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Paisaje arquitectonico

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TALLER DE PROYECTOS ARQUITECTÓNICOS 6 
ARQUITECTURA / PAISAJE_BIBLIOGRAFÍA_INTRODUCCIÓN 
 
 
Batlle, E. (2011). El jardín de la metrópoli: Del paisaje romántico al 
espacio libre para una ciudad sostenible. Barcelona: Gustavo Gili. 
 
El ecologismo, el paisajismo, lo medioambiental y todo lo “verde” han inundado han inundado 
nuestras vidas y se han convertido en una balsa de salvación, en el cumplimiento de una 
penitencia por un pecado cometido. Poseer un trozo de “verde” –ponga un jardín en su vida, un 
parque en su barrio o un bosque en su comarca…- constituye un amuleto o un relicario protector 
de esperanza, lo contrario que cemento, hormigón, ladrillo, lo duro. El verde es redentor, es la 
bondad, la plaga benéfica; se sermonea, se vocifera, se idolatra, incluso al compás de huecos 
embaidores. Si no pensamos o no nos camuflamos en “verde”, no somos de hoy; “verde” es lo 
espiritual, lo social y lo políticamente correcto. Pág. 12 
 
(…) no se trata de “compatibilizar” la ecología con el desarrollo, sino de darse cuenta de que el 
desarrollo o, mejor dicho, el genuino progreso, se basa justamente en la explotación racional de 
los recursos ecológicos. De unos recursos ecológicos que van más allá de las meras materias 
primas, puesto que incluyen el clima, el aire, el agua, el suelo, las redes tróficas, la diversidad 
genética e incluso la belleza: ser ricos en un mundo feo sería tristísimo (…). Folch, Ramón. Que 
lo hermoso sea poderoso. Altafulla, Barcelona, 1990 
 
Este nuevo espacio libre ha de ser necesariamente complejo porque tiene que incluir los valores 
tradicionales de la utilización pública y la belleza, y, al mismo tiempo, tiene que ser coherente 
con las leyes ecológicas y las problemáticas medioambientales. La dimensión y la escala 
creciente de estos espacios en los planeamientos territoriales abren nuevas posibilidades antes 
inimaginables: un espacio libre, público, metropolitano, ecológico, vertebrador de la nueva 
ciudad, integrador de las nuevas técnicas medioambientales, sujeto a procesos naturales y/o 
agroforestales, formalizado desde la modernidad. Al aceptar los problemas y las dudas, 
aceptamos la complejidad y la contradicción del nuevo modelo de ciudad. Pág. 23 
 
El jardín de la metrópoli puede permitir una planificación de la ciudad desde una concepción 
diferente, en la que ciudad y jardín establecerán una relación compleja, llena de complicidades, 
que será visible a todas las escalas. No se tratará del límite entre jardín y naturaleza, o entre 
parque y ciudad, sino del mecanismo que hará comprensible la nueva forma de la ciudad 
metropolitana, quizá la ciudad sostenible buscada, una versión posibilista del paraíso perdido. 
Pág. 24 
 
Tradicionalmente existen dos modelos de relación entre la naturaleza y la ciudad: el uso de 
elementos naturales en la ciudad y las intervenciones para uso ciudadano fuera de ella. El 
primero es heredero de la tradición victoriana en que los parques se creaban para resolver los 
conflictos derivados del desmesurado crecimiento de las ciudades, como los primeros parques 
londinenses instalados en las antiguas propiedades reales, que se cedían al uso público. Pág. 29 
Este nuevo espacio libre que estamos tratando de definir no responde a un único significado, 
sino que es el resultado de consideraciones muy diversas. Los jardines vuelven a nuestras 
ciudades, y con este regreso recuperamos sus cualidades para unos jardines urbanos que 
pueden entenderse de maneras muy diferentes. Los parques quieren ser útiles y de uso público 
y, para conseguirlo, recuperamos los valores del mundo agroforestal para construir parques 
como bosques o agriculturas urbanas que son parques públicos. Tratamos de volver a organizar 
la forma de la ciudad desde los sistemas de espacios exteriores y, para hacerlo, utilizamos las 
lógicas de las grandes infraestructuras que necesitamos, las recomendaciones de la ecología 
para conseguir territorios sostenibles o la voluntad de recuperar los signos geográficos más 
destacados de nuestros paisajes. Pág. 49 
 
La definición de estos proyectos se ha producido, por lo general, desde la utilización de los 
parámetros tradicionales del espacio público y del jardín, con la intención de conseguir espacios 
en los que poder estar o pasear. Sin embargo, esta concepción tradicional de los espacios libres 
crea cada vez más controversia por la diversidad de demandas que deben atenderse. La 
multiplicidad de usos y la singularidad de los emplazamientos están dando lugar a unas ciudades 
llenas de lugares específicos, mal relacionados con su entorno, aislados del resto del paisaje y 
que componen un mundo homogéneo, lleno de los mismos productos, inundado por las mismas 
imágenes. (…) redescubrimos las ventajas de los híbridos, de los espacios que atienden 
simultáneamente requerimientos diversos y que podemos ejemplificar con dos modelos bien 
diferenciados: el de los fenómenos de paisaje polivalentes y el de las estructuras complejas. El 
primero nos permite pensar en espacios suficientemente flexibles para permitir que su 
configuración y utilización puedan variar con el tiempo, pero bastante claros y potentes para 
impedir la pérdida de sus características básicas. El segundo nos acerca a los artefactos que 
nacen para integrar actividades específicas, pero que también se definen desde sus posibilidades 
de uso como espacio libre, desde su vertebración con la ciudad y la comprensión desde el 
paisaje. Pág. 50 
 
Los fenómenos de paisaje polivalentes son espacios libres diseñados a partir de las 
características de los procesos naturales y agroforestales que también pueden ser utilizados 
para recibir programas complejos. Se trata de espacios cambiantes por las características que 
les son propias, ligadas a las variaciones estacionales y a los ciclos de vida en evolución, pero 
también porque todo programa complejo es un proceso, continuamente cambiante, que tiene 
que reconocerse como esencial en la escala de la ordenación territorial. Hay que pensar en la 
oportunidad de elección e improvisación de los espacios libres; es decir, de poder usar los 
mismos espacios de maneras diferentes, incluidas aquellas para las cuales no han sido 
explícitamente diseñados. Pág. 50 
 
Los sistemas agrícolas constituyen comunidades de plantas y animales creadas por el ser 
humano que interactúan con los suelos y el clima, y que básicamente son inestables. (Hough, 
Michael. Cities and natural process. Routledge, Londres, 1995) Los sistemas agrícolas han dado 
forma a nuestros paisajes y podrían configurar el jardín de la metrópoli. (…) La modificación de 
los procesos naturales que la agricultura ha aplicado en materia de vegetación, se ha visto 
acompañada de las necesarias modificaciones del relieve imprescindibles para implantarla, así 
como de la necesidad de obtener un suministro correcto de agua. La aplicación oportuna de 
apoyos artificiales que faciliten una explotación correcta, la necesidad de protegerse de 
determinadas inclemencias meteorológicas o el rigor de determinados climas ha implicado 
también el empleo de multitud de recursos que modifican las condiciones naturales habituales. 
Pág. 64 
 
La agricultura urbana puede tener escasa importancia a escala macroeconómica, pero resulta 
del máximo interés en términos socioeconómicos reales y en la consolidación de paisajes como 
el que pretende ser el jardín de la metrópoli. Las agriculturas urbanas pueden insertarse en las 
redes de corredores forestales para constituir unidades territoriales que deben preservarse de 
la descomposición y de las agresiones de las diferentes obras de urbanización. Pág. 71 
 
La reconversión de dicha actividad, erradicada de los espacios marginales y reubicada en lugares 
apropiados donde pueda regularse y normalizarse, es una necesidad, pero también una buena 
solución para configurar el destino de nuestros espacios libres. En variasciudades europeas se 
vuelven a incluir huertos individuales en los parques públicos, recuperando así la tradición 
iniciada en Alemania a finales del siglo XIX. pág. 71 
 
La verdad comienza cuando nos acordamos de que somos solamente una parte de lo que 
miramos. Pero, sobre todo, cuando somos capaces de entender que la Naturaleza no miente, 
entre otras cosas porque nos incluye a todos. Joaquín Araujo, Conservar el futuro. (citado en 
pág. 75) 
 
La práctica de la sostenibilidad en los entornos metropolitanos requiere nuevas ideas, nuevas 
propuestas que cambien la tendencia habitual de las diversas ocupaciones del territorio, para 
tratar de insertar todas nuestras actividades en un proceso abierto, con la pretensión de 
garantizar un futuro mejor para nuestras ciudades. Pág. 75 
 
La crisis medioambiental y social de nuestras ciudades, que tiene unas dimensiones planetarias, 
ha centrado la atención de muchos debates. El clamor por la sostenibilidad ha reavivado la 
necesidad de un urbanismo respetuoso con el medio ambiente, y ha obligado a replantear sus 
principios y objetivos básicos. Pág. 75 
 
La incidencia de la ecología en la vida de las ciudades requiere un urbanismo que no puede 
limitarse a los ámbitos concretos de intervención, sino que debe tener en cuenta el contexto 
regional. Se trata de un tipo de planificación donde conceptos como “ciudad”, “agricultura”, 
“economía” o “entorno” deben considerarse conjuntamente. Pág. 75 
 
Los espacios libres de la ciudad tendrán que agruparse en un marco integrado para que, según 
sus capacidades, sirvan de productores de alimentos o de energía, de moderadores del 
microclima, de conservadores del agua, las plantas y los animales, y, como hasta ahora ya habían 
hecho, de generadores de ocio y diversión. Pág. 76 
 
El modelo ecológico elaborado por Richard T.T. Forman, patch - corridor - matrix que 
desarrollaremos cuando tratemos de definir el nuevo estrato de construcción metropolitana 
que pretende ser el jardín de la metrópoli, intentará integrar todas estas consideraciones 
ecológicas en nuestros espacios libres. Pág. 77 
 
BUSCAR: Richard T.T. Forman, principios de la landscape ecology, libro: Land Mosaics. The 
ecology of landscapes and regions y Landscape ecology principles in landscape architecture and 
land-use 
 
El mitificado estilo de vida americano había llegado a estandarizar los modelos de paisaje 
adecuados para las ciudades, con independencia de su localización y sin tener en cuenta las 
características de los lugares que ocupaban. Las ciudades estadounidenses disponían de amplias 
calles ajardinadas de barrios bien urbanizados y de casas bien acondicionadas, utilizando para 
ello todos los medios necesarios. Las vías parque y las áreas ajardinadas tenían que ser verdes, 
siguiendo el modelo ideal que provenía del también mitificado jardín paisajístico inglés. Si se 
requería mucha agua para poder conseguir ese verde ideal, se construían los embalses y las 
conducciones adecuadas para que cada ciudad pudiera lograr su nivel óptimo. No disponer del 
agua necesaria se interpretaría como una carencia inaceptable para una sociedad desarrollada 
que es consideraba rica. Algunas ciudades tenían (y tienen) grandes superficies verdes que 
contrastaban con la extrema sequedad de los paisajes del entorno, y todo el mundo se había 
olvidado de que, en su origen, los jardines paisajísticos ingleses habían nacido con la pretensión 
de emular los paisajes rurales del sur de Inglaterra. La esencia genuina de un jardín inglés era, 
por tanto, la emulación del paisaje de su entorno, un prado verde para el ocio y otro para los 
rebaños, ambos separados por un ha-ha. Sin embargo, nuestra sociedad está más acostumbrada 
a copiar imágenes que esencias, y, de este modo, el jardín inglés se convirtió en un icono de la 
jardinería que se podía trasladar a cualquier parte del mundo, aunque esté completamente 
desligado de sus principios. Pág. 78 - 79 
 
Isamu Nocughi, Riverside Parkplay Ground (1960 - 1965, en colaboración con Louis I. Kahn) 
 
Udo Weilacher, libro: Between Landcape Architecture and Land Art 
 
La idea de matriz ecológica metropolitana parte de la aplicación de los principios de la landscape 
ecology sobre nuestros entornos metropolitanos. Los teóricos de la landscape ecology, como 
Wenche E. Dramstad, James D. Olson y Richard T.T. Forman, desarrollan el modelo patch - 
corridor - matrix desde la perspectiva de que todos los mosaicos están compuestos por la 
combinación de estos tres tipos de elementos espaciales. El estudio y análisis de las diferentes 
características de estos espacios les permite llegar a un mejor conocimiento de los paisajes, con 
objeto de poder ayudar a diseñar unas ordenaciones territoriales más correctas y conseguir 
definir las correcciones necesarias para un mejor funcionamiento de los sistemas ecológicos. 
Pág. 162-163 
 
Los patches (unidades de paisaje) son los espacios de interés natural existentes o posibles que 
podemos que podemos encontrar en nuestro territorio. Los corridors (corredores) son los 
elementos que nos permiten obtener la conectividad ecológica entre los diferentes espacios de 
interés natural. Las matrix (matrices) son la malla o estructura ecológica que explica la forma y 
el funcionamiento de un mosaico, La matriz ecológica metropolitana es el sistema compuesto 
por los diversos espacios de interés natural que podemos potenciar y por los diferentes 
corredores verdes que podemos establecer. Pág. 163 
 
López, L. A., & Ramos, A. (2010). Valoración del paisaje natural. 
Madrid: Abada. 
 
Urbanización y Naturaleza 
 
El fenómeno de la concentración de viviendas humanas en número suficiente para constituir 
una gran ciudad data de hace cinco mil quinientos años; pero no alcanzó sustancial relevancia 
sociológica a escala universal hasta el siglo XIX. Las ciudades eran, en la época preindustrial, 
poco numerosas y escasamente estables; con facilidad perdían su poderío y su relativo gran 
volumen, para convertirse nuevamente en pueblos y aldeas, como puede apreciarse en los 
significativos casos de muchas ciudades del Cercano Oriente y del mundo helénico y en los de 
Roma y Córdoba. Pág. 23 
 
Al aproximarse a nuestros días, las ciudades de censo superior a 100 000 habitantes sumaban 
en el año 1600 poco más del 1.5 por ciento de la población europea; en 1700 se acercaban al 2 
por ciento y en 1800 lo rebasaban someramente en casi imperceptible crecimiento. A partir de 
esta fecha, sin embargo, se produce una cuantiosa aceleración en la línea de crecimiento y en 
un plazo de siglo y medio se alteran profundamente las proporciones entre lo urbano y lo rural. 
Los efectos de la revolución industrial han supuesto un cambio decisivo en el “hábitat” humano; 
de una economía predominante o exclusivamente agrícola se ha ido pasando, no sin brusquedad 
las más de las veces, a la industrialización como realidad o como meta de todos los países. 
Paralelamente se da el fenómeno de la urbanización. Pág. 23 
 
Así pues, dentro de muy poco tiempo las cuatro quintas partes de la Humanidad más avanzada 
en la civilización van a pertenecer a la subespecie urbícola, a estar confinadas en el recinto de 
las grandes ciudades. Ahora mismo, el espacio inmediato al hombre es ya demasiadas veces un 
espacio sin vida; se está configurando un insólito ecosistema en que, ausentes vegetales y 
animales en sus formas perceptibles, un único ser vivo, el hombre, se relaciona con un medio 
también sin precedentes. Pág. 27 
 
Por otra parte, el efecto del hombre sobre la Naturaleza no es siempre de signo positivo: la 
destrucción de los bosques, el tremendo problema de la erosión, la esterilización de muchas 
zonas antes productivas, el abandono y olvido del campo a escala mundial, son consecuencias 
reveladoras de un desequilibrio en la relación Hombre - Naturaleza, que bien pudiera resumirse 
sin gran peligrode exageración como un sistemático saqueo de la biosfera. Pág. 27 
 
Un mismo paisaje, una “naturaleza” concreta será descrita de muy diferente manera de espacios 
verdes y por un campesino; el geógrafo se fijaría en las formaciones y relieves; el pintor, en las 
formas y en los colores; el forestal, en los árboles; el planificador de espacios verdes, en la 
capacidad de albergue, y el campesino, el más próximo a ella, probablemente no la sabrá 
describir. De la misma manera, será percibida con “tonalidad de refugio” por quien simplemente 
huye de la ciudad; con “tonalidad de morada”, por quien conoce sus valores más allá de lo 
perceptible por la sensibilidad. Pág. 31 
 
 
 
El Espacio 
 
Para ver más hondamente la relación del hombre con la Naturaleza, en la necesidad de un 
encuentro físico, hay que situarse precisamente en los lugares de contacto. El hombre distribuye 
su tiempo entre vivienda, trabajo y ocio; para el urbícola, la posibilidad más frecuente de 
encuentro con la Naturaleza se da en el ocio, hecho importante ahora que el ocio va robando 
tiempo a trabajo y a vivienda. Ha de ser el tiempo de ocio la compensación a otros tiempos no 
naturales. En principio si el tiempo de ocio se asimila a vagabundeo por parajes naturales, sin 
que lleve consigo un sentido constructor de existencia y vital, parece lógico que ese tiempo no 
se extienda hacia el de trabajo. Pero si al tiempo de ocio se le asigna un contenido cultural, 
ampliamente entendido, cosa que será muy necesaria a plazo corto, no hay razón para 
establecer compartimientos estancos entre los tres lados del triángulo de la existencia humana, 
que deben interactuarse para dar la unidad y alteza siempre enriquecedoras. Pág. 35 
 
Hemos pasado insensiblemente de tiempo a compartimientos, de tiempo a espacio; el hombre 
es “espacial”, en el sentido de estar en un espacio y de moverse en el espacio de tres 
dimensiones, con el cual se relaciona íntimamente de la manera que más adelante se verá; tiene 
sus espacios de ocio, de vivienda, de trabajo. En ellos es donde se encuentra con la Naturaleza 
o se separa de ella. Pág. 35 
 
Interesa el espacio vivienda en cuanto un jardín familiar o comunal puede estar 
inseparablemente unido a él, sin diferenciarse; y el espacio de ocio, en cuanto puede coincidir 
con un espacio rural o de Naturaleza pura. Es claro que las circunstancias de la vida moderna 
dan a estos espacios un sentido que no han tenido antes. Una caminata por el campo es ahora 
algo no habitual para muchísima más gente que un siglo atrás. Y lo es doblemente porque antes 
la caminata se daba para ir de un sitio a otro y ahora se camina para caminar; antes se estaba 
en el campo y ahora se va al campo. Pág. 36 
 
“Wandern” es palabra difícil de traducir exactamente en castellano; significa andar a pie, vagar, 
errar, hacer excursiones…, quizá, vagabundaje, tomado a buena parte, sea lo más gráfico y 
expresivo. Se la encuentra formando parte del nombre de las asociaciones de excursionistas en 
los países sajones y escandinavos, donde se dan con más abundancia que en los latinos. Estos 
grupos de amigos de la Naturaleza se lanzan al campo para practicar el “Wandern” y trazan, 
cuando no los hay, senderos apropiados para su caminar dentro del paisaje. pág. 36 
 
 Un ejemplo característico de abrir espacio hacia adelante es la carretera. Antes hemos hablado 
del sendero, uno con el paisaje, que se camina vitalmente, sabrosamente; es un marchar sin 
dirección, que apunta hacia atrás, aunque avance hacia adelante. La carretera no tiene nada en 
común con el sendero y apenas con el viejo camino de diligencias; la carretera se separa todo lo 
que puede del suelo, del paisaje, del mundo, de todo lo que no sea ir hacia adelante por el 
camino más corto en el mínimo tiempo (...) No se puede encajar en un espacio de tres 
dimensiones una raya estridente de una sola; y no porque no tenga cabida en el espacio, que sí 
la tiene, sino por su radical discrepancia de sentido. La carretera nunca mira a los lados, ignora 
velozmente, su función es precisamente desligarse. ¡Qué contraste con la quieta dinámica del 
árbol y del bosque! Pág. 43 
 
 
Valoración 
 
Se ha pretendido justificar en las líneas precedentes la reclamación de un equilibrio entre la 
progresiva urbanización del “hábitat” humano y el mantenimiento en su interior de la biosfera, 
expresado en un contacto suficiente con la Naturaleza, en la edificación de un nuevo ecosistema, 
función de un nuevo modo natural de la vida. Pág. 47 
 
Por consiguiente, el conjunto de espacios verdes que garantizan ese contacto apropiado con la 
Naturaleza, en todos los entornos del hombre, rurales o suburbanos, tiene una importancia 
considerable que viene dada por su influencia directísima en la vida humana, a través de los 
ámbitos sensibles, cultural y ambiental. Pág. 47 
 
Puesto en un platillo de la balanza el “valor” Naturaleza y en el otro el “hecho” urbanización y 
considerados ambos como positivos, si son tomados y utilizados en su justa medida, el equilibrio 
en el fiel no puede ser inalcanzable. Pág. 49 
 
Desde las planificaciones regionales y locales hasta el pequeño espacio verde de una escuela, la 
técnica puede hacer compatible todo, si la idea es correcta. Tener en cuenta el valor ambiental 
de la Naturaleza supondrá conservarla debidamente en unos lugares y crearla en otros, 
configurar el “hábitat” directo o potencial del hombre, de modo que el hecho urbanización no 
equivalga a la desaparición de la Naturaleza, de forma que su creciente avance vaya abriendo 
sucesivos espacios felices. Pág. 49 
 
Cualquier tarea organizadora o definidora del “hábitat” humano ha de enfrentarse con un 
problema de distribución de espacio. La gran tarea de proyectar el encuentro del hombre con la 
Naturaleza es un problema de espacios. Pág. 49 
 
El hombre se relaciona íntimamente con su entorno. Su estar en el espacio no es estar como 
dentro de una caja. El hombre habita el espacio. Y habitar, como la entienden Merleau-Ponty y 
Bolnow, es palabra cargada de contenido vital; no es una estancia pasajera, sino un 
enraizamiento; no es tener un simple lugar en el espacio, sino un ámbito de cobijo. Los lugares 
de encuentro Hombre - Naturaleza no pueden, pues, pensarse como lugares de dedicación 
agrícola, por ejemplo, sino como espacios de existencia, espacios a habitar. Pág. 49 
 
La finalidad del jardín 
 
Una historia de los jardines, de los espacios verdes construidos por el hombre, no sería 
suficientemente reveladora tal como acostumbra a hacerse, partiendo de una base descriptiva 
o de un desarrollo técnico, sin abordar las motivaciones que definieron el modo de su 
realización. Pág. 51 
 
El jardín ha tenido siempre al hombre cerca, lo que no significa que el hombre haya estado 
siempre cerca de la Naturaleza; algunos jardines expresan una refinada actitud de separación y 
desprecio de la Naturaleza. El hombre fue a buscar el jardín donde éste crecía espontáneamente 
o lo construyó cuando le resultaba posible. El jardín pudo ser utilitario, “funcional”, destinado a 
la producción de frutos, a la recolección de una cosecha, el viejo “hortus”, o de prestigio, 
encaminado a exhibir o a resaltar el poder, la riqueza o la cultura de su poseedor. En ninguno de 
los dos casos se buscó el contacto con la Naturaleza, al menos directamente como fin principal, 
mientras en un tercer tipo, el llamado jardín de placer, ocupó el primer plano. Pág. 52 
 
El constructor de jardines ha visto la naturaleza como algo que dominar y usar o como algo con 
que convivir. En casos extremos se hace “otra cosa”, de la que hay que huir, o un “alter ego” con 
rango de paradigma. La cultura indo-europea, remontándose a sus principios, Cercano Oriente, 
Grecia, Roma, el Islam, el Renacimiento, etc., compuso jardines con la constante de estar 
presididos por la idea de separación y dominio de la Naturaleza.Los resultados tenían que ser, 
sin duda, estructurales, no vitales. Hulme asegura que el pueblo que posee un sentimiento de 
separación ante la Naturaleza elabora un arte no vital, geométrico y abstracto, como son los 
artes primitivo, bizantino y moderno; el arte vital es patrimonio de las razas que sienten placer 
en la contemplación de la Naturaleza, es decir, de los pueblos que captan su sentido. Pág. 54 
 
Las grandes naciones del Extremo Oriente, China y Japón, perciben el sentido de la Naturaleza, 
la contemplan y la viven con agrado. Su “Ars topiaria” no cambia las siluetas, sino el tamaño; no 
se separan, sino que evocan y simbolizan. Sus jardines tenían que ser necesariamente dinámicos 
y vitales. El ideal japonés es vivir en un escenario natural. Este deseo es fuertemente tradicional, 
viene de siglos, y es compartido por todos. Su concepción amistosa de la Naturaleza, su 
“inmersión” en ella, no puede menos de dar un fruto, ya en el campo de la actividad, sumamente 
distinto y aun opuesto al de la tradición occidental. El paisaje oriental es apacible; su busca de 
lo natural no tiene precedentes en contra ni obstáculos que superar. Se diferencia así de la 
corriente occidental pro Naturaleza que nació en el siglo XVIII, violenta y apasionada, y precisó 
de una guerra de palabras para imponerse. Pág. 57 
 
Abalos, I. (2009). Naturaleza y artificio: El ideal pintoresco en la 
arquitectura y el paisajismo contemporáneos. Barcelona: Gustavo 
Gili. 
 
 
Cuaderno del jardinero / David Greene / 1969 
 
Cada vez hay más gente que quiere determinar sus propios parámetros de conducta; quieren 
decidir cómo se van a comportar, ya sea en el juego, el trabajo, el amor, etc. La gente está cada 
vez menos dispuesta a aceptar reglas impuestas y pautas de conducta. Desarrollar un proyecto 
propio es importante. 
 
“La gente está empezando a interesarse más por otra gente y por la realidad, en lugar de 
alimentar sistemas míticos” Warren Chalk 
 
Sim embargo, lamentablemente, en cuanto a realizar un proyecto propio está claro que la 
arquitectura no funciona. Es importante observar que todas las tendencias sociales y 
tecnológicas están buscando la flexibilidad y la versatilidad. La especialización ha muerto. En el 
mundo de la edificación, la idea de la nave polivalente defiende de boquilla esta observación, la 
idea de sistemas no especializados y la arquitectura empieza a interactuar: el avión que salta, el 
barco que camina, la corbata que resulta ser una pluma. 
 
Ya no es viable la idea de espacios para funciones concretas; es algo evidente, incluso antes de 
preguntarse si los espacios son viables todavía. Todo está mezclado, fragmentado. 
 
Es decir, salvo para los arquitectos, quienes todavía parecen creer que existen tipos de edificios 
y que es útil otorgar funciones concretas a las “salas” de sus proyectos. Pág. 25 
 
https://www.khanacademy.org/humanities/art-americas/us-art-19c/us-19c-arch-sculp-
photo/a/olmsted-and-vaux-central-park 
 
“La ladera de una colina liza verde, desgarrada por inundaciones, bien puede al principio 
calificarse de deformada y, por el mismo principio, aunque no con la misma impresión, que un 
animal vivo con un corte. Cuando la crudeza de tal corte en el terreno se suaviza y el pasado 
queda oculto y ornamentado por los efectos del tiempo y el progreso y la vegetación, la 
deformidad, por este proceso normal, se convierte en pintoresquismo; y éste es el caso de las 
canteras, las graveras, etc., que al principio son deformidades, y que, en su estado más 
pintoresco, a menudo son consideradas como tales por un reformador nivelador” Price, 
Uvedale, Three essays on the picturesque, 1810, citado en pág. 33 
 
Cualquier discusión sobre la naturaleza y el arte estará atravesada de implicaciones morales. En 
una ocasión un estudiante me dijo que “la naturaleza es cualquier cosa no hecha por el hombre”. 
Para aquel estudiante, el hombre se encontraba fuera del orden natural de las cosas. Pág. 37 
 
Del objeto al campo: condiciones de campo en la arquitectura y el urbanismo / Stan Allen 1996 
- 2008 
 
“El campo describe un espacio de propagación, de efectos. No incluye materia o puntos 
materiales, sino funciones, vectores y velocidades. Describe relaciones internas de diferencia 
dentro de campos de celeridad, de transmisión o de puntos de aceleración; en una palabra, lo 
que Hermann Minkowski llamó el mundo” Sanford Kwinter, 1986, citado en pág. 149 
 
Las condiciones de campo se mueven de la unidad a la multitud, de los individuos a los 
colectivos, de los objetos a los campos. Los propios términos juegan con un doble significado. 
Los arquitectos no sólo trabajan en su oficina o despacho, sino en el campo: en el 
emplazamiento, en contraste con la estructura de la arquitectura. Hablar de “condiciones de 
campo” implica aquí la aceptación de lo real en todo su desorden e incertidumbre. Implica a los 
arquitectos en una improvisación material que se lleva a cabo en el emplazamiento en tiempo 
real. Las condiciones de campo consideran las restricciones como una oportunidad. Cuando se 
trabaja con y no contra el lugar se produce algo nuevo al registrar la complejidad de lo que viene 
dado. Pág. 149 
 
Un conjunto distintivo de significados, pero emparentados entre sí, comienza con una intuición 
de un cambio del objeto al campo en las prácticas teóricas y visuales recientes. En su 
manifestación más compleja, las “condiciones de campo” remiten a la teoría matemática de 
campos, a las dinámicas no lineales y a simulaciones de cambio evolutivo por ordenador. Es 
comparable al cambio del objeto analógico al campo digital en las tecnologías recientes. Presta 
gran atención a los precedentes en las artes visuales, desde la pintura abstracta de la década de 
1960. Pág. 150 
 
https://www.khanacademy.org/humanities/art-americas/us-art-19c/us-19c-arch-sculp-photo/a/olmsted-and-vaux-central-park
https://www.khanacademy.org/humanities/art-americas/us-art-19c/us-19c-arch-sculp-photo/a/olmsted-and-vaux-central-park
La forma importa, pero no tanto las formas de las cosas como las formas entre las cosas. Pág. 
151 
 
Los diversos elementos de la arquitectura clásica se organizan en conjuntos coherentes gracias 
a sistemas geométricos de proporción. Aunque las ratios se pueden expresar de forma 
numérica, las relaciones buscadas son fundamentalmente geométricas. La tan conocida máxima 
de Leon Battista Alberti sobre que “belleza es la armonía entre componentes de forma sin que 
sea posible añadir ni quitar nada” expresa un ideal de unidad geométrica orgánica. Las 
convenciones de la arquitectura clásica no sólo dictan las proporciones entre elementos 
individuales, sino también la relación entre ellos. Las partes forman conjuntos que, a su vez, 
configuran conjuntos de mayor tamaño. La organización del conjunto global se rige por precisas 
reglas sobre axialidades, simetrías o secuencias formales. La arquitectura clásica despliega una 
amplia variedad de este tipo de reglas, pero el principio de distribución jerárquica de elementos 
en el conjunto es constante. Cada elemento individual mantiene su orden jerárquico por medio 
de multitud de relaciones geométricas con el fin de preservar la unidad global. La geometría es 
el andamiaje geométrico que controla la distribución de las partes pero que al mismo tiempo 
desaparece en el edificio final. Pág. 152 
 
 
Colafranceschi, D. (n.d.). Landscape + 100 palabras para habitarlo. 
Barcelona: Gustavo Gili, 2007 
 
Una aproximación meramente morfológica de los paisajes no facilita información sobre las 
relaciones de pauta interna y del funcionamiento de los paisajes. Hace falta profundizar en su 
capacidad de carga, tensar sus límites para descubrirlos, no para su congelación sino para 
comprender con detenimiento los condicionantes de su identidad. Pág. 81 
El proyectista más sensible procura leer y escuchar el lugar. Pero, comohemos dicho, los lugares 
murmuran lenguas extrañas y mezcladas y, más a menudo, callan. Por tanto, hay que interrogar 
pacientemente al lugar. Como escribió un filósofo, las cosas no hablan, sólo contestan. Pág. 121 
 
El proyectista que lo advierte interviene para desvelar estos atributos poniendo de manifiesto 
las directrices, las geometrías profundas, las líneas de fuerza del lugar y recuperando su memoria 
fragmentada; y para ello es probable que necesite solamente un acento, una arquitectura 
mínima que puntúe el sitio. Pág. 122 
 
Un enfoque paisajista insiste en “relaciones” entre elementos más que en objetos autónomos: 
ya no hablamos de edificios “bien colocados” en un paisaje, como ocurría en la dialéctica entre 
obra de arquitectura y superficie, entre texto y contexto; un proyecto es un sistema de lenguaje 
que se “pone en el lugar” y enuncia valores – dimensiones. Pág. 168 
 
El proyecto interpreta pues, y “traduce”, un contexto. Varios layers superpuestos, dotados cada 
uno de ellos de una estructura y de una vida propias, autónomos pero indispensables, convergen 
conjuntamente en definir ese quid que en un determinado tiempo y lugar puede ser 
“comunicado” como un paisaje o entrar en juego como tal. Pág. 174 
 
El proyectista más sensible procura leer y escuchar el lugar. Pero, como hemos dicho, los lugares 
murmuran lenguas extrañas y mezcladas y, más a menudo, callan. Por tanto, hay que interrogar 
pacientemente al lugar. Como escribió un filósofo, las cosas no hablan, sólo contestan. Pág. 121 
 
 
Bromley, J., & Barbagelata, J. (1945). Evolución urbana de Lima : I 
Lima en el año 1613, II Desarrollo urbano de Lima, III Planos de 
Lima. Lima: Lumen, 1945 
 
Cupo al gran Virrey Toledo dar feliz término a la empresa, y el agua potable corrió en Lima por 
primera vez, en la primitiva pila formada en la Plaza Mayor, el 21 de diciembre de 1578, 
acontecimiento que se celebró con diversas señales de público regocijo (…) La cañería madre del 
agua proveniente de la atarjea se volcaba en un gran depósito o almacén situado frente al 
Hospital de la Caridad, o frente, después al Convento de Santo Tomás – depósito llamado por 
ello Caja de Agua de la Caridad – del cual era distribuida a la ciudad por medio de tres caños o 
cañerías principales. Pág. 41 
 
Ni en el Virreinato, ni en la República – hasta mediados del siglo diecinueve – los gobiernos y 
municipios se preocuparon por mejorar el sistema de los desagües públicos. Este servicio estaba 
constituido por inmundas cloacas que corrían por las calles al borde de las veredas y por el 
interior de las casas. Pág. 93 
 
Cogorno Ventura, G., & Ortiz de Zevallos, P. (2018). La Lima que 
encontró Pizarro. Lima: Taurus, 2018 
 
A la llegada de los españoles, a inicios del siglo XVI, el territorio de la Lima actual contaba con 
un litoral muy rico y versátil: además de poseer un generoso mar con playas de arenas suaves y 
contornos rocosos, se beneficiaba con diversos humedales, pantanos y lagunas. Sus fértiles 
tierras de cultivo dieron lugar a un variado paisaje agrícola embellecido y complementado con 
numerosos bosques y arboledas. En las colinas o cerros bajos que rodeaban la planicie de Lima, 
verdeaban extensas zonas de lomas en determinada época. Las islas e islotes menores situados 
frente a sus costas enriquecían aún más el diverso ecosistema. Pág. 49

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