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2247 -El-metodo-y-la-medida-en-sociologia--Cicourel

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AARON V. CICOUREL
EL MÉTODO
Y 
LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA
Traducción
De Eloy Fuente Herrero
 
 
BIBLIOTECA DIGITAL 
 
TEXTOS SOBRE SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL 
 
CONCEPTOS, MÉTODOS, MEDIDA, CANON, REGLAS Y COMPRENSIÓN SOCIOLÓGICA 
 
FICHA DEL TEXTO 
 
Número de identificación del texto en clasificación sociología: 2247 
Número del texto en clasificación por autores: 8635 
Título del libro: El método y la medida en sociología 
Autor: Aaron V. Cicourel 
Traductor (es): Eloy Fuente Herrero 
Editor: Centro de Investigaciones Sociológicas CIS 
Registro de Propiedad: ISBN: 9788474765694 
Año: 2011 
Ciudad y país: Madrid – España 
Número total de páginas: 208 
Fuente: https://es.scribd.com/document/125445756/Cicourel-El-metodo-y-la-medida-en-
sociologia-pdf 
Temática: Conceptos, métodos, medida, canon, reglas y comprensión sociológica 
 
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Agradezco a la Editora Nacional la oportunidad que me da de escribir este prólogo 
a la edición española del libro y aprovecharé esta invitación para exponer 
primeramente algunos temas que se planteaban en el momento de escribir el libro. 
Queremos señalar también la importancia que sigue teniendo los datos de la 
etnometodología, la lingüística y la filosofía del lenguaje, que han llegado a formar 
parte del nuevo movimiento llamado de la «ciencia cognoscitiva». Por tanto, 
siguen siendo válidos hoy muchos aspectos teóricos de este libro, no obstante 
haber pasado tanto tiempo desde que se publicó por vez primera.
En gran parte, es reacción a la enseñanza de metodología que recibí siendo 
estudiante. Al seguir los cursos habituales de metodología, como el método de 
escalas, el análisis demográfico, la investigación mediante encuestas y la 
proyección de experimentos, me sorprendía lo que parecía ser una falta medios 
analíticos para estudiar el marco de la vida cotidiana. Naturalmente, había 
estudios de observación participante según la teoría de la interacción simbólica, 
pero que no relacionaban el sentido de la acción social con la conducta lingüística, 
para lingüística y no verbal de los participantes en la interacción social. Me 
sorprendía, además, que mis cursos de estadística y matemáticas pareciesen 
inadecuados para estudiar los temas fundamentales de la teoría sociológica. Se 
articulaban mal la teoría, la metodología y las observaciones necesarias para 
comprender y verificar los conceptos teóricos.
Al principio, traté de formular las cuestiones teóricas, para exponer después los 
actuales recursos metódicos, con objeto de indicar posibles modificaciones de la 
teoría y el método. Pero al terminar el libro, me convencieron de que no debía 
publicarlo en su forma original: era objetable que se presentase primero la teoría y 
después la metodología. Me dijeron que sería impropio comenzar un libro sobre 
métodos con un capítulo sobre la teoría. Lo que me parecía que faltaba era el 
reconocimiento de que toda orientación teórica y problema sustancial exige su 
propia perspectiva metodológica. Según a qué universidad acudiese, el estudiante 
atendería a unos u otros temas teóricos y seguiría unos u otros métodos. A pesar 
de haberse hecho muchos planes nuevos de estudios durante los últimos veinte 
años, los estudiantes tienen que enfrentarse con gran variedad de teorías y 
métodos. Siguen separando la teoría y el método en su propia investigación y 
pocas veces entran a examinar el fundamento y la inconsistencia relativos de 
diferentes perspectivas teóricas y metodológicas.
Sirvieron también de motivo a este libro varias cuestiones teóricas que se han 
asociado al término de «etnometodología», no empleado entonces pero que ha 
llegado a atribuirse a gran parte de este libro. Los etnometodólogos trataban de 
revisar las cuestiones teóricas fundamentales en sociología utilizando escritos 
fenomenológicos como los de Edmund Husserl, Maurice Marleau-Ponty, Aron 
Gurwitch y Alfred Schütz. Se creía que las grandes teorías sociológicas no 
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comprendían hasta qué punto el mundo fenoménico reflexivo del actor obra como 
mediador forzoso entre lo que se llama a menudo estructura social en sentido 
macroscópico y las teorías del actor sobre las actividades reales de la vida 
cotidiana. Expuesto brevemente, el argumento era que no podemos comprender 
en realidad lo que se llama macroestructuras sociales si no tomamos en serio la 
idea de Max Weber de la acción social como algo relacionado con las 
circunstancias del marco natural en evolución. Las estructuras sociales que 
llamamos sistema de clasificación (stratification) social o formas de organización 
política han de ser recreadas relacionándolas con el modo como los actores 
arreglan sus asuntos en las circunstancias cotidianas. Así, el mundo fenoménico 
de actor es de un interés primordial, que me llevó a ciertos terrenos fuera de la 
sociología para hallar los necesarios elementos del lenguaje y del sentido que 
acercasen a la teoría y al método.
Me ocupo de la medida porque trataba de abordar la manera como las unidades 
de análisis de cualquier proyecto de investigación han de concordar con el 
lenguaje y el razonamiento que se utilizan en los asuntos cotidianos. En la 
investigación sociológica, es procedimiento típico obtener diversos tipos de 
información de los sujetos, descubriéndola mediante una entrevista o una 
encuesta, o computando cierto resultado complejo o ejemplo de conducta. Nos 
empeñamos en utilizar métodos que crean unidades de análisis ajustadas a los 
modelos estadísticos o matemáticos. Me interesaba sugerir que buscásemos una 
matemática adecuada a los particulares tipos de unidades teóricas reales que 
emplean las personas en la vida cotidiana al describir y atribuir causalidad a sus 
asuntos cotidianos. Descubriendo las unidades que utilizan las personas al 
hablarse o hablar de otros en las organizaciones sociales cotidianas, estaríamos 
en mejor posición para comprender qué modelos podrían ser adecuados para 
analizar y representar la estructura social.
Por ello, expongo diversos métodos bien conocidos por los sociólogos, tratando de 
señalar en cada caso cómo deben, pueden o deben formar parte de ellos las 
actividades reales del actor. El argumento general, repetimos, es que quizá no 
podamos comprender cuál será un método apropiado para examinar o verificar 
una teoría sin una explicación de cómo piensan, sienten y actúan las personas al 
ocuparse de sus asuntos en la vida cotidiana. Los capítulos dedicados a la 
investigación sobre el terreno, a la entrevista y a la investigación mediante 
encuestas siguen siendo una exposición válida de la sociología presente. El 
capítulo sobre la demografía quizá no sea tan bueno como podría serlo hoy y el 
peor de todos quizá sea el dedicado a los métodos históricos. En obras 
posteriores se han abordado muchos de estos temas.
Al escribir este libro había comenzado también varios estudios empíricos, 
finalmente publicados, para aprobar los conceptos vertidos. Seguí otros estudios 
sustanciales de acuerdo con varios métodos.
Era un nuevo aspecto incluir el lenguaje al estudiar la estructura social. Pocas 
veces había sido objeto de investigación sociológica y, en la época en que lo 
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escribí, los sociólogos no creían que el lenguaje debería ser un elemento esencial 
en el estudio de la estructura social. Desde luego, los antropólogos y, por ser más 
precisos, los lingüistas antropológicos conocían muy bien que el lenguaje, el 
pensamiento y la cultura están relacionados estrechamente, pero los sociólogos 
se las arreglaban en cierto modo para tratar el lenguaje como un recurso 
meramente pasivo, como medio de representar una información cuyo sentidose 
entendía como un aspecto natural de la estructura social.
La atención de este libro al lenguaje ha tenido como consecuencia importante la 
aparición de nuevas orientaciones de la investigación sobre la enseñanza y el 
proceso de socialización. Vemos ahora que muchos investigadores atienden 
activamente a la relación entre el lenguaje y la estructura social al estudiar los 
marcos de enseñanza y la interacción entre madre e hijo. Este tipo de estudios 
requiere que los estudiantes de Sociología aprendan conceptos y métodos de 
investigación lingüísticos que puedan emplearse en la investigación sobre el 
terreno.
Los capítulos sobre la entrevista y la investigación mediante encuestas, que hoy 
siguen, siendo parte integrante de la investigación sociológica, han sido 
actualizados en algunas publicaciones recientes del autor. En las páginas 
siguientes abordaré brevemente, para el lector español, aspectos de la dirección 
que ha tomado este trabajo.
Una cuestión esencial en el empleo de encuestas y entrevistas es la necesidad de 
identificar los conocimientos que posee el sujeto en el momento de ser 
entrevistado o de sometérsele a un cuestionario de encuestas. La entrevista no es 
tan difícil en este sentido como la encuesta, pero hay dificultad en ambos casos, 
porque la misma pregunta ofrece al sujeto un marco que puede serle bastante 
nuevo y, en el caso de las preguntas cerradas, resultarle dudoso su sentido. Con 
otras palabras, la entrevista y la encuesta tratan de reducir el marco de la pregunta 
y, en el caso de la encuesta, el marco de la respuesta, de manera que se obtenga 
del sujeto una serie bastante reducida de respuestas. La finalidad es limitar la 
pregunta de tal manera que se prevean, e incluso señalen en el caso de las 
encuestas, todas las respuestas que puedan darse. El investigador trata de 
agregar las respuestas y, a menos que se limiten las opciones, este proceso de 
agregación puede resultar muy engorroso en el caso de las preguntas abiertas.
Las entrevistas y las encuestas imponen limitaciones al tratamiento de la 
información, por obligar al entrevistado a atender a una pregunta particular y a un 
conjunto particular de resultados u opciones posibles. El investigador confía en 
estas limitaciones para lograr la agregación de respuestas que sus conclusiones 
precisan. La entrevista y la encuesta suponen un sistema de pregunta y respuesta 
que es parte del modo como se realizan los actos lingüísticos en la vida cotidiana.
Estos sistemas de pregunta y respuesta tienen muchos aspectos formales que no 
pueden abordar en este prólogo. Hemos de tener presente su carácter para crear 
una metodología adecuada de la entrevista y de la investigación mediante 
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encuestas. Se supone que el entrevistado comprenderá los aspectos fonológico, 
sintáctico, semántico y pragmático de cada frase empleada y poseerá, además 
cierto dominio impreciso de conocimientos sobre el mundo real para poder 
contestar a las preguntas sustanciales. Si las preguntas que se hacen al 
entrevistado comprenden una información con la que no está familiarizado, a 
menudo es algo imposible de saber para el investigador, por causa de las 
respuestas cerradas que se ofrecen. Por tanto, hemos de tener alguna manera de 
apreciar la validez de los conocimientos que suponen las preguntas, 
independientemente de que se las haga con respuestas cerradas. Hay otras 
limitaciones para el sujeto, entre las que se cuentan las limitaciones al tratamiento 
de la información, como la necesidad de tratar varias fuentes de información, a la 
vez que ha de recurrir a la memoria para complacer al investigador. Ahora bien, 
una dificultad de las encuestas es que los conocimientos y la clase social del 
entrevistado no se atienden como limitaciones pertinentes a la manera como 
comprenden las preguntas y se dan las respuestas.
Lo que sucede es que, habitualmente, conocemos la clase social de sujeto como 
parte de la encuesta y, después, buscamos correlaciones entre la medida de clase 
y las respuestas a diferentes series de preguntas. Pocas veces proyectamos las 
preguntas si es que lo hacemos alguna vez, con objeto de predecir y conocer los 
razonamientos que se hacen por las experiencias de clase social. Necesitaríamos 
encuestas cuasi-experimentales en que se pidiese a los entrevistados que 
manifestasen sus ideas sobre sus respuestas a las preguntas cerradas. Tales 
respuestas nos capacitarían para reconstruir los conocimientos y el modo de 
razonar del entrevistado.
El que distintos entrevistados puedan atribuir diverso contenido a la misma 
pregunta complica las estructuras de conocimientos que inferimos de las 
respuestas. Al emplear un sistema de clasificación total y abstracto o una serie de 
reglas de cifrado para clasificar las respuestas, comprometemos nuestra 
interpretación de cómo entendió las preguntas el entrevistado y de la clase de 
intenciones que podemos atribuir a las respuestas. Los puntos del cuestionario no 
son meramente textos individuales completos, sino que se hacen base para inferir 
macroestructuras que se asemejan a aquéllas de que informan los investigadores 
sobre la comprensión textual. Los entrevistados buscan una comprensión más 
general de las diferentes preguntas que se les hacen, a pesar de las tentativas del 
investigador de desordenar la presentación de preguntas relacionadas por las 
hipótesis del proyecto. Así, tenemos al entrevistado buscando un modelo que 
satisfaga sus propias ideas sobre la finalidad de la entrevista o de la encuesta. 
Por ello, se convierte en participante activo, tratando de desarrollar sus propias 
hipótesis sobre lo que está sucediendo, las intenciones que tiene el investigador, 
tratando de adivinar qué pueda haber detrás de las preguntas. Naturalmente, 
muchos entrevistados pueden optar por contestar a las preguntas muy 
rápidamente, para que la entrevista sea lo más corta posible, no recurriendo a su 
memoria sino en mínima parte. Quiero decir que, en las circunstancias normales 
de la investigación mediante encuestas, no se presta atención al tratamiento de la 
información por parte del entrevistado, a su comprensión de lo que se le pregunta.
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Necesitamos, por tanto, una teoría del razonamiento y del análisis textual como 
proceso de comprensión, si hemos de entender la manera como las entrevistas y 
las encuestas descubren y reconstruyen el conocimiento que de la estructura 
social tiene el actor. Sin una teoría de la comprensión, no tendremos manera de 
saber cómo interactúan los conocimientos del entrevistado con las preguntas de la 
encuesta o de la entrevista. Hoy se investiga mucho sobre los procesos y las 
estructuras de comprensión del razonamiento de los textos. Los modelos que se 
emplean pueden ayudarnos a comprender en qué medida la utilización de los 
datos de encuestas y entrevistas pueden aclarar la teoría sociológica.
Creo que, a menos de tener un medio de aclarar el proceso de comprensión 
implicado en la interpretación de las preguntas, no podremos relacionar las ideas 
del investigador y del actor sobre la estructura social.
Los sociólogos son sensibles a los muchos problemas de la aplicación, cifrado y 
organización de los cuestionarios para su análisis, pero suelen ser insensibles a 
los problemas de tratamiento de la información con que se tropieza en estas 
tareas. Muchas encuestas se hacen en la misma cultura de que se es nativo 
también el investigador. La vida en una sociedad occidental significa una 
socialización paulatina de los posibles entrevistados, de modo que suelen ser 
bastante flexibles ante las exigencias de las encuestas, en especial, cuando las 
circunstancias de la vida cotidiana los obligan a sometersea semejante actividad 
al tener que tratar con diversas instancias burocráticas. Por eso, sabemos muy 
poco el proceso de comprensión de las encuestas sobre el terreno y dentro de los 
centros de investigación, donde se proyectan las preguntas y se analizan los 
datos.
Al realizar encuestas en otras culturas, con frecuencia se incorpora a nativos 
instruidos en la misma metodología, y que tácitamente pueden salvar las 
diferencias culturales. El conocimiento cultural necesario para que el investigador 
extraño comprenda la entrevista y las preguntas no es cuestión empírica.
En la interacción cotidiana, los miembros de un grupo que hablan corrientemente 
de los sucesos políticos, económicos y sociales son sensibles a las limitaciones 
que imponen los intercambios con los de otro y conocen también lo limitado del 
saber de los miembros del grupo. La gente suele cortar sus observaciones por lo 
que crean a una persona capaz de comprender, lo que se ha demostrado incluso 
en la investigación infantil, sabiéndose que las madres y los niños mayores utilizan 
una clave lingüística diferente para hablar con el niño menor, con objeto de facilitar 
la comprensión. A menudo se olvida la idea de emplear distintos registros 
lingüísticos en la entrevista y en la encuesta, porque redactamos preguntas 
normalizadas, aferrándonos a ellas aunque los entrevistados no vayan a ser 
capaces de entenderlas.
Recientemente, unos cuantos sociólogos han comenzado a estudiar esta cuestión, 
variando la redacción de las preguntas para ver si se produce variación en las 
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respuestas. Algunos de estos estudios han tratado también de mostrar cómo 
pueden influir sobre las respuestas las diferencias en el empleo de preguntas 
cerradas y abiertas. Por ejemplo, puede demostrarse que, si se pregunta algo a 
los entrevistados de lo que no sepan nada muchos contestarán a la pregunta si el 
cuestionario no incluye explícitamente la categoría «No sé». Sin embargo, 
muchos entrevistados están dispuestos a admitir su ignorancia. Otros harán una 
«conjetura culta, pero errónea» sobre el tema, a pesar de carecer la información. 
Con otras palabras, muchos de estos sujetos no tienen las actitudes por las cuales 
se les pregunta. No tienen los conocimientos que se ajusten a las preguntas que 
se les hacen.
La utilización de preguntas de cuestionario abiertas y cerradas supone que los 
entrevistados poseen los conocimientos pertinentes. Se supone, además, que las 
respuestas reflejan actos, o actitudes, o creencias, que se manifiestan en el marco 
de la vida cotidiana en que los entrevistados suelen interactuar con otros. 
Tenemos que estudiar independientemente la comprensión del contenido de la 
pregunta respecto de las limitaciones del marco y del conocimiento del 
entrevistado. Lo cual quiere decir que hemos de saber algo de la relación entre lo 
que se pregunta y lo que se dice al entrevistado sobre la encuesta y la manera 
como la gente habla de los mismos temas en la vida cotidiana.
Los aspectos técnicos de las encuestas ocultan a menudo el grado en que la 
metodología puede satisfacer la relación entre la teoría y el mundo cotidiano que 
se representa. Necesitamos datos de los marcos de la vida cotidiana que puedan 
ser comparables con los tipos de preguntas de cuestionario que hacemos a los 
entrevistados en un marco artificial. A menos de tener cierta idea de cómo son 
comparables los marcos cotidianos con lo que nos dicen las personas en los 
marcos artificiales, será difícil que comprendamos en qué medida las encuestas y 
las entrevistas puedan aclarar nuestro conocimiento de la estructura social.
Al utilizar preguntas cerradas, esperamos que los entrevistados puedan reconocer 
como evidente la clase de objetos que se enuncia en cada punto, expectativa 
derivada de la supuesta prueba anterior de cada pregunta del cuestionario, antes 
de aplicarlo en su redacción definitiva. Pocas veces nos hacemos cuestión de la 
posibilidad de que los conceptos o clases de conceptos expuestos al entrevistado 
pueden no estar claramente definidos en su mente. En ambos casos, el carácter 
cerrado de la encuesta garantiza una respuesta «adecuada», en tanto el 
entrevistado esté dispuesto a tomar una de las opciones que se le presentan. Se 
supone que las diferencias de ideas del investigador y del consultado sobre 
concepto o clase quedan salvadas por la pequeña prueba anterior al cuestionario 
definitivo.
Permítaseme concluir este prólogo a la edición española señalando que, al hacer 
investigación por encuestas buscamos, por ejemplo una serie de verificaciones 
complejas de la producción de datos y del análisis subsiguiente, examinando las 
pautas que resultan, debidas a la redacción de las preguntas de diversa manera, a 
través de diferentes grupos y en momentos diferentes. Otra fuente de verificación 
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en las encuestan pueden verse en los enormes adelantos habidos en la teoría de 
la muestra y en la capacidad del investigador para escoger diferentes consultados. 
Lo más difícil es seleccionar una muestra de conducta. En el caso de la conducta 
electoral, hallamos una correspondencia bastante estrecha con lo que dice la 
gente en respuesta a una pregunta de cuestionario y la manera como vota en 
realidad. Pero otros temas no resultan tan bien y, otros, nada bien en absoluto. 
De manera que siempre hemos de enfrentarnos con esta cuestión de la validez, 
porque no tenemos claridad sobre la conducta que nidifican los cuestionarios. Las 
personas no son muy precisas al describir su propia conducta cuando se les pide 
que contesten a preguntas directas.
La dificultad fundamental está en la falta de teorías consistentes. En su lugar, 
solemos confiar en que se descubran pautas en las respuestas, que nos orienten 
hacia explicaciones teóricas a posteriori. Pocas veces la teoría orienta 
explícitamente la investigación sociológica. Esperamos que los datos de las 
investigaciones decidan que conceptos teóricos parecerían apropiados.
Seguramente, los demóscopos refinados encontrarán objetables muchos de estos 
comentarios. Querrán hacer la pregunta siguiente: ¿Cómo sabremos cuándo 
podremos dejar de utilizar más comprobaciones para examinar la cuestión de la 
validez? Podría hacerse la misma pregunta sobre los posibles remedios basados 
en mis sugerencias sobre la utilización de teorías del razonamiento y del análisis 
textual: ¿Cómo sabremos cuándo dejar de utilizarlas? No hay respuesta clara a 
estas preguntas, pero debemos observar que, en realidad, todos los métodos de 
recogida de datos que siguen los sociólogos padecen los mismos problemas con 
que tropiezan las encuestas. A menos de tener teorías consistentes, no podremos 
decidir en qué medida un método particular y los datos que produzca nos dirán 
algo que merezca la pena conocer.
Todos estamos obligados a enfrentarnos con el mismo problema del sentido de la 
interpretación, independientemente de que utilicemos encuestas, textos, 
estadísticas demográficas, entrevistas extensivas, observación participante o 
cintas sonoras o visuales. El tema de la interpretación pocas veces es objeto de 
las encuestas y, mucho menos, de cualquier otro tipo de investigación sociológica. 
Precisamente, el tema de la interpretación es el problema de la comprensión.
He argumentado en todo este prólogo que la encuesta y la entrevista carecen de 
fundamentos teóricos que concuerden con la reciente evolución de las teorías del 
uno lingüístico y de la comprensión. El seguir dependiendo de encuestas y 
entrevistas exige que demos a estos métodos un firme fundamento teórico, a fin 
de evitar el anquilosamiento de los actuales métodos de investigación esenciales a 
la sociología. El análisis del razonamiento y el análisis textual son parte 
integrante de toda investigación sociológica,de la cual la encuesta y la entrevista 
no son más que un capítulo. Relacionando la investigación sobre el razonamiento 
y los textos con las encuestas y las entrevistas, podremos llegar a hacer 
verificaciones realistas de la teoría sociológica, siguiendo unos métodos 
concordantes con el mundo cotidiano de aquéllos a quienes estudiamos.
8
AARON V. CICOUREL
Universidad de California, San Diego
Departamento de Sociología 
Marzo, abril 1982.
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EL MÉTODO
Y 
LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA
10
PRÓLOGO
En estas páginas he tratado de anotar algunas ideas y problemas que me han 
servido de orientación y dificultad en mis estudios, como profesor de un curso de 
introducción a la metodología y en mis investigaciones; sistematizando un material 
conocido, aunque en gran parte inédito, por los estudiantes de metodología y los 
investigadores que se ocupan de la medición del proceso social. El problema 
típico de la medida en sociología, por una parte, son teorías implícitas con vagas 
propiedades y operaciones relacionadas de manera desconocida con unos 
procedimientos de medida cuyas propiedades cuantitativas explícitas, por otra 
parte, delimitan precisamente dichas operaciones.
Este libro tiene un tono programático, por no ofrecer “solución, en el sentido de 
mostrar con exactitud cómo podemos elaborar mejores medidas. Mi contestación 
a los lectores que no gustan de declaraciones programáticas es que una solución 
práctica exige ciertas aclaraciones teóricas y metametodológicas, aclaraciones no 
completamente programáticas, que están vinculadas explícitamente a métodos 
concretos de investigación sociológica. He tratado de precisar qué problemas 
debe abordar la sociología, si los investigadores han de conseguir una interacción 
más importante entre la teoría, el método y los datos. En vez de buscar técnicas 
de medida “mejores” y más “rigurosas”, sería más fecundo eliminar muchas 
tentativas sociológicas de medida, buscando una explicación de las teorías y 
conceptos que aclarasen si la sociología presente ofrece o puede producir 
propiedades numéricas, y cuáles. La aclaración de la teoría sociológica en 
relación con las correspondientes propiedades, relaciones y operaciones 
aritméticas tiene que ir unida a la aclaración del lenguaje sociológico que utilizan 
los investigadores y al lenguaje y el sentido vulgar que emplean el actor del 
sociólogo y el “vulgo”. Las presentes categorías de los datos se ordenan o 
cuantifican independientemente de sus vínculos explícitos con la teoría, mientras 
que, al mismo tiempo, nuestro método se basan en los sentidos y procedimientos 
vulgares para conseguir conexiones a posteriori entre la teoría y los datos.
Comencé a interesarme por escribir este libro en la universidad de California, Los 
Ángeles, estudiando con W. S. Robinson. Sus lecciones sobre metodología han 
sido fundamentales para las ideas que expongo en estos capítulos. Fueron de 
particular estímulo sus lecciones sobre la validez y la fidelidad, por la 
argumentación general de que el investigador sociológico tiene que basarse en 
los “conceptos populares” de su materia, en las clasificaciones del especialista o 
del cifrador y en sus propias interpretaciones personales de los hechos y datos 
para poder “dar sentido” a los resultados y lograr algún tipo de sistematización. Su 
observación conexa de que en sociología pocas veces podremos lograr un 
máximo de validez y fidelidad con las actuales técnicas de investigación 
estimularon mi interés por buscar vínculos más explícitos entre la teoría y la 
medida.
11
Dos años de colaboración con Harold Garfinkel me introdujeron en la obra de 
Alfred Schutz, haciéndome comprender mejor el papel de la teoría en el método y 
la medida sociológicos. Esta colaboración resultó estimable para comprender 
cómo las teorías sociológicas formales se relacionan ambiguamente con el 
lenguaje y el pensamiento vulgares del sujeto y del investigador. En estas páginas 
quedará de manifiesto cuánto debo a la obra de Schutz y a la exposición de 
Garfinkel. Pero empecé este libro después de mi asociación con Garfinkel y quizá 
me aparte bastante de sus propias ideas sobre los mismos temas o semejantes. 
No he recibido el favor de sus críticas, pero he tratado de acotar sus ideas, 
expuestas en obras publicadas e inéditas, dentro de los límites de no habérseme 
permitido citarlas directamente.
Me han sido útiles las discusiones con mis antiguos colegas de la universidad del 
Noroeste y quiero dar las gracias particularmente a Donald T. Campbell, Scott 
Greer, Mitchell Harwitz, Herbert Hochbergb (actualmente en la Universidad de 
California Riverside me han sido útiles las discusiones con Egon Bittner, Thomas 
Morrison, Satanley Stewart y Howard Tucker. Durante los veranos en la 
Universidad de California-Berkeley he aprendido mucho en conversación con John 
Gumperz, David Matza, sheldon Messenger, William Petersen, June Rumery y 
Harvey Sacks.
Muchas personas han leído varios borradores de parte o todo el original, 
habiéndose incorporado sus valiosas sugerencias a la redacción final. Quiero 
reconocer particularmente la ayuda de Howard S. Becker, Gerald Berreman, John 
Gumperz, Mitchell Harwitz, David Harrah, Meter McHugh, William Petersen, 
Satanley Stewart, Arthur Stinchcombe, Howard Tucker y Robin M. Williams, Jr. La 
arrolladora, aunque siempre constructiva y estimable crítica de Williams Petersen 
ha sido de especial importancia para revisar los capítulos I y IX, habiendo 
estimulado, además, una revisión general del original. Han sido especialmente 
valiosas las sugerencias editoriales de la señora Aline Pick Kessler, antes de la 
“Free Press”, habiendo hecho muchas contribuciones importantes al estilo y a la 
claridad. La señora Donna Lippert ha ofrecido una asistencia mecanográfica 
oportuna y generosa. Quiero dar las gracias a la Fundación “Dora and Randolph 
Haynes” por su beca del verano de 1961, que me permitió redactar los primeros 
capítulos del original. Quiero dar las gracias también a diversos editores y autores 
por el permiso para citar sus obras.
A.V.C.
Buenos Aires, enero 1964.
12
INTRODUCCIÓN
Al ocuparnos de los fundamentos de la investigación sociológica, debemos 
examinar y revisar continuamente sus primeros principios. Con este libro, espero 
confirmarla examinando críticamente los fundamentos del método de la medida en 
sociología, particularmente, en el plano del proceso social. Comparto la idea de R. 
M. CacIver en social Causation de que «la estructura social es, en su mayor parte, 
creada». El tipo social de nexo causal, «a diferencia del nexo físico…, no existe 
independientemente de los objetivos y motivos de los seres sociales», requiriendo 
una metodología que se ajuste a la peculiaridad de los hechos sociales1. Me 
interesan, por tanto, los problemas del método y la medida que se plantean 
cuando los sociólogos estudian lo que Max Weber llama «conducta significativa» o 
«acción social»2. Supongo, en primer lugar, que las decisiones metódicas en la 
investigación sociológica tienen siempre su correspondencia teórica y sustancial; 
en segundo lugar, que los supuestos teóricos del método y la medida en 
sociología no pueden considerarse independientemente del lenguaje que emplean 
los sociólogos en su pensamiento e investigación. Mi supuesto fundamental es 
que la aclaración del lenguaje sociológico es importante porque la estructura y el 
uso lingüísticos afectan a la manera como las personas interpretan y describen el 
mundo. Como los sociólogos han creado sus propias terminologías teóricas y 
tratan frecuentemente con estos términos, a menudo diversos, por una parte, del 
lenguaje y la sustancia de lasteorías de otros y, por otra parte, del lenguaje de las 
personas en la vida cotidiana, cuya conducta les interesa explicar y predecir, es 
muy probable que queden confundidos la sintaxis y el sentido de estos lenguaje3. 
La investigación y la medida en sociología requieren algo así como una «teoría de 
la aplicación» y una teoría de los datos para poder distinguir, por una parte, entre 
la presencia y los procedimientos del observador y, por otra, el material titula 
«datos». La confusión del lenguaje sociológico sobre teorías sociológicas y los 
hechos sociales y el lenguaje que utilizan los sujetos en estudio es un problema 
fundamental en la investigación sobre el terreno y en otros métodos de 
investigación, como el análisis de contenido y los experimentos de laboratorio. En 
este libro se presta mucha atención al papel del lenguaje, especialmente del 
1 R. M. MACIVER: Social Causation (Ginn), Boston, 1942, págs. 20-21.
2 Max WEBER: The Theory of Social and Exonomic Organization, trad. Por A.M. Henderson y 
Talcott Parsons (Oxford University Press), Nueva York, 1947, pág. 88. Véanse dos excelentes 
exposiciones de la obra de Weber y de su importancia para la teoría y el método en sociología: 
Meter WINCH: The Idea of a Social Science (Routledge and Kegan Paul y Humanities Press), 
Londres y Nueva Cork, 1958, especialmente los capítulos II, IV y V; y Hohn REX: Hey Problems of 
Sociological Theory (Routledge and Kegan Paul), Longres, 1961, esp. Caps. I, V, IX y X. Hay en 
este libro una clara explicación sobre las diferencias entre los fundamentos sustanciales de la 
teoría y de la investigación sociológicas. Mi propia exposición de los capítulos siguientes basada 
en la teoría sociológica apenas tratará de los temas teóricos sustanciales que plantea Rex, sino 
que se ocupará sobre todo de la «teoría fundamental» en la que supongo se basarán todas las 
diversas teorías sustanciales que él explica.
3 El lenguaje cotidiano y la sintaxis y el sentido que se asocian a los vocabularios vulgares son 
fundamentales en la comunicación habitual de la vida cotidiana. El supuesto decisivo es que las 
personas emplean este lenguaje, por definición, creen saber de qué habla cada uno. Se dan más 
precisiones en los capítulos 2 y 9.
13
lenguaje cotidiano y de las formas paralingüísticas de comunicación en la 
investigación sociológica.
Se atiende también a discutir los sistemas matemáticos y de medida que se 
emplean al presente en la investigación sociológica. No quiero decir que los 
hechos socio-culturales no puedan medirse con las fórmulas matemáticas 
existentes, sino que los hechos fundamentales de la acción social deben aclararse 
antes de imponer postulados de medida con los que puedan no estar en 
correspondencia. Y para discutirlos, me han servido a menudo de una ficción: 
unas condiciones de medida difícilmente asequibles en nuestro presente estado 
de conocimientos.
Por último, se determinan en esbozo los elementos de la acción social supuestos 
en muchas de las decisiones metódicas que toman los sociólogos durante su 
investigación.
BREVE RESUMEN
En el capítulo primero se aborda con cierto detalle el problema de la medida. Se 
exponen las dificultades para establecer clases de equivalencias en la teoría y la 
investigación sociológicas, prestándose atención a algunos problemas peculiares 
que implica la medición de los hechos socio-culturales. La tesis esencial del 
capítulo es que las medidas presentes no son válidas porque representan imponer 
procedimientos numéricos externos, tanto al mundo social observable, descrito 
empíricamente por los sociólogos, como a las conceptualizaciones basadas en 
dichas descripciones. Llevada al extremo, esta idea parecería señalar que, por no 
tener intrínsecamente propiedades numéricas los conceptos en que se basan las 
teorías sociológicas, no podemos saber qué propiedades numéricas buscar en los 
datos correlativos, cualesquiera sean.
Examinando los capítulos del II al VIII, se verá que no tomo esta postura extrema. 
Los capítulos sobre la observación participante, la entrevista, los cuestionarios 
cerrados, el método demográfico, el análisis de contenido, la investigación 
experimental y la lingüística no proponen que los sociólogos detengan toda 
investigación medida hasta haberse aclarado las categorías fundamentales de la 
vida cotidiana y haberse ordenado axiomáticamente sus propiedades numéricas. 
Estos capítulos sobre los diversos métodos de investigación, en cambio, tratan de 
aclarar las clases de equivalencias sociológicas en el plano de la teoría 
fundamental y sustantiva, no de hallar «mejores» medidas. En este empeño, 
concuerdo con las actuales tentativas de reforzar los fundamentos metodológicos 
de la investigación sociológica. Las dos orientaciones que han aparecido obrarán 
así:
1. La teoría y la investigación actuales tratan de aclarar los fundamentos 
teóricos y de medida de las disciplina considerando a cada proyecto de 
14
investigación y exposición teórica como empresa sustantiva y, a la vez, 
como tentativa de explicar la teoría y la medida4.
2. se han creado minimodelos para terrenos particulares de interés (como la 
investigación de pequeños grupos) que puedan ser axiomatizados. Y con 
estos proyectos a pequeña escala tratamos de saber sin un terreno 
delimitado puede recibir tratamiento numérico sin quedar totalmente 
falseado5.
Ninguno de estos programas puede eludir una determinación implícita del modelo 
de actor que se supone al formular y realizar la investigación. El segundo 
programa exige ocuparse explícitamente de qué constituye una medida precisa en 
sociología, en oposición a la medida arbitraria6. Si los sociólogos adoptan el 
primer enfoque, la medida será vaga y difícilmente precisa, porque la mayor parte 
del esfuerzo se dedicará a aclarar el lenguaje y la expresión cotidianos, el lenguaje 
sociológico sobre la vida cotidiana y un metalenguaje sobre los conceptos que 
tratan del lenguaje sociológico sobre la vida cotidiana.
El capítulo IX expone algunos elementos de la acción social y mi idea de qué es lo 
que debe incluirse inicialmente en el modelo que del actor tiene el sociólogo, esto 
es, antes de determinar los problemas sustanciales en estudio. Este capítulo final 
–que algunos lectores pueden preferir leer primero, porque gran parte de su 
contenido está supuesto en todo el libro- quiere ser, pues, una explicación 
introductoria de los tipos de material teórico «fundamental» supuestos en las 
decisiones metodológicas.
4 V. el interesante artículo de James F. SHORT, Jr.; Fred L. STRODTBECK y Desmond S. 
CARTWRIGHT: «A Strategy for Utilizing Research Dilemmas», Sociological Inquiry, 32 (Spring 
1962), 185-202.
5 Puede verse una importante tentativa de tratar la conducta de pequeños grupos con modelos 
formales en: J. BERGER, B. P. COHEN, J. L. SNELL y M. SELDITCH, Jr.: Types of Formalization 
in Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 1962. Desgraciadamente, no se aborda 
adecuadamente en este libro la cuestión de si los modelos creados falsean las propiedades 
fundamentales o sustanciales en estudio.
6 Se llama medida precisa la correspondencia exacta entre los elementos sustantivos y las 
relaciones en estudio y los elementos y relaciones dispuestos en el sistema de medida. Medida 
arbitraria es una correspondencia discrecional o impuesta entre los elementos, las relaciones y las 
operaciones.
15
LA MEDIDA, LA CIENCIA Y LA INVESTIGACIÓN SOCIOLÓGICA
Al insistir en que los sociólogos no prestan atención suficiente a estudiar las 
variables «subjetivas», especialmente las que contribuyen al carácter contingente 
de la vida cotidiana, espero subrayar la importanciade elaborar modelos de acción 
social que determinen los motivos típicos, los valores y los tipos de acción dentro 
del contexto de un medio de objetivos con propiedades vulgares, como las 
creadas por Weber. Esta explicación ofrece un modelo del actor que no reduce la 
acción social a variables sicológicas y supone que las clases de equivalencias, al 
menos en el plano conceptual, pueden determinarse dejando pendiente el 
problema de la medida. Se supone que es posible establecer clases de 
equivalencias en el plano conceptual que se correspondan con correlatos de un 
medio observado.
He eludido la cuestión de si la sociología es una «ciencia» y su materia puede 
someterse definitivamente a cierta especie de cuantificación, suponiendo 
implícitamente que éstos son objetivos razonables. Mis motivos son los 
siguientes: como no tenemos ahora sistemas teóricos que puedan axiomatizarse 
significativamente de modo que originen propiedades numéricas en 
correspondencia, por ejemplo, con los números enteros o reales (y que, 
presumiblemente, sean isomorfas a ellas), difícilmente podremos medir con rigor 
los hechos sociales. Diré que el interés actual de la sociología por el título de 
«ciencia» y su insistencia en los «datos cuantitativos» oscurece la predicción y la 
explicación no triviales, por hacerse arbitraria la medida. Aunque el físico tiene 
también problemas enrevesados de medida, puede indicar experimentos 
repetibles que conducen a una verificación no trivial de importantes predicciones. 
Los conceptos teóricos de la sociología son todavía ambiguos y están disociados 
de su medida en situaciones de investigación. La medida actual en la 
investigación sociológica puede ser de valor para ofrecer un conocimiento intuitivo 
sobre la estructura de la teoría y los conjuntos adecuados de relaciones entre los 
elementos de la teoría, pero las medidas, y las teorías con las cuales se suponen 
relacionadas, siguen siendo ambiguas, por no relacionarse con lo que Nagel llama 
«reglas explícitas de correspondencia»7. En vez de emplear tanto tiempo y dinero 
en estudios que sólo consiguen una medida arbitraria, deberíamos emplear más 
tiempo en aclarar nuestras teorías y buscar correlatos en el mundo observable. El 
enfoque que sugerimos no evitará la investigación empírica; evitará los datos que 
se estiman valiosos sólo porque podemos meterlos dentro de un conjunto de 
categorías que constituirán una «escala» u ofrecerán una prueba de significación.
Las discusiones sobre si la sociología es una «ciencia», o si sus teorías y datos 
puedan someterse a cuantificación, serán prematuras si no podemos convenir en 
qué es teoría y en si nuestras teorías pueden enunciarse de manera que originen 
propiedades numéricas con correlatos en el mundo observable.
7 Ernest NAGEL: The structure of Science (Harcourt, Brace), Nueva Cork, 1961, esp. cap. VI: «The 
Cognitive Status of Theories».
16
I 
LA MEDIDA 
y 
las matemáticas
17
Las técnicas de investigación y las escalas de medida de cualquier ciencia pueden 
considerarse como problema de la sociología del conocimiento. En cualquier 
momento, el conocimiento depende del particular estado de los métodos 
empleados y el conocimiento futuro dependerá del desarrollo de los métodos 
actuales. Es importante preguntarnos si las pretensiones de conocimiento se 
basan en métodos que se corresponden con las teorías y los datos recogidos o si 
las técnicas de investigación y escalas de medida en que se basan estas 
pretensiones tienen poco más que una relación de metáfora o sinécdoque con 
dichos datos y teorías8. Si nuestro interés empírico por el problema del orden 
social depende de tales métodos, y si estos métodos no se emplean con exactitud, 
resultará decisivo estudiar las técnicas de investigación y las escalas de medida 
para comprender qué se considerará «conocimiento» en una época determinada. 
Véanse las cuestiones siguientes:
1. Los métodos de investigación sociológica que tratan de medir las 
propiedades de la acción social, ¡qué supuestos teóricos implican?
2. Los supuestos teóricos, ¿originan propiedades de medida adecuadas a los 
datos que arrojan determinados procedimientos metódicos?
3. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para establecer una medición 
precisa y rigurosa en el estudio del proceso social?
Son tres cuestiones que señalan el tema fundamental de este libro: la relación de 
la metodología y de la medida con la teoría. Toda exposición sobre las 
consecuencias teóricas de los procedimientos metódicos y de medida en 
sociología exige una digresión sobre los conceptos actuales de la medida, 
digresión necesaria, porque los sociólogos utilizan una forma mucho más general 
de medida que los naturalistas, y a menudo más atenuada. Por ello, el estudio de 
la medición en sociología exige cierta perspectiva técnica en que situar la práctica 
sociológica.
8 Los términos de metáfora y sinécdoque y el empleo que hacemos de ellos han sido sugeridos por 
Harold Garfinkel. Con empleo sinécdoque quiere decirse la práctica de los sociólogos de admitir 
que las afirmaciones teóricas y empíricas representen un conjunto amplio, sin precisar cómo 
encaja la parte en el resto de la teoría o en el resto de los datos. en este contexto significa que se 
utilizan frecuentemente teorías de la medida de manera que «representen» una demostración 
apropiada de la correspondencia entre los elementos de la teoría supuesta y los elementos 
empíricos originados por el sistema de medida, cuando en realidad no se ha cumplido tal 
correspondencia. Así ocurre especialmente cuando se analizan los datos sin precisar cómo 
contribuye la teoría a la interpretación que se sigue, concentrándose en el método de análisis y 
suponiendo que el resto, en cierto modo, va de suyo, sin que el investigador tenga que tomarse 
más molestias. En el caso del empleo metafórico, los sociólogos utilizan sistemas matemáticos 
como análogos a cierta doctrina teórica o se emplea una teoría de la medida que más bien tiene 
cierto «parecido» con los datos recogidos que una correspondencia demostrable entre sus 
elementos, relaciones y las operaciones que permiten. Lo importante en este caso es que los 
sociólogos, en su investigación, yuxtaponen a menudo las afirmaciones teóricas a las empíricas, 
esperando que el lector se encargue de demostrar una correspondencia sólo señalada por el 
investigador, quien precisa con exactitud cuáles son los elementos, relaciones y operaciones 
relacionados.
18
PERSPECTIVA TÉCNICA
Comencemos con unas cuantas observaciones sobre los sistemas axiomáticos9. 
Conviene distinguir entre los cifrados (uninterpreted) y los descifrados 
(interpreted). Es cifrado un sistema axiomático formalizado, abstracto, que sólo 
comprenda términos lógicos, como «o», «y», «no», y símbolos seleccionados 
arbitrariamente, como $, %, # 10. Estos sistemas son útiles porque admiten 
deducciones y pruebas en operaciones claras, guardando de los errores que 
acompañan con frecuencia al empleo de términos descriptivos (descifrados, 
significativos)11. Los sistemas matemáticos, cuando son cifrados, se componen de 
meros símbolos, verdades lógicas o tautologías. Así, pues, el sistema axiomático 
formalizado no se refiere necesariamente al mundo real.
Un sistema axiomático descifrado comprende términos descriptivos, además de 
lógicos. La sustitución de los símbolos y verdades lógicas de un sistema 
axiomático cifrado, abstracto, por términos descriptivos y enunciados empíricos 
conduce a un sistema descifrado12. Los axiomas o postulados de un sistema 
axiomático cifrado pueden convertirse en las leyes científicas de un sistemacifrado. Por tanto, los sistemas axiomáticos descifrados exigen que se demuestre 
una correspondencia entre los elementos, relaciones y operaciones de los 
sistemas matemático y sustantivo en cuestión. Las consecuencias exigen que se 
determinen las propiedades de medida de las teorías. Así, el ejemplo de 
Zetterberg de un sistema aciomático con propiedades ordinales significa que, en la 
teoría del suicidio de Durkheim, las propiedades sustantivas se limitan a las 
ordinales del sistema de medida13. Dado que estas limitaciones pueden reducir 
mucho la escala de medida, plantean también la cuestión de si semejante escala 
es adecuada para medir los procesos sociales, como proponía la teoría de 
Durkheim.
Teorías implícitas y explícitas.- No todas las teorías son de carácter axiomático. 
Una teoría compuesta por un conjunto de leyes y definiciones que se relacionan 
deductivamente es un sistema axiomático14. No todos los sistemas axiomáticos 
son teorías. Provisionalmente al menos, convendrá distinguir entre estas dos 
clases de teorías. El primer tipo, la teoría implícita, puede definirse en general 
como un conjunto de definiciones y de enunciados descriptivos de forma no 
axiomática y que, por tanto, no deben tomarse como un conjunto de leyes 
relacionadas. Lo cual no quiere decir que tales teorías no puedan comprender 
leyes o que no existan relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. 
9 Véase Hebert HOCHBERG: «Axiomatic Systems, Formalization and Scientific Theories»: y May 
BRODBECK: «Models, Meaning, and Theory», en L. Gross (ed.): Sympositum on Sociological 
Theory (Row, Peterson), Evanston, 1959.
10 HOCHBERG, idem, pág. 424.
11 HOCHBERG: op. cit., págs. 424-425.
12 BRODBECK: op. cit., págs. 376-378.
13 Hans ZETTERBERG: On Theory and Verification in Sociology (Tressler Press), Nueva cork, 
1954.
14 HOCHBERG: op. cit., págs. 376-378.
19
De hecho, diversas teorías no puedan comprender leyes o que no existan 
relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. De hecho diversas 
teorías implícitas pueden tener «cierta» ambigüedad, cuyo grado sólo podrá 
precisar quienquiera las haya creado. Llamamos ambigüedad a la falta de 
sistematización en la estructura conceptual, y según criterios externos. La 
«complejidad» de muchas teorías implícitas en sociología estriba en la utilización 
de diversas clases de tipologías, paradigmas y recursos semejantes. Las teorías 
sociológicas son principalmente implícitas, con algunos islotes de sistematización 
y medida. Teoría explícita es un sistema axiomático descifrado, como lo definimos 
antes15. En sociología, realmente, no existen teorías explícitas, aunque se ha 
intentado «simularlas»16.
Resumiendo, observamos que los sistemas matemáticos son per se sistemas 
axiomáticos (abstractos, formalizados) cifrados que comprenden símbolos y 
signos cifrados y enunciados tautológicos, mientras que algunos sistemas teóricos 
comprenden sistemas axiomáticos empíricos o teorías explícitas. Cuando los 
axiomas de un sistema matemático tienen la misma estructura que las leyes de 
una teoría explícita: 1) pudiendo convertirse los axiomas del sistema matemático 
en leyes de la teoría explícita; 2) habiendo una correspondencia exacta entre los 
términos de los dos sistemas y sus enunciados; y 3) manteniéndose las 
conexiones lógicas entre los axiomas y las leyes, respectivamente, ambos 
sistemas son isomorfos. La cuestión pertinente es cómo suponen tales 
isomorfismos los sociólogos que construyen o emplean «modelos matemáticos» y 
«modelos de medida» con teorías implícitas y qué consecuencias se siguen para 
la teoría y el método. ¿Podemos derivar de teorías implícitas proposiciones 
reducibles a medición rigurosa? ¿Ha de haber teorías axiomáticas para que haya 
medida? No tengo respuestas claras, pero las tocaré seguidamente.
La medida.- Mucho de lo que se ha escrito en sicología y sociología sobre la 
medida está sacado de la obra del físico Norman Campbell. Recientes libros de 
Torgerson y Churchman y Ratoosh17 dan excelente información de diversas 
exposiciones sobre la medida y sus fundamentos matemáticos. Gran parte del 
trabajo sobre la medida en sociología se ha hecho en los terrenos llamados 
corrientemente sicología social y demografía, habiéndose concentrado en la 
creación o empleo de sistemas matemáticos para describir la interacción de 
pequeños grupos, medir actitudes y analizar datos demográficos.
Campbell define la medida como la atribución de números (numbers) o, más en 
general, de cifras (numerals) para representar propiedades18. Nagel la llama «la 
15 Las expresiones de teorías «explícitas» e «implícitas» han sido sugeridas por HOCHBERG en 
comunicación personal.
16 V. Herbert SIMON: «A Formal Theory on Interaction in Social Groups», American Sociological 
Review, 17 ( abril 1952), 202-211; y Joseph BERBER, Bernard P. COHEN, J. Laurie SNELL y 
Morris ZELDITCH, Jr.: Types of Formalization in Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 
1962.
17 Warren TORGERSON: Theory and Method of Scaling (Wiley), Nueva York, 1958; C. West 
CHURCHMAN y P. RATOOSH: Mensurement (Wiley), Nueva York, 1959.
18 Norman CAMPBELL: What is Science? (Dover), Nueva York, 1952, pág. 110.
20
correlación de números con cosas que no son números»19. Stevens señala que, 
hablando en general, «es la atribución de cifras a objetos o hechos siguiendo unas 
reglas. Y en el que puedan atribuirse cifras según normas diferentes ocasiona 
distintos tipos de escalas y distintos tipos de medidas»20. Para Coombs, «en las 
ciencias físicas, la medida significa habitualmente atribución de números a 
observaciones (hecho que se llama “programa”) y en el análisis de los datos 
consiste en manejar dichos números u operar con ellos. Frecuentemente, ha sido 
intentado hacer lo mismo el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… 
que el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… que el sociólogo que 
sigue tal procedimiento, a veces, violentará sus datos»21.
Según Torgerson:
La medición atañe a las propiedades de los objetos, no a los mismos 
objetos. Así, en nuestro uso del término, no es mensurable un palo, 
aunque sí podrían serlo su longitud, pero, diámetro y dureza…. 
Medir una propiedad implica, pues, atribuir números a sistemas para 
representarla. Y, para ello, ha de prevalecer un isomorfismo, es decir, 
una relación exacta, entre ciertas características del sistema numérico 
implicado y las relaciones entre diversas cantidades (ejemplos) de la 
propiedad por medir.
La esencia de este procedimiento es la atribución de números de tal 
manera que se refleje esta correspondencia exacta entre dichas 
características de los números y las correspondientes relaciones entre 
las cantidades22.
Las cifras pueden ser sencillamente un conjunto ordenado de elementos en 
correspondencia exacta con el sistema numérico. El número y la cifra no siempre 
son intercambiables, como se supone en las citas de Campbell y Stevens. Reese 
observa que «las cifras, por las que se entiende sencillamente un grupo de signos 
o símbolos convencionales en un trozo de papel, tienen un orden convencional»23. 
Muchos autores no aclaran esta distinción entre cifras y números al tratar de la 
medida. Sobre esto, Reese cita a Campbell:
Al hablar de la atribución de cifras, convendrá volver a subrayar que son 
cifras lo que se atribuye, no números. Como dice Campbell, «sería difícil 
evitar la impresión de que intervienen la idea de número y las reglas de 
la aritmética. Desde luego, están estrechamente relacionadas con la 
medida; pero si no reconocemos que no son esenciales, no 
entenderemos esta relación»24.
19 Ernest NAGEL: «Measurement»,Erkenntnis, 2 (1931), 313-333.
20 S. S. STEVENS: «Mathematics, Measurement, and Psychophysics», en S. S. STEVENS (ed.): 
Handbook of Experimental Psychology (Wiley), Nueva York, 1951. pág. 1.
21 Clyve COOMBS: «Theory and Methods of Social Measurement», en L. FESTINGER y D. KATZ 
(eds.):Research Methods in the Behavioral Sciences (Dryden), Nueva York, 1953, pág. 472.
22 THORGERSON: op. cit., págs. 14-15.
23 T. W. REESE: «Application of the Theory of Physical Measurement to the Measurement of 
Psychological Magnitudes with Experimental Examples», Psychol. Monogr., 55:3 (1943), 8.
24 Idem, págs. 9-10.
21
Esta distinción es importante a fin de aclarar el sentido de atribuir cifras a objetos 
sin especificar qué sistema algebraico de operar con números es aplicable. Es 
posible crear un sistema matemático que utilice cifras para representar un sistema 
teórico sustantivo, pero no especifique si las operaciones matemáticas 
desarrolladas o implícitas en el sistema se refieren a algún sistema numérico 
particular. El sistema matemático puede realizarse sin especificar un sistema 
numérico, dejando sin aclarar la cuestión de los postulados de medida. Puede 
idearse un modelo matemático formal, un sistema descifrado, que no diga nada 
sobre cómo deben medirse los hechos observables que en él se producen. 
Muchas utilizaciones formales de los sistemas matemáticos tienen poco que ver 
con la ciencia social empírica a menos que puedan hacerse deducciones útiles 
con consecuencias empíricas, esos inventos se quedan en ejercicios intelectuales 
de dudosa importancia.
Churchman ha expuesto el problema general de la medida:
Ni siquiera sabemos por qué medimos, en absoluto. Es costoso lograr 
medidas. ¿Merece la pena este esfuerzo?25.
Coombs ha planteado un problema más grave. Véanse las siguientes 
observaciones:
El método de análisis define, pues, cuál es la información, pudiendo 
dotarla o no de ciertas propiedades. Un método «consistente» de 
análisis concede propiedades a los datos que permiten utilizar su 
información, por ejemplo, para idear una escala unidimensional. Como 
es obvio una vez más, no puede inferirse que tal escala sea una 
característica de la conducta en cuestión si es consecuencia necesaria 
del método de análisis.
Por eso, resulta conveniente estudiar métodos de recoger datos sobre la 
cantidad y tipo de información que comprende cada método sobre la 
conducta en cuestión, a diferencia de la impuesta. De modo semejante, 
antes de sacar información de los datos, es preciso estudiar las 
características o propiedades que imponen a dicha información los 
diversos métodos de analizarlos26.
Estos párrafos de Coombs, junto con el siguiente de Torgerson, sobre la medida 
en ciencias sociales, ofrece una paradoja. Hablando de los diferentes tipos de 
medida, Torgerson observa:
Otra manera como estas características podrían adquirir sentido hasta 
cierto puntos es, simplemente, por definición discrecional. La podríamos 
llamar medida arbitraria (by fiat). Ordinariamente, estriba en suponer 
relaciones entre las observaciones y el concepto de interés. Entran en 
25 C. West CHURCHMAN: «Why Measure?», en CHURCHMAN y RATOOSH, op. cit., pág. 84.
26 COOMBS: op. cit., págs. 471-472.
22
esta categoría los índices e indicadores utilizados tan a menudo en las 
ciencias sociales y conductistas. Es probable que se dé esta suerte de 
medida cuandoquiera nos encontremos con un concepto precientífico o 
vulgar (common-sense) que parezca importante por motivos 
apriorísticos, pero que no sepamos cómo medir directamente. Por 
consiguiente, mediremos otra variable cualquiera o un promedio 
ponderado de otras variables que supongamos relacionas. Como 
ejemplos, podríamos citar la medida de la posición socio-económica; o 
de la emoción, utilizando la respuesta dérmica sicogalvánica; o de la 
capacidad de aprendizaje, mediante el número de pruebas y errores que 
cuesta al sujeto adquirir un criterio particular de aprendizaje27.
Esta explicación de Torgerson sanciona la misma práctica contra la que nos 
advierte Coombs. Sin embargo, en la obra de éste se halla implícito el supuesto 
de que son apropiadas ciertas formas de métodos de escalas. Este supuesto 
implica alguna definición de la medida antes citada. Coombs supone 
implícitamente que los hechos sociológicos son reducibles a medida por los 
axiomas aritméticos o alguna derivación suya. Dicho supuesto puede enunciarse 
así: que los hechos de interés para el sociólogo tienen matemáticamente las 
mismas propiedades que las físicas y, en consecuencia, que los hechos sociales 
son reducibles a los mismos tipos de teorías de medida, con tal de que pueda 
encontrarse la «justa» combinación o derivación de los axiomas aritméticos, 
además de datos «adecuados» que se ajusten al modelo utilizado. Coombs ha 
desmenuzado mucho este problema:
Casi todo el mundo estará dispuesto a decir que cualquier conjunto 
determinado de datos contienen algún error, pero precisamente qué es 
lo que hay que calificar de error depende en gran parte del nivel de 
medida que se crea admiten los datos.
El sociólogo se enfrenta con su problema al escoger entre poner sus 
datos en un orden sencillo o preguntarse si sus datos responden a un 
orden sencillo. Seleccionando un sistema bastante consistente, el 
sociólogo podrá lograr construir siempre una escala unidimensional de 
medida, corrientemente, una escala de intervalo, obligando, pues, a que 
parte de los datos se califique de error. Al no pretender un sistema 
consistente, el sociólogo permitirá que los datos determinen si es 
adecuada una sencilla solución unidimensional. Es obvio que, en 
consecuencia, la unidimensionalidad, obtenida por un método de 
análisis que la garantiza, no puede mostrarse como característica de la 
conducta en cuestión. Lo cual no es sino un caso especial de principio 
más general, de no poder sostenerse ninguna propiedad de los datos, a 
menos que el método de recogerlos y analizarlos admita que se 
presenten propiedades alternativas. El problema del sociólogo, dicho 
toscamente, es si sabe lo que quiere o si quiere saber28.
27 THORGERSON: op. cit., págs. 21-22, subrayado en el original.
28 COOMBS: op. cit., págs. 486-487.
23
Estos comentarios de Torgerson y Coombs señalan el dilema del sociólogo: 1) si sus 
conceptos teóricos no son tan precisos que le digan qué sistemas de medida son 
adecuados para sus datos, podrá engañarse con métodos que impongan relaciones 
incoherentes a interpretaciones equivocadas sobre sus datos y su teoría; y 2) si las 
mismas medidas empleadas son inadecuadas por como han sido hechas, produciéndose 
una medición más arbitraria que precisa (literal).
Son muchos los ejemplos de tal medición. Casi todas las escalas, como denotan los 
comentarios de Torgerson, están expuestas a la medida arbitraria, por ejemplo, la medida 
de las actitudes en los estudios electorales, de medios de difusión y de prejuicios, entre 
otros.
LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA
¿Cuáles son los fundamentos apropiados para la medida en sociología? Las 
obras antes citadas indican que, en el estado presente de nuestros conocimientos, 
no puede lograrse en sociología una medición rigurosa (en el sentido literal que 
predomina con el empleo de sistemas teóricos explícitos) para las propiedades del 
proceso social. Medir con exactitud el proceso social exige primeramente que se 
estudie el problema del sentido en la vida cotidiana. La indagación sociológica 
comienza refiriéndose al mundo del sentido común de la vida cotidiana. Los 
sentidos que se comunican con el empleo de las ordinarias categorías lingüísticas 
cotidianas y las comunes experiencias culturales nolingüísticas informan todo acto 
social, interfiriendo (de manera que puede señalarse conceptualmente y 
observarse empíricamente) la correspondencia necesaria para una medición 
exacta. La medición precisa de los actos sociales (lo cual quiere decir que las 
estructuras conceptuales arrojen propiedades numéricas que se correspondan con 
las medidas existentes o que puedan crearse) exige el empleo de sentidos 
lingüísticos y no lingüísticos que no puedan darse por supuestos, sino que deben 
considerarse como objetos de estudio. Con otras palabras, medir supone una red 
limitada de sentidos compartidos, es decir, una teoría de la cultura. Sólo el físico 
define su terreno de observación, pero en la ciencia social el tema del 
razonamiento comienza habitualmente por los sentidos culturales 
preseleccionados y predescifrados del sujeto. Como el observador y el sujeto 
comparten los sentidos culturales entretejidos en el sistema lingüístico que ambos 
emplean para comunicarse, los sentidos cotidianos compartidos y el particular 
lenguaje que emplea el sociólogo constituyen un elemento fundamental para la 
medida de los actos sociales. Las «reglas» que se siguen para atribuir 
significación a los objetos y hechos y sus propiedades deben ser las mismas, es 
decir, los sistemas lingüísticos deben hallarse en cierto tipo de correspondencia. 
Pero en el razonamiento sociológico, las «reglas» raras veces son explícitas, 
aunque existe interés por una definición exacta y criterios operativos. Las 
«reglas» que ordenan el uso del lenguaje y los sentidos que transmiten los gestos 
y expresiones lingüísticos y no lingüísticos no están claras y siguen siendo un 
problema casi inabordado por la investigación empírica. Y si las «reglas» que 
ordenan el uso del lenguaje para describir objetos y hechos en la vida cotidiana y 
24
en el razonamiento sociológico no están claras, tampoco reflejará claridad la 
atribución de cifras o números a las propiedades de objetos y hechos conforme a 
cierto conjunto de reglas relativamente coherente.
En los escritos de Paul Lazarsfeld podemos ver un reconocimiento implícito de 
falta de medida precisa en sociología, cuando observa que es un problema 
importante identificar las propiedades pertinentes, y se manifiesta en el lenguaje 
que usamos para denotar propiedades per se29. Las propiedades de los objetos y 
de los hechos sociales se llaman a veces «aspectos» o «atributos», en vez de 
«variables». Lazarsfel señala la laxitud de la medida en sociología, al decir que la 
«atribución de propiedades se llama indistintamente descripción, clasificación y 
medida»30. Y prosigue estableciendo cuatro operaciones para crear «variables» en 
la medida de objetos sociales complejos: «una imagen inicial del concepto, fijar las 
dimensiones, seleccionar los indicadores observables y combinar los indicadores 
en índices»31.
La noción de «imagen» se refiere a la creación de una idea o de un cuadro vago 
por el investigador sobre cierto conjunto de regularidades que trata de explicar o 
comprender. O puede ser la percepción de varios tipos de fenómenos, y el 
analista cree que tienen características fundamentales comunes. Después, las 
tentativas de definir o delimitar el concepto pasa de la imagen a la fijación se sus 
«elementos», «aspectos» o «dimensiones», o de algo semejante. Según 
Lazarsfeld, «se muestra que el concepto está compuesto por una combinación 
compleja de fenómenos, más que por un sencillo y directamente observable»32. Y 
considera que, para convertir el concepto en algún tipo de operación o medida, es 
esencial descomponerlo en un número «razonable» de dimensiones.
Después de decidir qué dimensiones tomará el concepto, el investigador tendrá 
que hallar indicadores apropiados. Lazarsfeld no nos da reglas para seleccionar 
indicadores. La falta de reglas claras refleja el inadecuado estado de la teoría 
sociológica. Y la reducción necesaria para convertir los enunciados teóricos 
abstractos en conceptos con dimensiones determinables quizá sea la misión más 
difícil con que se enfrentan los sociólogos orientados a la investigación. Para 
ilustrar esta dificultad, Lazarsfeld muestra conceptos que se suponen obvios para 
el lector y poco necesitados de clarificación conceptual en cuanto a un cuerpo más 
general de teoría (por ejemplo, en teoría de la gestión, la eficacia del equipo de 
producción) y demuestra los muchos sentidos que pueden tener. Lo esencial que 
aprendemos de la exposición por Lazarsfeld de los indicadores y de su selección 
es que al «descomponer» el concepto en una variedad de «sentidos», el 
investigador queda obligado a aclarar sus ideas teóricas.
29 Paul F. LAZARSFED: «Evidence and Inference in Social Research», en D. LERNER (ed.): 
Evidence and inference (The Free Press of Glencoc), Nueva York, 1959. pág. 108.
30 Ibíd.
31 Idem, pág. 109.
32 Ibíd.
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Tratando de la creación de índices, Lazarsfeld ha de suponer una vez más que 
nuestro conocimiento de los conceptos teóricos que queremos medir es lo 
bastante preciso para capacitarnos o hablar con fundamento sobre la relación de 
probabilidad de cada indicador con «lo que realmente queremos saber». Y para 
terminar sus explicaciones sobre la importancia de la teoría para la combinación 
de indicadores, nos dice: «Por expresarlo de otra manera, necesitamos gran 
cantidad de pruebas si queremos saber lo que un hombre puede hacer realmente 
o qué postura toma» sobre un asunto33. La exposición pasa después a cómo 
podemos reunir muchos indicadores en un índice y cómo se relacionan aquéllos 
entre sí. Esta explicación está más orientada al mecanismo de combinar los 
indicadores que a la importancia de la teoría para determinar su combinación e 
interrelaciones. Lazarsfeld se interesa por derivar ideas matemáticas de las 
interrelaciones de los indicadores para poder hablar de la «capacidad de un 
indicador, en comparación con otro, de contribuir a la medida específica que 
queramos hacer»34.
Siguiendo con la permutabilidad de los índices, Lazarsfeld descubre un básico 
recurso de procedimiento que habrá de tratar a lo largo de todo el libro: cómo las 
respuestas a los puntos del cuestionario, más bien que la teoría explícita, son las 
que nos dan la base para decidir la importancia de los indicadores. No podemos 
desconocer que la mayor parte de la obra y de las ideas de Lazarsfeld sobre la 
medida en sociología procede de su interés y de su trabajo en mitología de las 
encuestas –en particular, porque tales métodos toman como evidentes el lenguaje 
y el sentido- si queremos entender cómo los problemas de medida en sociología 
se ha unido y confundido con los procedimientos tradicionales de las ciencias 
naturales.
Los procedimientos generales que sugiere Lazarsfeld se adaptan particularmente 
bien a las condiciones de la investigación sobre el terreno, cuando el estudioso no 
puede determinar con claridad y precisión qué variables son apropiadas para 
convertir sus conceptos en una serie de actividades operativas que arrojan datos 
en apoyo o rechazo de sus conjeturas. Al pasar de la imagen inicial por la 
creación de índices, se hacen inferencias y deducciones implícitas y explícitas 
basadas en parte en los tipos generales de datos a los que se ve dirigido el 
investigados por dicha imagen y, más importante, en cómo se manejan los datos 
con las diversas clasificaciones y tabulaciones cruzadas, que llevan después a 
continuas inferencias sobre la infraestructura de la imagen inicial. Estas últimas 
inferencias ofrecen al investigador sobre el terreno una forma de imagen más 
amplia o estructura teórica, así como el sentido de sus datos, es decir, su 
pertinencia a la imagen teórica utilizada. Comoobserva Lazarsfeld, «en la 
investigación sociológica, las clasificaciones se utilizan principalmente para 
establecer relaciones entre cierto número de conclusión empírica que buscamos, 
quedan muy afectadas cambiando un índice razonable por otro»35. Lo que no está 
claro es si la imagen teórica dicta las relaciones iniciales y el imponer cierta forma 
33 Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 112.
34 Idem, pág. 113.
35 Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 115.
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de medida concreta las variables en cuestión o si la clasificación de las respuestas 
por ciertas reglas discrecionales de cifrado (coding) o lagunas «naturales» de los 
resultados produce el sentido cuantitativo de la «variable» e informa también la 
imagen inicial. Suponemos que nuestras «variables» deben determinarse 
mediante conversiones teóricas de nuestros conceptos, de modo que su ámbito de 
pertinencia, el orden de los valores y las propiedades numéricas que deben asumir 
sean derivables de la teoría. Excepto en los casos en que los datos son 
producidos (y en ocasiones adoptan propiedades numéricas naturales) por 
instancias sociales para sus propios fines contables, casi toda la investigación 
sociológica que exige contacto con sujetos implica siempre teorías implícitas que 
están muy lejos de una verificación a priori de hipótesis. Nuestras clasificaciones 
de los datos, a menudo arbitrarias, llegan a ser la base para establecer cierta 
forma de cuantificación. Como la clasificación es a posteriori, la validez de nuestra 
medida es la relativa a la clasificación arbitraria, haciendo improbable en ese 
momento la repetición y el conocimiento riguroso. Así pues, los problemas más 
graves de la medida surgen cuando nos ocupamos de las «variables» cualitativas.
Las referencias a éstas suponen que «hay una línea directa de continuidad lógica 
desde la clasificación cualitativa hasta las formas más rigurosas de medida, 
pasando por los recursos intermedios de las proporciones sistemáticas, escalas 
ordinales, clasificaciones multidimensionales, tipología y simples índices 
cuantitativos»36. Lo cual supone a su vez, en primer lugar, que las arbitrarias y 
diversas clasificaciones empleadas por el sociólogo son aproximaciones 
operativas a conceptos engañosos, cuyas propiedades no pueden descubrirse 
fácilmente por inspección directa, en nuestro actual estado de desarrollo; en 
segundo lugar, que los materiales titulados «datos», y a los que se atribuye una 
medida dicotómica o más refinada, se corresponden con los conceptos en estudio. 
Además, la investigación sociológica que trata de ordenar los materiales mediante 
investigación sobre el terreno debe suponer que la medida arbitraria producida por 
las reglas metódicas que se siguen actualmente son clasificaciones singulares 
para cada proyecto de investigación y que su justificación ha de encontrarse, en 
último término, en los conceptos teóricos utilizados para explicar los datos. 
Finalmente, está el supuesto, o creencia implícita, de que tales conceptos tienen la 
misma estructura que los de las ciencias naturales y pueden arrojar propiedades 
numéricas en tan ajustada correspondencia con los sistemas de medida.
Si encaramos la opción de utilizar medidas según el modelo de las ciencias 
naturales o de simple descripción, debemos estar informados en ambos casos 
sobre la sucesión de los pasos que nos llevarán a unos procedimientos 
«aceptables». En cuidadosa retrospectiva de los supuestos implicados en los 
procedimientos de clasificación e impuestos a nuestros conceptos, podremos 
apreciar mejor hasta qué punto se interfieren o se complementan nuestros 
esfuerzos por lograr una medida, una elaboración teórica y unos datos 
sustantivos generales e invariables. El no poder demostrar una correspondencia 
36 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: «Qualitative Measurement in the Social Sciences», en 
D. LERNER y H. D. LASSWELL (eds.): The Policy Sciences: Recent Developments in Scope and 
Method (Stanford University Press), Stanford, 1951, pág. 155.
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precisa o justificada entre las medidas existentes y nuestros conceptos teóricos y 
sustantivos, sino tener que establecer esta relación arbitrariamente, quiere decir 
que no podemos tomar por supuestos los procedimientos de investigación ni, por 
tanto, las conclusiones basadas en ellos.
Suponiendo que los hechos y conceptos fundamentales de la sociología se 
corresponden con los sistemas matemáticos y de medida existentes, Lazarsfeld y 
Barton pasan al básico problema de clasificar cierto conjunto de experiencias u 
objetos identificables dentro de cierta categoría. Por ejemplo:
¿Cómo nos ponemos a formar tales categorías, en primer lugar? ¿Por 
qué escoger ciertos elementos de la situación, y no otros? ¿Por qué 
combinarlos precisamente en estas categorías?
Se puede argüir acertadamente que no podemos redactar un conjunto 
de instrucciones manuales para categorizar los fenómenos sociales: 
tales instrucciones no serían más que un programa general para 
desarrollar la teoría social. No podemos escribir un manual sobre 
«cómo formar fecundos conceptos teóricos» de la misma manera que 
escribimos manuales sobre cómo seleccionar muestras o redactar 
cuestionarios37. 
Así pues, idealmente, la categorización de los fenómenos sociales exige el 
desarrollo de la teoría social general, pero, como dan a entender Lazarsfeld y 
Barton, eso no puede hacerse hoy en sociología. Estos autores señalan un 
conjunto de procedimientos más prácticos, que comienza con las cuestiones 
siguientes, bien delimitadas que atienden a la descripción de lo que ocurre en 
situaciones determinadas, por ejemplo: «¿Qué es lo que hacen los jóvenes 
cuando están pensando en elegir carrera? ¿Qué tipo de reacciones tienen los 
jóvenes ante el paro? ¿Cuáles son los cauces de información sobre los asuntos 
públicos en un municipio estadounidense?»38. La solución práctica requiere, pues, 
que el investigador se haga preguntas generales sobre determinados temas 
esenciales, preguntas que puedan convertirse operativamente en una forma de 
pensar, tanto vulgar como pertinencia teórica. La falta de una teoría social 
desarrollada obliga a todos los investigadores en sociología a emplear conceptos 
vulgares que reflejan los conocimientos comunes a los sociólogos y a los 
miembros «medios» de la comunidad o sociedad. Suponiendo desde el principio 
que el sociólogo y sus sujetos constituyen una cultura común que cada uno 
entiende más o menos de la misma manera, los sentidos «obvios» de las 
preguntas operativizadas del cuestionario en que se basan los indicadores 
incorporarán propiedades sólo vagamente definidas en la teoría social, pero cuya 
importancia para el proyecto de investigación se da por supuesta.
Así, en la exposición de Lazarsfeld y Barton sobre la medida cualitativa hay 
implícita una teoría del orden social y una cultura común al sociólogo y al sujeto. 
37 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 156.
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Por ejemplo, consideran necesarios cuatro requisitos para -«articulación», 
«correlación lógica», «adaptación al marco de referencias del entrevistado»- 
implican fáciles normas de procedimiento que son evidentes39. Las muchas 
decisiones que hay que tomar suponen una correspondencia implícita entre:
1) Los indicadores por los que el hombre sencillo identifica objetos 
significativos y los que utiliza el sociólogo para identificar objetos y hechos 
significativos.
2) El punto de vista del actor: las categorías lingüísticas y de sentido que 
utiliza para describir y clasificar observaciones y experiencias; y el punto de 
vista del observador: las categorías lingüísticas

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