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CAPÍTULO 32 Eritrocitos, anemia y policitemia Una de las funciones principales de los eritrocitos es trans- portar la hemoglobina que, a su vez, lleva el oxígeno desde los pulmones hasta los tejidos. Los eritrocitos normales son dis- cos bicóncavos, aunque su forma puede modificarse conside- rablemente a su paso por los capilares. El eritrocito normal posee bastante más membrana que contenido. La de- formación del eritrocito no tensa la membrana y, por eso, no llega a romperse. El número medio de eritrocitos por milímetro cúbico es de 5.200.000 � 300.000 en los hombres y de 4.700.000 � 300.000 en las mujeres. Los eritrocitos tienen capacidad para concentrar la hemoglobina. El porcentaje de hemoglobina de una persona sana suele rozar el máximo en cada eritrocito (aprox. 34 g/dl). La sangre contiene, por término medio, 15 g de hemoglobina por 100 ml (16 g en los hombres y 14 g en las mujeres). Cada gramo de hemoglobina pura se combina aproximadamente con 1,34 ml de oxígeno. Una persona sana puede transportar más de 20 ml de oxígeno, combinado con la hemoglobina, en cada 100 ml de sangre. Génesis de los eritrocitos. Todas las células sanguíneas circulantes derivan de las células precursoras hematopoyéticas pluripotenciales. Las células pluripotenciales se individualizan para formar las células sanguíneas periféricas. A medida que estas células se reproducen, cada porción es exactamente igual a las células pluripotenciales originales. Estas últimas se man- tienen en la médula ósea y garantizan una provisión celular constante. La descendencia temprana de las células precurso- ras no se reconoce como un tipo celular diferente, aun cuando muestre ya un compromiso con una determinada línea celu- lar; estas células se denominan células precursoras comprome- tidas. Las diferentes células precursoras comprometidas gene- ran distintas colonias de los tipos específicos de células sanguíneas. El crecimiento y la reproducción de las distintas células precursoras se encuentran regulados por algunas proteínas, llamadas inductores del crecimiento, que fomentan el creci- miento de las células, pero no su diferenciación. Esta última compete a otra serie de proteínas llamadas inductores de la diferenciación. Cada una de ellas hace que un tipo de célula precursora se diferencie, a través de uno o más pasos, hacia el tipo final de célula sanguínea adulta. La formación de los inductores del crecimiento y de los inductores de la diferenciación está regulada por factores ajenos a la médula ósea. En el caso de los eritrocitos, la exposición del organismo a niveles reducidos de oxígeno durante períodos prolongados induce el crecimiento, la diferenciación y la producción de un número mucho mayor de eritrocitos. © 2012. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos 259 259.pdf
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