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www.loqueleo.santillana.com
Un libro que habla de la relación entre 
las mascotas y sus dueños.
Silvia Schujer
Mucho perro
Silvia Schujer
Ilustraciones de Pez
Mucho es un perro que tiene dificultades para agradar a sus 
dueños. Cuando le piden que cuide la casa, se queda dormido. 
Y si quieren lucirlo ante las visitas, él, de los nervios, se babea 
sobre los zapatos del invitado. Es por eso que un día, cansado de 
escuchar opiniones en su contra, se aleja de su casa.
Estas son sus aventuras graciosas, entretenidas y tiernas.
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Silvia Schujer
Ilustraciones de Pez
Mucho perro
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© 1999, Silvia Schujer
© 1999, 2005, 2014, Ediciones Santillana S.A.
© De esta edición:
2016, Ediciones Santillana S.A.
Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
ISBN: 978-950-46-4660-0
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina. Printed in Argentina.
Primera edición: enero de 2016
Coordinación de Literatura Infantil y Juvenil: María Fernanda Maquieira
Ilustraciones: Pez
Dirección de Arte: José Crespo y Rosa Marín 
Proyecto gráfico: Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas y Julia Ortega
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en 
todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de 
información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, 
electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso 
previo por escrito de la editorial.
Schujer, Silvia Graciela
 Mucho perro / Silvia Graciela Schujer ; ilustrado por Alberto Pez. - 1a ed 
. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Santillana, 2016.
 48 p. : il. ; 19 x 16 cm. - (Amarilla)
 ISBN 978-950-46-4660-0
 1. Literatura Infantil y Juvenil. I. Pez, Alberto, ilus. II. Título.
 CDD 863.9282
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Mucho perro
Silvia Schujer 
Ilustraciones de Pez
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A Guaiti. A su don perro.
Mu cho pe rro y la ra zón por la 
que un día de ci de aban do nar 
a la fa mi lia.
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Po bre Mu cho.
Las co sas le sa len muy mal.
Y no so la men te una, si no to das.
Lo que se di ce to das.
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Cuan do le pi den que cui de la ca sa, él se que da 
dor mi do.
Cuan do le ti ran una pe lo ti ta pa ra que la atra pe, 
a él se le pier de de vis ta.
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Le ordenan que se siente y 
se para en dos patas: espera una 
caricia de aprobación.
Cuando lo mandan afuera 
para que no ensucie, se pone 
a desenterrar huesos viejos. Se 
llena de barro y en un descuido 
deja todo a la miseria otra vez.
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Lo quieren lucir entre las visitas, claro: le dicen 
que extienda una pata y él, de los nervios, se 
empieza a babear sobre los zapatos del invitado.
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Le exi gen que se que de 
quie to, muy quie to, y él va 
de re cho a un rin cón. Só lo 
con mo ver la co la –por que 
se dis trae– pro vo ca una 
ca tás tro fe: un mue ble que se 
es tro pea, un ja rrón que se 
de sar ma.
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Pobre Mucho.
Tiene la mala suerte de que nada le sale bien.
Ni siquiera ladrar. Porque es tan miedoso 
que cuando un ladrón se le acerca, él se queda sin 
voz. O se equivoca de idioma y en vez de “guau” 
le sale algo parecido al trino de un pajarito.
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Al gu nos pien san que el pro ble ma de Mu cho 
es lo mu cho que lo mi man. Los que di cen és to 
pro po nen que se lo re te mu chí si mo más.
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Otros opi nan que Mu cho es sor do. Otros, un 
per fec to dis traí do.
Ca da uno tie ne una idea dis tin ta so bre el 
ani mal. Pero todos coinciden en que es muy animal.
El ne ne de la ca sa de fien de a su pe rro di cien do 
que el po bre no tie ne la cul pa de ha ber na ci do tan 
pe rro y tan po co per so na. En eso tie ne ra zón.
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La cuestión es 
que de golpe, cansado 
de sus fracasos, el 
bueno de Mucho carga 
sus pertenencias en un 
hatillo y decide 
abandonar a la familia.
Triste, pero 
seguro de lo que hace, 
Mucho se va de la casa 
cuando ya todos se 
han ido a dormir y, sin 
mirar hacia atrás ni 
hacia adelante, 
empieza a deambular 
sin rumbo.
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La cuestión es 
que de golpe, cansado 
de sus fracasos, el 
bueno de Mucho carga 
sus pertenencias en un 
hatillo y decide 
abandonar a la familia.
Triste, pero 
seguro de lo que hace, 
Mucho se va de la casa 
cuando ya todos se 
han ido a dormir y, sin 
mirar hacia atrás ni 
hacia adelante, 
empieza a deambular 
sin rumbo.
Tan triste y tan sin 
rumbo va, que no se da 
cuenta de lo que le está 
pasando. Y es que, durante 
toda la noche por no mirar 
el camino, lo único que 
hace es dar vueltas y más 
vueltas a la manzana.
Mucho tiene tanta 
mala suerte que cuando 
amanece, sus dueños lo 
encuentran durmiendo 
como un angelito en el 
portón de la casa.
Está tan agotado que 
no hay grito ni cosquilla 
que lo despierte.
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—¡Qué cas ti go! —sus pi ra la due ña cuan do lo 
ve. Pe ro en se gui da se arre man ga y car ga en bra zos al 
pe rro pa ra que su es po so pue da sa car el au to.
—¡Qué cas ti go! —re pi te, pe ro ahora con una 
son ri sa—. Si no fue ra por que es tan lin do, no sé 
qué ha ría con él.
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