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A C TA P ED IA TR IC A E SP A Ñ O LA , V ol . 5 9, N .o 10 , 2 00 1 50 Alteraciones en la nutrición Alteraciones en la nutrición fetal y efectos a largo fetal y efectos a largo plazo: ¿algo más que una plazo: ¿algo más que una hipótesis? hipótesis? J.M. Moreno Villares* y J. Dalmau Serra** *Unidad de Nutrición Clínica. Hospital «12 de Octubre». Madrid **Unidad de Nutrición. Hospital Universitario «La Fe». Valencia Resumen Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad en el mundo industrializado y suponen una gran morbili- dad y consumo de recursos. Se admite que las enfermedades cardiovasculares y meta- bólicas más comunes en nuestra sociedad –hipertensión, diabetes mellitus no insulino- dependiente (DMNID), dislipemia y enfer- medad coronaria– están causadas por facto- res de riesgo exógenos específicos, asociados a determinados estilos de vida que actúan sobre un individuo genéticamente suscepti- ble. Datos epidemiológicos recientes su- gieren que la nutrición pre y posnatal puede ser un factor importante en la etiopatogenia de estas enfermedades. Los estudios ini- ciales de David Barker en Southampton, han llevado a la elaboración de la teoría del impacto de las condiciones de vida intrauterina sobre la aparición de enfer- medades en la vida adulta (hipótesis de Barker), en la que se postula que la enfer- medad cardiovascular y la DMNID se ori- ginarían como mecanismo de adaptación del feto ante la malnutrición. El bajo peso o la delgadez al nacimiento se correlacio- nan firmemente con la aparición de hiper- tensión, hiperlipidemia, resistencia a la insulina o enfermedad coronaria en la edad adulta. Sin embargo, todavía quedan muchos puntos por esclarecer. Sobre todo, es nece- sario demostrar con algo más que asocia- ciones estadísticas la relación entre estos parámetros perinatales y el riesgo de enfer- medad. Se revisan también en el artículo otras alternativas a la hipótesis de Barker, en especial el papel de los glucocorticoides en el feto. Palabras clave: Enfermedad cardiovascular, crecimiento fetal, diabetes mellitus no insu- linodependiente, programación fetal, enfer- medad degenerativa, nutrición Summary Current knowledge holds that the common and interrelated cardiovascular and metabo- lic disorders of middle-age –hypertension, non-insulin-dependent diabetes mellitus, dys- lipidemia and ischemic heart disease- are caused by specific lifestyle risk factors ac- ting in adulthood upon an individual’s gene- tic background. Recent epidemiologic stu- dies in man suggest that pre- and postnatal nutrition may be important contributory fac- tors in the etiology of these diseases. These studies were initiated by David Barker in Southampton, and have led to the concept of fetal programming or the fetal origin hypothesis (Barker hypothesis), which sta- tes that cardiovascular disease and non-in- sulin-dependent diabetes originate through adaptation of the fetus when he is under- nourished. Thus, low birth weight or thin- ness at birth is a strong predictor of the subsequent development of hypertension, hyperlipidemia, insulin-resistant and non-in- sulin-dependent diabetes mellitus, and ische- mic heart disease in adult life. Nevertheless there are still many points in this hypothesis that need to be addressed. Above all, it must be demonstrated that the association between these perinatal parame- ters and risk of poorer health later in life warrants further testing. Alternatives to the Barker hypothesis, especially the role of glu- cocorticoids, are also reviewed. Key words: Cardiovascular disease, fetal growth, non-insulin-dependent diabetes, fe- tal programming, degenerative disease, nu- trition (Acta Pediatr Esp 2001; 59: 573-581) Introducción Las enfermedades cardiovasculares son la causa principal de mortalidad en el mundo Nutrición infantil 573 Yessica Resaltado Yessica Resaltado A LT ER A C IO N ES E N L A N U TR IC IO N F ET A L Y EF EC TO S A L A RG O P LA ZO ... 51 Figura 1. Teoría de la programación: la malnutrición materna durante la gestación produce una agresión in utero que altera la nutrición normal y el desarrollo fetal industrializado y suponen una gran morbili- dad y consumo de recursos. La cardiopatía isquémica y las enfermedades cerebrovascu- lares ocupan los dos primeros lugares en la lista de causas de muerte en países occiden- tales1. Ambas ocasionaron 82.341 falleci- mientos en España en 1997, y fue la primera causa de muerte tanto en hombres (20% de todas las causas) como en mujeres (24,9%)2. Se admite que las enfermedades cardiovas- culares y metabólicas más comunes en nues- tra sociedad (hipertensión, diabetes mellitus tipo II, dislipemias o enfermedad coronaria) están causadas por factores de riesgo exóge- nos específicos, asociados a determinados estilos de vida (sedentarismo, aumento en el consumo calórico y de grasas saturadas, ta- baquismo) que actúan sobre un individuo genéticamente susceptible3,4. Junto a esta teoría clásica se ha desarro- llado, en la última década, la teoría del im- pacto de las condiciones de vida intrauteri- na sobre la aparición de enfermedad en la vida adulta. Su origen se encuentra en los hallazgos de los estudios epidemiológicos inicialmente desarrollados en Gran Breta- ña5,6 y repetidos con posterioridad en países de Europa, Asia, Australia y Estados Uni- dos7,8. Los factores de riesgo ambientales actuarían así sobre los condicionantes apa- recidos en los primeros estadios del desa- rrollo9. En esta teoría (que se ha venido cono- ciendo como la «hipótesis de Barker») una agresión in utero sería capaz de producir una programación anormal de diversos sis- temas relacionados entre sí que se manifes- taría durante la vida del individuo. Esta «pro- gramación» ocurriría, según la definición de Lucas, «cuando un estímulo o agresión, que actuaría en un periodo sensitivo o crítico, produce un cambio permanente o manteni- do en la estructura o la función de un orga- nismo»10. La confirmación de esta hipótesis modificaría, en alguna medida, las estrate- gias clásicas de prevención cardiovascular basadas en la actuación sobre los marcado- res clásicos de riesgo cardiovascular11,12. El bajo peso al nacimiento no sólo se asocia a un riesgo aumentado de padecer complicaciones en el periodo neonatal, y a un aumento en la mortalidad perinatal, sino que además se asocia a mayor riesgo de enfermedad en la vida adulta (figura 1). Datos epidemiológicos Los primeros estudios epidemiológicos que apoyan la «teoría de Barker» proceden de Rose y Forsdahl. El primero describe la ele- vada incidencia de fetos muertos y la alta mortalidad infantil entre hermanos de pa- cientes con enfermedad coronaria13. El se- gundo encontró que aquellas regiones de Noruega en las que había mayor incidencia de enfermedad coronaria eran las mismas que habían tenido una elevada mortalidad infantil 50 años antes14. Más tarde, Barker y Osmond mostraron que las tasas de mortali- dad por enfermedad coronaria en diferentes áreas de Inglaterra y Gales coincidían con las de mayor mortalidad neonatal en las primeras décadas del siglo XX15,16. Este ha- 574 Malnutrición materna Menor desarrollo fetal Programación anormal de diversas vías metabólicas Manifestación temprana Manifestación tardía Aumento de la morbimortalidad perinatal Aumento de la morbimortalidad coronaria en la vida adulta Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado A C TA P ED IA TR IC A E SP A Ñ O LA , V ol . 5 9, N .o 10 , 2 00 1 52 llazgo les sirvió para postular la hipótesis de que un crecimiento intrauterino pobre, ma- nifestado como un bajo peso al nacimiento, se asociaba a un mayor riesgo de desarrollar enfermedad coronaria en la edad adulta17. Estos hallazgos son independientes de fac- tores ambientales, clase socialy consumo de tabaco o alcohol durante el embarazo18. Este grupo de trabajo de Southampton ha desarrollado su hipótesis en más de 50 artí- culos y en varios libros19,20. Con posteriori- dad, la malnutrición fetal se ha postulado como asociada al desarrollo de resistencia insulínica21, hipertensión22, hiperlipidemia23 y valores elevados de fibrinógeno en plas- ma24. Algunos de estos estudios se centran en asociar determinados patrones de crecimien- to intrauterino a enfermedades específicas del adulto25. Así, la combinación de una pla- centa grande y un recién nacido pequeño26 o un recién nacido pequeño con hábito consti- tucional delgado27 parecen ser marcadores de riesgo de hipertensión, mientras que la delgadez al nacimiento es un predictor más potente de resistencia a la insulina28,29. La idea de que la nutrición fetal podía tener efectos a largo plazo no era nueva. Los estudios clásicos de Widdowson y McCance en animales mostraron que los que tenían bajo peso al nacimiento no llegaban a alcan- zar el tamaño de sus congéneres nacidos con peso normal ni al llegar a la madurez30,31; una disminución en el número de células de algunos órganos diana sería la explicación de este fenómeno. Determinantes del crecimiento fetal El crecimiento y el desarrollo del feto están determinados por tres factores: el estado nutricional de la embarazada, la función pla- centaria y la capacidad del feto para utilizar los nutrientes. Estado nutricional de la embarazada Se ha demostrado en ratas que una dieta restrictiva, sobre todo de proteínas, durante el embarazo causa una disminución del peso al nacimiento y en la edad adulta, hiperten- sión e intolerancia a la glucosa32-36. Algunos órganos de estos animales (páncreas, bazo, músculo e hígado) presentan un tamaño menor, mientras que el cerebro y los pulmo- nes mantienen un crecimiento normal. Algunos datos en humanos apoyan la teo- ría de que la malnutrición materna es uno de los factores que influyen en la programación fetal. Se ha observado que una disminu- ción de la ingestión materna o de la capaci- dad de absorción puede causar un crecimien- to fetal menor37. Sin embargo, la variabilidad individual en la respuesta a la restricción energética y proteica es grande. La malnutri- ción durante la gestación puede producir defectos persistentes, como la reducción del número de células de los tejidos, la modifica- ción estructural de los órganos, la selección de ciertos clones de células y la modifica- ción en el ajuste de ejes hormonales clave. El impacto a largo plazo dependerá del esta- dio en el que se produzca la malnutrición, de su duración e intensidad. Cada órgano y tejido tiene un periodo crítico o sensible, de mayor replicación celular, durante el cual se verá más afectado38. La hiperglucemia y la hipoglucemia en la embriogénesis precoz pueden asociarse a un bajo peso al nacer. Si se produce una defi- ciencia en nutrientes en la mitad de la gesta- ción, sobre todo si es moderada, afecta al feto pero no a la placenta. La hipertrofia placentaria es un mecanismo de adaptación para mantener el aporte de nutrientes. Al final de la gestación, el efecto de la malnu- trición materna es inmediato: se retrasa el crecimiento fetal y se altera la relación entre el feto y la placenta. Los hijos nacidos de madres holandesas sometidas a una inges- tión muy reducida (400-800 kcal/día) duran- te el tercer trimestre de embarazo durante la Segunda Guerra Mundial presentaban bajo peso al nacimiento. Esos niños tenían en la edad adulta una menor tolerancia a la gluco- sa y una mayor resistencia insulínica39. Esta asociación entre malnutrición materna e in- tolerancia a la glucosa podría explicarse por una alteración permanente en la función de las células beta del páncreas o por una mo- dificación en la sensibilidad tisular a la insu- lina que ocurriría durante la vida fetal pero que se manifestaría con posterioridad (hipó- tesis del «fenotipo ahorrador») (figura 2)40. Función placentaria Es bien conocido que una insuficiencia pla- centaria causa una disminución en el creci- miento fetal. La falta o el inadecuado desa- rrollo del lecho vascular produce una merma en la circulación placentaria que, a su vez, origina fenómenos de trombosis e infartos que condicionan una reducción en la masa de tejido placentario funcionante. La conse- cuencia final es un aporte disminuido de oxígeno y nutrientes al feto y un retraso del crecimiento intrauterino41,42. No obstante, otros autores señalan que en situaciones de déficit de aporte nutritivo a la madre se encuentran placentas incrementadas de ta- maño: madres anémicas durante el embara- zo43, aumento de ejercicio44 o en las que viven a grandes altitudes45. No parece, por tanto, claro el papel de la placenta en la teoría de la programación fetal. Estudios en animales mostraron que si una madre era bien alimentada antes de la concepción y mal alimentada al comienzo de ella, la pla- centa se agrandaba. Esto no ocurría si la madre estaba mal alimentada antes de la concepción46. 575 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado A LT ER A C IO N ES E N L A N U TR IC IO N F ET A L Y EF EC TO S A L A RG O P LA ZO ... 53 Figura 3. Influencia de la nutrición materna y en el útero sobre el feto y las consecuencias de la «programación fetal» (Modificado de Gold- berg y Prentice, ref. 46.) Capacidad del feto para utilizar los nutrientes Existen situaciones en las que, a pesar de la buena nutrición de la madre y de la adecua- da función placentaria, se produce un creci- miento intrauterino pobre. Éste es el caso de las cromosomopatías, las malformacio- nes uterinas o fetales o las infecciones in- trauterinas. Hipótesis y mecanismos de enfermedad Barker y cols. han construido un modelo que comprende una hipótesis de trabajo y una serie de mecanismos que explican las relaciones entre crecimiento intrauterino pobre y enfermedad en la edad adulta. De una forma muy general esto se expresa en la figura 3. Relación entre crecimiento intrauterino e hipertensión arterial Tras sus observaciones iniciales, estos auto- res sugirieron que las condiciones intrauteri- nas adversas podrían llevar a un aumento en la presión arterial fetal para mantener la perfusión placentaria, persistiendo esta ele- vación tras el nacimiento. Cuando posterior- mente se analizaron los datos con más deta- lle y se valoraron los pesos al nacimiento tanto del niño como de la placenta y otras medidas antropométricas, observaron que la presión arterial más elevada se producía en las personas que habían sido recién nacidos pequeños con placentas grandes26. Otro gru- po con mayor riesgo de hipertensión era el de los recién nacidos de peso normal pero de longitud más corta. Para aquellos con peso placentario más bajo, la elevación de la pre- sión arterial se asociaba con bajo índice ponderal (peso dividido entre el cubo de la longitud); mientras que para los de peso placentario mayor, la elevación de la pre- sión arterial se relacionaba con una ratio perímetro cefálico/longitud mayor. Las dife- rencias en la tensión arterial asociadas con el peso al nacimiento son pequeñas en la infancia pero se magnifican a lo largo de la vida47,48. Aunque no se sabe qué inicia la hiperten- sión arterial en la vida intrauterina, el corti- sol parece desempeñar un papel. El recién nacido con retraso en el crecimiento tiene una concentración de cortisol plasmático elevada que podría inducir una hipertensión en la vida adulta, quizás al mejorar la sen- sibilidad vascular a la angiotensina II49. Otra posible explicación es una pérdida de la elas- ticidad de las paredes vasculares que condu- ciría a cambios en la estructura vascular27. 576 Figura 2. Hipótesis del fenotipo ahorrador: una deficiente nutrición fetal puede alterar el desa- rrollo de diferentes tejidos, entre ellos, el pán- creas endocrino. La exposición en la edad adul- ta a un ambiente de abundancia daría lugar a la aparición de intolerancia a la glucosa (To- mada de Halesy Barker, ref. 21.) Malnutrición materna Malnutrición fetal y bajo peso al nacimiento Reducción del desarrollo de las células � del páncreas Reducción del número de células � en el adulto Ambiente de escasez, hambre y/o gran actividad física Ambiente de abundancia, obesidad, sedentarismo Compensación Intolerancia a la glucosa Nutrición Calidad, cantidad y composición de la dieta. Malnutrición y obesidad Estado de la madre Socioecónomico Peso, talla, IMC Composición corporal Embarazo Ganancia de peso Composición de la ganancia de peso Carencias nutricionales Ratio peso placenta: feto Programación Desarrollo Estructura Función de órganos y tejidos Resultados Peso al nacimiento Longitud Peso placenta Perímetro cefálico, torácico y abdominal Adulto Enf. cardiovascular Enf. pulmonar Hipertensión Hiperlipidemia Ratio cintura: cadera Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado A C TA P ED IA TR IC A E SP A Ñ O LA , V ol . 5 9, N .o 10 , 2 00 1 54 Enfermedad cardiovascular Los datos de los estudios epidemiológicos sobre 16.000 hombres y mujeres nacidos en Hertfordshire entre 1911 y 1930 y seguidos más allá de 1995 mostraron que la tasa de mortalidad por enfermedad coronaria dismi- nuía progresivamente desde los que pesaban 2.500 g o menos al nacimiento hasta los que pesaban 4.300 g50. Esta tendencia se corres- ponde también con la hipertensión y la into- lerancia a la glucosa, factores conocidos de riesgo cardiovascular. Estudios semejantes en otras poblaciones llevaron a conclusio- nes similares51-53. Son varios los mecanismos que podrían explicar esta asociación: desarrollo de una resistencia a la insulina, alteraciones en el metabolismo lipídico o en otros factores hematológicos, como se explicará más ade- lante. Cuando se estudió con ecografía Doppler el flujo carotídeo en un grupo de adultos nacidos en el hospital de Sheffield (Gran Bretaña), entre 1922 y 1930 de los que se tenía el peso al nacimiento, se encontró un mayor grado de estenosis carotídea en aque- llos cuyo peso o perímetro cefálico al naci- miento eran menores. Es decir, la ateroscle- rosis en arterias carotídeas es más frecuente y más grave en aquellos adultos que presen- tan un crecimiento fetal más pobre54. Colesterol sérico y factores de la coagulación Los estudios realizados a partir de la cohor- te de Sheffield muestran que las alteraciones en el metabolismo del colesterol y en los factores de la coagulación se relacionan con el tamaño al nacimiento, en especial, una longitud pequeña con relación al perímetro cefálico. Como consecuencia de la malnutri- ción en la etapa final del embarazo, el creci- miento de la cabeza (y, por tanto, del cere- bro) se mantendría a expensas del tronco23. No sólo se afecta la longitud fetal sino tam- bién el perímetro abdominal. Las concentra- ciones séricas de colesterol total y cLDL en un grupo de hombres y mujeres de 50 años de edad disminuyeron progresivamente con el aumento de la circunferencia abdominal23. Otro tanto ocurre con el fibrinógeno plasmá- tico24. Según los autores de esta hipótesis, como la circunferencia abdominal refleja el tamaño del hígado, esta disminución es se- ñal de un menor desarrollo del hígado. Pues- to que tanto el metabolismo del colesterol como el del fibrinógeno son regulados en el hígado, la consecuencia es un reajuste en su metabolismo que persiste en la vida adulta. La medición del tamaño hepático mediante ecografía ha permitido comprobar que el tamaño del hígado en los recién nacidos de bajo peso es menor que en los de peso adecuado al nacimiento55-57. Las concentraciones séricas de colesterol, pero no las de fibrinógeno, parecen también estar fuertemente relacionadas con el méto- do y la duración de la alimentación en el periodo de lactancia58. Morley y cols. evidenciaron una elevación en el valor de triglicéridos plasmáticos en adolescentes (11-15 años) en función del menor peso al nacimiento. Estos mismos autores no encontraron, sin embargo, modi- ficación en las concentraciones de fibrinó- geno plasmático en función del peso al nacimiento, pero sí una elevación de su concentración cuando la situación socioeco- nómica era peor59. Sumario de la hipótesis de la «programación fetal» (teoría de Barker) Los estudios epidemiológicos, sobre todo los del grupo de Barker en Southampton, muestran que aquellos individuos con un bajo peso al nacimiento tienen un riesgo aumenta- do de padecer enfermedad cardiovascular y otras alteraciones asociadas (accidente cere- brovascular, diabetes no insulinodependien- te, hipertensión arterial y síndrome plurime- tabólico) en la edad adulta. Estos hallazgos dieron lugar a la hipótesis del origen fetal de la enfermedad o de la programación fetal, que establece que la enfermedad cardiovas- cular y la diabetes no insulinodependiente se originan por la adaptación del feto a la malnutrición intrauterina25. Recientemente, ha tenido lugar en la India el Primer Congre- so Mundial dedicado a los orígenes fetales de la enfermedad del adulto60. Hasta cuatro fenotipos al nacimiento se han relacionado con enfermedad en la edad adulta: – Los recién nacidos delgados tienden a ser resistentes a la insulina cuando llegan a adultos. – Aquellos de menor longitud en relación con el perímetro cefálico, y que tienen una circunferencia abdominal menor, tienden a tener valores elevados de cLDL y de fibrinó- geno plasmático. – Los recién nacidos de talla baja y peso elevado tienden a ser deficientes en insulina y presentar diabetes no insulinodependiente en la edad adulta. – Los niños con placentas grandes con relación al peso fetal tienden a tener presio- nes arteriales elevadas. El peso al nacimiento está determinado tanto por factores genéticos como por el aporte de nutrientes y oxígeno intrauterino. Los factores maternos, por tanto, desempe- ñan un papel importante en el peso del re- cién nacido. Se ha podido comprobar en casos de donación de óvulos que los facto- res que más influyen en el peso al nacimiento eran la edad gestacional y el peso de la receptora, pero no el peso de la donante, su peso al nacimiento o el de sus propios hijos61. 577 Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado A LT ER A C IO N ES E N L A N U TR IC IO N F ET A L Y EF EC TO S A L A RG O P LA ZO ... 55 También, por sí mismo, el tamaño al naci- miento condiciona la estatura final. La talla es dependiente no sólo de factores genéti- cos (la talla de los padres), sino también de la magnitud del crecimiento fetal62-66. Sin embargo, existen todavía numerosos puntos oscuros en la teoría de la programa- ción fetal67. Ninguno de los estudios epide- miológicos del grupo de Southampton facili- ta datos sobre la ingestión de nutrientes por la madre; se infiere la existencia de malnu- trición fetal a partir del bajo peso al naci- miento. Además, en gemelos que en general tienen un crecimiento más lento en el tercer trimestre, no ha podido encontrarse un in- cremento del riesgo de enfermedad cardio- vascular68. El tamaño de la placenta aumen- ta en situaciones de posible malnutrición (p. ej., anemia), pero también en presencia de diabetes, tabaquismo, mayor edad gestacio- nal y obesidad materna, lo que hace muy difícil la interpretación del dato del tamaño placentario en el riesgo de enfermedad car- diovascular. Además, gran parte de las hipó- tesis del grupo de Barker se basan en la observación de un grupo muy limitado de individuos, que constituyen sólo una cohor- te de la población de la que proceden. Las pérdidas por fallecimiento, emigración o in- capacidad para contactar conlos supervi- vientes son difíciles de distribuir de forma uniforme entre los grupos. Tampoco se han tenido en consideración, probablemente por no disponer de datos, otros factores de co- nocida influencia en el peso al nacimiento: tabaquismo materno o clase social69. Quizá también convenga realizar una reflexión so- bre la antropometría, pues se ha tomado como marcador nutricional en el recién na- cido y en el lactante, aunque muchos otros factores no nutricionales pueden afectar es- tas medidas. Por otra parte, la distribución de la mal- nutrición fetal y la incidencia de enfermedad cardiovascular no son las mismas en todo el mundo. La situación de los países en vías de desarrollo difiere de la de los países occi- dentales. Tampoco está claro que las razo- nes que condujeron a un patrón de restric- ción del crecimiento fetal a principios del 578 Figura 4. Posible esquema de interacciones entre factores maternos y genéticos que actuarían sobre el crecimiento fetal y modificarían la respuesta de la descendencia en la vida adulta (De Seckl, ref. 75.) Ambiente materno adverso Placenta Genes, ambiente (dieta, hormonas, esteroides) Aumento glucocorticoides Descenso de factores de crecimiento Genes Ambiente (obesidad, tabaco, alcohol, exceso de sal, sedentarismo, estrés) 11-β-HSD 2 disminuido Otros factores placentarios Disminución del crecimiento fetal Aumento glucocorticoides Descenso de factores de crecimiento Programación de tejidos fetales (respuestas vasculares, eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, homeostasis glucosa-insulina) Paso del tiempo Genes Ambiente (dieta, hormonas, factores de crecimiento) Enfermedad en el adulto Malnutrición Estrés Tabaco Alcohol Drogas Diabetes Enfermedad anemia Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado Yessica Resaltado A C TA P ED IA TR IC A E SP A Ñ O LA , V ol . 5 9, N .o 10 , 2 00 1 56 siglo XX en los países occidentales sean las mismas que las actuales. Se necesita ir más allá de las asociaciones estadísticas. La hipótesis de trabajo es, cuan- do menos, atractiva pero es necesaria su demostración, máxime cuando de ella se derivan implicaciones importantes para la salud pública. Algunos autores apuntan la ne- cesidad de precisar los conceptos de nu- trición fetal y crecimiento fetal70. Aunque el peso al nacimiento se ha utilizado en la mayoría de estudios sobre prevalencia y consecuencias del retraso del crecimiento intrauterino, bien por sí mismo o ajustado a la edad gestacional, la distinción entre creci- miento intrauterino retrasado simétrico o armónico, fruto de una alteración duradera, o asimétrico o no armónico, cuando el cre- cimiento se afecta en el último trimestre, parece una clasificación arbitraria. No es infrecuente encontrar recién nacidos entre ambas categorías. Por tanto, parece necesa- rio encontrar otros índices de pobre creci- miento intrauterino que ayuden a determi- nar cuáles serán los recién nacidos de riesgo. Probablemente, la combinación de medidas antropométricas, biofísicas y bioquímicas pueda dar la clave. Entre los parámetros biofísicos que ayudan a determinar el bien- estar fetal está la medida del patrón de flujo en los vasos fetales o fetoplacentarios. Es necesario correlacionarlo con enfermedad cardiovascular o diabetes en la edad adulta. Una explicación alternativa a la hipótesis de Barker respecto a la asociación entre bajo peso al nacimiento, aumento del tama- ño placentario e hipertensión en la vida adul- ta hace mención al papel de los esteroi- des71,72. Algunos datos de sobrexposición fetal a los corticoides sugieren un papel posible en la programación fetal de la en- fermedad cardiovascular o metabólica del adulto. Los glucocorticoides administrados prenatalmente alteran la velocidad de madu- ración de algunos órganos; este efecto es transitorio en algunos de ellos, pero perma- nente en otros. Los receptores intracelulares de glucocorticoides se expresan en la mayo- ría de los tejidos fetales ya desde la mitad de la gestación o antes. En animales de experi- mentación se ha demostrado que la exposi- ción prenatal a glucocorticoides produce elevación de la presión arterial de sus des- cendientes en la edad adulta así como hiper- glucemia72,73. El feto posee valores de gluco- corticoides inferiores a los de su madre; este gradiente se alcanza por la acción de la 11- beta-hidroxisteroide deshidrogenasa tipo 2 (11-beta-HSD 2), que cataliza el paso de cor- tisol y corticosterona a sus formas inertes (cortisona, 11-beta-dehidrocortisona)74. El ac- ceso de una mayor cantidad de glucocor- ticoides maternos al feto a causa de una deficiencia relativa en 11-beta-HSD 2 placen- taria podría afectar el crecimiento y progra- mar respuestas que llevarían a enfermedad en la vida adulta71. En la rata, una dieta restringida en proteí- nas atenúa la acción de esta enzima. De ser cierto este efecto en humanos, podría ser el mecanismo que une factores ambientales maternos con crecimiento fetal y «programa- ción»75. En la figura 4 se expresa el posible papel de los glucocorticoides en el fenóme- no de la programación. Para Hatteresley y Tooke, en otra hipóte- sis de trabajo distinta, la relación entre el bajo peso al nacimiento y la resistencia insu- línica, la hipertensión y la enfermedad coro- naria en la vida adulta, se explicaría no como respuesta a la malnutrición materna sino a causa de una resistencia a la insulina determinada genéticamente, que conduciría a una alteración en el crecimiento fetal me- diado por insulina, así como a las manifesta- ciones de la resistencia a la insulina en la vida adulta76. Mientras llegamos a conocer con más pro- fundidad los aspectos relacionados con el origen fetal de enfermedades de la vida adul- ta, los datos existentes permiten enfatizar la importancia de la nutrición durante el emba- razo. Esta atención a la embarazada o inclu- so antes repercutirá positivamente, no sólo en el momento perinatal, sino también servi- rá para mejorar la salud de generaciones posteriores. Sin embargo, no puede darse la impresión de que el curso de las enfermeda- des degenerativas del adulto es fruto exclu- sivo de lo acontecido en el útero. Incluso en la teoría del origen fetal de la enfermedad se reconoce el papel de los influjos ambienta- les en el desarrollo de la enfermedad en individuos susceptibles por su desarrollo y crecimiento precoz. Bibliografía 1. Murray CJL, López AL. Alternative visions of the future: projecting mortality and disability, 1990-2020. En: Murray CJL, López AL, eds. The global burden of disease: a comprehensive as- sessment of mortality and disability from di- seases, injuries and risk factors in 1990 and projected to 2020. Harvard University Press, Boston, 1996: 325-395. 2. Martínez de Aragón MV, Llácer A. Mortalidad en España en 1997. 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