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nutrientes, es decir, las posibilidades de que sean liberados y absorbidos, es crucial, ya que de otra forma de nada ser- viría su presencia; por ejemplo, una especie rica en celu- losa contiene mucha glucosa, pues la celulosa está formada por esta sustancia, pero como el tubo digestivo humano no secreta celulasas, toda o casi toda esa glucosa se excreta sin ser absorbida. Además de nutrimentos, en cualquier organismo hay muchas otras sustancias, algunas de las cuales pueden ser perjudiciales. Es un hecho bien aceptado que la toxicidad de una sustancia depende de la dosis y de que entre al organismo en su forma “activa”. Como es obvio que de un alimento se esperan beneficios y no daño, sólo se puede aceptar como tal al que ha probado ser inocuo. Así, sólo son “comestibles” las especies en las que las posibles sus- tancias perjudiciales se encuentran en una concentración tan pequeña que resulte imposible —o por lo menos muy improbable— que se alcance la dosis tóxica, o bien las especies sujetas obligadamente a algún tratamiento culina- rio que inactive o elimine el posible tóxico. Por ejemplo, la yuca puede contener cianuros, pero al cocerla éstos se evaporan; muchas leguminosas o el huevo de gallina con- tienen sustancias indeseables que también se inactivan durante la cocción. La inocuidad razonable que se exige a todo alimento debe verse en relación con las cantidades y formas de consumo habituales en la práctica. Para jugar un papel relevante en la alimentación humana, una especie debe ser accesible, ya que si no lo es salen sobrando otras cualidades. La accesibilidad de un alimento depende de su abundancia que, por supuesto, a menudo difiere de una región a otra. Hoy en día, los tres principales alimentos de la humanidad son el arroz, el tri- go y el maíz, cuya disponibilidad suma anualmente más de mil millones de toneladas métricas, de manera que una especie de la que apenas se contara con unas cuantas tone- ladas por año tendría que ser soslayada. En la vida moder- na, la mayoría de la población no produce alimentos y tiene que adquirirlos, por lo que el precio y sobre todo el precio en relación con lo que aporta, se ha vuelto crucial, particularmente en vista de que la mayoría de los seres humanos no goza de holgura económica; el precio de un alimento es en general inversamente proporcional a su abundancia, y es obvio que una especie costosa tiene un porvenir más limitado como alimento. Con muy pocas excepciones, las especies que el ser humano emplea como alimentos son pluricelulares y susceptibles de producirse en gran escala en un espacio reducido; una especie unice- lular que ni siquiera es visible y cuya recolección exija procedimientos complicados no se presta bien a servir como alimento, sobre todo en términos comparativos. Al surgir la agricultura, se inició un proceso implacable de selección en favor de las especies más domesticables y que ofrecieran un mayor rendimiento con menor esfuerzo; los alimentos de hoy son los que se seleccionaron en ese proceso. En la conformación de su dieta, el ser humano conce- de gran importancia a las propiedades sensoriales de los alimentos (sabor, aroma, color, textura, temperatura) y eli- ge los que le son más atractivos. Frente a tantas alternati- vas entre las cuales escoger, sería absurdo que prefiriera los alimentos desagradables, lo que convierte al atractivo sensorial en un elemento fundamental para que una espe- cie sea considerada alimento. Puesto que en la actualidad muchos alimentos se procesan culinariamente, lo que importa son las cualidades sensoriales del alimento tal como se ingiere. El atractivo sensorial es en gran medida subjetivo, puesto que implica un juicio de valor sobre lo que los sentidos perciben, pero incluye también un com- ponente orgánico independiente de lo psicológico. Todo indica que la evolución ha seleccionado los “gustos” que mejor orientan a cada especie a preferir los alimentos que le convienen. La sensibilidad a los sabores tiene en el ser humano una gran variabilidad genética que tal vez expli- que en parte los diferentes estilos culinarios que existen en el mundo, pero en todos los casos existe una clara prefe- rencia por lo dulce, lo salado, lo ácido y por el gusto por los lípidos, rasgos que inclinan a obtener fuentes de glu- cosa, sodio, vitamina C y triglicéridos que hasta hace poco eran relativamente escasos; en contraste, hay cierto recha- zo por lo amargo, sabor que muchas veces se asocia con compuestos potencialmente dañinos. Por supuesto, sobre estas bases fisiológicas se agregan gustos aprendidos en el ejercicio de hábitos y reglas sociales. Se entiende como cultura la conducta particular de una colectividad. La cultura se conforma a través de la historia en función de las experiencias vividas por el gru- po, pero también en función de símbolos, maneras de ver la vida y el mundo y caprichos; la cultura genera actitudes y valores colectivos y reglas de comportamiento social, unas restrictivas y otras en sentido positivo. Aunque un individuo puede desafiar estas reglas, la mayoría de las personas no lo hacen por temor a la condena social o por- que están de acuerdo con ellas y les conceden valor como sustento de la convivencia del grupo y hasta como el ras- go que da a ese grupo una personalidad propia. Parte cen- tral de la cultura es la forma de comer, el número de comidas en el día, los horarios, los estilos culinarios, los alimentos que se prefieren, los símbolos religiosos, ritua- les o socioeconómicos que se asignan a cada alimento, etc. Alimentos que tienen un valor casi sagrado para una sociedad no son siquiera aceptados por otra sociedades. Así, normalmente cada cultura decide qué especies pue- den considerarse alimento y cuáles no, y qué jerarquía y significado tendrán en la alimentación. Pese al carácter parcialmente caprichoso y circunstancial de esta selec- ción cultural, lo cierto es que es contundente y determina lo que se considera “alimento”. Una vez discutidas las cualidades que deben tener los alimentos y que, como se ve, subrayan una vez más el carácter biopsicosocial de la alimentación y la nutrición, se puede proceder a integrar el concepto. Al respecto, defi- no alimentos como “los órganos, tejidos y secreciones de otros organismos que contengan concentraciones aprecia- bles de uno o más nutrimentos biodisponibles, cuya inges- tión sea inocua en condiciones normales, que por su naturaleza, disponibilidad y precio sean accesibles, que 782 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A D I G E S T I V O
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