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Retirada Madeleine Urban & Abigail Roux 1º Cut & Run Título original: Cut & Run ©2008 by Madeleine Urban, Abigail Roux Cover Design by Mara McKennen Dreamspinner Press eBook ISBN: 978-1-935192-24-4 Argumento UNA serie de asesinatos en la ciudad de Nueva York ha bloqueado tanto a la policía como al FBI, y ambos sospechan que el culpable es un solo asesino que manda un indescifrable mensaje. Pero cuando los dos agentes federales a cargo de la investigación desaparecen del mapa, el FBI se interesa personalmente en el caso. El agente especial Ty Grady es retirado de una operación encubierta después de que el caso se le fuera de las manos. Ty es arrogante, mordaz y sin duda el mejor en lo que hace. Pero cuando le asignan como compañero al agente especial Zane Garrett, es odio a primera vista. Garrett es el modelo perfecto de un agente: serio, sobrio, y centrado, lo que hace de su relación un clásico tópico: totalmente opuestos, poli bueno y poli malo, una extraña pareja. Inmediatamente ambos saben que su relación como socios va a suponer un obstáculo, incluso más que la falta de pruebas del asesino. Prácticamente antes de que su misión empiece, el asesino ataca de nuevo… esta vez contra ellos. Ahora, en inferioridad de condiciones, tratando de localizar a un hombre que ha decidido matar a sus perseguidores, Gray y Garrett tendrán que encontrar la manera de cómo trabajar juntos antes de que se conviertan en dos marcas más en el cuchillo del asesino. Para todos aquellos en mi vida que no tienen miedo de decir las cosas como son. Directo a mi cara. Tantas veces como sea necesario. Abigail Para Keith, quien está más orgulloso de mí de lo que yo lo estoy. Por siempre y para siempre, Madeleine. 1 ALLISON McFadden caminaba lentamente por el fresco aire de la noche, con los brazos bien envueltos alrededor de su delgado cuerpo para que el viento no azotara su abrigo. El hombre la vio estremecerse y suavemente la rodeó con un brazo, haciendo que la atravesara una eléctrica sacudida de anticipación. Ella rio suavemente, un poco mareada por los martinis que él le había pagado toda la noche. Ahora mismo la estaba acompañando desde el Bar Bemelmans en el hotel Carlyle, que era posiblemente el lugar más romántico en el que ella jamás había estado, con música de piano en directo y un ambiente sofisticado y antiguo que la había seducido tan completamente como él. Era ingenioso y encantador, y guapo y caballeroso casi hasta la exageración. Ni siquiera le había robado un beso. Allison sonrió al recordar cómo la había llevado a los murales que cubrían las paredes de Bemelmans y le había hablado de ellos, como un escritor que había vivido en el hotel los había pintado y habían formado parte de algunos libros para niños. Había tratado de escuchar, pero sólo había sido capaz de concentrarse en su mano, que descansaba más abajo en su espalda de lo que lo había estado más temprano, y en esos labios que se movían junto a su mejilla mientras hablaba. Sólo recordaba que las pinturas eran de animales en Central Park. Había dibujado un elefante patinando. Y él había señalado un conejo armado acechando a sus compañeros conejitos con un arma automática en uno de los murales como dibujos animados. Los dos se rieron ante el humor mórbido del mismo, y a Allison le encantó la manera en que se reía. Ahora, la acompañaba caminando a su casa, como un verdadero caballero. Le había pedido al taxista que se detuviera a varias manzanas de distancia de su edificio para tener el privilegio de hacerlo. Era sólo su primera cita, y Allison no podía creer que fuera a hacer lo que estaba planeando. —Te…, quiero decir, ¿te gustaría subir? A tomar un café, o… Él sonrió, y Allison se perdió en el modo que sus ojos se volvieron más cálidos. Levantó las manos y las pasó por su cabello, observando el modo que los mechones rubios brillaban a la luz artificial de las farolas. —¿Está en casa tu compañera de habitación? —le preguntó en voz baja, la íntima voz cortando a través del viento frío y yendo directamente a su interior. Ella se lamió los labios y asintió. —Pero no nos molestará —insistió ella con rapidez, sus palabras casi sin aliento mientras ella extendía la mano y le acariciaba la solapa, sintiendo la placa debajo del material. —Entonces guíame —murmuró él con una sonrisa. Hubiera sido el momento perfecto para que la besara, pensó ella, mientras tomaba su mano y le conducía al interior del edificio. Hubiera sido igual de ridículamente romántico como el resto de la noche. Sin embargo, suponía que nada podía ser perfecto. Horas más tarde, mientras Allison luchaba por su último aliento, no podía dejar de preguntarse porque dejaría su ADN si nunca la había besado. La llamada telefónica no podía haber llegado en un peor momento. El agente especial del FBI, Ty Grady, seguía cabreado y maldiciendo sobre su desafortunada coincidencia temporal dos días más tarde mientras estaba sentado a solas en su sala de estar. Cuatro semanas de trabajo infiltrado, vigilancia, escuchas telefónicas, cables, informantes y persecuciones a alta velocidad, todo se había ido a la mierda porque algún novato listillo se olvidó de dejar el móvil en casa. Los sin techo que piden limosna en la calle no tienen móviles que suenan al ritmo de una orquesta de Mozart, y por desgracia para el equipo de cansados agentes encubiertos del FBI que seguían a Antonio de la Vega, su objetivo era consciente de ese particular elemento de información. Desapareció tan rápidamente como las ratas en las aceras de Nueva York mientras Ty y su equipo irrumpían. La operación había volado, ahora su objetivo estaba en algún otro país en el que no tenían jurisdicción, y todas las pruebas serían embolsadas, etiquetadas y metidas en una caja en el sótano, para nunca ser vistas de nuevo. El hecho de que la mayor parte de lo que habían hecho hubiera sido bajo la dirección ligeramente irregular de Ty, y que dependiera de un encorbatado de alto nivel evitar que les despidieran y les enviaran a la cárcel, no estaba ayudando al estado mental de Ty. Estaba tumbado en el sofá, todavía cubierto de sudor por sus intentos de borrar la frustración en el gimnasio de la oficina de Baltimore, y miraba fijamente a la ciudad a través de los grandes ventanales a cada lado de la televisión. Podía ver su propia imagen reflejada en la pantalla negra de la TV de plasma en la pared de enfrente, y se veía aún más exhausto de lo que se sentía. Necesitaba un afeitado, la mayor parte de su apuesto rostro estaba cubierto por una barba de tres días y su cabello oscuro probablemente necesitaría un corte. Era un hombre alto, de casi uno noventa de altura y por lo general su forma era como la de un gato grande, ágil y grácil. Esta noche, sin embargo, tenía los hombros caídos mientras estaba allí tumbado. No tenía ninguna intención de moverse a corto plazo. No hasta que su móvil comenzó a sonar exigente. Con un profundo suspiro, se lo sacó del cinturón y lo abrió. —Grady —respondió secamente, con su pronunciado acento de West Virginia incluso después de todos los años que había pasado fuera de casa. —Agente especial Grady, al director adjunto Burns le gustaría verle —le informó una entrecortada voz profesional. —¿Cuándo? —preguntó Ty sin emoción. —Agente especial Grady, el director adjunto de la División de Investigación Criminal no llama para pedir una cita. Le espera en treinta minutos. —¡Treinta minutos! —exclamó Ty—. ¿Tiene usted alguna idea de dónde estoy? —Dentro de su ropa interior sucia, sin duda. Esté aquí en treinta minutos —respondió la voz con el mismo monótono y serio tono antes de colgar. Ty cerró los ojos y mentalmente pateó algo. Treinta minutos para llegar a DC iba a exigir las llamativasluces azules. Ty odiaba las putas y escandalosas luces azules. —Buen trabajo, Agente Especial Garrett. Es un sólido valor para la oficina —dijo el Director de la División mientras estrechaba la mano del tipo—. Por supuesto, tendrá un elogio en su expediente por su trabajo. —Gracias, señor —respondió cortante el agente especial del FBI, Zane Garrett, mientras el resto de agentes, un poco reacios, murmuraban felicitaciones. —Y le recompensaré por su trabajo bien hecho —continuó el director suavemente—. Va a ser promovido fuera de esta división. Estoy muy triste por verle irse —siguió, sacudiendo la mano de Zane vigorosamente. Zane le estrechó la mano sombríamente, su cara era una máscara de profesionalismo puro que cubría los pensamientos brutalmente honestos que albergaba debajo. —He disfrutado trabajando para usted, señor. Pero ya me conoce, siempre busco estar donde más pueda hacer por la Oficina. —Ese es un buen hombre. Despídase y suba. El director adjunto Burns quiere verle en diez minutos. Sin mostrar ni un asomo de sonrisa o desdén por la alabanza por hacer su aburrido trabajo de escritorio, Zane se dio la vuelta y caminó entre los otros agentes con los que había trabajado en la división que perseguía delitos cibernéticos. Se había llevado bastante bien con ellos, teniendo en cuenta que hacía su trabajo, y a veces el de ellos también, con una concentración total y absoluta. Zane sabía que muchos de sus compañeros de trabajo estarían tan felices de verlo irse como de que se quedara, su estricta adhesión a las reglas y a la lógica, su decidido trabajo por alcanzar las metas era a menudo agotador para los que le rodeaban. Él tenía metas, varias, y eso era todo lo que importaba. Ninguna de ellas incluía trabajar en esta división más tiempo del necesario. Mirando por la oficina abierta, Zane sabía con toda seguridad que no la echaría de menos. Mientras que su obsesiva atención al detalle le había dirigido perfectamente a lo largo de esas misiones, sabía que valía mucho más para la Oficina que para este trabajo soporífero y lleno de detalles. Ahora tendría su oportunidad de demostrarlo. Estrechando algunas manos y soportando unas pocas palmadas en la espalda de "siento que te vayas", se despidió de sus pronto excompañeros de trabajo. Le dijo al administrador de la oficina que volvería más tarde para limpiar su escritorio y se dirigió hacia la puerta. Tenía ganas de ver lo que el director adjunto de la División de Investigación Criminal tenía reservado para él. Había trabajado intensamente para conseguir esta promoción. Tenía que ser bueno, ya que el hombre quería verlo inmediatamente. Zane se detuvo en el baño para enderezarse la corbata y asegurarse de que su corto pelo castaño estuviera cuidadosamente peinado. El traje que llevaba se adaptaba perfectamente a su cuerpo de metro noventa y cinco, pero no ocultaba los músculos abultados que se movían debajo de la tela. El suyo no era un cuerpo que esperaras ver detrás de un escritorio, un hecho que se recordaba todos los días al mirar a los agentes ligeramente regordetes que trabajaban a su alrededor. Frunció un poco el ceño, inspeccionando las patas de gallo en las comisuras de los ojos y las crestas de su dos veces rota nariz. Con una mueca de disgusto, se pasó las manos por las mejillas afeitadas y despidió a su imagen antes de abrocharse la chaqueta del traje y ponerse rumbo escaleras arriba. **** La secretaria le echó a Ty Grady un vistazo por encima de las gafas que claramente decía que desaprobaba el aire que él respiraba. Levantó la barbilla y lo miró de arriba abajo, frunciendo la nariz ante su apariencia. —Llega temprano —anunció con un toque de sorpresa en su voz. Ty la miró de arriba abajo y ladeó la cabeza hacia un lado. —Utilicé las luces azules —le dijo haciendo un movimiento de helicóptero con el dedo. Ella bufó mientras observaba su rostro sin afeitar, la raspada chaqueta de cuero, los vaqueros y las sucias botas de vaquero. Su camiseta parecía ser particularmente atroz para su sensibilidad, a pesar de que estaba limpia. Era negra y tenía en el frente las palabras Cocke County FBI en grandes letras blancas. Tras una inspección más cercana, había palabras más pequeñas entre los más grandes, y cuando ella bizqueó fue capaz de leer la camiseta entera: "Me probaron en el Condado de Cocke por el FBI". Ella hizo un pequeño ruido insultante mientras alzaba de nuevo la mirada. Ty la ignoró, dejándola mirando ligeramente escandalizada mientras se dirigía hacia la puerta del director adjunto. —¡No puede entrar todavía! —susurró ella mientras se levantaba de su escritorio y le señalaba. Él se detuvo en la puerta y se volvió para mirarla, poniendo provocativamente la mano en la manija de la puerta y empujando hacia abajo con una sonrisa. La boca de ella se movió sin hacer ruido, y se dio la vuelta para apresurarse a anunciarlo por el intercomunicador antes de que pudiera entrar. El director adjunto Richard Burns le miró con sorpresa y disgusto mientras Ty entraba en el despacho y cerraba la puerta detrás de él. —Quería verme, señor —saludó Ty, las palabras perfectamente profesionales, pero el tono de alguna manera tan insolente como siempre lo era. —Siéntate —ordenó el hombre señalando con un golpe de su pluma hacia uno de los asientos al otro lado de la mesa—. Estamos esperando a alguien más. Ty se movió al asiento y se sentó, su chaqueta de cuero levantó una nube de polvo diminuta cuando se dejó caer en el asiento. Hizo un trabajo bastante bueno en ocultar su sorpresa. —¿Alguien más? —preguntó sin alterarse—. ¿Estoy siendo linchado? —Si mantienes la boca cerrada durante los siguientes treinta minutos, podrías no pasar la noche en la cárcel. ¿Qué tal? —respondió Burns serio sin levantar la vista de los papeles que estaba firmando. Ty carraspeó y se movió incómodo en la silla. Zane Garrett entró en la gran oficina y vio a la secretaria del director adjunto corriendo alrededor de su escritorio, obviamente nerviosa. Se detuvo y cruzó las manos detrás de su espalda. —¿Señora? —preguntó cortésmente cuando ella no se dio cuenta de su entrada. Ella le miró con sorpresa. —Agente especial Garrett, gracias por ser rápido —respondió ella, mirándolo de arriba a abajo y asintiendo con la cabeza en señal de aprobación al ver el traje de chaqueta azul y la corbata de seda—. Puede entrar. —Muchas gracias, señora —dijo sin alterarse, procediendo a la puerta mientras ella le anunciaba por el intercomunicador. Burns levantó la vista de los papeles que estaba revolviendo y le hizo un gesto para que entrara. —Entre, agente especial Garrett. Tenemos algunas cosas que discutir —dijo a Zane, mirando al tío desplomado en una de las sillas delante del escritorio. —Sí, señor —respondió Zane, pasando a sentarse cuando el director hizo un gesto. Sus ojos siguieron la mirada de Burns. Sólo un parpadeo traicionó la sorpresa de Zane. El tío desaliñado sentado delante de Burns era un completo desastre. Zane apenas contuvo las ganas de burlarse de él. Tal vez era un informante de algún tipo. Tenía ese aspecto quemado e inquieto. Centrándose en Burns otra vez, Zane esperó, tranquilo y atento, listo para empezar a saltar a través de la siguiente serie de aros. Ty se movió en su asiento, se encorvó más y echó un vistazo al hombre nuevo. Dios, parecía que el tipo acababa de salir de una revista o algo así. —¿Qué está haciendo, un manual de «cómo hacerlo»? —preguntó Ty al director adjunto con sarcasmo—. ¿Antes y después? —sugirió con ironía, con un gesto así mismo y luego al otro tipo. —Sí. Estás sentado aquí antes de que te despidan —respondió Burns con esmero—. Y él está para aceptar tu trabajo después de que te marches. Ty apretó los labios con fuerza y miró hacia el brillante escritorio tranquilamente. Zane movió los ojosentre el tipo y Burns antes de entrecerrarlos. Se preguntó por qué le habían pedido que se sentara en esta reunión cuando el hombre obviamente estaba a punto de ser despedido. Parecía demasiado cruel. Retuvo con fuerza cualquier otra reacción y esperó a ver qué pasaba. Ty se pasó la lengua por los labios y alzó de nuevo la mirada para encontrarse con los ojos casi desafiantes de su superior. —Afortunadamente para ti, Grady, tienes más vidas que un gato —dijo el hombre con un pequeño ceño—. Y vas a conseguir otra oportunidad para demostrarnos que puedes hacer este trabajo sin cagarla. No lo diré una vez más, porque Dios sabe que voy a seguir dándote más hasta que te maten. Conoce a tu nuevo compañero, el agente especial Zane Z. Garrett. Zane no podría haber estado más horrorizado y se le notó claramente en su reacción. ¿Ese desastre de agente era su nuevo compañero? —Director Burns —comenzó impulsivamente, pero se mordió la lengua y apretó con más fuerza la silla. ¿Qué tipo de recompensa era esta? —¡A la mierda! —interrumpió Ty mientras se enderezaba—. No puedo hacer mi trabajo con un… un… chico de póster —prácticamente balbuceó con ira mientras dejaba caer la mano hacia el limpísimo hombre a su lado. —Y tampoco puede hacerlo sin un compañero, agente especial Grady — respondió Burns con una dura mirada. —Señor, parece obvio —dijo Zane, sin molestarse en evitar cualquier dejo de desaprobación en su voz—, que este agente necesita más de lo que yo puedo ofrecer para ayudarle. Francamente, se necesitará un milagro para hacer que tenga un aspecto remotamente profesional. Nadie le tomará en serio. —¿Tomarme en serio? —repitió Ty con incredulidad—. Cristo, ¿alguna vez han visto esos zapatos el pavimento? Mierda —exclamó con un pánico repentino mientras agarraba los brazos de la silla y se inclinó hacia delante—. ¿Me estás enviando un Ciber? —le preguntó a Burns, que estaba sentado detrás de la mesa y sonriendo como un niño pequeño en Navidad. —Tu tono de voz implica que la investigación de delitos tecnológicos y el terrorismo podrían estar por debajo de ti —le dijo Zane con frialdad mientras le dirigía una mirada tranquila—. Tal vez deberías considerar solicitar un traslado a personal administrativo. O enviar tu renuncia. —Oye, que te jodan, nenaza —gruñó Ty sin mirarle. —¡Silencio, los dos! —ladró Burns de repente—. Grady, te vas a quedar en Criminal hasta que te maten o hagas algo tan ilegal que ni siquiera yo puede taparte, ¿entiendes? Garrett, te asegurarás que no haga ninguna de esas cosas. ¿Está claro? Y a ambos os gustará. Los ojos de Ty se abrieron como platos cuando se dio cuenta de que estaba siendo asignado a una niñera de contabilidad, y no había absolutamente nada que pudiera hacer al respecto. Su estómago se revolvió ante la idea, pero supuso que era mejor que ser despedido. O estar en la cárcel. La idea de estar conectado a esa bala perdida provocador de problemas fue casi suficiente para hacer que Zane perdiera la compostura. Después de todo lo que había hecho, todo lo que había trabajado, esto era todo lo que iba a conseguir. La desesperación amenazó por un momento, y tuvo que respirar hondo para controlarla. Quería gritarle a Burns, pero este no era el lugar. Sacaría el máximo provecho de este lío y luego dejaría a este agente atrás, tal como había hecho con la División Cibernética. Eso o caer envuelto en llamas espectaculares. —Sí, señor —reconoció a través de los dientes apretados. —Espero que aprendan el uno del otro —instruyó Burns, su corazón se contrajo al observar a Zane Garrett. Era una putada hacerle eso, pegarle a un hombre como Ty Grady después de haberse abierto camino desde el infierno para ser el mejor de los agentes Ciber. Pero para este caso en particular, estos dos hombres estaban excepcionalmente cualificados. —Y la Oficina espera que realicen de manera eficiente su próximo trabajo —agregó mientras tiraba un archivo sobre el escritorio hacia Ty. —Respetuosamente, señor, entiendo que usted necesite a alguien para controlar a este… agente — rechinó Zane—. Pero, ¿qué se supone que tengo que aprender yo de él? —preguntó, lanzando una mirada incrédula en dirección a Grady. Burns le dirigió una mirada dudosa a Ty y se encogió de hombros como disculpándose en respuesta a la pregunta de Zane. Estaba bien informado del pasado de Garrett, pero el tipo era ingenioso. Había tenido que serlo. Encontraría el modo de hacer este trabajo. —Puedes aprender a besarme el culo —replicó Ty mientras hurgaba en el expediente que su jefe le había tirado—. Como haces con todos los demás —murmuró. El temperamento de Zane se incendió ante las ridículas afirmaciones de Grady, dejando tras de sí más que un rastro de resentimiento. Habría puesto los ojos en blanco si no fuera consciente de cómo podría ser interpretado. El lenguaje del hombre era una completa e intencionada insubordinación. Parecía que su nuevo compañero era un verdadero premio, alguien que de alguna forma se había ganado el favor del director adjunto de su nueva división, tal como él mismo era el foco de la ira de Burns. —Señor, si me permite la pregunta, ¿quién es esta encantadora persona a la que voy a llamar mi compañero? —preguntó con un sarcasmo apenas velado. —El agente especial B. Tyler Grady —respondió Burns mientras Ty escudriñaba el archivo que había abierto, ignorando a los otros dos mientras lo revisaba—. A pesar de su apariencia, por desgracia es muy bueno en su trabajo. —¿Nos está poniendo en el caso de Tri-State? —preguntó Ty de repente, la incredulidad coloreaba sus palabras mientras miraba a Burns. Zane se puso rígido y respiró hondo. Lo sabía todo sobre el caso Tri-State. Diablos, todos en la Oficina lo sabían todo sobre el caso Tri-State, a pesar de que sólo habían estado trabajando en ello algunas semanas. Un muy desordenado, intrigante y realmente aterrador asesino en serie, seguía apareciendo y desapareciendo cada pocas semanas, ya casi dos meses, en Nueva York. Habían hallado dos cadáveres al otro lado de las fronteras estatales, cerca de la marca de los Tri-State, y la mayoría de los involucrados parecían creer que el asesino los había dejado allí deliberadamente para involucrar al FBI. Más recientemente, hacía apenas unos días, el hombre había eliminado a dos agentes, por lo que la Oficina ahora estaba personalmente involucrada. Los ojos de Zane se movieron de nuevo hacia Grady. Muy bueno en su trabajo, había dicho Burns. Zane decidió que debía haber sido un trabajo encubierto. Drogas o crimen organizado, a lo mejor importación/exportación. En algún lugar donde esa imagen de duro y violento encajara. Su mente empezó a zumbar, calculando cómo sus habilidades podrían complementarse entre sí. O no. —Así es —respondió Burns dando golpecitos sobre la mesa con la pluma—. E informareis a la oficina de campo de Nueva York, apropiadamente vestido, Grady, a las once del lunes. ¿Está claro? Reconociendo el despido y levantándose, Zane asintió. —Sí, señor —dijo secamente. El recorrido más reciente de Zane podría haber sido al laboratorio de informática de alta tecnología, pero eso no era lo único que podía hacer. Era un maldito buen agente, y lo sabía. Pero no podía dejar de pensar en Tyler Grady como una serpiente que golpeaba en el momento crítico y envenenaba la seguridad de su frágil empleo. Ya podía decir que esto no iba a ser fácil. En realidad, ya sabía que iba a ser más que duro. Sin embargo, aunque existía la posibilidad de que el tipo que olía a murciélago pudiera derrumbar su carrera cuidadosamente reconstruida como un castillo de naipes, también tenía una gran oportunidad. Si pudiera hacer este trabajo, le llevaría muy lejos. Y no permitiría que ningún desaliñado agente que se creía un tipo duro se interpusiera en su camino. Ty seenderezó y miró a Burns durante un largo momento antes de levantarse y dirigirse hacia el escritorio. Puso las dos manos encima y se inclinó, arrugando el archivo en su mano mientras miraba a su jefe. —Me conoces mejor, Dick —murmuró—. Mis compañeros no duran mucho tiempo. —Este es mejor —respondió Burns sin pestañear ante el tono insubordinado. —Me lo prometiste —murmuró Ty acusador. —Considera que me retracto —respondió Burns sin disculparse—. Vete a casa y dúchate, Ty. Apestas. Las voces eran bajas, pero Zane oyó lo suficiente. El disparo de despedida de Burns fue claro y Zane retorció los labios mientras se daba la vuelta para abrir el camino. Este Ty Grady debía ser alguna especie de superestrella especial para que el director adjunto soportara ese comportamiento. Eso o le hacía la pelota a alguien más arriba de la cadena, pensó Zane poco comprensivo. Se permitió una leve sonrisa cuando se detuvo en la oficina exterior. Había oído los mismos rumores acerca de sí mismo. Más que unas pocas veces. Ty le siguió y fulminó a Zane con la mirada durante un largo momento cuando la secretaria le olfateó con desaprobación. —Cuanto más pronto terminemos con esto, más pronto podremos volver a como era. ¿Entiendes? — dijo finalmente a su nuevo compañero. Zane no se dignó a responder. —¿Puedo ver el expediente del caso, por favor? —preguntó cortésmente. —Consigue el tuyo —respondió Ty mientras se volvía y salía de la oficina. Zane se quedó allí un momento, con la boca ligeramente abierta. Ty Grady era un grosero, insufrible, egoísta y maloliente hijo de puta, y Zane iba a tener que encontrar la manera de ignorarle. De lo contrario, podría ceder a la presión y matar al hijo de puta, por el bien de la humanidad. Ty se sentó en el restaurante abierto toda la noche cerca de su apartamento y leyó el archivo por decimocuarta vez mientras se metía el tocino y huevos. Los documentos tenían huellas de grasa y unas pocas manchas que no eran identificables, pero Ty no lo notó. Lo que estaba viendo eran los hechos del caso. Era uno de los casos más fascinantes que jamás había leído, y mucho menos participado. El asesino parecía escoger sus blancos al azar, no había ningún tipo de víctima. No tenía modus operandi del que hablar, y dejaba poca o ninguna evidencia detrás. La creencia actual es que la poca evidencia que se había recogido la había dejado intencionadamente, y las escenas donde los cuerpos fueron encontrados sin duda estaban preparadas. Ocho asesinatos y contando. Los únicos dos que no habían sido colocados después de la muerte (o asesinados de manera creativa, como Ty pensaba) eran los de los agentes del FBI que habían estado investigando los asesinatos. Dos agentes entrenados, ambos con antecedentes militares, disparados a quemarropa en la habitación del hotel antes de que ninguno de los dos pudiera ni siquiera disparar un arma. Y la única razón por la que la Oficina atribuía sus muertes al asesino era porque estaban trabajando en su caso, y el FBI no creía en las coincidencias. Ty sacudió la cabeza y suspiró, echó un vistazo a su reloj con un parpadeo. —Joder —gimió, rebuscando en el bolsillo dinero para dejar sobre la mesa mientras recogía la información altamente confidencial y se la metía debajo de la chaqueta sin miramientos. Tenía cosas que hacer mañana, hoy, antes de volar temprano la mañana del lunes. Zane estaba sentado a su mesa de comedor, con una pila completa de copias de archivos extendidos delante de él. Detalles del caso, informes de autopsia, fotografías de las escenas, pruebas forenses… había mucho que leer, muchos detalles. Detalles que la mente analítica de Zane capturaba y filtraba. Había estado tomando notas durante horas tratando de identificar patrones, no en el caso en sí, sino en la estructura estándar de la investigación: donde se seguía con precisión, donde se diferenciaba, donde había lagunas en la investigación, donde había demasiada información inútil. Había habido tanta gente en este trabajo que era un desastre. Todo eso, pensó, mientras se movía para tomar un bocado de la tardía cena del domingo, ensalada de pollo y uvas, era bastante fácil de seguir. Ya había decidido llamar a un par de agentes especiales para hacer unas preguntas; tal vez Serena Scott de la Unidad de Análisis de Conducta de Nueva York podría ayudar. Revisaba asesinatos todo el tiempo y aunque este caso les estaba volviendo locos, podría explicarle algunas cosas. El asesinato no era precisamente su fuerte. Además, ella le debía un favor. Un hombre no trabajaba en el FBI durante casi veinte años y no coleccionaba favores. Suspirando, apartó las comparativas de los informes del forense que había hecho y llevó el plato al fregadero de la cocina, lo lavó cuidadosamente antes de limpiar el mostrador. Echó un vistazo al reloj de la pared, enderezó los hombros y movió el cuello. Tendría que salir más temprano para ir de Arlington a Dulles a las 05:30 para tomar el avión. E iba a necesitar cada pedacito de paciencia y fortaleza que pudiera reunir para soportar lo que sabía que venía. Era un vuelo comercial y los billetes estaban esperando en el mostrador de la aerolínea. Ty movió la cabeza de lado a lado y se aflojó la corbata, murmurando infeliz mientras caminaba por el estacionamiento en el brumoso amanecer. Tenía la chaqueta sobre un brazo y dos bolsas de lona de ropa y equipo al hombro. Llevaba un maletín de cuero golpeado y marcado cruzado en el pecho mientras caminaba. Estaba corriendo porque llegaba un poco tarde, pero no estaba exactamente preocupado. Cuando llegó al interior, tenía la corbata torcida y la chaqueta del traje arrugada, se sacó el maletín por la cabeza y lo dejó caer de golpe para encogerse de hombros dentro de la camisa. Luego levantó todo de nuevo, recolocó las bolsas y se dirigió al mostrador de facturación. —Sabía que ibas a llegar tarde —comentó Zane mientras Ty pasaba por delante de él. —Y yo sabía que todavía tendrías metido el palo en el culo —respondió Ty con un movimiento de su cabeza, sin frenar mientras Zane le hablaba. La respuesta sabihonda de Ty no merecía una respuesta. Zane esperó a que retirara su billete y facturara sus bolsas antes de dejarse caer a su lado para caminar al control de seguridad. Se habían visto un total de dos veces, y Zane tenía la misma impresión fugaz: Ty era un idiota que había tenido suerte en la zona roja para llegar hasta aquí. Y la Oficina quería que fuera un poco más afortunado, pero no querían arriesgarse a que algo saliera mal (porque Ty estaba obviamente loco), y por eso el muy eficiente Zane Garrett estaba al cargo de sujetar su correa. Zane se cansaba sólo de pensarlo. Mostraron sus identificaciones y atravesaron el control de seguridad después de una breve comprobación. Todavía pensando en la mierda de actitud de Ty, Zane se divirtió pensando en lo que Ty debía de haber tenido que hacer para pasar el examen. Todos los agentes pasaban dieciséis semanas en la Academia, en la unidad de entrenamiento de nuevos agentes y luego eran divididos y especializados. Debido a sus antecedentes, Zane destacó en los puntos más finos de la ley. Capas de información. Patrones. Detalles. Puzles. Sorprendía a la gente que Zane tuviera un cerebro que encajara con su fuerza física, y lo había utilizado para su beneficio muchas veces. Tiempo atrás, cuando la Oficina le asignó a la División de Investigación Criminal de la Rama de Investigaciones Criminales, trabajó en delincuencia financiera. A medida que tuvo más casos en su haber, se movió a la delincuencia organizada y a los asuntos de informantes, que le hizo dar un breve paso por el trabajo encubierto. Varios virajes personales y profesionales e inmersionessalvajes más tarde, fue trasladado a la División Cibernética, para desenterrar y desempolvar viejos patrones y habilidades detalladas para restablecerse a sí mismo y con suerte pulir su reputación empañada. Trataba de no pensar a menudo en eso. Estaba empezando a sospechar que Ty Grady poseía un conjunto completamente diferente de especialidades, y Zane estaba absolutamente seguro que no encajarían con las suyas. Mirando por encima a su nuevo compañero, decidió inmediatamente que Ty, obviamente, no tendría ningún problema con la parte física del trabajo. Era uno o dos centímetros más bajo que Zane, pero su masa muscular probablemente igualaba la propia. Era físicamente impresionante, sin duda, y juntos eran claramente intimidantes mientras caminaban por la terminal. Eran los aspectos mentales de las habilidades de Ty sobre los que Zane meditaba casi alegremente mientras se movían. Zane se preguntaba si Ty sería capaz de manejar cualquiera de ellos o si esa era la razón por la que le habían asociado con este tipo, para ser el cerebro de la operación, por así decirlo. —Escucha, porque sólo voy a decirlo una vez —murmuró Ty mientras caminaban hacia su puerta—. Yo no hablo cuando vuelo. Duermo. Y no escucho cuando como, ¿entiendes? No quiero que seamos amigos. No quiero charlar —dijo dando un acento sarcástico a la palabra—. No quiero saber de tu infancia o cómo tu mamá te azotaba con un guante de goma o por cuanta terapia has tenido que pasar porque fuiste expulsado en preescolar. No quiero oír hablar de cuanto deseas ser director algún día o cuantas medallas has ganado cazando a los frikis de internet o lo orgulloso que estás de tus evacuaciones intestinales. No quiero ir de compras a Barney contigo y no voy a ayudarte a seleccionar corbatas que hagan juego con tus calcetines y, lo juro por Dios, si me disparas, te mataré. Mientras seguía al otro agente al avión y encontraba su asiento, y con la estoica conducta en su sitio, Zane no podía decidir si sentirse ofendido, molesto o triste. Pegarle a su nuevo compañero probablemente no sería tolerado y no estaba seguro de que Grady fuera tan bueno como él en provocar una escena. Pero qué vida tan miserable debía tener el tipo. Bueno, él no era el único que lo había pasado mal. Zane se esforzó para sublimar la ira que esa línea de pensamiento provocaba, pero hasta el momento, Ty sólo le provocaba ganas de alargar la mano y estrangularlo. ¿No le encantaría eso a la Oficina? Decidió que era mejor para todas las partes involucradas ignorar al hombre a su lado. Se adelantó y sacó el cuadro comparativo que había hecho con la información del médico forense con notas por todas partes en letra pequeña. Al menos podría aprovechar parte del tiempo. Ty suspiró fuertemente mientras se dejaba caer en su asiento y sacudía la cabeza mientras se ataba el cinturón de seguridad. Su nuevo compañero había fallado la primera prueba. Cualquiera que pudiera tragarse tranquilamente el veneno que acababa de arrojarle sin ni siquiera un "vete a la mierda" a cambio no era más que un trepa lameculos que debería haber estado trabajando detrás de un escritorio o en el mercado civil. Al menos su último compañero había dado tanto como había recibido, pensó con una mueca de dolor. Zane oyó la exhalación molesta y la ignoró. Apretó los dientes y deseó que hubiera alguna manera de salir de esta misión. Iba a ser un absoluto desastre, y probablemente él no sería capaz de hacer nada al respecto. Se preguntó a qué noveno nivel del infierno de oficinistas sería degradado si esto salía mal, o qué tipo de trabajo civil podría conseguir después de haber sido expulsado de la Oficina. Eso le molestaba más que nada, pensando en todos los años que iban a perderse. El vuelo sólo duraba una hora y Ty planeaba sentarse y dormir todo el jodido camino. El chico que pateaba el asiento de detrás era lo único que le mantenía despierto mientras el avión rodaba por la pista. Se dio la vuelta y miró entre los asientos, sus ojos color avellana perforaron al chico cuando los estrechó. —Una patada más y te arrancaré los dedos del pie y me los comeré —prometió. —Ten un poco de decencia —criticó Zane con la cabeza vuelta hacia un lado para comprobar la situación—. Debe tener tres años. No conoce nada mejor. —Ahora sí —respondió Ty mientras se daba la vuelta y se acomodaba en su asiento con satisfacción. Detrás de él, una joven madre horrorizada sostenía los pies de su hijo y jadeaba con los ojos muy abiertos y sin palabras. —No tienes ninguna habilidad con la gente —murmuró Zane, sacudiendo la cabeza—. No me extraña que te estés hundiendo rápidamente en el FBI. —Sí, soy un ancla —respondió Ty arrastrando las palabras mientras reclinaba la cabeza y sonreía—. He oído que nadie más va a trabajar contigo. Zane apretó los labios ligeramente y no levantó la vista de sus papeles. —Deberías comprobar tu audición —dijo sin emoción. —Mi oído está bien, Skippy1. Fuiste “promovido”, ¿no? —preguntó Ty sarcásticamente, haciendo las comillas con los dedos sin abrir los ojos—. Odio decírtelo, Deportista, pero ser transferido a otra división en el mismo nivel no es una promoción. Se llama reestructurar a los no deseados. —Información fiable, seguro, de alguien en una escalera que se derrumba. —Ambos parecemos estar en el derrumbe hacia la cuneta, Estirado —observó Ty feliz—. La diferencia es que a mí me importa una mierda —ofreció mientras levantaba la mano y apagaba la luz de arriba y ajustaba el aire frío para que soplara sobre él. Zane no respondió, en su lugar cerró los ojos un momento para tragarse la llamarada de enojo. Era cierto. A Ty le importaba una mierda. Pero a Zane sí, lo que significaba que estaban destinados a estar a la greña todo el tiempo que se vieran obligados a trabajar juntos. Ty simplemente rio en voz baja, consciente de que había dado en el blanco. Esto podría proporcionar algo de diversión después de todo, pensó, incluso si terminaban matándose mutuamente. Zane se centró de nuevo en las notas. El resto del vuelo transcurrió en silencio. Los detalles sobre las muertes rebotaban en su cabeza, sin establecerse en ningún tipo de patrón todavía. Sacaría las fotos y las estudiaría una vez más cuando se acomodaran. Quizá pudiera hacerse una idea de cada víctima. Levantó la vista cuando la luz del cinturón de seguridad se encendió, y miró tristemente a Ty. El otro hombre se había dormido suavemente ante la expectativa de la larga jornada por delante, y Zane decidió que dormido era su momento más encantador. Pero ahora tenía que despertarlo. —Grady —murmuró, la voz entrecortada. —No de nuevo, cariño, estoy cansado —murmuró Ty mientras se ponía de costado y los empujaba a ambos en los estrechos asientos. Enfadado, Zane empujó contra el otro hombre. —Grady —dijo con más insistencia—. Despierta. Ty resopló y abrió los ojos lentamente, mirando a su alrededor adormilado. —¿Hmm? Zane le miró, ligeramente sorprendido por la momentánea caída de la áspera actitud. —Nos estamos preparando para aterrizar —murmuró. Ty gimió suavemente y rodó sobre su espalda otra vez. Estiró los brazos por encima de su cabeza, bostezando mientras giraba su cuerpo ligeramente y estiraba un brazo hacia el pasillo. La azafata que estaba haciendo su última comprobación por el pasillo caminó hacia su mano y jadeó cuando él la agarró. Ty dejó caer los brazos y se giró para mirarla. —Lo siento, cariño —él le ofreció una pequeña sonrisa impenitente. Ella resopló un poco y le dirigió una sonrisa irónica mientras volvía al pasillo. —Los he tenidos peores —murmuró en respuesta mientras se inclinaba lentamente y le abrochaba el cinturón de seguridad—. Póngase en posición vertical, por favor —le dijo en voz baja antes de alejarse. Ty levantó obedientementeel asiento y sonrió, mirándola con una sonrisa de satisfacción cuando ella se dio la vuelta y siguió por el pasillo. Mientras Zane silenciosamente envidiaba la actitud libre de Ty y su comportamiento, al final, simplemente no podía creer el descaro del tipo. —¿Cómo llegaste a ser un gilipollas total? —preguntó, morbosamente curioso. Ty ladeó la cabeza y observó a la mujer hasta que ella se sentó y se volvió para mirar a Zane. —No era mi intención —insistió inocentemente—. Las copas C pueden meterse en el camino. La mirada de Zane fue evidentemente incrédula. —Creo que decides lo que una persona perfectamente educada haría y luego haces todo lo contrario. Es como si la meta de tu vida fuera ser el Anticristo. —El Anticristo —repitió Ty, riendo mientras negaba con la cabeza—. Sí. Apuesto a que tú eras el principal responsable del club de teatro en la escuela, ¿no? —No lo has negado. —Y Dios sabe que digo en serio todo lo que digo —respondió Ty con sinceridad fingida, llevándose la mano al corazón y acercándose a Zane seriamente. —Tienes esa mirada —confirmó Zane, con el rostro tranquilo hasta la pasividad. Ty rio entre dientes y se volvió para mirar de nuevo a la parte delantera del avión mientras las ruedas chirriaban sobre el asfalto y el avión desaceleraba rápidamente. —Vas a tener que expulsar muy rápido el palo que llevas en el culo si vamos a trabajar juntos — añadió mientras el avión rodaba a su puerta. Se desabrochó antes de que la luz del cinturón de seguridad se apagara y giró el cuello. —¿Qué pasa? ¿Temes que sea contagioso? —preguntó Zane. Su paciencia ya se le estaba acabando. No tenía el tiempo o el lujo de tratar con las payasadas de Ty. —No, no tengo miedo de convertirme en ti —respondió Ty con ironía, riendo suavemente mientras sacudía la cabeza. Se acercó a Zane, casi lo suficiente para tocarle la mejilla con la nariz—. Hueles a federal —explicó en voz baja y grave. Probablemente él era uno de los pocos agentes del FBI que pronunciaba los despectivos términos que otras agencias utilizaban cuando hablaban de ellos Cuando Zane volvió la mirada hacia el otro agente, sus ojos brillaban peligrosamente. Su voz fue fría. —Apuesto a que te excitas con ello. Ty sonrió lentamente, sus ojos resplandecían con picardía. —Si lo hiciera, ¿cambiarías? —preguntó. Zane se limitó a sacudir la cabeza como si sintiera lástima por el otro, decidió no hacer comentarios mientras se levantaba. Las palabras en la lengua eran ciertamente descorteses e impropias, y no podía permitirse que informaran de él. No es que su comportamiento pudiera competir con el de Ty. Ty se encogió de hombros y se estiró para recuperar la bolsa de la bandeja superior. No dijo ni una palabra mientras seguía la corta fila a la parte delantera del avión y la salida. La azafata estaba allí, sonriendo y diciendo adiós a cada pasajero, y cuando Ty se acercó a ella, él sonrió ampliamente y asintió con la cabeza con descaro. —Que tenga una agradable estancia en Nueva York, señor —le dijo mientras se acercaba y le estrechaba la mano, apretando discretamente un pedazo de papel en su mano. —Oh, ya se está volviendo agradable —respondió Ty brillante mientras se demoraba un momento, mirándola desenfadadamente, y luego se movía a la salida. —¿Y cómo se supone que tu imagen representa mejor al FBI que la mía? — le preguntó Zane en voz baja mientras caminaban hacia la vestíbulo. —No lo hace —respondió Ty por encima de su hombro—. Ese es el maldito punto, Estirado. Con sus largas piernas, Zane caminaba fácilmente a su lado. —¿Entonces por qué diablos trabajas para el FBI si te importa una mierda? —Porque no estoy por el estatus —respondió Ty alegremente. Zane se detuvo en seco, mirando la espalda de Ty con verdadero odio. La implicación de que la gloria era el motivo de Zane para trabajar en el FBI estaba muy cerca de la línea. Le observó alejarse y consideró llamar a Burns muy en serio y aceptar cualquier degradación de mierda que necesitara para no tener que lidiar con este bastardo. Su temperamento ya estaba rugiendo y eso no era bueno. No era bueno en absoluto. Apretó la mano en el maletín durante un buen rato mientras intentaba controlar la ira, viendo a Ty caminar hacia la salida. Ty sabía que Zane se había detenido, pero no dejó de caminar. Si el imbécil quería ponerse de mal humor y llegar tarde a la reunión, era asunto suyo. Ty estaba buscando al Número uno. Como siempre. También tenía un interés un poco más personal, en este caso en particular. Zane por fin salió de la terminal principal y caminó al aire fresco, Ty se estaba subiendo a un Tahoe negro del gobierno. En un minuto, también estuvo sentado en el interior y el vehículo abandonó la acera y se incorporó al tráfico del aeropuerto. Ty se dejó caer en el asiento de atrás, tratando de sacudirse el aturdimiento y pensar en nuevas maneras de molestar a su nuevo compañero. Miró al conductor por el espejo retrovisor, viendo ojos marrones, pómulos altos y pelo corto y rizado. Este tipo era demasiado guapo para ser un agente. Y parecía que tenía unos quince años. El hombre de pelo claro en el asiento del pasajero parecía aún más joven. —¿Qué sois, los Hardy Boys? —les preguntó con un bufido. Con los ojos mirando hacia adelante, Zane abarcó a los dos agentes delante de ellos y frunció el ceño. —Eso es muy inteligente de su parte, señor —respondió el conductor secamente sin apartar la vista de la carretera—. Yo podría señalar que somos demasiado jóvenes para saber quiénes son los Hardy Boys y hacerle sentir muy viejo —agregó mientras sus ojos marrones miraban por el espejo retrovisor a Ty—. Pero yo nunca haría eso, señor. Zane frunció los labios, pero no dijo nada. Sus ojos mostraban su diversión mientras miraba un poco más atentamente a los dos hombres. Los dos eran muy jóvenes, pero Zane sabía que en estos días los agentes experimentados eran prácticamente reclutados de los jardines infantiles. —Bienvenidos a Nueva York, agente especial Garrett, agente especial Grady —saludó el pasajero mientras se giraba un poco en su asiento—. Soy el agente Mark Morrison, este es el agente Tim Henninger —prosiguió. Su voz cambió ligeramente para añadir una pizca de sarcasmo—. Somos los chicos del chupa-chups enviados a cuidaros. Ty entrecerró los ojos y examinó a Morrison y luego a Henninger lentamente. Giró la cabeza y miró a Zane críticamente. —Creo que se supone que es un referente cultural de algún tipo —explicó a su compañero—. Pero no lo pillo —resopló. Zane soltó un bufido. —Gran sorpresa —murmuró, casi para sus adentros. Morrison se inclinó alrededor del asiento para mirarles. —Seremos vuestras escoltas y los contactos de campo en la oficina de Nueva York mientras estéis aquí. Estamos camino a la oficina para reunirnos con el agente especial al cargo. ¿Podemos parar en algún lugar? ¿Comida? ¿Bebida? —¿Qué, no habéis empacado el almuerzo? —preguntó sarcásticamente Ty mientras se revolvía en el asiento y se apoyaba contra la puerta. Subió un pie y lo apoyó en la consola entre los dos asientos delanteros. —Claro, en mi fiambrera de Bob Esponja. También tengo el termo —disparó Morrison. Zane mantuvo la boca cerrada, moviendo los ojos entre los dos hombres, y de vez en cuando volviendo al conductor, quien casualmente estaba prestando atención. Ty miró al chico y entrecerró los ojos aún más. —¿Bob qué? —preguntó sin emoción. Zane ni siquiera trató de contener la risa cuando Morrison miró a Ty como si hubiera perdido la cabeza. —Bob qué… me estás provocando, ¿verdad? —dijo Morrison—. Henny, me está provocando. —Sí, bueno, eso es lo que consigues por agitárselo en la cara —respondió el conductor razonable. —¿Qué demonios es un Bob Esponja? —preguntó Ty a Zane tranquilamente en el asiento trasero. Zane giró la cabeza, tomándoseun momento para evaluar si Ty hablaba en serio y si atacaría a Zane por responder. —Es un personaje popular de dibujos animados —respondió en voz baja. Podía ver los ojos del conductor en el espejo retrovisor de nuevo, observándolos. Examinándolos. Ty miró a Zane con incredulidad por un momento y luego apartó la mirada sacudiendo la cabeza. —¿Tal vez prefieras a Scooby Doo? —ofreció Henninger cortésmente. —Más bien el Caballero oscuro —murmuró Zane sin pensar. Ty sonrió y miró hacia el hombre. —¿Eso significa que puedo llamarte Robin a partir de ahora? —preguntó con un brillo divertido en sus ojos. —Es Chico Maravilla para ti —respondió rotundamente Zane, volviéndose para mirar por la ventanilla mientras Morrison se quedaba mirándolos. —Agh —gruñó Ty mientras apartaba la mirada de nuevo y apoyaba su otro pie en la consola central —. Eres demasiado fácil —gruñó desconsolado. Zane apenas contuvo una risita cuando Morrison parpadeó. El agente joven miró a su compañero. —Bueno, tenemos a los dos tipos correctos —dijo con gravedad. Se volvió para mirar a los dos hombres con recelo—. Nos dijeron que era vuestro primer trabajo juntos y que probablemente no os llevaríais demasiado bien. —Estaban en lo cierto —respondieron Ty y Zane casi al unísono. —Cállate —le bufó Ty. —Señores, me alegro de que hayan llegado. Agente especial al cargo, George McCarty. Encantado de conocerlos. Vamos a seguir con esto, ¿de acuerdo? —el jefe de la Oficina de Campo de Nueva York saludó a toda prisa, sin dar a ninguno de ellos la oportunidad de responder del mismo modo. Dejó caer unos cuantos archivos sobre la mesa y se ajustó la corbata—. ¿Confío que ambos estéis familiarizados con el caso? Bueno, entonces podemos seguir adelante con vuestros arreglos y directo a ello. Ty levantó una ceja ante el torbellino y miró a Zane. Sin darse cuenta, Zane abrió su archivo, que contenía una lista de las notas y preguntas, esperando a que McCarty continuara. —Como todos sabemos, este caso se ha cobrado a dos de los nuestros —continuó McCarty mientras se inclinaba sobre la mesa y miraba su expediente—. Lo que ha hecho que tenga la más alta prioridad. Trabajaréis con los agentes especiales Sears y Ross. No han podido estar hoy aquí, todavía están en el proceso de entrevistar al personal del hotel donde fueron encontrados los agentes especiales Sánchez y Reilly —dijo tenso. Suspiró brevemente, como si ese pequeño discurso le hubiera supuesto mucho—. Se os dará un coche y un conductor, si lo deseáis. Os hemos reservado dos habitaciones contiguas en el Grand Tribeca. Está a poca distancia de la oficina y tiene la más alta seguridad. Todos nuestros archivos y recursos están abiertos, aunque os diré ahora mismo que la cooperación con vuestros nuevos compañeros de equipo probablemente será mínima, a pesar de mis órdenes de trabajar con vosotros — les dijo con franqueza, sin ocultar los sentimientos amargos de la oficina de campo hacia alguien de fuera que enviaban para manejar sus casos—. ¿Alguna pregunta? —Proporcionará la lista de contactos, ¿no? —preguntó Zane. —Todo está en el archivo —contestó McCarty con un movimiento de cabeza—. Cualquier cosa que necesitéis durante el curso de la investigación se encuentra a vuestra disposición, incluido el equipo que los agentes especiales Reilly y Sánchez estaban utilizando. ¿Algo más? —¿Han descubierto cómo supo el asesino dónde se alojaban los agentes? —preguntó Ty mientras se giraba en su asiento y apoyaba los pies en la silla de al lado. El agente especial al cargo se dirigió a uno de los hombres a su lado. —No —respondió Morrison como obedeciendo la señal silenciosa. Era el más bajo de los Hardy Boys, pero fuerte, con pelo rubio de punta y brillantes ojos azules—. Sin embargo, no creo que haya sido una cosa de dentro. Especulamos que pudo haberlos seguido desde una de las escenas. —¿Está Serena Scott en la ciudad? Me gustaría conocer sus opiniones sobre la escena del crimen — añadió Zane, en referencia a la jefa de perfiles de Nueva York. —No la hemos traído a este caso. Todavía. —respondió Henninger. Fuera del coche, Zane podía ver que el agente joven era alto y delgado, y su corte de pelo corto no podía refrenar los oscuros rizos que tenían que ser naturales—. ¿Quieres reunirte con ella personalmente? —preguntó con una mirada imperceptible hacia Ty. —Absolutamente —contestó Zane con firmeza—. Su visión es muy valiosa y hay cosas que no se trasladan al papel. —Organizaremos la reunión lo antes posible —aseguró el hombre, mirando de nuevo a Ty casi interrogante. Zane echó un vistazo a Ty para ver si tenía algo que añadir. Su nuevo compañero había apartado su silla y miraba al techo sin hacer nada con una ligera mueca de disgusto en los labios. —No vamos a necesitar el conductor. Muchas gracias, señor —dijo Zane mientras cerraba su expediente y se levantaba. —Si necesitáis algo más, sólo tenéis que pedirlo a través de los agentes Henninger o Morrison — añadió McCarty con un gesto de su dedo pulgar por encima del hombro a nadie en particular—. Conseguirán todo lo que necesitéis —les aseguró mientras los Hardy Boys asentían. **** Hubo un discreto golpe en la puerta de la sala de reunión, McCarty se incorporó y gritó un brusco: —¡Adelante! La recepcionista asomó la cabeza por la puerta. —Señor, el director adjunto en la línea cuatro para usted y los agentes especiales Grady y Garrett. Dice que es urgente. —Gracias, Denise —gruñó McCarty y ella se retiró en silencio. McCarty observó la puerta hasta que se cerró con un click y luego se inclinó hacia delante y presionó un botón en una de las unidades del centro de la gran mesa de reuniones. —Richard —saludó. —Buenos días, George —respondió la voz de Dick Burns claramente por el altavoz—. Confío que Grady y Garrett ya estén ahí y ¿causando problemas? —Siempre tomas la apuesta segura —respondió con ironía McCarty—. Debo repetir mi desaprobación por esta pequeña operación, Richard. No creo que uno de mi personal sea el responsable de esta locura. —Entiendo lo difícil que es tu posición, George —respondió Burns—. Pero, lamentablemente, el director Radshaw y yo no estamos de acuerdo. Detrás de McCarty, Henninger y Morrison se movieron inquietos e intercambiaron una imperceptible mirada. Ty ladeó la cabeza y frunció el ceño ligeramente al altavoz. No le gustaba el sonido de esta conversación, pero pensó que tal vez entendía por qué estaban aquí. Sus agudos ojos color avellana se movieron para observar a McCarty con curiosidad mientras los dos hombres hablaban por teléfono. McCarty suspiró y miró a Ty y Zane con ojos entrecerrados. —Parecen un poco confundidos, Dick —dijo a Burns con un toque de diversión. —Señores —respondió Burns por teléfono—. Me disculpo por no informaros por completo cuando estuvisteis aquí, pero los puntos más delicados todavía estaban siendo resueltos. —¿Los puntos más delicados? —preguntó Zane, un poco malhumorado por haber quedado fuera. Ty se frotó la nariz y cerró los ojos con fuerza. —¿Por qué siempre me haces esto a mí? —preguntó lastimeramente. —Porque no te gusta mucho —le dijo Burns con diversión—. Trabajarás en el caso Tri-State — añadió sin esperar respuesta—. Ante los miembros del equipo de Nueva York, parecerás ser inexperto, inepto y perezoso. Si te tropiezas con alguna pista, bien por ti. Ty miró a Zane y sonrió, conteniéndose de hacer comentarios. Zane se estaba conteniendo con fuerza para no hacer un comentario sarcástico. —En la periferia, y lo más importante para vuestra misión, os concentraréis no en los asesinatos en serie, sino en las muertes de los agentes especiales Reilly y Sánchez. —¿Debido a que sospecha de un trabajo interno? —preguntó Zane en voz baja. —Precisamente. Creemos que si podemos descubrir cómo llegó el asesino hasta ellos, le tendremos. —¿Ynuestros parámetros de funcionamiento? —preguntó Ty ansioso mientras se inclinaba hacia delante, más cerca del altavoz. —No os matéis mutuamente —ordenó Burns con una sonrisa en su voz—. Cualquier pregunta futura, dirigíos directamente a mí. George se quedará fuera del circuito por si acaso tiene que negar el conocimiento de vuestras operaciones —agregó. Ty y Zane miraron a McCarty. El hombre no parecía contento, pero era evidente que ya había discutido el plan con Burns. —Eso es todo, señores. ¡Buena suerte! —les deseó Burns—. George, dale recuerdos a tus chicas — añadió antes de que la línea se cortara. McCarty miró a los dos agentes que se sentaban frente a él y soltó un bufido. —¿Algo más? —les preguntó con una ceja levantada. —No, señor —respondió Zane, sacudiendo la cabeza. McCarty se limitó a asentir. —Ahora, si me disculpan, tengo una reunión con el alcalde —gruñó descontento y salió de la oficina, dejando a Morrison y Henninger atrás. Ty se sentó girando el bolígrafo perezosamente, inmóvil, mirando a los dos hombres más jóvenes divertido. —¿Cómo os habéis quedado metidos en esta mierda? —preguntó por fin. —Sólo somos los chicos de los recados, señor —respondió Henninger en voz baja, con un dejo de diversión en sus ojos oscuros cuando miró a Ty. Ty sonrió torcidamente y asintió. —Nosotros también —respondió con ironía. Henninger luchó con fuerza por no sonreír. Zane miró a los dos agentes y de nuevo a Ty. —¿Alguna milagrosa chispa de perspicacia, Grady? —preguntó. —Sí —respondió Ty mientras se levantaba y se quitaba la chaqueta del traje. Soltó la corbata y la tiró sobre la mesa—. Necesito que me encuentres una Batgirl —añadió pensativo. —Estoy seguro de que la batseñal está arriba —respondió Zane distraídamente mientras hojeaba la carpeta, comprobando si había que pedir material. Morrison y Henninger intercambiaron miradas dudosas. —Tienes demasiados comentarios guardados —le dijo Ty a Zane con desaprobación. Se giró hacia Morrison y Henninger y les hizo un amplio gesto con la mano—. ¡Llevadnos a la Batcueva! —ordenó con cara seria. Morrison se quedó con la boca abierta mientras miraba a Ty, obviamente pensando que estaba loco. Su compañero le miró y entrecerró los ojos. —Vamos, Mark —murmuró—. Todavía te está tomando el pelo. —Los dos agentes más jóvenes salieron, murmurando entre sí. —Sabes que es más probable que nos lleven a la Mansión Wayne —dijo Zane mientras les seguían, tanto para conseguir un punto como para pinchar a Ty mientras pudiera—. Ocultos a plena vista y sin escatimar en la cuenta de gastos. —Triste, pero cierto. Era bueno que se supusiera que estaban trabajando encubiertos o ya se habrían echado a perder. —Eso no tiene ningún sentido. Cállate, compinche —le murmuró Ty. Zane se permitió una pequeña sonrisa antes de recordar lo mucho que le disgustaba este hombre. —¿Queréis desayunar antes de ir al hotel? —preguntó Morrison. Él parecía ser el interlocutor de la pareja. —La Batcueva no es el hotel —protestó Ty molesto chasqueando los dedos—. Subid a bordo de la metáfora, niños. —¿Dónde diablos está la Batcueva entonces? —peguntó Henninger con un largo suspiro de sufrimiento. —El laboratorio, tío. Llévanos al laboratorio —ordenó Ty con exasperación. Zane echó un vistazo a los Hardy Boys, sorprendido otra vez de lo jóvenes que parecían. Seguramente, habrían visto alguna versión de Batman. Eso le hacía sentirse viejo. —Bueno, ¿cómo demonios se supone que vamos a saber eso? Vosotros tíos viejos visteis toda la mierda original. El nuevo material es mucho mejor y la Batcueva no es un laboratorio —bramó Morrison. Zane parpadeó. ¿Viejos? Echó un vistazo a Ty, preguntándose qué clase de fuegos artificiales provocaría ese comentario. —¿Me veo como si hubiera visto el original de algo, Bob Esponja? —preguntó Ty con una sonrisa y señalándose el pecho—. ¿De todos modos, que haces leyendo cómics? Cuando yo tenía tu edad estaba en el Golfo, tío —continuó. —¿El Golfo de qué? —preguntó Morrison, con una mirada en blanco en sus ojos. —El Golfo Pérsico —respondió Zane bruscamente, para nada divertido. Notó que Henninger cerraba los ojos con exasperación y sacudía la cabeza. Ty no sabía si estar más sorprendido por la idiotez de Morrison o al repentino apoyo aparente de Zane. Se quedó mirando a Morrison durante un minuto, dejando las bromas miró a Zane, quien lo miró a los ojos por un momento y suspiró. —Los niños de estos días —murmuró mientras se interponía entre los dos agentes más jóvenes y pulsaba el botón del ascensor. El viaje en ascensor fue breve y cuando paró Henninger les guio a la salida. —El equipo ha estado un poco disperso desde la muerte de los agentes especiales Reilly y Sánchez —dijo en voz baja mientras caminaban por el pasillo—. Todos los conocían. Me temo que no está realmente organizado en estos momentos. —¿El equipo se ha tomado tiempo libre? —preguntó Ty. Henninger le miró a la defensiva como si esperara una burla. —No —respondió secamente mientras abría la puerta del laboratorio principal. —Dádselo mientras nos familiarizados con el caso —ordenó Ty. Zane frunció el ceño. Él no tenía ningún problema con darle al equipo con exceso de trabajo de un día o dos de descanso, pero ¿cómo se suponía que iban a hacer cualquiera de las cosas que Burns había ordenado si nadie del equipo estaba cerca para observar? —Deberíamos tener acceso a todo el material adicional del caso —dijo con lentitud sin discutir abiertamente—. Me gustaría pasar algún tiempo con las fotos. —Les retiraré —respondió Morrison con diligencia, sabiendo obviamente que había insultado a los dos agentes más antiguos y con la esperanza de compensarlo. —¿Algunas de las escenas de los crímenes siguen intactas? —preguntó Ty. —Eh… creo que la más reciente —respondió Morrison inseguro—. ¿Puedo preguntar por qué? —Me gustaría visitarla —replicó Ty. —A mí también —añadió Zane. Se preguntó si a Serena Scott le importaría ir y ver el sitio en persona. Tendría que preguntárselo, a menos que Ty se le metiera en la cabeza ir en este mismo momento. Ese pensamiento le hizo darse cuenta de que en realidad no tenía idea de para que estaba entrenado Ty o cómo se comportaría en este caso. Al menos, el otro hombre sabía de qué departamento venía Zane, aunque eso no exponía su entrenamiento. Podría no haber sido una mala idea averiguar un poco más sobre el gilipollas de su compañero. Era obvio por el hecho de haber estado destinado al Golfo que había sido alguna clase de militar, y cuando Zane pensó en ello en realidad no supuso una sorpresa. No le llevaría mucho tiempo solicitar el expediente de Grady. —¿Cuándo te gustaría ir? —preguntó Morrison. —Tan pronto como hayamos terminado aquí —respondió Ty con un gesto hacia las puertas del laboratorio mientras se acercaban. —Eso puede ser un pequeño problema —respondió Morrison nervioso mientras Henninger deslizaba la tarjeta llave en la ranura de seguridad. —Entonces soluciona el problema —dijo Ty con frialdad. —Los detectives de la policía de Nueva York asignados al caso llevan dos días sin responder a nuestras llamadas. No saben que estáis aquí —replicó Morrison. —Entonces, ¿cuál es el problema? —preguntó Zane, deteniéndose en el mostrador de seguridad. —Técnicamente todavía es un caso común. El sitio fue dejado bajo la custodia de la policía de Nueva York —respondió Morrison con una mirada de agradecimiento a Zane cuando Ty suspiró con exasperación—. Vamos a tener que informarles del cambio en el caso y darles… —Entonces, manos a la obra —interrumpió Ty antes de atravesar la puerta de seguridad que Henninger le mantenía abierta. —Vamos —dijo Zane en voz baja—. Haznos saber cuando esté arreglado. Morrison huyó, seguido por su compañero más tranquilo, Zanese volvió y siguió a Ty, preguntándose si éste sería el patrón de trabajo: Huracán Grady arrasando y arrojándolo todo, dejando que Zane limpiara el desorden. No se había dejado el culo trabajando los últimos dos años para ser un maldito conserje. Cuatro horas después de entrar al laboratorio, Ty se sentó en medio de una lluvia de papeles y pilas desordenadas de informes. Apoyó los codos en la mesa, frunciendo el ceño pesadamente y mirando el brillante acero inoxidable. Al otro lado de la mesa, Zane estaba muy ocupado trabajando en sus listas. Levantó la vista hasta detenerse en la mirada en el rostro de Ty. —¿Qué pasa? Ty no levantó la vista. Tenía los ojos vidriosos y el ceño ligeramente fruncido. —No hay patrón —murmuró—. Lo único que conecta estos casos son los pequeños simbolismos que el tipo deja con los cuerpos y el hecho de que todos terminan muertos. Aparte de eso, no hay ningún tipo de víctima común, no hay modus operandi común. Arma, causa de la muerte y el modo en que los pone en escena. Todo diferente. Por último, centró los ojos y miró los archivos acusadoramente, como si fuera su culpa. —Víctima número uno: Kyle Walters —recitó de pronto—. Un tipo rico de Wall Street, encontrado en su habitación, aún con vida, medio loco, sufriendo de hipersensibilidad grave a la luz, al sonido, al olor, lo que sea. Muere en el hospital sin decir una palabra coherente. Se dictaminó la causa de la muerte como una sobredosis de metanfetamina. Joder, la única razón por la que sabemos que este tipo fue una víctima fue porque la criada encontró la señal del asesino una semana más tarde. Los asesinos en serie suelen encontrar placer viendo a sus víctimas morir o con el poder de matar. ¿Por qué iba a dejarle con vida y arriesgarse a ser identificado? —Tal vez así también obtiene placer tanto como observando el sufrimiento —sugirió Zane tranquilamente, sin levantar la vista del papel. Sus dedos se movieron sobre las listas, todavía tomando notas de los expedientes—. El mejor patrón de desarrollo es el hecho de que las víctimas son tan diferentes. Como si estuviera eligiendo específicamente sobre la base de algún razonamiento. La mayoría de los asesinos en serie se fijan en un tipo particular de víctimas: mujeres jóvenes rubias u hombres ricos homosexuales, por ejemplo. —Sí, querida, soy consciente de eso. A eso me refiero. Tenemos un corredor de bolsa varón de treinta y siete años de edad, sobredosis con alguna mierda de metanfetamina de calidad —dijo Ty mientras cerraba los ojos y apoyaba la cabeza contra la silla. La sacudió, recitando todo de memoria—. Luego, Susan Harris, una prostituta de veintitantos encontrada en nada menos que el cementerio más exclusivo del estado envuelta en una sábana, sin dientes y sin causa aparente de la muerte. Luego un doble asesinato. Dos mujeres jóvenes: Allison McFadden y Teresa Escobar compañeras de cuarto, ambas asfixiadas y colocadas en sus camas como si estuvieran durmiendo Lo único notable era que les habían teñido el pelo postmortem. Luego tenemos al tristemente equipo de gemelos que ha involucrado al FBI, Ryan y Russell Steven. Asesinados en la marca de los Tres Estados, el Tri-State, un hombre en cada uno de los estados limítrofes, muertos a tiros. A finales de los cincuenta, un aparente doble suicidio, si no fuera por la señal dejada por el asesino. Movió el cuello y sacudió la cabeza, tratando de encontrar el sentido. —El primer hombre era moreno, la prostituta era rubia de bote pero morena natural, la segunda y tercera eran rubia y morena, luego teñidas de lo contrario y los gemelos pelirrojos. Ambos sexos, sin tipo de cuerpo común. Ojos marrones, ojos verdes, ojos azules… demonios, ni siquiera deja las mismas señales. ¡Joder! —escupió—. Todos los asesinos en serie tienen patrones. Tiene que estar ahí —murmuró para sí mismo. —No tener patrón puede ser un patrón. —Estaba clara en la voz de Zane la distracción paciente—. Si él es inteligente y no está loco, puede estar jugando con nosotros deliberadamente. Es un juego para él. —Mientras Ty se sentía frustrado, Zane evitó moverse, centrándose en los números y los datos—. Quiero trazar las ubicaciones de los cuerpos para tener una idea del territorio que estamos viendo. —Levantó la mirada para ver a Ty frunciendo el ceño y la curiosidad ganó—. Dime, Grady, ¿por qué demonios estás aquí? ¿Por qué Burns te puso en este caso? —Entiendo que hay un patrón —respondió Ty lentamente, haciendo caso omiso de la pregunta por un momento—. Quiero saber cuál diablos es —rechinó con paciencia. Se echó hacia atrás y giró el cuello —. Y él me puso porque me conoce. Soy bueno husmeando y en los juegos mentales —dijo secamente, eligiendo no entrar en más detalles. Zane asintió lentamente. Estaba empezando a ver por qué habían sido emparejados para este espectáculo extraño. Ty era bueno en juegos mentales, Zane era bueno en detalles y patrones. Y dado que obviamente no funcionaban bien juntos ni siquiera necesitaban hacer una demostración para el equipo de Nueva York. —Tengo suficiente —anunció, cerrando el expediente y el cuaderno—. Mañana iremos a hablar con los detectives de la policía de Nueva York, y Serena Scott debería devolverme la llamada. Henninger y Morrison nos conseguirán acceso a la escena o lo conseguiremos nosotros mismos. —Se retiró de la mesa—. ¿Tienes algo más? —su voz era neutral. —No —murmuró Ty sin moverse. Seguía mirando los archivos y frunciendo el ceño. Zane le miró en silencio durante un largo momento antes de decir: —¿Listo para dirigirte al hotel? Yo no sé tú, pero estoy listo para la cena y un trago. —¿Bebes de servicio? —preguntó Ty con incredulidad cuando finalmente apartó la vista de los archivos. —¿No lo hacen todos? —Zane se dirigió al pasillo—. Tengo un nuevo compañero sabelotodo con el que tratar, así que sin duda no se me puede culpar —murmuró en voz baja mientras se dirigía a la puerta y salía del laboratorio. Unas cuantas cervezas en la cena ni siquiera se registrarían en un alcoholímetro con su masa corporal y recorrerían un largo camino a sus nuevas ideas, pero no se atrevía. Aunque eso no significaba que no soñara con ellas. —Nunca has sido un agente de campo antes, ¿verdad? —preguntó Ty con desdén, pronunciando en voz alta la pregunta mientras se quedaba en la mesa, mirando fijamente los archivos y las fotos de las escenas de los crímenes. Zane se detuvo en la puerta, tomándose un momento para ordenar sus pensamientos y alejar los fantasmas de sus constantes pesadillas. —Un trago de vez en cuando no supone el fin del mundo. Supongo que vienes de trabajar infiltrado, lo que significa que siempre estabas mirando por encima del hombro, viviendo cada minuto, sabiendo que un error te enviaría al depósito de cadáveres. —Zane conocía muy bien la situación—. Si bien es admirable, y posiblemente el trabajo más difícil que el FBI hace, vas a tener que encontrar la manera de reducir la marcha, o las personas con las que trabajamos van a estrangularte. No puedes trabajar todo el día, mantenerte lo suficiente agudo para hacer cálculos con esta cantidad de datos y entrar en la mente de un loco. Ty apartó la vista de los papeles de nuevo y miró a Zane serio. —¿Crees que esos chicos en la morgue redujeron la marcha antes de que les mataran? —preguntó secamente. —Creo que estaban encerrados con tanta seguridad como pudieran conseguir, sin ninguna razón para pensar que les encontrarían y mucho menos les atacarían. Lo que significa una de dos cosas —respondió Zane, con sus duros e inquebrantables ojos marrones—. O bien la habían jodido y se habían expuesto, o alguien que sabía dónde estaban les entregó, ya fuera por error o no. De cualquier manera, dejar bajar la guardia no supone ninguna diferencia. Ya estaban muertos. Ty sacudió la cabeza y resopló con sorna. Sabía queestaría condenado si se dejaba disparar en el pecho mientras dormía. Nunca pensabas que estabas a salvo. Sentirse seguro te mataba. Zane casi podía ver la tensión que emanaba de Ty en oleadas. —¿Vas a ir al hotel o planeas quedarte aquí todo el día? —preguntó. —Voy a ir a un hotel —respondió Ty mientras se levantaba y recogía su abrigo y su maletín—. Un hotel diferente. Y tú vienes conmigo. Zane simplemente le miró, esperando una explicación. Era la primera vez que el otro hombre había indicado, aunque fuera remotamente, que quería a Zane a su alrededor. —No pienso perder otro agente por esta mierda, ¿entendido? —respondió Ty bruscamente mientras metía varios de los archivos en su maletín y miraba de nuevo a Zane—. Incluso si eres tú. Zane supuso que debería sentirse cálido y confuso sobre Ty, por lo menos no quería que fuera horriblemente asesinado y dejado desangrarse en la ducha o algo así. Sin embargo, de alguna manera, el sentimiento no inspiraba mucha camaradería. —Entonces, ¿dónde vamos? —Al Holiday Inn, tío —respondió Ty—. Si voy a correr con los gastos, no voy a pagar 500 la noche. Zane se encogió de hombros. Una habitación era una habitación. Se había alojado en mejores sitios y en peores. Siguió a Ty fuera del laboratorio y por el pasillo hacia el ascensor. —¿Y luego? —Quería saber si la repentina preocupación de Ty por su bienestar incluía quedarse cerca, él había planeado volver después de la cena para estudiar los mapas y notas de las pruebas. Ty se encogió de hombros mientras apretaba el botón del ascensor. —Luego veremos lo que se cuece —respondió sin cuidado. Zane miró a su compañero con exasperación. Primero, concentrado en el caso completa y totalmente, un caso que ni siquiera era su principal objetivo, y ahora, esto. —¿Haces algo como una persona normal? —preguntó, aunque la pregunta era totalmente retórica. Y en absoluto un cumplido. Ty se dio la vuelta y le miró con ligera sorpresa una vez estuvieron en el ascensor. —Sólo las cosas divertidas —respondió finalmente después de un momento de mirarle pensativo. —Cosas divertidas —repitió Zane, sin apartar la mirada de Ty, una vez que quedó atrapado por los ojos castaños del hombre. —Las recuerdas, ¿no? —preguntó Ty con una sonrisa mientras dejaba que sus ojos viajaran por Zane pensativamente—. Tal vez no —decidió con un suspiro. Zane sabía con absoluta certeza que no quería que la conversación continuara. —¿Cuántos strikes me quedan? —preguntó bruscamente. Sabía que Ty le había estado midiendo, en más de un sentido. —Ninguno —respondió Ty inmediatamente, aunque estaba un poco sorprendido de que Zane supiera siquiera hacer la pregunta. El fantasma de una sonrisa de desaprobación cruzó los labios de Zane. Sabía que Ty no le tenía ningún respeto. Francamente, a Zane no le importaba. No tenía intención de que esta broma de sociedad durara mucho tiempo. Sólo se preguntaba quién en lo más alto del FBI había decidido juntarle con Ty. —Entonces, ¿por qué no me ha echado el árbitro del juego? —Porque en este juego no hay árbitros —respondió Ty serio mientras las puertas se abrían en la planta baja—. Y no hay ninguna regla. Zane salió primero. —Así que sin reglas. —Podía vivir con eso. Mejor que trabajar bajo el pulgar de otra persona, como en los dos últimos años—. O inventamos las nuestras. —Sí, pareces del tipo que necesita reglas —respondió Ty con una mueca despectiva. Zane no respondió mientras caminaban por el parking. Se refugió en su silencio pétreo, centrándose en pensar en los próximos pasos de la investigación, en lugar de en la insolencia del imbécil de su compañero. 2 DESPUÉS de registrarse en un hotel a sólo una manzana o dos del elegante establecimiento donde se suponía que se hospedaban, Ty Grady fue inmediatamente a la ducha y se lavó la frustración de todo el día. Se había sentido un poco sorprendido cuando su nuevo compañero pagó su propia habitación, pero le venía bien. No quería estar a menos de tres metros del cabrón si no era necesario. Arrogante remilgado. Dios, el tipo probablemente dormía con su corbata. Tener habitaciones separadas funcionaría bien si Ty pretendía comenzar como de costumbre. No estaba acostumbrado a los canales normales y trabajaba mucho mejor en un caso a base de instinto que con métodos convencionales. Dudaba que Zane fuera a ir con él esta noche, de todos modos, iba a salir por su cuenta. Siembre había estado más cómodo escabulléndose en las sombras que señalando su autoridad. En una habitación al final del pasillo, Zane Garrett suspiró cuando tiró las bolsas de lona y el maletín. Se pasó las manos por el pelo y se estiró. Ty y él habían terminado a varias puertas de distancia, pero no era lo suficiente lejos en lo que se refería a Zane. Una ducha caliente sonaba bien, así que empezó a desnudarse. Lo siguiente en el orden del día era la comida, y luego volvería a la oficina. Se recordó que por lo menos tenía que llamar a Ty y decirle a dónde iba. Si fueran verdaderos compañeros, se habrían quedado en la misma habitación, pero segurísimo que él no iba a sugerirlo. No era tan masoquista. Se puso unos cómodos vaqueros desgastados y un jersey de color rojo óxido con cuello en V después de lavarse, recogió la funda, verificó todo antes de colocársela cómodamente sobre los hombros. Comprobó las delgadas vainas que llevaba por dentro de las muñecas, luego se arrodilló y ató otra alrededor del tobillo. Completamente armado, se sintió mejor de lo que se había sentido en todo el día. Odiaba los aviones. La seguridad tendía a ser un poco estridente cuando intentabas atravesar los puestos de control con algunos cuchillos, incluso si eras un agente federal que siempre llevaba un arma. Se puso la chaqueta de lona por encima y con una mirada al espejo, puso los ojos en blanco. Ty probablemente pensaría que estaba tratando de copiarle, de parecer menos estirado y más digno de la calle. Zane suspiró ante el espejo, luego agarró su cartera, los cigarrillos, el encendedor y la tarjeta llave y se dirigió por el pasillo hasta la puerta del otro agente para una rápida comprobación. Ty respondió el golpe brusco envuelto en una toalla, el cuerpo todavía mojado y con el vapor saliendo de la puerta del baño detrás de él. Zane alzó una ceja mientras su estómago saltaba en reacción. —Sí. Eso es muy seguro —comentó, forzando la voz para sonar irónico. —¿Qué? —preguntó Ty con una inclinación de cabeza. Zane miró significativamente hacia arriba y hacia abajo del cuerpo apenas cubierto de Ty. Ty se miró a sí mismo y luego a Zane con desdén al darse cuenta de lo que este estaba diciendo. —Soy un arma letal, tío —gruñó. Se volvió y le hizo un gesto con la mano por encima del hombro, diciéndole que entrara. Zane habría resoplado excepto que pensó Ty no exageraba tanto. No se sabía cuáles eran los antecedentes de Ty (aunque Zane ya había discernido que era algún tipo de militar), pero parecía efectivamente capaz. Y en forma. Muy en forma. Zane tragó saliva mientras entraba y cerraba la puerta tras de sí, dejando los sentimientos extraños en el pasillo y cubriéndose de nuevo con su capa de profesionalismo por seguridad. —Pensé que te gustaría saber que no voy a estar en casa al toque de queda —dijo, deslizando una mano en el bolsillo de su chaqueta. —No soy tu jodido guardián —gruñó Ty mientras se quitaba la toalla y buscaba sus calzoncillos. Miró hacia atrás para ver la mano de Zane en el bolsillo y se tensó instintivamente. Zane entrecerró los ojos y lentamente sacó la mano para dejarla caer a un lado. Su compañero evidentemente estaba más tenso de lo que dejaba entrever. —Te recuerdo el comentario “tú vienes conmigo, no pienso perder otro agente” —dijo con suavidad, de repente regañándose con fuerza en su interior por querer
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