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capilar, de manera que se pueda establecer un intercambio de gases y nutrientes adecuado, que no existiría si se pro- dujesen fluctuaciones importantes de la presión. Se han propuesto dos teorías para explicar cómo se produce la autorregulación del flujo sanguíneo, la teoría metabólica y la teoría miógena. La primera se basa en los principios señalados anteriormente, de manera que cuando la presión de perfusión se eleva se produce un aumento de flujo que aporta un exceso de oxígeno y de nutrientes, y produce un lavado rápido de sustancias vasodilatadoras producidas por el metabolismo tisular (CO2, ADP, hidro- geniones, adenosina, etc.). Esta situación provocará, al cabo de pocos segundos, una cierta vasoconstricción que disminuirá el exceso de flujo producido inicialmente. Por el contrario, la disminución de la presión de perfusión pro- ducirá una cierta carencia relativa de oxígeno y una acu- mulación de los metabolitos tisulares, produciéndose por ello una vasodilatación que volverá a aportar el flujo de sangre para compensar la situación. La teoría miógena se basa en que el aumento de la presión de perfusión produce la distensión de la pared vascular y un aumento de flujo sanguíneo; sin embargo, de manera casi refleja se produce una contracción del múscu- lo liso, que reduce la sección de los vasos y tiende a dis- minuir el flujo inicialmente incrementado. A presiones de perfusión bajas, el grado de distensión de la pared es menor, el músculo liso se relaja y se produce un aumento del flujo. El mecanismo subyacente a la teoría miógena se basa en que las fibras musculares lisas tienen mecanorre- ceptores sensibles a la distensión, cuya activación se acompaña de cambios en el potencial de membrana y cambios en la conductancia al calcio, y las consiguientes modificaciones de la concentración intracelular de este catión, de las que depende la capacidad contráctil del músculo liso. Es muy posible que la autorregulación del flu- jo sanguíneo no se deba a un solo tipo de mecanismo, sino que ambos, miógeno y metabólico actúen de forma com- binada, e incluso que uno u otro puedan ser predominan- tes en determinados territorios vasculares. Hiperemia activa Cuando un tejido aumenta su actividad metabólica, como un músculo en ejercicio o el territorio gastrointesti- nal en la fase digestiva, se produce una vasodilatación que aporta más sangre al tejido. Este aumento se denomina hiperemia activa. La teoría metabólica explica fácilmente dicho aumento del flujo sanguíneo, ya que la acumulación de metabolitos como el CO2, el lactato, el ADP y los hidro- geniones, junto con la disminución relativa de oxígeno por aumento de su consumo, producirá una vasodilatación que aumentará el flujo sanguíneo y compensará las nece- sidades de nutrientes del tejido. Hiperemia reactiva Cuando el flujo sanguíneo a un tejido se interrumpe durante segundos o minutos y posteriormente se reanuda, el flujo excederá durante un tiempo el que había antes de la oclusión. Este incremento de flujo se denomina hiperemia reactiva, y su incremento y duración son proporcionales a la duración de la oclusión. No todos los tejidos presentan el mismo nivel de respuesta a la interrupción del flujo; el corazón y el cerebro tienen una respuesta elevada, el músculo esquelético media, y la piel reducida. Los meca- nismos responsables de la hiperemia reactiva son similares a los descritos anteriormente. La interrupción del flujo san- guíneo provoca en el tejido la falta de oxígeno y nutrientes, y la acumulación de metabolitos; ambos factores produci- rán una relajación del músculo liso en los vasos del tejido sin aporte de sangre, que crea las condiciones adecuadas para que se produzca una vasodilatación exagerada en el momento en que se desbloquee el riego sanguíneo. Papel principal del óxido nítrico en la regulación del flujo sanguíneo local Los mecanismos locales que regulan el flujo tisular sólo pueden dilatar los vasos precapilares pequeños situa- dos en el tejido, ya que las arterias de tamaño mediano que aportan la sangre a estos vasos tisulares se encuentran en zonas fuera de la influencia de los factores locales de regu- lación. Si estas arterias más grandes que conducen la sangre a los tejidos no se vasodilatasen de manera conco- mitante a la dilatación de las tisulares, las necesidades locales de aumento de flujo se cubrirían de una manera ineficaz. Sin embargo, esto no sucede, ya que existe un mecanismo secundario a la vasodilatación de los vasos tisulares que dilata las arterias de mediano tamaño. El aumento de flujo como consecuencia de la vasodilatación tisular produce un aumento de las fuerzas de fricción, ciza- llamiento y rozamiento sobre las células endoteliales que R E G U L A C I Ó N D E L F L U J O S A N G U Í N E O E N L O S T E J I D O S 549 (A) Agudo Presión arterial (mm Hg) Fl uj o sa ng uí ne o (x n or m al ) (B) Largo plazo 2.5 2.0 1.5 1.0 0.5 0 0 50 100 150 200 250 Figura 41.3. Curvas de autorregulación producidas por cambio rápido (minutos) o lento de la presión arterial.
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