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Neurofisiología II – Cát. 123 Ficha de cátedra Nº 9 Estrés Gabriela Sánchez Negrete Índice Síntesis del tema 2 El concepto de estrés 2 Estrés y procesos emocionales 2 Reseña histórica del tema 3 Fisiología de la respuesta de estrés 7 El estrés crónico y la salud 14 Estresores tempranos 16 Factores moduladores de la respuesta al estrés 18 Bibliografía 21 1 1. Síntesis del tema 1.1. El concepto de estrés El estrés puede ser definido como un conjunto de alteraciones que se producen en el organismo como respuesta física ante determinados estímulos, como por ejemplo el frío, el miedo, la alegría, una amenaza real o supuesta, etc. El proceso de estrés está compuesto por un estresor (estímulo) y una reacción (corporal), la cual es conocida como reacción de "Lucha o huida", ya que la persona elige si combatir al estímulo amenazador o escaparse. Se podría definir a un estresor como cualquier cosa que aleje a nuestro cuerpo del estado de equilibrio homeostático y la respuesta al estrés como el intento de nuestro cuerpo por restablecerlo. Hay que aclarar que los estresores no siempre provienen del mundo exterior, es decir, no siempre son exógenos. También hay estresores del tipo endógenos (provenientes del interior de la persona). Una persona se puede estresar tanto por factores físicos (p. ej. descargas eléctricas), psicológicos (p. ej. un pensamiento), biológicos (p. ej. privación del sueño) o sociales (p. ej. un casamiento). 1.2. Estrés y procesos emocionales Como se mencionó previamente en la ficha de cátedra referida a procesos emocionales, una respuesta emocional puede ser condicionada. Es decir, una persona puede aprender a tenerle miedo a una situación específica por medio de condicionamiento clásico (respondiente). Ante el conocimiento de un posible evento estresante, una herramienta que se suele usar son las respuestas de afrontamiento, en las cuales se aprende a presentar una respuesta específica que le evite a la persona el contacto con el estímulo aversivo (o al menos reduzca al mínimo el efecto doloroso). Esto quiere decir que si uno sabe el evento que se aproxima, es posible prepararse y anticiparse; de esta manera, tener más herramientas para afrontarlo. Por ejemplo: si a un alumno le genera estrés el tener que rendir un examen, una respuesta de afrontamiento apropiada sería estudiar, ya que eso le da más herramientas para enfrentar este estímulo y con eso se reduce el efecto doloroso. Por lo tanto, el análisis de la situación para que el cuerpo tome la decisión 2 instantánea entre luchar o huir se basa en tres factores: El entorno (la realidad compartida por todos), la manera como la persona percibe el entorno (en función de su personalidad, experiencias previas, etc.) y la percepción de los propios recursos de la persona para enfrentar las demandas del entorno (respuestas de afrontamiento). Una alteración en la forma de afrontar el estrés produce un síndrome denominado "síndrome de indefensión aprendida", el cual sucede cuando la persona considera que el suceso no es posible de modificarse a través de la conducta. El éxito o el fracaso es independiente de las acciones, lo que lleva a la persona a resignarse y dejar de intentarlo. A modo de ejemplo, pensemos en un niño que se prepara para rendir su primera prueba de matemáticas en la primaria. A pesar de que el nene se prepara antes de realizar la prueba, recibe una mala calificación y la maestra se enoja con él diciéndole que debería estudiar más para la siguiente prueba. De este modo, para el próximo examen el niño se prepara mucho más. No obstante, al momento de recibir la nota la maestra nuevamente lo regaña diciéndole que no podía creer que lo hiciera tan mal. ¿Qué aprendió el niño en ese caso? Que independientemente de sus acciones (es decir, de cuánto estudiara) las consecuencias eran desalentadoras (una mala nota y un regaño por parte de la maestra). Esto se ve reflejado en un déficit motivacional en donde no hay esfuerzos para responder o hacer algún tipo de conducta voluntaria. En una última instancia, esta sensación se generaliza a situaciones similares trayendo problemas en la vida cotidiana de la persona (muy frecuentemente en adultos mayores). 2. Reseña histórica del tema No obstante, el concepto de estrés dista de ser un tema resuelto. Por esto mismo, se hará un pequeño desarrollo histórico de cómo se fue conceptualizado a lo largo de la historia y cuáles son los aportes más modernos que permiten definirlo en la actualidad. Cannon (1929) fue el primero en definirlo y lo entendió como “Reacción de Huida o Lucha” (fly / flight) frente a situaciones amenazantes, postulando que su biología dependía de la estimulación simpático – adrenal. En 1936, Hans Selye realizó el siguiente experimento: inyectó a un grupo de ratas con un extracto químico y a otro grupo (control) con solución salina (placebo). Luego, observó que ambos grupos desarrollaron úlceras de estómago, hipertrofia adrenal y atrofia del sistema inmunitario. 3 Selye dedujo que tales lesiones eran “consecuencias inespecíficas” del procedimiento y que no se debían al extracto químico. A estas consecuencias las llamó “respuestas de estrés”. Dado que estas respuestas son reacciones de emergencia que preparan a los organismos (desde las aves a los mamíferos) para la lucha o la huida, Selye acuñó el término de “síndrome general de adaptación“ para referirse al estrés. Posteriormente, Mason (1975) realizó un aporte importante al proponer que para que un estímulo produzca una respuesta, éste debe de haber sido previamente evaluado por el individuo. Señaló que, para que los estresores fueran efectivos en el desencadenamiento del estrés, éstos tenían que tener un contenido emocional, ser novedosos, extraños o no familiares para el animal. Así, el animal se encontraría en un estado de desesperanza, falto de control e inseguridad. Así, pueden distinguirse tres formas en las que se utiliza el término estrés: 1) Para referirse a un estado interno del organismo (tensión). El estrés se conceptualiza aquí como respuesta fisiológica. Hoy se conoce que los organismos, desde las aves hasta los primates, frente a situaciones percibidas como amenazantes, desarrollan una serie de procesos y reacciones (fisiológicas / emocionales) adaptativas. En estas respuestas se movilizan una gran variedad de hormonas (adrenalina y glucocorticoides, por ejemplo), se activan numerosos procesos metabólicos (se provee oxígeno y glucosa al corazón, músculos esqueléticos y cerebro) y se desactivan otros (digestión, crecimiento, función reproductora). 2) Para referirse a un hecho externo “estresor”. El estrés, desde esta perspectiva, es un acontecimiento (estímulo) que requiere la adaptación del individuo, una circunstancia que, de forma inusual, le exija a un individuo un cambio en su modo habitual de vida (Holmes, 1967). Así, por ser situaciones difíciles y potencialmente peligrosas, el bienestar del organismo se encontrará amenazado y deberán ajustarse a tales contingencias ambientales. 3) Como transacción entre la persona y el medio ambiente. Desde esta perspectiva, se enfatiza que no importa tanto el estresor en sí mismo, sino la evaluación cognitiva – simbólica que se realiza de esa situación, comparándola con situaciones personales o culturales ya vividas. El estrés, entonces, se caracteriza por ser una experiencia individual que surge de transacciones entre la persona y su medio, especialmente en 4 aquéllas en las cuales hay un desbalance entre los recursos individuales y la percepción de la situación como amenaza o desafío. Para Lazarus (1981, 1984), los procesos cognitivos son muy importantes. Así,una persona primero evalúa cognitivamente una situación y determina con qué recursos cuenta para afrontarla. El estrés surgiría cuando los recursos para afrontar la situación no alcanzan. Entonces, desde esta perspectiva, se pone énfasis en los procesos cognitivos que intervienen entre las condicionesambientales, así como la reactividad fisiológica que estas condiciones producen en última instancia sobre el organismo (Lazarus, 1984). Desde este punto de vista, las variables más importantes no son ni los acontecimientos (estresores) ni las respuestas fisiológicas al estrés. Para Lazarus, la variable más importante se encuentra en la actividad mental del individuo que mediatiza el impacto del estresor. El estrés es conceptualizado como proceso, y se remarca que es la actividad cognitiva la que media entre la exposición a un estresor potencial y la reacción que finalmente se tiene ante él. 5 Por otra parte, los avances en el campo de la psiconeuroinmunoendocrinología, dan cuenta de la importancia que tienen los factores emocionales en el desencadenamiento y/o exacerbación de las enfermedades. Estos desarrollos teóricos han influido para que se tenga en cuenta la historia del sujeto en el proceso de la salud– enfermedad. Para el psicoanálisis, definir el constructo de vulnerabilidad al estrés implica necesariamente una posición teórica acerca de cómo se constituye el aparato psíquico y cómo funciona. Desde el modelo de la “Tercera Tópica” (Zukerfeld., R.; 2005; 2007), se propone que la vulnerabilidad de los sujetos depende del interjuego de tres ejes: 1) el funcionamiento psíquico; 2) los recursos del yo y 3) la red de sostén. En este modelo, es el 3º eje, el de los vínculos, el que da la posibilidad de evolucionar de la vulnerabilidad a la resiliencia. Esta vulnerabilidad puede expresarse a través de diferentes indicadores: pobre actividad fantasmática, tendencia a la descarga, pobres recursos yoicos que incluyen estilos de afrontamientos no adecuados, presencia de cogniciones y/o conductas de riesgo, alteraciones cognitivas y síntomas somáticos. Los avances en las neurociencias han permitido demostrar que la experiencia deja una huella en las redes neuronales, al mismo tiempo que modifica la eficacia de la transmisión sináptica (Kandel, E., 2001; Morris, R., 2003). El concepto de plasticidad neuronal demuestra que la red neuronal es modulable por la experiencia. Es decir que, más allá de lo innato, lo que es adquirido por medio de la experiencia deja una huella que transforma lo anterior (Ansermet, F., 2010). Es por ello que la experiencia modifica permanentemente las conexiones entre las neuronas produciendo cambios no sólo estructurales sino también funcionales. El cerebro es claramente un órgano social, de estructura dinámica y en permanente relación con el medio ambiente, por un lado, y con los procesos cognitivos, por el otro (Kandel, E., 2001). Es decir que más allá de la existencia de una respuesta estereotipada al estrés (punto siguiente), la misma se pondrá en juego de un modo particular en cada sujeto, en tanto la plasticidad neuronal ha permitido explicar cómo lo singular se expresa más allá de las determinaciones genéticas. 6 3. Fisiología de la respuesta de estrés La respuesta de estrés es una reacción estereotipada que se basa en la activación del eje Hipotálamo-Hipofiso-Adrenal (H-H-A) y del Sistema nervioso autónomo en su rama simpática. El sistema nervioso autónomo se subdivide en una rama parasimpática y otra simpática. La primera se encarga de las actividades relacionadas con la relajación y la digestión, mientras que la segunda se encarga de la respuesta de lucha o huida (respuesta de estrés). Entre estas dos ramas, se logra un equilibrio dinámico llamado homeostasis, ya que siempre están en balance (o se activa una o se activa la otra, jamás las dos o ninguna). En la activación simpática se puede observar, entre otras cosas, una dilatación de las pupilas, inhibición de la saliva, inhibición del sistema digestivo, etc. (Figura 1). 7 Figura 1 Esquematización del sistema nervioso autónomo (divisiones simpática y parasimpática) y su impacto en los diferentes órganos del cuerpo. Al activarse la respuesta de estrés (debido a que la amígdala consideró que el estímulo es posiblemente amenazador), el hipotálamo secreta la hormona Corticotrofina (CRH), la cual activa a la glándula hipófisis para que esta genere otra hormona llamada Adrenocorticotrofina (ACTH). A su vez, esta última hormona activa la glándula suprarrenal (localizada en la parte superior de los riñones), la cual secretará cortisol, adrenalina y noradrenalina. Este circuito descrito es lo que se conoce como el eje HHA. El último componente secretado, el cortisol, envía un mensaje (Retroalimentación negativa) para frenar la respuesta de estrés, en caso de que sea necesario. Si el peligro sigue vigente, la respuesta se vuelve a activar. Este ciclo de retroalimentaciones negativas se mantiene hasta que el estímulo amenazador desaparezca. (Figura 2). 8 Figura 2. Activación secuencial del eje H-H-A: el cortisol (hormona liberada por la corteza de la glándula suprarrenal en respuesta a la activación del eje), realiza a su vez la retroalimentación negativa para disminuir la activación del eje. Previamente se explicó el rol de la amígdala en la respuesta de estrés. Esta tiene el rol central de determinar una situación amenazante. Sin embargo, hay otra estructura que influirá en esta decisión: el hipocampo. Este último fue muy estudiado por su función en el proceso de memoria y aportará el contexto en el cual se está produciendo la respuesta de estrés. De este modo, ejerce un control inhibitorio sobre el eje HHA. Por ejemplo, en caso de que vayamos a un zoológico, nuestro hipocampo va a contextualizar a la amígdala que, si vemos un león, entienda que este no será peligroso ya que está enjaulado. Sin el aviso previo (basado en la experiencia), la amígdala se activaría lógicamente ante la presencia del león. Es así como el hipocampo hace un control inhibitorio en la respuesta de estrés. 9 Existe una respuesta estereotipada al estrés mediada primariamente por la activación del eje hipotálamo – hipófiso – adrenal (H-H-A) y el sistema nervioso autonómico (SNA). Estos sistemas son activados en respuestas a estresores endógenos o exógenos, pudiendo ser metabólicos, fisiológicos, infecciosos, inflamatorios o emocionales. Los sistemas de respuesta al estrés funcionan para restablecer el estado de equilibrio después que haya sucedido un disturbio, y por ello es que todas las respuestas que se ponen en marcha han sido denominadas “Respuestas Adaptativas” (Selye, 1936). La respuesta al estrés se caracteriza por una adaptación central que lleva a un estado de alerta y vigilancia (“arousal”), un incremento en la atención focalizada y agresión, e inhibición de las vías que sirven para funciones vegetativas. Periféricamente, la adaptación al estrés conduce a la movilización de energía para que esta llegue al sistema nervioso central (SNC) y a los músculos necesarios. En esta respuesta, se observa un aumento en la frecuencia cardiaca, en la presión arterial y en la frecuencia respiratoria. La gluconeogénesis y la lipólisis aumentan la producción de energía. La reproducción y el crecimiento se detiene, al igual que en el sistema inmune prevalece la inmunosupresión, lo que restringe la respuesta inmunológica. Figura 3. La respuesta al estrés. 10 Esta respuesta al estrés debe ser eficiente en frenar su propia actividad. Esto se logra por medio de lazos de retroalimentación inhibitorios, cortos y largos. Esta respuesta de freno está mediada, principalmente, por los glucocorticoides y sus receptores específicos (tipo I y tipo II). El péptido de liberación de corticotrofina (CRH) es el mediador principal de la activación del eje H-H-A. Es una hormona peptídica localizada, principalmente, en los núcleos paraventriculares del hipotálamo. Otro péptido, la argininavasopresina (AVP), localizada en la misma región hipotalámica, actúa generando una amplificación en la secreción de la hormona hipofisaria adrenocorticotrofina (ACTH) inducida por CRH. La evidencia reciente le asigna un rol importante en sostener la activación del eje H-H- A duranteel estrés. La ACTH, por su parte, actúa sobre la corteza suprarrenal estimulando la producción de glucocorticoides. Los glucocorticoides son los que principalmente frenan la respuesta al estrés, actuando a nivel cerebral (hipotálamo, hipocampo, Locus coeruleus (lazos de retroalimentación inhibitorio largos), hipofisario (lazo de retroalimentación corto) e incluso sobre la propia glándula adrenal, frenando su propia síntesis (lazo de retroalimentación ultra corto). Los glucocorticoides ejercen su acción inhibitoria en estos tres niveles, a través de respuestas rápidas pero también lentas. Las respuestas lentas involucran la modulación de la expresión de diferentes genes involucrados en la activación de este eje. Los receptores de glucocorticoides son proteínas intracelulares y los glucocorticoides, dada su naturaleza lipídica, entran a las células atravesando las membranas plasmáticas. La unión de los glucocorticoides a su receptor intracelular forma el complejo Receptor–Glucocorticoide. Este complejo se une al ácido desoxirribonucleico (ADN), presente en el núcleo celular y modula la transcripción de diferentes genes. Uno de los genes cuya expresión es modulada por este complejo es la del propio receptor a glucocorticoides. Por otra parte, se ha demostrado que el eje H-H- A está modulado rítmicamente, siguiendo una fluctuación circadiana (Buckley & Schatzberg, 2005). El eje H–H–A está conectado anatómica y funcionalmente al locus coeruleus (LC) y con el sistema nervioso autonómico. La activación de neuronas noradrenérgicas 11 del Lc lleva a una liberación de noradrenalina a todo el cerebro, generando así un estado de alerta e hipervigilancia. La activación simpática periférica lleva a un aumento principalmente de adrenalina, que es la responsable del incremento en la frecuencia cardiorrespiratoria y de la tensión arterial, estas manifestaciones se observan en la respuesta al estrés. Se ha encontrado que la administración intraventricular de CRH estimula la actividad del LC, y que la noradrenalina estimula a su vez a las neuronas CRH, estableciéndose un lazo de retroalimentación positiva. Más aún, tanto las neuronas CRH como las del LC, responden de modo similar a varios estímulos; por ejemplo, la serotonina y la acetilcolina son excitatorios para ambos sistemas, mientras que el GABA, los glucocorticoides y los péptidos opioides son inhibitorios. Como se expuso en el punto anterior, se puede afirmar que no es el estímulo en sí mismo el que desencadena la respuesta al estrés, sino que para poder desencadenarse se requiere, como primer, paso que dicho estímulo haya sido evaluado y significado como una amenaza. Es por ello que es necesario comprender los mecanismos subyacentes por el cual un evento adquiere su significación simbólica. LeDoux (1994) describe los mecanismos neurales que subyacen al proceso de evaluación cognitiva, o sea cómo se le otorga significado emocional a un estímulo. Para ello emplea como modelo el paradigma del “miedo condicionado”. La evaluación del estímulo como estresante no es solamente fundamental para iniciar la respuesta al estrés, sino que es también la responsable de que esta respuesta se sostenga en el tiempo. La amígdala tiene un rol fundamental como sitio de transformación de la información sensorial en una señal que tenga significado emocional. Además, es una de las participantes principales en determinar si existe una situación amenazante. Adicionalmente, la amígdala participa en el cómo y cuándo se debe responder a esta amenaza. Es decir, que si un estímulo es interpretado por la amígdala como amenaza, se observará un despliegue de la respuesta al estrés. A su vez, la amígdala recibe múltiples influencias (“inputs”) que son, sobretodo, sensoriales (recibe una influencia directa del tálamo sensorial). Por otro lado, la amígdala se proyecta hacia el hipotálamo (regula el eje H–H–A) y a regiones cerebrales que controlan el sistema nervioso autonómico. La amígdala es activada también por la 12 proyección noradrenérgica central proveniente del LC, lo que permite un análisis emocional continuo del estresor. A su vez, el hipocampo tiene un rol fundamental sobre la amígdala. Es una estructura nerviosa que interviene en el procesamiento de estímulos complejos como la representación del contexto en el cual se está produciendo la situación de estrés. Las proyecciones hipocampales a la amígdala son fundamentales en el proceso de la significación emocional del estímulo contextual. Estos factores contextuales son importantes en el proceso de evaluación y significación que hace la amígdala; ya que, como dice LeDoux (1994), no es lo mismo “un tigre dentro de una jaula en un circo, que un tigre suelto”. En este ejemplo, el estímulo “tigre” es el mismo pero el estímulo contextual es diferente, con lo cual la valoración de la situación debería ser diferente en ambos casos porque el contexto es diferente. En un caso debería ser interpretado como una amenaza, pero no en el otro. El hipocampo ejerce un control inhibitorio sobre el eje H-H-A. Es una estructura rica en receptores a glucocorticoides y desempeña un rol fundamental en la “memoria declarativa”. El exceso de glucocorticoides, en una respuesta al estrés sostenida en el tiempo, por ejemplo , produce una regulación en menos (“down regulation”) de los receptores a los glucocorticoides y puede llevar a atrofia y/o muerte de neuronas hipocampales. Una consecuencia frecuente frente a las situaciones de estrés es la alteración en la memoria declarativa. Además, esta disminución a nivel de receptores a glucocorticoides y la muerte misma de neuronas hipocampales hace que el control inhibitorio que el hipocampo ejerce sobre el eje H-H-A sea menor, lo que lleva a mayor desenfreno de la respuesta al estrés con aún mayor producción de glucocorticoides. La influencia del hipocampo a la amígdala también se verá afectada, con lo cual podría pensarse que la amígdala perderá la significación del estímulo contextual (relacionarlo, por ejemplo, con el ejemplo del tigre). El estrés que ocurre tempranamente, tanto en humanos como en animales, “modela” al sistema nervioso central. Esto se debe, fundamentalmente, a los efectos que los glucocorticoides tienen sobre el hipocampo, lo que determinará distintos modos de procesar los estímulos y responder al estrés en la etapa adulta. Numerosos estudios han demostrado que las experiencias traumáticas tempranas (como el abuso sexual en humanos, o la deprivación materna en modelos animales), tienen efectos de larga 13 duración en el procesamiento de la información y en la conducta (Ver “estresores tempranos”). Hoy puede afirmarse que la respuesta al estrés está también condicionada genéticamente. En estudios realizados en animales, se encontraron diferentes tipos de respuestas al estrés frente a distintos estresores (hiperrespuesta vs hiporrespuesta del eje H-H-A), además de una variedad en la densidad de receptores, al comparar dos cepas de ratas de la misma especie. En los seres humanos, la respuesta al estrés que se desencadenará frente a un estresor dependerá, entre otros factores, de cómo fue evaluada la situación, con qué estrategias para afrontarlo se cuenta, en qué etapa del desarrollo evolutivo sucede y la existencia o no de apoyo social. Cuando esta respuesta no puede autolimitarse deja de ser “adaptativa” y, como consecuencia, deviene y/o se agrava una enfermedad. Diferentes enfermedades, entre ellas numerosas psiquiátricas, han sido vinculadas a este funcionamiento desregulado del eje del estrés. La hiperactividad del eje ha sido relacionada con la depresión mayor melancólica, el trastorno por pánico, la anorexia y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Por otra parte, un eje hipo funcionado ha sido relacionado con el síndrome de fatiga crónica, la fibromialgia, la depresión estacional y la atípica. 4. El estrés crónico y la salud Como bien se explicó previamente, la respuesta de luchao huida es útil como respuesta a corto plazo ante los estímulos amenazadores. La activación de este sistema podría salvarnos la vida en ciertas ocasiones, pero, en el caso de que se mantenga en el tiempo, comienza a ser dañina. Cuando esta respuesta no puede autolimitarse deja de ser adaptativa y, como consecuencia, deviene o se agrava una enfermedad. Hay muchos efectos visibles de la exposición prolongada a las hormonas de la respuesta al estrés. Entre ellos se encuentran el incremento de la presión sanguínea, el déficit en el sistema inmunológico, infertilidad, daño en el tejido muscular, etc. Esto se suele ver en lo que se conoce como Síndrome General de Adaptación, en el cual el estresor se mantiene en el tiempo y rompe la homeostasis. Este síndrome consta de tres fases: En la primera, la fase de alarma, es cuando se detecta la presencia del estresor. En la segunda fase, la de resistencia, es cuando se moviliza el sistema de respuesta 14 volviendo al equilibrio (proceso activo mediante el cual el cuerpo responde a los eventos cotidianos para mantener la homeostasis). En la tercera y última fase, la de agotamiento, si el estresor se prolonga en el tiempo, pueden surgir alteraciones relacionadas con el estrés crónico (Figura 4). Figura 4. Representación gráfica que ilustra las tres fases del “síndrome general de adaptación”. 15 5. Estresores tempranos El énfasis en el estrés como un hecho externo estuvo relacionado, históricamente con situaciones traumáticas importantes como las catástrofes ambientales. Posteriormente, los estudios se focalizaron en “acontecimientos vitales mayores“, como la muerte del cónyuge, divorcio, casamiento, etc. Por otro lado, la investigación con modelos animales ha demostrado que los efectos de los estresores serán diferentes según las características temporales del estresor (corto tiempo, crónico o intermitente), además de la etapa del desarrollo evolutivo en que ocurren. Investigaciones recientes en primates se han centrado en el estudio del impacto del estrés que ocurre tempranamente en la vida. Suomi y colegas estudiaron el impacto de la deprivación materna en monos y demostraron que, en aquellos monos que habían sido criados sin sus madres, cuando eran adultos, respondían al estrés agudo de un modo diferente (hiperrespuesta H-H-A), comparado con aquellos monos que no habían sufrido deprivación materna (Suomi, 1991). Por su parte, Mc Kinney y su equipo demostraron que los Macacus rheusus criados solos o en presencia de pares mostraban, cuando eran adultos, alteraciones en la conducta tales como disminución de la locomoción, disminución de la actividad exploratoria del medio, alteraciones del sueño y de la ingesta de alimentos, además de jugar menos (McKinney, 1984). En los últimos años, numerosos estudios demuestran, en los seres humanos, una estrecha relación entre los estresores o traumas que ocurren tempranamente y la presencia de desórdenes afectivos en la etapa adulta. Por su parte, algunos autores demostraron que las experiencias traumáticas acaecidas en la infancia, como la muerte de un padre, generan una predisposición a desarrollar trastornos del estado del ánimo en la etapa adulta (Kendler, 1992). Cicchetti (1989) y Malinosky – Rummel (1993), postulan que el maltrato infantil, situaciones de abuso sexual, físico y la negligencia extrema, dejan a los niños en una situación de riesgo para el desarrollo de trastornos psicopatológicos. Más aún, se ha propuesto que un mecanismo que permite relacionar las experiencias traumáticas en los niños y el desajuste comportamental que se observa (tales como comportamientos agresivos, responder con enojo, temor o agresión en situaciones que no lo requieren), es su funcionamiento emocional que incluye dificultades en la habilidad para reconocer, regular y expresar sus estados emocionales; además de dificultades que verifican también cuando son adultos (Cicchetti, 1989 y 16 1996; Coth, 1992). 6. Efecto del estrés sobre el neurodesarrollo Estudios recientes han demostrado la existencia de una desregulación del eje H- H-A en niños maltratados. Perry y col. (1995), demostraron niveles elevados de cortisol persistentes en estos niños. Resultados similares fueron descritos por Hart y colegas (1996), quienes demostraron que los niños maltratados presentaban niveles más altos de cortisol matutino respecto a los niños no maltratados. Además, comprobaron que los niños deprimidos maltratados tenían una menor concentración de cortisol matutino y mostraban un incremento (en lugar de una disminución) en la fluctuación diaria del mismo. Los glucocorticoides, cortisol en humanos, tienen múltiples funciones para el organismo. Entre ellas se hará referencia particularmente a los efectos del mismo sobre el sistema nervioso central (SNC). Las acciones centrales pueden ser ejercidas directa o indirectamente, por ejemplo: el mantenimiento del metabolismo de la glucosa, del equilibrio hidrolítico y la regulación del flujo sanguíneo. Actúan también regulando la síntesis y / o liberación de factores neuronales, la arborización dendrítica y la sinaptogénesis. Los glucocorticoides ejercen sus efectos al actuar sobre receptores específicos, ampliamente distribuidos en el SNC. El hipocampo es el área del SNC más rica en receptores de tipo esteroideos y es un centro fundamental para procesos cognitivos como la memoria a largo plazo. Los glucocorticoides en concentraciones fisiológicas estimulan la cognición favoreciendo la arborización dendrítica y a las neuronas entorrinales. Sin embargo, un desbalance en las concentraciones del cortisol (como la hipercortisolemia, o las variaciones en su ritmo circadiano), produce neurotoxicidad con atrofia hipocampal, que se manifiesta por alteraciones en el procesamiento de la información. Las experiencias traumáticas infantiles “modelan” el SNC al incidir sobre la actividad del eje H-H-A, lo que determinará distintos modos de procesar los estímulos y responder al estrés. Varios estudios han demostrado que las experiencias traumáticas tienen efectos de larga duración en el procesamiento de la información (Pollack, 1998; Pittman, 1987). 17 7. Factores moduladores de la respuesta al estrés Fue Sigmud Freud (1917) el que describe, por primera vez en sus series complementarias, la importancia de las experiencias traumáticas infantiles, reales o fantaseadas, para determinar un terreno predisponente para el desarrollo psicopatológico, y sobre el cual actuarán las otras series. C. Nemeroff (1997) integra el concepto biológico de vulnerabilidad genética con los sucesos traumáticos tempranos y propone, como consecuencia de esta interrelación, el desarrollo de un fenotipo vulnerable, sobre el cual actuarán las situaciones conflictivas diarias y los sucesos traumáticos (Figura 5). Este fenotipo vulnerable se caracteriza por una respuesta exagerada a estresores en la etapa adulta (hiperactividad del eje H-H-A, simpática y noradrenérgica central), y cambios conductuales como el desarrollo de depresión y ansiedad. Esta perspectiva permite entender el término vulnerabilidad sin caer en determinismos rígidos ya que significa que una persona tiene una aptitud fenotípica para desarrollar conductas específicas en ciertas condiciones (Stagnaro, 2000). Figura 5: Efectos de las experiencias tempranas sobre la constitución de fenotipos vulnerables al estrés, (modificado de Nemeroff, 1997). 18 Un hallazgo esencial en la investigación del estrés ha sido la constatación de que las respuestas de estrés pueden ser moduladas por factores psicosociales tanto en animales como en humanos. En estos últimos el escenario es aún más complejo puesto que la capacidad de anticipar posibles acontecimientos lleva a convertir en agentes estresantes un gran número de situaciones cotidianas. Un claro ejemplo lo constituye el concepto de red de sostén, al cual se le atribuye un rol fundamental en la amortiguación del impacto de la situaciónestresante (Cohen, 1985; Power, 1988). Otro ejemplo son las estrategias de afrontamiento que el sujeto emplea para afrontar la situación estresante. Siguiendo a Lazarus y Folkman (1984), el afrontamiento se define como: “aquellos procesos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y / o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo”. El modo de afrontar una situación dependerá de cómo ésta ha sido evaluada previamente. Los estudios de Suzanne Kobasa (1979), realizados en ejecutivos de negocios que estaban bajo presión laboral y molestias diarias, mostró que los mismos podían dividirse en dos grupos: un grupo de ejecutivos que se enfermaba mucho y el otro que no. Este último grupo fue denominado “resistente”, e interesantemente comprobó que los ejecutivos “resistentes” tenían más probabilidades de evaluar las diferentes situaciones como desafíos o retos que como amenazas, a diferencia del otro grupo que valoraba las situaciones cotidianas y laborales más como amenaza que como desafío. Además, el grupo de ejecutivos “resistentes” buscaba y afrontaba más activamente los retos y sentía que tenía más control. Por otra parte, está muy bien estudiado que las situaciones que son significadas como incontrolables y/o impredecibles presentan las consecuencias más severas (Segura, 1994; Seligman, 1975; Fernández-Teruel, 1998). Otro punto importante a considerar es la amplia evidencia que relaciona vulnerabilidad al estrés con aspectos temperamentales o personalidad de los individuos. En esta línea, son numerosos los estudios que ubican diferentes aspectos de la personalidad como factores esenciales para predecir o entender la susceptibilidad a un estresor. Un ejemplo es la hostilidad o agresividad persistente no manifiesta (personalidad tipo A) y los trastornos coronarios. Otros rasgos de personalidad estudiados y asociados como malos predictores son la baja extraversión y el alto 19 neuroticismo (Denney, 1981). 8. Conclusiones Aunque el concepto de estrés diste de ser consensuado, ni conforme a las distintas perspectivas actuales en neurobiología y/o salud, merece ser considerado no sólo por su carácter histórico y la utilización frecuente del término, sino porque permite considerar varios aspectos de los procesos emocionales que se han tratado previamente. Entre las consideraciones a realizar respecto al concepto de estrés, el primero es resaltar que no se trata de un proceso desfavorable, sino de un mecanismo adaptativo, que en determinadas condiciones puede traducirse –ya sea por la calidad de la experiencia estresante, o su persistencia en el tiempo-, en lo que puede ser denominado “distrés” (o desorden por estrés), esto es, un factor desfavorable con potenciales efectos perjudiciales para la salud. Un segundo aspecto que debe ser tenido en cuenta es que, a pesar que muchos de los denominados “agentes estresores” pueden ser de naturaleza física o química, el estrés psicosocial es un factor no menos importante del procesos de estrés y sus posibles consecuencias, tanto favorables como desfavorables. Finalmente, pero no menos importante, el proceso de estrés, o como sea denominado en el futuro, constituye un agente fundamental para el desarrollo del individuo, y ha sido un factor evolutivo en la selección natural, motivos por los cuales, merece ser considerado especialmente. 20 9. Bibliografía Buckley, T. M., & Schatzberg, A. F. (2005). On the interactions of the hypothalamic-pituitary-adrenal (HPA) axis and sleep: normal HPA axis activity and circadian rhythm, exemplary sleep disorders. The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 90(5), 3106-3114. Cohen, S., Willis, T.A. (1995). Stress, Social Support, and the Buffering Hypothesis. Psychological Bulletin, 98, 310-357. Denney, D.R. & Frisch, M.B. (1981). The Role of Neuroticism in relation to Life Stress and Illness. J. Psychosom. Res., 25, 303-307. Freud, S, (1926). Hemmung, Symptom und Angst [Inhibitions, symptoms and anxiety]. Vienna: Internationaler Psychoanalytischer Verlag. Freud, A, (1936). 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