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MÓDULO III 
 
VARIABLES PSICOLÓGICAS 
RELEVANTES EN EL DEPORTE 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 MASTER E� PSICOLOGÍA DE LA ACT. FÍSICA Y DEL DEPORTE 
 Módulo III: Variables psicológicas relevantes en el deporte 
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INTRODUCCIÓN 
 
 
Es por todos conocidos que en la actividad física y el deporte los 
factores fisiológicos son fundamentales, al igual que los ambientales. 
Sin embargo, los aspectos psicológicos son igualmente importantes 
y muchas veces no son tenidos en cuenta por parte de los 
entrenadores, dinamizadores deportivos, monitores, etc. 
 
En este interesante módulo nos vamos a introducir en los aspectos 
psicológicos básicos en Psicología de la Actividad Física y del 
Deporte, definiendo conceptos como la motivación, la atención, la 
concentración y el estrés, analizando el papel que realizan y la 
relación que tienen con el rendimiento. 
 
 
 
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 Módulo III: Variables psicológicas relevantes en el deporte 
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II. OBJETIVOS 
 
Al final del módulo, el alumno estará en condiciones de: 
 
� Conocer y distinguir los diferentes tipos de motivación y su 
influencia en la actividad física y el deporte. 
 
� Conocer la definición y atención y su relación con la actividad 
física y el deporte. 
 
� Distinguir entre arousal, ansiedad y estrés y comprender su 
interrelación con la actividad física y el deporte. 
 
� Tener un primer acercamiento a otras variables psicológicas 
que se consideran importantes en la actividad física y el 
deporte. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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 Módulo III: Variables psicológicas relevantes en el deporte 
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III. ÍNDICE 
 
1. MOTIVACIÓN 
 
1.1 DEFINICIÓN Y TIPOS DE MOTIVACIÓN 
 
1.2 MOTIVACIÓN Y DEPORTE 
 
2. ATENCIÓN Y CONCENTRACIÓN 
 
 2.1 DEFINICIONES 
 
 2.2 ATENCIÓN Y CONCENTRACIÓN EN EL 
 DEPORTE 
 
 2.3 LAS DISTRACCIONES 
 
3. AROUSAL O NIVEL DE ACTIVACIÓN 
 
 3.1 DEFINICIÓN 
 
 3.2 PAPEL DEL AROUSAL EN EL DEPORTE 
 
4. ANSIEDAD Y ESTRÉS 
 
 4.1 DEFINICIONES 
 
 4.2 ANSIEDAD Y ESTRÉS EN EL DEPORTE 
 
5. OTRAS VARIABLES PSICOLÓGICAS 
 RELEVANTES 
 
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 5.1 PERSONALIDAD 
 
 5.2 AUTOCONFIANZA Y AUTOEFICACIA 
 
 5.3 LAS EXPECTATIVAS 
 
 5.4 LA FRUSTRACIÓN 
 
6. BIBLIOGRAFÍA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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1. MOTIVACIÓN 
 
Podemos considerar a la motivación como el “motor” que nos 
impulsa a realizar algo, con un determinado fin. En el deporte, el 
papel de la motivación es crucial, ya que el rendimiento estará muy 
influenciado por ella. No obstante, antes de entrar en este aspecto, 
definamos la motivación y los tipos que existen, ya que simplificarla 
implica no considerarla de forma integral. 
 
 
 
1.1 DEFINICIÓN Y TIPOS DE MOTIVACIÓN 
 
Según indican Paglilla y Zavanella (2005) la palabra “motivación” 
proviene de una raíz latina que significa “mover”, “poner en 
movimiento”, en el sentido de algo que impulso a la acción. Por 
tanto, constituye un estado – permanente o transitorio y aún 
esporádico – caracterizado por una predisposición favorable para la 
acción. Algunos investigadores utilizan el término “motivos” para 
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referirse a los elementos determinantes de tal estado, mientras que 
otros emplean ambos términos (motivaciones y motivos) en forma 
intercambiable. 
 
Cabe señalar que la palabra “motivo” tiene una connotación más 
bien racional, en tanto que el término “motivación” indica sobretodo 
una actitud de la personalidad total del sujeto, con preponderancia 
de los factores activo – emocionales. 
 
La motivación es la fuerza impulsora de nuestra conducta; lo que 
determina en buena medida y casi siempre nuestro éxito o nuestro 
fracaso, en el sentido de que nos lleva a utilizar en mayor medida 
nuestras reales capacidades. La motivación es, pues, esencial en 
toda actividad humana y, por supuesto, en el entrenamiento y la 
competencia, que son las actividades que aquí nos interesan. 
 
En relación con una actividad, la motivación influye en: 
 
� La actitud del sujeto frente a la misma. 
 
� La iniciación y el modo de realización de la actividad 
 
� El grado de esfuerzo del sujeto. 
 
� La evaluación de la actividad. 
 
Según Iturbide, podemos decir que la motivación es un término 
global que se utiliza para definir el complejo proceso psicológico que 
determina la dirección y la intensidad del esfuerzo, un proceso 
marcadamente individual en el que influyen factores de diversa 
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índole (biológicos, sociales, cognitivos, emocionales, etc.) que es 
aprovechado con relativa frecuencia para explicar el comportamiento 
de las personas cuando practican actividad física o deporte. En 
concreto, la dirección del esfuerzo “se refiere a si el sujeto busca, se 
aproxima o se siente atraído por ciertas situaciones” –por ejemplo, 
cuando un entrenador se inscribe y asiste a un cursillo de 
perfeccionamiento-; mientras que la intensidad del esfuerzo hace 
referencia “a la cantidad de empeño que una persona emplea en una 
situación determinada” –por ejemplo, un jugador de baloncesto que, 
aún no pudiendo entrenar los mismos días que sus compañeros, se 
esfuerza al máximo en cada sesión de entrenamiento (Weinberg y 
Gould, 2010). 
 
 
 
Figura 1. Variables relacionadas con la motivación (tomado de Escartí 
y Cervelló, 1994) 
 
Por tanto, la motivación es una variable psicológica, “un factor 
disposicional” (Dosil y Caracuel, 2003), que difiere de unas personas 
a otras y que, dependiendo de ciertos factores biológicos, sociales 
y/o ambientales, puede aumentar o disminuir en un mismo individuo. 
 
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Sin embargo, lo que sí es preciso subrayar es que la complejidad y 
la mutabilidad de esta variable son de tal magnitud y calado que, a 
pesar del trabajo y del esfuerzo de muchos teóricos e 
investigadores, todavía no se ha conseguido dar una respuesta 
única a qué es la motivación y a cómo actuar sobre ella. De hecho, 
conocer las fuentes de donde surge esta variable, identificar las 
características que la diferencian del resto y concretar las influencias 
que la determinan, se ha convertido en un quehacer prioritario para 
todas aquellas personas que se esfuerzan por entender y explicar 
qué función desempeña la motivaciónen el ámbito de la actividad 
física y el deporte. 
 
Gutiérrez (2000), por ejemplo, hace una sensata reflexión sobre los 
estudios realizados en los últimos años acerca de la motivación, 
concluyendo que los diferentes tipos de motivación identificados por 
los autores que él ha investigado pueden servir a los estudiosos del 
tema para conocer mejor las variables individuales, sociales y 
ambientales que influyen en la elección y en la participación de un 
individuo en una actividad deportiva concreta. De hecho, entre las 
diversas clasificaciones estudiadas por este autor, encontramos una 
cuya mesura y acierto permiten un mejor conocimiento del “por qué” 
unas personas perseveran más que otras en el deporte y “por qué” 
algunos atletas abandonan la práctica deportiva antes de lo que 
sería deseable. Nos estamos refiriendo, claro está, a aquella 
clasificación que plantea la existencia de dos tipos fundamentales de 
motivación: la motivación intrínseca y la motivación extrínseca 
(Krane, Greenleaf y Snow, 1997; Valdés, 1998). 
 
Decimos que la motivación es intrínseca cuando se practica el 
deporte por el placer inherente al mismo, es decir, cuando se ejecuta 
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la actividad deportiva en ausencia de refuerzos externos o de 
esperanza de recompensa (ausencia de incentivos). Pensemos, por 
ejemplo, en un niño que contempla por primera vez una actividad 
deportiva espectacular y queda tan impresionado que siente la 
imperiosa necesidad de integrarla inmediatamente en su vida. A 
partir de ese instante, todo gira alrededor de dicha actividad y 
poniéndola en práctica siente un placer enorme que le empuja a 
reproducirla una y otra vez. No es necesario prometerle ningún 
premio, ni colmarle de alabanzas, ni siquiera es preciso animarle, el 
joven aprendiz de deportista disfruta simple y llanamente practicando 
deporte. Por decirlo de otro modo, no todo el que lleva a cabo una 
actividad deportiva lo hace con el ánimo de destacar, ganar o ser el 
mejor. Es más, si el único objetivo fuera ganar y la continuidad de la 
acción dependiera del triunfo, posiblemente solo unos pocos 
seguirían practicando deporte; evidentemente, los ganadores. La 
motivación espontánea es, pues, una fuerza que se nutre de sí 
misma y no precisa ni de reforzamientos externos ni de ninguna 
clase de autoimposición. 
 
Ahora bien, existe otro tipo de motivación intrínseca que no surge de 
forma espontánea, sino que, más bien, es inducida por nosotros 
mismos. Es aquella que nos autoimponemos por algún motivo y que 
exige ser mantenida mediante el logro de resultados. Se trata de una 
motivación artificiosa que difícilmente se sostiene a menos que se 
consigan resultados apetecibles. Muchos estudiantes, por ejemplo, 
renuncian a cursar una carrera que les gusta porque piensan que 
una vez convertidos en profesionales no ganarán el dinero que 
desean y se plantean cursar otra licenciatura porque confían en 
alcanzar un elevado nivel de vida. Su motivación responde a una 
necesidad completamente ajena a los estudios y se basa en un 
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supuesto totalmente imprevisible: encontrar un buen trabajo y ganar 
mucho dinero. No sienten necesidad de aprender para colmar un 
deseo de conocimiento, sino que estudian para terminar la carrera y 
poder alcanzar un cierto estatus. Por eso, cuando las largas noches 
de estudio comienzan a resultar interminables, cuando llegan los 
primeros suspensos, las primeras dudas, este tipo de motivación se 
resquebraja y es entonces cuando comienzan a recapacitar y 
posiblemente a arrepentirse de la decisión adoptada. 
 
Pues bien, en el ámbito del deporte también puede suceder lo 
mismo. Tomemos el ejemplo de un deportista que sufre una lesión y 
debe iniciar un proceso de recuperación. Se inscribe en un gimnasio 
y se pone en manos de un profesional que le confecciona un 
programa de ejercicios. El deportista acude regularmente a realizar 
el programa, pero no porque sienta la necesidad de entrenarse, sino 
porque se autoimpone el deber de hacerlo esperando una pronta 
recuperación. Una vez consumada dicha recuperación, abandona el 
centro deportivo y sigue con su rutina de vida habitual. 
 
En cuanto a la motivación extrínseca, podemos decir que es un 
tipo de motivación que se asocia habitualmente con deportistas cuya 
actuación depende de refuerzos que provienen del exterior, 
refuerzos que resultan imprescindibles para que el atleta en cuestión 
se esfuerce en entrenar y competir: dinero, becas, trofeos, 
reconocimiento social, etc. Es, sin duda, el tipo de motivación más 
débil de todos, el más inestable, ya que no depende del propio 
deportista sino del criterio de otras personas y de la valoración que 
hagan del trabajo realizado. 
 
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Sería el caso, por ejemplo, de aquellos deportistas que se 
comprometen a realizar una determinada marca o batir un record a 
cambio del dinero de un patrocinador. Un caso en el que, 
desgraciadamente, nunca se va a valorar el trabajo realizado al 
margen del resultado, ni la satisfacción personal que emana de la 
práctica deportiva; un caso en el que, por encima de todo, se tiene 
en cuenta el resultado final, y si éste no es satisfactorio para el 
sponsor, probablemente retire la ayuda económica. 
 
El deportista vive, pues, con la presión del resultado y si éste no 
llega, puede llegar a desmoralizarse y perder la motivación interna 
que le animó desde los inicios de su carrera deportiva. Incluso el 
propio entrenador puede caer en el error de recordar 
constantemente al deportista que, si no se cumplen los objetivos 
marcados, el patrocinador puede cansarse y retirar el dinero. Y no 
digamos ya la familia, que puede llegar a imponer una presión 
insostenible al descargar toda la responsabilidad de su futuro 
económico en los resultados deportivos del atleta. En síntesis, 
llegamos a una situación en la que el deportista ya no se entrena por 
el placer de hacerlo, sino por dar satisfacción a terceros. Es, sin 
duda, una pobre motivación que suele venirse abajo cuando los 
resultados no son los esperados por los demás. 
 
Así las cosas, podemos afirmar que la motivación intrínseca (interna) 
es la más potente, estable y duradera de las dos, ya que está 
controlada por autorecompensas (disfrute, probarse a uno mismo, 
experimentar cosas nuevas, autorrealización, etc.); mientras que la 
motivación extrínseca (externa) varía de recompensas con la misma 
rapidez con que se consiguen, por lo que ha de ser considerada, a 
medio plazo, como un tipo de motivación mucho más inestable para 
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el deportista (De Diego y Sagredo, 1992). Pese a todo, ambas 
suelen convivir en un mismo deportista -por ejemplo, alguien que 
juega al fútbol porque le gusta y además porque le pagan-, y el valor 
que se otorga a cada una de ellas depende, en todo caso, de la 
situación concreta a la que haya de enfrentarse el atleta y de las 
condiciones particulares en las que se encuentre. Lo normal, dice 
Dosil (2004), es que prevalezcasiempre una por encima de la otra. 
Abundando en el tema, Vallerand y Rousseau (2001) aúnan 
esfuerzos para tratar de dar una explicación más exhaustiva de esta 
compleja variable que es la motivación, una variable que, según 
plantean, puede ser explicada en su vertiente intrínseca desde una 
triple dimensión: 
 
a) Motivación intrínseca de conocimiento: practicar una actividad 
por el placer y la satisfacción que se experimenta cuando se 
aprende o explora. 
 
b) Motivación intrínseca de ejecución: practicar una actividad por 
el placer y satisfacción que se siente al ejecutar 
correctamente algún ejercicio, algún movimiento o, 
simplemente, al enfrentarse a una situación nueva. 
 
c) Motivación intrínseca de experimentar sensaciones: Practicar 
una actividad por el placer y satisfacción de experimentar 
sensaciones diferentes a las habituales. 
 
Buceta (1999), por su parte, prefiere hablar de motivación básica y 
motivación cotidiana: la primera, es la base estable de la 
motivación, la que determina el compromiso del deportista con su 
disciplina deportiva. Depende, fundamentalmente, de los resultados 
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obtenidos y del rendimiento personal. La segunda, se refiere al 
interés del deportista por la actividad deportiva en sí misma, con total 
independencia de los logros obtenidos, un interés directamente 
relacionado con el rendimiento personal cotidiano y el constructo 
divertimento, propio de la realización de una actividad que resulta 
grata y entretenida (ambiente agradable, entrenamientos divertidos, 
camaradería, etc.). En opinión de Buceta, ambos tipos de 
motivación, básica y cotidiana, deben desarrollarse e interactuar 
para conseguir una motivación consistente, que contribuya a 
consolidar la práctica deportiva y ayude al deportista a perseverar en 
el esfuerzo y a superar los momentos difíciles. 
 
En cualquier caso, a pesar del acierto y la utilidad práctica de todas 
estas propuestas, coincidimos con Iturbide en que todavía seguimos 
sin encontrar una teoría “correcta” que permita comprender y 
explicar la motivación en toda su magnitud y excelencia. Aunque, 
como señala Roberts (1995), la búsqueda de conceptos teóricos que 
permitan entender e incrementar las conductas de ejecución en el 
deporte y el ejercicio físico continúa. 
 
Se han postulado multitud de teorías sobre la motivación, que 
exceden los objetivos de este módulo, no obstante, el alumnado 
interesado puede consultar la bibliografía. 
 
1.2 MOTIVACIÓN Y DEPORTE 
 
Iturbide indica que en el ámbito de la actividad física y el deporte la 
motivación ha de ser considerada como el producto de un conjunto 
de variables sociales, ambientales e individuales que determinan la 
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elección de una determinada disciplina deportiva, la intensidad en la 
práctica de la misma y, en último término, el rendimiento. 
 
Vallerand y Thill (1993), por ejemplo, tienen muy clara esta 
circunstancia cuando, en su Introduction to the concept of motivation, 
recuerdan que esta variable psicológica no es sino un constructo 
hipotético que describe las fuerzas internas y/o externas que 
producen la iniciación, dirección, intensidad y persistencia de la 
conducta. 
 
De Diego y Sagredo (1992), por su parte, también contribuyen al 
esclarecimiento de este controvertido concepto cuando, jugando con 
ventaja, afirman que la motivación es un complejo proceso que 
siempre muestra dos caras: 
 
1) La de impulso, referida a los componentes energéticos del 
proceso (cómo está de activado el deportista, cuánto esfuerzo 
emplea en conseguir un determinado objetivo, cómo la 
actuación se ve afectada si el nivel de activación es superior o 
inferior al adecuado, etc.). 
 
2) La de necesidad, relacionada con los componentes 
direccionales del mismo, es decir, con las metas y objetivos 
que se ha marcado previamente el deportista. 
 
De hecho, al considerar ambas vertientes(impulso y necesidad), el 
término “motivación” no sólo se entiende mejor sino que también 
sirve de guía al especialista en la ardua tarea de tratar de regular la 
motivación de los deportistas, activando adecuadamente su 
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conducta (valor energético, de impulso) y orientándola (valor 
direccional, de necesidad). 
 
Al sintetizar los resultados de numerosas observaciones e 
investigaciones, Paglilla y Zavanella (2005) señalan que las 
principales motivaciones del deportista son las siguientes: 
 
� Interés y gusto intrínseco por la actividad deportiva. Placer 
derivado de la misma. 
 
� Gusto por la actividad física intensa. 
 
� Necesidad de recreación, de cambio de actividad para 
compensar las tensiones del trabajo cotidiano, de evasión. 
 
� Deseo de mantenerse bien físicamente, de conservar o 
mejorar la salud. 
 
� Deseo de prepararse para otras actividades por medio del 
deporte. 
 
� Deseo de pertenecer a un grupo, necesidad de convivencia 
en una relación social con objetivos comunes. 
 
� Tendencia a experimentar la emoción suscitada por la 
competencia. 
 
� Deseo de ganar, de demostrar fuerza y habilidad. Deseo de 
autoafirmación y superación. Placer derivado de vencer 
obstáculos. 
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� Deseo de lograr fama, popularidad, reconocimiento y 
aprobación social. En ciertos casos, este suele desembocar 
en el deseo de obtener alguna ventaja económica por medio 
del éxito deportivo. 
 
Por ello, es preciso tener en cuenta lo siguiente: 
 
� Las motivaciones deben verse en función del contexto social y 
de los parámetros culturales. 
 
� Existe una correlación entre el tipo de disciplina deportiva y la 
motivación. 
 
� Las motivaciones difieren enormemente según las formas de 
deporte (recreativo, higiénico, terapéutico, de mediano o alto 
nivel competitivo). Evidentemente no son iguales las 
motivaciones de quien los fines de semana juega al tenis o al 
golf para relajarse o distraerse, que las de aquel que se 
somete a entrenamientos rigurosos para alcanzar un 
rendimiento máximo. 
 
� En el deporte de alto nivel predominan las motivaciones 
sociales. En niveles inferiores se da más el gusto intrínseco. 
 
� Hay una relación estrecha entre éxito y motivación. Esto, a su 
vez, incide en la duración de la carrera deportiva. La 
motivación contribuye al éxito y este es generador de nuevas 
fuerzas motivacionales. 
 
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Según expone ampliamente Iturbide, por lo general, para que una 
persona comience a practicar una determinada actividad física y se 
mantenga en ella, hace falta que esta actividad resulte interesante o 
sirva para satisfacer alguna necesidad personal, ya que, en caso 
contrario, es muy probable que el sujeto se desilusione, comience a 
aburrirse y piense seriamente en abandonar. De hecho, al hacer un 
resumen valorativo de los estudiosclásicos sobre los motivos de 
participación de los jóvenes en la actividad física y el deporte 
(Skubic, 1956; Alderman y Wood, 1976, Alderman, 1980; Gill, Gross 
y Huddleston, 1983; Gould y Horn, 1984; etc.), nos encontramos con 
que la mayoría de los deportistas encuestados citan el divertimiento, 
el incremento de las destrezas y el estar en forma como los motivos 
fundamentales que justifican su participación en el deporte y, aunque 
existen pequeñas diferencias entre sexos y edades, las razones 
intrínsecas (distraerse, disfrutar, mejorar las propias destrezas, etc.) 
aventajan con creces a las razones sociales (estar con los amigos, 
hacer nuevas amistades, etc.) y a las razones extrínsecas (competir, 
ganar premios, agradar a otros, etc.). 
 
Así pues, aunque los motivos que animan a una persona a practicar 
una determinada actividad física pueden ser variopintos, lo cierto es 
que si la práctica de esa actividad no proporciona experiencias 
positivas de aprendizaje, no reporta reconocimiento social o no 
resulta gratificante, pronto se convierte en una inoportuna diligencia 
cuando no en una penosa obligación. 
 
En cuanto a los motivos de abandono de la actividad deportiva, 
debemos decir que uno de los primeros trabajos sobre el tema fue 
realizado por el psicólogo canadiense Terry Orlick a principios de la 
década de los setenta. En este trabajo, Orlick (1974) resaltaba que 
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la mayoría de los deportistas que admitían que no iban a seguir 
practicando deporte la próxima temporada mencionaban alguna 
experiencia poco placentera relacionada con su práctica deportiva 
para justificar tal decisión: la falta de tiempo libre para realizar otras 
actividades, un entrenador demasiado severo, la excesiva insistencia 
en la victoria, la ausencia de diversión..., una circunstancia que le 
llevo a cuestionar seriamente la estructura organizativa del deporte 
infantil y juvenil. En su opinión, los adultos que organizan y llevan a 
cabo los programas deportivos para niños ensalzan demasiado la 
importancia de la victoria, lo cual acarrea muchas veces una serie de 
demandas, tanto físicas como psicológicas, que a los niños les 
resultan excesivas y les obligan a abandonar. 
 
Este trabajo de Orlick, junto con el que un año después realizó con 
Botterill (1975), permitió documentar que las razones para 
abandonar la práctica deportiva variaban enormemente según la 
edad de los deportistas y en menor medida según el sexo de los 
mismos. Los niños menores de 10 años, por ejemplo, citaban la 
merma del tiempo disponible para jugar y el aburrimiento como los 
motivos más relevantes del abandono deportivo, mientras que los 
mayores de 10 años señalaban la falta de tiempo y el conflicto de 
intereses como razón principal. Las chicas, por su parte, evalúan “el 
divertirse” y “hacer nuevas amistades” mucho más que los chicos y, 
en cambio, conceden menos importancia a los aspectos 
competitivos y de reto propios de cada deporte. 
 
2. ATENCIÓN Y CONCENTRACIÓN 
 
El hecho de que el deportista esté sometido a un flujo de información 
tan continuo y abundante que, en ocasiones, llegue a desbordar su 
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capacidad de procesamiento, no ha pasado desapercibido para los 
psicólogos de la actividad física y del deporte. Desde posiciones 
teóricas muy diferentes, se han marcado como objetivo prioritario 
ayudar al deportista a dirigir sus recursos atencionales sobre 
algunos aspectos concretos de la tarea y a prescindir de otros, o 
bien, a repartir dichos recursos de un modo óptimo entre dos o más 
tareas. 
 
 
 
Figura 2 
 
Según William James, “la atención no es solamente la capacidad 
mental para captar la mirada en uno o varios aspectos de la realidad 
y prescindir de los restantes, es el tomar posesión por parte de la 
mente, de forma clara y vívida, de uno entre los que parecen 
simultáneamente varios posibles objetos de pensamiento. Su 
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esencia está constituida por focalización, concentración y 
conciencia. Atención significa dejar ciertas cosas para tratar 
efectivamente otras” 
 
Respecto a la atención, tan importante es concentrarse en lo que se 
está haciendo, como controlar la desatención, esto es, evitar las 
distracciones consistentes en dirigir la atención hacia otras cosas 
que no son la tarea o hacia aspectos irrelevantes de la misma. Por 
tanto, atención y concentración están íntimamente ligadas. 
 
 
 
Figura 3. Factores que influyen en la concentración 
 
2.1 DEFINICIONES 
 
Iturbide define la atención como el proceso psicológico que permite 
al individuo establecer contacto con los estímulos más relevantes de 
la situación en el momento presente, omitiendo o eliminando 
aquellos otros que no son importantes o no hacen al caso (excepto 
cuando la situación, como indica Dosil (2004,) “reclame interactuar 
con el pasado o con el futuro -retrospectiva o prospectivamente-“). 
Por otro lado, define a la concentración como la focalización y 
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mantenimiento de la atención en la realización de una tarea 
concreta, durante un período de tiempo determinado (el que requiera 
la ejecución correcta de la tarea). 
 
La perspectiva desde la que más se ha estudiado la atención en 
Psicología de la Actividad Física y del Deporte, ha sido la cognitiva. 
Basada en el estudio del procesamiento de la información, esta 
perspectiva defiende la idea de que el atleta recibe una considerable 
cantidad de mensajes del entorno en el que desarrolla su actividad, 
mensajes que han de ser filtrados y procesados para poder dar una 
respuesta verdaderamente efectiva a las demandas situacionales. 
De Vega, (1994) nos resume los tres aspectos de la atención que 
más se han estudiado desde esta valiosa perspectiva: 
 
1) La selección estimular. Tanto para las ciencias del deporte 
como para el sentido común, la atención es la variable 
psicológica que permite al individuo sincronizar sus procesos 
mentales con una fracción del flujo de estímulos que recibe a 
cada instante. Esta idea, fundamental en la teoría del 
procesamiento de la información, ha suscitado el interés y la 
curiosidad de muchos de los investigadores que desarrollan 
su cometido en el ámbito de la actividad física y del deporte, 
que, alentados por las múltiples evidencias, han comenzado a 
considerar la atención como un auténtico “filtro estimular”. En 
efecto, autores tan prestigiosos como Landers (1981), 
Boutcher (1992) o Abernethy (2001) refrendan esta idea y 
sostienen que, gracias a la atención, el atleta puede 
seleccionar y procesar la información más relevante de todos 
los mensajes concurrentes, mientras que el resto de la 
información (eventualmente irrelevante) queda atenuada y 
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recibe un procesamiento mínimo o nulo. De hecho, por poco 
quepensemos en ello, habremos de reconocer que el 
deportista no es un mero receptor de información, sino que 
sus procesos atencionales le permiten dictaminar en cada 
momento qué mensajes del entorno son valiosos y requieren 
una elaboración cognitiva. La atención, por tanto, ha de ser 
entendida como un mecanismo de control activo que permite 
al procesador una toma de posición ante los estímulos 
percibidos, estímulos que serán seleccionados y procesados -
o no- según su validez y conveniencia para la ejecución de la 
tarea (De Vega, 1994). 
 
2) La capacidad limitada. Además del carácter selectivo, hay un 
segundo aspecto de la atención que por su importancia y sus 
derivaciones prácticas es necesario subrayar: se trata de un 
mecanismo de capacidad limitada, una restrictiva 
circunstancia que sin duda explica la enorme dificultad que 
encontramos para realizar dos o más tareas al mismo tiempo. 
En efecto, la experiencia demuestra sobradamente que no es 
posible ejecutar de forma eficaz dos tareas complejas a la 
vez; y que cuando se intenta perpetrar tal proeza, nuestros 
limitados recursos atencionales deben repartirse entre ellas, 
produciéndose múltiples interferencias y una considerable 
merma del rendimiento. Además, no podemos olvidar que 
este categórico aspecto de la atención se complementa con el 
anterior, pues a medida que el atleta convierte en automáticas 
ciertas destrezas, deja de prestar atención a las mismas, 
pudiendo utilizar el esfuerzo atencional para otras situaciones 
que lo requieran. En concreto, los trabajos de González 
(2003) sobre la atención y el rendimiento deportivo acreditan 
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sobradamente esta idea, pudiéndose concluir que los atletas 
que poseen mayor nivel de destreza deportiva tienen mayor 
capacidad para atender a más estímulos al mismo tiempo. 
 
3) El estado de activación/alerta. Otro aspecto que por su interés 
y sus repercusiones merece la pena destacar en este 
apartado es que la atención debe ser considerada como un 
mecanismo endógeno de alerta, es decir, como una especie 
de terminal que nos revela la disposición general del 
organismo para procesar la información proveniente del 
entorno en un momento dado. Para comprender la 
importancia que este estado de alerta tiene en el 
procesamiento de los estímulos basta con comparar las 
enormes diferencias en cuanto a capacidad de respuesta que 
existen entre un sujeto dormido (bajo nivel de alerta) y un 
sujeto despierto (alto nivel de alerta). Cuando el nivel de 
alerta es elevado, el sujeto es capaz de responder a gran 
variedad de estímulos y ejecutar multitud de tareas que 
requieren habilidades, por el contrario, cuando el nivel de 
alerta es bajo, su conducta tiende a ser más torpe, 
descuidada y poco eficaz. Pero aún hay más, los trabajos de 
Landers (1981), Kremer y Scully (1994) y Boutcher (2002) 
también han demostrado que el nivel de atención de un 
deportista disminuye de forma progresiva a medida que su 
nivel de activación se incrementa. Esto quiere decir que, tanto 
si el nivel de activación es bajo como si es alto, las 
repercusiones en el rendimiento serán negativas (con un nivel 
de activación bajo se atiende a demasiados estímulos, 
incluyendo los que no son relevantes; con un nivel de 
activación alto se atiende a muy pocos estímulos, por lo que 
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pueden excluirse algunos elementos esenciales para la 
tarea). Por todo ello, habremos de concluir que existe una 
relación directa entre el estado de activación/alerta del 
deportista y su atención. 
 
2.2 ATENCIÓN Y CONCENTRACIÓN EN EL DEPORTE 
 
Respecto a las teorías explicativas de la atención en el deporte, la 
teoría de los estilos atencionales (Nideffer, 1976), es uno de los 
más utilizados. Esta teoría sostiene que la ejecución deportiva está 
estrechamente relacionada con el estilo o foco atencional del 
deportista, y que, por eso mismo, si somos capaces de identificar 
cuál es realmente ese particular estilo, resultará mucho más fácil 
entender y predecir el resultado de la ejecución en una gran 
variedad de situaciones. Para Nideffer (1976), igual que hay 
diferencias fisiológicas o intelectuales entre las personas, también 
las hay en lo referente a sus habilidades atencionales, habilidades 
que si se desarrollan de forma conveniente pueden ayudar al 
individuo a hacer frente en cada momento a las diferentes 
exigencias de su especialidad deportiva. 
 
Según expone González (1997), Nideffer concluye que para enseñar 
y entrenar de forma eficiente, el entrenador y los expertos deben ser 
capaces de definir las necesidades atencionales de un deporte 
específico, de forma que puedan ayudar a sus deportistas a conocer 
el tipo de atención más apropiada para ese deporte. 
 
De las investigaciones de Nideffer se deduce que existen dos 
dimensiones principales en la atención, que son la amplitud y la 
dirección. 
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La amplitud del foco de atención se refiere a la cantidad de 
información específica que una persona puede atender en un 
período de tiempo dado. Esto significa que cuando un jugador de 
baloncesto se fija en el aro al lanzar un tiro libre a canasta y en la 
disposición de los jugadores al pasar el balón a su compañero, está 
utilizando dos tipos de atención diferentes. En el primer caso, se 
trata de una atención focalizada y en el segundo, de una atención 
global. 
 
La dirección de la atención puede referirse tanto a las cosas que 
suceden alrededor (factores externos), como a los pensamientos y 
sentimientos personales (factores internos). Como la atención del 
deportista se extiende en dos dimensiones de amplitud y dirección, 
debe conocerse que se pueden dar las siguientes combinaciones: 
 
1) Atención amplia- externa. Por ejemplo, cuando un jugador de 
baloncesto tiene una panorámica global de la colocación de 
sus compañeros y pasa el balón al mejor situado para 
recibirlo. 
 
2) Atención reducida-externa. Si el jugador va a lanzar un tiro 
libre a canasta y se fija en el aro adonde debe introducir la 
pelota, está utilizando este tipo de atención. 
 
3) Atención amplia-interna. Si el jugador pierde el balón cada vez 
que intenta driblar a un contrario, y toma la decisión de 
realizar una forma diferente para conseguirlo, está utilizando 
una atención amplia e interna. 
 
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4) Atención reducida-interna. Sentir la tensión de sus manos 
para relajarlas, es un ejemplo de atención estrecha e interna. 
Respirar hondo varias veces para relajarse, antes de lanzar 
un penalti, es otro ejemplo de atención reducida e interna. 
 
 
 
Figura 4. Estilos atencionales resultantes de la intersección de las 
dimensiones de amplitud y dirección de la atención (tomado de 
Nideffer, 1985, p. 130 y 1993, p.593) 
 
Es obvio que existen estilos de atención y que cada deporte requiere 
ciertos estilos y flexibilidad, esto es, la habilidad de cambiar 
rápidamente de un tipo de atención a otro. Por ello, es tan 
importante dominar los estilos de atención propiosde cada deporte, 
como saber cambiar de un estilo a otro, cuando el juego o la 
actuación lo exigen. Por ejemplo, un futbolista que avanza con el 
balón controlado tiene un foco externo-reducido pero si quiere pasar 
el balón al delantero mejor situado, deberá cambiar a un foco 
externo-amplio, que requiere una visión panorámica de la colocación 
de los atacantes. De forma similar, un jugador de golf debe utilizar 
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un foco de atención externo-amplio al determinar el lanzamiento y 
reducido-externo al centrarse en la bola para golpear. 
 
El modelo integral de atención fue propuesto por Boutcher en 
1992, y defiende que a la hora de investigar la relación existente 
entre la atención y la ejecución deportiva deben tenerse en cuenta, 
además de la capacidad de concentración del sujeto, también otros 
factores, tanto de índole personal como situacional. En concreto, 
Boutcher destaca la importancia y la influencia de tres de estos 
factores: las diferencias individuales, las influencias ambientales y 
los cambios en el nivel de arousal, tres factores que, en su opinión, 
condicionan y determinan el nivel de atención del deportista, 
afectando, por consiguiente, al resultado de la ejecución. 
 
Un ejemplo clásico que confirma esta dinámica interacción de 
factores señalada por Boutcher, lo tenemos en el jugador de golf 
que, tras varias horas de esfuerzo, ha de enfrentarse a un hoyo 
trascendental para el resultado final del torneo. En esa situación, 
probablemente percibida como decisiva, la imperiosa necesidad de 
ejecutar de forma correcta la tarea puede provocar un considerable 
incremento del arousal y de la ansiedad en el deportista, lo que, a su 
vez, puede acarrear una importante reducción de su capacidad 
atencional. Además, este inesperado incremento de la ansiedad 
suele ir acompañado de pensamientos negativos, que hacen que el 
jugador dirija la atención hacia estímulos irrelevantes para la 
ejecución y responda a las demandas situacionales con un patrón de 
procesamiento controlado en lugar de automático. 
 
Según Boutcher, cuando el deportista realiza una tarea que requiere 
la utilización de la atención se ve influenciado por tres tipos de 
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factores: los de índole personal (capacidad, intereses, metas), los 
específicos de la actividad y los ambientales, factores que 
determinan su nivel de activación (arousal). Una vez establecido el 
nivel de activación, comienza la segunda secuencia del modelo, 
secuencia en la que el sujeto tiene que enfrentarse a la ejecución de 
la tarea tratando de optimizar dicho nivel mediante un procesamiento 
de la información controlado, automático o una combinación de 
ambos (depende de la naturaleza de la tarea). Si el deportista 
consigue acertar con el procesamiento adecuado para esa situación, 
podremos hablar de un “estado de atención óptimo”, estado que, 
lógicamente, podrá verse alterado por factores internos o externos. 
Por último, Boutcher presenta algunas respuestas del deportista 
cuya observación puede ayudar a medir los procesamientos 
controlado y automático: los gestos de la cara, la fijación de la 
mirada, los autoinformes (más útiles para el procesamiento 
controlado) y, por otra parte, el comportamiento, las respuestas 
biológicas y las emociones/sensaciones vividas durante la ejecución 
(asociadas, generalmente, al procesamiento automático). 
 
Otro modelo atencional que ha sido propuesto en los últimos años 
ha sido el modelo explicativo del proceso atencional, de Dosil 
(2004). Partiendo de la premisa de que en la interacción del 
deportista con cada situación específica se producen una serie de 
pasos que van desde la percepción inicial hasta la concentración en 
la tarea, el autor trata de profundizar en el estudio de la atención y 
de la concentración buscando una mayor aplicabilidad a ámbitos 
concretos del deporte. El alumnado interesado en conocer 
detenidamente el modelo, puede consultar la bibliografía que se cita 
al final del módulo. 
 
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2.3 LAS DISTRACCIONES 
 
Según González (1997), los errores de ejecución que ocurren, con 
frecuencia, se producen como efecto de las distracciones o debido a 
que el foco atencional del deportista es inadecuado. Por ejemplo, un 
jugador de baloncesto que va a lanzar tiros libres debe focalizar su 
atención en el aro de la canasta y no atender a los silbidos e insultos 
de la multitud hostil de las gradas. Un tenista no debería seguir 
preocupándose porque no ha entrado el primer servicio, sino 
centrarse en el segundo servicio. 
 
 
 
Figura 5 
 
Si un futbolista se descentra por una decisión desacertada del 
árbitro, en vez de seguir pensando en ello y descontrolarse, sería 
mejor que se relajara respirando profundamente varias veces y 
pensar “he tenido mala suerte, pero sólo es un lance del juego y no 
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debo preocuparme por ello”. Luego el futbolista podría volver su 
atención al partido, concentrándose en jugar lo que resta de partido 
sin dejarse enredar por el recuerdo de la injusticia del árbitro. 
 
Dado que los errores de actuación pueden ser provocados por un 
foco de atención equivocado, entrenadores y expertos necesitan 
conocer las demandas de cada deporte particular, así como los 
distintos estilos atencionales de sus deportistas. 
 
Por lo demás, otro aspecto importante de focalizar la atención 
consiste en incrementar la actuación de la tarea focalizada. Fijar la 
atención en un punto de actuación produce una confluencia de la 
fuerza parecida a los rayos de sol a través de una lente, en un punto 
dado. Los rayos solares dispersos son inocuos, pero si confluyen en 
un punto generan un incendio. Algo parecido sucede con la atención; 
la atención que se dispersa en muchas cosas, es débil, pero 
concentrada en una actuación determinada, multiplica de forma 
importante su eficacia. 
 
González ofrece el siguiente consejo-resumen “Tu atención debe 
estar fijada en la situación actual, evitando centrarte en lo que ha 
pasado o temiendo lo que pueda ocurrir”. 
 
3. AROUSAL O NIVEL DE ACTIVACIÓN 
 
Aunque habitualmente los términos arousal, estrés y ansiedad se 
utilizan de forma indiscriminada e intercambiable en el ámbito 
deportivo, los psicólogos de la actividad física y del deporte 
consideran que es sumamente importante proceder a su 
diferenciación, máxime si tenemos en cuenta que existen matices y 
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peculiaridades suficientes como para que cada uno de estos 
vocablos tenga una entidad propia dentro del complejo mundo del 
deporte y el ejercicio físico. 
 
En este punto trataremos el arousal o nivel de activación, y en el 
siguiente, trataremos la ansiedad y el estrés, si bien es cierto que los 
tres términos están íntimamente relacionados entre sí. 
 
El arousales un proceso fisiológico y psicológico general del 
organismo, que varía a lo largo de un continuo, y va desde el sueño 
profundo a la excitación intensa, (Weinberg y Gould, 2010). A 
continuación veremos detenidamente qué encierra definición. 
 
3.1 DEFINICIÓN 
 
Tal y como indican Weinberg y Gould (2010), la activación es una 
combinación de actividad fisiológica y se relacionad con la intensidad 
de la motivación en un momento determinado. La intensidad de la 
activación varía a lo largo de un continuo que va desde el sueño 
profundo o la ausencia completa de activación, hasta la activación 
absoluta. 
 
Las personas que experimentan una sobreactivación están activadas 
en las áreas mental y física; presentan un aumento de la frecuencia 
cardíaca, la respiración y la sudoración. Es muy importante que 
sepamos que la activación no se vincula automáticamente con 
episodios placenteros o desagradables. Es posible que una persona 
experimente una activación intensa al enterarse que ha ganado el 
primer premio de la lotería y también pueden presentar el mismo 
nivel de activación al conocer la muerte de un ser querido. 
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Según expone Iturbide, para Sage (1984), el arousal ha de ser 
considerado como una función energizante que tiene la 
responsabilidad de administrar los recursos del organismo cuando el 
sujeto debe realizar cualquier actividad que suponga un ingente 
esfuerzo físico y/o mental. Por tanto, el estado de arousal de un 
individuo se percibe como la intensidad de su motivación en un 
momento concreto, una intensidad que transita en un continuo que 
se extiende desde la falta absoluta de activación, es decir, el estado 
de coma, hasta la activación máxima, es decir, el frenesí. De hecho, 
las personas con arousal bajo generalmente se encuentran 
demasiado relajadas, cómodas y tranquilas, faltas de reflejos y 
mentalmente desactivadas. Por el contrario, las personas con 
arousal elevado experimentan un significativo aumento del ritmo 
cardíaco, de la respiración y de la transpiración, están excitadas, 
prestas para la acción y mentalmente activadas. 
 
3.2 PAPEL DEL AROUSAL EN EL DEPORTE 
 
Tradicionalmente, se han venido propugnando dos hipótesis para 
explicar la relación entre el nivel de arousal y la ejecución motriz: la 
teoría del impulso (drive) y la teoría de Yerkes-Dodson o hipótesis de 
la U invertida. Hace unos sesenta años, los estudios se centraron en 
la teoría del impulso, una polémica teoría que, a pesar de haber 
salido experimentalmente malparada (Freeman, 1940), se utilizó en 
la década de los setenta para explicar el fenómeno de la facilitación 
social. En la actualidad, los psicólogos deportivos han considerado 
que la teoría de la U invertida es mucho más sugestiva y 
convincente, aunque también es cierto que, en fechas recientes, se 
han propuesto algunas modificaciones e hipótesis nuevas, entre las 
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que se incluyen las zonas de funcionamiento óptimo, el fenómeno de 
la catástrofe y la teoría de la inversión. Pasemos, a continuación, a 
analizar brevemente cada una de ellas. 
 
La teoría del impulso, tal y como fue modificada por Spence y 
Spence (1966), sostiene que la ejecución deportiva (P) es el 
resultado de una función multiplicativa del hábito (H) y del impulso 
(D). 
 
 P = H x D 
 
En esta formulación, el constructo hábito (H) se refiere al orden 
jerárquico o dominancia de las respuestas correctas (acierto) o 
incorrectas (fallo) del sujeto, mientras que el constructo impulso (D) 
tiene el significado de la intensidad del comportamiento. De acuerdo 
con esta hipótesis, cualquier incremento del nivel de arousal debería 
potenciar la probabilidad de emisión de la respuesta dominante, es 
decir, que un deportista hábil y competente mejorará su rendimiento 
a medida que vaya incrementándose su nivel de activación, y que, 
por el contrario, un deportista inexperto poco diestro tendrá mayor 
riesgo de equivocarse y fallar. Así pues, en las primeras fases del 
aprendizaje de una destreza, cuando las respuestas dominantes son 
habitualmente las incorrectas, cualquier aumento en el nivel de 
activación conlleva un deterioro en el rendimiento. En cambio, 
cuando la respuesta dominante es una conducta correcta o bien 
aprendida, el incremento que se produzca en el nivel de activación 
facilitará y favorecerá la ejecución deportiva. Dicho con otras 
palabras, el aumento de arousal durante la adquisición inicial de 
destrezas puede perjudicar el rendimiento, pero a medida que la 
destreza se va aprendiendo mejor, facilita la ejecución. 
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Aunque a primera vista, la teoría del impulso parece explicar con 
cierta consistencia y solidez la relación existente entre el arousal y 
ciertas actividades motoras gruesas que implican fuerza, resistencia 
y velocidad (Oxendine, 1984), esta teoría no es capaz de dar 
respuesta al hecho de que también deportistas muy cualificados y 
con un amplio dominio de la técnica cometan errores cuando su nivel 
de activación se incrementa. 
 
La teoría de la U invertida fue formulada por R. Yerkes y J. Dodson 
(1908) y trata de explicar la relación existente entre los diferentes 
estados de arousal y el rendimiento deportivo. De acuerdo con esta 
hipótesis, el rendimiento de una persona aumenta linealmente con el 
nivel de activación hasta alcanzar un punto de inflexión, un máximo, 
a partir del cual cualquier aumento en el nivel de activación trae 
consigo un importante deterioro en la ejecución de la tarea. Según 
Yerkes y Dodson, a medida que aumenta el arousal desde la 
somnolencia al estado de alerta, hay un progresivo incremento en la 
eficiencia de la ejecución. Sin embargo, una vez que el arousal 
sobrepasa ese estado de alerta camino de la excitación, se produce 
un descenso progresivo del rendimiento. 
 
Es decir, cuando el deportista presenta niveles bajos de arousal, la 
calidad de su actuación está por debajo de sus posibilidades reales. 
Por el contrario, cuando los niveles de activación aumentan, también 
aumentan su entusiasmo y su rendimiento. Y esto es así hasta llegar 
a un punto óptimo de máxima ejecución, un punto a partir del cual 
cualquier incremento de arousal supone un descenso en la calidad y 
en la eficacia de la ejecución. 
 
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Figura 6. Modelo de U invertida de Yerkes y Dodson (1908) 
 
Aunque algunos experimentos sobre el tema no muestran la curva 
característica de la U invertida (Murphy, 1966; Pinneo, 1961), en 
general, el peso de la evidencia parece apoyar los planteamientos y 
las predicciones de dicha teoría. Así pues, desde esta perspectiva 
no puede decirse que el arousal y el estrés sean, en términos 
absolutos y generales, algo negativo e indeseable para el deportista. 
Al contrario, es evidente que para conseguir el mejor rendimiento se 
necesita alcanzar un determinado nivel de activación. Un deportista 
excesivamente relajado, sin ninguna tensión, rara vez consigue 
obtener resultados positivos. 
 
El modelode la catástrofe de Hardy (1990) defiende que el arousal 
fisiológico está relacionado con el rendimiento deportivo según una 
función en forma de U invertida, pero sólo cuando el deportista no 
está preocupado o exhibe un estado cognitivo de ansiedad bajo. Sin 
embargo, si el nivel de ese estado cognitivo de ansiedad es elevado, 
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es decir, si el deportista está verdaderamente preocupado por su 
actuación, llega un momento, justo después de haber pasado el 
punto de nivel máximo de arousal, en el que cualquier aumento en el 
nivel de activación trae consigo un notable y rápido descenso del 
rendimiento –una “catástrofe”-. De hecho, en condiciones de 
preocupación elevada, tan pronto tienen lugar el exceso de 
activación y la catástrofe, la ejecución deportiva empeora 
espectacularmente, lo cual difiere del descenso constante 
pronosticado por la hipótesis de la U invertida. 
 
El mensaje práctico de la teoría de Hardy está bien claro: para que el 
rendimiento sea óptimo no es suficiente con alcanzar un nivel ideal 
de arousal, también es necesario controlar el estado cognitivo de 
ansiedad. Así pues, podemos concluir este apartado señalando que 
la ejecución deportiva, según establece la teoría de la catástrofe, 
depende de la interacción compleja entre el nivel de activación y la 
ansiedad cognitiva. 
 
La teoría de la inversión, postulada por J. Kerr (1985) sostiene que 
el modo en el que el arousal de un deportista afecta a su rendimiento 
depende básicamente de la interpretación que el propio deportista 
hace de ese particular nivel de arousal. En efecto, un atleta puede 
interpretar un nivel elevado de activación como una emoción 
agradable, excitante; mientras que otro, aun practicando el mismo 
deporte, puede considerarlo como una emoción absolutamente 
displacentera. 
 
Uno de ellos puede estimar que un nivel de arousal bajo es relajante, 
y el otro que es aburrido. En cualquier caso, la evidencia respalda 
que la mayoría de los deportistas hacen cambios rápidos –
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inversiones- en sus interpretaciones del arousal, de modo que 
pueden percibir un determinado nivel de activación como algo 
positivo en un determinado momento y un minuto más tarde pueden 
interpretarlo como algo negativo. 
 
La teoría de las zonas de funcionamiento óptimo (ZOF) nació 
como un enfoque alternativo a la teoría de U invertida, de la mano 
del ruso Yuri Hanin, 
 
Este autor, tras numerosos estudios realizados para validar la forma 
rusa del STAI, llegó a la conclusión de que el nivel de activación de 
un deportista era una cuestión altamente individual, y que todos los 
atletas de elite, independientemente de cuál fuese la disciplina 
deportiva practicada, tenían una zona óptima de activación en la que 
se producía el máximo rendimiento (Hanin, 1980 y 1986). En 
concreto, la teoría de las ZOF determina que un deportista alcanzará 
sus mejores rendimientos cuando su ansiedad precompetitiva se 
sitúe dentro de un estrecho rango o zona óptima de funcionamiento 
(ZOF), una zona que depende en gran medida de las características 
personales del sujeto y de la mayor o menor dificultad de la tarea. 
 
En su origen, las ZOF fueron definidas como: “las zonas o franjas en 
los niveles de ansiedad de un sujeto, medidos a través del STAI, que 
indican el rango de puntuaciones de ansiedad óptimo para dicho 
sujeto” (Balaguer, 1994, pp. 158-159). Los límites para establecer las 
Zonas de Funcionamiento Óptimo se obtendrían añadiendo y 
restando, respectivamente, cuatro puntos a la puntuación que refleja 
el nivel óptimo de ansiedad de un deportista, es decir, más/ menos 4 
puntos en la puntuación directa de la escala estado del STAI 
obtenida en su mejor competición. Por ejemplo, supongamos que un 
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corredor de maratón en su mejor competición de la temporada 
obtuvo una puntuación de 36 en el STAI, esa puntuación se toma 
como indicador de su nivel de ansiedad óptima y, tras sumar y restar 
los 4 puntos pertinentes, la ZOF de ese deportista queda establecida 
en un rango que va desde 32 a 40 (STAI-estado). Asimismo, 
también podemos obtener información sobre el nivel de ansiedad 
óptima preguntando a los atletas cómo se han sentido antes de su 
mejor competición, ya que, como indica Hanin (1978, 1989), las 
personas son capaces de recordar, con suficiente precisión, las 
emociones experimentadas en competiciones anteriores. 
 
Concluiremos, pues, que el enfoque de Hanin difiere del de la U 
invertida en dos aspectos fundamentales: 
 
� El nivel óptimo del estado de activación no siempre se 
produce en el punto medio de la curva, sino que puede variar 
de una persona a otra. 
 
� El nivel óptimo del estado de activación (ansiedad) no es un 
punto único sino una banda ancha. Por tanto, entrenadores y 
psicólogos deberían ayudar a los atletas a identificar y 
alcanzar su propia zona óptima de activación, una zona en la 
que, dependiendo de sus características personales, 
fisiológicas y técnicas, el atleta podrá rendir al máximo de sus 
posibilidades. 
 
4. ANSIEDAD Y ESTRÉS 
 
La ansiedad y el estrés se utilizan como sinónimos en el lenguaje 
popular, si bien las diferencias entre un término y otro son notables. 
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 40
En este apartado veremos las diferencias entre ansiedad y estrés, y 
el papel que cumplen en la práctica de ejercicio y del deporte. 
 
4.1 DEFINICIONES 
 
Según expone Iturbide, a diferencia del arousal, la ansiedad es un 
estado emocional complejo, difuso y displicente que se expresa por 
un sentimiento de temor y de tensión que va acompañado de un 
importante cortejo somático (Ayuso, 1988). Aunque es una emoción 
muy cercana al miedo, difiere de él en varios aspectos. Mientras que 
el miedo es un sentimiento producido por un peligro presente e 
inminente, un peligro ligado, por tanto, a los estímulos que lo 
generan, la ansiedad es más bien la anticipación de un peligro 
venidero, indefinible e imprevisible, siendo su causa más vaga y 
menos comprensible (Marks, 1986). En este sentido, conviene 
recordar que, en ocasiones, la ansiedad ha sido definida como 
“miedo sin objeto”, mientras que el miedo ha sido considerado como 
“la ansiedad ante un estímulo determinado”. Por todo ello, se puede 
afirmar que la ansiedad es un estado emocional negativo en el que 
las sensaciones de nerviosismo, preocupación y aprensión aparecen 
vinculadas con la activación orgánica (Weinberg y Gould, 2010). 
 
En cualquier caso, la ansiedad ha de ser considerada como una 
emoción completamente normal, una emoción cuya función es 
siempre activadora, es decir, que estimula y facilita la capacidad de 
respuesta del individuo ante las demandas del entorno. Sin 
embargo, también es cierto que cuando esta emoción es excesiva 
en intensidad, frecuencia o duración, o aparece asociada a 
estímulos que no representan una amenaza real para el organismo 
pero que provocan alteraciones en el funcionamiento emocional y 
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funcional del sujeto, se considera una manifestación patológica. 
Todo ello supone, como oportunamente señalan Weinberg y Gould 
(2010), que la ansiedad tiene dos componentes: un componente de 
pensamiento (la aprensión y la preocupación) y un componente 
fisiológico (el nivel de activación del sistema nervioso autónomo). Al 
primer componente, directamente relacionado con la percepción, la 
formación de imágenes y de conceptos, el pensamiento, el juicio y la 
imaginación, se le denomina ansiedad cognitiva; al segundo, que 
constituye el grado de activación física percibida, se le conoce con el 
nombre de ansiedad somática. 
 
El concepto de ansiedad ha ido desarrollando en su evolución una 
dimensión múltiple: ha sido considerado como un estado emocional 
y fisiológico transitorio (el sujeto está ansioso en este momento 
concreto), como una disposición rasgo (el sujeto es una persona 
ansiosa) y como una causa o explicación de una conducta (el sujeto 
come en exceso porque tiene ansiedad). Concretamente, el estado 
de ansiedad hace referencia al componente siempre variable del 
estado de ánimo, es decir, la ansiedad estado es “un estado 
emocional caracterizado por sensaciones subjetivas, 
conscientemente percibidas, de recelo y tensión, acompañadas de –
o asociadas a- la activación o arousal del sistema nervioso 
autónomo” (Spielberger, 1966). 
 
A diferencia del estado de ansiedad, la ansiedad rasgo es una 
característica distintiva de la personalidad, una disposición 
conductual adquirida que induce a una persona a percibir como 
amenazadora una amplia gama de circunstancias que objetivamente 
no son peligrosas, y a responder a las mismas con estados de 
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ansiedad de intensidad y magnitud desproporcionadas a la amenaza 
percibida. 
 
En concreto, la ansiedad considerada como una disposición rasgo 
es “un motivo o disposición conductual adquirida que predispone a 
una persona a percibir una amplia gama de circunstancias 
objetivamente no peligrosas (desde el punto de vista físico o 
psicológico) como amenazadoras, y a responder a éstas con 
reacciones de ansiedad estado de intensidad y magnitud 
desproporcionadas con respecto al peligro objetivo” (Spielberger, 
1966). 
 
Por otro lado, según exponen Weinberg y Gould (2010), el estrés 
se define como “un importante desequilibrio entre la demanda (física 
y/o psicológica) y la capacidad de respuesta, en condiciones en las 
que la incapacidad de satisfacer esa demanda tiene consecuencias 
importantes (McGrath, 1970 p.20). Se trata de un proceso, una 
secuencia de eventos que lleva a un final particular. Según un 
modelo sencillo propuesto por McGrath, se pueden distinguir cuatro 
etapas interrelacionadas: 
 
1) Demanda ambiental: en esta primera fase, se da una 
demanda (física o psicológica) sobre la persona. Por ejemplo, 
cuando un estudiante de educación física tiene que hacer una 
demostración de una destreza de voleibol recién aprendida 
delante de toda la clase o cuando los padres presionan a un 
joven deportista para que gane una carrera. 
 
2) Demanda subjetiva: en esta segunda etapa se da la 
percepción individual de la demanda física o psicológica. No 
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todas las personas perciben las demandas exactamente de la 
misma manera. Por ejemplo, dos alumnos pueden ver de 
distinta manera el tener que demostrar delante de toda la 
clase la destreza de voleibol apredida. 
 
3) Respuestas de estrés: esta etapa se refiere a la respuesta 
física y psicológica del sujeto a la situación, tal y como la 
percibe. Si la percepción de desequilibrio entre la demanda y 
la capacidad de respuesta lo lleva a sentirse amenazado, el 
sujeto experimentará un mayor nivel de ansiedad estado, y 
con ésta se presentaran más preocupaciones (ansiedad 
estado cognitiva), mayor activación fisiológica (ansiedad 
estado somático) o ambas reacciones. Con el aumento de la 
ansiedad estado también se dan otras reacciones, como 
modificaciones en la capacidad de concentración y mayor 
tensión muscular. 
 
4) Consecuencias conductuales: esta etapa corresponde a la 
conducta concreta del sujeto bajo la situación de estrés. Esta 
última etapa retroalimenta a la primera, por lo que se 
convierte en un ciclo. Por ejemplo, si el estudiante que 
comentábamos ejecuta mal la destreza de voleibol y sus 
compañeros se ríen, la evaluación social negativa constituirá 
una demanda adicional sobre el niño (etapa 1) 
 
En la figura 7 podemos observar las cuatro etapas del proceso de 
estrés, propuesto por McGrath. 
 
 
 
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 Etapa 1 Demanda ambiental 
(física y psicológica) 
 
 
 
 
 Percepción subjetiva 
de demanda ambiental 
 Etapa 2 (cantidad de “amenaza” 
física o psicológica 
percibida) 
 
 
 
 
Respuesta de estrés 
 Etapa 3 (física y psicológica) 
 - Activación 
 - Ansiedad estado (cognitiva 
 y somática) 
 - Tensión muscular 
 - Cambios en la atención 
 
 
 
 
 Consecuencias conductuales 
 Etapa 4 (rendimiento o resultado) 
 
Figura 7. Modelo de las cuatro etapas de McGrath (1970) 
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El estrés puede tener tanto efectos negativos como positivos sobre 
una persona: 
 
� Puede afectar al funcionamiento cotidiano y al bienestar. 
 
� Respecto al ambiente deportivo, puede ayudar a mejorarlo si 
el estrés provoca que el deportista entrene mejor. 
 
� Ayuda a que los deportistas se cuiden mejor y se lesionen 
menos, pero aumenta la vulnerabilidad de los deportistas a 
lesiones. 
 
� Afecta al ajuste o equilibrio emocional de los deportistas. A 
veces es positivo obligando al deportista a llevar una vida más 
ordenada. 
 
� Debido al efecto debilitador del sistema inmunitario, el estrés 
provoca enfermedades infecciosas. 
 
� También se relaciona con una vulnerabilidad mayor al 
padecimiento de enfermedades graves. 
 
4.2 ANSIEDAD Y ESTRÉS EN EL DEPORTE 
 
Los modelos abordados en el punto del arousal pueden ser 
asumibles para explicar el papel que la ansiedad y el estrés pueden 
tener en la actividad física y del deporte. Por tanto, arousal, ansiedad 
y estrés convergen en los deportistas con frecuencia, e incluso 
pueden darse en varios momentos durante una competición. 
 
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Por ejemplo, tal y como indica Aragón (2006), la ansiedad 
precompetitiva es unestado negativo, que ocurre durante las 24 
horas anteriores a una competición. Esta ansiedad precompetitiva 
resulta de un desequilibrio entre las capacidades percibidas y las 
demandas del ambiente deportivo. Cuando las demandas percibidas 
están equilibradas con las capacidades percibidas, se experimenta 
un estado óptimo de (alerta /vigilancia). La ansiedad precompetitiva 
resulta cuando la destreza y la habilidad del deportista no son 
percibidas como equivalentes a las del contrincante. El autor indica 
que hay cinco factores que intervienen en la ansiedad 
precompetitiva: 
 
� Síntomas físicos: tales como molestias digestivas temblores, 
etc. 
 
� Sentimientos de incapacidad: por ejemplo, sensación de no 
estar preparado, de que algo está mal. 
 
� Miedo al fracaso: por ejemplo, a ser vencido, a retrasarse, a 
no cumplir con las expectativas. 
 
� Ausencia de control: por ejemplo, sentir que se tiene mala 
suerte. 
 
� Culpabilidad: por ejemplo, por dañar al oponente, por jugar 
“sucio”, por hacer trampas, etc. 
 
Con respecto a los factores personales-situacionales, existen 
algunas situaciones características que contribuyen a convertir un 
estímulo en una situación de ansiedad; entre ellas se citan: los 
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cambios en la situación habitual, información insuficiente o errónea, 
sobrecarga en los canales de procesamiento, importancia del 
evento, inminencia del estímulo, falta de habilidad para controlar la 
situación, autoestima, etc. 
 
Con respecto a la percepción del rival, este apartado se podría 
relacionar con la ansiedad precompetitiva. Cuando un deportista 
sabe con el rival que va a competir, desde ese momento empieza su 
preocupación si sabe que es superior a él. No está relajado con lo 
que tendrá muchas preocupaciones que harán disminuir su 
rendimiento notablemente. 
 
Con respecto al público, la influencia de la presencia de otras 
personas puede influir sobre el rendimiento del sujeto. Los primeros 
trabajos datan de 1898 y fueron realizados por Triplett. Constituyen 
además la primera investigación de psicología social experimental. 
Este sector de estudio en primer lugar se llamó de la "facilitación 
social" porque los investigadores pensaban que la copresencia 
favorecía el rendimiento. Tripplet había demostrado efectivamente 
que un niño realizaba mejores rendimientos en presencia de 
espectadores pasivos que solo. La investigación ha seguido hasta 
nuestros días y, actualmente, la teoría desea que la presencia de 
otras personas eleve el número de respuestas dominantes. Esto 
tiene como consecuencia el hecho de que un sujeto obtiene mejores 
resultados si la tarea está bien dominada, o sea las respuestas 
dominantes son buenas respuestas, y menos buenos resultados si la 
tarea está mal controlada, o sea las respuestas dominantes son 
malas respuestas. 
 
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En el ámbito deportivo los espectadores no son pasivos. El equipo 
que juega en el exterior experimenta una fuerte presión por parte del 
público. El estrés experimentado por los jugadores será así elevado. 
Para paliar esta presión, se puso a punto una técnica hace ya más 
de veinte años: se trata de un entrenamiento modelado que consiste 
en reproducir durante el entrenamiento las condiciones del futuro 
partido, en realizar un modelo. Así para los jugadores esa situación 
de estrés que producía un estado de ansiedad poco a poco se 
podría ir venciendo hasta acostumbrarse hasta el punto de no 
percibir la situación como estresante. 
 
Un determinado grado de estrés estimula el organismo y permite la 
activación del mismo ante la demanda de un estímulo, por ejemplo 
ante el desarrollo de un partido de fútbol. Sin embargo cuando la 
activación supera lo necesario, la presión se mantiene y se entra en 
estado de resistencia. Si el factor estresante continúa su presión se 
alcanza la fatiga prematura, agotamiento, alteraciones funcionales. 
La percepción de estos síntomas negativos en muchas 
oportunidades retroalimentan el estado de estrés, porque según la 
percepción del futbolista estresado, no hace otra cosa que confirmar 
la amenaza que llevó su mente y su cuerpo hacia el estrés. 
 
La prolongación del estado de estrés provoca alteraciones 
vinculadas con tensiones permanentes que se manifiestan en 
efectos no deseados; afecciones que aparecen en diversas partes 
del organismo y que condicionan la actividad deportiva. 
Silvia Nogareda (2002) sugiere ciertas consecuencias biológicas del 
estrés que, aunque generales, también afectan al rendimiento 
deportivo. Con esa base se elaboró el siguiente cuadro: 
 
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Tabla 1 (tomada de Nogareda, 2002) 
 
Estas manifestaciones fisiológicas generales acarrean efectos 
negativos en el rendimiento del deportista, por ejemplo: 
 
� Disminuye su rendimiento físico, por excesivo gasto de 
energía como consecuencia del estrés. 
 
� Pierde precisión en sus gestos técnicos por una mala 
coordinación nerviosa y porque su percepción visual 
disminuye y le induce a error. 
 
� Aumenta la posibilidad de lesiones. 
 
� Su alta agresividad le hace sublimar las amenazas, valorarlas 
en exceso y gastar energías inútiles. 
 
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� Puede caer en la apatía y o depresión con consecuencia de la 
frustración que le acarrea no responder a esa alta exigencia 
que le plantea el estrés. 
 
� Se deterioran las relaciones con sus compañeros y con los 
miembros del entorno ya que los márgenes de tolerancia y 
frustración disminuyen. 
 
5. OTRAS VARIABLES PSICOLÓGICAS 
 RELEVANTES 
 
Antes de terminar, enunciaremos brevemente otras variables 
psicológicas que son importantes en la actividad física y el deporte. 
Si bien son innumerables los factores relacionados con el 
rendimiento, acotaremos las variables a las más estudiadas en los 
últimos años. 
 
5.1 PERSONALIDAD 
 
Según R. B. Cattel, la personalidad es “lo que permite un pronóstico 
sobre el comportamiento que adoptará una persona en una 
determinada circunstancia”. Para G. Allport es “la asociación 
dinámica dentro de un individuo, de todos los sistemas psicofísicos 
que determinan su comportamiento y sus pensamientos”. A. Adler la 
entiende como “el propio sentido de la vida de un individuo, sus 
formas características de resolver los problemas y conseguir los 
objetivos que se ha fijado”. Por su parte, S. Freud la considera como 
“la integración del ello, el yo y el superyó”. Otros autores como Frank 
Freeman definieron a la personalidad como “la individualidad que 
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emerge de la interacción entre un organismo psicobiológico y el 
mundo en el cual se desarrolla y vive.” 
 
La personalidad se expresa a través de la conducta. Esto es toda 
manifestación del ser humano, desde los reflejos simples hasta los

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