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UNTREF VIRTUAL | 1
Tradición, Modernidad, Ilustración
Al pasar revista a la producción intelectual de los últimos
años del período colonial podemos volver a preguntarnos
hasta qué punto estamos en presencia de una cultura
ilustrada. Es decir, en qué medida la relativa moder-
nización de la cultura rioplatense puede calificarse de
propia de la Ilustración. Como lo hemos explicado ya en
otro trabajo, la cuestión ha sido discutida para España en
torno al contradictorio concepto de Ilustración católi-
ca152. Esta es, en verdad, la sustancia del asunto, por
cuanto uno de los fundamentos de la Ilustración, ya sea
a partir del deísmo o del menos frecuente ateísmo, es la
crítica del teísmo, un concepto de la divinidad caracterís-
tico de la religión católica, según el cual Dios es no sólo
el creador del universo sino también causa inmediata de
sus mutaciones. Incluidas aquellas que, en calidad de
milagros, formaron tan viva parte del sentimiento reli-
gioso antiguo -y conservan todavía, por una parte, credi-
bilidad colectiva cómo sucesos del pasado y, por otra,
atracción como aspecto de una relación personal con lo
divino. De manera que el entusiasmo por las innova-
ciones científicas y políticas modernas implicaba el
grave problema de conciencia, y también de seguridad
perso-nal, de la incompatibilidad entre la ortodoxia
católica -o las ortodoxias, dado que el campo de la
Iglesia, como hemos visto, no se caracteriza por la una-
nimidad- y los fundamentos de aquellas innovaciones.
Pues no podía escapar a nadie que una de las bases
esenciales de la física moderna - una de las concep-
ciones de mayor atracción en la época- era el deísmo,
criterio qué admitía a Dios como creador del universo y
de las leyes que lo rigen, "pero lo excluía de toda inter-
vención en él poste-rior a la creación. Por eso el "yo soy
newtoniano" de la citada carta del padre Feijóo no está
proferido accidentalmente, en ese texto que implica con-
siderarse una posible víctima de la Inquisición.
Frente a los testimonios relativos a esta modalidad del
auge de la Ilustración en un medio católico, con sus
intentos de conciliar cosas tan dispares como la filosofía
inglesa, de Bacon a Locke, y el dogma de la Iglesia,
desde los escritos de Feijóo a los de estos ilustrados rio-
platenses, nos encontramos ante una tendencia interna
al catolicismo que intentaba racionalizarlo, a la manera
del deísmo, para hacerlo compatible con los avances de
la ciencia y la filosofía. En la inteligencla de que esos
avances debían ser incorporados a la cultura española-
como condición para superar el retraso de España y afir-
marla en el contexto internacional - además de beneficiar
al mismo tiempo a sus colonias, según lo entendían los
españoles americanos. Tendencia que admitía excep-
ciones sólo por la necesidad de adoptar recaudos ante
su posible colisión con lo que se entendía como inculta
religiosidad del "vulgo". Tendencia, por otra parte, que se
prolongará en las politicas de reforma eclesiástica de los
nuevos países hispanoamericanos, como la adoptada en
Buenos Aires en 1822.
Pero es evidente que, al mismo tiempo, esas presiones
que el desarrollo de la ciencia y la filosofía modernas
ejercían sobre los distintos ámbitos de la cultura ecle-
siástica replanteaban el problema, no nuevo para la
Iglesia, de las relaciones entre fe y conocimiento, entre
dogma y ciencia. Una de las vías aparentemente más
sencillas de afrontar la cuestión fue la de propugnar una
apertura a conocimientos científicos . y aun metafísicos,
como en el caso del cartesianismo-. en tanto no fuesen
incompatibles con el dogma. Actitud que produjo resulta-
dos tan sorprendentes, si perdemos de "vista el contexto
que analizamos, como el curso de física que reunía pro-
blemas relativos a fenómenos naturales con discusiones
sobre la posibilidad de que seres sobrenaturales partici-
paran en ellos. La solución no podía dejar de suscitar
reacciones adversas, sobre todo entre aquellos que por
La ilustración
en el Río de la
Plata. Cultura ecle-
siástica y cultura
laica durante el
Virreinato
José Carlos
Chiaramonte
152 Véase nuestro Prólogo a Pensamiento de la Ilustración, ob. cit.
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su adhesión a las nuevas corrientes de pensamiento
advertían con disgusto la deformidad del resultado. De
allí las críticas, en ocasiones airadas, como las del
Semanario... y el Correo..., o las que formulara anterior-
mente Juan Baltasar Maziel en su alegato al virrey
Loreto.
Otro camino fue el de la doble verdad. Es decir, el ubicar
el conjunto del dogma en el ámbito de lo irracional, un
ámbito distinto del de la ciencia y la filosofía, al que se
accedía por la fe, y librar la actividad racional propia del
conocimiento científico, de los obstáculos que derivaban
del empeño de conciliar fe y conocimiento153. Esta
opción tenía atractivos para evitar conflictos en la vida
de relación. Para la élite ilustrada colonial, como también
ocurría con la de la península, fue una solución, así,
adherir a la nueva visión del mundo según la cual éste se
regía por leyes objetivas, impuestas por el creador en el
momento de la creación pero luego operantes de manera
necesaria y sin intervenciones sobrenaturales, sin aban-
donar la fe y su corolario según el cual el mundo era obra
de un ser supremo capaz de interferir en él según su vol-
untad, intervención también admitida para ángeles,
demonios y santos. Pero viviendo la vida terrenal como
si fuese derivada de la primera de esas concepciones y
pagando tributo a la segunda a través del mecanismo
social del culto religioso. En otros términos, desaparecen
de la labor escrita los problemas religiosos y éticos pre-
dominantes en la cultura escolástica - que vimos todavía
apasionar a un hombre como Maziel- y son sustituidos
por los que la felicidad terrenal. norma ética característi-
ca del siglo de las luces, inducía a privilegiar. Al tiempo
que se enfrentan las posibles críticas con reiteradas
protestas de fidelidad al credo tradicional.
Pero ese tratamiento católico heterodoxo; que intentaba
conciliar las exigencias de la fe, los intereses de la
monarquía y las innovaciones de la Ilustración, así como
no logró convencer a los fieles del catolicismo tradi-
cional, no podía menos que revelar su insuficiencia a lec-
tores ya aficionados a las obras más características de
las nuevas corrientes de pensamiento. La generalización
de esta actitud critica se corresponde con la creciente
laicización de la cultura rioplatense a fines del período
colonial. Esto vale sobre todo para Buenos Aires, donde
abundan los abogados y otros intelectuales laicos, y en
menor medida en provincias del interior, donde la activi-
dad cultural seguirá por lo común en manos de clérigos.
Pero desde Buenos Aires comienza un proceso de
difusión de una nueva práctica intelectual en la que la
mayoría de los nuevos productores culturales habrán de
ser laicos o, paradójicamente, clérigos cuya condición de
tal es apenas perceptible, pues los temas de sus escritos
y su tratamiento correrán ya fuera del ámbito de una
problemática regida desde la teología o desde la filosofía
escolástica. Si tomamos un escrito de su más destacado
literato como representativo de ella, el "Nuevo aspecto
del comercio en el Río de la Plata", de Lavardén, com-
probaremos que la distinción de lo secular y lo religioso
estaba ya prácticamente completada en la intelectualidad
rioplatense a fines del siglo XVIII (véanse más arriba
nuestros comentarios al respecto). La producción poste-
rior inserta en los periódicos de la primera década del
siglo XIX confirma esto y anuncia la definitiva instalación
de una cultura laica, formada en los cauces de la
Ilustración europea, no en ruptura con la Iglesia pero sí
con su antiguo control de la labor intelectual; situación
que la Independencia habrá de consolidar.
La ilustración
en el Río de la
Plata. Cultura ecle-
siástica y cultura
laica durante el
Virreinato
José Carlos
Chiaramonte
153 Vía que Maziel llevó al absurdo al afirmar la total compatibilidad de
ciencia moderna yaristotelismo, en su arrebato para desembarazar la
enseñanza de anacronismos como los que podían observarse, por ej.,
en el curso de lógica de Chorroarín.

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