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Acciones no metabólicas de la GH Hoy está claro que además de sus efectos sobre el cre- cimiento y el metabolismo intermediario, la GH juega en el organismo otras muchas acciones endocrinas, autocrinas y paracrinas. Éste es el caso de sus actuaciones sobre la res- puesta inmunitaria y sobre los órganos linfoides del orga- nismo. En las células hematopoyéticas, la hormona es fuertemente mitogénica, aunque aún más importante que este efecto es su acción antiapoptótica mediada por la serín- treonín quinasa Akt. Por otra parte, la hormona es un impor- tante estimulante de la producción renal de eritropoyetina. Otra acción importante y muy selectiva de la hormo- na es la que lleva a cabo sobre el miocardio, donde el gen GH-R se expresa con mayor intensidad que en muchos otros tejidos, y donde parecen darse todos los requisitos para que se lleve a cabo un control de crecimiento por GH–IGF-1 mediante mecanismos autocrinos/paracrinos, que se traducen en proliferación miocárdica, pero también en antiapoptosis y en modificación de la capacidad con- tráctil del músculo cardíaco. Más reciente, y aún más importante, es el hallazgo de un sistema GH–GH-R–IGF-1 en el sistema nervioso cen- tral (SNC), ampliamente distribuido. La producción local de GH, cerebral, y sus efectos también locales sobre IGF-1, parecen representar un importante sistema de respuesta al daño cerebral. La activación inmediata de ese sistema, tras traumatismo o hipoxia, permitiría por una parte poner en marcha la respuesta antiapoptótica, con la consiguiente disminución del daño por muerte neuronal, para en una segunda fase activar la proliferación de precursores que sustituyesen a las neuronas perdidas. También a nivel vascular es importante la GH. En el endotelio vascular existen receptores para la hormona que traducen un mensaje para restaurar la pared dañada en pro- cesos ateroescleróticos y facilitar la producción de NO. Resulta evidente que un mejor conocimiento de las propiedades de la GH, no sólo como hormona, sino tam- bién como precursor que, en los tejidos, sufre un procesa- miento metabólico tejido-específico, redundará en una optimización de las posibilidades terapéuticas en las que actualmente ya es utilizada, más allá del crecimiento: esta- dos catabólicos, fracturas, grandes quemados, obesidad, senectud, insuficiencia renal, daño cerebral, etc. Acciones autocrinas y paracrinas de la GH No podemos finalizar este apartado dedicado a las acciones biológicas de la hormona sin hacer hincapié en algo, ya anteriormente citado, que en el momento actual adquiere cada vez mayor significación: los mecanismos auto- y paracrinos por los que la GH también actúa. En efec- to, en los últimos años se ha visto que ciertas localizaciones extrahipofisarias son capaces de sintetizar una GH que es regulada de forma diferente a la producida por las células somatotropas. Ello sugiere la existencia de una demanda local de la hormona, independiente o en conjunción con la circulante desde la hipófisis. Localizaciones de este tipo incluyen determinadas poblaciones neuronales en el SNC, células endoteliales vasculares, fibroblastos, células epite- liales del timo, células del sistema inmunitario o células epi- teliales mamarias. Esta GH local presenta un efecto aditivo y no sinérgico, como sería de esperar, con la GH proceden- te de la hipófisis o la administrada por vía exógena. FACTORES DE CRECIMIENTO TIPO INSULINA (IGF) Se trata de pequeños péptidos así llamados por su similitud estructural con la insulina. Actúan en el organis- mo como importantes reguladores del crecimiento, que ejercen sus funciones mediante mecanismos endocrinos, paracrinos y autocrinos. Quizá el más significativo sea el IGF-1, o somatomedina C (SmC), mediador de las accio- nes de la GH sobre el crecimiento longitudinal del orga- nismo. La existencia de este factor como somatomediador se postuló en 1957, cuando Salmon y Daughaday descu- brieron que el plasma de rata incrementaba la síntesis de proteínas de matriz en cultivos de condrocitos, lo que no ocurría cuando se utilizaba plasma de ratas hipofisectomi- zadas, ni tras la adición de GH al medio, pero sí se restau- raba cuando el plasma procedía de un animal hipofisectomizado que había sido tratado con la hormona. Todo ello sugería la existencia en el plasma de animal nor- mal de algún factor intermediario, mediador de la acción GH sobre el crecimiento, al que por esta razón se denomi- nó somatomedina o factor de sulfatación, ya que era capaz de estimular la incorporación de sulfato a los glucosami- noglucanos del cartílago. De forma independiente, en 1963, Froesch y cols. detectaron la presencia de un factor plasmático capaz de manifestar acciones tipo insulina en el músculo y el tejido adiposo en presencia de anticuerpos frente a esta hormona, describiendo la existencia de una actividad tipo insulina no suprimible (NSILA, non suppressible insulin-like activity). No fue hasta 1978, sin embargo, cuando se consiguió aislar estos factores. Se trataba de dos péptidos, con un peso molecular de alrededor de 7.5 kD, compuestos por 70 y 67 aminoácidos, de carácter básico y ligeramente ácido, respectivamente. Si entre ambos existía una homología del 70%, ambos péptidos presentaban también una homología del 50% con la insulina. Es por ello por lo que la deno- minación genérica inicial de somatomedinas pasó a ser sustituida por la de factores de crecimiento tipo insulina (IGF), tipos 1 y tipo 2, respectivamente. Distribución tisular Aunque de adscripción clásica a una localización pre- dominante hepática, los IGF no son sintetizados en un solo órgano. En el momento actual ya se ha descrito la expre- sión de estos péptidos en territorios tan variados como el propio hígado, el riñón, el pulmón y las gónadas, en los 862 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A E N D O C R I N O
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