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El fin próximo de la Segunda Guerra Mundial con la derrota segu-
ra del nazismo, el avance previsible del comunismo, la experien-
cia de la dislocación de la economía que siguió a la guerra de
1914, el sentimiento de la entrega y el malestar social interno,
determinaron que el 4 de junio de 1943 el Ejército saliese a la ca-
lle y, mediante un golpe de Estado que careció de apoyo popular,
derrocase al gobierno de Ramón S. Castillo dispuesto a continuar
la era del fraude con la imposición de una fórmula presidencial
encabezada por el terrateniente del norte, Robustiano Patrón
Costas.
La opinión pública, aunque desconfiaba del contenido ideológico
de derecha del movimiento, asistió con alivio a la caída de la oli-
garquía. El Ejército, al principio, no vinculó su decisión con los
anhelos populares, tanto por su mentalidad profesional como por
la educación política recibida. Pero históricamente, los aconteci-
mientos mundiales e internos, desbordaban sus propios esque-
mas ideológicos, y la coincidencia con el pueblo, por oposición a
las fuerzas antinacionales desplazadas, era inevitable. Se de-
mostraba así, que los partidos políticos no sólo estaban corrom-
pidos sino que eran incapaces de enfrentar, pese a sus pitorreos
democráticos, a la oligarquía y al imperialismo.
El hecho que el golpe militar del 4 de junio se apoyase exclusiva-
mente en el Ejército, desdibuja en parte, su compleja ideología.
Es un movimiento anticomunista pero también antioligárquico, es
antiliberal pero no busca apoyo de las masas populares. Al con-
quistar el gobierno, esta inestabilidad ideológica, debía definirse
ineludiblemente, entre presiones y tanteos, en un sentido reaccio-
nario o popular. Actuaban además, en la mentalidad política del
Ejército, otros componentes que, bajo la coacción de las circuns-
tancias internas y externas, jugarían su papel. Por razones técni-
cas, vinculadas a la defensa nacional, el Ejército Argentino ha,
sido partidario de la industrialización, y sus ideas en este sentido,
coincidían histórica-mente con la vaga tendencia de la burguesía
industrial, consolidada durante la guerra, hacia la independencia
económica. Desde los comienzos, representantes de la ya prós-
pera industria liviana, como Miguel Miranda, aparecen- engrana-
dos a la nueva etapa histórica. La primera consecuencia fue una
política económica proteccionista. La reacción del imperialismo y
de las fuerzas internas proimperialistas ligadas al antiguo orden,
fue inmediata y determinó el rápido viraje de la revolución hacia
las masas. Esta política, en busca de una base social más ancha
frente a los enemigos de adentro y de afuera, habría de cumplirla
el coronel Juan Domingo Perón, el más lúcido de los jefes revo-
lucionarios, que además, no tenía antecedentes fascistas.
Desde el golpe de setiembre de 1930, en cuyos acontecimientos
participó no se encuentra en su pensamiento una actitud de abier-
ta simpatía hacia el fascismo, aunque tampoco parece confiar en
la democracia liberal. Perón comprendió la transformación que se
había operado en el país. Mientras las tuerzas políticas de la vieja
Argentina se polarizaban alrededor de la democracia formal in-
cumplida, Perón desafió el potencial económico coaligado de los
intereses imperialistas, de los grandes diarios, de la burguesía
mercantil de Buenos Aires, de la mayoría de la intelectualidad y
apeló a los sectores populares decepcionados del radicalismo, a
los estratos más castigados de la clase media, a las peonadas del
interior que habían votado bajo la despótica voluntad del caudillo
lugareño a radicales o conservadores, pero sobre todo, su campo
de operaciones inmediato, fue el proletariado industrial de las ciu-
dades sin conexiones con los partidos de izquierda carentes de
prestigio en las masas. En ese momento de la confluencia de
complejos y contradictorios factores, a pesar de sus moldes políti-
cos estrechos, el Ejército cumplió un papel altamente progresista.
El sentimiento que el capital extranjero era la causa de todos los
males -estado de conciencia al que habían contribuido tanto el na-
cionalismo de derecha como FORJA- era generalizado en la ofi-
cialidad, sobre todo, en los cuadros jóvenes. Otro hecho robuste-
cía esta convicción y la Insuflaba de patriotismo: la experiencia del
propio Ejército, en contacto en los cuarteles con la población nati-
va, el conocimiento directo de la pauperización de ese pueblo y la
conciencia que ese material humano, era el mismo de las anti-
guas guerras de la emancipación. UNTREF VIRTUAL | 1
La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
Arregui
Capítulo V
Perón, El Ascenso De Las Masas y La
Degradación De Las Izquierdas
La composición social del Ejército Argentino, cuyos oficiales no
pertenecen a las clases altas, favoreció esta mejor comprensión,
en sus cuadros de oficiales, de la fuerza que anidaba en el pue-
blo, y explica en parte, por qué el Ejército no tiró contra los obre-
ros en octubre de 1945, a pesar de su temor a las masas en las
que siempre vio, por aquella educación profesional y política reci-
bida, el espectro del comunismo.
Perón logró rápidamente el sostén de un sector social hasta en-
tonces excluido, la clase obrera de origen provinciano sin ligazo-
nes con el débil, anárquico y extranjerizante movimiento sindical
de la ciudad puerto. El desarrollo industrial, explica el gran movi-
miento de masas que desembocó en Perón. En 1941, el número
de obreros industriales ascendía a 927000 y en 1945 a
1.238.000. En 1943 la CGT contaba con sólo 200.000 afiliados.
La gran mayoría de los trabajadores se mantenía indiferente n
marginal a la organización sindical que habría de llegar, durante
el régimen de Perón, a los 6.000.000 de afiliados.
Si tal política se personificó en un hombre fue porque ella coin-
cidía con la realidad de la clase trabajadora argentina en una fase
de su desarrollo histórico, que era, al mismo tiempo, el de la in-
dustria nacional. Esa masa, hasta entonces dispersa, en breve
tiempo, dio un salto histórico formidable hacia su unidad de clase
en medio del desconcierto general de lis partidos acostumbrados
a ver y comprar libretas donde había millones de argentinos víc-
timas de la opresión social. El apoyo desde arriba a la masa obre-
ra, fortaleció al gobierno revolucionario tanto como a la clase tra-
bajadora. Ambas fuerzas integraron un frente nacional defensista
fluido en tomo al eje del Ejército.
Tal tipo de alianza es inevitable en un país semicolonial y condi-
ciona la posición antiimperialista del Ejército mismo, obligado no
siempre con clara conciencia de parte de sus cuadros, al acuer-
do con las masas.
El Ejército vaciló cuando en el mes de octubre de 1945, la Marcha
de la Constitución y la Libertad, reunió doscientas mil personas
bajo la directa intervención del embajador norteamericano Sprui-
lle Braden. Perón, en tales circunstancias, fue encarcelado en la
Isla Martín García.
La euforia opositora fue general. El Partido Comunista la refleja-
ba en la palabra del alto dirigente Rodolfo Ghioldi que festejaba y
adhería en forma pública a la reorganización, política de los con-
servadores. Poco después, el jefe comunista, en la ciudad católi-
ca de Córdoba, ofrendaba un ramo de rosas rojas al rector cléri-
go- liberal Rodolfo Martínez. La bestia nazi estaba muerta.
El retorno de Perón
El 17 de octubre, bajo la acción de las masas y la huelga gene-
ral, Perón fue libertado. Pocos meses después, el 24 de febrero
de 1946, en elecciones custodiadas por el Ejército -libres como ja-
más las había conocido la Argentina en su agitada historia- era
elegido presidente constitucional. El mismo Perón ha interpretado
aquellos acontecimientos:
"En lo que se refiere, por lo menos a mi participación personal en
el movimiento del 4 de junio de 1943 y a mi gestión posterior, no
sabe duda de que ha sido legitimado en las manifestaciones po-
pulares del 17 de octubre de 1945 y en los comicios no ya libres,
sino libérrimos, de febrero de 1946".
............................................................"Quien quiera tratar las cuestiones políticas librándolas de hipo-
cresía, habrá de reconocer que todo el sistema democrático se
hallaba asentado cobre una oquedad, porque lo que en verdad in-
teresaba, no era la realidad del régimen sino su apariencia exter-
na. Y lo que es todavía más grave, se quería utilizar la democra-
cia como elemento de coacción de las clases poderosas frente a
las clases humildes. Todo el sistema se basaba en la igualdad de
derechos individuales; pero como las situaciones económicas
eran muy dispares, tal igualdad de derechos no pasaba de la ca-
tegoría de un argumento. Así lo prueba el hecho, de que a través
del siglo XIX y gran parte del siglo XX el poder político ha estado
en manos de quienes tenían también el poder económico. En la
vida pública, la masa proletaria, fuera de los esporádicos movi-
mientos de rebeldía, no ha empezado a pesar en las esteras gu-
bernamentales hasta hace relativamente pocos años, y ello de
manera bastante débil".
........................................................ UNTREF VIRTUAL | 2
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conciencia nacional
J. J. Hernández
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Y comentaba Perón con referencia al sistema del fraude en que
se asentó el dominio de la oligarquía en la Argentina:
"El sentimiento ideológico no pesó en ellos para nada. Sólo se
acordaron de la Constitución, que decían vulnerada, y de las insti-
tuciones suspendidas en su funcionamiento, cuando se dieron
cuenta de que la sucesión no era rápida y de que podía no produ-
cirse a su favor. Así se ha dado la curiosa paradoja de que a los
denodados paladines de la democracia avasallada en las eleccio-
nes de 1946, lo que les ha dolido ha sido su pureza, porque las
fuentes del fraude tan a gusto manejadas por ellos habían sido
cegadas".
El primer gobierno: 1946-52
Sobre los poderes aun montados de la "década infame" comen-
zó el gobierno de Perón bajo la forma de una democracia autori-
taria de masas. Este carácter del nuevo régimen era forzoso. En
un país dependiente, un gobierno revolucionario es la libertad au-
toritaria del pueblo contra la opresión que las minorías llaman "lib-
ertad". No otra cosa es lo que ha dicho Mao, el jefe chino, a quien
los comunistas citan en abstracto: "La recíproca combina-ción de
la democracia dentro del pueblo y de la dictadura sobre la reac-
ción constituyen precisamente la dictadura democrática del
pueblo".
Los partidos democráticos, en los países semicoloniales, reflejan
en sus cavilaciones y alianzas permanentes, la inestabilidad polí-
tica de una economía subordinada, que a su vez, explica la debi-
lidad de los gobiernos populares cuando al conquistar el poder
respetan las normas legales consagradas -libertad de prensa, de
opinión, de empresa, etc.- Estos gobiernos democráticos con
base de masas, han sido sistemáticamente atacados de antide-
mocráticos en nombre de esas "libertades" al servicio de los privi-
legios económicos. Tales gobiernos, por su composición policla-
sista, que es la causa de su debilidad, vacilan, incapaces de im-
poner una política enérgica a los enemigos internos unidos, por
su parte, a través de intereses homogéneos de clase al imperia-
lismo.
En un país semicolonial, el tránsito hacia la liberación sólo puede
avanzar mediante el quebrantamiento del aparato montado por
las clases altas, afirmadas económicamente en la explotación de
la tierra. La única salida, en esas etapas, es un sistema económi-
co y político restrictivo de aquellos privilegios. Yrigoyen, que no se
decidió a romper el montaje legal de la oligarquía, fue atacado de
extremista, fascista y demagogo. Pero si se analiza la "demago-
gia" de tales gobernantes, tras ella se ven las conquistas legales
y materiales del pueblo. Es decir, su participación indirecta en el
poder. Los partidos de izquierda en tales etapas -que en los país-
es semicoloniales son anuncios graduales e imperfectos del
avance político de Ias masas- han servido en la Argentina a las
fuerzas de la reacción.
Al acercarse el fin de la Segunda Guerra Mundial, el jefe del Par-
tido Comunista Victorio Codovilla, usaba contra Perón los mismos
argumentos de 1916 contra Yrigoyen, a saber, que los países ex-
tranjeros en guerra no comprarían nuestros productos. A la políti-
ca de nacionalización de los ferrocarriles y servicios publicos, Vic-
torio Codovilla, oponía el razona-miento que llevará a la concen-
tración en las industrias en grandes empresas que irán absor-
biendo a las industrias pequeñas y medianas". El procese fue
inverso. Con las finanzas nacionales recuperadas los créditos
industriales transformaron en fábricas los pequeños talleres. Y de
esta protección devino el total abastecimento del país en artículos
manufacturados no durables. "Si viniera la catástrofe -decía- será
porque el gobierno no concede los amplios créditos que necesi-
tan los fabricantes e industriales -medios, pequeños- interesados
especialmente en la producción de artículos de "consumo popu-
lar". Al margen de la demagogia pequeñoburguesa de la frase, la
catástrofe no se produjo, sino cuando creadas ya Ias bases de la
industria pesada a raíz del gran aumento de la liviana, Gran Bre-
taña aliada a la clase terrateniente y a los partidos democráticos;
derrocaron al gobierno nacional. Aconsejaba Victorio Codovilla en
1947 "para romper el cerco imperialista anglo-yanqui" el comercio
con la U.R.S.S. y los países comunistas. Fue lo que hizo Perón.
Clamaba porque la flota yanqui realizaba maniobras en el Atlán-
tico Sur. Pero olvidaba que esa era una extorsión norteamericana
contra un gobierno que resistía al imperialismo y que la presencia
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de la flota era una provocación coincidente con el bloqueo eco-
nómico que sufría el país. El Partido Comunista mientras decla-
maba sobre Chiang-Kai-Shek o el Viet-Nam, eliminaba de sus es-
quemas políticos a los trabajadores argentinos que compartían el
poder desde la C.G.T. Los comunistas preferían organizar el mo-
vimiento de Partidos de la Paz y en lugar de atraerse x la clase
obrera, que los ignoraba, cortejaban a los intelectuales "progre-
sistas", verdaderos bonzos del oportunismo político y que eran -y
son- su mejor clientela. A lo largo de cuarenta anos, los escritos
de Victorio Codovilla ofrecen un diez por ciento de temas argenti-
nos y el resto reza sobre la "invasión hitleriana al jardín soviético".
"El orgullo nacional de los argentinos ha de impedir que la políti-
ca exterior del país sea dictada desde afuera" -decía cuando
Perón llegó al poder- y llamaba "burlar la voluntad popular" a esa
unidad nacional del pueblo frente al imperialismo. En 1945 exigía
"marchar hacia la liberación nacional, nacionalización progresiva
de las empresas extranjeras... entrega de las tierras a los campe-
sinos, industrialización del país, desarrollo de la economía inde-
pendiente, progreso y bienestar para el pueblo". Y la "eliminación
de la oligarquía". Pero al mismo tiempo pactaba con los prohom-
bres de esa oligarquía contra el pueblo. Las demás exigencias se
cumplieron. Pero los comunistas son desmemoriados. En 1943,
V. Codovilla pronosticaba: "El mercado exterior se reducirá, los
precios bajarán y no será posible evitar una profunda crisis agra-
ria". Fue al revés: el mercado exterior se amplió -particularmente
por el comercio con la U.R.S.S.- los precios fueron impuestos de
acuerdo al interés nacional y no de los monopolios. Y la "profun-
da crisis agraria" lo fue tanto que una sequía natural sin prece-
dentes de dos años, no logró disminuir el nivel de vida del pueblo
argentino.
La degradación política alcanza su máxima expresión, cuando el
P. Comunista, en su intento de penetrar en la CGT, acusaba a los
dirigentes peronistas de estar al servicio de los patrones. Lo hacía
con este argumento: "En efecto, a través de sus hoteles y cam-
pos para vacaciones, policlínicos y consultorios jurídicos, provee-
durías y ayuda social, los jerarcas de la CGT se proponen vaciar
al movimiento sindical de todo contenidode clase". Preferían sin
duda, "el contenido de clisé" de la olla popular y el terrorismo poli-
cial. A estas conquistas las llamaban "triquinñelas". Al comienzo
del gobierno de Perón, exigían la nacionalización de los servicios
públicos. Pero en 1950, ya nacionalizados, argüían que el Estado
es tan patrón como una empresa británica. Era, en realidad, como
lo había planteado Juan José Real, -más tarde expulsado del P.
Comunista- una política divisionista y contraria a la CGT, enemiga
de la unidad del movimiento obrero y aliada al imperialismo, que
en ese movimiento objeto nacional, veía la más peligrosa política
defensista. Anos atrás, Codovilla había llamado al COU -grupo de
oficiales que preparó la revolución- representantes desde el poder
"de las capas más reaccionarias de la oligarquía terrateniente y
financiera y ciertas empresas monopolistas extranjeras respon-
sables del atraso económico del país y de la corrupción adminis-
trativa". Consideraba Codovilla que el movimiento militar -confuso
pero nacionalmente bien orientado-, terminaría en "el aislamiento
económico de la Argentina, con sus catastróficas consecuen-
cias'". Y hablaba del "sector democrático del Ejército" que era, en
realidad, la fracción ligada u la oligarquía. Y por tanto, al colonia-
lismo más reaccionario. De este modo, aconsejaba mantener la
dependencia al imperialismo anglo-yanqui y se alarmaba congo
"patriota', pues el gobierno argentino era vigilado "por los países
democráticos de América y de todo el mundo". Además, acusaba
a ese gobierno que "se preparaba para una guerra de agresión"
(sic) y agregaba que la Argentina "se había transformado en el
punto de concentración y operación del fascismo internacional".
AI mismo tiempo, censuraba al gobierno argentino por embarcar
a los países de América Latina "¡contra el imperialismo yanqui!"
en momentos en que "el gobierno norteamericano defiende la
independencia y la libertad de todos los pueblos”. Y ampliaba su
tesis así: "La Argentina, contra la voluntad de su pueblo y por
culpa del gobierno nazifascista que lo oprime, no sólo no ha sido
como debía ser la despensa puesta a disposición de los pueblos
que luchan por su liberación e independencia, sino que ha sido el
almacén del usurero"-. Este excelente amigo de los EE.UU. sos-
tenía que en la Argentina, la Unión Democrática, recibiría "de los
grandes países industrializados todo cuanto necesitaba para
poder explotar a fondo sus recursos nacionales y transformarse
en una gran nación". Al gobierno do Villanuel, en Bolivia, esfuer-
zo trágico de un pueblo hermano por la liberación, lo calificaba de
"dictadura tambaleante". Decía, por entonces, muchas cosas
proféticas: Perón amenaza con desencadenar la guerra civil con UNTREF VIRTUAL | 4
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todas sus consecuencias en la esperanza de poder paralizar la
acción de las masas" (sic). Y su pensamiento teórico remataba en
la tesis que el golpe militar de 1943 era la culminación del de
1930. Pedía la ruptura con el Eje pues al final de la guerra '"las
tres potencias solucionarían todos los problemas". Esta política
permitiría, según V. Codovilla, obtener ayuda de todos los países,
y en particular, de Norteamérica. Al mismo tiempo se interrogaba
estupefacto: "Sin embargo, los problemas planteados por estos
aventureros, ¿son ficticios o reales?". Explicaba, entonces, la per-
manencia del gobierno militar -echando por la borda su tesis ante-
rior que lo calificaba de sirviente de la oligarquía- con este primo-
roso razonamiento: ¿Por qué los fascistas siendo los sirvientes de
los grandes terratenientes, financistas y especuladores, pudieron
presentarse al pueblo como enemigos de los mismos? Porque el
pueblo estaba indignado al ver que un sector de grandes terrate-
nientes ... han hecho ganancias fabulosas tendiendo al exterior
productos del país a precios elevados durante la guerra mientras
el pueblo sufria'. Tal la explicación "marxista:' de Victorio Codovilla
en quien no se sabe qué admirar más, si las contradicciones des-
vergonzadas o el cinismo sin contradicciones. Apropiándose de
un vocablo político lanzado por FORJA decía: "¿Por qué los ven-
depatrias trataron de explotar el orgullo nacional de los argenti-
nos... y bajo el pretexto ele defender la soberanía del país amena-
zada por el "imperialismo yanqui" (puesto entre comillas por el
propio V. Codovilla) pretendieron incitar al pueblo -si bien sin
éxito- contra las naciones que luchan por la libertad de todos los
pueblos?". En las postrimerías de la guerra auguraba: - la defla-
ción (significará) paralización económica y desocupación para la
gran masa de la población'. El resultado ele la política nacional
inaugurada, significó plena ocupación. Y prometía con la caída
del gobierno "fascista': "La visión de una Argentina ofrendadora
de orden democrático, de libertad y de cultura, cubierta de cam-
pos bien labrados y de humeantes chimeneas, fue la de todos los
próceres argentinos". Así servía a Mitre. Esta grandiosa tarea la
consumarían "las fueras democráticas y progresistas de nuestro
país, sin distinción de condición social o de ideología política". El
feroz teórico de la lucha de clases se había convertido en manso
cordero ele la conciliación de clases: "Los conflictos que surjan
entre las clases -agregaba- y entre las fuerzas políticas de nues-
tro país, podrán resolverse a través de la discusión cordial y el
arbitraje". En esto idilio, tendría un papel evangélico la oligarquía
terrateniente, democrática y progresista, pues sólo "un reducido
número de terrateniente" eran fascista. Con esto desaparecería
"todo resto de prejuicio anticomunista y todo principio de incom-
patibilidad entre uno y otro sector social, entre una y otra ideolo-
gía: Así, el P. Comunista se transformaba en el ala sagrada de la
oligarquia, en el pequeño partido del orden, bajo la advocación de
los próceres que Codovilla ponía en el altar del oportunismo más
repulsivo: Rivadavia, Sarmiento, Mitre, Alem y Juan B. Justo.
En 1946 se lamentaba, junto con la oligarquía latifundista, de la
llamada "despoblación del can o', mientras en otro de sus trances
adivinatorios, pronosticaba que Pos países de la órbita comunista,
gracias a las reformas agrarias, se convertirían en competidores
de la Argentina en el mercado mundial. Proponía una solución
genial: "la libre comercialización de las cosechas" en defensa de
los monopolios internacionales de Bunge y Born y de la economía
de la "libre empresa".
En 1953, la inflación, dirigida por el Estado -y que fue de conse-
cuencias estimulantes, no depresivas- estaba ya controlada en la
Argentina. Pero Victoria Codovilla aseguraba que había pavorosa
desocupación, que los precios eran prohibitivos y la gente no con-
tra carne mientras los terratenientes "acaparan las tierras de los
campesinos arruinados". La crisis era total. Y entonces recomen-
daba "formar un Frente Democrático Nacional". ¿Cómo debía
integrarse ese frente?: "Con obreros, campesinos, empleados,
profesionales, por los intelectuales progresistas, por los pequeños
industriales y comerciantes y por sectores progresistas de la bur-
guesía, comunistas, peronistas (!), radicales y socialistas, libe-
rales y sin partido, creyentes y ateos". Esta vez fue vidente. Tal
frente se hizo. Con la sola exclusión de la clase obrera argentina.
Y en ese frente entraron los comunistas aunque se decían anti-
golpistas. Era el mismo líder comunista que hablando de Perón lo
había acusado de incitar "a las capas mas rezagadas de la po-
blación contra los sectores estudiosos". El aumento de los sala-
rios, el aguinaldo para todos los trabajadores argentinos, eran
"golpes de efecto". En lugar de una poderosa CGT auspiciaba los
sindicatos independientes. Al igual que Serafín Romualdi, agente
yanqui. Y llamaba "padre de los pobres" a un gobernante que UNTREF VIRTUAL | 5
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J. J. Hernández
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arrancaba de la miseria al proletariado: "Creo no equivocarme -
decía en 1949- alafirmar que en ningún país del mundo se ha
hecho tanto derroche de demagogia social como en la Argentina".
Era el mismo dirigente de la Unión Democrática que había dicho
en 1945: "a pesar de representar la inmensa mayoría de la Na-
ción, la U. Democrática (puede) sufrir sorpresas muy desagra-
dables durante la campaña electoral". El mismo que después del
triunfo de Perón, se condolía de "no haber sabido diferenciar a
tiempo las fuerzas contradictorias existentes en el campo adver-
sario". Lo que no hizo V. Codovilla fue analizar la composición de
clase de ambas fuerzas. Mientras el P. Comunista caracterizaba
de este nudo a Perón, Raúl Scalabrini Ortiz, hombre sin partido,
escribía: "... por primera vez desde hace muchos años, asume el
mando un jefe que sólo debe el poder a su propio pueblo. Todos
los órdenes constituidos fueron sus opositores decididos y aun
enconados: la aristocracia oligárquica, la finanza local extranjera,
la prensa que expresa la opinión de esa oligarquía y de la finan-
za, la inteligencia con título y hasta el cómodo burgués que se
atemoriza de vivir". Por eso Raúl Scalabrini Ortiz, en la política de
nacionalizaciones, acusada de "totalitaria", por la izquierda, veía
la continuación en el tiempo, del pensamiento de Mariano
Moreno.1
Oportunismo de izquierda o "demagogia social" 
Es necesario examinar en qué consistió el "derroche de dema-
gogia social" de qué hablaba Victorio Codovilla.
Con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, el 60 % de las in-
versiones extranjeras eran británicas y estaban distribuídas, con
preferencia, en los servicios públicos. Las deudas de guerra
determinaron un correlativo decrecimiento de las inversiones in-
glesas en todo el mundo, coyuntura aprovechada por EE.UU.,
país acreedor, para desplazar a Inglaterra de estas zonas de influ-
encia. La Argentina no escapó a este proceso y las inversiones
norteamericanas, anteriores a 1942, aumentaron considerable-
mente. La dependencia argentina está reflejada en las siguientes
cifras de Isabel Sisk y Robert Lennie: Gran Bretaña compra un 30
a un 40 % de todas las ventas argentinas y notablemente el 90 %
de la cuota de exportación de carnes, cantidad que representa el
30% de la producción nacional de carne". Este hecho le haría
decir al general A. P. Justo: "Nosotros compramos sólo a quienes
nos compran a nosotros". O sea, a quienes estrangulaban nue-
stro destino nacional. La industria argentina se desarrolló bajo la
confluencia interdependiente de tres factores: 1º - Las dificultades
de importación provocadas por la guerra. 2º- La existencia de
mano de obra barata fruto de la desocupación posterior a 1930 y
3º- La política cambiaría que favorecía la exportación y castigaba
la importación de productos manufacturados. El crecimiento fue
tan rápido, que ya en los comienzos de la Segunda Guerra Mun-
dial, la Argentina se abastecía en muchas ramas de la industria
liviana. En 1941 los contribuyentes eran industriales. En 1914, el
42% de la población vivía en el campo. En 1948, el 74 % en las
ciudades. Y entre 1935 y 1942, la producción industrial aumentó
al doble. Gran Bretaña, durante la guerra, pagó las deudas con-
traídas con nuestro país con libras bloqueadas, útiles únicamente
para el rescate de la deuda externa. Antes de 1943, el 40 % de
nuestras exportaciones estaba destinado al pago de los servicios
extranjeros. Es decir, casi la mitad del trabajo nacional era trans-
ferido al exterior. Esto explica la situación del pueblo:
Para él son los calabozos
Para él las duras prisiones
En su boca., no hay razones
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conciencia nacional
J. J. Hernández
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1. Esta separación de la realidad nacional, hizo crisis en 1946. Las autorida-
des del P. Comunista aseguraban, mientras pedían: "¡Todo el poder para la
Suprema Corte!" que el partido controlaba el movimiento obrero y que Perón
estaba derrotado. En la Conferencia Nacional del P. Comunista, de diciem-
bre de 1946, una tendencia critica interna acusó a las autoridades: 1º De
haber abandonado el marxismo. 2º De caracterizar erróneamente de fas-
cista a un movimiento da orientación nacional 3º Que con su política, el P.
Comunista servia a los enemigos del proletariado. 4º Que era necesario so-
meter a una crítica profunda la estrategia y la táctica seguidas por el partido.
El triunfo de Perón confirmó en 1946 los errores del P. Comunista, pero en
sucesivas purgas fueron expulsados numerosos afiliados que hablan repre-
sentado tendencia nacional crítica. Debe agregarse que entre las diversas
crisis internas del P. Comunista, ésta fue la primera motivada por una cues-
tión nacional.
Aunque la razón le sobre
Que son campanas de palo
las razones de los pobres.
Martín Fierro
El primer objetivo del gobierno de Perón fue el desenvolvimiento
industrial sobre bases nacionales. El número de establecimientos
industriales y mineros, según el censo de 1954, se había incre-
mentado en un 110,60% y el personal fabril ocupado en un 25,6
% con relación a 1946, año en que el crecimiento industrial había
alcanzado ya un alto nivel. Por eso fue totalmente repatriada la
deuda externa que insumió en tal concepto, 650 millones de dó-
lares. Así se coagulaba esta verdadera sangría financiera. En el
año 1948, para poner un ejemplo, estaban depositados en los
bancos de la capital federal $ 3.586.500.000 moneda nacional
que en su totalidad eran transferidos al exterior. Ahora esa masa
monetaria -trabajo nacional acumulado- quedaba en el país. La
deuda interna, en relación con la renta nacional, disminuyó en
esta progresión:
1945 68% 
1951 47% 
1953 52% 
1954 57%
En EE.UU. y Canadá, el tanto por ciento es del 93 y el 95 %
respectivamente.
Bajo el gobierno de Perón, la deuda pública disminuyó, por habi-
tante, en esta forma:
1945 2.014
1954 1.993 
1951 1.670
A pesar de la crisis del campo, provocada por la sequía bienal de
1951, el país se defendió sin recurrir al crédito extranjero. He aquí
algunas cifras:
Obreros ocupados: 
1953: 93.7
1954: 94.3
1955: 98.3
Producción industrial:
1953: 104.7
1954: 109.2
1955: 110.0
Sólo el rubro de la construcción pasó del 480 al 559 y 583.
EVOLUCIÓN DE LA RENTA NACIONAL
Producto bruto interno
1950: 62.291.000.000 
1951: 64.222.000.000 
1952: (año de la sequía) 59.896.000.000 
1953: 63.225.000.000 
1954: 66.091.000.000
Debe hacerse notar que la sequía significó pérdidas por aproxi-
madamente 500 millones de dólares, a pesar de lo cual no fue
necesario recurrir al apoyo exterior. El país industrial resistió el ter-
rible impacto.
EXISTENCIA DE ORO Y DIVISAS
Oro Divisas
1951 1.333 2.877 
1952 1.432 1.021 
1953 1.858 2.776 
1954 1.858 3.121
(calculado a 500 pesos los cien dólares)
Estos guarismos expresan una prosperidad desconocida hasta
entonces, que abarcó y benefició a todas las clases sociales. Los
saldos acumulados en favor del país durante la guerra, se em-
plearon para comprar soberanía v elevar las condiciones de vida
de un pueblo que tras el mito de la Argentina productora de car-
neros había vivido socialmente sumergido. 
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El mejoramiento general de los salarios y sueldos provocó, efec-
tivamente, una onda inflacionista, pero al mismo tiempo un estí-
mulo general, en la producción al aumentar la demanda de artícu-
los de consumo, alimenticios e industriales. Ese pueblo, en los
dos primeros años del gobierno de Perón, vaciaba los almacenes,
las carnicerías, las rotiserías. Ese pueblo no ahorraba. La razón
era sencilla. Tenía hambre. Bien pronto comenzaría a comprar la
casita, el aparato de radio, la heladera. Durante la "década infa-
me", junto el letrero No hay vacantes, los diarios exhibían sus avi-
sos elocuentes. Una lavandera y planchadora cobraba $3. Sir-
vientas provincianas se vendían -para todo servicio-, por $35
mensuales. Un contador público nacional llevaba balances por $
25. Empleados de ambos sexos y 18 años de edad, se ofrecían
por $60 mensuales. Una empleada de escritorio solicitabacomo
sueldo inicial $30. Los mendigos pululaban en las calles de Bue-
nos Aires. En las escalinatas del subterráneo, mujeres jóvenes y
desarrapadas imploraban la caridad pública con el tétrico mues-
trario de sus criaturas hambrientas. En el interior se robaban de
noche gallinas para comer. Los empleados de comercio llegaban
a la vejez sin jubilaciones, los obreros eran vejados o desatendi-
dos por los organismos del trabajo. Los contratos laborales no se
cumplían o no se firmaban. Los accidentes del trabajo no se pa-
gaban. Millones de argentinos trabajaban en peligrosas condicio-
nes de insalubridad. En la Argentina sólo veraneaban las clases
pudientes. Todo esto terminó en 1946. La vida de los argentinos
se modificó. Semejante cambio, trajo sus trastornos. Los cines
llenos, los estadios llenos, las confiterías llenas. Los comercios,
hasta entonces desiertos, no daban abasto. Se desatendía al pú-
blico y los empleados se mostraban insolentes. Pero el público
podía comprar... Se viajaba con dificultades. Pero los lugares de
veraneo estaban abarrotados. Las clases privilegiadas protesta-
ban. Pero las capas bajas de la población conocieron derechos a
la vida que les habían sido negados bajo el inexorable dominio
material y político de la oligarquía.
En el año 1942 concurrieron a las salas de espectáculos de Bue-
nos Aires -y el hecho fue común en todo el país- 13.356.838 es-
pectadores. En 1949, 27.195.367. Lo mismo en los estadios, en
los teatros, en los lugares de diversión. El costo de la vida, po-
niendo como número índice 100 para 1943 aumentó a 180. Pero
los salarios a 267. Los ahorros, ese mismo año, pasaron de $82
por persona a $ 210,24. La Argentina ofrecía el más alto nivel de
vida de América latina. Y uno de los más elevados del mundo. El
Estado financió espectáculos de cultura popular durante una dé-
cada, como los mundialmente famosos conciertos en la Facultad
de Derecho, con los mejores directores del orbe y enteramente
gratuitos. El Teatro Colón, tradicional lugar de la oligarquía, fue
abierto a los sindicatos obreros. Este efectivo elevamiento del ni-
vel de vida material y cultural de la población argentina tenía una
base real. A saber, una política nacional en gran escala que por
primera vez se ensayaba en la Argentina.
Durante el primer gobierno de Perón, con ensayos y errores, con
las improvisaciones excusables de una gran experiencia, se diri-
gieron los controles de la economía con intervención del Estado.
De esta economía nacional en manos argentinas devino la pros-
peridad de la que todos participaron y que ha convertido al país
en algo enteramente distinto a lo que fue antes.
En servicios destinados al bienestar público se pasó de $
1.037.300.000 en 1943, a $ 4.897.200.000 en 1949. Entre 1947 y
1949 se beneficiaron cerca de 3 millones de trabajadores me-
diante convenios de trabajo supervisados por el Estado. Se san-
cionaron los derechos del trabajador, de los periodistas, el estatu-
to de los peones rurales. En 1949 se ofrecieron 84.199 trabaja-
dores contra una demanda de 90.193. Era arduo encontrar un
plomero, un albañil. Y los parásitos, los que nunca han hecho na-
da, decían que el pueblo no quería trabajar. Otra era la causa. Por
primera vez, los argentinos podían elegir libremente trabajo. En
los tribunales de colonias ahora se hacía eso: justicia. Los sindi-
catos levantaron sus colonias de veraneo, grandes hoteles sin
parangón en el mundo. El Estado construyó monumentales colo-
nias de vacaciones donde descansaban -y aún lo hacen- millares
de familias obreras y medias. La ley del servicio doméstico prote-
gió a las más castigadas capas de la población. Pero las amas de
casa gruñían porque ya no podían vejar o echar a las criadas. El
sueldo complementario elevó aún más esos goces sociales. Pero
los industriales y comerciantes que se enriquecían con el alto
nivel de vida de la población, también rezongaban mientras las
cajas registradoras campanilleaban sin descanso. Querían lucrar UNTREF VIRTUAL | 8
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conciencia nacional
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sin tasa pero sin las conquistas sociales ni los altos salarios de los
trabajadores que los enriquecían.
En 1949 se beneficiaron 900.000 empleados de comercio con el
régimen jubilatorio. En 1950 10.000 afiliados estaban ya en condi-
ciones de acogerse a esos beneficios.
Los obreros eran legisladores, tenían representaciones diplomáti-
cas. Y no lo hacían mal. En 1948 -el año de la creación de la Fun-
dación Eva Perón- en las casas de tránsito se atendieron 60.180
personas. Se alojaron 23.320 niños en los hogares escuelas, se
crearon hoteles, hogares para empleadas, se construyeron 21
hospitales policlínicos gigantescos con 22.850 camas, cinco gran-
des hogares de ancianos, se levantaron ciudades obreras ente-
ras que en los años siguientes se multiplicaron. En 1943, los fe-
rroviarios tenían un hospital. En 1949, 20, y estaban planeados
41. En todo el territorio argentino se construyeron escuelas fábri-
cas, industriales, comerciales, de adaptación regional, de orien-
tación profesional, universidades obreras. En el año 1943 la Uni-
versidad tenía una población estudiantil de 63.319 alumnos; en
1949 de 2.01.437. El presupuesto pasó de $ 41.398.828 a $
201.241.437. Estas cifras se incrementaron en los años poste-
riores. En la Argentina, tal cual lo postulaba la Reforma de 1918,
los estudios eran ahora absolutamente gratuitos. El pueblo podía
estudiar.
Pero la vieja Argentina del privilegio censuraba esa política edu-
cacional, negaba sus beneficios, resistía con sordo odio de clase,
a la democratización de la cultura.
Ese mismo año de 1949 -hecho único en la historia de la Argen-
tina- se habían invertido en viviendas populares, $ 1.840.000.000.
El saldo, frente al grave problema de la vivienda, durante el régi-
men de Perón, fue la construcción en un plazo excepcionalmente
corto de 500.000 casas, con la incorporación a la vida digna de
2.500.000 argentinos que habían vivido en pocilgas, ranchos o
inquilinatos ruines. A esto se le llamó demagogia. La salud del
pueblo, en un país de tuberculosis, escrófula y enfermedades in-
fectocontagiosas, mejoró en proporción desconocida en cualquier
país del mundo. El presupuesto de salud pública, de $ 11.070.412
en 1943, pasó a $ 340.800.000. El paludismo, enfermedad endé-
mica en ciertas zonas del país, fue totalmente vencido en una
campaña sanitaria que asombró al mundo por su valor científico y
sus resultados prácticos. Un médico de alto valor científico, Ra-
món Carrillo, bajo cuyo ministerio se realizó esta gran campaña
de sanidad, murió olvidado, calumniado y pobre en el Brasil, per-
seguido por el odio antiperonista. El índice de mortalidad por
tuberculosis bajó del 130 por mil al 30 por mil en 1954.
La nacionalización de los servicios públicos 
Cualesquiera sea el juicio sobre el régimen de Perón, los hechos
están allí. Durante el primer gobierno se sentaron las bases reales
de la independencia nacional. Los ferrocarriles se compraron en
$ 2.029.500.000. Un cálculo oficial, realizado en 1951, mostró que
se habían pagado $ 839.390.000, deducidos el valor de los bienes
adquiridos a la fecha de la compra, terrenos pertenecientes a las
empresas, companías subsidiarias, muelles, elevadores, usinas
eléctricas, frigoríficos, edificios, etc.
La adquisición de los ferrocarriles significó la incorporación al pa-
trimonio del Estado de 17.000 propiedades.1 También se nacio-
nalizaron los puertos. La marina mercante -marítima y fluvial-
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1. Los ferrocarriles de capital británico fueron adquiridos por el gobierno ar-
gentino el 1º de marzo de 1948. Tal medida no fue una improvisación, sino
que estaba en el programa recuperador del movimiento militar de junio de
1948. El 10 de junio de 1944, se realizó una comida en el Jockey Club de
Punta Lara, a la que asistieron, el coronel Juan Domingo Perón, y entre
otros invitados, Raúl Scalabrini Ortiz. En esa oportunidad Raúl ScalabriniOrtiz, por intermedio de un joven de FORJA, René Orsi, le hizo llegar al
coronel Perón un mensaje escrito, requiriéndole sobre su pensamiento acer-
ca de los ferrocarriles. Juan Domingo Perón, se acercó a Scalabrini Ortiz, y
le manifestó, que si se lograban superar las dificultades de todo orden que
se oponían a la revolución nacional, una de Ias primeras medidas sería la
compra, de la red ferroviaria. La posición de FORJA frente a los problemas
nacionales fue siempre tenida en alta estima por Juan Domingo Perón. Ese
mismo año de 1944 en otra comida, Perón de su puño y letra, escribió en el
reverso del menú: "Para Ia filial universitaria de FORJA de La Plata. Muy
afectuosamente, Juan Domingo Perón. Coronel".
pasó a ser una de las primeras del mundo. Incluso mayor que la
de Rusia. La marina argentina, en efecto, reunía 1360 barcos con
un tonelaje de 1.700.000. En 1943, gran parte de la producción
argentina era transportada por barcos de bandera extranjera con
el consiguiente drenaje financiero. En 1950, grandes barcos con-
ducían bajo el pabellón nacional casi la totalidad de la producción
con una capacidad de 950.000 toneladas. Al terminar la guerra, el
sistema de transportes no podía cargar más de 300.000 tone-
ladas por mes y la marina mercante nacional tenía una capacidad
de carga de 250.000 toneladas. En 1947 el I.A.P.I. había com-
prado 60.000 camiones, material portuario y navíos mercantes.
Esto permitió el transporte de 14.000.000 de toneladas anuales.
Y.P.F., que se había iniciado con un capital de poco más de 8 mi-
llones de pesos, en 1954 poseía un capital de $ 4.109.998.999 y
su producción, con posterioridad a 1946, aumentó en un 73%. Lo
mismo puede decirse respecto al gas. Los servicios de gas en
manos privadas extranjeras se compraron en pesos 21.468.963.
Fueron ampliados los servicios y zonas enteras del país dispu-
sieron del producto. El metro cúbico se pagaba, en 1943, $ 0,36-
94. En 1952 había descendido a $ 0,299. En 1943 había 216. 000
clientes, y en 1951, 700.000, cifra que ha ido, desde entonces, en
constante aumento. El suministro de gas por el Estado significó
un sensible abono de divisas por combustibles importados y el
desarrollo colateral de ramas de la producción industrial como
fábricas de caños, etc., que crearon trabajo nacional especializa-
do. La nacionalización de los teléfonos amplió los servicios que
pasaron de 17.117.898 llamadas en 1943 a 50.400.000 en 1949.
Es falso que los servicios del Estado fuesen malos. El extraordi-
nario aumento de abonados trajo inconvenientes técnicos. Pero
se beneficiaron millares de usuarios.
Las usinas eléctricas -en total 13-, los servicios sanitarios, la
construcción de elevadores de granos, depósitos portuarios, la
nacionalización de los transportes urbanos y aéreos, fueron medi-
das de soberanía que repercutieron en el bienestar general del
país. A esta política recuperadora se la llamó "estatización" o
"totalitarismo".
Debe agregarse que en 1946, en materia de transportes, la com-
pra de locomotoras, vagones ele pasajeros, de carga, furgones,
etc., fue mucho mayor que las efectuadas entre 1930 y 1946. Ha
sido el extraordinario volumen de cargas v no la deficiencia de los
servicios, lo que motivó algunos inconvenientes convertidos en
verdaderas armas políticas por la oposición antinacional. De
4.331 millones de pasajeros por kilómetro en el período 1937/9 se
pasó a 13.910 millones en 1952/54. Lo mismo aconteció con la
producción de energía eléctrica que, efectivamente, frente al gran
desarrollo industrial, no cubría ahora los servicios, a pesar que la
producción energética había aumentado en un 69%, sin contar la
usina, por entonces en construcción, de San Nicolás, destinada a
eliminar ese déficit. El problema energético, tiene otra de sus cau-
sas, en que la población, entre 1934 y 1954, aumentó en un 45%
y el consumo total de energía en un 90%.
La producción de YPF creció en un 161.5% en comparación a las
empresas venezolanas y norteamericanas, cuyo incremento fue
respectivamente, de 200% y 80%.
A estas rápidas menciones, debe agregarse la repatriación de la
deuda externa, ya mencionada, que significó en total la suma de
$ 3.423 millones al cambio de $ 335.8 los cien dólares. A esta
recuperación se debe, en gran parte, la obra social realizada al
servicio de los argentinos y no de los cortadores extranjeros de
cupones. Otra de las mentiras difundidas contra el gobierno po-
pular, consistió en la afirmación que el país había fracasado en su
intento de industrialización. Veánse las cifras de los primeros años:
VOLUMEN FISICO DE LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL
1943 1948
100 134.7 
6.000 millones 16.000 millones 
Obreros
846.111 1.169.000
Salarios
1.220 mil millones 4.750 mil millones
Renta Nacional 
12.000 millones 31.000 millones UNTREF VIRTUAL | 10
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Número de establecimientos
65.803 104.000
Este extraordinario avance, que sólo la falta de patriotismo puede
negar, se asoció a la política energética que estaba a punto de ser
solucionada en 1955, cuando las potencias enemigas de la Na-
ción, derrocaron al gobierno constitucional.
Estaban ya, en gran parte construidos, 36 diques por un valor de
2.500 millones de pesos y 1000 millones de kw. En 1943 había
sólo diez. 74 centrales hidroeléctricas y varias terminadas o en
construcción. 26 centrales termoeléctricas con una potencia de
430.000 kw.; 24 obras fluviales por valor de 140 millones de pe-
sos, etcétera.
PRODUCCIÓN DE PETRÓLEO
1943 1951 1954
1.672.000 2.450.000 3.916.000
GAS
265.000 423.000
FLOTA PETROLERA
3.000 tn. (Fluvial) 19.775 tn.
71.443 tn. (marít.) 147.047 tn.
CAMIONES
993 1.464
PRODUCCIÓN DE CARBÓN Y ASFALTITA
1941-43 1951-54 
141.000 tn. 1.299.200 tn.
La cuestión agraria
El caballo de batalla de la oposición a Perón se centró en la cues-
tión agraria. El gobierno no resolvió este problema. Y en esta im-
previsión habría de encontrar su propia derrota.
El sistema de la propiedad de la tierra, la subsistencia de la oli-
garquía terrateniente que perdió el poder político pero no el eco-
nómico, la campaña de descrédito, fundada en que el gobierno
con sus fabulosos planes de industrialización castigaba al campo,
la mentira de la despoblación de la campaña como consecuencia
de esa política, y la acusación de que el I.A.P.I. expoliaba a los
chacareros, fueron las muletillas de la Argentina colonial contra la
nueva. Si esta actitud contra la política industrializadora era com-
prensible en la clase latifundista, asombra en cambio, la oposición
del Partido Comunista. Tal oposición da la pauta de la función anti-
nacional de las izquierdas tradicionales en la Argentina.
Otra de las figuras del P. Comunista, Rodolfo Ghioldi, publicó un
trabajo en 1952, que refleja la opinión del partido, titulado Acerca
de la Cuestión Agraria. No es posible aquí el análisis a fondo de
la tesis sostenida. Tampoco se lo merece. Pero interesa como ex-
ponente irrecusable del pensamiento de la izquierda.
Según Ghioldi, el peronismo agravó la crisis agraria, que ya exis-
tía de antes, con la reducción de las áreas sembradas, la miseria
de las masas campesinas y el proletariado rural" y "la degrada-
ción de la agricultura'. Esta tesis tiene por objeto dar una explica-
ción, no menos arbitraria, del "éxodo rural' a la ciudad, que Ghioldi
considera consecuencia de los precios establecidos por el IAPI y
que obligaron según dice, al trágico desplazamiento de "muchos
millares de arrendatarios". Este folletín sólo existía en la imagi-
nación truculenta de Rodolfo Ghioldi: 1º) Es falso que los precios
del IAPI, fijados de antemano, no fuesen compensatorios. 2º) Es
falso que hayan emigrado los chacareros. El éxodo de peones -
no de chacareros- venía operándose desde muchos años atrás,
tanto por la crisis agraria mundial como por el desarrollo indus-trial
que ofrecía salarios superiores. 3º) Aunque la industrialización se
apoyó en el campo, a la postre, favoreció al campo al aumentar la
producción industrial destinada alagro.
El área sembrada disminuyó -maíz, lino- pero se diversificó la pro-
ducción y aumentó el área forrajera. El mismo Raúl Prebisch reco-
noció que con esto la economía agraria se había tornado menos
vulnerable. (Estudio Económico para la América latina. 1949).1
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He aquí las cifras:
PROMEDIO SUPERFICIE SEMBRADA
1935/8 27.136.000 
1939/40 26.675.000 
1953/4 25.798.000
La disminución no fue importante. Y en realidad, los campos, en
uno de los bien conocidos períodos cíclicos rotativos de explota-
ción, se dedicaron con preferencia a la ganadería que era más
remuneradora, gracias a la política nacional que dictó precios al
comprador extranjero, en materia de carnes, a diferencia de los
antiguos monopolios internacionales que saqueaban al país.
Véase este aumento correlativo de la ganadería:
1946 1954
41.000.000 vacunos 47.000.000 vacunos
La miseria que había con relación al colono el dirigente comunista
se refuta con estas cifras:
CONTRATOS REGISTRADOS
1943 1947 1949
33.178 173.031 188.405
SUPERFICIES
8.507.874 33.394.983 36.462.169
DEPÓSITOS BANCARIOS DE AGRICULTORES
210.000.000 518.000.000 679.000.000
El señor Ghioldi sufre de amnesia histórica. Después de 1929 las
tierras bajaron de $374 a $ 184 la hectárea. Los chacareros ricos
y acomodados, víctimas de la alucinación posterior a 1922, esta-
ban endeudados más allá de la productividad de sus campos. La
moratoria hipotecaria de 1933 refleja esta situación. Guando los
precios mundiales descendieron verticalmente en un 47% con
relación al periodo anterior a la crisis, las hipotecas no pudieron
ser levantadas en casi un 40 %. La devaluación monetaria para
estimular las exportaciones, en realidad, aumentó las importacio-
nes. Este fenómeno, provocó indirectamente el crecimiento de la
industria nacional pequeña. La deuda externa creció al doble en
1933. La desocupación, particularmente agraria, fue el síntoma
real de la crisis. En estas circunstancias, en medio del pavor de la
oligarquía ganadera, Gran Bretaña impuso sus condiciones en la
Conferencia de Otawa. Cálculos estimativos de Ia época, realiza-
dos por la Asociación de Cooperativas Argentinas, establecían
que entre el arrendamiento y los gastos relacionados con Ia pro-
ducción de una chacra de 100 hectáreas, derivaba en 1935, una
pérdida anual de $ 605,35. Pero aun en los peores tiempos, los
agricultores, en tanto apéndices de la oligarquía, recibieron siem-
pre sobreprecios estipulados por la clase terrateniente y extraídos
del hambre conjunto de las capas de población más necesitadas.
Pero queda sentado, que esa fue -y no la de Perón- la época de
miseria que el jefe comunista oculta de mala fe.
A esta realidad, el señor Ghioldi le sale al paso con un chiste de
velorio: "Lo que no quieren ver es que las vacas -de tan escasa
vocación industrial- ocupan el lugar del hombre campesino y que
el IAPI ha hecho el resto". La verdad es que la imposición de pre-
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1 "Es también inexacto, -escribe Arturo Jauretche- que el combustible fuese
caro; al tipo de cambio entonces vigente, el combustible para nuestra chacra
era el más bajo del mundo, y es también inexacto lo de la falta de maquina-
ria rural supuestamente disminuida. Remito al lector al informe de la Socie-
dad Rural Argentina y verá allí que mientras en 1937 había 23.000 tractores,
éstos sóo llegaban a 26.000 en 1946, y que en los ocho años hasta 1954,
subieron a 46.000 con esta peculiaridad: que en 1937 los existentes con
más de cinco años representaban el 90%, y en 1964, el 67% eran unidades
de menos de cinco años". (El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje).
En la época de la oligarquia el petróleo representaba el 41% de los com-
bustibles utilizados. En 1954 el 83%. Con la destilería de La Plata se pasó
de 8.050 millones de metros cúbicos a 20.050. En diez años se hizo más
que en todo un siglo. Se comprende así que la Argentina, en lugar de endeu-
darse, haya podido prestar dinero. En 1948, debían a la Argentina:
España ... $ 1.750.000.000
Italia ... $ 350.000.000
Francia ... $ 600.000.000
Holanda... $ 125.000.000
Finlandia ... $ 61.000.000
cios argentinos a la carne de exportación -y no coloniales como
hasta entonces- a más del aumento del consumo de un pueblo
hambreado, determinó a los chacareros dedicarse a las tareas
más remuneratorias de la ganadería. Nunca ganó tanto el colono
con menos trabajo y menos peones. Es decir con pago de menos
salario, pues es sabido que la ganadería exige pocos esfuerzos.
No sólo ignora Rodolfo Ghioldi los rudimentos de la cuestión
agraria, sino que, como fabricante de fantasías, es un escolar. Así
sostiene que: "El imperialismo del IAPI y el latifundio han desar-
mado a los campesinos frente a la conveniencia de mejorar téc-
nicamente la producción o siquiera renovar sus viejos instrumen-
tos". Las cifras lo desmienten:
TECNIFICACION DEL AGRO
1957 1953
21.500 tractores 45.000 tractores
Este aumento notable se debió a las compras ventajosas del
IAPI, a la fabricación de implementos agrícolas en la Argentina,
tanto como a la disminución del monto de las exportaciones por
el aumento del consumo interno, pues hasta 1943, Inglaterra ab-
sorbía el 40% de la exportación total, particularmente de carnes.
En contraposición, las importaciones eran máquinas y herramien-
tas destinadas al campo. Es pues absurda la macabra pintura de
Ghioldi sobre "la ruina y el endeudamiento de los campesinos".
Rodolfo Ghioldi no consulta las estadísticas. Las compras de ce-
real por el Estado, permitieron que los colonos recibiesen los más
altos precios comparativamente a toda la historia del campo ar-
gentino:
1935 1950 
$ 4.57 Maíz $ 24
$ 6.65 Trigo $28
$ 11,81 Lino $41
En el año 1943, 1000kg. de trigo valían $ 83. En 1946, $ 600. El
valor de las exportaciones argentinas muestra el siguiente ascenso:
1943 1947
451 millones 3.039 millones
Pero la paja se separa del trigo cuando afirma: "La calidad de todo
cuanto compran es inferior y esto indica que la carestía es mayor
que la señalada directamente por los precios encarecidos". Coin-
cide el dirigente comunista con la oligarquia, en su odio a la indus-
tria nacional. Es partidario, pues, del coloniaje. Un reaccionario
arropado en frases extremistas. Así dirá: "el latifundio ... es incom-
patible con el progreso, con la técnica y la ciencia agrarias". La
cuestión agraria no es simple. Es la más ardua de todas. Y, espe-
cialmente, en un pais semicolonial, Rodolfo Ghioldi, mientras ser-
vía en la práctica a la oligarquía, solucionaba la cuestión del cam-
po con parrafadas ultrarrevolucionarias. Lenin se había burlado
de la creencia en una desaparición súbita de la clase terratenien-
te. Ni siquiera la confiscación basta. Para ello es necesario la
transformación total de la economía y de su aparato jurídico. Pero
Rodolfo Ghioldi cree en la reforma agraria ultraizquierdista y pací-
fica. Creencia a la que el propio Lenin, llamaba "una estupidez in-
mensa". Sólo un país industrializado, con el desplazamiento y
substitución ele la antigua clase propietaria, puedo en un momen-
to dado apocándose en el predominio de Ia industria sobre el mo-
nocultivo, implantar la reforma agraria. No es el latifundio, explota-
do en escala capitalista y con alta tecnificación lo antiprogresista
-la granja colectiva soviética funciona en la medida de su exten-
sión- es el régimen jurídico del latifundio, la propiedad territorial en
pocas manos, que además frena la industrialización, el mal que
hay quo extirpar. La confusión permanente de los términos condu-
ce al teórico comunista a hablar del "bárbaro régimen feudal". Las
conclusiones de Ghioldi son que durante el gobierno de Perón, Ia
subsistencia del latifundio -hecho cierto- significó el dominio de la
oligarquía -hecho falso-. Y que "los pulpos imperialistas vincula-
dos tradicionalmente a la agricultura y la ganadería siguen en sus
posiciones". Es sabido queesos debieron someterse al IAPI. Es
decir, al interés del Estado. Pero los contrasentidos no apabullan
al líder comunista y los tapa con frases como ésta: "los campe-
sinos pobres, semiproletarios, pequeños y medios, son objeto de
una explotación despiadada... los obreros rurales no han mejora-
do su suerte". Y agrega que esto se cede "a la orientación de Pe-
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La formación de la
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rón hacia el latifundio... y por (sus) capitulaciones frente al impe-
rialismo y en especial norteamericano". La contrarrevolución que
derrocó a Perón demuestra lo inverso. Y en cuanto al imperialis-
mo norteamericano, Perón no se abrazó a Mr. Braden. Como
Rodolfo Ghioldi, EE.UU. ensayó el recurso de bloquear económi-
camente a la Argentina hasta que no tuvo más remedio que "capi-
tular" mandando a Milton Eisenhower. Pero Rodolfo Ghioldi, en la
tradicional posición pro-británica del partido, considera que la Ar-
gentina de ese período fue "la excrecencia rural de la industria de
guerra de EE.UU.". Afirma en el mismo trabajo: "Cuando Perón
en 1946, enuncia su plan, olvida casi por completo a la agricultu-
ra; todo el acento lo ponía en la industrialización". Como no tiene
más remedio que reconocer el proceso industrial lo considera
espontáneo. Y olvida, que toda tendencia "espontánea" crece o
decrece en un país semicolonial -en Rusia mismo- de acuerdo a
la orientación que le da el Estado. Pocas líneas mas adelante
dirá: "Perón ha exigido el aumento de las siembras''. Vale decir
que su política no era anti-agraria. Y termina con esta astracana-
da: Fue Mr. Truman el autor de la política agraria de Perón.
Cuando Perón aprovechó las dificultades de post-guerra del im-
perialismo, a fin de lograr mejores precios para los Productos del
campo -política fundamentalmente nacional- Ghioldi decía: Ia po-
lítica actual del gobierno en el campo obedece exclusivamente a
la guerra". Y extrae las siguientes conclusiones: "El gobierno de
Perón colabora activamente en la preparación de la guerra de los
imperialistas" (sic). Adoba la galleta con esta genialidad: "El ajo es
empleado por los industriales norteamericanos en el temple del
acero". Este no es un disparate del señor Ghioldi. Era la posición
del P. Comunista. En las instrucciones reservadas del Curso Bá-
sico para Cuadros de 1952 -fecha del trabajo de Ghioldi- destina-
das a los "instructores que se valdrán del mismo para orientar y
preparar sus clases" se leía: "La política belicista de Perón res-
ponde a intereses de clase bien concretos y definidos: responde
a los intereses de los grandes productores agropecuarios, de la
alta banca, de los grandes comerciantes, y algunos grandes in-
dustriales asociados a la oligarquía terrateniente". Rodolfo Ghioldi
es un revolucionario extenuante. Un verdadero terrorista mental.
De esos que no asustan a la oligarquía. Es el mismo dirigente co-
munista, caricatura de una inmigración lejana, que en 1934 acon-
sejaba el separatismo de las minorías, y en particular de los pia-
monteses de la provincia de Santa Fe. O como dijo textualmente
por entonces, de las "diversas regiones italianas con sus diferen-
tes lenguas". Se trata de un programa mínimo algo más avanza-
do que el que propició como líder de la Unión Democrática. Su
programa máximo es la liquidación del "kulak" argentino como
clase. Rodolfo Ghioldi está mecanizado por lecturas sobre el
campesino ruso acomodado y barbudo de la época de los zares.
Y esto tampoco puede inquietar a la oligarquía. Cuando sin ame-
drentarse, se ve obligado a aceptar que la Argentina obtuvo exce-
lentes precios de exportación por sus productos, se convierte de
repente en filántropo, pues tales precios fueron conseguidos "con
el hambre de muchos países europeos". Y agrega que los benefi-
cios acumulados fueron "la fuente de la tremenda orgía financiera
del peronismo, que cedió todo ello a los EE.UU. a cambio de
chatarra de guerra (sic). A renglón seguido ataca a la Constitución
de 1949 que incluía los derechos del trabajador argentino dignifi-
cado. Y se declara partidario de la de 1853 "pues tenía en vista
los robos cometidos por el rosismo". Lo cual es una infamia his-
tórica del señor Ghioldi.
Esta tesis explica por qué caído Perón, y con él la clase traba-
jadora argentina, la Revolución Libertadora volvió a esta Cons-
titución de 1853. Y por qué Rodolfo Ghioldi fue su abanderado.
Con lo cual volvió a servir como mucamo del mitrismo a la oligar-
quía contra el pueblo.
Cuando el gobierno, en 1948, propuso la gradual radicación de
campesinos en tierras expropiadas por el Estado, el señor Ghioldi
denunció como monstruoso el sistema de compra estipulado. Es-
te sistema consistía en el pago del 10% de la operación fijada,
más el 3.25% de interés y el 1,75% de amortización. Régimen sin
antecedentes en ningún país del mundo por su liberalidad y que
hoy ha convertido en millonarios a millares de campesinos que así
se hicieron propietarios de acuerdo al ideal pequeño-burgués del
jefe comunista. El plan que permitió el acceso a la tierra de propie-
tarios y medieros, seguía en marcha cuando cayó Perón. Y fue
suplantado por el desalojo en masa de chacareros. Pero esto no
le impidió a Rodolfo Ghioldi convertirse en campeón de la Cons-
titución de 1853. Que legalizaba esos desalojos y en cuyo nom- UNTREF VIRTUAL | 14
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bre sagrado se suprimió la Ley de Arrendamientos y Aparcerías
Rurales, protectora del chacarero víctima de la explotación con-
tractual de la oligarquía propietaria de las tierras. El señor Ghioldi,
con una mano halaga al chacarero y con la otra estrecha la de la
oligarquía. Es decir lo estrangula.
Este falsificador de la verdad y del marxismo, llega a decir, que
esa ley "estaba al servicio descarado de los terratenientes" y que
además esclavizaba al chacarero, esquilmado por la oligarquía y
el Estado, pues según otra de sus frases de plomo "el gobierno
se comporta como patrón de estancia de los buenos tiempos
oligárquicos". Aunque, como se ha dicho, la gran falla del gobier-
no de Perón fue no atacar a fondo el problema de la tierra, los re-
sultados fueron bastantes diferentes a los señalados por Ghioldi,
demagogo sin chacareros. Gracias a la política cooperativista, la
industrialización de los productos del agro se hizo en las mismas
zonas de cultivo y se crearon fábricas regionales. Mediante prés-
tamos bancarios se dio un gran impulso a la mecanización del
agro como lo prueba la cifra de tractores en funcionamiento y el
aumento de toda clase de implementos agrícolas, etc. Pero el
señor Ghioldi exclama: "¡Precisamente igual que la oligarquía!". Y
llama a la prensa peronista, efectivamente mala, pero que por lo
menos estaba al servicio del interés nacional y latinoamericano y
de la mentira organizada contra el país, "prensa hipotecada a los
intereses imperialistas". No es de sorprenderse que en 1957, La
Nación publicase, a toda página, un reportaje al dirigente comu-
nista que se confesaba orgulloso de. .. ¡Un abuelo que había visto
al general Mitre! Para Ghioldi, personaje estimado por la prensa
oligárquica, "los dirigentes peronistas tienen mentalidad ganadera
completa". En esa misma publicación sobre la cuestión agraria,
recuerda a los gobiernos de la oligarquía, en cuya prensa hace
declaraciones y escribe: "Venían en barcos inmigrantes que eran
verdaderas inmundicias andantes, hacinados como cerdos desde
el puerto se los embarcaba directamente a los campos ya seña-
lados en las provincias del litoral, allí trabajaban jornadas de 16
horas, dormían a cielo raso, comían con forzada frugalidad". Es
cierto. Pero es falso que "hoy los golondrinas -escribía en 1952-
son nacionales, catamarqueños, santiagueños, correntinos". Por
primera vez, esos peones -y la oligarquía no lo perdonó nunca-
recibieron salarios justos, vivienda apropiada, se organizaron sin-
dicalmente. Cosa que jamás les importó a los comunistas. Y el
sector más importante de ese proletariado inteligentey argentino
se incorporó a la industria nacional.
Al fin de cuentas, lo que ataca Rodolfo Ghioldi, la comercialización
de la riqueza por el Estado, la nacionalización del sistema banca-
rio, era lo que hizo Lenin en Rusia. Y que en un país dependiente,
en los comienzos de su revolución democrático burguesa, no era
poco. Ghioldi se opone. Para él la diferencia de precios debía
volver a los campesinos. Según Ghioldi, esta devolución "hubiese
reportado ventajas cuantiosas a la economía del país". Y olvida
que Lenin promovió la industrialización reteniendo las ganancias
del campo. El hecho, en la Argentina, naturalmente fue menos
drástico, a pesar de lo cual, para Ghioldi el I.A.P.I. "fue un instru-
mento de simple extorsión campesina", "un socio de las firmas
imperialistas". La conclusión es ésta: "El I.A.P.I. se ha quedado
con muchos millones de pesos que no le pertenecían a él sino a
los campesinos laboriosos". Y así defiende a Dreyfus, Bemberg y
Bunge y Born, mientras agrega: "los campesinos huyen del cam-
po". Y como corolario: las ganancias "han sido para los imperia-
listas norteamericanos, que embolsaron parte de esas sumas y
las firmas imperialistas que como Bunge y Born se quedaron con
el resto". Con lo cual el I.A.P.I. y Bunge y Born "niña de los ojos
del gobierno peronista" (sic) eran la misma persona1. El señor
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La formación de la
conciencia nacional
J. J. Hernández
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1 La política de recuperación de la economía agraria para el país se inició
en 1946. El gobierno nacional tomó posesión de los elevadores, silos subte-
rráneos, etc., hasta entonces propiedad de las empresas monopólicas pri-
vadas. Aunque la comercialización de las cosechas siguió en manos de
empresas privadas, el control del Estado sobre las mismas significó un im-
portante paso en la política de la recuperación nacional de la economía. En
1954 como última etapa del gran plan, el Estado, a través de organismos ofi-
ciales, había alcanzado ya la fiscalización de la comercialización de granos
y su liberación de las fluctuaciones especulativas de los oligopolios interna-
cionales. Esto permitió altos precios a los productores y la liquidación de las
ganancias parasitarias de las empresas extranjeras. Una de las causas de
la ofensiva imperialista británica y de la caída de Perón, acaecida un año
después, fue esta política nacional del gobierno que convertía a la vieja
colonia agrícola ganadera en una nación soberana, con la autodetermina-
ción politica necesaria para negociar en pie de igualdad con los países ext-
ranjeros, tal cual lo probaron los pactos bilaterales, particularmente, con las
naciones comunistas.
Rodolfo Ghioldi es la faz macarrónica de la oligarquía, la hez
izquierdista de la renta parasitaria de la tierra. Dirá que la infla-
ción, que activó la economía nacional, es "otro modo de despojo
de los campesinos trabajadores". Prefiere la época de la alta coti-
zación de la moneda beneficiosa a la clase terrateniente sobre el
hambre del pueblo. Y asume la tesis de Raúl Prebisch. De la "dé-
cada infame". Los tipos de cambio, que acabaron con las impor-
taciones suntuarias y con la competencia a la industria nacional,
que creaba trabajo para millones de obreros argentinos, tenían
por objeto "arruinar a los campesinos" y este magno cerebro aña-
de que "las importaciones necesarias deben ser pagadas un 23
por ciento más". Es falso. Las "importaciones necesarias" tenían
un cambio preferencial excepcionalmente favorable -$ 8 por dó-
lar- que se compensaba con los tipos no preferenciales de los
artículos suntuarios. Con gran consternación de la oligarquía que
no podía derrochar en perfumes, whisky y automóviles. "La ley
peronista que autoriza la entrega de 76 millones de hectáreas sig-
nifica que se crea una estera aún mayor para los acaparadores
de la renta absoluta y renta diferencial". Galimatías que tras el
palabrerío cientifista, en lo esencial, dice que el chacarero no tie-
ne derecho a la tierra pues se convertiría en capitalista. Pero ade-
más, la conclusión contradice y aniquila la tesis central, según la
cual, el gobierno nada hizo por los chacareros, al tiempo que im-
plícitamente defiende el antiguo sistema de arrendamientos. Con
lo cual vuelve a coincidir con la oligarquía. Y propone: "La supre-
sión de la propiedad privada y el capitalismo a la vez importa la
desaparición de toda renta territorial". Esto sí es "revolucionario".
Una de esas frases de las que Lenin se mofaba. Y que la expe-
riencia de Rusia y China desmienten. Pero Ghioldi no teme ser
desmentido pues su importancia teórica corre pareja con su pe-
tardismo de folleto. Es falso, asimismo, que el latifundio esté
"abundantemente salpicado de restos feudales o semifeudales".
En la Argentina, antes de la industrialización, la única explotación
capitalista evolucionada, ha sido la estancia. En la medida que
interesa al imperialismo, el campo ofrece un alto nivel técnico. Lo
feudal era el sistema del trabajo asalariado. Que Perón quebró
liberando a 1.100.000 peones rurales que aún trabajaban bajo
ese sistema oprobioso en 1946.
Lo que Rodolfo Ghioldi defiende, continuando la tradición extran-
jera de las izquierdas, es al chacarero contra el peón. Y vuelve al
maridaje con la oligarquía que aplastó a la población criolla, reem-
plazándola con inmigrantes que se aliaron a los terratenientes en
la explotación del trabajo nativo asalariado. Ya sabemos que
Ghioldi no teme desdecirse. Pocas páginas más adelante, lleno
de engreimiento, cita bien y entiende mal a Marx: "económica-
mente -dice Marx- no entendemos por cultura intensiva más que
la concentración de capitales en una misma parcela de terreno,
en lugar de su distribución entre parcelas diferentes". Es decir,
que el gran latifundio es una forma avanzada -la más avanzada
posible en el régimen capitalista- de la explotación de la tierra. El
umbral de la colectivización. Del mismo modo que las grandes
empresas monopolistas son la antesala de la socialización de la
economía mundial. Escudándose en esta frase de Marx dirá:
"Precisamente los cultivos industriales que son los que se desa-
rrollaron durante la década pasada (1930-1940. J J.H.A.) son los
que exigen mayor cantidad de obreros asalariados". Es decir, son
empresas altamente capitalistas. Y no percibe que ha pulveriza-
do, otra vez, su tesis sobre el carácter "feudal" del régimen agro-
pecuario en la Argentina.
Embretado en sus ideas pequeño-burguesas reaccionarias, y en
su inquina al país nativo, ofrece esta solución digna de Falucho.
Pues Rodolfo Ghioldi es de los que mueren al pie de su bandera:
"El Estatuto del Peón bien puede llamarse de defensa de la oligar-
quía". Y este es el Único punto en que, con seguridad, no coincide
con la oligarquía. Los comunistas se opusieron al decreto 13.937
sobre jubilación del personal de la industria. Y sobre el estatuto
del peón, en la línea de Rodolfo Ghioldi, decían: "De nada vale
que el naziperonismo intente el monstruoso engaño que significa
el Estatuto del Peón, quintaesencia del sensacionalismo y la de-
magogia". Y rechazaban el aguinaldo por "su esencia fascista, oli-
gárquica e imperialista". Además, se oponían al aumento de los
salarios "concedidos por pura demagogia". Dentro de su exigüi-
dad, la política de Perón en el campo, mejoró el sistema de arrien-
dos, logró la radicación en la tierra de millares de colonos, facilitó
créditos como nunca había conocido el productor medio, creó
cooperativas, servicios de tecnificación colectivos que permitieron
la explotación intensiva en determinadas regiones, de la pequeña
y media propiedad, mediante la aplicación de técnicas propias de
las grandes extensiones con la utilización en común de maquina- UNTREF VIRTUAL | 16
La formación de la
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rias del Estado. El señor Rodolfo Ghioldi calla, a sabiendas, lo
que se hizo y ningún gobierno había hecho:
Zonas Rurales 
1943 1951
7.000 90.000
Superficies colonizadas
1.996.314 8.936.000
Personas radicadas
61.130 243.000
Adjudicacionesde pueblos
15.000 hectáreas 42 000
Adjudicaciones de tierras agrícolas
300.000 hectáreas 900.000
Adjudicaciones de tierras pastoriles 
10.000.000 hectáreas 34.000.000
Producción y distribución de semillas 
604.000 2.170.000
Automotores al servicio de la agricultura
59 850
Aviones y helicópteros
1 30
Máquinas y aparatos
61.902 151.867
Insecticidas
210.639 40.000.000 
Explotaciones forestales y fiscales
100.000 hectáreas 450.000
Estaban en plena construcción, o ya habilitadas, en la época que
Rodolfo Ghioldi escribió su trabajo, 23 grandes obras de desagüe
que favorecerían a 20 millones de hectáreas, 40 obras de riego
que abarcaban 1 millón de hectáreas por valor de 600 millones de
pesos, etc. Así combatía la oposición de derecha e izquierda a un
gobierno nacional antiimperialista al que el jefe comunista llama-
ba: "Estado con sueños totalitarios". Según esta oposición de
izquierda el campo estaba arruinado y los campesinos vagaban
en manadas hambrientas por las tierras maldecidas.
Lo cierto es que 50.000 chacareros entraron en posesión de sus
tierras, mediante un sistema de crédito oficial que les otorgaba
prácticamente el 100 por ciento del valor de la tierra adquirida. A
raíz de esta política, la Federación Agraria reconoció el significa-
do histórico de la misma al tiempo que aplaudía la liquidación del
aparato monopolista privado que ahogaba la producción agrope-
cuaria.
Poniendo como número índice 100 para 1950, el volumen físico
de la producción agropecuaria fue el siguiente:
Agro Ganadería
1935 137,1 79
1953 139,9 102.6
1954 134,2 103,1
Estas cifras destruyen afirmaciones irresponsables.
El censo agropecuario de 1954 probaba un aumento de
10.000.000 de cabezas con relación a 1937. La cifra global dio
46.262.000 de vacunos. El chacarero se hizo ganadero.
Conviene insistir sobre el problema del campo pues muestra la
miseria del "marxismo" en la Argentina. En el estado actual del
país, la colectivización, asentada en fanfarronadas, es tan absur-
da como la subdivisión de la tierra en minifundios.
El problema agrario no es independiente de la economía general
imperante y sólo la liquidación del capitalismo puede hacer viable UNTREF VIRTUAL | 17
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la socialización de la tierra. La forma intermedia que concilia para-
lelamente la explotación capitalista en gran escala y la existencia
de propiedades rurales medias y pequeñas, es el cooperativismo,
que dicho sea de paso, es la forma precursora de la socialización.
Por lo tanto, en el 'intervalo, lo que interesa es el régimen jurídico
de la propiedad rural. Wauters ha señalado que la historia de la
propiedad agraria ha consistido en la conquista militar y en la sub-
secuente repartición ele la tierra entre los vencedores. La otra
característica es el desplazamiento del régimen de la propiedad
pequeña por el gran dominio territorial. El hecho era ya conocido
por los romanos: "Los ricos -escribe Apiano- se apoderaron de la
mayor parte de las tierras indivisas. Creyeron confiados en las cir-
cunstancias del instante, que no se les arrancaría la garganta. Y
compraron las tierras que los pobres poseían al lado de las suyas,
empleando bien pronto la persecución o bien la violencia para
lograrlo, acabando por no explotar más que los grandes domi-
nios". La historia de Martín Fierro no es esencialmente distinta a
la referida por Apiano. La integración de los grandes latifundios
fue seguida por el éxodo y pauperización de las antiguas pobla-
ciones. El fenómeno se reprodujo en la Argentina durante el siglo
xix. Pero el mismo se ha dado contra la población nativa no con-
tra el colono posterior, que por su fusión con los intereses de la
clase latifundista, es con relación al campesino europeo, un capi-
talista. Hecho que omite Rodolfo Ghioldi atragantado por analo-
gías incorrectas con la Rusia de los zares.
En cuanto al arrendatario, en la Argentina, la cuestión no es su
bajo nivel de vida -en realidad es uno de los más altos del mundo-
sino el de su estabilidad en la tierra. Pero es absurdo hablar como
Ghioldi de miseria y ruina de los campesinos. La misma prolifici-
dad del chacarero con relación al peón es prueba indirecta del al-
to nivel de la pequeñoburguesía agraria en la Argentina. Por eso,
ninguna revolución ha contado con el apoyo de los propietarios o
arrendatarios rurales. Ha sido el peón el elemento activo de estos
sacudimientos sociales, que eran, al mismo tiempo, movimientos
nacionales.
Los socialistas y comunistas, por su propia extracción inmigrante
y pequeño burguesa, son los ideólogos de los chacareros no de
los jornaleros. En Europa, se han producido centenares de le-
vantamientos campesinos. En la Argentina ninguno, salvo que
quiera llamarse "revolución campesina" al Grito de Alcorta. Aquí,
la consigna que conmovió a Europa, Tierra y Libertad, únicamente
ha encontrado partidarios en el señor Rodolfo Ghioldi que ha lle-
gado a hablar de Todo el Poder para los Soviets de Obreros y
Campesinos. En la Argentina, la oligarquía cuida al chacarero co-
mo a su hijo adoptivo y éste a la oligarquía como una madre exi-
gente pero madre al fin. Por eso no han penetrado los socialistas
ni los comunistas en el campo.
Con referencia a Australia, Uruguay y Argentina dice el mismo
Wauters: "En estos últimos países aunque las dificultades de la
concentración comenzaron a hacerse sentir debido a la débil den-
sidad de la población y la abundancia de tierras libres, no existían
las condiciones revolucionarias que permitieron la reforma radical
que estudiamos en la Europa Central". La causa reside en que en
Europa, el pequeño propietario rural, en realidad es un asalariado
por su mísero nivel de vida, en tanto en la Argentina, el arren-
datario es un pequeño o mediano capitalista.
En Rusia, la reforma agraria fue gradual. Hoy mismo, la colec-
tivización no ha alanzado su programación máxima. La legislación
agraria rusa, desde 1917, confirma este paulatino acomodo a la
realidad, y Lenin sabía bien cuáles cosas no podían lograrse de
un plumazo: "No podemos dejar de tener en cuenta los hechos -
decía- aun cuando se da el caso de que no estemos de acuerdo
con ellos". Cuando en 1917 se suprimió la propiedad privada de
la tierra, fue otorgada en usufructo a los que la trabajaban aunque
el Estado se reservaba la propiedad. Era una situación transicio-
nal más cerca del antiguo que del futuro orden. El sistema no fun-
cionó bien, y en 1919, fue derogado. En 1922 se nacionalizó la
tierra y recién se legisló contra la posibilidad de la concentración
de tierras en pocas manos, pero se admitieron formas intermedias
de propiedad comunal e individual, como asimismo, el arrenda-
miento y el trabajo asalariado. El señor Ghioldi es más leninista
que Lenin. Fue necesario, en Rusia, el gigantesco desarrollo
energético para que la colectivización avanzase. Y no de manera
rápida, pues hubo que vencer factores económicos y psicológicos
subsistentes.
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El gobierno soviético ha debido vigilar estrechamente la tenden-
cia de determinadas comunas agrarias a degenerar en empresas
capitalistas. El sistema cooperativista ha sido un tránsito útil que
finalmente el ministerio de agricultura ha estatizado.
Por eso, salvando las distancias, el cooperativismo en la Argen-
tina, bajo el gobierno de Perón, significó un positivo avance, a
pesar de las diatribas del señor Ghioldi.
Se ha dicho que en la Argentina, el chacarero, es un capitalista. Y
por eso no puede hablarse de "pequeña hacienda campesina"
que no existe más que en la cabeza del dirigente comunista. El
mismo propietario del campo, en el caso de los arrendamientos,
tiene interés en el desarrollo técnico de la chacra. A diferencia de
Europa, aquí trabaja el tractor, no el arado de madera. De este
modo, el gran terrateniente aumenta su parte en la renta diferen-
cial, y controla, además, la exportación de cereales, es decir, en
última instancia, la renta absoluta

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