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INTRODUCCIÓN El desarrollo mamario y la estructura fundamental de la glándula ofrecen particularidades muy semejantes en todos los mamíferos, aunque con diferencias en cuanto a detalles funcionales, arquitectura glandular y número de glándulas existentes en cada especie. Los primeros estu- dios en relación con la embriología mamaria corresponden a Schultre, quien en 1892 describió en embriones de perro, gato y cerdo un particular engrosamiento de la epidermis sobre una dermis vascularizada que se definía como la lla- mada “franja mamaria”, situada lateralmente a la línea blanca y extendida de arriba abajo por ambas partes. Kallius en 1896 describió en el embrión humano de 30 a 35 días de desarrollo la franja mamaria, que se exten- día desde la axila hasta la región inguinal, y que en el pri- mer mes de desarrollo es perfectamente notable. Esta franja se encuentra en todas las especies, incluso en las aves, pero en éstas queda reducida a sendas almohadillas glandulares ínfero-abdominales, de interesante papel en la termorregulación durante la incubación. La existencia de esbozos mamarios es patrimonio de todas las especies animales, si bien su porvenir es diferen- te. En todas las especies mamíferas, la cresta mamaria o franja mamaria regresa al nivel de epitelio normal en deter- minados puntos, definiendo así al origen en posición de las futuras glándulas. En los monotremas, la mama se desarro- lla en dicha cresta a expensas de un nuevo brote de células basales epidérmicas, dando lugar a cien y hasta ciento cin- cuenta tubos y otros tantos folículos pilosos, abiertos unos y otros en la superficie de la piel plana y carente por tanto de pezón. Los recién nacidos no succionan, sino que lamen la secreción láctea, tratándose de una forma imperfecta de la glándula mamaria y de la secreción láctea. En los placentarios y marsupiales, las mamas se de- sarrollan en sendos brotes epiteliales, desaparecida la cres- ta mamaria. En los mamíferos con gran número de mamas, los esbozos glandulares comienzan en la región torácica y se continúan por la abdominal e inguinal, mientras que en las especies que presentan un reducido número de glándu- las los esbozos se establecen en la región torácica (mona), en la abdominal (suidos), o en la inguinal (bóvidos, cápri- dos, óvidos y équidos), mientras que en el resto, los esbo- zos terminan por desaparecer. En el embrión humano Brodmann observó al tercer mes de desarrollo que pueden apreciarse todavía esbozos mamarios primitivos que recuerdan a las especies polimásticas, como antecedentes filogenéticos y ontogenéticos. Es posible que algunos ter- minen en verdaderas glándulas supernumerarias, fenóme- no frecuente en todas las especies dimásticas, y en particular en óvidos y cápridos. En la vaca es frecuente la presencia de mamas supernumerarias en estado rudimen- tario, situadas en la región perineal baja y a veces en la ínfero-abdominal premamaria. Williams señala un esquema hipotético para la mujer, con siete pares de mamas que se sitúan desde la región axi- lar hasta la pubiana, e incluso en la cara interna del muslo, integrando pares situados en sendas líneas paralelas. Rara vez las glándulas supernumerarias resultan funcionales, que- dando generalmente sólo rudimentos de tejido aberrante. Podríamos sintetizar el desarrollo embrionario de la mama en los mamíferos en varias etapas: En una primera etapa, ya a partir del primer desarro- llo embrionario, es perfectamente manifiesto un esbozo integrado por una sola capa de células, o estrato malpi- ghiano germinativo, que aparece en la superficie cutánea. En una segunda etapa, se caracteriza por una depre- sión o desaparición de los vestigios de la cresta embriona- ria, quedando únicamente los brotes que originarán las mamas. En algunas situaciones puede presentarse atrofia total de la cresta, originando amastia o atelia o, en caso contrario, polimastia o politelia. En una tercera etapa, el desarrollo mamario se carac- teriza porque el epitelio persistente de la cresta mamaria penetra hacia el corion, dando lugar al primordio, que a su vez origina varios brotes o futuros puntos funcionales de la glándula; en una cuarta etapa, los brotes glandulares se ahuecan y tunelizan, formando los conductos galactofóri- cos que aparecerán claramente estructurados en meses posteriores. Estos conductos emiten nuevos brotes o pun- tos de partida de canalículos menores, así como los tubos glandulares propiamente dichos (Fig. 82.1). En fechas cer- canas al parto o final de la gestación se advierte en el feto una formación epidérmica que crece rápidamente dando lugar al pezón. En la mujer, la glándula mamaria está formada por 15- 25 lóbulos irregulares, que se proyectan desde la papila mamaria o pezón. Cada lóbulo se subdivide en varios órdenes de lobulillos conectados por un sistema tubular que se vacía en sus conductos, progresivamente mayores, hasta los conductos galactóforos que convergen en el pezón. Los lóbulos están separados por tabiques conjunti- vos y se hallan embebidos en abundante tejido adiposo. Durante cada ciclo menstrual se producen cambios proli- ferativos y crecimiento activo del sistema glandular. Estos cambios progresan durante la fase folicular y periovulati- va, alcanzan un máximo en la fase lútea y van seguidos de una rápida involución. El tejido mamario en desarrollo durante la gestación permanece relativamente insensible, aunque en el tercer trimestre, cuando aumentan las concentraciones de prolac- tina fetal, se produce la diferenciación de las células duc- tales terminales. En el último momento de la gestación, o en el del nacimiento, se desarrolla una mínima actividad secretora, denominada leche de brujas en el recién nacido, fenómeno transitorio originado por el cese brusco del paso de hor- monas maternas por vía transplacentaria. Tras el naci- miento, estas células revierten paulatinamente a un estado más primitivo. La glándula mamaria permanece en reposo, y el cre- cimiento es homogéneo con proliferación del estroma y elongación de los conductos galactofóricos en proporción al crecimiento total del cuerpo, hasta que llegan a estable- cerse los ciclos menstruales, momento en el que se produ- cirá el desarrollo mamario (Fig. 82.2). 1058 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A E N D O C R I N O
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