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Médicos, maleantes y maricas (pp 115-176)

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y maricas 
Jorge Salessi 
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Discursos y dispositivos de la higiene en los discursos y 
dispositivos de la criminología 
Muchos de los sistemas de control y modelos de análisis, junto con 
el vocabulario, los tropos y metáforas de la higiene de fines del siglo 
diecinueve, a principios del siglo veinte fueron utilizados por los 
criminólogos y sociólogos especializados en las nuevas ciencias sociales 
finiseculares. Cuando los inmigrantes que se habían establecido en los 
grandes centros urbanos del litoral fluvial, principalmente en las 
ciudades de Buenos Aires y Rosario, también se empezaron a organizar 
en las distintas asociaciones de un movimiento obrero que en 1902, 
durante la primera huelga general, demostró que podía paralizar la 
economía agroexportadora, los mismos higienistas que —con el cambio 
de la noción de mal que de la barbarie de un adentro se había 
transformado en la amenza de epidemias desde un afuera— se habían 
preocupado por la amenaza de las "enfermedades exóticas viajeras", 
también se empezaron a preocupar por la "criminalidad** concebida 
como una enfermedad psicológica y moral que amenazaba la salud 
social. Así nuevamente los hombres de ciencia se vieron frente a la 
disyuntiva de promover la inmigración necesaria para el proyecto 
económico y que fue la misma inmigración que lo cuestionó. 
E l uso de los mismos modelos de análisis y la retórica de los 
higienistas que hemos estado viendo, pero ahora aplicados a los 
movimientos y flujos de personas, de poblaciones difíciles de controlar, 
de "filtrar", emergió por ejemplo en un texto canónico de criminología 
argentina publicado en 1905: La delincuencia argentina, de Cornelio 
115 
Moyano Gacitúa. Allí este Profesor de Derecho Penal y Juez de la 
Suprema Corte usó el modelo de la aglomeración y el estancamiento 
del movimiento de flujos que no permitía la dilución de materias 
nociva: 
...el inmigrante no se disemina; queda en número excesivo en las capitales, 
de postulante de trabajo que allí no existe; se derrama por las calles luchando 
a brazo partido con la necesidad, viviendo en mancomún y promiscuidad con 
los paisanos, fomentando huelgas y desórdenes, sirviendo a la vez de elemento 
agitador y agitable. 
Moyano Gacitúa enseguida señaló el resultado de esa acumulación, 
''esa sobresaturación de homicidios, lesiones, atentados al pudor [y] 
huelgas" (20). Así el mal pasó de ser un mal ''sobresaturante'*, conta-
minante de cuerpos de agua o cuerpos sociales, poblaciones en las que 
lo que más se temía era la agitación social y las huelgas como resultado 
de la inestabilidad del mercado de trabajo. 
L a solución que propuso Moyano Gacitúa era previsible: ''asi como 
las ciudades, al recibir una gran población, necesitan para su higiene 
física obras de drenaje y de salubridad so pena de grandes saturaciones 
mefíticas; así también necesitan de esas obras de salubridad moral 
que son las instituciones preventivas o represivas, destinadas a 
contener la sobresaturación criminal del inmigrante"* (20-21). Al no 
"diseminarse" los inmigrantes no cumplían con prescripciones básicas 
de la economía iluminista y de la higiene decimonónica que mandaban 
la circulación continua de personas y mercaderías y de flujos separados 
y controlados de aguas potables y servidas. Entonces la aglomeración 
urbana, de la que surgieron las nuevas clases obreras envueltas en las 
luchas de clases características del período, fueron descrítas como 
esas confusiones de cuerpos, líquidos y materias estancadas o 
aglomeradas en los espacios de la ciudad "se derrama [banl por las 
calles, viviendo en mancomún y promiscuidad" mezclándose y origi-
nando "huelgas y desórdenes" concebidos como las nuevas infecciones 
de enfermedades sociales. Así fue como —siguiendo el ejemplo de las 
obras de salubridad realizadas a fínes del siglo diecinueve bajo la 
dirección de los higienistas— a principios del siglo veinte los 
criminólogos colaboraron activamente en la imaginación y creación de 
nuevas obras de "higiene social", "instituciones preventivas o 
represivas, [como la Policía de la capital federal] destinadas a contener 
[una] sobresaturación [que ya no era de líquidos y materias de deshecho 
sino] criminal". Al mismo tiempo que la primera sociología sirvió para 
especiflcar la nueva organización de clases de una Argentina futura en 
116 
la que debía predominar una nueva clase media, esta criminología 
sirvió para vigilar la nueva clase obrera. 
E n un memorándum fechado el 16 de mayo de 1909, Ramón Falcón, 
Jefe de la Policía Federal escribió al Ministro de Interior: "en aquel 
angustioso período comprendido entre los años 1902 a 1905, al elemento 
obrero lo agitaba un loco frenesí huelguista** (Memoria Policía, 268). 
E n el discurso de este Jefe de Policía, una de las instituciones 
represivas a las que aludió Moyano Gacitúa, se continuó el discurso 
médico higienista, ahora utilizado para describir las manifestaciones 
del movimiento obrero representadas como la nueva enfermedad 
social.* Falcón identificó el origen del nuevo mal en "ciertos focos de 
patología social inasimilables a nuestra personalidad colectiva, por 
instinto y por educación, con atavismos exóticos, y con virulencias de 
otros medios, que se encuentran adheridos a nuestra fisonomía orgá-
nica" (266). Estos "focos" y la "virulencia** de esta "patología** ya no 
denotaban concentraciones de gérmenes propagadores de enfermedades 
infecciosas epidémicas como el cólera y la fiebre amarilla sino los 
grandes movimientos obreros de protesta y las asociaciones y personas, 
especialmente anarquistas, que ayudaban a organizarlos. 
Como los higienistas preocupados por la vigilancia del puerto, 
Falcón urgió "medidas severas en el punto de entrada como es princi-
palmente el puerto de esta Capital, por donde se introducen estos 
mismos elementos que después hay que repatriar dejando en este 
suelo los gérmenes de sus tendencias que llegan ya a contaminar hasta 
algunos elementos nacionales** (172). E n este contexto discursivo las 
leyes represivas contra el movimiento obrero empezaron a ser denotadas 
como medidas de profilaxis social. 
'En las seiscientas páginas de la Memoria de la Policía de Buenos Aires 
publicada por Falcón en 1909, es evidente que la preocupación fundamental de 
las autoridades era la investigación y vigilancia del movimiento obrero. 
Roberto Cortés Conde ya señaló que a diferencia de la década de 1880, a 
principios de siglo ''se había afianzado la autoridad del presidente del gobierno 
nacional, especialmente la del presidente, que tenía bajo sus órdenes directas 
la administración del importante distrito de la Capital y, bajo la de su ministro 
político, el de su poderosa Policía que, con una dotación de unos dos mil 
vigilantes y un presupuesto de gastos que se acercaba al de todos los regimientos 
de línea, podía desalentar cualquier eventual desafío a su autoridad** (Dinero 
Deuda, 174). Beatriz C. Ruibal, por su lado, señaló que ''acerca de los 
militantes anarquistas y socialistas, la Policía se planteaba a fines de siglo 
menos la sanción que la vigilancia rigurosa que le permitiera formar un 
registro de los mismos" (Ideología Control, 29). 
117 
E n un texto publicado en 1909, al promover la Ley de Defensa 
Social, sancionada un año después, Falcón propuso que esa ley debía 
ser concebida como complementaria de la Ley de Residencia que había 
sido sancionada seis años antes: 
Esa ley de salud pública [de 1902] debe ser complementada, para que surta 
mejores y más saludables efectos. Ley de circunstancias, con un tinte político 
bien definido, dictada en ocasión en que el anarquismo con su cohorte de 
agitadores turbulentos tomó arraigo en este pueblo, difundiendo la alarma 
entre las clases conservadoras, amenazando con mover el orden y la paz 
pública, no constituye un instrumento de defensa social, con capacidad sufi-
ciente como para depurar a este organismo,de otra clase de elementos 
mórbidos que lo corrompen, y que en otro sentido no son menos perjudiciales 
para el país y que conocidos bajo la denominación estigmatizada de caftens, 
desempeñan el más oprobioso e infame de los comercios, la trata de blancas, 
que importa un verdadero atentado a la moral y a la actual civilización (15-16). 
D. Guy demostró que la prostitución se transformó en una poderosa 
metáfora que expresó los temores a las clases bajas prevalentes entre 
las clases medias y altas del período (Sexo Peligroso, 62). E n este caso, 
para expresar y difundir ese temor, Falcón entretejió el vocabulario y 
modelo de análisis de los médicos higienistas con las imágenes del 
anarquista subrepticio pasando desapercibido entre los inmigrantes 
junto con el rufián corruptor disimulado entre la nueva burguesía de 
comeciantes e industriales viajeros. 
En 1903 José Ingenieros, joven médico criminólogo, publicó una 
reseña crítica de Hacia la justicia, la novela del médico escritor 
Francisco Sicardi donde describió a un personaje central de la novela 
como a "la encarnación del menear anarquista, ... un tipo psicológico 
perfecto". Poco más abajo Ingenieros haciendo esa crítica literaria 
científica que fue recurrente en su obra, agregó: "el dinamitero debía 
ser hijo de un amor ilegal, ... de un fugaz capricho de la sexualidad 
excitada por alguna orgía de prostíbulo" (Psicopatología Arte, 28). Así 
los criminólogos, en un discurso literario y científico a la vez, le dieron 
densidad a ese entretejido de anarquismo y prostitución, representan-
do al anarquista como un tipo psicológico, producto a la vez de una 
sociología, un medio ambiente y una herencia biológica que se 
remontaba a una sexualidad "ilegal". E l anarquista que asociado a la 
prostitución sumaba significados políticos y "morales" encarnó los 
temores de las clases burguesas hacia la clase baja que por primera vez 
se organizó en los sindicatos del nuevo movimiento obrero. Contra ese 
nuevo mal ya no eran efectivos los discursos y dispositivos de la 
higiene. 
118 
Los flujos insalubres del movimiento obrero 
E n la primera década del siglo veinte Falcón colaboró en la moder-
nización de la policía de Buenos Aires que fue utilizada como una de 
las principales "instituciones preventivas o represivas" a las que 
aludió Moyano Gacitúa. Pero el reentrenamiento y organización de 
esa nueva fuerza no fue fácil. E l mismo Jefe de Policía se quejó de que 
el nomadismo de trabajadores que se movían entre la ciudad al campo 
debilitaba los cuadros de agentes de vigilancia: 
...existen mil individuos, aproximadamente, del personal de agentes, que 
han tomado la Policía como medio transitorio de vida, cuando las cosechas 
exigen brazos, dándoles utilidades pecuniarias mayores que las que produce el 
puesto de agente, dejan éste para buscar esas utilidades y vuelven cuando 
terminadas aquellas, la vida se les hace casi imposible en el campo. Hay 
también un número bastante crecido de individuos viciosos que tienen nume-
rosas bajas, y por la escasez de hombres sanos, la Policía se ve en la obligación 
de tomarlos (Memoria Policía, 43). 
Entre 1902 y 1910 la policía de la capital se vio obligada a aceptar 
a "individuos [que consideraba] viciosos" porque necesitaba personal 
con urgencia para controlar las primeras grandes demostraciones y 
huelgas generales de la historia argentina. 
Los temores a las huelgas, como al "vicio", llegaron hasta el seno de 
la misma policía. E n diciembre de 1908 una resolución que involucraba 
a "parte del personal de agentes de esta Repartición, con motivo de las 
gestiones que han hecho sin conocimiento de sus superiores, con el 
objeto de conseguir aumento de sus sueldos", siempre utilizando la 
imagen del mal invisible que se infiltraba a un cuerpo desde afuera, 
decía que **un grupo de agentes valiéndose al efecto de influencias 
extrañas a la Repartición, ha intervenido para conseguir su objeto, en 
forma clandestina, oculta e impropia en un cuerpo en que la principal 
base de su organización descansa en la firme y severa disciplina, 
llegando hasta hacer propaganda de huelga en caso de un resultado 
negativo" (Memoria Policía, 477). Aquí, además de las dificultades 
creadas por organizaciones laborales dentro de la misma fuerza que 
debía reprimirlas, emergió la noción constante del mal "impropio" por 
"ocultarse", por la "clandestinidad" de lo organizado pero no fácilmente 
detectable. 
Los primeros organizadores obreros fueron efectivamente extran-
jeros. E n la última década del siglo diecinueve muchos extranjeros, 
socialistas como las hermanas Fenia y Mariana Chertkoff, judías, 
rusas (hijas de un conocido socialista ruso y casadas con Nicolás 
119 
Repetto y Juan B. Justo, fundadores del partido socialista argentino) 
y anarquistas como Pedro Gori y Pascual Guaglianone, por ejemplo, 
mujeres y hombres entrenados en las luchas de clase de sus países de 
origen, promovieron activamente las primeras asociaciones, sindicatos 
y huelgas del movimiento obrero argentino. E n la década de 1890 el 
gobierno todavía reaccionaba delegando el ejercicio de la represión en 
los empleadores y funcionarios de policía encargados de contener, 
canalizar o desviar las huelgas de sindicatos individuales, general-
mente identiñcados como socialistas, que eran considerados los más 
radicales. Recordemos el texto de Ramos Mejía donde éste decía que 
era "el movimiento socialista [el] que tanto preocupa[ba] a los estadistas 
y gobiernos del mundo entero" (Memoria Departamento, 529). Pero el 
13 de marzo de 1904, la elección de Alfredo Palacios al Congreso 
Nacional representó un cambio en la imagen del socialismo que, 
especialmente a partir de ese momento, para el Estado empezó a 
representar no ya una amenza sino una posibilidad de integrar al 
menos una parte del movimiento obrero al proceso de modernización 
de la oligarquía liberal. 
E n los primeros años del siglo veinte los socialistas y anarquistas 
colaboraron dentro del movimiento obrero, pero entre 1904 y 1905 se 
hizo clara una división entre grupos de socialistas reformistas 
dispuestos a integrarse al sistema político vigente y de anarquistas 
más radicalizados que se oponían. Esa división ya se había empezado 
a perfílar en los últimos años del siglo diecinueve. lacov Oved citó una 
discusión de 1901 entre Ingenieros, "el socialista conceptuado en el 
pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) y Pedro 
Grori y Pascual Guaglianone, dos conocidos representantes anarquistas: 
"Guaglianone dirigiéndose á Ingenieros [desde Montevideo], censura 
su vuelco, pero recalca que no debe extrañar 'pues tú nunca fuiste 
revolucionario, ni cuando publicabas en La Montaña'" (162). Ingenie-
ros en su respuesta le contestó "aquí suelo ver a menudo a Gori, que 
está en el mismo orden de ideas [que Guaglianone]. Ustedes se siguen 
llamando anarquistas pero, en realidad, han dejado de ser lo que eran 
antes ... En otras palabras el anarquismo de los pocos anarquistas 
inteligentes y estudiosos ha evolucionado, de la misma manera que el 
socialismo" (162). Ingenieros, que a lo largo de toda la década se fue 
asimilando cada vez más a los dispositivos más represivos de la 
burocracia del Estado para la que trabajó en la Policía Federal y en la 
Penitenciaria Nacional de Buenos Aires, así trató de justificar su 
posición reformista homologándola con el activismo de "anarquistas 
120 
inteligentes y estudiosos** que, como él, se sumaban a los socialistas en 
el proceso de modernización liberal. 
Aquí recordemos por ejemplo que en 1905 y 1906, durante su 
estadía en Europa, Ingenieros sirvió de secretario a Julio A. Roca, el 
líder de la oligaquía liberal terrateniente. E n una carta escrita desde 
Europa en esos años. Ingenieros entre culpable e irónico afirmó: "he 
transigido con todo. Con el militarismo, con el capitalismo ... sólo me 
falta hacerme clerical** (Camino Democracia, 241). L a frase, una cita 
obligada de los historiadores católicosque la utilizan para señalar las 
inconsistencias de los científicos anticlericales o "masones**, demostró 
los intentos, a veces fructíferos, del Estado y los funcionaros de la 
oligarquía liberal que se preocuparon por integrar disidentes para 
transformarlos en sus tecnócratas subsirvientes.^ 
David Viñas describió esos intentos oficiales "de anexar a intelec-
tuales jóvenes provenientes de las clases medias con miras a la 
estructuración de una nueva élite al servicio del sistema. E n esa 
suerte de convocatoria, los intentos de incorporación se tienden a 
Ingenieros, Del Valle Iberlucea, Lugones, Rojas. Algunos —como Del 
Valle Iberlucea— rápidamente eluden la tentación; otros, como 
Ingenieros, pasan por momentos de vacilación que lo llevan hasta 
convertirse en secretario de Roca** (Argentina Ejército, 16). E l vacilón 
de Ingenieros duró todo el periodo durante el que se dedicó a la 
criminología, desempeñándose en 1900 como Jefe de Clínicas del 
recién creado Servicio de Observación de Alienados de la Policía 
federal, como Director del mismo Servicio que en 1903 funcionaba en 
el Depósito de Contraventores de la policía y como Director del 
Instituto de Criminología. 
E l mismo Ingenieros en la introducción a su Criminología describió 
ese período de "nuestros primeros ensayos en estas materias (1899 a 
1902)** que incluyeron "estudios de los alienados delincuentes**, la 
"clasificación psicopatológica de los delincuentes** y el "programa de la 
criminología y organización sistemática de la defensa social**. Para el 
desarrollo y avance de esta criminología, cuya meta era la "organización 
sistemática de la [misma] defensa social** a la que se refirió Falcón, 
^El texto de donde tomé la cita de Ingenieros, con santo regocijo creacionista 
explicó que junto al evolucionismo y el positivismo de la época también creció 
una ideología que "fundó el carácter absoluto de las ideas morales, afirmando 
a la vez su fe en la metafísica, e inscribiendo al hombre en un cosmos 
armonioso, cuya legislación y destino tiene a su cargo el Creador"" (Camino 
Democracia, 271). 
121 
Ingenieros señaló lo útil que le fue su desempeño entre 1902 y 1911 
"como Director del Servicio de Observación de Alienados [de la Policía 
Federal], primero, y [como director de] el Instituto de Criminología, 
[donde] hemos podido durante doce años, ampliar, corregir y consolidar 
nuestras primeras orientaciones" (9). No era casual que ese período de 
doce años, entre 1899 y 1911, haya sido precisamente el primer y, 
quizá, más radical momento del movimiento obrero argentino, cuando 
un grupo mayoritario importante se separó del socialismo reformista 
y adoptó una ideología sindical anarco-comunista. 
Entre 1898 y 1902 al mismo tiempo que algunos socialistas 
reformistas o anarquistas "inteligentes y estudiosos" empezaron a 
trabajar o colaborar con la burocracia estatal, el anarquismo en 
general, junto con grupos de socialistas disidentes se radicalizaron y 
entre 1904 y 1905 se asociaron en un movimiento que empezó a 
recurrir cada vez con más frecuencia a la huelga. En 1902 se realizó la 
primera huelga general de la historia argentina. Entonces la reacción 
del gobierno —que en la década anterior había dejado la represión a 
los ya famososos reglamentos de trabajo elaborados unilateralmente 
por los propietarios de fábricas que trataban de disciplinarla mano de 
obra de forma coercitiva— se empezó a institucionalizar. 
En 1902 se aprobó la Ley Nacional 4144 estudiada, redactada y 
propuesta por Miguel Cañé, La nueva legislación, conocida como la 
"Ley de Residencia", autorizó la deportación de cualquier extranjero 
"sospechoso de 'atentar contra el orden público'" (F.O.R.A., 86). Muchos 
representantes obreros extranjeros fueron expulsados, pero la misma 
ley de represión también sirvió para agilizar el activismo de 
representantes obreros argentinos que tuvieron que reemplazar a los 
representantes obreros extranjeros que habían sido deportados,^ 
En 1902 el gobierno le encargó a Juan Bialet-Massé un conocido 
estudio preliminar para una primera ley de trabajo argentina con la 
^Falcón en 1907, en un memorándum sobre "la lucha prolongada e intensa 
que desde hace algunos años viene sosteniendo el proletariado con el capitalismo 
en nuestro país" (Memoria Policía, 156), al referirse a la Ley de Residencia se 
lamentó de que "esta medida benéfica, en gran parte no alcanzará a remediar 
todo el mal, porque queda una treintena más de sujetos argentinos o natura-
lizados, muchos de ellos verdaderamente peligrosos, para los que las facultades 
preventivas de la institución policial no tienen eficacia bastante y respecto de 
los cuales, parece no hubiera otra solución que su confinamiento por algún 
tiempo en algún punto del país donde no puedan ejercitar su acción dañina, 
donde quizás se morigeraran en sus propósitos o en sus tendencias criminales" 
(157). 
122 
que se trató de paliar el descontento laboral. Pero el proyecto, no 
obstante prever la existencia legal de organizaciones obreras, 
adjudicaba al Estado el rol de mediador en los conflictos laborales y 
establecía sanciones para las huelgas "no autorizadas". Las 
organizaciones obreras no apoyaron el proyecto y las huelgas y 
manifestaciones públicas continuaron. E l 28 de junio de 1910 sí se 
aprobó una nueva ley pero nuevamente represiva y no sorpresivamente 
llamada "Ley de Defensa Social". Leopoldo Rodríguez señaló que esa 
ley "era una nueva medida tendiente a reprimir los denominados 
'agitadores externos' " (Inmigración Fuerzas, 86).'* 
Entre 1902 y 1910 el estado de sitio, como medida preventiva 
contra las demostraciones obreras, fue impuesto cinco veces, por un 
total de dieciocho meses. Rodríguez, que estudió la relación entre 
inmigración, nacionalismo y Fuerzas Armadas durante el período que 
estamos revisando, escribió 
En la primera década del siglo, cada primero de mayo era un festejo que 
terminaba en forma sangrienta. Es aprovechada cualquier ocasión para 
reprimir el movimiento obrero. Hasta en ocasión del levantamiento cívico-
militar de 1905, organizado por los radicales, se persiguió y encarceló a los 
anarquistas y socialistas ... 
En 1910 se aprobóla Ley de Defensa Soc ia lPara entonces se desarrollaron 
los escuadrones de caballería montada de la policía... que cargaba en las calles 
de Buenos Aires sobre demostraciones ... Cuando tales medidas no eran 
suficientes, se recurría a la marina o al ejército. 
E l principal blanco de la represión eran los anarquistas, muchos de los 
cuales tuvieron que exilarse en Montevideo ... 
En esa década de violencia anti-obrera, rara era la huelga o manifestación 
que no terminase con la intervención policial o militar y la muerte de 
militantes. 
La culminación de la agitación tuvo lugar en los años 1909 y 1910 
{Inmigración, Nacionalismo y Fuerzas Armadas^ 86). 
E l "principal blanco de la represión eran los anarquistas" porque 
entre 1904 y 1905, al mismo tiempo que el socialismo reformista se 
integró al proceso liberal, el anarquismo radicalizó al movimiento 
obrero. Edgardo Bilsky señaló que el desarrollo del anarquismo dentro 
de la F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina) había empezado 
•*La metáfora de la "defensa social" debería ser estudiada con más 
detenimiento en este entretejido de discursos científicos, legales y literarios 
que proliferaron alrededor del movimiento obrero. 
123 
en 190: "el Pacto de solidaridad votado en el 4° Congreso de la F.O.R.A. 
(julio-agosto de 1904) es un hito de transcendental importancia en la 
historia del anarquismo y del movimiento obrero argentino" (78). E n 
el V Congreso de la F.O.R.A. celebrado en Buenos Aires el 26 de agosto 
de 1905, el movimiento obrero ya mucho más uniñcado declaró la 
intención de desarrollar una ideología, una organización y una 
estrategia sindical anarco-comunista. 
De acuerdo con esa nueva estrategia la huelga general ya no era 
concebida como un instrumento para lograr mejoras sino como laforma esencial a través de la cual se aboliría el poder del Estado. 
Durante la primera huelga general de 1902 tanto los funcionarios de 
gobierno como los industriales y los obreros se habían dado cuenta de 
que la huelga general podía paralizar la economía. Así en los círculos 
militares y de gobierno, durante la primera década del siglo veinte 
creció la noción de que el gran enemigo del Estado liberal era el 
anarquismo, a veces violento, que se popularizaba inusitadamente 
entre las clases bajas y amenazaba deshacer un orden y un tejido social 
burgués. 
Anarquías bárbaras y anarquistas insalubres 
L a preocupación de los nuevos higienistas sociales por el anarquis-
mo, preocupación que evidencia el desarrollo de un discurso y una 
profílaxis de enfermedades infecciosas físicas que se empezó a ocupar 
de enfermedades ideológicas, "espirituales** o "morales"» ya había 
empezado en los últimos años del siglo diecinueve. Francisco de 
Veyga, un médico entrenado como higienista, en 1897 publicó en los 
Anales del Departamento Nacional de Higiene un texto titulado "Anar-
quismo y anarquistas" subtitulado "Estudio de antropología crimi-
nal**. De la misma forma que Falcón al homologar y continuar la 
represión del "anarquismo con su cohorte de agitadores turbulentos** 
en esa "otra clase de elementos mórbidos ... que en otro sentido no son 
menos perjudiciales", Veyga fundó una "antropología criminal" 
argentina que se ocupaba de una ideología política. 
Para criminalizar esa ideología, al mismo tiempo que se represen-
taba a sí mismo como un científico progresista y liberal, (en un 
movimiento retórico similar al de Ingenieros cuando en 1901 distinguió 
entre un anarquismo revolucionario presuntamente en extinción y un 
anarquismo intelectual que se integraba al socialismo reformista o a 
la burocracia represiva estatal), la estrategia divisiva de Veyga hizo 
una distinción entre una ideología anarquista de tradición nihilista 
rusa, de intelectuales y teóricos de clase alta y "la obra de agitados 
124 
entrados en delirio, de locos despertados por el estrépito de las armas, 
de criminales hechos o latentes** (446). Éstos iban a ser los "crimina-
les", un mundo de inmigrantes y obreros permanente o cíclicamente 
desempleados, prostitutas, homosexuales y rufianes, anarquistas que 
bajo la bandera de un activismo político radical ocultaban apenas la 
patología de los delirantes. 
Veyga primero asoció a Mikhail Bakunin con un "temperamento** 
vagamente deñnido como nihilista: ''Bakounine era, por otra parte, un 
agitador arrebatado en aquellos momentos. Ruso de origen y ligado a 
los que, siguiendo una tendencia puramente local y a un temperamento 
propio, vinieron a ser más tarde los nihilistas, predicaban la fuerza 
como medio de acción necesario al triunfo de la causa. Karl Marx y 
Ferdinand de Lasalle le daban ejemplo de empuje que él trataba de 
sobrepasar" (446). Dentro de este grupo "nihilista" Veyga distinguió 
entre un socialismo que representaba un movimiento evolucionista 
"natural" y un anarquismo que representaba una fuerza "reaccionaria" 
y alegó que "esta aparición de sistemas retroactarios al lado de 
sistemas de aceleración evolucionista, se encuentran con frecuencia 
en la historia de la humanidad". Pero no se debía confundir, alegaba, 
ese "sistema retroactario" con una ideología progresista de clase alta, 
inteligente, culta y rica: 
...diferente del nihilismo ruso, que contaba siempre entre sus adeptos 
gente de alta condición intelectual y de fortuna, el anarquismo muestra un 
predominio de gente ignorante, de proletarios. El reclutamiento de secuaces 
no se realiza en un medio social elevado, como entre los rusos, sino en la masa 
innominada, en los declassés, dando así un tono especialmente brutal y 
antipático al conjunto (447). 
Según Veyga los seguidores de esa élite intelectual se organizaron 
en una "masa socialista" ordenadamente integrada a los procesos 
políticos oficiales y distinta a la "masa innominada" del anarquismo 
resistente: 
....el anarquismo, libre ya, totalmente desprendido de la masa socialista, 
ha quedado con el impulso de la violencia por razones de temperamento y de 
culto al pasado. A él han ido e irán en lo sucesivo, todos los intransigentes, 
todos los insumisos, todos los revoltés contra el orden social. La cuestión de 
doctrina no prima entonces en la elección de bando; socialistas y anarquistas, 
no discrepan tanto en la idea como en el modo de obrar. Los socialistas van a 
organizarse, entrar al Parlamento, fundar grandes órganos de propaganda; los 
anarquistas se retiran a sus centros a resistir con violencia (447). 
125 
Una vez identificada esta ideología política socialista, de "gente de 
alta condición intelectual y de fortuna", organizada y representada 
dentro de las instituciones de gobierno y distinta a una criminalidad 
asociada con las clases bajas, "de gente ignorante, de proletarios", 
"intransigentes** e "insumisos", Veyga propuso que la llamada "cuestión 
social** era "una gran cuestión, destinada a ser arreglada por medios 
políticos complicados y formales, quizá por una gran revolución [evi-
dentemente parlamentaria]; ésta [la del "anarquismo** asociado a una 
patología, en cambio] es una cuestión de higiene social entregada 
exclusivamente al cuidado de la policía** (455). Así se continuó una 
"higiene [que se hizo] social** hasta transformarse en una criminología 
que daba la base teórica a una nueva policía científica.^ 
Enseguida Veyga recomendó, ya en 1897, cómo resolver esta "cues-
tión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la 
policía** y su discurso continuó la retórica higienista, (que siguió 
siendo utilizada por las fuerzas represivas de la policía y el ejército 
argentinos durante el siglo veinte): 
...atacando de lleno el foco de infección moral de donde brotan esos 
gérmenes virulentos, se destruiría la parte temible que está destinada a 
producir los crímenes políticos. Porque el crimen anarquista, hay que decirlo 
de una vez por todas, no es sino una forma de delincuencia vulgar que ha 
^La genealogía de esta higiene social ya se había hecho evidente en el 
desarrollo de la disciplina de la salubridad de 1892. Ese mismo año, en el 
mismo texto en el que alegaron "que el cumplimiento de las leyes sanitarias, 
exigen un control oficial más severo, y por ello es indispensable un Ministerio 
de Salud Pública" (Composición Corporación, 281); los higienistas asociaron 
insalubridad "física y moral": "la medicina preventiva no se circunscribe a las 
enfermedades transmisibles, no se limita a disminuir o a suprimir la mortalidad 
de las pestes evitables, que son entre nosotros una verdadera calamidad; su 
acción es mucho más vasta y comprende todos los medios de protección a los 
individuos y a las colectividades, para preservar la raza humana de todas las 
causas de degeneración física y moral. En el estado actual de civilización, hay 
muchas causas destructoras que afectan física y mor almente" (279). Enseguida 
este mismo texto introdujo nociones de etiología y contagio que fueron 
centrales en la psiquiatría y la criminología de la primera década del siglo 
veinte, al proponer que "lo que hoy constituye un vicio o un mal limitado a un 
grupo de individuos, se habrá convertido mañana, mediante la imitación o la 
sugestión, en un mal social, y lo que era antes una causa de degeneración 
simplemente individual, se transformará a través de varias generaciones, en 
una causa de degeneración de la raza, si la educación y previsión higiénica no 
interviene para evitarlo" (279). 
126 
tomado ribetes de grandeza por razón de las circunstancias del momento. La 
delincuencia política que en nombre del anarquismo se ejecuta, es xlúA' 
derivación de la criminalidad ordinaria, una válvula de escape ... Las formas 
ulteriores son diferentes, pero el gérmen originario es el mismo. Atacar el 
conjunto de la masa criminal, he ahí la táctica segura a seguirse (455). 
Este es el discurso delhigienismo, ahora aplicado a una sociología 
y una criminología que transformó a todas las clases bajas en 
sospechosas de albergar el gérmen originario que las transformaba en 
"la masa criminal". Entonces, como los higienistas, las personas y los 
espacios que vigilaron y observaron con especial atención estas nuevas 
ciencias sociales fueron los de las obreras y obreros empleados o 
desempleados, jornaleros y trabajadores nómades entre los que se 
presumía que proliferaban epidemias morales y sociales difíciles de 
detectar a simple vista, "en forma clandestina, oculta e impropia en un 
cuerpo". 
Peritos, criminólogos y legalización de las disciplinas 
Los intereses y cambios en la vida profesional de Veyga reflejaron 
cambios disciplinarios importantes del período. Veyga se doctoró en 
medicina en 1890 con una especialización en higiene; su tesis doctoral 
se tituló "Contribución al estudio de la fiebre tifoidea" (Historia 
Psiquiatría, 127). Veyga mismo contó cómo en 1891 consiguió ser 
aceptado para estudiar bacteriología con Emile Roux en el instituto 
Pasteur de París, al mismo tiempo que hacía su especialización en 
medicina militar en la Escuela de Medicina Militar de Val-de-Gráce 
(Trabajos Diversos, 21). Como Falcón, el Jefe de la Policía de la capital, 
Veyga también era miembro activo del ejército nacional. Cuando 
murió, en 1948, había alcanzado el grado más alto del ejército argentino. 
Teniente General. 
Entre 1890 y 1910 coroneles y cirujanos del ejército, como Falcón 
y Veyga, junto con médicos psiquiatras y criminólogos civiles como 
Ingenieros y Ramos Mejía, colaboraron en la modernización de la 
policía de la capital federal y del ejército argentino. Veyga en 1895 fue 
uno de los dos médicos militares encargados de comprar en Francia un 
equipo para el Servicio de Sanidad del ejército. El material del servicio 
de sanidad del ejército fue uno de los primeros libros de Veyga 
publicado, al mismo tiempo que como libro, en forma de artículos 
mensuales aparecidos en los Anales del Departamento Nacional de 
Higiene entre abril y junio de 1897, entremezlado con su discurso sobre 
anarquismo y anarquistas. 
127 
Veyga, como Wilde, Coni, Ramos Mejía e Ingenieros, también fue 
un escritor prolífíco; su obra incluyó libros y tratados, ensayos, artículos 
y folletos. Recordemos que Ludmer señaló que éstos "no son literatos 
profesionales, sino los primeros escritores universitarios y a la vez 
funcionarios estatales en la cultura argentina" (Juvenilia, 10). Como 
funcionarios estatales estos científicos literatos fueron grandes 
publicistas (utilizando un término que usaban ellos mismos)* y supieron 
desarrollar y aprovechar una compleja tecnología de producción y 
difusión de discursos mediante la escritura, traducción y publicación 
de reseñas, artículos, libros y revistas, muchas veces financiadas por 
el Estado a través de las agencias oficiales que ellos administraban. 
Así los criminólogos argentinos —al mismo tiempo que importaban y 
traducían obras y discursos extranjeros— exportaron y difíindieron su 
obra en toda América y Europa. 
Un buen ejemplo de esa técnica de escritura, publicación y difusión 
fueron los textos de Veyga publicados en los Ana/es entre 1896 y 1900. 
Durante sus estadías en Francia, entre 1891 y 1896, Veyga asistió a 
las clases de Charcot en la Salpetriére y, en palabras de Osvaldo 
Loudet, "volvió de Veyga a su patria, ungido médico-legista, para 
integrar más tarde el célebre triunvirato: Ramos Mejía, Ingenieros, de 
Veyga. Decimos célebre triunvirato porque fueron los grandes 
animadores de los estudios ps iquiátr icos , criminológicos y 
médicolegales en nuestro país" (127). En 1896, 1897 y 1898, los tres 
últimos años de la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento 
Nacional de Higiene, Veyga fue un colaborador principal de los AnaZes. 
Y sus colaboraciones incluyeron la descripción de su trabajo para el 
ejército, describieron su futuro trabajo con la Policía Federal e 
ilustraron su práctica de la medicina legal. 
Desde 1895 Veyga había sido profesor suplente de Medicina Legal 
en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Un artículo publicado en 
los Anales también en 1897, titulado "De la prueba pericial y los 
peritos" nos deja entrever el trabajo de estos médicos que en Argentina 
desde posiciones importantes de la burocracia estatal, ampliaron su 
campo de acción agregando a sus credenciales científicas, militares y 
policiales, credenciales de legistas que los transformaban en jueces 
virtuales. En su estudio "De la prueba pericial y los peritos" Veyga 
describió el avance de los médicos sobre los jueces mediante una 
práctica de la escritura, al señalar que la ley penal "exige que el 
^Ver Ernesto Quesada, "La vocación de Ingenieros*', p. 437. 
128 
informe facultativo de profesor de alguna ciencia se presente por 
escrito" (551). Esta exigencia hizo de la práctica de la escritura una 
característica común de estos médicos forenses, practicantes de la 
medicina legal y productores de innumerables historias clínicas 
escritas, reescritas, publicadas, editadas y vueltas a publicar en 
innumerables procedimientos legales, libros, revistas y periódicos 
científicos. Como veremos en más detalle más adelante, esas historias 
tomaban la forma de documentos legales o "informes periciales" 
presentados por los médicos a los jueces; otras veces los médicos las 
reescribían y ordenaban taxonómicamente en libros y tratados de 
criminología o psiquiatría. Una de las semillas de esos textos eran los 
informes periciales. 
Veyga notó que el artículo 342 del Código de procedimientos 
criminales mandaba que "el informe pericial comprenderá, si fuere 
posible: 1° Una descripción de la persona o cosa que deba ser objeto del 
mismo, en estado o del modo en que se hallare; 2° Una relación 
detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos y su 
resultado; 3° Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los 
peritos, conforme a los principios de la ciencia o el arte" (552). Me 
interesa señalar esta inclusión de "el arte" en estos informes de 
rigurosidad "científica" porque, como veremos, "el arte" de la escritura, 
el arte del uso de distintas formas de representación, fueron importantes 
en historias clínicas e informes científicos y en las relaciones entre 
estos hombres de ciencia.' 
E l peritaje de estos médicos se consideraba científico y servía como 
una sentencia jurídica virtual. Defendiéndose de la crítica por lo 
oneroso que parecían ser estos textos periciales, Veyga alegó que "los 
honorarios de los trabajos llamados periciales son de mayor 
consideración y llegan a veces a proporciones que parecen exageradas, 
precisamente porque se tiene en cuenta el valor de la documentación 
presentada, documentación que, dando la convicción al magistrado, 
funda las razones de la sentencia" (552-553). Curiosamente el prestigio 
de estos textos y no el trabajo que involucraban les daba, según estos 
peritos, su valor legal y justificaba honorarios que frecuentemente 
fueron criticados como "exagerados'*"por la prensa y el público. 
^Para una teoría sobre representación y producción de ideologías, ver Luis 
Marín, "On the Interpretation of Ordinary Language", "The Sociopolitical 
Code", pp. 244-252 y Josué V. Harari, "Critical Factions/Critical Fictions", 
especialmente pp. 46-52 
129 
Los criminólogos estatales avanzaron agresivamente sobre todo el 
sistema legal y —siempre entrenando a sus colegas y estudiantes al 
mismo tiempo que exigiendo que se sancionara legislación para sus 
funciones— hicieron de estos textos un pilar que sostenía el prestigio 
de la profesión. Por esa razón el profesor de medicina legal advirtió a 
sus estudiantes y colegas que "interesa al prestigio de la justicia tanto 
como al de la profesión, el asegurar por todos los medios la certeza de 
sus pruebas y en esa materia más que en ninguna otra, pues al creer 
del vulgo se abusa por parte de los magistrados, en complicidad con los 
médicosdel derecho de 'encerrar a la gente* o de despojarla de sus 
derechos** (553), L a sabiduría popular se dio cuenta y se resistió al 
poder que de a poco, como los higienistas antes que ellos, fueron 
adquiriendo estos hombres de ciencia que trabajaban en las crecientes 
instituciones militares, policiales y de justicia. 
Para solidificar esa alianza y avanzar su poder, prestigio y 
jurisdicción junto con la de sus colegas, Veyga señaló que "había 
confusiones muy serias en la apreciación del carácter asignado a los 
peritos por la Ley** y notó que "un perito y un Juez, juzgando los dos, 
revisten carácter desemejante** (557). No obstante la "desemejanza** 
los peritos, como los Jueces, según Veyga juzgaban: "el perito sería un 
agente que reúne las condiciones de testigo, de árbitro y de Juez a la 
vez, o que reviste en determinadas ocasiones el carácter de cada uno 
de ellos**. Pocas líneas más abajo Veyga insistió en señalar que "la ley 
ha buscado sólo hacer extensiva a los peritos las reglas establecidas 
para los testigos y los jueces** (558). Este texto médico legal de Veyga, 
publicado en 1897, anticipó su tratado de Estudios médico-legales 
sobre el Código Civil Argentino, un volumen de quinientas páginas 
publicado en 1900. 
E l avance de los higienistas sobre la medicina legal ya había 
empezado con Eduardo Wilde. Recordemos que él fue el primer profesor 
de la cátedra de Medicinal Legal creada, al mismo tiempo que la 
cátedra de Higiene, en 1875. Entre los primeros textos sobre medicina 
legal escritos en Argentina están sus Apuntes para un tratado de 
jurisprudencia médica publicados en el volumen IV de sus Obras 
completas. E n ese texto, en 1877 Wilde, en ese estilo que Ludmer 
describió como "el más fragmentario y humorista** (Juvenilia, 10) 
(aquí lo fragmentario respondía al carácter de notas del profesor 
preparando sus clases), decía: "la medicina legal entre nosotros. — 
Nos hemos cuidado poco —no se aprecian los informes— lo mismo son 
todos —no se paga el trabajo** (16). La comparación entre el texto de 
Wilde de 1877 y el de Veyga de 1897 demostró el crecimiento del 
130 
prestigio, con todas sus ventajas accesorias, de los higienistas, 
criminólogos y profesionales de la medicina legal desde el período de 
la plagas de invisibles males hasta las brillantes ciencias sociales 
argentinas de principios del siglo veinte.^ 
Coni, el higienista demógrafo y "médico de pueblos", como se llamó 
él mismo, también dejó su homenaje escrito a la práctica forense y 
escribió un voluminoso Código de Higiene y Medicina Legal. E l interés 
que suscitaba el tema justificó ante los editores la publicación de un 
gran tratado de dos tomos y novecientas páginas de introducción al 
primer tomo. Coni notó que "el editor que no obstante la situación 
afligente del país, no ha vacilado un solo instante para emprender la 
publicación de un libro costoso ... se ha propuesto dotar a los médicos 
y abogados de una obra, cuya necesidad se hacía sentir desde largo 
tiempo" (xv). No obstante sus esfuerzos, su actuación abierta y 
continuada en el partido socialista dificultó la carrera de Coni como 
funcionario estatal. 
Esa actuación frecuentemente enfrentó al higienista socialista y a 
Ramos Mejía, el higienista patricio. No es casual que Coni en sus 
Memorias haya titulado "Mi ostracismo en Europa" al período de la 
presidencia de Ramos Mejía en el Departamento de Higiene (383).® A 
®La carrera del Perito Moreno demostró hasta qué punto en la primera 
década del siglo veinte era rentable el trabajo de estos profesionales. Un 
artículo titulado "Los 500.000 del perito" publicado en La Vanguardia el 25 de 
Noviembre de 1906 decía: "El ex-perito Francisco P. Moreno es decididamente 
un hombre de suerte. Surgido a la superficie en un momento en que el 
sentimiento patriótico había sido hábilmente agitado por los intrigantes de la 
alta política, su nombre adquirió desmesurado prestigio. E l Congreso le pagó 
'sus servicios' magníficamente ... fue dueño de inmensas tierras y de sumas 
fabulosas. Pero, ahí no pararon las recompensas; porque estos 'servidores de 
la patria' se ríen de las virtudes de Cincianato .... E l gobernador Ugarte, 
queriendo premiar también la deuda de gratitud que debía la provincia al 
perilustre hombre, le acordó con el título de superintendente de obras públicas, 
la suma de 500.000 pesos que pesan sobre el presupuesto actual. A raíz de las 
denuncias de algunos diarios, se ha buscado el motivo o el pretexto que 
justificara tan exorbitante donativo, y el motivo o el pretexto no se ha 
encontrado. Entre tanto el ex-perito —cuya estadía en Londres ha despertado 
en él un vivo amor a Bentham [el inventor del panóptico! y a la escuela 
utilitaria— cobra religiosamente los emolumentos amparado por la ley ... 
Estos 'patriotas* al revés de Saturno, (devoran a su propia madre!** p. 1. 
^En ese capítulo Coni escribió "la felonía, por otra parte, habíame producido 
tan amargas decepciones, que resolví retirarme a Europa en busca de reposo 
físico y mentar (383). 
131 
su intervención en el partido socialista se sumó en 1899 el casamiento 
de Coni con Gabriela Laperriére, intelectual, feminista, sindicalista y 
una de la principales "agitadoras extranjeras" del movimiento obrero 
argentino, Laperriére fue una figura central en la radicalización del 
movimiento obrero entre 1903 y 1905 (Anarquismo Movimiento, 406).^° 
E n 1904, por ejemplo, ella encabezó la oposición del grupo sindicalista 
que dentro del partido socialista se opuso a la sanción del Código de 
Trabajo que a partir del estudio de Bialet-Massé propuso el gobierno 
y promovió, entre otros, José Ingenieros (344). La ideología política y 
la vida familiar de Coni contribuyeron por igual a mantenerlo en la 
periferia de la burocracia estatal. 
A diferencia de Coni, Veyga era descendiente de una larga tradi-
ción familiar de militares y fue el discípulo dilecto de J . M. Ramos 
Mejía. E n una nota biográfica sobre su maestro, al explicar por qué él 
era el mejor indicado para la tarea de reconstrucción biográfica, Veyga 
señaló "el amigo más próximo entre los que formaron su círculo 
personal, su confidente más íntimo en el grupo de hombres de todas las 
edades que recogieron su enseñanza y aprovecharon su ejemplo, yo me 
encuentro, sin duda alguna especialmente indicado para el caso" 
(Trabajos Varios, 35). Poco más abajo Veyga describió los "veinte años 
de íntima e ininterrumpida amistad que me unieron al maestro" (35). 
De los primeros años de esa relación son las colaboraciones de Veyga 
en los Anales del Departamento Nacional de Higiene^ cuando Ramos 
Mejía era su Presidente. 
E n 1899 Veyga fue nombrado profesor titular de la cátedra de 
Medicina Legal de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y a partir 
de su nombramiento en su trabajo profesional —con la colaboración de 
^°Oved señaló que el nuevo clima de ideas y las asociaciones que culminaron 
con la declaración de una ideología sindicalista anarco-comunista en 1905 "se 
deben a la actividad del doctor J . A. Arraga y Gabriela de Coni, que se vieron 
influidos por las ideas sindicalistas que se expandieron por Europa, y que 
quisieron introducirlas en la Argentina a través de la influencia del Partido 
Socialista y los sindicatos de la UGT" (Anarquismo Movimiento, 406). Aquí 
habría que agregar que en 1904 Laperriére se divorció de Coni y se casó con 
Arraga, que era un representante sindicalista. La vida afectiva de Laperriére 
acompaño así su evolución ideológica desde un socialismo reformista (fue la 
primera mujer en servir en el Comité Ejecutivo del Partido Socialista) hasta 
el sindicalismo radical que a mediados de la década hizo una alianza con el 
anarquismo para declarar que la revolución en Argentina se haría por medio 
de la huelga. 
132 
Ingenieros y la guía de Ramos Mejía— fue central el desarrollo de ese 
sofisticado sistema panóptico de observación, recolección, procesa-
miento, traducción y publicación de información que funcionóen una 
sofisticada red de espacios y locales de la Policía Federal, la Facultad 
de Medicina de Buenos Aires y la Penitenciaría Nacional. 
L a simulación de José Ingenieros 
Reclutamientos modernistas 
E n una cita que hemos visto, Viñas se refirió a ese proceso "de 
anexar a intelectuales jóvenes provenientes de las clases medias con 
miras a la estructuración de una nueva élite al servicio del sistema". 
Antes de seguir reconstruyendo algunos de los dispositivos y discursos 
de los aparatos estatales de vigilancia higiénica y criminológica 
exploremos cómo fue reclutado Ingenieros, "el socialista conceptuado 
en el pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) que, 
sin embargo, colaboró activamente en la modernización de la Policía 
Federal. 
La medicina legal fue, en los últimos años del siglo diecinueve, un 
prímer espacio de la criminología del siglo veinte que unió a Ingenieros 
con Veyga. En su historia de La locura en la Argentina Hugo Vezzetti 
al explicar que la medicina legal "es otro de los ámbitos en los que la 
voz médica busca prolongar y afianzar su acción", señaló que con el 
nombramiento de Veyga en la cátedra de Medicina Legal empezó "el 
extenso desarrollo de la criminología hacia fines de siglo, en torno a las 
figuras de Francisco de Veyga y José Ingenieros" (32-33). Pero es 
importante señalar que esta "criminología" se desarrolló dentro y con 
los medios del aparato y la burocracia del Estado y consistía no sólo en 
teorías y principios declarados sino también en prácticas específicas. 
E l "extenso desarrollo en torno a las figuras de Francisco de Veyga 
y José Ingenieros" empezó en 1900 con el trabajo conjunto de estos dos 
médicos en la policía de la capital federal. Aunque en la práctica 
Ingenieros se incorporó a la burocracia oficial de observación y vigilancia 
con Veyga, a principios del siglo veinte, el futuro gran criminólogo 
argentino fue atraído a la burocracia estatal por J . M. Ramos Mejía. 
Ingenieros mismo, en un texto publicado en 1915 narró cómo, en 
1898, cuando todavía era estudiante de medicina, empezó su relación 
con Ramos Mejía. Éste, que era profesor de la Facultad de Medicina, 
considerando que Ingenieros no estaba bien preparado para un 
examen, le indicó que estudiara un tema en particular y que simulara 
133 
que podía responder con conocimiento y profundidad a una pregunta 
aparentemente hecha por el examinador al azar. Ingenieros relató el 
episodio así: 
En un corredor de la Facultad se me acercó: 
—¿Cuándo llega su turno? 
—Mañana. 
—¿Sabe algo? 
—Es de suponer que sí, pues me presento a rendir examen. 
—Vea, che, yo creo que no sabe nada. Estúdiese para mañana la epilepsia. 
—Pero, doctor... 
—No se haga el zonzo... 
Al día siguiente, al sentarme ante la mesa examinadora, Ramos dijo, 
dirigiéndose a los doctores Penna y Semprún que la formaban: 
—No saque bolilla: vamos a ver si este señor sabe decirnos algo de la 
epilepsia... 
Yo me sonrojé. Los tres jueces sonrieron. En un instante repetí lo que había 
repasado en las últimas veinticuatro horas. 
Supe, más tarde, el motivo de esa preferencia que, sin causa, podría 
parecer una improbidad del catedrático. 
Siendo estudiante me vinculé a un grupo de obreros soñadores que 
predicaban el socialismo y con ello me aficioné a leer libros de sociología. Al 
propio tiempo, gustando de las letras, frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén 
Darío concentraba el interés de los jóvenes. En 1898 el poeta Eugenio Díaz 
Romero editó la revista "El Mercurio de América", que fue auspiciada por 
Darío y en la que colaborábamos casi todos los ateneístas del último tiempo 
(Personalidad Intelectual, 133). 
Esta irrupción de la historia de la literatura en esta historia de los 
discursos y los dispositivos de la policía y la medicina articulados en 
la burocracia estatal ilustra cómo se desarrollaron y crecieron esos 
entrecruzamientos, por ejemplo en cenáculos literarios e intelectuales 
fomentados por Ramos Mejía en su oficina de la Presidencia del 
Departamento de Higiene y en su oficina de la Dirección del Instituto 
Frenopático. 
L a descripción y el diálogo que creó Ingenieros para hacer una 
representación de sí mismo en el fragmento que acabamos de ver era 
un buen ejemplo de sus inclinaciones y aptitudes literarias. La escena 
del examen es uno de los relatos que J . Ludmer estudia como caracte-
rísticos en esta cultura "progresista**, "anticlerical**, "liberal** y "cien-
tífica**.̂ ^ Ludmer señaló que el primer gran simulador de la literatura 
^^Josefina Ludmer, "El examen de física: una historia", Conferencia. 
Centro de Parapsicología de La Boca, 14 de julio de 1994. 
134 
fue Genaro, el personaje central de En la sangre^ la novela de Eugenio 
Cambaceres publicada en 1887. A diferencia de Genaro, el hijo del 
inmigrante que a partir de la escena del examen simulado inicia su 
carrera ascendente (Obras Completas, 225), Ingenieros mismo era 
inmigrante: nació en Italia, en Sicilia, y llegó a Argentina a los ocho 
años con sus padres también inmigrantes. Roberto Payró se preocupó 
por marcar que, además de italiano, Ingenieros era de "ascendencia 
italiana meridional" pero "acabó por quitarse la g de Ingegnieros —y 
de ser tan porteño como el que más, adoptando y exagerando algunas 
de nuestras modalidades** (Recuerdos, 471). L a simulación fue una 
modalidad y se transformó en una preocupación central de la cultura 
porteña finisecular e Ingenieros dedicó el principio de su carrera a 
estudiarla. Payró en 1903 publicó una encomiástica crítica de La 
simulación de la locura y al agradecérsela Ingenieros le escribió: "mil 
gracias por el benévolo recuerdo de mi libro, que acabo de leer en tu 
diario. En vista del buen éxito continuaré simulando*' (472). Dos líneas 
más abajo Payró agregó "para decir sin ambages todo mi pensamiento, 
creo que se pasaba de listo" (472). Este era el Ingenieros que utilizaba 
la simulación como estrategia de integración. 
Genaro, el representante de la primera generación de argentinos 
imaginado por Cambaceres, el pillo criado entre los niños sodomitas 
que dormían juntos en los recovecos del Buenos Aires de fines de la 
década de 1880, también empezó su carrera de simulador aparentando 
un talento e inteligencia brillantes en un examen de la escuela 
secundaria y —siempre simulando— en pocos años terminó haciéndose 
dueño del latifundio de una vieja familia de la clase terrateniente, 
unitaria y patricia. Pero a diferencia del personaje de Cambaceres, el 
personaje que creó Ingenieros para representarse a sí mismo no robó 
el día anterior al examen la bolilla. E l relato del examen de Ingenieros, 
el médico acostumbrado a la construcción de historias que tenían valor 
de testimonio o sentencia legal, hizo caer la duda acerca la posible 
"improbidad" académica sobre el "catedrático'*, al que enseguida exoneró 
de culpa dándole una justificación. 
La justificación del episodio, según Ingenieros, era que él represen-
taba una sangre nueva para Ramos Mejía, el higienista amante de la 
literatura joven. E n el diálogo que acabamos de ver Ingenieros se 
describió a sí mismo como ligeramente controversial desde el punto de 
vista ideológico, relacionado con obreros que, más que activistas, eran 
"soñadores" y lectores ávidos ("inteligentes y estudiosos") de los textos 
de las nuevas ciencias sociales de fines de siglo. Pero no era ese, según 
él, "el motivo de esa preferencia" del maestro sino el hecho de que el 
135 
estudiante de medicina de veinte años "gustando de las letras, 
frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén Darío concentraba el interés de 
los jóvenes". Y, siempre en palabras del mismo Ingenieros, "Ramos 
Mejía se interesaba de verdad por el movimiento modernista, 
sirviéndole Díaz Romero de intermediario espiritual" (Personalidad 
Intelectual, 134). 
Al mismo tiempo que era Director del Mercurio de América, Díaz 
Romero, como empleado del Estado, era secretario de Ramos Mejía. E n 
el mismo texto que acabo de citar Ingenierosrecordó que 
...Díaz Romero, director del "Mercurio", era al mismo tiempo bibliotecario 
elegante del Departamento Nacional de Higiene, puesto que le permitía 
despreciar la bibliografía sanitaria y pasar la tarde leyendo los poetas 
modernistas ... muchas veces un médico del puerto hacía muchas horas de 
antesala para ver a Ramos Mejía, que estaba ocupadísimo ... en escuchar las 
entusiastas lecturas de Paul Verlaine o Gabriel D'Annunzio con que lo delei-
taba su poeta bibliotecario. 
Aquella hora de nuestra historia intelectual espera su cronista; fue, 
ciertamente, significativa en la evolución de nuestra cultura literara (133). 
Estas lecturas a veces se convertían en tertulias literarias, en un 
centro del poder estatal y atrajeron irremisiblemente al joven 
Ingenieros que contó: "alguna vez yo, aunque socialista, no desdeñaba 
concurrir a la biblioteca del Departamento Nacional de Higiene, 
atraído por el té y los bizcochuelos del estado" (134). 
E n 1898 Ramos Mejía había leído los primeros escritos de Ingenie-
ros, Lo dice el discípulo mismo al recordar que "supo Ramos Mejía que 
yo era alumno suyo: leyó algunos de mis balbuceos sobre sociología y 
psicología ... Ramos Mejía había descubierto mis inclinaciones de 
principiante y, según me contó él mismo años más tarde, entrevio que 
mi sitio estaba a su lado" (134). Los "escritilles" y "balbuceos" que 
Ingenieros había publicado entre 1897 y 1898 sobre "sociología y 
psicología colectiva" fueron los textos en los que el joven estudiante de 
medicina más trató de acercarse a los grupos anarquistas. Oved señaló 
que muchos autores ya han notado "el tono anarquista que J . Ingenie-
ros introdujo en la plataforma ideológica de La Montaña al negar el 
Estado y el autoritarismo" (Anarquismo Movimiento, 84, n. 56). Junto 
con Ingenieros, en La Montaña —"que se definía como periódico 
socialista revolucionario— [e] intercedió en un intento por lograr un 
acercamiento entre los anarquistas y los socialistas" (84), colaboró 
Leopoldo Lugones. Ellos fueron los "dos intelectuales jóvenes activos 
en el ala radical del Partido Socialista, Para L . Lugones fue sólo un 
136 
breve episodio en su vida de poeta imbuido de ideología nacioQikMjIta»" 
(84-85). Pero Ingenieros desde 1897 en La Montaña, hasta 190lv 
cuando propugnaba ese "anarquismo de los pocos anarquista^ 
inteligentes y estudiosos [que] ha evolucionado, de la misma manera 
que el socialismo" al mismo tiempo que empezaba a probar "el té y los 
bizcochuelos del estado" arrullado por la poesía de Verlaine y 
D'Annunzio, consistentemente intentó "alentar la tendencia que de-
nominaba 'acercamiento'... una tribuna libre para la discusión entre 
anarquistas y socialistas" (85). Los anarquistas le respondieron en 
1897 y 1898, como en 1901, que "La Montaña no distingue las diferencias 
básicas entre anarquistas y socialistas, pues interpreta erróneamente 
las dos concepciones" (85). Este fue el Ingenieros que Ramos Mejía 
"entrevió" que debía estar a su lado, joven, estudiante de medicina, con 
talento literario y quizá proclive a ser uno de los empleados de la 
burocracia estatal de la oligarquía terrateniente que consiguiera 
integrar al sistema a los grupos obreros más radicales del período. 
Proliferación finisecular de la simulación 
L a simulación fue una preocupación central de estos nuevos 
criminólogos que trataron de desarrollar un sistema médico-legal de 
reclusión en asilos psiquiátricos paralelo al sistema de prisiones para 
delincuentes. Al promover el nuevo sistema de reclusión bajo la 
dirección de los nuevos peritos, los médicos criminólogos alegaron que 
en el sistema de reclusión penal estatal, con frecuencia se 
entremezclaban indiscriminadamente "alienados" y "delincuentes". 
Ingenieros señaló que "es del dominio público que en ciertas cárceles 
existe un elevado porcentaje de locos" y propuso "el nombramiento de 
una Comisión de alienistas con el objeto de reconocer en masa a los 
detenidos y trasladar al manicomio... a todos los que fueran alienados" 
(Criminología, 66-67). Así estos hombres de ciencia cavaron y ampliaron 
un nicho para su profesión en el espacio de asilos y "manicomios 
criminales" (60)" que caían bajo su jurisdicción al mismo tiempo que 
^ Ĵosé Ingenieros y Juan A. Córdoba, otro médico que trab£gaba con 
Ingenieros en la Policía Federal en 1903, publicaron un texto titulado "La 
defensa social y los alcohólicos" que era un peritaje, que incluía una historia 
clínica, una historia de la o el alienado, criminal o sospechoso contada por los 
médicos, y una conclusión, con un diagnóstico y una interpretación médico 
legal. Primero y para promover sus funciones como peritos alegaron que "la 
defensa social contra la actividad mórbida del alienado es nuestro deber 
fundamental y la única fuente en que deben inspirarse las resoluciones del 
perito alienista" (8S. Énfasis en el original). Enseguida los médicos policías 
137 
reafirmaban la definición de delincuentes alienados que hacía indis-
pensables a los médicos peritos criminólogos homologados con los 
Jueces del sistema legal. Ingenieros escribió: "Jueces y peritos deberían 
marchar concordes para concebir una más alta finalidad de la justicia: 
la defensa social y la secuestración de todos los delincuentes, sean o no 
responsables, en cárcerles y manicomios, ya como obreros de un taller 
penitenciario o como enfermos de una clínica. Pero en ningún caso la 
'irresponsabilidad* de un delincuente peligroso debe servir para ponerlo 
en libertad**. Ingenieros señaló como un error de la ley que "el sujeto 
declarado ^irresponsable, escapa[ba] a toda secuestración coercitiva** 
(60). Por eso muchos acusados simulaban alienación o locura para 
evitar las penas alegando irresponsabilidad. Ingenieros en su 
Criminología propuso que "si la causa reside en ventajas que el 
ambiente jurídico ofrece al delincuente simulador, la profilaxis debe 
tender exclusivamente a suspender esas ventajas** (65). Esas ventajas, 
según estos criminólogos, desaparecerían al basar el juicio sobre las 
personas en su peligrosidad potencial y no en su responsabilidad o 
irresponsabilidad en hechos pasados. Ingenieros escribió: "es fácil 
advertir los resultados del criterio dominante en la legislación penal 
contemporánea; se limita a establecer la responsabilidad o irres-
ponsabilidad del delincuente, sin reparar en que cuanto mayor es la 
irresponsabilidad también suele serlo su temibilidad** (61). La definición 
de la simulación servía tanto para diagnosticar una primera medida 
de la peligrosidad de las personas o como índice de alienación ya que 
propusieron, como lo hacían siempre, que no había que esperar a que el delito 
"latente" en criminales o alienados sospechosos se hiciera delito consumado 
(los médicos eran por supuesto los que podían y debían dictaminar cuándo 
existía un estado que ellos llamaban de "peligrosidad". Y a partir de esa 
peligrosidad se ejercía la profilaxis de los alienistas criminólogos; "el alienista 
tiene una misión de profilaxis para con el alienado; no puede esperar que el 
'peligro' se convierta en 'delito consumado' para recomendar la internación del 
sujeto peligroso" (88). Entonces se hacían indispensables los espacios para 
realizar las internaciones. Los peritos, en mi opinión, usaban historias clínicas 
específicas para promover la creación de esos nuevos espacios. En "La defensa 
social y los alcoholistas" el espacio que buscaban era uno para personas que 
consumían alcohol: "la forma de reclusión más conveniente", escribieron los 
colegas Ingenieros y Córdoba, "en casos como el que nos ocupa, es, sin duda el 
'Asilo especial para bebedores'. La necesidad de su creación entre nosotros ha 
sido puesta ya de relieve por el Dr. Francisco de Veyga en un interesante 
informe elevado al Sr. Jefe de Policía" (88). 
138 
según los criminólogos "es necesario estar alienado para ser simulador" 
a la vez que "la locura puede servir como agravante de la temibilidad 
del delincuente" (66).Esta noción de la simulación utilizada como evidencia de aliena-
ción o peligrosidad de las personas fue creciendo a lo largo de la 
primera década del siglo veinte y pasó del discurso de las ciencias 
psiquiátricas y criminológicas al discurso de la psicología y la sociología 
hasta la literatura del p e r í o d o . E n 1902 Veyga publicó un texto sobre 
"Degeneración, locura y simulación en los ladrones profesionales" 
(Simulación Ladrones, 705). E n ese artículo Veyga amplió la noción y 
uso de la simulación al describirla como una estrategia de supervivencia 
y ocultamiento característica de todas esas poblaciones habitantes de 
zonas grises, entre la legalidad y la ilegalidad, junto con los lunfardos, 
"los auxiliares del vicio y el delito" que tanto lo preocuparon. Veyga, 
como muchos de estos hombres de ciencia, imaginó esas poblaciones 
siempre entremezcladas y sumergidas entre los distintos grupos 
culturales y poblaciones del Buenos Aires finisecular. 
E n 1903 Ingenieros publicó su tesis de doctorado La simulación de 
la locura. Ese libro fue, en palabras de Helvio Fernández, "su obra 
fundamental que luego ampliara extendiendo sus conceptos a todos 
los fenómenos vitales en La simulación en la lucha por la vida, que la 
Academia de Medicina de Buenos Aires laureara con medalla de oro" 
(Ingenieros Psiquiatra, 565). Fernández, como muchos otros hombres 
de ciencia y criminólogos del mismo período, subrayó la importancia 
de esos trabajos de Ingenieros, y señaló que "ha de perdurar su fama 
de psiquiatra cimentada sobre todo en su obra primera: La simulación 
^̂ R. Falcón se quejó de que se permitiera el uso del uniforme policial en la 
representación de obras teatrales, "como que constituye un relajamiento de las 
buenas costumbres el escarnio y el ridículo que una parte del público espectador, 
hace recaer sobre esos simulados agentes causando como lo digo antes, el 
desprestigio de la autoridad en las personas de los que la ejercen por el 
ministerio de la ley, como quiera que el teatro haya sido considerado como la 
escuela de las costumbres, dada la influencia moral que ejerce en las masas del 
pueblo** (171). Aquí se hace evidente una vez más la importancia del teatro en 
la cultura y la atención de las autoridades de vigilancia y represión sobre una 
forma de producción cultural que se sentía con un gran potencial subversivo. 
A las representaciones dramáticas de la autoridad en el teatro se sumaban lo 
que esas autoridades sentían como representaciones dramáticas de grandes 
movimientos obreros, "huelgas, paros, boicots, que no son sino perfectas 
simulaciones, las que desgraciadamente por vehículos de sectarios y corporados 
de la prensa, aparecen en éstas magnificadas" (167. Énfasis mío). 
139 
de la locura, que aparece como la más brillante exteríorización de su 
notable talento científico** (568). 
Ramos Mejía, fundador de una sociología argentina moderna, 
extendió la definición de simulación aplicándola a grandes grupos 
culturales de Buenos A i r e s . E n Los simuladores del talento en la 
lucha por la personalidad y la vida (1904) describió colonias sumergi-
das de formas de vida simuladoras que crecían y se metamo^foseaban 
bajo el agua: "una vez constituido el curioso organismo, la vecindad 
forzosa, la diaria y constante cohabitación bajo un mismo techo, la 
continuidad casi material y hasta la unidad del aparato digestivo, 
establece tal género de relaciones, que todos acaban por sentir y vivir 
una misma vida, expresar una misma sensibilidad. Es el caso de las 
Esponjas y dé las colonias de Pólipos que se juntan, esos últimos, para 
constituir la famosa Hidra ... L a Medusa multiforme" (61), la 
representación más clásica de la temida mujer de la mitología griega 
pero ahora como una sumergida población viviendo entre las demás. 
E n Los simuladores del talento (1904), esa nueva versión de Las 
multitudes argentinas, de 1898, las multitudes femeninas de Le Bon 
se hicieron la Medusa mitológica y submarina en la que lo que más 
preocupaba era una ausencia de "cabeza" visible. Siempre temiendo 
los agregados, asociaciones, grupos, colonias o comunidades solida-
rias Ramos Mejía escribió 
¡Cuántas congregaciones, cuántos grupos, no marchan sin cabeza, nada 
más que dirigidos por el instinto de la agregación! ¿No se mueven la Hidra, 
como el insecto de más elevación zoológica, sin el concurso del pensamiento y 
aún sin un sistema nervioso protector? ¿Variando su procedimiento de 
locomoción, cambiando de camino cuando no le conviene el que llevaba; fijarse 
o escapar a voluntad, huir de la luz y hasta contraerse voluptosamente...? (64). 
Lo que más le llamaba la atención, y lo que más temía Ramos Mejía 
era lo que sentía como una habilidad de estas colonias y poblaciones 
sumergidas que conseguían asociarse y avanzar su cultura y su forma 
de vida con gran (voluptuosidad) y eficiencia y sin necesidad de líder. 
Esta obra de Ramos Mejía, escribió Ingenieros, "obtuvo un éxito 
sorprendente de librería" cuando fue publicada, en 1904 (Personali-
**Ingenieros opinó que "conviene recordar que Las multitudes argentinas 
[publicada en 1898] fue la primera obra propiamente sociológica publicada en 
la Argentina, aunque ya Echeverría, Alberdi y Sarmiento hubiesen sido los 
precursores de esa disciplina" (Personalidad Intelectual, 139). 
140 
dad Moral, 142). La recepción del libro de Ramos Mejía, además de 
demostrar intereses y preocupaciones comunes entre este grupo de 
hombres de ciencia, médicos criminólogos y sociólogos practicantes de 
las nuevas ciencias sociales, demostraba la popularidad de la noción 
de simulación en la cultura letrada de ese período. La proliferación del 
uso de distintas definiciones de simuladores y de actos de simulación 
que de la criminología pasaron a la sociología y de a poco alcanzaron 
a toda la cultura llegó a extremos a veces inesperados. Como en la 
definición de **la simulación del delito" que describió Veyga en 1906. 
Una de las instancias más comunes de simulación del delito que dio 
Veyga fiie "el contrabando simulado, [que] hace víctimas por cientos 
entre gente que tiene la manía de lo barato. En Buenos Aires, como en 
todas partes, comprar algo que tenga por reclamo el haber pasado por 
la Aduana sin pagar derechos o que haya sido introducido fiiera de esa 
vía, es un negocio que llena a muchos de placer" (Simulación Delito, 
177). En este texto a partir de esa ampliación del campo de observación, 
análisis y reforma que propusieron estos hombres de ciencia, Veyga 
propuso que "para el delito simulado, que es tan delito en la intención 
como el delito verdadero, no hay más recurso a emplear que el de 
sanear [todo ] el medio social" (Simulación Delito, 180). 
Simulaciones y titeos de fumistas 
A la simulación usada como estrategia de asimilación por 
inmigrantes y personas de clases sociales bajas que al ascender 
trataban de ser aceptados en clases o grupos sociales más altos, como 
en el caso del Genaro de Cambaceres, los grupos tradicionales 
respondieron con distintas variantes del titeo como mecanismo de 
defensa que trataba de identificar y excluir a los recién llegados. David 
Viñas en su libro sobre el teatro de Gregorio de Laferrére, cuya "obra 
se desarrolla entre 1904 con el estreno de Jettatore y 1913, fecha de su 
muerte" (Laferrére, 13), propuso el titeo como una estrategia de 
escritura y de lectura de la obra de Laferrére que se desarrolló durante 
el mismo período durante el que proliferaron los usos y definiciones 
científicas y literarios de la simulación. 
La articulación entre simulación como estrategia de integración al 
grupo y titeo como estrategia de exclusión del grupo se articuló con 
bastante claridad en la figura, la obra y la vida de Ingenieros. Si bien 
él no mencionó la simulación, en su Laferrére Viñas sugirió esa 
articulación al señalar que esa dinámica de grupo de la vida diaria 
porteña, ese "titeo cotidiano contaminado de elementos teatrales". 
141 
servía para burlarsedel recién llegado o "candidato ... como diría 
Ingenieros" (72). Porque Ingenieros, el gran teórico de la simulación, 
fue un practicante principal del titeo. 
Viñas explicó el titeo más que como una mera dinámica de grupo, 
como una práctica cultural característica del momento histórico y 
"una burla no sólo específica en su entonación sino con algo peculiar 
de la sociabilidad argentina" (71). Una sociabilidad que en la primera 
década del siglo veinte se caracterizó por la presencia cada vez más 
evidente de grupos, familias o personas que a través del trabajo en las 
nuevas profesiones, las nuevas industrias y los nuevos comercios 
urbanos habían logrado una posición económica que podía ser o 
parecer similar a la de los grupos sociales tradicionales obligados a 
compartir hegemonías económicas, sin duda, a veces sociales e incluso 
políticas. Entonces el titeo servía como forma de exclusión que 
reafirmaba, por ejemplo, nociones de clase entretejidas con nociones 
de género. 
Entre las distintas formas del titeo Viñas describió "la que se 
establece entre la 'indiada* —complaciente autodesignación de 'seño-
ritos'— el 'candidato' y el titeo como prueba de virilidad y 
tradicionalismo" (80). Aquí el titeo "probaba", reafirmaba el género, la 
"virilidad" del grupo titeador entretejida u homologada con nociones 
de clase social, el "tradicionalismo" que se contrastaba con la carencia 
de una genealogía en el "candidato" o recién llegado. No obstante las 
distintas modalidades de esa forma de burla tan específica de la 
primera década del siglo veinte, "peculiar de la sociabilidad argentina" 
y, como la simulación, "contaminado de elementos teatrales", un 
elemento característico del titeo era su práctica por miembros de un 
grupo, frecuentemente de las clases tradicionales, que lo usaban para 
excluir. La "mediata articulación de la mirada del clubman" en "tres 
^^Viñas notó en la mirada del Laferrére dramaturgo y su t̂eatro del titeo" 
tres actitudes de señor liberal frente a los recién llegados: "se dan, pues, en el 
teatro de Laferrére como mediata articulación de la mirada del clubman, tres 
niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo aristocrático y 
lujoso hasta llegar a lo guarango de la baja clase media, a través de tres 
entonaciones del titeo (82). Estas tres entonaciones del titeo representaban los 
distintos gestos del del clubman frente a tres clases sociales distintas. Viñas 
agregó: "Por cierto, la broma implícita en el titeo puede tener numerosas 
variantes. En la época de Laferrére, y de acuerdo al vocabulario vigente desde 
entonces se prodrían marcar los siguientes niveles verificables en la realidad 
o en la literatura contemporáneas: la tomadura de pelo cuando son señores que 
se «nsañan con alguien de nivel inferior [notemos que la exclusión de arriba 
142 
niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo 
aristocrático y lujoso hasta llegar a lo guarango (82) se agudizaba con 
el "abandono de las ceremonias entre gentleman'* y adquiría formas 
extremas en "la patota de liijos del 80', señoritos descargando sus 
tensiones que se exacerbaban de violencia al apuntar sobre un hombre 
nuevo** (80). 
Si la simulación representaba una categoría patológica e incluso 
criminal de personas que hacían una representación dramática, el 
titeo fue una forma de simulación de grupo no sólo aceptada 
culturalmente sino usada muy característicamente por una gran parte 
de la cultura del período. Viñas explicó que el teatro de Laferrére 
representaba el pasaje y la utilización de las formas y modulaciones 
del titeo de la vida cotidiana al drama, al escenario. Y ese pasaje se dio 
en el mismo momento histórico en el que se dio el principio de un teatro 
argentino, 
E l teatro de Laferrére, explicó Viñas, llevó al escenario ese uso de 
pequeñas representaciones dramáticas que hacía un grupo frente a un 
"candidato" o espectador que no sospechábala superchería. Así el titeo 
en "lo específicamente teatral se dará acentuando el segundo compo-
nente de la correlación y tendremos entonces el teatro de titeo inscripto 
en la crisis de la ciudad liberal penetrada de elementos nuevos en 
incómodo avance" (70). Algunos de esos "elementos nuevos", como 
Ingenieros, al ser incorporado por los grupos de poder por su presunta 
capacidad para integrar distintos sectores intelectuales u'obreros de 
ideología radical especialmente temidos y temibles entre 1900 y 1914 
hacia abajo era siempre un primer signifícado del titeo]; la tijeretada cuando 
son mujeres las que prevalecen; la cargada, entre jóvenes, con más descaro y 
menos contemplaciones; la becerrada, de hombres sobre una mujer; la choteada, 
en el ejército o en colegios pupilos. Y así siguiendo el orden de creciente 
violencia y distanciamiento hasta llegar a los pogroms de la Plaza Lavalle" 
(79). A "la choteada, en el ejército o en colegios pupilos" volveré más adelante. 
^̂ Creo que sería útil un estudio del teatro argentino finisecular que, 
además de incluir junto con obras y formas dramáticas tradicionales como la 
de Laferrére, obras y formas consideradas "menores" como el saínete, el circo 
y el café-concert insertas o vistas en el contexto de una modalidad teatral y 
cultural porteña especíñca, que incluya desde los personajes y las celebraciones 
de! carnaval de las últimas décadas del siglo diecinueve hasta la simulación 
como forma dramática cotidiana individual y el titeo como forma dramática de 
distintos grupos de principios del siglo veinte. 
143 
despertaron inquietudes entre los círculos tradicionales que no siempre 
los aceptaron. 
Viñas describió similitudes y diferencias claves entre el titeo de dos 
posiciones sociales, representadas por Laferrére e Ingenieros. E l 
primero "es un hombre alegre, jovial, comunicativo. Pertenece a una 
generación de jóvenes porteños practicantes todos del humorismo 
activo, del fumismo inconfundible y, por lo regular, inofensivo. Es uno 
de sus alentadores y difusores. E l otro es el querido e inolvidable 
Ingenieros** (72). L a similitud de la "continuidad titeadora Laferrére-
Ingenieros [escribió Viñasl reenvía a la famosa Syringa" (72) que fue 
el cenáculo literario de Rubén Darío en Buenos Aires. E l mismo 
Ingenieros explicó que "[Rubén] Darío dio en llamar *La Syringa' al 
cenáculo juvenil que frecuentaba *E1 Mercurio*", (Personalidad Inte-
lectual, 134), la revista literaria que dirigía el secretario de Ramos 
Mejía. 
La mayoría de las crónicas describieron ese grupo como una 
versión literaria e intelectual del grupo titeador, "indiada" o "patota" 
que describió Viñas. Héctor Agosti señaló por ejemplo que la Syringa 
era "esa asociación que urdió bromas resonantes en la Buenos Aires 
finisecular" y la describió como una "institución de Estética y de 
Crítica, [que] fue fundada por Ingenieros y Darío con las fórmulas del 
'satanismo* a la moda. L a Syringa sometía a sus miembros a numerosas 
pruebas de iniciación que eran motivo de tremendas bromas a costa de 
algunos aspirantes a genio, que se suponían ungidos con las dotes de 
los *syringos*" (Ingenieros Ciudadano, 13, n. 1). Ese titeo servía para 
reafirmarla categoría de "genios" o miembros de un grupo intelectual 
estético-crítico que excluía a los "aspirantes a genio" Pero a pesar de 
la "continuidad titeadora" que describió Viñas, el titeo de este grupo 
no era igual al que se hacía desde la posición que representaba 
Laferrére. 
La "continuidad titeadora Laferrére-Ingenieros" representaba dos 
dinámicas de clase y Viñas distinguió entre las motivaciones del titeo 
de una u otra posición al 
"destacar los contenidos de humor de Laferrére —como gentleman que se 
ensañalba] con figurones y *loquitos' en un ademán de arriba hacia abajo— y 
de Ingenieros, cuyas descargas no esta[ban] condicionadas por el desalojo 
paulatino de su clase [como las de Laferrére] sino por los bloqueos que 
padecfía] en ciertos reductos de la oligarquía. De cualquier manera en uno u 
otro sus burlas estaíban]

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