Logo Studenta

Resumen social

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Capítulo 1: el marco referencial de la psicología de los grupos
En la segunda década del siglo XX, y casi más como reacción al extremo opuesto, un grupo de psicólogos, encabezado por Floyd Allport, negaba la realidad de los grupos, defendiendo que lo único real era el individuo, pues es éste el que piensa, siente, decide y actúa.
Autores como Lewin, Sherif y Asch adoptaron un enfoque interaccionista en el estudio de los grupos. Estos autores, influidos en grados diferentes por las teorías de la Gestalt, coincidían en lo esencial en la concepción del grupo: que es un todo dinámico, poseedor de realidad propia y producto de la interacción de sus partes componentes, por lo que no se puede considerar simplemente equivalente a la suma de sus componentes.
Newcomb (1950) expresó la realidad del grupo en términos sociales, objetivos y psicológicos: Es socialmente real, en el sentido de que está incluido en las normas compartidas que le permiten a la gente la comunicación recíproca. Es objetivamente real, en el sentido de que se le puede ver y de que diferentes observadores pueden estar de acuerdo con respecto a lo que se ve. Es psicológicamente real, en el sentido de que los individuos lo perciben y están motivados en relación con él y de que su conducta está así determinada por él.
Cattell (1948) acuñó el término sintalidad para referirse a la personalidad del grupo, es decir, el grupo actúa como una totalidad, lo que le convierte en una entidad única. 
Campbell propone el concepto de entitatividad, que hace referencia al grado de existencia real de los grupos. La proximidad, la semejanza, el destino común, la pregnancia son factores que determinan la percepción de la entitatividad.
Bogardus (1954), desde una perspectiva más sociológica, propone el término grupalidad.
La realidad de los grupos es aceptada de manera casi unánime; el propio Allport (1962) llegó a cambiar de opinión al estudiar el comportamiento social fuera del laboratorio. Con frecuencia, los grupos reciben una valoración negativa por ser considerados el origen de múltiples efectos indeseables sobre el comportamiento de los individuos.
Entender la relación individuo-grupo como dicotómica no parece muy recomendable para poder comprender las relaciones existentes entre ambos, dado que, en la realidad, es difícil concebir al individuo aislado de toda influencia grupal, como al grupo operando al margen de los individuos. Es más factible observar el comportamiento grupal y el individual en términos de discontinuidad, que se puede observar entre el comportamiento que se lleva a cabo cuando las personas forman parte de un grupo y son interdependientes y el comportamiento de los sujetos al encontrarse aislados o cuando constituyen un mero agregado en el que no se produce interacción.
Tajfel (1978) clarificó el efecto mencionado de la discontinuidad del comportamiento. Este autor propone un continuo interpersonal-intergrupal, considerando que ambos niveles constituyen diferentes niveles de interacción social. Un contexto en donde la influencia del grupo no existe, o bien es mínima, producirá un comportamiento interpersonal (conductas que los sujetos dirigen o reciben de otros individuos y en las que se atienden características personales). Contrariamente, en el comportamiento intergrupal entran en juego conductas que los individuos dirigen o reciben de otros considerados como miembros de un grupo.
Las situaciones sociales pueden contar con elementos tanto de conductas interpersonales
como grupales.
Para Parsons, el sistema de la acción humana está formado por cuatro grandes subsistemas: el biológico, el de la personalidad, el social y el cultural. A cada uno de estos sistemas le corresponde un campo específico de estudio: la Biología, la Psicología, la Sociología y la Antropología, respectivamente. En este esquema, la psicología de los grupos constituye un punto de encuentro entre lo psicológico y social y que a su vez debe tener en cuenta el substrato biológico y cultural.
La psicología social se estudia desde una perspectiva psicológica y sociológica. Desde lo psicológico, se plantea que el individuo es libre e independiente, asociándose por su interés en grupos o que lo hace debido a sus instintos. Desde lo sociológico, el hombre está determinado por el grupo y es prisionero de sus congéneres. El punto de vista psicosocial aúna ambas posiciones, aceptando que tanto el grupo hace al individuo como que el individuo hace al grupo.
La psicología de los grupos tiene, desde sus inicios, una importante relación con la Psicología a través de la psicología social de tipo psicológico. Desde aquí, el grupo ha sido estudiado como factor determinante de las características del individuo, así como de su modificación y cambio a nivel individual. Tanto para el cambio de actitudes, cambio de opinión y los hábitos de comportamiento, el grupo ha servido como contexto para promover el cambio.
El grupo ha sido un tema de preocupación para los sociólogos. La Sociología (más en concreto la psicología social sociológica) toma el grupo como objeto de estudio analizando fenómenos intra e intergupales. Comte planteó que el individuo y la sociedad eran elementos inseparables. Aunque el objeto de la Sociología no sea el estudio del individuo, los individuos contribuyen al desarrollo común, esto es, al desarrollo de la sociedad.
El psicólogo estudia los procesos individuales sobre el trasfondo del grupo. El sociólogo,
a la inversa, estudia el desarrollo del grupo sobre el trasfondo de los individuos que componen el grupo.
Los estudios antropológicos y los estudios transculturales de la psicología social ofrecen
información sobre la posible universalidad o relatividad cultural de muchos aspectos estudiados por la psicología social, como, por ejemplo, las concepciones sobre la persona
en sociedades individualistas y colectivistas o los posibles aspectos universales de la expresión emocional. La Antropología nos aporta información sobre el papel regulador de la
cultura en el comportamiento de los individuos y de los grupos.
Hinde (1988), señala tres puntos importantes de la etología que pueden ser adscritos al campo de los grupos:
a) El comportamiento debe ser descrito antes de ser analizado.
b) La comprensión completa del fenómeno social requiere el estudio de más de un nivel de complejidad.
c) No buscar principios de validez universal, sino conceptos y generalizaciones con un limitado rango de validez.
La etología moderna parte de un enfoque comprensivo que tiene en cuenta que la conducta humana se realiza en un contexto social. Para el etólogo, hay pruebas más que suficientes de que al menos una porción de la conducta humana es fruto de la selección natural y, por tanto, muchas variaciones de la conducta son adaptativas.
No es posible estudiar los grupos humanos sin abordar problemas de interacción humana, por lo que se hace del todo patente la necesidad de un enfoque psicosocial para intentar explicar su complejo comportamiento.
La psicología social, desde sus inicios, se ha ocupado del análisis de los procesos interpersonales (psicología social básica) y de los intrasocietales (psicología de las masas).
La psicología social se ha visto inmersa en la polémica individuo-sociedad. Los dos términos de esta polémica se ha tendido a percibirlos como si fueran independientes, olvidando que entre ambos se dan relaciones recíprocas.
Blanco (1988) aclara que el grupo ha de ser considerado como un mecanismo intermedio entre el individuo y la sociedad.
El primer autor de importancia en el que encontramos un interés por el grupo es Le Bon. Aunque puede objetarse que su obra se dedica a la muchedumbre y no al grupo, conviene señalar su intento por «trazar un puente entre los fenómenos psicológicos individuales y los fenómenos sociales».
McDougall nos advierte de la paradoja que existe en la participación en la vida grupal, ya que, por una parte, degrada a la persona, tal y como afirmaba Le Bon, y por otra, la eleva a su máxima potencialidad como ser humano, como afirmaban otros autores.McDougall cree encontrar en la organización del grupo la solución. Cuando el grupo está organizado, las tendencias degradantes resultan contrarrestadas. En la medida que los diversos grados de organización se dan en el grupo, se produce como consecuencia la aparición del «espíritu grupal». Frente al espíritu grupal se alza la «mente grupal», «un sistema organizado de fuerzas que tienen vida propia, la capacidad de moldear a todos sus componentes individuales y la capacidad para perpetuarse como un sistema idéntico a sí mismo, sometido sólo a un cambio lento y gradual». El grupo se convierte en el agente moralizador del individuo, puesto que le hace desear el bienestar común al mismo tiempo que le ayuda a adquirir su máxima expresión como ser humano.
Floyd Allport acuñó la expresión falacia del grupo para referirse a aquellos «escritores que se han visto inducidos a postular un cierto tipo de “mente colectiva” o “conciencia de grupo” distinta y separada de las mentes de los individuos que componen el grupo». El grupo como tal (mentes grupales) no existe, sólo existen ideas, pensamientos y hábitos que se repiten en cada mente individual y que existen sólo en esas mentes.
El debate McDougall-Allport pronto llegó a un callejón sin salida. Años más tarde, hacia 1935, autores como Lewin, Sherif y Asch adoptaron una posición interaccionista proporcionando una salida.
La aportación de Lewin, según Kaufman (1968), consistió en convertir una psicología puramente individual (a lo Allport) en una psicología social sin caer en una sociología reificada (a lo McDougall).
Koffka fue el primero en señalar que «el grupo sociológico presupone el grupo psicológico» y que éste no es menos real que aquél. El paso de lo psicológico-subjetivo se produce, según Koffka, gracias a la interacción, interacción que está mediatizada por el influjo de los diferentes comportamientos que las personas individuales se dirigen mutuamente y por los que se dirigen hacia el grupo en su totalidad. El principio de la interacción «explica el comportamiento del grupo, derivándolo del comportamiento psicológico».
El grupo y el individuo son, para Asch, inseparables. Y esto por varias razones: primera, porque la inserción en el grupo exige que el individuo posea ciertas características (posesión de una identidad social que le permita entrar en determinadas relaciones sociales y capacidad para abarcar las relaciones y posibilidades del grupo ). Y segunda, porque «las condiciones del grupo penetran hasta el propio centro de los individuos y transforman el carácter...; una vez que un grupo se halla en funcionamiento, la unidad no es un individuo, sino un individuo social».
Respecto al carácter de la interacción, Asch sustituye el concepto de interdependencia por el de interacción, porque el grupo reside en la interrelación de las actividades de los componentes e identifica interrelación con interacción psicológica.
Lewin, Sherif y Asch, coincidieron en proponer que el grupo es un «todo», una totalidad con realidad propia, que surge de la interacción de sus partes componentes y no se puede hacer equivalente a la suma de éstas. La posición interaccionista, representada en estos autores, defendía que la esencia del grupo era la interacción, y por ello, durante mucho tiempo, la psicología social hizo equivalentes grupo e interdependencia.
En la década de los setenta, y desde Europa, la psicología social comenzó a estudiar los grupos desde una dimensión intergrupal queriendo recuperar la verdadera dimensión psicosocial de las teorías intergrupales. Más adelante se desarrollaron modelos teóricos que integraban ambas dimensiones, la intragrupal y la intergrupal.
Berkowitz señala que las relaciones entre grupos se convierten, en última instancia, en problemas de psicología individual. Tajfel rechaza estos argumentos porque no contemplan la existencia psicológica de endogrupos sociales y porque no contemplan siquiera la posibilidad de que existan relaciones persistentes y estructuradas entre dichos grupos sociales.
Para la psicología social los grupos constituyen uno de los ámbitos o dominios principales de la relación mutua de individuo y sociedad. Son, por tanto, un escenario privilegiado, un punto estratégico de observación, desde el que abordar el objeto de la disciplina.
En resumen: 
1. No toda la psicología social es psicología de los grupos, porque la temática de la psicología social es más amplia e incluso el interés explícito de la psicología social por la psicología de los grupos ha estado impregnado de luces y sombras.
2. No toda la psicología de los grupos es psicología social de forma automática, pero sí cabe decir que una parte muy importante y sustantiva del comportamiento del ser humano en los grupos viene explicado e iluminado por las aportaciones de la psicología social.
3. Los grupos constituyen un campo privilegiado para comprender y analizar los fenómenos sociales y para adquirir conocimientos básicos sobre los complejos procesos psicosociales que en ellos se producen, ya que si lo grupal es un tema psicosocial por excelencia, se debe al hecho de que permite el proceso de interacción social tal y como fue defendido anteriormente.
4. La psicología de los grupos es, pues, por naturaleza, psicología social, constituyendo un área privilegiada de esta ciencia y no sólo una rama de la misma.
5. La psicología de los grupos puede y debe ser entendida, en buena parte y además, como psicología social aplicada en orden a la intervención y resolución de problemas.
Podemos acordar con Graumann (1990) que la psicología social no existe, ni en forma ni en contenido, antes de finales del siglo XIX. En 1908, y con las publicaciones, una en Londres, Introducción a la psicología social, de McDougall, y otra en Nueva York, Psicología social, de Ross, se reconocen dos tendencias en la evolución de la disciplina en general que constituyen, asimismo, tendencias duales en el estudio sistemático de los grupos. Una, la psicología social, llamada psicológica, que pone el acento en los procesos individuales, resaltando el papel de los procesos cognitivos, la motivación y, en general, los procesos intrapsíquicos. Los marcos teóricos más frecuentes son el sociocognitivismo y el conductismo social. La metodología predominante es el experimento en laboratorio. La otra, la psicología social sociológica, que enfatiza los aspectos sociales. Los marcos teóricos más frecuentes son el interaccionismo simbólico, las teorías del intercambio y de los grupos de referencia. Metodológicamente, utiliza estudios correlaciónales y observacionales.
Para algunos, la psicología social es una subdisciplina de la psicología general y experimental. Éste es el caso de Floyd Allport, para quien la psicología en todas sus ramas es una ciencia del individuo. En la misma línea se expresan Jones y Gerard (1967), para quienes «la psicología social es una subdisciplina de la psicología que implica especialmente el estudio científico de la conducta de los individuos como función de estímulos sociales». Gordon Allport (1985) nos aporta una definición no muy diferente, ya que contempla la psicología social «como un intento por comprender cómo el pensamiento, los sentimientos o la conducta de los individuos están influidos por la presencia actual, imaginada o implícita, de los demás».
Sherif y Sherif (1969) definen la psicología social como el estudio científico de la experiencia y el comportamiento del individuo en relación con las situaciones sociales de estímulo, entendiendo por estímulos a los otros individuos, los grupos, las situaciones de interacción colectiva e incluso los productos del medio ambiente cultural, presente o pasado, materiales o no.
Para muchos psicólogos sociales, la interacción entre personas significa un proceso permanente de influencia recíproca, de ahí que centren en la «influencia» el concepto que define la psicología social.
Para los sociocognitivistas, la interacción consiste en un intercambio de información; para los interaccionistas simbólicos, en un intercambiode símbolos, y para las teorías del «intercambio social», en un trueque de costes y beneficios.
Doise (1979), propone que lo psicosociológico constituye un nivel de articulación entre la Psicología y la Sociología, que son niveles autónomos de explicación.
La psicología social se erige como una disciplina intersticial entre la Psicología y la Sociología y su objeto formal está constituido por el comportamiento interpersonal.
Alvaro (1995), caracteriza la psicología social por los siguientes principios:
a) Ha de prestar atención a los procesos colectivos. 
b) Todo comportamiento humano ha de ser estudiado en el contexto histórico en que tiene lugar, como también se ha de tener conciencia de la influencia de los condicionamientos sociohistóricos en la construcción del conocimiento psicosocial.
c) La psicología social ha de ser una disciplina social preocupada por los aspectos sociales.
d) Se ha de confeccionar una psicología social contextual que tenga en cuenta la variabilidad cultural.
e) La consideración de las propiedades estructurales de la actividad humana es un requisito imprescindible en la construcción de la psicología social.
f ) La realidad social es construida por las acciones, cogniciones y estructuras simbólicas
de los individuos en interacción, que, a su vez, dependen de marcos de interpretación sedimentados en el desarrollo histórico de cada cultura.
g) El pluralismo metodológico es conveniente y necesario para un avance de las teorías de la psicología social.
Para Páez y colaboradores (1992), «el primer elemento de crisis en la psicología social fue la oposición entre la orientación psicológica y la orientación sociológica, lo que provocó la pérdida de carácter interdisciplinar de esta ciencia...». La crisis para muchos ya ha sido superada, pero más bien parece que tal solución se debe a la negación de los elementos de la crisis que la generaron más que por una auténtica superación de los mismos.
Como subraya Scherer (1993), la psicología social europea adopta una visión menos individualista, más filosófica y más consciente de los determinantes históricos y culturales de los fenómenos psicosociales. Precisamente el desarrollo teórico-conceptual y de investigación que ha experimentado la psicología social, en concreto la europea, ha permitido que algunos autores hablen de superación de la crisis, aunque para algunos todavía persiste la falta de integración teórica tanto en la psicología social como en la psicología de los grupos.
La psicología de los grupos es, como hemos visto, nuclearmente psicología social, y como tal, al pretender explicar el comportamiento de los seres humanos en los grupos, ha de considerar no sólo el comportamiento de éstos como grupo, sino también como individuos y como «instituciones», por lo que, como psicología social que es, no puede bordar ningún tema grupal sin una atención a la perspectiva conjunta de la Psicología y de la Sociología. Es más, ha de considerar su necesaria relación con las demás ciencias sociales como único camino para obtener una comprensión cabal del fenómeno estudiado: el comportamiento grupal del ser humano.
El psicólogo supone que el grupo se constituye por un conjunto de individuos diferenciados
en aptitudes, motivaciones, necesidades, intereses y otras características personales que explican el comportamiento de cada uno de ellos en el grupo.
El sociólogo considera que el grupo es un microsistema social y que, por consiguiente, sólo puede ser cabalmente comprendido desde el abordaje propio de la sociología y de sus métodos. El antropólogo afirma que el grupo es un fenómeno cultural que debe ser incluido en el contexto de la cultura global y que además desarrolla su propia cultura, por lo que precisa de la antropología para poder ser comprendido, explicado y modificado. El etólogo defiende que la conducta humana se realiza en un contexto social y muchas de las variaciones de esta conducta son adaptativas, ya que hay pruebas más que suficientes de que al menos una porción de la conducta humana es fruto de la selección natural.
Los psicólogos sociales, por su parte, han subrayado la importancia de considerar el grupo como un sistema de interacciones de individuos entre sí. Desde esta multiplicidad de niveles, podemos decir que la psicología de los grupos, en el marco de la psicología social, trata de las relaciones interpersonales en tanto que son intra e intergrupales: «Si sólo tratara de las relaciones intragrupales, podríamos denominarla “psicología del grupo”, pero esto sería incorrecto y parcial. Hablamos precisamente de “psicología de los grupos” por la inclusión de las relaciones intergrupales dentro del objeto de estudio de esta área. Además, puesto que las relaciones intra e intergrupales son siempre relaciones interpersonales, la psicología de los grupos es un área de estudio dentro de la psicología social, por lo que sus teorías están íntimamente conectadas con las teorías psicosociales básicas.
El procesamiento de la información considera el grupo en sí mismo sin tener en cuenta los otros grupos del entorno (sistema cerrado) frente al enfoque intergrupalista, que concibe el grupo desde la relación con otros grupos (sistema abierto), un espacio sociopsicológico hacedor de indentidad social para los individuos que lo componen (la relación individuo-grupo está mediada por la categorización social compartida en oposición a otros grupos). Por ello, sentimos, pensamos y actuamos como miembros de esos grupos.
Se ha considerado un modelo con tres ejes:
El eje I (intrapersonal), es considerado como un simple agregado de personas y, por tanto, carente de toda realidad, ya que se explica el funcionamiento del grupo desde la estructura psíquica de los individuos (por ejemplo, la orientación psicoanalítica, el conductismo
allportiano) y/o desde los esquemas cognitivos de los individuos (por ejemplo, modelos de procesamiento de la información).
El segundo eje representa la consideración de aspectos conductuales o cognitivos en el estudio de los grupos. Los aspectos conductuales se refieren a las acciones, comunicaciones, etc. Los aspectos cognitivos se refieren a los pensamientos, motivos u otros procesos mentales que conciernen a los grupos. Ambos están sustentados por diferentes paradigmas, principalmente el conductismo y el cognitivismo, respectivamente.
El tercer eje representa la consideración del grupo como sistema cerrado o como sistema abierto. El primero se caracteriza por: «relaciones internas circulares y estables; equilibrio estable; mantenimiento de la identidad; relaciones autorreferenciales; atenuación de las fluctuaciones; control del ambiente desde el interior del sistema; ausencia de relaciones recíprocas entre los sistemas; relaciones jerarquizadas entre los sistemas». Por el contrario, el sistema abierto se caracteriza por: «relaciones internas dinámicas e inestables; equilibrio inestable; estructuración a un nivel superior de equilibrio; relaciones recíprocas entre sistemas; amplificación de las fluctuaciones; influencia del entorno sobre el sistema; interacción intersistémica; no jerarquización de las relaciones intersistémicas».
Más allá de su valor teórico o clarificador, esta propuesta también puede servir de guía para la intervención. Se trata, en primer lugar, de partir de un diagnóstico lo más amplio posible del problema grupal que se pretende abordar. Así, podemos detectar problemas a nivel individual, interindividual, grupal, intergrupal o contextual.