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cuya superficie hay receptores de membrana para TRH. El segundo mensajero no parece ser el AMPc, sino la casca- da Ca2+/fosfatidil-inositol. Se estimula tanto la secreción de TSH como su síntesis. Se considera que la función de la TRH es la de fijar el punto de ajuste (set-point) del ser- vomecanismo negativo hipófisis-tiroides, actuando como una especie de termostato («tirostato»). En los casos de lesiones que han destruido los núcleos hipotalámicos pro- ductores de TRH, la secreción basal tónica de TSH dismi- nuye, y bastan cantidades muy pequeñas de hormonas tiroideas para inhibir el sistema. Si hay un aumento de la secreción de TRH, como ocurre en la respuesta aguda al frío ambiental, aumentan las cantidades de hormonas tiroi- deas necesarias para frenar la secreción de TSH. Median- te cambios en la secreción de TRH se pueden inducir respuestas de la función tiroidea a estímulos, positivos o negativos, procedentes del mundo exterior, o producidos en el organismo por cambios metabólicos (ayuno, estrés, etc.), que requieran un súbito aumento, o disminución, de las cantidades disponibles de T4 y T3. Otros factores hipotalámicos (dopamina, somatostati- na, etc.) pueden ejercer efectos negativos sobre el sistema, pero sus efectos son de menor cuantía frente al estimula- dor de la TRH. Además de las hormonas tiroideas, otras hormonas (glucocorticoides, estrógenos) pueden afectar a la síntesis de TSH en la célula tirotropa, pero su papel es cuantitativamente muy inferior al ejercido por las hormo- nas tiroideas mismas. Por último, aunque la TSH y la concentración intra- glandular de I– desempeñan los papeles más importantes en la regulación de la función tiroidea, ésta también puede ser modulada por varios neurotransmisores, incluidas las catecolaminas, la acetilcolina y diferentes péptidos. Autorregulación tiroidea El tiroides tiene la capacidad de regular la cantidad de I- que capta y la cantidad de hormona que sintetiza, inclu- so en ausencia de TSH, ya que se observan efectos auto- rreguladores en el animal hipofisectomizado. El objetivo principal de los mecanismos de autorregulación tiroidea es el de minimizar los efectos de un aumento brusco de las disponibilidades de yodo. Si por administración aguda de este elemento las concentraciones circulantes se hacen 10- 100 veces superiores a las habituales, se reduce la forma- ción de AMPc en respuesta a la TSH, disminuyendo tanto la síntesis de Tg como su yodación. Este efecto se conoce como efecto Wolff-Chaikoff. La glándula normal puede «escapar» de este efecto inhibitorio, gracias a un servome- canismo negativo intratiroideo, que reduce el transporte activo del I-. Es muy probable que intervengan varios lípi- dos yodados en algunas de las fases de autorregulación tiroidea ante un exceso de yodo, pero no en todas. El I- intratiroideo disminuye por debajo de las concentraciones inhibitorias, y se alcanza una nueva situación de equilibrio en la que se secretan las mismas cantidades de hormona que antes del bloqueo. Por tanto, la glándula se autorregu- la evitándose el hipertiroidismo inicial por un exceso de yodo, y el hipotiroidismo subsiguiente que podría resultar de un bloqueo prolongado. TRANSPORTE DE LAS HORMONAS TIROIDEAS EN SUERO Vertidas al plasma, la T4 y la T3 son distribuidas por el torrente circulatorio a los distintos tejidos donde van a ejercer su acción. No circulan como yodoaminoácidos «libres», sino que son transportadas por proteínas especí- ficas. No se trata de una unión por enlace químico, sino que se unen a las proteínas transportadoras por fuerzas de Van der Waals, habiendo entre la cantidad de T4 (o T3) «ligada» y la «libre» un equilibrio que obedece a la ley de acción de masas. [T4] + [Proteína] ↔ [T4 – Proteína] de donde k= [T4 – Proteína] / [T4] [Proteína] La proporción «libre» de la hormona respecto a su concentración total será tanto menor cuanto mayor sea la constante de afinidad (k) de la proteína transportadora por la hormona, y la concentración de dicha proteína. Hay diferencias muy notables entre las especies ani- males. Dentro de una misma especie, la cantidad de una determinada proteína transportadora puede variar depen- diendo de la edad y del género, de otras hormonas y de factores farmacológicos. Las mejor estudiadas son las pro- teínas específicas humanas. Se denominan según sus características de migración electroforética (Figura 72.9). La globulina de unión a tiroxina (TBG, thyroxine-binding globulin) migra entre las globulinas séricas �1 y �2. Es la que tiene mayor afinidad por la T4, de 1010 M-1, y trans- porta un 70% de esta yodotironina. La TTR (transtiretina), denominada anteriormente TBPA (thyroxine-binding pre- albumin) por su migración electroforética, tiene una afini- dad por la T4 bastante menor que la TBG. Transporta un 10% de la T4. La albúmina tiene una afinidad por la T4 menor que la TBG y TTR, pero gracias a su alta concen- tración en suero, transporta un 20% de la T4. Las tres pro- teínas tienen bastante menor afinidad por la T3 que por la T4. También se ha estudiado el transporte de la T4 y T3 por las lipoproteínas, de las cuales las más importantes como transportadoras de T4 y T3 son las HDL, sobre todo las fracciones de más alta densidad. La TBG se sintetiza en el hígado y su única función conocida es la de transportar las hormonas tiroideas. La TTR no sólo transporta las hormonas tiroideas, sino que forma un complejo con la proteína transportadora de reti- nol, por lo que también participa en el transporte de la vita- mina A. El transporte de T4 y T3 por TTR no se ve afectado por la asociación de la TTR con cantidades diferentes de la proteína transportadora de retinol. La TTR no sólo se sin- tetiza en el hígado, sino también en las células de los islo- tes pancreáticos y en las células epiteliales del plexo coroideo, la retina y el saco vitelino. 900 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A E N D O C R I N O
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