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1035 C A P Í T U L O © 2017. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos 51 EL PÁNCREAS ENDOCRINO Eugene J. Barrett Los islotes de Langerhans constan de tejido endocrino y paracrino El páncreas contiene dos tipos de glándulas: 1) glándulas exocrinas, que secretan enzimas digestivas (v. pág. 882) y −HCO3 (v. págs. 885-886) a la luz intestinal, y 2) glándulas endocrinas, llamadas islotes de Langerhans. Estos islotes se encuentran diseminados por el páncreas; en conjunto, constituyen solo el 1-2% de su masa. El páncreas humano normal contiene entre 500.000 y varios millones de islotes. Los islotes pueden ser ovales o esféricos y miden entre 50 y 300 µm de diámetro. Contienen al menos cuatro tipos de células secretoras (células α, células β, células δ y células F), además de distintos elementos vasculares y neurales (fig. 51-1 y tabla 51-1). Las células β secretan insulina, proinsulina, péptido C y una proteína descrita recientemente, la amilina (o IAPP, islet amyloid polypeptide). Las células β son el tipo más abundante de células secretoras de los islotes; se distribuyen por todo el islote, aunque abundan especialmente en el centro. Las células α secretan principalmente glucagón, las células δ secretan somatostatina y las células F (también llamadas células productoras de polipéptido pancreático) secretan polipéptido pancreático. Los islotes se encuentran ricamente vascularizados (el flujo sanguíneo por gramo de tejido es >5 veces superior al del mio- cardio) y reciben inervación tanto simpática como parasimpática. Estas células también pueden comunicarse entre ellas, influyéndose mutuamente en su secreción. Estos nexos de comunicación pueden agruparse en tres categorías: 1. Comunicación humoral. La irrigación transcurre desde el centro hacia la periferia del islote y transporta glucosa y otros secretagogos. En las ratas (y menos llamativamente en los seres humanos), las células β son más abundantes en el centro del islote, mientras que las células α y δ abundan más en la peri- feria. Las células de un islote determinado pueden influir en la secreción de otras células a medida que la sangre circula hacia el exterior del islote llevando el producto hormonal secretado por cada tipo celular. Por ejemplo, el glucagón es un potente se- cretagogo de la insulina, la insulina inhibe moderadamente la liberación de glucagón, y la somatostatina es un potente inhi- bidor de la secreción tanto de insulina como de glucagón (así como de la secreción de hormona del crecimiento y de otras hormonas no producidas en los islotes). 2. Comunicación de célula a célula. Las células de los islotes están conectadas tanto por uniones estrechas como por uniones en hendidura. Las células de un islote se comunican a través de las uniones en hendidura, lo que puede ser importante para regular la secreción de insulina y de glucagón. 3. Comunicación neural. La secreción de los islotes se encuentra regulada por las divisiones simpática y parasimpática del sis- tema nervioso autónomo (SNA). La estimulación colinérgica incrementa la secreción de insulina. La estimulación adrenér- gica puede tener un efecto estimulador o inhibidor, según predomine la estimulación β-adrenérgica (estimuladora) o α-adrenérgica (inhibidora) (v. pág. 1033). N51-1 Estos tres mecanismos de comunicación permiten un riguroso control de la síntesis y secreción de las hormonas en los islotes. INSULINA El descubrimiento de la insulina fue uno de los acontecimientos más apasionantes y espectaculares de la historia de la fisiología y el tratamiento endocrinos. En Estados Unidos y Europa, ∼1 de cada 600 niños desarrolla diabetes mellitus insulinodependiente (DMID) o diabetes tipo 1. En Asia oriental, sin embargo, la pre- valencia es solo de 1 por cada 10.000. Antes de 1922, todos los niños diabéticos fallecían 1 o 2 años después del diagnóstico. Se trataba de una enfermedad atroz; los niños adelgazaban a pesar de alimentarse correctamente, cada vez se mostraban más débiles y caquécticos, contraían numerosas infecciones y acababan fallecien- do por acidosis. No existía ningún tratamiento disponible y había pocas perspectivas al respecto. Se sabía que en esta enfermedad se encontraban elevados los niveles de azúcar en la sangre, pero poco más se conocía de su patogenia. En 1889, Minkowski y von Mering demostraron que al extirpar el páncreas a perros, estos desarrollaban hiperglucemia, micción excesiva, sed, pérdida de peso y finalmente la muerte; en resumen, un síndrome muy parecido a la diabetes tipo 1. A raíz de esto, un grupo de investigadores del Departamento de Fisiología de la Universidad de Toronto prepararon extractos de páncreas y com- probaron su capacidad para reducir la concentración plasmática de glucosa en perros pancreatectomizados. Tras meses de continuos fracasos, estos investigadores se mantuvieron en la creencia de que los extractos podrían ser provechosos. Finalmente, en invierno de 1921, Frederick Banting (un cirujano) y Charles Best (que en aquel momento era estudiante de medicina) pudieron demostrar que un extracto acuoso de páncreas era capaz de reducir la glucemia y prolongar la supervivencia en un perro pancreatectomizado. N51-2 Dos meses más tarde se consiguió reducir la glucemia en un joven diabético con un extracto más purificado. A finales de 1923 se preparaba insulina (como se denominó a la hormona de los islotes) a partir de páncreas bovino y porcino a escala industrial, y los pacientes diabéticos de todo el mundo recibieron un HCO3− http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 1035.e1 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino Colaboración de Emile Boulpaep y Walter Boron En 1923, dos años después de que Frederick Banting (un joven profesor universitario que había terminado la carrera 5 años antes) y Charles Best (un estudiante de medicina de 22 años que trabajaba en el laboratorio de Banting) descubriesen la insulina en la Universidad de Toronto, se concedió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina a Frederick Banting y al responsable del equipo de investigación y director del departamento de Banting, John Macleod. El corto período de tiempo transcurrido entre el descubrimiento y la entrega del premio es indicativo de la enorme importancia del descubrimiento. Una anécdota curiosa es que Frederick Banting protestó por la concesión del Premio Nobel a John Macleod y entregó la mitad de la dotación económica del premio a Charles Best. BIBLIOGRAFÍA Banting FG, Best CH. Pancreatic extracts, 1922. J Lab Clin Med 1990;115:25472. Banting FG, Best CH, Collip JB, et al. Pancreatic extracts in the treatment of diabetes mellitus: Preliminary report, 1922. CMAJ 1991;145:12816. Colaboración de Emile Boulpaep y Walter Boron En la página 1033 se explica que la norma general por la que se rigen los receptores α y βadrenérgicos (identificados por Raymond Ahlquist) es que la activación α provoca estimulación, mientras que la activación β produce inhibición. En los islotes pancreáticos el patrón es exactamente el contrario, como se comenta en el texto. N51-1 Efectos antagónicos de los receptores α- y β-adrenérgicos sobre la secreción de insulina N51-2 Frederick Banting y Charles Best http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org SECCIÓN VIII • Sistema endocrino1036 tratamiento eficaz. Frederick Banting y John Macleod recibieron en 1923 el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de la insulina. N51-3 Desde entonces, la fisiología de la síntesis, secreción y acción de la insulina se ha estudiado más exhaustivamente que la de nin- guna otra hormona. Ahora, casi un siglo más tarde, se conocen ampliamente las vías metabólicas mediante las que la insulina regula el metabolismo de los hidratos de carbono, los lípidos y las proteínas en sus principales dianas: el hígado, el músculo y el tejido adiposo. No obstante,se siguen estudiando intensamente la secuencia de señales intracelulares que desencadenan la secreción de insulina por las células β del páncreas y el proceso de trans- ducción de señales activado cuando la insulina se une a un receptor en la membrana plasmática de los tejidos diana. La insulina repone las reservas de combustible del músculo, el hígado y el tejido adiposo ¿Qué hace la insulina? Dicho sucintamente, la insulina integra de forma eficaz el metabolismo del combustible del cuerpo, ya sea en épocas de ayuno o durante la ingesta (tabla 51-2). Cuando un individuo está en ayunas, la célula β secreta menos insulina. Al disminuir los niveles de insulina se movilizan los lípidos del tejido adiposo y los aminoácidos de los depósitos proteínicos en el músculo y otros tejidos. Estos lípidos y aminoácidos proporcio- nan combustible para la oxidación y sirven de precursores para la cetogénesis y gluconeogénesis hepáticas, respectivamente. Durante la ingesta, la secreción de insulina aumenta inmediatamente, lo que reduce la movilización de los depósitos endógenos de combus- tible y estimula la asimilación de hidratos de carbono, lípidos y aminoácidos por parte de los tejidos diana sensibles a la insulina. De este modo, la insulina estimula los tejidos para reponer las reservas de combustible durante épocas de ayuno. Gracias a su capacidad para regular la movilización y almace- namiento de combustible, la insulina mantiene la concentración plasmática de glucosa dentro de unos límites estrictos. Esta regu- lación permite que el sistema nervioso central (SNC) reciba un aporte continuo de glucosa, necesaria para mantener la función cortical. En organismos superiores, si la concentración plasmática TABLA 51-2 Efectos de los estados nutricionales PARÁMETRO TRAS 24 HORAS DE AYUNO 2 HORAS DESPUÉS DE UNA COMIDA MIXTA [Glucosa] plasmática, mg/dl 6080 100140 mM 3,34,4 5,67,8 [Insulina] plasmática, µU/ml 38 50150 [Glucagón] plasmática, pg/ml 4080 80200 Hígado ↑ Glucogenólisis ↑ Gluconeogénesis ↓ Glucogenólisis ↓ Gluconeogénesis ↑ Síntesis de glucógeno Tejido adiposo Movilización de lípidos para utilizar como combustible Síntesis de lípidos Músculo Metabolismo de lípidos Degradación de proteínas y exportación de aminoácidos La glucosa se oxida o se almacena en forma de glucógeno Conservación de proteínas Figura 51-1 Islote de Langerhans. La distribución de los tipos celulares representa a los islotes del ∼90% del páncreas humano, que deriva embrio lógicamente de la yema pancreática dorsal. En los otros islotes (no mos trados) predominan las células F. TABLA 51-1 Productos de las células de los islotes pancreáticos TIPO CELULAR PRODUCTO δ Glucagón β Insulina Proinsulina Péptido C Amilina δ Somatostatina F Polipéptido pancreático http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 1036.e1 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino Colaboración de Emile Boulpaep y Walter Boron Para obtener más información sobre Frederick Banting y John Macleod y el trabajo que les hizo merecedores del Premio Nobel, visite: http://nobelprize.org/medicine/laureates/1923/index.html (consultado en octubre de 2014). N51-3 Frederick Banting y John Macleod http://nobelprize.org/medicine/laureates/1923/index.html http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino 1037 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. de glucosa (normalmente en torno a 5 mM) desciende por debajo de 2-3 mM (hipoglucemia; cuadro 51-1) incluso durante un breve período de tiempo, puede aparecer un cuadro de confusión, con- vulsiones y coma. A la inversa, unas concentraciones plasmáticas de glucosa elevadas de forma persistente son características de la diabetes. La hiperglucemia grave (glucemia >15 mM) produce una diuresis osmótica (v. cuadro 35-1) que, en caso de ser intensa, puede conducir a deshidratación, hipotensión y colapso cardiovascular. Las células β sintetizan y secretan insulina El gen de la insulina La insulina circulante procede exclusi- vamente de las células β de los islotes pancreáticos. Es codificada por un único gen situado en el brazo corto del cromosoma 11. La exposición de los islotes a la glucosa estimula la síntesis y secreción de insulina. Aunque el proceso no se conoce bien por completo, esta estimulación requiere que la glucosa se metabolice. Síntesis de insulina El producto de la transcripción del gen de la insulina y su posterior procesamiento origina el ARN mensajero (ARNm) completo que codifica la preproinsulina. Empezando por su extremo 5′, este ARNm codifica un péptido señal y luego los dominios peptídicos B, C y A. La insulina es una proteína secretada (v. págs. 34-35). Cuando la preprohormona todavía está sintetizán- dose, al entrar en el retículo endoplásmico rugoso el péptido señal de unos 24 aminoácidos se escinde del resto de la proteína. El resul- tado es la proinsulina (fig. 51-2), que consta de los dominios B, C y A. Cuando la cara trans del aparato de Golgi empaqueta la proinsulina y crea gránulos secretores, las proteasas comienzan a escindir lentamente la molécula de proinsulina en dos lugares, y así escinden el péptido C, de 31 aminoácidos. La molécula resultante de insulina tiene dos cadenas peptídicas, denominadas cadenas A y B, unidas por dos puentes disulfuro. La molécula madura de insulina tiene en total 51 aminoácidos, 21 en la cadena A y 30 en la cadena B. En el gránulo secretor, la insulina se asocia con zinc. La vesícula secretora contiene esta insulina, así como proinsulina y péptido C; las tres sustancias se liberan a la sangre portal cuando la glucosa estimula la célula β. Secreción de insulina, proinsulina y péptido C El péptido C no tiene ninguna función biológica conocida, pero, al secretarse en una proporción molar 1:1 junto con la insulina, constituye un valioso indicador de la secreción de insulina. La proinsulina posee Hipoglucemia N51-4 Los primeros síntomas se deben sobre todo al sistema nervioso autónomo y comprenden palpitaciones, taquicardia, diaforesis, ansiedad, hiperventilación, inestabilidad, debilidad y hambre. La hiperglucemia más grave se manifiesta en forma de neurogluco- penia, con confusión, alteraciones de la conducta, alucinaciones, convulsiones, hipotermia, defectos neurológicos focales y coma. Hiperglucemia Entre las primeras manifestaciones se incluyen debilidad, poli uria, polidipsia, alteraciones de la visión, pérdida de peso y ligera deshidratación. En caso de hiperglucemia prolongada o grave (acompañada de acidosis metabólica o cetoacidosis diabética), las manifestaciones consisten en la respiración de Kussmaul (respiración profunda y rápida; v. pág. 716), estupor, coma, hipo tensión y arritmias cardíacas. CUADRO 51-1 Manifestaciones clínicas de la hipoglucemia y la hiperglucemia Figura 51-2 Síntesis y procesamiento de la molécula de insulina. El ARNm maduro del producto del gen de la insulina contiene una región no traduci da (UTR) 5′; las secuencias de nucleótidos que codifican un péptido señal de 24 aminoácidos, así como los dominios peptídicos B, C y A; y una UTR 3′. El conjunto de péptido señal y dominios B, C y A constituye la preproinsulina. Durante la traducción del ARNm, el péptido señal se corta en la luz del retículo endoplásmico (RE) rugoso. Lo que queda es la proinsulina, que consta de los dominios B, C y A. Comenzando en la parte trans del aparato de Golgi, las proteasas escinden la proinsulina en dos sitios, liberando el péptido C y la molécula madura de insulina, que contiene las cadenas B y A conectadas por dos puentes disulfuro. El gránulo secretor contiene cantidades equimolares de insulina y péptido C, así como una peque ña cantidad de proinsulina. Durante la secreción, todos estos componentes se liberan al espacio extracelular. http://booksmedicos.orghttp://booksmedicos.org 1037.e1 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino Colaboración de Eugene Barrett La hipoglucemia, que de manera simplista puede considerarse el estado opuesto a la diabetes mellitus, tiene muchas posibles causas. Quizás la situación más habitual es un paciente con diabetes tipo 1 que se salta una comida o que no ajusta la dosis de insulina cuando va a hacer ejercicio. Muchos pacientes diabéticos que intentan mantener un control estricto de su glucemia sufren con frecuencia reacciones hipoglucémicas, que aprenden a coartar rápidamente comiendo algo rico en hidratos de carbono. Los pacientes con dia betes tipo 2 que toman una dosis excesiva de sulfonilureas también corren el riesgo de una hipoglucemia grave, que puede necesitar un tratamiento continuado durante varios días, ya que la vida media de algunos de estos fármacos es bastante larga. En el capítulo 50 se explica que la adrenalina (al actuar como ago nista βadrenérgico) es un agente hiperglucemiante, es decir, favo rece la glucogenólisis en el hígado y en el músculo (v. pág. 1033). A pesar de eso, los β-bloqueantes rara vez producen hipoglu cemias en sujetos sanos, ya que estas personas pueden regular correctamente su secreción de insulina. Sin embargo, dado que los βbloqueantes pueden enmascarar la respuesta adrenérgica precoz a una hipoglucemia leve (sudoración, taquicardia, temblores), los pacientes diabéticos que estén tratados tanto con insulina como con βbloqueantes suelen evolucionar hacia una hipoglucemia grave sin darse cuenta. Otro fármaco que puede inducir hipoglucemia es la pentamidina, que se usa para tratar la neumonía por Pneumocystis jiroveci. La pentamidina afecta a las células β, provocando una libera ción aguda y excesiva de insulina, con la consiguiente hipoglucemia. Los pacientes alcohólicos están expuestos a un riesgo de hipo glucemia alto. El etanol suprime la gluconeogénesis y los depósitos hepáticos de glucógeno pueden encontrarse reducidos debido a malnutrición. Otras enfermedades graves que pueden producir hipo glucemia persistente son la enfermedad hepática, la insuficiencia renal y algunos tumores grandes que produzcan algún péptido induc tor de hipoglucemia, normalmente IGF2. Con menor frecuencia se puede desarrollar un insulinoma, que es un tumor de células de los islotes (normalmente benigno) que libera altas cantidades de insulina sin control al torrente sanguíneo. Muchos sujetos se quejan de hipoglucemia posprandial, con frecuencia denominada hipoglucemia reactiva. Tras muchos años de escepticismo, en la actualidad los investigadores creen que al menos algunos de estos pacientes sí presentan verdaderos síntomas de hipoglucemia a las pocas horas de haber comido. No hay un nivel absoluto de glucosa con el que aparezcan los síntomas; muchas personas toleran unos niveles sumamente bajos de glucosa sin problema. Parece que es más bien la mayor velocidad con que des ciende la glucemia tras la comida lo que provoca los síntomas. Una causa de glucemia posprandial puede ser un retraso en la liberación de insulina tras la comida. Así, las células β liberan demasiada insulina demasiado tarde tras la comida, por lo que la glucemia al principio se eleva de forma marcada y luego desciende rápidamente. En algunos pacientes puede que este defecto anuncie el desarrollo de diabetes mellitus. N51-4 Hipoglucemia http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org SECCIÓN VIII • Sistema endocrino1038 una actividad semejante a la insulina pero más moderada; es unas 20 veces menos potente que la insulina en base molar. Sin embargo, la célula β solo secreta una cantidad de proinsulina equivalente al 5% de la de insulina; por tanto, la proinsulina no ejerce ninguna función importante en la regulación de la glucemia. La mayoría de la insulina (∼60%) que se secreta a la circulación portal es eliminada en un primer paso hepático; en cambio, el hígado no capta el péptido C. Por ello, mientras que la medición de la concentración plasmática de insulina no se corresponde cuantitativamente con la insulina secretada, sí lo hace la medida del péptido C. El péptido C acaba eliminándose a través de la orina; la cantidad de péptido C excretado a lo largo de 24 horas es una medida aproximada de la cantidad de insulina liberada en ese período de tiempo. La glucosa es el principal regulador de la secreción de insulina En individuos sanos, la concentración plasmática de glucosa se mantiene dentro de unos márgenes sumamente estrictos. Tras una noche de ayuno, suele encontrarse entre 4 y 5 mM; la concentración plasmática de glucosa se eleva después de comer, pero aunque la comida sea muy copiosa no supera la concentración de 10 mM. Un ligero aumento de la concentración plasmática de glucosa provoca una elevación importante en la secreción de insulina y péptido C, y así aumenta la concentración plasmática de insulina, como demuestran los resultados de una prueba de tolerancia oral a la glucosa (PTOG), que se muestran en la figura 51-3A. Por el contrario, un descenso en la concentración plasmática de glucosa de tan solo el 20% reduce en gran medida la concentración plas- mática de insulina. El cambio en la concentración plasmática de glucosa producido como respuesta a la ingesta o al ayuno es el principal determinante de la secreción de insulina. En un paciente con diabetes mellitus tipo 1 debida a la destrucción de los islotes pancreáticos, una carga oral de glucosa provoca una respuesta de secreción de insulina mínima o nula, pero induce un aumento mucho mayor en la concentración plasmática de glucosa, que se mantiene durante mucho más tiempo (v. fig. 51-3B). Una carga de glucosa de 0,5 g/kg de peso corporal administrada en forma de bolo intravenoso aumenta la concentración plasmática de glucosa mucho más deprisa que si se administra por vía oral. Esta rápida elevación de la concentración plasmática de glucosa da lugar a dos fases diferenciadas en la secreción de insulina (v. fig. 51-3C). Figura 51-3 Resultados de la prueba de tolerancia a la glucosa. A, Cuando una persona consume una comida con glucosa (75 g), la concentración plas mática de glucosa (curva verde) asciende lentamente, reflejando la captación de glucosa por el intestino. Debido a ello, la concentración plasmática de insulina (curva roja continua) aumenta de forma abrupta. Al administrar una dosis baja de glucosa por vía intravenosa (i.v.) a lo largo del tiempo, de forma que reproduzca la curva verde, la concentración plasmática de insulina solo aumenta moderadamente (curva roja discontinua). La diferencia entre las respuestas de la insulina indicadas mediante las curvas rojas continua y dis continua se debe al «efecto incretina» de la ingesta oral de glucosa. B, En un paciente con diabetes tipo 1, la misma carga oral de glucosa utilizada en A hace que la concentración plasmática de glucosa aumente a un nivel superior y que se mantenga elevada durante más tiempo. Se diagnostica diabetes si el nivel plasmático de glucosa se encuentra por encima de 200 mg/dl a la segunda hora. C, Si se administra una gran carga de glucosa en forma de bolo intravenoso (0,5 g de glucosa/kg peso corporal, en forma de solución de glucosa al 25%), la concentración plasmática de glucosa aumenta mucho más deprisa que con la carga oral de glucosa. Al detectar un aumento rápido en la concentración de glucosa, las células β secretan en primer lugar parte de sus depósitos de insulina presintetizada. Después de esta «fase aguda», las células secretan tanto la insulina presintetizada como insulina de nueva síntesis en la «fase crónica». http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino 1039 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. La respuesta insulínica de fase aguda o primera fase solo dura entre2 y 5 minutos, mientras que la respuesta de segunda fase dura tanto como tarden en normalizarse los niveles de glucemia. La insulina liberada durante la respuesta de fase aguda a la glucosa intravenosa procede de la insulina preformada empaquetada en las vesículas secretoras acopladas o cercanas a la membrana plasmática de la célula β. La respuesta insulínica de segunda fase también procede de la insulina preformada en las vesículas, con cierta colaboración de insulina de nueva síntesis. Uno de los primeros defectos metabó- licos detectables que tiene lugar tanto en la diabetes tipo 1 como en la tipo 2 es la pérdida de la primera fase de la secreción de insulina, demostrable mediante una prueba de tolerancia a la glucosa intravenosa. Si un sujeto ingiere glucosa o una comida mixta, la concentración plasmática de glucosa aumenta mucho más despacio (como en la fig. 51-3A) porque la aparición de la glucosa en la sangre depende del vaciamiento gástrico y de la absorción intes- tinal. Dado que la concentración plasmática de glucosa aumenta tan despacio, no se puede distinguir la respuesta de fase aguda de la crónica, ya que solo se aprecia una única fase de secreción de insulina. Sin embargo, la respuesta total de insulina a una carga de glucosa oral supera la respuesta observada cuando unos cambios comparables en la glucemia son provocados por la administración intravenosa de glucosa (v. fig. 51-3A). Esta diferencia se denomina efecto incretina (cuadro 51-2). El metabolismo de la glucosa por la célula β estimula la secreción de insulina Las células β del páncreas captan y metabolizan glucosa, galactosa y manosa, todas las cuales pueden inducir la secreción de insulina por el islote. Otras hexosas que son transportadas a la célula β pero que no pueden metabolizarse (p. ej., 3-O-metilglucosa o 2-desoxi- glucosa) no estimulan la secreción de insulina. Aunque la pro- pia glucosa es el mejor secretagogo, algunos aminoácidos (sobre todo la arginina y la leucina) y pequeños cetoácidos (p. ej., α-cetoisoca- proato, α-cetoglutarato), así como cetohexosas (fructosa), también pueden estimular débilmente la secreción de insulina. La única vía metabólica que comparten los aminoácidos y los cetoácidos con las hexosas es la oxidación por el ciclo del ácido cítrico (v. pág. 1185). Estas observaciones sugieren que el ATP generado en el metabolismo de estas diversas sustancias podría estar implicado en la secreción de insulina. Experimentalmente, la despolarización de la membrana de la célula del islote mediante el aumento de la concentración de K+ extracelular induce la secreción de insulina. A partir de estos datos, surge una imagen relativamente unifi- cada que describe cómo distintos secretagogos desencadenan la secreción de insulina. La clave es la presencia de un canal de K+ sensible a ATP y de un canal de Ca2+ dependiente de voltaje en la membrana de las células β del islote (fig. 51-4). El canal de K+ (KATP; v. pág. 198) es un octámero formado por cuatro canales Kir6.2 (v. pág. 196) y cuatro receptores de sulfonilureas (SUR; v. pág. 199; cuadro 51-3). La glucosa induce la liberación de insulina mediante un proceso con siete etapas: Etapa 1: la glucosa accede a la célula β gracias al transportador de glucosa GLUT2 mediante difusión facilitada (v. pág. 114). Los aminoácidos entran a través de un grupo distinto de trans- portadores. Etapa 2: en presencia de glucocinasa (la enzima que limita la velo- cidad de la glucólisis), la glucosa que entra a la célula sufre glucólisis y oxidación por el ciclo del ácido cítrico (v. pág. 1185), fosforilando ADP y aumentando la concentración intracelular de ATP. Algunos aminoácidos también entran en el ciclo del ácido cítrico. En ambos casos aumentan las siguientes propor- ciones: [ATP]i/[ADP]i, [NADH]i/[NAD+]i y [NADPH]i/ [NADP+]i (NADH y NAD+ son las formas reducida y oxidada L a clonación del gen de la insulina ha hecho posible un importante avance terapéutico: el uso de insulina humana recombinante para tratar la diabetes. La insulina humana fue la primera proteína recombinante disponible para uso clínico habitual. Antes de que estuviera disponible, la diabetes se trataba con insulina porcina o bovina, que difieren de la humana en uno y tres aminoácidos, respectivamente. Aunque sea pequeña, esta diferencia es suficiente para que la reconozca el sistema inmuni tario, por lo que la mayoría de los pacientes tratados con insuli na bovina o porcina desarrollaban anticuerpos frente a la insulina inyectada; en ocasiones, la reacción era lo suficientemente grave como para provocar una alergia franca a la insulina. Este problema prácticamente se superó al utilizar insulina humana. La secuenciación del gen de la insulina no se ha acompañado de un mejor conocimiento de la génesis de las formas comunes de diabetes en el ser humano. Sin embargo, un pequeño grupo de pacientes diabéticos producen una molécula mutante de insulina con un único aminoácido sustituido en la cadena A o en la B. En todos los casos que se han descrito, estos cambios dan lugar a una molécula de insulina menos activa (∼1% de la potencia de la insulina en base molar). Estos pacientes sufren intolerancia a la glucosa o diabetes franca, pero con unas concentraciones plasmáticas muy elevadas de insulina inmunorreactiva. En estos sujetos, la inmunorreactividad de la insulina no se ve afectada en el mismo grado que su bioactividad. Además de dar a conocer estos tipos mutantes de insulina, la secuenciación del gen de la insulina ha permitido identificar un sitio polimórfico adyacente al extremo 5′ del gen de la insulina y para el que hay varios alelos comunes. En algunas poblaciones, ciertos polimorfismos se asocian a un mayor riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 1. CUADRO 51-2 Insulina no humana y mutante T oda una clase de fármacos, las sulfonilureas, se utiliza para tratar a pacientes con diabetes tipo 2 o diabetes mellitus no insulinodependiente (DMNID). La diabetes tipo 2 se debe a dos defectos: 1) las células β siguen siendo capaces de producir insulina, pero no responden correctamente ante un aumento de la concentración plasmática de glucosa, y 2) los tejidos diana de la insulina se vuelven menos sensibles, o «resistentes», a la insulina. Las sulfonilureas se descubrieron de forma accidental. Durante el desarrollo de las sulfamidas tras la Segunda Guerra Mundial, los investigadores observaron que unas sustancias químicas relacio nadas, las sulfonilureas, provocaban hipoglucemia en los animales de laboratorio. Se descartó la utilidad como antibióticos de estas sustancias, pero en cambio demostraron su eficacia para tratar la hiperglucemia de la diabetes tipo 2. Las sulfonilureas mejoran la secreción de insulina al unirse a las subunidades SUR (v. pág. 199) de los canales KATP, reduciendo así la probabilidad de que se abran. Esta acción aumenta la secreción de insulina estimulada por la glucosa (v. fig. 514). Al aumentar la secreción de insulina, las sulfonilureas vencen la resistencia a la insulina y reducen la glucemia en estos pacientes. A diferencia de la insulina, que debe administrarse inyectada, las sulfonilureas se toman por vía oral, lo cual es preferible. Sin embargo, solo son útiles para tratar la diabetes tipo 2; las células β de los pacientes con diabetes tipo 1 se encuentran destruidas casi por completo, por lo que estos pacientes precisan un tratamiento que sustituya la insulina. CUADRO 51-3 Sulfonilureas http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org SECCIÓN VIII • Sistema endocrino1040 Figura 51-4 Mecanismos de secreción de insulina por la célula β del páncreas. El aumento del nivel extra celular de glucosa estimula la secreción de insulina por la célula β mediante las siete etapas esquematizadas en esta figura. Los azúcares que pueden metabolizarse (p. ej., galactosa y manosa) y ciertos aminoácidos (p. ej., arginina y leucina) también pueden estimular la fusión de vesículasque contienen insulina previamente sintetizada. Aparte de estas fuentes de combustible, ciertas hormonas (p. ej., glucagón, somatostatina, colecistocinina [CCK]) también pueden modular la secreción de insulina. IP3, inositol 1,4,5trisfosfato; PLC, fosfolipasa C; RE, retículo endoplásmico. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino 1041 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. de la nicotinamida-adenina-dinucleótido [NAD], y NADPH y NADP+ son las formas reducida y oxidada del NAD fosfato). N51-5 Etapa 3: el aumento de la proporción [ATP]i/[ADP]i o [NADH]i/ [NAD+]i o [NADPH]i/[NADP+]i provoca el cierre de los canales KATP (v. pág. 198). Etapa 4: al reducirse la conductancia del K+ de la membrana celular, se despolariza la célula β (es decir, el potencial de membrana se hace menos negativo). Etapa 5: esta despolarización activa los canales de Ca2+ dependien- tes de voltaje (v. págs. 191-193). Etapa 6: la mayor permeabilidad al Ca2+ provoca una mayor entrada de Ca2+ y un aumento del Ca2+ libre intracelular. Este aumento en la concentración de Ca2+ intracelular estimula una mayor liberación de Ca2+ inducida por Ca2+ (v. págs. 242-243). Etapa 7: el aumento del Ca2+ intracelular, tal vez mediante la activa- ción de la cascada de fosforilación Ca2+-calmodulina, finalmente induce la liberación de insulina. Otros secretagogos también pueden modular la secreción de in- sulina a través de la vía de la fosfolipasa C (v. pág. 58) o de la vía de la adenilato-ciclasa (v. pág. 53), además de la vía que se acaba de describir. Por ejemplo, el glucagón, que estimula la liberación de insulina, puede sortear completamente o en parte la vía de la glucosa/ [Ca2+]i al estimular la adenilato-ciclasa, aumentado así los niveles de AMPc y activando la proteína-cinasa A (PKA). A la inversa, la somatostatina, que inhibe la liberación de insulina, puede actuar mediante la inhibición de la adenilato-ciclasa. La secreción de insulina es modulada por factores neurales y humorales Los islotes se encuentran ricamente inervados por las divisiones simpática y parasimpática del SNA. Se piensa que las señales neu- rales tienen una importante función en la respuesta de las células β en varias situaciones. La estimulación βadrenérgica aumenta la secreción de insulina por los islotes, mientras que la estimulación αadrenérgica la inhibe (v. fig. 51-4). El isoproterenol, una cate- colamina sintética agonista específica del receptor β-adrenérgico, es un potente estimulador de la liberación de insulina. Por el con- trario, la noradrenalina y los agonistas sintéticos α-adrenérgicos inhiben la liberación de insulina, en estado basal y como respuesta a la hiperglucemia. Dado que las neuronas simpáticas postsinápticas del páncreas liberan noradrenalina, que estimula más los adreno- rreceptores α que los β, la estimulación simpática mediada por los nervios celíacos inhibe la secreción de insulina. A diferencia de la estimulación α-adrenérgica, la estimulación parasimpática a través del nervio vago, que libera acetilcolina, aumenta la liberación de insulina. Ejercicio El efecto de la regulación simpática sobre la secreción de insulina puede ser especialmente importante durante el ejerci- cio, cuando aumenta la estimulación adrenérgica de los islotes. El principal objetivo de la inhibición α-adrenérgica de la secreción de insulina durante el ejercicio es evitar la hipoglucemia. Al hacer ejercicio, el tejido muscular utiliza glucosa aunque la concentración plasmática de insulina sea baja. Si los niveles de insulina aumentan, la utilización de glucosa por parte del músculo aumentaría aún más, provocando hipoglucemia. Además, un aumento en la concen- tración de insulina inhibiría la lipólisis y la liberación de ácidos grasos desde los adipocitos, reduciendo así la disponibilidad de ácidos grasos, que el músculo podría utilizar como combustible alternativo a la glucosa (v. pág. 1211). Por último, una elevación de los niveles de insulina reduciría la producción de glucosa por el hígado. De este modo, la supresión de la secreción de insulina durante el ejercicio evita que el músculo capte un exceso de glucosa, que, si superase la capacidad hepática para producir glucosa, pro- vocaría una hipoglucemia grave con afectación del cerebro (¡lo que haría que el ejercicio finalizase bruscamente!). Ingesta de alimentos Otra situación importante en la que los factores neurales y humorales regulan la secreción de insulina es la alimentación. La ingesta de comida desencadena una serie compleja de señales neurales, endocrinas y nutricionales dirigidas a muchos tejidos del cuerpo. La fase cefálica (v. págs. 871 y 890) de la alimentación, que tiene lugar antes de ingerir la comida, estimula la secreción de ácido gástrico y aumenta ligeramente el nivel plasmático de insulina. Se cree que esta respuesta está mediada por el nervio vago, en ambos casos. Si no se ingiere comida de forma inminente, la concentración plasmática de glucosa des- ciende ligeramente y la secreción de insulina vuelve a suprimirse. Si se ingiere comida, la acetilcolina liberada por las fibras vagales posganglionares en los islotes aumenta la respuesta insulínica de la célula β a la glucosa. Como ya se ha explicado, cuando un individuo ingiere una solución de glucosa, la cantidad total de insulina secretada es mayor que cuando esa misma cantidad de glucosa se administra por vía intravenosa (v. fig. 51-3A). Esta observación ha llevado a la bús- queda de factores entéricos o incretinas que aumentan la respuesta de las células β de los islotes a un estímulo oral de glucosa. Actual- mente se conocen tres péptidos liberados por las células intestinales como respuesta al alimento que estimulan la secreción de insulina: la colecistocinina producida por las células I, el péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP1) producido por las células L y el polipép tido inhibidor gástrico (GIP, también llamado péptido insulino- trópico dependiente de glucosa) producido por las células K. El GLP-1 (v. pág. 1051), que tal vez es la incretina más importante de las descubiertas hasta ahora, tiene una vida media en el plasma muy corta (<2 minutos), lo que limita su posible uso terapéutico. En la saliva del monstruo de Gila se ha hallado un péptido análogo del GLP-1, llamado exendina-4. Se ha aprobado un derivado sintético de larga duración de la exendina-4 (exenatida) como tratamiento de pacientes diabéticos, para mejorar la secreción de insulina y paliar las hiperglucemias. Al tratarse de un péptido, la exenatida no puede administrarse por vía oral, pero es eficaz por inyección subcutánea. Se han desarrollado fármacos que se administran por vía oral que inhiben la enzima dipeptidil-peptidasa 4, que degrada el GLP-1 nativo; estas gliptinas se comercializan para tratar la diabetes tipo 2. En el laboratorio, las incretinas estimulan la secreción de insulina por parte de células de Langerhans aisladas, y la glucosa aumenta esta secreción aún más. La presencia de estas incretinas en la mucosa intestinal avisa a los islotes de que los nutrientes se están absorbiendo y «prepara» a las células β para que amplifiquen su respuesta a la glucosa. Además, la estimulación vagal de las célu- las β prepara a los islotes para una respuesta amplificada. El receptor de insulina es un receptor tirosina-cinasa Una vez que la insulina se ha secretado en la sangre portal, llega en primer lugar al hígado, donde se retiene más de la mitad y se retira de la circulación. La insulina a la que se permite salir del hígado se encuentra disponible para desencadenar procesos sensibles a la insulina en otros tejidos. En cada tejido diana, la primera acción de la insulina es unirse a un receptor tirosina-cinasa específico (v. págs. 68-70) situado en la membrana plasmática (fig. 51-5). El receptor de insulina (igual que el receptor del factor de cre- cimientosimilar a la insulina tipo 1 [IGF-1], estrechamente http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 1041.e1 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino Colaboración de Emile Boulpaep y Walter Boron En la figura 581 se dice que la glucosa6fosfato tiene tres posibles destinos principales. La serie de reacciones anabólicas resumida en esta figura convierte la glucosa6fosfato en glucógeno. La vía glucolítica resumida en la figura 586A es una vía catabólica que convierte la glucosa6fosfato en piruvato. El tercer destino (la vía de las pentosas fosfato) es otra serie de reacciones catabólicas que convierten la glucosa6fosfato en ribosa5fosfato. La vía de las pentosas fosfato origina dos productos principales, NADPH y ribosa5fosfato. La célula puede utilizar los equivalentes de la reducción del NADPH (una «moneda» energética) para reducir los dobles enlaces en la síntesis de ácidos grasos y esteroides, un proceso que consume energía. Estas reacciones son especialmente importantes en tejidos como el hígado, el tejido adiposo, la glándula mamaria y la corteza suprarrenal. Es importante apreciar que la célula no puede utilizar NADH para crear NADPH; por ello, la vía de las pentosas fosfato es fundamental. El segundo producto de la vía, la ribosa5fosfato, es importante para sintetizar ribonucleótidos, que son especialmente relevantes para el crecimiento y la regeneración tisular. La vía de las pentosas fosfato consta de cuatro reacciones, de las cuales la primera y la tercera convierten NADP+ en NADPH y H+. Si la célula no utiliza la ribosa5fosfato para producir ribonu cleótidos, la convierte en fructosa-6-fosfato mediante una compleja serie de reacciones. Esta secuencia de reacciones (es decir, de glucosa6fosfato a ribosa5fosfato y de esta a fructosa6fosfato) sortea o constituye una «derivación» con respecto a la conversión de glucosa6fosfato en fructosa6fosfato, que en condiciones normales sería catalizada por la fosfoglucosa isomerasa (v. fig. 586A). Por esta razón, la vía de las pentosas fosfato también se denomina derivación de la hexosa monofosfato. No obstante, hay que tener en cuenta que la derivación no permite a la célula generar dos moléculas de NADPH sin coste alguno. Es necesario que tres moléculas de glucosa6fosfato (3 × 6 = 18 carbonos) pasen por la derivación de la hexosa monofosfato para generar seis moléculas de NADPH (3 × 2 = 6), además de dos moléculas de fructosa6fosfato (2 × 6 = 12 carbonos), un único gliceraldehído3fosfato (1 × 3 = 3 car bonos) y tres moléculas de CO2 que proceden de una reacción de descarboxilación en la vía de las pentosas fosfato (3 × 1 = 3 car bonos). Si esas tres moléculas de glucosa hubieran seguido la vía clásica de la glucólisis, habrían generado 3 × 2 = 6 ATP y 6 NADH netos (v. tabla 583). Sin embargo, si esas mismas tres moléculas de glucosa siguen la vía de las pentosas fosfato, el resultado neto serían solo cinco ATP, solo cinco NADH, pero seis NADPH. De este modo, la célula cede tan solo un ATP y un NADH a cambio de generar seis NADPH; no es un mal trato para la célula. BIBLIOGRAFÍA Nelson DL, Cox MM. Lehninger Principles of Biochemistry. 3rd ed. New York: Worth Publishers; 2000. Voet D, Voet JG. Biochemistry. 2nd ed. New York: Wiley; 1995. N51-5 La vía de las pentosas fosfato (o derivación de la hexosa monofosfato) http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org SECCIÓN VIII • Sistema endocrino1042 relacionado) es un heterotetrámero compuesto por dos cadenas α idénticas y dos cadenas β idénticas. N51-6 Las cadenas α y β se sintetizan como un único polipéptido que posteriormente es escin- dido. Las dos cadenas se encuentran unidas por puentes disulfu- ro (que recuerdan a las cadenas A y B presentes en la síntesis de la propia insulina) formando la secuencia β-α-α-β. El receptor de insulina tiene una gran similitud estructural con el receptor de IGF-1 (v. pág. 996). La homología en la secuencia es de aproxima- damente el 50%, superando el 80% en la región de la tirosina-cinasa. Esta semejanza es suficiente para que la insulina, a concentraciones muy elevadas, pueda estimular el receptor de IGF-1 y, a la inversa, el IGF-1 a niveles altos pueda estimular el receptor de insulina. Las cadenas extracelulares α del receptor de insulina poseen múltiples sitios de N-glucosilación. Las cadenas β constan de una porción extracelular, otra incluida en la membrana y otra intrace- lular. La subunidad β del receptor está glucosilada en sus dominios extracelulares, siendo la glucosilación del receptor necesaria para que la insulina se una y ejerza su acción. El dominio intracelular de la cadena β posee actividad tirosina-cinasa, que aumenta nota- blemente cuando la insulina se une a las cadenas α del receptor. El receptor de insulina puede fosforilarse a sí mismo, así como fosforilar a otros sustratos intracelulares con residuos tirosina (v. págs. 68-70). Entre las dianas de la fosforilación de tirosi- nas (aparte del propio receptor) se encuentra una familia de pro- teínas presentes en el citosol llamadas sustratos del receptor de insulina (IRS1, IRS2, IRS3 e IRS4), así como las proteínas homólogas con el dominio Cterminal de Src (SHC), como se muestra en la figura 51-6. Esta fosforilación parece ser el principal mecanismo por el cual la insulina transmite su señal a través de la membrana plasmática de sus tejidos diana. Las IRS son proteínas de acoplamiento a las que se unen distintas proteínas efectoras, que de este modo se activan. La IRS-1 tiene al menos ocho tirosinas en secuencias específicas. Estas secuencias se suelen unir a proteínas que contienen dominios SH2 (dominio de homología con el Src tipo 2; v. pág. 58), de modo que una única molécula de IRS activa múltiples vías de forma simultánea. El receptor de IGF-1, estrechamente relacionado con el receptor de insulina, también actúa mediante proteínas IRS. La figura 51-6 muestra las tres grandes vías de señalización que se desencadenan gracias a las fosforilaciones de tirosinas mencionadas. N51-7 La primera comienza cuando la fosfatidilinositol 3cinasa (PI3K) se activa al unirse a la IRS fosforilada. La PI3K fosforila el lípido de membrana fosfatidilinositol 4,5-bisfosfato (PIP2) para formar fosfatidilinositol 3,4,5-trisfosfato (PIP3), lo que induce cambios importantes en el metabolismo de la glucosa y las proteínas. La segunda de las vías de señalización puede comenzar de dos formas: 1) el receptor de insulina fosforila una SHC, o 2) la proteína ligada al receptor del factor del crecimiento 2 (GRB2; v. pág. 69) se une a una IRS y se activa. Como se ilustra en la figura 51-6, tanto la SHC fosforilada como la GRB2 activada desencadenan la vía de señalización de las proteínas Ras, que mediante la proteína-cinasa cinasa activada por mitógenos (MEK) y la proteína-cinasa activada por mitógenos (MAPK; v. págs. 68-69) aumentan la expresión de múltiples genes y la división celular. Se ha demostrado en estudios con ratones que la deleción del gen de IRS-1 no induce diabetes, pero hace que los ratones sean pequeños. Por el contrario, la dele- ción de la IRS-2 sí induce diabetes, en parte debido a una menor secreción de insulina por parte de las células β del páncreas. La tercera vía de señalización comienza con la unión de proteí- nas con dominios SH2 (distintas de la PI3K y la GRB2, ya comen- tadas) a grupos fosfotirosina específicos presentes en el receptor de insulina o en proteínas IRS. Esta unión activa proteínas con dominios SH2 (cuadro 51-4). Figura 51-5 Receptor de insulina. El receptor de insulina es un heterote trámero que consta de dos cadenas extracelulares α y dos cadenas β que atraviesan la membrana. La unión de la insulina tiene lugar en la región rica en cisteína de las cadenas α. L a capacidad de la insulina para actuar sobre una célula diana depende detres cosas: el número de receptores presentes en la célula diana, la afinidad del receptor por la insulina y la capacidad del receptor para transducir la señal de la insulina. Se han descrito varios trastornos en los que una mutación del receptor de la insulina reduce o impide las acciones de la insulina. Una de estas mutaciones afecta notablemente al crecimiento, tanto intrauterino como después del parto. Este trastorno poco frecuente se denomina leprechaunismo y suele provocar la muerte en el primer año de vida. Otras mutaciones del receptor tienen consecuencias menos devastadoras. Algunos individuos producen anticuerpos contra sus propios receptores de insulina. En estos pacientes, la insulina, ya sea endógena o exógena, no funciona bien, ya que debe competir con estos anticuerpos por unirse a los sitios del receptor; a con secuencia de ello, el paciente presenta hiperglucemia. Curiosa mente, otros anticuerpos pueden ser «miméticos de la insulina»; es decir, los anticuerpos no solo se unen al receptor, sino que también imitan la acción de la insulina. Esta actividad mimética provoca hipoglucemias graves en los sujetos afectados. Ni las mutaciones del receptor ni los anticuerpos antirrecep tor parecen ser los responsables de ninguna de las formas de diabetes observadas normalmente en contextos clínicos. Sin embargo, en muchos pacientes con diabetes tipo 2 puede existir una alteración en la señalización del receptor de la insulina. De hecho, la activación de las vías inflamatorias en las que participan la subfamilia p38 de las MAPK (v. pág. 69) y el factor nuclear kB (v. págs. 8687) puede provocar la fosforilación del receptor de insulina (y de las proteínas IRS), sobre todo en los residuos de serina. Esta fosforilación en serina se suele observar en modelos animales de resistencia a la insulina y de diabetes tipo 2, así como en la diabetes humana, y puede interferir en las acciones metabólicas normales de la insulina. CUADRO 51-4 El receptor de insulina y formas poco frecuentes de diabetes http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 1042.e1 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino Colaboración de Eugene Barrett, Emile Boulpaep y Walter Boron La figura 516 muestra tres vías principales. En la primera vía, la activación de la fosfatidilinositol 3cinasa (PI3K) fosforila el fosfatidilinositol4,5bisfosfato (PIP2) para formar fosfatidilinosi tol3,4,5trisfosfato (PIP3; v. pág. 58), que a su vez activa la cinasa dependiente de fosfatidilinositol (PDK). Entonces, esta serina/ treoninacinasa activa la proteínacinasa B (PKB), que provoca la inserción de transportadores de glucosa GLUT4 en la membrana plasmática. La PDK también fosforila, y de ese modo inactiva, la glucógenosintasacinasa 3 (GSK-3); el efecto neto de todo ello es que se reduce la inactivación de la glucógenosintasa (GS), aumentando así la síntesis de glucógeno. Por último, la PDK activa la enzima mTOR (diana de la rapamicina), una serina/treonina cinasa que fosforila la proteína de unión PHAS1, liberando así un factor de iniciación (IF) activo y favoreciendo la traducción de ARNm en proteínas. La mTOR también fosforila la p70S6 cinasa, que fosforila la proteína ribosómica S6. En la segunda vía, el receptor de insulina fosforila a SHC (cuyo nombre procede de homología con Src, Cterminal) en los resi duos de tirosina, estimulando a SOS. Además, la activación de la GRB2 también estimula la SOS. La SOS estimulada activa la vía Ras, como se describe en la figura 313. La Raf1 activada, que es una MEK cinasa, activa no solo las MEK, sino también otras MEK cinasas, que a su vez activan la JNK (una cinasa) y la p38 cinasa. La MAPK activa tanto un factor de transcripción como la p90S6 cinasa. La p90S6 cinasa activada fosforila una serie de proteínas nucleares, así como la fosfoproteínafosfatasa 1 (PP1); esta última conduce a la activación de la glucógenosintasa. En la tercera vía, proteínas con dominios SH2 (mostradas en azul en la fig. 516) —distintas de la PI3K y la GRB2, ya comenta das— se unen a secuencias que contienen fosfotirosina específi cas del receptor de insulina o de las proteínas IRS. Estas proteínas con dominios SH2 ejercen varios efectos, por ejemplo, sobre las enzimas que participan en el metabolismo de los lípidos. Colaboración de Emile Boulpaep y Walter Boron La activación de los receptores de insulina y de IGF-1 (v. fig. 515) tiene lugar mediante mecanismos algo diferentes, como se expli ca en las páginas 10411042 para el receptor de insulina y en la página 996 para el receptor de IGF1. En resumen, estos recep tores son tetrámeros; están compuestos por dos subunidades α y dos subunidades β. La subunidad α contiene una región rica en cisteína y participa en la unión del ligando. La subunidad β es una proteína transmembrana de paso único con un dominio tirosinacinasa en su cara citoplasmática. Las subunidades α y β se mantienen unidas mediante enlaces disulfuro (al igual que las dos subunidades α entre sí), formando un heterotetrámero. La unión del ligando induce cambios en su conformación que parecen provocar interacciones alostéricas entre los dos pares α y β, en contraposición con la dimerización característica de la pri mera clase de receptores tirosinacinasas (v. fig. 312C). De esta manera, la unión de la insulina provoca la autofosforilación de resi duos de tirosina en los dominios catalíticos de las subunidades β. El receptor de insulina activado también fosforila sustratos del citoplasma, como la IRS-1 (v. fig. 516), que, una vez fosforilada, ejerce como punto de acoplamiento para otras proteínas de señalización. N51-6 Receptores de insulina y de IGF-1 N51-7 Transducción de la señal de la insulina http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino 1043 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Figura 51-6 Sistema de transducción de señales de la insulina. Cuando la insulina se une a su receptor (que es un receptor tirosinacinasa [RTK]), se activan los dominios tirosinacinasa contenidos en la porción intracelular de las cadenas β. El receptor activado transduce sus señales a sus efectores mediante la fos forilación de residuos de tirosina del propio receptor, de la familia de proteínas IRS (IRS1, IRS2, IRS3, IRS4) y de otras proteínas citosólicas (p. ej., SHC). Las proteínas con dominios SH2 se acoplan a ciertas secuencias de las IRS que contienen tirosina fosforilada, activándose a su vez. No todas las vías de señalización se encuentran activas en todas las células diana de la insulina. Por ejemplo, el hepatocito no depende del transportador GLUT4 para meter y sacar glucosa de la célula. De igual manera, el hígado es una diana muy importante para la insulina en la regulación de las enzimas implicadas en la gluconeogénesis, mientras que no sucede lo mismo en el músculo ni en el tejido adiposo. GS, glucógenosintasa; GSK3, glucógenosintasa cinasa 3; IF, factor de iniciación; PDK, cinasa dependiente de fosfatidilinositol. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org SECCIÓN VIII • Sistema endocrino1044 Unos niveles elevados de insulina regulan a la baja los receptores de insulina El número de receptores de insulina expresados en la superficie celular es mucho mayor del necesario para alcanzar la máxima respuesta biológica de la insulina. Por ejemplo, en el adipocito, la respuesta de la glucosa a la insulina es máxima cuando solo el 5% de los receptores se encuentran ocupados; es decir, las células diana tienen muchos receptores «de repuesto» para la insulina. El número de receptores de insulina presentes en la membrana de una célula diana viene determinado por el equilibrio entre tres factores: 1) síntesis de receptores; 2) endocitosis de receptores, con su posterior reciclaje y regreso ala superficie celular, y 3) endoci- tosis seguida de degradación de los receptores. Las células que se encuentran expuestas de forma crónica a unas concentraciones elevadas de insulina presentan menos receptores en su superficie que las expuestas a unos niveles más bajos. Esta capacidad dinámica de las células para reducir el número de receptores específicos en su superficie se denomina regulación a la baja. La insulina regula a la baja los receptores de insulina al reducir la síntesis de receptores y aumentar su degradación. Esta regulación a la baja es uno de los mecanismos por los que los tejidos diana modulan su respuesta a las hormonas. La regulación a la baja de los receptores de insulina provoca un descenso en la sensibilidad del tejido diana a la insuli- na, sin que disminuya el efecto máximo de la insulina. En la figura 51-7 se ofrece un ejemplo de cómo la regulación a la baja puede afectar a la acción de la insulina; se muestra el efecto del aumento en la concentración de insulina sobre la captación de glucosa por parte de los adipocitos en sujetos normales y en sujetos con diabetes tipo 2. Los adipocitos de pacientes con diabetes tipo 2 (cuadro 51-5) tienen menos receptores de insulina por unidad de superficie que los adipocitos de individuos normales. La reducción sustancial en el transporte de glucosa en todo el rango fisiológico de concentraciones de insulina en los adipocitos de los diabéticos es característica de la resistencia a la insulina. En los adipocitos de los controles sanos, el transporte de glucosa alcanza su máximo con solo unos pocos (∼5%) de los receptores ocupados. En los adipoci- tos de los diabéticos es necesaria una concentración mucho mayor de insulina y que se encuentre ocupada una mayor proporción de los receptores de insulina. Sin embargo, los principales efectos de la diabetes tipo 2 no parecen deberse a un descenso en el número de receptores, sino que se deben a la alteración de la señalización más abajo en la cascada. Esta alteración incluye una disminución de la actividad tirosina-cinasa del receptor de la insulina, de la actividad de PI3K y tal vez de la actividad de otras etapas de la vía que con- cluye con la captación de GLUT4 hacia la membrana plasmática (v. fig. 51-6). La suma de estos múltiples defectos, de los que solo algunos se han identificado, conduce a la resistencia a la insulina. En el hígado, la insulina estimula la conversión de glucosa en depósitos de glucógeno o en triglicéridos Con frecuencia, las acciones de la insulina sobre sus dianas celu- lares implican a numerosos procesos enzimáticos y estructurales específicos de cada tejido. Como se explica en los dos apartados siguientes, las tres dianas principales de la acción de la insulina son el hígado, el músculo y el tejido adiposo. Dado que las venas del páncreas drenan en el sistema venoso portal, todas las hormonas secretadas por el páncreas deben atra- vesar el hígado antes de llegar a la circulación sistémica. En el caso de la insulina, el hígado es tanto un tejido diana para su acción hormonal como uno de los principales puntos de degradación. La concentración de insulina en la sangre venosa portal antes de la extracción hepática es entre tres y cuatro veces superior a su concentración en la circulación sistémica. Por tanto, el hepatocito está rodeado de una concentración relativamente alta de insulina, y de este modo se encuentra en una situación óptima para res- ponder de forma inmediata a las variaciones en la concentración plasmática de la hormona. Tras la ingesta de alimento aumenta la concentración plasmática de insulina, estimulada por la glucosa y por la activación, neural y mediante las incretinas, de las células β. En el hígado, este aumento de la insulina actúa sobre cuatro procesos principales dedicados al metabolismo energético. Estos efectos diversos de la insulina conllevan el uso de múltiples mecanismos de control enzimático, indicados por los recuadros numerados en la figura 51-8. Síntesis de glucógeno y glucogenólisis Un aumento fisiológi- co en la concentración plasmática de insulina reduce la degradación y utilización del glucógeno y (a la inversa) aumenta la formación de glucógeno a partir de la glucosa plasmática. Aunque unos niveles moderadamente aumentados de insulina permiten que se mantenga la gluconeogénesis, los hepatocitos almacenan el producto de este proceso (la glucosa-6-fosfato) en forma de glucógeno, en lugar de liberarlo como glucosa a la sangre. A concentraciones elevadas, la insulina puede inhibir la conversión, mediante gluconeogénesis, de lactato/piruvato y aminoácidos a glucosa-6-fosfato. La glucosa accede al hepatocito desde la sangre gracias al GLUT2, que hace de mediador en la difusión facilitada de glucosa. El GLUT2 es muy abundante en las membranas plasmáticas del hígado, incluso en ausencia de insulina, y su actividad no se ve influida por la hormona. La insulina estimula la síntesis de glucóge- no a partir de glucosa al activar la glucocinasa (recuadro numerado como 1 en la fig. 51-8) y la glucógenosintasa (recuadro 2). Esta última enzima contiene múltiples lugares de fosforilación en serina. La insulina provoca una desfosforilación neta de la proteína, incre- mentando la actividad de la enzima. Al mismo tiempo que se activa la glucógeno-sintasa, las elevaciones tanto de insulina como de glu- cosa reducen la actividad de la glucógenofosforilasa (recuadro 3). Esta es una enzima limitante para la degradación del glucógeno. La misma enzima que desfosforila (activando) la glucógeno-sintasa también desfosforila (inhibiendo) la fosforilasa. Por tanto, la insu- lina tiene efectos opuestos sobre enzimas opuestas entre sí, con el efecto neto de que estimula la formación de glucógeno. La insulina también inhibe la glucosa6fosfatasa (G6Pasa; recuadro 4), cuya Figura 51-7 Respuesta a la insulina de adipocitos normales y regulados a la baja. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino 1045 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. función es convertir la glucosa-6-fosfato (originada a partir de la glucogenólisis o de la gluconeogénesis) en glucosa. El glucógeno constituye una forma esencial de almacenar hidratos de carbono en el hígado y el músculo. El glucógeno almacenado durante el período posprandial se puede usar muchas horas después de la ingesta como fuente de glucosa. Glucólisis y gluconeogénesis La insulina favorece la conver- sión de parte de la glucosa captada por el hígado en piruvato y, a la inversa, reduce el uso de piruvato y otros compuestos de tres átomos de carbono en la gluconeogénesis. La insulina induce la transcripción del gen de la glucocinasa (recuadro numerado como 1 en la fig. 51-8) y de este modo aumenta la síntesis de esta enzima, que es la responsable de fosforilar la glucosa a glucosa-6-fosfato y de iniciar el metabolismo de la glucosa. Al fomentar la glucólisis y reducir la gluconeogénesis, la insulina induce la síntesis de un metabolito de la glucosa, la fructosa-2,6-bisfosfato. Este compues- to es un potente activador alostérico de la fosfofructocinasa (recuadro 5), una enzima fundamental en la regulación de la glucólisis. La insulina también estimula la piruvatocinasa (recua- dro 6), que produce piruvato, y la piruvatodeshidrogenasa (re- cuadro 8), que cataliza el primer paso de la oxidación del piruvato. Por último, la insulina estimula el metabolismo de la glucosa median- te la derivación de la hexosamonofosfato (recuadro 7). N51-5 La insulina también inhibe varios pasos de la gluconeogénesis. Reduce la transcripción del gen que codifica la fosfoenolpiru vatocarboxicinasa (PEPCK; recuadro numerado como 9 en la fig. 51-8), disminuyendo así la síntesis de una enzima reguladora clave necesaria para formar fosfoenolpiruvato a partir de oxala- cetato al principio de la vía de la gluconeogénesis. Unos niveles aumentadosde fructosa-2,6-bisfosfato también inhiben la actividad de la fructosa1,6bisfosfatasa (recuadro 10), que también forma parte de la vía de la gluconeogénesis. Lipogénesis La insulina promueve el almacenamiento de grasas e inhibe la oxidación de los ácidos grasos (v. fig. 58-10) mediante L a diabetes es la enfermedad metabólica grave más frecuente en los seres humanos. El rasgo distintivo de la diabetes es un aumento de la concentración de glucosa en la sangre, pero esta alteración es tan solo una de las muchas alteraciones bioquímicas y fisiológicas que tienen lugar. La diabetes no es un solo trastorno, sino que puede aparecer como consecuencia de numerosos defectos en la regulación de la síntesis, secreción y acción de la insulina. El tipo de diabetes que afecta con mayor frecuencia a los niños es la diabetes tipo 1 o DMID. En general, cuando la diabetes aparece en la edad adulta y especialmente en personas obesas se denomina tipo 2 o DMNID. Diabetes tipo 1 N51-4 La diabetes tipo 1 se debe a la destrucción selectiva y autoinmune de las células β del páncreas. Los otros tipos celulares de los islotes son respetados. La consecuencia de la pérdida de insulina y la con servación del glucagón puede considerarse una forma acelerada de ayuno o inanición. Una persona sana que ayuna durante varios días sigue secretando insulina a un ritmo bajo, suficiente para equilibrar la acción del glucagón sobre la producción hepática de glucosa y cetonas. Sin embargo, en la diabetes tipo 1 la deficiencia de insulina es más profunda, y la producción hepática de glucosa y cetonas tiene lugar a un ritmo que supera con creces la velocidad a la que se pueden utilizar. A consecuencia de ello, se incrementa la concen tración de estas sustancias en la sangre. Aunque la concentración de glucosa alcance niveles de 5 a 10 veces por encima de lo normal, no se secreta insulina porque no existen células β. Las altas concen traciones de glucosa y cetonas suponen una gran carga de solutos para el riñón, lo que ocasiona una diuresis osmótica. Además, los cetoácidos producidos son ácidos orgánicos moderadamente fuertes (pK <4,0), y un aumento en su producción ocasiona acidosis metabó lica grave (v. pág. 635). Si estos pacientes no reciben tratamiento con insulina, la acidosis y la deshidratación pueden provocar la muerte por cetoacidosis diabética. Si se diagnostican correctamente y gracias a la disponibilidad de insulina como un tratamiento eficaz, las personas con diabetes tipo 1 pueden llevar una vida plena y productiva. De hecho, algunos pacientes llevan tratándose con insulina desde hace más de 75 años. A medida que la tecnología ha ido mejorando, se ha posibilitado que los pacientes controlen sus propias glucemias y ajusten la dosis de insulina en consonancia, utilizando análogos de la insulina diseñados específicamente para que su vida media sea corta o muy larga, o bombas de insulina que la administran de forma continua a través de un catéter subcutáneo. Así, los pacientes con diabetes tipo 1 pueden evitar no solo episodios graves y potencialmente mortales de cetoacidosis, sino también las consecuencias a largo plazo de la diabetes; es decir, las lesiones vasculares que pueden provocar ceguera, insuficiencia renal y aterosclerosis acelerada. Diabetes tipo 2 En la diabetes tipo 2, la causa de la hiperglucemia es más compleja. Estos pacientes siguen produciendo insulina. Las células β no solo están presentes, sino que a menudo son hiperplásicas (al menos al comienzo de la enfermedad). Por motivos que aún se están inves tigando, las células β no responden con normalidad al aumento de la glucosa plasmática incrementando la secreción de insulina. Sin embargo, la alteración en la secreción de insulina solo es parte del problema. Si se administran dosis idénticas de insulina al hígado, al músculo y al tejido adiposo de una persona con diabetes tipo 2 y de un control sano, se observará que el paciente con diabetes tipo 2 es resistente a la acción de la insulina. De este modo, tanto la secreción de insulina como el metabolismo de la glucosa como respuesta a la hormona se encuentran alterados en la diabetes tipo 2. Probablemente existe variación entre los individuos acerca de cuál de los dos problemas (la menor liberación de insulina o la resistencia a la insulina) tiene mayor importancia en el desa rrollo de la diabetes. Normalmente, estos pacientes producen la suficiente insulina (y lo suficientemente activa) como para que no se desarrolle la grave cetoacidosis descrita en los pacientes con diabetes tipo 1. Se piensa que la resistencia a la insulina que se observa en los pacientes con diabetes tipo 2 conlleva un aumento en la preva lencia de hipertensión, obesidad y una dislipidemia caracterizada por un aumento de TG y un descenso de las lipoproteínas de alta densidad (v. fig. 4615). La resistencia a la insulina (junto con una o varias de estas otras alteraciones metabólicas) suele encontrarse en los pacientes antes de que desarrolle diabetes tipo 2 y suele denominarse síndrome metabólico. Se calcula que este conjunto de alteraciones afecta a más de 45 millones de personas solo en Estados Unidos. Ya que cada componente de este síndrome tiene repercusiones adversas sobre los vasos sanguíneos, estos sujetos tienen un riesgo especialmente elevado de aterosclerosis precoz. Se puede retrasar la aparición de muchas de las complicaciones a largo plazo de la diabetes (tanto tipo 1 como tipo 2) mediante un control estricto de la glucemia y un seguimiento minucioso de la presión arterial y los lípidos plasmáticos. CUADRO 51-5 Diabetes mellitus http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org SECCIÓN VIII • Sistema endocrino1046 Figura 51-8 Efecto de la insulina sobre los hepatocitos. La insulina tiene cuatro efectos principales sobre las células hepáticas. En primer lugar, la insulina estimula la síntesis de glucógeno a partir de glucosa al promover la transcripción de la glucocinasa (1) y activar la glucógenosintasa (2). Además, la insulina, junto con la glucosa, inhibe la degradación de glucógeno en glucosa al reducir la actividad de la G6Pasa (4). La glucosa también inhibe la glucógenofosforilasa (3). En segundo lugar, la insulina favorece la glucólisis y la oxidación de hidratos de carbono al aumentar la actividad de la glucocinasa (1), la fosfofructocinasa (5) y la piruvato cinasa (6). La insulina también estimula el metabolismo de la glucosa mediante la vía de la derivación de la hexosa monofosfato (7). Por último, la insulina promueve la oxidación del piruvato al estimular la piruvato deshidrogenasa (8). La insulina también inhibe la gluconeogénesis al inhibir la actividad de la PEPCK (9), la fructosa1,6bisfosfatasa (10) y la G6Pasa (4). En tercer lugar, la insulina estimula la síntesis y almacenamiento de grasa al aumentar la actividad de la acetilCoA carboxilasa (11) y la sintasa de ácidos grasos (12), así como la síntesis de varias apolipoproteínas que forman parte de las VLDL. La insulina también inhibe directamente la oxidación de grasas debido a que unos niveles elevados de malonilCoA inhiben la CAT I (13). La inhibición de la oxidación de grasas contribuye a la desviación de ácidos grasos hacia la esterificación en TG y el almacenamiento en forma de VLDL o gotas de grasa. En cuarto lugar, mediante mecanismos que no se conocen bien, la insulina favorece la síntesis de proteínas (14) e inhibe su degradación (15). http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino 1047 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. la modificación alostérica y covalente de enzimas reguladoras clave, así como mediante la regulación de la transcripción de enzimas (recuadros numerados en la figura 51-8). El piruvato disponible por el aumento de la glucólisis puede utilizarse para sintetizar ácidos grasos. La insulina estimula la desfosforilación dela acetilcoenzi ma A (CoA) carboxilasa 2 (ACC2; recuadro 11), que cataliza la primera etapa en la síntesis hepática de ácidos grasos. Esta desfos- forilación aumenta la síntesis de malonil-CoA, que inhibe alostéri- camente a la carnitinaacetiltransferasa I (CAT I; recuadro 13). Esta enzima convierte la acetil-CoA y la carnitina en acetilcarnitina, una reacción necesaria para que los ácidos grasos de cadena larga puedan atravesar la membrana interna de la mitocondria y ser oxidados. Por tanto, la malonil-CoA inhibe el transporte de ácidos grasos y la oxidación lipídica. Al mismo tiempo, la insulina estimula la sintasa de ácidos grasos (recuadro 12), que genera ácidos grasos. Por tanto, dado que la insulina promueve la formación de malo- nil-CoA y de ácidos grasos e inhibe la oxidación de estos últimos, esta hormona favorece la esterificación de los ácidos grasos con gli- cerol en el hígado para formar triglicéridos (TG). El hígado puede almacenar estos TG en gotas de grasa o bien exportarlos en for- ma de partículas de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL; v. pág. 968). La insulina también induce la síntesis de varias apoli poproteínas que forman parte de la partícula VLDL. Posterior- mente, el hepatocito libera estas VLDL, que salen del hígado por la vena hepática. Después, el músculo y el tejido adiposo captan los lípidos contenidos en estas partículas VLDL y los almacenan o los oxidan para obtener combustible. De este modo, mediante la regulación de la transcripción, la activación alostérica o la regulación de la fosforilación proteica, la insulina promueve la síntesis y alma- cenamiento de grasas y reduce su oxidación hepática. N51-8 Metabolismo de las proteínas La insulina estimula la síntesis proteica y al mismo tiempo reduce la degradación de proteínas en el hígado (recuadros numerados de la figura 51-8). Los mecanismos por los cuales la insulina estimula la síntesis proteica (recuadro 14) e impide la proteólisis (recuadro 15) en el hígado son complejos y no se conocen tan bien como los que regulan el metabolismo de los hidratos de carbono y los lípidos. En resumen, la insulina modula la actividad de numerosas enzimas reguladoras, que son las responsables del metabolismo hepático de los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas. La insulina estimula la captación hepática de glucosa procedente de la sangre y su acumulación en forma de glucógeno o su degradación hacia piruvato. El piruvato proporciona los elementos básicos para almacenar los átomos de carbono de la glucosa en forma de grasa. La insulina también reduce la oxidación de grasa, que normalmente aporta gran parte del ATP utilizado por el hígado. Debido a ello, la insulina hace que el hígado (y otros tejidos del cuerpo) tenga como prioridad el uso de hidratos de carbono como combustible. En el músculo, la insulina favorece la captación de glucosa y su almacenamiento en forma de glucógeno El músculo es un tejido sumamente sensible a la insulina, así como el lugar principal donde se consume la glucosa por acción de la insulina. La insulina ejerce cuatro funciones principales sobre el músculo. En primer lugar, en el músculo, a diferencia de lo que ocurre en el hígado, la glucosa atraviesa la membrana plasmática gracias al GLUT4, un transportador de glucosa sensible a insulina. El GLUT4, que se encuentra casi exclusivamente en el músculo estriado y en el tejido adiposo, pertenece a una familia de proteínas que hacen de mediadoras en la difusión facilitada de glucosa (v. pág. 114). La insulina estimula considerablemente el GLUT4 tanto en el músculo (fig. 51-9) como en la grasa (v. más adelante) mediante un proceso que implica la movilización de transportadores preformados desde un compartimento membranoso situado en el citosol celular hacia la membrana plasmática. Esta movilización aumenta el número de transportadores de glucosa presentes en la membrana plas- mática, incrementando la velocidad máxima (Vmáx) del transporte de glucosa hacia el músculo y aumentando el flujo de glucosa del líquido intersticial al citosol. Como ya se ha explicado, el mediador del transporte de glucosa al interior de los hepatocitos (v. fig. 51-8) y de las células β es un transportador de glucosa diferente, el GLUT2; la insulina no aumenta la actividad de este transportador. Las etapas enzimáticas reguladas por la insulina se indican en los recuadros numerados de la figura 51-9. El segundo efecto de la insulina sobre el músculo es incrementar la conversión de glucosa en glucógeno mediante la activación de la hexocinasa (recuadro numerado como 1 en la fig. 51-9) —que es distinta de la glucocinasa hepática— y de la glucógenosintasa (recuadro 2). En tercer lugar, la insulina aumenta la glucólisis y la oxidación al estimular la actividad de la fosfofructocinasa (recuadro 3) y de la piruvatodeshidrogenasa (recuadro 4). En cuarto lugar, la insulina también estimula la síntesis proteica en el músculo esquelético (recuadro 5) y ralentiza la degradación de las proteínas ya existentes (recuadro 6). El resultado de ello es la conservación de la masa proteica muscular, que obviamente mantiene la fuerza y la locomoción. La mayor utilización de glucosa inducida por la insulina permite al músculo reducir el uso de grasa y almacenar como TG parte de los ácidos grasos que retira de la circulación. Los TG y el glucógeno almacenados son las principales fuentes de energía que el músculo puede utilizar más tarde, cuando deba realizar un ejercicio o generar calor. El ejercicio y la insulina tienen algunos efectos paralelos inte- resantes sobre el músculo esquelético. Ambos aumentan la movi- lización de transportadores GLUT4 hacia el sarcolema y ambos incrementan la oxidación de glucosa; por tanto, ambos estimulan la captación de glucosa por parte del músculo. Además, el ejercicio y la insulina parecen tener efectos sinérgicos sobre los procesos mencionados anteriormente. Desde el punto de vista clínico, esta sinergia se manifiesta en forma de un aumento notable de la sen- sibilidad a la insulina inducido por el ejercicio, lo que se aprovecha en el tratamiento de pacientes con diabetes mellitus. En el músculo, igual que en el hígado, la insulina cambia el patrón general de metabolismo energético, actuando en múltiples sitios. En ambos tejidos, la insulina incrementa la oxidación de hidratos de carbono, conservando así los depósitos corporales de proteína y grasa. Si se ingieren más hidratos de carbono de los que se van a utilizar de forma inmediata como combustible oxidativo, se almacenan en forma de glucógeno en el hígado y el músculo o se convierten en lípidos en el hígado y se exportan al tejido adiposo y al músculo. En los adipocitos, la insulina estimula la captación de glucosa y su conversión en TG para almacenar El tejido adiposo es el tercer tejido sensible a la insulina entre los que participan en la regulación energética del organismo. Como en los casos anteriores, en los adipocitos la insulina actúa a varios niveles. Todos comienzan con la estimulación mediada por el receptor de varias vías efectoras celulares. La insulina ejerce cuatro acciones principales sobre los adipocitos. En primer lugar, el tejido adiposo contiene el mismo transporta- dor de glucosa sensible a la insulina GLUT4 que el músculo. En las células estimuladas, los transportadores preformados se movilizan http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 1047.e1 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. CAPÍTULO 51 • El páncreas endocrino Colaboración de Fred Suchy Existen diferencias en el metabolismo hepático de la glucosa y la fructosa que tienen una gran importancia para la salud en el ser humano. El metabolismo hepático de la glucosa se encuentra estrictamente regulado por la fosfofructocinasa, que es inhibida por el ATP y el ácido cítrico. De este modo, cuando existe un estado de energía suficiente, la captación hepática
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