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FISIOLOGÍA HUMANA-787

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cuerpo, procedentes de la luz intestinal, que acceden a él a
través de la sangre portal. Su actividad es mucho mayor si
estos complejos antígeno-anticuerpo están envueltos en
complemento. 
No sólo es una función de filtro la que realiza el híga-
do. Recientemente se ha sabido que los antígenos, los
complejos antígeno-IgA polimérica y la IgA polimérica
producidos en los enterocitos, y que llegan al hígado con
la circulación portal, pueden ser excretados a la bilis como
IgA polimérica + complejo secretor + antígeno. De esta
manera son devueltos al intestino para su eliminación. El
lugar donde se produce el componente secretor de la IgA,
imprescindible para la vehiculación de antígenos por la
IgA secretora, es una cuestión sin aclarar. La unión del
complejo secretor a la IgA o al complejo IgA-Ag se reali-
za en la luz de los conductillos biliares. Aun sin aclarar
esta cuestión, no hay duda de que ésta es una forma muy
eficaz de aclaramiento de antígenos, de inmunocomplejos
y de un sistema eficaz de recirculación de IgA polimérica,
que no fue convertida en IgA secretora en el enterocito y
sí en el conducto biliar.
La tercera forma por la que el hígado interviene en la
respuesta inmunitaria es a través de la síntesis de elemen-
tos del complemento. El más importante es la síntesis en el
hepatocito de la fracción C3, elemento clave en las dos vías
de activación conocidas (clásica y alternativa). Es decir,
que su síntesis disminuida o anulada, como sucede en
enfermedades crónicas del hígado o en el trasplante hepá-
tico, puede modificar profundamente la RI. El hepatocito
sintetiza, además, otras fracciones del complemento: C6,
C8, C9, así como una fracción muy especial por sus impli-
caciones: el C1-INH (C1-inhibidor esterasa), que es el ini-
ciador de la activación de la vía clásica. El déficit de esta
fracción hace que se mantenga una activación continua de
los primeros escalones de la vía clásica.
Finalmente, el hígado produce otras proteínas a las
que se les ha atribuido capacidad eliminadora de antíge-
nos. Una de ellas, la �-fetoproteína, producida normal-
mente en cantidades elevadas por el hígado fetal, se ha
relacionado con la posibilidad de eliminación de antígenos
presentes en el líquido amniótico y en la circulación fetal,
como representantes del teórico rechazo materno frente a
la no menos teórica respuesta inmunitaria frente a deter-
minantes antigénicos paternos. También se le ha atribuido
a la �-fetoproteína una capacidad antigénica frente al cán-
cer primitivo del hígado, igual que a la 	2-macroglobulina
(otra proteína sintetizada en el hígado y a la que se le atri-
buyen propiedades depuradoras de antígenos y anticuer-
pos). Si no es así, resulta un poco sorprendente su
elevación en el hepatoma, porque sería aceptar que las
células del hepatoma recuperan una propiedad de los hepa-
tocitos fetales.
HÍGADO Y ALCOHOL
Una pequeña parte (menos del 2%) del alcohol que se
ingiere (fundamentalmente etanol) es degradado por un
mecanismo de oxidación a acetaldehído en la mucosa del
tracto digestivo superior. El resto es oxidado en el hígado
en dos niveles de catabolismo, en el primero para la con-
secución de acetaldehído y, en el segundo, de acetato. En
el hígado se realiza su oxidación a través de tres vías enzi-
máticas: la vía alcohol-dehidrogenasa (ADH), presente en
el citosol, el sistema enzimático oxidativo de etanol
(MEOS, microsomal ethanol oxidizing system) y la vía de
las catalasas en los peroxisomas, muy poco activa en 
el catabolismo alcohólico. Por cualquiera de las tres vías el
producto final es acetaldehído.
El catabolismo en el hígado se realiza en el área 3
perivascular, en donde tiene lugar tanto la formación de
acetaldehído como de acetato. En ambos procesos se libe-
ra hidrógeno, que es captado por el dinucleótico de nicoti-
namida-adenina (NAD), que forma NADH. Cuanto mayor
sea el sustrato alcohólico tanto mayor es el consumo y el
descenso de NAD y el incremento de NADH. Las conse-
cuencias son: 1) el exceso de NADH y el déficit de NAD
provoca que el ácido úrico se desvíe hacia la formación de
lactato en lugar de acetil-CoA para ser incluido en el ciclo
de Krebs (consecuencia: hiperlactacidemia, hiperuricemia
y tofos gotosos); 2) déficit en la �-oxidación de los ácidos
grasos y formación excesiva de éstos y de triglicéridos
(consecuencia: hígado graso por depósito excesivo en el
hepatocito); 3) dificultad en la neoglucogénesis (episodios
de hipoglucemia intensa).
En el sistema del retículo endoplásmico liso se reali-
za la oxidación de alcohol a través de la actividad de diver-
sos citocromos P-450, en especial el citocromo P-4502E1,
dotado de una capacidad oxidativa importante, pero
mucho menor que el sistema ADH, por lo que es posible
que sólo se active cuando el sustrato de alcohol sea exce-
sivo, siendo por lo tanto un sistema inducible. Igualmente
se consume NAD y se incrementa la producción de
NADH. Esto podría implicar que la biotransformación de
otros xenobióticos (fármacos, por ejemplo) sea susceptible
de ser alterada. La vía de las catalasas en los peroxisomas
es muy poco activa y con poco significado en la produc-
ción de acetaldehído.
Por cualquiera de estas vías se forma acetaldehído, que
es el responsable directo de la mayoría de los efectos tóxi-
cos del alcohol sobre los hepatocitos. Un nuevo proceso
oxidativo se pone en marcha en los hepatocitos del área 3
perivascular, como los anteriores para la degradación del
acetaldehído a través del sistema enzimático acetaldehído
deshidrogenasa (ALDH), de la que existen diversas isoen-
zimas en la mayoría de los tejidos. En las mitocondrias del
hepatocito se localiza la más activa (ALDH2), que resulta
decisiva para la neutralización de la toxicidad del etanol. Su
carencia (en nativos americanos y mongoles, por ejemplo)
genera intolerancia absoluta al alcohol. Nuevamente duran-
te el proceso de oxidación de acetaldehído se consume
NAD y se aumenta la formación de NADH, con los efectos
ya mencionados. El acetaldehído directamente produce
peroxidación de los lípidos de las membranas celulares tras
haber liberado radicales de O2, con la consiguiente deses-
tabilización de las membranas. El segundo efecto tóxico
758 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A D I G E S T I V O

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