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médicos maleantes y maricas Jorge Salessi 0 0 o i _ _D ~5 U O D «/) LU Discursos y dispositivos de la higiene en los discursos y dispositivos de la criminología Muchos de los sistemas de control y modelos de análisis, junto con el vocabulario, los tropos y metáforas de la higiene de fines del siglo diecinueve, a principios del siglo veinte fueron utilizados por los criminólogos y sociólogos especializados en las nuevas ciencias sociales finiseculares. Cuando los inmigrantes que se habían establecido en los grandes centros urbanos del litoral fluvial, principalmente en las ciudades de Buenos Aires y Rosario, también se empezaron a organizar en las distintas asociaciones de un movimiento obrero que en 1902, durante la primera huelga general, demostró que podía paralizar la economía agroexportadora, los mismos higienistas que —con el cambio de la noción de mal que de la barbarie de un adentro se había transformado en la amenza de epidemias desde un afuera— se habían preocupado por la amenaza de las "enfermedades exóticas viajeras", también se empezaron a preocupar por la "criminalidad** concebida como una enfermedad psicológica y moral que amenazaba la salud social. Así nuevamente los hombres de ciencia se vieron frente a la disyuntiva de promover la inmigración necesaria para el proyecto económico y que fue la misma inmigración que lo cuestionó. E l uso de los mismos modelos de análisis y la retórica de los higienistas que hemos estado viendo, pero ahora aplicados a los movimientos y flujos de personas, de poblaciones difíciles de controlar, de "filtrar", emergió por ejemplo en un texto canónico de criminología argentina publicado en 1905: La delincuencia argentina, de Cornelio 115 Moyano Gacitúa. Allí este Profesor de Derecho Penal y Juez de la Suprema Corte usó el modelo de la aglomeración y el estancamiento del movimiento de flujos que no permitía la dilución de materias nociva: ...el inmigrante no se disemina; queda en número excesivo en las capitales, de postulante de trabajo que allí no existe; se derrama por las calles luchando a brazo partido con la necesidad, viviendo en mancomún y promiscuidad con los paisanos, fomentando huelgas y desórdenes, sirviendo a la vez de elemento agitador y agitable. Moyano Gacitúa enseguida señaló el resultado de esa acumulación, ''esa sobresaturación de homicidios, lesiones, atentados al pudor [y] huelgas" (20). Así el mal pasó de ser un mal ''sobresaturante'*, conta- minante de cuerpos de agua o cuerpos sociales, poblaciones en las que lo que más se temía era la agitación social y las huelgas como resultado de la inestabilidad del mercado de trabajo. L a solución que propuso Moyano Gacitúa era previsible: ''asi como las ciudades, al recibir una gran población, necesitan para su higiene física obras de drenaje y de salubridad so pena de grandes saturaciones mefíticas; así también necesitan de esas obras de salubridad moral que son las instituciones preventivas o represivas, destinadas a contener la sobresaturación criminal del inmigrante"* (20-21). Al no "diseminarse" los inmigrantes no cumplían con prescripciones básicas de la economía iluminista y de la higiene decimonónica que mandaban la circulación continua de personas y mercaderías y de flujos separados y controlados de aguas potables y servidas. Entonces la aglomeración urbana, de la que surgieron las nuevas clases obreras envueltas en las luchas de clases características del período, fueron descrítas como esas confusiones de cuerpos, líquidos y materias estancadas o aglomeradas en los espacios de la ciudad "se derrama [banl por las calles, viviendo en mancomún y promiscuidad" mezclándose y origi- nando "huelgas y desórdenes" concebidos como las nuevas infecciones de enfermedades sociales. Así fue como —siguiendo el ejemplo de las obras de salubridad realizadas a fínes del siglo diecinueve bajo la dirección de los higienistas— a principios del siglo veinte los criminólogos colaboraron activamente en la imaginación y creación de nuevas obras de "higiene social", "instituciones preventivas o represivas, [como la Policía de la capital federal] destinadas a contener [una] sobresaturación [que ya no era de líquidos y materias de deshecho sino] criminal". Al mismo tiempo que la primera sociología sirvió para especiflcar la nueva organización de clases de una Argentina futura en 116 la que debía predominar una nueva clase media, esta criminología sirvió para vigilar la nueva clase obrera. E n un memorándum fechado el 16 de mayo de 1909, Ramón Falcón, Jefe de la Policía Federal escribió al Ministro de Interior: "en aquel angustioso período comprendido entre los años 1902 a 1905, al elemento obrero lo agitaba un loco frenesí huelguista** (Memoria Policía, 268). E n el discurso de este Jefe de Policía, una de las instituciones represivas a las que aludió Moyano Gacitúa, se continuó el discurso médico higienista, ahora utilizado para describir las manifestaciones del movimiento obrero representadas como la nueva enfermedad social.* Falcón identificó el origen del nuevo mal en "ciertos focos de patología social inasimilables a nuestra personalidad colectiva, por instinto y por educación, con atavismos exóticos, y con virulencias de otros medios, que se encuentran adheridos a nuestra fisonomía orgá- nica" (266). Estos "focos" y la "virulencia** de esta "patología** ya no denotaban concentraciones de gérmenes propagadores de enfermedades infecciosas epidémicas como el cólera y la fiebre amarilla sino los grandes movimientos obreros de protesta y las asociaciones y personas, especialmente anarquistas, que ayudaban a organizarlos. Como los higienistas preocupados por la vigilancia del puerto, Falcón urgió "medidas severas en el punto de entrada como es princi- palmente el puerto de esta Capital, por donde se introducen estos mismos elementos que después hay que repatriar dejando en este suelo los gérmenes de sus tendencias que llegan ya a contaminar hasta algunos elementos nacionales** (172). E n este contexto discursivo las leyes represivas contra el movimiento obrero empezaron a ser denotadas como medidas de profilaxis social. 'En las seiscientas páginas de la Memoria de la Policía de Buenos Aires publicada por Falcón en 1909, es evidente que la preocupación fundamental de las autoridades era la investigación y vigilancia del movimiento obrero. Roberto Cortés Conde ya señaló que a diferencia de la década de 1880, a principios de siglo ''se había afianzado la autoridad del presidente del gobierno nacional, especialmente la del presidente, que tenía bajo sus órdenes directas la administración del importante distrito de la Capital y, bajo la de su ministro político, el de su poderosa Policía que, con una dotación de unos dos mil vigilantes y un presupuesto de gastos que se acercaba al de todos los regimientos de línea, podía desalentar cualquier eventual desafío a su autoridad** (Dinero Deuda, 174). Beatriz C. Ruibal, por su lado, señaló que ''acerca de los militantes anarquistas y socialistas, la Policía se planteaba a fines de siglo menos la sanción que la vigilancia rigurosa que le permitiera formar un registro de los mismos" (Ideología Control, 29). 117 E n un texto publicado en 1909, al promover la Ley de Defensa Social, sancionada un año después, Falcón propuso que esa ley debía ser concebida como complementaria de la Ley de Residencia que había sido sancionada seis años antes: Esa ley de salud pública [de 1902] debe ser complementada, para que surta mejores y más saludables efectos. Ley de circunstancias, con un tinte político bien definido, dictada en ocasión en que el anarquismo con su cohorte de agitadores turbulentos tomó arraigo en este pueblo, difundiendo la alarma entre las clases conservadoras, amenazando con mover el orden y la paz pública, no constituye un instrumento de defensa social, con capacidad sufi- ciente como para depurar a este organismo,de otra clase de elementos mórbidos que lo corrompen, y que en otro sentido no son menos perjudiciales para el país y que conocidos bajo la denominación estigmatizada de caftens, desempeñan el más oprobioso e infame de los comercios, la trata de blancas, que importa un verdadero atentado a la moral y a la actual civilización (15-16). D. Guy demostró que la prostitución se transformó en una poderosa metáfora que expresó los temores a las clases bajas prevalentes entre las clases medias y altas del período (Sexo Peligroso, 62). E n este caso, para expresar y difundir ese temor, Falcón entretejió el vocabulario y modelo de análisis de los médicos higienistas con las imágenes del anarquista subrepticio pasando desapercibido entre los inmigrantes junto con el rufián corruptor disimulado entre la nueva burguesía de comeciantes e industriales viajeros. En 1903 José Ingenieros, joven médico criminólogo, publicó una reseña crítica de Hacia la justicia, la novela del médico escritor Francisco Sicardi donde describió a un personaje central de la novela como a "la encarnación del menear anarquista, ... un tipo psicológico perfecto". Poco más abajo Ingenieros haciendo esa crítica literaria científica que fue recurrente en su obra, agregó: "el dinamitero debía ser hijo de un amor ilegal, ... de un fugaz capricho de la sexualidad excitada por alguna orgía de prostíbulo" (Psicopatología Arte, 28). Así los criminólogos, en un discurso literario y científico a la vez, le dieron densidad a ese entretejido de anarquismo y prostitución, representan- do al anarquista como un tipo psicológico, producto a la vez de una sociología, un medio ambiente y una herencia biológica que se remontaba a una sexualidad "ilegal". E l anarquista que asociado a la prostitución sumaba significados políticos y "morales" encarnó los temores de las clases burguesas hacia la clase baja que por primera vez se organizó en los sindicatos del nuevo movimiento obrero. Contra ese nuevo mal ya no eran efectivos los discursos y dispositivos de la higiene. 118 Los flujos insalubres del movimiento obrero E n la primera década del siglo veinte Falcón colaboró en la moder- nización de la policía de Buenos Aires que fue utilizada como una de las principales "instituciones preventivas o represivas" a las que aludió Moyano Gacitúa. Pero el reentrenamiento y organización de esa nueva fuerza no fue fácil. E l mismo Jefe de Policía se quejó de que el nomadismo de trabajadores que se movían entre la ciudad al campo debilitaba los cuadros de agentes de vigilancia: ...existen mil individuos, aproximadamente, del personal de agentes, que han tomado la Policía como medio transitorio de vida, cuando las cosechas exigen brazos, dándoles utilidades pecuniarias mayores que las que produce el puesto de agente, dejan éste para buscar esas utilidades y vuelven cuando terminadas aquellas, la vida se les hace casi imposible en el campo. Hay también un número bastante crecido de individuos viciosos que tienen nume- rosas bajas, y por la escasez de hombres sanos, la Policía se ve en la obligación de tomarlos (Memoria Policía, 43). Entre 1902 y 1910 la policía de la capital se vio obligada a aceptar a "individuos [que consideraba] viciosos" porque necesitaba personal con urgencia para controlar las primeras grandes demostraciones y huelgas generales de la historia argentina. Los temores a las huelgas, como al "vicio", llegaron hasta el seno de la misma policía. E n diciembre de 1908 una resolución que involucraba a "parte del personal de agentes de esta Repartición, con motivo de las gestiones que han hecho sin conocimiento de sus superiores, con el objeto de conseguir aumento de sus sueldos", siempre utilizando la imagen del mal invisible que se infiltraba a un cuerpo desde afuera, decía que **un grupo de agentes valiéndose al efecto de influencias extrañas a la Repartición, ha intervenido para conseguir su objeto, en forma clandestina, oculta e impropia en un cuerpo en que la principal base de su organización descansa en la firme y severa disciplina, llegando hasta hacer propaganda de huelga en caso de un resultado negativo" (Memoria Policía, 477). Aquí, además de las dificultades creadas por organizaciones laborales dentro de la misma fuerza que debía reprimirlas, emergió la noción constante del mal "impropio" por "ocultarse", por la "clandestinidad" de lo organizado pero no fácilmente detectable. Los primeros organizadores obreros fueron efectivamente extran- jeros. E n la última década del siglo diecinueve muchos extranjeros, socialistas como las hermanas Fenia y Mariana Chertkoff, judías, rusas (hijas de un conocido socialista ruso y casadas con Nicolás 119 Repetto y Juan B. Justo, fundadores del partido socialista argentino) y anarquistas como Pedro Gori y Pascual Guaglianone, por ejemplo, mujeres y hombres entrenados en las luchas de clase de sus países de origen, promovieron activamente las primeras asociaciones, sindicatos y huelgas del movimiento obrero argentino. E n la década de 1890 el gobierno todavía reaccionaba delegando el ejercicio de la represión en los empleadores y funcionarios de policía encargados de contener, canalizar o desviar las huelgas de sindicatos individuales, general- mente identiñcados como socialistas, que eran considerados los más radicales. Recordemos el texto de Ramos Mejía donde éste decía que era "el movimiento socialista [el] que tanto preocupa[ba] a los estadistas y gobiernos del mundo entero" (Memoria Departamento, 529). Pero el 13 de marzo de 1904, la elección de Alfredo Palacios al Congreso Nacional representó un cambio en la imagen del socialismo que, especialmente a partir de ese momento, para el Estado empezó a representar no ya una amenza sino una posibilidad de integrar al menos una parte del movimiento obrero al proceso de modernización de la oligarquía liberal. E n los primeros años del siglo veinte los socialistas y anarquistas colaboraron dentro del movimiento obrero, pero entre 1904 y 1905 se hizo clara una división entre grupos de socialistas reformistas dispuestos a integrarse al sistema político vigente y de anarquistas más radicalizados que se oponían. Esa división ya se había empezado a perfílar en los últimos años del siglo diecinueve. lacov Oved citó una discusión de 1901 entre Ingenieros, "el socialista conceptuado en el pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) y Pedro Grori y Pascual Guaglianone, dos conocidos representantes anarquistas: "Guaglianone dirigiéndose á Ingenieros [desde Montevideo], censura su vuelco, pero recalca que no debe extrañar 'pues tú nunca fuiste revolucionario, ni cuando publicabas en La Montaña'" (162). Ingenie- ros en su respuesta le contestó "aquí suelo ver a menudo a Gori, que está en el mismo orden de ideas [que Guaglianone]. Ustedes se siguen llamando anarquistas pero, en realidad, han dejado de ser lo que eran antes ... En otras palabras el anarquismo de los pocos anarquistas inteligentes y estudiosos ha evolucionado, de la misma manera que el socialismo" (162). Ingenieros, que a lo largo de toda la década se fue asimilando cada vez más a los dispositivos más represivos de la burocracia del Estado para la que trabajó en la Policía Federal y en la Penitenciaria Nacional de Buenos Aires, así trató de justificar su posición reformista homologándola con el activismo de "anarquistas 120 inteligentes y estudiosos** que, como él, se sumaban a los socialistas en el proceso de modernización liberal. Aquí recordemos por ejemplo que en 1905 y 1906, durante su estadía en Europa, Ingenieros sirvió de secretario a Julio A. Roca, el líder de la oligaquía liberal terrateniente. E n una carta escrita desde Europa en esos años. Ingenieros entre culpable e irónico afirmó: "he transigido con todo. Con el militarismo, con el capitalismo ... sólo me falta hacerme clerical** (Camino Democracia, 241). L a frase, una cita obligada de los historiadores católicosque la utilizan para señalar las inconsistencias de los científicos anticlericales o "masones**, demostró los intentos, a veces fructíferos, del Estado y los funcionaros de la oligarquía liberal que se preocuparon por integrar disidentes para transformarlos en sus tecnócratas subsirvientes.^ David Viñas describió esos intentos oficiales "de anexar a intelec- tuales jóvenes provenientes de las clases medias con miras a la estructuración de una nueva élite al servicio del sistema. E n esa suerte de convocatoria, los intentos de incorporación se tienden a Ingenieros, Del Valle Iberlucea, Lugones, Rojas. Algunos —como Del Valle Iberlucea— rápidamente eluden la tentación; otros, como Ingenieros, pasan por momentos de vacilación que lo llevan hasta convertirse en secretario de Roca** (Argentina Ejército, 16). E l vacilón de Ingenieros duró todo el periodo durante el que se dedicó a la criminología, desempeñándose en 1900 como Jefe de Clínicas del recién creado Servicio de Observación de Alienados de la Policía federal, como Director del mismo Servicio que en 1903 funcionaba en el Depósito de Contraventores de la policía y como Director del Instituto de Criminología. E l mismo Ingenieros en la introducción a su Criminología describió ese período de "nuestros primeros ensayos en estas materias (1899 a 1902)** que incluyeron "estudios de los alienados delincuentes**, la "clasificación psicopatológica de los delincuentes** y el "programa de la criminología y organización sistemática de la defensa social**. Para el desarrollo y avance de esta criminología, cuya meta era la "organización sistemática de la [misma] defensa social** a la que se refirió Falcón, ^El texto de donde tomé la cita de Ingenieros, con santo regocijo creacionista explicó que junto al evolucionismo y el positivismo de la época también creció una ideología que "fundó el carácter absoluto de las ideas morales, afirmando a la vez su fe en la metafísica, e inscribiendo al hombre en un cosmos armonioso, cuya legislación y destino tiene a su cargo el Creador"" (Camino Democracia, 271). 121 Ingenieros señaló lo útil que le fue su desempeño entre 1902 y 1911 "como Director del Servicio de Observación de Alienados [de la Policía Federal], primero, y [como director de] el Instituto de Criminología, [donde] hemos podido durante doce años, ampliar, corregir y consolidar nuestras primeras orientaciones" (9). No era casual que ese período de doce años, entre 1899 y 1911, haya sido precisamente el primer y, quizá, más radical momento del movimiento obrero argentino, cuando un grupo mayoritario importante se separó del socialismo reformista y adoptó una ideología sindical anarco-comunista. Entre 1898 y 1902 al mismo tiempo que algunos socialistas reformistas o anarquistas "inteligentes y estudiosos" empezaron a trabajar o colaborar con la burocracia estatal, el anarquismo en general, junto con grupos de socialistas disidentes se radicalizaron y entre 1904 y 1905 se asociaron en un movimiento que empezó a recurrir cada vez con más frecuencia a la huelga. En 1902 se realizó la primera huelga general de la historia argentina. Entonces la reacción del gobierno —que en la década anterior había dejado la represión a los ya famososos reglamentos de trabajo elaborados unilateralmente por los propietarios de fábricas que trataban de disciplinarla mano de obra de forma coercitiva— se empezó a institucionalizar. En 1902 se aprobó la Ley Nacional 4144 estudiada, redactada y propuesta por Miguel Cañé, La nueva legislación, conocida como la "Ley de Residencia", autorizó la deportación de cualquier extranjero "sospechoso de 'atentar contra el orden público'" (F.O.R.A., 86). Muchos representantes obreros extranjeros fueron expulsados, pero la misma ley de represión también sirvió para agilizar el activismo de representantes obreros argentinos que tuvieron que reemplazar a los representantes obreros extranjeros que habían sido deportados,^ En 1902 el gobierno le encargó a Juan Bialet-Massé un conocido estudio preliminar para una primera ley de trabajo argentina con la ^Falcón en 1907, en un memorándum sobre "la lucha prolongada e intensa que desde hace algunos años viene sosteniendo el proletariado con el capitalismo en nuestro país" (Memoria Policía, 156), al referirse a la Ley de Residencia se lamentó de que "esta medida benéfica, en gran parte no alcanzará a remediar todo el mal, porque queda una treintena más de sujetos argentinos o natura- lizados, muchos de ellos verdaderamente peligrosos, para los que las facultades preventivas de la institución policial no tienen eficacia bastante y respecto de los cuales, parece no hubiera otra solución que su confinamiento por algún tiempo en algún punto del país donde no puedan ejercitar su acción dañina, donde quizás se morigeraran en sus propósitos o en sus tendencias criminales" (157). 122 que se trató de paliar el descontento laboral. Pero el proyecto, no obstante prever la existencia legal de organizaciones obreras, adjudicaba al Estado el rol de mediador en los conflictos laborales y establecía sanciones para las huelgas "no autorizadas". Las organizaciones obreras no apoyaron el proyecto y las huelgas y manifestaciones públicas continuaron. E l 28 de junio de 1910 sí se aprobó una nueva ley pero nuevamente represiva y no sorpresivamente llamada "Ley de Defensa Social". Leopoldo Rodríguez señaló que esa ley "era una nueva medida tendiente a reprimir los denominados 'agitadores externos' " (Inmigración Fuerzas, 86).'* Entre 1902 y 1910 el estado de sitio, como medida preventiva contra las demostraciones obreras, fue impuesto cinco veces, por un total de dieciocho meses. Rodríguez, que estudió la relación entre inmigración, nacionalismo y Fuerzas Armadas durante el período que estamos revisando, escribió En la primera década del siglo, cada primero de mayo era un festejo que terminaba en forma sangrienta. Es aprovechada cualquier ocasión para reprimir el movimiento obrero. Hasta en ocasión del levantamiento cívico- militar de 1905, organizado por los radicales, se persiguió y encarceló a los anarquistas y socialistas ... En 1910 se aprobóla Ley de Defensa Soc ia lPara entonces se desarrollaron los escuadrones de caballería montada de la policía... que cargaba en las calles de Buenos Aires sobre demostraciones ... Cuando tales medidas no eran suficientes, se recurría a la marina o al ejército. E l principal blanco de la represión eran los anarquistas, muchos de los cuales tuvieron que exilarse en Montevideo ... En esa década de violencia anti-obrera, rara era la huelga o manifestación que no terminase con la intervención policial o militar y la muerte de militantes. La culminación de la agitación tuvo lugar en los años 1909 y 1910 {Inmigración, Nacionalismo y Fuerzas Armadas^ 86). E l "principal blanco de la represión eran los anarquistas" porque entre 1904 y 1905, al mismo tiempo que el socialismo reformista se integró al proceso liberal, el anarquismo radicalizó al movimiento obrero. Edgardo Bilsky señaló que el desarrollo del anarquismo dentro de la F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina) había empezado •*La metáfora de la "defensa social" debería ser estudiada con más detenimiento en este entretejido de discursos científicos, legales y literarios que proliferaron alrededor del movimiento obrero. 123 en 190: "el Pacto de solidaridad votado en el 4° Congreso de la F.O.R.A. (julio-agosto de 1904) es un hito de transcendental importancia en la historia del anarquismo y del movimiento obrero argentino" (78). E n el V Congreso de la F.O.R.A. celebrado en Buenos Aires el 26 de agosto de 1905, el movimiento obrero ya mucho más uniñcado declaró la intención de desarrollar una ideología, una organización y una estrategia sindical anarco-comunista. De acuerdo con esa nueva estrategia la huelga general ya no era concebida como un instrumento para lograr mejoras sino como laforma esencial a través de la cual se aboliría el poder del Estado. Durante la primera huelga general de 1902 tanto los funcionarios de gobierno como los industriales y los obreros se habían dado cuenta de que la huelga general podía paralizar la economía. Así en los círculos militares y de gobierno, durante la primera década del siglo veinte creció la noción de que el gran enemigo del Estado liberal era el anarquismo, a veces violento, que se popularizaba inusitadamente entre las clases bajas y amenazaba deshacer un orden y un tejido social burgués. Anarquías bárbaras y anarquistas insalubres L a preocupación de los nuevos higienistas sociales por el anarquis- mo, preocupación que evidencia el desarrollo de un discurso y una profílaxis de enfermedades infecciosas físicas que se empezó a ocupar de enfermedades ideológicas, "espirituales** o "morales"» ya había empezado en los últimos años del siglo diecinueve. Francisco de Veyga, un médico entrenado como higienista, en 1897 publicó en los Anales del Departamento Nacional de Higiene un texto titulado "Anar- quismo y anarquistas" subtitulado "Estudio de antropología crimi- nal**. De la misma forma que Falcón al homologar y continuar la represión del "anarquismo con su cohorte de agitadores turbulentos** en esa "otra clase de elementos mórbidos ... que en otro sentido no son menos perjudiciales", Veyga fundó una "antropología criminal" argentina que se ocupaba de una ideología política. Para criminalizar esa ideología, al mismo tiempo que se represen- taba a sí mismo como un científico progresista y liberal, (en un movimiento retórico similar al de Ingenieros cuando en 1901 distinguió entre un anarquismo revolucionario presuntamente en extinción y un anarquismo intelectual que se integraba al socialismo reformista o a la burocracia represiva estatal), la estrategia divisiva de Veyga hizo una distinción entre una ideología anarquista de tradición nihilista rusa, de intelectuales y teóricos de clase alta y "la obra de agitados 124 entrados en delirio, de locos despertados por el estrépito de las armas, de criminales hechos o latentes** (446). Éstos iban a ser los "crimina- les", un mundo de inmigrantes y obreros permanente o cíclicamente desempleados, prostitutas, homosexuales y rufianes, anarquistas que bajo la bandera de un activismo político radical ocultaban apenas la patología de los delirantes. Veyga primero asoció a Mikhail Bakunin con un "temperamento** vagamente deñnido como nihilista: ''Bakounine era, por otra parte, un agitador arrebatado en aquellos momentos. Ruso de origen y ligado a los que, siguiendo una tendencia puramente local y a un temperamento propio, vinieron a ser más tarde los nihilistas, predicaban la fuerza como medio de acción necesario al triunfo de la causa. Karl Marx y Ferdinand de Lasalle le daban ejemplo de empuje que él trataba de sobrepasar" (446). Dentro de este grupo "nihilista" Veyga distinguió entre un socialismo que representaba un movimiento evolucionista "natural" y un anarquismo que representaba una fuerza "reaccionaria" y alegó que "esta aparición de sistemas retroactarios al lado de sistemas de aceleración evolucionista, se encuentran con frecuencia en la historia de la humanidad". Pero no se debía confundir, alegaba, ese "sistema retroactario" con una ideología progresista de clase alta, inteligente, culta y rica: ...diferente del nihilismo ruso, que contaba siempre entre sus adeptos gente de alta condición intelectual y de fortuna, el anarquismo muestra un predominio de gente ignorante, de proletarios. El reclutamiento de secuaces no se realiza en un medio social elevado, como entre los rusos, sino en la masa innominada, en los declassés, dando así un tono especialmente brutal y antipático al conjunto (447). Según Veyga los seguidores de esa élite intelectual se organizaron en una "masa socialista" ordenadamente integrada a los procesos políticos oficiales y distinta a la "masa innominada" del anarquismo resistente: ....el anarquismo, libre ya, totalmente desprendido de la masa socialista, ha quedado con el impulso de la violencia por razones de temperamento y de culto al pasado. A él han ido e irán en lo sucesivo, todos los intransigentes, todos los insumisos, todos los revoltés contra el orden social. La cuestión de doctrina no prima entonces en la elección de bando; socialistas y anarquistas, no discrepan tanto en la idea como en el modo de obrar. Los socialistas van a organizarse, entrar al Parlamento, fundar grandes órganos de propaganda; los anarquistas se retiran a sus centros a resistir con violencia (447). 125 Una vez identificada esta ideología política socialista, de "gente de alta condición intelectual y de fortuna", organizada y representada dentro de las instituciones de gobierno y distinta a una criminalidad asociada con las clases bajas, "de gente ignorante, de proletarios", "intransigentes** e "insumisos", Veyga propuso que la llamada "cuestión social** era "una gran cuestión, destinada a ser arreglada por medios políticos complicados y formales, quizá por una gran revolución [evi- dentemente parlamentaria]; ésta [la del "anarquismo** asociado a una patología, en cambio] es una cuestión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la policía** (455). Así se continuó una "higiene [que se hizo] social** hasta transformarse en una criminología que daba la base teórica a una nueva policía científica.^ Enseguida Veyga recomendó, ya en 1897, cómo resolver esta "cues- tión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la policía** y su discurso continuó la retórica higienista, (que siguió siendo utilizada por las fuerzas represivas de la policía y el ejército argentinos durante el siglo veinte): ...atacando de lleno el foco de infección moral de donde brotan esos gérmenes virulentos, se destruiría la parte temible que está destinada a producir los crímenes políticos. Porque el crimen anarquista, hay que decirlo de una vez por todas, no es sino una forma de delincuencia vulgar que ha ^La genealogía de esta higiene social ya se había hecho evidente en el desarrollo de la disciplina de la salubridad de 1892. Ese mismo año, en el mismo texto en el que alegaron "que el cumplimiento de las leyes sanitarias, exigen un control oficial más severo, y por ello es indispensable un Ministerio de Salud Pública" (Composición Corporación, 281); los higienistas asociaron insalubridad "física y moral": "la medicina preventiva no se circunscribe a las enfermedades transmisibles, no se limita a disminuir o a suprimir la mortalidad de las pestes evitables, que son entre nosotros una verdadera calamidad; su acción es mucho más vasta y comprende todos los medios de protección a los individuos y a las colectividades, para preservar la raza humana de todas las causas de degeneración física y moral. En el estado actual de civilización, hay muchas causas destructoras que afectan física y mor almente" (279). Enseguida este mismo texto introdujo nociones de etiología y contagio que fueron centrales en la psiquiatría y la criminología de la primera década del siglo veinte, al proponer que "lo que hoy constituye un vicio o un mal limitado a un grupo de individuos, se habrá convertido mañana, mediante la imitación o la sugestión, en un mal social, y lo que era antes una causa de degeneración simplemente individual, se transformará a través de varias generaciones, en una causa de degeneración de la raza, si la educación y previsión higiénica no interviene para evitarlo" (279). 126 tomado ribetes de grandeza por razón de las circunstancias del momento. La delincuencia política que en nombre del anarquismo se ejecuta, es xlúA' derivación de la criminalidad ordinaria, una válvula de escape ... Las formas ulteriores son diferentes, pero el gérmen originario es el mismo. Atacar el conjunto de la masa criminal, he ahí la táctica segura a seguirse (455). Este es el discurso delhigienismo, ahora aplicado a una sociología y una criminología que transformó a todas las clases bajas en sospechosas de albergar el gérmen originario que las transformaba en "la masa criminal". Entonces, como los higienistas, las personas y los espacios que vigilaron y observaron con especial atención estas nuevas ciencias sociales fueron los de las obreras y obreros empleados o desempleados, jornaleros y trabajadores nómades entre los que se presumía que proliferaban epidemias morales y sociales difíciles de detectar a simple vista, "en forma clandestina, oculta e impropia en un cuerpo". Peritos, criminólogos y legalización de las disciplinas Los intereses y cambios en la vida profesional de Veyga reflejaron cambios disciplinarios importantes del período. Veyga se doctoró en medicina en 1890 con una especialización en higiene; su tesis doctoral se tituló "Contribución al estudio de la fiebre tifoidea" (Historia Psiquiatría, 127). Veyga mismo contó cómo en 1891 consiguió ser aceptado para estudiar bacteriología con Emile Roux en el instituto Pasteur de París, al mismo tiempo que hacía su especialización en medicina militar en la Escuela de Medicina Militar de Val-de-Gráce (Trabajos Diversos, 21). Como Falcón, el Jefe de la Policía de la capital, Veyga también era miembro activo del ejército nacional. Cuando murió, en 1948, había alcanzado el grado más alto del ejército argentino. Teniente General. Entre 1890 y 1910 coroneles y cirujanos del ejército, como Falcón y Veyga, junto con médicos psiquiatras y criminólogos civiles como Ingenieros y Ramos Mejía, colaboraron en la modernización de la policía de la capital federal y del ejército argentino. Veyga en 1895 fue uno de los dos médicos militares encargados de comprar en Francia un equipo para el Servicio de Sanidad del ejército. El material del servicio de sanidad del ejército fue uno de los primeros libros de Veyga publicado, al mismo tiempo que como libro, en forma de artículos mensuales aparecidos en los Anales del Departamento Nacional de Higiene entre abril y junio de 1897, entremezlado con su discurso sobre anarquismo y anarquistas. 127 Veyga, como Wilde, Coni, Ramos Mejía e Ingenieros, también fue un escritor prolífíco; su obra incluyó libros y tratados, ensayos, artículos y folletos. Recordemos que Ludmer señaló que éstos "no son literatos profesionales, sino los primeros escritores universitarios y a la vez funcionarios estatales en la cultura argentina" (Juvenilia, 10). Como funcionarios estatales estos científicos literatos fueron grandes publicistas (utilizando un término que usaban ellos mismos)* y supieron desarrollar y aprovechar una compleja tecnología de producción y difusión de discursos mediante la escritura, traducción y publicación de reseñas, artículos, libros y revistas, muchas veces financiadas por el Estado a través de las agencias oficiales que ellos administraban. Así los criminólogos argentinos —al mismo tiempo que importaban y traducían obras y discursos extranjeros— exportaron y difíindieron su obra en toda América y Europa. Un buen ejemplo de esa técnica de escritura, publicación y difusión fueron los textos de Veyga publicados en los Ana/es entre 1896 y 1900. Durante sus estadías en Francia, entre 1891 y 1896, Veyga asistió a las clases de Charcot en la Salpetriére y, en palabras de Osvaldo Loudet, "volvió de Veyga a su patria, ungido médico-legista, para integrar más tarde el célebre triunvirato: Ramos Mejía, Ingenieros, de Veyga. Decimos célebre triunvirato porque fueron los grandes animadores de los estudios ps iquiátr icos , criminológicos y médicolegales en nuestro país" (127). En 1896, 1897 y 1898, los tres últimos años de la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento Nacional de Higiene, Veyga fue un colaborador principal de los AnaZes. Y sus colaboraciones incluyeron la descripción de su trabajo para el ejército, describieron su futuro trabajo con la Policía Federal e ilustraron su práctica de la medicina legal. Desde 1895 Veyga había sido profesor suplente de Medicina Legal en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Un artículo publicado en los Anales también en 1897, titulado "De la prueba pericial y los peritos" nos deja entrever el trabajo de estos médicos que en Argentina desde posiciones importantes de la burocracia estatal, ampliaron su campo de acción agregando a sus credenciales científicas, militares y policiales, credenciales de legistas que los transformaban en jueces virtuales. En su estudio "De la prueba pericial y los peritos" Veyga describió el avance de los médicos sobre los jueces mediante una práctica de la escritura, al señalar que la ley penal "exige que el ^Ver Ernesto Quesada, "La vocación de Ingenieros*', p. 437. 128 informe facultativo de profesor de alguna ciencia se presente por escrito" (551). Esta exigencia hizo de la práctica de la escritura una característica común de estos médicos forenses, practicantes de la medicina legal y productores de innumerables historias clínicas escritas, reescritas, publicadas, editadas y vueltas a publicar en innumerables procedimientos legales, libros, revistas y periódicos científicos. Como veremos en más detalle más adelante, esas historias tomaban la forma de documentos legales o "informes periciales" presentados por los médicos a los jueces; otras veces los médicos las reescribían y ordenaban taxonómicamente en libros y tratados de criminología o psiquiatría. Una de las semillas de esos textos eran los informes periciales. Veyga notó que el artículo 342 del Código de procedimientos criminales mandaba que "el informe pericial comprenderá, si fuere posible: 1° Una descripción de la persona o cosa que deba ser objeto del mismo, en estado o del modo en que se hallare; 2° Una relación detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos y su resultado; 3° Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peritos, conforme a los principios de la ciencia o el arte" (552). Me interesa señalar esta inclusión de "el arte" en estos informes de rigurosidad "científica" porque, como veremos, "el arte" de la escritura, el arte del uso de distintas formas de representación, fueron importantes en historias clínicas e informes científicos y en las relaciones entre estos hombres de ciencia.' E l peritaje de estos médicos se consideraba científico y servía como una sentencia jurídica virtual. Defendiéndose de la crítica por lo oneroso que parecían ser estos textos periciales, Veyga alegó que "los honorarios de los trabajos llamados periciales son de mayor consideración y llegan a veces a proporciones que parecen exageradas, precisamente porque se tiene en cuenta el valor de la documentación presentada, documentación que, dando la convicción al magistrado, funda las razones de la sentencia" (552-553). Curiosamente el prestigio de estos textos y no el trabajo que involucraban les daba, según estos peritos, su valor legal y justificaba honorarios que frecuentemente fueron criticados como "exagerados'*"por la prensa y el público. ^Para una teoría sobre representación y producción de ideologías, ver Luis Marín, "On the Interpretation of Ordinary Language", "The Sociopolitical Code", pp. 244-252 y Josué V. Harari, "Critical Factions/Critical Fictions", especialmente pp. 46-52 129 Los criminólogos estatales avanzaron agresivamente sobre todo el sistema legal y —siempre entrenando a sus colegas y estudiantes al mismo tiempo que exigiendo que se sancionara legislación para sus funciones— hicieron de estos textos un pilar que sostenía el prestigio de la profesión. Por esa razón el profesor de medicina legal advirtió a sus estudiantes y colegas que "interesa al prestigio de la justicia tanto como al de la profesión, el asegurar por todos los medios la certeza de sus pruebas y en esa materia más que en ninguna otra, pues al creer del vulgo se abusa por parte de los magistrados, en complicidad con los médicosdel derecho de 'encerrar a la gente* o de despojarla de sus derechos** (553), L a sabiduría popular se dio cuenta y se resistió al poder que de a poco, como los higienistas antes que ellos, fueron adquiriendo estos hombres de ciencia que trabajaban en las crecientes instituciones militares, policiales y de justicia. Para solidificar esa alianza y avanzar su poder, prestigio y jurisdicción junto con la de sus colegas, Veyga señaló que "había confusiones muy serias en la apreciación del carácter asignado a los peritos por la Ley** y notó que "un perito y un Juez, juzgando los dos, revisten carácter desemejante** (557). No obstante la "desemejanza** los peritos, como los Jueces, según Veyga juzgaban: "el perito sería un agente que reúne las condiciones de testigo, de árbitro y de Juez a la vez, o que reviste en determinadas ocasiones el carácter de cada uno de ellos**. Pocas líneas más abajo Veyga insistió en señalar que "la ley ha buscado sólo hacer extensiva a los peritos las reglas establecidas para los testigos y los jueces** (558). Este texto médico legal de Veyga, publicado en 1897, anticipó su tratado de Estudios médico-legales sobre el Código Civil Argentino, un volumen de quinientas páginas publicado en 1900. E l avance de los higienistas sobre la medicina legal ya había empezado con Eduardo Wilde. Recordemos que él fue el primer profesor de la cátedra de Medicinal Legal creada, al mismo tiempo que la cátedra de Higiene, en 1875. Entre los primeros textos sobre medicina legal escritos en Argentina están sus Apuntes para un tratado de jurisprudencia médica publicados en el volumen IV de sus Obras completas. E n ese texto, en 1877 Wilde, en ese estilo que Ludmer describió como "el más fragmentario y humorista** (Juvenilia, 10) (aquí lo fragmentario respondía al carácter de notas del profesor preparando sus clases), decía: "la medicina legal entre nosotros. — Nos hemos cuidado poco —no se aprecian los informes— lo mismo son todos —no se paga el trabajo** (16). La comparación entre el texto de Wilde de 1877 y el de Veyga de 1897 demostró el crecimiento del 130 prestigio, con todas sus ventajas accesorias, de los higienistas, criminólogos y profesionales de la medicina legal desde el período de la plagas de invisibles males hasta las brillantes ciencias sociales argentinas de principios del siglo veinte.^ Coni, el higienista demógrafo y "médico de pueblos", como se llamó él mismo, también dejó su homenaje escrito a la práctica forense y escribió un voluminoso Código de Higiene y Medicina Legal. E l interés que suscitaba el tema justificó ante los editores la publicación de un gran tratado de dos tomos y novecientas páginas de introducción al primer tomo. Coni notó que "el editor que no obstante la situación afligente del país, no ha vacilado un solo instante para emprender la publicación de un libro costoso ... se ha propuesto dotar a los médicos y abogados de una obra, cuya necesidad se hacía sentir desde largo tiempo" (xv). No obstante sus esfuerzos, su actuación abierta y continuada en el partido socialista dificultó la carrera de Coni como funcionario estatal. Esa actuación frecuentemente enfrentó al higienista socialista y a Ramos Mejía, el higienista patricio. No es casual que Coni en sus Memorias haya titulado "Mi ostracismo en Europa" al período de la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento de Higiene (383).® A ®La carrera del Perito Moreno demostró hasta qué punto en la primera década del siglo veinte era rentable el trabajo de estos profesionales. Un artículo titulado "Los 500.000 del perito" publicado en La Vanguardia el 25 de Noviembre de 1906 decía: "El ex-perito Francisco P. Moreno es decididamente un hombre de suerte. Surgido a la superficie en un momento en que el sentimiento patriótico había sido hábilmente agitado por los intrigantes de la alta política, su nombre adquirió desmesurado prestigio. E l Congreso le pagó 'sus servicios' magníficamente ... fue dueño de inmensas tierras y de sumas fabulosas. Pero, ahí no pararon las recompensas; porque estos 'servidores de la patria' se ríen de las virtudes de Cincianato .... E l gobernador Ugarte, queriendo premiar también la deuda de gratitud que debía la provincia al perilustre hombre, le acordó con el título de superintendente de obras públicas, la suma de 500.000 pesos que pesan sobre el presupuesto actual. A raíz de las denuncias de algunos diarios, se ha buscado el motivo o el pretexto que justificara tan exorbitante donativo, y el motivo o el pretexto no se ha encontrado. Entre tanto el ex-perito —cuya estadía en Londres ha despertado en él un vivo amor a Bentham [el inventor del panóptico! y a la escuela utilitaria— cobra religiosamente los emolumentos amparado por la ley ... Estos 'patriotas* al revés de Saturno, (devoran a su propia madre!** p. 1. ^En ese capítulo Coni escribió "la felonía, por otra parte, habíame producido tan amargas decepciones, que resolví retirarme a Europa en busca de reposo físico y mentar (383). 131 su intervención en el partido socialista se sumó en 1899 el casamiento de Coni con Gabriela Laperriére, intelectual, feminista, sindicalista y una de la principales "agitadoras extranjeras" del movimiento obrero argentino, Laperriére fue una figura central en la radicalización del movimiento obrero entre 1903 y 1905 (Anarquismo Movimiento, 406).^° E n 1904, por ejemplo, ella encabezó la oposición del grupo sindicalista que dentro del partido socialista se opuso a la sanción del Código de Trabajo que a partir del estudio de Bialet-Massé propuso el gobierno y promovió, entre otros, José Ingenieros (344). La ideología política y la vida familiar de Coni contribuyeron por igual a mantenerlo en la periferia de la burocracia estatal. A diferencia de Coni, Veyga era descendiente de una larga tradi- ción familiar de militares y fue el discípulo dilecto de J . M. Ramos Mejía. E n una nota biográfica sobre su maestro, al explicar por qué él era el mejor indicado para la tarea de reconstrucción biográfica, Veyga señaló "el amigo más próximo entre los que formaron su círculo personal, su confidente más íntimo en el grupo de hombres de todas las edades que recogieron su enseñanza y aprovecharon su ejemplo, yo me encuentro, sin duda alguna especialmente indicado para el caso" (Trabajos Varios, 35). Poco más abajo Veyga describió los "veinte años de íntima e ininterrumpida amistad que me unieron al maestro" (35). De los primeros años de esa relación son las colaboraciones de Veyga en los Anales del Departamento Nacional de Higiene^ cuando Ramos Mejía era su Presidente. E n 1899 Veyga fue nombrado profesor titular de la cátedra de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y a partir de su nombramiento en su trabajo profesional —con la colaboración de ^°Oved señaló que el nuevo clima de ideas y las asociaciones que culminaron con la declaración de una ideología sindicalista anarco-comunista en 1905 "se deben a la actividad del doctor J . A. Arraga y Gabriela de Coni, que se vieron influidos por las ideas sindicalistas que se expandieron por Europa, y que quisieron introducirlas en la Argentina a través de la influencia del Partido Socialista y los sindicatos de la UGT" (Anarquismo Movimiento, 406). Aquí habría que agregar que en 1904 Laperriére se divorció de Coni y se casó con Arraga, que era un representante sindicalista. La vida afectiva de Laperriére acompaño así su evolución ideológica desde un socialismo reformista (fue la primera mujer en servir en el Comité Ejecutivo del Partido Socialista) hasta el sindicalismo radical que a mediados de la década hizo una alianza con el anarquismo para declarar que la revolución en Argentina se haría por medio de la huelga. 132 Ingenieros y la guía de Ramos Mejía— fue central el desarrollo de ese sofisticado sistema panóptico de observación, recolección, procesa- miento, traducción y publicación de información que funcionóen una sofisticada red de espacios y locales de la Policía Federal, la Facultad de Medicina de Buenos Aires y la Penitenciaría Nacional. L a simulación de José Ingenieros Reclutamientos modernistas E n una cita que hemos visto, Viñas se refirió a ese proceso "de anexar a intelectuales jóvenes provenientes de las clases medias con miras a la estructuración de una nueva élite al servicio del sistema". Antes de seguir reconstruyendo algunos de los dispositivos y discursos de los aparatos estatales de vigilancia higiénica y criminológica exploremos cómo fue reclutado Ingenieros, "el socialista conceptuado en el pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) que, sin embargo, colaboró activamente en la modernización de la Policía Federal. La medicina legal fue, en los últimos años del siglo diecinueve, un prímer espacio de la criminología del siglo veinte que unió a Ingenieros con Veyga. En su historia de La locura en la Argentina Hugo Vezzetti al explicar que la medicina legal "es otro de los ámbitos en los que la voz médica busca prolongar y afianzar su acción", señaló que con el nombramiento de Veyga en la cátedra de Medicina Legal empezó "el extenso desarrollo de la criminología hacia fines de siglo, en torno a las figuras de Francisco de Veyga y José Ingenieros" (32-33). Pero es importante señalar que esta "criminología" se desarrolló dentro y con los medios del aparato y la burocracia del Estado y consistía no sólo en teorías y principios declarados sino también en prácticas específicas. E l "extenso desarrollo en torno a las figuras de Francisco de Veyga y José Ingenieros" empezó en 1900 con el trabajo conjunto de estos dos médicos en la policía de la capital federal. Aunque en la práctica Ingenieros se incorporó a la burocracia oficial de observación y vigilancia con Veyga, a principios del siglo veinte, el futuro gran criminólogo argentino fue atraído a la burocracia estatal por J . M. Ramos Mejía. Ingenieros mismo, en un texto publicado en 1915 narró cómo, en 1898, cuando todavía era estudiante de medicina, empezó su relación con Ramos Mejía. Éste, que era profesor de la Facultad de Medicina, considerando que Ingenieros no estaba bien preparado para un examen, le indicó que estudiara un tema en particular y que simulara 133 que podía responder con conocimiento y profundidad a una pregunta aparentemente hecha por el examinador al azar. Ingenieros relató el episodio así: En un corredor de la Facultad se me acercó: —¿Cuándo llega su turno? —Mañana. —¿Sabe algo? —Es de suponer que sí, pues me presento a rendir examen. —Vea, che, yo creo que no sabe nada. Estúdiese para mañana la epilepsia. —Pero, doctor... —No se haga el zonzo... Al día siguiente, al sentarme ante la mesa examinadora, Ramos dijo, dirigiéndose a los doctores Penna y Semprún que la formaban: —No saque bolilla: vamos a ver si este señor sabe decirnos algo de la epilepsia... Yo me sonrojé. Los tres jueces sonrieron. En un instante repetí lo que había repasado en las últimas veinticuatro horas. Supe, más tarde, el motivo de esa preferencia que, sin causa, podría parecer una improbidad del catedrático. Siendo estudiante me vinculé a un grupo de obreros soñadores que predicaban el socialismo y con ello me aficioné a leer libros de sociología. Al propio tiempo, gustando de las letras, frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén Darío concentraba el interés de los jóvenes. En 1898 el poeta Eugenio Díaz Romero editó la revista "El Mercurio de América", que fue auspiciada por Darío y en la que colaborábamos casi todos los ateneístas del último tiempo (Personalidad Intelectual, 133). Esta irrupción de la historia de la literatura en esta historia de los discursos y los dispositivos de la policía y la medicina articulados en la burocracia estatal ilustra cómo se desarrollaron y crecieron esos entrecruzamientos, por ejemplo en cenáculos literarios e intelectuales fomentados por Ramos Mejía en su oficina de la Presidencia del Departamento de Higiene y en su oficina de la Dirección del Instituto Frenopático. L a descripción y el diálogo que creó Ingenieros para hacer una representación de sí mismo en el fragmento que acabamos de ver era un buen ejemplo de sus inclinaciones y aptitudes literarias. La escena del examen es uno de los relatos que J . Ludmer estudia como caracte- rísticos en esta cultura "progresista**, "anticlerical**, "liberal** y "cien- tífica**.̂ ^ Ludmer señaló que el primer gran simulador de la literatura ^^Josefina Ludmer, "El examen de física: una historia", Conferencia. Centro de Parapsicología de La Boca, 14 de julio de 1994. 134 fue Genaro, el personaje central de En la sangre^ la novela de Eugenio Cambaceres publicada en 1887. A diferencia de Genaro, el hijo del inmigrante que a partir de la escena del examen simulado inicia su carrera ascendente (Obras Completas, 225), Ingenieros mismo era inmigrante: nació en Italia, en Sicilia, y llegó a Argentina a los ocho años con sus padres también inmigrantes. Roberto Payró se preocupó por marcar que, además de italiano, Ingenieros era de "ascendencia italiana meridional" pero "acabó por quitarse la g de Ingegnieros —y de ser tan porteño como el que más, adoptando y exagerando algunas de nuestras modalidades** (Recuerdos, 471). L a simulación fue una modalidad y se transformó en una preocupación central de la cultura porteña finisecular e Ingenieros dedicó el principio de su carrera a estudiarla. Payró en 1903 publicó una encomiástica crítica de La simulación de la locura y al agradecérsela Ingenieros le escribió: "mil gracias por el benévolo recuerdo de mi libro, que acabo de leer en tu diario. En vista del buen éxito continuaré simulando*' (472). Dos líneas más abajo Payró agregó "para decir sin ambages todo mi pensamiento, creo que se pasaba de listo" (472). Este era el Ingenieros que utilizaba la simulación como estrategia de integración. Genaro, el representante de la primera generación de argentinos imaginado por Cambaceres, el pillo criado entre los niños sodomitas que dormían juntos en los recovecos del Buenos Aires de fines de la década de 1880, también empezó su carrera de simulador aparentando un talento e inteligencia brillantes en un examen de la escuela secundaria y —siempre simulando— en pocos años terminó haciéndose dueño del latifundio de una vieja familia de la clase terrateniente, unitaria y patricia. Pero a diferencia del personaje de Cambaceres, el personaje que creó Ingenieros para representarse a sí mismo no robó el día anterior al examen la bolilla. E l relato del examen de Ingenieros, el médico acostumbrado a la construcción de historias que tenían valor de testimonio o sentencia legal, hizo caer la duda acerca la posible "improbidad" académica sobre el "catedrático'*, al que enseguida exoneró de culpa dándole una justificación. La justificación del episodio, según Ingenieros, era que él represen- taba una sangre nueva para Ramos Mejía, el higienista amante de la literatura joven. E n el diálogo que acabamos de ver Ingenieros se describió a sí mismo como ligeramente controversial desde el punto de vista ideológico, relacionado con obreros que, más que activistas, eran "soñadores" y lectores ávidos ("inteligentes y estudiosos") de los textos de las nuevas ciencias sociales de fines de siglo. Pero no era ese, según él, "el motivo de esa preferencia" del maestro sino el hecho de que el 135 estudiante de medicina de veinte años "gustando de las letras, frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén Darío concentraba el interés de los jóvenes". Y, siempre en palabras del mismo Ingenieros, "Ramos Mejía se interesaba de verdad por el movimiento modernista, sirviéndole Díaz Romero de intermediario espiritual" (Personalidad Intelectual, 134). Al mismo tiempo que era Director del Mercurio de América, Díaz Romero, como empleado del Estado, era secretario de Ramos Mejía. E n el mismo texto que acabo de citar Ingenierosrecordó que ...Díaz Romero, director del "Mercurio", era al mismo tiempo bibliotecario elegante del Departamento Nacional de Higiene, puesto que le permitía despreciar la bibliografía sanitaria y pasar la tarde leyendo los poetas modernistas ... muchas veces un médico del puerto hacía muchas horas de antesala para ver a Ramos Mejía, que estaba ocupadísimo ... en escuchar las entusiastas lecturas de Paul Verlaine o Gabriel D'Annunzio con que lo delei- taba su poeta bibliotecario. Aquella hora de nuestra historia intelectual espera su cronista; fue, ciertamente, significativa en la evolución de nuestra cultura literara (133). Estas lecturas a veces se convertían en tertulias literarias, en un centro del poder estatal y atrajeron irremisiblemente al joven Ingenieros que contó: "alguna vez yo, aunque socialista, no desdeñaba concurrir a la biblioteca del Departamento Nacional de Higiene, atraído por el té y los bizcochuelos del estado" (134). E n 1898 Ramos Mejía había leído los primeros escritos de Ingenie- ros, Lo dice el discípulo mismo al recordar que "supo Ramos Mejía que yo era alumno suyo: leyó algunos de mis balbuceos sobre sociología y psicología ... Ramos Mejía había descubierto mis inclinaciones de principiante y, según me contó él mismo años más tarde, entrevio que mi sitio estaba a su lado" (134). Los "escritilles" y "balbuceos" que Ingenieros había publicado entre 1897 y 1898 sobre "sociología y psicología colectiva" fueron los textos en los que el joven estudiante de medicina más trató de acercarse a los grupos anarquistas. Oved señaló que muchos autores ya han notado "el tono anarquista que J . Ingenie- ros introdujo en la plataforma ideológica de La Montaña al negar el Estado y el autoritarismo" (Anarquismo Movimiento, 84, n. 56). Junto con Ingenieros, en La Montaña —"que se definía como periódico socialista revolucionario— [e] intercedió en un intento por lograr un acercamiento entre los anarquistas y los socialistas" (84), colaboró Leopoldo Lugones. Ellos fueron los "dos intelectuales jóvenes activos en el ala radical del Partido Socialista, Para L . Lugones fue sólo un 136 breve episodio en su vida de poeta imbuido de ideología nacioQikMjIta»" (84-85). Pero Ingenieros desde 1897 en La Montaña, hasta 190lv cuando propugnaba ese "anarquismo de los pocos anarquista^ inteligentes y estudiosos [que] ha evolucionado, de la misma manera que el socialismo" al mismo tiempo que empezaba a probar "el té y los bizcochuelos del estado" arrullado por la poesía de Verlaine y D'Annunzio, consistentemente intentó "alentar la tendencia que de- nominaba 'acercamiento'... una tribuna libre para la discusión entre anarquistas y socialistas" (85). Los anarquistas le respondieron en 1897 y 1898, como en 1901, que "La Montaña no distingue las diferencias básicas entre anarquistas y socialistas, pues interpreta erróneamente las dos concepciones" (85). Este fue el Ingenieros que Ramos Mejía "entrevió" que debía estar a su lado, joven, estudiante de medicina, con talento literario y quizá proclive a ser uno de los empleados de la burocracia estatal de la oligarquía terrateniente que consiguiera integrar al sistema a los grupos obreros más radicales del período. Proliferación finisecular de la simulación L a simulación fue una preocupación central de estos nuevos criminólogos que trataron de desarrollar un sistema médico-legal de reclusión en asilos psiquiátricos paralelo al sistema de prisiones para delincuentes. Al promover el nuevo sistema de reclusión bajo la dirección de los nuevos peritos, los médicos criminólogos alegaron que en el sistema de reclusión penal estatal, con frecuencia se entremezclaban indiscriminadamente "alienados" y "delincuentes". Ingenieros señaló que "es del dominio público que en ciertas cárceles existe un elevado porcentaje de locos" y propuso "el nombramiento de una Comisión de alienistas con el objeto de reconocer en masa a los detenidos y trasladar al manicomio... a todos los que fueran alienados" (Criminología, 66-67). Así estos hombres de ciencia cavaron y ampliaron un nicho para su profesión en el espacio de asilos y "manicomios criminales" (60)" que caían bajo su jurisdicción al mismo tiempo que ^ Ĵosé Ingenieros y Juan A. Córdoba, otro médico que trab£gaba con Ingenieros en la Policía Federal en 1903, publicaron un texto titulado "La defensa social y los alcohólicos" que era un peritaje, que incluía una historia clínica, una historia de la o el alienado, criminal o sospechoso contada por los médicos, y una conclusión, con un diagnóstico y una interpretación médico legal. Primero y para promover sus funciones como peritos alegaron que "la defensa social contra la actividad mórbida del alienado es nuestro deber fundamental y la única fuente en que deben inspirarse las resoluciones del perito alienista" (8S. Énfasis en el original). Enseguida los médicos policías 137 reafirmaban la definición de delincuentes alienados que hacía indis- pensables a los médicos peritos criminólogos homologados con los Jueces del sistema legal. Ingenieros escribió: "Jueces y peritos deberían marchar concordes para concebir una más alta finalidad de la justicia: la defensa social y la secuestración de todos los delincuentes, sean o no responsables, en cárcerles y manicomios, ya como obreros de un taller penitenciario o como enfermos de una clínica. Pero en ningún caso la 'irresponsabilidad* de un delincuente peligroso debe servir para ponerlo en libertad**. Ingenieros señaló como un error de la ley que "el sujeto declarado ^irresponsable, escapa[ba] a toda secuestración coercitiva** (60). Por eso muchos acusados simulaban alienación o locura para evitar las penas alegando irresponsabilidad. Ingenieros en su Criminología propuso que "si la causa reside en ventajas que el ambiente jurídico ofrece al delincuente simulador, la profilaxis debe tender exclusivamente a suspender esas ventajas** (65). Esas ventajas, según estos criminólogos, desaparecerían al basar el juicio sobre las personas en su peligrosidad potencial y no en su responsabilidad o irresponsabilidad en hechos pasados. Ingenieros escribió: "es fácil advertir los resultados del criterio dominante en la legislación penal contemporánea; se limita a establecer la responsabilidad o irres- ponsabilidad del delincuente, sin reparar en que cuanto mayor es la irresponsabilidad también suele serlo su temibilidad** (61). La definición de la simulación servía tanto para diagnosticar una primera medida de la peligrosidad de las personas o como índice de alienación ya que propusieron, como lo hacían siempre, que no había que esperar a que el delito "latente" en criminales o alienados sospechosos se hiciera delito consumado (los médicos eran por supuesto los que podían y debían dictaminar cuándo existía un estado que ellos llamaban de "peligrosidad". Y a partir de esa peligrosidad se ejercía la profilaxis de los alienistas criminólogos; "el alienista tiene una misión de profilaxis para con el alienado; no puede esperar que el 'peligro' se convierta en 'delito consumado' para recomendar la internación del sujeto peligroso" (88). Entonces se hacían indispensables los espacios para realizar las internaciones. Los peritos, en mi opinión, usaban historias clínicas específicas para promover la creación de esos nuevos espacios. En "La defensa social y los alcoholistas" el espacio que buscaban era uno para personas que consumían alcohol: "la forma de reclusión más conveniente", escribieron los colegas Ingenieros y Córdoba, "en casos como el que nos ocupa, es, sin duda el 'Asilo especial para bebedores'. La necesidad de su creación entre nosotros ha sido puesta ya de relieve por el Dr. Francisco de Veyga en un interesante informe elevado al Sr. Jefe de Policía" (88). 138 según los criminólogos "es necesario estar alienado para ser simulador" a la vez que "la locura puede servir como agravante de la temibilidad del delincuente" (66).Esta noción de la simulación utilizada como evidencia de aliena- ción o peligrosidad de las personas fue creciendo a lo largo de la primera década del siglo veinte y pasó del discurso de las ciencias psiquiátricas y criminológicas al discurso de la psicología y la sociología hasta la literatura del p e r í o d o . E n 1902 Veyga publicó un texto sobre "Degeneración, locura y simulación en los ladrones profesionales" (Simulación Ladrones, 705). E n ese artículo Veyga amplió la noción y uso de la simulación al describirla como una estrategia de supervivencia y ocultamiento característica de todas esas poblaciones habitantes de zonas grises, entre la legalidad y la ilegalidad, junto con los lunfardos, "los auxiliares del vicio y el delito" que tanto lo preocuparon. Veyga, como muchos de estos hombres de ciencia, imaginó esas poblaciones siempre entremezcladas y sumergidas entre los distintos grupos culturales y poblaciones del Buenos Aires finisecular. E n 1903 Ingenieros publicó su tesis de doctorado La simulación de la locura. Ese libro fue, en palabras de Helvio Fernández, "su obra fundamental que luego ampliara extendiendo sus conceptos a todos los fenómenos vitales en La simulación en la lucha por la vida, que la Academia de Medicina de Buenos Aires laureara con medalla de oro" (Ingenieros Psiquiatra, 565). Fernández, como muchos otros hombres de ciencia y criminólogos del mismo período, subrayó la importancia de esos trabajos de Ingenieros, y señaló que "ha de perdurar su fama de psiquiatra cimentada sobre todo en su obra primera: La simulación ^̂ R. Falcón se quejó de que se permitiera el uso del uniforme policial en la representación de obras teatrales, "como que constituye un relajamiento de las buenas costumbres el escarnio y el ridículo que una parte del público espectador, hace recaer sobre esos simulados agentes causando como lo digo antes, el desprestigio de la autoridad en las personas de los que la ejercen por el ministerio de la ley, como quiera que el teatro haya sido considerado como la escuela de las costumbres, dada la influencia moral que ejerce en las masas del pueblo** (171). Aquí se hace evidente una vez más la importancia del teatro en la cultura y la atención de las autoridades de vigilancia y represión sobre una forma de producción cultural que se sentía con un gran potencial subversivo. A las representaciones dramáticas de la autoridad en el teatro se sumaban lo que esas autoridades sentían como representaciones dramáticas de grandes movimientos obreros, "huelgas, paros, boicots, que no son sino perfectas simulaciones, las que desgraciadamente por vehículos de sectarios y corporados de la prensa, aparecen en éstas magnificadas" (167. Énfasis mío). 139 de la locura, que aparece como la más brillante exteríorización de su notable talento científico** (568). Ramos Mejía, fundador de una sociología argentina moderna, extendió la definición de simulación aplicándola a grandes grupos culturales de Buenos A i r e s . E n Los simuladores del talento en la lucha por la personalidad y la vida (1904) describió colonias sumergi- das de formas de vida simuladoras que crecían y se metamo^foseaban bajo el agua: "una vez constituido el curioso organismo, la vecindad forzosa, la diaria y constante cohabitación bajo un mismo techo, la continuidad casi material y hasta la unidad del aparato digestivo, establece tal género de relaciones, que todos acaban por sentir y vivir una misma vida, expresar una misma sensibilidad. Es el caso de las Esponjas y dé las colonias de Pólipos que se juntan, esos últimos, para constituir la famosa Hidra ... L a Medusa multiforme" (61), la representación más clásica de la temida mujer de la mitología griega pero ahora como una sumergida población viviendo entre las demás. E n Los simuladores del talento (1904), esa nueva versión de Las multitudes argentinas, de 1898, las multitudes femeninas de Le Bon se hicieron la Medusa mitológica y submarina en la que lo que más preocupaba era una ausencia de "cabeza" visible. Siempre temiendo los agregados, asociaciones, grupos, colonias o comunidades solida- rias Ramos Mejía escribió ¡Cuántas congregaciones, cuántos grupos, no marchan sin cabeza, nada más que dirigidos por el instinto de la agregación! ¿No se mueven la Hidra, como el insecto de más elevación zoológica, sin el concurso del pensamiento y aún sin un sistema nervioso protector? ¿Variando su procedimiento de locomoción, cambiando de camino cuando no le conviene el que llevaba; fijarse o escapar a voluntad, huir de la luz y hasta contraerse voluptosamente...? (64). Lo que más le llamaba la atención, y lo que más temía Ramos Mejía era lo que sentía como una habilidad de estas colonias y poblaciones sumergidas que conseguían asociarse y avanzar su cultura y su forma de vida con gran (voluptuosidad) y eficiencia y sin necesidad de líder. Esta obra de Ramos Mejía, escribió Ingenieros, "obtuvo un éxito sorprendente de librería" cuando fue publicada, en 1904 (Personali- **Ingenieros opinó que "conviene recordar que Las multitudes argentinas [publicada en 1898] fue la primera obra propiamente sociológica publicada en la Argentina, aunque ya Echeverría, Alberdi y Sarmiento hubiesen sido los precursores de esa disciplina" (Personalidad Intelectual, 139). 140 dad Moral, 142). La recepción del libro de Ramos Mejía, además de demostrar intereses y preocupaciones comunes entre este grupo de hombres de ciencia, médicos criminólogos y sociólogos practicantes de las nuevas ciencias sociales, demostraba la popularidad de la noción de simulación en la cultura letrada de ese período. La proliferación del uso de distintas definiciones de simuladores y de actos de simulación que de la criminología pasaron a la sociología y de a poco alcanzaron a toda la cultura llegó a extremos a veces inesperados. Como en la definición de **la simulación del delito" que describió Veyga en 1906. Una de las instancias más comunes de simulación del delito que dio Veyga fiie "el contrabando simulado, [que] hace víctimas por cientos entre gente que tiene la manía de lo barato. En Buenos Aires, como en todas partes, comprar algo que tenga por reclamo el haber pasado por la Aduana sin pagar derechos o que haya sido introducido fiiera de esa vía, es un negocio que llena a muchos de placer" (Simulación Delito, 177). En este texto a partir de esa ampliación del campo de observación, análisis y reforma que propusieron estos hombres de ciencia, Veyga propuso que "para el delito simulado, que es tan delito en la intención como el delito verdadero, no hay más recurso a emplear que el de sanear [todo ] el medio social" (Simulación Delito, 180). Simulaciones y titeos de fumistas A la simulación usada como estrategia de asimilación por inmigrantes y personas de clases sociales bajas que al ascender trataban de ser aceptados en clases o grupos sociales más altos, como en el caso del Genaro de Cambaceres, los grupos tradicionales respondieron con distintas variantes del titeo como mecanismo de defensa que trataba de identificar y excluir a los recién llegados. David Viñas en su libro sobre el teatro de Gregorio de Laferrére, cuya "obra se desarrolla entre 1904 con el estreno de Jettatore y 1913, fecha de su muerte" (Laferrére, 13), propuso el titeo como una estrategia de escritura y de lectura de la obra de Laferrére que se desarrolló durante el mismo período durante el que proliferaron los usos y definiciones científicas y literarios de la simulación. La articulación entre simulación como estrategia de integración al grupo y titeo como estrategia de exclusión del grupo se articuló con bastante claridad en la figura, la obra y la vida de Ingenieros. Si bien él no mencionó la simulación, en su Laferrére Viñas sugirió esa articulación al señalar que esa dinámica de grupo de la vida diaria porteña, ese "titeo cotidiano contaminado de elementos teatrales". 141 servía para burlarsedel recién llegado o "candidato ... como diría Ingenieros" (72). Porque Ingenieros, el gran teórico de la simulación, fue un practicante principal del titeo. Viñas explicó el titeo más que como una mera dinámica de grupo, como una práctica cultural característica del momento histórico y "una burla no sólo específica en su entonación sino con algo peculiar de la sociabilidad argentina" (71). Una sociabilidad que en la primera década del siglo veinte se caracterizó por la presencia cada vez más evidente de grupos, familias o personas que a través del trabajo en las nuevas profesiones, las nuevas industrias y los nuevos comercios urbanos habían logrado una posición económica que podía ser o parecer similar a la de los grupos sociales tradicionales obligados a compartir hegemonías económicas, sin duda, a veces sociales e incluso políticas. Entonces el titeo servía como forma de exclusión que reafirmaba, por ejemplo, nociones de clase entretejidas con nociones de género. Entre las distintas formas del titeo Viñas describió "la que se establece entre la 'indiada* —complaciente autodesignación de 'seño- ritos'— el 'candidato' y el titeo como prueba de virilidad y tradicionalismo" (80). Aquí el titeo "probaba", reafirmaba el género, la "virilidad" del grupo titeador entretejida u homologada con nociones de clase social, el "tradicionalismo" que se contrastaba con la carencia de una genealogía en el "candidato" o recién llegado. No obstante las distintas modalidades de esa forma de burla tan específica de la primera década del siglo veinte, "peculiar de la sociabilidad argentina" y, como la simulación, "contaminado de elementos teatrales", un elemento característico del titeo era su práctica por miembros de un grupo, frecuentemente de las clases tradicionales, que lo usaban para excluir. La "mediata articulación de la mirada del clubman" en "tres ^^Viñas notó en la mirada del Laferrére dramaturgo y su t̂eatro del titeo" tres actitudes de señor liberal frente a los recién llegados: "se dan, pues, en el teatro de Laferrére como mediata articulación de la mirada del clubman, tres niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo aristocrático y lujoso hasta llegar a lo guarango de la baja clase media, a través de tres entonaciones del titeo (82). Estas tres entonaciones del titeo representaban los distintos gestos del del clubman frente a tres clases sociales distintas. Viñas agregó: "Por cierto, la broma implícita en el titeo puede tener numerosas variantes. En la época de Laferrére, y de acuerdo al vocabulario vigente desde entonces se prodrían marcar los siguientes niveles verificables en la realidad o en la literatura contemporáneas: la tomadura de pelo cuando son señores que se «nsañan con alguien de nivel inferior [notemos que la exclusión de arriba 142 niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo aristocrático y lujoso hasta llegar a lo guarango (82) se agudizaba con el "abandono de las ceremonias entre gentleman'* y adquiría formas extremas en "la patota de liijos del 80', señoritos descargando sus tensiones que se exacerbaban de violencia al apuntar sobre un hombre nuevo** (80). Si la simulación representaba una categoría patológica e incluso criminal de personas que hacían una representación dramática, el titeo fue una forma de simulación de grupo no sólo aceptada culturalmente sino usada muy característicamente por una gran parte de la cultura del período. Viñas explicó que el teatro de Laferrére representaba el pasaje y la utilización de las formas y modulaciones del titeo de la vida cotidiana al drama, al escenario. Y ese pasaje se dio en el mismo momento histórico en el que se dio el principio de un teatro argentino, E l teatro de Laferrére, explicó Viñas, llevó al escenario ese uso de pequeñas representaciones dramáticas que hacía un grupo frente a un "candidato" o espectador que no sospechábala superchería. Así el titeo en "lo específicamente teatral se dará acentuando el segundo compo- nente de la correlación y tendremos entonces el teatro de titeo inscripto en la crisis de la ciudad liberal penetrada de elementos nuevos en incómodo avance" (70). Algunos de esos "elementos nuevos", como Ingenieros, al ser incorporado por los grupos de poder por su presunta capacidad para integrar distintos sectores intelectuales u'obreros de ideología radical especialmente temidos y temibles entre 1900 y 1914 hacia abajo era siempre un primer signifícado del titeo]; la tijeretada cuando son mujeres las que prevalecen; la cargada, entre jóvenes, con más descaro y menos contemplaciones; la becerrada, de hombres sobre una mujer; la choteada, en el ejército o en colegios pupilos. Y así siguiendo el orden de creciente violencia y distanciamiento hasta llegar a los pogroms de la Plaza Lavalle" (79). A "la choteada, en el ejército o en colegios pupilos" volveré más adelante. ^̂ Creo que sería útil un estudio del teatro argentino finisecular que, además de incluir junto con obras y formas dramáticas tradicionales como la de Laferrére, obras y formas consideradas "menores" como el saínete, el circo y el café-concert insertas o vistas en el contexto de una modalidad teatral y cultural porteña especíñca, que incluya desde los personajes y las celebraciones de! carnaval de las últimas décadas del siglo diecinueve hasta la simulación como forma dramática cotidiana individual y el titeo como forma dramática de distintos grupos de principios del siglo veinte. 143 despertaron inquietudes entre los círculos tradicionales que no siempre los aceptaron. Viñas describió similitudes y diferencias claves entre el titeo de dos posiciones sociales, representadas por Laferrére e Ingenieros. E l primero "es un hombre alegre, jovial, comunicativo. Pertenece a una generación de jóvenes porteños practicantes todos del humorismo activo, del fumismo inconfundible y, por lo regular, inofensivo. Es uno de sus alentadores y difusores. E l otro es el querido e inolvidable Ingenieros** (72). L a similitud de la "continuidad titeadora Laferrére- Ingenieros [escribió Viñasl reenvía a la famosa Syringa" (72) que fue el cenáculo literario de Rubén Darío en Buenos Aires. E l mismo Ingenieros explicó que "[Rubén] Darío dio en llamar *La Syringa' al cenáculo juvenil que frecuentaba *E1 Mercurio*", (Personalidad Inte- lectual, 134), la revista literaria que dirigía el secretario de Ramos Mejía. La mayoría de las crónicas describieron ese grupo como una versión literaria e intelectual del grupo titeador, "indiada" o "patota" que describió Viñas. Héctor Agosti señaló por ejemplo que la Syringa era "esa asociación que urdió bromas resonantes en la Buenos Aires finisecular" y la describió como una "institución de Estética y de Crítica, [que] fue fundada por Ingenieros y Darío con las fórmulas del 'satanismo* a la moda. L a Syringa sometía a sus miembros a numerosas pruebas de iniciación que eran motivo de tremendas bromas a costa de algunos aspirantes a genio, que se suponían ungidos con las dotes de los *syringos*" (Ingenieros Ciudadano, 13, n. 1). Ese titeo servía para reafirmarla categoría de "genios" o miembros de un grupo intelectual estético-crítico que excluía a los "aspirantes a genio" Pero a pesar de la "continuidad titeadora" que describió Viñas, el titeo de este grupo no era igual al que se hacía desde la posición que representaba Laferrére. La "continuidad titeadora Laferrére-Ingenieros" representaba dos dinámicas de clase y Viñas distinguió entre las motivaciones del titeo de una u otra posición al "destacar los contenidos de humor de Laferrére —como gentleman que se ensañalba] con figurones y *loquitos' en un ademán de arriba hacia abajo— y de Ingenieros, cuyas descargas no esta[ban] condicionadas por el desalojo paulatino de su clase [como las de Laferrére] sino por los bloqueos que padecfía] en ciertos reductos de la oligarquía. De cualquier manera en uno u otro sus burlas estaíban]
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