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CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO

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CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO
1. Metamorfosis de una palabra
El capítulo “Metamorfosis de una palabra” reflexiona sobre cómo la palabra cultura ha evolucionado en nuestra sociedad actual y ha perdido su significado original. Se hace una comparación entre la cultura tal como se entendía en el pasado y la cultura contemporánea. 
Tradicionalmente la cultura se entendía como un conjunto de valores, conocimientos y prácticas que se transmitían de generación en generación y que permitían a una sociedad desarrollarse y evolucionar. Sin embargo, en la cultura contemporánea, la palabra “cultura” ha perdido su significado original y ha sido reemplazada por otro concepto que la desnaturaliza (metamorfosis). Ésta se ha convertido en una cultura de masas que busca la homogenización y la uniformidad. 
La poscultura reprocha a la cultura su estilismo y la tradicional vinculación de las artes, las letras y las ciencias al absolutismo político. La cultura ha dejado de ser elitista, erudita y excluyente, y se ha convertido en una “cultura de masas” que tiene como intención divertir y dar placer, así como posibilitar una evasión fácil y accesible para todos, sin necesidad de formación alguna, sin referentes culturales eruditos. 
La “cultura de masas” nace con la pantalla, por ejemplo: las industrias de cine, la revolución cibernética, la creación de las redes sociales y el internet. Esto ha tenido un impacto significativo en los dominios de comunicación, del arte, de la política, del deporte y la religión.
Los ensayos usados para explicar la metamorfosis de la cultura, coinciden en que la cultura atraviesa una crisis profunda y ha entrado en decadencia.
2. La civilización del espectáculo
La civilización del espectáculo se refiere a un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento. Esto ha traído como consecuencia: la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, chismes y escándalos por parte del periodismo irresponsable. La publicidad se ha convertido en parte constitutiva de la vida cultural y en su vector determinante, ejerciendo un poder en las decisiones de los gustos, la sensibilidad, la imaginación y las costumbres.
El bienestar, la libertad de costumbres y el espacio creciente ocupado por el ocio en el mundo desarrollado constituyeron un estímulo notable para que se multiplicaran las industrias de la diversión, promovidas por la publicidad. De este modo, no aburrirse, evitar lo que perturba, preocupa y angustia, pasó a ser un mandato generacional. Otro factor, no menos importante, ha sido la democratización de la cultura. Se trata de un fenómeno que nació de una voluntad altruista: la cultura no podía seguir siendo el patrimonio de una elite, una sociedad liberal y democrática tenía la obligación moral deponer la cultura al alcance de todos, mediante la educación, pero también la promoción y subvención de las artes, las letras y demás manifestaciones culturales.
En la civilización del espectáculo el laicismo ha ganado terreno sobre las religiones, en apariencia. Y, entre los todavía creyentes, han aumentado los que sólo lo son a ratos y de boca para afuera, de manera superficial y social, en tanto que en la mayor parte de sus vidas prescinden por entero de la religión. En lo político, los cantantes de rock y de los actores de cine, así como de estrellas del fútbol y otros deportes han reemplazado a los intelectuales como directores de conciencia política de los sectores medios y populares y ellos encabezan los manifiestos, los leen en las tribunas y salen a la televisión a predicar lo que es bueno y es malo en el campo económico, político y social. El político de nuestros días, si quiere conservar su popularidad, está obligado a dar una atención primordial al gesto y a la forma, que importan más que sus valores, convicciones y principios.
Otra característica de ella es el empobrecimiento de las ideas como fuerza motora de la vida cultural, la primacía de las imágenes sobre las ideas. Por eso los medios audiovisuales, el cine, la televisión y ahora Internet han ido dejando rezagados a los libros. En cuanto a las artes plásticas, ellas se adelantaron a todas las otras expresiones de la vida cultural en sentar las bases de la cultura del espectáculo, estableciendo que el arte podía ser juego y farsa y nada más que eso.
Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías han contribuido a esta cultura del espectáculo, donde la fama y el éxito rápido son más valorados que la calidad y el esfuerzo.
3. Caca de elefante
El nombre de este capítulo tiene que ver con el ejemplo que el autor utiliza para explicar la evolución del arte al mencionar las obras del joven Chris Ofili, alumno del Royal College of Art, que monta sus obras sobre bases de caca de elefante solidificada. Para el autor, la atención que se le da a este tipo de “arte” por encima de las obras de ilustres personajes en la historia, es una muestra de lo podrido que está el mundo del arte.
La más inesperada consecuencia del arte moderno, es que ya no existe criterio objetivo alguno que permita calificar o descalificar una obra de arte, ni situarla dentro de una jerarquía. Muchas veces los artistas más dotados y auténticos no encuentran el camino del público por ser insobornables o simplemente ineptos para lidiar con la forma de arte moderno donde se deciden los éxitos y fracasos artísticos. 
La actitud, la ética, la manera de asumir la vocación en función de un ideal, parece haberse perdido entre los jóvenes que hoy aspiran llegar con su arte a la cima a como dé lugar, empinándose en una montaña de mierda paquidérmica, una montaña de caca de elefante.
4. Breve discurso sobre la cultura
La cultura ha tenido distintos significados y matices a lo largo de los siglos, desde estar ligada a la religión y el conocimiento teológico hasta estar marcada por la filosofía, el derecho, la literatura, las artes y la ciencia. A pesar de estas variaciones, la cultura siempre ha sido un concepto que se refiere a la producción y transmisión de conocimientos, valores y prácticas que caracterizan a una sociedad.
Cultura siempre significó una suma de factores y disciplinas que, según amplio consenso social, la constituían y ella implicaba: la reivindicación de un patrimonio de ideas, valores y obras de arte, de unos conocimientos históricos, religiosos, filosóficos y científicos en constante evolución, el fomento de la exploración de nuevas formas artísticas y literarias y de la investigación en todos los campos del saber.
En todas las épocas históricas, en una sociedad había personas cultas e incultas. Además, para todos regía un mismo sistema de valores, criterios culturales y maneras de pensar, juzgar y comportarse. Los antropólogos establecieron que la cultura era la suma de creencias, conocimientos, lenguajes, costumbres, atuendos, usos, sistemas de parentesco y todo aquello que un pueblo dice, hace, teme o adora. Los sociólogos han incorporado a la idea de cultura, la incultura, disfrazada con el nombre de cultura popular, una forma de cultura más libre, genuina, crítica, representativa y audaz.
La cultura oficial se conserva y surge en los palacios, salones, conventos y bibliotecas, en tanto que la cultura popular nace y vive en la calle, la taberna, la fiesta y el carnaval. Pero hoy ya nadie es inculto o, mejor dicho, todos somos cultos. El contenido de lo que llamamos cultura ha sido depravado de tal modo que todos puedan justificadamente creer que lo son.
Entre la cultura y la especialización hay una gran distancia. El especialista ve y va lejos en su dominio particular, pero no sabe lo que ocurre a sus costados y no se distrae en averiguar los estropicios que podría causar con sus logros en otros ámbitos de la existencia, ajenos al suyo.
La cultura antecede y sostiene al conocimiento, lo orienta y le imprime una función precisa, algo así como un designio moral. Las ciencias progresan aniquilando lo viejo, esto es superado por lo nuevos descubrimientos e invenciones. Por otra parte, las letras y lasartes se renuevan pero no progresan, ellas no aniquilan su pasado, construyen sobre él y a la vez lo alimentan.
5. Prohibido Prohibir
“¡Prohibido Prohibir!” es un lema de los niños bien, la flor y nata de las clases burguesas privilegiadas de Francia en Mayo del 68, que dio al concepto de autoridad su partida de defunción y dio legitimidad a la idea de que toda autoridad es sospechosa, perniciosa y deleznable, y que el ideal libertario más noble es desconocerla, negarla y destruirla. El maestro es despojado de credibilidad y autoridad, convertido en representante del poder represivo, es decir en el enemigo al que, para alcanzar la libertad y la dignidad humana, había que resistir. La confianza y el respeto perdido hacia los docentes, hizo imposible que cumplieran eficazmente su función de educador.
Algunas secuelas de la ideología de Mayo del 68 fueron: considerar aberrante desaprobar a los malos alumnos, hacerlos repetir el curso, e, incluso, poner calificaciones y establecer un orden de prelación en el rendimiento académico de los estudiantes, dado que esto significaría propagar la noción de jerarquías, el egoísmo, el individualismo, la negación de la igualdad y el racismo. Con lo sucedido en Mayo del 68 se ha acentuado brutalmente la división de clases a partir de las aulas escolares. Otra de las razones de la pérdida de “autoridad” de muchos pensadores de nuestro tiempo es que no son serios, juegan con las ideas y las teorías. En el campo de la cultura llegaron a producir una inversión de valores: la teoría llegó a sustituir a la obra de arte. 
La separación de la crítica cultural del gran público, ha sido uno de los factores más eficaces de la frivolización de la cultura de nuestro tiempo. Se habla sobre Michel Foucault el cual pensaba que se debía educar a los pobres para que pensaran como pobres y a los ricos para que pensaran como ricos, para que siguieran manteniendo el poder sobre los mismos. También se menciona que la literatura ha cambiado durante el paso de los años y cada vez hay menos personas interesadas en leer así como lectores no especializados para los libros de crítica literaria.
6. El velo islámico
En este capítulo se aborda la polémica en torno al uso del velo islámico por parte de las mujeres musulmanas. Se examina cómo esta prenda se ha convertido en un símbolo de la identidad religiosa y cultural, pero también en objeto de debate y confrontación en sociedades occidentales.
 El asunto del velo islámico no es tan simple si se lo examina más de cerca y en el marco de las instituciones que garantizan el Estado de derecho, el pluralismo y la libertad. Una de las más grandes conquistas de la modernidad, en la que Francia estuvo a la vanguardia de la civilización y sirvió de modelo a las demás sociedades democráticas del mundo entero, fue el laicismo, la independencia de toda confesión religiosa. 
Un Estado laico no es enemigo de la religión; es un Estado que para resguardar la libertad de los ciudadanos, ha desviado la práctica religiosa de la esfera pública al ámbito que le corresponde, la vida privada. Así, son los inmigrantes quienes tienen que adaptarse a las instituciones de la libertad, y no éstas renunciar a sí mismas para acomodarse a prácticas o tradiciones incompatibles con ellas. 
El autor finaliza el capítulo estando de acuerdo en que el velo islámico debe ser prohibido en las escuelas públicas francesas en nombre de la libertad. 
7. La desaparición del erotismo
La civilización del espectáculo no sólo ha dado el puntillazo a la vieja cultura; asimismo está destruyendo una de sus manifestaciones y logros más excelsos: el erotismo.
La principal forma de llamar al erotismo es, desanimalización del amor físico, su conversión, a lo largo del tiempo y gracias al progreso de la libertad y la influencia de la cultura en la vida privada, es de mera satisfacción de una pulsión instintiva a un quehacer creativo y compartido que prolonga y sublima el placer físico. Hacer el amor en nuestros días, está mucho más cerca de la pornografía que del erotismo, ello ha resultado como una deriva degradada y perversa de la libertad. La pornografía ha degradado la sensualidad y ha convertido el sexo en solo entretenimiento.
Lo ideal es que las fronteras dentro de las cuales se despliega la vida sexual se ensanchen lo suficiente para que hombres y mujeres puedan actuar con libertad pero de ciertas formas culturales que preserven al sexo su naturaleza privada e íntima, de manera que la vida sexual no se banalice ni animalice. Eso es el erotismo.
8. Lo privado y lo público
La desaparición de lo privado, el que nadie respete la intimidad ajena, el que ella se haya convertido en una parodia que excita el interés general y haya una industria informativa que alimente sin tregua y sin límites ese voyerismo universal, es una manifestación de barbarie. Con la desaparición del dominio de lo privado muchas de las mejores creaciones y funciones de lo humano se deterioran, empezando por el erotismo, el amor, la amistad, el pudor, las maneras, la creación artística, lo sagrado y la moral.
La revolución audiovisual de nuestro tiempo ha violentado las barreras que la censura oponía a la libre información y a la disidencia crítica y gracias a ello los regímenes autoritarios tienen muchas menos posibilidades que en el pasado de mantener a sus pueblos en la ignorancia y de manipular a la opinión pública. La prodigiosa transformación de las comunicaciones que ha significado Internet autoriza a los internautas a saberlo todo y divulgar todo lo que ocurre bajo el sol (o bajo la luna), ha hecho desaparecer de una vez por toda la demarcación entre lo público y lo privado.
La creciente exposición de la vida privada ha erosionado la intimidad y la dignidad de las personas, convirtiéndola en un espectáculo para el entretenimiento público.
9. Reflexión Final
Se analiza la cultura como medio de expresión. Para el autor, el deterioro de la cultura nos lleva a una creciente confusión de la que podría resultar un mundo sin valores estéticos, en el que las artes y las letras habrían pasado a ser poco más que formas secundarias del entretenimiento. 
En estos tiempos, la cultura es un mecanismo que permite ignorar los asuntos problemáticos y distraer de lo que es serio.
La televisión es hasta ahora la mejor demostración que la pantalla banaliza los contenidos, sobre todo las ideas, y tiende a convertir todo lo que pasa por ella en espectáculo.

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