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3 - Lambert, M J Introducción y reseña histórica

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Introducción y reseña histórica 
Michael J. Lambert 
 
Traducción: Lic. Cristina Tenreyro 
Revisión técnica: Lic. Lemwra Lieverulag 
 
La psicoterapia ha recorrido un largo camino desde sus humildes orígenes como un "movimiento 
nuevo" a comienzos del siglo XX y continúa siendo un campo caracterizado por cambios de énfasis 
en determinados temas, nuevos desarrollos y considerable controversia. Recibe una notable atención, 
por parte de los medios masivos de comunicación, los que le confieren un importante espacio tanto 
en la televisión como en novelas, películas, Internet (Barkham, Stiles, Connell, Twigg, Leach y Angus, 
2008) y sus métodos ocupan un lugar destacado en la industria de la "autoayuda". Es considerada 
como una forma indispensable de tratamiento para muchos problemas de salud mental y crisis 
personales y representa un área en la que están involucrados un número creciente de profesionales y 
paraprofesionales. 
Su evolución ha sido adecuadamente resumida en The History of Psychotherapy: Continuity and 
Change, Norcross,Vandenbos y Freedheim (2011). 
En contraste con esta difusión popular, investigación los procesos y efectos de la mucho menos 
conocida y en cierta medida, representa un aspecto menor en la tarea que llamamos psicoterapia, con 
su énfasis y su aplicación en la práctica profesional. Sin embargo, una búsqueda realizada por ISI 
Web of Knowledge (un buscador de Internet) revela que se han publicado alrededor de 60.000 
artículos académicos sólo en los últimos 30 años. Si cada uno de, estos artículos llevara una hora de 
lectura, la lectura completa de esta bibliografía llevaría aproximadamente 13 años (trabajando a un 
ritmo de un artículo por hora, sin parar durante 12 horas por día) y esto no incluye todos los capítulos 
de libros, informes ni artículos en publicaciones no académicas. 
El campo de la investigación en psicoterapia es también una empresa vital y en evolución, que 
complementa la práctica clínica que los psicoterapeutas practican a partir de teorías; y se está 
transformando rápidamente en la base de las guías de tratamiento y de las "mejores prácticas clínicas" 
en uso en el mundo actualmente. 
Las distintas formas que fue tomando la investigación durante estos años reflejaron una evolución 
similar a la de la psicoterapia misma -buscando comprender cada vez con mayor precisión los factores 
- que llevan a la mejoría del paciente. Esta evolución ha sido adecuadamente resumida en las 
ediciones de este manual. (Bergin y Garfield, 1971, 1994; Garfield y Bergin, 1978, 1986; Lambert, 
2004). 
Antes de analizar las tendencias y los temas actuales de la investigación en psicoterapia, se presenta 
una reseña histórica con el propósito de situar la investigación actual en el contexto de las practicas 
de investigación anteriores registrados en la sociedad en general. Este panorama general incluye 
comentarios acerca de las tendencias en la práctica clínica, el entrenamiento básico para los 
profesionales, los sistemas de pago y algunas cuestiones de interés Finalmente, se incluye una reseña 
de los contenidos del libro. 
 
 
ANTECEDENTES HISTÓRICOS 
 
Desde fines del siglo XIX hasta aproximadamente 1960, Freud y sus colegas más destacados fueron 
la influencia dominante en la psicoterapia. Aun después de su muerte en 1939, los seguidores de 
Freud continuaron defendiendo al psicoanálisis y creando variaciones y modificaciones significativas 
de su esquema original. Adler, Jung, Honey y Sullivan, entre otros, propusieron modificaciones 
importantes pero mantuvieron los conceptos tradicionales del pensamiento freudiano, tales como: la 
importancia de las experiencias tempranas de vida, el conflicto reprimido, la motivación inconsciente, 
las defensas y otros similares. 
La investigación sobre estos métodos se publico ya en 1924 (Bergin, 1971). Luego del surgimiento 
de los movimientos de influencia freudiano comenzaron a aparecer otros enfoques psicoterapeúticos. 
La terapia centrada en el cliente, desarrollada por Carl Rogers (1942), implico un alejamiento 
significativo del punto de vista freudiano en el que el terapeuta era considerado el experto a expensas 
del paciente. Rogers enfatizó el potencial de autoayuda del paciente a través de una actitud positiva 
hada si mismo y la necesidad de que el terapeuta ofrezca un ambiente rico en respeto y calidez así 
como una conexión empática. Se consideraba que un cambio positivo de personalidad era inevitable 
en ese tipo de ambiente. El uso de las interpretaciones, tan comunes en el tratamiento freudiano, era 
visto no sólo como inútil sino también como potencialmente dañino. 
Otros desarrollos más radicales incluyeron el crecimiento de enfoques basados en el aprendizaje, que 
aparecieron tempranamente, desde 1920 en adelante. (Jones, 1924; O. Mowrer y Mowrer, 1938). Los 
procedimientos basados en el aprendizaje enfatizaron la conducta del paciente, las contingencias 
situacionales y un rol activo/directivo del terapeuta. Estos enfoques no tuvieron un fuerte impacto 
sobre la psicoterapia basta la publicación en de "Psychotherapy by Reciprocal Inhibition” 
(Psicoterapia por Inhibición Recíproca), de Wolpe. Desde entonces los psicólogos han tenido gran 
influencia en el desarrollo de enfoques orientados a cambios conductuales basados en el aprendizaje. 
Tanto la posición de Rogers, como la de los métodos basados en el aprendizaje, ponían un gran énfasis 
en la importancia de evaluar formalmente los efectos dela terapia que sido obtenidos por otras 
orientaciones. 
El equipo de investigación de Rogers aplicó técnicas seguras de registro de sesiones reales, lo que 
permitió que los investigadores examinaran cuidadosamente cada encuentro, momento a momento, 
mediante lo cual se redujo el misterio de la sesión terapéutica y se identificaron correlatos cambio 
tanto positivo como negativo. Los métodos basados en el aprendizaje pusieron más énfasis en 
monitorear las respuestas al tratamiento y su conexión con las intervenciones guiadas por el terapeuta. 
Ambos métodos eran relativamente breves (duraban semanas , o meses) en comparación con las 
técnicas del psicoanálisis o similares (que duraban años), un factor que aumentaba la viabilidad de 
encuestas de investigación. 
El surgimiento de la terapia cognitiva fue un desarrollo natural de las limitaciones de los métodos 
basados en el aprendizaje con su énfasis sobre la conducta a expensas del pensamiento, pero también 
representó la insatisfacción con los tratamientos psicoanalíticos. La terapia cognitiva era 
particularmente apoyada por Ellis (1962) y Beck (1970) y lideró los tratamientos basados en la teoría 
para mediados de 1970, con la publicación por parte de Beck ( 1976) de "Cognitive Therapy and the 
Emotional Disorders" (Terapia Cognitiva y los Trastornos Emocionales). Estos trabajos y otros 
relacionados, tales como la aparición de la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1969) mostraban 
ricos contrastes entre las teorías cognitivas y los métodos de tratamiento, y ésto condujo a un fuerte 
énfasis en la investigación. 
Las décadas de 1950 y 1960 fueron un período estimulante e innovador para el campo de la 
psicoterapia y de la salud mental en general. El movimiento de salud mental en la comunidad, junto 
con fuerzas adicionales surgidas en el seno de la psicología misma, condujeron a la declinación de la 
popularidad de los tratamientos a largo plazo, y objetaron muchos de los supuestos psicodinámicos 
acerca de las intervenciones para lograr cambios en el comportamiento. Estas objeciones provenían, 
en gran medida, de fuerzas sociales que presionaban para lograr que los tratamientos fueran accesibles 
a todos los segmentos de la población. La necesidad de reducir la duración del tratamiento continúa 
hoy en día y se ha acelerado en las dos últimas décadas debido 
a presiones económicas y a los costos de hacer la terapia más accesible a todos. Dentro de lapsicología, las cuestiones teóricas han sido una potente fuerza de empuje hacia cambios en el 
tratamiento (DeLeon, Kenkel, Garcia-Shelton, y VandenBos, 2011) pero los resultados de la 
investigación también han sido importantes y, en la actualidad, se han transformado en una fuerza 
dominante (por ejemplo, Evidence-Based Psychotherapy: Where Practice and Research Meet, 
Goodheart; Kazdin, y Steinberg, 2006). En la historia de la psicoterapia, más allá de las necesidades 
de la práctica, las batallas teóricas acerca de las causas y de las curas de la psicopatología ocuparon 
un lugar muy destacado. 
La controversia teórica que se estaba gestando entre los modelos de tratamiento, con sus supuestos y 
prácticas implícitos, se cristalizó en el controvertido artículo publicado por el psicólogo británico11 
Hans Eysenck. Eysenck publicó una temprana reseña de 24 artículos, concluyendo que no había 
evidencia en las investigaciones realizadas que apoyara la efectividad de la psicoterapia si se la 
comparaba con grupos que no recibían psicoterapia, y que el psicoanálisis era menos efectivo que la 
ausencia de tratamiento (Eysenck, 1952). Esta afirmación tan provocativa fue fuertemente criticada 
por numerosos psicólogos (e.g., Bergín, 1971; Larnbert, 1976). Sin embargo, el artículo de Eysenck 
fue importante para hacer surgir un considerable interés en las investigaciones científicas en 
psicoterapia. Desde entonces ha habido un aumento espectacular tanto en la cantidad como en la 
calidad de las investigaciones psícoterapéuticas, cuyas nuevas conclusiones son el foco de éste 
manual y de sus anteriores ediciones. 
Desde la revisión. de Eysenck (1952), la mayoría de las revisiones que evalúan la eficacia de la 
psicoterapia han sido mucho más positivas. Ya en 1970 había tantos estudios sobre el resultado de los 
tratamientos que se requería la ''paciencia de Job y la mente de un auditor bancario" para integrar toda 
la información. (Meltzoff y Korneich, 1970). Esta tarea fue emprendida por varios investigadores 
(Bergín, 1971; Bergin y Lambert, 1978; Meltzoff y Korneich, 1970). Con el surgimiento de las 
técnicas estadísticas de meta-análisis, las revisiones de esta creciente bibliografía fueron sometidas a 
análisis cuantitativos, lo que permitió resumir una gran cantidad de información proveniente de estos 
estudios. El libro de Smith, Glass y Miller (1980) fue el "reanálisis”, más extenso de la literatura 
publicada acerca de los efectos de los tratamientos psicoterapeúticos. A través del análisis de más de 
475 estudios confirmó los hallazgos de anteriores revisiones: los efectos de la psicoterapia son 
superiores a la ausencia de tratamiento y al placebo, y las diferentes terapias parecen tener efectos 
equivalentes para una variedad de trastornos, (ver el Capítulo 6 de este volumen para una mayor 
explicación del tema). Desde el trabajo de Smith y cols. (1980), el número de estudios en psicoterapia 
ha aumentado notoriamente y, consecuentemente, las revisiones meta-analíticas son tan numerosas 
que sólo el ponerse al tanto de estas revisiones se vuelve una tarea agobiante. Sin pretender ser 
exhaustivos, los capítulos de este libro proporcionan una integración de los efectos de la psicoterapia, 
con énfasis sobre los hallazgos recientes en investigación. Se basan principalmente en los hallazgos 
de los estudios cuantitativos. 
Los estudios meta-analíticos de los efectos de la psicoterapia han evolucionado, y de ser muy escasos 
en la década de 1980 han pasado a ser muy comunes en la actualidad, lo que proporciona estimaciones 
más precisas tanto de los efectos de los tratamientos psicológicos como de los factores coadyuvantes. 
Varios otros desarrollos han tenido lugar en este campo y merecen ser destacados. Se han expandido 
el número y los tipos de psicoterapia. Los psicoterapeutas han aumentado en número y en diversidad, 
como también los programas de entrenamiento, Los sistemas de reembolso del tratamiento han 
cambiado notablemente, y surgen como una fuerza poderosa tanto en la práctica profesional como en 
la investigación y se pone un gran énfasis en proveer el tratamiento correcto para cada: trastorno. 
Todos estos temas merecen un mayor análisis y se destacan a continuación, además de ser tratados 
por los autores de los diferentes capítulos. 
 
 
TEMAS 
 
Un tema central de la práctica y la investigación contemporáneas es el hecho de que los profesionales 
que se dedican a la clínica no toman en cuenta o no integran los hallazgos de la investigación a su 
actividad cotidiana, y el desafío consiguiente, para los investigadores, de transformar sus hallazgos 
en recomendaciones con utilidad clínica para la práctica profesional. 
Integración de la investigación y la práctica profesional 
 
 
1Hans Eysenck nació en Alemania, pero emigró a Gran Bretaña en 1933 tras la ascensión del nazismo al poder. Vivió allí 
el resto de su vida, falleciendo en 1996 (N. del T.) 
La importancia de la investigación para guiar la práctica clínica ha sido limitada históricamente. Las 
teorías que guían intervenciones se desarrollaron y diseminaron por lo general independientemente 
de los estudios de investigación. A pesar de las abundantes declaraciones sobre la importancia de la 
investigación para la práctica, muchos profesionales no encuentran utilidad clínica en los reportes de 
investigaciones sobre tratamientos. Los artículos que informan sobre ensayos clínicos no suelen ser 
considerados entre las fuentes importantes de información sobre tratamiento (Cohen, Sargent, y 
Sechrest, 1986; Morrow-Bradley y Elliott, 1986). Sin embargo varias fuerzas dinámicas confluyeron 
en un renovado interés por los resultados de la investigación y su integración con la rutina profesional. 
Estas fuerzas son tanto teóricas como económicas. El surgimiento de los tratamientos cognitivo- 
conductuales y la creciente especificidad del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders 
(DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría (2000) han llevado a aumentar el interés por el 
desarrollo de tratamientos específicos para trastornos específicos. En años recientes creció el interés 
por determinar qué forma de terapia es más efectiva dentro de las clasificaciones diagnósticas. Por 
ello, la investigación y la clínica pasaron de considerar a los síntomas como manifestaciones 
superficiales, a considerar la remoción de los síntomas como una meta central del tratamiento. Esta 
tendencia puede verse tanto en los proyectos de investigación que incluyen sólo pacientes con un 
trastorno específico, como en el creciente uso de variables dependientes para analizar las nuevas 
propuestas para trastornos específicos (como lo observado por Ogles, capítulo 5 de este libro). El 
resultado ha mostrado clara evidencia de la eficacia de algunos tratamientos que se pueden trasladar 
del contexto de investigación al ambiente de la clínica (Burns y Hoagwood, 2005). 
Los cambios en los sistemas de reembolso, bajo la forma de sistemas gerenciados de salud, también 
han causado impacto tanto en la práctica profesional como en la investigación. Estas organizaciones 
han enfatizado el desarrollo de guías de tratamiento que tienen por objetivo hacer que el tratamiento 
sea más uniforme entre los profesionales y en los diferentes ámbitos clínicos, y, supuestamente, más 
efectivo. 
A pesar de que apuntan principalmente a la reducción de costos (más que a la calidad del tratamiento), 
estas organizaciones han remarcado la necesidad de desarrollar una práctica profesional basada en la 
evidencia. Aunque su interés principal sea de orden financiero, la exigencia de una práctica 
profesional eficaz y eficiente, basada en los resultados de la investigación empírica, promete 
beneficiar a los pacientes a largo plazo, si la evidencia se va trasladando a la práctica y a las políticas 
de salud. 
 
De las Psicoterapiasvalidadas empíricamente al surgimiento de la Práctica Clínica Basada en 
la Evidencia 
 
Basándose en el supuesto de que la sociedad necesita tratamientos con resultados conocidos, y que 
los especialistas en el cuidado de la salud conductual concuerdan en la necesidad de dar una base 
fuerte de apoyo empírico a su actividad, se han hecho numerosos esfuerzos para consolidar la 
evidencia como guía para la práctica profesional. Los esfuerzos más notorios en esta área fueron los 
desarrollados por la División 12 de la American Psychological Association (la División de Psicología 
Clínica), que creó los criterios para lo que contribuye el apoyo empírico de los tratamientos. La tarea 
encomendada a la Fuerza de Tareas original para la Promoción y Difusión de los Procedimientos 
Psicológicos (1995) fue la de evaluar los métodos para informar a los psicólogos clínicos, a los 
potenciales proveedores de fondos financieros y al público acerca de las psicoterapias efectivas. Esta 
fuerza de Tareas (actualmente denominada Standing Committee, on Science and Practice) generó y 
difundió los criterios para los niveles de apoyo empírico, identificó los estudios que mostraban 
resultados relevantes acerca de los tratamientos , y evaluó la evidencia de acuerdo a criterios definidos. 
Este trabajo derivó en la confección de una lista altamente polémica de tratamientos que cumplían 
con los criterios para diferentes niveles de apoyo empírico, listas de recursos para manuales de 
entrenamiento y de tratamiento (Woody y Sanderson, 1998) y dio origen a la frase validada 
empíricamente, para describir estos tratamientos (Chambless, 1996; Chambless et al., 1996; 
Chambless y Hollon, 1998). 
Las controversias, generadas ya a partir del informe inicial, provenían de profesionales que 
consideraban al informe rígido, sino dogmático, y con un contenido de temas sesgado a favor de un 
pequeño número de terapias que eran promovidas por los miembros de la Fuerza de Tareas (por 
ejemplo, se establecieron criterios que podrían dar ventajas a los tratamientos conductuales o 
cognitivo-conductuales, de corta duración, apoyados por muchos miembros de la Fuerza de Tareas). 
Por otra parte, también hubo fuertes críticas de investigadores en psicoterapia (Garfield, 1996; Nathan, 
1998; Strupp, 1997), Por ejemplo Gavin Andrewa (2000), que produjo algunas de las primeras guías 
de tratamiento, enunció su punto de vista sobre los tratamientos con el apoyo empírico en un 
comentario: 
 "No se trata de negar que identificar los tratamientos con apoyo empírico llevados a cabo 
por una profesión no tenga ventajas políticas importantes para la profesión. Tanto los financiadores, 
como los prestadores, y consumidores, gustan creer que eficacia es sinónimo de efectividad, y las 
listas de tratamientos con apoyo empírico alimentan esta ilusión”. (p,267) 
 
Beutler (2000), entre otros, hizo una reseña de los primeros esfuerzos para establecer los criterios 
científicos tanto en los Estados Unidos como en el extranjero, Beutler observar sin embargo, que los 
estandares científicos para la práctica profesional se habían basado en impresiones subjetivas de los 
miembros del comité, más que sobre la evidencia misma (e.g., Nathan Gorman y Salkind's 2002 
Treating Mental Disorders: A What Works for Whom? A Critical Review of Psychotherapy Research), 
Muchos juzgaron que la respuesta inicial de la Fuerza de Tareas a esas criticas reflejaba una postura 
defensiva- insistían en retener términos tales como terapias "validadas" empíricamente (luego se 
cambió por el de terapias "con apoyo empírico, Chambless, 1996) y parecían carecer de la humildad 
de reconocer las limitaciones de su propio trabajo, mientras que al mismo tiempo eran especialmente 
duros con los profesionales cuya práctica era considerada como no basada en el conocimiento 
empírico. Esta "metodolatría" no parecía una forma auspiciosa de zanjar diferencias entre la práctica 
profesional y la investigación, favoreciendo una mayor distancia más que mayor consenso. 
Desde los primeros esfuerzos, la tarea de identificar los tratamientos efectivos se ha vuelto más 
sofisticada, pero el trabajo, emprendido por comités, de privilegiar ciertas psicoterapias es una tarea 
difícil que nunca se completará porque tratamientos se modifican continuamente y se inventan otros 
nuevos. Los tratamientos evolucionan, al igual que las estrategias de investigación, y la búsqueda de 
conclusiones finales llevada a cabo por los comités debe reconocer siempre la naturaleza tentativa de 
los resultados que surgen de la investigación y de la práctica profesional. Los consiguientes esfuerzos 
de los comités de la Asociación de Psiquiatría (APA) parecen tener en cuenta esta realidad y ser más 
cautos en sus afirmaciones que el comité original. (Weisz, Hawlwy, Pilkonis, Woody, y Follette, 2000). 
Sin embargo, el comité continuó hacia la meta de desarrollar una "lista única de tratamientos con 
apoyo empírico y establecer “estándares de práctica de profesional" (Weisz et al., 2000, p. 249) Pero 
este Comité sobre Ciencia Práctica también orientó su trabajo en base a una agenda con tres fines 
(Weisz y co., 2000): (1) aumentar confiabilidad de los procedimientos de revisión a través de la 
estandarización y normas de evidencia; (2) mejorar la calidad de la investigación y (3) aumentar su 
trascendencia y difusión entre los profesionales y al público en general. 
Dado el número de trastornos, de paradigmas de investigación de tratamientos y de formas de medir 
los efectos de los tratamientos, un servicio valioso seria informar tanto a los profesionales como al 
público sobre los avances que la investigación en curso va ofreciendo. Las listas de "tratamientos con 
apoyo empírico" son estáticas y parecen ofrecer sólo una falsa garantía de efectividad. Algunos 
podrían aducir que aún los esfuerzos para suavizar el término "validado", por la expresión más 
modesta "con apoyo empírico", no han avanzado lo suficiente. 
Más recientemente, ha habido nuevos intentos de llenar la brecha entre la práctica y la investigación. 
Quizás el más importante fue llevado a cabo por Alan Kazdin mientras era presidente de la Asociación 
Americana de Psicología (Kazdin, 2008). Kadzin ayudó a aclarar las diferentes posturas que, con 
respecto a la evidencia empírica, sostienen quienes se dedican a la investigación y a la práctica clínica, 
observando que la psicología como disciplina ha aumentado su énfasis sobre lo que comúnmente se 
llama práctica basada en la evidencia. (APA) Presidential Task Force on Evidence-Based Practice, 
2006). Los términos claves que se utilizan para debatir acerca de los tratamientos y del uso de la 
evidencia, reflejan las diferencias y prioridades de los diferentes actores involucrados. Por ejemplo, 
tratamiento con apoyo empírico o basado en la evidencia (EBT, por sus siglas en inglés, o TAE en 
español) se refiere a intervenciones o técnicas específicas que produjeron cambios terapéuticos en 
ensayos controlados (por ejemplo, terapia basada. en la exposición para trastornos fóbicos). La 
práctica basada en la evidencia (EBP, por sus siglas en inglés) es un término más amplio y se refiere 
a la práctica clínica que se nutre de la evidencia acerca de las intervenciones, acerca de la pericia 
clínica, y acerca de las necesidades, valores y preferencias de los pacientes y de su integración, con 
el fin de tomar decisiones sobre la asistencia psicológica individual (por ejemplo, American 
Psychological Association [APA], 2005). En 2010 la Asociación Americana de Psiquiatría inició un 
proceso para desarrollar la práctica basada en la evidencia y la evaluación con guías de tratamiento 
desarrolladas por diversas organizaciones (Kurtzman y Bufka, 2011). En este esfuerzo se distingue 
entre el término más restrictivo guía de tratamiento (treatment guideline) y el de guía para la práctica 
(practíce guideline). 
Kazdin (2008)también observa que: "En la evolución de los intentos para colocar a la práctica 
psicológica sobre una mayor base de apoyo empírico, el análisis de los tratamientos preferidos y de 
los servicios que se proporcionan se ha trasladado a la esfera pública, como parte del escenario más 
amplio de la atención de la salud. Hay un esfuerzo para proveer fuentes de información y facilitar el 
acceso a las intervenciones basadas en la evidencia. Por ejemplo, en los sitios de Internet un solo 
enlace puede incluir más de 30 sitios federales, estatales, profesionales y universitarios que enumeran 
estas intervenciones (http://ucoll.fdu.edu/apa/lnksinter.html). Por ejemplo, la Administración de 
Salud Mental y Abuso de Sustancias (http://www.nrepp.samhsa.gov) creó un sitio basado en la Web 
que está en constante expansión, ya que periódicamente evalúa y agrega nuevas opciones de 
tratamiento. 
Se pueden elogiar los esfuerzos para proveer recursos tanto a los efectores de salud como a los 
profesionales con el propósito de mejorar los servicios; pero también es evidente que hay quienes 
desean imponer que se implementen exclusivamente los tratamientos basados en la evidencia. 
Algunas prestadoras privadas junto algunos estados se propusieron indicar cuáles tratamientos serán 
permitidos y recibirán reembolso. De acuerdo a la Campaña para la Reforma de la salud Mental- un 
grupo de organizaciones de salud mental que incluye entre otras a las asociaciones americanas de 
Psiquiatría y Psicología- el único impedimento que queda para popularizar el uso de los tratamientos 
basados en la evidencia es “la resistencia al cambio de algunas estructuras, arraigadas en las 
organizaciones, que se sienten amenazadas, las obsoletas normas de reembolso, la falta de un 
entrenamiento efectivo de los prestadores y, lo más importante, la falta de recursos" 
(http://www.mhreform.org). 
Surgen cuestionamientos serios acerca de quienes, (los profesionales, las agencias prestadoras de 
salud, las agencias estatales o los administradores) deberían ser los responsables de tomar decisiones 
cuando, la evidencia se aplica a un paciente en particular. Los investigadores, los profesionales y 
los que definen las políticas de atención de la salud continúan debatiendo los méritos de la evidencia 
a favor de varias intervenciones, qué es lo que cuenta como evidencia y cómo se debe usar e integrar 
la evidencia (por ejemplo, Burns y Hoagwood, 2005 ; Goodheart et al., 2006; Hunsley, . 2007; 
Tanenbaum, 2005; Wampold, 2001; Westen, Novotny, y Thompson-Brenne, 2004). La mayoría, 
seguramente, estaría de acuerdo en que la decisión final debe ser tomada por el profesional a cargo 
de la práctica clínica. 
Desde el punto de vista de muchos profesionales e investigadores, otro problema de las guías de 
tratamiento basadas en la evidencia es que la confianza en el paradigma de investigación 
predominante (ensayos clínicos aleatorios) ha tenido el efecto organizacional de dificultar que 
algunas terapias e intervenciones específicas sean consideradas como "basadas en la evidencia” 
debido a que no han seguido estos procedimientos. Esto tiene un efecto de auto-perpetuación, ya que 
los fondos para investigación se otorgan en su mayoría a los grupos de investigación que ya hayan 
completado con éxito proyectos financiados. Algunos tratamientos se consolidan y se perpetúan, 
mientras que otros languidecen y tienden a desaparecer. Las decisiones de financiamiento y la 
http://ucoll.fdu.edu/apa/lnksinter.html
http://www.nrepp.samhsa.gov/
http://www.mhreform.org/
http://www.mhreform.org/
http://www.mhreform.org/
evidencia de investigación trabajan conjuntamente para abreviar la lista de los tratamientos que deben 
ser considerados como con apoyo empírico. Aunque algunos pueden aducir que se justifica ignorar a 
los tratamientos que no tienen una base con fuerte evidencia empírica, pierden de vista la complejidad 
real, tanto sociológica como epistemológica, de la labor científica; ese punto de vista condena a los 
organismos reguladores y consultivos a marginar algunas intervenciones psicosociales y a 
permanecer focalizados, restrictivamente, en las intervenciones farmacológicas y en determinadas 
terapias, así como en determinados y grupos de pacientes. Esta es una gran perdida de posibilidades 
para maximizar el aprendizaje y la captación del aprendizaje para beneficio de toda la población con 
necesidades de salud mental. 
Aunque muchos profesionales y el público en general pueden consolarse con la idea de que están 
ofreciendo o recibiendo una psicoterapia apoyada empíricamente que funciona mejor, lo cierto es que 
el éxito parece depender en gran medida del terapeuta y del paciente, no del uso de tratamientos 
“probados” con base empírica (ver Capítulos 6, 7 y 8 de este volumen). La prueba de que un 
tratamiento es efectivo debería provenir de evaluar la respuesta al tratamiento más que del simple 
hecho de haber proporcionado el tratamiento "correcto" (Lambert, 2010). Proveer el tratamiento 
correcto para el trastorno correcto no alcanza para considerar que hemos cumplido con nuestro deber 
hacia el paciente que padece el dolor que provocan los problemas psicológicos. 
 
EL CONTINUO PREDOMINIO DE LA PRÁCTICA INTEGRATIVA / ECLECTICA. 
 
Una clara tendencia en las intervenciones psicoterapéuticas, desde mediados de la década de 1960, 
ha sido la proliferación no sólo de tipos de terapeutas sino de tipos y cantidades de psicoterapias, 
usadas solas o en combinación en la práctica diaria. Garfield (1982) identificó 60 formas de 
psicoterapia en uso en la década de 1960. En 1975 la Fuerza de Tareas de Investigación del Instituto 
Nacional de Salud Mental estimó que había 125 formas diferentes. Henrick (1980) registró más de 
200 enfoques separados, mientras que Kazdin (1986) observó 400 formas de psicoterapia. No existe 
investigación sobre la efectividad de todas y cada una de las formas de terapia que han surgido. Ya 
en la década de 1980 Parloff (1982) señaló que "un enfoque sistemático para manejar una matriz de 
250 terapias psicosociales y 150 clases de trastornos requeriría aproximadamente 47 millones de 
comparaciones" (p.723). Claramente, la invención de diferentes terapias tuvo lugar 
independientemente de la evidencia de investigación, y los resultados de la investigación no 
disminuyeron el desarrollo y el apoyo a diferentes modelos de tratamiento. Observemos que Parloff 
hizo su comentario hace más de 30 años y que lo que él dijo se sostiene aún más actualmente. Es 
imposible llevar a cabo el testeo comparativo de cada terapia existente o nueva, aún si se dispusiera 
de los fondos necesarios. 
Este dilema se vuelve aún más problemático porque la proliferación de psicoterapias ha estado 
acompañada por la tendencia continua de los terapeutas de no apegarse a un único modelo de 
tratamiento, como abordaje basado sólo en una teoría. El eclecticismo que representa el uso de 
procedimientos de diferentes sistemas teóricos y el integracionismo, que representa la unión teórica 
de dos o más posturas en un enfoque consistente, han reemplazado al predominio de teorías 
principales en la práctica terapéutica. Las encuestas a los profesionales repetidamente indican que 
entre la mitad y los dos tercios de los prestadores prefieren usar una variedad de técnicas que han 
surgido de las principales líneas teóricas (por ejemplo, Jensen, Bergin, y Greaves, 1990: Norcross, 
Karg y Proshaska, 1997). Los terapeutas que se identifican con una orientación ecléctica se sienten 
libres de seleccionar técnicas de cualquier orientación si consideran que responden al mejor interés 
de un paciente en particular. Aunque tomarse la libertad de aplicar intervenciones eclécticas en la 
práctica tiene por objetivo maximizar de respuesta del terapeuta a las necesidades individuales de los 
pacientes, tales prácticas no sistemáticas alientan la de guías de tratamiento. 
Lamentablemente,parece haber poco consenso entre los terapeutas eclécticos acerca de las técnicas 
terapéuticas que son más útiles, por lo tanto hay pocas posibilidades de que dos terapeutas eclécticos 
usen las mismas técnicas con el mismo paciente. Garfield y Kurtz (1977) que estudiaron a 154 
psicólogos ecléticos encontraron que estaban en uso unas 32 combinaciones de líneas teóricas. Jensen 
y cols. (1990) hallaron resultados similares y también una tendencia hacia diferencias en las 
combinaciones preferidas entre las disciplinas profesionales, con la orientación psicodinámica como 
la más usada en psiquiatría, las teorías sistémicas en el trabajo social y en la terapia de pareja y de 
familia, y los enfoques cognitivos y conductuales en psicología. Las preferencias por ciertos tipos de 
intervenciones basadas en la teoría aparecen estar basadas, en gran medida en la tradición más que en 
consideraciones empíricas. 
Sin embargo, el eclecticismo refleja que hay muchas orientaciones teóricas diversas con fortalezas 
diferentes. Estas fortalezas son ampliamente reconocidas y ocasionalmente refrendadas por la 
evidencia que surge del estudio de abordajes que se basan en una teoría única. Este movimiento hacia 
el uso combinado y la integración de estos abordajes es posible que continúe y parece inevitable dada 
la diversidad de problemas manifestados por las personas que requieren ayuda. Consideremos, por 
ejemplo, la clara tendencia de la terapia cognitivo-conductual (CBT por sus siglas en inglés, o TCC 
por sus siglas en castellano) de incorporar enfoques psicodinámicos, centrados en el paciente o en la 
experiencia, junto con prácticas de conciencia plena que provienen de tradiciones religiosas orientales. 
Es fácilmente observable que aún los enfoques de “orientación única”, tales como la CBT, son más 
eclécticos que lo que su nombre sugiere, con variaciones sustanciales a lo largo del mundo y a través 
del tiempo. 
Aún dentro de la práctica ecléctica de la CBT hay fuertes desacuerdos entre los teóricos acerca de la 
necesidad e importancia de procedimientos específicos; no parece exagerado sugerir que dos 
pacientes que comenzaran un tratamiento cognitivo-conductual ofrecido por proveedores diferentes, 
podrían recibir tratamientos muy dispares. A veces las razones por las que nuevas variaciones 
desplazan a las anteriores, tienen más que ver con la necesidad humana de cambio y novedad, que 
con la evidencia empírica misma. 
Los abordajes eclécticos e integrativos podrían también explicarse por la gran diversidad de 
individuos que son tratados, aún dentro de categorías diagnósticas específicas. Kazdin (2008) observa 
que dados los criterios para diagnosticar un trastorno de conducta, hay mas de 32.000 combinaciones 
de síntomas que los individuos pueden tener y aún así cumplir con los criterios para ese diagnóstico. 
Lo mismo pueden decirse de trastornos como la agorafobia. Williams (1985) observó que: “la 
configuración de miedos en la agorafobia es tan altamente idiosincrática que es sustancialmente cierto 
que no hay dos agorafóbicos que tengan exactamente el mismo patrón de fobias y que dos personas 
que virtualmente no tienen en común ninguna discapacidad fóbica puedan ser ambas consideradas 
agorafóbicas” (p-112). 
El movimiento integrativo, paralelo a la práctica eclética, tienen la ambiciosa meta de ser más 
sistemático que el eclecticismo. Los primeros esfuerzos para integrar procedimientos psicodinámicos 
y conductuales realizados por Wachtel (1977) y el primer trabajo de Goldfried (1991) son buenos 
ejemplos de ensamble de la diversidad teórica. La actividad y el crecimiento integracionista pueden 
notarse en la formación y en el éxito de la Sociedad para la Exploración de la Integración Psicológica 
(SEPI). 
Además de estos movimientos, la investigación de procesos, orientada a examinar la conducta de los 
terapeutas dentro de la sesión, a través de las diferentes orientaciones, indica que la diferenciación 
entre los abordajes es menos pronunciada en la práctica que en el nivel abstracto de la teoría, (Ablon 
& Jones, 1999; Norcross & Goldfried, 1992), Por lo tanto, las teorías de cambio son bastante 
independientes de las actividades reales que los terapeutas llevan a cabo y estas actividades reales 
que los terapeutas llevan a cabo y estas actividades muestran un alto grado de solapamiento entre los 
tratamientos teóricamente diversos. La superposición de las conductas es también parte de lo que 
comúnmente se llama factores comunes en psicoterapia, los que más extensamente analizados en el 
Capítulo 6 de este libro. Estos factores comunes pueden usarse para explicar una cantidad 
significativa de cambios en el paciente. Incluyen: el dar esperanza, la oportunidad de desbloqueo 
emocional, la exploración e integración de los problemas propios, el brindar apoyo, consejos y 
estímulo para probar nuevas conductas y formas de pensar. 
El énfasis sobre los factores comunes como un aspecto central de los cambios realizados en 
psicoterapia, un fenómeno distinto al eclecticismo, tiene el potencial de reducir los conflictos entre 
las visiones teóricas específicas. La polarización, basada sobre la afirmación de efectividad singular 
y única de algunas orientaciones teóricas, ha producido conflictos dentro de este campo que han 
tenido consecuencias positivas (por ejemplo, la estimulación de estudios de investigación), pero 
también ha causado considerables reacciones defensivas y el retraso del progreso (por ejemplo, a 
través de la exageración de afirmaciones de éxito y los intentos de crear listas exclusivas de 
tratamientos efectivos). Los movimientos eclécticos e integracionistas reflejan intentos similares, por 
parte de los terapeutas, de mostrarse flexibles en su enfoque para trabajar con los pacientes. 
Este manual ha sido ecléctico desde su concepción en 1967 y su primera publicación por Bergin y 
Garfield en 1971. Los hallazgos empíricos de todos los enfoques son considerados potencialmente 
importantes. Estar abierto a los hallazgos de la investigación desde cualquier enfoque, tanto positivos 
como negativos, es la misión central de este manual. Este objetivo es consistente con las metas ideales 
eclecticismo- fomentar lo que funciona para los pacientes. La actitud de apertura a los métodos de 
investigación en psicoterapia también es valorada y esta representada por la inclusión de capítulos 
que presentan no solo paradigmas de investigación tradicionales, sino también métodos alternativos, 
que buscan alcanzar una práctica en la evidencia a partir de redes de investigación enraizadas en la 
práctica, así como a una variedad de métodos cualitativos que actualmente se han incluido en este 
manual (ver los capítulos 3 y 4 de este volumen). 
 
LOS PROFESIONALES QUE PRACTICAN LA PSICOTERAPIA 
 
Los profesionales que practican la psicoterapia son cada vez más numerosos y diversos. Este 
fenómeno puede verse en otras profesiones también. En medicina por ejemplo, muchos servicios, 
tales como eran anteriormente realizados solo por médicos, pero ahora son ofrecidos por enfermeras, 
asistentes médicos, y personal relacionado. Desde la época de Freud, los profesionales de la 
psicoterapia eran principalmente médicos, y antes de la Segunda Guerra Mundial, la psicología 
clínica era una profesión relativamente pequeña y poco desarrollada con un gran énfasis en la 
administración de tests psicológicos. Después de la guerra la escasez de psiquiatras junto con la 
insatisfecha demanda de atención para los veteranos que habían desarrollado trastornos psicológicos, 
llevó a que se organizaran, con fondos del gobierno, cursos de entrenamiento en psicología clínica y 
couseling en los que la psicoterapia ocupó un lugar importante. A pesar de los conflictos subsecuentes 
con la medicina organizada, la práctica independiente de la psicoterapia, realizada por psicologos se 
transformo en una realidad.(Garfield,1983). 
Los trabajadores sociales, consejeros escolares, consejeros religiosos, consejeros matrimoniales y de 
familia, consejeros con licencia profesional, consejeros sobre abuso de sustancias, tanto como un gran 
número de paraprofesionales participan de una gran variedad de prácticas psicoterapéuticas. Los 
profesionales responsables de entrenar a través de las distintas disciplinas, lo mismo que los comités 
regulatorios, no se ponen de acuerdo acerca del tipo y extensión del entrenamiento necesario para 
poder proporcionar un tratamiento seguro y efectivo a los pacientes. Se podría pensar que si podemos 
ponernos de acuerdo sobre las prácticas más efectivas, entonces podría haber acuerdo acerca del 
entrenamiento y preparación académica de los prestadores, pero esto no es así. 
En los Estados Unidos, tanto como el 60% de la atención psicoterapéuticas que se proporciona 
actualmente, es llevada a cabo por trabajadores sociales cuyo curso de entrenamiento en psicoterapia, 
al menos desde el punto de vista de la psicología, es inadecuado. Una práctica común en Europa y el 
Reino Unido es otorgar licencias profesionales dentro de programas de entrenamiento en psicoterapia 
que están basados en una sola teoría (más que los basados el entrenamiento profesional) y típicamente 
se requieren estudios de maestría para ingresar a esos programas (en estos modelos de entrenamiento 
el foco del mismo y de las credenciales que otorgan está puesto enteramente en la práctica 
psicoterpéutica). 
Dada la divergencia entre puntos de vista acerca del entrenamiento ideal o simplemente adecuado, y 
de los títulos académicos necesarios (tanto en los Estados Unidos como en el extranjero), reina una 
suprema confusión, lo que hace que los organismos regulatorios y el público estén inseguros acerca 
de las diferencias y ventajas que podrían surgir de la elección de un prestador accesible. 
Actualmente algunos consideran la posibilidad de que se elija un determinado prestador basándose 
en el conocimiento de los resultados que obtuvo en sus tratamientos (Okiishi y co., 2006). Sin 
embargo, sería tan raro en psicoterapia como en medicina, que se puedan prever los resultados que 
podrían obtenerse de ser atendido por un prestador en particular. 
Los tipos de profesiones involucradas en los servicios psicoterapéuticos han aumentado para 
responder a las demandas de servicio, especialmente cuando esas demandas de servicio provenían de 
las necesidades de poblaciones desatendidas como las clases pobres, los individuos que abusan de 
sustancias, aquellos en el sistema de justicia criminal y los enfermos mentales graves y crónicos. Las 
profesiones establecidas resistieron tanto como facilitaron tales desarrollos. Debido a los miedos 
acerca de las consecuencias negativas para el paciente que sería tratado por personas mínimamente 
entrenadas y el miedo a la competencia por parte de los prestadores menos entrenados, la resistencia 
a las nuevas clases de prestadores fue, y frecuentemente es, la reacción más común dentro de la 
profesión. 
Sin embargo, las fuerzas en juego en la sociedad y dentro mismo de los individuos parecen extender 
las fronteras de quienes pueden ser considerados prestadores confiables. Además de las necesidades 
de las clases menos atendidas y del hecho de que muchos tratamientos, una vez desarrollados, pueden 
ser prestados rutinariamente a través del uso de manuales de tratamiento, las fuerzas económicas 
juegan una parte importante en la búsqueda de personas menos entrenadas para que proporcionen 
psicoterapia (Bright, Baker, y Niemeyer, 1999; Weisz, Weisz, Ham, Granger, y Morton, 1995). 
Esta situación es particularmente evidente en procesos recientes en el Reino Unido donde el acceso 
a servicios de salud mental especializados se ha caracterizado por largas listas de espera mientras que 
la prestación de servicios inmediatos está en manos de médicos generales que frecuentemente sólo 
recetan medicación (Carey, 2010; Carey y Spratt, 2009). 
A pesar del hecho de que muchos profesionales de la salud mental estaban disponibles y podían 
prestar el tratamiento prescripto, en 2008 se comenzó una iniciativa llamada Mejorando el Acceso a 
los Tratamientos Psicológicos (IAPT, por sus siglas en inglés), que aborda la ansiedad y la depresión 
a través del uso de terapia cognitivo-conductual (CBT) exclusivamente. "Los trabajadores cognitivo-
conductuales", quienes no necesitan ser profesionales de la salud mental, ofrecen tratamientos 
cognitivo-conductuales de "baja" y "alta'' intensidad, luego de un año de entrenamiento. Tienen una 
activa y pesada carga de 45 pacientes semanales, viendo entre 175 y 250 casos por año. Usan 
protocolos de CBT de cuatro sesiones, guías de tratamiento del Instituto Nacional de Salud y 
Excelencia Clínica (NICE), y un enfoque escalonado de la atención (stepped- care approach) que se 
basa en la autogestión, por parte del individuo, de sus propios problemas; de esta manera se creó una 
profesión completamente nueva (ver http://www.iapt.nhs.uk, 2011). Algunos de las más 
prometedoras (¿y preocupantes?) conclusiones de la, investigación en psicoterapia surgieron de la 
investigación de los efectos del entrenamiento en los resultados obtenidos por el paciente. Dentro de 
este contexto, la investigación no ha mostrado una fuerte correspondencia entre el nivel o tipo de 
entrenamiento profesional y el resultado de la psicoterapia. Durlak(1979), entre otros, revisó la 
investigación realizada en esta área y concluyo que los pacientes tratados por paraprofesionales tenían 
resultados que eran esencialmente equivalentes a aquellos ofrecidos por profesionales. Esta 
investigación fue criticada por numerosas razones (Hattie, Sharpley, y Rogers, 1984; Nietzel y 
Fisher,1981; Stein y Lambert, 1984, 1995) y sus detractores rápidamente señalaron que la mayor parte 
de esta investigación fue llevada a cabo por aquellos que tenían interés en demostrar el valor de los 
paraprofesionales. También se observo que los paraprofesionales eran entrenados y supervisados por 
profesionales y que por lo tanto no ofrecían servicios independientes. Sin embargo, se pueden 
encontrar pocos estudios que demuestren la superioridad esperada en un profesional altamente 
entrenado. 
El estudio de Strupp y Hadley (1979) que compara psicoterapeutas experimentados con profesores 
que tenían reputación como consejeros en el campus universitario, no produjo diferencias 
significativas entre los grupos. Una réplica de este trabajo usando una terapia grupal tuvo los mismos 
resultados (Burlingame y Bralow, 1996). un programa experimental para dar entrenamiento en terapia 
a graduados universitarios, de mediana edad, que se encargan de su hogar, también produjo resultados 
http://www.iapt.nhs.uk/
muy positivos para los no profesionales (Rioch, 1971). Aunque la investigación que compara 
individuos más o menos entrenados ha casi desparecido de la bibliografía actual, el tema continúa 
siendo vital tanto para los programas de entrenamiento como para los prestación de servicios. 
Esta investigación hace surgir preguntas acerca del valor del entrenamiento clínico y de la 
singularidad de las intervenciones psicoterapéuticas enseñadas en la formación de posgrado. Sin 
embargo, la investigación en esta área del apoyo al valor de la psicoterapia, sin tener en cuenta el 
nivel o clase de entrenamiento típico de cada profesional y de los de los paraprofesionales a quienes 
ellos entrenan y emplean para extender su influencia. Si se toman seriamente, tales hallazgos apoyan 
el uso popularizado de servicios psicoterapéuticos y asegurarán que los mismos sean ampliamente 
accesibles. Sobre la base de la evidencia de investigación, ningún monopolio de prestación superior 
puede ser reclamado por profesión alguna y el uso responsable de paraprofesionales debería 
estimularse, no sólo por razones económicas, sino porque se ha encontrado que son efectivosen una 
gran variedad de roles claramente delimitados, cuando son supervisados apropiadamente. Un 
hallazgo repetido en los trabajos de investigación orientados a lograr una prestación satisfactoria 
sugiere que la calidad de prestación es igual en todas las especialidades de la salud mental, con el 
46% de más de 1500 pacientes que contestaron que la psicoterapias había "mejorado mucho" su vida 
y 45 % que dijeron que se encontraban "algo mejor" (Consumer Reports, 2010). El experimento a 
gran escala actualmente en curso en el Reino Unido (IAPT), será una fuente importante de 
información durante la próxima década. 
Quizás una de la razones para la falta de diferencia entre los resultados psicoterapéuticos obtenidos 
por las distintas profesiones sea que el entrenamiento en psicoterapia es altamente diverso aun dentro 
de cada profesión. Los psiquiatras son entrenados primero en medicina y en segundo lugar en 
soluciones farmacológicas, siendo la psicoterapia la tercera, lejos, en orden de importancia. Los 
psicólogos han sido usualmente entrenados en departamentos académicos de psicología, pero también 
son frecuentemente entrenados por instituciones profesionales independientes. 
Ambos tipos de programa difieren dentro y entre sí en la cantidad e intensidad de experiencia 
didáctica y supervisada. No se puede distinguir el entrenamiento recibido por un psicólogo (ni su 
calidad), sólo por conocer el título que ha obtenido. Dado que los diferentes programas pueden 
enfatizar orientaciones teóricas diferentes y experiencias prácticas diferentes, la diversidad en el 
entrenamiento puede ser muy grande. 
Además, el conocimiento de los certificados profesionales no da información acerca de la 
participación de ese profesional en instituciones postdoctorales ampliamente accesibles, en los 
programas de educación continua, talleres, encuentros profesionales, etc. Las cualidades personales 
de aquellos que ofrecen tratamiento pueden también ser de gran importancia, pero raramente son 
estudiadas. Sin embargo, la investigación en psicoterapia ha resaltado la amplia efectividad de las 
intervenciones psicológicas, a través de una gran variedad de profesionales que ofrecen sus servicios, 
y está efectividad es remarcada en muchos de los capítulos a continuación, especialmente los 
Capítulos 7 y 19. 
 
Investigación sobre .los servidos gercnciados y la relación dosis-efecto 
En la primera mitad del siglo XX la psicoterapia efectiva era considerada comoun proceso a largo 
plazo, mientras que la terapia más breve era tomada como superficial. Los primeros prestadores de 
terapia psicoanalítica prescribían años de tratamiento, lo que era muy costoso. Voth y 
Orth (1973), por ejemplo, informaron de una duración promedio de 835 sesiones en su estudio sobre 
psicoanálisis. Una tendencia clara en la práctica ha sido el movimiento hacia tratamientos 
relativamente breves, si bien en algunas partes del mundo persiste una preferencia por tratamientos 
más largos, no representan modelos de práctica corriente en los Estados Unidos y en muchos otros 
países. En una conversación reciente con un grupo de psicoanalistas de Alemania, donde el sistema 
de salud continúa apoyando las terapias de largo plazo, el debate giró hacia una controversia reciente 
entre los prestadores con orientación psicoanalítica, en la que algunos apoyaban la 
implementación de tres sesiones por semana en vez de las tradicionales cuatro sesiones semanales. 
Esta terapia menos intensa era considerada por los psicoanalistas más tradicionalistas como 
perjudicial para los intereses del paciente. Este autor era un completo extraño en ese debate, debido 
a que en los Estados Unidos la terapia breve se ha vuelto aceptable para la mayoría de los 
profesionales y es, sin duda, la experiencia común para la mayoría de los pacientes. En efecto, la 
mayor parte de la investigación se realiza sobre terapias ofrecidas una vez a la semana, por no más 
de 14 a 20 semanas, y en los distintos ámbitos de práctica el tratamiento se acerca a un promedio de 
cinco sesiones. (Hansen, Lambert, y Forman, 2002). Las ediciones anteriores de este manual incluían 
un capítulo dedicado a la terapia breve. Los programas organizados de terapia breve tendían a usar 
intervenciones que duraban de seis a diez sesiones y generalmente repo1taban resultados positivos 
(Koss y Shiang, 1994). En la edición de 2004 y en la actual no se incluyó tal capítulo porque fue 
considerado redundante debido a los resultados de los estudios incluidos en muchos de los otros 
capítulos, los que raramente reseñan tratamientos a largo plazo. Casi todas las terapias estudiadas 
(particularmente en los Estados Unidos) son breves y duran menos de 20 sesiones. Para comprender 
los tratamientos a largo plazo, se deben tomar en cuenta los estudios más 
antiguos, reseñados en ediciones anteriores de este manual, examinar la investigación realizada en 
países europeos donde los pacientes continúan recibiendo tratamientos que duran por años (los que 
frecuentemente no están disponibles en inglés) o consultar el capítulo 12 de este volumen. Uno de los 
cambios más profundos de los últimos años que afecta ,la duración de los tratamientos fue el 
advenimiento de las empresas gerenciadoras de salud. La mayoría de los planes de salud ponen límite 
al número de sesiones que reembolsarán durante un tratamiento (alrededor de ocho sesiones), y 
frecuentemente realizan procedimientos para asegurarse de que su cobertura no se extienda más allá 
de lo que consideran la duración necesaria para ese tratamiento. Esta práctica se lleva a cabo sin 
tener en consideración el hecho de que la mayoría de los estudios de psicoterapia con apoyo empírico 
se basan en tratamientos que se extienden por catorce semanas en promedio. Como muchas personas 
no pueden pagar tratamientos privados que sobrepasan el límite de cobertura de su 
seguro médico, las gerenciadoras de salud determinan la duración del tratamiento recibido por un 
gran número de norteamericanos y esta misma tendencia puede observarse en otros países. 
Los pacientes, en su mayoría, prefieren recibir atención lo antes posible y la eficiencia también es 
propiciada por los servicios que proveen fondos, tales como las compañías de seguro y el gobierno. 
Las empresas gerenciadoras de salud surgieron, en parte, como respuesta al creciente costo de la 
atención de la salud en general. El limitar las sesiones es una forma obvia y relativamente simple de 
reducir costos. La cantidad de tratamiento para aquellos que lo necesitan está determinada por el costo 
de los servicios. Obviamente, si se puede lograr lo mismo con 10 sesiones de tratamiento que con 30, 
entonces, reducir la cantidad de terapia tiene sentido en términos económicos. La terapia breve es una 
opción que responde a la necesidad de eficiencia, un tema que preocupa a muchos. Hasta este 
momento, los investigadores en psicoterapia no han prestado mucha atención a estudios 
de la relación costo-efectividad, que analizarían simultáneamente costos y resultados, aunque han 
comenzado a estudiar la relación entre "dosis" de tratamiento y respuesta, con su obvia correlación 
con los costos. 
Las primeras investigaciones dentro de este último tema se centraron en demostrar que la terapia 
breve era tan efectiva como las terapias más largas (por ejemplo, Luborsky, Singer, y Luborsky, 1975). 
Los estudios contemporáneos han estado más interesados en comprender la relación dosis-respuesta 
(¿cuántas sesiones se necesitan para obtener un resultado significativo en el tratamiento?). 
Esta investigación tiene implicancias importantes tanto para la toma de decisiones en política social 
y los seguros médicos como para el sufrimiento de los pacientes. 
Howard, Kopta, Krause, Merton y Orlinsky (1986) fueron los primeros en proporcionar datos de 
manera que se pudiera calcular la relación entre dosis y respuesta. En un mega-análisis con datosde 
2.431 pacientes, extraídos de estudios previamente realízados en sus estados de premodificación y 
postmodificación, usaron de modelos estadísticos para calcular el número de sesiones necesarias para 
lograr un estándar bien definido de mejoría. Su análisis sugirió que los cambios positivos realizados 
rápidamente durante un tratamiento eran seguidos por cambios menos notorios en las sesiones 
posteriores. También sugirieron que 75 % de los pacientes habían mejorado después de 
tratamientos con 26 sesiones (cerca de seis meses de psicoterapia una vez a la semana). 
Investigaciones posteriores que siguieron este mismo paradigma, pero que usaron datos de pacientes 
que calificaban su funcionamiento semanalmente (obviando la necesidad de procedimientos 
estadísticos para calcular el cambio por semana), encontraron las mismas relaciones generales: un 
cambio rápido a comienzos de la terapia seguido por pequeños avances en cada sesión; pero más 
terapia aumenta la posibilidad de mejoría y recuperación de los pacientes individualmente (por 
ejemplo, Anderson y Lambert, 2001 ; Kadera, Lambert, y Andrews, 1996). De acuerdo a esta 
investigación y a los estudios reseñados en el capítulo 6 de este volumen, el 50% de los pacientes que 
entran en tratamiento en centros asistenciales mostraron un cambio clínicamente significativo después 
de 13 a 18 sesiones de tratamiento, un 25 %. adicional logrará los mismos estándares después de 
aproximadamente 50 sesiones de tratamiento una vez a la semana (un cálculo de "dosis" suficiente 
que supera el proporcionado por Howard y cols., 1986). 
Más recientemente, los investigadores que estudian la atención en ámbitos más naturales han sugerido, 
que los pacientes tienden a dejar el tratamiento cuando han mejorado claramente o se han recuperado. 
Barkham y colaboradores (2006), por ejemplo, sugieren que el impacto de las sesiones no disminuye 
a medida que la "dosis" aumenta, un hallazgo apoyado por Percevic, Lambert, y Kordy (2006). 
Estos estudios sugieren que el movimiento hacia tratamientos más libres está justificado 
empíricamente para algunos pacientes; pero que cerca del 50 % de los pacientes no será bien atendido 
debido a que las terapias son limitadas, intencionalmente, a menos de dieciocho sesiones. También 
sugieren que cuanto más perturbado esté el paciente al comienzo del tratamiento, más debería durar 
la terapia para lograr que el paciente retorne a su funcionamiento normal. Limitar la duración del 
tratamiento a ocho sesiones sólo sirve para aquellos pacientes que están menos perturbados, pero 
no puede ser considerada una práctica justa e igualitaria para la mayoría de los pacientes. Algún 
reconocimiento de esta realidad y de sus consecuencias sociales debe llegar a la mente de los 
funcionarios públicos y del gobierno de los EEUU, para ser tomada en cuenta como guía para las 
empresas gerenciadoras de salud, y para futuras decisiones en política social, tanto como para 
suposiciones teóricas acerca de la psicoterapia efectiva. 
 
EL SURGIMIENTO DEL MONITOREO DE RESULTADOS BASADO EN LA EVIDENCIA 
 
Varias tendencias en el campo de la investigación y de la práctica en psicoterapia parecen ser muy 
prometedoras para los pacientes, más allá del ofrecimiento de tratamientos basados en la evidencia. 
Estas nuevas estrategias en la práctica y la investigación posiblemente harán que la investigación sea 
más útil para los profesionales y que probablemente tenga más impacto sobre los pacientes que el 
ofrecerles "tratamientos con apoyo empírico". Dos paradigmas de investigación distintos, pero que 
se superponen, tienen este potencial: la investigación focalizada en el paciente y la basada en la 
práctica. 
La investigación focalizada en el paciente: los esfuerzos iniciales para aplicar este paradigma 
alternativo de investigación en psicoterapia fueron descritos en una sección especial del Journal of 
Consulting and Clinical Psychology (Lambert, 2011). Esta estrategia de investigación que ha recibido 
varios nombres: investigación centrada en el paciente, gestión de calidad (quality management) y 
gestión de resultados (outcome management), usa métodos actuarios para modelar la respuesta 
esperable al tratamiento por parte del paciente, en relación a la respuesta real al tratamiento y devuelve 
esta información a los terapeutas, supervisores y al paciente. De esta manera los resultados de la 
investigación son integrados a la atención de rutina, que incluye el monitoreo, sesión por sesión, de 
los signos vitales de salud mental. Mientras que la mayor parte de la investigación ha dependido de 
pruebas estadísticas basadas en las diferencias entre un grupo en tratamiento y un grupo control, 
donde las diferencias son evaluadas a través de inferencias estadísticas basadas en resultados grupales, 
la investigación focalizada en el paciente usa criterios de cambio clínicamente significativos, tales 
como los elaborados por el difunto Neil Jacobson y su equipo ( Jacobson, Follette y Ravenstorf, 1984; 
Jacobson y Truax, 1991) como para que el paciente individual pueda informar al clínico cuando haya 
mejorado de manera fiable o se haya recuperado. Las estrategias de investigación basadas en 
resultados tienen como objetivo ayudar a los clínicos a monitorear formalmente la respuesta del 
paciente al tratamiento y a hacer los ajustes al tratamiento en tiempo real. En contraste con otras 
estrategias de investigación, la implementación de resultados hace que el empirismo sea viable como 
parte de la práctica de rutina, basándose en caso por caso, más que una abstracción lejana que los 
profesionales encuentran difícil de incorporar a su práctica. Actualmente se ha acumulado suficiente 
evidencia de investigación como para mostrar que tales métodos mejorarán significativamente los 
resultados de los pacientes (Lambert y Shimokawa, 2011; Shimokawa, Lambert, y Smart, 2010) pero 
estos métodos son relativamente nuevos y necesitan ser replicados. Además, Hay considerable 
resistencia entre los clínicos a hacer evaluaciones de resultados en forma regular, como una práctica 
de rutina (Jensen-Doss y Hawley, 2010). 
La investigación basada en la práctica: Barkham y Margison han creado una definición para este 
nuevo término: “la evidencia basada en la práctica es el uso a conciencia, explícito y responsable, de 
la evidencia corriente que se obtiene en los distintos ámbitos de práctica, para tomar decisiones acerca 
de la atención de cada paciente individual” (Barkham y Margison, 2007, p, 446). Estos autores 
sugieren que la evidencia basada en la práctica integra tanto la pericia médica como los parámetros 
de calidad de servicio, con la mejor evidencia disponible sacada de la investigación rigurosa que se 
realiza en ambientes clínicos de rutina. La investigación basada en práctica analiza cómo y cuales 
tratamientos o servicios se ofrecen a los individuos dentro de los sistemas de atención psicológica y 
evalúa cómo mejorar el tratamiento o la entrega de servicios a nivel clínico. El propósito no es tanto 
aislar o generalizar el efecto de una intervención en todos los ambientes, sino examinar las variaciones 
en la atención psicoterapéutica y las formas de implementar los tratamientos basados en la 
investigación. Mucho del trabajo en esta área ha sido resumido por Barkham, Hardy, y Mellor Clark 
(2010).El objetivo del libro editado por ellos es mostrar cómo la evidencia basada en la práctica, que 
comienza centrándose en el paciente individual,a través del monitoreo de su respuesta al tratamiento, 
luego extiende el uso de esta recolección sistemática de datos a los profesionales, grupos de 
prestadores y sistemas de salud. Finalmente, grandes cantidades de datos se vuelven accesibles y 
pueden ser usados de manera muy variadas, desde fijar puntos de referencia que pueden ser 
comparados entre y dentro de los servicios a lo largo del tiempo, como también identificar las 
prácticasque funcionan y aquellas que no lo hacen (Stiles, 
Barkham, Connell, y Mellor-Clark, 2008). Buenos ejemplos de estos puntos de referencia pueden 
encontrarse en una edición especial de Counselling & Psychotherapy Research (2006), que incluyen: 
tasas de plazos para concluir mediciones, frecuencia de terminación unilateral del tratamiento, tasas 
de recuperación y mejoría y tiempos de espera (Trusler, Doherty, Grant, Mullin, y McBride, 2006). 
También puede transformarse en punto de referencia la comparación de la eficiencia de un método 
en un ambiente clínico en particular, contra los resultados obtenidos en estudios de eficacia (por 
ejemplo, Barkham et al., 2008; Merrill, Tolbert, y Wade, 2003; Minami, Wampold, Serlin, Kircher, y 
Brown, 2007). 
Weisz and cols. (2005) indican que las respuestas más válidas a preguntas acerca del resultado del 
tratamiento y de los procesos de cambio vienen más posiblemente de la investigación en ambientes 
de servicios en "el mundo real" que de los estudios controlados en un laboratorio. 
Basándose en las aplicaciones iniciales de estos métodos de investigación, queda claro que la 
investigación de la evidencia basada en la práctica puede integrarse en la práctica de rutina y de esta 
manera achicar la distancia entre investigación y práctica, al mismo tiempo que se mejoran los 
resultados del tratamiento (ver capítulo 4 de este volumen para un análisis más completo). 
 
LA ÉTICA EN INVESTIGACIÓN 
 
El interés y la preocupación por la ética en las actividades de investigación relacionadas con la 
psicoterapia tienen una larga historia: Por ejemplo, en la década de 1950 Rogers y Dymond (1954) 
expresaron su preocupación acerca del uso de un grupo control sin tratamiento en su estudio de 
psicoterapia centrada en el paciente, porque estaba claro que la psicoterapia había mostrado ser 
efectiva. El clima actual para realizar estudios de psicoterapia, y psicología en general abunda en 
consideraciones éticas y legales que tienen por objetivo proteger a los participantes en los estudios. 
La protección de los derechos y bienestar de los "sujetos" ha sido un desarrollo positivo, a pesar de 
la inhibición, a veces obvia, de la creatividad y del enlentecimiento del progreso en este campo. Estas 
protecciones han tenido un impacto obvio sobre el diseño y la conducción de los estudios y ha llevado 
a la reducción en el uso del grupo control, con placebo o sin tratamiento, tanto como al aumento en 
el uso de grupos con un "tratamiento estándar" o "tratamiento usual", para subsanar los 
problemas asociados con la quita de tratamiento a los individuos que lo necesitan y reemplazarlo por 
intervenciones genuinas. Otros estándares para realizar estudios de investigación han permanecido 
más estables. La objetividad y honestidad en el registro de datos, la tabulación, el análisis e informes 
acerca de los resultados son soportes de toda empresa científica. Es importante mantener tales 
principios si la investigación quiere existir y crecer. Hasta ahora la invesgación en psicoterapia ha 
evitado la notoriedad por el tipo de fraude expuesto en otros campos (alteración de datos y aún la 
creación de datos falsos). 
En un caso reciente que sí alcanzó notoriedad en el campo de la psicoterapia, se registraron 
acusaciones de registros falsos de la información, planteando discrepancias entre el número de sujetos 
voluntarios que aparecían en los informes sobre avances en el tratamiento, que William Fals-Stewart 
presentó al Instituto Nacional para el abuso de Drogas, relacionados Con subsidios para los cuales él 
era el investigador principal, y sus acciones consecuentes con el objetivo de cubrir este fraude. Este 
engaño intencional, tanto como el manejo incorrecto de datos y sus variaciones, deben ser 
considerados como simplemente intolerables. Sin embargo, dentro de este campo, se han observado 
instancias de interpretación sesgada (por ejemplo, Bergin & Garfield, 1994) y estas actividades 
pueden provocar daño para los, pacientes y el estatus de la información científica, tanto como para la 
reputación y carreras de aquellos involucrados. 
Algunos problemas relacionados son más sutiles y complejos, pero, de todas formas, importantes en 
este campo. Por ejemplo la presentación e interpretación de datos por parte de los investigadores deja 
considerable lugar para que verdades parciales sean presentadas como el cuadro de situación 
completo. En efecto, los procedimientos de revisión de las publicaciones especializadas estimulan un 
resumen rutinario de procedimientos que no asegura que los informes de investigación presenten el 
caso de la manera más rigurosa posible y hacen poca mención de la necesidad de exponer las 
limitaciones de los estudios o de las conclusiones. En el competitivo mundo editorial de las 
publicaciones profesionales más respetadas, donde editores y revisores buscan errores en el diseño y 
desarrollo de los estudios y rechazan el 85 % de los trabajos presentados, es posible que los 
investigadores enfaticen las fortalezas de sus procedimientos y métodos de investigación en vez de 
proveer una lista completa de problemas. Aún la investigación más rigurosamente ejecutada es 
conducida de manera imperfecta, pero poco se gana explayándose sobre los problemas cuando se 
debe someter el manuscrito a revisión. 
Por ejemplo un requerimiento común en la investigación de ensayos clínicos es probar los efectos del 
tratamiento sobre un único trastorno. En el contexto de escribir acerca de los criterios de selección y 
exclusión de paciente para el estudio, los investigadores tienden a enfatizar la inclusión de muestras 
homogéneas en cuanto a diagnóstico. Cuando son criticados por la falta de relevancia de tal 
investigación para la práctica (con pacientes tan cuidadosamente seleccionados ), estos mismos 
investigadores posiblemente presenten una imagen bastante, diferente de estos pacientes para 
enfrentar esta crítica. Aducen que los pacientes son, después de todo, exactamente como los pacientes 
que se ven en la práctica diaria. Los ávidos lectores de informes científicos usualmente aceptan que 
las políticas de publicación influencian la presentación de métodos y que estas presentaciones no son 
completamente exactas. Afortunadamente el análisis de resultados por parte de los autores (y la 
costumbre de la revisión hecha por colegas) frecuentemente señalan las limitaciones de la 
investigación y reducen el número de implicaciones que, de otra manera, podrían tener para la práctica. 
Además, los estudios de replicación, tanto como la exposición de la investigación al escrutinio del 
público, eventualmente corrigen mucho de los errores importantes que aparecen en este campo. Pero 
esta acción correctiva frecuentemente lleva años. La Asociación Psicológica Americana ha hecho un 
gran esfuerzo para establecer estándares de información (APA Publications and Communications 
Board, 2088). Pero aparte de estos recursos, es recomendable que los lectores de estudios de 
investigación sean cautos en sólo sacar conclusiones tentativas a partir de cualquier estudio en 
particular. En el área de interpretación de los resultados de la investigación, las revisiones meta-
analíticas representan una oportunidad para aumentar la objetividad. Aunque tales procedimientos 
tampoco están completamente libres de elecciones tendenciosas (comparar, por ejemplo, Anderson y 
Lambert, 1995; Crits-Christoph, 1992; Svartberg & Stiles, 1991; o los resultados presentados por 
Prioleau, Murdock, y Brody, 1983; Smith et al., 1980). Aunque los procedimientos meta-analíticos 
no están libres de elecciones tendenciosas, las normas de decisión se hacen explícitas y se publican, 
de esta manera puede darse un paso en dirección a reducir sesgos en la revisión de la literatura 
publicada sobre resultados en psicoterapia. (ver Capítulo 2, de este volumen). 
Los investigadores en psicoterapia tienen considerable concienciade que los valores son centrales en 
el proceso terapéutico, tanto como en la investigación que se lleva a cabo. El énfasis sobre valores y 
su impacto sobre la investigación se ven frecuentemente empañados por la importancia que se les 
atribuye a las tecnologías efectivas y a su evaluación en los paradigmas de investigación estándar. 
Aun así, los investigadores son conscientes de que sus elecciones acerca de qué y cómo estudiar los 
cambios producidos. por la psicoterapia "guían" los fenómenos que buscan investigar. La psicoterapia 
y la investigación en psicoterapia están, en efecto, guiadas por muchas elecciones morales. El cambio 
en los seres humanos es tan complejo que es difícil estudiar el significado completo de los cambios 
que tienen lugar en un tratamiento. Los cambios sintomáticos frecuentemente tienen un componente 
de significación que rara vez es estudiado por la investigación tradicional. Los errores y 
simplificaciones excesivas que inevitablemente surgen en la investigación en psicoterapia 
frecuentemente provienen de la complejidad de una tarea de investigación que es inabarcable, más 
que del descuido, la ignorancia o la ingenuidad. Pocos estudios apuntan a examinar el rango completo 
de las consecuencias de comenzar un tratamiento en un momento propicio de la vida de un paciente 
que está inmerso en un contexto familiar y social. Las reseñas de investigación en este libro intentan 
reducir la gran cantidad de métodos y resultados de la psicoterapia en un todo cohesivo que tenga 
influencia en la práctica, pero al hacer esto los valores de quienes realizaron las revisiones afectan las 
conclusiones que se sacan. 
Por necesidad, los capítulos de este texto, como los estudios de investigación sobre los que están 
basados, a veces enfatizan franjas estrechas de funcionamiento personal e incluyen estudios de 
investigación que varían ampliamente en sofisticación y rigor. Aunque hay limitaciones en las reseñas 
de investigación que aparecen a continuación, pueden servir de base para averiguaciones más amplias 
acerca de los efectos de la psicoterapia, lo que permitirá a futuros estudios avanzar hacia preguntas 
de mayor precisión e importancia. Aún con estas limitaciones, las reseñas de investigación incluidas 
en este volumen tienen implicaciones importantes en la práctica en psicoterapia y por lo tanto en el 
entretejido de la vida social, en el mayor sentido de la palabra. 
 
RESEÑA DEL LIBRO 
 
Este manual está dividido en cuatro secciones. Como en las anteriores cinco ediciones, cada capitulo 
puede ser leído por sí mismo y representa una contribución independiente a la bibliografía sobre 
psicoterapia. Los primeros cinco capítulos se centran en temas metodológicos más amplios. Luego 
del presente capítulo introductorio, Comer y Kendall resumen principios importantes y métodos 
contemporáneos aplicados en los diseños de investigación experimental tradicionales. El capítulo 
ayuda al lector a comprender la terminología, procedimientos, métodos estadísticos, y qué tipo de 
diseños son convenientes para responder a las preguntas de una investigación en particular. La 
información en el Capitulo 2 es esencial para comprender y evaluar los matices de los hallazgos de 
investigación existentes. El Capítulo 3 (McLeod) pone énfasis en los métodos cualitativos y su uso 
para esclarecer la experiencia subjetiva de los participantes en la investigación, así como para 
formular las preguntas de investigación, ubicándose en un marcado contraste con los métodos 
focalizados en el Capítulo 2. El cuarto capítulo (Castonguay, Barkham, Lutz, y McAleavey) expone 
al lector a estrategias, relativamente nuevas, que tienen por objetivo mejorar la prestación de servicios 
y la obtención de resultados, con un énfasis sobre la investigación en la atención de rutina. El énfasis 
está en acortar la brecha entre investigación en psicoterapia y la práctica de psicoterapia. Tiene el 
importante objetivo de lograr una mayor cooperación entre científicos y profesionales con 
consecuencias positivas para el paciente. El Capítulo 5 (Ogles) se centra en un aspecto esencial del 
estudio científico de la psicoterapia: los métodos para medir los resultados de la psicoterapia. Al 
revisar las estrategias y los métodos de medición contemporáneos, este capítulo aclara cómo las 
variables de mayor interés son definidas operacionalmente y manejadas dentro de la evaluación 
empírica. Es un capítulo particularmente importante para que éstos estén planeando una investigación 
sobre cambio de conducta y quieren comprender su significado. 
La segunda sección de este manual se aleja de los temas metodológicos para examinar los resultados 
en un contexto más amplio. El Capítulo 6 (Lambert) ofrece una reseña de los efectos generales de la 
terapia (eficacia y eficiencia) y se ocupa de las cuestiones centrales de la práctica, fuera de los 
tratamientos específicos. El Capítulo 7 (Bohart y Wade) se centra en la contribución de los pacientes 
a los resultados en psicoterapia. El Capítulo 8 (Baldwin y Imel) resume el impacto del terapeuta sobre 
el resultado de la psicoterapia. El capítulo final (Crits-Christoph, Gibbons, y Mukherjee) en esta 
sección evalúa el rol de procesos y resultados (actividades e impactos) estudiados simultáneamente 
dentro de una misma investigación. Estos cinco capítulos juntos, aunque se superponen en cierto 
grado, ofrecen una idea clara de los hallazgos más básicos y generales de la investigación en 
psicoterapia. 
La tercera sección de este manual reseña los hallazgos de la investigación que han surgido dentro de 
las cuatro principales escuelas de psicoterapia (y sus variantes). Incluye capítulos sobre terapia 
conductual (Emmelkamp), cognitiva, cognitivo-conductual (Hollon y Beck), psicoterapia 
psicodinámica (Barber, Murran, McCarthy, and Keefe) e intervenciones experienciales-humanisticas 
(Elliot, Greenberg, Watson, Timulak, y Freire). 
La cuarta y última sección del manual -”Investigación sobre las aplicaciones en grupos y ámbitos 
especiales “- es la sección más larga con 6 capítulos. Incluye capítulos sobre psicoterapias con niños 
y adolescentes (Weisz, Ng, Rutt, Lau, y Masland), terapias de pareja y de familia (Sexton, Datchi, 
Evans, LaFollette, y Wright), psicoterapias grupales (Burlingame, Strauss, y Joyce) y medicina 
conductual y psicología de la salud (Smith y Williams). El Capítulo 18 (Forand, DeRubeis, y 
Amsterdam) revisa la investigación sobre el tratamiento de problemas psicológicos sólo con 
medicación y en conjunto con psicoterapia. Las prácticas psicoterapéuticas en estos capítulos 
representan, en cierto grado, áreas especiales, que siendo distintas una de la otra, sin embargo, se 
superponen tanto en los problemas presentados por el paciente, como en las intervenciones usadas. 
El capítulo final (Hill y Knox) analiza lo que sabemos sobre la investigación acerca del entrenamiento, 
la supervisión y sus efectos. 
 
REFERENCIAS 
 
Ablon, J. S., y Jones, E. E. (1999). Psychoterapy process in the National Institue of Mental Health 
Treatment of Depression Collaborative Research Program. Journal of Consulting and Clinical 
Psychology, 67(1), 64–75. 
 
American Psychiatric Association, (2000). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4th 
de.). Washington, DC: Author. 
 
American Psychological Association, (2005). Determination and documentation of the need for 
practice guidelines. www.apa.org/practice/guidelines/determination-documentation.pdf 
 
Anderson, E. M., and Lambert, M. J. (1995). Shorttermdynamically oriented psychotherapy: A 
metaanalysis. Clinical Psychology Review, 15(5), 503–514, 
 
http://www.apa.org/practice/guidelines/determination-documentation.pdf
Anderson, E. M., and Lambert. M. J. (2011). A survival analysis of clinically significant change in 
outpatient psychotherapy. Journal of Clinical Psychology, 57, 875–888. 
 
Andrews, G. (2000). A focus

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