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Psicoanalisis Freud 3er parcial

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RESUMEN 3° PARCIAL PSICOANALSIS
MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER
29° CONFERENICA: REVISION DE LA DOCTRINA DE LOS SUEÑOS
Se adoptó el supuesto de que el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer, es decir, que en todos los casos lo pone en marcha una tendencia displacentera, y después adopta tal orientación que su resultado final coincide con una evitación de displacer o una producción de placer. Si el trabajo anímico se empeña en tener baja la cantidad de excitación, todo cuanto sea apto para incrementarla se sentirá como displacentera. El principio de placer se deriva del principio de constancia, el cual supone el mantenimiento del nivel constante de la excitación, de modo que no se altere, ya que esto produce displacer. Pero a partir de 1920 Freud llegó a la conclusión de que en verdad es incorrecto hablar de un imperio del principio de placer sobre el decurso de los procesos anímicos. Si así fuera, la mayoría de los procesos anímicos tendría que ir acompañada de placer o llevar a él, y la experiencia refuta esta conclusión.
El principio de placer bajo el influjo de las pulsiones de auto conservación del yo, es relevado por el principio de realidad, que, sin resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción, renunciar a diversas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente el displacer en el largo rodeo hacia el placer. Pero, el principio de placer sigue siendo el modo de trabajo de las pulsiones sexuales. Es así como el principio de realidad no cuestiona al principio de placer dado que la finalidad es el placer.
Al pensar la respuesta del aparato psíquico a las exigencias pulsionales que se comportan como peligro pareciera que podría ser una vía para reconsiderar al principio de placer. 
Hay algo por fuera del aparato psíquico llamado pulsión que vale como peligro para el principio de placer y para el aparato mismo. La respuesta a este peligro es la genuina actividad del aparato, y una vez llevada a cabo de instaura el principio de placer. Entonces, lo que funda al aparato es la inscripción de la pulsión que funciona como pura cantidad, no está ligada a una representación. La cantidad pura funciona como peligro para el principio de placer, entonces la genuina actividad del aparato psíquico es ligar esa cantidad a una representación. Es así como se denomina al aparato psíquico como una medida de exigencia de trabajo, su trabajo es ligar. Pero, esta dimensión de la pulsión es irreductible, siempre queda un resto. Esta nueva dimensión de la pulsión se ve en los sueños traumáticos, el juego infantil y en la compulsión de repetición en transferencia. El aparato pretende ligar constantemente y la pulsión se resiste.
Sueños en las neurosis traumáticas
En la neurosis traumática se destacan dos rasgos: que el centro de gravedad de la causación parece situarse en el factor de la sorpresa, en el terror, y que no hay lesión física. La angustia designa cierto estado de expectativa y preparación frente al peligro pero no implica un objeto determinado, el miedo requiere un objeto determinado pero no hay expectativa, y se llama terror al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado, un efecto sorpresa y sin objeto determinado. En una situación de terror el aparato se presenta frente a un exceso de cantidad, se ponen en suspenso las representaciones y esto pone en riesgo al aparato psíquico.
 Las personas que sufren neurosis traumática durante el día tienen una vida normal, pero al dormir, la vida onírica reconduce al enfermo una y otra vez a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror. 
Esto cuestiona al sueño como cumplimiento de deseo, hay una falla en la función del sueño.
Juego infantil
Freud observo a un niño de un año y medio jugando. El niño exhibía el habito de arrojar lejos de si objetos pequeños que hallaba a su alcance, y al hacerlo decía “ooo” que significaba “fort” (se fué). El niño también jugaba con un carretel atado a un piolín a modo de yo-yó, el cual tiraba y decía “ooo”, tirando del piolín el carretel volvía a aparecer y decía “da” (acá está). El juego entonces era el de desaparecer y volver, lo cual tiene correlato con la renuncia pulsional del niño de admitir sin protestas la partida de la madre, se resarcía escenificando por sí mismo con los objetos a su alcance ese desaparecer y regresar. Pero, la más de las veces solo ejecutaba el primer acto, y resulta imposible que la partida de la madre le resultara placentera, entonces resulta enigmático por qué lo repetiría. Esta repetición implica una ganancia de placer de otra índole, más directa, originaria e independiente del principio de placer.
Compulsión de repetición en transferencia
El enfermo no puede recordar todo lo que hay en él de reprimido. Más bien se ve forzado a repetir lo reprimido en vez de recordarlo, repite ocasiones indeseadas y situaciones dolorosas. Cuando en el tratamiento las cosas se han llevado hasta este punto, puede decirse que la anterior neurosis ha sido sustituida por una neurosis de transferencia. Se exterioriza una compulsión de repetición, que se instaura más allá del principio de placer 
Compulsión de repetición
La resistencia del yo consciente y preconsciente está al servicio del principio de placer. Quiere ahorrar el displacer que se excitaría por la liberación de lo reprimido, en tanto nosotros nos empeñamos en conseguir que ese displacer se tolere invocando el principio de realidad. 
Las mas de las veces, lo que la compulsión de repetición hace revivenciar no puede menos que provocar displacer al yo, puesto que saca a la luz operaciones de mociones pulsionales reprimidas. Esta clase de placer no contradice al principio de placer, es displacer para un sistema y, al mismo tiempo, satisfacción para el otro. Pero la compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales reprimidas desde entonces. Se trata de la acción de pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción, pero que aun en aquel momento no la produjeron sino que conllevaron únicamente displacer, pero a pesar de todo se repite la experiencia. Es de este modo como se concluye en suponer que la compulsión de repetición de instaura más allá del principio de placer.
Redefinición del trauma en 1920
Puesto que la conciencia brinda en lo esencial percepciones de excitaciones que vienen del mundo exterior, y sensaciones de placer y displacer que solo puede originarse en el interior de aparato anímico, es posible asumir que el sistema consciente tiene una posición espacial en la frontera entre lo exterior y lo interior. 
Se puede pensar al sistema consciente como la corteza cerebral, la cual protege la parte más blanda del cerebro como un callo. También se puede ilustrar como una vesícula indiferenciada, entonces su superficie vuelta hacia el mundo exterior esta indiferenciada por su ubicación misma y sirve como órgano receptor de estímulos. Por el incesante choque de los estímulos externos sobre la superficie de la vesícula, la sustancia de esta se altera hasta una cierta profundidad, de suerte que su proceso excitatorio discurre de manera diversa que en estratos más profundos. De este modo se habría forjado una corteza, que ofrece las condiciones más favorables a la recepción de los estímulos y ya no susceptible de ulterior modificación. Esta partícula se protege de los estímulos con una protección anti estímulos a través de la cual estos son filtrados.
En el caso de los estímulos internos el aparato psíquico no cuenta con la protección, el estimulo avanza de manera directa y aparece como placer o displacer. Se tenderá a tratarlas como si obrasen desde afuera, a fin de poder aplicarles el medio defensivo de la protección anti estimulo. Por más de que sean estímulos del interior vale como externos porque son heterogéneos a las representacionesligadas. Es por esto que la pulsión es una medida de exigencia de trabajo, porque está en el centro pero de modo heterogéneo. 
Teniendo en cuenta esta nueva noción llamamos excitaciones traumáticas a aquellas que poseen suficiente fuerza para perforar la protección anti estimulo, las cuales provocarán una perturbación enorme en la economía energética del organismo y pondrá en acción todos los medios de defensa. Pero en un primer momento el principio de placer quedará abolido. Ya no podrá impedirse que el aparato anímico resulte rebasado por grandes volúmenes de estimulo, entonces la tarea planteada es más bien otra: dominar el estimulo, ligar psíquicamente los volúmenes de estimulo que penetraron violentamente a fin de conducirlos después a su tramitación. El principio de placer opera sobre cantidades ligadas y, la ligadura funciona como defensa, pero hasta que no se logre la ligadura el principio de placer no puede regir.
Para nuestra sorpresa los estímulos internos son las pulsiones, y son traumáticas. No hay barrera anti estimulo entonces pueden producir placer o displacer, no tienen filtro por ende siempre hay algo en la pulsión que es un exceso, es una cuestión económica. Hay un exceso, algo más de lo que el aparato puede tolerar, por lo que va a repetir, de ahí viene la compulsión de repetición como intento de ligar.
Con el trauma la protección antiesitmulos se destruye. En cambio, en el caso del dolor corporal, se perfora en un lugar localizado y ahí se produce una enorme contrainvestidura a favor de la cual se empobrecen todas las otras funciones psíquicas. Cuando hay una parte afectada, las investiduras se movilizan, funcionan a modo de parche y operan ligando.
La neurosis traumática es el resultado de una ruptura de la protección antiestimulo. El terror tiene por condición la falta del apronte angustiado de los sistemas que reciben primero el estimulo. A raíz de esta investidura más baja, pues, los sistemas no están en buena situación para ligar los volúmenes de excitación sobrevinientes, y por eso las consecuencias de la ruptura de la protección antiestimulo se producen fácilmente. 
El apronte angustiado, con su sobre investidura, constituye la última trinchera de la protección antiestimulo. En toda una serie de traumas, el factor decisivo para el desenlace será la diferencia entre los sistemas preparados y los no preparados por sobreinvestidura. 
En la neurosis traumática los sueños reconducen regularmente al enfermo a la situación que sufrió en el accidente, es evidente que no están al servicio del cumplimiento de deseo. Por esa vía contribuyen a otra tarea que debe resolverse antes de que el principio de placer pueda iniciar su imperio. Buscan recuperar el dominio sobre el estimulo por medio de un desarrollo del apronte angustiado cuya omisión causo la neurosis traumática, es decir, intentan ligar las cantidades no ligadas que produjeron el trauma. De este modo cuando el sueño se transforma en angustia triunfó la ligadura. La tarea de ligar es lógicamente anterior y condición del principio de placer. Es de este modo como ahora todos los sueños son intento de realización de deseo.
EL PROBLEMA ECONÓMICO DEL MASOQUISMO
1° Dualismo: lo que distingue a las pulsiones unas de otras y la dota de propiedades especificas es su relación con sus fuentes somáticas y con sus metas. 
· Pulsiones de auto conservación/yoicas: aquellas que solo involucran los fines de la conservación del organismo.
· Pulsiones sexuales: para explicar su origen toma de modelo el chupeteo, cuando el bebe deja de comer sigue chupando porque obtiene placer de esa práctica. La pulsión nace cuando el chupeteo se independiza de la función de nutrición.
Cada pulsión busca imponerse animando las representaciones adecuadas a su meta. Estas pulsiones no siempre son conciliables entre si, a menudo entran en conflicto de intereses. Son los mismos órganos y sistemas de órgano los que están al servicio tanto de las pulsiones sexuales como de las yoicas. El placer sexual no se anuda meramente a la función de los genitales, por ej. los ojos no solo perciben las alteraciones del mundo exterior importantes para la conservación de la vida, sino también para detectar el encanto sexual. 
Falso dualismo: es falso porque la libido es una sola, lo que cambia es la colocación. Hasta el momento de la presentación de”Introducción al narcicismo”, predominaba el primer dualismo pulsional constituido por las pulsiones sexuales y las de autoconservación o yoicas. Con el narcisismo, vemos que algo de lo libidinal se cuela en el yo, por ende de alguna manera podríamos decir que libidiniza el yo. Entonces introduce un falso dualismo, la libido yoica y libido objetal, el dualismo no cambia pero esta alterado.
2° Dualismo: pulsión de vida y pulsión de muerte
La libido es representante de la pulsión de vida, aquella se enfrenta con la pulsión de muerte. La pulsión de muerte es cantidad no ligada. El riesgo de los estímulos no ligados es que tenga una cantidad económica que destruya al aparato psíquico. La tarea de la libido va a ser ligar lo no ligado. La ligadura es la condición para que se pueda transferir al mundo exterior. Al ligar se transforma la pulsión de muerte en pulsión de destrucción y esta última envía a los objetos del mundo. Ej. No es lo mismo cortarme que putear a otro.
El sector de la pulsión de destrucción que se pone al servicio de la función sexual es el sadismo, el cual permite disponer del cuerpo del otro. Hay otro sector que se resiste a la mezcla con la pulsión de vida, queda en el interior del organismo como un resto al cual llama masoquismo erógeno (porque es pulsional). El masoquismo es originario, anterior al sadismo. El masoquismo es erógeno porque no se pasa a los objetos, hay satisfacción en el síntoma.
El conflicto entonces será sobre lo que se resiste a la ligadura y la pulsión de vida. Lo traumático es desmezcla pulsional, intromisión de lo no ligado. La tensión será entre mezcla y desmezcla. Lo que no se liga queda en el cuerpo como una dimensión ajena que es fuente de extrañeza y se padece, (ej. en un duelo se siente al cuerpo propio como ajeno). 
· Pulsión de muerte + Pulsión de vida = Pulsión de destrucción
· La mezcla es la tarea de la pulsión de vida.
· La dezmescla es la tarea de la pulsión de muerte.
· El principio de placer regula la mezcla pero no la desmezcla.
EL YO Y EL ELLO
Propone un 2° modelo de aparato psíquico que incluya la pulsión de muerte. Este modelo sirve para pensar los fenómenos pulsionales pero no tanto el retorno de lo reprimido.
Ser consciente es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la percepción inmediata. En segundo lugar, la experiencia muestra que un elemento psíquico, por ejemplo una representación, no suele ser consciente de manera duradera. Luego es posible volver a convocarlo a la conciencia porque es preconsciente, es decir susceptible de conciencia. En el sentido descriptivo lo que no está en la conciencia es inconsciente, aun si es preconsciente. Pero el psicoanálisis llega al concepto de inconsciente por la dimensión dinámica, lo reprimido es el modelo de lo inconsciente. En el sentido descriptivo hay 2 clases de inconsciente: lo latente aunque susceptible de conciencia y lo reprimido.
Llamamos preconsciente a lo latente que es inconsciente solo descriptivamente, no en el sentido dinámico. Limitamos el nombre inconsciente a lo reprimido inconsciente dinámicamente. De este modo ahora tenemos 3 términos: consiente, preconsciente e inconsciente, cuyo sentido ya no es puramente descriptivo. El pre consciente suponemos, está mucho más cerca de la conciencia que el inconsciente. Podremos manejarnos con estos 3 términos sin olvidar que en el sentido descriptivo hay 2 clases de inconsciente, pero en el dinámico solo 1.
Se evidencia que los distingos de preconsciente, consciente e inconsciente no bastan, son insuficientes en la práctica. Entre las situaciones que lo demuestran la más significativa es que el yo es una organización coherente de los procesosanímicos en una persona, gobierna los accesos a la motilidad, aplica la censura onírica y de él parten las represiones, es decir, que el yo se opone a lo reprimido.
El enfermo experimenta dificultades cuando planteamos ciertas tareas, sus asociaciones fallan cuando debieran aproximarse a lo reprimido. En tal caso le decimos que se encuentra bajo el imperio de una resistencia, pero él no sabe nada de eso. Entonces se concluye en que dentro del yo hay algo inconsciente que no está reprimido pese a que se comporta como tal, es decir, exterioriza efectos intensos sin devenir consiente y se necesita un trabajo particular para hacerlo consciente.
De este modo se ensancha el concepto de inconsciente. Lo reprimido es un sector de lo inconciente. No todo lo inconsciente es reprimido pero todo lo reprimido es inconsciente. También una parte de yo es inconsciente, que no es reprimido, pero tampoco es preconsciente. Es así como se fuerza a ubicar una nueva dimensión de inconsciente: el inconsciente no reprimido, el cual es llamado inconsciente estructural.
Se ha dicho que la conciencia es la superficie del aparato anímico, espacialmente es el primer sistema contando desde el mundo exterior. Por tanto, son conscientes todas las percepciones que nos vienen de afuera, y de adentro lo llamamos sensaciones y sentimientos.
En “Lo inconsciente” adoptamos el supuesto de que la diferencia afectiva entre una representación inconsciente y una preconsciente consiste en que la inconsciente se consuma en algún material no conocido, mientras que en el caso de lo preconsciente se añade la conexión con representaciones palabra. 
Estas representaciones palabras son restos mnémicos, una vez fueron percepciones y, como todos los restos mnémicos, pueden devenir de nuevo conscientes. Solo puede devenir consciente lo que una vez fue percepción consciente, y exceptuados los sentimientos, lo que desde adentro quiere devenir consciente tiene que intentar transponerse en percepciones exteriores.
Algo reprimido puede hacerse preconsciente restableciendo mediante el trabajo analítico aquellos eslabones intermedios preconscientes. Por consiguiente, la conciencia permanece en su lugar, pero tampoco el inconsciente ha reparado hasta la conciencia, es decir, cada sistema mantiene su lugar.
Las sensaciones de displacer se imponen y avanzan a la conciencia en forma directa sin mediación, sin mecanismo psíquico que las elabore, sin alterarse. También se aplica al placer pero pasa desapercibida. Las sensaciones muestran cómo opera ese otro distinto cualitativo y cuantitativo. 
Para llevar una representación a la conciencia hay que unirlo con una representación palabra. En cambio, en el caso de las sensaciones la diferencia entre consciente y preconsciente carece de sentido. Las sensaciones son o conscientes o inconscientes, y aun cuando estas se liguen a representaciones palabra, no deben a estas su devenir consciente, sino que devienen conscientes de manera directa. Le importa ubicar la dimensión del inconsciente que no es reprimido.
Llamamos YO a la esencia que parte del sistema perceptivo y que es primero preconsciente, es una parte diferenciada del ELLO. Este último es lo otro psíquico en que el yo se continua y se comporta como inconsciente. Un individuo es un ello psíquico no conocido e inconciente, sobre el cual, como una superficie, se asienta el yo, desarrollado desde el sistema perceptivo como si fuera su núcleo. No todo el ello está cubierto por el yo, solo la parte que está dirigida al mundo. El ello intenta obtener satisfacción y el yo mediatiza con el mundo. El yo es el negociador, tiene vínculo con el mundo y con el ello, y además es el que controla la motilidad.
Lo que es extraño es que hay ciertas instancias como la conciencia moral que puede ser inconsciente. También le extraña el sentimiento inconsciente de culpa. La respuesta a esto está en la 3° instancia que constituye al aparato psíquico: el superyo.
El superyó es la 3er instancia psíquica la cual Freud la llama el heredero del complejo de Edipo. Cuando interviene el padre como ley interviene como ordenador. La ley en general exige renuncia a la satisfacción pulsional. Si uno elige no renunciar, el correlato subjetivo o sensación es la culpa. Si uno renuncia siente calma.
Freud encuentra que el obsesivo cuando mas renuncia presenta un efecto paradojal que es que peor se siente, más severo se pone el superyó. Esto ocurre porque el superyó es una instancia compleja y tiene un doble origen. Un origen como heredero del complejo de Edipo y otro origen que se desprende de la identificación primaria (el ello inviste objetos, en lugar de objeto aparece una identificación, el padre de la prehistoria personal). Esta identificación está ligada al ello. Las identificaciones primarias son subsidiarias del ello y este exige satisfacción completa (es la sede de las pulsiones), con lo cual su demanda no tiene fin. Entonces el superyó exige renuncia y satisfacción. Cuanto más renuncia, más severo se pone. Ej. Cuanto más estudio más miedo tengo a que me vaya mal. El problema de la vertiente de la identificación es que como el horizonte es la satisfacción completa y no existe, no hay límite y siempre se lo puede pasar peor.
Todas estas exigencias se dirigen al yo. El yo es vasallo del ello y también del superyó que pide que renuncia a la satisfacción pero al mismo tiempo espera que cada vez busque mas satisfacción pero satisfacción en el padecimiento. Ej. Ya comí postre, y el superyó dice que comas más y más, y después te cae mal.
El yo se constituye a partir de investiduras resignadas del ello, pero lo que se constituye es esta parte diferenciada del yo a la que llama superyó, parte que se contrapone porque lo va a evaluar todo el tiempo al yo y lo va a evaluar con severidad. Es por eso Freud habla del sadismo del superyó y el masoquismo del yo, en el sentido de que el yo frente al superyó queda ubicado como objeto, entonces el yo y queda ubicado como objeto frente al ello y frente al superyó que lo evalúa sádicamente.
El yo se ubica en lo ligado y lo no ligado, pero ambas dimensiones operan juntas.
Reacción terapéutica negativa
Todo lo dicho anteriormente es importante porque tiene manifestaciones clínicas. Hay personas que se comportan de manera extraña en el trabajo analítico. Si uno les da esperanza y les muestra contento por la marcha del tratamiento parecen insatisfechos y por regla general su estado empeora. Estas personas reaccionan de manera trastornada frente a los progresos de la cura, empeoran en vez de mejorar. Presentan la llamada reacción terapéutica negativa, en estas personas no prevalece la voluntad de curación, sino la necesidad de estar enfermas. 
Es el punto mas intrincado de un análisis, el superyó se hace presente como resistencia. La cura se vuelve un peligro para la vertiente del superyó que se relaciona con el ello, porque la cura va en contra de la satisfacción que encuentra en el padecimiento. La pulsión de muerte encuentra satisfacción en la enfermedad. Este obstáculo es el más poderoso de las resistencias porque pone en riesgo al tratamiento.
Se trata de un factor moral, de un sentimiento de culpa que haya su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer. Ese sentimiento de culpa es mudo para el enfermo, él no siente culpa, se siente enfermo.
· Satisfacción y placer son distintos: la satisfacción de la pulsión sexual siempre coincide con el placer, pero cuando opera la represión deja de coincidir, entonces el yo siente al retorno de lo reprimido como displacer. Cuando Freud descubre que la pulsión sexual no es la única, que también está la pulsión de muerte, es decir en la que esta lo no ligado que tiene a la desmezcla pulsional, se encuentra con otra dimensión de la satisfacción que es radicalmente opuesta a placer, es satisfacción en padecimiento entonces es displácetela.
· El yo es una parte del ello
· El superyó es una parte del yo.
INHIBICIÓN, SINTOMA Y ANGUSTIA
Organiza las resistencias a la luz de los nuevos hallazgos. 
YO· Represión: repugnancia del yo a guiar la energía psíquica a lo reprimido, es un proceso que reclama un gasto permanente de energía.
· Transferencia: está ligada a los momentos de silencio de las asociaciones. En los momentos en que el paciente no asocia libremente, no recuerda nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa, repite. Mientras mayor sea la resistencia mas será sustituido el recordar por el actuar. Repite sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter, y además todos sus síntomas. La repetición es el retorno de una representación solo que el paciente no se reconoce en ella; hay una relación entre el recuerdo y la repetición. Esa repetición vale como recuerdo, se recuerda en acto. Es decir que es una representación que se actualiza en la transferencia. La transferencia se agrega como una vía más del retorno de lo reprimido. Algo del material patógeno se transfiere sobre el analista, y entonces obstaculiza el desarrollo del análisis porque evita que el paciente pueda recordar, pero al mismo tiempo facilita el retorno de lo reprimido por la vía de la transferencia. Sin embargo, pese a que la transferencia es uno de los mayores obstáculos en el análisis, es también es la condición para que se produzca la cura.
· Ganancia secundaria de la enfermedad: consiste en todas las modificaciones que realiza el yo para apropiarse del síntoma, para cancelar la ajenidad del síntoma. Ese esfuerzo del yo después va a funcionar como resistencia, porque curarse implicaría resignar el beneficio que se extrae del padecimiento.
ELLO
· Compulsión de repetición
· Ganancia primaria de la enfermedad: el síntoma no solo es una formación sustitutiva sino que es una satisfacción sustitutiva. Es una ganancia de placer en el síntoma, que no es sentida como tal, implica un padecimiento. 
SUPERYO
· Necesidad de castigo: el fenómeno clínico que lo representa es la reacción terapéutica negativa.
Resistencias mayores: son las del ello y las del superyó (las que se refieren a la pulsión de muerte), son estructurales, marcan un límite de difícil atravesamiento.
ANALISIS TERMINABLE E INTERMINABLE
Limites en el fin de un análisis sin restos: 
INTENSIDAD CONSTITUCIONAL DE LAS PULSIONES
Habría que modificar la formula intensidad pulsional –por el momento- en lugar de –constitucional. La pregunta de la que parte Freud es si resulta posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante la terapia analítica, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional patógena dirigida al yo. Concluye en que si nos referimos a eliminar la pulsión, no, es imposible e indeseable, puesto que la pulsión motiva los fenómenos vitales. Lo que es posible es domeñarla, es decir, que la pulsión quede admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, y de este modo que esta se pueda ligar y además que se levanten las represiones para que esa libido quede a disposición del yo. 
El factor cuantitativo de la intensidad pulsional se había contrapuesto en su momento a los empeños defensivos del yo, por eso debimos recurrir al trabajo analítico, y ahora aquel mismo factor pone un límite a la eficacia del empeño analítico. Dada una intensidad pulsional hipertrófica, el yo madurado y sustentado por el análisis, fracasa en la tarea de manera semejante a lo que antes le ocurriera al yo desvalido. El gobierno sobre lo pulsional después de un análisis, mejora, pero sigue incompleto, porque la trasmudación del mecanismo de defensa ha sido imperfecta. No se puede dominar a la pulsión porque no toda la pulsional se liga, siempre hay posibilidad de desmezcla pulsional. 
Por más que el análisis tienda al domeñamiento, hay un límite que lo pone la vida. Hay momentos de la vida en que la intensidad pulsional aumenta. Que la intensidad pulsional aumente tiene dos sentidos. Si nos referimos a las exigencias de la libido hay dos momentos de la vida en que la intensidad sube, estos son durante la pubertad y, en la mujer en la menopausia. Y también en cualquier otra época de la vida, puede aumentar la intensidad pulsional en tanto no ligada, por obra de influjos accidentales. 
ALTERACION DEL YO
Como es sabido, la situación analítica consiste en aliarnos nosotros con el yo de la persona objeto a fin de someter sectores no gobernados de su ello, o sea, de integrarlos en la síntesis del yo, es decir, ligar. 
Desde el comienzo mismo, en efecto, el yo tiene que procurar el cumplimiento de su tarea, mediar entre su ello y el mundo exterior al servicio del principio de placer, prever al ello de los peligros del mundo exterior. Si en el curso de este empeño aprende a adoptar una actitud defensiva también frente al ello propio, y a tratar sus exigencias pulsionales como peligros externos, esto acontece, al menos en parte, porque comprende que la satisfacción pulsional llevaría a conflictos con el mundo exterior. El yo se acostumbra entonces, bajo el influjo de la educación, a trasladar el escenario de la lucha de afuera hacia adentro, a dominar el peligro interior antes que haya devenido un peligro exterior. Durante esta lucha en dos frentes, el yo se vale de mecanismos de defensa.
Los mecanismos sirven al propósito de apartar peligros, pero ellos mismo pueden convertirse en peligros. Estos se fijan en el interior del yo, devienen unos modos regulares de reacción del carácter, que durante toda la vida se repiten tan pronto como retorna una situación parecida a la originaria. El yo fortalecido del adulto sigue defendiéndose de unos peligros que ya no existen en la realidad objetiva, y aun se ve esforzado a rebuscar aquellas situaciones de la realidad que puedan servir como sustitutos aproximados del peligro originario, a fin de justificar su aferramiento a los modos habituales de reacción. Esto ocurre porque los mecanismos de defensa se han transformado en fuente de satisfacción pulsional. De este modo, estos mecanismos perciben a la cura como un peligro, y esto pone un límite al trabajo del análisis. 
LA ROCA VIVA DE LA CASTRACIÓN
La imposibilidad de inscribir la diferencia sexual opera como límite. La envidia del pene para la mujer y para el hombre la revuelta contra la actitud pasiva hacia otro hombre
28° CONFERENCIA: LA TERAPIA ANALITICA
Alude a ciertas críticas, en donde le cuestionan que la investigación dentro del psicoanálisis se lleve a cabo atravesado por la transferencia, es decir que no tenga un sesgo de objetividad en donde el investigador esta por fuera del fenómeno que estudia. De todos modos no es un obstáculo, primero porque en todo caso el problema es pensar que el investigador puede estar fuera del objeto que investiga, porque el objeto de investigación se construye, y al construirlo hace recortes en donde participan los supuestos que uno tiene, segundo porque cuando se investiga se busca comprobar una hipótesis con lo cual no hay objetividad, uno esta sesgado, eso puede llevar a desestimar elementos que no están dentro del recorte que uno hizo, y además cuando uno ingresa a un campo lo modifica y es un problema desconocer los efectos de la presencia en el campo de investigación.
Además hay otra crítica que es la pregunta de que si la cura se da por sugestión, dado que la transferencia implica que el analista va a tener un poder, entonces la cuestión es si el analista lo usará para sugestionar al paciente. Para responder a esto Freud dice que el neurótico es incapaz de gozar y de producir, de lo primero, porque su libido no está dirigida a ningún objeto real, sino que está en el síntoma del cual obtiene satisfacción, y de lo segundo, porque tiene que gastar una gran proporción de su energía restante en mantener a la libido en el estado de represión y defenderse de su asedio. Sanaría si el conflicto entre su yo y su libido tocase a su fin, y su yo pudiera disponer de nuevo de su libido. La tarea terapéutica consiste, entonces, en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al yo, para ponerla de nuevo al servicio de este. Para solucionar los síntomas es preciso remontarse hasta su génesis,hasta el conflicto del cual nacieron; es preciso renovar este conflicto y llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas impulsoras que en su momento no estaban disponibles. Esta revisión del proceso represivo sólo en parte puede consumarse en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión. 
La pieza decisiva del trabajo se ejecuta en dos pasos. Primero la instalación de la transferencia, es decir que el analista quede capturado por la libido que estaba en el síntoma, y que el conflicto se vuelva actual apareciendo así la neurosis de transferencia. La terapia psicoanalítica encuentra sus límites en la falta de movilidad de la libido, que puede mostrarse remisa a abandonar sus objetos, y en la rigidez del narcisismo, que no permite que la transferencia sobre objetos sobrepase cierta frontera. Hay una segunda operación que consiste en desmontar la transferencia, entonces, como los éxitos del análisis no fueron por sugestión, una vez desmontada la transferencia esos éxitos se mantendrán dado que no dependen de la presencia del analista. 
En ningún punto esencial los sueños de los neuróticos se diferencian de los sueños de las personas normales. Tenemos que decir, entonces, que la diferencia entre neurosis y salud vale sólo para el día; no se continúa en la vida onírica. No podemos poner en entredicho que también la persona sana posee en su vida anímica lo único que posibilita tanto la formación del sueño como la del síntoma: debemos inferir que también ella ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, que su sistema del inconsciente oculta mociones reprimidas, aunque investidas de energía, y que una parte de su libido ya no está disponible para su yo. Por tanto, también la persona sana es virtualmente neurótica. La diferencia entre salud nerviosa y neurosis se circunscribe, pues, a lo práctico, y se define por el resultado, a saber, si le ha quedado a la persona en medida suficiente la capacidad de gozar y de producir. Probablemente se reconduzca a la proporción relativa entre los montos de energía que han quedado libres y los ligados por represión, y es de índole cuantitativa, no cualitativa.
SEMINARIO
ESQUEMA DEL PSICOANALISIS
ALGUNAS CONSECUENCIAS PSIQUICAS DE LA DIFERENCIA ANATOMICA ENTRE LOS SEXOS
33° CONFERENCIA: LA FEMENIDAD
EL SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO
ORGANIZACIÓN GENITAL INFANTIL
PSICOLOGIA DE LAS MASAS Y ANALISIS DEL YO
El complejo de Edipo es así llamado porque su contenido esencial retorna en la saga griega del rey Edipo. El héroe griego mata a su padre y toma por esposa a su madre.
Aquí hay que describir por separado el desarrollo del niño y niña, ahora la diferencia entre los sexos alcanza su primera expresión psicológica. El hecho de la dualidad de los sexos se levanta ante nosotros a modo de un gran enigma, en la vida anímica solo hallamos reflejos de aquella oposición. Ningún individuo se limita a los modos de reacción de un solo sexo. Para distinguir lo masculino de lo femenino en la vida anímica nos sirve una ecuación convencional y empírica, a todas luces insuficiente. Llamamos masculino a todo cuanto es fuerte y activo, y femenino a lo débil y pasivo. 
El primer objeto erótico del niño/a es el pecho materno nutricio; el amor se engendra apuntalado en la necesidad de nutrición satisfecha. Al comienzo el pecho no es distinguido del cuerpo propio. Este primer objeto se completa luego en la persona de la madre, quien no sólo nutre, sino también cuida, y provoca en el niño tantas otras sensaciones corporales. En el cuidado del cuerpo, ella deviene la primera seductora del niño. En estas dos relaciones arraiga la significatividad única de la madre, que es incomparable y se fija inmutable para toda la vida, como el primero y más intenso objeto de amor, como arquetipo de todos los vínculos posteriores de amor en ambos sexos.
En el varón la amenaza de castración pone fin al complejo de Edipo; y en el caso de la mujer nos enteramos de que ella, al contrario, es esforzada hacia su complejo de Edipo por el efecto de la falta de pene.
Complejo de Edipo y complejo de castración en el niño
Cuando el niño ha entrado en la fase fálica de su desarrollo libidinal, ha recibido sensaciones placenteras de su miembro sexual y ha aprendido a procurárselas a voluntad mediante estimulación manual, deviene el amante de la madre. Desea poseerla corporalmente en las formas que ha colegido por sus observaciones y vislumbres de la vida sexual, y procura seducirla mostrándole su miembro viril, de cuya posesión está orgulloso. En suma, su masculinidad de temprano despertar busca sustituir al padre, quien hasta entonces ha sido su envidiado arquetipo por la fuerza corporal que en él percibe y la autoridad con que lo encuentra revestido. Ahora el padre es su rival, le estorba el camino y le gustaría quitárselo de en medio. 
La madre ha comprendido muy bien que la excitación sexual del varoncito se dirige a su propia persona. En algún momento medita entre sí que no es correcto consentirla. Cree hacer lo justo si le prohíbe el quehacer manual con su miembro. La prohibición logra poco, a lo sumo produce una modificación en la manera de la autosatisfacción. Por fin, la madre echa mano del recurso más tajante: amenaza quitarle la cosa con la cual él la desafía. Por lo común, cede al padre la ejecución de la amenaza, para hacerla más terrorífica y creíble; se lo dirá al padre y él le cortará el miembro.
Cuando el niño ve por primera vez los genitales de una niña poco se interesa. Solo mas tarde, después que cobró influencia sobre él una amenaza de castración, aquella observación se le volverá significativa, su recuerdo lo somete a la creencia de que la efectividad de la amenaza que le han hecho y cae bajo el influjo del complejo de castración.
Los efectos de la amenaza de castración atañen a todos los vínculos del muchacho con padre y madre, y luego con hombre y mujer en general. Las más de las veces, la masculinidad del niño no resiste esta primera conmoción. Para salvar su miembro sexual, renuncia de manera más o menos completa a la posesión de la madre. El muchacho cae en una actitud pasiva hacia el padre, como la que atribuye a la madre. Es cierto que a consecuencia de la amenaza resignó la masturbación, pero no la actividad fantaseadora que la acompaña. La angustia ante el padre y el odio contra él experimentarán un gran acrecentamiento. La masculinidad del muchacho se retira, por así decir, a una postura de desafío al padre. Como resto de la fijación erótica a la madre suele establecerse una hipertrófica dependencia de ella, que se prolongará más tarde como servidumbre hacia la mujer. Ya no osa amar a la madre, pero no puede arriesgar no ser amado por ella, pues así correría el peligro de ser denunciado por ella al padre y quedar expuesto a la castración
En el varón, el complejo es reprimido. Sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas, sus objetos incorporados al yo, donde forman el núcleo del superyó y prestan esta neofromación a sus propiedades características. En el caso ideal ya no subsiste en lo inconsciente ningún complejo de Edipo, el superyó ha devenido su heredero.
Complejo de castración y complejo de Edipo en la niña
En la niña la fase pre-edipica es más importante que la fase edipica, es decir que la ligazón madre es relevante, el complejo de Edipo es una formación secundaria. 
Como efecto del complejo de castración en la niña pequeña, ella no tiene que temer la pérdida del pene, pero no puede menos que reaccionar por no haberlo recibido. Al ver los genitales del otro sexo nota la diferencia y se siente gravemente perjudicada, de este modo su desarrollo se consuma bajo el signo de la envidia del pene. Si en la fase fálica intenta conseguir placer como el muchacho, por estimulación manual de los genitales, suele no conseguir una satisfacción suficiente y extiende el juicio de la inferioridad de su mutilado pene a su persona total, se ubica inconscientemente en la dimensión de la falta. Por regla general,abandona pronto la masturbación, porque no quiere acordarse de la superioridad de su hermano varón o su compañerito de juegos, y se extraña por completo de la sexualidad. 
Aquí se bifurca el complejo de masculinidad de la mujer, el cual consiste en una esperanza de recibir alguna vez un pene igualándose así al varón, si no logra superarlo puede deparar en grandes dificultades en el desarrollo hacia la feminidad. 
Para feminizarse es necesario pasar por el camino de la envidia del pene. Bajo este influjo la niña hace responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio. La envidia se transforma en celos y esto permite la resignación de la madre, la cual sustituye por el padre como objeto de amor. El deseo con que la niña se vuelve hacIa el padre es sin duda, el deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora espera del padre. Sin embargo, la situación femenina solo se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo, y entonces, siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece en lugar del pene. Con la transferencia del deseo hijo-pene al padre, la niña ha ingresado en la situación del complejo de Edipo. La hostilidad a la madre, experimenta un gran refuerzo, pues deviene la rival que recibe del padre todo lo que la niña anhela de él.
Para la mujer conlleva mínimos daños permanecer en su postura edípica femenina. Escogerá a su marido por cualidades paternas y estará dispuesta a reconocer su autoridad. Su añoranza de poseer un pene, añoranza en verdad insaciable, puede llegar a satisfacerse si ella consigue totalizar el amor por el órgano como amor por el portador de este, como en su tiempo aconteció con el progreso del pecho materno a la persona de la madre.
Las salidas del complejo de Edipo son: inhibición sexual o la neurosis, la alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, o la feminidad normal.
23° CONFERENCIA: LOS CAMINOS DE LA FORMACION DE SINTOMA
Por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento de las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas, estas escenas no siempre son verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis, o recordadas, son a veces falsas, otras veces verdaderas y en la mayoría de los casos una mezcla de verdaderas y falsas. Los síntomas son, entonces, la figuración de vivencias que realmente se tuvieron y a las que puede atribuirse la fijación de la libido, la figuración de fantasías del enfermo. Las fantasías poseen realidad psíquica, por oposición a una realidad material, en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la decisiva.
Las fantasías primordiales provienen de las pulsiones. En todos los casos se crean las mismas fantasías con idéntico contenido porque son un patrimonio filogenético, en ellas el individuo rebasa su vivenciar propio hacia el vivenciar de la prehistoria. La seducción infantil, la excitación sexual encendida por la observación del coito entre los padres, la amenaza de castración, fue una vez realidad en los tiempos originarios de la familia humana, y que el niño fantaseador no ha hecho más que llenar las lagunas de la verdad individual con una verdad prehistórica. 
· Escena primaria: pregunta por el origen. 
· Escena de seducción: pregunta por si fue deseado. 
· Escena de castración: pregunta por la diferencia de los sexos
El yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. En ese proceso tiene que renunciar de manera transitoria o permanente a diversos objetos y metas de su aspiración de placer. Pero siempre es difícil para el hombre la renuncia al placer, por eso se ha reservado una actividad del alma en que se concede a todas estas fuentes de placer resignadas y a estas vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia, una forma de existencia que las emancipa del requisito de realidad y de lo que llamamos examen de realidad, es decir el proceso de juzgar si una cosa es real o no. En la actividad de la fantasía el hombre sigue gozando de la libertad respecto de la compulsión exterior, esa libertad a la que hace mucho renunció en la realidad.
El síntoma no solo es una formación sustitutiva sino que es una satisfacción sustitutiva. Es una ganancia de placer en el síntoma, que no es sentida como tal, implica un padecimiento. El beneficio primario es que lejos de ser sentido como satisfacción es sentido como padecimiento, el beneficio secundario es la ganancia de placer inconsciente que saca provecho, se puede extraer un beneficio de ese padecimiento; son beneficios secundarios porque es el modo en el que yo cancela algo de la ajeneidad del síntoma.
Junto con la represión aparece el mecanismo de la regresión. Lo que regresa es la modalidad de satisfacción. Hay una regresión de la libido, regresa a los puntos de fijación. El sentido del síntoma cambia pero su fondo se mantiene inmutable, se levanta el síntoma y esa modalidad de satisfacción tiene otra modalidad de satisfacción. Cuando se cura el síntoma lo que perdura son las condiciones, el psicoanálisis no apunta al síntoma en sí mismo. La libido encuentra los puntos de fijación en lo monótono y fijo. La regresión es que algo se actualiza. Se reanima la fantasía inconsciente
Para que se presente un síntoma (causación de la neurosis) tiene que estar presente la predisposición a contraer la enfermedad y una vivencia accidental del adulto, al cual Freud llama traumático. La predisposición se da por la fijación, la cual siempre es libidinal, la predisposición libidinal se produce por la vivencia infantil es decir la práctica sexual auto erótica y lo que llama la constitución sexual. Entonces requiere que se reanime la práctica sexual auto erótica y cierta constitución sexual. 
PEGAN A UN NIÑO
Freud nota que los pacientes hablan del onanismo y muchas veces viene acompañada de una fantasía, la cual es monótona y fija. Entonces no se le puede adquirir valor de retorno de lo reprimido porque esto es individual y móvil. Cuando confiesan su fantasía trae aparejada vergüenza y culpa.
Las fantasías de paliza aparecen hacia el fin o después del período de la infancia que abarca de los dos a los cuatro o cinco años, cuando por vez primera los factores libidinosos congénitos son despertados por las vivencias y ligados a ciertos complejos. Las siguientes descripciones refieren a las niñas.
PRIMERA FASE: el padre pega al niño / un niño es pegado. Corresponde a una época muy temprana de la fantasía. El niño azotado es otro niño y no el fantaseador, la persona que pega es un adulto, en un principio es una persona indeterminada y luego se reconoce de manera clara como el padre. La fantasía es sádica, puesto que el niño fantaseador nunca es el que pega. Se recuerda como consciente.
La niña pequeña está fijada con ternura al padre, quien probablemente lo ha hecho todo para ganar su amor, poniendo así el germen de una actitud de odio y competencia hacia la madre, una actitud que subsiste junto a una corriente de dependencia tierna. Están los otros hijos, que a uno no le gustan, principalmente porque debe compartir con ellos el amor de los padres. Ser azotado, aunque no haga mucho daño significa una destitución del amor y una humillación. Por eso es una representación agradable que el padre azote este niño odiado, sin que interese para nada que se haya visto que le pegaran precisamente a él. Ello quiere decir: «El padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí». Es evidente que la fantasía satisface los celos del niño.
SEGUNDA FASE: yo soy azotado por el padre. Carácter masoquista, se trata de una construcción del análisis, nunca ha tenido una existencia real.
Entonces esta fantasía pasaría a ser la expresión directa de la conciencia de culpa ante la cual ahora sucumbe el amor por el padre. Así pues, la fantasía ha devenido masoquista, en todos los casos es la conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo. Se ve particularmente facilitadoun retroceso a la organización pregenital sádico-anal de la vida sexual. Cuando la represión afecta la organización genital recién alcanzada, no es la única consecuencia de ello que toda subrogación psíquica del amor incestuoso deviene o permanece inconciente, sino que se agrega esta otra; la organización genital misma experimenta un rebajamiento regresivo. «El padre me ama» se entendía en el sentido genital; por medio de la regresión se muda en «El padre me pega (soy azotado por el padre)». Este ser-azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo; no es sólo el castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento se le adherirá y hallará descarga en actos onanistas. Ahora bien, sólo esta es la esencia del masoquismo. La fantasía de la segunda fase permanece inconsciente.
TERCERA FASE: probablemente yo estoy mirando. En lugar de un solo niño azotado, casi siempre están presentes muchos niños. El carácter esencial es que la fantasía es ahora la portadora de una excitación intensa, sexual y como tal procura la satisfacción onanista. Esta se recuerda como consciente.
Concebimos como una sustitución así a la fantasía notoria de paliza de la tercera fase, su configuración definitiva en que el niño fantaseador sigue apareciendo a lo sumo como espectador, y el padre se conserva en la persona de un maestro u otra autoridad. La fantasía, semejante ahora a la de la primera fase, parece haberse vuelto de nuevo hacia el sadismo. Sólo la forma de esta fantasía es sádica; la satisfacción que se gana con ella es masoquista, su intencionalidad reside en que ha tomado sobre sí la investidura libidinosa de la parte reprimida y, con esta, la conciencia de culpa que adhiere al contenido. En electo, los muchos niños indeterminados a quienes el maestro azota son sólo sustituciones de la persona propia.
INHIBICION, SINTOMA Y ANGUSTIA
32° CONFERENCIA: ANGUSTIA Y VIDA PULSIONAL
1° VERSIÓN DE LA TEORIA DE ANGUSTIA: parte de las neurosis de angustia, en las cuales se produce una acumulación física de excitación por una descarga perturbada de la sexualidad, específicamente no se produce la descarga. De este modo la libido queda atascada y se trasmuda en angustia. No hay componente psíquico, es decir que no hay defensa, no proviene de representaciones reprimidas, es por esto que no es posible abordarla en análisis. 
2° VERSIÓN DE LA TEORIA DE ANGUSTIA: a partir de una situación de peligro, la representación experimenta la represión y llegado el caso es desfigurada hasta que se vuelve irreconocible, pero su monto de afecto es mudado comúnmente en angustia. Es por esto que la represión activa la angustia.
3° VERSIÓN DE LA TEORIA DE ANGUSTIA: en esta versión Freud concluye en que la angustia es algo sentido, un estado afectivo que tiene un carácter displacentero. La angustia actúa como una reacción frente al peligro. El núcleo genuino del peligro son aquellas situaciones que pueden producir una verdadera perturbación económica en el aparato. 
La angustia puede presentarse con dos modalidades: puede funcionar como una señal frente a un peligro o puede fallar en funcionar como señal.
Cuando se presenta una situación de peligro, el yo desarrolla una pequeña cuota de angustia que es emitida como señal de displacer para advertir la presencia de un peligro y de esta manera poder activar la represión, esta equivale a un intento de huida. De este modo la angustia es la que genera la represión, y no al revés como se afirmaba en la 2° versión de la teoría de angustia.
Ante cualquier otra vivencia que al yo le genere un estado de desvalimiento ante un volumen de excitación que no puede tramitar, falla en funcionar como señal y se desarrolla la angustia automática que paraliza al aparato. El principio de placer se ve destronado, aparece como un ataque de angustia, no actúa la represión sino que ocurre una vivencia traumática.
La perturbación económica de la angustia traumática carece de contenido psíquico, por lo tanto se puede realizar una analogía con lo que sucede en el acto de nacimiento, fue la primera situación traumática y constituyó la situación arquetípica del desarrollo de angustia. En ambas situaciones no hay una representación que permita ligar esas cantidades. 
En el caso de la angustia se trata de la exigencia pulsional, ceder a ella conlleva el peligro de la castración, es decir, quedar desvalido frente a la irrupción pulsional, no disponer de representaciones que puedan tramitar era perturbación. 
#DATO: La angustia de castración es angustia señal.

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