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AARON V. CICOUREL EL MÉTODO Y LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA Traducción De Eloy Fuente Herrero BIBLIOTECA DIGITAL TEXTOS SOBRE SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL CONCEPTOS, MÉTODOS, MEDIDA, CANON, REGLAS Y COMPRENSIÓN SOCIOLÓGICA FICHA DEL TEXTO Número de identificación del texto en clasificación sociología: 2247 Número del texto en clasificación por autores: 8635 Título del libro: El método y la medida en sociología Autor: Aaron V. Cicourel Traductor (es): Eloy Fuente Herrero Editor: Centro de Investigaciones Sociológicas CIS Registro de Propiedad: ISBN: 9788474765694 Año: 2011 Ciudad y país: Madrid – España Número total de páginas: 208 Fuente: https://es.scribd.com/document/125445756/Cicourel-El-metodo-y-la-medida-en- sociologia-pdf Temática: Conceptos, métodos, medida, canon, reglas y comprensión sociológica PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA Agradezco a la Editora Nacional la oportunidad que me da de escribir este prólogo a la edición española del libro y aprovecharé esta invitación para exponer primeramente algunos temas que se planteaban en el momento de escribir el libro. Queremos señalar también la importancia que sigue teniendo los datos de la etnometodología, la lingüística y la filosofía del lenguaje, que han llegado a formar parte del nuevo movimiento llamado de la «ciencia cognoscitiva». Por tanto, siguen siendo válidos hoy muchos aspectos teóricos de este libro, no obstante haber pasado tanto tiempo desde que se publicó por vez primera. En gran parte, es reacción a la enseñanza de metodología que recibí siendo estudiante. Al seguir los cursos habituales de metodología, como el método de escalas, el análisis demográfico, la investigación mediante encuestas y la proyección de experimentos, me sorprendía lo que parecía ser una falta medios analíticos para estudiar el marco de la vida cotidiana. Naturalmente, había estudios de observación participante según la teoría de la interacción simbólica, pero que no relacionaban el sentido de la acción social con la conducta lingüística, para lingüística y no verbal de los participantes en la interacción social. Me sorprendía, además, que mis cursos de estadística y matemáticas pareciesen inadecuados para estudiar los temas fundamentales de la teoría sociológica. Se articulaban mal la teoría, la metodología y las observaciones necesarias para comprender y verificar los conceptos teóricos. Al principio, traté de formular las cuestiones teóricas, para exponer después los actuales recursos metódicos, con objeto de indicar posibles modificaciones de la teoría y el método. Pero al terminar el libro, me convencieron de que no debía publicarlo en su forma original: era objetable que se presentase primero la teoría y después la metodología. Me dijeron que sería impropio comenzar un libro sobre métodos con un capítulo sobre la teoría. Lo que me parecía que faltaba era el reconocimiento de que toda orientación teórica y problema sustancial exige su propia perspectiva metodológica. Según a qué universidad acudiese, el estudiante atendería a unos u otros temas teóricos y seguiría unos u otros métodos. A pesar de haberse hecho muchos planes nuevos de estudios durante los últimos veinte años, los estudiantes tienen que enfrentarse con gran variedad de teorías y métodos. Siguen separando la teoría y el método en su propia investigación y pocas veces entran a examinar el fundamento y la inconsistencia relativos de diferentes perspectivas teóricas y metodológicas. Sirvieron también de motivo a este libro varias cuestiones teóricas que se han asociado al término de «etnometodología», no empleado entonces pero que ha llegado a atribuirse a gran parte de este libro. Los etnometodólogos trataban de revisar las cuestiones teóricas fundamentales en sociología utilizando escritos fenomenológicos como los de Edmund Husserl, Maurice Marleau-Ponty, Aron Gurwitch y Alfred Schütz. Se creía que las grandes teorías sociológicas no 2 comprendían hasta qué punto el mundo fenoménico reflexivo del actor obra como mediador forzoso entre lo que se llama a menudo estructura social en sentido macroscópico y las teorías del actor sobre las actividades reales de la vida cotidiana. Expuesto brevemente, el argumento era que no podemos comprender en realidad lo que se llama macroestructuras sociales si no tomamos en serio la idea de Max Weber de la acción social como algo relacionado con las circunstancias del marco natural en evolución. Las estructuras sociales que llamamos sistema de clasificación (stratification) social o formas de organización política han de ser recreadas relacionándolas con el modo como los actores arreglan sus asuntos en las circunstancias cotidianas. Así, el mundo fenoménico de actor es de un interés primordial, que me llevó a ciertos terrenos fuera de la sociología para hallar los necesarios elementos del lenguaje y del sentido que acercasen a la teoría y al método. Me ocupo de la medida porque trataba de abordar la manera como las unidades de análisis de cualquier proyecto de investigación han de concordar con el lenguaje y el razonamiento que se utilizan en los asuntos cotidianos. En la investigación sociológica, es procedimiento típico obtener diversos tipos de información de los sujetos, descubriéndola mediante una entrevista o una encuesta, o computando cierto resultado complejo o ejemplo de conducta. Nos empeñamos en utilizar métodos que crean unidades de análisis ajustadas a los modelos estadísticos o matemáticos. Me interesaba sugerir que buscásemos una matemática adecuada a los particulares tipos de unidades teóricas reales que emplean las personas en la vida cotidiana al describir y atribuir causalidad a sus asuntos cotidianos. Descubriendo las unidades que utilizan las personas al hablarse o hablar de otros en las organizaciones sociales cotidianas, estaríamos en mejor posición para comprender qué modelos podrían ser adecuados para analizar y representar la estructura social. Por ello, expongo diversos métodos bien conocidos por los sociólogos, tratando de señalar en cada caso cómo deben, pueden o deben formar parte de ellos las actividades reales del actor. El argumento general, repetimos, es que quizá no podamos comprender cuál será un método apropiado para examinar o verificar una teoría sin una explicación de cómo piensan, sienten y actúan las personas al ocuparse de sus asuntos en la vida cotidiana. Los capítulos dedicados a la investigación sobre el terreno, a la entrevista y a la investigación mediante encuestas siguen siendo una exposición válida de la sociología presente. El capítulo sobre la demografía quizá no sea tan bueno como podría serlo hoy y el peor de todos quizá sea el dedicado a los métodos históricos. En obras posteriores se han abordado muchos de estos temas. Al escribir este libro había comenzado también varios estudios empíricos, finalmente publicados, para aprobar los conceptos vertidos. Seguí otros estudios sustanciales de acuerdo con varios métodos. Era un nuevo aspecto incluir el lenguaje al estudiar la estructura social. Pocas veces había sido objeto de investigación sociológica y, en la época en que lo 3 escribí, los sociólogos no creían que el lenguaje debería ser un elemento esencial en el estudio de la estructura social. Desde luego, los antropólogos y, por ser más precisos, los lingüistas antropológicos conocían muy bien que el lenguaje, el pensamiento y la cultura están relacionados estrechamente, pero los sociólogos se las arreglaban en cierto modo para tratar el lenguaje como un recurso meramente pasivo, como medio de representar una información cuyo sentidose entendía como un aspecto natural de la estructura social. La atención de este libro al lenguaje ha tenido como consecuencia importante la aparición de nuevas orientaciones de la investigación sobre la enseñanza y el proceso de socialización. Vemos ahora que muchos investigadores atienden activamente a la relación entre el lenguaje y la estructura social al estudiar los marcos de enseñanza y la interacción entre madre e hijo. Este tipo de estudios requiere que los estudiantes de Sociología aprendan conceptos y métodos de investigación lingüísticos que puedan emplearse en la investigación sobre el terreno. Los capítulos sobre la entrevista y la investigación mediante encuestas, que hoy siguen, siendo parte integrante de la investigación sociológica, han sido actualizados en algunas publicaciones recientes del autor. En las páginas siguientes abordaré brevemente, para el lector español, aspectos de la dirección que ha tomado este trabajo. Una cuestión esencial en el empleo de encuestas y entrevistas es la necesidad de identificar los conocimientos que posee el sujeto en el momento de ser entrevistado o de sometérsele a un cuestionario de encuestas. La entrevista no es tan difícil en este sentido como la encuesta, pero hay dificultad en ambos casos, porque la misma pregunta ofrece al sujeto un marco que puede serle bastante nuevo y, en el caso de las preguntas cerradas, resultarle dudoso su sentido. Con otras palabras, la entrevista y la encuesta tratan de reducir el marco de la pregunta y, en el caso de la encuesta, el marco de la respuesta, de manera que se obtenga del sujeto una serie bastante reducida de respuestas. La finalidad es limitar la pregunta de tal manera que se prevean, e incluso señalen en el caso de las encuestas, todas las respuestas que puedan darse. El investigador trata de agregar las respuestas y, a menos que se limiten las opciones, este proceso de agregación puede resultar muy engorroso en el caso de las preguntas abiertas. Las entrevistas y las encuestas imponen limitaciones al tratamiento de la información, por obligar al entrevistado a atender a una pregunta particular y a un conjunto particular de resultados u opciones posibles. El investigador confía en estas limitaciones para lograr la agregación de respuestas que sus conclusiones precisan. La entrevista y la encuesta suponen un sistema de pregunta y respuesta que es parte del modo como se realizan los actos lingüísticos en la vida cotidiana. Estos sistemas de pregunta y respuesta tienen muchos aspectos formales que no pueden abordar en este prólogo. Hemos de tener presente su carácter para crear una metodología adecuada de la entrevista y de la investigación mediante 4 encuestas. Se supone que el entrevistado comprenderá los aspectos fonológico, sintáctico, semántico y pragmático de cada frase empleada y poseerá, además cierto dominio impreciso de conocimientos sobre el mundo real para poder contestar a las preguntas sustanciales. Si las preguntas que se hacen al entrevistado comprenden una información con la que no está familiarizado, a menudo es algo imposible de saber para el investigador, por causa de las respuestas cerradas que se ofrecen. Por tanto, hemos de tener alguna manera de apreciar la validez de los conocimientos que suponen las preguntas, independientemente de que se las haga con respuestas cerradas. Hay otras limitaciones para el sujeto, entre las que se cuentan las limitaciones al tratamiento de la información, como la necesidad de tratar varias fuentes de información, a la vez que ha de recurrir a la memoria para complacer al investigador. Ahora bien, una dificultad de las encuestas es que los conocimientos y la clase social del entrevistado no se atienden como limitaciones pertinentes a la manera como comprenden las preguntas y se dan las respuestas. Lo que sucede es que, habitualmente, conocemos la clase social de sujeto como parte de la encuesta y, después, buscamos correlaciones entre la medida de clase y las respuestas a diferentes series de preguntas. Pocas veces proyectamos las preguntas si es que lo hacemos alguna vez, con objeto de predecir y conocer los razonamientos que se hacen por las experiencias de clase social. Necesitaríamos encuestas cuasi-experimentales en que se pidiese a los entrevistados que manifestasen sus ideas sobre sus respuestas a las preguntas cerradas. Tales respuestas nos capacitarían para reconstruir los conocimientos y el modo de razonar del entrevistado. El que distintos entrevistados puedan atribuir diverso contenido a la misma pregunta complica las estructuras de conocimientos que inferimos de las respuestas. Al emplear un sistema de clasificación total y abstracto o una serie de reglas de cifrado para clasificar las respuestas, comprometemos nuestra interpretación de cómo entendió las preguntas el entrevistado y de la clase de intenciones que podemos atribuir a las respuestas. Los puntos del cuestionario no son meramente textos individuales completos, sino que se hacen base para inferir macroestructuras que se asemejan a aquéllas de que informan los investigadores sobre la comprensión textual. Los entrevistados buscan una comprensión más general de las diferentes preguntas que se les hacen, a pesar de las tentativas del investigador de desordenar la presentación de preguntas relacionadas por las hipótesis del proyecto. Así, tenemos al entrevistado buscando un modelo que satisfaga sus propias ideas sobre la finalidad de la entrevista o de la encuesta. Por ello, se convierte en participante activo, tratando de desarrollar sus propias hipótesis sobre lo que está sucediendo, las intenciones que tiene el investigador, tratando de adivinar qué pueda haber detrás de las preguntas. Naturalmente, muchos entrevistados pueden optar por contestar a las preguntas muy rápidamente, para que la entrevista sea lo más corta posible, no recurriendo a su memoria sino en mínima parte. Quiero decir que, en las circunstancias normales de la investigación mediante encuestas, no se presta atención al tratamiento de la información por parte del entrevistado, a su comprensión de lo que se le pregunta. 5 Necesitamos, por tanto, una teoría del razonamiento y del análisis textual como proceso de comprensión, si hemos de entender la manera como las entrevistas y las encuestas descubren y reconstruyen el conocimiento que de la estructura social tiene el actor. Sin una teoría de la comprensión, no tendremos manera de saber cómo interactúan los conocimientos del entrevistado con las preguntas de la encuesta o de la entrevista. Hoy se investiga mucho sobre los procesos y las estructuras de comprensión del razonamiento de los textos. Los modelos que se emplean pueden ayudarnos a comprender en qué medida la utilización de los datos de encuestas y entrevistas pueden aclarar la teoría sociológica. Creo que, a menos de tener un medio de aclarar el proceso de comprensión implicado en la interpretación de las preguntas, no podremos relacionar las ideas del investigador y del actor sobre la estructura social. Los sociólogos son sensibles a los muchos problemas de la aplicación, cifrado y organización de los cuestionarios para su análisis, pero suelen ser insensibles a los problemas de tratamiento de la información con que se tropieza en estas tareas. Muchas encuestas se hacen en la misma cultura de que se es nativo también el investigador. La vida en una sociedad occidental significa una socialización paulatina de los posibles entrevistados, de modo que suelen ser bastante flexibles ante las exigencias de las encuestas, en especial, cuando las circunstancias de la vida cotidiana los obligan a sometersea semejante actividad al tener que tratar con diversas instancias burocráticas. Por eso, sabemos muy poco el proceso de comprensión de las encuestas sobre el terreno y dentro de los centros de investigación, donde se proyectan las preguntas y se analizan los datos. Al realizar encuestas en otras culturas, con frecuencia se incorpora a nativos instruidos en la misma metodología, y que tácitamente pueden salvar las diferencias culturales. El conocimiento cultural necesario para que el investigador extraño comprenda la entrevista y las preguntas no es cuestión empírica. En la interacción cotidiana, los miembros de un grupo que hablan corrientemente de los sucesos políticos, económicos y sociales son sensibles a las limitaciones que imponen los intercambios con los de otro y conocen también lo limitado del saber de los miembros del grupo. La gente suele cortar sus observaciones por lo que crean a una persona capaz de comprender, lo que se ha demostrado incluso en la investigación infantil, sabiéndose que las madres y los niños mayores utilizan una clave lingüística diferente para hablar con el niño menor, con objeto de facilitar la comprensión. A menudo se olvida la idea de emplear distintos registros lingüísticos en la entrevista y en la encuesta, porque redactamos preguntas normalizadas, aferrándonos a ellas aunque los entrevistados no vayan a ser capaces de entenderlas. Recientemente, unos cuantos sociólogos han comenzado a estudiar esta cuestión, variando la redacción de las preguntas para ver si se produce variación en las 6 respuestas. Algunos de estos estudios han tratado también de mostrar cómo pueden influir sobre las respuestas las diferencias en el empleo de preguntas cerradas y abiertas. Por ejemplo, puede demostrarse que, si se pregunta algo a los entrevistados de lo que no sepan nada muchos contestarán a la pregunta si el cuestionario no incluye explícitamente la categoría «No sé». Sin embargo, muchos entrevistados están dispuestos a admitir su ignorancia. Otros harán una «conjetura culta, pero errónea» sobre el tema, a pesar de carecer la información. Con otras palabras, muchos de estos sujetos no tienen las actitudes por las cuales se les pregunta. No tienen los conocimientos que se ajusten a las preguntas que se les hacen. La utilización de preguntas de cuestionario abiertas y cerradas supone que los entrevistados poseen los conocimientos pertinentes. Se supone, además, que las respuestas reflejan actos, o actitudes, o creencias, que se manifiestan en el marco de la vida cotidiana en que los entrevistados suelen interactuar con otros. Tenemos que estudiar independientemente la comprensión del contenido de la pregunta respecto de las limitaciones del marco y del conocimiento del entrevistado. Lo cual quiere decir que hemos de saber algo de la relación entre lo que se pregunta y lo que se dice al entrevistado sobre la encuesta y la manera como la gente habla de los mismos temas en la vida cotidiana. Los aspectos técnicos de las encuestas ocultan a menudo el grado en que la metodología puede satisfacer la relación entre la teoría y el mundo cotidiano que se representa. Necesitamos datos de los marcos de la vida cotidiana que puedan ser comparables con los tipos de preguntas de cuestionario que hacemos a los entrevistados en un marco artificial. A menos de tener cierta idea de cómo son comparables los marcos cotidianos con lo que nos dicen las personas en los marcos artificiales, será difícil que comprendamos en qué medida las encuestas y las entrevistas puedan aclarar nuestro conocimiento de la estructura social. Al utilizar preguntas cerradas, esperamos que los entrevistados puedan reconocer como evidente la clase de objetos que se enuncia en cada punto, expectativa derivada de la supuesta prueba anterior de cada pregunta del cuestionario, antes de aplicarlo en su redacción definitiva. Pocas veces nos hacemos cuestión de la posibilidad de que los conceptos o clases de conceptos expuestos al entrevistado pueden no estar claramente definidos en su mente. En ambos casos, el carácter cerrado de la encuesta garantiza una respuesta «adecuada», en tanto el entrevistado esté dispuesto a tomar una de las opciones que se le presentan. Se supone que las diferencias de ideas del investigador y del consultado sobre concepto o clase quedan salvadas por la pequeña prueba anterior al cuestionario definitivo. Permítaseme concluir este prólogo a la edición española señalando que, al hacer investigación por encuestas buscamos, por ejemplo una serie de verificaciones complejas de la producción de datos y del análisis subsiguiente, examinando las pautas que resultan, debidas a la redacción de las preguntas de diversa manera, a través de diferentes grupos y en momentos diferentes. Otra fuente de verificación 7 en las encuestan pueden verse en los enormes adelantos habidos en la teoría de la muestra y en la capacidad del investigador para escoger diferentes consultados. Lo más difícil es seleccionar una muestra de conducta. En el caso de la conducta electoral, hallamos una correspondencia bastante estrecha con lo que dice la gente en respuesta a una pregunta de cuestionario y la manera como vota en realidad. Pero otros temas no resultan tan bien y, otros, nada bien en absoluto. De manera que siempre hemos de enfrentarnos con esta cuestión de la validez, porque no tenemos claridad sobre la conducta que nidifican los cuestionarios. Las personas no son muy precisas al describir su propia conducta cuando se les pide que contesten a preguntas directas. La dificultad fundamental está en la falta de teorías consistentes. En su lugar, solemos confiar en que se descubran pautas en las respuestas, que nos orienten hacia explicaciones teóricas a posteriori. Pocas veces la teoría orienta explícitamente la investigación sociológica. Esperamos que los datos de las investigaciones decidan que conceptos teóricos parecerían apropiados. Seguramente, los demóscopos refinados encontrarán objetables muchos de estos comentarios. Querrán hacer la pregunta siguiente: ¿Cómo sabremos cuándo podremos dejar de utilizar más comprobaciones para examinar la cuestión de la validez? Podría hacerse la misma pregunta sobre los posibles remedios basados en mis sugerencias sobre la utilización de teorías del razonamiento y del análisis textual: ¿Cómo sabremos cuándo dejar de utilizarlas? No hay respuesta clara a estas preguntas, pero debemos observar que, en realidad, todos los métodos de recogida de datos que siguen los sociólogos padecen los mismos problemas con que tropiezan las encuestas. A menos de tener teorías consistentes, no podremos decidir en qué medida un método particular y los datos que produzca nos dirán algo que merezca la pena conocer. Todos estamos obligados a enfrentarnos con el mismo problema del sentido de la interpretación, independientemente de que utilicemos encuestas, textos, estadísticas demográficas, entrevistas extensivas, observación participante o cintas sonoras o visuales. El tema de la interpretación pocas veces es objeto de las encuestas y, mucho menos, de cualquier otro tipo de investigación sociológica. Precisamente, el tema de la interpretación es el problema de la comprensión. He argumentado en todo este prólogo que la encuesta y la entrevista carecen de fundamentos teóricos que concuerden con la reciente evolución de las teorías del uno lingüístico y de la comprensión. El seguir dependiendo de encuestas y entrevistas exige que demos a estos métodos un firme fundamento teórico, a fin de evitar el anquilosamiento de los actuales métodos de investigación esenciales a la sociología. El análisis del razonamiento y el análisis textual son parte integrante de toda investigación sociológica,de la cual la encuesta y la entrevista no son más que un capítulo. Relacionando la investigación sobre el razonamiento y los textos con las encuestas y las entrevistas, podremos llegar a hacer verificaciones realistas de la teoría sociológica, siguiendo unos métodos concordantes con el mundo cotidiano de aquéllos a quienes estudiamos. 8 AARON V. CICOUREL Universidad de California, San Diego Departamento de Sociología Marzo, abril 1982. 9 EL MÉTODO Y LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA 10 PRÓLOGO En estas páginas he tratado de anotar algunas ideas y problemas que me han servido de orientación y dificultad en mis estudios, como profesor de un curso de introducción a la metodología y en mis investigaciones; sistematizando un material conocido, aunque en gran parte inédito, por los estudiantes de metodología y los investigadores que se ocupan de la medición del proceso social. El problema típico de la medida en sociología, por una parte, son teorías implícitas con vagas propiedades y operaciones relacionadas de manera desconocida con unos procedimientos de medida cuyas propiedades cuantitativas explícitas, por otra parte, delimitan precisamente dichas operaciones. Este libro tiene un tono programático, por no ofrecer “solución, en el sentido de mostrar con exactitud cómo podemos elaborar mejores medidas. Mi contestación a los lectores que no gustan de declaraciones programáticas es que una solución práctica exige ciertas aclaraciones teóricas y metametodológicas, aclaraciones no completamente programáticas, que están vinculadas explícitamente a métodos concretos de investigación sociológica. He tratado de precisar qué problemas debe abordar la sociología, si los investigadores han de conseguir una interacción más importante entre la teoría, el método y los datos. En vez de buscar técnicas de medida “mejores” y más “rigurosas”, sería más fecundo eliminar muchas tentativas sociológicas de medida, buscando una explicación de las teorías y conceptos que aclarasen si la sociología presente ofrece o puede producir propiedades numéricas, y cuáles. La aclaración de la teoría sociológica en relación con las correspondientes propiedades, relaciones y operaciones aritméticas tiene que ir unida a la aclaración del lenguaje sociológico que utilizan los investigadores y al lenguaje y el sentido vulgar que emplean el actor del sociólogo y el “vulgo”. Las presentes categorías de los datos se ordenan o cuantifican independientemente de sus vínculos explícitos con la teoría, mientras que, al mismo tiempo, nuestro método se basan en los sentidos y procedimientos vulgares para conseguir conexiones a posteriori entre la teoría y los datos. Comencé a interesarme por escribir este libro en la universidad de California, Los Ángeles, estudiando con W. S. Robinson. Sus lecciones sobre metodología han sido fundamentales para las ideas que expongo en estos capítulos. Fueron de particular estímulo sus lecciones sobre la validez y la fidelidad, por la argumentación general de que el investigador sociológico tiene que basarse en los “conceptos populares” de su materia, en las clasificaciones del especialista o del cifrador y en sus propias interpretaciones personales de los hechos y datos para poder “dar sentido” a los resultados y lograr algún tipo de sistematización. Su observación conexa de que en sociología pocas veces podremos lograr un máximo de validez y fidelidad con las actuales técnicas de investigación estimularon mi interés por buscar vínculos más explícitos entre la teoría y la medida. 11 Dos años de colaboración con Harold Garfinkel me introdujeron en la obra de Alfred Schutz, haciéndome comprender mejor el papel de la teoría en el método y la medida sociológicos. Esta colaboración resultó estimable para comprender cómo las teorías sociológicas formales se relacionan ambiguamente con el lenguaje y el pensamiento vulgares del sujeto y del investigador. En estas páginas quedará de manifiesto cuánto debo a la obra de Schutz y a la exposición de Garfinkel. Pero empecé este libro después de mi asociación con Garfinkel y quizá me aparte bastante de sus propias ideas sobre los mismos temas o semejantes. No he recibido el favor de sus críticas, pero he tratado de acotar sus ideas, expuestas en obras publicadas e inéditas, dentro de los límites de no habérseme permitido citarlas directamente. Me han sido útiles las discusiones con mis antiguos colegas de la universidad del Noroeste y quiero dar las gracias particularmente a Donald T. Campbell, Scott Greer, Mitchell Harwitz, Herbert Hochbergb (actualmente en la Universidad de California Riverside me han sido útiles las discusiones con Egon Bittner, Thomas Morrison, Satanley Stewart y Howard Tucker. Durante los veranos en la Universidad de California-Berkeley he aprendido mucho en conversación con John Gumperz, David Matza, sheldon Messenger, William Petersen, June Rumery y Harvey Sacks. Muchas personas han leído varios borradores de parte o todo el original, habiéndose incorporado sus valiosas sugerencias a la redacción final. Quiero reconocer particularmente la ayuda de Howard S. Becker, Gerald Berreman, John Gumperz, Mitchell Harwitz, David Harrah, Meter McHugh, William Petersen, Satanley Stewart, Arthur Stinchcombe, Howard Tucker y Robin M. Williams, Jr. La arrolladora, aunque siempre constructiva y estimable crítica de Williams Petersen ha sido de especial importancia para revisar los capítulos I y IX, habiendo estimulado, además, una revisión general del original. Han sido especialmente valiosas las sugerencias editoriales de la señora Aline Pick Kessler, antes de la “Free Press”, habiendo hecho muchas contribuciones importantes al estilo y a la claridad. La señora Donna Lippert ha ofrecido una asistencia mecanográfica oportuna y generosa. Quiero dar las gracias a la Fundación “Dora and Randolph Haynes” por su beca del verano de 1961, que me permitió redactar los primeros capítulos del original. Quiero dar las gracias también a diversos editores y autores por el permiso para citar sus obras. A.V.C. Buenos Aires, enero 1964. 12 INTRODUCCIÓN Al ocuparnos de los fundamentos de la investigación sociológica, debemos examinar y revisar continuamente sus primeros principios. Con este libro, espero confirmarla examinando críticamente los fundamentos del método de la medida en sociología, particularmente, en el plano del proceso social. Comparto la idea de R. M. CacIver en social Causation de que «la estructura social es, en su mayor parte, creada». El tipo social de nexo causal, «a diferencia del nexo físico…, no existe independientemente de los objetivos y motivos de los seres sociales», requiriendo una metodología que se ajuste a la peculiaridad de los hechos sociales1. Me interesan, por tanto, los problemas del método y la medida que se plantean cuando los sociólogos estudian lo que Max Weber llama «conducta significativa» o «acción social»2. Supongo, en primer lugar, que las decisiones metódicas en la investigación sociológica tienen siempre su correspondencia teórica y sustancial; en segundo lugar, que los supuestos teóricos del método y la medida en sociología no pueden considerarse independientemente del lenguaje que emplean los sociólogos en su pensamiento e investigación. Mi supuesto fundamental es que la aclaración del lenguaje sociológico es importante porque la estructura y el uso lingüísticos afectan a la manera como las personas interpretan y describen el mundo. Como los sociólogos han creado sus propias terminologías teóricas y tratan frecuentemente con estos términos, a menudo diversos, por una parte, del lenguaje y la sustancia de lasteorías de otros y, por otra parte, del lenguaje de las personas en la vida cotidiana, cuya conducta les interesa explicar y predecir, es muy probable que queden confundidos la sintaxis y el sentido de estos lenguaje3. La investigación y la medida en sociología requieren algo así como una «teoría de la aplicación» y una teoría de los datos para poder distinguir, por una parte, entre la presencia y los procedimientos del observador y, por otra, el material titula «datos». La confusión del lenguaje sociológico sobre teorías sociológicas y los hechos sociales y el lenguaje que utilizan los sujetos en estudio es un problema fundamental en la investigación sobre el terreno y en otros métodos de investigación, como el análisis de contenido y los experimentos de laboratorio. En este libro se presta mucha atención al papel del lenguaje, especialmente del 1 R. M. MACIVER: Social Causation (Ginn), Boston, 1942, págs. 20-21. 2 Max WEBER: The Theory of Social and Exonomic Organization, trad. Por A.M. Henderson y Talcott Parsons (Oxford University Press), Nueva York, 1947, pág. 88. Véanse dos excelentes exposiciones de la obra de Weber y de su importancia para la teoría y el método en sociología: Meter WINCH: The Idea of a Social Science (Routledge and Kegan Paul y Humanities Press), Londres y Nueva Cork, 1958, especialmente los capítulos II, IV y V; y Hohn REX: Hey Problems of Sociological Theory (Routledge and Kegan Paul), Longres, 1961, esp. Caps. I, V, IX y X. Hay en este libro una clara explicación sobre las diferencias entre los fundamentos sustanciales de la teoría y de la investigación sociológicas. Mi propia exposición de los capítulos siguientes basada en la teoría sociológica apenas tratará de los temas teóricos sustanciales que plantea Rex, sino que se ocupará sobre todo de la «teoría fundamental» en la que supongo se basarán todas las diversas teorías sustanciales que él explica. 3 El lenguaje cotidiano y la sintaxis y el sentido que se asocian a los vocabularios vulgares son fundamentales en la comunicación habitual de la vida cotidiana. El supuesto decisivo es que las personas emplean este lenguaje, por definición, creen saber de qué habla cada uno. Se dan más precisiones en los capítulos 2 y 9. 13 lenguaje cotidiano y de las formas paralingüísticas de comunicación en la investigación sociológica. Se atiende también a discutir los sistemas matemáticos y de medida que se emplean al presente en la investigación sociológica. No quiero decir que los hechos socio-culturales no puedan medirse con las fórmulas matemáticas existentes, sino que los hechos fundamentales de la acción social deben aclararse antes de imponer postulados de medida con los que puedan no estar en correspondencia. Y para discutirlos, me han servido a menudo de una ficción: unas condiciones de medida difícilmente asequibles en nuestro presente estado de conocimientos. Por último, se determinan en esbozo los elementos de la acción social supuestos en muchas de las decisiones metódicas que toman los sociólogos durante su investigación. BREVE RESUMEN En el capítulo primero se aborda con cierto detalle el problema de la medida. Se exponen las dificultades para establecer clases de equivalencias en la teoría y la investigación sociológicas, prestándose atención a algunos problemas peculiares que implica la medición de los hechos socio-culturales. La tesis esencial del capítulo es que las medidas presentes no son válidas porque representan imponer procedimientos numéricos externos, tanto al mundo social observable, descrito empíricamente por los sociólogos, como a las conceptualizaciones basadas en dichas descripciones. Llevada al extremo, esta idea parecería señalar que, por no tener intrínsecamente propiedades numéricas los conceptos en que se basan las teorías sociológicas, no podemos saber qué propiedades numéricas buscar en los datos correlativos, cualesquiera sean. Examinando los capítulos del II al VIII, se verá que no tomo esta postura extrema. Los capítulos sobre la observación participante, la entrevista, los cuestionarios cerrados, el método demográfico, el análisis de contenido, la investigación experimental y la lingüística no proponen que los sociólogos detengan toda investigación medida hasta haberse aclarado las categorías fundamentales de la vida cotidiana y haberse ordenado axiomáticamente sus propiedades numéricas. Estos capítulos sobre los diversos métodos de investigación, en cambio, tratan de aclarar las clases de equivalencias sociológicas en el plano de la teoría fundamental y sustantiva, no de hallar «mejores» medidas. En este empeño, concuerdo con las actuales tentativas de reforzar los fundamentos metodológicos de la investigación sociológica. Las dos orientaciones que han aparecido obrarán así: 1. La teoría y la investigación actuales tratan de aclarar los fundamentos teóricos y de medida de las disciplina considerando a cada proyecto de 14 investigación y exposición teórica como empresa sustantiva y, a la vez, como tentativa de explicar la teoría y la medida4. 2. se han creado minimodelos para terrenos particulares de interés (como la investigación de pequeños grupos) que puedan ser axiomatizados. Y con estos proyectos a pequeña escala tratamos de saber sin un terreno delimitado puede recibir tratamiento numérico sin quedar totalmente falseado5. Ninguno de estos programas puede eludir una determinación implícita del modelo de actor que se supone al formular y realizar la investigación. El segundo programa exige ocuparse explícitamente de qué constituye una medida precisa en sociología, en oposición a la medida arbitraria6. Si los sociólogos adoptan el primer enfoque, la medida será vaga y difícilmente precisa, porque la mayor parte del esfuerzo se dedicará a aclarar el lenguaje y la expresión cotidianos, el lenguaje sociológico sobre la vida cotidiana y un metalenguaje sobre los conceptos que tratan del lenguaje sociológico sobre la vida cotidiana. El capítulo IX expone algunos elementos de la acción social y mi idea de qué es lo que debe incluirse inicialmente en el modelo que del actor tiene el sociólogo, esto es, antes de determinar los problemas sustanciales en estudio. Este capítulo final –que algunos lectores pueden preferir leer primero, porque gran parte de su contenido está supuesto en todo el libro- quiere ser, pues, una explicación introductoria de los tipos de material teórico «fundamental» supuestos en las decisiones metodológicas. 4 V. el interesante artículo de James F. SHORT, Jr.; Fred L. STRODTBECK y Desmond S. CARTWRIGHT: «A Strategy for Utilizing Research Dilemmas», Sociological Inquiry, 32 (Spring 1962), 185-202. 5 Puede verse una importante tentativa de tratar la conducta de pequeños grupos con modelos formales en: J. BERGER, B. P. COHEN, J. L. SNELL y M. SELDITCH, Jr.: Types of Formalization in Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 1962. Desgraciadamente, no se aborda adecuadamente en este libro la cuestión de si los modelos creados falsean las propiedades fundamentales o sustanciales en estudio. 6 Se llama medida precisa la correspondencia exacta entre los elementos sustantivos y las relaciones en estudio y los elementos y relaciones dispuestos en el sistema de medida. Medida arbitraria es una correspondencia discrecional o impuesta entre los elementos, las relaciones y las operaciones. 15 LA MEDIDA, LA CIENCIA Y LA INVESTIGACIÓN SOCIOLÓGICA Al insistir en que los sociólogos no prestan atención suficiente a estudiar las variables «subjetivas», especialmente las que contribuyen al carácter contingente de la vida cotidiana, espero subrayar la importanciade elaborar modelos de acción social que determinen los motivos típicos, los valores y los tipos de acción dentro del contexto de un medio de objetivos con propiedades vulgares, como las creadas por Weber. Esta explicación ofrece un modelo del actor que no reduce la acción social a variables sicológicas y supone que las clases de equivalencias, al menos en el plano conceptual, pueden determinarse dejando pendiente el problema de la medida. Se supone que es posible establecer clases de equivalencias en el plano conceptual que se correspondan con correlatos de un medio observado. He eludido la cuestión de si la sociología es una «ciencia» y su materia puede someterse definitivamente a cierta especie de cuantificación, suponiendo implícitamente que éstos son objetivos razonables. Mis motivos son los siguientes: como no tenemos ahora sistemas teóricos que puedan axiomatizarse significativamente de modo que originen propiedades numéricas en correspondencia, por ejemplo, con los números enteros o reales (y que, presumiblemente, sean isomorfas a ellas), difícilmente podremos medir con rigor los hechos sociales. Diré que el interés actual de la sociología por el título de «ciencia» y su insistencia en los «datos cuantitativos» oscurece la predicción y la explicación no triviales, por hacerse arbitraria la medida. Aunque el físico tiene también problemas enrevesados de medida, puede indicar experimentos repetibles que conducen a una verificación no trivial de importantes predicciones. Los conceptos teóricos de la sociología son todavía ambiguos y están disociados de su medida en situaciones de investigación. La medida actual en la investigación sociológica puede ser de valor para ofrecer un conocimiento intuitivo sobre la estructura de la teoría y los conjuntos adecuados de relaciones entre los elementos de la teoría, pero las medidas, y las teorías con las cuales se suponen relacionadas, siguen siendo ambiguas, por no relacionarse con lo que Nagel llama «reglas explícitas de correspondencia»7. En vez de emplear tanto tiempo y dinero en estudios que sólo consiguen una medida arbitraria, deberíamos emplear más tiempo en aclarar nuestras teorías y buscar correlatos en el mundo observable. El enfoque que sugerimos no evitará la investigación empírica; evitará los datos que se estiman valiosos sólo porque podemos meterlos dentro de un conjunto de categorías que constituirán una «escala» u ofrecerán una prueba de significación. Las discusiones sobre si la sociología es una «ciencia», o si sus teorías y datos puedan someterse a cuantificación, serán prematuras si no podemos convenir en qué es teoría y en si nuestras teorías pueden enunciarse de manera que originen propiedades numéricas con correlatos en el mundo observable. 7 Ernest NAGEL: The structure of Science (Harcourt, Brace), Nueva Cork, 1961, esp. cap. VI: «The Cognitive Status of Theories». 16 I LA MEDIDA y las matemáticas 17 Las técnicas de investigación y las escalas de medida de cualquier ciencia pueden considerarse como problema de la sociología del conocimiento. En cualquier momento, el conocimiento depende del particular estado de los métodos empleados y el conocimiento futuro dependerá del desarrollo de los métodos actuales. Es importante preguntarnos si las pretensiones de conocimiento se basan en métodos que se corresponden con las teorías y los datos recogidos o si las técnicas de investigación y escalas de medida en que se basan estas pretensiones tienen poco más que una relación de metáfora o sinécdoque con dichos datos y teorías8. Si nuestro interés empírico por el problema del orden social depende de tales métodos, y si estos métodos no se emplean con exactitud, resultará decisivo estudiar las técnicas de investigación y las escalas de medida para comprender qué se considerará «conocimiento» en una época determinada. Véanse las cuestiones siguientes: 1. Los métodos de investigación sociológica que tratan de medir las propiedades de la acción social, ¡qué supuestos teóricos implican? 2. Los supuestos teóricos, ¿originan propiedades de medida adecuadas a los datos que arrojan determinados procedimientos metódicos? 3. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para establecer una medición precisa y rigurosa en el estudio del proceso social? Son tres cuestiones que señalan el tema fundamental de este libro: la relación de la metodología y de la medida con la teoría. Toda exposición sobre las consecuencias teóricas de los procedimientos metódicos y de medida en sociología exige una digresión sobre los conceptos actuales de la medida, digresión necesaria, porque los sociólogos utilizan una forma mucho más general de medida que los naturalistas, y a menudo más atenuada. Por ello, el estudio de la medición en sociología exige cierta perspectiva técnica en que situar la práctica sociológica. 8 Los términos de metáfora y sinécdoque y el empleo que hacemos de ellos han sido sugeridos por Harold Garfinkel. Con empleo sinécdoque quiere decirse la práctica de los sociólogos de admitir que las afirmaciones teóricas y empíricas representen un conjunto amplio, sin precisar cómo encaja la parte en el resto de la teoría o en el resto de los datos. en este contexto significa que se utilizan frecuentemente teorías de la medida de manera que «representen» una demostración apropiada de la correspondencia entre los elementos de la teoría supuesta y los elementos empíricos originados por el sistema de medida, cuando en realidad no se ha cumplido tal correspondencia. Así ocurre especialmente cuando se analizan los datos sin precisar cómo contribuye la teoría a la interpretación que se sigue, concentrándose en el método de análisis y suponiendo que el resto, en cierto modo, va de suyo, sin que el investigador tenga que tomarse más molestias. En el caso del empleo metafórico, los sociólogos utilizan sistemas matemáticos como análogos a cierta doctrina teórica o se emplea una teoría de la medida que más bien tiene cierto «parecido» con los datos recogidos que una correspondencia demostrable entre sus elementos, relaciones y las operaciones que permiten. Lo importante en este caso es que los sociólogos, en su investigación, yuxtaponen a menudo las afirmaciones teóricas a las empíricas, esperando que el lector se encargue de demostrar una correspondencia sólo señalada por el investigador, quien precisa con exactitud cuáles son los elementos, relaciones y operaciones relacionados. 18 PERSPECTIVA TÉCNICA Comencemos con unas cuantas observaciones sobre los sistemas axiomáticos9. Conviene distinguir entre los cifrados (uninterpreted) y los descifrados (interpreted). Es cifrado un sistema axiomático formalizado, abstracto, que sólo comprenda términos lógicos, como «o», «y», «no», y símbolos seleccionados arbitrariamente, como $, %, # 10. Estos sistemas son útiles porque admiten deducciones y pruebas en operaciones claras, guardando de los errores que acompañan con frecuencia al empleo de términos descriptivos (descifrados, significativos)11. Los sistemas matemáticos, cuando son cifrados, se componen de meros símbolos, verdades lógicas o tautologías. Así, pues, el sistema axiomático formalizado no se refiere necesariamente al mundo real. Un sistema axiomático descifrado comprende términos descriptivos, además de lógicos. La sustitución de los símbolos y verdades lógicas de un sistema axiomático cifrado, abstracto, por términos descriptivos y enunciados empíricos conduce a un sistema descifrado12. Los axiomas o postulados de un sistema axiomático cifrado pueden convertirse en las leyes científicas de un sistemacifrado. Por tanto, los sistemas axiomáticos descifrados exigen que se demuestre una correspondencia entre los elementos, relaciones y operaciones de los sistemas matemático y sustantivo en cuestión. Las consecuencias exigen que se determinen las propiedades de medida de las teorías. Así, el ejemplo de Zetterberg de un sistema aciomático con propiedades ordinales significa que, en la teoría del suicidio de Durkheim, las propiedades sustantivas se limitan a las ordinales del sistema de medida13. Dado que estas limitaciones pueden reducir mucho la escala de medida, plantean también la cuestión de si semejante escala es adecuada para medir los procesos sociales, como proponía la teoría de Durkheim. Teorías implícitas y explícitas.- No todas las teorías son de carácter axiomático. Una teoría compuesta por un conjunto de leyes y definiciones que se relacionan deductivamente es un sistema axiomático14. No todos los sistemas axiomáticos son teorías. Provisionalmente al menos, convendrá distinguir entre estas dos clases de teorías. El primer tipo, la teoría implícita, puede definirse en general como un conjunto de definiciones y de enunciados descriptivos de forma no axiomática y que, por tanto, no deben tomarse como un conjunto de leyes relacionadas. Lo cual no quiere decir que tales teorías no puedan comprender leyes o que no existan relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. 9 Véase Hebert HOCHBERG: «Axiomatic Systems, Formalization and Scientific Theories»: y May BRODBECK: «Models, Meaning, and Theory», en L. Gross (ed.): Sympositum on Sociological Theory (Row, Peterson), Evanston, 1959. 10 HOCHBERG, idem, pág. 424. 11 HOCHBERG: op. cit., págs. 424-425. 12 BRODBECK: op. cit., págs. 376-378. 13 Hans ZETTERBERG: On Theory and Verification in Sociology (Tressler Press), Nueva cork, 1954. 14 HOCHBERG: op. cit., págs. 376-378. 19 De hecho, diversas teorías no puedan comprender leyes o que no existan relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. De hecho diversas teorías implícitas pueden tener «cierta» ambigüedad, cuyo grado sólo podrá precisar quienquiera las haya creado. Llamamos ambigüedad a la falta de sistematización en la estructura conceptual, y según criterios externos. La «complejidad» de muchas teorías implícitas en sociología estriba en la utilización de diversas clases de tipologías, paradigmas y recursos semejantes. Las teorías sociológicas son principalmente implícitas, con algunos islotes de sistematización y medida. Teoría explícita es un sistema axiomático descifrado, como lo definimos antes15. En sociología, realmente, no existen teorías explícitas, aunque se ha intentado «simularlas»16. Resumiendo, observamos que los sistemas matemáticos son per se sistemas axiomáticos (abstractos, formalizados) cifrados que comprenden símbolos y signos cifrados y enunciados tautológicos, mientras que algunos sistemas teóricos comprenden sistemas axiomáticos empíricos o teorías explícitas. Cuando los axiomas de un sistema matemático tienen la misma estructura que las leyes de una teoría explícita: 1) pudiendo convertirse los axiomas del sistema matemático en leyes de la teoría explícita; 2) habiendo una correspondencia exacta entre los términos de los dos sistemas y sus enunciados; y 3) manteniéndose las conexiones lógicas entre los axiomas y las leyes, respectivamente, ambos sistemas son isomorfos. La cuestión pertinente es cómo suponen tales isomorfismos los sociólogos que construyen o emplean «modelos matemáticos» y «modelos de medida» con teorías implícitas y qué consecuencias se siguen para la teoría y el método. ¿Podemos derivar de teorías implícitas proposiciones reducibles a medición rigurosa? ¿Ha de haber teorías axiomáticas para que haya medida? No tengo respuestas claras, pero las tocaré seguidamente. La medida.- Mucho de lo que se ha escrito en sicología y sociología sobre la medida está sacado de la obra del físico Norman Campbell. Recientes libros de Torgerson y Churchman y Ratoosh17 dan excelente información de diversas exposiciones sobre la medida y sus fundamentos matemáticos. Gran parte del trabajo sobre la medida en sociología se ha hecho en los terrenos llamados corrientemente sicología social y demografía, habiéndose concentrado en la creación o empleo de sistemas matemáticos para describir la interacción de pequeños grupos, medir actitudes y analizar datos demográficos. Campbell define la medida como la atribución de números (numbers) o, más en general, de cifras (numerals) para representar propiedades18. Nagel la llama «la 15 Las expresiones de teorías «explícitas» e «implícitas» han sido sugeridas por HOCHBERG en comunicación personal. 16 V. Herbert SIMON: «A Formal Theory on Interaction in Social Groups», American Sociological Review, 17 ( abril 1952), 202-211; y Joseph BERBER, Bernard P. COHEN, J. Laurie SNELL y Morris ZELDITCH, Jr.: Types of Formalization in Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 1962. 17 Warren TORGERSON: Theory and Method of Scaling (Wiley), Nueva York, 1958; C. West CHURCHMAN y P. RATOOSH: Mensurement (Wiley), Nueva York, 1959. 18 Norman CAMPBELL: What is Science? (Dover), Nueva York, 1952, pág. 110. 20 correlación de números con cosas que no son números»19. Stevens señala que, hablando en general, «es la atribución de cifras a objetos o hechos siguiendo unas reglas. Y en el que puedan atribuirse cifras según normas diferentes ocasiona distintos tipos de escalas y distintos tipos de medidas»20. Para Coombs, «en las ciencias físicas, la medida significa habitualmente atribución de números a observaciones (hecho que se llama “programa”) y en el análisis de los datos consiste en manejar dichos números u operar con ellos. Frecuentemente, ha sido intentado hacer lo mismo el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… que el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… que el sociólogo que sigue tal procedimiento, a veces, violentará sus datos»21. Según Torgerson: La medición atañe a las propiedades de los objetos, no a los mismos objetos. Así, en nuestro uso del término, no es mensurable un palo, aunque sí podrían serlo su longitud, pero, diámetro y dureza…. Medir una propiedad implica, pues, atribuir números a sistemas para representarla. Y, para ello, ha de prevalecer un isomorfismo, es decir, una relación exacta, entre ciertas características del sistema numérico implicado y las relaciones entre diversas cantidades (ejemplos) de la propiedad por medir. La esencia de este procedimiento es la atribución de números de tal manera que se refleje esta correspondencia exacta entre dichas características de los números y las correspondientes relaciones entre las cantidades22. Las cifras pueden ser sencillamente un conjunto ordenado de elementos en correspondencia exacta con el sistema numérico. El número y la cifra no siempre son intercambiables, como se supone en las citas de Campbell y Stevens. Reese observa que «las cifras, por las que se entiende sencillamente un grupo de signos o símbolos convencionales en un trozo de papel, tienen un orden convencional»23. Muchos autores no aclaran esta distinción entre cifras y números al tratar de la medida. Sobre esto, Reese cita a Campbell: Al hablar de la atribución de cifras, convendrá volver a subrayar que son cifras lo que se atribuye, no números. Como dice Campbell, «sería difícil evitar la impresión de que intervienen la idea de número y las reglas de la aritmética. Desde luego, están estrechamente relacionadas con la medida; pero si no reconocemos que no son esenciales, no entenderemos esta relación»24. 19 Ernest NAGEL: «Measurement»,Erkenntnis, 2 (1931), 313-333. 20 S. S. STEVENS: «Mathematics, Measurement, and Psychophysics», en S. S. STEVENS (ed.): Handbook of Experimental Psychology (Wiley), Nueva York, 1951. pág. 1. 21 Clyve COOMBS: «Theory and Methods of Social Measurement», en L. FESTINGER y D. KATZ (eds.):Research Methods in the Behavioral Sciences (Dryden), Nueva York, 1953, pág. 472. 22 THORGERSON: op. cit., págs. 14-15. 23 T. W. REESE: «Application of the Theory of Physical Measurement to the Measurement of Psychological Magnitudes with Experimental Examples», Psychol. Monogr., 55:3 (1943), 8. 24 Idem, págs. 9-10. 21 Esta distinción es importante a fin de aclarar el sentido de atribuir cifras a objetos sin especificar qué sistema algebraico de operar con números es aplicable. Es posible crear un sistema matemático que utilice cifras para representar un sistema teórico sustantivo, pero no especifique si las operaciones matemáticas desarrolladas o implícitas en el sistema se refieren a algún sistema numérico particular. El sistema matemático puede realizarse sin especificar un sistema numérico, dejando sin aclarar la cuestión de los postulados de medida. Puede idearse un modelo matemático formal, un sistema descifrado, que no diga nada sobre cómo deben medirse los hechos observables que en él se producen. Muchas utilizaciones formales de los sistemas matemáticos tienen poco que ver con la ciencia social empírica a menos que puedan hacerse deducciones útiles con consecuencias empíricas, esos inventos se quedan en ejercicios intelectuales de dudosa importancia. Churchman ha expuesto el problema general de la medida: Ni siquiera sabemos por qué medimos, en absoluto. Es costoso lograr medidas. ¿Merece la pena este esfuerzo?25. Coombs ha planteado un problema más grave. Véanse las siguientes observaciones: El método de análisis define, pues, cuál es la información, pudiendo dotarla o no de ciertas propiedades. Un método «consistente» de análisis concede propiedades a los datos que permiten utilizar su información, por ejemplo, para idear una escala unidimensional. Como es obvio una vez más, no puede inferirse que tal escala sea una característica de la conducta en cuestión si es consecuencia necesaria del método de análisis. Por eso, resulta conveniente estudiar métodos de recoger datos sobre la cantidad y tipo de información que comprende cada método sobre la conducta en cuestión, a diferencia de la impuesta. De modo semejante, antes de sacar información de los datos, es preciso estudiar las características o propiedades que imponen a dicha información los diversos métodos de analizarlos26. Estos párrafos de Coombs, junto con el siguiente de Torgerson, sobre la medida en ciencias sociales, ofrece una paradoja. Hablando de los diferentes tipos de medida, Torgerson observa: Otra manera como estas características podrían adquirir sentido hasta cierto puntos es, simplemente, por definición discrecional. La podríamos llamar medida arbitraria (by fiat). Ordinariamente, estriba en suponer relaciones entre las observaciones y el concepto de interés. Entran en 25 C. West CHURCHMAN: «Why Measure?», en CHURCHMAN y RATOOSH, op. cit., pág. 84. 26 COOMBS: op. cit., págs. 471-472. 22 esta categoría los índices e indicadores utilizados tan a menudo en las ciencias sociales y conductistas. Es probable que se dé esta suerte de medida cuandoquiera nos encontremos con un concepto precientífico o vulgar (common-sense) que parezca importante por motivos apriorísticos, pero que no sepamos cómo medir directamente. Por consiguiente, mediremos otra variable cualquiera o un promedio ponderado de otras variables que supongamos relacionas. Como ejemplos, podríamos citar la medida de la posición socio-económica; o de la emoción, utilizando la respuesta dérmica sicogalvánica; o de la capacidad de aprendizaje, mediante el número de pruebas y errores que cuesta al sujeto adquirir un criterio particular de aprendizaje27. Esta explicación de Torgerson sanciona la misma práctica contra la que nos advierte Coombs. Sin embargo, en la obra de éste se halla implícito el supuesto de que son apropiadas ciertas formas de métodos de escalas. Este supuesto implica alguna definición de la medida antes citada. Coombs supone implícitamente que los hechos sociológicos son reducibles a medida por los axiomas aritméticos o alguna derivación suya. Dicho supuesto puede enunciarse así: que los hechos de interés para el sociólogo tienen matemáticamente las mismas propiedades que las físicas y, en consecuencia, que los hechos sociales son reducibles a los mismos tipos de teorías de medida, con tal de que pueda encontrarse la «justa» combinación o derivación de los axiomas aritméticos, además de datos «adecuados» que se ajusten al modelo utilizado. Coombs ha desmenuzado mucho este problema: Casi todo el mundo estará dispuesto a decir que cualquier conjunto determinado de datos contienen algún error, pero precisamente qué es lo que hay que calificar de error depende en gran parte del nivel de medida que se crea admiten los datos. El sociólogo se enfrenta con su problema al escoger entre poner sus datos en un orden sencillo o preguntarse si sus datos responden a un orden sencillo. Seleccionando un sistema bastante consistente, el sociólogo podrá lograr construir siempre una escala unidimensional de medida, corrientemente, una escala de intervalo, obligando, pues, a que parte de los datos se califique de error. Al no pretender un sistema consistente, el sociólogo permitirá que los datos determinen si es adecuada una sencilla solución unidimensional. Es obvio que, en consecuencia, la unidimensionalidad, obtenida por un método de análisis que la garantiza, no puede mostrarse como característica de la conducta en cuestión. Lo cual no es sino un caso especial de principio más general, de no poder sostenerse ninguna propiedad de los datos, a menos que el método de recogerlos y analizarlos admita que se presenten propiedades alternativas. El problema del sociólogo, dicho toscamente, es si sabe lo que quiere o si quiere saber28. 27 THORGERSON: op. cit., págs. 21-22, subrayado en el original. 28 COOMBS: op. cit., págs. 486-487. 23 Estos comentarios de Torgerson y Coombs señalan el dilema del sociólogo: 1) si sus conceptos teóricos no son tan precisos que le digan qué sistemas de medida son adecuados para sus datos, podrá engañarse con métodos que impongan relaciones incoherentes a interpretaciones equivocadas sobre sus datos y su teoría; y 2) si las mismas medidas empleadas son inadecuadas por como han sido hechas, produciéndose una medición más arbitraria que precisa (literal). Son muchos los ejemplos de tal medición. Casi todas las escalas, como denotan los comentarios de Torgerson, están expuestas a la medida arbitraria, por ejemplo, la medida de las actitudes en los estudios electorales, de medios de difusión y de prejuicios, entre otros. LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA ¿Cuáles son los fundamentos apropiados para la medida en sociología? Las obras antes citadas indican que, en el estado presente de nuestros conocimientos, no puede lograrse en sociología una medición rigurosa (en el sentido literal que predomina con el empleo de sistemas teóricos explícitos) para las propiedades del proceso social. Medir con exactitud el proceso social exige primeramente que se estudie el problema del sentido en la vida cotidiana. La indagación sociológica comienza refiriéndose al mundo del sentido común de la vida cotidiana. Los sentidos que se comunican con el empleo de las ordinarias categorías lingüísticas cotidianas y las comunes experiencias culturales nolingüísticas informan todo acto social, interfiriendo (de manera que puede señalarse conceptualmente y observarse empíricamente) la correspondencia necesaria para una medición exacta. La medición precisa de los actos sociales (lo cual quiere decir que las estructuras conceptuales arrojen propiedades numéricas que se correspondan con las medidas existentes o que puedan crearse) exige el empleo de sentidos lingüísticos y no lingüísticos que no puedan darse por supuestos, sino que deben considerarse como objetos de estudio. Con otras palabras, medir supone una red limitada de sentidos compartidos, es decir, una teoría de la cultura. Sólo el físico define su terreno de observación, pero en la ciencia social el tema del razonamiento comienza habitualmente por los sentidos culturales preseleccionados y predescifrados del sujeto. Como el observador y el sujeto comparten los sentidos culturales entretejidos en el sistema lingüístico que ambos emplean para comunicarse, los sentidos cotidianos compartidos y el particular lenguaje que emplea el sociólogo constituyen un elemento fundamental para la medida de los actos sociales. Las «reglas» que se siguen para atribuir significación a los objetos y hechos y sus propiedades deben ser las mismas, es decir, los sistemas lingüísticos deben hallarse en cierto tipo de correspondencia. Pero en el razonamiento sociológico, las «reglas» raras veces son explícitas, aunque existe interés por una definición exacta y criterios operativos. Las «reglas» que ordenan el uso del lenguaje y los sentidos que transmiten los gestos y expresiones lingüísticos y no lingüísticos no están claras y siguen siendo un problema casi inabordado por la investigación empírica. Y si las «reglas» que ordenan el uso del lenguaje para describir objetos y hechos en la vida cotidiana y 24 en el razonamiento sociológico no están claras, tampoco reflejará claridad la atribución de cifras o números a las propiedades de objetos y hechos conforme a cierto conjunto de reglas relativamente coherente. En los escritos de Paul Lazarsfeld podemos ver un reconocimiento implícito de falta de medida precisa en sociología, cuando observa que es un problema importante identificar las propiedades pertinentes, y se manifiesta en el lenguaje que usamos para denotar propiedades per se29. Las propiedades de los objetos y de los hechos sociales se llaman a veces «aspectos» o «atributos», en vez de «variables». Lazarsfel señala la laxitud de la medida en sociología, al decir que la «atribución de propiedades se llama indistintamente descripción, clasificación y medida»30. Y prosigue estableciendo cuatro operaciones para crear «variables» en la medida de objetos sociales complejos: «una imagen inicial del concepto, fijar las dimensiones, seleccionar los indicadores observables y combinar los indicadores en índices»31. La noción de «imagen» se refiere a la creación de una idea o de un cuadro vago por el investigador sobre cierto conjunto de regularidades que trata de explicar o comprender. O puede ser la percepción de varios tipos de fenómenos, y el analista cree que tienen características fundamentales comunes. Después, las tentativas de definir o delimitar el concepto pasa de la imagen a la fijación se sus «elementos», «aspectos» o «dimensiones», o de algo semejante. Según Lazarsfeld, «se muestra que el concepto está compuesto por una combinación compleja de fenómenos, más que por un sencillo y directamente observable»32. Y considera que, para convertir el concepto en algún tipo de operación o medida, es esencial descomponerlo en un número «razonable» de dimensiones. Después de decidir qué dimensiones tomará el concepto, el investigador tendrá que hallar indicadores apropiados. Lazarsfeld no nos da reglas para seleccionar indicadores. La falta de reglas claras refleja el inadecuado estado de la teoría sociológica. Y la reducción necesaria para convertir los enunciados teóricos abstractos en conceptos con dimensiones determinables quizá sea la misión más difícil con que se enfrentan los sociólogos orientados a la investigación. Para ilustrar esta dificultad, Lazarsfeld muestra conceptos que se suponen obvios para el lector y poco necesitados de clarificación conceptual en cuanto a un cuerpo más general de teoría (por ejemplo, en teoría de la gestión, la eficacia del equipo de producción) y demuestra los muchos sentidos que pueden tener. Lo esencial que aprendemos de la exposición por Lazarsfeld de los indicadores y de su selección es que al «descomponer» el concepto en una variedad de «sentidos», el investigador queda obligado a aclarar sus ideas teóricas. 29 Paul F. LAZARSFED: «Evidence and Inference in Social Research», en D. LERNER (ed.): Evidence and inference (The Free Press of Glencoc), Nueva York, 1959. pág. 108. 30 Ibíd. 31 Idem, pág. 109. 32 Ibíd. 25 Tratando de la creación de índices, Lazarsfeld ha de suponer una vez más que nuestro conocimiento de los conceptos teóricos que queremos medir es lo bastante preciso para capacitarnos o hablar con fundamento sobre la relación de probabilidad de cada indicador con «lo que realmente queremos saber». Y para terminar sus explicaciones sobre la importancia de la teoría para la combinación de indicadores, nos dice: «Por expresarlo de otra manera, necesitamos gran cantidad de pruebas si queremos saber lo que un hombre puede hacer realmente o qué postura toma» sobre un asunto33. La exposición pasa después a cómo podemos reunir muchos indicadores en un índice y cómo se relacionan aquéllos entre sí. Esta explicación está más orientada al mecanismo de combinar los indicadores que a la importancia de la teoría para determinar su combinación e interrelaciones. Lazarsfeld se interesa por derivar ideas matemáticas de las interrelaciones de los indicadores para poder hablar de la «capacidad de un indicador, en comparación con otro, de contribuir a la medida específica que queramos hacer»34. Siguiendo con la permutabilidad de los índices, Lazarsfeld descubre un básico recurso de procedimiento que habrá de tratar a lo largo de todo el libro: cómo las respuestas a los puntos del cuestionario, más bien que la teoría explícita, son las que nos dan la base para decidir la importancia de los indicadores. No podemos desconocer que la mayor parte de la obra y de las ideas de Lazarsfeld sobre la medida en sociología procede de su interés y de su trabajo en mitología de las encuestas –en particular, porque tales métodos toman como evidentes el lenguaje y el sentido- si queremos entender cómo los problemas de medida en sociología se ha unido y confundido con los procedimientos tradicionales de las ciencias naturales. Los procedimientos generales que sugiere Lazarsfeld se adaptan particularmente bien a las condiciones de la investigación sobre el terreno, cuando el estudioso no puede determinar con claridad y precisión qué variables son apropiadas para convertir sus conceptos en una serie de actividades operativas que arrojan datos en apoyo o rechazo de sus conjeturas. Al pasar de la imagen inicial por la creación de índices, se hacen inferencias y deducciones implícitas y explícitas basadas en parte en los tipos generales de datos a los que se ve dirigido el investigados por dicha imagen y, más importante, en cómo se manejan los datos con las diversas clasificaciones y tabulaciones cruzadas, que llevan después a continuas inferencias sobre la infraestructura de la imagen inicial. Estas últimas inferencias ofrecen al investigador sobre el terreno una forma de imagen más amplia o estructura teórica, así como el sentido de sus datos, es decir, su pertinencia a la imagen teórica utilizada. Comoobserva Lazarsfeld, «en la investigación sociológica, las clasificaciones se utilizan principalmente para establecer relaciones entre cierto número de conclusión empírica que buscamos, quedan muy afectadas cambiando un índice razonable por otro»35. Lo que no está claro es si la imagen teórica dicta las relaciones iniciales y el imponer cierta forma 33 Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 112. 34 Idem, pág. 113. 35 Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 115. 26 de medida concreta las variables en cuestión o si la clasificación de las respuestas por ciertas reglas discrecionales de cifrado (coding) o lagunas «naturales» de los resultados produce el sentido cuantitativo de la «variable» e informa también la imagen inicial. Suponemos que nuestras «variables» deben determinarse mediante conversiones teóricas de nuestros conceptos, de modo que su ámbito de pertinencia, el orden de los valores y las propiedades numéricas que deben asumir sean derivables de la teoría. Excepto en los casos en que los datos son producidos (y en ocasiones adoptan propiedades numéricas naturales) por instancias sociales para sus propios fines contables, casi toda la investigación sociológica que exige contacto con sujetos implica siempre teorías implícitas que están muy lejos de una verificación a priori de hipótesis. Nuestras clasificaciones de los datos, a menudo arbitrarias, llegan a ser la base para establecer cierta forma de cuantificación. Como la clasificación es a posteriori, la validez de nuestra medida es la relativa a la clasificación arbitraria, haciendo improbable en ese momento la repetición y el conocimiento riguroso. Así pues, los problemas más graves de la medida surgen cuando nos ocupamos de las «variables» cualitativas. Las referencias a éstas suponen que «hay una línea directa de continuidad lógica desde la clasificación cualitativa hasta las formas más rigurosas de medida, pasando por los recursos intermedios de las proporciones sistemáticas, escalas ordinales, clasificaciones multidimensionales, tipología y simples índices cuantitativos»36. Lo cual supone a su vez, en primer lugar, que las arbitrarias y diversas clasificaciones empleadas por el sociólogo son aproximaciones operativas a conceptos engañosos, cuyas propiedades no pueden descubrirse fácilmente por inspección directa, en nuestro actual estado de desarrollo; en segundo lugar, que los materiales titulados «datos», y a los que se atribuye una medida dicotómica o más refinada, se corresponden con los conceptos en estudio. Además, la investigación sociológica que trata de ordenar los materiales mediante investigación sobre el terreno debe suponer que la medida arbitraria producida por las reglas metódicas que se siguen actualmente son clasificaciones singulares para cada proyecto de investigación y que su justificación ha de encontrarse, en último término, en los conceptos teóricos utilizados para explicar los datos. Finalmente, está el supuesto, o creencia implícita, de que tales conceptos tienen la misma estructura que los de las ciencias naturales y pueden arrojar propiedades numéricas en tan ajustada correspondencia con los sistemas de medida. Si encaramos la opción de utilizar medidas según el modelo de las ciencias naturales o de simple descripción, debemos estar informados en ambos casos sobre la sucesión de los pasos que nos llevarán a unos procedimientos «aceptables». En cuidadosa retrospectiva de los supuestos implicados en los procedimientos de clasificación e impuestos a nuestros conceptos, podremos apreciar mejor hasta qué punto se interfieren o se complementan nuestros esfuerzos por lograr una medida, una elaboración teórica y unos datos sustantivos generales e invariables. El no poder demostrar una correspondencia 36 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: «Qualitative Measurement in the Social Sciences», en D. LERNER y H. D. LASSWELL (eds.): The Policy Sciences: Recent Developments in Scope and Method (Stanford University Press), Stanford, 1951, pág. 155. 27 precisa o justificada entre las medidas existentes y nuestros conceptos teóricos y sustantivos, sino tener que establecer esta relación arbitrariamente, quiere decir que no podemos tomar por supuestos los procedimientos de investigación ni, por tanto, las conclusiones basadas en ellos. Suponiendo que los hechos y conceptos fundamentales de la sociología se corresponden con los sistemas matemáticos y de medida existentes, Lazarsfeld y Barton pasan al básico problema de clasificar cierto conjunto de experiencias u objetos identificables dentro de cierta categoría. Por ejemplo: ¿Cómo nos ponemos a formar tales categorías, en primer lugar? ¿Por qué escoger ciertos elementos de la situación, y no otros? ¿Por qué combinarlos precisamente en estas categorías? Se puede argüir acertadamente que no podemos redactar un conjunto de instrucciones manuales para categorizar los fenómenos sociales: tales instrucciones no serían más que un programa general para desarrollar la teoría social. No podemos escribir un manual sobre «cómo formar fecundos conceptos teóricos» de la misma manera que escribimos manuales sobre cómo seleccionar muestras o redactar cuestionarios37. Así pues, idealmente, la categorización de los fenómenos sociales exige el desarrollo de la teoría social general, pero, como dan a entender Lazarsfeld y Barton, eso no puede hacerse hoy en sociología. Estos autores señalan un conjunto de procedimientos más prácticos, que comienza con las cuestiones siguientes, bien delimitadas que atienden a la descripción de lo que ocurre en situaciones determinadas, por ejemplo: «¿Qué es lo que hacen los jóvenes cuando están pensando en elegir carrera? ¿Qué tipo de reacciones tienen los jóvenes ante el paro? ¿Cuáles son los cauces de información sobre los asuntos públicos en un municipio estadounidense?»38. La solución práctica requiere, pues, que el investigador se haga preguntas generales sobre determinados temas esenciales, preguntas que puedan convertirse operativamente en una forma de pensar, tanto vulgar como pertinencia teórica. La falta de una teoría social desarrollada obliga a todos los investigadores en sociología a emplear conceptos vulgares que reflejan los conocimientos comunes a los sociólogos y a los miembros «medios» de la comunidad o sociedad. Suponiendo desde el principio que el sociólogo y sus sujetos constituyen una cultura común que cada uno entiende más o menos de la misma manera, los sentidos «obvios» de las preguntas operativizadas del cuestionario en que se basan los indicadores incorporarán propiedades sólo vagamente definidas en la teoría social, pero cuya importancia para el proyecto de investigación se da por supuesta. Así, en la exposición de Lazarsfeld y Barton sobre la medida cualitativa hay implícita una teoría del orden social y una cultura común al sociólogo y al sujeto. 37 Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 156. 38 28 Por ejemplo, consideran necesarios cuatro requisitos para -«articulación», «correlación lógica», «adaptación al marco de referencias del entrevistado»- implican fáciles normas de procedimiento que son evidentes39. Las muchas decisiones que hay que tomar suponen una correspondencia implícita entre: 1) Los indicadores por los que el hombre sencillo identifica objetos significativos y los que utiliza el sociólogo para identificar objetos y hechos significativos. 2) El punto de vista del actor: las categorías lingüísticas y de sentido que utiliza para describir y clasificar observaciones y experiencias; y el punto de vista del observador: las categorías lingüísticas
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