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Enrique Gracia Fuster Gonzalo Musitu Ochoa Psicología social de la familia 2 LA (IN)DEFINICIÓN DE LA FAMILIA (. • Antes de ser uno mismo, se es «hijo» o «hija» de X o Y, se nace en el seno de una «Familia». Antes de ser socialmente cualquier otra cosa, se es identificado por un «apellido». En todas partes, las primeras palabras • que el niño aprende «marná»— son las voces, cargadas de sen• tido, que designan a sus padres y a sus madres; después vienen los demás — vocablos del parentesco... Así, el mundo se divide entre los «Suyos» y los «Otros». Pero esos Otros viven también en el seno de una familia de la cual son miembros, Son lo mismo que éste, identificables por los suyos en términos de parentesco. Cómo no concluir, entonces, que la familia no necesita explicación, que es, como el lenguaje, un atributo de la condi- ción humana. Sobre todo cómo no extrapolar a partir de la propia expe- riencia y deducir que la faMilia debe ser la misma para todos, en todas las sociedades (Francoite Zonabeod, 1988, pág. 18). A Oesar del conocimiento «familiar» que «creemos» tener—después ..de todo, ¿acaso no ha nacido y crecido cada uno de nosotros en el seno de una faniilin a la cual nos unen los más profundos sentimientos?—, pocas instituciones han planteado problemas tan complejos y diversos desde los inicios de la reflexión sociológica y de la investigación etnológica (Cluu• de Lévi-Strauss, 1988, pág. 12). Introducción Uno de los primeros y más complejos problemas a los que tenemos que en- frentarnos en el estudio de la familia es su definición. Como afirma Usan Tolo- sana (1976), la palabra «familia» es una.compleja unidad significante; tan pron- to como la pronunciamos nos vemos enredados en la maraña de un problema , • ..4.1.«.......~0•••.m..4.».:~1115~-4:3,•.. • 36 i Psicologia social de la familia lingüístico. La complejidad de la institución familiar con sus múltiples dimen- siones de análisis refuerza esa ambigüedad e imprecisión. Una maraña de signi- ficados e interpretaciones tan profundamente espesa que nos disuade de cual- quier pretensión de descubrir convergencias o posibles afinidades en la definición entre tanta multiplicidad y diversidad. Probablemente el, desarrollo de esta ta- rea sería estéril, porque én el caso de que lográsemos una definición de consen- so, insistimos, una tarea por utópica, inviable, lo que conseguiríamos sería añadir una más a la tan poblada selva y complicar aún más, si cabe, el complicado mapa de la conceptualización. Ya ptiede intuirse que ése no va a ser el objetivo de este capítulo, sino más bien el de mostrar la complejidad, dificultades e imposibilida- des en la definición de «la familia», o «familias», según se mire. Pero el problema o problemas de la definición no es sólo una cuestión de se- mántica o de clarificar conceptos. La opción por la que se opte tiene repercusio- ríes importantes, por ejemplo en la concepción de los roles sociales y de género o incluso en la política social. Reher (1996), un hiStoriador de la familia, consi- dera que'definir la familia no es una cuestión sencilla y ha sido fuente continua de controversia pura los historiadores de la familia. Así, la unidad conyugal, el grupo doméstico corresidente, la red extensa de parentesco, y el desarrollo de los grupos de parentesco a lo largo del tiempo son todos manifestaciones de la familia, en la medida en que representan aspectos diferentes y complementarios de una institución que tenía y tiene capacidad para exigir lazos de lealtad y au- toridad. También Glassner (1988) ha subrayado la complejidad y las dificultades que entraña la definición de familia en los siguientes términos:7; • Cuando se afirma que la familia constituye la célula biísica'de la sociedad, a la cual da cohesión y estabilidad, ¿se ha dicho todo? En realidad, el enunciado de tal postulado contribuye sobre todo, con más o menos elegancia, a eludir el problema. El entorno social y su representación, los límites demográficos, las condiciones de la producción, pero también la dinámica de lás condiciones de alianza y el marco político son en grados diversos lo que determinan su naturaleza, su lugar y su im- portancia... en el conjunto de los procesos sociales. As( definida, la institución fa- miliar es una realidad positiva que se inscribe en el curso de la historia y se modifi- ca con el paso del tiempo (pág. 104). Qué es una familia nos puede parecer obvio. Es parre del estereotipo espe- rar que en nuestra sociedad la compañía, la actividad sexual, el cuidado y apo- yo mutuo, la educación y cuidado de los hijos sea parte esencial de la familia nu- clear, la más predominante, por otra parte, en el mundo occidental. Este concepto hace referencia a la familia como una pequeña unidad que se confi- gura a partir de las relaciones entre un hombre y una mujer legalmente unidos por la institución del matrimonió como marido y mujer. Cuando un niño nace La (inldefinición de la familia J 37 de esta pareja se crea la familia nuclear. Esta unidad comparte una residencia común y su estructura está determinada por vínculos de afecto, identidad co- mún y apoyo mutuo. Esta forma de concebir la familia, que es parte del «senti- do común» y en consecuencia algo que se da por supuesto, puede ser, sin em- bargo, el reflejo de las creencias tradicionales respecto de cómo se configuran las relaciones sexuales, emocionales y parentales. Naturalmente, este sistema de creencias puede que no sea en absoluto una ayuda para revelar cómo diferentes personas organizan en realidad sus vidas. Sin embargo, es clara la idea de que la familia nuclear retiene en su significado una potencia tal que todas las otras for- mas de familia posibles tienden a definirse con referencia a ella. Una gran ma- yoría asume que la forma nuclear es la más dominante en la sociedad contem- poránea. Como resultado de este supuesto, la tendencia a definir otras formas como «inusuales», «desviantes» e incluso «patológicas» es significativamente mayor. El «discurso de la familia» dispone de un gran poder para significar lo que es normal y lo que es inaceptable (rones y otros, 1995; Bernardas, 1997). La dificultad con el concepto de «la familia» estriba en que normalmente asumimos la preeminencia de la familia nuclear y expresamos la creencia de que comprendemos su significado, pero el análisis más superficial revela una gran diversidad de formas de familia que poco o nada tienen que ver coi) el concep- to mayoritariamente compartido. Lograr una definición «aceptable» se hace más difícil cuanto mejor se conocen las variaciones históricas y culturales, así como también la realidad contemporánea de formas familiares alternativas o acuerdos de vida domésticos. Algunos consideran que este «obstructor» sólo puede superarse refiriéndose a «familias» más que a «la familia» (Berger y Ber- ger, 1983), Asumir esta nueva categoría suiondría estimular y apoyar una acep- tación de la diversidad y una renuncia a adscribir superioridad moral a una for- ma de familia sobre otra u otras. Pensar en estos términos supondría aceptar en un mismo espacio semántico y moral a las familias adoptivas, las familias mo- noparentales, las familias homosexuales, las familias cobabitantes, las familias reconstituidas, etc., siempre y cuando, obviamente, haya hijos. Si no, hablare- mos de matrimonio, acuerdos de convivencia o simplemente parejas. Sin em- bargo, con ello no se resolverían todos los problemas, puesto que la utilización del término «familia» en todos estos contextos diferentes lleva implícita una equivalencia semántica que perfectamente puede que no se justifique e incluso que no se desee. or las personas implicadas. Esta situación potencial nos lleva ala pregunta siguiente: ¿qué es lo opuesto a «la familia»? Por ejemplo, algunas parejas homosexuales puede que rechacen activamente la connotación de fami- lia porque han tomado la decisión devivir fuera de sus confines tradicional- mente definidos. En otras palabras, la forma en la que algunits personas deciden vivir sus vidas es una resistencia directa a «la familia» y por extensión a las re- laciones y roles de padre-madre-hijo/a. Incluso, el uso del término «familias» r 101 tal 91(' -7: 38 1 Psicología social de la familia puede que continúe subrayando inadvertidamente la primacía moral e ideoló- gica de «la familia», puesto que todas las formas divergentes 'y diferentes se si- guen definiendo en términos de su relación a una supuesta norma. La utiliza- ción permanente del término «la familia» niega efectivamente cualquier realidad o validez a otras formas de relaciones. • No es nuestro propósito en este capítulo el proporcionar ó promover el uso de términos alternativos tales como «unidades domésticas», «Unidades familia- res» o «acuerdos de vida» u otras categorías con similar significado, sino alertar de las connotaciones inherentes y constricciones que habittialmente evoca el término «la familia». En este sentido, Gittins (1985) hace t'in distinción que podría ser de utilidad para reflexionar sobre la utilización de determinados tér-. Minas. Considera que las personas definen sus acuerdos domésticos de muchas formas diferentes, algunas de las cuales podrían ser consideradas como «fami- lias» por aquellas personas que viven de acuerdo con ella. Sin embargo, «la fa- milia» la consideran como un objeto ideológico, un estereotipo producido y po- tenciado con la finalidad de ejercer ciertos tipos de control social. Las políticas institucionales, las leyes y el bienestar se construyen y promulgan a partir de es- ta forma estereotipada y no tanto porque es la norma, sino para que sea la nor- ma. Podríamos incluso ir más lejos e identificar «la familia» como parte de un discurso de control, es decir, como parte de un modo de hablar sobre relacio- nes sociales que permite definir los roles que las personas desempeñarán y las estructuras de poder que se crearán dentro de ellas. Definir, por ejemplo, a per- sonas como «padre», «madre» e «hijo/a» más que como «mujer adulta», «varón adulto» o «niño» o «niña», tiene profundas connotaciones de obligatoriedad y compromiso, y también de definición de sus relaciones asimétricas, que perfec- tamente podríais no considerarse como algo que se da por supuesto (Mundo y Sapsford, 1995; Dallos, 1995). Origen y universalidad de la familia Para Richard Genes (1995) las discusiones más recientes sobre el origen de la familia giran en torno a dos teorías rivales: una se basa en el argumento de la «promiscuidad original» y la otra en que la familia es una institución universal presente en todas las sociedades humanas. En cualquier caso, como señala Ge- lles, no existen datos precisos que puedan dirimir la disputa, y los argumentos en defensa de las diversas posiciones se basan en especulaciones, en la utiliza- ción de fósiles, en estudios de primates no humanos, o en sociedades cazadoras y recolectoras contemporáneas. El origen de la familia fue objetarle interés de los científicos sociales a me- diados del siglo pasado dentro del clima intelectuabcreado por la teoría de la la (in)definIción de la familia 1 39 evolución. Al igual que los darsviniscas, que establecían diversas etapas del de- sarrollo biológico en las especies animales que culminaban con el Homo sa- piens, los científicos sociales como Bachofen, Engels, Maine, Morgan y Wester- marck proponían modelos evolucionistas de los orígenes de la familia suponiendo que ésta había pasado por una serie de etapas evolutivas hasta lograr su forma actual «superior». En el origen de la hipótesis evolucionista se encontraba la idea de que la fa- milia correspondía a un estado arcaico y, por así decirlo, presocial de la sociedad, y, por tanto, que estaba condenada a disolverse a medida que las sociedades se desarrollasen y diversificasen. Aunque esta idea es inadecuada para explicar los transformaciones de la familia a través de la historia, contribuye, sin embargo, al análisis de las relaciones entre el grupo doméstico y la sociedad circundante, Bachofen (1861), en su obra Derecho materno, suponía que los seres huma- nos vivieron en sus orígenes una etapa de promiscuidad sexual, de comercio se- xual sin trabas, es decir, cada mujer pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas las mujeres. De aquí que el parentesco sólo podía com- probarse por línea materna, lo que generó la absoluta preponderancia de las mujeres —matriarcado o ginecocracia—. Morgan (1878/1970), en su. bra La sociedad primitiva, establece a su vez una serie de etapas que servirán de base a Engels para escribir su libro sobre El origen de la familia. Las etapas q'tie pro- pone son las siguientes: 1. Un estadio de promiscuidad sexual trabas caracterizado por In ausen- cia total de regulaciones conyugales. 2. Lafamilia consanguínea. Es la primera etapa de la familia en la que reina todavía la promiscuidad sexual entre hermanos y hermanas, pero en la que pa- dres e hijos quedan excluidos del comercio sexual recíproco. Es la primera ma- nifestación del tabú del incesto, que en este caso se refiere exclusivamente a pa- dres e hijos, y supone el inicio de una vida social totalmente humana. '3. La familia panalúa, en la que la prohibición del comercio sexual recí- proco se extiende a los hermanos y hermanas. De esta manera se amplía la ex- tensión del tabú del incesto. En esta fase aparece el matrimonio por grupos. 4. La familia sindiásmica, en la que el hombre vive con una sola mujer, aun- que la poligamia y la infidelidad ocasionales sean un derecho para el hombre. Esta forma de matrimonio la hallamos en el origen del matrimonio monogdmico del mundo moderno. En esta fase el vínculo conyugal se disuelve con suma fa- cilidad, pasando lés hijos a pertenecer a la madre, 5. La familia monogdmica. Este tipo de familia nace de la familia sindiás- mica. Se funda en el poder del hombre, un poder de origen económico subya- cente en el control masculino de la propiedad privada, y el objetivo es procrear hijos de una paternidad cierta con fines hereditarios. • • • ' $12~~W.C1.4. M-9111,5~,~111: 7".171.W51~1.Z **- PM:2~0~1151:~1111,7-1%1MT.V~~9 1:71:11117.10,4:Tr~-77-7 4 •a 40 Psicología social de la familia Ahora bien, tanto la teoría de Bachofen como la de Morgan y Engels fueron elaboradas en el siglo pasado, en un•momento en que estaban surgiendo las ciencias sociales y, en consecuencia, estos científicos no disponían de muchos de los datos y hechos, más o menos precisos, de que podemos disponer en la ac- tualidad, Se entiende entonces que sus incursiones en el iiMbito especulativo al plantear las fases evolutivas fueran inevitables antela carencia de datos y recur- sos. Una de las críticas más serias qtie se han hecho a sus teorías es que hayan considerado la evolución de una institución social como la familia de modo uni- lateral, asumiendo que todos los pueblos de la tierra siguen el orden de las eta- pas que• proponen. En el momento actual sabemos desde una óptica científica que no es posible hacer algunas afirmaciones que se desprenden de esta con- cepción unilineal de la evolución de la familia, particularmente la idea de-que la familia monagámica propia de la cultura occidental constituya una etapa cul- minante del desarrollo, y que, por tanto, otras formas de estructura familiar Presentes en otras sociedades del mundo no sean más que formas rezagadas, en veíde contemplarlas corno modelos alternativos de organización social, según una idea de progreso y retraso característica del siglo lex y que la historia y la an- tropología social han cuestionado seriamente en los últimos años. Con respecto a la «promiscuidad de la familia», autores como Claude Mas- set consideran que es un argumento muy débil porque «¿por qué razón la or- ganización familiar del hombre prehistórico habría sido necesariamente más simple que la delos gorilas o los macacos?» (Masset, 1988, pág. 85). Además, con respecto a la tendencia de reconstruir las sociedades desaparecidas para ex- plicar el origen de las relaciones familiares Masset añade que «en este campo es posible, sino decir cualquier cosa, al menos edificar fácilmente una construc- ción tambaleante que otros investigadores disfrutarán demoliendo. Esta activi- dad se parece más a un juego que a la ciencia» (pág. 86). Una vez establecidas estas limitaciones a la imaginación y buscando un terreno más firme, Claude Masset ha identificado como uno de los rasgos más antiguos de los sistemas fa- miliares de la especie humana el intercambio de jóvenes adultos de uno y otro sexo, es decir, el intercambio de genitores, hecho que se encontraría ligado a la prohibición del incesto en todas las sociedades humanas. Este rasgo de los gru- pos familiares humanos lo compartiríamos con los mamíferos sociales que viven en grupos pequeños, quienes, como los chimpancés o los leones, tienen In cos- tumbre de intercambiar genitores, una costumbre que además tiene la ventaja adicional de enriquecer el pool genético. Otra característica esencial de la familia humana destacada por este autor, que ya no se encuentra en las sociedades de monos, es la división sexual del tra- bajo. Dejando al margen la función social o significación del reparto de tareas entre hombres y mujeres (la distribución de tareas como el cimiento más sólido del grupo familiar o una función social que hace de la familia la célula econó- La (in)definición de la familia 41 mica básica), sii que parece existir un amplío acuerdo en considerar este rasgo como uno de lós factores determinantes en el origen de la familia. Si bien es cierto, corno haiseñalado Masset, que las tareas reservadas al hombre y la mujer• no son necesariamente las mismas en todos los grupos humanos, sí que es cier- to que en todod los mamíferos y sociedades humanas conocidas históricamente el cuidado de lis niños pequeños ha sido siempre una tarea desempeñada por las mujeres. Lol impedimentos en la movilidad que supone esta tarea, junto con la necesidad de realizar otras actividades como la caza (una actividad demasia- do peligrosa para llevar niños pequeños a ella) o el mantenimiento del fuego, permite entender cómo surgió la división sexual del trabajo. Así, la imagen tí- pica de las sociedades cazadoras-recolectoras es la de la división sexual del tra- bajo en la caza por una parte y, por otra, la recolección y mantenimiento del fuego. También en este sentido, etólogos como Kon rad Lorenz o Ireniius Eibl-Ei- besfeldt consideran que la vida familiar y social se encuentran determinadas en gran medida por la adaptación filogenérica. Así, el desarrollo de asociaciones familiares en los más diversos grupos de animales, incluyendo la especie huma- na, estaría determinado por la necesidad del cuidado de la prole. El lento desarrollo de la prole, que requiere de muchos años de cuidados, im- puso al hombre la necesidad de formar parejas estables. Esta costumbre sólo se ob- serva entre los primates en casos excepcionales... Por consiguiente, podemos dedu: cir que las características de la pareja humana son una adquisición filogenética relativamente reciente. El número de compañeras con las qUe »a hombre se une va- ría según los pueblos. De todos modos, siempre se trata de asociaciones reglamen- tadas, sólidas y duraderas en las que se advierte tina tendencia a la monogamia (Lo • renz, 1988, pág. 206). No obstante, estos planteamientos en la explicación del origen de la familia han recibido también numerosas críticas. En este sentido, Frangoise Zcinabend (1988) considera que: ...las razones biológicas no pueden, por st solas, explicar la existencia de la institu- ción; ni la paternidad ni la maternidad se reducen u papeles biológicos; se encuen- tran socialmente determinadas, lo mismo que el amor paterno o materno... hule- pendientemeMe de cómo decida la sociedad señalar la constitución de una familia —solemnidad del matrimonio, reparto de tareas, regulación de las relaciones se- xuales, procreación de hijos—, ninguna de estas modalidades surge de un condi. cionamiento natural (Zonabcnd, 1988, púg. 77). Respecto de la universalidad, Kathlcen Cough, en su trabajo El wi.len de la familia (1971), revisa la estructure familiar de tribus que viven actualmente de A A la caza y la recolección y que, dado su nivel de desarrollo tecnológico (el más ba- jo existente), tendrían, según el esquema evolucionista unilineal, algún tipo de matrimonio por grupos. Sin embargo, todos los pueblos cazadores y recolecto- res viven en familias conyugales, no en ordenamientos sexuales comunitarios, y el apareamiento es individualizado. Concluirá que la monogamia es universal. Por otra parte, Lévi-Strauss- en «La familia» (1956/1974) concluye que los tipos de organización de la familia conyugal que parecen más lejanos no son los que aparecen en las sociedades que podrían considerarse como más arcaicas, sino en formas de desarrollo social relativamente recientes y extremadamente elaboradas, como, por ejemplo, los Nayar de la costa Malabar de la India, entre los que la familia conyugal no tiene prácticamente existencia, o los Todas, tam- bién de la India, entre los cuales ha surgido, más o menos recientemente, una for- ma de matrimonio por grupos. Murdock (1968), a partir de un estudio intercultural de doscientas cin- cuenta sociedades, concluye que la familia nuclear es una agrupación humana universal. Desde entonces se habla de universalidad de ln familia: la familia se- ría una institución presente en toda sociedad humana. Sin embargo, la defini- ción que dio Murdock de la familia no es aplicable a todos los tipos de grupos que han surgido en torno a la procreación o a su aceptación social. Considera que la familia es un grupo social caracterizado por la residencia común, la coo- peración económica y la reproducción. Ese grupo incluye adultos de ambos se- xos, de los cuales al menos dos mantienen relaciones sexuales socialmente apro- badas, y uno o más hijos, propios o adoptados, de los adultos que cohabitan sexualmente. Esta definición permite salvar el obstáculo constituido por la exis- tencia de sociedades no monogámicas, poliándricas o poligínicas, pero no con- templa todas las formas Je aprobación social del sexo y la procreación. Así, por ejemplo, entre los banano de Nueva Guinea, la mujer obtiene su primer hijo de un amigo del marido, y sólo después el esposo tiene acceso sexual a la mujer. A pesar de la existencia de formas de vínculos polígamas, Murdock conside- ra que cada una se puede reducir a una forma nuclear, principalmente, porque son funcionales para la supervivencia de la sociedad. Aunque su investigación ini• no los cimientos del ideal cristiano occidental de tuitomnotrinioniu-familia en la medida en que constató que sesenta y cinco de las doscientas cincuenta sociedades permitían libertad completa en las cuestiones sexuales y sólo el 54% desaprobaban explícitamente la unión sexual premarítal, la cuestión de la supervivencia perma- necía como el objetivo primordial. Argüía que las relaciones sexuales, la reproduc- ción y el apoyo al niiío se ejecutan mejor si se fusionan en una institución única. En oposición a estos argumentos, otros antropólogos han constatado la pre- sencia de sociedades donde o bien no existen los vínculos conyugales o, más co- múnmente, el padre está ausente y participa poco de la educación del hijo. El des- cubrimiento de tales formas ha llevado a algunos a argumentar que la familia nuclear es un acuerdo social y no una forma universal y determinada biológica- mente. La instancia más comúnmente citada es la de los Nayar, una casta guerrera de la India. Fox (1967) constata que en esta comunidad los roles del compañero/a sexual, padre/madre biológico y padre/madre social no son desempeñados por só- lo dos personas como sucede en la familia nuclear,debido a que los hombres na- yares están permanentemente comprometidos en cuestiones bélicas y se ausentan con frecuencia y durante largo tiempo del hogar. Como resultado, el sexo no se re- laciona con el matrimonio y ninguno de ellos tiene necesariamente algo que ver con la unidad doméstica familiar. Los hombres m'yates, en consecuencia, no tie- nen derecho4articulares de vinculación con sus mujeres e hijos y, por esta razón, la familia nuclear no está institucionalizada como una unidad de consumo, legal, productiva, residencial p de socialización. La investigación intercultural no apoya de esta manera la ambigua noción de «la familia» como una norma Universal. Sin embargo, no tenemos que buscar fuera ejemplos tan exóticos para des- cubrir variaciones de la familia nuclear fundamentada biológicamente. Un mo- delo que cada• vez tiene maybr protagonismo en las sociedades industriales oc- cidentales son los emparejamientos de convivencia que están sustituyendo a la monogamia y, también, las familias monoparentales en las que un vínculo con- yugal olien sé ha roto, o bien nunca se ha iniciado. En España el número de fa- milias con hDps dependientes encabezado por un solo padre era en 1981 un 5,66% y en Inglaterra, sólo por establecer una comparación, era del 6,50%, y en ocho de cada diez de estas familias la madre era la cabeza de familia (Dallos y Sapsford, 1995; Alberdí, 1995). El incremento de las madres divorciadas que viven solas constituye parte de este surgimiento, pero también se constatan au- mentos significativos en estos últimos años en la proporción de familias enca- bezadas por madres que nunca han contraído matrimonio. Finalmente, para autores como Sprey (1988b) la presumida inmutabilidad de las familias implícita en los planteamientos biológicos y funcionales es sólo ca- racterística de una «pop-sociobiología» y de una versión del pensamiento fun- cionalista una tanto pasada de moda. Para Richar'd Gelles, la cuestión o el deba- te de la universalidad á la familia ha disminuirlo notablemente de interés, en parte debido al declive en la utilización del funcionalismo estructural, que era el principal sostén de la cuestión de los universales familiares (véase el capítulo 5). Cambidy diversidad de las familias Venimos constatando cómo el concepto de familia es complejo y difícil de delímítár y lo es más si añadimos ahora la multiplicidad de formas y funciones familiares que varían en función de las épocas históricas, de unas culturas a otras, e incluso en grupos y colectivos dentro de una misma cultura. 42 1 Psicología social de la familia La (in)definición de la familia 1 43 .4m~,r'carmozwell~a~cia~~4 ,1,~" 44 1 Psicología social de la familia Si en el proceso de transformación de las sociedades contemporáneas no ha habido una convergencia en un único modelo de familia, tal como las teorías'so- ciológicas de la familia de los años sesenta habían postulado, ello indica que la familia está ligada a los procesos de transformación de la cultura contemporá- nea, Si en el presente podemos hablar al mismo tiempc:'de una cultura global junto a una gran diversidad de formas culturales, la familia participa tanto de esta multiplicidad de sentidos como de la relativa homogeneización de com- portamientos. La familia ha dejado de ser el punto de referencia estable de un mundo definido por la movilidad geográfica y social de los individuos y partici- pa de la misma fragmentación y fluidez que la sociedad contemporánea. La fa- milia en nuestros días, dice Bestard (1992), ni es el centro de las relaciones per- sonales ni está en la periferia de las relaciones públicas. Porque la familia como parte de los diferentes procesos históricos no es ni un receptor pasivo de los cambios sociales ni el elemento inmutable de un mundo en constante transfor- mación. La familia en la sociedad actual viene definida por la diversidad y también p.or la cohesión y la solidaridad. El individuo tiene, en mayor medida que en el pa'sado, capacidad de elección en cuanto a sus formas de vida y de convivencia. También han cambiado las relaciones personales que configuran la familia. Ca- da vez se exige en ellas un mayor compromiso emocional y una mayor sinceri- dad (Alberdi, 1995). Familia nuclear y familia extensa: el discurso ideológiso-- . El discurso ideológico en el pasado y en el momento stetual gira en torno a dos tipos simplificados de familia supuestamente idealizados que forman parte dell imaginería popular y de algunos científicos sociales: por urna parte, la gran familia extensa de antaño, y, por otra, la familia reducida contemporánea, o fa- milia nuclear. Para Segalen éste es un contraste maniqueo entre lo que era bue- no y lo que es malo. Así, los «buenos» valores familiares corrásponden a la gran familia extensa de antaño: por ejemplo, la presencia de abueloá asegura la con- tinuidad familiar, facilita los cuidados y la educación de los hijds. Sin embargo, la pareja contemporánea, en la que los esposos Trabajan, no puede conocer la verdadera vida familiar, los hijos son confiados a la guardería, a la escuela, a la calle, lo que crea la delincuencia juvenil, drogodependencias, etc., y todo, por- que dicen que la transmisión familiar ya no existe. Esta dicotomía de lo bueno y lo malo no resiste un examen riguroso, porque si las familias troncales o ex- tensas no eran más que configuraciones particulares y relativamente raras de grupo doméstico, tendrían que existir otras formas más habituales (1992). En la imaginería popular sc tiene la idea de que en el pasado las mujeres te- nían gran cantidad de hijos y,.en consecuencia, que las familias eran muy nu- La (in)definición de la familia 1 AS merosas, lo cual no se ajusta en absoluto a la realidad. En épocas pasadas, el matrimonio a una edad elevada, la mortalidad infantil, la mortalidad de las mu- jeres en los partos, las penurias económicas y el hambre reducían la fecundidad femenina hasta el punto que durante mucho tiempo la población antigua aumen- taba muy poco, 'asegurando a duras penas su reproducción. También se tiene la idea de que la forma nuclear se convirtió en tal porque correlacionaba con las necesidades funcionales de una economía industrial. Este argumento se expre- sa con la mayor:claridad en el trabajo de Parsons (1959), que sostenía que las características láborales de las sociedades industriales eran incompatibles con la estructura de la familia extensa y que la familia nuclear era la estnictura ideal (véase el capítulo 5). Parsons apuntaba que cuando se reduce la familia a un pe- queño grupo coh un único proveedor material, que es también cabeza de fami- lia, se evitan los:conflictos entre los miembros familiares que trabajan en dife- rentes ocupaciónes. El sistema nuclear evita que los elementos competitivos del trabajo asallriado industrial socaven la solidaridad familiar. Igualmente, existe un «ajusté» funcional entre la forma nuclear y las necesidades de indus- trialización. Las' pequeñas unidades son geográfica y económicamente móviles y, de esta maneja, son capaces de responder mejor a las demandas cambiantes de una economía industrial. Además, las personas no tienen que escoger entre su lealtad al par'éntesco y los criterios más impersonales solicitados por su ocu- pación. Parsonsi concluía que la familia nuclear era una respuesta adaptativa a las economías industriales y que esto era lo común en todas las sociedades mo- dernas, 1 • Las ideas dé.Parsons fueron, no obstante, motivo de críticas considerables. Asimismo, el trabajo de Laslett y el grupo de Cambridge sobre la historia de la población ha cuestionado la idea de que la industrialización provocó una dis- minución en el tamaño medio de la familia: En un estudio cuantitativo utilizan- do listas de habitantes de 150 comunidades inglesas desde cl siglo xvt al xtx, Laslett y Wall (1972) constataron que cl promedio del tamaño familiar perma- necía casi constante en aproximadamente4,75 personas. Desde finales de la Edad Media, la fdrma predominante de hogar parece haber sido una familia nu- clear más loi sirvientes e incluso en las familias rurales modestas se constata que tenían una mujer sirviente. Su trabajo también sugiere que la movilidad geo. gráfica era muy común y que los niños eran enviados o bien a trabajar en el ser- vicio doméstico o bien a aprender otros oficios en otros hogares. Además, como consecuencia do la elevada mortalidad, pocos niños iban a tener la•probabiliditcl de que sus padres estuvieran vivos cuando fueran a contraer matrimonio. De es- ta manera, sugieren Laslett y su equipo, en la sociedad preindustrial la familia nuclear era la predominítnte, fue capaz de adapt;trse con relativa facilidael a la industrialización y dicha adaptación no tuvo como efecto la reducción del ta- maño y la simplificación de la estructura de las familias. 12 t 1,1 46 1 Psicologia social de la familia La insistencia de Parsons en la primacía de la familia nuclear aislada en el período industrial también se ha cuestionado a partir de estudios sobre estruc- turas de parentesco de la revolución 'postindustrial, Por ejemplo, en el estudio de Anderson (1971) sobre la estructura del hogar y la familia en Preston (Ingla- terra) en los alios eh:emula del siglo mi:, se eunsima que en la medida en que kciudad evolucionaba hacia un centro industrial algodonero, se incrementaba corresidencia y el tamaño familiar debido a que los ingresos eran mis sustan- ciosos si ambos padres trabajaban. El cuidado de los hijos traxesponsabilidad dalos abuelos que vivían dentro del mismo hogar, De esta manera, más que una conversión hacia una familia nuclear,. lo que este trabajo sugiere es que la con- versión es hacia la estructura de la familia extensa. IgualMente, de la investiga- ción de Young y Willinott se observa que las comunidades urbanas de clase tra- bajidora continuaban dependiendo de las redes de parentesco extensas y constituían tina base importante de la solidaridad de la comunidad (Young y Willmott,.1962). Si consideramos esta evidencia histórica y contemporánea, está claro que no podernos admitir la existencia de un modelo simple de cambio desde las fa- milias extensas a las nucleares con el surgimiento de la industrialización. Pare- ce más-obvio concluir que la continuidad dela unidad nuclear como un agru- pamiento doméstico clave es tan trascendente como el cambio y la fractura. Por otra parte, Elliot (1986) previene contra la aceptación de la Ubicuidad de la for- ma familiar nuclear, porque al hacerlo así se ignora o soslaya la presencia de acuerdos domésticos alternativos tanto del pasado como del presente. Además, el argumento de la omnipresencia o de la ubicuidad encubre, en sentido am- plio, cambios' fundamentales en la relación de la familia con las condiciones económicas y sociales que han alterado indudablemente su posición en la so- ciedad,. Estos cambios, por ejemplo, podrían ser: un cambio en su rol de una. producción doméstica y agraria a una producción industrial, transformándose de esta manera en una unidad de consumo; la emergencia de instituciones or- ganizadas del Estado de educación y bienestar social que la han «absuelto» de ser la única responsable del cuidado de los hijos, e incluso con las que debe co- existir; y también, el desarrollo de métodos efectivos-de control de nacimiento. La (in)definielón de la familia 1 47 do, la mayor esperanza de vida, las menores tasas de mortalidad infantil, los ma- yores niveles de educación y la mayor incorporación de la mujer al mundo la- boral han significado que la mujer no se defina exclusivamente por.su rol en la familia y que se posponga el matrimonio y In maternidad. Por el col:tracio, una esperanza de vida menor, una mayor mortalidad infantil, menor educación, una economía buida en la agricultura ha significado para muchas mujeres en el tercer mundo que sus vidas se definan en términos de matrimonio y de cui- dadoras de-los hijos, puesto que cualquier otra opción tiene enormes dificulta- des (Naciones Unidas, 1991). Rapoport y Rapoport (1982) identifican cinco fuentes de diversidad en las familias: Organización interna: la diversidad sería el resultado de diversos patron'es del trabajo doméstico o del trabajo fuera del hogar y, por tanto, de la naturale- za y extensión del trabajo no remunerado en el hogar. Cultura: variaciones en las conductas, creencias y prácticas como resultado de afiliaciones culturales, étnicas; políticas o religiosas. Clase social: diferencias en la disponibilidad de recursos materiales y sociales. Periodo histórico: resultado de las experiencias particulares que tienen las per- sonas nacidas en un período histórico determinado. Ciclo vital: cambios como resultado de los sucesos que tienen lugar a lo largo del ciclo vital (tener hijos, si los hijos son bebés o adolescentes). La familia, en sus aspectos demográficos, legales e interpersonales, se ha transformado de manera importante durante este siglo. Estos cambios deben examinarse a la luz del pasado y del contexto mundial. El agrupamiento fami- liar no se encuentra tal vez. ya en el centro del proceso de producción en mu- chas partes del inundo, pero sigue existiendo como unidad de consumo, como lugar de vida en tornán, y como sistema de reproducción. Sigue siendo tanto fuente de los apoyos como de los desacuerdos más íntimos y más universales (liestard, 1992). El ideal de familia nuclear cerrada se ha desmoronado; sin em- bargo, esto no ha supuesto una pérdida del rol de la familia y del parentesco' en el mundo contemporáneo, Las relaciones de parentesco, lejos de dejar de existir, parece que toman nuevas fuerzas y se convierten en un valor sólido a partir de esta incertidumbre (Iglesias de Ussel, 1997; Reher, 1997). Los divorcios, las familias monoparenta- les, las familias reconstituidas, la inestabilidad de la pareja coexisten,-con redes de parentesco y líneas de filiación, como si estos lazos se reforzaran a medida que el núcleo conyugal se hace inestable. la forma más sencilla de ilustrar los Cambios en la's estructuras familiares es haciendo referencia a los índicesde natalidad.Por ejemplo, Smith.(1986) indi- Las claves de la diversidad familiar La diversidad de la vida familiar ha sido y es, en todo el mundo, considera- ble, y no parece que exista una norma estándar de las formas familiares ni una familia contemporánea prototípica. Como ha señalado Smith (1995), las dife- rencias demográficas, económicas y las condiciones del hogar entre las distintas naciones del mundo tienen con frecuencia efectos importantes en el desarrollo y formación de la familia. Así, por ejemplo, en los países del mundo desarrolla- ji i ' -,..4-$.1.44:4“1.:-...1....,........wd~1~31191.nnugnwYrr"lor~WWWfatid~51411/1~Mu041~1.:41mia.~.~.V ,144~4.1.4,:',‘' ''-'W' ;¿{Ti- . • :-,:•3'n, • • • • •• - • 4 ?. 48 j Psicología social de la familia ca que en 1860 en Inglaterra el matrimonio promedio tenía siete hijos; en 1980 el promedio era de dos. En España, por ejemplo, los datos de que disponemos muestran que en 1940 el promedio del tamaño familiar era de 4,22 y en 1981 de 3,51 (Del Campo, 1992). Respecto de la natalidad por 1.000 habitantes se cons- tata una disminución, en la mayor parte de los países de-la CEE. ( ( ( ( '.• NATALIDAD POR 1.000 HABITANTES 1980 • 1997 Bélgica Dinamarca Alemania Grecia España Francia Irlanda Italia Luxemburgo Holanda Austria Portugal Finlandia Suecia Reino unido 12,6 11,2 11,1 15,4 15,3 14,9 21,8 11,3 11,4 12,8 12,0 16,2 13,2 11,7 13,4 .11,4 12,8 9,9 9,7 9,1 12,4 14,2 9,2 13,1 12,2 10,4 11,4 11,5 10,2 12,3 tEterustai. 19981 ( Puede observarse que ha habido una clara tendencia hacia la disminución del tamaño familiar y del hogar en la mayor parte de los países occidentales. Los hijos ya no son un elemento esencial en la supervivenciaeconómica de la fami- lia, probablemente corno consecuencia del desarrollo industrial y de los siste- mas de protección del dobierno. La disminución de los niveles de mortalidad de los hijos también ha cc) ntribuido a que las proporciones de nacimiento sean in- feriores a las de antaño. En relación con el incremento de la esperanza de vida se constata, por ejemplo, que las parejas todavía viven cuando los hijos abandonan el hogar, lo que supone que cada vez sea mayor la proporción de parejas sin hijos que aho- ra son «reliquias» de familias nucleares, y no familias nucleares en proceso de formación. La estructura de parentesco también se altera; hasta este siglo era excepcional el niño que llegaba a su estado adulto con uno o varios abuelos vi- vos; ahora, los bisabuelos son frecuentes en el mapa familiar. Son frecuentes las familias que son técnicamente nucleares -esto es, viven en una unidad de pa- dres e hijos- pero incluso son más comunes las que interactúan extensamente La (in)definición de la familia 1 49 con su grupo de parentesco que reside en la localidad. También es común en la sociedad contemporánea la familia uniparental donde un hombre o, más fre- cuentemente, una mujer, se responsabiliza ella sola de las tareas de la educación de los hijos. Esta tarea puede de nuevo desarrollarse en aislamiento, o en la ca- sa de otros parientes (frecuentemente los padres), o en aislamiento técnico, pe- ro en contacto con los recursos de una red de parentesco. Pensamos que acep- tar, o mejor, dar por supuesto que la forma nuclear es el centro de la estructura de la sociedad contemporánea es complicado y tendencioso por las instancias que también pueblan nuestra geografía, corno la cohabitación, parejas de he- cho, adopción, acogida, separación, divorcio, nuevo matrimonio, parejas re: constituidas. Una diversidad que lejos de complicar el panor'ama familiar lo en- riquece y le da sentido, además, claro está, de hacerlo inteligible. • Así, nos encontramos con que algunas son personas que han emergido de una familia nuclear y que todavía no han formado otra y posiblemente nunca la formen; algunas són huellas de una familia nuclear en el pasado. El concepto de «la familia» sinlinbargo, también implica un ciclo: crecemos en unq familia, la dejamos, formamos otra en la cual los hijos crecen, la abandonan y forman otra, y así sucesivamente. Aquí hemos introducido dos conceptos que revelan por qué una definición de familia universalmente compartida es muy difícil de lograr. En primer lugar, es importante distinguir entre «el hogar» y «la familia». Ball.(1974) define el hogar como una categoría espacial donde un grupo de personas, o una persona, están vinculadas a un lugar particular. Por otra parte, las familias se perciben generalmente ¿orno grupos de personas que están vinculadas por lazos de san- gre y, para algunos, todavía una gran mayoría, de matrimonio (en un estudio de Cruz Cantero [1995] la mayoría de las personas encuestudas piensan que los hi- jos son ln principal razón para tornar la decisión de casarse y un 50% considera que quienes quieran tener hijos deberían hacerlo; no obstante, un 54% consi- dera que tener hijos no es la principal razón del matrimonio). Sin embargo, ho- gar y familia no' tienen los mismos límites o extensión. Las familias forman, nor- malmente, hogares, pero, como bien sabemos, esto no siempre es así, ati`nclue es lo más común. Los padres se pueden.sepat'ar; pueden enviar a los hijos a una es- cuela privada; y también un grupo dé parentesco puede localizarse en varios ho- gares y puede vivir bajo el mismo techo, y puede también que no se consideren a sí mismos, enitodas las circunstancias, como una familia. Los parientes mayo- res que viven cbn una familia nuclear puede que no se consideren a sí mismos como parte de 'esa familia y puede, o puede que no, que sean considerados así por la familia nuclear en la que viven. Si no se consideran como parte de la fa- milia, ¿es la familia entonces nuclear o extensa? Otro factor notable que afecta al cambio familiar ha sido el número de ma- trimonios y divórcios. En Europa el porcentaje más alto de divorcios, al menos 50 1 Psicología social de la familia hasta 1989, corresponden a Dinamarca e Inglaterra, y España, Greda e Italia tienen los índices más bajos (Social Trend:, 1994). Creernos que esta, informa. ción tiene que interpretarse junco con el creciente número de segundos matri- monios. De esta manera se constata que la uniparentalidad es con frecuencia un esratus de tránsito. 131 matrimonio goza todavía de una gran aceptación: en Es. pata, por ejemplo, el porcentaje de hombres casados al !nenas una vez entre los 15 y los 75 años fue de 93,39 en 1975 y de 93,35 en 1991, y en las mujeres por el mismo período fue de 86,27 en 1976 y de 86,23 cn 1991 (Alberdi, 1995, pág. 57) y, en Inglaterra, el 85% de la población está o ha estado casada en algún mo- mento de su vida, aunque la evidencia empírica sugiere que en los grupos de edad más jóvenes en todos los países de la CEE la proporción de matrimonios ha disminuido. Si esto se debe a una preferencia por la cohabitación o simple- mente se trata de una dilación, es lo que hay que estudiar (Smith, 1986). Los últimos Jatos demográficos ofrecidos por Eurostat (1998) muestran que el matrimonio ha disminuido sustancialmente. Así, en 1980 el 9,6% de los nuevos europeos comunitarios nacían fuera del matrimonio. En 1996 ese por- centaje se elevó al 24,3%, En esas mismas fechas los índices eran del 18,4% y el 32,4% respectivamente en Estados Unidos. HIJOS FUERA DEL MATRIMONIO EN LA CEE (%) 1980 1997 13élgica 4,1 15,0* Dinamarca 33,2 46,3* Alemania 11,9 18,0 Grecia 1,5 3,3 España 3,9 11;14 Francia 11,4 39,0 Irlanda 5,0 26;5 Italia 4,3 8i3 Luxemburgo 6,0 16.1 8 Holanda 4,1 18;6 Austria 17,8 28;8 Portugal 9,2 18'7* Finlandia 13,1 3615 Suecia 39,3 5319' Reino Unido 11,5 36;7 ' Duco> Je 1996.1arosint. 19911). • Y en algunos países se han disparado de forma geométrica'en los. últimos tiempos. Es el caso, por ejemplo, de Islandia, donde en 1980 nacieron fuera del matrimonio un 39,7% de los niños, en 1996 eran ya un 60,7% y'en 1997 llegan La (in)definiclón de la familia 1 51 al 65,2%. Y no porque la tasa de natalidad de Islandia sea particularmente ba- ja. En 1997 el índice de natalidad en ese país era de 2,07 hijos por mujer, frente al 1,41 correspondiente a la Europa comunitaria de ahora y al 2,06% de Esta- dos Unidos. Tanto la tasa estadounidense como la comunitaria están por deba- jo de la que asegura el relevo generacional, que es de 2,1. En España las cifras se sitúan muy por debajo de la media europea, aunque crecen a un ritmo'semelante al del resto de los países miembros de la Unión Eu- ropea. Sólo un 3,9% de los nacimientos españoles se produjeron fuera del ma- trimonio en 1980, y un 11,1% en 1996. En la muy católica Irlanda el po«enta- je ha pasado del 5% al 24,8%, mientras que en Italia ha evolucionado del 6% al 15%. En el informe.sobre la situación de la familia en España dirigido por Inés Alberdi (1995), se 'insiste en que interrogarse respecto al presente y futuro de la familia en Europa equivale e hacer una reflexión acerca de las transformaciones que ésta ha experimentado en los últimos años, transformaciones y cambios que este informe resume de la siguiente forma: El descenso de la fecundidad de la nupcialidad, por un lado, y el aumento de las ruffitiarasAatrimoniales y de las parejas de hecho, por otro, han hecho surgir nuevostipoíitle familias: familias constituidas de forma tardía respectd a décadas anteriores, a menor tamaño, donde se combinan diferentes estados civiles, donde se plantean renovaciones en el vínculo entre la filiación biológica y el rol social. Aparecen las denominaciones de cohabitantes (para referirse a familias formadas por parejas no unidas en matrimonio), de familias monoparcntales (uno de los pro- genitores,habitualmente la mujer con su descendencia), o de familias reconstituidas (uno de los progenitores más su nueva pareja, con o sin su descendencia) (pág. 15). Todo lo anterior lleva a que los autores de este informe, al igual que lo han hecho innumerables estudiosos de la familia, se pregunten si es pertinente ha- blar de «la familia» o si sería más prudente hacerlo sobre «las familias», una idea que venimos sugiriendo desde el principio de este capítulo. Para Katja Boh (1989) no existen indicios de que la evolución de los patro- nes familiares en la sociedades europeas lleven aun modelo de familia europeo característico. Por el contrario, lo que sí puede observarse es el surgimiento de diversos patrones familiares que se han convertido en legítimos y practicados por las personas en función de sus necesidades y condiciones de vida. Y preci- samente porque esas'condiciones de vida y las fuerzas sociales que influyen en ellas son tan diferentes en los diversos países europeos, esta autora se inclina a creer que el desarrollo de los patrones familiares no seguirá una misma direc- ción, sino que llevará a una mayor diversificación de los patrones familiares en Europa. Sin embargo, concluye Boh, puede encontrarse al menos una tendencia r ‘,15 • •.• ' - - 52 1 Psicología social de la familia uniforme y común en lit evolución de los patrones de la vida familiar en Europa, y es la convergencia.hacia la diversidad y un mayor reconocimiento de esa diver- sidad. En este mismo sentido se pronuncia Del Campo (1992) al afirmar que: Es erróneo creer que existe un modelo único de familia, que es el que se trans- forma u consecuencia de la actuación de factores exógenos tan notorios como la ac- tividad profesional de las mujeres, la secularización, o la introducción y liberaliza- ción del divorcio. No es así, sino que en nuestras sociedades se dan siempre, con grados de vigencia diferent¿s, diversos modelos matrimoniales, cada uno de los cua- les posee su propia lógica interna. La comprensión de ellos y de sus respectivas 16- gieus nos permite apreciar la coherencia y el sentido de comportamientos y de acti- tudes que, u menudo, se descalifican o ensalzan exageradamente, con criterios ideológicos más que científicos (pág. 16), También Burguilre y otros (1988) se expresan en parecidos términos cuan- do afirman que nada demuestra que la evolución hacia un modelo familiar úni- co pueda continuar en las próximas décadas. La condición de la mujer y la evo- lución de las tasas de fecundidad no van en la misma dirección. Como ha señalado Cheal (1991), cambios rápidos en un área, como la incorporación de la mujer al mundo laboral, no implican necesariamente cambios en otras áreas, como la división de las tareas domésticas. Pero también un mismo evento, pa- radójicamente, puede tener consecuencias tanto «positivas» como «negativas». Así, por ejemplo, el mayor énfasis en el bienestar individuaty en la autonomía personal es un factor igualmente considerado Por los matriboilios como por quienes solicitan cl divorcio (Liljestróm, '1986). Como 'afirmli' Del Campo '(1992): «Cualquier modelo matrimonial es también un modelo de divorcio, y mira explicarlos hay que referirse siempre a ambos términos» (pág. 17). Funciones de «las familias» Unís Finque( (1998) dirá que: «La familia es un grupo humano cuya razón de ser es la procreación, la crianza y la socialización de los hijos. En tanto que familia elemental, o sea, como un grupo reducido de parientes de primer grado (padres e hijos), se encuentra en casi todas las sociedades» (pág. 24). Y en cuan- to a su relevancia considera que: «La importancia de la familia en el mundo ac- tual radica en que de ella depende la fijación de las aspiraciones, valores y mo- tivaciones de los individuos y en que, por otra parte, resulta responsable en gran medida de su estabilidad emocional, tanto en la infancia corito en la vida adulta» (pág. 36). Este autor, sin pretender establecer un catálogo exhaustivo de las funciones de la familia, señala algunas de las actividades que resultan de La (in)defínición de la familia 1 53 importancia considerable: «El grupo familiar se constituye como agregado de ocio y consumo, de plataforma de ubicación social, de núcleo de relación social, de palanca para la constitución del patrimonio, de cauce para hallar empleo, de punto de apoyo y de recurso de amparo en caso de crisis y de.unídad de presta- ción de cuidados asistenciales y de salud» (pág. 130). Para la mayoría de la población, la cualidad esencial de la vida familiar es un acuerdo o compromiso emocional. Las «buenas familias» se supone que proporcionan intimidad (proximidad, relaciones satisfactorias), promueven la .educación de los hijos y la escolarización, potencian el bienestar material de sus miembros, su salud física y mental y su autoestima (Dones y otros, 1995; Alber- di, 1995). Por otra parte, de) análisis de las diferentes formas de vida familiar se infie- re que existen algunas tareas fundamentales a las que se enfrentan las personas que viven en cualquier agrupación: el cuidado del niño, la regulación de la se- xualidad, el establecimiento de un sentimiento de identidad 'y los límites, mo- delos de intimidad como una pareja y como alguna forma de unidad familiar, negociando roles en términos de divisiones, de obligaciones y tomas de deci- siones y definiendo algunas reglas sobre los Modelos de obligaciones o deberes mutuos. Lo que define una familia, entonces, puede considerarse que es la ne- gociación y la complementa riedad de estas tareas. Esto sugiere una concepción de la dinámica de la vida familiar como un proceso. Esto es, son los intentos continuos de solucionar esas tareas que personifican o expresan la vida familiar más que la forma particular —nuclear, uniparental, recímstítuida, extensa, co- muna, etc.— lo que emerge como un intento de solución. Las soluciones que las personas pueden y se les permite intentar se construyen culturalmente, pero tal modelo dinámico nos libera de la trampa de tratar de definir cualquier forma de vida familiar como «la familia». El declive de «la familia»: los pesimistas Además del discurso ideológico en contra de la familia, se han escuchado a lo largo de la historia expresiones cargadas de pesimismo, donde la connota- ción ahora es, por una parte, la desaparición de la familia como consecuencia de la pérdida de funciones asumidas, como ya hemos dicho anteriormente, por el Estado Providencia y, por otra, por un desgarro aparente que se refleja en sus múltiples formas. • Recientemente, Richard Gelles (1995) ha llevado a cabo una interesante re- copilación de voces proféticas que o bien anunciaban el final de la familia o bien realizaban predicciones negativas o fatalistas sobre su crisis o continuo de- clive. Y no comienza, como se podría esperar, con opiniones recientes que C •••••• •••,,01,9:11•11,1,-... • • r.rr • •.:A1..•.....9,,,,,7•1.1,,,,,•21....a•V>an•SWIltliklionr01,nf i'••••;•;, • ' 51 1 Plicologla ;Iodo( do la familia anuncien la supuesta crisis contemporánea de la familia, sino!nada más ni nada menos que con Platón. Y es que, como sostiene Genes, la historia de las pre- dicciones (negativas) sobre el futuro de la familia cuenta con un largo pasado. Así, por ejemplo, Pistón pensaba que cl sistema familiar en Grecia era de- masiado débil para ser responsable de la educación de sus hijos. También a uno de los padres de la sociología, Augusto Cocote, le preocupaba que la desorgani- zación social y la anarquía creada por la revolución francesa destruyeran la fa- milia corno Institución social. Pata protegerse de las presiones de los tiempos, Comtc proponía que la familia debía retener una estructura monógama y pa- triarcal. Otro «padre», esta vez del conductismo, John Watson, predecía que el matrimonio ya no existiría pata el año 1977..Entrc los culpables de la extinción, el automóvil y la irresponsabilidad delos jóvenes con dinero cd el bolsillo para gastilr. En el año 1929, esta vez un filósofo, Bertrand Russell, comentarla que la familia en todo el mundo occidental se había convertido en una sombra de lo que era. Un declive atribuible en parte a factores económicos (estamos en los años de la gran depresión) y en parte a factores sociales (la familia no sc ajusta- ba bien a la vida urbana). • También el sociólogo William Ogburn, en un informe paró un comité pre- sidencial en los años treinta, concluiría que la familia había pell.dido gran parte de sus funciones económicas y que, por tanto, los vínculos que fa mantenía eran bastante débiles. Para Pitrim Sorokin (1937), la familia se estaba convirtiendo • en plaza de aparcamiento nocturna. Según este sociólogo, la unión sagrada en- tre marido y mujer había comenzado a degenerar tanto que prcinto la principal función sociocultural de la familia sería proveer de un espacio para que las per- sonas se encontraran por la noche para practicar el sexo. Descle!el ámbito de las ciencias políticas, Barrington Moore (1958) predecía que la fa.milia no podría soportar las fuerzas de los cambios sociales y tecnológicos, deteriorándose su capacidad para desempeñar sus funciones sociales y psicológicas. No obstante, proponía una solución para aislar a la familia de las fuerzas del cambio social: afirmar la. autoridad paternal sobre los hijos. Urie Bronfenbrcnner también se mostraría pesimista sobre la familia moderna, principalmente por un problema: no había nadie en casa. El creciente número de familias monoparentales y de madres trabajadoras daba lugar a que demasiados niños y adolescentes fueran criados y educados por la televisión y por sus iguales, lo que crearía problemas tanto para el indivi- duo como para la sociedad. Un historiador, Christopher Lasch (1977), para quien la familia debería ser un paraíso en un mundo sin copión, observará un lento declive de la familia en los últimos cien años y cada vez más acentuado. • Los signos: crecientes tasas de div.orcio, declive de las tasas de natalidad, el cambio de cstatus de las mujeres y lo que el denominaría la revolución en el ám- bito de la moral. Finalmente, otro sociólogo, Amitai Etzioni (1977) también La (in)dofInlolón do la (milla 1 55 pondría fecha a la desaparición de la familia. En 1990 no quedaría ni una sola familia. Por otra parte, al observar el incremento en las proporciones de divorcio, de la cohabitaciónsin matrimonio y la uniparentalidad, políticos y moralistas, por lo general conservadores, aunque no necesariamente, han identificado una serie de amenazas a lo que se considera la familia normal. Posiblemente, las más contundentes sean la interferencia del Estado en las pasadas décadas y el cre- ciente número de madres que, cada vez más, están asumiendo un empleo, lo que ha supuesto poner el cerrojo a la fecundidad. El caso de la familia normal exige que se discuta profundamente, porque está amenazada desde tres frentes. En primer lugar, se encuentran los grupos kininistas, que son profundamente hostiles a la familia, fundamentalmente n1 rol de los padres; en segundo lugar, la expansión del Estado moderno ha supuesto que la responsabili- dad de la familia con los hijos, niños y jóvenes se haya transformado por la influencia del Estado y por los equipos profesionales de doctores y maestros cuya autonomía e independencia de In familia cl Estado aprueba. Además, el tejido de incentivos y el conjunto de penalizaciones por los impuestos y los sistemas de beneficio están clara- mente enfocados contra la familia normal. En tercer lugar, el desarrollo de las mo- dernas tecnologías como las nuevas técnicas de fertilización de embriones amenazan, a menos que se controlen, con dislocar las relaciones tradicionales en la familia (An- . dama y Dawson, 1986, pág. 11). En la actualidad esa visión pesimista estaría representada por David Pope- noe (1993), que, al comparar los cambios en las familias norteamericanas con los cambios que han tenido lugar en Suecia, concluye que la institución de la familia se encuentra cada vez más debilitada. Para esté autor, la familia corno institución social está perdiendo su poder y sus funciones sociales y, cada vez más, su importancia e influencia. Popenoe se basa en el supuesto de que la fa- milia es principalmente un instrumento social para el cuidado de los niños. Por tanto, el incremento en la cohabitación, el incremento de nacimientos fuera del matrimonio, el número cada vez mayor de madres trabajadoras, y el incremen- to en el número de niños que desde temprana edad son cuidados en guarderías u otros centros son las tendencias que han debilitado a la familia y la están ame- nazando de muerte. La familia en plena-forma: los optimistas ' También hay 1.1,n conjunto importante de autores, además de los ya comen- tados en el apartado de funciones de la familia, que perfectamente podríamos incluirlos aquí, para quienes los cambios que se pueden observar en las familias j/ ..usroas.woriWs~w~.d.m..k*awhmiriiaarTmxnoho=r""»~~"t;L ••• ' • " • :" . • "1" .9"~MVele~2~11?""1. ,1,7.-~Sn' .71±77~nrret›... 1~~~1{0r.c~:~5M,Z•i-".'~r-.~7~-11...~ • • 56 J Psicología social de la ramilla son signos de adaptación y desarrollo. Por ejemplo, Alice Rossi (1978) argu- mentaba que el denominado «declive» de la familia era más uha cuestión de se- mántica y lenguaje que de estadístieas. Y es que lo que hace stños se definía co- mo desviante ahora se etiqueta como variación o diversidad. Para esta aurora, los cambios que han ocurrido y que continuarán ocurriendo cola familia son signos de una cualidad saludable y experimental de la familia al adaptarse a las condiciones de la sociedad moderna y de otras instituciones sociales. También para Edward Kain (1990), la idea del declive de la familia es un mito. Un mito basado en el deseo de volver a algún tipo idealizado de la familia en el pasado. Hay que decir que esta percepción ha cambiado sustancialmente con el tiempo, en muchos casos por una percepción radicalmente distinta que podría- mos resumir con las palabras de Fernando Savater: El grito provocador de André Gide —«;Familias, os odiol»— que tanto eco tu- vo en aquellos años sesenta propensos a las comunas y el vagabundeo, parece haber sido sustituido hoy por un suspiro discretamente murmurado: «Familias, os echa- mos de menos..» (Fernando Savater, 1997, 59). Una opinión similar ha expresado Lluís Flaquer (1998), que observa un cre- ciente prestigio de la familia en nuestra sociedad, prestigio generado, según este autor, por la mayor necesidad psicológica que tenemos de ella y por su menor importancia institucional. Para este autor, la familia ha perdido consistencia ins-' titucional, pero ha ganado intensidad psicológica y emocional. «La pérdida de peso de la familia en la organización social ha acompañado su importancia cada vez mayor como fuente de identificación emocional. A medida que se ve privada de entidad como institución, más la valoramos. Uno de los principios que rigen la ciencia económica es que lo que valoramos es justamente la escasez y no la 'abundancia. En el plano de los afectos sucede exactamente lo mismo. Si en los años sesenta la familia sobraba, ahora falta» (Flaquer, 1998, pág. 199). También Fletcher (1966) y Shorter (1977), en la línea de los argumentos an- teriores, han tratado de demostrar que en el siglo xx la familia no está en decli- ve, sino que más bien es una institución recompensante que satisface las nece- sidades de la economía y de la autorrealización y autonomía del individuo. Ambos autores describen la familia preindustrial y victoriana en términos total- mente negativos. Para Fletcher, el trabajo incesante, la falta de facilidades re- creativas o educativas y las pobres condiciones del hogar hicieron de la vida fa- miliar preindustrial un estado de problemas y aventuras apenis tolerable. Igualmente, Shorter afirmaque la industrialización liberó a la familia de su for- ma habitual de comportarse en la que sus necesidades eran secundarias a la's de la comunidad. La industrialización permitió que resurgieran las emociones na- turales y la libertad individual, La (in)definición de la familia 1 57 La familia actual es entonces, sí algo, una versión fortalecida de sus prede- cesoras, y a la pregunta de si el desarrollo de las instituciones ha liberado a la fa- milia de su rol en la educación, salud, gobierno, economía, religión y recrea- ción, Fletcher considera que sí, pero en el sentido de que ahora está más comprometida en satisfacer con más detalle, sofisticación y refinamiento las ne- cesidades de sus miembros, y también en el sentido de que está más íntima- mente vinculada con las instituciones de la sociedad en general; las funciones de la familia se han incrementado en detalle y en importancia (Fletcher, 1966). La idea subyacente es que la familia moderna ofrece oportunidades para una ma- yor proximidad e intimidad que en las sociedades preindustriales, Una función clave de la familia, entonces, de acuerdo con este acercamiento, es su habilidad para proporcionar un lugar para el apoyo emocional y para las relaciones.com- plementarias y satisfactorias. Así, el declive ha dejado de ser tal para convertir- se en el momento actual en un verdadero recurso. Irene Thery (1997) considera que la familia contemporánea no es ya tina institución, es una red relacional: La familia no es lo que era porque su función ha cambiado radicalmente. Así, en una obra reciente el sociólogo Frangois de Singly, traduciendo bastante bien la opinión más extendida, resume: «Sí, la familia ha cambiado. No es sólo que su mar- co institucional se haya hecho añicos, sino que su función básica se ha modificado igualmente. Durante mucho tiempo su papel fundamental ha sido la transmisión del patrimonio, económico y moral, de una generación a la siguiente. Hoy la familia tiende a privilegiar la construcción de la identidad personal, lo mismo en las rela- ciones conyugales que en las existentes entre padres e hijos». • • Desde esta perspectiva, la familia en cuanto grupo se puede considerar como el producto de la individualización democrática y no como lo opuesto a ella. De acuer- do con un movimiento de creciente psicologización y sentimentulización del fenó- meno familiar, la idea que hoy domina es la de intersubjetividad. Ésta es la razón de ser de la familia, lo mismo que cl amor cs su principio de funcionamiento (Thery, 1997, págs. 35-36). Se podría decir, desde el bando de los optimistas, que si bien los cambios en las formas familiares están aconteciendo de manera muy rápida en este final de siglo —hay más divorcio, más cohabitación sin matrimonio, más padres/madres solteros/as, etc., y, en consecuencia, proporcionalmente menos familias «con- vencionales» y la legislación para facilitar el divorcio y el tratamiento de las pa- rejas cohabitantes como casadas ha contribuido probablemente a esta situación— no hay, sin embargo, una evidencia clara que sugiera que sc esté evitando el ma- trimonio y la edúcación de los hijos, o que el ideal de una pareja felizmente ca- sada con hijos no se encuentre entre las expectativas más añoradas de un gran sector de la población. Por ejemplo, el testimonio de la regularidad con la que 58 1 Psicologla social de la familia las personas divorciadas se vuelven a casar y el número de parejas estables co- habitantes que consideran que sus relaciones tienen la misma fuerza de un ma- trimonio, y el hecho de que la nupcialidad desciende por circunstancias socio- económicas y no por carencia de voluntarios, corno puede constatarse en las numerosas encuestas sobre la juventud, son sugerentes indicadores, En este sentido, según el trabajo de Cruz Cantero (1995), el 68% de lt¡ población opina que la institución del matrimonio es socialmente importante Y un 81% le con- cede un significado particular. Esta tendencia dota, según Iglesias de Ussel (1998), de gran relevancia a las orientaciones familiares de lós ciudadanos de hoy, en una sociedad con libertad efectiva de elección u opción vital porque el matrimonio ha dejado de ser una necesidad social. Son tantas las voces que por optimismo o pesimismo han vislumbrado la úl- tima crisis de la familia que, de entrada, hay que destacar su asombrosa capaci- dad para adaptarse y sobrevivir. Y, corno ha señalado Julio Iglesias de Ussel (1998), no parece que sus evidentes y profundas transformaciones hayan causa- do su decadencia, sino más bien su éxito al ajustarse a las nuevas y diferentes condiciones culturales, sociales y económicas de las que forma parte. Es difícil sintetizar los intensos cambios de la familia española en las dos últi- mas décadas. Pero tal vez convenga subrayar que los datos disponibles permiten sostener que, Pese a la intensidad Je sus transformaciones y del contexto donde se inserta, la familia goza de buena salud. Más aún que en el pasado es un escenario muy vivo de solidaridades e instrumento extraordinariamente importante para la cohesión social (Iglesias de Usad, 1998, pág. 317). El problema de «la» definición Llegados a este punto y después de haber examinado en las páginas previas las diferentes «realidades» de la familia, creemos que la búsqueda de una defi- nición compartida de la familia tampoco parece que pueda facilitar nuestra comprensión de la complejidad y diversidad de la vida familiar, tanto intra co- mo interculturalmente y tampoco creemos, después de los análisis previos, que exista una remota posibilidad de que eso sea posible. Prueba de ello es, como ha señalado Smith (1995), la controversia que rodea al debate sobre la defini- . ción de «la familia». Esta autora ha identificado diferentes tipbb de definiciones de la familia que implican criterios a veces radicalmente opuestos, y que resu- mimos a continuación: —Algunos autores definen a la familiit como un grupo de personas relacio- nadas que ocupan posiciones diferenciadas, tales corno marido y mujer, padre e La (in)deflnición de la familia l 59 hijo, tía y sobrino, que cumplen las funciones necesarias para asegurar la su- pervivencia del grupo familiar, como la reproducción, la socialización de los ni- ños y la gratificación emocional (Whinch, 1979). Una definición que con. fre- . cucncia es una forma de establecer a la familia nuclear heterosexual como la norma. —Otras definiciones aceptan que pueda existir un adulto soltero corno ca- beza del hogar, pero con el reqiiisito de la presencia de un niño o adulto de- pendiente (Popenoe, 1993). —Otros estudiosos recomiendan la necesidad de explorar las' raíces de las variaciones en la familia en una multitud de identidades étnicas, raciales y cul- turales (Thomas y Wilcox, 1987; Cheal, 1991). • —Para otros, todavía no hemos podido comprender las variaciones en la es- tructura, función e interacción de las familias porque éstas siempre han sido compara das cojael modelo de familia nuclear de raza blanca y clase inedia (Gu- brium y Holstein, 1990; Stacey, 1990, 1993; Thome, 1992). —Una posición similar a la anterior es aquella según la cual las familias que no coinciden con la familia nuclear estándar tienden a ser consideradas como «desviantes» (Hutter, 1981; Cheal', 1991; Smith, 1993; Burgess, 1995). —También'se ha sugerido que la familia se define por las experiencias indi- viduales-in lorluna estructura particular y que, por lo tanto, ninguna forma familiar es siernpte la adecuada para todo tipo de personas (Gubrium y Hols- tein, 1990). —Para algunOs, los cambios que están produciéndose en las familias en el mundo occidetttat, como el incremento de los divorcios o la cohabitación, se- ñalan el debilitamiento o incluso la muerte del matrimonio y la familia (Bellah y otros, 1985; Cheal, 1991; Popenoe, 1988, 1993). Finalmente, otros autores argumentan que el retrato de la familia como un todo unificado y armonioso oculta desigualdadesinternas y relaciones de coer- ción búadas en jerarquías de género y edad que dan al hombre adulto una ma- yor autoridad y poder que puede ser perjudicial para las mujeres y los niños (Cheal, 1991; Smith, 1987; Balswich y Balswich, 1995). Son numerosos los autores que defienden que no existe una definición úni- ca y correcta de la familia (por ejemplo, Sprey, 1988a, 1990; Doherty y otros, 1993; Ingoldsby y Smith, 1995; Bernardes, 1997). Más bien, lo que existe son numerosas 'definiciones formuladas desde una perspectiva teórica en particular. Corno ha señalado Smith (1995), es la teoría la que da fortha a nuestras defini- ciones y expectativas de la vida familiar, Para esta autora, la forma en que res- pondemos a la pregunta «(qué es la familia?» depende en parte de cómo pen- samos acerca de las familias, sus semejanzas y sus díferendas. De igual modo, lo que conocemos acerca de las familias se basa también en las teorías que guían fi ". - 60 1 Psicología social de la familia nuestra investigación, puesto que es la teoría la que determina los aspectos qüe estudiarnos. En este sentido, Stacey (1993)'considera que no es posible una definición positivista de la familia. Para esta autora, los estudios antropológicos e históri- cos demuestran que la familia no es una institución, sino un constructo simbó- lico e ideológico con su propia historia y referentes políticos. El concepto de fa- milia se ha empleado tradicionalmente para significar principalmente una unidad doméstica, heterosexual, conyugal y nuclear, idealmente con una figura primaria encargada de obteíter los recursos económicos (el hombre) y la mujer ocupando un rol doméstico y del cuidado de los hijos. Para Stacey, esta defini- ción unitaria y normativa de la organización doméstica legítima omite, olvida y margina otras posibililides vinculadas a la diversidad racial, de clase, género y sexual y ha exacerbado numerosas desigualdades. Una definición que, según esta autora, ha encontrado en la retórica de los valores familiares el señuelo o tapadera para prejuicios ciertamente con menos'reputación. Desde posiciones feministas la familia se ha identificado con Frecuencia co- mo un constructo ideológico (Barrétt, 1980), es decir, cómo un conjunto de ideas creadas y mantenidas por grupos sociales particulares; a cuyos intereses sirve (Cheal, 1991). La ftimilia sería, por lo tonto, el resultado de un proceso histórico de construcción social de la realidad. También desde la tradición feminista se ha planteado que si se quiere com- prender realmente la vida familiar se debería «desconstruin> o descomponer el concepto de familia. Como señala Cheal (1991), ello implida disolver el con- , cepto de unidad familiar para estudiar en su lugar estructuSsIbyncentes tales como el sistema de sexo/género. Es más, de acuerdo con`la revisión de Cheal, algunos planteamientos feministas argumentan que la razón por la que se con- tinúa pensando en «la familia» como una unidad social activa es debido al aura de santidad que rodea a la familia en las sociedades capitalistas (Wearing, 1984). Incluso, en relación con lo anterior, se ha defendido que el concepto de • familia es una «ilusión socialmente necesaria». Puesto que el concepto de fami- lia es de hecho la base para Jos estudios científicos de la familia, esta posición amenazaría el verdadero corazón de una ciencia social de la familia (Cheal, 1991). Para David Cheal el reconocimiento de esa diversidad plantea un impor- tante reto a la teoría social, al menos en su versión positivista «esto es debido a que en cualquier campo de estudio científico debe existir algún tipo de acuer- do acerca de cuáles son los objetos de investigación, de forma que puedan in- cluirse en un discurso teórico común, y de forma que puedan generarse obser- vaciones comparables con el propósito de la verificación repetida de hipótesis. Esta preocupación lleva a la definición de las unidades de análisis. En el mo- mento presente, el creciente reconocimiento de la diversidad de la vida familiar La (in)definición de la familia 61 está llevando a numerosos científicos sociales a preocuparse por la redefinición de sus unidades de análisis, de forma que sean apropiadas a las condiciones contemporáneas» (pág. 125). Como ha señalado Cheal, el problema de redefinir estas unidades de análi- sis' es que, incluso cuando un término común como «familia» se utiliza como la principal unidad de análisis, ese término se utiliza para significar cosas diferen- tes. Por otra parte, también se ha cuestionado si la familia debe ser la unidad básica de análisis e incluso se ha cuestionado, por parte de autores como Ber- nardes, (1997) no sólo sí realmente sabemos lo que es una familia sino incluso si existe esa cosa llamada familia. Según Cheal, la solución más radical a las dificultades que plantea definir lo que se quiere significar por «familia» es abandonar este término en su uso con propósitos teóricos. Un representante de esta posición es John Scanzoni y sus colaboradores quienes recomiendan que el concepto «la familia» no debería volver a ser utilizado por los científicos sociales debido a que es demasiado con- creto, es decir, deMasiado específico tanto históricamente como culturalmente. En su lugar estos 'autores recomiendan utilizar el concepto de orden superior de «relaciones primarias», bajo el cual pueden subsumirse diversas clases de víncu- los convencionalmente definidos como relaciones familiares. No obstante, Che- al considera que la posición recomendada por Scanzoni y otros (1989) presen- ta importantes déficits, puesto que es cuestionable que sea posible o deseable evitar la influencia de la cultura en la teoría social mediante d uso de palabras o frases esotérieds. Es más, según este autor, ese intento puede servir para en- mascarar la naturaleza de los influencias culturales, dificultando el análisis y el debate de cuestiones teóricas. Es precisamente en ese contexto donde puede caracterizarse la visión pos- positivista de la fhtnilia como un elemento del conocimiento cotidiano del mun- do social que puede ser objeto de investigación por las ciencias sociales (Cheal, 1991). Según Cheal, desde esta orientación la familia es un sistema de creencias cargadas moralMente que representan intereses económicos y políticos en las relaciones sociales concretas. Representan este acercamiento planteamientos como el de Beechey (1985), para quien la familia es un constructo mental pro- ducto de una ideología fnmilista, o el de Bernardes (1985, 1997), que propone una nueva generación de estudios de lit familia que desplace a «la familia» de su estatus como una realidad que se da por supuesta. También Cheal (1988) en es- te contexto afirma que no existe una forma universal de «la familia» y que «la familia» es un término utilizado por los actores sociales para etiquetar aquellos vínculos que se cree que involucran relaciones íntimas duraderas (Cheal, 1991). Centrándose también en el uso del lenguaje en la construcción social de la fa- milia, Gubrium y Holstein (1990) consideran que el término «familia» es parte de un discurso particular para describir las" relaciones humanas dentro o fuera 16 62 Í Psicología social de la familia cid hogar. El discurso familiar sería para estos autores mi mudo de comunica- ción que asigna significados tanto a las relaciones interpersonales como a las ac- titudes que los actores tienen la intención de adoptar hacia loi otros, así como al curso de acción que se proponen tomar. Harris (1983) considera «la familia» como una «clase» de grupos, una cla- se que se referiría a todos los grupos formados por extensión de las relaciones elementales de la familia nuclear, como, por ejemplo, las relaciones entre espo- sos, entre padres e hijos o entre hermanos. Esta confusión o división acerca de cómo debe definirse la familia o, en otros términos, esta inestabilidad de la principal. categoría analítica existe,
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