Logo Studenta

1 - Retirada

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Retirada
Madeleine	Urban	&	Abigail	Roux
1º	Cut	&	Run
Título	original:	Cut	&	Run
©2008	by	Madeleine	Urban,	Abigail	Roux
Cover	Design	by	Mara	McKennen
Dreamspinner	Press
eBook	ISBN:	978-1-935192-24-4
Argumento
UNA	serie	de	asesinatos	en	la	ciudad	de	Nueva	York	ha	bloqueado	tanto	a	la	policía	como	al	FBI,	y
ambos	sospechan	que	el	culpable	es	un	solo	asesino	que	manda	un	indescifrable	mensaje.	Pero	cuando
los	 dos	 agentes	 federales	 a	 cargo	 de	 la	 investigación	 desaparecen	 del	 mapa,	 el	 FBI	 se	 interesa
personalmente	en	el	caso.	El	agente	especial	Ty	Grady	es	retirado	de	una	operación	encubierta	después
de	que	el	caso	se	le	fuera	de	las	manos.	Ty	es	arrogante,	mordaz	y	sin	duda	el	mejor	en	lo	que	hace.	Pero
cuando	le	asignan	como	compañero	al	agente	especial	Zane	Garrett,	es	odio	a	primera	vista.	Garrett	es	el
modelo	perfecto	de	un	agente:	 serio,	 sobrio,	y	centrado,	 lo	que	hace	de	 su	 relación	un	clásico	 tópico:
totalmente	 opuestos,	 poli	 bueno	 y	 poli	malo,	 una	 extraña	 pareja.	 Inmediatamente	 ambos	 saben	 que	 su
relación	como	socios	va	a	suponer	un	obstáculo,	incluso	más	que	la	falta	de	pruebas	del	asesino.
Prácticamente	 antes	 de	 que	 su	misión	 empiece,	 el	 asesino	 ataca	 de	 nuevo…	esta	 vez	 contra	 ellos.
Ahora,	 en	 inferioridad	de	condiciones,	 tratando	de	 localizar	 a	un	hombre	que	ha	decidido	matar	 a	 sus
perseguidores,	Gray	y	Garrett	 tendrán	que	encontrar	 la	manera	de	cómo	trabajar	 juntos	antes	de	que	se
conviertan	en	dos	marcas	más	en	el	cuchillo	del	asesino.
Para	todos	aquellos	en	mi	vida	que	no	tienen	miedo	de	decir	las	cosas	como	son.	Directo	a	mi
cara.	Tantas	veces	como	sea	necesario.
Abigail
	
Para	Keith,	quien	está	más	orgulloso	de	mí	de	lo	que	yo	lo	estoy.
Por	siempre	y	para	siempre,
Madeleine.
1
ALLISON	McFadden	caminaba	lentamente	por	el	fresco	aire	de	la	noche,	con	los	brazos	bien	envueltos
alrededor	de	su	delgado	cuerpo	para	que	el	viento	no	azotara	su	abrigo.	El	hombre	la	vio	estremecerse	y
suavemente	la	rodeó	con	un	brazo,	haciendo	que	la	atravesara	una	eléctrica	sacudida	de	anticipación.
Ella	rio	suavemente,	un	poco	mareada	por	los	martinis	que	él	le	había	pagado	toda	la	noche.	Ahora
mismo	la	estaba	acompañando	desde	el	Bar	Bemelmans	en	el	hotel	Carlyle,	que	era	posiblemente	el	lugar
más	 romántico	 en	 el	 que	 ella	 jamás	 había	 estado,	 con	 música	 de	 piano	 en	 directo	 y	 un	 ambiente
sofisticado	y	antiguo	que	la	había	seducido	tan	completamente	como	él.
Era	 ingenioso	 y	 encantador,	 y	 guapo	 y	 caballeroso	 casi	 hasta	 la	 exageración.	Ni	 siquiera	 le	 había
robado	un	beso.
Allison	 sonrió	 al	 recordar	 cómo	 la	 había	 llevado	 a	 los	 murales	 que	 cubrían	 las	 paredes	 de
Bemelmans	y	le	había	hablado	de	ellos,	como	un	escritor	que	había	vivido	en	el	hotel	los	había	pintado	y
habían	formado	parte	de	algunos	libros	para	niños.	Había	tratado	de	escuchar,	pero	sólo	había	sido	capaz
de	 concentrarse	 en	 su	mano,	 que	 descansaba	más	 abajo	 en	 su	 espalda	 de	 lo	 que	 lo	 había	 estado	más
temprano,	y	en	esos	 labios	que	se	movían	 junto	a	su	mejilla	mientras	hablaba.	Sólo	 recordaba	que	 las
pinturas	eran	de	animales	en	Central	Park.	Había	dibujado	un	elefante	patinando.	Y	él	había	señalado	un
conejo	 armado	 acechando	 a	 sus	 compañeros	 conejitos	 con	 un	 arma	 automática	 en	 uno	 de	 los	murales
como	dibujos	animados.
Los	dos	se	rieron	ante	el	humor	mórbido	del	mismo,	y	​​a	Allison	le	encantó	la	manera	en	que	se	reía.
Ahora,	la	acompañaba	caminando	a	su	casa,	como	un	verdadero	caballero.	Le	había	pedido	al	taxista
que	se	detuviera	a	varias	manzanas	de	distancia	de	su	edificio	para	 tener	el	privilegio	de	hacerlo.	Era
sólo	su	primera	cita,	y	Allison	no	podía	creer	que	fuera	a	hacer	lo	que	estaba	planeando.
—Te…,	quiero	decir,	¿te	gustaría	subir?	A	tomar	un	café,	o…
Él	sonrió,	y	Allison	se	perdió	en	el	modo	que	sus	ojos	se	volvieron	más	cálidos.	Levantó	las	manos	y
las	pasó	por	su	cabello,	observando	el	modo	que	los	mechones	rubios	brillaban	a	la	luz	artificial	de	las
farolas.
—¿Está	 en	 casa	 tu	 compañera	 de	 habitación?	—le	 preguntó	 en	 voz	 baja,	 la	 íntima	 voz	 cortando	 a
través	del	viento	frío	y	yendo	directamente	a	su	interior.
Ella	se	lamió	los	labios	y	asintió.
—Pero	 no	 nos	 molestará	 —insistió	 ella	 con	 rapidez,	 sus	 palabras	 casi	 sin	 aliento	 mientras	 ella
extendía	la	mano	y	le	acariciaba	la	solapa,	sintiendo	la	placa	debajo	del	material.
—Entonces	guíame	—murmuró	él	con	una	sonrisa.
Hubiera	 sido	 el	 momento	 perfecto	 para	 que	 la	 besara,	 pensó	 ella,	 mientras	 tomaba	 su	 mano	 y	 le
conducía	 al	 interior	 del	 edificio.	 Hubiera	 sido	 igual	 de	 ridículamente	 romántico	 como	 el	 resto	 de	 la
noche.	Sin	embargo,	suponía	que	nada	podía	ser	perfecto.
Horas	 más	 tarde,	 mientras	 Allison	 luchaba	 por	 su	 último	 aliento,	 no	 podía	 dejar	 de	 preguntarse
porque	dejaría	su	ADN	si	nunca	la	había	besado.
La	 llamada	 telefónica	no	podía	haber	 llegado	en	un	peor	momento.	El	agente	especial	del	FBI,	Ty
Grady,	seguía	cabreado	y	maldiciendo	sobre	su	desafortunada	coincidencia	temporal	dos	días	más	tarde
mientras	estaba	sentado	a	solas	en	su	sala	de	estar.
Cuatro	 semanas	 de	 trabajo	 infiltrado,	 vigilancia,	 escuchas	 telefónicas,	 cables,	 informantes	 y
persecuciones	a	alta	velocidad,	todo	se	había	ido	a	la	mierda	porque	algún	novato	listillo	se	olvidó	de
dejar	el	móvil	en	casa.	Los	sin	techo	que	piden	limosna	en	la	calle	no	tienen	móviles	que	suenan	al	ritmo
de	una	orquesta	de	Mozart,	y	por	desgracia	para	el	equipo	de	cansados	agentes	encubiertos	del	FBI	 ​que
seguían	 a	 Antonio	 de	 la	 Vega,	 su	 objetivo	 era	 consciente	 de	 ese	 particular	 elemento	 de	 información.
Desapareció	 tan	 rápidamente	 como	 las	 ratas	 en	 las	 aceras	 de	 Nueva	 York	 mientras	 Ty	 y	 su	 equipo
irrumpían.
La	 operación	 había	 volado,	 ahora	 su	 objetivo	 estaba	 en	 algún	 otro	 país	 en	 el	 que	 no	 tenían
jurisdicción,	y	todas	las	pruebas	serían	embolsadas,	etiquetadas	y	metidas	en	una	caja	en	el	sótano,	para
nunca	ser	vistas	de	nuevo.	El	hecho	de	que	la	mayor	parte	de	lo	que	habían	hecho	hubiera	sido	bajo	la
dirección	ligeramente	irregular	de	Ty,	y	que	dependiera	de	un	encorbatado	de	alto	nivel	evitar	que	les
despidieran	y	les	enviaran	a	la	cárcel,	no	estaba	ayudando	al	estado	mental	de	Ty.
Estaba	tumbado	en	el	sofá,	todavía	cubierto	de	sudor	por	sus	intentos	de	borrar	la	frustración	en	el
gimnasio	de	la	oficina	de	Baltimore,	y	miraba	fijamente	a	la	ciudad	a	través	de	los	grandes	ventanales	a
cada	lado	de	la	televisión.	Podía	ver	su	propia	imagen	reflejada	en	la	pantalla	negra	de	la	TV	de	plasma
en	la	pared	de	enfrente,	y	se	veía	aún	más	exhausto	de	lo	que	se	sentía.	Necesitaba	un	afeitado,	la	mayor
parte	de	su	apuesto	rostro	estaba	cubierto	por	una	barba	de	tres	días	y	su	cabello	oscuro	probablemente
necesitaría	un	corte.	Era	un	hombre	alto,	de	casi	uno	noventa	de	altura	y	por	lo	general	su	forma	era	como
la	de	un	gato	grande,	ágil	y	grácil.	Esta	noche,	sin	embargo,	tenía	los	hombros	caídos	mientras	estaba	allí
tumbado.	No	tenía	ninguna	intención	de	moverse	a	corto	plazo.
No	hasta	que	su	móvil	comenzó	a	sonar	exigente.	Con	un	profundo	suspiro,	se	lo	sacó	del	cinturón	y
lo	abrió.
—Grady	—respondió	 secamente,	 con	 su	 pronunciado	 acento	 de	West	 Virginia	 incluso	 después	 de
todos	los	años	que	había	pasado	fuera	de	casa.
—Agente	especial	Grady,	al	director	adjunto	Burns	 le	gustaría	verle	—le	 informó	una	entrecortada
voz	profesional.
—¿Cuándo?	—preguntó	Ty	sin	emoción.
—Agente	especial	Grady,	el	director	adjunto	de	la	División	de	Investigación	Criminal	no	llama	para
pedir	una	cita.	Le	espera	en	treinta	minutos.
—¡Treinta	minutos!	—exclamó	Ty—.	¿Tiene	usted	alguna	idea	de	dónde	estoy?
—Dentro	de	su	ropa	interior	sucia,	sin	duda.	Esté	aquí	en	treinta	minutos	—respondió	la	voz	con	el
mismo	monótono	y	serio	tono	antes	de	colgar.
Ty	 cerró	 los	 ojos	 y	 mentalmente	 pateó	 algo.	 Treinta	 minutos	 para	 llegar	 a	 DC	 iba	 a	 exigir	 las
llamativasluces	azules.	Ty	odiaba	las	putas	y	escandalosas	luces	azules.
—Buen	trabajo,	Agente	Especial	Garrett.	Es	un	sólido	valor	para	la	oficina	—dijo	el	Director	de	la
División	mientras	estrechaba	la	mano	del	tipo—.	Por	supuesto,	tendrá	un	elogio	en	su	expediente	por	su
trabajo.
—Gracias,	señor	—respondió	cortante	el	agente	especial	del	FBI,	Zane	Garrett,	mientras	el	resto	de
agentes,	un	poco	reacios,	murmuraban	felicitaciones.
—Y	 le	 recompensaré	 por	 su	 trabajo	 bien	 hecho	 —continuó	 el	 director	 suavemente—.	 Va	 a	 ser
promovido	fuera	de	esta	división.	Estoy	muy	triste	por	verle	irse	—siguió,	sacudiendo	la	mano	de	Zane
vigorosamente.
Zane	le	estrechó	la	mano	sombríamente,	su	cara	era	una	máscara	de	profesionalismo	puro	que	cubría
los	pensamientos	brutalmente	honestos	que	albergaba	debajo.
—He	disfrutado	 trabajando	para	 usted,	 señor.	 Pero	 ya	me	 conoce,	 siempre	 busco	 estar	 donde	más
pueda	hacer	por	la	Oficina.
—Ese	es	un	buen	hombre.	Despídase	y	suba.	El	director	adjunto	Burns	quiere	verle	en	diez	minutos.
Sin	 mostrar	 ni	 un	 asomo	 de	 sonrisa	 o	 desdén	 por	 la	 alabanza	 por	 hacer	 su	 aburrido	 trabajo	 de
escritorio,	 Zane	 se	 dio	 la	 vuelta	 y	 caminó	 entre	 los	 otros	 agentes	 con	 los	 que	 había	 trabajado	 en	 la
división	que	perseguía	delitos	cibernéticos.	Se	había	llevado	bastante	bien	con	ellos,	teniendo	en	cuenta
que	hacía	su	trabajo,	y	a	veces	el	de	ellos	también,	con	una	concentración	total	y	absoluta.	Zane	sabía	que
muchos	 de	 sus	 compañeros	 de	 trabajo	 estarían	 tan	 felices	 de	 verlo	 irse	 como	 de	 que	 se	 quedara,	 su
estricta	 adhesión	 a	 las	 reglas	 y	 a	 la	 lógica,	 su	 decidido	 trabajo	 por	 alcanzar	 las	metas	 era	 a	menudo
agotador	para	los	que	le	rodeaban.	Él	tenía	metas,	varias,	y	eso	era	todo	lo	que	importaba.	Ninguna	de
ellas	incluía	trabajar	en	esta	división	más	tiempo	del	necesario.
Mirando	por	la	oficina	abierta,	Zane	sabía	con	toda	seguridad	que	no	la	echaría	de	menos.	Mientras
que	su	obsesiva	atención	al	detalle	le	había	dirigido	perfectamente	a	lo	largo	de	esas	misiones,	sabía	que
valía	mucho	más	para	la	Oficina	que	para	este	 trabajo	soporífero	y	lleno	de	detalles.	Ahora	tendría	su
oportunidad	de	demostrarlo.
Estrechando	algunas	manos	y	soportando	unas	pocas	palmadas	en	la	espalda	de	"siento	que	te	vayas",
se	despidió	de	sus	pronto	excompañeros	de	trabajo.	Le	dijo	al	administrador	de	la	oficina	que	volvería
más	 tarde	para	 limpiar	su	escritorio	y	se	dirigió	hacia	 la	puerta.	Tenía	ganas	de	ver	 lo	que	el	director
adjunto	de	la	División	de	Investigación	Criminal	tenía	reservado	para	él.	Había	trabajado	intensamente
para	conseguir	esta	promoción.	Tenía	que	ser	bueno,	ya	que	el	hombre	quería	verlo	inmediatamente.
Zane	 se	 detuvo	 en	 el	 baño	 para	 enderezarse	 la	 corbata	 y	 asegurarse	 de	 que	 su	 corto	 pelo	 castaño
estuviera	cuidadosamente	peinado.	El	traje	que	llevaba	se	adaptaba	perfectamente	a	su	cuerpo	de	metro
noventa	y	cinco,	pero	no	ocultaba	los	músculos	abultados	que	se	movían	debajo	de	la	tela.	El	suyo	no	era
un	cuerpo	que	esperaras	ver	detrás	de	un	escritorio,	un	hecho	que	se	recordaba	todos	los	días	al	mirar	a
los	 agentes	 ligeramente	 regordetes	 que	 trabajaban	 a	 su	 alrededor.	 Frunció	 un	 poco	 el	 ceño,
inspeccionando	las	patas	de	gallo	en	las	comisuras	de	los	ojos	y	las	crestas	de	su	dos	veces	rota	nariz.
Con	una	mueca	de	disgusto,	se	pasó	las	manos	por	las	mejillas	afeitadas	y	despidió	a	su	imagen	antes	de
abrocharse	la	chaqueta	del	traje	y	ponerse	rumbo	escaleras	arriba.
	
****
La	 secretaria	 le	 echó	 a	 Ty	 Grady	 un	 vistazo	 por	 encima	 de	 las	 gafas	 que	 claramente	 decía	 que
desaprobaba	el	aire	que	él	respiraba.	Levantó	la	barbilla	y	lo	miró	de	arriba	abajo,	frunciendo	la	nariz
ante	su	apariencia.
—Llega	temprano	—anunció	con	un	toque	de	sorpresa	en	su	voz.
Ty	la	miró	de	arriba	abajo	y	ladeó	la	cabeza	hacia	un	lado.
—Utilicé	las	luces	azules	—le	dijo	haciendo	un	movimiento	de	helicóptero	con	el	dedo.
Ella	bufó	mientras	observaba	su	rostro	sin	afeitar,	la	raspada	chaqueta	de	cuero,	los	vaqueros	y	las
sucias	botas	de	vaquero.	Su	camiseta	parecía	ser	particularmente	atroz	para	su	sensibilidad,	a	pesar	de
que	 estaba	 limpia.	 Era	 negra	 y	 tenía	 en	 el	 frente	 las	 palabras	Cocke	 County	 FBI	 en	 grandes	 letras
blancas.	Tras	una	inspección	más	cercana,	había	palabras	más	pequeñas	entre	los	más	grandes,	y	cuando
ella	bizqueó	fue	capaz	de	leer	la	camiseta	entera:	"Me	probaron	en	el	Condado	de	Cocke	por	el	FBI".
Ella	 hizo	 un	 pequeño	 ruido	 insultante	 mientras	 alzaba	 de	 nuevo	 la	 mirada.	 Ty	 la	 ignoró,	 dejándola
mirando	ligeramente	escandalizada	mientras	se	dirigía	hacia	la	puerta	del	director	adjunto.
—¡No	puede	entrar	todavía!	—susurró	ella	mientras	se	levantaba	de	su	escritorio	y	le	señalaba.
Él	se	detuvo	en	la	puerta	y	se	volvió	para	mirarla,	poniendo	provocativamente	la	mano	en	la	manija
de	la	puerta	y	empujando	hacia	abajo	con	una	sonrisa.	La	boca	de	ella	se	movió	sin	hacer	ruido,	y	se	dio
la	vuelta	para	apresurarse	a	anunciarlo	por	el	intercomunicador	antes	de	que	pudiera	entrar.
El	director	adjunto	Richard	Burns	le	miró	con	sorpresa	y	disgusto	mientras	Ty	entraba	en	el	despacho
y	cerraba	la	puerta	detrás	de	él.
—Quería	verme,	señor	—saludó	Ty,	las	palabras	perfectamente	profesionales,	pero	el	tono	de	alguna
manera	tan	insolente	como	siempre	lo	era.
—Siéntate	—ordenó	el	hombre	señalando	con	un	golpe	de	su	pluma	hacia	uno	de	los	asientos	al	otro
lado	de	la	mesa—.	Estamos	esperando	a	alguien	más.
Ty	se	movió	al	asiento	y	se	sentó,	su	chaqueta	de	cuero	levantó	una	nube	de	polvo	diminuta	cuando	se
dejó	caer	en	el	asiento.	Hizo	un	trabajo	bastante	bueno	en	ocultar	su	sorpresa.
—¿Alguien	más?	—preguntó	sin	alterarse—.	¿Estoy	siendo	linchado?
—Si	mantienes	la	boca	cerrada	durante	los	siguientes	treinta	minutos,	podrías	no	pasar	la	noche	en	la
cárcel.	¿Qué	tal?	—respondió	Burns	serio	sin	levantar	la	vista	de	los	papeles	que	estaba	firmando.
Ty	carraspeó	y	se	movió	incómodo	en	la	silla.
Zane	Garrett	entró	en	la	gran	oficina	y	vio	a	la	secretaria	del	director	adjunto	corriendo	alrededor	de
su	escritorio,	obviamente	nerviosa.	Se	detuvo	y	cruzó	las	manos	detrás	de	su	espalda.
—¿Señora?	—preguntó	cortésmente	cuando	ella	no	se	dio	cuenta	de	su	entrada.
Ella	le	miró	con	sorpresa.
—Agente	especial	Garrett,	gracias	por	 ser	 rápido	—respondió	ella,	mirándolo	de	arriba	a	abajo	y
asintiendo	con	la	cabeza	en	señal	de	aprobación	al	ver	el	traje	de	chaqueta	azul	y	la	corbata	de	seda—.
Puede	entrar.
—Muchas	gracias,	señora	—dijo	sin	alterarse,	procediendo	a	la	puerta	mientras	ella	le	anunciaba	por
el	intercomunicador.
Burns	levantó	la	vista	de	los	papeles	que	estaba	revolviendo	y	le	hizo	un	gesto	para	que	entrara.
—Entre,	agente	especial	Garrett.	Tenemos	algunas	cosas	que	discutir	—dijo	a	Zane,	mirando	al	 tío
desplomado	en	una	de	las	sillas	delante	del	escritorio.
—Sí,	señor	—respondió	Zane,	pasando	a	sentarse	cuando	el	director	hizo	un	gesto.	Sus	ojos	siguieron
la	mirada	de	Burns.	Sólo	un	parpadeo	traicionó	la	sorpresa	de	Zane.	El	tío	desaliñado	sentado	delante	de
Burns	 era	 un	 completo	 desastre.	 Zane	 apenas	 contuvo	 las	 ganas	 de	 burlarse	 de	 él.	 Tal	 vez	 era	 un
informante	de	algún	tipo.	Tenía	ese	aspecto	quemado	e	inquieto.
Centrándose	en	Burns	otra	vez,	Zane	esperó,	tranquilo	y	atento,	listo	para	empezar	a	saltar	a	través	de
la	siguiente	serie	de	aros.
Ty	se	movió	en	su	asiento,	se	encorvó	más	y	echó	un	vistazo	al	hombre	nuevo.	Dios,	parecía	que	el
tipo	acababa	de	salir	de	una	revista	o	algo	así.
—¿Qué	 está	 haciendo,	 un	 manual	 de	 «cómo	 hacerlo»?	 —preguntó	 Ty	 al	 director	 adjunto	 con
sarcasmo—.	¿Antes	y	después?	—sugirió	con	ironía,	con	un	gesto	así	mismo	y	luego	al	otro	tipo.
—Sí.	Estás	sentado	aquí	antes	de	que	te	despidan	—respondió	Burns	con	esmero—.	Y	él	está	para
aceptar	tu	trabajo	después	de	que	te	marches.
Ty	apretó	 los	 labios	con	 fuerza	y	 ​​miró	hacia	el	brillante	escritorio	 tranquilamente.	Zane	movió	 los
ojosentre	el	tipo	y	Burns	antes	de	entrecerrarlos.	Se	preguntó	por	qué	le	habían	pedido	que	se	sentara	en
esta	 reunión	cuando	el	hombre	obviamente	 estaba	a	punto	de	 ser	despedido.	Parecía	demasiado	cruel.
Retuvo	con	fuerza	cualquier	otra	reacción	y	esperó	a	ver	qué	pasaba.
Ty	 se	 pasó	 la	 lengua	 por	 los	 labios	 y	 alzó	 de	 nuevo	 la	mirada	 para	 encontrarse	 con	 los	 ojos	 casi
desafiantes	de	su	superior.
—Afortunadamente	para	 ti,	Grady,	 tienes	más	vidas	que	un	gato	—dijo	 el	 hombre	 con	un	pequeño
ceño—.	Y	vas	a	conseguir	otra	oportunidad	para	demostrarnos	que	puedes	hacer	este	trabajo	sin	cagarla.
No	lo	diré	una	vez	más,	porque	Dios	sabe	que	voy	a	seguir	dándote	más	hasta	que	te	maten.	Conoce	a	tu
nuevo	compañero,	el	agente	especial	Zane	Z.	Garrett.
Zane	no	podría	haber	estado	más	horrorizado	y	se	le	notó	claramente	en	su	reacción.	¿Ese	desastre	de
agente	era	su	nuevo	compañero?
—Director	Burns	—comenzó	 impulsivamente,	pero	se	mordió	 la	 lengua	y	apretó	con	más	fuerza	 la
silla.	¿Qué	tipo	de	recompensa	era	esta?
—¡A	 la	mierda!	—interrumpió	Ty	mientras	 se	 enderezaba—.	No	puedo	hacer	mi	 trabajo	 con	un…
un…	chico	de	póster	—prácticamente	balbuceó	con	ira	mientras	dejaba	caer	la	mano	hacia	el	limpísimo
hombre	a	su	lado.
—Y	tampoco	puede	hacerlo	sin	 un	compañero,	 agente	especial	Grady	—	respondió	Burns	con	una
dura	mirada.
—Señor,	parece	obvio	—dijo	Zane,	sin	molestarse	en	evitar	cualquier	dejo	de	desaprobación	en	su
voz—,	que	este	agente	necesita	más	de	lo	que	yo	puedo	ofrecer	para	ayudarle.	Francamente,	se	necesitará
un	milagro	para	hacer	que	tenga	un	aspecto	remotamente	profesional.	Nadie	le	tomará	en	serio.
—¿Tomarme	en	serio?	—repitió	Ty	con	incredulidad—.	Cristo,	¿alguna	vez	han	visto	esos	zapatos	el
pavimento?	Mierda	—exclamó	 con	 un	 pánico	 repentino	mientras	 agarraba	 los	 brazos	 de	 la	 silla	 y	 se
inclinó	hacia	delante—.	¿Me	estás	enviando	un	Ciber?	—le	preguntó	a	Burns,	que	estaba	sentado	detrás
de	la	mesa	y	sonriendo	como	un	niño	pequeño	en	Navidad.
—Tu	tono	de	voz	implica	que	la	investigación	de	delitos	tecnológicos	y	el	terrorismo	podrían	estar
por	debajo	de	ti	—le	dijo	Zane	con	frialdad	mientras	le	dirigía	una	mirada	tranquila—.	Tal	vez	deberías
considerar	solicitar	un	traslado	a	personal	administrativo.	O	enviar	tu	renuncia.
—Oye,	que	te	jodan,	nenaza	—gruñó	Ty	sin	mirarle.
—¡Silencio,	 los	dos!	—ladró	Burns	de	 repente—.	Grady,	 te	vas	a	quedar	en	Criminal	hasta	que	 te
maten	o	hagas	algo	tan	ilegal	que	ni	siquiera	yo	puede	taparte,	¿entiendes?	Garrett,	te	asegurarás	que	no
haga	ninguna	de	esas	cosas.	¿Está	claro?	Y	a	ambos	os	gustará.
Los	ojos	de	Ty	se	abrieron	como	platos	cuando	se	dio	cuenta	de	que	estaba	siendo	asignado	a	una
niñera	 de	 contabilidad,	 y	 no	 había	 absolutamente	 nada	 que	 pudiera	 hacer	 al	 respecto.	 Su	 estómago	 se
revolvió	ante	la	idea,	pero	supuso	que	era	mejor	que	ser	despedido.	O	estar	en	la	cárcel.
La	idea	de	estar	conectado	a	esa	bala	perdida	provocador	de	problemas	fue	casi	suficiente	para	hacer
que	Zane	perdiera	la	compostura.	Después	de	todo	lo	que	había	hecho,	todo	lo	que	había	trabajado,	esto
era	todo	lo	que	iba	a	conseguir.	La	desesperación	amenazó	por	un	momento,	y	tuvo	que	respirar	hondo
para	controlarla.	Quería	gritarle	a	Burns,	pero	este	no	era	el	lugar.	Sacaría	el	máximo	provecho	de	este
lío	 y	 luego	 dejaría	 a	 este	 agente	 atrás,	 tal	 como	había	 hecho	 con	 la	División	Cibernética.	Eso	 o	 caer
envuelto	en	llamas	espectaculares.
—Sí,	señor	—reconoció	a	través	de	los	dientes	apretados.
—Espero	que	aprendan	el	uno	del	otro	—instruyó	Burns,	su	corazón	se	contrajo	al	observar	a	Zane
Garrett.	Era	 una	 putada	 hacerle	 eso,	 pegarle	 a	 un	 hombre	 como	Ty	Grady	 después	 de	 haberse	 abierto
camino	desde	el	infierno	para	ser	el	mejor	de	los	agentes	Ciber.	Pero	para	este	caso	en	particular,	estos
dos	hombres	estaban	excepcionalmente	cualificados.
—Y	la	Oficina	espera	que	realicen	de	manera	eficiente	su	próximo	trabajo	—agregó	mientras	tiraba
un	archivo	sobre	el	escritorio	hacia	Ty.
—Respetuosamente,	 señor,	 entiendo	que	usted	necesite	 a	 alguien	para	controlar	 a	 este…	agente	—
rechinó	Zane—.	Pero,	¿qué	se	supone	que	tengo	que	aprender	yo	de	él?	—preguntó,	lanzando	una	mirada
incrédula	en	dirección	a	Grady.
Burns	le	dirigió	una	mirada	dudosa	a	Ty	y	se	encogió	de	hombros	como	disculpándose	en	respuesta	a
la	 pregunta	 de	 Zane.	 Estaba	 bien	 informado	 del	 pasado	 de	Garrett,	 pero	 el	 tipo	 era	 ingenioso.	Había
tenido	que	serlo.	Encontraría	el	modo	de	hacer	este	trabajo.
—Puedes	aprender	a	besarme	el	culo	—replicó	Ty	mientras	hurgaba	en	el	expediente	que	su	jefe	le
había	tirado—.	Como	haces	con	todos	los	demás	—murmuró.
El	temperamento	de	Zane	se	incendió	ante	las	ridículas	afirmaciones	de	Grady,	dejando	tras	de	sí	más
que	un	rastro	de	resentimiento.	Habría	puesto	los	ojos	en	blanco	si	no	fuera	consciente	de	cómo	podría
ser	interpretado.	El	lenguaje	del	hombre	era	una	completa	e	intencionada	insubordinación.	Parecía	que	su
nuevo	compañero	era	un	verdadero	premio,	 alguien	que	de	 alguna	 forma	 se	había	ganado	el	 favor	del
director	adjunto	de	su	nueva	división,	tal	como	él	mismo	era	el	foco	de	la	ira	de	Burns.
—Señor,	 si	me	permite	 la	pregunta,	 ¿quién	 es	 esta	encantadora	 persona	 a	 la	 que	voy	 a	 llamar	mi
compañero?	—preguntó	con	un	sarcasmo	apenas	velado.
—El	agente	especial	B.	Tyler	Grady	—respondió	Burns	mientras	Ty	escudriñaba	el	archivo	que	había
abierto,	ignorando	a	los	otros	dos	mientras	lo	revisaba—.	A	pesar	de	su	apariencia,	por	desgracia	es	muy
bueno	en	su	trabajo.
—¿Nos	está	poniendo	en	el	caso	de	Tri-State?	—preguntó	Ty	de	repente,	la	incredulidad	coloreaba
sus	palabras	mientras	miraba	a	Burns.
Zane	 se	 puso	 rígido	 y	 respiró	 hondo.	 Lo	 sabía	 todo	 sobre	 el	 caso	 Tri-State.	Diablos,	 todos	 en	 la
Oficina	 lo	 sabían	 todo	 sobre	 el	 caso	 Tri-State,	 a	 pesar	 de	 que	 sólo	 habían	 estado	 trabajando	 en	 ello
algunas	 semanas.	 Un	 muy	 desordenado,	 intrigante	 y	 realmente	 aterrador	 asesino	 en	 serie,	 seguía
apareciendo	y	desapareciendo	cada	pocas	semanas,	ya	casi	dos	meses,	en	Nueva	York.	Habían	hallado
dos	cadáveres	al	otro	lado	de	las	fronteras	estatales,	cerca	de	la	marca	de	los	Tri-State,	y	la	mayoría	de
los	involucrados	parecían	creer	que	el	asesino	los	había	dejado	allí	deliberadamente	para	involucrar	al
FBI.	Más	recientemente,	hacía	apenas	unos	días,	el	hombre	había	eliminado	a	dos	agentes,	por	lo	que	la
Oficina	ahora	estaba	personalmente	involucrada.
Los	ojos	de	Zane	se	movieron	de	nuevo	hacia	Grady.	Muy	bueno	en	su	 trabajo,	había	dicho	Burns.
Zane	 decidió	 que	 debía	 haber	 sido	 un	 trabajo	 encubierto.	 Drogas	 o	 crimen	 organizado,	 a	 lo	 mejor
importación/exportación.	En	algún	lugar	donde	esa	imagen	de	duro	y	violento	encajara.	Su	mente	empezó
a	zumbar,	calculando	cómo	sus	habilidades	podrían	complementarse	entre	sí.	O	no.
—Así	 es	—respondió	 Burns	 dando	 golpecitos	 sobre	 la	mesa	 con	 la	 pluma—.	 E	 informareis	 a	 la
oficina	de	campo	de	Nueva	York,	apropiadamente	vestido,	Grady,	a	las	once	del	lunes.	¿Está	claro?
Reconociendo	el	despido	y	levantándose,	Zane	asintió.
—Sí,	señor	—dijo	secamente.	El	recorrido	más	reciente	de	Zane	podría	haber	sido	al	laboratorio	de
informática	de	alta	tecnología,	pero	eso	no	era	lo	único	que	podía	hacer.	Era	un	maldito	buen	agente,	y	lo
sabía.	Pero	no	podía	dejar	de	pensar	en	Tyler	Grady	como	una	serpiente	que	golpeaba	en	el	momento
crítico	y	 envenenaba	 la	 seguridad	de	 su	 frágil	 empleo.	Ya	podía	 decir	 que	 esto	 no	 iba	 a	 ser	 fácil.	En
realidad,	ya	sabía	que	iba	a	ser	más	que	duro.	Sin	embargo,	aunque	existía	la	posibilidad	de	que	el	tipo
que	 olía	 a	murciélago	 pudiera	 derrumbar	 su	 carrera	 cuidadosamente	 reconstruida	 como	 un	 castillo	 de
naipes,	 también	 tenía	 una	 gran	 oportunidad.	 Si	 pudiera	 hacer	 este	 trabajo,	 le	 llevaría	muy	 lejos.	Y	no
permitiría	que	ningún	desaliñado	agente	que	se	creía	un	tipo	duro	se	interpusiera	en	su	camino.
Ty	 seenderezó	 y	miró	 a	Burns	 durante	 un	 largo	momento	 antes	 de	 levantarse	 y	 dirigirse	 hacia	 el
escritorio.	Puso	las	dos	manos	encima	y	se	inclinó,	arrugando	el	archivo	en	su	mano	mientras	miraba	a	su
jefe.
—Me	conoces	mejor,	Dick	—murmuró—.	Mis	compañeros	no	duran	mucho	tiempo.
—Este	es	mejor	—respondió	Burns	sin	pestañear	ante	el	tono	insubordinado.
—Me	lo	prometiste	—murmuró	Ty	acusador.
—Considera	 que	 me	 retracto	 —respondió	 Burns	 sin	 disculparse—.	 Vete	 a	 casa	 y	 dúchate,	 Ty.
Apestas.
Las	voces	eran	bajas,	pero	Zane	oyó	lo	suficiente.	El	disparo	de	despedida	de	Burns	fue	claro	y	Zane
retorció	 los	 labios	 mientras	 se	 daba	 la	 vuelta	 para	 abrir	 el	 camino.	 Este	 Ty	 Grady	 debía	 ser	 alguna
especie	de	 superestrella	 especial	para	que	el	director	 adjunto	 soportara	ese	comportamiento.	Eso	o	 le
hacía	la	pelota	a	alguien	más	arriba	de	la	cadena,	pensó	Zane	poco	comprensivo.	Se	permitió	una	leve
sonrisa	cuando	se	detuvo	en	la	oficina	exterior.	Había	oído	los	mismos	rumores	acerca	de	sí	mismo.	Más
que	unas	pocas	veces.
Ty	le	siguió	y	fulminó	a	Zane	con	la	mirada	durante	un	largo	momento	cuando	la	secretaria	le	olfateó
con	desaprobación.
—Cuanto	más	pronto	terminemos	con	esto,	más	pronto	podremos	volver	a	como	era.	¿Entiendes?	—
dijo	finalmente	a	su	nuevo	compañero.
Zane	no	se	dignó	a	responder.
—¿Puedo	ver	el	expediente	del	caso,	por	favor?	—preguntó	cortésmente.
—Consigue	el	tuyo	—respondió	Ty	mientras	se	volvía	y	salía	de	la	oficina.
Zane	se	quedó	allí	un	momento,	con	la	boca	ligeramente	abierta.	Ty	Grady	era	un	grosero,	insufrible,
egoísta	 y	 maloliente	 hijo	 de	 puta,	 y	 Zane	 iba	 a	 tener	 que	 encontrar	 la	 manera	 de	 ignorarle.	 De	 lo
contrario,	podría	ceder	a	la	presión	y	matar	al	hijo	de	puta,	por	el	bien	de	la	humanidad.
Ty	 se	 sentó	 en	 el	 restaurante	 abierto	 toda	 la	 noche	 cerca	 de	 su	 apartamento	 y	 leyó	 el	 archivo	 por
decimocuarta	vez	mientras	se	metía	el	 tocino	y	huevos.	Los	documentos	 tenían	huellas	de	grasa	y	unas
pocas	manchas	que	no	eran	identificables,	pero	Ty	no	lo	notó.	Lo	que	estaba	viendo	eran	los	hechos	del
caso.	Era	uno	de	los	casos	más	fascinantes	que	jamás	había	leído,	y	mucho	menos	participado.	El	asesino
parecía	escoger	sus	blancos	al	azar,	no	había	ningún	tipo	de	víctima.	No	tenía	modus	operandi	del	que
hablar,	 y	 dejaba	poca	o	 ninguna	 evidencia	 detrás.	La	 creencia	 actual	 es	 que	 la	 poca	 evidencia	 que	 se
había	recogido	la	había	dejado	intencionadamente,	y	las	escenas	donde	los	cuerpos	fueron	encontrados
sin	duda	estaban	preparadas.
Ocho	asesinatos	y	contando.	Los	únicos	dos	que	no	habían	sido	colocados	después	de	la	muerte	(o
asesinados	 de	manera	 creativa,	 como	Ty	 pensaba)	 eran	 los	 de	 los	 agentes	 del	 FBI	 que	 habían	 estado
investigando	 los	 asesinatos.	 Dos	 agentes	 entrenados,	 ambos	 con	 antecedentes	 militares,	 disparados	 a
quemarropa	en	 la	habitación	del	hotel	antes	de	que	ninguno	de	 los	dos	pudiera	ni	 siquiera	disparar	un
arma.	Y	la	única	razón	por	la	que	la	Oficina	atribuía	sus	muertes	al	asesino	era	porque	estaban	trabajando
en	su	caso,	y	el	FBI	no	creía	en	las	coincidencias.
Ty	sacudió	la	cabeza	y	suspiró,	echó	un	vistazo	a	su	reloj	con	un	parpadeo.
—Joder	—gimió,	 rebuscando	 en	 el	 bolsillo	 dinero	 para	 dejar	 sobre	 la	 mesa	 mientras	 recogía	 la
información	altamente	confidencial	y	se	la	metía	debajo	de	la	chaqueta	sin	miramientos.	Tenía	cosas	que
hacer	mañana,	hoy,	antes	de	volar	temprano	la	mañana	del	lunes.
Zane	estaba	sentado	a	su	mesa	de	comedor,	con	una	pila	completa	de	copias	de	archivos	extendidos
delante	 de	 él.	Detalles	 del	 caso,	 informes	 de	 autopsia,	 fotografías	 de	 las	 escenas,	 pruebas	 forenses…
había	mucho	 que	 leer,	 muchos	 detalles.	 Detalles	 que	 la	mente	 analítica	 de	 Zane	 capturaba	 y	 filtraba.
Había	estado	tomando	notas	durante	horas	tratando	de	identificar	patrones,	no	en	el	caso	en	sí,	sino	en	la
estructura	 estándar	 de	 la	 investigación:	 donde	 se	 seguía	 con	 precisión,	 donde	 se	 diferenciaba,	 donde
había	lagunas	en	la	investigación,	donde	había	demasiada	información	inútil.	Había	habido	tanta	gente	en
este	trabajo	que	era	un	desastre.
Todo	eso,	pensó,	mientras	se	movía	para	tomar	un	bocado	de	la	tardía	cena	del	domingo,	ensalada	de
pollo	y	uvas,	era	bastante	fácil	de	seguir.	Ya	había	decidido	llamar	a	un	par	de	agentes	especiales	para
hacer	unas	preguntas;	tal	vez	Serena	Scott	de	la	Unidad	de	Análisis	de	Conducta	de	Nueva	York	podría
ayudar.	 Revisaba	 asesinatos	 todo	 el	 tiempo	 y	 aunque	 este	 caso	 les	 estaba	 volviendo	 locos,	 podría
explicarle	algunas	cosas.	El	asesinato	no	era	precisamente	su	fuerte.	Además,	ella	le	debía	un	favor.
Un	hombre	no	trabajaba	en	el	FBI	durante	casi	veinte	años	y	no	coleccionaba	favores.
Suspirando,	apartó	las	comparativas	de	los	informes	del	forense	que	había	hecho	y	llevó	el	plato	al
fregadero	de	la	cocina,	lo	lavó	cuidadosamente	antes	de	limpiar	el	mostrador.	Echó	un	vistazo	al	reloj	de
la	pared,	enderezó	los	hombros	y	movió	el	cuello.	Tendría	que	salir	más	temprano	para	ir	de	Arlington	a
Dulles	 a	 las	 05:30	 para	 tomar	 el	 avión.	E	 iba	 a	 necesitar	 cada	 pedacito	 de	 paciencia	 y	 fortaleza	 que
pudiera	reunir	para	soportar	lo	que	sabía	que	venía.
Era	un	vuelo	comercial	y	los	billetes	estaban	esperando	en	el	mostrador	de	la	aerolínea.	Ty	movió	la
cabeza	 de	 lado	 a	 lado	 y	 se	 aflojó	 la	 corbata,	 murmurando	 infeliz	 mientras	 caminaba	 por	 el
estacionamiento	en	el	brumoso	amanecer.	Tenía	la	chaqueta	sobre	un	brazo	y	dos	bolsas	de	lona	de	ropa	y
equipo	 al	 hombro.	 Llevaba	 un	 maletín	 de	 cuero	 golpeado	 y	 marcado	 cruzado	 en	 el	 pecho	 mientras
caminaba.	 Estaba	 corriendo	 porque	 llegaba	 un	 poco	 tarde,	 pero	 no	 estaba	 exactamente	 preocupado.
Cuando	llegó	al	interior,	tenía	la	corbata	torcida	y	la	chaqueta	del	traje	arrugada,	se	sacó	el	maletín	por
la	cabeza	y	lo	dejó	caer	de	golpe	para	encogerse	de	hombros	dentro	de	la	camisa.	Luego	levantó	todo	de
nuevo,	recolocó	las	bolsas	y	se	dirigió	al	mostrador	de	facturación.
—Sabía	que	ibas	a	llegar	tarde	—comentó	Zane	mientras	Ty	pasaba	por	delante	de	él.
—Y	yo	sabía	que	todavía	tendrías	metido	el	palo	en	el	culo	—respondió	Ty	con	un	movimiento	de	su
cabeza,	sin	frenar	mientras	Zane	le	hablaba.
La	 respuesta	 sabihonda	 de	 Ty	 no	 merecía	 una	 respuesta.	 Zane	 esperó	 a	 que	 retirara	 su	 billete	 y
facturara	sus	bolsas	antes	de	dejarse	caer	a	su	lado	para	caminar	al	control	de	seguridad.	Se	habían	visto
un	total	de	dos	veces,	y	Zane	tenía	la	misma	impresión	fugaz:	Ty	era	un	idiota	que	había	tenido	suerte	en
la	zona	roja	para	llegar	hasta	aquí.	Y	la	Oficina	quería	que	fuera	un	poco	más	afortunado,	pero	no	querían
arriesgarse	a	que	algo	saliera	mal	(porque	Ty	estaba	obviamente	loco),	y	por	eso	el	muy	eficiente	Zane
Garrett	estaba	al	cargo	de	sujetar	su	correa.
Zane	se	cansaba	sólo	de	pensarlo.
Mostraron	 sus	 identificaciones	 y	 atravesaron	 el	 control	 de	 seguridad	 después	 de	 una	 breve
comprobación.	Todavía	pensando	en	la	mierda	de	actitud	de	Ty,	Zane	se	divirtió	pensando	en	lo	que	Ty
debía	de	haber	tenido	que	hacer	para	pasar	el	examen.	Todos	los	agentes	pasaban	dieciséis	semanas	en	la
Academia,	 en	 la	 unidad	 de	 entrenamiento	 de	 nuevos	 agentes	 y	 luego	 eran	 divididos	 y	 especializados.
Debido	 a	 sus	 antecedentes,	 Zane	 destacó	 en	 los	 puntos	 más	 finos	 de	 la	 ley.	 Capas	 de	 información.
Patrones.	Detalles.	Puzles.	Sorprendía	a	la	gente	que	Zane	tuviera	un	cerebro	que	encajara	con	su	fuerza
física,	y	lo	había	utilizado	para	su	beneficio	muchas	veces.
Tiempo	 atrás,	 cuando	 la	Oficina	 le	 asignó	 a	 la	División	 de	 Investigación	Criminal	 de	 la	Rama	de
Investigaciones	Criminales,	trabajó	en	delincuencia	financiera.	A	medida	que	tuvo	más	casos	en	su	haber,
se	movió	a	la	delincuencia	organizada	y	a	los	asuntos	de	informantes,	que	le	hizo	dar	un	breve	paso	por
el	 trabajo	 encubierto.	Varios	 virajes	 personales	 y	 profesionales	 e	 inmersionessalvajes	más	 tarde,	 fue
trasladado	 a	 la	 División	 Cibernética,	 para	 desenterrar	 y	 desempolvar	 viejos	 patrones	 y	 habilidades
detalladas	para	restablecerse	a	sí	mismo	y	con	suerte	pulir	su	reputación	empañada.	Trataba	de	no	pensar
a	menudo	en	eso.
Estaba	 empezando	 a	 sospechar	 que	 Ty	 Grady	 poseía	 un	 conjunto	 completamente	 diferente	 de
especialidades,	y	Zane	estaba	absolutamente	seguro	que	no	encajarían	con	las	suyas.	Mirando	por	encima
a	su	nuevo	compañero,	decidió	 inmediatamente	que	Ty,	obviamente,	no	 tendría	ningún	problema	con	 la
parte	 física	 del	 trabajo.	 Era	 uno	 o	 dos	 centímetros	 más	 bajo	 que	 Zane,	 pero	 su	 masa	 muscular
probablemente	 igualaba	 la	 propia.	 Era	 físicamente	 impresionante,	 sin	 duda,	 y	 juntos	 eran	 claramente
intimidantes	mientras	caminaban	por	la	terminal.
Eran	los	aspectos	mentales	de	las	habilidades	de	Ty	sobre	los	que	Zane	meditaba	casi	alegremente
mientras	se	movían.	Zane	se	preguntaba	si	Ty	sería	capaz	de	manejar	cualquiera	de	ellos	o	si	esa	era	la
razón	por	la	que	le	habían	asociado	con	este	tipo,	para	ser	el	cerebro	de	la	operación,	por	así	decirlo.
—Escucha,	porque	sólo	voy	a	decirlo	una	vez	—murmuró	Ty	mientras	caminaban	hacia	su	puerta—.
Yo	 no	 hablo	 cuando	 vuelo.	 Duermo.	 Y	 no	 escucho	 cuando	 como,	 ¿entiendes?	 No	 quiero	 que	 seamos
amigos.	No	 quiero	 charlar	—dijo	 dando	 un	 acento	 sarcástico	 a	 la	 palabra—.	No	 quiero	 saber	 de	 tu
infancia	o	 cómo	 tu	mamá	 te	 azotaba	 con	un	guante	de	goma	o	por	 cuanta	 terapia	has	 tenido	que	pasar
porque	 fuiste	 expulsado	en	preescolar.	No	quiero	oír	hablar	de	cuanto	deseas	 ser	director	 algún	día	o
cuantas	medallas	has	ganado	cazando	a	los	frikis	de	internet	o	lo	orgulloso	que	estás	de	tus	evacuaciones
intestinales.	No	quiero	 ir	de	compras	a	Barney	contigo	y	no	voy	a	ayudarte	a	seleccionar	corbatas	que
hagan	juego	con	tus	calcetines	y,	lo	juro	por	Dios,	si	me	disparas,	te	mataré.
Mientras	seguía	al	otro	agente	al	avión	y	encontraba	su	asiento,	y	con	la	estoica	conducta	en	su	sitio,
Zane	 no	 podía	 decidir	 si	 sentirse	 ofendido,	 molesto	 o	 triste.	 Pegarle	 a	 su	 nuevo	 compañero
probablemente	no	sería	tolerado	y	no	estaba	seguro	de	que	Grady	fuera	tan	bueno	como	él	en	provocar
una	escena.	Pero	qué	vida	tan	miserable	debía	tener	el	tipo.	Bueno,	él	no	era	el	único	que	lo	había	pasado
mal.	 Zane	 se	 esforzó	 para	 sublimar	 la	 ira	 que	 esa	 línea	 de	 pensamiento	 provocaba,	 pero	 hasta	 el
momento,	 Ty	 sólo	 le	 provocaba	 ganas	 de	 alargar	 la	mano	 y	 estrangularlo.	 ¿No	 le	 encantaría	 eso	 a	 la
Oficina?
Decidió	que	era	mejor	para	todas	las	partes	involucradas	ignorar	al	hombre	a	su	lado.	Se	adelantó	y
sacó	el	cuadro	comparativo	que	había	hecho	con	la	información	del	médico	forense	con	notas	por	todas
partes	en	letra	pequeña.	Al	menos	podría	aprovechar	parte	del	tiempo.
Ty	suspiró	fuertemente	mientras	se	dejaba	caer	en	su	asiento	y	sacudía	la	cabeza	mientras	se	ataba	el
cinturón	 de	 seguridad.	 Su	 nuevo	 compañero	 había	 fallado	 la	 primera	 prueba.	 Cualquiera	 que	 pudiera
tragarse	tranquilamente	el	veneno	que	acababa	de	arrojarle	sin	ni	siquiera	un	"vete	a	la	mierda"	a	cambio
no	era	más	que	un	trepa	lameculos	que	debería	haber	estado	trabajando	detrás	de	un	escritorio	o	en	el
mercado	 civil.	 Al	menos	 su	 último	 compañero	 había	 dado	 tanto	 como	 había	 recibido,	 pensó	 con	 una
mueca	de	dolor.
Zane	oyó	la	exhalación	molesta	y	la	ignoró.	Apretó	los	dientes	y	deseó	que	hubiera	alguna	manera	de
salir	de	esta	misión.	Iba	a	ser	un	absoluto	desastre,	y	probablemente	él	no	sería	capaz	de	hacer	nada	al
respecto.	Se	preguntó	a	qué	noveno	nivel	del	infierno	de	oficinistas	sería	degradado	si	esto	salía	mal,	o
qué	 tipo	 de	 trabajo	 civil	 podría	 conseguir	 después	 de	 haber	 sido	 expulsado	 de	 la	 Oficina.	 Eso	 le
molestaba	más	que	nada,	pensando	en	todos	los	años	que	iban	a	perderse.
El	vuelo	sólo	duraba	una	hora	y	Ty	planeaba	sentarse	y	dormir	todo	el	jodido	camino.	El	chico	que
pateaba	el	asiento	de	detrás	era	lo	único	que	le	mantenía	despierto	mientras	el	avión	rodaba	por	la	pista.
Se	 dio	 la	 vuelta	 y	 miró	 entre	 los	 asientos,	 sus	 ojos	 color	 avellana	 perforaron	 al	 chico	 cuando	 los
estrechó.
—Una	patada	más	y	te	arrancaré	los	dedos	del	pie	y	me	los	comeré	—prometió.
—Ten	 un	 poco	 de	 decencia	—criticó	Zane	 con	 la	 cabeza	 vuelta	 hacia	 un	 lado	 para	 comprobar	 la
situación—.	Debe	tener	tres	años.	No	conoce	nada	mejor.
—Ahora	sí	—respondió	Ty	mientras	se	daba	la	vuelta	y	se	acomodaba	en	su	asiento	con	satisfacción.
Detrás	 de	 él,	 una	 joven	 madre	 horrorizada	 sostenía	 los	 pies	 de	 su	 hijo	 y	 jadeaba	 con	 los	 ojos	 muy
abiertos	y	sin	palabras.
—No	tienes	ninguna	habilidad	con	la	gente	—murmuró	Zane,	sacudiendo	la	cabeza—.	No	me	extraña
que	te	estés	hundiendo	rápidamente	en	el	FBI.
—Sí,	soy	un	ancla	—respondió	Ty	arrastrando	las	palabras	mientras	reclinaba	la	cabeza	y	sonreía—.
He	oído	que	nadie	más	va	a	trabajar	contigo.
Zane	apretó	los	labios	ligeramente	y	no	levantó	la	vista	de	sus	papeles.
—Deberías	comprobar	tu	audición	—dijo	sin	emoción.
—Mi	oído	está	bien,	Skippy1.	Fuiste	“promovido”,	¿no?	—preguntó	Ty	sarcásticamente,	haciendo	las
comillas	 con	 los	 dedos	 sin	 abrir	 los	 ojos—.	 Odio	 decírtelo,	 Deportista,	 pero	 ser	 transferido	 a	 otra
división	en	el	mismo	nivel	no	es	una	promoción.	Se	llama	reestructurar	a	los	no	deseados.
—Información	fiable,	seguro,	de	alguien	en	una	escalera	que	se	derrumba.
—Ambos	 parecemos	 estar	 en	 el	 derrumbe	 hacia	 la	 cuneta,	 Estirado	 —observó	 Ty	 feliz—.	 La
diferencia	es	que	a	mí	me	importa	una	mierda	—ofreció	mientras	levantaba	la	mano	y	apagaba	la	luz	de
arriba	y	ajustaba	el	aire	frío	para	que	soplara	sobre	él.
Zane	no	respondió,	en	su	lugar	cerró	los	ojos	un	momento	para	tragarse	la	llamarada	de	enojo.	Era
cierto.	A	Ty	le	importaba	una	mierda.	Pero	a	Zane	sí,	lo	que	significaba	que	estaban	destinados	a	estar	a
la	greña	todo	el	tiempo	que	se	vieran	obligados	a	trabajar	juntos.
Ty	simplemente	rio	en	voz	baja,	consciente	de	que	había	dado	en	el	blanco.	Esto	podría	proporcionar
algo	de	diversión	después	de	todo,	pensó,	incluso	si	terminaban	matándose	mutuamente.
Zane	se	centró	de	nuevo	en	las	notas.	El	resto	del	vuelo	transcurrió	en	silencio.	Los	detalles	sobre	las
muertes	rebotaban	en	su	cabeza,	sin	establecerse	en	ningún	tipo	de	patrón	todavía.	Sacaría	las	fotos	y	las
estudiaría	una	vez	más	cuando	se	acomodaran.	Quizá	pudiera	hacerse	una	idea	de	cada	víctima.
Levantó	la	vista	cuando	la	luz	del	cinturón	de	seguridad	se	encendió,	y	miró	tristemente	a	Ty.	El	otro
hombre	se	había	dormido	suavemente	ante	la	expectativa	de	la	larga	jornada	por	delante,	y	Zane	decidió
que	dormido	era	su	momento	más	encantador.	Pero	ahora	tenía	que	despertarlo.
—Grady	—murmuró,	la	voz	entrecortada.
—No	de	nuevo,	cariño,	estoy	cansado	—murmuró	Ty	mientras	se	ponía	de	costado	y	los	empujaba	a
ambos	en	los	estrechos	asientos.
Enfadado,	Zane	empujó	contra	el	otro	hombre.
—Grady	—dijo	con	más	insistencia—.	Despierta.
Ty	resopló	y	abrió	los	ojos	lentamente,	mirando	a	su	alrededor	adormilado.
—¿Hmm?
Zane	le	miró,	ligeramente	sorprendido	por	la	momentánea	caída	de	la	áspera	actitud.
—Nos	estamos	preparando	para	aterrizar	—murmuró.
Ty	gimió	suavemente	y	rodó	sobre	su	espalda	otra	vez.	Estiró	 los	brazos	por	encima	de	su	cabeza,
bostezando	mientras	 giraba	 su	 cuerpo	 ligeramente	 y	 estiraba	 un	 brazo	 hacia	 el	 pasillo.	La	 azafata	 que
estaba	haciendo	su	última	comprobación	por	el	pasillo	caminó	hacia	su	mano	y	jadeó	cuando	él	la	agarró.
Ty	dejó	caer	los	brazos	y	se	giró	para	mirarla.
—Lo	siento,	cariño	—él	le	ofreció	una	pequeña	sonrisa	impenitente.
Ella	resopló	un	poco	y	le	dirigió	una	sonrisa	irónica	mientras	volvía	al	pasillo.
—Los	he	tenidos	peores	—murmuró	en	respuesta	mientras	se	inclinaba	lentamente	y	le	abrochaba	el
cinturón	de	seguridad—.	Póngase	en	posición	vertical,	por	favor	—le	dijo	en	voz	baja	antes	de	alejarse.
Ty	levantó	obedientementeel	asiento	y	sonrió,	mirándola	con	una	sonrisa	de	satisfacción	cuando	ella	se
dio	la	vuelta	y	siguió	por	el	pasillo.
Mientras	 Zane	 silenciosamente	 envidiaba	 la	 actitud	 libre	 de	 Ty	 y	 su	 comportamiento,	 al	 final,
simplemente	no	podía	creer	el	descaro	del	tipo.
—¿Cómo	llegaste	a	ser	un	gilipollas	total?	—preguntó,	morbosamente	curioso.
Ty	ladeó	la	cabeza	y	observó	a	la	mujer	hasta	que	ella	se	sentó	y	se	volvió	para	mirar	a	Zane.
—No	era	mi	intención	—insistió	inocentemente—.	Las	copas	C	pueden	meterse	en	el	camino.
La	mirada	de	Zane	fue	evidentemente	incrédula.
—Creo	que	decides	lo	que	una	persona	perfectamente	educada	haría	y	luego	haces	todo	lo	contrario.
Es	como	si	la	meta	de	tu	vida	fuera	ser	el	Anticristo.
—El	Anticristo	—repitió	Ty,	 riendo	mientras	negaba	con	 la	cabeza—.	Sí.	Apuesto	a	que	 tú	eras	el
principal	responsable	del	club	de	teatro	en	la	escuela,	¿no?
—No	lo	has	negado.
—Y	Dios	sabe	que	digo	en	serio	todo	lo	que	digo	—respondió	Ty	con	sinceridad	fingida,	llevándose
la	mano	al	corazón	y	acercándose	a	Zane	seriamente.
—Tienes	esa	mirada	—confirmó	Zane,	con	el	rostro	tranquilo	hasta	la	pasividad.
Ty	rio	entre	dientes	y	se	volvió	para	mirar	de	nuevo	a	la	parte	delantera	del	avión	mientras	las	ruedas
chirriaban	sobre	el	asfalto	y	el	avión	desaceleraba	rápidamente.
—Vas	a	 tener	que	expulsar	muy	rápido	el	palo	que	 llevas	en	el	culo	si	vamos	a	 trabajar	 juntos	—
añadió	mientras	el	avión	rodaba	a	su	puerta.	Se	desabrochó	antes	de	que	la	luz	del	cinturón	de	seguridad
se	apagara	y	giró	el	cuello.
—¿Qué	pasa?	¿Temes	que	sea	contagioso?	—preguntó	Zane.	Su	paciencia	ya	se	le	estaba	acabando.
No	tenía	el	tiempo	o	el	lujo	de	tratar	con	las	payasadas	de	Ty.
—No,	no	tengo	miedo	de	convertirme	en	ti	—respondió	Ty	con	ironía,	riendo	suavemente	mientras
sacudía	la	cabeza.	Se	acercó	a	Zane,	casi	 lo	suficiente	para	tocarle	la	mejilla	con	la	nariz—.	Hueles	a
federal	—explicó	 en	 voz	 baja	 y	 grave.	 Probablemente	 él	 era	 uno	 de	 los	 pocos	 agentes	 del	 FBI	 que
pronunciaba	los	despectivos	términos	que	otras	agencias	utilizaban	cuando	hablaban	de	ellos
Cuando	Zane	volvió	la	mirada	hacia	el	otro	agente,	sus	ojos	brillaban	peligrosamente.	Su	voz	fue	fría.
—Apuesto	a	que	te	excitas	con	ello.
Ty	sonrió	lentamente,	sus	ojos	resplandecían	con	picardía.
—Si	lo	hiciera,	¿cambiarías?	—preguntó.
Zane	se	limitó	a	sacudir	la	cabeza	como	si	sintiera	lástima	por	el	otro,	decidió	no	hacer	comentarios
mientras	se	 levantaba.	Las	palabras	en	 la	 lengua	eran	ciertamente	descorteses	e	 impropias,	y	no	podía
permitirse	que	informaran	de	él.	No	es	que	su	comportamiento	pudiera	competir	con	el	de	Ty.
Ty	se	encogió	de	hombros	y	se	estiró	para	recuperar	la	bolsa	de	la	bandeja	superior.	No	dijo	ni	una
palabra	mientras	 seguía	 la	 corta	 fila	 a	 la	 parte	 delantera	 del	 avión	 y	 la	 salida.	La	 azafata	 estaba	 allí,
sonriendo	y	diciendo	adiós	a	cada	pasajero,	y	cuando	Ty	se	acercó	a	ella,	él	sonrió	ampliamente	y	asintió
con	la	cabeza	con	descaro.
—Que	 tenga	 una	 agradable	 estancia	 en	 Nueva	 York,	 señor	 —le	 dijo	 mientras	 se	 acercaba	 y	 le
estrechaba	la	mano,	apretando	discretamente	un	pedazo	de	papel	en	su	mano.
—Oh,	ya	se	está	volviendo	agradable	—respondió	Ty	brillante	mientras	se	demoraba	un	momento,
mirándola	desenfadadamente,	y	luego	se	movía	a	la	salida.
—¿Y	cómo	se	supone	que	tu	imagen	representa	mejor	al	FBI	que	la	mía?	—	le	preguntó	Zane	en	voz
baja	mientras	caminaban	hacia	la	vestíbulo.
—No	lo	hace	—respondió	Ty	por	encima	de	su	hombro—.	Ese	es	el	maldito	punto,	Estirado.
Con	sus	largas	piernas,	Zane	caminaba	fácilmente	a	su	lado.
—¿Entonces	por	qué	diablos	trabajas	para	el	FBI	si	te	importa	una	mierda?
—Porque	no	estoy	por	el	estatus	—respondió	Ty	alegremente.
Zane	 se	 detuvo	 en	 seco,	mirando	 la	 espalda	 de	Ty	 con	 verdadero	 odio.	 La	 implicación	 de	 que	 la
gloria	era	el	motivo	de	Zane	para	trabajar	en	el	FBI	estaba	muy	cerca	de	la	línea.	Le	observó	alejarse	y
consideró	llamar	a	Burns	muy	en	serio	y	aceptar	cualquier	degradación	de	mierda	que	necesitara	para	no
tener	que	lidiar	con	este	bastardo.	Su	temperamento	ya	estaba	rugiendo	y	eso	no	era	bueno.	No	era	bueno
en	absoluto.	Apretó	la	mano	en	el	maletín	durante	un	buen	rato	mientras	intentaba	controlar	la	ira,	viendo
a	Ty	caminar	hacia	la	salida.
Ty	sabía	que	Zane	se	había	detenido,	pero	no	dejó	de	caminar.	Si	el	imbécil	quería	ponerse	de	mal
humor	y	llegar	tarde	a	la	reunión,	era	asunto	suyo.	Ty	estaba	buscando	al	Número	uno.	Como	siempre.
También	tenía	un	interés	un	poco	más	personal,	en	este	caso	en	particular.
Zane	por	fin	salió	de	la	terminal	principal	y	caminó	al	aire	fresco,	Ty	se	estaba	subiendo	a	un	Tahoe
negro	del	gobierno.	En	un	minuto,	también	estuvo	sentado	en	el	interior	y	el	vehículo	abandonó	la	acera	y
se	incorporó	al	tráfico	del	aeropuerto.
Ty	 se	 dejó	 caer	 en	 el	 asiento	 de	 atrás,	 tratando	 de	 sacudirse	 el	 aturdimiento	 y	 pensar	 en	 nuevas
maneras	 de	molestar	 a	 su	 nuevo	 compañero.	Miró	 al	 conductor	 por	 el	 espejo	 retrovisor,	 viendo	 ojos
marrones,	 pómulos	 altos	 y	 pelo	 corto	 y	 rizado.	 Este	 tipo	 era	 demasiado	 guapo	 para	 ser	 un	 agente.	Y
parecía	que	tenía	unos	quince	años.	El	hombre	de	pelo	claro	en	el	asiento	del	pasajero	parecía	aún	más
joven.
—¿Qué	sois,	los	Hardy	Boys?	—les	preguntó	con	un	bufido.
Con	los	ojos	mirando	hacia	adelante,	Zane	abarcó	a	los	dos	agentes	delante	de	ellos	y	frunció	el	ceño.
—Eso	es	muy	inteligente	de	su	parte,	señor	—respondió	el	conductor	secamente	sin	apartar	la	vista
de	 la	 carretera—.	Yo	podría	 señalar	 que	 somos	demasiado	 jóvenes	 para	 saber	 quiénes	 son	 los	Hardy
Boys	y	hacerle	sentir	muy	viejo	—agregó	mientras	sus	ojos	marrones	miraban	por	el	espejo	retrovisor	a
Ty—.	Pero	yo	nunca	haría	eso,	señor.
Zane	frunció	los	labios,	pero	no	dijo	nada.	Sus	ojos	mostraban	su	diversión	mientras	miraba	un	poco
más	atentamente	a	 los	dos	hombres.	Los	dos	eran	muy	 jóvenes,	pero	Zane	 sabía	que	en	estos	días	 los
agentes	experimentados	eran	prácticamente	reclutados	de	los	jardines	infantiles.
—Bienvenidos	a	Nueva	York,	 agente	especial	Garrett,	 agente	especial	Grady	—saludó	el	pasajero
mientras	 se	 giraba	 un	 poco	 en	 su	 asiento—.	 Soy	 el	 agente	 Mark	 Morrison,	 este	 es	 el	 agente	 Tim
Henninger	—prosiguió.	 Su	 voz	 cambió	 ligeramente	 para	 añadir	 una	 pizca	 de	 sarcasmo—.	 Somos	 los
chicos	del	chupa-chups	enviados	a	cuidaros.
Ty	entrecerró	los	ojos	y	examinó	a	Morrison	y	luego	a	Henninger	lentamente.	Giró	la	cabeza	y	miró	a
Zane	críticamente.
—Creo	que	se	supone	que	es	un	referente	cultural	de	algún	tipo	—explicó	a	su	compañero—.	Pero	no
lo	pillo	—resopló.
Zane	soltó	un	bufido.
—Gran	sorpresa	—murmuró,	casi	para	sus	adentros.
Morrison	se	inclinó	alrededor	del	asiento	para	mirarles.
—Seremos	vuestras	escoltas	y	 los	contactos	de	campo	en	la	oficina	de	Nueva	York	mientras	estéis
aquí.	 Estamos	 camino	 a	 la	 oficina	 para	 reunirnos	 con	 el	 agente	 especial	 al	 cargo.	 ¿Podemos	 parar	 en
algún	lugar?	¿Comida?	¿Bebida?
—¿Qué,	no	habéis	empacado	el	almuerzo?	—preguntó	sarcásticamente	Ty	mientras	se	revolvía	en	el
asiento	 y	 se	 apoyaba	 contra	 la	 puerta.	 Subió	 un	 pie	 y	 lo	 apoyó	 en	 la	 consola	 entre	 los	 dos	 asientos
delanteros.
—Claro,	en	mi	fiambrera	de	Bob	Esponja.	También	tengo	el	termo	—disparó	Morrison.
Zane	 mantuvo	 la	 boca	 cerrada,	 moviendo	 los	 ojos	 entre	 los	 dos	 hombres,	 y	 de	 vez	 en	 cuando
volviendo	al	conductor,	quien	casualmente	estaba	prestando	atención.
Ty	miró	al	chico	y	entrecerró	los	ojos	aún	más.
—¿Bob	qué?	—preguntó	sin	emoción.
Zane	 ni	 siquiera	 trató	 de	 contener	 la	 risa	 cuando	Morrison	miró	 a	 Ty	 como	 si	 hubiera	 perdido	 la
cabeza.
—Bob	qué…	me	estás	provocando,	¿verdad?	—dijo	Morrison—.	Henny,	me	está	provocando.
—Sí,	bueno,	eso	es	lo	que	consigues	por	agitárselo	en	la	cara	—respondió	el	conductor	razonable.
—¿Qué	demonios	es	un	Bob	Esponja?	—preguntó	Ty	a	Zane	tranquilamente	en	el	asiento	trasero.
Zane	giró	la	cabeza,	tomándoseun	momento	para	evaluar	si	Ty	hablaba	en	serio	y	si	atacaría	a	Zane
por	responder.
—Es	 un	 personaje	 popular	 de	 dibujos	 animados	—respondió	 en	 voz	 baja.	 Podía	 ver	 los	 ojos	 del
conductor	en	el	espejo	retrovisor	de	nuevo,	observándolos.	Examinándolos.
Ty	miró	a	Zane	con	incredulidad	por	un	momento	y	luego	apartó	la	mirada	sacudiendo	la	cabeza.
—¿Tal	vez	prefieras	a	Scooby	Doo?	—ofreció	Henninger	cortésmente.
—Más	bien	el	Caballero	oscuro	—murmuró	Zane	sin	pensar.
Ty	sonrió	y	miró	hacia	el	hombre.
—¿Eso	significa	que	puedo	llamarte	Robin	a	partir	de	ahora?	—preguntó	con	un	brillo	divertido	en
sus	ojos.
—Es	 Chico	 Maravilla	 para	 ti	 —respondió	 rotundamente	 Zane,	 volviéndose	 para	 mirar	 por	 la
ventanilla	mientras	Morrison	se	quedaba	mirándolos.
—Agh	—gruñó	Ty	mientras	apartaba	la	mirada	de	nuevo	y	apoyaba	su	otro	pie	en	la	consola	central
—.	Eres	demasiado	fácil	—gruñó	desconsolado.
Zane	apenas	contuvo	una	risita	cuando	Morrison	parpadeó.	El	agente	joven	miró	a	su	compañero.
—Bueno,	 tenemos	 a	 los	 dos	 tipos	 correctos	—dijo	 con	 gravedad.	 Se	 volvió	 para	mirar	 a	 los	 dos
hombres	 con	 recelo—.	Nos	 dijeron	 que	 era	 vuestro	 primer	 trabajo	 juntos	 y	 que	 probablemente	 no	 os
llevaríais	demasiado	bien.
—Estaban	en	lo	cierto	—respondieron	Ty	y	Zane	casi	al	unísono.
—Cállate	—le	bufó	Ty.
—Señores,	me	alegro	de	que	hayan	llegado.	Agente	especial	al	cargo,	George	McCarty.	Encantado	de
conocerlos.	Vamos	 a	 seguir	 con	 esto,	 ¿de	 acuerdo?	—el	 jefe	 de	 la	Oficina	 de	Campo	de	Nueva	York
saludó	a	toda	prisa,	sin	dar	a	ninguno	de	ellos	la	oportunidad	de	responder	del	mismo	modo.	Dejó	caer
unos	cuantos	archivos	sobre	la	mesa	y	se	ajustó	la	corbata—.	¿Confío	que	ambos	estéis	familiarizados
con	el	caso?	Bueno,	entonces	podemos	seguir	adelante	con	vuestros	arreglos	y	directo	a	ello.
Ty	 levantó	una	ceja	ante	el	 torbellino	y	miró	a	Zane.	Sin	darse	cuenta,	Zane	abrió	 su	archivo,	que
contenía	una	lista	de	las	notas	y	preguntas,	esperando	a	que	McCarty	continuara.
—Como	todos	sabemos,	este	caso	se	ha	cobrado	a	dos	de	los	nuestros	—continuó	McCarty	mientras
se	inclinaba	sobre	la	mesa	y	miraba	su	expediente—.	Lo	que	ha	hecho	que	tenga	la	más	alta	prioridad.
Trabajaréis	con	los	agentes	especiales	Sears	y	Ross.	No	han	podido	estar	hoy	aquí,	todavía	están	en	el
proceso	de	entrevistar	al	personal	del	hotel	donde	fueron	encontrados	los	agentes	especiales	Sánchez	y
Reilly	—dijo	tenso.	Suspiró	brevemente,	como	si	ese	pequeño	discurso	le	hubiera	supuesto	mucho—.	Se
os	 dará	 un	 coche	 y	 un	 conductor,	 si	 lo	 deseáis.	Os	 hemos	 reservado	 dos	 habitaciones	 contiguas	 en	 el
Grand	Tribeca.	Está	a	poca	distancia	de	la	oficina	y	tiene	la	más	alta	seguridad.	Todos	nuestros	archivos
y	 recursos	 están	 abiertos,	 aunque	 os	 diré	 ahora	 mismo	 que	 la	 cooperación	 con	 vuestros	 nuevos
compañeros	de	equipo	probablemente	será	mínima,	a	pesar	de	mis	órdenes	de	trabajar	con	vosotros	—
les	dijo	con	franqueza,	sin	ocultar	los	sentimientos	amargos	de	la	oficina	de	campo	hacia	alguien	de	fuera
que	enviaban	para	manejar	sus	casos—.	¿Alguna	pregunta?
—Proporcionará	la	lista	de	contactos,	¿no?	—preguntó	Zane.
—Todo	está	en	el	archivo	—contestó	McCarty	con	un	movimiento	de	cabeza—.	Cualquier	cosa	que
necesitéis	durante	el	curso	de	la	investigación	se	encuentra	a	vuestra	disposición,	incluido	el	equipo	que
los	agentes	especiales	Reilly	y	Sánchez	estaban	utilizando.	¿Algo	más?
—¿Han	descubierto	cómo	supo	el	asesino	dónde	se	alojaban	los	agentes?	—preguntó	Ty	mientras	se
giraba	en	su	asiento	y	apoyaba	los	pies	en	la	silla	de	al	lado.
El	agente	especial	al	cargo	se	dirigió	a	uno	de	los	hombres	a	su	lado.
—No	—respondió	Morrison	como	obedeciendo	 la	 señal	 silenciosa.	Era	 el	más	bajo	de	 los	Hardy
Boys,	pero	fuerte,	con	pelo	rubio	de	punta	y	brillantes	ojos	azules—.	Sin	embargo,	no	creo	que	haya	sido
una	cosa	de	dentro.	Especulamos	que	pudo	haberlos	seguido	desde	una	de	las	escenas.
—¿Está	Serena	Scott	en	la	ciudad?	Me	gustaría	conocer	sus	opiniones	sobre	la	escena	del	crimen	—
añadió	Zane,	en	referencia	a	la	jefa	de	perfiles	de	Nueva	York.
—No	la	hemos	traído	a	este	caso.	Todavía.	—respondió	Henninger.	Fuera	del	coche,	Zane	podía	ver
que	el	agente	joven	era	alto	y	delgado,	y	su	corte	de	pelo	corto	no	podía	refrenar	los	oscuros	rizos	que
tenían	 que	 ser	 naturales—.	 ¿Quieres	 reunirte	 con	 ella	 personalmente?	 —preguntó	 con	 una	 mirada
imperceptible	hacia	Ty.
—Absolutamente	—contestó	Zane	 con	 firmeza—.	Su	visión	 es	muy	valiosa	 y	 hay	 cosas	 que	 no	 se
trasladan	al	papel.
—Organizaremos	 la	 reunión	 lo	 antes	 posible	 —aseguró	 el	 hombre,	 mirando	 de	 nuevo	 a	 Ty	 casi
interrogante.
Zane	echó	un	vistazo	a	Ty	para	ver	si	tenía	algo	que	añadir.	Su	nuevo	compañero	había	apartado	su
silla	y	miraba	al	techo	sin	hacer	nada	con	una	ligera	mueca	de	disgusto	en	los	labios.
—No	 vamos	 a	 necesitar	 el	 conductor.	 Muchas	 gracias,	 señor	 —dijo	 Zane	 mientras	 cerraba	 su
expediente	y	se	levantaba.
—Si	necesitáis	algo	más,	sólo	 tenéis	que	pedirlo	a	 través	de	 los	agentes	Henninger	o	Morrison	—
añadió	 McCarty	 con	 un	 gesto	 de	 su	 dedo	 pulgar	 por	 encima	 del	 hombro	 a	 nadie	 en	 particular—.
Conseguirán	todo	lo	que	necesitéis	—les	aseguró	mientras	los	Hardy	Boys	asentían.
****
Hubo	un	discreto	golpe	en	la	puerta	de	la	sala	de	reunión,	McCarty	se	incorporó	y	gritó	un	brusco:
—¡Adelante!
La	recepcionista	asomó	la	cabeza	por	la	puerta.
—Señor,	el	director	adjunto	en	la	 línea	cuatro	para	usted	y	 los	agentes	especiales	Grady	y	Garrett.
Dice	que	es	urgente.
—Gracias,	Denise	—gruñó	McCarty	y	ella	se	retiró	en	silencio.
McCarty	observó	la	puerta	hasta	que	se	cerró	con	un	click	y	luego	se	inclinó	hacia	delante	y	presionó
un	botón	en	una	de	las	unidades	del	centro	de	la	gran	mesa	de	reuniones.
—Richard	—saludó.
—Buenos	días,	George	—respondió	la	voz	de	Dick	Burns	claramente	por	el	altavoz—.	Confío	que
Grady	y	Garrett	ya	estén	ahí	y	¿causando	problemas?
—Siempre	 tomas	 la	 apuesta	 segura	 —respondió	 con	 ironía	 McCarty—.	 Debo	 repetir	 mi
desaprobación	por	esta	pequeña	operación,	Richard.	No	creo	que	uno	de	mi	personal	sea	el	responsable
de	esta	locura.
—Entiendo	 lo	 difícil	 que	 es	 tu	 posición,	 George	—respondió	 Burns—.	 Pero,	 lamentablemente,	 el
director	Radshaw	y	yo	no	estamos	de	acuerdo.
Detrás	de	McCarty,	Henninger	y	Morrison	se	movieron	inquietos	e	intercambiaron	una	imperceptible
mirada.	 Ty	 ladeó	 la	 cabeza	 y	 frunció	 el	 ceño	 ligeramente	 al	 altavoz.	No	 le	 gustaba	 el	 sonido	 de	 esta
conversación,	pero	pensó	que	tal	vez	entendía	por	qué	estaban	aquí.	Sus	agudos	ojos	color	avellana	se
movieron	para	observar	a	McCarty	con	curiosidad	mientras	los	dos	hombres	hablaban	por	teléfono.
McCarty	suspiró	y	miró	a	Ty	y	Zane	con	ojos	entrecerrados.
—Parecen	un	poco	confundidos,	Dick	—dijo	a	Burns	con	un	toque	de	diversión.
—Señores	—respondió	Burns	por	teléfono—.	Me	disculpo	por	no	informaros	por	completo	cuando
estuvisteis	aquí,	pero	los	puntos	más	delicados	todavía	estaban	siendo	resueltos.
—¿Los	puntos	más	delicados?	—preguntó	Zane,	un	poco	malhumorado	por	haber	quedado	fuera.
Ty	se	frotó	la	nariz	y	cerró	los	ojos	con	fuerza.
—¿Por	qué	siempre	me	haces	esto	a	mí?	—preguntó	lastimeramente.
—Porque	 no	 te	 gusta	mucho	—le	 dijo	Burns	 con	 diversión—.	Trabajarás	 en	 el	 caso	Tri-State	—
añadió	sin	esperar	respuesta—.	Ante	los	miembros	del	equipo	de	Nueva	York,	parecerás	ser	inexperto,
inepto	y	perezoso.	Si	te	tropiezas	con	alguna	pista,	bien	por	ti.
Ty	miró	a	Zane	y	sonrió,	conteniéndose	de	hacer	comentarios.	Zane	se	estaba	conteniendo	con	fuerza
para	no	hacer	un	comentario	sarcástico.
—En	la	periferia,	y	lo	más	importante	para	vuestra	misión,	os	concentraréis	no	en	los	asesinatos	en
serie,	sino	en	las	muertes	de	los	agentes	especiales	Reilly	y	Sánchez.
—¿Debido	a	que	sospecha	de	un	trabajo	interno?	—preguntó	Zane	en	voz	baja.
—Precisamente.	Creemos	que	si	podemos	descubrir	cómo	llegó	el	asesino	hasta	ellos,	le	tendremos.
—¿Ynuestros	 parámetros	 de	 funcionamiento?	—preguntó	 Ty	 ansioso	 mientras	 se	 inclinaba	 hacia
delante,	más	cerca	del	altavoz.
—No	os	matéis	mutuamente	—ordenó	Burns	con	una	sonrisa	en	su	voz—.	Cualquier	pregunta	futura,
dirigíos	 directamente	 a	 mí.	 George	 se	 quedará	 fuera	 del	 circuito	 por	 si	 acaso	 tiene	 que	 negar	 el
conocimiento	de	vuestras	operaciones	—agregó.
Ty	 y	 Zane	 miraron	 a	 McCarty.	 El	 hombre	 no	 parecía	 contento,	 pero	 era	 evidente	 que	 ya	 había
discutido	el	plan	con	Burns.
—Eso	es	todo,	señores.	¡Buena	suerte!	—les	deseó	Burns—.	George,	dale	recuerdos	a	tus	chicas	—
añadió	antes	de	que	la	línea	se	cortara.
McCarty	miró	a	los	dos	agentes	que	se	sentaban	frente	a	él	y	soltó	un	bufido.
—¿Algo	más?	—les	preguntó	con	una	ceja	levantada.
—No,	señor	—respondió	Zane,	sacudiendo	la	cabeza.
McCarty	se	limitó	a	asentir.
—Ahora,	si	me	disculpan,	tengo	una	reunión	con	el	alcalde	—gruñó	descontento	y	salió	de	la	oficina,
dejando	a	Morrison	y	Henninger	atrás.
Ty	 se	 sentó	 girando	 el	 bolígrafo	 perezosamente,	 inmóvil,	mirando	 a	 los	 dos	 hombres	más	 jóvenes
divertido.
—¿Cómo	os	habéis	quedado	metidos	en	esta	mierda?	—preguntó	por	fin.
—Sólo	somos	los	chicos	de	los	recados,	señor	—respondió	Henninger	en	voz	baja,	con	un	dejo	de
diversión	en	sus	ojos	oscuros	cuando	miró	a	Ty.
Ty	sonrió	torcidamente	y	asintió.
—Nosotros	también	—respondió	con	ironía.	Henninger	luchó	con	fuerza	por	no	sonreír.
Zane	miró	a	los	dos	agentes	y	de	nuevo	a	Ty.
—¿Alguna	milagrosa	chispa	de	perspicacia,	Grady?	—preguntó.
—Sí	—respondió	Ty	mientras	se	 levantaba	y	se	quitaba	la	chaqueta	del	 traje.	Soltó	la	corbata	y	la
tiró	sobre	la	mesa—.	Necesito	que	me	encuentres	una	Batgirl	—añadió	pensativo.
—Estoy	seguro	de	que	la	batseñal	está	arriba	—respondió	Zane	distraídamente	mientras	hojeaba	la
carpeta,	 comprobando	 si	 había	 que	 pedir	 material.	 Morrison	 y	 Henninger	 intercambiaron	 miradas
dudosas.
—Tienes	demasiados	comentarios	guardados	—le	dijo	Ty	a	Zane	con	desaprobación.	Se	giró	hacia
Morrison	y	Henninger	y	les	hizo	un	amplio	gesto	con	la	mano—.	¡Llevadnos	a	la	Batcueva!	—ordenó	con
cara	seria.
Morrison	se	quedó	con	la	boca	abierta	mientras	miraba	a	Ty,	obviamente	pensando	que	estaba	loco.
Su	compañero	le	miró	y	entrecerró	los	ojos.
—Vamos,	 Mark	—murmuró—.	 Todavía	 te	 está	 tomando	 el	 pelo.	—Los	 dos	 agentes	 más	 jóvenes
salieron,	murmurando	entre	sí.
—Sabes	que	es	más	probable	que	nos	lleven	a	la	Mansión	Wayne	—dijo	Zane	mientras	les	seguían,
tanto	para	 conseguir	un	punto	como	para	pinchar	 a	Ty	mientras	pudiera—.	Ocultos	 a	plena	vista	y	 sin
escatimar	en	la	cuenta	de	gastos.	—Triste,	pero	cierto.	Era	bueno	que	se	supusiera	que	estaban	trabajando
encubiertos	o	ya	se	habrían	echado	a	perder.
—Eso	no	tiene	ningún	sentido.	Cállate,	compinche	—le	murmuró	Ty.
Zane	se	permitió	una	pequeña	sonrisa	antes	de	recordar	lo	mucho	que	le	disgustaba	este	hombre.
—¿Queréis	desayunar	antes	de	ir	al	hotel?	—preguntó	Morrison.	Él	parecía	ser	el	interlocutor	de	la
pareja.
—La	Batcueva	no	es	el	hotel	—protestó	Ty	molesto	chasqueando	los	dedos—.	Subid	a	bordo	de	la
metáfora,	niños.
—¿Dónde	 diablos	 está	 la	 Batcueva	 entonces?	 —peguntó	 Henninger	 con	 un	 largo	 suspiro	 de
sufrimiento.
—El	laboratorio,	tío.	Llévanos	al	laboratorio	—ordenó	Ty	con	exasperación.
Zane	 echó	 un	 vistazo	 a	 los	 Hardy	 Boys,	 sorprendido	 otra	 vez	 de	 lo	 jóvenes	 que	 parecían.
Seguramente,	habrían	visto	alguna	versión	de	Batman.	Eso	le	hacía	sentirse	viejo.
—Bueno,	 ¿cómo	 demonios	 se	 supone	 que	 vamos	 a	 saber	 eso?	Vosotros	 tíos	 viejos	 visteis	 toda	 la
mierda	original.	El	nuevo	material	es	mucho	mejor	y	la	Batcueva	no	es	un	laboratorio	—bramó	Morrison.
Zane	 parpadeó.	 ¿Viejos?	 Echó	 un	 vistazo	 a	 Ty,	 preguntándose	 qué	 clase	 de	 fuegos	 artificiales
provocaría	ese	comentario.
—¿Me	veo	como	si	hubiera	visto	el	original	de	algo,	Bob	Esponja?	—preguntó	Ty	con	una	sonrisa	y
señalándose	el	pecho—.	¿De	todos	modos,	que	haces	leyendo	cómics?	Cuando	yo	tenía	tu	edad	estaba	en
el	Golfo,	tío	—continuó.
—¿El	Golfo	de	qué?	—preguntó	Morrison,	con	una	mirada	en	blanco	en	sus	ojos.
—El	Golfo	Pérsico	—respondió	Zane	bruscamente,	para	nada	divertido.	Notó	que	Henninger	cerraba
los	ojos	con	exasperación	y	sacudía	la	cabeza.
Ty	no	 sabía	 si	 estar	más	 sorprendido	por	 la	 idiotez	de	Morrison	o	al	 repentino	apoyo	aparente	de
Zane.	Se	quedó	mirando	a	Morrison	durante	un	minuto,	dejando	las	bromas	miró	a	Zane,	quien	lo	miró	a
los	ojos	por	un	momento	y	suspiró.
—Los	 niños	 de	 estos	 días	—murmuró	mientras	 se	 interponía	 entre	 los	 dos	 agentes	más	 jóvenes	 y
pulsaba	el	botón	del	ascensor.
El	viaje	en	ascensor	fue	breve	y	cuando	paró	Henninger	les	guio	a	la	salida.
—El	equipo	ha	estado	un	poco	disperso	desde	la	muerte	de	los	agentes	especiales	Reilly	y	Sánchez
—dijo	 en	 voz	 baja	 mientras	 caminaban	 por	 el	 pasillo—.	 Todos	 los	 conocían.	 Me	 temo	 que	 no	 está
realmente	organizado	en	estos	momentos.
—¿El	equipo	se	ha	tomado	tiempo	libre?	—preguntó	Ty.
Henninger	le	miró	a	la	defensiva	como	si	esperara	una	burla.
—No	—respondió	secamente	mientras	abría	la	puerta	del	laboratorio	principal.
—Dádselo	mientras	nos	familiarizados	con	el	caso	—ordenó	Ty.
Zane	frunció	el	ceño.	Él	no	tenía	ningún	problema	con	darle	al	equipo	con	exceso	de	trabajo	de	un	día
o	 dos	 de	 descanso,	 pero	 ¿cómo	 se	 suponía	 que	 iban	 a	 hacer	 cualquiera	 de	 las	 cosas	 que	Burns	 había
ordenado	si	nadie	del	equipo	estaba	cerca	para	observar?
—Deberíamos	 tener	 acceso	 a	 todo	 el	 material	 adicional	 del	 caso	—dijo	 con	 lentitud	 sin	 discutir
abiertamente—.	Me	gustaría	pasar	algún	tiempo	con	las	fotos.
—Les	retiraré	—respondió	Morrison	con	diligencia,	sabiendo	obviamente	que	había	insultado	a	los
dos	agentes	más	antiguos	y	con	la	esperanza	de	compensarlo.
—¿Algunas	de	las	escenas	de	los	crímenes	siguen	intactas?	—preguntó	Ty.
—Eh…	creo	que	la	más	reciente	—respondió	Morrison	inseguro—.	¿Puedo	preguntar	por	qué?
—Me	gustaría	visitarla	—replicó	Ty.
—A	mí	 también	—añadió	 Zane.	 Se	 preguntó	 si	 a	 Serena	 Scott	 le	 importaría	 ir	 y	 ver	 el	 sitio	 en
persona.	Tendría	que	preguntárselo,	a	menos	que	Ty	se	le	metiera	en	la	cabeza	ir	en	este	mismo	momento.
Ese	pensamiento	le	hizo	darse	cuenta	de	que	en	realidad	no	tenía	idea	de	para	que	estaba	entrenado
Ty	o	cómo	se	comportaría	en	este	caso.	Al	menos,	el	otro	hombre	sabía	de	qué	departamento	venía	Zane,
aunque	eso	no	exponía	su	entrenamiento.	Podría	no	haber	sido	una	mala	idea	averiguar	un	poco	más	sobre
el	gilipollas	de	su	compañero.	Era	obvio	por	el	hecho	de	haber	estado	destinado	al	Golfo	que	había	sido
alguna	clase	de	militar,	y	cuando	Zane	pensó	en	ello	en	realidad	no	supuso	una	sorpresa.	No	le	llevaría
mucho	tiempo	solicitar	el	expediente	de	Grady.
—¿Cuándo	te	gustaría	ir?	—preguntó	Morrison.
—Tan	 pronto	 como	 hayamos	 terminado	 aquí	 —respondió	 Ty	 con	 un	 gesto	 hacia	 las	 puertas	 del
laboratorio	mientras	se	acercaban.
—Eso	puede	ser	un	pequeño	problema	—respondió	Morrison	nervioso	mientras	Henninger	deslizaba
la	tarjeta	llave	en	la	ranura	de	seguridad.
—Entonces	soluciona	el	problema	—dijo	Ty	con	frialdad.
—Los	 detectives	 de	 la	 policía	 de	Nueva	York	 asignados	 al	 caso	 llevan	 dos	 días	 sin	 responder	 a
nuestras	llamadas.	No	saben	que	estáis	aquí	—replicó	Morrison.
—Entonces,	¿cuál	es	el	problema?	—preguntó	Zane,	deteniéndose	en	el	mostrador	de	seguridad.
—Técnicamente	 todavía	 es	 un	 caso	 común.	 El	 sitio	 fue	 dejado	 bajo	 la	 custodia	 de	 la	 policía	 de
Nueva	York	—respondió	Morrison	 con	 una	mirada	 de	 agradecimiento	 a	 Zane	 cuando	 Ty	 suspiró	 con
exasperación—.	Vamos	a	tener	que	informarles	del	cambio	en	el	caso	y	darles…
—Entonces,	 manos	 a	 la	 obra	 —interrumpió	 Ty	 antes	 de	 atravesar	 la	 puerta	 de	 seguridad	 que
Henninger	le	mantenía	abierta.
—Vamos	—dijo	Zane	en	voz	baja—.	Haznos	saber	cuando	esté	arreglado.
Morrison	huyó,	seguido	por	su	compañero	más	tranquilo,	Zanese	volvió	y	siguió	a	Ty,	preguntándose
si	 éste	 sería	 el	 patrón	 de	 trabajo:	 Huracán	 Grady	 arrasando	 y	 arrojándolo	 todo,	 dejando	 que	 Zane
limpiara	el	desorden.
No	se	había	dejado	el	culo	trabajando	los	últimos	dos	años	para	ser	un	maldito	conserje.
Cuatro	horas	después	de	entrar	al	laboratorio,	Ty	se	sentó	en	medio	de	una	lluvia	de	papeles	y	pilas
desordenadas	de	 informes.	Apoyó	 los	codos	en	 la	mesa,	 frunciendo	el	ceño	pesadamente	y	mirando	el
brillante	acero	inoxidable.
Al	otro	 lado	de	 la	mesa,	Zane	estaba	muy	ocupado	 trabajando	en	 sus	 listas.	Levantó	 la	vista	hasta
detenerse	en	la	mirada	en	el	rostro	de	Ty.
—¿Qué	pasa?
Ty	no	levantó	la	vista.	Tenía	los	ojos	vidriosos	y	el	ceño	ligeramente	fruncido.
—No	hay	patrón	—murmuró—.	Lo	único	que	conecta	estos	casos	son	los	pequeños	simbolismos	que
el	tipo	deja	con	los	cuerpos	y	el	hecho	de	que	todos	terminan	muertos.	Aparte	de	eso,	no	hay	ningún	tipo
de	víctima	común,	no	hay	modus	operandi	común.	Arma,	causa	de	la	muerte	y	el	modo	en	que	los	pone	en
escena.	Todo	diferente.
Por	último,	centró	los	ojos	y	miró	los	archivos	acusadoramente,	como	si	fuera	su	culpa.
—Víctima	número	uno:	Kyle	Walters	—recitó	de	pronto—.	Un	tipo	rico	de	Wall	Street,	encontrado	en
su	habitación,	aún	con	vida,	medio	loco,	sufriendo	de	hipersensibilidad	grave	a	la	luz,	al	sonido,	al	olor,
lo	que	sea.	Muere	en	el	hospital	sin	decir	una	palabra	coherente.	Se	dictaminó	la	causa	de	la	muerte	como
una	sobredosis	de	metanfetamina.	Joder,	la	única	razón	por	la	que	sabemos	que	este	tipo	fue	una	víctima
fue	porque	 la	criada	encontró	 la	señal	del	asesino	una	semana	más	 tarde.	Los	asesinos	en	serie	suelen
encontrar	placer	viendo	a	sus	víctimas	morir	o	con	el	poder	de	matar.	¿Por	qué	iba	a	dejarle	con	vida	y
arriesgarse	a	ser	identificado?
—Tal	 vez	 así	 también	 obtiene	 placer	 tanto	 como	 observando	 el	 sufrimiento	 —sugirió	 Zane
tranquilamente,	sin	levantar	la	vista	del	papel.	Sus	dedos	se	movieron	sobre	las	listas,	todavía	tomando
notas	 de	 los	 expedientes—.	 El	 mejor	 patrón	 de	 desarrollo	 es	 el	 hecho	 de	 que	 las	 víctimas	 son	 tan
diferentes.	Como	si	estuviera	eligiendo	específicamente	sobre	la	base	de	algún	razonamiento.	La	mayoría
de	los	asesinos	en	serie	se	fijan	en	un	tipo	particular	de	víctimas:	mujeres	jóvenes	rubias	u	hombres	ricos
homosexuales,	por	ejemplo.
—Sí,	 querida,	 soy	 consciente	 de	 eso.	 A	 eso	me	 refiero.	 Tenemos	 un	 corredor	 de	 bolsa	 varón	 de
treinta	 y	 siete	 años	 de	 edad,	 sobredosis	 con	 alguna	 mierda	 de	 metanfetamina	 de	 calidad	 —dijo	 Ty
mientras	cerraba	los	ojos	y	apoyaba	la	cabeza	contra	la	silla.	La	sacudió,	recitando	todo	de	memoria—.
Luego,	 Susan	 Harris,	 una	 prostituta	 de	 veintitantos	 encontrada	 en	 nada	 menos	 que	 el	 cementerio	 más
exclusivo	 del	 estado	 envuelta	 en	 una	 sábana,	 sin	 dientes	 y	 sin	 causa	 aparente	 de	 la	muerte.	 Luego	 un
doble	asesinato.	Dos	mujeres	jóvenes:	Allison	McFadden	y	Teresa	Escobar	compañeras	de	cuarto,	ambas
asfixiadas	y	colocadas	en	sus	camas	como	si	estuvieran	durmiendo	Lo	único	notable	era	que	les	habían
teñido	el	pelo	postmortem.	Luego	tenemos	al	tristemente	equipo	de	gemelos	que	ha	involucrado	al	FBI,
Ryan	y	Russell	Steven.	Asesinados	en	la	marca	de	los	Tres	Estados,	el	Tri-State,	un	hombre	en	cada	uno
de	 los	estados	 limítrofes,	muertos	a	 tiros.	A	finales	de	 los	cincuenta,	un	aparente	doble	suicidio,	 si	no
fuera	por	la	señal	dejada	por	el	asesino.
Movió	el	cuello	y	sacudió	la	cabeza,	tratando	de	encontrar	el	sentido.
—El	primer	hombre	 era	moreno,	 la	 prostituta	 era	 rubia	de	bote	pero	morena	natural,	 la	 segunda	y
tercera	eran	rubia	y	morena,	luego	teñidas	de	lo	contrario	y	los	gemelos	pelirrojos.	Ambos	sexos,	sin	tipo
de	 cuerpo	 común.	 Ojos	 marrones,	 ojos	 verdes,	 ojos	 azules…	 demonios,	 ni	 siquiera	 deja	 las	 mismas
señales.	¡Joder!	—escupió—.	Todos	los	asesinos	en	serie	tienen	patrones.	Tiene	que	estar	ahí	—murmuró
para	sí	mismo.
—No	tener	patrón	puede	ser	un	patrón.	—Estaba	clara	en	la	voz	de	Zane	la	distracción	paciente—.	Si
él	es	inteligente	y	no	está	loco,	puede	estar	jugando	con	nosotros	deliberadamente.	Es	un	juego	para	él.
—Mientras	Ty	se	sentía	frustrado,	Zane	evitó	moverse,	centrándose	en	los	números	y	los	datos—.	Quiero
trazar	las	ubicaciones	de	los	cuerpos	para	tener	una	idea	del	territorio	que	estamos	viendo.	—Levantó	la
mirada	para	ver	a	Ty	frunciendo	el	ceño	y	la	curiosidad	ganó—.	Dime,	Grady,	¿por	qué	demonios	estás
aquí?	¿Por	qué	Burns	te	puso	en	este	caso?
—Entiendo	que	hay	un	patrón	—respondió	Ty	lentamente,	haciendo	caso	omiso	de	la	pregunta	por	un
momento—.	Quiero	saber	cuál	diablos	es	—rechinó	con	paciencia.	Se	echó	hacia	atrás	y	giró	el	cuello
—.	Y	él	me	puso	porque	me	conoce.	Soy	bueno	husmeando	y	en	los	juegos	mentales	—dijo	secamente,
eligiendo	no	entrar	en	más	detalles.
Zane	 asintió	 lentamente.	 Estaba	 empezando	 a	 ver	 por	 qué	 habían	 sido	 emparejados	 para	 este
espectáculo	extraño.	Ty	era	bueno	en	juegos	mentales,	Zane	era	bueno	en	detalles	y	patrones.	Y	dado	que
obviamente	no	funcionaban	bien	juntos	ni	siquiera	necesitaban	hacer	una	demostración	para	el	equipo	de
Nueva	York.
—Tengo	suficiente	—anunció,	cerrando	el	expediente	y	el	cuaderno—.	Mañana	iremos	a	hablar	con
los	detectives	de	la	policía	de	Nueva	York,	y	Serena	Scott	debería	devolverme	la	llamada.	Henninger	y
Morrison	 nos	 conseguirán	 acceso	 a	 la	 escena	 o	 lo	 conseguiremos	 nosotros	mismos.	—Se	 retiró	 de	 la
mesa—.	¿Tienes	algo	más?	—su	voz	era	neutral.
—No	—murmuró	Ty	sin	moverse.	Seguía	mirando	los	archivos	y	frunciendo	el	ceño.
Zane	le	miró	en	silencio	durante	un	largo	momento	antes	de	decir:
—¿Listo	para	dirigirte	al	hotel?	Yo	no	sé	tú,	pero	estoy	listo	para	la	cena	y	un	trago.
—¿Bebes	 de	 servicio?	—preguntó	 Ty	 con	 incredulidad	 cuando	 finalmente	 apartó	 la	 vista	 de	 los
archivos.
—¿No	lo	hacen	todos?	—Zane	se	dirigió	al	pasillo—.	Tengo	un	nuevo	compañero	sabelotodo	con	el
que	tratar,	así	que	sin	duda	no	se	me	puede	culpar	—murmuró	en	voz	baja	mientras	se	dirigía	a	la	puerta	y
salía	del	laboratorio.	Unas	cuantas	cervezas	en	la	cena	ni	siquiera	se	registrarían	en	un	alcoholímetro	con
su	masa	corporal	y	recorrerían	un	largo	camino	a	sus	nuevas	 ideas,	pero	no	se	atrevía.	Aunque	eso	no
significaba	que	no	soñara	con	ellas.
—Nunca	has	sido	un	agente	de	campo	antes,	¿verdad?	—preguntó	Ty	con	desdén,	pronunciando	en
voz	alta	 la	pregunta	mientras	se	quedaba	en	 la	mesa,	mirando	fijamente	 los	archivos	y	 las	 fotos	de	 las
escenas	de	los	crímenes.
Zane	 se	 detuvo	 en	 la	 puerta,	 tomándose	 un	 momento	 para	 ordenar	 sus	 pensamientos	 y	 alejar	 los
fantasmas	de	sus	constantes	pesadillas.
—Un	trago	de	vez	en	cuando	no	supone	el	fin	del	mundo.	Supongo	que	vienes	de	trabajar	infiltrado,
lo	que	 significa	que	siempre	estabas	mirando	por	encima	del	hombro,	viviendo	cada	minuto,	 sabiendo
que	un	error	 te	enviaría	al	depósito	de	cadáveres.	—Zane	conocía	muy	bien	 la	situación—.	Si	bien	es
admirable,	y	posiblemente	el	trabajo	más	difícil	que	el	FBI	hace,	vas	a	tener	que	encontrar	la	manera	de
reducir	la	marcha,	o	las	personas	con	las	que	trabajamos	van	a	estrangularte.	No	puedes	trabajar	todo	el
día,	mantenerte	lo	suficiente	agudo	para	hacer	cálculos	con	esta	cantidad	de	datos	y	entrar	en	la	mente	de
un	loco.
Ty	apartó	la	vista	de	los	papeles	de	nuevo	y	miró	a	Zane	serio.
—¿Crees	que	esos	 chicos	en	 la	morgue	 redujeron	 la	marcha	antes	de	que	 les	mataran?	—preguntó
secamente.
—Creo	que	estaban	encerrados	con	tanta	seguridad	como	pudieran	conseguir,	sin	ninguna	razón	para
pensar	que	les	encontrarían	y	mucho	menos	les	atacarían.	Lo	que	significa	una	de	dos	cosas	—respondió
Zane,	con	sus	duros	e	inquebrantables	ojos	marrones—.	O	bien	la	habían	jodido	y	se	habían	expuesto,	o
alguien	que	sabía	dónde	estaban	les	entregó,	ya	fuera	por	error	o	no.	De	cualquier	manera,	dejar	bajar	la
guardia	no	supone	ninguna	diferencia.	Ya	estaban	muertos.
Ty	sacudió	 la	cabeza	y	resopló	con	sorna.	Sabía	queestaría	condenado	si	se	dejaba	disparar	en	el
pecho	mientras	dormía.	Nunca	pensabas	que	estabas	a	salvo.	Sentirse	seguro	te	mataba.
Zane	casi	podía	ver	la	tensión	que	emanaba	de	Ty	en	oleadas.
—¿Vas	a	ir	al	hotel	o	planeas	quedarte	aquí	todo	el	día?	—preguntó.
—Voy	a	ir	a	un	hotel	—respondió	Ty	mientras	se	levantaba	y	recogía	su	abrigo	y	su	maletín—.	Un
hotel	diferente.	Y	tú	vienes	conmigo.
Zane	simplemente	le	miró,	esperando	una	explicación.	Era	la	primera	vez	que	el	otro	hombre	había
indicado,	aunque	fuera	remotamente,	que	quería	a	Zane	a	su	alrededor.
—No	pienso	perder	otro	agente	por	esta	mierda,	¿entendido?	—respondió	Ty	bruscamente	mientras
metía	varios	de	los	archivos	en	su	maletín	y	miraba	de	nuevo	a	Zane—.	Incluso	si	eres	tú.
Zane	 supuso	 que	 debería	 sentirse	 cálido	 y	 confuso	 sobre	 Ty,	 por	 lo	 menos	 no	 quería	 que	 fuera
horriblemente	asesinado	y	dejado	desangrarse	en	la	ducha	o	algo	así.	Sin	embargo,	de	alguna	manera,	el
sentimiento	no	inspiraba	mucha	camaradería.
—Entonces,	¿dónde	vamos?
—Al	Holiday	Inn,	tío	—respondió	Ty—.	Si	voy	a	correr	con	los	gastos,	no	voy	a	pagar	500	la	noche.
Zane	se	encogió	de	hombros.	Una	habitación	era	una	habitación.	Se	había	alojado	en	mejores	sitios	y
en	peores.	Siguió	a	Ty	fuera	del	laboratorio	y	por	el	pasillo	hacia	el	ascensor.
—¿Y	 luego?	—Quería	 saber	 si	 la	 repentina	 preocupación	 de	Ty	 por	 su	 bienestar	 incluía	 quedarse
cerca,	él	había	planeado	volver	después	de	la	cena	para	estudiar	los	mapas	y	notas	de	las	pruebas.
Ty	se	encogió	de	hombros	mientras	apretaba	el	botón	del	ascensor.
—Luego	veremos	lo	que	se	cuece	—respondió	sin	cuidado.
Zane	miró	a	su	compañero	con	exasperación.	Primero,	concentrado	en	el	caso	completa	y	totalmente,
un	caso	que	ni	siquiera	era	su	principal	objetivo,	y	ahora,	esto.
—¿Haces	algo	como	una	persona	normal?	—preguntó,	aunque	la	pregunta	era	totalmente	retórica.	Y
en	absoluto	un	cumplido.
Ty	se	dio	la	vuelta	y	le	miró	con	ligera	sorpresa	una	vez	estuvieron	en	el	ascensor.
—Sólo	las	cosas	divertidas	—respondió	finalmente	después	de	un	momento	de	mirarle	pensativo.
—Cosas	divertidas	—repitió	Zane,	sin	apartar	la	mirada	de	Ty,	una	vez	que	quedó	atrapado	por	los
ojos	castaños	del	hombre.
—Las	recuerdas,	¿no?	—preguntó	Ty	con	una	sonrisa	mientras	dejaba	que	sus	ojos	viajaran	por	Zane
pensativamente—.	Tal	vez	no	—decidió	con	un	suspiro.
Zane	sabía	con	absoluta	certeza	que	no	quería	que	la	conversación	continuara.
—¿Cuántos	strikes	me	quedan?	—preguntó	bruscamente.	Sabía	que	Ty	le	había	estado	midiendo,	en
más	de	un	sentido.
—Ninguno	—respondió	Ty	inmediatamente,	aunque	estaba	un	poco	sorprendido	de	que	Zane	supiera
siquiera	hacer	la	pregunta.
El	 fantasma	 de	 una	 sonrisa	 de	 desaprobación	 cruzó	 los	 labios	 de	 Zane.	 Sabía	 que	 Ty	 no	 le	 tenía
ningún	respeto.	Francamente,	a	Zane	no	le	importaba.	No	tenía	intención	de	que	esta	broma	de	sociedad
durara	mucho	tiempo.	Sólo	se	preguntaba	quién	en	lo	más	alto	del	FBI	había	decidido	juntarle	con	Ty.
—Entonces,	¿por	qué	no	me	ha	echado	el	árbitro	del	juego?
—Porque	 en	 este	 juego	 no	 hay	 árbitros	—respondió	Ty	 serio	mientras	 las	 puertas	 se	 abrían	 en	 la
planta	baja—.	Y	no	hay	ninguna	regla.
Zane	salió	primero.
—Así	que	sin	reglas.	—Podía	vivir	con	eso.	Mejor	que	trabajar	bajo	el	pulgar	de	otra	persona,	como
en	los	dos	últimos	años—.	O	inventamos	las	nuestras.
—Sí,	pareces	del	tipo	que	necesita	reglas	—respondió	Ty	con	una	mueca	despectiva.
Zane	no	respondió	mientras	caminaban	por	el	parking.	Se	refugió	en	su	silencio	pétreo,	centrándose
en	 pensar	 en	 los	 próximos	 pasos	 de	 la	 investigación,	 en	 lugar	 de	 en	 la	 insolencia	 del	 imbécil	 de	 su
compañero.
2
DESPUÉS	de	registrarse	en	un	hotel	a	sólo	una	manzana	o	dos	del	elegante	establecimiento	donde	se
suponía	que	se	hospedaban,	Ty	Grady	fue	inmediatamente	a	la	ducha	y	se	lavó	la	frustración	de	todo	el
día.	Se	había	sentido	un	poco	sorprendido	cuando	su	nuevo	compañero	pagó	su	propia	habitación,	pero	le
venía	bien.	No	quería	estar	a	menos	de	tres	metros	del	cabrón	si	no	era	necesario.	Arrogante	remilgado.
Dios,	el	tipo	probablemente	dormía	con	su	corbata.
Tener	 habitaciones	 separadas	 funcionaría	 bien	 si	 Ty	 pretendía	 comenzar	 como	 de	 costumbre.	 No
estaba	acostumbrado	a	los	canales	normales	y	trabajaba	mucho	mejor	en	un	caso	a	base	de	instinto	que
con	métodos	convencionales.	Dudaba	que	Zane	fuera	a	ir	con	él	esta	noche,	de	todos	modos,	iba	a	salir
por	 su	 cuenta.	 Siembre	 había	 estado	 más	 cómodo	 escabulléndose	 en	 las	 sombras	 que	 señalando	 su
autoridad.
En	una	habitación	al	final	del	pasillo,	Zane	Garrett	suspiró	cuando	tiró	las	bolsas	de	lona	y	el	maletín.
Se	pasó	las	manos	por	el	pelo	y	se	estiró.	Ty	y	él	habían	terminado	a	varias	puertas	de	distancia,	pero	no
era	lo	suficiente	lejos	en	lo	que	se	refería	a	Zane.
Una	ducha	caliente	sonaba	bien,	así	que	empezó	a	desnudarse.	Lo	siguiente	en	el	orden	del	día	era	la
comida,	y	 luego	volvería	 a	 la	oficina.	Se	 recordó	que	por	 lo	menos	 tenía	que	 llamar	 a	Ty	y	decirle	 a
dónde	 iba.	 Si	 fueran	 verdaderos	 compañeros,	 se	 habrían	 quedado	 en	 la	 misma	 habitación,	 pero
segurísimo	que	él	no	iba	a	sugerirlo.	No	era	tan	masoquista.
Se	puso	unos	cómodos	vaqueros	desgastados	y	un	jersey	de	color	rojo	óxido	con	cuello	en	V	después
de	 lavarse,	 recogió	 la	 funda,	 verificó	 todo	 antes	 de	 colocársela	 cómodamente	 sobre	 los	 hombros.
Comprobó	 las	 delgadas	 vainas	 que	 llevaba	 por	 dentro	 de	 las	 muñecas,	 luego	 se	 arrodilló	 y	 ató	 otra
alrededor	del	tobillo.	Completamente	armado,	se	sintió	mejor	de	lo	que	se	había	sentido	en	todo	el	día.
Odiaba	los	aviones.	La	seguridad	tendía	a	ser	un	poco	estridente	cuando	intentabas	atravesar	los	puestos
de	control	con	algunos	cuchillos,	incluso	si	eras	un	agente	federal	que	siempre	llevaba	un	arma.
Se	 puso	 la	 chaqueta	 de	 lona	 por	 encima	 y	 con	 una	mirada	 al	 espejo,	 puso	 los	 ojos	 en	 blanco.	Ty
probablemente	pensaría	que	estaba	 tratando	de	copiarle,	de	parecer	menos	estirado	y	más	digno	de	 la
calle.	Zane	suspiró	ante	el	espejo,	luego	agarró	su	cartera,	los	cigarrillos,	el	encendedor	y	la	tarjeta	llave
y	se	dirigió	por	el	pasillo	hasta	la	puerta	del	otro	agente	para	una	rápida	comprobación.
Ty	 respondió	 el	 golpe	 brusco	 envuelto	 en	 una	 toalla,	 el	 cuerpo	 todavía	 mojado	 y	 con	 el	 vapor
saliendo	de	la	puerta	del	baño	detrás	de	él.
Zane	alzó	una	ceja	mientras	su	estómago	saltaba	en	reacción.
—Sí.	Eso	es	muy	seguro	—comentó,	forzando	la	voz	para	sonar	irónico.
—¿Qué?	—​​preguntó	Ty	con	una	inclinación	de	cabeza.
Zane	miró	significativamente	hacia	arriba	y	hacia	abajo	del	cuerpo	apenas	cubierto	de	Ty.
Ty	se	miró	a	sí	mismo	y	luego	a	Zane	con	desdén	al	darse	cuenta	de	lo	que	este	estaba	diciendo.
—Soy	un	arma	letal,	tío	—gruñó.	Se	volvió	y	le	hizo	un	gesto	con	la	mano	por	encima	del	hombro,
diciéndole	que	entrara.
Zane	 habría	 resoplado	 excepto	 que	 pensó	 Ty	 no	 exageraba	 tanto.	 No	 se	 sabía	 cuáles	 eran	 los
antecedentes	 de	 Ty	 (aunque	 Zane	 ya	 había	 discernido	 que	 era	 algún	 tipo	 de	 militar),	 pero	 parecía
efectivamente	capaz.	Y	en	forma.	Muy	en	forma.	Zane	tragó	saliva	mientras	entraba	y	cerraba	la	puerta
tras	 de	 sí,	 dejando	 los	 sentimientos	 extraños	 en	 el	 pasillo	 y	 cubriéndose	 de	 nuevo	 con	 su	 capa	 de
profesionalismo	por	seguridad.
—Pensé	que	 te	gustaría	saber	que	no	voy	a	estar	en	casa	al	 toque	de	queda	—dijo,	deslizando	una
mano	en	el	bolsillo	de	su	chaqueta.
—No	 soy	 tu	 jodido	 guardián	—gruñó	Ty	mientras	 se	 quitaba	 la	 toalla	 y	 buscaba	 sus	 calzoncillos.
Miró	hacia	atrás	para	ver	la	mano	de	Zane	en	el	bolsillo	y	se	tensó	instintivamente.
Zane	 entrecerró	 los	 ojos	 y	 lentamente	 sacó	 la	 mano	 para	 dejarla	 caer	 a	 un	 lado.	 Su	 compañero
evidentemente	estaba	más	tenso	de	lo	que	dejaba	entrever.
—Te	recuerdo	el	comentario	“tú	vienes	conmigo,	no	pienso	perder	otro	agente”	—dijo	con	suavidad,
de	repente	regañándose	con	fuerza	en	su	interior	por	querer

Otros materiales

Materiales relacionados