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Literatura del Perú

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CICLO INTENSIVO 
 
 
LETRAS Y HABILIDADES ACADEMIA ADC 
ACADEMIA “AMANTES DEL CONOCIMIENTO” 
 
CICLO LETRAS - CIENCIAS 
 
 SEMANA 9: LITERATURA PERUANA DEL S. XX 
 
EL VANGUARDISMO PERUANO 
 
Contexto: En el Perú, el segundo gobierno de Augusto B. Leguía (1919- 1930) fue sinónimo de dependencia 
de nuestro país a los capitales extranjeros. Hubo una gran efervescencia política. Se crearon partidos políticos 
como el APRA y el Partido Comunista. Se difundieron las ciencias sociales a través de diversos trabajos, 
entre los que destacan los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), libro escrito por José 
Carlos Mariátegui, donde sobresale su reflexión sobre el problema de la tierra estudiado desde un punto de 
vista socioeconómico. 
Asimismo, se comienza a difundir el indigenismo en el ámbito de la literatura y de la pintura. Todo ello 
articulado al problema de la identidad nacional en el Perú, vale decir, los intélectuales se preguntan: ¿Qué 
es el Perú? ¿Cuál es la raíz de nuestra identidad nacional? Mariátegui contesta, oponiéndose a la tesis 
Carácter de la literatura del Perú independiente (1905), de José de la Riva Agüero, que el elemento indígena 
vinculado a lo popular constituye la raíz de nuestra identidad nacional. 
Es en ese contexto histórico donde surgen dos escuelas artísticas: el vanguardismo y el indigenismo. 
Características del Vanguardismo: 
− Un alejamiento de los prototipos realistas decimonónicos. 
− Que la experimentación (búsqueda de nuevas formas expresivas) constituye la columna vertebral de la 
concepción estética. 
− La modernización del lenguaje de la poesía en los años 20 y 30 ÍDor ejemplo, Trilce de Vallejo fue 
publicado en 1922). 
− El empleo del verso libre, sin una métrica fija. 
− El hacer consciente el hecho de vivir en una sociedad tecnológica. 
− La inclusión de un nuevo léxico. Aparecen nuevos términos, algunos aluden a las máquinas; otros, por 
el contrario, hacen referencia a la cotidianidad como esfera digna de ser tomada en cuenta como tema 
poético por el escritor. 
− El aprovechamiento del nivel espacial del poema. Por ejemplo, el poema llamado caligrama representa 
espacialmente la figura a la cual hace referencia el texto. 
− La asimilación creativa de representaciones del mundo inconsciente. La influencia de la obra de 
Sigmund Freud (creador del psicoanálisis) es fundamental en la literatura vanguardista. 
 
Principales poetas vanguardistas 
✓ Alberto Hidalgo. Panoplia lírica (1917) 
✓ César Vallejo. Trilce (1922) 
✓ Alejandro Peralta. Ande (1926) 
✓ Carlos Oquendo de Amat. 5 metros de poemas (1927) 
✓ Xavier Abril. Hollywood (1931), Difícil trabajo (1935) 
✓ Martín Adán. La casa de cartón (1928), La mano desasida (1961) 
✓ Emilio Adolfo Westphalen. Las ínsulas extrañas (1933), Abolición de la muerte (1935) 
✓ César Moro. La tortuga ecuestre (1957) 
 
CÉSAR VALLEJO (1892-1938), EL POETA DEL DOLOR METAFÍSICO 
Nació en Santiago de Chuco. Realizó sus primeros estudios en el Colegio San Nicolás de Huamachuco. 
Hacia 1912 viajó a Lima y se matriculó en Universidad Nacional de San Marcos. Regresó a Trujillo, y 
estudió allí sus cursos universitarios, y se graduó de Bachiller en Humanidades con la tesis El romanticismo 
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en la poesía castellana. Perteneció al «Grupo Norte», que estuvo comandado por Antenor Orrego. En 1918 
publicó Los heraldos negros, en Lima. Volvió a Trujillo, y fue acusado injustamente de incendiario y 
homicida. Permaneció en prisión durante algunos meses. Allí escribió los poemas que formarían su segundo 
libro Trilce, publicado en 1922. Hacia 1923 abandonó el Perú y se trasladó a París. Se casó en 1929 con 
Georgette Philipart y luego viajó a otros países europeos: Rusia, Italia; Polonia, entre otros. Volvió a París 
y allí escribió su novela El tungsteno y su cuento Paco Yunque. En 1937 fue a España para asistir al Congreso 
Internacional de Escritores. La guerra civil española ya había comenzado y sirvió de inspiración para la 
elaboración temática de los poemas de España, aparta de mi este cáliz. Hacia fines de 1937 retornó a Francia. 
Murió en París. 
Obras: 
o Poesía: Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), Poemas humanos (1939), España, aparta de mi este 
cáliz (1939), 
o Novela: Fabla salvaje (1923) y El tungsteno (1931). 
o Cuento: Escalas (1923) y el relato «Paco Yunque». 
o Ensayo; Rusia en 1931 (1931), El arte y la revolución; Contra el Secreto profesional. 
o Teatro: Colacho hermanos, La piedra cansada, Lockout. 
o Crítica literaria: El romanticismo en la poesía castellana (1915). 
o Producción periodística: Desde Europa. Crónicas y artículos escritos entre 1923 y 1938. 
 
PERÍODOS DE LA POESÍA DE VALLEJO 
Existen tres etapas en la producción poética vallejiana: 
1. Período de la poesía influenciada por el Modernismo. Comprende su primer libro Los heraldos negros, 
donde Vallejo en algunos poemas continúa ei legado de Rubén Darío (creador del Modernismo) y de Julio 
Herrera y Reissíg (poeta uruguayo de la misma tendencia estética). El poema incíal de este libro tiene como 
título, precisamente, «Los heraldos negros» y por está compuesto por seis partes. La última sección 
(«Canciones de hogar») está constituida los textos de mayor originalidad. Aparece el tema del hogar 
provinciano. Vallejo -como Abraham Valdelomar en «El hermano ausente en la cena de Pascua»- recuerda 
a su hermano fallecido: 
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, 
donde nos haces una falta sin fondo! 
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá 
nos acariciaba: «Pero, hijos... 
 
Leamos el primer texto de este poemario: 
 
LOS HERALDOS NEGROS 
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 
la resaca de todo lo sufrido 
se empozara en el alma... ¡Yo no sé! 
 
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras 
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; 
o los heraldos negros que nos manda la Muerte. 
 
Son las caídas hondas de los Cristos del alma 
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. 
 
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Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como 
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; 
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido 
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. 
 
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 
 
Asimismo, en «Los pasos lejanos», Vallejo nos aproxima a la figura de sus padres. 
 
LOS PASOS LEJANOS 
Mi padre duerme. Su semblante augusto 
figura un apacible corazón; 
está ahora tan dulce… 
si hay algo en él de amargo, seré yo. 
Hay soledad en el hogar; se reza; 
y no hay noticias de los hijos hoy. 
Mi padre se despierta, ausculta 
la huida a Egipto, el restañante adiós. 
Está ahora tan cerca; 
si hay algo en él de lejos, seré yo. 
Y mi madre pasea allá en los huertos, 
saboreando un sabor ya sin sabor. 
Está ahora tan suave, 
tan ala, tan salida, tan amor. 
Hay soledad en el hogar sin bulla, 
sin noticias, sin verde, sin niñez. 
Y si hay algo quebrado en esta tarde, 
y que baja y que cruje, 
son dos viejos caminos blancos, curvos. 
Por ellos va mi corazón a pie. 
En la sección «Nostalgias imperiales» se ubica el poema «Idilio muerto», donde la voz lírica evoca la tierna 
figura de una muchacha andina: 
 
IDILIO MUERTO 
Qué estará haciendo esta hora 
mi andina y dulce Rita de junco y capulí; 
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita 
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí. 
Dónde estarán sus manos que en actitud contritaplanchaban en las tardes blancuras por venir; 
ahora, en esta lluvia que me quita 
las ganas de vivir. 
Qué será de su falda de franela; de sus 
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afanes; de su andar; 
de su sabor a cañas de mayo del lugar. 
Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje, 
y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!» 
y llorará en las tejas un pájaro salvaje. 
2) Período de la poesía vanguardista. Abarca los poemas de Trilce, palabra creada por él p’ropio escritor. 
Según el crítico italiano Roberto Paoli, Trilce es el mayor libro de poesía de la vanguardia postbélica a nivel 
mundial. Vallejo quiebra la sintaxis convencional, utiliza una ortografía caprichosa, hace decir a las palabras 
aquello para lo cual no están preparadas. Aparecen los temas de la cárcel, la soledad y la ausencia de la 
madre. 
En Trilce, Vallejo continúa desarrollando temas de su primer libro, tal el caso del poema «III» donde el hogar 
provinciano vuelve a evocarse, asociándolo ahora a la experiencia amarga de la cárcel: 
 
III 
 
Las personas mayores 
¿a qué hora volverán? 
Da las seis el ciego Santiago, 
y ya está muy oscuro. 
 
Madre dijo que no demoraría. 
 
Aguedita, Nativa, Miguel, 
cuidado con ir por ahí, por donde 
acaban de pasar gangueando sus memorias 
dobladoras penas, 
hacia el silencioso corral, y por donde 
las gallinas que se están acostando todavía, 
se han espantado tanto. 
Mejor estemos aquí no más. 
Madre dijo que no demoraría. 
 
Ya no tengamos pena. Vamos viendo 
los barcos ¡el mío es más bonito de todos! 
con los cuales jugamos todo el santo día, 
sin pelearnos, como debe de ser: 
han quedado en el pozo de agua, listos, 
fletados de dulces para mañana. 
 
Aguardemos así, obedientes y sin más 
remedio, la vuelta, el desagravio 
de los mayores siempre delanteros 
dejándonos en casa a los pequeños, 
como si también nosotros no pudiésemos partir. 
 
Aguedita, Nativa, Miguel? 
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad. 
No me vayan a haber dejado solo, 
y el único recluso sea yo. 
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IX 
Vusco volvvver de golpe el golpe. 
Sus dos hojas anchas, su válvula 
que se abre en suculenta recepción 
de multiplicando a multiplicador, 
su condición excelente para el placer, 
todo avía verdad. 
 Busco volver de golpe el golpe. 
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades 
a treintidós cables y sus múltiples, 
se arrequintan pelo por pelo 
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra, 
y no vivo entonces ausencia, 
 ni al tacto. 
 Fallo bolver de golpe el golpe. 
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo 
de egoísmo y de aquel ludir mortal 
de sábana, 
desque la mujer esta 
 ¡cuánto pesa de general! 
 Y hembra es el alma de la ausente. 
Y hembra es el alma mía. 
3) Período de la poesía experimental y de compromiso político: Abarca Poemas humanos y España, aparta 
de mí este cáliz. Vallejo utiliza palabras que remiten al cuerpo humano y se compromete con la República 
española. Es muy conocido su poema Masa: el combatiente ha muerto y se le acercan paulatinamente uno, 
dos, veinte hasta llegara quinientos mil hombres para que vuelva a la vida. 
 
MASA 
Al fin de la batalla, 
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre 
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 
 
Se le acercaron dos y repitiéronle: 
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 
 
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, 
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 
 
Le rodearon millones de individuos, 
con un ruego común: «¡Quédate hermano!» 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 
 
Entonces todos los hombres de la tierra 
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le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; 
incorporóse lentamente, 
abrazó al primer hombre; echóse a andar... 
 
III 
 
Solía escribir con su dedo grande en el aire: 
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas», 
de Miranda de Ebro, padre y hombre, 
marido y hombre, ferroviario y hombre, 
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes. 
 
Papel de viento, lo han matado: ¡pasa! 
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa! 
¡Abisa a todos compañeros pronto! 
 
Palo en el que han colgado su madero, 
lo han matado; 
¡lo han matado al pie de su dedo grande! 
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas! 
 
¡Viban los compañeros 
a la cabecera de su aire escrito! 
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas 
de Pedro 
y de Rojas, del héroe y del mártir! 
Registrándole, muerto, sorprendiéronle 
en su cuerpo un gran cuerpo, para 
el alma del mundo, 
y en la chaqueta una cuchara muerta. 
 
Pedro también solía comer 
entre las criaturas de su carne, asear, pintar 
la mesa y vivir dulcemente 
en representación de todo el mundo. 
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta, 
despierto o bien cuando dormía, siempre, 
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos. 
¡Abisa a todos compañeros pronto! 
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre! 
 
Lo han matado, obligándole a morir 
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel 
que nació muy niñín, mirando al cielo, 
y que luego creció, se puso rojo 
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos. 
 
Lo han matado suavemente 
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez, 
a la hora del fuego, al año del balazo 
y cuando andaba cerca ya de todo. 
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Pedro Rojas, así, después de muerto 
se levantó, besó su catafalco ensangrentado, 
lloró por España 
y volvió a escribir con el dedo en el aire: 
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas». 
 
Su cadáver estaba lleno de mundo. 
 
POEMAS HUMANOS 
Es un conjunto de poemas publicado póstumamente. El título del libro no pertenece a Vallejo, sino al parecer 
al historiador Raúl Porras Barrenechea, quien, al observar el humanismo de Vallejo, optó por el título antes 
mencionado. 
 
Género: Lírico. 
Tipo de lenguaje: Estilo lleno de paralelismos y oposiciones. Usa el a conversación cotidiana, por eso, parece 
que el yo poético con versa con un amigo o con un obrero. Hay fuertes exclamaciones en la estructura 
lingüística, Vallejo quiere dramatizar su poesía. Temas: 
a) La pobreza y el hambre. 
b) El cuerpo como espacio de dolor y de liberación. 
c) El compromiso político. 
d) El trabajo como fuente de solidaridad. 
e) La posibilidad de un futuro lleno de dicha colectiva. 
 
Comentario: El poemario refleja la concepción de la solidaridad como eje fundamental para el desarrollo 
del hombre moderno. Esa idea la tomó Vallejo del mundo prehispánico, donde se establecía la supremacía 
de lo colectivo sobre lo individual. Asimismo, resalta la figura del pobre, se solidariza con su dolor, tal como 
se detecta en estos versos del poema «Traspiés entre dos estrellas»: 
 
¡Amado sea aquel que tiene chinches, 
el que lleva zapato roto bajo la lluvia, 
el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas, 
el que se coge un dedo en una puerta, 
el que no tiene cumpleaños, 
el que perdió su sombra en un incendio, 
el animal, el que parece un loro, 
el que parece un hombre, el pobre rico, 
el puro miserable, el pobre pobre! 
 
Para establecer su concepción solidaria, Vallejo acumula imágenes corporales. Es, pues, el cuerpo del pobre 
el que sufre. El poeta habla de tobillos, de diafragmas, de pómulos, de fémures, entre otras figuras que 
remiten al cuerpo.Y a la par establece oposiciones: entre la vida y la muerte, entre el jefe y el subordinado, 
entre el presente lleno de sufrimiento y el futuro donde reinará la dicha colectiva: 
 
Necesitas comer, pero, me digo, 
no tengas pena, que no es de pobres 
la pena, el sollozar junto a su tumba; 
remiéndate, recuerda, 
confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista 
a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato. 
Ya va a venir el día, ponte el alma. 
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Pero Vallejo también amaba al Perú andino, por eso, escribía: 
 
¡Auquénidos llorosos, almas mías! 
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, 
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero! 
 
Estos últimos versos reflejan la lucidez de la postura ideológica de Vallejo. Como Mariátegui, Vallejo cree 
en la cultura andina; pero, la inserta en un contexto internacional. No se trata de rechazar los grandes aportes 
de la cultura europea sino, más bien, buscar un sincretismo teniendo a lo andino como el eje fundamental de 
la nacionalidad. La sierra se encuentra en el Perú, y el Perú se ubica dentro de una perspectiva internacional. 
He ahí, pues el mensaje y el ^ legado de César Vallejo. 
 
EL INDIGENISMO 
 
Es una vertiente de la literatura hispanoamericana inspirada en el mundo andino y es contrario a la corriente 
"indianista", que ve al indio como espectáculo, como motivo de explotación literaria, surge el "Indigenismo 
revolucionario", que ve al indio como problema. 
Si bien el tema del indio había sido tratado anteriormente en la literatura peruana (Clorinda Matto de Turner, 
Manuel González Prada, Mariano Melgar), es en estos años (1930 - 1940) cuando surge el Indigenismo, 
corriente que tiene tres características principales: 
 
- Plantea la reivindicación del indígena y posee cierto afán de lucha o denuncia. 
- Niega las formas románticas o idealistas de la literatura anterior, en las que el indio aparecía como un 
ser exótico, pintoresco, o era tratado de un modo sentimental o paternalista; a veces era angelical, a veces 
malvado, pero siempre era un personaje idealizado, borroso y poco logrado. 
- Expresa "desde adentro", desde el propio mundo narrado, una proximidad con el habitante de la sierra: 
conoce de cerca sus costumbres, su cultura, su lenguaje y su forma de pensar. 
 
Zonas del Indigenismo: Es imprescindible señalar que existen tres zonas: la zona sur del Perú andino, 
representada por José María Arguedas (1911-1969), cuyos personajes novelísticos más importantes en Los 
ríos profundos saben el quechua; la zona norte, cuyo mayor exponente es Ciro Alegría (1909-1967), las 
novelas de este último están generalmente situadas en el departamento de La Libertad; y la zona del centro 
del Perú, que tiene como manifestación literaria la novelística de Manuel Scorza (1928-1983), situada 
frecuentemente eri Cerro de Pasco. Scorza escribió Redoble por Raneas, entre otras obras 
 
CIRO ALEGRÍA (1909 - 1969) 
Nacido en Huamachuco departamento de la Libertad, fue hijo de un terrateniente y conoció 
la vida indígena a través de los trabajadores de su padre. Pasó un buen tiempo en la 
hacienda de Marcabal Grande, propiedad de su abuelo, donde trabajo al mando de un grupo 
de peones. Sus conocimientos del mundo andino llegó a través de esos peones que no solo 
trabajaban la tierra, sino que le contaban cuentos de su cultura (las novelas de Ciro Alegría 
están llenas de cuentos populares de la sierra) Con apenas 16 años empieza su labor 
periodística en el diario El Norte y, hacia 1930, en el diario La Industria. Por aquellos años, 
ingresa a la Universidad de Trujillo, pero, aunque fue destacado alumno, fue expulsado 
por formar un grupo político. En 1931 ingresa al Partido Aprista. Sufrió persecución, prisión en dos 
ocasiones y hasta fue expulsado del país. 
 Su temporada en Chile fue la de mayor fecundidad literaria. Si bien es honroso y encomiable el 
respeto y el afecto de los chilenos hacia nuestro escritor, también es vergonzoso que fuera en el extranjero, 
por radicalismos políticos, que alcance la fama continental (inclusive mundial). En Santiago escribe La 
serpiente de oro (1935) que será premiada por la Sociedad de Escritores de Chile; Los perros hambrientos 
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(1938), premiada por la editorial Zig-Zag y El mundo es ancho y ajeno (1941) cuya importancia es tan grande 
que merece un capítulo aparte. Viaja a Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, entre otras ciudades de América. 
trabaja como profesor universitario y, de regreso a Lima, ingresa al partido Acción Popular y es elegido 
diputado por Lima. Fallece el 17 de febrero de 1969, de un derrame cerebral que acabó su vida en su casa de 
Chaclacayo. 
 
EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO 
 
Género: Épico; especie: novela. 
Ámbito social: La lucha entre terratenientes y campesinos por la posesión de la tierra. Perviven el 
feudalismo y la comunidad campesina en la sociedad peruana. 
Argumento: 
La comunidad de Rumi vive apacible y pacíficamente. Su alcalde, Rosendo Maqui, es un modelo de 
sabiduría y de prudencia. Poco a poco la comunidad se va convirtiendo en un torrente de complejos 
problemas sociales y étnicos. Álvaro Amenábar y Roldán, gamonal de la hacienda de Umay, quiere quitarle 
sus tierras a los comuneros de Rumi y, para lograr sus propósitos, sobornan autoridades, utilizan a abogados 
inescrupulosos. Rosendo Maqui defiende a la comunidad, pero es encarcelado injustamente y muere en la 
prisión. Benito Castro, deseoso de conocer otras comunidades y ciudades, sale de Rumi y comienza a 
caminar entre otras haciendas y caseríos. Aprende muchísimo. Al regresar a Rumi se da cuenta de que las 
leyes siempre están al servicio de los poderosos. Entonces, es elegido alcalde de Rumi. Benito Casrtro arenga 
a los comuneros para defender sus tierras con las armas. Estos optan por rebelarse, pero al final son 
derrotados. La novela termina con la destrucción de la comunidad de Rumi y con la muerte de Benito Castro. 
Personajes: 
- Rosendo Maqui, primer alcalde de la comunidad. 
- Benito Castro, último alcalde que incita a la rebelión. 
- Demetrio Sumallacta, joven flautista. 
- El fiero Vásquez, bandolero que ayuda a los campesinos. 
- Nasha Suro, que vaticina la muerte de la comunidad. 
- Alvaro Amenábar, gamonal de la hacienda de Umay. 
- Bismarck Ruiz, abogado que se entrega al servicio del gamonal. y 
- Augusto Maqui, hijo de Rosendo. 
 
Temas principal: La lucha por la tierra. 
Otros temas: La comunidad como espacio de fraternidad. La justicia al servicio de los gamonales. La 
sabiduría popular. La corrupción de los funcionarios. 
Comentario: Ciro Alegría valora la comunidad campesina como un lugar de solidaridad, por oposición al 
impacto del feudalismo tradicional, representa- dopor el gamonal Alvaro Amenábar. Para Alegría, la 
comunidad es la única , realidad que puede hacer digna la vida del indio. En la novela se concibe que la 
comunidad es cualitativamente superior a las otras estructuras institucionales. 
El final de la novela evidencia que el narrador es consciente de que los hechos sociales preconizan una 
verdad objetiva: la aniquilación de la comunidad y del indígena. Asi, Ciro Alegría realiza una denuncia de 
altas connotaciones políticas porque condena al sistema social que liquida las instituciones más valiosas del 
Perú como la comunidad campesina. 
EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO (Fragmento) 
Rosendo Maqui y la comunidad 
¡Desgracia! 
Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta 
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leve de su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada porla fatalidad, sin dar tiempo 
para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero fulguró en el aire, ya el 
largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. 
¡Desgracia! 
Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada 
faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso al fin proseguir su camino, pero los pies le 
pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien 
podía estar la culebra. Era necesario terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar 
el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 
desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró 
blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo hubiera visto en esa hora, 
en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano 
alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, 
rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le 
placían, pero esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y 
deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga cercena y transporta 
su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del 
vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su perfecto túnel. 
Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, 
acomodado en un horcón, donde dos polluelos mostraban sus picos triangulares y su desnudez friolenta. El 
reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y 
ambos piaban saltando de rama en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste 
hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 
después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los 
vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó la marcha. 
¡Desgracia! 
Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y 
considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de 
angustia. Encontró a poco un muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la 
falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó y 
reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de 
la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de comérselos. Dio la casualidad de que él 
pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la 
muy ladina dijo: «Aprovecharé para asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del 
hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 
quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo 
encontrar. La fatalidad es incontrastable. 
¡Desgracia! ¡Desgracia! 
Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera 
había recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus 
músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los ojos de horizontes. 
Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. 
Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento Huarca, 
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guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía 
eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como un león americano en trance 
de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico 
Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista 
de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las 
formas e intenciones imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía 
que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida. Él los contemplaba desde una de las lomas del 
Rumi, cerro rematado por una cima de roca azul que apuntaba al cielo con voluntad de lanza. No era tan alto 
como para coronarse de nieve ni tan bajo que se lo pudiera escalar fácilmente. Rendido por el esfuerzo 
ascendente de su cúspide audaz, el Rumi hacía ondular, a un lado y otro, picos romos de más fácil acceso. 
Rumi quiere decir piedra y sus laderas altas estaban efectivamente sembradas de piedras azules, casi negras, 
que eran como lunares entre los amarillos pajonales silbantes. Y así como la adustez del picacho atrevido se 
ablandaba en las cumbres inferiores, la inclemencia mortal del pedrerío se anulaba en las faldas. Éstas 
descendían vistiéndose más y más de arbustos, herbazales, árboles y tierras labrantías. Por uno de sus 
costados descendía una quebrada amorosa con toda la bella riqueza de su bosque colmado y sus caudalosas 
aguas claras. El cerro Rumi era a la vez arisco y manso, contumaz y auspicioso, lleno de gravedad y de 
bondad. El indio Rosendo Maqui creía entender sus secretos físicos y espirituales como los suyos propios. 
Quizás decir esto no es del todo justo. Digamos más bien que los conocía como a los de su propia mujer 
porque, dado el caso, debemos considerar el amor como acicate del conocimiento y la posesión. Sólo que la 
mujer se había puesto vieja y enferma y el Rumi continuaba igual que siempre, nimbado por el prestigio de 
la eternidad. Y Rosendo Maqui acaso pensaba o más bien sentía: «¿Es la tierra mejor que la mujer?». Nunca 
se había explicado nada en definitiva, pero él quería y amaba mucho a la tierra. 
Volviendo, pues, de esas cumbres, la culebra le salió al paso con su mensaje de desdicha. El camino 
descendía prodigándose en repetidas curvas, como otra culebra que no terminara de bajar la cuesta. Rosendo 
Maqui, aguzando la mirada, veía ya los techos de algunas casas. 
De pronto, el dulce oleaje de un trigal en sazón murió frente a su pecho, y recomenzó de nuevo allá lejos, y 
vino hacia él otra vez con blando ritmo. 
Invitaba a ser vista la lenta ondulación y el hombre sentose sobre una inmensa piedra que, al caer de la altura, 
tuvo el capricho de detenerse en una eminencia. El trigal estaba amarilleando, pero todavía quedaban algunas 
zonas verdes. Parecía uno de esos extraños lagos de las cumbres, tornasolados por la refracción de la luz. 
Las grávidas espigas se mecían pausadamente produciendo una tenue crepitación. Y, de repente, sintió 
Rosendo como que el peso que agobiaba su corazón desaparecía y todo era bueno y bello como el sembrío 
de lento oleaje estimulante. Así tuvo serenidad y consideró el presagio como el anticipo de un acontecimiento 
ineluctable ante el cual sólo cabía la resignación. ¿Se trataba de la muerte de su mujer? ¿O de la suya? Al 
fin y al cabo eran ambos muy viejos y debían morir. A cada uno, su tiempo. ¿Se trataba de algún daño a la 
comunidad? Tal vez. En todo caso, él había logrado ser siempre un buen alcalde. 
Desde donde se encontraba en ese momento, podía ver el caserío, sede modesta y fuertede la comunidad de 
Rumi, dueña de muchas tierras y ganados. El camino bajaba para entrar, al fondo de una hoyada, entre dos 
hileras de pequeñas casas que formaban lo que pomposamente se llamaba Calle Real. En la mitad, la calle 
se abría por uno de sus lados, dando acceso a lo que, también pomposamente, se llamaba Plaza. Al fondo 
del cuadrilátero sombreado por uno que otro árbol, se alzaba una recia capilla. Las casitas, de lechos rojos 
de tejas o grises de paja, con paredes amarillas o violetas o cárdenas, según el matiz de la tierra que las 
enlucía, daban por su parte interior a particulares sementeras —habas, arvejas, hortalizas—, bordeadas de 
árboles frondosos, tunas jugosas y pencas azules. Era hermoso de ver el cromo jocundo del caserío y era más 
hermoso vivir en él. ¿Sabe algo la civilización? Ella, desde luego, puede afirmar o negar la excelencia de esa 
vida. Los seres que se habían dado a la tarea de existir allí, entendían, desde hacía siglos, que la felicidad 
nace de la justicia y que la justicia nace del bien de todos. Así lo había establecido el tiempo, la fuerza de la 
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LETRAS Y HABILIDADES ACADEMIA ADC 
tradición, la voluntad de los hombres y el seguro don de la tierra. Los comuneros de Rumi estaban contentos 
de su vida. 
Esto es lo que sentía también Rosendo en ese momento —decimos sentía y no pensaba, por mucho que estas 
cosas, en último término, formaron la sustancia de sus pensamientos— al ver complacidamente sus lares 
nativos. 
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS ALTAMIRANO (1911 - 1969) 
 
Fue un escritor, antropólogo y etnólogo peruano. Como escritor es autor de novelas y cuentos 
que lo han llevado a ser considerado como uno de los tres grandes representantes de la 
narrativa indigenista en el Perú, junto con Ciro Alegría y Manuel Scorza. Introdujo en la 
literatura indigenista una visión interior más rica e incisiva. La cuestión fundamental que se 
plantea en sus obras es la de un país dividido en dos culturas (la andina de origen quechua y 
la urbana de raíces europeas), que deben integrarse en una relación armónica de carácter 
mestizo. Los grandes dilemas, angustias y esperanzas que ese proyecto plantea son el núcleo 
de su visión. 
 
Su labor como antropólogo e investigador social no ha sido muy difundida, pese a su importancia y a la 
influencia que tuvo en su trabajo literario. Se debe destacar su estudio sobre el folclore peruano, en particular 
de la música andina; al respecto tuvo un contacto estrechísimo con cantantes, músicos, danzantes de tijeras 
y diversos bailarines de todas las regiones del Perú. Su contribución a la revalorización del arte indígena, 
reflejada especialmente en el huayno y la danza, ha sido muy importante. 
Fue además traductor y difusor de la literatura quechua, antigua y moderna, ocupaciones todas que compartió 
con sus cargos de funcionario público y maestro. 
 
Novelas y cuentos 
Aunque no fue diestro en el manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada especialmente 
en las descripciones) supo comunicar con gran intensidad la esencia de la cultura y el paisaje andinos. 
 
A continuación, una lista de sus creaciones literarias en prosa: 
 
1935 - Agua. Colección de cuentos integrada por: Agua, Los escoleros y Warma kuyay. Segundo premio en 
el concurso internacional promovido por la Revista Americana de Buenos Aires. Traducida al ruso, alemán, 
francés e inglés por La Literatura Internacional, de Moscú. 
1941 - Yawar Fiesta. Novela. Revisada en 1958. 
1954 - Diamantes y pedernales. Novela, conjuntamente con una reedición del libro Agua y el cuento 
«Orovilca». 
1955 - «La muerte de los Arango». Cuento. Primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento en 
México. 
1958 - Los ríos profundos. Novela. Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma en 1959. Fue 
reeditada en 1978 por la Biblioteca Ayacucho de Caracas con prólogo de Mario Vargas Llosa. 
1961 - El Sexto. Novela. Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma en 1962. 
1962 - La agonía de Rasu Ñiti. Cuento. 
1964 - Todas las sangres. Novela. 
1965 – “El sueño del pongo”. Cuento, en edición bilingüe (castellano-quechua). 
1967 - Amor mundo. Colección de cuatro cuentos de tema erótico: «El horno viejo», «La huerta», «El ayla» 
y «Don Antonio». 
1971 - El zorro de arriba y el zorro de abajo. Novela que dejó inconclusa y que fue publicada póstumamente. 
 
Poesía 
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Escritos primero en quechua, y luego traducidos al español por el mismo autor, los poemas de Arguedas 
asumen conscientemente la tradición de la poesía quechua, antigua y moderna, convalidan la visión del 
mundo que la anima, revitalizando sus mitos esenciales y condensan en un solo movimiento la protesta social 
y la reivindicación cultural. 
 
1962 - Túpac Amaru Kamaq taytanchisman. Haylli-taki. A nuestro padre creador Túpac Amaru. Himno-
canción. 
1966 - Oda al jet. 
1969 - Qollana Vietnam Llaqtaman / Al pueblo excelso de Vietnam. 
1972 – Katatay y otros poemas. Huc jayllikunapas. Poemas en versiones quechua y española. Publicado 
póstumamente por Sybila Arredondo de Arguedas. 
 
LOS RÍOS PROFUNDOS 
Argumento: Ernesto, el niño narrador, y su padre llegan al Cusco. Conocen al Viejo, un hombre déspota 
que trata de manera cruel a sus colonos. El padre le enseña a Ernesto numerosos palacios y restos 
arqueológicos de los incas. Este hecho hace que Ernesto acentúe su identificación con la cultura andina. 
Ernesto ha pasado su niñez entre personas que maltrataban a los indígenas. El padre de Ernesto es un 
incansable viajero, va de pueblo en pueblo; deja a su hijo en un colegio internado de Abancay, donde Ernesto 
conoce a personajes de distintas razas y de clases sociales opuestas. Aparece, entonces la opa Marcelina. 
Esta mujer demente constituye un símbolo sexual. Algunos internos quieren tener relaciones sexuales, pero 
un sentimiento de culpa los atosiga en ese infierno de violencia que es el internado. Ernesto se mantiene en 
contacto con la música de la naturaleza, con los ríos y los cantos de los pájaros; visita las alegres chicherías 
donde se interpreta la música andina; conoce la hacienda Patibamba, cuyos colonos viven en condiciones 
infrahumanas; pero también se siente desarraigado. Antera lleva a la escuela un trompo (llamado zumbayllu) 
que instaura un universo de luz y armonía en el internado. Se produce la rebelión de las chicheras, encabezada 
por Doña Felipa, una especie de símbolo maternal para Ernesto, quien se solidariza con dicha rebelión. Es 
azotado por el Padre Director, quien mantiene la relación de la iglesia con el feudalismo tradicional. Aparece 
una peste que comienza a matar a los colonos. 
Éstos, animadas de una visión mágico-religiosa, creen que la peste es una entidad viviente a la que pueden 
combatir con rezos. Entonces, los colonos capturan Abancay para obligar ai cura director a que haga misas 
y así alejar a la peste. Al final, Ernesto escapa del internado confiando en que los colonos derrotarán a la 
enfermedad. 
Temas: Identificación con el mundo andino. 
Otros temas: Violencia racial y social. Desarraigo cultural. El sistema opresivo de educación. Vínculo 
andino del hombre con la naturaleza. 
Comentario: Arguedas en esta novela plantea una visión andina del mundo. En efecto, en el hombre quechua 
existe una actitud animista de la realidad (concibe que un río es un dios). Los ríos profundos actualiza un 
proyecto de cambio social, también manifiesta el desarraigo en tanto que muchos peruanos tienden a una 
situación bicultural. La obra está escrita con un lenguaje altamente lírico, constituyéndose como una de las 
mejores novelas hispanoamericanas del siglo XX. 
 
 
NARRATIVA PERUANA ÚLTIMA 
 
LA GENERACION DEL 50 
 
En Perú,la modernización de la narrativa peruana comienza con la Generación del '50, enmarcada 
políticamente con el golpe del General Manuel A. Odría en 1948 y las elecciones de 1950 en las que se 
autoelige Presidente de la República. Durante la década anterior había comenzado un movimiento migratorio 
del campo a la ciudad (preferentemente a la capital), que durante los años cincuenta se potencializa al 
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máximo y resulta en la formación de barriadas y pueblos jóvenes, la aparición de sujetos marginales y 
desplazados socialmente. La literatura producida en este período estuvo influida notablemente por las 
vanguardias europeas; en particular, el llamado modernismo anglosajón de Joyce y en el ambiente 
norteamericano la obra novelística de Faulkner y la Generación Perdida. También influyó notablemente la 
literatura fantástica de Borges y Kafka. A esta generación pertenecen Carlos Eduardo Zavaleta, Eleodoro 
Vargas Vicuña, Mario Vargas Llosa, entre otros. 
En la década del 50 se produce una reacción, concomitante con la producida en otros pueblos 
hispanoamericanos, buscándose lo que se ha dado en llamar la novela urbana. Esta narrativa de la urbe nos 
muestra al hombre enfrentándose a los problemas de las grandes ciudades, moviéndose en un ambiente de 
masas o sintiéndose destruido por dificultades consecuentes al incremento constante de población. 
En el Perú, particularmente, esa literatura giró en torno a Lima, cuando la ciudad se hallaba de pronto 
sumergida o rodeada por barrios marginales, "barriadas". Inmensos sectores de vida de suburbio que se 
aglutinan en torno a la vieja ciudad tradicional y a sus barrios residenciales. Hay una migración constante 
del país hacia los focos grandes estratificándose diversos planos urbanos.Esto movió a una temática 
diferente, que también se refería, por supuesto a una problemática del hombre peruano desde otro ángulo. 
Lógicamente, la estructura novelística vino a ser totalmente distinta. 
La nueva prosa se inicia con Enrique Congrains Martín, Carlos Eduardo Zavaleta y con Eleodoro Vargas 
Vicuña. Del primero, dice Castro Arenas, que comenzó a escribir a "trompicones". Pero su Lima, hora cero, 
terminó con el indigenismo convertido en folklore y abrió el capítulo de la novela de la ciudad. Sus cuentos 
como "Domingo en la jaula de esteras"; sus novelas como No una, sino muchas muertes, lo muestran en el 
mismo camino de una ciudad descompuesta por el crecimiento social, por la sociedad de masas que irrumpe 
con sus problemas de urbe en la hasta entonces ciudad un tanto pueblerina y otro tanto capital colonial –que 
perduraba en Lima hasta la primera y aún hasta la segunda conflagración mundial- . Comerciantes 
minoristas, pandilleros, barrios marginales, todo eso forma parte de la prosa de Congrains. 
La generación del cincuenta es un momento en el que la narrativa se vincula de forma muy fuerte con el 
tema del desarrollo urbano, la experiencia de la migración andina hacia Lima (un incremento drástico de la 
población a partir de finales de la década del 40). Muy relacionada con el cine neorrealista italiano, presenta 
la realidad de la urbe cambiante, la aparición de personajes marginales y problemáticos. Entre los narradores 
más representativos resaltan Julio Ramón Ribeyro con Los gallinazos sin plumas (1955), Enrique Congrains 
con el libro de cuentos Lima, hora cero (1954) y la novela No una, sino muchas muertes (1957) y Luis 
Loayza. Junto a los narradores, surge un grupo de poetas entre los que destacan Alejandro Romualdo, 
Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Francisco Bendezú, Juan Gonzalo Rose, Pablo Guevara. Estos 
poetas comenzaron a publicar su obra a partir de fines del 40, tal es el caso de Romualdo, luego lo harían 
Rose, Delgado, Bendezú, Belli. Guevara. Además, este conjunto se vinculó entre sí no sólo por las relaciones 
interpersonales, sino que desde el punto de vista ideológico se relacionaron por el marxismo y el 
existencialismo. 
 
CARACTERÍSTICAS GENERALES: 
 
• Es una narrativa urbana: su ámbito principal es la ciudad, y ya no el campo o la naturaleza. 
• Exploración de áreas más universales del ser humano: asuntos que incumben a toda persona. 
• Rechazo de la moral del maniqueísmo: no hay división entre buenos y malos, sino que se presentan 
ambiguos. 
• Resultan obras abiertas: sujetas a que el lector sea quien las cierre con su propia y personal 
interpretación. 
• Renovación completa del lenguaje literario: preocupación por la estructura de la novela y por la 
creación de nuevas palabras o lenguajes 
 
OBRAS REPRESENTATIVAS 
 
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- Nahuín (1953) de Eleodoro Vargas Vicuña 
- Náufragos y sobrevivientes (1954) de Sebastián Salazar Bondy 
- La batalla (1954) de Carlos Eduardo Zavaleta 
- Lima, hora cero (1954) de Enrique Congrains 
- Kikuyo (1955) de Enrique Congrains 
- Los Ingar (1955) de Carlos Eduardo Zavaleta 
- Los gallinazos sin plumas (1955) de Julio Ramón Ribeyro 
- El avaro (1955) de Luis Loayza 
- El Cristo Villenas (1956) de Carlos Eduardo Zavaleta 
- No una sino muchas muertes (1957) de Enrique Congrains 
- Cuentos de circunstancias (1958) de Julio Ramón Ribeyro 
- Los jefes (1959) de Mario Vargas Llosa 
 
JULIO RAMÓN RIBEYRO (1929 – 1994) 
 
Julio Ramón Ribeyro nació una tarde de 1929 ante la alegría familiar, que no imaginó que 
se convertirá en uno de los escritores peruanos más grandes de nuestro siglo. Venido de 
una típica familia de clase media, no pasa mayores apuros económicos y afectivos durante 
su niñez. 
 Pronto, el joven Ribeyro da muestras de su apego a las Letras, y ya para entonces 
afloran en su mente los primeros cuentos y relatos propios de su edad, ante el estupor de 
su familia que no ve con buenos ojos que se dedique a la literatura, quienes consideran que 
el oficio de escritor es denigrante y deshonroso. Para ellos la carrera de Derecho da mayor 
estatus y la seguridad de un futuro promisorio. 
 Sin embargo, estas contradicciones no son impedimento para que Julio Ramón Ribeyro pronto se vea 
involucrado en un círculo de escritores, que suelen publicar sus obras y obsequiarlas generalmente a sus 
amigos y familiares, además de presentarlas en bohemios lugares de la ciudad. Fue allí donde Ribeyro 
comenzó en realidad su carrera literaria, frecuentando estos lugares donde sus cuentos y relatos eran 
escuchados con suma atención por los concurrentes que, en su mayoría, eran poetas, novelistas, cuentistas, 
etc. 
 En 1958, publica su primer libro: Cuentos de Circunstancias; en 1960, La crónica de San Gabriel, donde 
ya expresa su inclinación hacia los cuentos; y en 1964 publicó Las Botellas y Los Hombres. 
 El especial carácter de Julio Ramón Ribeyro, tal como los personajes de sus escritos, lo aleja del 
protagonismo; acostumbrado a una existencia algo marginal que en cierto modo privilegia. Es por eso que 
toma la decisión de separarse de los círculos literarios limeños y sacudirse de lo que más detesta: La 
popularidad, la fama. 
 Enrumba entonces a Europa y se traslada de un país a otro sin establecerse en un sólo sitio, pasando las 
desventuras y miserias que significa estar alejado de su patria, sin conocer a nadie, aislado por el idioma en 
un itinerario que incluye Francia, Alemania, Bélgica y España. 
 Finalmente, se afinca en París, Francia. Es el inicio de la década de los sesenta cuando entra a trabajar 
como periodista en la Agencia France-Press, donde permanece hasta 1971, año en que es nombrado 
Consejero Cultural del Perú ante la Unesco. 
 Su vida transcurre entre París y Lima, específicamente en el distrito de Barranco, donde, cada vez que 
visita el Perú, suele recorrer sus antiguas casonas y tradicionales callejuelas juntoa sus mejores amigos, 
envuelto en largas tertulias, para luego enfrentarse a la máquina de escribir. En 1973 publica La Palabra del 
Mudo, obra que recoge todos sus cuentos. 
 Narrador eminentemente urbano, logró una obra amplia, con un lenguaje fluido y directo. Escribió novelas 
y cuentos. En este último género alcanza un dominio extraordinario de la técnica. Sus personajes son 
trabajados exhaustivamente tanto en el nivel social como en el psicológico. 
 En 1974 se le detecta cáncer, enfermedad ocasionada claramente por su adicción al cigarro, amigo 
inseparable en largas jornadas de creatividad e ingenio que concluyen en cuentos y relatos que trasuntan lo 
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inimaginable. Sobreviviente de recaídas y cirugías mayores, los dos últimos años son, sin embargo, los más 
felices de su vida, que se apagó el 4 de diciembre de 1994, días después de obtener el premio Juan Rulfo, 
para muchos el más importante en habla castellana, distinción que reafirma la resonancia de su obra no sólo 
para los peruanos sino para todo hablante de la lengua hispana. 
 El presidente de México por esa época, Carlos Salinas de Gortari, en vano lo esperó para el develamiento 
de la efigie con el busto del reciente ganador del premio. Su salud se hallaba demasiado quebrantada como 
para realizar el largo viaje a tierras aztecas. En su lugar, estuvieron presentes en el acto su esposa Alida 
Cordero y su hijo Julio. 
 
Producción Literaria 
 Cuentos de Circunstancias" (1958) 
 Crónica de San Gabriel" (1960) 
 Los geniecillos dominicales" (1965) 
 La Palabra del Mudo" (1973) 
 Cambio de guardia 
 La caza sutil 
 Prosas apátridas 
 Dichos de Luder 
 La tentación del fracaso 
 
“Los gallinazos sin plumas” (Fragmento) 
 
Efraín ya no tenía fuerzas para quejarse. Solamente Enrique sentía crecer en su corazón un miedo extraño y 
al mirar a los ojos del abuelo creía desconocerlo, como si ellos hubieran perdido su expresión humana. Por 
las noches, cuando la luna se levantaba, cogía a Pedro entre sus brazos y lo aplastaba tiernamente hasta 
hacerlo gemir. A esa hora el cerdo comenzaba a gruñir y el abuelo se quejaba como si lo estuvieran 
ahorcando. A veces se ceñía la pierna de palo y salía al corralón. A la luz de la luna Enrique lo veía ir diez 
veces del chiquero a la huerta, levantando los puños, atropellando lo que encontraba en su camino. Por último 
reingresaba en su cuarto y quedaba mirándolos fijamente, como si quisiera hacerlos responsables del hambre 
de Pascual. 
 
La última noche de luna llena nadie pudo dormir. Pascual lanzaba verdaderos rugidos. Enrique había oído 
decir que los cerdos, cuando tenían hambre, se volvían locos como los hombres. El abuelo permaneció en 
vela, sin apagar siquiera el farol. Esta vez no salió al corralón ni maldijo entre dientes. Hundido en su colchón 
miraba fijamente la puerta. Parecía amasar dentro de sí una cólera muy vieja, jugar con ella, aprestarse a 
dispararla. Cuando el cielo comenzó a desteñirse sobre las lomas, abrió la boca, mantuvo su oscura oquedad 
vuelta hacia sus nietos y lanzó un rugido: 
 
¡Arriba, arriba, arriba! – los golpes comenzaron a llover –. ¡A levantarse haraganes! ¿Hasta cuándo vamos a 
estar así? ¡Esto se acabó! ¡De pie!... 
 
Efraín se echó a llorar, Enrique se levantó, aplastándose contra la pared. Los ojos del abuelo parecían 
fascinarlo hasta volverlo insensible a los golpes. Veía la vara alzarse y abatirse sobre su cabeza como si fuera 
una vara de cartón. Al fin pudo reaccionar. 
 
– ¡A Efraín no! ¡El no tiene la culpa! ¡Déjame a mí solo, yo saldré, yo iré al muladar! 
 
El abuelo se contuvo jadeante. Tardó mucho en recuperar el aliento. 
 
– Ahora mismo... al muladar... lleva los dos cubos, cuatro cubos... 
 
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Enrique se apartó, cogió los cubos y se alejó a la carrera. La fatiga del hambre y de la convalecencia lo hacían 
trastabillar. Cuando abrió la puerta del corralón, Pedro quiso seguirlo. 
– Tú no. Quédate aquí cuidando a Efraín. 
Y se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. En el camino comió yerbas, estuvo a 
punto de mascar la tierra. Todo lo veía a través de una niebla mágica. La debilidad lo hacía ligero, etéreo: 
volaba casi como un pájaro. En el muladar se sintió un gallinazo más entre los gallinazos. Cuando los cubos 
estuvieron rebosantes emprendió el regreso. Las beatas, los noctámbulos, los canillitas descalzos, todas las 
secreciones del alba comenzaban a dispersarse por la ciudad. Enrique, devuelto a su mundo, caminaba feliz 
entre ellos, en su mundo de perros y fantasmas, tocado por la hora celeste. 
Al entrar al corralón sintió un aire opresor, resistente, que lo obligó a detenerse. Era como si allí, en el dintel, 
terminara un mundo y comenzara otro fabricado de barro, de rugidos, de absurdas penitencias. Lo 
sorprendente era, sin embargo, que esta vez reinaba en el corralón una calma cargada de malos presagios, 
como si toda la violencia estuviera en equilibrio, a punto de desplomarse. El abuelo, parado al borde del 
chiquero, miraba hacia el fondo. Parecía un árbol creciendo desde su pierna de palo. Enrique hizo ruido pero 
el abuelo no se movió. 
– ¡Aquí están los cubos! 
Don Santos le volvió la espalda y quedó inmóvil. Enrique soltó los cubos y corrió intrigado hasta el cuarto. 
Efraín apenas lo vio, comenzó a gemir: 
– Pedro... Pedro... 
– ¿Qué pasa? 
– Pedro ha mordido al abuelo... el abuelo cogió la vara... después lo sentí aullar. 
Enrique salió del cuarto. 
– ¡Pedro, ven aquí! ¿Dónde estás, Pedro? 
Nadie le respondió. El abuelo seguía inmóvil, con la mirada en la pared. Enrique tuvo un mal presentimiento. 
De un salto se acercó al viejo. 
– ¿Dónde está Pedro? 
Su mirada descendió al chiquero. Pascual devoraba algo en medio del lodo. Aún quedaban las piernas y el 
rabo del perro. 
– ¡No! – gritó Enrique tapándose los ojos –. ¡No, no! – y a través de las lágrimas buscó la mirada del abuelo. 
Este la rehuyó, girando torpemente sobre su pierna de palo. Enrique comenzó a danzar en torno suyo, 
prendiéndose de su camisa, gritando, pataleando, tratando de mirar sus ojos, de encontrar una respuesta. 
– ¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué? 
El abuelo no respondía. Por último, impaciente, dio un manotón a su nieto que lo hizo rodar por tierra. Desde 
allí Enrique observó al viejo que, erguido como un gigante, miraba obstinadamente el festín de Pascual. 
Estirando la mano encontró la vara que tenía el extremo manchado de sangre. Con ella se levantó de puntillas 
y se acercó al viejo. 
– ¡Voltea! – gritó – ¡Voltea! 
Cuando don Santos se volvió, divisó la vara que cortaba el aire y se estrellaba contra su pómulo. 
– ¡Toma! – chilló Enrique y levantó nuevamente la mano. Pero súbitamente se detuvo, temeroso de lo que 
estaba haciendo y, lanzando la vara a su alrededor, miró al abuelo casi arrepentido. El viejo, cogiéndose el 
rostro, retrocedió un paso, su pierna de palo tocó tierra húmeda, resbaló, y dando un alarido se precipitó de 
espaldas al chiquero. 
 
Enrique retrocedió unos pasos. Primero aguzó el oído pero no se escuchaba ningún ruido. Poco a poco se 
fue aproximando. El abuelo, con la pata de palo quebrada, estaba de espaldas en el fango. Tenía la boca 
abierta y sus ojos buscaban a Pascual, que se había refugiado en un ángulo y husmeaba sospechosamente el 
lodo. Enrique se fue retirando, con el mismo sigilo con que se había aproximado. Probablemente el abuelo 
alcanzó a divisarlo pues mientras corría hacia el cuarto le pareció que lo llamaba por su nombre, con un tono 
de ternura que él nunca había escuchado. 
¡A mí, Enrique, a mí!... 
– ¡Pronto! – exclamó Enrique, precipitándose sobre su hermano –¡Pronto, Efraín! ¡El viejo se ha caído alCICLO INTENSIVO 
 
 
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chiquero! ¿Debemos irnos de acá! 
– ¿Adónde? – preguntó Efraín. 
– ¿Adónde sea, al muladar, donde podamos comer algo, donde los gallinazos! 
– ¡No me puedo parar! 
Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho. Abrazados hasta formar una 
sola persona cruzaron lentamente el corralón. Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la 
hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula. 
Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla. 
 
 
JORGE MARIO PEDRO VARGAS LLOSA (1936) 
 
Mario Vargas Llosa nació en Arequipa. Pasó su infancia en Cochabamba (Bolivia), 
luego en su juventud ingresó al Colegio Militar Leoncio Prado. Esta institución lo marcó, 
porque descubrió en ella el dolor, el engaño, el mal, la farsa, la violencia. Descubrió la 
vida. Ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y estudió Literatura en la 
Facultad de Letras, carrera por la que se doctoró en España. Su obra literaria ha obtenido 
las más altas distinciones: en 1995 obtuvo el premio Cervantes. En 1996 fue incorporado 
como miembro de la Real Academia Española en Madrid. 
Ya en 1958 encontramos algunos cuentos que serán conocidos al año siguiente como Los 
jefes (1959), pero es con la novela La ciudad y los perros (1963) que Mario Vargas Llosa se hace 
internacional al ganar el Premio Biblioteca Breve. Cuando a fines de marzo de 1966 aparece su novela: La 
casa verde, se le concede el premio Rómulo Gallegos. Al año siguiente publica su novela Los cachorros. 
La novela de cuestionamiento político Conversación en La Catedral se publica en 1969. En 1973 aparece 
una nueva vena temática: el humor, con Pantaleón y las visitadoras. En La tía Julia y el escribidor (1977), 
se hace evidente otra vez el experimentalista y teórico que siempre es Mario Vargas Llosa, ahora en el plano 
autobiográfico. 
Una de las ambiciones de los nuevos novelistas de los años '60 en Hispanoamérica es escribir la llamada 
novela total; y Vargas Llosa lo intenta con La guerra del fin del mundo (198l), que es una historia múltiple, 
un relato sociológico, histórico, documental. Para Mario Vargas Llosa es su novela preferida ya que la 
trabajó más arduamente: la ficción que con más ahínco pulió y escribió. Los temas ejes de la novela son la 
intolerancia y el iluminismo, temática que se repite con menor nivel en Historia de Mayta (1984). Retoma 
el tema de la violencia a gran escala y pasa por el parte policial con ¿Quién mató a Palomino Molero? (1 
986). Con una nueva óptica plantea el conocimiento de la Selva peruana en El hablador (1987); Elogio de 
la madrastra (1988). 
La versatilidad y la búsqueda permanente de nuevas vetas lo llevan también a escribir obras de teatro: La 
señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983). La Chunga (1986), El loco de los balcones 
(1991), Ojos bonitos, cuadros feos (1996). 
No es menos importante su producción como crítico literario. Sus mejores libros en este género son García 
Márquez: Historia de un deicidio (1971), La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975). 
La ingente cantidad de sus artículos se ha impreso varias veces hasta en tres volúmenes: Contra viento y 
marea. Ha publicado sus memorias con el nombre de El pez en el agua (1993). Las últimas novelas 
publicadas son: El paraíso en la otra esquina, La tentación de lo imposible, El sueño del Celta, El 
espectáculo de la civilización, El héroe discreto y Cinco esquinas (última publicación) 
 
Conversación en La Catedral (1969) 
 
Es la tercera novela del autor peruano Mario Vargas Llosa, publicada en 1969 y reconocida como una de sus 
grandes obras junto a La ciudad y los perros, La casa verde y La guerra del fin del mundo. Escrita entre 
París, Lima, Washington, Londres y finalmente Puerto Rico, la novela en un comienzo fue pensada para 
publicarse en dos partes por la extensión de sus páginas, hecho que solo ocurrió en la primera edición. Según 
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Vargas Llosa, ninguna otra novela le ha dado más trabajo, entre revisiones y reescrituras. Asegura que «si 
tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría esta». Fue incluida en la lista de las 100 
mejores novelas en español del siglo XX del periódico español «El Mundo». 
 
La pregunta clave de la novela 
 
Mientras el protagonista observa la descolorida Avenida Tacna en el centro de Lima, se hace la muy conocida 
pregunta: "¿En qué momento se había jodido el Perú?". 
El principio de Conversación en La Catedral es considerado uno de los mejores inicios de una novela. 
Santiago Zavala, el protagonista, abre la novela planteándose de saque una pregunta: ¿en qué momento se 
jodió el Perú? 
Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales 
y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento 
se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson 
voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, 
cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. El era como el 
Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Crillón un perro viene 
a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos 
jodidos. Piensa: no hay solución. Ve una larga cola en el paradero de los colectivos a Miraflores, cruza la 
Plaza y ahí está Norwin, hola hermano, en una mesa del Bar Zela, siéntate Zavalita, manoseando un chilcano 
y haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. No parece borracho todavía y Santiago se sienta, indica 
al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Listo jefe, ahoritita jefe, se los dejaría como espejos, 
jefe. 
La interrogante nace del desconcierto y el pesimismo del protagonista (Santiago, alter ego del escritor), 
incapaz de comprender la realidad peruana en su conjunto, a la cual juzga con criterios esencialmente 
morales.3 Tiempo después, tratando de buscar una respuesta a su misma pregunta, el autor dirá que no hubo 
ningún momento específico en que se haya “jodido” el Perú, sino que han sido en realidad varios momentos 
a lo largo de su historia. 
 
Resumen 
 
La novela se inicia con la conversación entre dos personajes dispares que se reencuentran tras muchos años 
sin verse, a mediados de la década de 1960: 
• Santiago Zavala, un periodista de unos 30 años, proveniente de una familia de clase media alta, pero 
alejado de ella desde hacía tiempo. 
• Ambrosio, un negro viejo que se dedica a matar perros en la perrera municipal, y que anteriormente 
había sido chofer de don Fermín, el padre de Santiago, entonces un importante hombre de la dictadura 
del general Manuel A. Odría (1948-1956). 
El lugar donde se realiza la conversación es un desaparecido bar de pobres, el que se ubicaba en una esquina 
de la segunda cuadra de la Avenida Alfonso Ugarte, en la zona del llamado Puente del Ejército sobre el río 
Rímac, local conocido como "La Catedral" en alusión a la gran altura de su techo y, sobre todo, a la forma 
de portón de iglesia que tenía su entrada. El diálogo, que dura cuatro horas, sirve como hilo conductor para 
cuatro historias estilísticamente independientes. Entre cerveza y cerveza, los dialogantes van atando cabos y 
llenando vacíos que nos remiten al Perú del tiempo de la dictadura del general Manuel A. Odría (1948-1956), 
época de represión política y corrupción que afecta a todos los estratos sociales. Así, los planos se intercalan 
y lospersonajes del pasado cobran actualidad y conviven en la narración del presente entre el viejo Ambrosio 
y el joven Zavala. 
Santiago Zavala, el protagonista, entra a estudiar a la cuatricentenaria Universidad de San Marcos en contra 
de los deseos de su familia. En la imagen, la Casona de San Marcos, donde Santiago estudia. Cuatro son los 
personajes sobre los que se sostiene la novela: Santiago Zavala, don Fermín Zavala, el zambo Ambrosio y 
Cayo Bermúdez. Cada uno de los cuales se vinculan a su vez con una legión de personajes de distintos 
https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A9cada_de_1960
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_A._Odr%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Avenida_Alfonso_Ugarte
https://es.wikipedia.org/wiki/R%C3%ADo_R%C3%ADmac
https://es.wikipedia.org/wiki/R%C3%ADo_R%C3%ADmac
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_A._Odr%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_San_Marcos
https://es.wikipedia.org/wiki/Casona_de_San_Marcos
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estratos, ocupaciones, caracteres e importancia. 
 
Santiago Zavala o Zavalita, es un muchacho de buena familia, hijo de don Fermín Zavala, un empresario 
colaboracionista de la dictadura de Odría. Zavalita se empeña en estudiar en la Universidad de San Marcos 
contra la opinión de su padre. En dicha universidad se enrola en el grupo activista de izquierda llamado 
Cahuide, opositor al gobierno de Odría, comprobando en carne propia la persecución y represalias que sufren 
los opositores al gobierno. 
 
Por otro lado Ambrosio, un zambo de la ciudad de Chincha, sufre un cambio de vida al pasar de su tranquilo 
pueblo a la ciudad capital, Lima, donde trata de ganarse la vida como puede, logrando finalmente que un 
viejo conocido de sus años de infancia, el director de gobierno Cayo Bermúdez (mano derecha del ministro 
de gobierno y policía), le convierta en su chofer. 
 
Cayo Bermúdez es justamente otro de los protagonistas de la novela, que desempeña un papel desalmado 
defendiendo los intereses del general Odría: persigue, apresa y tortura a los opositores (mayormente apristas), 
no escatimando en usar todo tipo de métodos reñidos con la moral para conseguir acallar a la oposición. Se 
consigue una amante de lujo, Hortensia, una ex cabaretera apodada “La Musa”, a la cual colma de todas las 
comodidades, pero a la que termina por abandonar tras ser separado del poder. 
Mientras tanto, Santiago rompe toda relación con su familia y se pone a trabajar como periodista en el diario 
La Crónica, ya desaparecido. De otro lado, Ambrosio se convierte en chofer de don Fermín, con el que 
mantiene una relación homosexual esporádica y secreta. Hortensia se entera de esa relación y la utiliza para 
chantajear a don Fermín. Ambrosio, apenado al ver a su patrón en tal trance, mata a Hortensia, tras lo cual 
huye a Pucallpa junto con Amalia, su pareja. 
Es esa la terrible verdad sobre la vida íntima de su padre de la que Santiago se va enterando de a pocos y que 
lo atormenta por años. Tiene la dolorosa sospecha de que su padre ha ordenado la muerte de Hortensia y 
siente la necesidad de desentrañar la verdad. Ello explica su interés en hablar con Ambrosio tras ese 
reencuentro en la perrera, con el que se inicia la novela. Ello explica también la reticencia de Ambrosio a 
esclarecer el asunto, llegando incluso a pelearse con Santiago a la salida del bar La Catedral, cuando éste le 
insiste en preguntarle si había cometido «lo de La Musa» por orden de su padre. Sin embargo, por el diálogo 
que sostienen ambos, expuesto a lo largo de la obra, se desprende que Ambrosio cometió el crimen por 
propia voluntad, sin mediar orden alguna. O al menos eso es lo que quiere hacernos creer. 
 
Contexto 
La trama transcurre durante la época del gobierno del general Odría (1948-1956) y se prolonga por unos 
años luego de la caída de dicho régimen. Odría aparece constantemente mencionado en la novela, aunque 
solo dando el fondo histórico al relato, pues no es partícipe de la trama central. No es propiamente una novela 
histórica, sino una ficción literaria creada a partir de un sustento histórico. Aparecen varios personajes del 
entorno de Odría, a los que se puede identificar fácilmente con personajes históricos, aunque tengan el 
nombre cambiado: así, Cayo Bermúdez es equiparable a Alejandro Esparza Zañartu, y el coronel Espina al 
general Zenón Noriega. Vargas Llosa recrea también situaciones reales, como los dispendios de 
Bermúdez/Esparza, la oposición política, las represiones a los estudiantes y a grupos políticos considerados 
subversivos, las disputas y conspiraciones por el poder, la gigantesca corrupción pública. La escena de los 
matones al servicio del gobierno que irrumpen en un mitin celebrado por la oposición en el teatro de Arequipa 
y que origina la respuesta furibunda del pueblo, es también la recreación de un episodio histórico, el mismo 
que origina la revolución de Arequipa de 1955 y la caída de Bermúdez/Esparza. 
 
Personajes principales 
Santiago Zavala (Zavalita): Es el protagonista de la novela. Es hijo de don Fermín Zavala, prominente 
miembro de la plutocracia que apoya al régimen del general Manuel A. Odría (1948-1956). Culminados sus 
estudios escolares en el colegio Santa María Marianistas, sus padres desean que postule a la Universidad 
https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_San_Marcos
https://es.wikipedia.org/wiki/Ochenio
https://es.wikipedia.org/wiki/Zambo_(raza)
https://es.wikipedia.org/wiki/Chincha
https://es.wikipedia.org/wiki/Lima
https://es.wikipedia.org/wiki/La_Cr%C3%B3nica_(Per%C3%BA)
https://es.wikipedia.org/wiki/Ochenio
https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Esparza_Za%C3%B1artu
https://es.wikipedia.org/wiki/Zen%C3%B3n_Noriega
https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Arequipa_de_1955
https://es.wikipedia.org/wiki/Pontificia_Universidad_Cat%C3%B3lica_del_Per%C3%BA
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Católica del Perú, a donde van los muchachos de la alta sociedad, pero él opta por la Universidad de San 
Marcos, donde se convierte en militante de Cahuide, grupo comunista que se opone a la dictadura de Manuel 
Odría y que es reprimido duramente. El jefe de esa represión es Cayo Bermúdez, Director de Gobierno, ante 
quien Santiago comparece tras ser detenido, prisión que es breve pues prontamente es puesto en libertad por 
ser el hijo de un hombre importante. Vargas Llosa se inspira en su propia experiencia de sus primeros años 
en San Marcos y su militancia en el grupo Cahuide, que, efectivamente, existió con ese nombre. Luego de 
perder el apoyo de su padre, avergonzado de sus simpatías subversivas, rompe con su familia, deja sus 
estudios, se muda a una habitación en Barranco (pequeño distrito costero de Lima) y acaba como redactor 
de notas locales en el diario La Crónica, célebre por su crónica roja. Por entonces finaliza el régimen de 
Odría, cuyo colapso había empezado con la revolución de Arequipa de 1955, que es también recreada en la 
obra. Algunos años después, Santiago se ocupa temporalmente de la sección policial del diario y llega a 
cubrir el hallazgo del cadáver de una mujer brutalmente asesinada, que resulta ser de Hortensia, la amante 
de Cayo, suceso que le trae a la memoria subrepticios recuerdos que involucran a su padre, de quien sospecha 
que es el autor intelectual de ese crimen. Luego de llevar una vida muy bohemia al lado de sus amigos 
periodistas Carlitos, Norwin, Milton y otros más, Santiago se casa con una enfermera llamada Ana, a la que 
conoce en la clínica "Maison de Sante" donde es internado tras sufrir un accidente automovilístico. Con ella 
se muda a un departamento modesto en Miraflores. Todo ello lo sustenta a duras penas con su sueldo de 
periodista. Termina siendo editorialista de La Crónica.Santiago elige así un modo de vida del que su 
encopetada familia siente vergüenza, pero él no se arrepiente. Conforme se desarrolla la novela se percibe el 
pesimismo del protagonista sobre el Perú de su tiempo, a la vez que va cayendo en la mediocridad; es en 
esos momentos que cobra especial relevancia la pregunta que él mismo plantea al inicio: "¿En qué momento 
se había jodido el Perú?". Es también en esa época, a mediados de los años 1960, que se reencuentra con el 
zambo Ambrosio, un antiguo chofer de su padre que ahora trabaja en la perrera municipal matando a perros 
callejeros. El diálogo que tiene con Ambrosio en el bar “La Catedral”, donde rememora la vida de los años 
1940 y 1950, es lo que conforma el cuerpo de la novela. 
Ambrosio: Es un zambo natural de Chincha, hijo de Trifulcio y la Tomasa, y que se dedica al oficio de 
chofer de una empresa de transporte de su tierra. Luego viaja a Lima y llega a ser sucesivamente chofer 
particular de Cayo Bermúdez y de Fermín Zavala. Es el hombre que, ya viejo, habla con Santiago bebiendo 
cerveza y compartiendo una mesa del bar La Catedral a lo largo de toda la novela. Fue amigo de niñez de 
Cayo Bermúdez, por lo que pudo conseguir empleo como chofer suyo. Luego pasa a ser chofer de Fermín 
Zavala, con quien tiene una relación homosexual esporádica. Pese a todo, llega a estimar a Fermín, pues 
según él, era la única persona que siendo su superior le trataba con verdadero afecto y consideración. Al 
mismo tiempo tiene una relación amorosa con Amalia, empleada del hogar de los Zavala. Esta Amalia pasa 
luego a ser empleada de Hortensia, la amante de Cayo. Hortensia se entera de la relación homosexual de 
Fermín con Ambrosio, lo que al principio mantiene en secreto, pero cuando es abandonada por Cayo y cae 
en la pobreza, utiliza esa información para chantajear a Fermín. Ambrosio, muy dolido al ver a su patrón 
constantemente chantajeado, mata a Hortensia; luego huye con Amalia a Pucallpa, en la selva, junto con la 
hijita que ambos llegan a tener, a la que bautizan como Amalia Hortensia. En Pucallpa Ambrosio trabaja 
como chofer al servicio de un empresario inescrupuloso, Hilario Morales, dueño de "Transportes Morales ", 
un servicio de pasajeros que cubría la ruta Pucallpa-Tingo María-Pucallpa, quien lo estafa haciéndole invertir 
todos sus ahorros en un negocio de ataúdes que no rinde dividendos. Posteriormente es expulsado de la 
empresa por hablar mal del gerente y, poco después, fallece su esposa Amalia luego de un parto complicado. 
Desolado, Ambrosio se venga robando una de las camionetas de Hilario y lo remata en Tingo María. Deja a 
su hijita al cuidado de una vecina y con el dinero obtenido con la venta del camión regresa a Lima, donde 
consigue empleo en la perrera municipal, lugar donde se reencuentra Zavalita, luego de muchos años de no 
verse. 
Cayo Bermúdez (Cayo Mierda): Es el cerebro de la represión política de la dictadura del general Manuel 
A. Odría. Era natural de Chincha y vivía dedicado al negocio de venta de tractores, hasta que el gobierno lo 
convocó, debido a su amistad con el coronel Espina, el número dos del régimen, amistad que se remontaba 
https://es.wikipedia.org/wiki/Pontificia_Universidad_Cat%C3%B3lica_del_Per%C3%BA
https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_San_Marcos
https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_San_Marcos
https://es.wikipedia.org/wiki/Comunista
https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Manuel_Odr%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Manuel_Odr%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/La_Cr%C3%B3nica_(Per%C3%BA)
https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Arequipa_de_1955
https://es.wikipedia.org/wiki/Distrito_de_Miraflores_(Lima)
https://es.wikipedia.org/wiki/Per%C3%BA
https://es.wikipedia.org/wiki/A%C3%B1os_1960
https://es.wikipedia.org/wiki/Zambo_(raza)
https://es.wikipedia.org/wiki/Chincha
https://es.wikipedia.org/wiki/Pucallpa
https://es.wikipedia.org/wiki/Tingo_Mar%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_A._Odr%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_A._Odr%C3%ADa
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a sus años escolares. Espina conocía muy bien sus cualidades que le hacían ideal para encargarse de la 
represión política. Primero fue Director de Gobierno y posteriormente fue nombrado Ministro de Gobierno 
y Policía. Cumplía su función con eficiencia, contando con soplones e infiltrados en diarios, universidades, 
instituciones, etc. y haciendo detenciones, torturas y deportaciones de los opositores (en especial apristas y 
comunistas). Paulatinamente se va desintegrando moralmente hasta llegar a cometer abusos de poder. Su 
caída se produce cuando infiltra matones en un mitin convocado por los políticos opositores en el teatro de 
Arequipa. La población reacciona severamente, someten a los esbirros de la dictadura y se alza en huelga, 
pidiendo la renuncia de Cayo. Ante tal situación, Odría retira su confianza hacia su ministro favorito, 
obligándolo a renunciar. Cayo acata y se marcha al extranjero, dejando a su suerte a su amante Hortensia. El 
personaje se inspira en el ministro Alejandro Esparza Zañartu, personaje real del gobierno de Odría.4 
Don Fermín Zavala (Bola de Oro): Es un próspero empresario, dueño de un laboratorio farmacéutico y una 
compañía constructora. Su esposa era la señora Zoila, y sus hijos el Chispas, Santiago (Zavalita) y la Teté. 
Apoya al régimen de Odría, convirtiéndose en un personaje de mucha influencia en el poder y al mismo 
tiempo se involucra en la corrupción gigantesca del mismo, inevitable secuela de las grandes obras públicas 
que realizaba la dictadura. Sin embargo, se pelea con Cayo, se involucra en una conspiración frustrada y 
pierde los contratos con el gobierno, por lo que empieza a decaer sus negocios. Tiene una sigilosa relación 
homosexual con su chofer, el zambo Ambrosio, con quien eventualmente se encerraba en su casa veraniega 
de Ancón. De esa relación se entera Hortensia (la ex amante de Cayo), quien, necesitada de dinero, le 
chantajea durante algún tiempo. Poco después, Hortensia aparece asesinada en un desvencijado 
departamento de una modesta quinta. El autor de ese crimen es Ambrosio, aunque no lo hace por orden de 
don Fermín, sino por cuenta propia, compadecido al ver a su patrón constantemente atormentado por ese 
chantaje. Don Fermín se reencuentra tiempo después con su hijo Santiago, pero elude hablar sobre la muerte 
de Hortensia. 
Hortensia (La Musa): Es la amante de Cayo Bermúdez, mujer desenfadada y pícara. Era al principio una 
mujer hermosa, de cuerpo esbelto, de tez blanca y de cabellos negros. Había sido una cantante de cabaret, 
apodada “La Musa”, y al mismo tiempo era una escaladora social, ya que se involucraba sentimentalmente 
con hombres poderosos y acaudalados. Cayo Bermúdez la descubre, la convence para que sea su querida y 
le da una casa en San Miguel. En realidad, esa casa era el lugar donde Cayo reunía a los hombres importantes, 
a quienes los tenía entretenidos permitiendo que flirtearan a Hortensia, e incluso se acostaran con ella. 
Hortensia se hace amiga íntima de una meretriz de lujo, la Queta, con quien llega incluso a tener encuentros 
lésbicos. Era también aficionada a las estupefacientes. Cuando Cayo parte al exilio, se acaban los lujos y 
disipaciones para Hortensia, quien paulatinamente se va degradando, tanto física como emocionalmente. 
Termina por alquilar un departamento destartalado, se dedica a la prostitución de bajo nivel y empieza a 
chantajear a don Fermín, cuyo secreto con su chofer había descubierto. Acaba siendo asesinada por 
Ambrosio y su muerte es cubierta ampliamente por el diario La Crónica, donde trabaja Zavalita. 
Amalia: Es la mujer de Ambrosio. De origen humilde, fue primero empleada del hogar de los Zavala, donde 
a raíz de un incidente que tuvo con el “niño” Santiago y su amigo Popeye

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