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cuerpo, procedentes de la luz intestinal, que acceden a él a través de la sangre portal. Su actividad es mucho mayor si estos complejos antígeno-anticuerpo están envueltos en complemento. No sólo es una función de filtro la que realiza el híga- do. Recientemente se ha sabido que los antígenos, los complejos antígeno-IgA polimérica y la IgA polimérica producidos en los enterocitos, y que llegan al hígado con la circulación portal, pueden ser excretados a la bilis como IgA polimérica + complejo secretor + antígeno. De esta manera son devueltos al intestino para su eliminación. El lugar donde se produce el componente secretor de la IgA, imprescindible para la vehiculación de antígenos por la IgA secretora, es una cuestión sin aclarar. La unión del complejo secretor a la IgA o al complejo IgA-Ag se reali- za en la luz de los conductillos biliares. Aun sin aclarar esta cuestión, no hay duda de que ésta es una forma muy eficaz de aclaramiento de antígenos, de inmunocomplejos y de un sistema eficaz de recirculación de IgA polimérica, que no fue convertida en IgA secretora en el enterocito y sí en el conducto biliar. La tercera forma por la que el hígado interviene en la respuesta inmunitaria es a través de la síntesis de elemen- tos del complemento. El más importante es la síntesis en el hepatocito de la fracción C3, elemento clave en las dos vías de activación conocidas (clásica y alternativa). Es decir, que su síntesis disminuida o anulada, como sucede en enfermedades crónicas del hígado o en el trasplante hepá- tico, puede modificar profundamente la RI. El hepatocito sintetiza, además, otras fracciones del complemento: C6, C8, C9, así como una fracción muy especial por sus impli- caciones: el C1-INH (C1-inhibidor esterasa), que es el ini- ciador de la activación de la vía clásica. El déficit de esta fracción hace que se mantenga una activación continua de los primeros escalones de la vía clásica. Finalmente, el hígado produce otras proteínas a las que se les ha atribuido capacidad eliminadora de antíge- nos. Una de ellas, la �-fetoproteína, producida normal- mente en cantidades elevadas por el hígado fetal, se ha relacionado con la posibilidad de eliminación de antígenos presentes en el líquido amniótico y en la circulación fetal, como representantes del teórico rechazo materno frente a la no menos teórica respuesta inmunitaria frente a deter- minantes antigénicos paternos. También se le ha atribuido a la �-fetoproteína una capacidad antigénica frente al cán- cer primitivo del hígado, igual que a la 2-macroglobulina (otra proteína sintetizada en el hígado y a la que se le atri- buyen propiedades depuradoras de antígenos y anticuer- pos). Si no es así, resulta un poco sorprendente su elevación en el hepatoma, porque sería aceptar que las células del hepatoma recuperan una propiedad de los hepa- tocitos fetales. HÍGADO Y ALCOHOL Una pequeña parte (menos del 2%) del alcohol que se ingiere (fundamentalmente etanol) es degradado por un mecanismo de oxidación a acetaldehído en la mucosa del tracto digestivo superior. El resto es oxidado en el hígado en dos niveles de catabolismo, en el primero para la con- secución de acetaldehído y, en el segundo, de acetato. En el hígado se realiza su oxidación a través de tres vías enzi- máticas: la vía alcohol-dehidrogenasa (ADH), presente en el citosol, el sistema enzimático oxidativo de etanol (MEOS, microsomal ethanol oxidizing system) y la vía de las catalasas en los peroxisomas, muy poco activa en el catabolismo alcohólico. Por cualquiera de las tres vías el producto final es acetaldehído. El catabolismo en el hígado se realiza en el área 3 perivascular, en donde tiene lugar tanto la formación de acetaldehído como de acetato. En ambos procesos se libe- ra hidrógeno, que es captado por el dinucleótico de nicoti- namida-adenina (NAD), que forma NADH. Cuanto mayor sea el sustrato alcohólico tanto mayor es el consumo y el descenso de NAD y el incremento de NADH. Las conse- cuencias son: 1) el exceso de NADH y el déficit de NAD provoca que el ácido úrico se desvíe hacia la formación de lactato en lugar de acetil-CoA para ser incluido en el ciclo de Krebs (consecuencia: hiperlactacidemia, hiperuricemia y tofos gotosos); 2) déficit en la �-oxidación de los ácidos grasos y formación excesiva de éstos y de triglicéridos (consecuencia: hígado graso por depósito excesivo en el hepatocito); 3) dificultad en la neoglucogénesis (episodios de hipoglucemia intensa). En el sistema del retículo endoplásmico liso se reali- za la oxidación de alcohol a través de la actividad de diver- sos citocromos P-450, en especial el citocromo P-4502E1, dotado de una capacidad oxidativa importante, pero mucho menor que el sistema ADH, por lo que es posible que sólo se active cuando el sustrato de alcohol sea exce- sivo, siendo por lo tanto un sistema inducible. Igualmente se consume NAD y se incrementa la producción de NADH. Esto podría implicar que la biotransformación de otros xenobióticos (fármacos, por ejemplo) sea susceptible de ser alterada. La vía de las catalasas en los peroxisomas es muy poco activa y con poco significado en la produc- ción de acetaldehído. Por cualquiera de estas vías se forma acetaldehído, que es el responsable directo de la mayoría de los efectos tóxi- cos del alcohol sobre los hepatocitos. Un nuevo proceso oxidativo se pone en marcha en los hepatocitos del área 3 perivascular, como los anteriores para la degradación del acetaldehído a través del sistema enzimático acetaldehído deshidrogenasa (ALDH), de la que existen diversas isoen- zimas en la mayoría de los tejidos. En las mitocondrias del hepatocito se localiza la más activa (ALDH2), que resulta decisiva para la neutralización de la toxicidad del etanol. Su carencia (en nativos americanos y mongoles, por ejemplo) genera intolerancia absoluta al alcohol. Nuevamente duran- te el proceso de oxidación de acetaldehído se consume NAD y se aumenta la formación de NADH, con los efectos ya mencionados. El acetaldehído directamente produce peroxidación de los lípidos de las membranas celulares tras haber liberado radicales de O2, con la consiguiente deses- tabilización de las membranas. El segundo efecto tóxico 758 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A D I G E S T I V O
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