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Baratta, A Criminología crítica y crítica del derecho penal (pp 56-65)

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CRIMINOLOGÍA CRÍTICA
Y CRÍTICA
DEL DERECHO PENAL
introducción a. la sociología
jurídico-penal
por
AL ESSANDRO BARATTA
sigloveintiunoecttores
IV. LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA DE
LA DESVIACIÓN Y DE LA ANOMIA. NEGACIÓN DEL
PRINCIPIO DEL BIEN Y DEL MAL
1. EL VUELCO SOCIOLÓGICO EN LA CRIMINOLOGÍA
CONTEMPORÁNEA: ÉMILE DURKHEIM
En el ámbito de las teorías más propiamente sociológicas, el
principio del bien y del mal ha sido puesto en duda por la
teoría estructural-funcionalista de la anomia y de la crimina-
lidad. Esta teoría, introducida por las obras clásicas de Émile
Durkheim y desarrollada por Robert K. Merton, representa
el giro de orientación sociológica efectuado por la criminolo-
gía contemporánea. Constituye la primera alternativa clásica
a la concepción de los caracteres diferenciales biopsicológicos
del delincuente y, en consecuencia, a la variante positivista
del principio del bien y del mal. En este sentido, la teoría
funcionalista de la anomia se sitúa en el origen de una profun-
da revisión crítica de la criminología de orientación biológica
y caracterológica, es decir, en el origen de una dirección alter-
nativa a ella que caracteriza todas las teorías criminológicas
de las cuales se tratará más adelante, aun cuando éstas com-
partan en su mayor parte con la criminología positivista la
concepción de la criminología como búsqueda de las causas
de la criminalidad.
La teoría estructural- funcionalista de la anomia y de la
criminalidad afirma:
1] Las causas de la desviación no deben buscarse ni en
factores bioantropológicos y naturales (clima, raza), ni en una
situación patológica de la estructura social.
2] La desviación es un fenómeno normal de toda estruc-
tura social.
3] Sólo cuando se hayan sobrepasado ciertos límites, el
fenómeno de la desviación es negativo para la existencia y
el desarrollo de la estructura social, si se acompaña de un esta-
do de desorganización, en el cual todo el sistema de reglas de
conducta p.erde valor, mientras no se haya afirmado aún un
[561
LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FLTNCIONALISTA 57
nuevo sistema (es ésta la situación de "anomia"). Viceversa,
dentro de sus límites funcionales, el comportamiento desvia-
do es un factor necesario y útil del equilibrio y del desarrollo
sociocultural.
Precisamente al comienzo de su célebre examen de la cri-
minalidad en Les régles de la méthode sociologique (1895),
Durkheim critica la representación, entonces no controverti-
da, del crimen como fenómeno patológico: "Si hay un hecho
cuyo carácter patológico parece incuestionable, es el crimen.
Todos los criminólogos están de acuerdo sobre este punto."'
Y por otra parte, observa Durkheim, hallamos el fenómeno
criminal en todo tipo de sociedad: "No hay una sola en que
no exista criminalidad."2 Aun cuando sus características cua-
litativas varían, el delito "aparece estrictamente ligado a las
condiciones de toda la vida colectiva".3 Por tal razón, consi-
derar el crimen como una enfermedad social "significaría
admitir que la enfermedad no es algo accidental, sino que,
por el contrario, se deriva en ciertos casos de la constitución
fundamental del ser viviente". Pero esto conduciría de nuevo
a confundir la fisiología de la vida social con su patología. El
delito forma parte, en cuanto elemento funcional, de la fisio-
logía y no de la patología de la vida social. Sólo sus formas
anómalas, por ejemplo su excesivo incremento, pueden consi-
derarse como patológicas. Por lo tanto, en los límites cualita-
tivos y cuantitativos de su función psicosocial, el delito no es
sólo "un fenómeno inevitable, aunque repugnante, debido a
la irreductible maldad humana", sino también "una parte in-
tegrante de toda la sociedad sana".4
Esta aparente paradoja se explica si se tienen en conside-
ración aquello que constituye la normalidad y la funcionalidad
del delito para el grupo social. En primer lugar, el delito, pro-
vocando y estimulando la reacción social, estabiliza y mantie-
ne vivo el sentimiento colectivo en que se basa, en la generali-
dad de los coasociados, la coforrnidad a las normas. El delito,
empero, es también un fenómeno de entidad particular, san-
eionaklo por el derecho penal. El hecho de que la autoridad
•
Ve'ase E. Durkheim [1968], p. 65.
2
Ibt
.
dem.
3Ibid., p. 66.
4
1bidem.
58 	 LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA
pública, sostenida por el sentimiento colectivo, descargue su
propia reacción reguladora sobre fenómenos de desviación
que llegan a la intensidad del crimen, permite una elasticidad
mayor respecto a otros sectores normativos, y hace posible
de tal manera, por medio de la desviación individual, la trans-
formación y la renovación social. Se garantiza así una condi-
ción esencial de la transformación y de la evolución de toda
la sociedad. "Para que pueda manifestarse la originalidad mo-
ral del idealista que sueña trascender el propio tiempo, es
necesario que la del criminal, dominada por el propio tiempo,
sea posible. La una no se da sin la otra."' Aparte de esta fun-
ción indirecta, el delito puede tener además una función di-
recta en el desarrollo moral de una sociedad. No sólo deja la
vía libre a las transformaciones necesarias, sino que en ciertos
casos las prepara directamente. Esto quiere decir que el cri-
minal no sólo permite que el sentimiento colectivo se man-
tenga en una situación susceptible de cambio, sino que
anticipa el contenido mismo de la futura transformación.
En efecto, el delito es a menudo la anticipación de la moral
futura, como demuestra, por ejemplo, el proceso de Sócrates.
Estas consideraciones conducen a Durkheim a ver bajo
una nueva luz los fenómenos de que se ocupa la criminología.
Contrariamente a lo que ocurría en la criminología preceden-
te y contemporánea, y partiendo de cuanto él mismo había
sostenido con anterioridad, Durkheim no veía ya al delincuen-
te como "ser radicalmente antisocial, como una especie de
elemento parasitario, de cuerpo extraño e inasimilable, intro-
ducido en el seno de la sociedad", sino más bien como "un
agente regulador de la vida social". Esta visión general funcio-
nalista del delito se ve acompañada en Durkheim por una
teoría de los factores sociales de la anomia. Ya con anteriori-
dad a Les régles de la méthode, sociologique, y contra las
concepciones naturalistas y positivistas que identificaban las
causas de la criminalidad en las fuerzas naturales (clima, raza),
en las condiciones económicas, en la densidad de población
de ciertas regiones, etc., Durkheim había puesto el acento
sobre los factores intrínsecos al sistema socioeconómico del
capitalismo, basado en una división social del trabajo tanto
más diferenciada y constrictiva —con el nivelamiento de los
s !bid., p. 70.
LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA 59
individuos y las crisis económicas y sociales que él trae con-
sigo. En su monografía sobre el suicidio de 1897, Durkheim
profundiza la teoría de los factores estructurales de la ano-
/flia. Junto a las tipologías individuales del suicidio, pone en
evidencia el fenómeno del suicidio en situaciones de anomia,
que caracterizan la transformación de la estructura económi-
co-social. Durkheim demuestra que el número de suicidios no
aumenta sólo en los momentos de depresión económica, por-
que los esfuerzos dirigidos al éxito económico se frustren,
sino también en los momentos de expansión súbita, porque
la rapidez con la cual puede conseguirse el éxito económico
pone en crisis el equilibrio entre el fin y los modelos de com-
portamiento adecuados a éste.
2. ROBERT K. MERTON: LA SUPERACIÓN DEL DUALISMO
INDIVIDUO-SOCIEDAD. FINES CULTURALES, ACCESO A LOS
MEDIOS INSTITUCIONALES Y "ANOMIA"
Partiendo sobre todo de este último elemento de la teoría de
Durkheim, Merton ha desarrollado la teoría funcionalista
de la anomia. En un ensayo de 1938, que representa una etapa
esencial en el camino recorrido por la sociología criminal con-
temporánea, Merton se opone, como Durkheim, a la concep-
ción patológica de la desviación y a aquellas visiones del mun-
do que él define como"anárquicas", a las cuales se llega,
como en el caso de las teorías freudianas y hobbesianas, par-
tiendo del presupuesto de una contraposición de fondo entre
individuo y sociedad y considerando la sociedad como una
fuerza que reprime el libre desarrollo de los recursos vitales
individuales, y que genera, por reacción, la tendencia a rebe-
larse contra su acción represiva. La rebeldía individual, a su
vez, es rechazada y sancionada por la sociedad como patoló-
gica, peligrosa y criminal.
Contrariamente a estas concepciones, la teoría socioló-
gica funcionalista que Merton aplica al estudio de la anomia
Permite, en cambio, interpretar la desviación como un pro-
ducto de la estructura social, tan absolutamente normal como
el comportamiento conforme a las reglas y valores predomi-
nantes. Esto significa que la estructura social no tiene sólo un
60 	 LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA
efecto represivo, sino también y sobe todo un efecto estimulan-
te sobre el comportamiento individual. La sociedad "produce
nuevas motivaciones que no se dejan reconducir a tendencias
innatas". Los mecanismos de transmisión entre la estructura
social y las motivaciones del comportamiento conforme a nor-
mas y valores y del comportamiento desviado, son de la misma
naturaleza. Observando la situación en que se hallan los indi-
viduos en el contexto de la estructura social, se percibe que
sus comportamientos singulares son tanto conforme a las
reglas como desviados. Desde este punto de vista, la teoría
funcionalista rechaza las concepciones individualistas según
las cuales la importancia que posee el comportamiento des-
viado en el seno de los diversos grupos y estratos sociales
varía en función del número de personalidades patológicas.
El modelo de explicación funcionalista propuesto por
Merton consiste, pues, en referir la desviación a una posible
contradicción entre estructura social y cultura: la cultura, en
un determinado momento de desarrollo de una sociedad, pro-
pone al individuo determinadas metas que constituyen moti-
vaciones fundamentales de su comportamiento (por ejemplo,
un cierto grado de bienestar y de éxito económico). También
proporciona modelos de comportamiento institucionalizados,
que conciernen a las modalidades y a los medios legítimos
para alcanzar aquellas metas. Por otro lado, sin embargo, la
estructura económico-social ofrece en diverso grado a los
individuos, especialmente con base en su pertenencia a los di-
versos estratos sociales, la posibilidad de acceder a las modali-
dades y a los medios legítimos.
La incongruencia entre los fines culturalmente reconoci-
dos como válidos y los medios legítimos a disposición del
individuo para alcanzarlos está en el origen de comportamien-
tos desviados. Sin embargo, esta incongruencia es un fenó-
meno anormal o patológico sólo dentro de ciertos límites
cuantitativos, es decir cuando no alcanza el nivel crítico de
la anomia, un elemento funcional ineliminable de la estruc-
tura social. Para Merton,6 la cultura o "estructura cultural"
es "el complejo de las representaciones axiológicas comunes
que regulan el comportamiento de los miembros de una socie-
dad o de un grupo". La estructura social es, en cambio, "el
6Véase R. K. Merton 119571, p. 162
LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA 	 61
complejo de las relaciones sociales en que los miembros de
una sociedad o de un grupo se hallan diversamente insertos".
Anomía es, en fin, "aquella crisis de la estructura cultural que
se verifica especialmente cuando existe una fuerte discrepan-
cia entre normas y fines culturales, por una parte, y las posi-
bilidades estructuradas socialmente de actuar en conformidad
a aquéllos, por la otra".
3. LA RELACIÓN ENTRE FINES CULTURALES Y MEDIOS
INSTITUCIONALES: CINCO MODELOS DE "ADECUACIÓN
INDIVIDUAL"
La estructura social no permite, pues, en la misma medida a
todos los miembros de la sociedad un comportamiento al
mismo tiempo conforme a los valores y a las normas. Esta
posibilidad varía, en efecto, de un mínimo a un máximo se-
gún —se ha dicho— la posición que los individuos ocupan en
la sociedad. Esto crea una tensión entre la estructura social y
los valores culturales y, por lo tanto, diversos tipos funda-
mentales de respuestas individuales —tanto conformes como
desviadas— a la demanda resultante del concurso combinado
de los valores y de las normas sociales, es decir de los "fines
culturales" y de los "medios institucionales". Estos tipos de
respuesta se distinguen por su adhesión o por su rechazo res-
pecto a los unos o a los otros, simultánea o separadamente. De
esto se derivan cinco modelos de "adecuación individual".
1] Conformidad. Corresponde a la respuesta positiva tan-
to a los fines como a los medios institucionales y, en conse-
cuencia, al típico comportamiento conforme. Una masa de
individuos constituye una sociedad sólo si la conformidad
es la actitud típica que en ella se encuentra.
2] Innovación. Corresponde a la adhesión a los fines cul-
turales sin el respeto de los medios institucionales.
3] Ritualismo. Corresponde al respeto sólo formal de los
medios institucionales sin perseguir fines culturales.
41 Apatía. Corresponde a la negación tanto de los fines
culturales como de los medios institucionales.
5] Rebelión. Corresponde, no a la simple negación de los
62 	 LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA
fines y de los medios institucionales, sino a la afirmación sus-
titutiva de fines alternativos a través de medios alternativos.
Debido a que las reacciones individuales pertenecen a uno
u otro tipo, la estratificación social, observa Merton, desempe-
ña un papel de primera importancia: "Si se quiere indagar el
modo como la estructura social ejerce una presión por una u
otra de estas maneras alternativas de comportamiento, debe
observarse preliminarmente que los individuos pueden pasar
de una a otra de estas posibilidades según el sector social en el
que se encuentren."7
El comportamiento criminal típico corresponde al segundo
modelo, al de la innovación. Partiendo del principio según el
cual el impulso hacia un comportamiento desviado se deriva
de la discrepancia entre fines culturales y medios instituciona-
les, Merton muestra el modo como los estratos sociales infe-
riores están sometidos, en la sociedad estadunidense analiza-
da por él, a la máxima presión en este sentido. "Como diversas
indagaciones han demostrado, determinadas infracciones y
determinados delitos son una reacción del todo 'normal' a una
situación en que se da la acentuación cultural del éxito econó-
mico y que, no obstante, ofrece en escasa medida el acceso
a los medios convencionales y legítimos del éxito."'
Tanto para la mayor o menor posibilidad de llegar a ser
un criminal como para la de acceder a los grados más elevados
de la "pirámide escolar", no son decisivas las características
biopsicológicas de los individuos, sino más bien la pertenencia
a uno u otro sector de la sociedad.
El acceso a los canales legítimos para enriquecerse se ha tornado
angosto en virtud de una estructura estratificada que no está del to-
do abierta en todo nivel a los individuos de buenas capacidades [. . .1.
La cultura pone, pues, a los miembros de los estratos inferiores, exi-
gencias entre sí irreconciliables. Por una parte son ellos solicitados en el
sentido de orientar su conducta hacia la perspectiva de un alto bienestar
[. . 1; por la otra, las posibilidades de hacerlo con medios institucional-
mente legítimos les son negadas en una amplia medida.9
7/bid., p. 140.
8 Ibid ., p. 145.
9I bid pp. 145-146.
LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FLTNCIONALISTA 	 63
4. MERTON Y LA CRIMINALIDAD DE "CUELLO BLANCO"
Si en las diversas elaboraciones de su teoría Merton continúa
insistiendo sobre la particular exposición de las capas sociales
inferiores a la delincuencia innovadora, él percibe más y más,
en el curso de su obra, la sugestión que provenía de dos pers-
pectivas criminológicas contemporáneas, adecuadas para inte-
grar o corregir su primitiva construcción y de las cuales nos
ocuparemos másadelante para los propósitos de nuestra
exposición. Se trata, por una parte, de las investigaciones
sobre la criminalidad de "cuello blanco" y, ligadas a éstas, las
teorizaciones de E. H. Sutherland y, por otra, de las investiga-
ciones y teorizaciones de A. K. Cohen, entre otros, sobre las
subculturales criminales.10
Las primeras mostraban cuán grande era la discrepancia
entre las estadísticas oficiales de la criminalidad y la crimina-
lidad oculta, especialmente en el caso de la criminalidad predo-
minantemente económica de personas que ocupan posiciones
sociales de prestigio. Por ello, la teoría de la mayor exposi-
ción a la delincuencia de las capas sociales inferiores era inte-
grada con estos datos, y el principio de la específica exposi-
ción de las clases pobres a la desviación innovadora hallaba un
terreno fecundo de control, debiendo inquirirse hasta qué
punto la criminalidad de cuello blanco podía explicarse con
la discrepancia entre fines culturales y acceso a medios insti-
tucionales. Sutherland, en su fundamental ensayo de 1940, se
servía precisamente de los datos analizados por él sobre la
cifra negra de la criminalidad de cuello blanco, para proponer,
como alternativa a la teoría funcionalista, su teoría de los
"contactos diferenciales". Según esta teoría como se expon-
drá luego, la criminalidad, al igual que cualquier modelo de
comportamiento, se aprende (aprendizaje de fines y de técni-
cas) según los contactos específicos a los cuales está expuesto
el sujeto en su ambiente social y profesional.
Para Merton, en cambio, el análisis de la criminalidad de
cuello blanco constituía sobre todo un reforzamiento de su
tesis acerca de la desviación innovadora: la clase de los hom-
bres de negocios, de la que se recluta gran parte de esta pobla-
ción ampliamente desviada pero escasamente perseguida, co-
10Véas' e E. H. Sutherland [1940] ;A. K. Cohen [1955].
64 	 LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA
rresponde, en verdad, al tipo caracterizado por la propuesta
innovadora. Estos sujetos —observa Merton-11 adhieren deci-
didamente al fin social dominante en la sociedad estaduniden-
se (el éxito económico) y lo personifican, sin haber interioriza-
do las normas institucionales a través de las cuales se determi-
nan las modalidades y los medios para alcanzar los fines cul-
turales.
Una crítica de la teoría estructural-funcionalista de Mer-
ton se desarrollará más adelante en relación con las teorías de
las subculturales criminales. Nos limitamos aquí a dos obser-
vaciones: en primer lugar, no habrá pasado inadvertido el
hecho de que en su tentativa de integrar la criminalidad
de cuello blanco en el esquema de la desviación innovadora,
Merton se ve constreñido a acentuar la consideración de un
elemento subjetivo individual (la falta de interiorización de
las normas institucionales) respecto a la de un elemento es-
tructural-objetivo (la limitada posibilidad de acceso a los me-
dios legítimos para la obtención del fin cultural, el éxito eco-
nómico). Se hace evidente que este último elemento, que
constituye la variable principal de la desviación innovadora
de las clases más desfavorecidas en la teoría de Merton desde
su formulación originaria," no puede tener la misma función
explicativa ante la criminalidad de cuello blanco, especialmen-
te cuando se trata de individuos pertenecientes a los grupos
económicamente más favorecidos y peligrosos. Limitando su
análisis, como es característico de la sociología tradicional,
al fenómeno de la distribución de los recursos, Merton no ve
el nexo funcional objetivo que reconduce la criminalidad
de cuello blanco (y también la gran criminalidad organizada)
a la estructura del proceso de producción y del proceso de
circulación de capital, es decir el hecho, puesto en eviden-
cia por no pocos estudios sobre la gran criminalidad organiza-
da, de que entre la circulación legal y la circulación ilegal,
entre los procesos legales y los procesos ilegales de acumula-
ción, hay en la sociedad capitalista una relación funcional
objetiva. Así, por ejemplo, una parte del sistema productivo
legal se alimenta mediante productos de actividades delictivas
de gran estilo. Por consiguiente, hacer de la criminalidad de
11Véase R. K. Merton[1957] , pp. 141ss.
1 2 Véase R. K. Merton [1938).
LA TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA 65
las capas privilegiadas un mero problema de socialización y
de interiorización de normas es producto de una visión su-
perficial.
Debido a esto —y ésta es la segunda consideración— la cri-
minalidad de cuello blanco sigue siendo sustancialmente un
cuerpo extraño en la elaboración original de Merton. Ésta es
idónea solamente para explicar, en el nivel superficial de aná-
lisis al que ella arriba, la criminalidad de los estratos más
bajos. Por otra parte, sólo aparentemente puede ligarse a tal
explicación un principio de crítica social, no obstante que
algunas expresiones de Merton (como también de autores que
han desarrollado, partiendo de la teoría estructural-funciona-
lista, la teoría de las subculturas criminales) parecerían su-
gerir una crítica de la sociedad capitalista. En realidad, estas
teorías tienen una función ideológica estabilizadora, en el
sentido de que tienen como efecto sobre todo legitimar cien-
tíficamente, y por lo tanto consolidar, la imagen tradicional
de la criminalidad como propia del comportamiento y del
estatus típico de las clases pobres en nuestra sociedad y el co-
rrespondiente reclutamiento efectivo de la "población crimi-
nal" de entre estas clases.
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