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SACERDOTES PARA EL TERCER MUNDO Una frustrada experiencia de evangelización n octubre de 1962 Juan XXIII inaugu ró las sesiones del Concilio Ecuméni co Vaticano II. Fue éste un hecho de singular trascendenciaque influiría de cisivamente sobre la Iglesia en general y la latinoamericana en particular. La elección de Juan XXIII, el Bueno, en 1959-1960 había sorprendido al mun do cristiano que esperaba encontrar un papa similar a los otros, conservador y dócil. Los concilios anteriores —por lo general— ya estaban resueltos en Ro ma e imposibilitaban una real discu sión de los temas a tratar. Pero Juan XXIII quiso que entrara aire en la Igle sia corriendo el riesgo de que muchos se resfriaran, como solía decir. El pa dre Luis Farinello recuerda el Concilio con nostalgia, mientras lo evoca: «Y en el primer tema se levanta un obispo belga y dice “mi que non place” (a mí no me gusta) y todos empezaron a aplaudir. Fue una revolución eso. Y en tonces el Papa dijo “bueno, si non pla ce hay que empezar de nuevo; y los grandes temas, ¿cuáles son? Sociedad, sacramentos, injusticias, los temas gran des del mundo. ¿A qué cardenal, a qué obispo le gustan? Anótense, empece mos de abajo, a reflexionar” y salieron documentos del Vaticano II formida bles que todavía la gente no los ha di gerido, tenemos unos documentos pa ra cien años de Iglesia y la gente está antes del Concilio. Relegando la vieja práctica jerár quica, permite e incentiva la participa ción en el proceso de discusión de to dos los miembros de la Iglesia, inclui dos los laicos. Se reelabora la teología, la práctica cotidiana, la liturgia, y por sobre todas las cosas la relación entre los sacerdotes y el mundo de los fieles. En la opinión del obispo Jerónimo Podestá los puntos nodales del Conci lio son tres: «Enseñó que la norma pró xima e inmediata de la moralidad es la propia conciencia. Yo obro bien si sigo mi propia conciencia. Antes decía: no, usted obra bien si obedece a la Iglesia (...). La Iglesia está en el mundo, es el mundo, sigue los procesos humanos. La Iglesia no está para modificar, dic tarle normas al mundo sino para apren der del mundo (...) no se trata de ganar el cielo, sino de construir el mundo (...). El tercer punto es más interno de la Iglesia (...). El Concilio nos acos tumbra acriticar documentos de la Igle sia, a reconocer que la Iglesia se equi vocó...»2. Este proceso permitió que la discu sión acerca del Concilio fuera perma nente, y la búsqueda de una apertura afectara a muchos sacerdotes argenti nos en lo personal y teológico. También en la relación hacia la mu jer comenzaría una relectura de su rol e inserción social. La carta Encíclica de Juan XXIII, conocida como Pacem in terris, reconoce el ingreso de la mujer a la vida pública y que no puede ser con siderada y tratada como un instrumen to del hombre. «Exige ser considerada como persona, en paridad de derechos y obligaciones con el hombre, tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública»3- Las organizaciones cristianas se ven sacudidas por el proceso intemo de la Iglesia y su adaptación a la realidad po lítica del país. El presidente Frondizi es destituido en marzo de 1962 y, con la asunción de Guido, se proscribe al pe ronismo. Se realizan el segundo y tercer encuentros de Militantes Cristianos, donde se discute el justicialismo y el socialcristianismo. En septiembre de 1962 y abril de 1963 estallan enfrenta mientos entre sectores de las Fuerzas Armadas y, en octubre, asume la presi dencia Arturo Illia. Una tiranía evidente El Concilio Vaticano n produjo, de hecho, un cisma no declarado en la Iglesia. Por ello es que a los adherentes a las reformas y principios del Concilio se los defina como «posconciliares» y a sus opositores —no siempre explíci tos— «preconciliares». El general Juan Carlos Onganía era un típico representante de estos últi mos, recibiendo el apoyo de la jerarquía eclesiástica que lo consideraba un ge nuino aliado de sus propios intereses. «Estamos —escribía en la época el pe riodista Rogelio García Lupo— en pre sencia de unaorganización secreta, aun que no tanto como para cerrarle el ca mino a nuevos prosélitos; católica, pe ro sobre todo dispuesta a servirse de la religión como instrumento de domina ción política, y militar, aunque con ra mificaciones entre los civiles, especial mente los relacionados con el poder económico y cultural»4. Se refería a los «Cursillos de Cristiandad», grupos de cristianos que se reunían habitualmen te —civiles y militares—, y profesaban una ideología conservadora y antico munista. Sin embargo, este apoyo no hizo más que acrecentar la división, ya que destacados obispos y cientos de sacer dotes condenaron la Revolución Ar gentina, considerándola lisa y llana- 10 Todo es Historia Sacerdotes en el entierro del padre Carlos Mugica, asesinado el 11 de mayo de 1974 al salir de la parroquia de San Francisco Solano. El crimen fue atribuido a la Triple A. Todo es Historia 11 mente una dictadura militar antipopu lar. En muchas provincias se consolida ron grupos de reflexión y trabajo que se tomaron muy en serio las discusiones del Concilio. En Mendoza veintisiete curas renunciaron a sus cargos diocesa nos en protesta por la falta de compro miso con el Concilio. El 1Q de mayo de 1967 el director de la revista Cristianismo y Revolución es arrestado en la Catedral metropolitana. Su atrevimiento fue mayúsculo: inten tó cambiar el rumbo de la Misa del Día Un aspecto de la nave central de la Basílica de San Pedro durante la ceremonia de apertura del Concilio Vaticano II. Convocado por Juan XXIII, resultó una verdadera revolución pacífica en la historia de la Iglesia. del Trabajador para rezar en común un texto contra la explotación y la injusti cia. Estas experiencias eran fruto de la división en la Iglesia y del espíritu de rebeldía que se extendía por doquier. Las relaciones estrechas entre el gobierno y la jerarquía eran abiertas y públicas, lo que provocó críticas muy duras por parte de obispos reconocidos y respetados como Devoto, Podestá y el mismo Quarracino, que buscaban distanciarse del embanderamiento de la Iglesia con el gobierno de Onganía. Ya en marzo de 1967 un nuevo he cho dentro de la Iglesia a escala mun dial había repercutido profundamente en los sacerdotes argentinos: la encícli ca Populorum pro gres sio del papa Pau lo VI. Profundizando algunos concep tos del Concilio destaca la urgencia de cambios. El punto 31 es muy claro al respecto, y sería fuente de futuras con troversias: «Sin embargo ya se sabe, la insurrección revolucionaria —salvo en caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y damnifi case peligrosamente el bien común del país— engendra nuevas injusticias, in troduce nuevos desequilibrios y provo ca nuevas ruinas. No se puede comba tir un mal real al precio de un mal ma yor»5- El punto central y eje de la discu sión sería lógicamente la excepción «sal vo en caso de tiranía evidente y prolon gada». Y precisamente el país estaba gobernado por una dictadura militar, los partidos políticos proscriptos, la ac tividad política vedada, las universida des intervenidas y la represión afectaba a todos los sectores. Para muchos sacer dotes éste era un caso de tiranía evi dente. La Populorum progressio rápida mente circuló entre los obispos y sacer dotes de todos los países, influyendo especialmente en el Tercer Mundo. El 15 de agosto de 1967 se hizo conocer uno de los documentos más importan tes redactado por autoridades eclesiás ticas y conocido como Mensaje de 18 obispos del Tercer Mundo. En él se en cuentran referencias al colonialismo, al imperialismo del dinero, y una clara de finición a favor de los pueblos pobres y los pobres de los pueblos. Los curas en las fábricas y en las villas Por influencia francesa yespañola, algunos curas sienten la necesidad de acercarse directamente al mundo obre ro decidiendo comenzar a trabajar en fábricas. Grupos de la Democracia Cris tiana retoman frases de Juan XXIII pa ra justificar posturas que condenan abiertamente al capitalismo y apoyan las luchas de los trabajadores. El entu siasmo entre los sacerdotes por el Con cilio encuentra fuertes resistencias, pro vocando conflictos abiertos donde, por un lado, se encuentran sacerdotes y lai cos y, por el otro, la jerarquía eclesiás tica. 12 Todo es Historia LLEGAMOS A LA MAYORIA MEDIPLAN cumple 21 años y elegimos festejar la mayoría de edad con Ud. a través del concurso "212 Aniversario" A partir del mes de marzo, hasta diciembr sortearemos 21 planes médicos mensuales. Las bases del mismo serán expuestas en cada una de las farmacias que se detallan al pie de este aviso o bien en nuestra casa central. Mediplan, una vez más cerca suyo... y con la mayoría. CONCURSO 21=ANIVERSARIO MEDIPLAN PROTECCION MEDICA PRIVADA Casa Central: Av. Pueyrredón 510 22 Piso Tel: 961-1734/1735/8273 itado de Farmacias: itronómica: Corrientes 4027 Almagro - Nueva Semino: Pueyrredón 1205 Barrio Norte - Everest: Cabildo 2414 Belgrano - Diagonal: nz Peña 633 Centro - Ifa: Carlos Pellegrini 449 Centro - Everest Colegiales: Av. Cabildo 810 Colegiales - Everest Congreso: Av. de Mí igreso - Carbajal (Carrefour): Av. del Libertador215 Vte. López - Belgrano: Belgrano 101 San Martín- Central Morón: Av.Rivadav rón - Benitez: Moreno 88 Ramos Mejía - Pasteur: Belgrano 900 Avellaneda - Gandulfo: Balear ce 314 Lomas de Zamora - Plaza Fio adavia 11552 Liniers - Alberdi: Av. J. B. Alberdi 6164 Mataderos Terminal: Valentín Gómez 2841 Once - Nueva Farmacia Rural: A 1278 Palermo - Unidos: Av. Saenz 875 Pompeya - Santa Fé 2000: Av.Santa Fé 2013 Martínez - Hurst: Ituzaingó 402 San Isidro. Pablo VI, sucesor de Juan XXIII, gobernó a la Iglesia durante el difícil periodo posconciliar. En su encíclica Populorum progressio destacó la urgencia de cambios, pero señaló que la acción revolucionaria puede engendrar nuevas injusticias. El cardenal Antonio Caggiano saluda al presidente de facto general Juan Carlos Onganía. La jerarquía eclesiástica no cuestionó al poder militar en los años difíciles de la inestabilidad política. A comienzos de la década del 60 el sacerdote Francisco Paco Huidobro de cidió incorporarse a la fábrica Indupar, en Avellaneda. El patrón pensó que un cura aplacaría los ánimos de los sindi calistas. Sin embargo fue justamente el padre Paco quien más impulsó a la or ganización de los trabajadores. En 1965 su despido conmovió al mundo ecle- sial, y decenas de curas salieron en su defensa. Entre ellos muchos que luego participarían activamente del MSTM, Rodolfo Ricciardelli, Carlos Mugica, Domingo Bresci, Eliseo Morales, Ale jandro Mayol, Andrés Lanson, Alberto Carbone y otros. En todas las provincias, sacerdotes y laicos comienzan a estrechar vínculos con la clase trabajadora y los sectores desposeídos que pueblan las «villas mi serias» en las ciudades y el campo. No es el fruto de una reflexión teórica —aunque también haya existido— si no consecuencia de la realidad del país. En 1968 hay dos millones de analfabe tos y una gran deserción escolar, el hambre existe especialmente en las pro vincias de Tucumán, Santiago del Este ro, Formosa, Corrientes y el Chaco. Las enfermedades endémicas afectan a los más pobres, cientos de miles habitan en villas miserias y la discriminación so cial es notoria. Existe una gran concen tración de tierras en pocas manos (en su mayoría sin explotar), lo que obliga a los trabajadores rurales a emigrar hacia las grandes ciudades en busca de fuen tes de trabajo, engrosando así los bolso nes de pobreza. En las ciudades existe una división territorial que permite a cada una de las parroquias una atención especial sobre un número determinado de fieles. En la década del sesenta eran pocos los sacer dotes que se interesaban en el mundo villero, considerado despectivamente marginal y cuna de delincuentes. En 1965 el padre Mugica decidió comen zar su labor pastoral en la más populo sa de la Capital Federal, la villa de Re tiro. Cuatro años después, un documen to eclesial legaliza este accionar inclu yendo también el trabajo parcial de los sacerdotes que se insertan física y mo ralmente en este ambiente, sufriendo las mismas condiciones de pobreza que sus fieles. Sus actividades se desarro llan en dos ámbitos. Por un lado, lo es trictamente religioso como la enseñan za del catecismo, la construcción de ca pillas o los bautismos. Por el otro, ligar la búsqueda de la auténtica fe con la or 14 Todo es Historia ganización de la gente para revertir su situación de extrema miseria. Las lu chas por el espacio físico contra la erra dicación de las villas, el agua potable o frente a la represión policial, adquieren un contenido netamente político donde el sacerdote forma parte integral de las mismas. Su figura cobra una fuerza inusitada, pues no predica el evangelio de la sumisión o la «salvación en el más allá» sino que vive intensamente la vi da terrenal. Estas actitudes contrastan con las prácticas rutinarias desarrolla das durante años por la Iglesia en su conjunto. Los sacerdotes cambian, su compromiso deja de ser incondicional hacia la estructura eclesial y pasa a ser lo con el pueblo. Jerónimo Podestá, el obispo contestatario Monseñor Jerónimo Podestá fue uno de los obispos argentinos que más fervientemente adhirió a la Populorum progressio. Siendo obispo de Avella neda había impactado a la comunidad por su simpleza y su actitud diferente hacia los fieles. Además, su brillante oratoria lo llevó a ser muy solicitado en todo el país para predicar, incluso den tro de las mismas Fuerzas Armadas. La Populorum progressio le permitó en fatizar los conceptos que venía predi cando durante años por obtener ahora la legitimidad directa del papa y su en cíclica. Su interpretación fue muy radical y, en poco tiempo, se convirtió en un referente social que no se limitaba al mundo cristiano. Políticos y sindicalis tas encontraron en él un interlocutor para los cambios sociales. Si tomamos en cuenta que su actividad se desarro lló en plena dictadura militar, se puede comprender por qué el mismo Onganía lo consideró un enemigo al cual había que combatir. Llevar el mensaje de la Populorum progressio en 1967 en la Argentina era, sin lugar a dudas, revo lucionario. El 1° de mayo, día de los trabajado res, denunció abierta y públicamente la alianza de la Iglesia con los ricos: «Y aquí quiero hacerles una’dolorosa con fidencia, para que todos sintámos lo mismo en el Corazón de Cristo: el mundo obrero no nos ve como los au ténticos testigos del Cristo Pobre del Evangelio (...). Para el común de los obreros, el sacerdote no es un auténti co testigo de Cristo, porque lo ven más Era ministro de Educación el doctor Aleonada Aramburu, en la presidencia de tilia, cuando se tomó esta fotografía en la que figuran, entre otros, el nuncio, monseñor Mozzoni, el cardenal Caggiano y los rectores de la Universidad del Salvador y de la Universidad Católica. El último de la fila, a la derecha, es el general Onganía, entonces comandante del Ejército. El obispo de Avellaneda, monseñor Jerónimo Podestá, censuró la actitud de Caggiano de actuaran estrecha colaboración con el gobierno de Onganía. Fue un difusor entusiasta de los conceptos de la Populorum progressio. Todo es Historia 15 en contacto y más comprometido con el mundo de los ricos; porque su actual es tilo de vida y su mentalidad lo asimilan a la clase burguesa; porque su condi ción social lo ubica en el sector del pri vilegio»6. El 1Q de noviembre la nunciatura le pidió la renuncia a monseñor Podestá. En el breve lapso de 35 días, Avellane da cambió de obispo. No era fácil des hacerse de un prelado por su alto rangoeclesial; hubo un hecho que lo precipi tó y sirvió como excusa para su destitu ción sobre el cual Jerónimo Podestá aún no estaba preparado como para lle var adelante una defensa de sus actitu des: a su lado se encontraba una mujer. Podestá consideraba la compañía de Clelia, su secretaria, algo totalmen te normal y, probablemente, ella influ yó en sus concepciones diferentes a las tradicionales sobre el rol de la mujer en la sociedad. Sus homilías y discursos al respecto son elocuentes. «Recién ahora —decía en una conferencia al Movi miento Familiar Cristiano de La Pla ta— la moderna sociología ha comen zado a denunciar los funestos excesos del llamado “machismo”, o sea el tre mendo preconcepto del varón que se., cree más realizado y más persona, cuan to más asegura su predominio sobre la mujer (...). Los hombres han hecho una civilización de hombres (...). El con cepto dominante es el de mujer semi- Sacerdotes y obreros reunidos en la CGT de los Argentinos, con la presencia de Raimundo Ongaro, el líder de los gráficos cuyo mensaje político tenía connotaciones tercermundistas y cristianas. compañera, semi-sierva, semi-ayudan- te»7. Es importante señalar que la activi dad de Podestá en el MSTM fue restrin gida (y posteriora su destitución) por lo que no influyó en el movimiento en es te punto central. Es más, cuando abogó por la participación y los derechos de los curas casados encontró serias resis tencias. Contrariamente a la educación clá sica en la Iglesia, Jerónimo Podestá afirmaba, en primer lugar, que Dios crea a la pareja poniendo en un mismo nivel al hombre y la mujer. La imagen divina no es el hombre solo, por ello es que pone el acento en la relación hom bre-mujer. Sirviéndose de su alto cargo eclesial, no necesitó enfrentar las con cepciones arraigadas durante siglos; sencillamente brindaba su interpreta ción retomando a su manera el Concilio Vaticano II y ^Populorum progressio, aunque estos no se hayan explayado so bre el tema de la mujer. El «pecado original», para Podestá, no existe. Es más, hace una defensa del sexo. «Es indudable —afirmaba— que en el pensamiento y en la vivencia cris tiana, la experiencia del pecado ha de jado escorias de un concepto y de una actitud negativa frente a la mujer, al amor humano, al cuerpo, al instinto se xual y a la intimidad conyugal (...). Porque el pecado no hace que las cosas sean feas: ellas siguen siendo hermosas y bellas tal como salieron de las manos creadoras. Si el pecado es sucio, es por que la voluntad del hombre desconoce y tuerce el sentido maravilloso de lo que Dios hizo»8. Estas palabras fueron dichas en una conferencia en el Movimiento Familiar Cristiano de San Juan, y buscaban re vertir la imagen de la mujer, la pareja, el amor y especialmente la relación con yugal. En un reportaje televisivo —posterior a su destitución— decía que «lo que esencialmente hacía bue nas o malas las relaciones prematrimo niales era la presencia o ausencia de amor, que antes que nada debía tenerse en cuenta si eran producto y expresión de un amor maduro (...). Como se ve, la respuesta fue sumamente sensata y sin embargo, como yo suponía, mi manera de contestar escandalizó a muchas per sonas mayores. Pero lo que no pude su poner es que esa misma respuesta deja ría insatisfechos a muchos jóvenes, que quisieron tener luego, en grupo priva do, una más amplia explicación»9. La figura de Jerónimo Podestá fue descollante en el lugar que ocupaba en la Iglesia, y la brillante carrera que tenía ante sí en la estructura oficial. Sin em bargo, la jerarquía eclesiástica lo desti tuyó: para la Iglesia, la relación de un sacerdote —cualquier tipo de relación— con una mujer es símbolo de pecado y, aun siendo fraternal, es por lo menos, «altamente sospechosa». Es de señalar que la mayoría de los sacerdotes desconoce los fundamentos teóricos-teológicos por los cuales se impuso el celibato, ni siquiera lo estu dian. El pueblo de Israel nunca le impu so esta ley a sus rabinos y, en sus oríge nes, el cristianismo tampoco. Hacia el siglo v algunos fieles comienzan a prac ticar el monaquisino, que consiste en huir del mundo, recluirse, vivir solos en penitencia y ascetismo; como conse cuencia de estas experiencias, surgen los monasterios. El II Concilio de Le- trán (Roma), en el 1100, intenta impo ner esta práctica que recién se convier te en ley universal para la Iglesia Roma na en el Concilio de Trento, en el siglo xvi, y está íntimamente ligado al patri monio económico de la Iglesia en el feudalismo, buscando de esta manera evitar la sucesión de bienes de los sa cerdotes. Sin herederos, todo quedaba en manos de la institución. Muchos sacerdotes intentaron im pedir la renuncia y reemplazo de Po- 16 Todo es Historia 'llene faroles y no es una plaza. rHene flores y no es un jardín. llene sombrillas y no es una playa. 'Llene baldosas y no es una vereda. Está en las alturas, tiene mesas, tiene sillas, y sobre todo, tiene la mejor cocina con el mejor servicio. Es: Hippo ■ Plaza el reslaurant en la vereda alta de Hippopotamus Junln 1787 Reservas: 804*8310 802*0500 destá. Veinticinco de ellos enviaron una carta al papa donde expresaban las características que debía tener el nuevo obispo de Avellaneda. Comprometido con la realidad obrera de la zona sur del Gran Buenos Aires, dar testimonios de pobreza y amor a los desposeídos sin depender de los promotores del «impe rialismo internacional del dinero», man tener un autentico diálogo con sus cola boradores. Todas éstas, características de Podestá y de otros pocos obispos. Pero el propio Podestá aún confiaba en la Iglesia, y evitó que se formara un movimiento en su apoyo a pesar de que los sacerdotes estaban dispuestos a con tinuar con las movilizaciones. Creyó que el papa Paulo VI lo recibiría en Ro ma y aclararía la situación, especial mente por el reconocimiento de los fie les. «Finalmente —recuerda hoy con amargura— después de haber querido esclarecer mi situación en Roma, la frase más definitiva que oí fue la si- EL MSTM Y EL SOCIALISMO Rolando Concatti, sacerdote mendocino; era una figura significativa entre los que confiaban en el peronismo como el camino al socialismo. «Dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien. Busquen Injusticia, den sus derechos al oprimido, hagan justi cia al huérfano y defiendan a la viuda (...). ¡Oh pueblo mío! Sus opresores lo mandan y sus prestamistas lo dominan (...). ¡Pobres de aquellos que, teniendo una casa, compraron el barrio poco a poco! ¡Pobres de aquellos que juntan campo a campo! ¿Así que ustedes se van a apropiar de todo y no dejarán na- - da a los demás?», decía el profeta Isaías. «Ninguno puede servir a dos seño res; porque, o aborrecerá al uno y ama rá al otro, o estimará al uno y menospre ciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (...) y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dió los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se sa ciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenaron». Decía el profeta Jesús de Nazareth. Los textos bíblicos pueden ser in terpretados de diversas maneras. Los sacerdotes del Tercer Mundo hallaron en ellos la fuente para la adhesión al so cialismo. No hacía falta conocerlo a Marx para condenar al imperialismo, al dios del dinero y el poder omnímodo de los ricos. Ya lo habían hecho Moisés, Isaías y Jesús, solamente faltaba la ac tualización del mensaje profético. Esto, a pesar del empeño de los sec tores más reaccionarios por demostrar que en realidad el marxismo infiltró la Iglesia. «Los marxistes —escribe el sa cerdote polaco Miguel Poradowski— aplicaron un método profundamente psicológico (y muy efectivo), a saber, el método de graduación. Primero, por una propaganda adecuada (durante los retiros espirituales, «jomadas»,«en cuentros», «congresos», etc., y en los artículos de los periódicos teológicos) se efectuó un «lavado de cerebros» y, de esta manera, se «lavaron» de la men talidad de una parte del clero la forma ción y educación recibidas en los se minarios y las universidades católicas; después, ya con toda facilidad, pudie ron inyectar, por pequeñas dosis, la cosmovisión marxista y especialmen te el concepto marxista del cristianis mo»1*. En realidad, como ya hemos expli cado, el acercamiento a las definicio nes socialistas fue un proceso dictami nado por la realidad social del país y el continente. Frente a la decadencia eco nómica y moral del capitalismo liberal que no ofrecía ningún tipo de proyec to social, el socialismo aparecía en las décadas del sesenta y setenta como un proyecto alternativo viable y atracti vo, encamado en las revoluciones chi na, vietnamita, argelina y cubana. Influenciados por su propia prácti ca dentro de la Iglesia —que los llevó a combatir dogmas rígidos y ahistóri- cos— es que el Movimiento de Sacer dotes para el Tercer Mundo a nivel continental rechaza al modelo estali- nista y se acerca a un marxismo abier to y antidogmático. La búsqueda de un modelo «autóctono» de socialismo los lleva al encuentro de Mariátegui, Qui- jano, Cantoso, Gunder Frank, Fidel Castro, Carlos Fonseca, Camilo To rres y, por supuesto, el Che Guevara, entre otros. El dogma de la «conversión mo ral» puramente personal e interior, de ja paso a la conversión, en primer lu gar, de las estructuras económico-so ciales y su reemplazo por otras nuevas. Desechan el reduccionismo económi co enfatizando qué el «tener más» de be dejar lugar al «ser más», pero en forma comunitaria. El hombre, some tido al dinero, a las cosas materiales, alienado, debe aspirar, en un proceso liberador, a transformarse en el «hom bre nuevo», categoría popularizada por el Che Guevara y retomada desde un punto de vista cristiano por el MSTM. 18 Todo es Historia guíente: “Y bueno, usted tiene razón, pero reconozca que asumió una con ducta que socialmente no es aceptable para un obispo... ”»10. Ocho meses después de la Populo- rum progressio, fue destituido. Sacerdotes para el Tercer Mundo En el primer aniversariode l&Popu- lorum progressio, un grupo de cristia nos se sirve de la encíclica para conde nar al capitalismo liberal, y al episcopa do argentino por guardar silencio fren te a la explotación de los más humildes, los despidos de obreros y los problemas de la pobreza, especialmente en el nor te. Además, alertan sobre la desilusión que cunde por la pasividad de la jerar quía, sobre todo después de la encícli ca. Sacerdotes de diversas provincias deciden difundir el Mensaje de los 18 obispos, llevarlo a la opinión pública y recoger firmas adhiriendo al mismo. Este hecho les permite nuclearse y, al poco tiempo, más de 320 sacerdotes se identifican con el Mensaje. La prensa le dedica atención a este fenómeno, pues las críticas de muchos sacerdotes se van hilvanando y dejan de ser meras actitu des personales aisladas. Comienzan a referirse a ellos como los Sacerdotes del Tercer Mundo. De una diócesis a otra, de provincia en provincia, los sacerdotes se contac tan, discuten y quieren impulsar una or ganización que les permita intercam biar vivencias y profundizar el estudio de las encíclicas papales ligándolas a la realidad argentina. Al poco tiempo se realiza, el 1 y 2 de mayo de 1968, el pri mer encuentro nacional en Córdoba, donde participan 21 sacerdotes. El ob jetivo central es estructurar un movi miento, darse a conocer y afirmar el compromiso junto a los oprimidos. No son principios teóricos en abstracto si no producto de las experiencias coinci dentes respecto a la necesidad de erra dicar la pobreza que crece día a día. Sienten también la necesidad de di fundir sus posturas en todo el continen te y, para ello, redactan un documento que envían a la Conferencia del Episco pado Latinoamericano (CELAM) en Medellín, realizada entre el 26 de agos to y el 4 de setiembre de 1968. El tema central es el de la violencia, pero «la violencia del hambre, del desamparo, y del subdesarrollo. La violencia de la Manifestantes y fuerzas de seguridad durante el Cordonazo de 1969. Hubo sacerdotes entre los que se plegaron a esta protesta popular. El general Alejandro Agustín Lanusse hace declaraciones en Córdoba el 31 de mayo de 1969, en pleno Cordobazo. persecución, de la opresión y de la ig norancia. La violencia de la prostitu ción organizada, de la esclavitud ilegal pero efectiva, de la discriminación so cial, intelectual o económica»11. Frente a esa situación se insta a los reunidos en la Conferencia a «que en la consideración del problema de la vio lencia en América latina se evite, por todos los medios, equiparar o confundir la violencia injusta de los opresores que sostienen este “nefasto sistema” con la justa violencia de los oprimidos, que se ven obligados a recurrir a ella para lo grar su liberación»12. Los sacerdotes agrupados en el movimiento conside ran que el mensaje del Evangelio co múnmente difundido respecto a las ac titudes pasivas o pacíficas de Jesús no hace más que servir de sostén al poder de los poderosos. En su nueva interpre tación rescatan la lucha del pueblo de Israel como único medio para acceder al «Reino de Dios». Por esta razón, el tema de la violencia no les provoca un conflicto con su propia conciencia, más bien lo toman como algo natural. En poco menos de un mes juntaron más de 300 firmas de sacerdotes argen tinos, y 600 del resto de América laüna, lo que configuraba un avance real del nuevo movimiento y su capacidad de influir dentro de la Iglesia. En concor dancia con la estructura e ideología eclesiástica, no hay mujeres entre los firmantes pues solamente lo hacen sa cerdotes y obispos, aunque esto no sig nifica que muchas católicas no hayan Todo es Historia 19 adherido o participado de las activida des del movimiento. El conflicto con la jerarquía Lo que comenzó como enfrenta mientos personales de algunos sacer dotes lentamente derivó en un conflic to generalizado dentro de la Iglesia ar gentina. La formación de un movi miento disidente y crítico aparecía co mo un factor de poder alternativo en lo ideológico-social, con repercusión en tre los fieles. El Vaticano —a pesar del Concilio— y sus representantes oficia les en el país no lo podían permitir. La confrontación abarcó dos as pectos esenciales: la reflexión teológi ca y la práctica cotidiana. Ambos están íntimamente relacionados, uno es con secuencia del segundo. El acercamien to a los sectores populares por parte de sacerdotes y laicos implicaba necesa riamente un conflicto con aquellos que no lo realizaban. Además, especialmen te importante es de destacar el apoyo implícito y explícito de la jerarquía eclesiástica a las dictaduras de Onganía y Lanusse. La Argentina estaba divi diéndose en dos campos enfrentados política, social e incluso militarmente. Este corte también se produjo dentro de la Iglesia, a pesar de que la jerarquía hi ciera todo lo posible —utilizando sus atributos y relación con la Santa Se de— para evitarlo, pero sin resultado. A comienzos de 1969, monseñor Aramburu —máximo representante del clero argentino y que había participado de la Conferencia de Medellín— difun dió un comunicado por el cual prohibía a los sacerdotes pertenecientes a la Ar- quidiócesis de Buenos Aires manifes tarse públicamente en todo lo concer niente a cuestiones políticas. A pesar de queeltemaparecíacircunscriptoaBue- nos Aires, las respuestas no tardaron en llegar desde diversas provincias. Todos los sacerdotes se sintieron involucra dos. Abiertamente les exigían guardar silencio frente a la profunda crisis que atravesaba el país. Sin embargo, «La Iglesia argentina parece la Iglesia del Silencio», respon dió un grupo de sacerdotes tucumanos. «¿Quédecir de la actitud del episcopa do frente a las injusticias institucionali zadas de nuestra sociedad, donde se le siona la libertad, la dignidad, el derecho de todo el pueblo? (...) ¿Cómo quiere usted, Padre, que los sacerdotes, en contacto con la realidad vital que pade ce nuestro pueblo, queden callados, es perando instrucciones que nunca lle gan, si es vox populi que nuestros obis pos, salvo honrosas excepciones, pare cen estar en connivencia con las actua les autoridades e instituciones causan- ¿QUE ES LA TEOLOGIA DELA LIBERACION? La Teología para la Liberación re fleja el proceso de transformación den tro de la Iglesia y el mundo que la rodea a principios de la década del sesenta en América latina. Por un lado, fue la ex presión de un vasto movimiento social que incluyó a laicos, sacerdotes y algu nos obispos que comenzaron a estruc turar Comunidades de Base como res puesta a la pobreza crónica de millones de creyentes y no creyentes. El enfrentamiento con la realidad los llevó a un análisis de las razones es- tructuralesque sumieron a las mayorías en la miseria y el analfabetismo. Con trariamente a las posturas clásicas de la jerarquía eclesiástica (del griego hie ras: sagrado y archein: dominar, es de cir poder o dominio sagrado) se conde nó moralmente al capitalismo depen diente como un sistema injusto y opre sor. Para comprender sus raíces se ana lizaron las contradicciones del capita lismo y las luchas entre las clases anta gónicas. América latina se estaba transfor mando rápidamente desarrollándose las ciudades como producto de la indus trialización. Los cordones de pobreza crecieron, albergando a millones que masivamente emigraron del campo a la ciudad en busca de fuentes de trabajo. Una nueva visión en la reflexión teológica permitió upa comprensión di ferente del hombre y de sí mismo. De una visión cosmológica se pasó a una antropológica donde el hombre deja de ser pasivo para ser agente activo de la historia. Se desarrollaron las Comunidades de Base como forma de vida alternati va al individualismo pregonado por los medios de comunicación y la salvación personal en el «más allá» que ofrecía la Iglesia tradicional. Una nueva lectura de la Biblia permitió rescatar y resaltar pasajes que pregonaban la lucha popu lar y una concepción profética contra puesta a la sacerdotal. La epopeya de los hebreos narrada en el Exodo cobró otra dimensión al reivindicarse la lucha del pueblo oprimido contra sus opreso res a través de un proceso de liberación. Los profetas, como Moisés, Isaías y Jesús, enarbolaron un mensaje libera dor chocando con los sacerdotes que estaban ligados al poder de las clases dominantes. «Moisés —explica Rubén Dri en La utopía de Jesús—no se con vierte para preocuparse de la salvación de su alma o para entregarse a la con- templaciónyla penitencia, sino paralu char junto al pueblo oprimido hasta lo grar la liberación de todas las opresio nes. Dios es encontrado y vivido en es te proceso de lucha que es histórico, es decir político-social, pero no termina allí, sino que se prolonga en las profun didades del hombré hasta hacerlo ple namente libre, de modo que en él reful- 20 Todo es Historia El clima político se había enrarecido a fines de 1970, cuando tuvo lugar el velatorio de Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus, responsables del asesinato del general Aramburu. Un grupo de sacerdotes tercermundistas participó de esta ceremonia. Los muertos habían sido dirigentes Juveniles católicos. ja con todo esplendor la imagen de Dios». De la misma manera, Jesús se mezcla entre los pobres liderando una insurrección. La concepción sacerdotal es la reli giosa tradicional basada en el dualis mo, el inmovilismo y la jerarquía. El elemento dual se basa en la división del mundo entre lo sagrado y lo profano as pirándose —algo imposible— a vivir en lo sagrado. El dualismo se refleja en la división entre el cuerpo, que está en comunicación con el mundo de las co sas sensibles, y el alma, que representa el mundo espiritual o de las ideas. La ta rea fundamental sería «liberar el alma de los lazos con los que el cuerpo la tie ne aprisionada», explica Dri. El inmo vilismo refleja el miedo de las clases dominantes al cambio y la construcción de una imagen de Dios como un ser per fecto. Arriba está Dios en forma pura sin contaminación con la materia; el or den jerárquico y la obediencia en este sentido adquieren una importancia de primer orden pues sólo se cumple con Su voluntad. La concepción profética, por el con trario, es monista (o totalizante), histó rica y diaconal. El mundo no está escin dido de dos realidades distintas (sagra do y profano) sino que existe una tota lidad de cuerpo y alma con múltiples di mensiones. La dimensión histórica lo arranca a Dios del cielo para situarlo dialécticamente en las experiencias con cretas del pueblo. Partiendo de una si tuación de opresión del pueblo hebreo por parte del Imperio egipcio y las cla ses dominantes (corte, ricos, sacerdo tes), se transita por un camino de libe ración y se culmina en la tierra prome tida donde no habrá ni opresores ni oprimidos. El pensamiento diaconal se opone a las jerarquías considerando a todos los hombres como iguales; por ello los profetas lucharon contra los re yes, las cortes y los ricos. Los profetas luchan contra los ído los, los de madera y oro adorados por el pueblo en el pasado, y los de la muerte de hoy en día: el poder, las jerarquías, la riqueza, el Estado, la fuerza militar. En este sentido tiene razón el cardenal Rat- zinger cuando acusa a la Teología de la Liberación de «poner en duda la estruc tura sacramental y jerárquica de la Igle sia, tal como la ha querido el Seflor». Las Comunidades de Base se desa rrollaron con sacerdotes que fueron a vivir con su pueblo, en las mismas con diciones que ellos, sufriendo las mis mas penas y participando de las expe riencias populares. El papa Juan XXIII fue quien les dio mayor impulso cuan do afirmó que «el gran escándalo del si glo xx es la pérdida de la clase obrera por parte de la Iglesia». Esta frase y su decisiva participación en el Concilio Vaticano II influyeron sobre una nueva camada de sacerdotes que vieron así le gitimadas sus posturas de acercamien to a las capas populares. En realidad, el Concilio y Juan XXIII permitieron que absolutamente todo fuera rediscutido, abriéndose la Iglesia a otras posturas históricamente antagónicas. Influenciados especialmente por la revolución cubana en 1959, los con ceptos de un marxismo abierto y anti dogmático pudieron hacer pie en mu chos sacerdotes que comprobaron que su experiencia no era contradictoria con muchos de los postulados que pre gonan la luchade clases. Si bien la fra se de Marx «la religión es el opio de los pueblos» es particularmente dura y co rrecta en un contexto histórico deter minado, otros aportes del propio Marx (que dicho sea de paso nunca profundi zó en el tema) Engels, RosaLuxembur- go, Gramsci, Bloch, Goldmann y una nueva generación de marxistas latino americanos —como Fidel Castro, Car los Fonseca, el Che Guevara, Marighe- 11a— permitieron acortar la brecha en tre la Teología de la Liberación y el marxismo, especialmente porque se fue desarrollando una práctica conjunta. Hoy en día, las ricas experiencias de Nicaragua, El Salvador y Brasil han demostrado que el cristianismo revolu cionario se ha convertido en uno de los factores más poderosos de cuestiona- miento del capitalismo dependiente. Todo es Historia 21 tes de los males que es preciso denun ciar?»13. Sinceramente, y con cierta ingenui dad en ese momento, los sacerdotes no podían creer la actitud de la mayoría del episcopado. Al fin y al cabo, tomando en cuenta la concepción jerárquica en la Iglesia —aceptada aún por todos— los obispos debían ser los impulsores de los cambios. La discusión fue creciendo y obligó alepiscopado argentino a editar un tex to oficial, en su Asamblea de abril de 1969, para tratar de apaciguar a los «re voltosos». Su lenguaje es sumamente ambiguo. Aparentemente se apoya en el Concilio y la Populorum progressio para influir sobre ios sacerdotes, pero en el fondo su objetivo es acallarlos, evitar que se profundicen las contradic ciones dentro de la estructura y frente al gobierno. Nuevamente se apela a gene ralidades en el análisis socioeconómico y a la «buena voluntad» de todas las cla ses, desconociendo los antagonismos entre ellas y llamando a los padres a im pedir la violencia de sus hijos como si ésta dependiera únicamente de la edu cación recibida en el hogar. Comparativamente, parece un texto preconciliar, y así lo entienden los sa-‘ cerdotes que, un mes más tarde, duran te el estallido del Cordobazo estarán junto al levantamiento. El movimiento estuvo siempre abierto al diálogo con la jerarquía ecle siástica —es más, lo buscaba— aun en El padre Alberto Carbone, señalado con la flecha, participa de una protesta callejera en 1969. Estuvo entre los acusados por complicidad en el secuestro de Aramburu. los momentos de mayor confrontación pública. Sin embargo, desde las esferas gubernamentales, con el apoyo de los medios de comunicación, se difundió la imagen de una agrupación dirigida por comunistas y guerrilleros. El doc tor Carlos Sachen, perteneciente al na cionalismo católico de extrema dere cha publicó un libro titulado La Iglesia clandestina plagado de difamaciones políticas y personales, especialmente contra el secretario general del MSTM, Miguel Ramondetti. Los sacerdotes del movimiento es taban muy preocupados por la distan cia que podía existir entre el pueblo y la Iglesia en el sufrimiento cotidiano. Un profundo valor moral los acercaba a los oprimidos y los alejaba de aquellos obispos que, desde sus confortables si llones, predicaban en el vacío. El Con cilio había definido que los clérigos de bían convertirse en «colaboradores y consejeros necesarios en el oficio de enseñar, santificar y apacentar el Pue blo de Dios». Pero las comunidades cristianas en los barrios pobres y mar ginados de la Capital y las provincias seguían sin ser consultadas. Las bases eclesiales exigían un com promiso urgente con un proyecto de li beración apoyándose en las conclusio nes de la Conferencia de Medellín y re curriendo permanentemente al Evan gelio. Mateo, en el capítulo quinto, alu de a los «pobres en espíritu, los que llo ran, los que tienen hambre y sed de jus ticia, los misericordiosos, los que pade cen persecución». No tomar en cuenta estas palabras implicaba —para el MSTM— falsear el mensaje evangéli co, despojando al pueblo de la fuerza revolucionaria de la fe y sometiéndolo al sistema de dominación vigente. Esto podía parecer un poco simplis ta, pero también era fruto de su propia realidad y formación cerrada aislada de la sociedad civil. Por otra parte, la ma yoría de los sacerdotes carecía de expe riencia política y el enfrentamiento con la jerarquía los introducía en una discu sión que mezclaba lo teológico y lo po lítico. Los encuentros nacionales del MSTM Desde 1968 hasta 1972 el MSTM realizó cinco encuentros nacionales, an tes de su desaparición, y los documen tos de los mismos reflejan una honda preocupación por los problemas políti cos, sociales, culturales y morales. Es interesante destacar que la opresión de la mujer como tal no es considerada sal vo cuando está ligada al tema de la pros titución, cuyas raíces son definidas co mo sociales. Esto, a pesar de que el tra bajo con los sectores más empobreci dos necesariamente implicaba una rela ción estrecha con los problemas de las mujeres en los barrios y que, en muchas ocasiones, ellas estuvieran a la cabeza de las luchas. El 15 de setiembre de 1968 comen zó a circular el primer número de la re vista Enlace, que se propuso servir de nexo y socialización de las experien cias personales y grupales en cada re gión. De esta manera, entre encuentro y encuentro, continuaba la discusión, la reflexión teológica y el intercambio de información. En el segundo encuentro nacional, realizado el 1,2 y 3 de mayo de 1969, participaron 80 sacerdotes provenien tes de 27 diócesis; esto comprueba la expansión del movimiento. Las discu siones abarcan la relación política y teológica con las contradicciones pro pias que se manifestaban individual y grupalmente. Se aprobaron las Coinci dencias Básicas que, claramente, apo yan un proceso revolucionario de cam bio radical y urgente desde los cimien tos. Representa de hecho una rebelión dentro de la Iglesia, enfrentando abier tamente a monseñor Aramburu que, tres meses antes, había prohibido la 22 Todo es Historia Ojo clínico. Una mirada profesional, periodística que llega a todos los rincones. Porque no hay nada tan valioso para toda estrategia empresaria que obtener información. Y “Comunicaciones Empresarias" es una publicación y un exclusivo servicio de información actualizada diariamente que le ofrece eso y mucho más: una base de datos y un servicio telefónico para atenderlo siempre. Así, mientras usted crea, produce, vende o exporta, “Comunicaciones Empresarias” le suministra la información que necesita. Para que pueda verlo todo antes de tiempo. Para pensar y actuar con sentido. Con todos los sentidos que le presta "Comunicaciones Empresarias", empezando por el ojo clínico. EDITORIAL COMUNICACIONES EMPRESARIAS S.A W|WPARA EMPRESAS . ^VF INTELIGENTES Moreno 1270 3“ piso of. 312. C. Federal. Tel. 38-5347/7023 participación de sacerdotes en actos públicos, o realizar declaraciones de carácter político-social sin su consenti miento. Tapa de la revista Primera Plana en enero de 1972: el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo había alcanzado amplia repercusión pública y la prensa reflejaba sus relaciones tensas con el gobierno militar. Los sacerdotes quieren servir al pue blo y dejar de recibir las prebendas de la institución eclesiástica. Muchos están arraigados en el mundo del trabajo en fábricas, otros optan por ir a vivir a las «villas miserias» y compartir las luchas contra su erradicación forzosa. Algu nos se interesan en las provincias en re giones alejadas y especialmente empo brecidas, donde el analfabetismo y las enfermedades sOn’ crónicos. «Los chi cos eñ Goya morían de hambre —recuerda Miguel Ramondetti— por que yo los he visto, no “muertos de hambre”, sino muertos en el cajón. Muertos, chicos de un año, muertos (...). Además de todos los que queda ron vivos, medio lelos, medio tontos, en la escuela no andaban, ¿Y por qué?»14. La realidad es crítica. Los sacerdo tes se pliegan a las protestas populares en 1969 y la represión cae sobre ellos. Varios son detenidos por defender a miembros de sus parroquias o por ple garse a las protestas. En junio el padre Rafael Yaccuzzi, desde el norte santa- fesino, le envía una carta abierta a On- ganía como «argentino, hombre y sa cerdote», alertándolo que «sus armas ya no serán suficientes, la justicia que impulsa la lucha del pueblo encontrará el modo de derrotar sus fusiles». En no viembre, el presidente busca el apoyo de la Iglesia y convoca al pueblo a un acto religioso con el objetivo de «con sagrar en forma pública y solemne a la Argentina al Inmaculado Co razón de María». Centenas de sa cerdotes lo consideran un agra vio e, indignados, hacen un lla mado al pueblo a no participar de un acto donde «lo religio so amenaza ser usado como estupefaciente de las in quietudes del mismo pue blo». Las luchas en 1970 van en aumento. En marzo los obreros de la central hidroeléctrica del Chocón en Neuquén son reprimi dos, entre ellos el sacerdote-obrero Pas cual Rodríguez. El obispo Jaime de Ne vares asume la defensa de los trabaja dores que así descubren «otra» Iglesia. Junto a los sacerdotes de la provincia deciden destinarlas limosnas de las mismas a las familias de los despedi dos, y compartir «el sufrimiento del Cristo vivo en la persona de los obre ros». Quienes dirigen las luchas son prin cipalmente dirigentes sindicales y polí ticos que participan del peronismo en sus más diversas expresiones. La ma yoría de los sacerdotes, en contacto con los sectores populares, se acerca tam bién a esta opción política, siendo este tema el eje de discusión del tercer en cuentro el 1 y 2 de mayo de 1970. Con la presencia de los monseñores Zazpe, Devoto y Brasca, tres obispos —hecho singuiare importante—sedis- cute el camino para lograr el socialismo que ya se había aprobado el año anterior en las Coincidencias Básicas. El problema que se le presenta al Movimiento es que, si bien hay coinci dencias respecto al objetivo final (el so- 24 Todo es Historia cialismo), la situación política nacional requiere de respuestas inmediatas so bre el papel que el peronismo jugará en este camino. Aun con dudas, críticas y cuestionamientos teóricos, en su libro Nuestra opción por el peronismo, el sa cerdote mendocino Rolando Concatti llegaba a la conclusión de que «no bas ta ser peronista para ser revolucionario. Pero no se puede ser revolucionario y antiperonista». De ninguna manera los sacerdotes —a título individual o como movimiento— querían desligarse de los sectores populares. Su destino esta ba junto a ellos y el peronismo era tam bién el reflejo de un «sentimiento» re primido durante 17 años. En el cuarto encuentro realizado, el 8 y 9 de junio de 1971, se retoma una ál gida discusión que no había sido salda da. La mayoría de los sacerdotes cifra las esperanzas en el retomo de Perón como paso previo a la verdadera revo lución. Pero también se manifiestan di vergencias respecto a los sectores inter nos del peronismo en los cuales apoyar se. Además, las declaraciones del líder son ambivalentes: por un lado apoya al movimiento y, por el otro, intenta ato mizarlo subordinándolo a su propia es trategia política. La jerarquía eclesiástica práctica mente no le deja alternativas al movi miento: es plegarse al fervor de la gen te o aislarse y retomar a la etapa precon ciliar. Por ello el padre Mugica sintió la necesidad de participar del retomo de Perón. Como él lo describiera: «Cuan do volví, una de las alegrías más gran des fue que una señora de la villa, de unos cincuenta años, me dijo: “los po bres también estábamos en el avión, porque estaba usted”». En octubre de 1972 se realizó el quinto y último encuentro nacional del movimiento, mientras el país vivía mo mentos claves de su historia. El régi men militar presidido por el general La- nusse había dispuesto la realización de elecciones generales para marzo de 1973, y muchos vaticinaban un claro trinfo del peronismo. El presbítero Jor ge Vemazza rememora: «Quienes, por su adhesión a Cristo saben, por ejem plo, que merecen especial cariño los más débiles, ¿cómo no han de optar por una sociedad que en sus leyes, institu ciones y costumbres profese que los únicos privilegiados son los ancianos y los niños?»15. El 9 de diciembre de 1972 Perón re cibe a 60 sacerdotes del movimiento COWUKW A Mis HCRMANOS *n¡OÍ * MR BUtNOS BUCMÍU1IIM US Msm ti tVAMBtllQ M MARX US CULTfVt ti 00» CNTRf ARStNTÍNOO USCONMMt Al ROCK CAMÍNO M LA VÍOUMCiA. OTO OTRAS ROUtiAS COSAS ¿ POR QUÉ ESTOY PRESO 9 Ilustración del artículo de Primera Plana relativa al caso Carbone, cuya libertad solicitaban los clérigos tercermundistas. que, con grandes expectativas, van a su encuentro. La mayoría siente reafirma das sus posturas: una minoría sale desi lusionada, Perón está muy lejos de po nerse a la cabeza de un amplio movi miento popular para transformar radi calmente las estructuras del país. El eclipse El gobierno peronista permite que los sacerdotes profundicen su trabajo de evangelización, de concientización y de organización a nivel de las bases li gado también a estructuras políticas. Para muchos es la oportunidad espera da por años. Durante los regímenes mi litares la instalación de una escuela o enfermería en un barrio era un eterno peregrinar entre oficinas y recibir «fa vores» de algún funcionario de tumo, no sin antes ser alertados de que la po lítica no es para los curas. En cambio, el peronismo, a través de todas sus ra mas y líneas internas, comprende que los sacerdotes sirven como correa de transmisión hacia amplias capas de la población —especialmente las más em pobrecidas— y por medio de los cua les se pueden impulsar proyectos polí ticos. Todos quieren «ganarlos», y bus can la manera de apoyar sus reinvidi- caciones cotidianas. Pero la sociedad argentina en 1972- 1973 está altamente politizada, y la violencia armada forma parte de estos proyectos totalmente antagónicos. Los sectores que logran hegemonizar al peronismo le imprimen un rumbo di ferente de aquel que los sacerdotes ha bían considerado como revoluciona rio. La retórica que los había seducido va quedando atrás, y se perfila un pro yecto basado en sectores de la burgue- Todo es Historia 25 El padre Mágico, la asistencia a los pobres. sía y apoyados por un aparato estatal que incluía las bandas parapoliciales comandadas desde el mismo Ministe rio de Bienestar Social por José López Rega. Aunque a veces lo intentaran, los sacerdotes no podían quedar al margen de esta nueva realidad. Las discusio nes en los encuentros nacionales ha bían demostrado que coexistían líneas diferentes en lo político y, también, en la interpretación eclesial. Por un lado, una concepción que privilegiaba la de finición socialista del compromiso sin quedar atados al peronismo y a Perón. Por el otro, una continuidad verticalis- ta junto al peronismo, aun sufriendo en carne propia las consecuencias. El trabajo dentro de la Iglesia se les hace cada vez más difícil, los choques alcanzan ribetes violentos y algunos sacerdotes se ven obligados a abando nar sus parroquias por las presiones de la jerarquía. El 11 de mayo de 1974, al salir de la parroquia San Francisco So lano, es asesinado el padre Mugica. Otros sacerdotes son arrestados, perse guidos y muchos deben ocultarse o, fi nalmente, optar por el exilio. El golpe de estado de 1976 fue un jalón más en este porceso de descomposición. Entre las divergencias y la repre sión el Movimiento de Sacerdotes pa ra el Tercer Mundo quedó eclipsado, aunque todos sus integrantes hayan continuado de una u otra manera con su actividad pastoral. En alguna capi lla de la Capital o el interior; en alguna villa, dictando clases en talleres de ca pacitación o en la universidad. Casi veinte años después de su desapari ción, su participación en las luchas aún es recordada, y nuevas generaciones de fieles se presentan como herederos de un movimiento que conmocionó la sociedad argentina. Bibliografía Rolando Concatti, Nuestra op ción por el peronismo, Mendoza, Ed. Publicaciones del MSTM, 1972. Mayol-Habegger-Armada, Los católicos posconciliares en la Argenti na (1963-1969), Buenos Aires, Ed. Galerna, 1970. Jerónimo Podestá, La violencia del amor, Buenos Aires, 1969. 26 Todo es Historia El padre Mugica, de importante actuación en la villa de Retiro, come un asado con el presidente Cámpora y con Raúl ÍMStiri (1973). Gutiérrez-Alves-Assman: Reli gión, ¿instrumento de liberación?, Ma drid, Ed. Marova, 1973. Rubén La Iglesia que nace del pueblo, Buenos Aires, Ed. Nueva Amé rica, 1987. —La utopía de Jesús, Buenos Ai res, Ed. Nueva América, 1987. Jorge Vernazza, Para compren der una vida con los pobres: los curas villeros, Buenos Aires, Ed. Guadalupe, 1989. Carlos Mugica, Una vida para el pueblo, Buenos Aires, Ed. Pequén, 1984. Sacerdotes para el Tercer Mundo, crónica-documentos-reflexión, Buenos Aires, Ed. Publicaciones del MSTM, 1970. Afiche alusión al asesinato de Mugica, calle Florida, junio del 74; la actividad apostólica en las villasde los tercermundistas era incompatible con el proyecto político del ministro López Rega. Las consecuencias estaban a la vista. Todo es Historia 27 Los Sacerdotes para el Tercer Mundo y la actualidad nacional, Bue nos Aires, Ed. La Rosa Blindada, 1973. Pacem in terris: carta encíclica del papa Juan XXIII, Buenos Aires, Ed. Paulinas, 1982. Populorumprogressio: carta en cíclica del papa Pablo VI, sobre el de sarrollo de los pueblos, Buenos Ai res, Ed. Paulinas, 1988. Notas 1. Testimonio de Luis Farinello ya ci tado. 2. Testimonio de Jerónimo Podestá concedido al autor. 3. Pacem in terris, carta Encíclica de su Santidad el Papa Juan XXm, Buenos Aires, Ed. Paulinas, 1982, p. 18. 4. García Lupo, Rogelio, Merce narios y monopolios en la Argentina, de Onganía a Lanusse (1966-1971), Buenos Aires, Ed. Achaval Solo, 1971, p. 8. 5. Populorum progressio, carta encí clica de Su Santidad Pablo VI sobre el de sarrollo de los pueblos, Buenos Aires, 1968, pp. 201, 202. 6. Podestá, Jerónimo, La violencia del amor, Buenos Aires, 1968, pp. 201, 202. 7. Citado enBRiEGER, Pedro, Los sa cerdotes para el Tercer Mundo y la parti cipación de la mujer, (MS inédito), p. 19. 8. Podestá, Jerónimo, ob. cit., pp. 119,120. 9. Podestá, Jerónimo, La revolu ción del hombre nuevo, Buenos Aires, 1969, pp.ll, 12. 10. Testimonio de Jerónimo Podestá ya citado. 11. Mayol, Habegger y Armada, Los católicos posconciliares en la Argen tina, Ed. Galerna, Buenos Aires, 1970, p. 351. 12. Idem, ibídem, p. 354. 13. Carta que sacerdotes tucumanos remitieron a monseñor Aramburu en mar zo de 1969. Tomado de Sacerdotes para el Tercer Mundo, crónicas-documentos- reflexión, Ed. Publicaciones del Movi miento, Buenos Aires, 1970, pp. 61, 62. 14. Idem, ibídem, nota 5. 15. Vernazza, Jorge, Para com prender una vida con los pobres: los cu ras villeros, Ed. Guadalupe, Buenos Ai res, 1989, pp. 42,43. 16. Poradowski, Miguel, La Teolo gía de la Liberación, Ed. Quijote, Buenos Aires 1985, pp. 13, 14. 28 Todo es Historia MENSAJE DE 18 OBISPOS DEL TERCER MUNDO zfX >15 de agosto de 1967-Wf (...) En cuanto a lo que la Iglesia tie ne de esencial y de permanente, es decir, su fidelidad y su comunión con Cristo en el Evangelio, nunca es solidaria de ningún sistema económico, político y social. En el momento en que un sistema deja de asegurar el bien común en bene ficio del interés de unos cuantos, la Igle sia debe no solamente denunciar la in justicia sino, además, separarse del sis tema inicuo, dispuesta a colaborar con otro sistema mejor adaptado a las nece sidades del tiempo, y más justo. Fidelidad al pueblo Esto vale para los cristianos, así co mo para sus jefes jerárquicos y para las Iglesias. En este mundo nosotros no te nemos ciudades permanentes, ya que nuestro jefe Jesucristo quiso sufrir fue ra de la ciudad (Heb. 13,12-14). Que na die de nosotros permanezca vinculado a los privilegios o al dinero, sino que es té listo a «poner sus bienes en común... ya que en estos sacrificios encuentra Dios placer» (Heb. 13,116). Incluso si no hemos sido capaces de hacerlo de buen grado y por amor, sepamos por lo menos reconocer la mano de Dios que nos corrige como hijos en los aconteci mientos que nos obligan a este sacrificio (Heb. 12,5). (...) Más aún, los cristianos y sus pasto res deben saber reconocer la mano del Todopoderoso en los acontecimientos que, periódicamente, deponen a los po derosos de sus tronos y elevan a los hu mildes, devuelven a los ricos las manos vacías y sacian a los hambrientos. Ac tualmente, «el mundo pide, con tenaci dad y virilidad, el reconocimiento de la dignidad humana en toda su plenitud, la igualdad social de todas las clases». Los cristianos y todos los hombres de buena voluntad no pueden más que adherirse a este movimiento, incluso si tienen que renunciar a sus privilegios, y a sus for tunas personales, en beneficio de la co munidad humana en una socialización más grande. La iglesia no es de ninguna manera la protectora de las grandes pro piedades. Ella pide, con Juan XXIII, que la propiedad sea repartida a todos, porque la propiedad tiene, ante todo, un destino social. Paulo VI recordaba hace poco la frase de San Juan: «Si alguno que goce de las riquezas del mundo ve a su hermano en la necesidad y le cierra sus entrañas, ¿cómo habitará en él el amor de Dios?» (I Jn. 3,17), y la frase de San Ambrosio: «La tierra se ha dado a todo el mundo y no solamente a los ri cos». (Populorum progressio, NQ 23). Todos los padres, tanto orientales como occidentales, repiten el Evange lio: «Comparte tu cosecha con tus her manos. Comparte la recolección que mañana estará podrida. ¡Atroz avaricia la que deja enmohecer todo antes que darlo a los menesterosos!». «¿A quién hago daño guardando lo que me perte nece?», responde el avaro. «¿Pero cuá les son, dime, los bienes que te pertene cen? ¿De dónde los has sacado? Te pa reces a un hombre que, tomando un lu gar en el teatro, quisiera impedir que los otros entren, pretendiendo gozar solo del espectáculo al que todos tienen dere cho. Así son los ricos: se declaran due ños de los bienes comunes que han aca parado porque han sido los primeros en ocuparlos. Si cada uno no guardara más de lo que es necesario para sus necesida des cotidianas y dejara lo superfluo a los indigentes, la riqueza y pobreza serían abolidas... Al hambriento pertenece el pan que tú guardas. Al hombre desnudo, el abrigo que está en tu ropero. Al des calzo, los zapatos que se pudren en tu ca sa. Al miserable, el dinero que tienes oculto. Así oprimes a tanta gente que podrías ayudar. No, no es tu capacidad lo que se condena aquí, sino tu negativa a compartir». (San Basilio, Homilía 6 contra la riqueza). Los cristianos tienen el deber de mostrar «que el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igual dad fundamental de todos». Lejos de contrariarse con él, sepamos adherirlo con alegría, como a una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del Evan gelio. Así evitaremos que algunos con fundan Dios y la religión con los opreso res del mundo de los pobres y de los tra bajadores, que son, en efecto, el feuda lismo, el capitalismo y el imperialismo. Estos sistemas inhumanos han engen drado a otros que, queriendo liberar a los pueblos, oprimen a las personas si caen dentro del colectivismo totalitario y la persecución religiosa. Pero Dios y la verdadera religión no tienen nada que ver con las diversas formas del dinero de la maldad (mamona iniquitatis). Por el contrario, Dios y la verdadera reli gión están siempre con los que buscan promover una sociedad más equitativa y fraternal entre todos los hijos de Dios en la gran familia humana. (...) Fidelidad a la palabra de Dios Que nadie busque en nuestras pala bras alguna inspiración política. Nues tra única fuente es la Palabra de Aquél La opción preferencial por los pobres. que habló por medio de los profetas y de los apóstoles. La Biblia y el Evangelio denuncian como pecado contra Dios todo golpe a la dignidad del hombre creado a su imagen. Dentro de esta exi gencia de respeto a la persona humana, los ateos de buena fe se unen ahora a los creyentes para un común servicio á la humanidad en su búsqueda de justicia y de paz. Igualmente nosotros podemos dirigir con confianza a todos palabras de aliento, ya que para todos es necesa rio mucho valor y fuerza para llevar a buen término la inmensa y urgente ta rea que es la única que puede salvar al Tercer Mundo de la miseria y del ham bre, y librar a la humanidad de la catás trofe de una guerra nuclear. «Nunca más la guerra, abajo las armas». El pueblo de los pobres y los pobres de los pueblos, en medio de los cuales nos ha puesto el misericordioso como pastores de un pequeño rebaño, saben por experiencia que deben contar con ellos mismosy con sus propias fuerzas, antes que con la ayuda de los ricos. Ciertamente algunas naciones ricas o algunos ricos de ciertas naciones dan una ayuda apreciable a nuestros pue blos, pero sería una ilusión esperar pasi vamente una libre conversión de todos aquellos de quienes nuestro padre Abra- ham nos advierte: «Ellos no escucharán ni siquiera a alguien que resucite de en tre los muertos» (Le. 16, 31). (...) El pueblo tiene, ante todo, hambre de verdad y de justicia, y los que han re cibido la misión de instruirlo y educar lo, deben hacerlo con entusiasmo. Al gunos errores deben ser disipados con urgencia: No, Dios no quiere que haya ricos que aprovechan los bienes de este mundo explotando a los pobres. No, Dios no quiere que haya pobres siempre miserables. La religión no es el opio del pueblo. La religión es una fuerza que eleva a los humildes y rebaja a los orgu llosos, que da pan a los hambrientos y hambre a los hartos. Ciertamente Jesús nos previno que siempre habría pobres entre nosotros (Juan 12,8), pero es por que siempre habrá ricos para acaparar los bienes de este mundo y de igual ma nera ciertas desigualdades debidas a las diferencias de capacidades y a otros fac tores inevitables. Pero Jesús nos enseña que el segun do mandamiento es igual al primero, ya que no se puede amar a Dios sin amar a sus hermanos los hombres. El nos pre viene que todos~lós hombres seremos juzgados por una sola frase: «Tuveham- bre y medieron decomer... Yoera aquel que tenía hambre» (Mt. 25,31-46). To das las grandes religiones y sabidurías de la humanidad hacen eco de esta frase. Así el Corán anuncia la última prueba a la que son sometidos los hombres en el momento del juicio de Dios: «¿Cuál es esta prueba? La de redimir a los cauti vos, de alimentar durante la carestía al huérfano (...) o al pobre dormido en el suelo (...) y de hacerse una ley de la mi sericordia» (Sour, 90,11-18). Tenemos el deber de compartir nues tro pan y todos nuestros bienes. Si algu nos pretenden acaparar para ellos mis mos lo que es necesario a los otros, en tonces es un deber de los poderes públi cos imponer el reparto que no se hace voluntariamente. El Papa Paulo VI lo recuerda en su última encíclica: «El bien común exige, a veces, la expropia ción, si, a causa de su extensión, de su explotación deficiente o nula, de la mi seria que de ello resulta a las poblacio nes, del daño considerable producido a los intereses del país, algunas posesio nes sirven de obstáculo a la prosperidad colectiva. Al afirmarlo con claridad, el Concilio ha recordado no menos clara mente, que la renta disponible no es co sa que queda abandonada al libre capri cho de los hombres; y que las especula ciones egoístas deben ser eliminadas. Ya no podrá admitirse que los ciudada nos, provistos de rentas abundantes, pro venientes de los recursos y de la activi dad nacional, transfieran una parte con siderable de ellas al extranjero para su beneficio personal, sin preocuparse del daño que hacen sufrir por ello a su pa tria» (Populorum progressio» n. 24). (...) Ya es tiempo de que los pueblos po bres, sostenidos y guiados por sus go biernos legítimos, defiendan eficazmen te su derecho a la vida. Dios se reveló a Moisés diciendo: «yo he visto, yo he visto la miseria de mi pueblo; he escu chado el grito que le arrancan sus explo tadores... Y he resuelto liberarlo» (Ex. 3,7). Jesús tomó sobre sí a toda la huma nidad para conducirla a la Vida Eterna, cuya preparación terrenal es la justicia social, primera forma del amor frater nal. Cuando Cristo, por medio de su re surrección, libera a la humanidad de la muerte, conduce todas las liberaciones humanas a su plenitud eterna. De esta manera dirigimos a todos esta frase del Evangelio que algunos de entre nosotros dirigieron el año pasado a su pueblo con esta misma inquietud y animados por esta misma esperanza de todos los pueblos del Tercer Mundo: «Nosotros os exhortamos a permanecer firmes e intrépidos, como fermento evan- gélico en el mundo del trabajo, confia dos en la palabra de Cristo: “Ponéos de pie y levantad la cabeza, pues vuestra li beración está próxima”» (Luc. 21,28). Todo es Historia 29 ENTREVISTA AL OBISPO JERONIMO PODESTA onseñor Jerónimo Podestáfue £ profesor de Derecho y Teolo- :: gía Dogmática y Moral en el Seminario de La Plata y en la Univer sidad Católica Argentina desde 1950 a 1962. Obispo de Avellaneda entre 1962 y 1967, hasta su destitución. Nos recibió en el patio techado de su casa junto a su mujer Clelia. Uno lo escucha y no es difícil imaginarlo vein ticinco años atrás exhortando a sus fie les a poner en práctica las enseñanzas del Concilio, o discutiendo con los po líticos de la época que venían a consul tarlo. No en balde Onganía le temía a este obispo que prefería sentarse a ma tear con los obreros del barrio antes que compartir la mesa con el entonces Jerónimo Podestá en la actualidad, junto a Clelia, su colaboradora y esposa, recuerda los motivos por los que se distanció de la jerarquía eclesiástica. líder de la Revolución Argentina. Su fi gura es imponente, las palabras surgen firmes mezclando la dureza de algunos conceptos con la suavidad de otros cuando se refiere al amor de Cristo. Clelia lo interrumpe una y otra vez; hasta el día de hoy le reprocha no ha ber movilizado a sacerdotes y fieles en su defensa. Discuten, y él intenta excu sarse, no lo logra, fue producto de un tiempo muy difícil, y reconoce que le faltó una pizca de coraje que tal vez hu biera cambiado la historia. P.B. ¿Por qué deciden destituirlo del cargo de obispo? J.P. Mi actitud díscola con respec to a la autoridad eclesiástica que ya no me quiere combatir (...). El nuncio Mazzoni me vino a ver y me dijo: «vos cuidate, no tropieces, no te malquistes con los otros obispos, vos tenés que obedecerme (...)». Pero el golpe de gracia vino con la Populorum progres- sio porque habían prohibido toda acti vidad política (...) Onganía (...). P.B. ¿Por qué la Populorum era tan revolucionaria para la época? J.B. En principio Pablo VI dice que hay que cambiar la sociedad (...) propone una revolución de estructuras (...) contra la estructura autoritaria (...). Yo tuve siempre y, la sigo teniendo, la gran ilusión de cambiar el mundo, sí. ¿Pero con qué instrumento? Con la co munidad cristiana, no como una gran institución de poder que causa maravi llas, sino con la idea de Jesucristo en el Evangelio (...). Yo quería trabajar por cambiar el rostro de la Iglesia. Un periodista del diario La Nación me dice: «¿Pero usted viene a Avella neda a salvar las almas?» Digo: «No, no... yo no vengo a salvar almas, yo vengo a ayudar a los hombres a vivir una vida digna». «Cómo, ¿pero usted no cree en las almas?». «No, yo no creo en las almas, porque las almas como en- telequia no existen; lo que existen son hombres». El periodista puso el título: «Dice el obispo de Avellaneda que no VIENE A SALVAR ALMAS» (...). P.B. Leí que muchos amigos salen a defenderlo, y usted tiene una actitud de aceptar la destitución y no tratar de luchar, ¿cómo lo ve ahora, retrospecti vamente, veinte años después? J.P. Crearon un clima en el cual los otros obispos no se atrevieron a interve nir. Quizás hoy día me doy cuenta de que podríao debería haber actuado bus cando apoyo en las bases. No me apo yé porque tenía la convicción de que la causa estaba perdida (...). Yo estaba como Jesús dice en el Evangelio, la gente lo aplaudía mucho pero, Jesús no se fiaba de ellos porque sabía que eran débiles... 30 Tnnn re LIt utopia GUIA MUNDIAL DE BE 20 BECAS INTERNACIONALES SOBRE TEMAS HISTOF atrochante__________________ PAIS NIVEL_________________ i CIENCIA - HISTORIA DEL ARTE EE UU. JURA NORTEAMERICANA titution Investigación do postgrado STORICAS; * leliwnVMÜIbál^^ v/ * xkx'* . ¿ f «/a** ->s s a < ¿■aKs£ES«nftMMHNKEN» -.... «RICAS Austria tria_____________________________________________________Estudios universitarios y postgrado NANIDAOES OE OCCH>MI(Wkí «ERICA España le España i Investigación de postgrado t ARQUITECTURA A elección IOÍS Estudios de postgrado ¡ii^&iaaBKgaiffiagagF^ ORICOS Portugal Nacional del V9 Centenario Entrenamiento profesional sMSaiWíi < <> -. ■ "X .. ¿>0 IA HISTORIADORES EEUU. Pasantías cortas España Premio y viajoÍICO n tina de Mujeres Hispanistas l FILOSOFIA EE.UU. ESA, AMERICANA Y CONTINENTAL (1500-1715) nent for the Humanities (NEH) Curso de postgrado ción, lugar, idioma, edíd, requisitos.,': e la beca, direcciones, teléfonos, ' > > tán publicadas en la colección 1 MUNDIAL DE BECAS. ÍW GUIA MUNDIAL DE E Informes al te Personalmente o por correo en Azcuénaga 142C 1115- Capital Federal, Lun. a vier. d( ENTREVISTA A MIGUEL RAMONDETTI iguel Ramondetti nos recibió en su casa del GranBuenosAi- res. Hay algo muy especial en él, su humildad y simpleza al narrar he chos que influyeron en la política ar gentina y lo tuvieron como uno de sus principales actores. Es fácil sentir, du rante la conversación, que forma par te del mundo de los trabajadores y los pobres. No hay falsas apariencias; en tre el mate y laBiblia, Miguel recuerda con nostalgia las actividades del Movi miento que lo tuvo como Secretario Ge neral, título al cual él le resta impor tancia. Trabaja con adolescentes en la Municipalidad en el Bajo Flores y en el hogar Alborada para «chicos de la ca lle» en Devoto, donde es el instructor de electricidad. PE. ¿Quépasó en el 55? M.R. En el 55 fue el antiperonismo de la Iglesia, del anticlericalismo de Pe rón que se complementaron muy bien. Eso un poco era un encuentro de gente que confabulaba, sin ser altamente sub versiva, no en el sentido que tenían ar mas, pero... ¡si habremos hecho pan fletos! Los textos no me los acuerdo, pero yo sólo había hecho miles y repar tido. Según nosotros era esclarecer a la gente respecto a la situación que vivía la Iglesia y el gobierno peronista, con tra el gobierno. Todo empezó en Cór doba, me acuerdo de una cosa que me tocó personalmente y fue mi primer, y creo único, enfrentamiento con la Igle sia. En agosto del 55 Perón hace un dis curso donde por primera vez ataca la Iglesia, y una de las cosas que dice me tocan de cerca, dice algo así: «Este es el agradecimiento de los curas por haber les aumentado el sueldo». Hace poco habían aumentado los sueldos; y yo siempre estuve violentamente en con tra de todo lo que es relación Iglesia-Es tado, subvención del Estado a la Igle sia. Eso me molesta mucho. Casual mente yo cobraba un sueldo del Estado por ser empleado —no en la parro quia—en la curia; era una miseria, pe ro de todas maneras un sueldo del Esta do. Yo cada mes fumaba un recibo que recibía del Estado una cantidad de dine ro: con mi decisión firme que venía de lejos que había que cortar de cuajo la re lación de medioevo Iglesia-Estado, re nuncio al sueldo y es mi primer conflic to con el obispo que era Santiago Luis Copello. El era muy celoso de esas re laciones, entonces un día fui a verlo y le dije «yo no quiero en mi conciencia re cibir más sueldo, voy a venir a trabajar gratis; no se haga problema, le cumpli ré como hasta ahora, pero yo no voy a cobrar». No me dijo nada, pero al mes devolví mi sueldo y se lo mandé a él y no le gustó nada, puso el grito en el cie lo. Yo dije: «muy bien, hay una cosa que nada me puede prohibir y es que yo renuncie de hecho aesto». Entonces to dos los meses recibía, firmaba el recibo y lo iba a entregar al Cotolengo que era unaobra de beneficencia. Hice esto cer ca de dos años y un buen día me harté. Después viene toda la colaboración con la contra al peronismo que termina muy rápidamente el mismo día de la caída de Perón, que viene Lonardi de Córdoba. Yo voté por Perón en la primera presi dencia, en la segunda presidencia yo no estaba en el país, porque me fui en el 47, no viví la euforia del peronismo. Sí el 17 de octubre del 45 yo estaba, pero yo vivía en Devoto encerrado entre cuatro paredes, prácticamente no estaba en el país. Me acuerdo del 17 de octubre, pe ro eran ecos que llegaban de la calle, no lo viví en la calle, ni siquiera en un ba rrio. Vivía encerrado en lo que podía ser la cárcel de contraventores o el se minario que, en esa época, mucha dife rencia no había en algunas cosas... El poco tiempo de gobierno peronista que viví entre el 45 y agosto del 47 lo viví aisladamente; el auge y la euforia no lo viví. Cuando llegué en el 52 acababa de morir Evita, hacía dos meses. Entonces el 55 fue para mí las dos caras de la moneda y, a partir de ahí, a nivel de Iglesia seguí luchando por esa íhtimaconvicciónque tenía, de ser obre ro, trabajar; no podía porque no me de jaban. La Iglesia era muy verticalista, muy autoritaria, era mucho más en esa época, creo que han cambiado bastan tes cosas; no se podía ni soñar estar en la Iglesia y hacer lo que quería en algu nas cosas; fundamentalmente en esto que tocaba la relación con la sociedad directamente. En la Argentina no había ningún obispo que trabajara. Yo empe cé a vivir la problemática de la vida obrera medio clandestinamente duran te varios años, después lo pude oficiali zar. A nivel local podía hacer algunas cosas sin levantar mucho la perdiz, y empecé a trabajar como albañil los fi nes de semana ayudando a la gente del barrio y, a partir de allí, adquirí el ofi cio. Llegó un momento que yo vivía de mi trabajo en el barrio—lo sabía toda la gente— en albafiilería, electricidad, y tenía para vivir. P.B. La gente, ¿qué decía del cura que trabajaba como albañil? M.R.: En Europa ya había sido su perado, pero en la Argentina todavía vestíamos de sotana. Yo dejo la sotana en la semana de la caída de Perón, vi víamos medio clandestinamente, nos habían allanado las parroquias que Pe rón mandó allanar. Empezamos a salir sin sotana, que era una innovación to tal, antes no recibíamos a nadie que no fuera sin uniforme. Yo andaba siempre con esa idea desde el 53, ¿cómo empie zo yo un nuevo tipo de vida y cómo pruebo frente a la gente como anda? Entonces un día visitando una familia de italianos, que me contaron que los fi nes de semana construían su casa y les dije que iba a ayudarles. Los taños me miraron, se rieron y dijeron «no padre, ¿cómo va a hacer eso?» Y ni se imagi naron que les estaba hablando en serio y yo les estaba hablando en serio. Tan to es así que el domingo, con el acuer do de mi jefe, me fui y llego a media ma ñana con uniforme; ¡los tipos se querí an morir! Me acuerdo que cruzo un alambrado, me desabrocho el unifor me, lo cuelgo y empiezo: «¿qué tengo que hacer?». Al principio ni hablaban, a los diez minutos se acabó, se cambió el clima, todo el día lo pasamos magní ficamente bien, fui otras veces y se rompió una barrera que había que rom per, una vez rota se acabó, vieron que se podía y yo también... No sabía, la ver dad... Allí empecé, fui adquiriendo más práctica, luego creamos toda una orga nización de gente que íbamos sábados y domingos a construir viviendas, y lo hi cimos varios años. Simultáneamente se cruza que yo trabajo medio día en el ba rrio como albañil y cuandocuras hoy en día te dicen: «no, ¡a gente te pide...». Es mentira, es una mentira total que te pi 32 Todo es Historia de que estés en la Iglesia, que des misa y estés al servicio de ellos todo el día. Nunca te van a pedir nada... por ahí te pasás meses y años y no te piden nada; sí un grupito reducido de gente que te rodea y que se hace ilusiones... Pero to do eso es ficticio, estoy convencido. Mi experiencia no es de un día, son años: después viene lo de Goya. Yo trabajo como un medio de sustento, nunca me gustó vivir de limosna que era un poco la tesitura de los curas —y sigue sien do— tal vez un poco de orgullo perso nal. Llega un momento que por una coincidenciaoun mal entendido el obis po inedeja trabajar en unafábrica. ¡Per fecto! A la
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