor conflictividad social. La 
consideración más realista de Keynes sobre la existencia de sindicatos y salarios 
nominales que no pueden ser reducidos fácilmente se constituye como una explicación 
sobre los límites de la ortodoxia para explicar el desempleo; pero también habilita la 
posibilidad de aumentar los niveles de empleo por medio de políticas fiscales 
expansivas que -en el corto plazo- pueden ir reactivando la demanda efectiva generando 
cierta suba del nivel general de precios y, por esa vía, una reducción de los salarios 
reales que motive a los empresarios a una mayor contratación de trabajadores. Se asume 
que los trabajadores en un primer momento, no son conscientes de la baja de sus 
salarios reales (“sufren de ilusión monetaria”) y aceptan trabajar más horas o nuevos 
empleos. 
De esta manera, Keynes pone en evidencia la falta de realidad de la teoría ortodoxa que 
consideraba el desempleo sólo como el resultado de un acto voluntario, cuando los 
trabajadores -a los salarios existentes- prefieren destinar su tiempo vital al ocio que les 
reporta mayor utilidad que el trabajo. Por el contrario, se pone demanifiesto la 
existencia de condiciones de desempleo involuntario producto de la falta de demanda 
de trabajo, relacionado con la insuficiencia de la inversión que se deriva de los 
problemas generados por la psicología especulativa de los dueños del capital, la baja de 
la eficiencia marginal del capital y las dificultades para deprimir los salarios reales. 
Desde un punto de vista marxista, Keynes se acerca a su manera a los problemas que 
planteaba Marx sobre los condicionantes a la acumulación continua de capital que se 
derivan de una baja de la tasa de ganancia. No obstante, al plantear la existencia de 
desempleo involuntario como un fenómeno de un momento particular de la economía, 
preservaba el núcleo central de la teoría económica oficial que considera a los 
trabajadores como individuos libres en el mercado de trabajo, cuando en realidad, se 
ven arrojados a la búsqueda de empleo, a vender su fuerza de trabajo a cambio de un 
salario, porque no tienen otro medio por el cual se garanticen su subsistencia y la de su 
grupo familiar. 
Ligado al desequilibrio en el mercado de trabajo, Keynes va a desarrollar a través del 
análisis del concepto de eficiencia marginal del capital, su relación con las tasas de 
interés y el rol del Estado. En contextos de deflación y alta especulación en la bolsa se 
espera que una parte considerable de los proyectos de inversión no se concreten, (la 
eficiencia marginal del capital es menor al interés, la cual, tiene una relación inversa con 
el precio de las acciones); por ende, el Estado debe asumir un rol activo llevando 
adelante iniciativas de inversión, en especial aquellas que para el capital privado no son 
rentables, de modo que la demanda efectiva se recupere y, por la vía del multiplicador 
del gasto público, la economía se vaya acercando a un equilibrio con pleno empleo. 
El programa de Keynes y sus efectos 
Volviendo a la historia y al convulsivo período de entre guerras surge el interrogante 
sobre cuál fue el impacto de la política económica sugerida por Keynes en la actividad y 
el empleo. En un artículo publicado en New Republic, el 29 de julio de 1940 el mismo 
Keynes afirmaba que “Parece políticamente imposible que una democracia capitalista 
organice el gasto en una escala necesaria para realizar el gran experimento que daría 
prueba a mi tésis –salvo que se verifique una guerra-”. En ese momento, la Segunda 
Guerra mundial ya era un hecho, por lo cual, Keynes, a su manera, terminaba 
reconociendo que sus recomendaciones de política económica tenían un límite 
considerable en tiempos de paz. “Si bien el desempleo se redujo de un 25 % en 1933 al 
18 % en 1935, al 14 % en 1936 y al 12 % en 1937, la economía norteamericana no logró 
recuperar los estándares previos a la crisis de 1929 y ya en 1938, el desempleo volvió a 
trepar al 30 % y la economía nuevamente colapsó.” P. 157 (Bach, 2009). 
Por otra parte, si bien la preocupación de Keynes tenía un aspecto de corto plazo, 
vinculado a las consecuencias políticas menos deseables del paro forzoso de millones; 
surge otro interrogante, si Keynes pensaba en una perspectiva más de largo plazo, cuál 
era entonces su programa para estabilizar el capitalismo finalizada la guerra. Esto nos 
lleva a mencionar, sin ánimos de agotar la discusión en estas páginas, su 
conceptualización sobre los motivos de la rentabilidad del capital. Keynes adhiere a la 
teoría de la escasez, por la cual la falta relativa de capital es la que generaría una 
rentabilidad extraordinaria por encima del beneficio normal. En economías ricas, con 
abundancia de capitales y una eficiencia marginal del capital deprimida, el rol de los 
especuladores afecta la posibilidad de que las tasas de interés bajen a punto tal de volver 
atractivos algunas inversiones en la economía no financiera. Frente a esta situación, 
antes mencionada, Keynes va a desarrollar no sólo los fundamentos de la intervención 
del Estado asumiendo ciertas inversiones no rentables para el capital; sino que también 
despliega la idea de reducir casi a cero la eficiencia marginal del capital y que el sistema 
se aproximara a acabar con la escasez de capital3. Lo cual tendría como consecuencia la 
 
3
 Skidelsky en su biografía sobre Keynes presenta una interpretación más moderada del rol del Estado, 
“… la preferencia del propio Keynes consistía en canalizar la inversión incrementada a través de las 
empresas públicas. También se inclinaba a favor de un control indirecto (financiero) de la economía en 
vez de uno directo (físico), con objeto de conservar las ventajas del proceso descentralizado de toma de 
decisiones” (p. 150). En otro pasaje de su libro afirma que “Keynes pensó que el paro británico era un 
problema derivado de la sobrevaluación de la libra esterlina frente al dólar. Desde este punto de vista, la 
Teoría General es un apéndice a esta línea de pensamiento, más que su culminación –es una teoría de la 
profunda depresión mundial cuando ningún grado de manipulación monetaria puede restaurar la 
ocupación plena” (p. 171) 
desaparición de los capitales especulativos y los empresarios que invirtiesen en la 
economía real recibirían una rentabilidad modesta o normal asociada a los riesgos de la 
inversión, los costos de la habilidad y la supervisión según Keynes (Kicillof, 2009 p. 
472). En cierto modo, es un reconocimiento de la división que se genera en el 
capitalismo, entre los dueños de las acciones de las empresas (rentistas) y aquellos 
encargados de la administración cotidiana; los primeros guiados por el afán de valorizar 
su capital, terminan conspirando contra las mismas bases reales de la creación de 
riqueza que se encuentra en la producción. El programa de Keynes se postula como una 
hipótesis bastante ilusoria (un capitalismo funcionando con rentabilidad cercana a 0) y 
al cargar la responsabilidad del problema sobre los especuladores llega a plantear la 
“eutanasia del rentista”. Así por un lado, evita introducirse en los problemas de los 
orígenes de la ganancia capitalista –siguiendo así la tradición de los neoclásicos-; a la 
vez, que sugiere amenizar mediante la acción del Estado las tendencias a la 
socialización del capital y el carácter anárquico de la dirección del proceso, el cual se 
divorcia cada vez más, dentro de las mismas unidades productivas, a partir de la 
influencia de los dueños de las acciones y títulos de deuda de las empresas que pasan a 
poseer distintas empresas en las cuales no ejercen ningún papel en la dirección4. 
Por el contrario, el creciente accionar del Estado en la economía podía alentar las 
tendencias a que efectivamente se produzca una socialización de los capitales y la 
propiedad privada pero en manos de otra clase5. El escenario de una revolución obrera y 
socialista podía ser la pesadilla de Keynes y los gobiernos de la época que estaban 
dispuestos a asumir desde el Estado un nuevo rol en la economía con tal de evitar que 
las masas trabajadoras pongan fin a la propiedad privada capitalista. 
 
4
 La economista marxista, Paula Bach, afirma que “El modelo ideal de Keynes sería algo así como un 
modelo de grandes empresas de capital social, cuya única forma posible, a decir verdad, en el modo de 
producción capitalista es aquel de las sociedades por acciones pero, de las que Keynes pretende hacer 
desaparecer al “rentista” y la especulación que en realidad son, precisamente, la consecuencia de la 
existencia de las sociedades por acciones y de la “socialización” del capital bajo el régimen de la 
propiedad privada” (P. 155) (Bach). 
5
 Las políticas fiscales expansivas fueron implementadas en Gran Bretaña y con énfasis en Estados 
Unidos, a través de los planes del New Deal durante los años 30´; sin embargo, la recuperación del 
empleo y la salida de la crisis, no fue el resultado deestas políticas, sino lo decisivo fue la reorganización 
de las economías hacia la guerra y los efectos destructivos sobre la infraestructura y el capital mismo 
que trajo aparejados. El caso de Alemania con la experiencia del nazismo fue un ejemplo de cómo la 
economía de guerra dirigida centralmente por el Estado podían resolver parte del problema, aunque sin 
evitar, la confrontación bélica y la catástrofe humanitaria, que en última instancia se inscribe como 
continuidad –por otras vías- de la búsqueda de una resolución de los problemas de rentabilidad y 
negocios capitalistas que no habían sido resueltos durante la Primera Guerra y que los Estados se 
propusieron realizar nuevamente por la vía de las armas. 
Síntesis neoclásica-keynesiana 
A la salida de la Segunda Guerra, que dejó más de 60 millones de muertos y una sideral 
destrucción del aparato productivo de las principales potencias, la reconstrucción de 
Europa y la relación de fuerzas más general con la URSS y los Estados Obreros 
burocratizados -que en ese entonces alcanzaron a un tercio del planeta-, llevaron a los 
Estados a implementar un conjunto de concesiones sociales a modo de contener a la 
clase trabajadora y su potencial amenaza sobre el capitalismo6. En los años venideros se 
inicia un ciclo de fuerte crecimiento en las principales economías del mundo, el cual fue 
acompañado por un consenso por el cual el Estado se implica con fuerza en la 
prestación de servicios sociales y en áreas estratégicas de la economía. El mismo fue 
denominado, “Estado de Bienestar”. 
A sí mismo, “con la Segunda Guerra Mundial se esfumaron las esperanzas de Keynes 
de lograr un sistema de pagos controlado por Gran Bretaña como el marco monetario de 
la economía británica.” (Skideslky, 1994). El dominio de las finanzas mundiales y del 
comercio pasó a estar en manos de los Estados Unidos, ante el cual, Gran Bretaña se 
ubicó como un socio menor, cediendo su poder imperial a la nueva potencia 
hegemónica en el mundo. Como parte de las negociaciones entre Estados Unidos 
guiadas por Harry White y Keynes en representación de Gran Bretaña se van perfilando 
las líneas centrales del nuevo orden geopolítico de post guerra liderado por Estados 
Unidos. En 1944 como parte de los acuerdos entre las potencias vencedoras en la 
Segunda Guerra surge la idea de crear el Fondo Monetario Internacional. Keynes -
aunque con una posición perdedora- y White –quien salió ganador- van a ser las 
principales figuras que le dan origen al organismo monetario y otras instituciones que 
van a guiar la reconstrucción de las relaciones entre los Estados a partir de 1945. El FMI 
emerge con el “objetivo de asegurar el desempeño del dólar como nueva moneda de 
reserva y eliminar la Preferencia Imperial, que le brindaba posibilidad de existencia al 
Imperio Británico gracias a la instalación del libre comercio. Las cláusulas de comercio 
no discriminatorio en la creación del fondo son una continuación de las escritas en todos 
 
6
 “En las nuevas condiciones creadas luego de la guerra y para contener la revolución desplegaron, con 
el llamado “Estado de bienestar keynesiano”, nuevas bases para el reformismo en los países centrales. 
Por su parte, en la periferia se ensayó un proceso de “descolonización” desde arriba, que sin embargo 
falló en contener la revolución anticolonial. [p. 529, “Estrategia Socialista y Arte Militar”]. 
los acuerdos entre Gran Bretaña y Estados Unidos 1935 en adelante.” (Ugarteche, 
2016). 
Con este marco de fondo, las ideas de Keynes fueron adaptadas por parte del 
mainstream que tomó algunos de sus conceptos para readecuarlos y relanzar la 
ortodoxia acorde a los nuevos tiempos. Así toma cuerpo la síntesis neoclásica-
keynesiana con autores de peso como John Hicks quien va a publicar el modelo IS-LM, 
con énfasis en las dificultades para el equilibrio que se generan en situaciones de 
“trampa de liquidez”, estableciendo una versión reducida de la Teoría General (Kicillof, 
2004). Del equilibrio entre la IS (mercado real) y la LM (mercado monetario), se 
desprende, a su vez, una relación entre tasa de interés y nivel de producto que se 
representa en la demanda global, la cual, en términos de Keynes representa a la 
demanda efectiva. El “modelo IS-LM” implica un cambio en la relación entre el dinero, 
el interés y el nivel de producto y empleo, tal como lo formulara Keynes en la Teoría 
General, en el largo plazo, vuelven a desvincular los efectos monetarios sobre la 
economía real. 
Otro autor que contribuye a la síntesis es Franco Modigliani quien puso el énfasis en la 
inflexibilidad de los salarios nominales al momento de explicar los motivos de 
situaciones de equilibrio entre la oferta y la demanda global con desempleo. De 
conjunto, las distintas formas de construcción de la síntesis fueron tomando aspectos 
parciales de la Teoría General, aunque a costa de no profundizar en ninguno de los 
aspectos teóricos cuestionados por Keynes a la teoría neoclásica, mucho menos, indagar 
en los problemas de la Ley del valor trabajo y el origen de la ganancia que había 
significado la ruina de la economía clásica cuyo principal referente fue David Ricardo 
(Marx, 1873). 
A partir de la síntesis neoclásica-keynesiana, los aspectos teóricos de la economía 
marginalista y el equilibrio general de León Walras, fuertemente cuestionados por el fin 
del laissez faire y el por el propio Keynes, se preservan creando una división de la 
economía, denominada “microeconomía”; mientras que los aspectos relacionados con 
los desequilibrios de corto plazo, los problemas de empleo, producto y nivel de precios, 
entre otros, van a ser ubicados dentro de otra división, la “macroeconomía” (Kicillof, 
2009) . 
La síntesis se va a constituir como nuevo mainstream durante los veinticinco años que 
siguieron a la muerte de Keynes (Skidelsky, 1994) y, en sus líneas generales, sigue 
siendo el cuerpo teórico que se enseña en las aulas de las universidades de todo el 
mundo en la actualidad. 
La “reacción” monetarista 
Con el declive de la tasa de ganancia, acompañada de una inflación cada vez más 
elevada y bajo crecimiento (estanflación), se fueron expresando los síntomas de 
agotamiento de los “años dorados” de la segunda post guerra. A su vez, la respuesta de 
la lucha de clases no se hizo esperar por parte de los trabajadores y estudiantes en 
distintos puntos del mundo (México 1966, Mayo Francés 68´, Cordobazo 69´, 
movimientos anti guerra, etc.). Sin embargo, como parte de los desvíos de estos 
procesos en los países centrales y con derrotas mediante dictaduras en los países 
periféricos, comienza un giro en la política económica, con el abandono del patrón oro 
como parte de los acuerdos de Bretton Woods por Estados Unidos (1971), lo cual 
significó el inicio de un cambio profundo de la forma de dominio que la principal 
potencia se proponía en todo el mundo. 
Las implicancias para el mainstream económico vinieron por el lado de lo que algunos 
economistas titularon, “reacción monetarista”, en alusión a la vuelta de la teoría 
cuantitativa del dinero al eje de la discusión y, de esta forma, el enfoque puesto en el 
problema de la inflación desplazó al del empleo. Un economista formado en Chicago, 
Milton Friedman, va a destacarse como una de las principales figuras de este giro hacia 
la política monetaria ortodoxa de control de la inflación como principal preocupación de 
los gobiernos y los bancos centrales, como también de garantizar el mejor 
funcionamiento de los mecanismos de mercado. 
En sintonía con el giro de tipo monetarista hacia enfocar la política económica en el 
control de la inflación, recurren a las observaciones empíricas que realizó William 
Phillips (1958), las cuales deslizan la responsabilidad de la inflación sobre los 
trabajadores debido a su inflexibilidad salarial (Skideslky, 1994p.191). La denominada 
“Curva de Phillips”, viene a dar cierto sustento a esta contra ofensiva del capital, 
ubicando a la sociedad –en el corto plazo- ante la disyuntiva de “elegir” entre menos 
desempleo y más inflación o, más desempleo y menos inflación. Posteriormente, Milton 
Friedman desarrolla su reinterpretación sobre la “Curva de Phillips” planteando que a 
largo plazo, a través de los mecanismos de mercado, existe una tasa natural de 
desempleo (NAIRU, en inglés) frente a la cual la economía si continúa creciendo, por el 
lado de la demanda, no puede hacer más que generar un efecto inflacionario. Todo 
intento de llevar a la tasa de desempleo por debajo de la NAIRU iba a generar efectos 
inflacionarios, sin afectar el nivel de empleo, desempleo ni de producto. De esta 
manera, comenzaban a dar por finalizada el programa económico de tipo keynesiano 
focalizado en el empleo y el crecimiento durante la post guerra para abordar un conjunto 
de políticas que partiendo del control de la inflación y la estabilidad macroeconómica, le 
terminan dando fundamento a la ofensiva sobre las condiciones laborales y de vida de 
las masas trabajadoras con el objetivo de recuperar los niveles de rentabilidad en franco 
retroceso. Este conjunto de política se denominó neoliberalismo y cobró impulso en 
todo el mundo con características propias en cada país desde fines de los años 60´y 
principios de los 80´ hasta nuestros días (Harvey, 2005). 
Por último, otra forma de reconocer el nuevo consenso de dominio del capital que se 
estaba construyendo lo expresa a su forma Robert Skideslky, “El error de los 
keynesianos al no tomar en serio las restricciones del lado de la oferta, producto de la 
perspectiva de la depresión en la Teoría general, destruyó no sólo el equilibrio 
intelectual que el propio Keynes trató de conservar sino también el equilibrio político de 
la revolución keynesiana. Hacia finales de los años 1970 quienes amaban la libertad y 
quienes valoraban la eficiencia empezaron a desertar del bando keynesiano en masa.” 
(Skideslky, p. 199). 
La decadencia de la economía oficial 
 “Hoy en día la política keynesiana no puede ser defendida abiertamente, aunque la 
presión política aún puede hacer que sea practicada a hurtadilla. La política 
macroeconómica es cada vez más pragmática y a-teórica”, así finalizaba Robert 
Skideslky, su biografía sobre Lord Keynes en 1994 en pleno auge neoliberal y de la 
nueva economía clásica7 (Bach 2012). Esta escuela sostuvo el dominio del monetarismo 
de Milton Friedman, reconociendo de algún modo que la política del programa 
 
7
 “La escuela neoclásica, entendida como “nueva economía clásica”, se impuso como teoría dominante a 
partir de los años 80´. Entre sus preceptos fundamentales se encuentran la teoría de las expectativas 
racionales, la teoría del ciclo económico real y la teoría del mercado eficiente.” Bach, Paula. P. 59. 
Economía, Política y Guerra: ese oscuro objeto (neo)keynesiano. 
keynesiano tenía reservado un lugar –al menos- en la nueva ortodoxia con limitadas 
intervenciones del Estado. 
La situación con el paso de los años no parece ser mejor, sino por el contrario, se 
avisora una profundización de la crisis de la teoría económica dominante y su división 
macroeconómica. El influyente economista, Paul Krugman, que obtuvo el premio nobel 
en 2008 –el mismo año de la quiebra de la banca Lehman Brothers- en su reflexión a 10 
años del inicio de la crisis financiera ilustra el estado de caos que atraviesa la 
macroeconomía. Cuando le preguntaron por qué no supieron anticipar la última gran 
crisis, Krugman afirma que “ellos estaban mirando para otro lado” y que “los modelos 
no supieron registrar los datos que podían alertar de la burbuja en el sector inmobiliario 
y de la profunda imbricación de los bancos de inversión”. Pero no satisfecho con esta 
respuesta más que fugaz y evasiva, Krugman, a su manera sentencia a la economía 
oficial afirmando que no es necesario contar con una teoría para explicar la recesión, 
sino simplemente aplicar algunas políticas (monetarias y fiscales) para salir de ella 
como ilustra en su libro “Acabad ya con esta crisis” (2012). 
En el caso de Estados Unidos, durante los primeros años de la crisis, los neokeynesianos 
–y el mismo Krugman- acompañaron la política de emisión monetaria (QE)8 que 
propició el salvataje a los grandes bancos de inversión y compañías en quiebra llevando 
adelante una fabulosa socialización de las pérdidas de aquellos que habían sido los 
máximos responsables de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario. Las políticas 
fiscales de carácter expansivo tuvieron un lugar moderado y prácticamente se frenaron 
en 2010, en gran medida como consecuencia de los límites del endeudamiento de los 
Estados, que multiplicaron sus deudas al absorber las pérdidas privadas viendo de esta 
manera acotados sus márgenes para seguir ampliando el déficit fiscal. Krugman pareció 
desconocer esta nueva situación y planteó el problema simplemente en términos de una 
carencia de “lucidez intelectual y voluntad política” y, en ese momento, sugería un 
 
8
 Quantitive Easing (QE) se refiere a la política monetaria realizada por los Bancos Centrales que por lo 
general recompran bonos de deuda para reducir la tasa de interés. A partir de la crisis de 2008, la FED 
de Estados Unidos, emprendió el mayor rescate de bonos de la historia cerca de 3,5 billones de U$S. 
Luego Europa inició a través del Banco Central Europeo una operatoria similar ante la crisis, aunque de 
menor envergadura. http://www.laizquierdadiario.com/Giro-historico-en-la-politica-monetaria-de-la-
Reserva-Federal-norteamericana 
 
 
programa de gasto del estatal muy ligth si consideramos que Krugman definía a la 
recesión iniciada en 2008 como la mayor luego de la Gran Depresión de los años 1930. 
(Bach, 2012). 
Una reflexión más profunda sobre la crisis que atraviesa la economía oficial la propone 
Skidelsky, en un artículo acerca del décimo aniversario de la quiebra de la banca de 
inversión Lemahn Brothers en 2008. En el mismo afirma que “mientras que la Gran 
Depresión de los años 1930 produjo la economía keynesiana, y la estanflación de los 
años 1970 dio lugar al monetarismo de Milton Friedman, la Gran Recesión no ha 
generado ningún giro intelectual similar”. La respuesta que ensaya el biógrafo de 
Keynes ante la falta de grandes ideas en el cuerpo del maistream, no deja de meter el 
dedo en la llaga. Por un lado, sostiene una vaga esperanza en que los neokeynesianos 
(Astarita, 2008) como Krugman, sean capaces de incorporar a sus modelos la 
“incertidumbre radical”, una forma de aceptar la existencia del caótico movimiento del 
capital ficticio9 y, por el otro, aún reconociendo que este “retoque” del modelo es 
insuficiente y, sin dar fundamentos, expresa sus deseos de una política intervencionista 
más sostenida, aunque sin mucha confianza en que siquiera el mainstream esté 
dispuesto a realizar cambios (Skidelsky, 2018. “Cómo sobrevivió la economía a la gran 
crisis”). 
Pero volviendo a la analogía histórica del biógrafo de Keynes, allí se dejan planteados 
dos aspectos que nos parecen importantes destacar. Por un lado, si el mainstream no ha 
sido capaz de generar una nueva “gran idea”, uno de los motivos hay que buscarlo en el 
plano de la política económica desplegada por los gobiernos y Estados para salir de la 
gran recesión que iniciara en 2008. La decisión política de rescatar a los grandes bancos 
y algunas multinacionales, con la mayor emisión de dólares de la historia (QE) en los 
Estados Unidos, combinada con planes de ajuste durísimos en los países más golpeados 
por la crisis en la Unión Europea (Grecia, Portugal, España, entre otros) y más adelante 
con emisión monetaria del BCE, fue la políticaque prevaleció ante la crisis (Bach, 
2012). Con esta política se pone de manifiesto que el mainstream recurrió a una de las 
lecciones que Milton Friedman sacara de los errores de los Estados durante la Gran 
 
9
 Marx se refería al capital ficticio para designar a aquellos activos financieros (acciones, títulos públicos, 
bonos, etc.) cuyo valor no se condice con ningún valor real en términos de tiempo de trabajo respecto 
de los activos que representan. 
 
Depresión, nos referimos al hecho de haber mantenido durante mucho tiempo las tasas 
de interés muy altas; por eso, esta vez se necesitaba un shock monetario expansivo que 
llevaron a las tasas casi a cero. La paradoja, tal vez, sea que esta política fue aplicada 
por un neokeynesiano como Bernanke al mando de la FED. Con una política tan 
conservadora enfocada en socializar las pérdidas de los sectores más concentrados de la 
economía, aquellos responsables de la burbuja especulativa y de su estallido, se puede 
encontrar una explicación de por qué el maistream se mantuvo aferrado a su cuerpo 
teórico, incluso a partir de los resultados que evitaron el peor escenario, reforzaron el 
statu quo académico. 
Pero la política de salvar a los bancos, mientras miles eran desalojados por no poder 
pagar las hipotecas y crecía el desempleo, para dar luego lugar a una frágil recuperación 
económica con altos niveles de empleo precario y un sector que nunca más volvió a 
buscar trabajo, a su vez, con un salto en los niveles de desigualdad en la distribución de 
la riqueza (Informe sobre la Desigualdad Global, 2018), fue minando la confianza en los 
gobiernos (centroderecha y socialdemócratas) que históricamente han aplicado la teoría 
económica oficial. 
Con el paso del tiempo se ha ido gestando una mayor polarización política y social que 
se empieza a expresar en el plano de las ideas. En este sentido, el mainstream se ve 
golpeado por derecha con un cierto resurgir de la escuela liberal austríaca como 
también, por izquierda, emerge una creciente influencia de las ideas socialistas que han 
despertado la preocupación de los líderes mundiales desde Trump a Putin (The 
Economist). Entre estos dos polos, desde el sector neokeynesiano, se empiezan a 
reflotar ideas de una mayor intervención del Estado asumiendo el cobro de impuestos a 
las multinacionales (Stiglitz, Clarín 2019) o que insinúan la dirección de áreas de 
servicios o estratégicas de la economía (Krugman, NYT dic. 2018) que incluso ni el 
propio Keynes recomendaba a viva voz en los caóticos años de 1930. Las sugerencias 
de los neokeynesianos expresan cierta preocupación por el avance de las ideas 
socialistas en amplios sectores de la juventud en todo el mundo y, en especial, en los 
Estados Unidos. Esta especie de vuelta a Keynes es otra forma de confirmación de los 
estrechos límites del cuerpo oficial para generar en pleno siglo XXI una “nueva gran 
idea”, mientras continúa como un conjunto de ideas y recetas económicas que 
acompañan la decadencia del proyecto neoliberal, profundizando incluso su impotencia 
ante los nuevos escenarios de desaceleración de la economía mundial (Krugman, NYT 
sep. 2018). 
Un segundo motivo que explica la falta de una “gran idea” se encuentra indagando, una 
vez más, en el carácter mismo de la teoría económica oficial que se erige como una 
apología del capitalismo, que oculta la explotación (apropiación del trabajo ajeno del 
asalariado por parte del empresario) y naturaliza las relaciones sociales capitalistas 
volviéndolas eternas. El abandono de la economía política clásica de toda pretensión 
científica en los inicios del siglo XIX, cuando las investigaciones en la Ley del Valor 
trabajo acercaban a Ricardo a una explicación sobre la relación entre la ganancia y el 
trabajo no pago a los asalariados, el mismo capitalismo comenzaba a demostrar que era 
una nueva formación social basada en la explotación del hombre por el hombre, no se 
detuvo con el paso del tiempo, su obstinación por defender los intereses de la clase 
dominante la han hundido en un compendio de ideas “a-teóricas” y su decadencia como 
ciencia se perpetúa hasta nuestros días. 
Para finalizar, a lo largo de estos apuntes hemos ido exponiendo las ideas centrales de 
Keynes en un contexto histórico, mostrando los contrapuntos con la ortodoxia de su 
época y el devenir del cuerpo teórico keynesiano -en sus principales líneas- a lo largo de 
los cambios ocurridos en el capitalismo hasta la actualidad. Indagamos sobre sus límites 
teóricos como en sus intenciones políticas a modo de contribución a una lectura 
contextualizada en términos históricos y de acuerdo a identificar los intereses de clases 
que subyacen en las escuelas y pensadores de la economía. Quedan para próximas 
entregas un análisis y estudio de las corrientes poskeynesianas y los keynesianos 
neoclásicos o (neo)keynesianos. 
Esperamos que estas páginas contribuyan en la Universidad a abrir los espacios de 
reflexión, intercambio y discusión que se necesitan acordes a los tiempos que corren. 
Desde mi lugar encaro este desafío siguiendo los pasos de la crítica de la economía 
política que iniciara Marx asumiendo la tarea de desnaturalizar las formas del capital y 
develar el contenido de sus leyes propias, no sólo para anticiparse a ellas, sino también 
para dar lugar a las “grandes ideas” que pueden orientar a una solución de fondo a los 
problemas del capital partiendo de los enormes saltos en la productividad del trabajo y 
en los avances tecnológicos que pueden abrir una nueva perspectiva histórica como 
parte de reorganizar la economía y la sociedad en beneficio de las mayorías trabajadoras 
y populares. 
 
BIBLIOGRAFÍA 
Astarita, Rolando. Keynesianos, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos. Apuntes de 
Economía Política. Ed. Universidad Nacional de Quilmes, Bernal. Año 2008. 
Bach, Paula. Keynes, el Marxismo y Nuestra Época. Revista “Lucha de Clases, N° 9. 
Segunda Época. Junio 2009. 
Bach, Paula. Economía, política y guerra: ese oscuro objeto (neo)keynesiano. Revista 
Estrategia Internacional. Septiembre 2012. 
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Krugman, Paul. Por qué conviene tener una economía mixta. New York Time, 26 de 
diciembre de 2018. 
Krugman, Paul. ¿Una recesión de mezcla heterogénea? New York Time, 19 de 
septiembre de 2018. https://www.nytimes.com/2018/09/19/opinion/a-smorgasbord-
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Harvey, David. Breve Historia del Neoliberalismo. Ed. Akal. Año 2005. 
Maiello, Matías; Albamonte, Emilio. Estrategia Socialista y Arte Militar. Ed. IPS, 2017. 
Kicillof, Axel. La macroeconomía después de Lord Keynes. Documentos CEPLAD. 
Julio 2004. 
Kicillof, Axel. Fundamentos de la Teoría General. Ed. Eudeba, 2007. 
Kicillof, Axel. Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico. Ed. Eudeba, 
2010. 
Marx, Karl. El Capital. Epílogo a la Segunda Edición, El Capital, Libro Primero, 1873. 
Ed. Siglo XXI. 
Roberts, Michael. La macro, cuál es la gran idea. Blog: 
https://thenextrecession.wordpress.com/. 23 de enero de 2018. 
Skidelsky, Robert. Keynes. Alianza Editorial 1994. 
Skideslky, Robert. Cómo sobrevivió la economía a la crisis económica. Publicado en 
https://www.project-syndicate.org/, 18 de enero de 2018. 
Stiglitz, Joseph. ¿Cómo cobrarles impuestos a las multinacionales? Clarín 24 de febrero 
de 2019. https://www.clarin.com/economia/cobrarles-impuestos-
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Ugarteche, Oscar. Historia Crítica del FMI. Ed. Capital Intelectual. Año 2016.

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