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símbolos sociales, así como con las creencias religiosas del comensal y sus recursos económicos. Por último, y comprendiendo integralmente la satis- facción biopsicosocial, la dieta correcta debe ser adecuada al comensal y a sus circunstancias (edad, género, tamaño, estado fisiológico, actividad, lugar donde vive, estación del año, cultura, religión, recursos y estado de salud). En otras palabras, la dieta es individual y cada individuo es diferente, por lo que no cabe la generalización; hablar de la dieta para tal o cual situación o padecimiento es un dis- parate, ya que la dieta es para cierta persona, entre cuyas muchas características puede contarse esa situación o ese padecimiento. Sucede que alimentos muy parecidos llegan a diferir mucho en precio, de manera que se puede comer igual- mente bien (o mal) con costos muy diferentes. Dado que la enorme mayoría de los seres humanos tiene serias limita- ciones económicas y muchos sufren “pobreza extrema”, en general conviene que la dieta sea económica y con ello accesible para la mayoría de los comensales, sin menosca- bo de que quien tenga la capacidad disfrute también de dietas de mayor costo. En resumen, para ser correcta la dieta debe cumplir los siguientes requisitos o condiciones: – De integridad (completa) – De cantidad (suficiente) – De equilibrio (equilibrada) – De seguridad (inocua) – De atractivo psicoemocional (agradable y variada) – De valor sociocultural (compartible y concordante) – De accesibilidad (económica) – De congruencia con el comensal y sus circunstan- cias (adecuada) Las condiciones o requisitos anteriores se basan en las “leyes de la alimentación” (que la dieta debe ser comple- ta, suficiente, equilibrada, variada y adecuada) propuestas hacia 1930 por el notable nutriólogo argentino Pedro Escudero. Como puede apreciarse, he agregado que tam- bién debe ser inocua, coincidente con los gustos y emo- ciones del comensal, accesible y compartible. Si la dieta es correcta cuando cumple todas las condi- ciones señaladas, será incorrecta cuando no cumpla una o más de ellas, pues conducirá a la disnutrición y a la enfer- medad y la muerte. Por contraposición con las condiciones deseables, es indeseable que la dieta sea incompleta, insu- ficiente, desequilibrada, dañina, desagradable, monótona, no compartible, discordante con la cultura, dispendiosa o inadecuada para el comensal y sus circunstancias. Al integrarse la dieta importan los alimentos, platos y derivados industriales que se empleen, pero importa más la forma en que se usen y combinen. La dieta correcta es como un “rompecabezas” que se puede armar bien o mal con las mismas piezas; el secreto está en saber acomodar- las y así, con los mismos alimentos, se puede lograr una excelente dieta o una dieta defectuosa. Como se ve, la complejidad de la dieta sobre la que se ha insistido antes no radica solamente en lo numeroso de sus componentes, sino también en lo delicado que es saberlos combinar. La calidad de la alimentación y la de la dieta están ligadas íntimamente. La alimentación correcta es imposi- ble sin una dieta correcta, y una dieta incorrecta conduce irremediablemente a una alimentación incorrecta. Aunque hay trastornos nutricios causados por otros factores, la mayoría de las alteraciones de la nutrición tiene su origen en defectos de la dieta, y la corrección de tales defectos es la medida racional y eficaz para resolverlas. Esta relación de causa y efecto entre la calidad de la dieta y la salud o patología nutricia, y el hecho de que la forma de integrar la dieta sea un factor tan crítico, refuer- zan el concepto de que la dieta (y sólo ella) constituye la unidad de la alimentación. Soslayar este concepto suele llevar a errores de manejo, tales como pretender corregir trastornos de la nutrición sin modificar la dieta, concen- trándose en medidas enfocadas en nutrimentos aislados, en alimentos o en platillos, “puerta falsa” que resulta transi- toria o poco eficaz. Varios de los requisitos de la dieta correcta no se apli- can a los alimentos. Por ejemplo, no tienen que ser com- pletos y sería inútil y hasta indeseable que lo fueran, ya que el papel de cada alimento es combinarse con otros de composición complementaria para, en conjunto, integrar una dieta completa; de existir un alimento completo —nin- guno lo es—, éste podría constituir por sí solo la dieta, que entonces sería monótona en extremo y, por lo tanto, inco- rrecta, favoreciendo el hastío, la insuficiencia y la insatis- facción sensorial. Por las mismas razones, ningún alimento por sí mismo tiene que ser suficiente o equilibra- do —ninguno lo es— cualidades que se esperan también de su combinación con otros alimentos. El uso de grupos de alimentos Para integrar su dieta, el comensal parte de un con- junto —que puede llegar a ser considerablemente amplio, complejo y variable— de alimentos, platos y derivados industriales disponibles, cuyas características nutrimenta- les desconoce y no tiene por qué conocer. Con el fin de facilitar al comensal la tarea cotidiana de integrar una die- ta correcta, conviene simplificar y reducir la amplitud de ese conjunto agrupando los alimentos de acuerdo con algún criterio. El criterio de agrupación depende del propósito que se persiga; los propósitos pueden ser muy diversos (culina- rios, estéticos, dietológicos, dietoterapéuticos, antropológi- cos, sociológicos, económicos, industriales, etc.), y habrá tantos sistemas de agrupación como propósitos existan. Una vez dado un propósito y en concordancia con él, se elige el criterio (uno sólo) de clasificación, y los distin- tos alimentos se ubican en grupos, quedando en cada gru- po los que son similares. Si, por ejemplo, con fines estéticos se elige el criterio de color, los distintos alimen- tos pueden agruparse en los de color rojo, naranja, amari- llo, verde, blanquecino, pardo, etc. En cualquier 788 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A D I G E S T I V O
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