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Green, A El complejo de castración en Freud

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André Green 
Psicoloqía 
EL COMPLEJO 
DE CASTRACION 
PAIDOS 
Buenos Aires 
Barcelona 
México 
Parte II 
El complejo de castración en Freud 
-
1 
. ' 
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. ' 
Freud puede reivindicar sin refutación posible el ha-
descubierto el complejo de castración. A lo largo de 
obra detectamos los elementos cuyo ensamblaje cons-
la teoría. 
L LO IMAGINARIO DE LA CASTRACION 
Uno esperaría que el complejo de castración hubie-
sido tratado en Tres ensayos de teoría sexual. Nada 
eso. El complejo se le revela a Freud en primer lu-
a través de formaciones imaginarias (se refiere a él 
primera vez en La interpretación de los sueños, en 
sección dedicada a la elaboración onírica). 1 Sin duda, 
mt.e el trabajo del sueño la eliminación de la cen-
favorece la figuración simbólica de la castración 
;H:::, corte del cabello, caída de los dientes, decapi-
:ÍÓil, etc.). Es de destacar que la castración está re---=. 
...JJ oien por la insisten-
~~l, ;o:n:;u, a través de una mul-
c-'1 
.. (,. ? 
1. Jean Laplanche señala en esta obra un sueño que remite muy 
cmemte a la castración (lnterpretation des reues, págs. 496-97). 
Problématiques III, PUF, 1980, págs. 14-15. 
• 
49 
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• 
a que recurre el lenguaje para denominar los genitales: 
los chiquitos, o el chiquito, que prefigura el concepto que 
propondrá ulteriormente de "la cosita que se puede se-
parar del cuerpo". El chiquito es manifiestamente el her-
manito, el niño. Ya la simbolización, en suma, hace del 
pene una representación del cuerpo entero. Más banal-
mente el simbolismo de los animalitos tiene el mismo 
' sentido (peces, caracoles, ratones y sobre todo serpien-
tes). Este ingreso de la castración en la teoría por la 
puerta del sueño muestra a las claras que se trata ante 
todo de un antasma de castración muy diferente de la 
castración real. 2 
La castración entra oficialmente en la teoría en 1908, 
Una vez más a propósito de una actividad fantasmática: 
"Las teorías sexuales infantiles". La castración se dedu-
ce a posteriori cuando la realidad invalida el fantasma 
de la atribución de un pene a todos los seres vivos. Ad-
virtamos que Freud se desliza de un fantasma propio de 
varones a un fantasma de los dos sexos. Pero retenga-
mos que a partir de ese momento Freud asigna al pene 
el rol de objeto sexual autoerótico primario y de zona _ 
erógena de primordial importancia. Hasta el punto de 
que en el artículo citado el discurso interior del varón 
que comenta la ausencia del órgano en la niña está sepa-
rado del texto que lo precede por un espacio en blanco.3 
La persistencia de la creencia en un pene femenino se 
2. La primera mención de la castración que aparece en La. interpre-
tación de los sueños se relaciona con la mitología. Es el fruto de un lap-
sus. Freud confunde a Zeus con Cronos. Menciona la castración de Cro-
nos por Zeus, cuando en realidad es Urano quien es castrado por su hijo 
Crorios, padre de Zeus. Freud analizará largamente este error en el 
capítulo X de la Psicopatología de la vida_ co~diana (~901). 
3. Véase "Les théories sexuelles infantiles , en La vte sexuelle, trad. 
de J. Laplanche y otros, pág. 19. Al parecer, el análisis del pequeño Hans 
suministró la materia prima para el artículo sobre las teorías sexuales 
infantiles que se publicó cuando ese análisis ya había sido realizado. El 
trabajo consagrado al análisis de Hans se publicó posteriormente. 
50 
en el espíritu de los adultos. El homosexual 
hasta tal punto fijado en esta concepción que las 
, desprovistas de ese órgano, no ejercerán sobre 
ningún atractivo, y aborrecerá ese sexo evocador de 
amenaza que él todavía teme. Como lo hace notar 
Laplanche, la distinción entre masculino y feroe-
no que el niño reconoce espontáneamente y sin difi-
....... u, no tiene un fundamento sexual. Por eso propone 
tinguu· la diferencia entre los géneros (masculino-fe-
.• uv) de la diferencia entre los sexos, aún no estable-
puesto que se atribuye un pene a todos los seres 
humanos. 4 La primera diferenciación se establecería en 
torno a la distinción entre lo fálico y lo castrado, y más 
tarde entre lo masculino-peniano y lo femenino-vaginal. , 
Las otras teorías sexuales conciernen a la teoría cloa-
del nacimiento y a la concepción sádica del coito, que 
mplican menos directamente a la castración, aunque 
llegar a excluirla por completo. 
II. PRIMERAS CAPTACIONES DEL COMPLEJO 
DE CASTRACION EN LA INFANCIP. 
"Teorías" (fantasmas de valor etiológico) sexuales, sí, 
sobre todo infantiles. El análisis de Ja fobia de un 
.&.uu de cinco años que se haría famoso bajo el apodo de 
Hans" aportaría a Freud la confirmación de 
ideas (1905, publicado en 1909). A través del caso 
articular del complejo de castración, podemos seguir el 
tinerario intelectual de Freud. De 1893 a 1900 la fuen-
te proviene del tratamiento de pacientes adultos; de 
1899-1900 a 1901 se desplaza hacia las formaciones del 
Inconsciente de adultos normales (sueño y psicopato-
4. J. Laplanche. Probléma.tiques III: castration et symbolizations, 
' 1980, pág. 36. 
51 
• 
logía de la vida cotidiana). En 1905 se encuentra un nue-
vo filón gracias al estudio de la infancia, primero nor-
mal y luego patológica. La amenaza de castración se 
relaciona en el e ueño Hans con la masturbación in-
fantil, pero sus efectos se pro ucen a osterwQ,_Y. em-
pieza a- ser verdaderamente temida sólo mucho tiempo 
~ -
después a pesar de que en el momento pareció haber sido 
ig:r_forada. De hecho es la con·uñ ión de la percepción del - -
sex_o_de la niña o de la madre y la amenaza de castra-
ción lo que suscita la ang1!stia. ~La amenaza la prefie-
re la madre pero su ejecucién recae en un hombre,_ge-
ner ñieñte el padre . . 
Una consecuencia del complejo de castración es su rol 
de estímulo intelectual respecto de cuestiones relativas 
a la bisexualidad y, por extensión, respecto de muchas 
otras. Cabría pensar que las costumbres actuales per-
miten a las madres de hoy explicaciones menos emba-
razosas y más circunstanciadas sobre la conformación 
sexual de los adultos de ambos sexos. Roiphe y Galen-
son 5 hacen notar que las madres sólo proporcionan a sus 
hijas un término preciso para designar sus órganos ge-
nitales cuando éstas han manifestado una intensa 
curiosidad sexual, a diferencia, eyidentemente, de lo que 
ocurre en el caso de los varones,, cuyo sexo es objeto de 
una designación más precoz. Esto es así a pesar de que 
ellas disponen en cambio de palabras para designar las 
nalgas y las funciones de los esfínteres. Los autores con-
cluyen que esta diferencia en el trato a !as niñas res-
pectoae los varones es el iñdicio de un complejo de cas-
tración de las madres en nuestra cultura. Además, la ex-
periencia muestra que con sus preguntas insistentes los 
niños logran vencer la reticencia de la m-adre. Esta sue-
le mantener la ambigüedad en el espíritu del hijo con 
5. H. Roiphe y E. Galenson, La naissance de l 'identité sexuelle, trad. 
de Pollak-Cornillot, PUF, 1987. 
52 
' 
respuestas. Y aun cuando dé las explicaciones más 
, no es seguro que los niños deseen escucharlas si 
su angustia o se oponen demasiado a sus pro-
teorías sexuales. Un ejemplo pintoresco es el que 
· Melanie Klein, cuyo hijo no quería saber 
de las explicaciones excesivamente realistas que le 
su madre sobre el nacimiento de los niños como 
~a a sus preguntas, y prefería en cambio abier-
lmlmt las más tradicionales explicaciones de la veci-
' que recurría a la versión de la cigüeña. Lo cual no 
de lastimar a su madre psicoanalista. N o podríamos 
bandonar a Hans sin referirnos a una teoría sexual con-
de la castración. ~l varón cree que pueden des-
ojado de su miembro, pero alimenta la esperanza de 
ue sea con el objetivo e reemp azar o por otro más 
~Lo cual prueba, si fuera necesario, que la en-
vidia pene es también propia de los varones. El in-
terés que revisten las elaboraciones del pequeño Hans 
· en mostrarnos que las preocupaciones relacio-
nadas con la castraciónremiten también a la defecación 
f a la teoría sexual relativa al parto. Es imposible con-
cebir la desvirilización sin plantear el problema de la fe-
mineidad según el varón. 
III. EN EL ADULTO: EL NEUROTICO, EL PSICOTICO, 
EL ARTISTA Y EL "SALVAJE" ANTE LA CASTRACION 
Freud encontrará el complejo de castración en el 
Hombre de las Ratas pero este último le abrirá el ca-
mino de la comprensión de su aspecto regresivo: su for-
ma sádica anal. El problema de la castración "anal" se 
planteó desde ese momento implícitamente. Dicho de 
otro modo, el problema de los precursores de la castra-
ción por anal<;>gía entre los efectos del corte del pene y 
la pérdida de las heces o el destete. Pero advirtamos que 
53 
• 
lo que Freud sostiene es que la regresión sádica anal 
debe llevarnos a escuchar el lenguaje de la genitalidad 
detrás de sus disfraces (es decir, sus condensaciones y 
desplazamientos regresivos) anales. 
La evolución de Freud lo llevará a encontrar el com-
plejo de castración incluso en los adultos universalmen-
te reconocidos como geniales, como Leonardo da Vinci. 
Lejos de ser inmunes a él, resultan igualmente some-
tidos, con la condición de que se los investigue sin idea-
lización ni complacencia. 6 Dicho de otro modo, no hay 
razón para limitar el complejo exclusivamente a los ca-
sos patológicos. En el caso de Leonardo, el complejo en 
cuestión pasa por un intenso voyeurismo sublimado en 
epistemofilia, mientras que la sexualidad se ve afecta-
da de inhibición, sobre todo en el terreno de la hetero-
sexualidad. El propósito de Freud no es, como se ha 
creído, desvalorizar al genio, sino más bien luchar con- · 
tra la tendencia cultural a la depreciación de los órga-
nos genitales y de la sexu;:=~lidad. El mismo Leonardo era 
pasible de esta acusación (1910). 
Freud llegó a encontrarse en cierto modo desborda-
do por la confirmación que le aportaron las Memorias 
• 
del Presidente Schreber, jurista afectado por una para-
noia delirante, uno de 'cuyos tema~ principales era la as-
piración a la castración; su transformación en mujer lo 
convertiría en esposa de Dios para engendrar una nue-
va raza de hombres (1911). El complejo de castración, 
por lo tanto, no daba lugar a ninguna represión ni an-
gustia. El enfermo incluso reclamaba la castración. 
Freud vincula esta castración explícitamente deseada 
' 
6. Aunque algunas teorías de Freud sobre Leonardo han sido des-
mentidas, ésta en cambio parece bien fundada. El análisis de los prime-
ros dibujos de anatomía de Leonardo revela en este dibujante incompa-
rable anomalías en la reproducción de los órganos genitales femeninos . 
54 
con lo que por primera vez denomina el complejo pater-
nal (es decir, el Edipo). Es verdad que ya antes, muy 
especial en el análisis del pequeño Hans, había su-
¡ erido claramente esa relación. En el caso Schreber, la 
. ...uplificación producida por el delirio, testigo de la re-
¡ resión psiCótlca y e rep 1egue e la i i o cia el YQ, 
peJ,"mite com r ejor el vínculo c_ompleio d.e .... 
castración con lo to se mina comple-
j~ Tam el complejo de cas.: 
tración se olla con el pensamiento {compulsión a 
pénsar como defensa contra la_p._érdida~de-la ra~ón sub-
sigliiente a la masturbación dic.e Er.eud)., Hay quizás 
ofras explicaciones posibles para esta compulsión: defen-
sa contra la ausencia de pensamientos, forma mental de 
1 
la castración o del repliegue libidinal denominado tam-
bién desinvestidura. Se nerfila a la idea de ue el com-
plejo de castración no se ljmita a . .-las-angu ias ue sus-
ci;ta e COr e oe :Qe~, Si:QO g;pe JlW.!.de__concernir a aSilliC-
tos menos directamente sexuale' l-PSciqnismo. ¿Sim-
ple desplazamiento o manifestaciones de una castración 
simbólica cuyo significante sería el pene? ¿Apertura del 
pene hacia el falo? (Lacan). Dado que el complejo de cas-
tración podía observarse no sólo en la neurosis (pasible 
de análisis) sino también en la psicosis (no pasible de 
análisis), no sólo en los individuos afectados por un pro-
ceso regresivo patológico sino también en aquellos en 
quienes se reconocía la impronta del genio, había que 
encontrar un fundamento muy general para un campo 
tan extenso. En el momento en que Jung empieza a in-
teresarse en los mitos y en los símbolos, Freud se vuel-
ca a la antropología, como si temiera una deriva "espi-
ritualista" de parte de su discípulo preferido. Ya había 
percibido las huellas del complejo de castración (inver-
tido, puesto que se trata de la castración del padre por 
el hijo) en los mitos griegos y el simbolismo onírico, pero 
arraigaba estos productos imaginarios en el fondo 
55 
" 
• 
''biológico" de la sexualidad infantil. Al dirigir su interés 
hacia los salvajes, en realidad buscaba una fuente filo-
genética, porque las sociedades primitivas eran en cier-
ta medida supervivencias de estados superados por la 
civilización. Descubrir huellas del complejo de castra-
ción en los salvajes equivalía a dar a éste un fundamen-
to histórico que superaba en mucho las vicisitudes de la 
ontogénesis, aun cuando hubiera que admitir que esas 
sociedades también tenían una historia. Sin embargo, 
frente a la aceleración del proceso histórico propia de las 
sociedades civilizadas, la observación de los salvajes era 
una ventana hacia el alba de la humanidad. Los an-
tropólogos modernos han criticado mucho esta asimila-
ción abusiva entre "salvajes", neuróticos y niños. Pero 
sus argumentos no hubieran afectado a Freud. Escribió 
Tótem y tabú (1913). Desde entonces el complejo de cas-
tración (considerado una consecuencia directa de la 
masturbación) y el complejo de Edipo quedaron relacio-
nados, lo que también puede querer decir que el obje-
to inconsciente de la masturbación es el objeto incestuo-
• 
so. . nt1:QP.Q}Qlógi'~~~ 
la ~ 
• 
. ' 
IV. EL VUELCO: EL HOMBRE DE LOS LOBOS 
Y EL COMPLEJO DE EDIPO NEGATIVO 
La experiencia clínica de Freud debía permitirle ex-
tender la constelación del complejo de castración a con-
figuraciones variadas. Una de las más asombrosas le fue 
• 
7. B. Bettelheim intentará renovar esta problemática incluyén-
dola en el marco de las "heridas simbólicas". Véase Les blessures 
symboliques, trad. de C. Monod, Gallimard, "Connaissance de l'In-
conscient", 1971. 
56 
""" Jlu .ua por el Hombre de los Lobos (1914). Uno 
los motivos de interés de este caso, que todavía sus-
comentarios múltiples en la bibliografía psicoa-
. ca, fue mostrar que el complejo de Edipo negati-
VO (el apego al padre del mismo sexo y la hostilidad para 
el padre del sexo opuesto), no protege en absoluto 
complejo de castración, sino que en el varón lo con-
con una fuerte fijación en el erotismo anal. Pero 
[ll<:JL:s, y aunque Freud no lo haya percibido plenamen-
el Hombre de los Lobos permite comprender mejor 
organización psíquica de los pacientes que más tar-
de serían llamados "fronterizos" o casos límite. Aquí la 
astración no es figurada tanto por un fantasma incons-
lte reprimido como por el recuerdo de una alucina-
ción de dedo cortado. _ 
A partir de la introducción del narcisismo en la teoría, 
la castración cobrará una significación suplementaria: 
la de un atentado a la integridad narcisista. Freud se~ 
refiere a una etapa en donde las pulsiones libidinales 
objetales actúan concertadamente y de hecho son inse-
parables de otras pulsiones que aparecen bajo la forma 
de investiduras narcisistas. En realidad no hace más 
que dar un soporte teórico a una observación efectua~ 
da años antes, especialmente en el caso Leonardo. S1 
Tótem y tabú señalaba su oposición a Jung, en este caso 
Freud apunta a Adler, cuya hipótesis de la protesta mas-
culina rechaza. 
Desde el caso Schreber y aun después de su separa-
ción de Jung, Freud sigue interesándose aunque sea 
de lejos por los psicóticos. Así es como en su artículo 
sobre el Inconsciente refiere dos observaciones que le 
permiten encontrar el complejo de castración tras de una 
intomatología narcisista e hipocondríaca: una preocu-
pación obsesivapor los huecos que dejó la remoción de 
los "puntos negros" en la nariz del paciente (que le evo-
caba su sexo). Pero Freud es sensible aquí a considera-
57 
• 
ciones de orden formal. Subraya que un neurótico no ex-
presaría su angustia de castración de una manera tan 
dir~cta y destaca los vínculos que existen entre la psi-
cosis como neurosis narcisista y el carácter literal del 
s~ntoma (un_ aguje:o es un agujero), prueba de la pér-
dida de las mvestiduras de objeto, como si ya no que-
dara otra relación con la realidad que la proporcionada 
p_or las palabras. Captamos la coherencia de la hipóte-
SIS de la regresión narcisista en el corto circuito de la 
relación de una palabra con otra (a falta de relación en-
tre la palabra y el objeto), que da su alcance al concep-
to de autismo. 
Freud se volcará hacia problemas de orden más ge-
neral, que hasta entonces había tendido a descuidar. En 
primer lugar, el del desarrollo sexual de la niña y de la 
evaluación de la función que en ese desarrollo cumple 
(o no) el complejo de castración. La amenaza de castra-
. ' . Cion se mterpreta cada vez más en relación con el com-
plejo de Edipo, a causa de los fantasmas incestuosos que 
acompañan a la masturbación. Progresivamente, y so-
bre todo después del análisis del Hombre de los Lobos 
l~ castración se asocia a la escena primitiva, que e~ 
Siempre una escena more ferarum (a la manera de las 
fieras), evocadora de un coito anal, a~ociado regularmen-
te a proyecciones de sadismo en la persona del padre. 
La "etiología" de la castración está allí: la padece la ma-
dre a raíz de la penetración fálica del padre. Este cor-
ta el pene de la madre y la penetra analmente. Freud 
llega en forma gradual a la convicción de que el padre 
de la horda primitiva castró realmente a sus hijos en el 
alba de la humanidad. Los efectos que se manifiestan 
hoy en los niños se deberían a la transmisión de esque-
mas filogenéticos. Esta hipótesis, que contraría todo lo 
que sabemos sobre la herencia (los caracteres adquiri-
dos no se transmiten), actualmente es rechazada por la 
mayoría de los psicoanalistas, que buscan (y encuen-
58 
tran) otras explicaciones que no sean incompatibles con 
los datos de la ciencia. 
Tratemos de clarificar el debate. En nuestra opinión, es preciso 
aeparar dos aspectos que Freud unió. El primero responde a la ne-
cesidad de explicar la constancia de ciertos fantasmas que se obser-
van en la cura analítica con una frecuencia que contrasta con la in-
fi nita variedad de las hístorias individuales. Me refiero al fantasma 
de seducción (contemporáneo del nacimiento del psicoanálisis), al de 
castración (que oscila entre su aplicación exclusiva al varón y su ge-
neralización a ambos sexos, y preciso es decir que Freud evidencia 
una gran dificultad en resolver al respecto), y, por último, al de la 
18
cena primitiva u originaria (cuyo descubrimiento como hecho real 
más que como fantasma se produce en el análisis del Hombre de los 
Lobos). Más tarde, Freud añade a esta tríada el complejo de Edipo. 
Una reflexión más profunda permite comprender que este con-
junto reticulado -este complejo, en suma establece relaciones en-
tre sus diferentes temas, los cuales quedan así solidariamente anu-
dados. Tras el polimorfismo de los destinos singulares y los acciden-
tes aleatorios que jalonan su saga podemos poner en evidencia la fun-
ción organizadora y ordenadora de esos fantasmas, que Freud llamó 
• • • ong' nanas. 
Este último punto se esfuerza por dar una explicación a la razón 
de ser de estos esquemas que cumplen .un papel de categorías o de 
clasificadores de categorías. 
Ahora bien, aunque la función organizadora de los fantasmas ori-
ginarios es escasamente discutible , lo es mucho más la ?e su origen 
filogenético. Razón por la cual propongo conservar la pnmera ~ sus-
pender todo juicio sobre la segunda. Aunque nada prueba la existen-
cia de huellas filogenéticas, podemos de todos modos pensar en los 
IRM (mecanismos innatos de desencadenamiento de la etología) que 
dan a determinadas configuraciones perceptivas una función de "de-
tonantes" del comportamiento. Sea como fuere, no es indispensable 
pelear ni a favor ni en contra de este origen genético. Basta con es-
perar. En cambio, sería una lástima arrojar al bebé junto ~on el agua 
de la bañera librándose inoportunamente de estos orgamzadores de 
la realidad psíquica antes que un a hipótesis mejor los haya vuelto 
inútiles. Porque uno de los motivos, y no el menor, del interés que 
presentan estos fantasmas originarios es que no conciernen solamen-
te a los orígenes, sino que est án en el origen de todos los fantasmas 
secundarios que de ellos derivan. Se advertirá también aquí la ana-
logía funcional teórica entre un concepto Ur (originario) y su forma 
59 
• 
derivada. Esta bipartición se aplica tanto a la represión como a los 
fantasmas en cuestión. Aquí se plantean los problemas de lo origi-
nario en su relación con la figurabilidad. 
Lo que sin duda impulsó a Freud a defender la idea 
de los esquemas filogenéticos fue la necesidad de dar 
cuenta de la posición clave, fundamentalmente organi-
zadora, del complejo de castración, cuando las vicisitu-
des de la historia individual llevan al sujeto a organi-
zar un complejo de Edipo negativo. En el varón, seme-
jante inversión, que lleva a la busca del amor del pa-
dre y a la sumisión sexual respecto de él reemplazo 
de la actividad por la pasividad , no impide en abso-
luto que éste siga siendo el castrador. Constatamos en-
tonces en el complejo negativo los mismos fantasmas de 
castración que acompañan al complejo de Edipo positivo. 
No hay duda de que fue el análisis del Hombre de los 
Lobos lo que más estimuló la reflexión de Freud sobre 
este problema. 8 Esta reflexión entraña varias posturas 
entremezcladas: 1) la demostración de la existencia de 
una neurosis infantil, resultado de los avatares de la se-
xualidad infantil; 2) la validez del complejo de Edipo 
como complejo nuclear de las neurosis; 3) la incidencia 
de los traumas de la infancia, traumas que, a diferen-
cia de las experiencias de seducción por los adultos in-
vocadas en los orígenes del psicoanálisis, no tienen nada 
de excepcion·al, sino que son comunes a muchos niños, 
si no a todos. Tal es el status de la escena primitiva. 
Estas posturas explícitas originaron otras, cargadas de 
• consecuencias. 
a) El rol del erotismo anal y su incidencia en el com-
plejo de castración. A raíz de esto queda planteado en 
adelante el problema de las relaciones entre los comple-
8. En este relato hay no menos de 16 referencias a la castración. 
Más que en ningún otro. 
60 
de Edipo y de castración por una part~, Y los pre-
de este último en las fases pregemtales, por la 
Las semejanzas no son menos importantes que las 
Las fases del desarrollo de la libido ~evelan 
evolución menos lineal que lo previsto_ y deJan en-
IIQ entre ellas analogías que sin duda tienen un po-
estructurante. . , , 
b) La influencia del complejo de castr:acwn esta some-
a una nueva categoría de mecamsmos de defen:sa 
descubre Freud: la que no hace ya de la ~epresión 
ngung) una especie única Y unívoca smo sola-
el prototipo de una serie que va a comprender la 
nu."'sión (Verwerfung), que Lacan de~uj~ del texto 
, y más tarde la desmentidf! o clwa;e (V~rl~ug~ 
) .ua.suí como la negación (Vernemung) para hmltar 
a Ías que describe Freud. Propuse reagrupar los ele-
de esta serie bajo la denominación de defen~as 
que constituyen la categoría de lo '!'e?~two. 
se caracterizan por la referencia a un JUICIO de 
tribulci'ón cuya obligación es decidir por sí o p~r ~o, o 
las diversas modalidades que tienen una SI~mfic~­
equivalente en la psique. Est_e ra~go fundana la di~ 
entre los mecanismos pnmanos y las otras de 
::u•-•a 
Todas estas ideas nuevas preparan sin discusión l_o 
se ha llamado el vuelco de 1920, que se caracten-
por: 
1) La última teoría de las pulsiones, que opone las p~-
liones de vida a las pulsiones de muerte.El ~om?re e 
los Lobos puede ser considerado como la expe_r:encta c~­
cial que permitió poner en evidencia la reaccwn terapeu-
tica negativa. · 1 t · 
2) La segunda tópica del aparato psíquwo, a n?ar-
tición en ello, yo Y superyó que ~uplanta a _la antigu~ 
división en inconsciente-preconscient~-consCiente, don 
de el cambio que revela la inconsciencw del yo en cuan-
61 
• 
• 
• 
to a sus propias resistencias no es el menor. De ahora 
en adelante cabe decir que la amenaza (de castración) 
ya no basta para intimidar al yo ni para empujar al su-
jeto a enfrentarla, superarla y aun transgredida. Pue-
de verse desbordada por una fuerza más poderosa: la ne-
gación (de la moral y sus efectos). La negación de lacas-
tración es diferente de lo que puede observarse en el Edi-
po como desafío en un combate arriesgado. La negación 
constituye de hecho un paradójico refuerzo de la castra-
ción en la medida en que quien la pone en práctica 
desconoce la causa de la negación y la deja intacta. Re-
conocer el complejo de castración ya es darse los medios 
de limitar sus efectos. Porque negar la amenaza de cas-
tración es negar toda la organización del complejo de 
castración, por consiguiente es ignorar su alcance es-
tructurador, el que obliga al sujeto a plantearse como 
tal ante ella y a afirmar las peculiaridades de su iden-
tidad sexual frente a sí mismo y al otro sexo. Es eviden-
te que la negación en cuestión culmina casi inevitable-
mente en la negación de la diferencia entre los sexos. 
V. LA "REALIDAD" DE LA CASTRACION 
Y EL SEXO FEMENINO 
. ' 
Cabe formularse la pregunta: ¿Por qué la negación? 
Pueden ocurrírsenos dos respuestas. La primera es la 
intensidad misma de la angustia, el carácter casi incon-
cebible de lo que representaría esa sanción, experimen-
tada en este caso como una herida nareisista tal que 
sería imposible "vivir así". La segunda no es menos im-
portante; consistiría en la imposibilidad de renunciar a 
la satisfacción pulsional prohibida, que aquí estaría vin-
culada a una experiencia de seducción actuada o, mu-
cho más generalmente, padecida. Consecuencias de un 
despertar prematuro que desborda las posibilidades 
62 
ligazón del yo o las prohibicio~es d~ un s~peryó to-
,111 embrionario de la sexualidad mfanbl que, ad-
subvierte el juicio. 
En esta fase de desarrollo, Freud insiste a menudo 
la "realidad" de la castración, lo cual causa p~rple­
porque sólo se trata de una t~oría sexual mfan-
un fantasma etiológico. Lo que qmere destacru: no es 
cosa que la negativa __ mll] fin~e en ~a psique _ 
tomar en cuen a a realiaad de la diferencia entre los 
· , ("ca-emos en accwn una 
,;, escribe Freud a Marie lP pe~. ~sta 
· · exclusividad del sexo masculmo, 
un v or "objetivo" y uñiver- • 
O bien com las mujeres, más allá de 
femenina"? ¿Y cómo no sospe_char tra~ el msiste~ 
de superioridad masculina por parte d~ os 
, no sólo las manif~tacion~s de la angu~t~~ de 
· y por consiguieri'te el miedo a la de~vinhza-
sino también la angustia ante lo femenmo, que 
' lo maternal? Sea como fuere recordemos que ~a 
no tiene otra "realidad" que la de una teona " 
11
u.autil. Por eso su fuerza consiste ante todo en 
1uministrar una "explicación" más rac~on~iz~te que 
racional. En cambio, lo real es la doble I:r:ciden~Ia en la 
mujer de la ausencia del pene y la existencia de la 
• vag¡na. _. 
La impugnación feminista de las ideas de Fre~d. da a menud~ la 
impresión de que, más que luchar por el_ re~onocimiento de su dife-
rencia, el cual daría prioridad a la especJ_ficJda~ de su s~~o, la~ mu: 
jeres confirman involuntariamente la eXJstencia d~ un machismo 
femenino. Tras la lucha que llevan a cabo por la Igual~a.d Y_ el ~-e­
racho a la diferencia se adivina esta nueva forma d~ _reiVmdicacwn 
fálica y castradora que lleva agua al molino d~ las posiciones que com-
baten entre las cuales se encuentran las tesis de Freud so~re la en-
vidia del pene. ¿Hace falta precisarlo aú~ más? El compleJO de cas-
tración, se aplique al hombre o a la muJer, y aun cuando otros da-
63 
• 
¡, __ _ 
tos que intervienen en la mujer le otorgan una especificidad difícil 
de discutir, es inconsciente. 
Sin embargo, todo lo que el análisis del Hombre de 
los Lobos individualiza como "constitución" peijudicial 
para la masculinidad puede cambiarse en valor positi-
vo aplicado a la femineidad. Es la explicación que da el 
artículo "sobre las transmutaciones de los instintos y es-
pecialmente del erotismo anal", en el que se defiende la 
_:;;:equivalencia pene-bebé-heces que ilumina las vicisitu-
de.s de la sexual~~ad femenina normal, mientraf que la 
misma constelac10n se ve cargada de una densa inciden-
cia patológica en el Hombre de los Lobos. En ese 
momento, Freud completa su psicopatología de la vida 
amorosa describiendo el tabú de la virginidad. Desde 
entonces, el complejo de castración masculino ya no es 
encarado solamente desde el punto de vista de la impo-
tencia masculina que provoca, sino también desde el 
E._llnto ~e vista de lo que la mujer quitaría como po er 
d uiri o por ese medio al castrar al hombre. 1\:sí pa-
samos de la acción del padre castrador a la de la ma-
dre castra_2ora. El padre priva sin recibir nada más que 
a conservación de su poder hegemónico; la mujer se 
apropiaría de algo que era del hombre y de lo cual ella 
se apodera en su beneficio. La angustia de castración 
/ que emana del padre era un regulador de la sexualidad 
destinado a combatir sus excesos en el encierro inces-
_\ tuoso. ~ tr~vés de su e~tensión al rol de la mujer (y no 
de la madie) el compleJO de castración ya no regula la 
sexualidad, sino que vuelve temible la unión sexual - ' cuanao no la convierte en im_Qosible. La evolución del 
complejo de castración en la obra de Freud inclina cada 
vez más a insistir sobre sus consecuencias narcisistas 
(la herida infligida a la integridad corporal y a la ima-
gen de sí). También induce una regresión narcisista 
(miedo del objeto, rechazo de la alteridad, tendencia a 
la inversión del complejo de Edipo) que puede llegar a 
64 
· No es indiferente advertir que esta evolución 
con la acentuación gradual en la teoría de la 
del pene en la mujer. 
VI. EL PADRE DE LA HORDA PRIMITIVA: 
UN MITO FUNDADOR Y OTROS DATOS MITICOS 
Freud no podía ir mucho más lejos e~ est~ dirección. 
haz convergente de argumentos le dictana una ~u­
radical en dos tiempos. En prime:: lugar, _la m: 
ldu1~ciém de la pulsión de muerte a partir de Mas, alla 
principio del placer (1920), obra en la q~e esta au-
te el complejo de castración. Reaparecera poco des-
en Psicología de las masas y análisis del yo (192~). 
interés de Freud por el yo, la búsqueda de mecams-
capaces de afectar su funcionamiento de una ~~­
análoga a lo que genera la amenaza de cas~~acw~ 
la vida pulsional, lo imp,ulsarán a buscar en Lo Sl-
trn" (1919) las figuras de la regresión que P";leden 
"c:ulo. Así, la problemática vivo/muerto (refen~a al 
se articula con la de fálico/castrado (refen~a a 
madre). "La creación de un desdoblami~nto semeJan-
te (del yo) para protegerse del aniquilamiento encuen-
tra su correspondencia en una puesta en escena de~ _len-
1\laje del sueño que tiende a . expre~~r la ca~tracwn a 
través de la repetición o multiphcacwn del s1mbol? ~e-
'tal" 9 De modo pues que de aquí en más el ammis-nl . . . d 1 
mo la magia y la brujería, la ommpotencia e pe?sa-
mi;nto, la regresión, han de inscribirs~ en un re~Istro 
paralelo al de la castración. Lo que eqmvale a d~c1r ~~e 
la problemática se ensanch~ ~~llado del Y? e? d1.r,eccwn 
al poder y la potencia: oposicion entre la hmüacwn Y lo 
9. L'inquiétante étrangeté, trad. de B. Féron, Ga11imard, col. "Con-
naissance de 1'lnconscient", 1985, pág. 237 · 
65 
ilimitado. Aquí tenemos al menos un argumento para 
buscar un factor común a estas dos series. 
¿Común o trascendente? Tal vez en ese sentido haya que compren-
der el recurso de Freud a un mito prehistórico: el de la horda pri-
mitiva y el padre que la encabeza. Este poseea todas las mujeres, 
blandiendo sobre sus hijos rivales la amenaza de castración, coloca-
do muy por encima de los demás miembros de la horda, considera-
do casi inmortal y finalmente muerto por sus hijos, quienes decidirán 
a través de un pacto que la madre no pertenece a ninguno de ellos, 
con el fin de no perpetuar el ciclo de violencias. Freud necesita esta 
realidad, muy mítica, para explicar la transmisión de un miedo y un 
tabú organizadores del orden psíquico y de las relaciones intersub-
jetivas familiares y sociales. No pienso que Freud haya creído lite-
ralmente en la "realidad" de la situación que describía. Debía estar 
bastante al tanto de las concepciones sobre la prehistoria como para 
creer que la humanidad haya empezado por una horda única or-
ganizada de ese modo. Debía saber que se pensaba en grupos de 
homínidos reunidos en bandas (en plural). Probablemente se trate 
de un mito que cumple la función de un modelo. Pero, ¿qué mode-
lo? Tal vez el de un estado primitivo de la humanidad, en el senti-
do en que la diferencia entre el hombre y los monos antropoides no 
está establecida con claridad. Al menos es una hipótesis plausible, 
no en cuanto al contenido del mito de la horda primitiva sino en cuan-
to a su función teórica. 
La horda es precursora de la familia. Y es la familia como gru-
po la que será regida por prohibiciones que habrán nacido en pri-
mera instancia en colectividades más amplias (las hordas). Lo que 
invita a la consideración de grupos aún más extensos (las masas). 
Es lo que explicará el deslizamiento del análisis al nivel de la Psi-
cología de las masas, que por una parte funda las incidencias de la 
amenaza de castración sobre la figura social del líder y descubre me-
dios específicos de conjurarla (reemplazo del ideal del yo por el ob-
jeto de amor, e identificación de los yoes entre ellos), y por otra otor-
ga cada vez mayor interés al análisis del yo desde el punto de vis-
ta de la identificación. Gracias a este desvío por una prehistoria 
mítica, el complejo de Edipo puede ahora ver la luz. Freud encontró 
• 
por fin el medio de no introducirlo en la teoría como simple vicisi-
tud del desarrollo ontogenético. Lo enraíza en el pasado de la espe-
cie humana, y congruente consigo mismo ya que no con la opinión 
predominante en su tiempo, defiende su transmisión hereditaria. 
66 
' 
En la misma época ( 1922) Freud escribe un breve 
artículo que sólo se publicará en.1940, "La cabeza de Me-
d a" un tema mitológico cornente. Esta nota de un.a 
p~~n~ y media es en realidad u~~ importante _contn-
b · 'n al problema de la castracwn, porque reune un UClO d · · , t . . ' el 
h de datos: la equivalencia ecap1tacwn-cas racwn, az l . - , has horror que ante ella experimenta e , n~no varon, qu~ . -
ta entonces se ha negado a darle credito, su .mensaJe dis-
frazado a través del simbolismo de la serpien~~· la ate-
. ó del horror a través de la representacwn conso-nuacl n · "fi 
ladora del pene (o mejor dicho de los p~~es), el s1gm I-
cado de la multiplicación como nega.cwn de la falta. 
Otras ideas se presentan aquí ~or pnmer.a vez; la pe-
trificación como resultado del m1edo permite enc~ntrar------· 
en el propio cuerpo la erección amenazada. El vmculo 
de la cabeza de Medusa con Atenea fi~ura ~n su es-
d hace de ella una mujer a la que es 1mpos1ble acer-
~~r;e y que disuade toda expresión de un deseo sexual 
'e exhibe los órganos genitales de la Madre. La. re-
porqu . b" , h zar 
resentación puede pues servir tam Ien para ?rron . 
~1 enemigo; la exhibición del pene puede cumphr la mis-
función pero esta vez como reaseguro. Freud rea-
madara' algu' nas de estas reflexiones en 1931 en su 
nu d 1 f , 10 artículo "Sobre la conquista e uego . 
VII. DESARROLLO DE LA TEORIA: COMPLEJO DE EDIPO 
y COMPLEJO DE CASTRACION (1923-1926) 
De ahora en más el complejo de Edipo, cu~a influen-
cia era notoria en el material expuesto en Cmq pycha-
nalyses, ocupará su lugar el primero en el corpus 
teórico freudiano. Los vínculos entre la amenaza de cas-
tración y el miedo que ella inspira, presentes desde el 
10. En Résultats, idées, problemes, PUF, 1985, t:ad. de J. Laplan-
che y J. Sedat, págs. 191-196, donde alude a la h1dra de Lerna. 
67 
• 
•• 
í 
comienzo de la obra freudiana, encontrarán por fin su 
·justificación y su explicación a través del apego a los ob-
jetos de la sexualidad infantil. Ya no solamente el au-
toer~tismo_ o el valor narcisista del pene, sino el obje-
to pnmord1al: la madre. Esto es, entre otras cosas, lo que 
complica la sexualidad de la niña, quien no sólo se en-
cuentra en la necesidad de cambiar de objeto (la madre 
por el padre), sino que, en una segunda etapa, se ve obli-
gada a renunciar al padre. 
-1-- Se pue_de situar entre 1923 y 1926 la época en que 
el compleJo de castración en el sentido pleno del térmi-
no, es decir, como complejo, alcanzará por fin en la obra 
de Freud su más acabado cumplimiento. Y eso en tres 
tiempos: 
. 1) En 1923, con la descripción completa del comple-
JO de Edipo en El yo y el ello; 
2) _De 1923 a 1925, con varios artículos breves que 
constituyen la prolongación de las observaciones antici-
padas en la obra anterior; 
3) Por último en 1926, con Inhibición, síntoma y an-
gustia, donde la problemática de la castración se de-
sarrolla ampliamente. 
• 
El yo Y el ello le da a Freud la 'oportunidad de refor-
mular su nueva concepción del aparato psíquico, y es en 
este nuevo marco donde decribe los dos aspectos del com-
p~ejo de E~po, el positivo y el negativo. Cabe-pensar que 
solo despues de haber puesto en claro sus ideas sobre 
a~u~llo que habría de convertirse el superyó, pudo des-
cnbir por fin el complejo de Edipo, llamado complejo pa-
ternal y también complejo nuclear de las neurosis. Según 
Freud, el miedo a la castración debía enraizarse en la 
figura del padre primitivo, superando en mucho las ex-
periencias singulares de cada cual, o las variaciones de 
la historia individual. De hecho El yo y el ello habla poco · 
68 
la amenaza de castración, o la aborda sólo desde el 
nu de vista de la identificación femenina del varón 
de su padre, como si el análisis del Hombre de 
Lobos impusiera su recuerdo en esa ocasión. 
Volverá sobre esto en su artículo "La organización ge-
infantil", subtitulado "Adición a la teoría sexual". 
subraya allí el hecho de que en la infancia no 
más que un órgano genital, el pene existente 
~--o. esto es, una primacía fálica (pero no genital) que 
abre sobre dos condiciones posibles: fálica o castra-
Sin embargo, la realidad de la castración, insistía 
probada por la vista del sexo femenino, no es de 
.&ua manera una coacción absoluta. Porque el niño 
tiene la posibilidad de desmentir la percepción 
la falta de pene. De este modo se introduce el con-
de desmentida [désaveu ], taro bién llamada clivaje 
], a la que Freud asignará una importante fun-
, .. en el fetichismo. Pero lo que debe recordarse es esto: 
se puede apreciar en su justo valor la significación 
complejo de castración sino bajo la condición de to-
en cuenta su advenimiento en la fase de primacía 
falo". 11 De modo pues que los efectos de la percep-
¡¡ou del sexo femenino como despojado de pene no dan 
a ninguna inquietud ni provocan ninguna reacción -,~ ... antes del advenimiento de la fase fálica. Dicho 
otro modo, la percepción por sí sola no puede consi-
causa del complejo de castración. Es necesario 
a ella se agregue la representación de la ausencia 
pene como señal de una castración llevada a cabo por 
padre. 
Sin embargo, no hay que apresurarse a concluir, so-
la base de la idea de la "realidad" de la castración, 
Freud defiende una teoría sexual infantil: la que él 
11. "L'organisation genital infantil e" en La vie sexuelle, trad. de B. 
, J. Laplanche y otros, PUF, 1969, pág. 115. 
69 
o 
at~buye a la realidad psíquica al plantear la ecuación 
muJer = castrada. En un primer momento sólo las mu-
jeres de co.n.dición inferior están castradas; a las mujeres 
de la famiha,y sobre todo a la madre, se les atribuye 
un pene, ha~ta que el complejo alcanza su pleno desa-
rrollo con la Idea de que también la madre está castrada. 
De allí al descubrimiento del órgano genital femeni-
no todavía falta mucho. En suma, sólo una vez alcan-
zado el "c.ompl~to desapego mental" respecto de los 
padres, se mstaura el conocimiento de la realidad mate-
rial con ~l reco~ocimiento de la vagina. No podemos sino 
quedar ImpresiOnados ante el importante desfase que 
s.epara la époc~ de la instauración del principio de rea-
hda? (en relación con la de soberanía del principio de 
realidad) en general, de la del reconocimiento de la va-
l gina en particular. 
Poco después y por la misma época Freud se pregun-
ta.so?re el final del complejo de Edipo, 12 que atribuye 
p~mci~almente a la amenaza de castración, cuyo poder 
disuasivo es más eficaz que ningún otro factor. El rol 
de los precursores, ya encarado en el trabajo anterior, 
es retomado, pero para afirmar que sólo cuando el mie-
do se refiere espedficamente al pene cabe hablar de cas-
~ración. Y Freud añade que las exveriencias anteriores 
mvocadas (destete y control de los, esfínteres) no pare-
cen desempeñar una función importante. Añadimos a 
continuación: "sino a posteriori". En esta ocasión pode-
mos constatar hasta qué punto la perspectiva de Freud 
es más estructural (como subraya Lacan) que genética. 
Nada para él podría superar en importancia el signifi-
cante de la castración. No podría extraerse ningún ar-
gumento de experiencias que sobrevinieran antes del 
complejo de castración. En esto, la opinió;n de Freud se 
opone a las perspectivas modernas. 
12. "La disparition du complexe d'<Edipe", loe. cit., págs. 113-116. 
70 
Ea cierto que esta primacía que no se detiene en consideraciones 
es de todos modos histórica, dado que se funda en es-
filogenéticos. La estructura observada en el individuo sólo 
la expresión singular de la historia acumulada por ... la espe-
La perspectiva causal invocada en los comienzos para explicar 
amenaza de castración ahora se ensancha. Así la masturbación, 
la que tanto insistió en otro tiempo, desempeña ahora un papel 
que el complejo de Edipo, cuya función desborda ampliamen-
la descarga sexual masturbatoria. Implícitamente, Freud despla-
el acento del acto (masturbatorio) a los fantasmas (edípicos). El 
del complejo de Edipo, consecuencia del complejo de cas-
prepara el terreno para las identificaciones y las sublima-
Pero cuanto más considera Freud el complejo propiamente di-
más variaciones posibles le descubre. Después de la desmentí-
forma que difiere de la represión, invoca la "desaparición" (del 
ejo) como un caso distinto. Cada vez más se plantea la cues-
-oscura- de la sexualidad de la niña pequeña. 
Freud volverá aún sobre el tema en 1925, en "Algu-
consecuencias psíquicas de la diferencia sexual 
• 13 Se plantea cada vez más la cuestión de 
psicosexualidad diferencial, y el hecho de que el caso 
varón haya monopolizado prácticamente la reflexión. 
la niña, el deseo de tener un hijo del padre subtien-
la masturbación infantil. También ella está bajo la ~ 
u.ua~J.a de la fase fálica; de allíJa_enyjdia del pene que ~ t/•' 
ta del examen del sexo de los varones. "Vio eso, 
que no lo tiene y quiere tenerlo." 14 Cuando no pre-
~u.ua la desmentida, la niña puede conservar un sen-
iento de in erwnaaá, una herida narcisista. Suele 
la a la madre, es decir, a una acción 
de ella. La niña soporta peor que el varón 
masturbación ebido a la "humillación narcisista re-
con la envidia del pene". 15 En conclusión, 
13. "Quelques conséquences psychologiques de la différence ana-
entre les sexes", loe. cit., pág. 127. 
14. Loe. cit., pág. 129. 
15. lbidem. 
71 
r r 
r 
• 
, "mientras que el complejo de Edipo del varón sucumbe 
r bajo los efectos del complejo de castraci6J1 es el comple-
1 joa e castracion et que h-aee-po.§j_ble e introduce e eem-
1._}1/¿:jo de Edipo en la niña". 16 EstaSdíferencias percibi-
das por Freud, como también otras, no deben hacernos 
olvidar la bisexualidad Rresente e!!- los do~sexos. 
( 
\ 
\ 
VIII. APERTURA HACIA EL MASOQUISMO Y 
LA REACCION TERAPEUTICA NEGATIVA 
Separamos de este tríptico un trabajo de Freud re-
dactado entre el primero y el segundo de estos tres 
artículos. Es "El problema económico del masoquismo" 
(1924), que en mi opinión debe mencionarse como cuar-
to socio del trío anterior, unido a él por el mismo leit-
motiv. Freud interpreta el masoquismo (de los hombres) 
como una regresión que coloca al sujeto en una posición 
femenina. Los fantasmas masoquistas significarían "es-
tar castrado, padecer el coito, o parir". 17 El acceso al es-
tadio fálico de la sexualidad infantil permite incluir la 
castración objeto por otra parte de una desmentida"-
en los fantasmas masoquistas. Ya unos años antes, 
cuando aún no había redactado ~l yo y el ello (y por lo 
tanto cuando aún no había reinterpretado el masoquis-
mo a la luz de las pulsiones de destrucción), Freud había 
analizado detalladamente en "Pegan a un niño" (1919) 
los fantasmas sadomasoquistas, en los cuales veía una 
contribución a la génesis de las perversiones sexuales. 
El artículo de 1924 culmina con la evocación de la re-
acción terapéutica negativa debida al sentimiento de 
culpabilidad inconsciente, que no deja de exigir castigo, 
• 
16. Loe. cit. , pág. 130. 
17. "Le probleme économique du masochisme", trad. de J. Laplan~ 
che, en Névrose, psychose, perversion, PUF, 1973, pág. 290. 
72 
decir la castración. "A través del masoquismo moral 
rese~ualiza la moral, resucita el complejo de Edipo, 
abre un camino regresivo de la moral al complejo de 
• " 1s El tránsito de la angustia de castración al ma-
uismo femenino o moral implica para Freud la refe-
ru~o:Jii::t en este último caso a la pulsión de muerte. 1 
A partir de la introducción de la pulsión de .muerte 
la teoría, no es sólo un argumento especulativo abs-
tracto lo que ingresa en el debate, sino un. a~en~e de re~­
aluación de la clínica. Al lado de las hipotesis referi-
das al masoquismo, en esa misma época son reeval~a­
das también las relaciones entre la neurosis y la psico-
. Aunque Freud no lo dice específicamente, ca~e pre-
¡untarse si no cuestiona de mo~o i~plíc~to la func~ón del 
complejo de castración en la psicosis, o SI el matenal que 
refiere a ella no debe subordinarse a otros paráme-
tros: represión de la realidad y subsiguiente daño (a 
través de la represión de las ideas y juicios que repre-
lentan la realidad en el yo) a la unidad del yo. En suma, 
algo así como una amputación que afectaría al yo de un 
modo análogo a como la amenaza de ca~tración afect~ 
a la sexualidad. En todo caso Freud sostiene la necesi-
dad de la distinción entre una y otra serie. 19 
Esta toma de posición en 1924 pasará por un desa-
rrollo nuevo en 1937 con "Análisis terminable e inter-
minable". En este artículo Freud distinguirá dos formas 
de resistencia a la cura: aquella en la que se puede po-
ner en evidencia una reacción terapéutica negativa de-
bida a un poderoso sentimiento de culpabilidad inco~~­
ciente, y aquella en la que intervendría una destructiVI-
dad flotante distribuida en todas las zonas del aparato 
psíquico (mientras que la precedente depende sobre todo 
de la relación entre el sadismo del superyó y el maso-
18. Loe cit., pág. 296. 
19. Loe. cit., págs. 285, 286. 
73 
• 
• 
-
• 
quismo del yo). La primera se debería a una destructi-
vidad ligada (por el superyó) y la segunda, a una des-
tructividad no ligada que infiltraría el conjunto de las 
tres instancias. Esta distinción se verá confirmada en 
Esquema del psicoanálisis (1938). 
IX. LA ANGUSTIA DE CASTRACION Y SUS PRECURSORES 
Tras avanzar en el problema del masoquismo una 
suerte de caso límite descubierto por la situación 
analítica, del cual Freud volvería a ocuparse más tar-
de , sin duda era oportuno analizar la influencia de los 
nuevos desarrollos sobre la antigua cuestión de la an-
gustia, ya ampliamente tratada.En ese sentido Inhibi -
ción, síntomC!- y angustia, pese a interesantes y nuevos 
puntos de vista, aparece de hecho como una recapitu-
lación y una retrospectiva (como lo prueban las referen-
cias al pequeño Hans y al Hombre de los Lobos), nece-
saria sobre todo debido a que las ideas de Rank sobre 
el trauma del nacimiento estaban ganando terreno. Esto 
antes de dedicarse en el último período de su vida a te-
mas descuidados por el psicoanálisis. Si no a la psico-
sis franca, que según Freud se ma~ftiene poco accesible 
a la cura, al menos a los mecanismos psicóticos, cuyo 
campo de acción está lejos de limitarse a los estados 
psicóticos comprobados, y también a la reacción te-
rapéutica negativa, que pone al analista frente al mis-
terio de una autodestrucción que no por no ser radical, 
como el suicidio, es menos implacable. Por otra parte, 
¿no hay un vínculo más o menos evidente entre los pri-
meros y la segunda? 
El complejo de castración seguirá siendo la clave del 
• • 
conjunto de las estructuras descubiertas en análisis, 
desde Hans hasta el Hombre de los Lobos. Sin embar-
go, se diría que no podemos dejar de notar que son las 
74 
de Edipo invertido las que muestran los es-
vínculos entre estas constelaciones del comple-
y el límite del poder terapéutico. ~ay en todo caso .re-
casi sinónimas entre el m1edo a la castrac1ón 
la angustia. Pero la situación cambió desde 190~. ~ 
angustia de castración responde una doble confllctl-
: la relativa al miedo a la castración y la relativa 
deseo de castración. ¿Qué pasa entonces con el ho-
a la castración? Aquí se articula una cópula deci-
que enlaza la problemática clásica de las neurosis 
la de los modernos casos límite: la que subyace al 
invertido con su deseo de castración y conduce ha-
el masoquismo de la reacción terapéutica negativa, 
se adivinan los efectos de las pulsiones de des-
A nuestro juicio ésa es la verdadera apuesta 
de Inhibición, síntoma y angustia, no percibida por el 
Freud, que explica su mirada retrospectiva y tal 
vez ya anuncia "Análisis terminable .e intermina~le". 
¿Cuál es la diferencia entre angustia y mas?qmsmo? __.., 
el pnmer caso, la angustia pone en práctica la re-
;,~~~~a~ert:ellcial{fque anuncia el pefi-
11'0 de castración. El masoquismo, en cambio, re~~xua­
liza la moral. Además, subrayémoslo, la reflexwn d~ 
reu,d se funda en la consideración de la angustia de cas-
tración en las psiconeurosis de transferencia, de las neu-
rosis en el sentido corriente del término (histeria, fobia, 
obsesiva), mientras que el masoquismo de las 
reacciones terapéuticas negativas tiene que ver con las 
eurosis de carácter o incluso con estructuras no 
neuróticas (casos límite, estructuras narcisistas, etc.). 
Freud admite que otros factores etiológicos pueden ju-
fuera de los casos de las neurosis de transferencia. 
Estas no han sido distinguidas desde los orígenes del 
psicoanálisis de las neurosis actuales, ~uyo d.eterminis-
mo según Freud era no psicógeno. El tipo m1smo de la 
neurosis actual, ¿no era la neurosis de angustia, donde 
75 
f 
los .me~~mismos ~e so~atización no obedecían a la sim-
bolización ~e la histena de angustia o de conversión? En 
consecuencia, la categoría de las neurosis narcisistas 
¿no supone que la angustia de castración cobre en ella~ 
, una tonalidad diferente (véase Schreber)? Y por último, 
en Má~ allá del principio del placer el ejemplo de las 
neurosz,s traumátzcas, ¿no viene a engrosar el contingen-
te de. entidades clínic~ que no pueden clasificarse bajo 
la etiqueta de .neurosis de transferencia? Psiconeurosis 
de tr~sferencia cabría decir psiconeurosis con trans-
ferencia , . esto e~ .psicosis-neurosis provocadas por 
tra~sferencias de hbido objeta! y que tienden a trans-
fenrse sob:r:e objetos que se prestarían al juego de la 
transferencia. 
Si la angustia de castración puede considerarse como 
cen~ral en estas neurosis, es porque está estrechamen-
te vmculada con el Edipo, que es el complejo nuclear de 
'-----.)las neurosis. Reflexionando sobre esta expresión, tene-
mos derec~o a pre~ntarnos si Freud se refiere aquí a 
las neurosi~ en sentido amplio, es decir, englobando to-
das ~as enti~ades de la clínica, o sólo a las neurosis en 
sentid? estncto, es decir, a las psiconeurosis de trans-
~erencia. La ~uestión se plantea a propósito del comple-
J~ de castración. ¿Cabe decir que el complejo de castra-
CIÓ~ .es? el complejo nuclear de toda la clínica psicoa-
nahtica: La pregunta no tolera una respuesta precipi-
tada, ru en un sentido ni en otro. En cierto modo hay 
correspondencia entre la pregunta tal como acabamos de 
formularla y la referida a las relaciones entre castración 
propiamente dicha y precursor de la castración . 
En "Introducción del narcisismo" Freud habla. de ca-
~os en los que estaría ausente el complejo de castración. 
¿Es para sorprenderse? La experiencia de la psicosis ·no 
dem?estra acaso que si se puede descubrir en ella la' c~s­
t~~ción (a veces sin disfraces en la temática de un de-
hrw) no se podría concluir que el complejo de castración 
76 
la organización inconsciente? Remitiéndonos 
mismo Freud, situaremos sin esfuerzo el mecanismo 
patológico al nivel del yo, y otorgaremos al miedo a la 
fragmentación lo que en una neurosis atribuiríamos al 
miedo a la castración. El problema consistiría entonces 
buscar las correspondencias o las armonías del com-
plejo de castración. Más bien que recurrir a la causa-
lidad temporal binaria que comprendería por ejemplo la 
problemática de la fragmentación como fondo primitivo 
de donde se diferenciarían formas de angustia más cir-
cunscriptas, más limitadas, más simbólicas, como la an-
gustia de castración, preferimos por el contrario, de 
acuerdo con el pensamiento de Freud, ubicar la castra-
ción en significación ordenadora, buscando lo que corres-
ponde en otros registros. 
Volvamos por ejemplo al narcisismo. En la medida en 
que se cumple en la totalización unitaria ese paso ade-
lante que transforma las pulsiones autoeróticas difusas 
en narcisismo como reunión unitaria del amor de sí para 
sí o para su propia imagen, podremos comprender lo que 
afecta a esa unidad (es decir, al yo que reconoce allí su 
imagen) como heridas infligidas a esa totalización, a las 
que se denomina heridas narcisistas, muy diferentes en 
sus efectos del complejo de castración. 20 Desgarramien-
to en la superficie o lo que corresponde a su proyec-
ción en el decir de Freud del yo, solución de continui-
dad del tejido psíquico que corre entonces el riesgo de 
resquebrajarse en más de una dirección, y al que el tro-
zo de tela del delirio viene a rellenar y enmascarar. 
Lo que es válido para la psicosis también es válido, 
aunque de otro modo, para esas formas clínicas llama-
das casos límite o fronterizos. Ya demostré que a poco 
que se admita que la angustia de penetración es el co-
20. Sobre las relaciones entre castración y narcisismo véase J. La-
planche, loe cit., págs. 62-65. 
77 • 
• 
~' _0J_, 
\ti' f' 1! 
1 
• 
rrelato de angustia de castración (sobre todo si se tie-
ne presente la sexualidad femenina), se puede compren-
der_la dupla formada por las angustias que parecen es-
pecifica~, de los casos límite, se trate de la angustia de 
separacwn o. de la angustia de intrusión, como equiva-
l~ntes al mv~l del yo y de sus límites de las angus-
tias de castración y penetración, cuya función organiza-
dora en la constitución de los síntomas y la instalación 
de defensas nos revela la clínica de las neurosis. 
Asimismo, cabría plantear el narcisismo totalizador 
como narcisismo del Uno y oponerle tanto el narcisis-
mo de la destotalización (regresión hacia las pulsiones 
parciales del autoerotismo) en la amenaza de la frag-
mentación, como el narcisismo negativo que se traduce 
en la desinvestidura y la tendencia al nivel Cero de la 
excitación. 
. ~as series del complejo de castración y las del nar-
Cis~smo pueden confluir hacia el narcisismo fálico. ¿Pero 
que decir de esta estructura en el ·sexo femenino? Una 
vez más la sexualidad femenina exige un análisis es-
pecial. 
. ~a ~scusión de las ideas de Rank sobre el carácter primordial, 
ongmano de la angustia consiguiente al trauma del nacimiento abrió 
un rico debate que debía culminar en lnliibición síntoma y ~ngus­
tia. 21 Ya se_ h_abía su~citado la cuestión teÓrica pl~nteada por los es-
tados preedip1cos_- Que era de la influencia de las angustias específi-
cas de esos estadiOs y de la ecuación implícita: "Cuanto más concier-
~e a lo que_ sucedió a~tes, más grave es", a la que podemos añadir: 
Cuanto mas se anahza lo que parece remitir a lo que sucedió an-
tes, más se apresura la cura; cuanto menos se lo hace, más se in-
telect~aliza". En úl_tima ~nstancia el análisis del complejo de Edipo 
pasan a por una res1stenc1a del analista y de su escucha "superficial". 
Se desarrolla un marcado interés por la técnica psicoanalítica como 
lo prueba la colaboración de Rank con Ferenczi. Asimismo, Ías re-
21. Laplanche dedica una prolongada discusión a las ideas de 
Rank, loe. cit., pág. 119 y siguientes. 
78 
a la cura se atribuyen a fijaciones y traumatismos muy 
nteriores al Edipo. Por otra parte esos traumatismos, más que de 
fndole sexual, son traumatismos que afectan al yo. La angustia de 
castración sería pues mucho más tardía. Como sabemos, Ferenczi 
produjo entre 1928 y 1932 una serie de trabajos sobre estos temas 
que hacen de él el padre del psicoanálisis moderno. 
Freud no se dejó impresionar por estos argumentos. 
Hizo notar que la verdadera experiencia de separación 
no coincide con el parto sino con el destete. Considera-
ba que las condiciones de la vida extrauterina en el na-
cimiento reproducían aproximadamente las de la vida 
intrauterina. En cambio la "pérdida" del pecho era una 
experiencia modificadora, a menudo traumatizante. Lo 
que Freud quiere señalar aquí es la pérdida de un tipo 
determinado de placer: el de la succión del pecho ma-
terno. Después del soporte que le otorga un nuevo de-
sarrollo, una interrupción pone fin a las experiencias de 
satisfacción. Hoy cabe comprender que el destete es me-
nos digno de consideración per se que en relación con las 
experiencias de separación respecto de la madre. Has-
ta los kleinianos admiten que la expresión "el pecho" que 
adopta Melanie Klein designa en realidad a la madre . 
Sigue siendo cierto que no se resuelven tan fácilmente 
los problemas vinculados a las relaciones entre objetos 
parciales y objetos totales. Tampoco es fácil de compren-
der la relación entre angustia de separaci-ón y angustia 
de castración. Cuando Freud encara la primera bajo los 
auspicios de la angustia de la _pérdida de objeto (según 
él la más antigua de las angustias), la interpreta como 
angustia en relación con el peligro de p.o tener ya a na:-
die con quien.__sa_tisfacer las pulsiones ("¿Quién me va a 
dar de beber?"). De modo que rechaza una interpreta-
ción no libidinal del objeto. 22 Aun cuando lo que está 
22. Como lo sugerirán más adelante Fairbairn y lo~ partidarios de 
la teoría de las relaciones de objeto. Véase B. Brusset en Psychanaly-
se du lieu, Ed. Centurion. 
79 
• 
• 
• 
en cuestión remite a la investidura narcisista del obje-
to o a una ausencia de distinción entre sujeto y objeto. 
Ferenczi ya había concebido el vínculo entre angustia de 
castración y angustia de separación. Según él, la con-
secuencia de la castración era la imposibilidad definiti-
va de volver a reunirse con la madre. En cuanto a los 
precursores de la castración (destete y control de esfínte-
res), a pesar de su advenimiento anterior a la fase fálica, 
no pueden según Freud tener un efecto comparable a la 
angustia referida al pene, debido al alto grado de inves-
tidura narcisista contemporánea de la primacía del falo 
1 con que culmina la sexualidad infantil, dado que la pri-
macía genital sólo interviene en la pubertad. 
Los autores modernos kleinianos y poskleinianos han 
puesto de relieve las angustias precoces "arcaicas" que 
estarían relacionadas con la posición esquizo-paranoide. 
Resultarían de una angustia de persecución por los ob-
jetos malos internos, expulsados con las partes malas del 
yo. La identificación proyectiva resultante de la identi-
ficación del yo con las partes proyectadas daría lugar a 
angustias llamadas persecutorias, psicóticas o de ani-
quilamiento. Por su parte, Winnicott describió las an-
gustias torturantes que acarrean estados de desintegra-
ción. Freud no dice ni palabra sobre esos estados, que 
su experiencia no le permite conocer. Sin embargo, po-
demos preguntarnos si la angustia que acompaña al sen-
timiento del fin del mundo no está en relación con ellos, 
o si lo que describe bajo el nombre de angustia au-
tomática no responde a ellos por lo menos en parte. 
De todos modos, está claro que en todos esos estados 
la función de señal de la angustia es desbordada por una 
suerte de toma masiva de la psique totalmente invadi-
da por un afecto que perdió su función semántica y se 
desencadena demasiado tarde, se diría que tomado de 
improviso. Ya no se trata de anunciar un peligro .sino 
de hacer constar los estragos de un siniestro cataclismo. 
80 
Angustia automática, angustia traumática, angustia 
ánica, angustia en los límites del psiquismo casi reso-
matizada, angustia si no de fin del mundo al menos de 
muerte del yo. Toda la clínica psicoanalítica moderna su-
braya la importancia de las angustias de aniquilamien-
to (M. Klein), de las angustias impensables (W. Bion) o 
de las angustias torturantes (Winnicott), cuyo carácter 
convergente concierne a la Hil{losigkeit la angustia 
psíquica del recién nacido. 
Las correspondencias de la angustia de castración 
"posterior" completan el cuadro junto a la angustia "a.n-:_ 
terior" que acabamos de mencionar. Las transformaciO-
nes del aparato psíquico dan a la angustia de castración 
la apariencia de una angustia social que no es sino una J 
angustia ante el superyó. Allí suele encontrarse la raíz 
de la necesidad de autocastigo que podría relacionarse 
con el sachsmo del superyó. Además hay que tener en 
cuenta el masoquismo del yo. En el m~oquismo, en lu-
gar de una angustia de castración, un goce (inconscien-
te) satisfac un deseo de castración. Aquí se introduce 
una idea nueva, la de la regresión (en este caso sádica 
anal} como defensa contra las demandas de la libido. 
Señalemos una vez más la diferencia entre la regresión 
defensiva (que consiste en una "desmezcla" parcial de 
las pulsiones eróticas y agresivas) y la estructura maso-
quista, en la que las pulsiones de destrucció~ sufren 
también una "desmezcla" pero en sentido paswo, una 
"desmezcla" más completa, que otorga predominio a las 
pulsiones autodestructivas. · . . 
Queda en pie el problema de lo femenmo. Al mterro-
garse Freud sobre la función exclusiva de la angustia 
de castración, duda de ella en el caso de la mujer, prueba 
que es consciente de su tendencia androcéntrica. Cree 
que en rigor no se puede hablar en la mujer de angustia 
de castración (dado que se supone que la castración ya 
tuvo lugar), sino más bien de complejo de castración. 
81 
• 
' 
• 
• 
1 
Estamos pues en presencia de una gama de varieda-
des de angustia debida a mecanismos económicos y 
simbólicos, o perteneciente a etapas diferentes de la li-
bido que llevan a examinar las relaciones entre angus-
tia y masoquismo: "Se puede decir que a tal período de 
desarrollo responde, en cierto modo adecuadamente, tal 
condición determinante de la angustia.( ... ) El peligro del 
desamparo psíquico corresponde a la época de inmadu-
rez del yo; asimismo, el peligro de la pérdida del obje-
to corresponde a la dependencia de los primeros años de 
la infancia; el peligro de la castración, a la fase fálica; 
y la angustia ante el superyó, al período de latencia. 
Pero todas estas situaciones de peligro y todas las con-
diciones que determinan la angustia pueden persistir 
una junto a otra e incitar al yo a reaccionar a través de 
la angustia incluso enépocas posteriores a las adecua-
das, o bien varias de ellas pueden entrar simultánea-
mente en juego". 23 Estas articulaciones muy bien pen-
sadas por Freud dejan que desear sin embargo cuando 
se intenta enfocar el complejo de castración en la niña. 
Una adquisición muy importante de Inhibición, s(nto-
ma y angustia es que Freud restaura el antiguo concep-
to de defensa, momentáneamente excluido por la repre-
sión. Se hace indiscutible que la represión es sólo una 
pieza, claro que maestra, del arsenal defensivo. Es lo que 
revelará el análisis del fetichismo, respecto del cual se 
afirma que la desmentida o clivaje es el mecanismo ca-
,- racterístico. 24 Por lo tanto la angustia de castración pue-
de ser desmentida, pero sobre todo puede dar origen a 
una lógica singular que O. Mannoni caracterizó feliz-
mente con la proposición ''Ya sé [que las mujeres no tie-
nen pene] pero aun así [no puedo creerlo]". 25 Sobre la 
23. Loe. cit., págs. 66-67. 
24. Lo cual no hace sino retomar una intuición anticipada por 
Freud unos años antes. 
25. Los términos entre corchetes son míos. 
82 
de esta idea Freud concluirá su obra con el breve 
importante artículo "La escisión del yo en el pro-
de defensa" (1938). No hacía otra cosa que retomar 
idea ya defendida once años antes. A partir de 1927, 
...... aporta efectivamente una contribución importan-
al problema de la castración con su artículo sobre el 
·chisma. Demuestra un aspecto nuevo de la función 
la percepción de los órganos genitales femeninos por 
niño varón. Lejos de constituir esa percepción una 
toma de conciencia irrefutable de la ausencia real del 
pene en el cuerpo de la madre, los efectos angustiosos 
de esa percepción pueden ser desmentidos, Freud des-
cribe pues un mecanismo nuevo, la desmentida (Verleu-
•ur~~~ ), que ~e refiere específicamente a la percepción, 
mientras que la represiQ.n (Verdrangung) concierne al 
(prueba, dicho sea de paso, de que los afectos son 
reprimidos y no sólo rechazados). Sin embargo, para pa-
liar la ausencia del pene, la desmentida no basta. Un ...--
objeto contiguo a los órganos genitales femeninos, más 
o menos cercano a ellos (liga, media, zapato) o que los 
representa mediante un desplazamiento más complica-
do, ocupará el lugar del pene y se convertirá en el ob-
jeto elegido que condiciona el goce. Será el fetiche. El 
interés de este estudio sobre el fetichismo· es pues múlti-
ple, dado que en él se describe un modo de renegar (par-
cialmente) de la realidad mediante la desmentida de la , 
percepción, un avatar de la función simbólica (el fetiche. r , 
como símbolo del pene) y por último se elucida una per-
versión que desempeña una función estructuradora en 
las demás perversiones. El fetichismo estaría en el 
núcleo de toda perversión mediante la desmentida de la 
diferencia entre los sexos (Rosolato). Ulteriormente se 
plantearán problemas referidos a las relaciones entre 
objeto transicional y fetiche y a la · existencia o no exis-
tencia del fetichismo en la mujer. 
83 
1 
/ 
• 
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l • 
X. LA NIÑA Y LA MUJER 
En todas las etapas de su reflexión, Freud encuen-
tra obstáculos que se oponen a una clara comprensión 
de la evolución psicosexual de la niña, a pesar de cier-
tas apreciaciones de gran valor (que ulteriormente no 
dejarán de ser impugnadas). Es urgente para él ocupar-
se de este tema. Resulta fácil denunciar el "sexismo" de 
Freud, su "chovinismo macho", como se diría hoy, pun-
to en que era prisionero de los prejuicios de su tiempo. 
Si bien Freud no puede eludir la crítica eri ciertos pun-
tos, me parece más ecuánime recordar en qué oscuridad 
estaba sumida la psicología de la mujer antes de que 
Freud propusiera ciertos conceptos susceptibles de lan-
zar un rayo de luz en este territorio apenas sobrevola-
do. Voy a resumir los problemas relativos a las ideas de 
Freud en un solo cuestionamiento: "Si es verdad que la 
teoría sexual infantil de la castración es lo que lleva a 
la niña a ingresar en el Edipo, las relaciones entre las 
fases anteriores a esta toma de conciencia y las siguien-
tes, ¿se presentan con la misma homogeneidad que en 
1 , ?" e varon .. 
El primero de los dos artículos de Freud sobre la se-
xualidad femenina vuelve a otorgar importancia a la 
fase preedípica. Compara este descubrimiento con el de 
la civilización minoico-micénica que precedió a la de los 
griegos. 26 La comparación no es trivial si pensamos en 
la primacía fálica que caracteriza a esta última. El cam-
bio de objeto, vicisitud de la sexualidad femenina, no tie-
ne equivalente en el varón. Asimismo, la existencia de 
dos zonas erógenas (el clítoris y la vagina) crea otra di-
ferencia respecto de él. La envidia del pene, constante-
mente criticada por las feministas y también por las psi-
coanalista!3 mujeres, es considerada excesivamente an-
26. "Sur lH :cexualité féminine", en La vie sexuelle, pág. 140. 
84 
c:lrocéntrica. Es digno de destacar que la obra de Mela-
nie Klein desemboca en el concepto de envidia del pe-
ch.Jl. Sea como fuere, la consecuencia general de esta re-
flexión será la de otorgar mayor atención a las fases pre-
edípicas en uno y otro sexo. Sin emb~go la ~ujer ofre- 1 
ce una peculiaridad, además de su bisexuahdad: la p~­
l ibilidad de ver extinguida definitivamente su sexuali-
dad durante toda su vida sexual. 27 Volveremos sobre~ 
ello. Pero el sentimiento de insatisfacción de Freud ante 
sus propios descubrimientos es ostensible. S~ an~isis de 
las teorías de sus discípulos sobre esta cuestión tiene de 
notable que evita toda alusión a Melanie Klein 28 (en 
1931 y .1932, cuando ella ya había publicado numerosos 
trabajos), mientras que menciona a Helene Deutsch? ~· 
Lampl de Groot y otros. Sea como fuere, el impulso Ini-
cial -dado desde 1926 con Inhibición, sí:ttoma Y angus-
tia y renovado en 1931 anuncia que €1 interés de los 
analistas de las generaciones futuras recaerá sobre todo 
en los estadios de la libido llamados pr~~edípicos, en la 
relación madre-hijo y en los precursores de la castración, 
e incluso en otros aspectos del desarrollo haciendo in-
tervenir factores no libidinales. . 
En cuanto a Freud, no avanzará más por este cami-
no. Reafirmará su concepción del valor cardinal, nuclear 
del complejo de castración, del complejo de Edip.o como 
complejo paternal. Lo prueba su Moisés y la relig~ón: mo-
noteísta. Esta obra, más allá de las especulaciOnes 
históricas a las que adhiere y que han sido impugnadas 
incluye una parte clínica y desarrollos teóricos sobre la 
psicogénesis de las neurosis que merecen una cabal co~­
sideración. La función de la obra, que prolonga tan eVI-
27. Jones retomará este rasgo a través de la descripción de la afáni-
• 118. 
28. Es verdad que a Jones, que se había atribuido la función de ser-
virle de portavoz, se le menciona al final del artículo. 
85 
denten:ente Tótem y ~abú, es sin duda invitar a los psi-
coan~hstas a no desviarse del mito que funda la teoría 
f~eud1ana: el del padre de la horda primitiva y su ase-
smato por sus hijos. Para Freud no se trata de un mito. 
Para él, la práctica de la circuncisión es el testimonio 
de la amenaza de castración real que el padre podría eje-
c~t~ ~obre sus hijos. Recordemos la remisión a la 
hipotesis filogenética. 
XI. ULTIMAS PALABRAS: LA ROCA DE LA TEORIA 
"~.álisis terminable e interminable" es el testamen-
t~ clm.Ico,de Fr~ud. Su conclusión desemboca en la "roca 
bw~ó.g~ca que Impondría un límite a la posibilidad de 
anáhsis: el repudio de la femineidad por parte de am-
bos sexos. Lo cual de hecho remite tanto al varón como 
a. la niña al comple'o de castración: angustia de castra-
c~ón en el varón,envidia del pene en la ni~Cabe de-
Cir que se trata de la roca de la teoría {feucüana, esto 
es, lo que para su creador cobra el valor de núcleo no 
solamente duro sino irrompible. ' 
Sin extendemos ahora sobre este tema, subrayemos 
que .esa ro~a se constituye bajo la acción conjugada de 
la bisexuahdad y de la última teoría de las pulsiones 
(pulsiones devida y de muerte). Lo cual reclama un 
prolongado desarrollo reflexivo sobre las relaciones en-
tre 1~ ~línica psicoanalítica y la teoría freudiana, con un 
an~~s~s profundo de sus opciones interpretativas. El 
anáhs~s de l~ bibl.iografía psicoanalítica posfreudiana 
pondra en evidencia las otras opciones preferenciales. 
Estas ~o obedec~n solamente a las preferencias de au-
tores mslados, smo a características que pueden vincu-
larse con el conjunto cultural del que forman parte di-
chos aut?res, o del que a veces aparecen como represen-
tantes eJemplares. 
86 
• ) l 
C> • V ' 
7 
Conclusión. Con Jean Laplanche podemos concluir sobre la espe-
cificidad del complejo de Edipo según tres coordenadas. 
1) Su situación como culminación de la sexualidad infantil, que 
obliga a tomar en cuenta un punto de vista genético en una pers-
pectiva de desarrollo. Habrá que tener en cuenta entonces también 
estudios posfreudianos sobre esta cuestión. 
2) Su función como "teoría" (sexual) que puede asimilarse a una 
visión estructural, dado que introduce un principio de orden que per-
mite hacer inteligibles las relaciones humanas. 
3) Su perspectiva "dramatizadora", o bien la reanudación de sus 
temas de acuerdo con una nueva "puesta en escena" cuya vectoriza-
ción se cumple al mismo tiempo hacia la heterosexualidad y del lado 
de "la espera y las promesas, correlativas a la aceptación de la cas-
tración". 29 
Está claro que el complejo de Edipo, al que Freud cla-
sificará ulteriormente entre los fantasmas originarios, 
será el organizador psíquico más poderoso tanto al ni-
vel de la estructura como al nivel de la historia. El pano-
rama de la obra freudiana que expusimos permite po-
ner en evidencia que Freud ha sido muy constante en 
cuanto a la importancia que debe otorgarse al comple-
jo de castración, sobre el cual su opinión varía muy poco, 
a diferencia de lo que sucede en el caso de otros concep-
tos por él descubiertos (teoría de la seducción, sucesivas 
teorías sobre las pulsiones, dos tópicas del aparato 
psíquico, concepciones de la angustia, etc.). Sin embar-
go, es preciso destacar una serie de oscuridades o con-
tradicciones: la idea de Freud de que se trata de una for-
mación imaginaria (fantasma de castración o teoría se-
xual infantil) y la invocación de una realidad de la cas-
tración; su datación relativa precisa en los desarrollos 
ontogenéticos y su hipotético anclaje en la filogénesis; su 
vínculo con el complejo de Edipo y sus relaciones con-
tinuas y discontinuas con sus precursores (destete, con-
29. ·J. La planche, loe. cit., pág. 108. 
87 
• 
• 
' 
trol de esfínteres); su observación privilegiada en lapa-
tología de las neurosis y su constatación tanto en los 
grandes creadores (Leonardo) como en los salvajes; su 
relación con la bisexualidad y las dificultades con que 
tropieza la teoría de la castración para dar cuenta de 
la sexualidad femenina; sus conexiones con el yo a través 
del narcisismo y su relación con la realidad; su íntima 
relación con la angustia y sus vínculos con el masoquis-
mo; su inserción natural en las teorías de las pulsiones 
anteriores a 1920 y su reevaluación a la luz del concep-
to de pulsión de muerte; en suma, su posición de roca 
de la teoría freudiana. 
Este conjunto de contradicciones, unas fecundas, 
otras paradójicas, otras meramente oscuras, llevó a la 
investigación psicoanalítica posfreudiana a proponer 
otras respuestas inspiradas en opciones teóricas muy di-
ferentes. En todo caso, había un aspecto, y no de los me-
nores, que exigía una necesaria revisión: la sexualidad 
femenina. Vamos a dedicarle un capítulo especial. 
1 
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Parte III 
Perspectivas contemporáneas 
. : . . 
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