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500 Anatomía y Fisiología Humana 14 tar los aminoácidos de forma activa en su interior, in- cluso aunque en muchos casos puedan contener más de esos aminoácidos que los que hay en la sangre fluyendo por ellas. Incluso aunque esto puede parecer “avari- cioso” por parte de las células, hay un motivo impor- tante para que se produzca esta absorción activa de aminoácidos. Las células no pueden formar sus proteí- nas a menos que estén presentes todos los aminoácidos necesarios (unos 20). Como hemos mencionado con an- terioridad, puesto que las células no pueden formar aminoácidos esenciales, éstos se encuentran a disposi- ción de las células únicamente a través de la dieta. Esto ayuda a explicar la ávida acumulación de aminoácidos, que garantiza que todos los aminoácidos necesarios es- tén disponibles para las necesidades de formación pro- teica presentes y (al menos algunas) futuras de las célu- las (Figura 14.21c). Los aminoácidos se utilizan para fabricar ATP única- mente cuando las proteínas abundan en exceso o cuando no hay hidratos de carbono ni grasas disponi- bles. Cuando sea necesario oxidar los aminoácidos para obtener energía (Figura 14.21d), sus grupos aminos se extraen en forma de amoniaco, y el resto de la molé- cula entra en las rutas del ciclo de Krebs en la mitocon- dria. El amoníaco que se libera durante este proceso es tóxico para las células del organismo, especialmente para las células nerviosas. El hígado acude al rescate combinando el amoníaco con dióxido de carbono para formar urea. La urea, que no es perjudicial para las cé- lulas del organismo, se expulsa del cuerpo en la orina. La función central del hígado en el metabolismo El hígado es uno de los órganos más complejos y versá- tiles del organismo. Sin él, moriríamos en 24 horas. Su función en la digestión (es decir, la fabricación de bilis) es importante para garantizar el proceso digestivo, pero ésta es sólo una de las múltiples funciones de las célu- las hepáticas. Las células hepáticas desintoxican las drogas y el alcohol, degradan las hormonas, hacen que muchas sustancias sean vitales para el organismo en conjunto (colesterol, proteínas de la sangre, como la al- búmina y las proteínas coagulantes, y lipoproteínas), y desempeñan una función central en el metabolismo puesto que procesan casi cada clase de nutriente. De- bido a las funciones principales del hígado, la natura- leza nos ha dotado de un excedente de tejido hepático. Tenemos mucho más de lo que necesitamos, e incluso si parte de él se daña o extrae, se trata de uno de los po- cos órganos del cuerpo que puede regenerarse de forma rápida y sencilla. Como hemos descrito en el Capítulo 11, una circu- lación única, la circulación portal hepática, trae drenaje sanguíneo rico en nutrientes de las vísceras digestivas directamente hasta el hígado. El hígado es el principal órgano metabólico del organismo, y este rodeo que dan los nutrientes a través del hígado garantiza que las ne- cesidades de éste se satisfarán en primer lugar. A me- dida que la sangre circula lentamente por el hígado, las células hepáticas extraen aminoácidos, ácidos grasos y glucosa de la sangre. Estos nutrientes se almacenan para su uso posterior o se procesan de distintas formas. Al mismo tiempo, las células fagocíticas del hígado extraen y destruyen las bacterias que consiguen atravesar las pa- redes del tracto digestivo y entrar en la sangre. Funciones metabólicas generales El hígado es vitalmente importante para ayudar a man- tener los niveles de glucosa en la sangre en un rango normal (en torno a 100 mg de glucosa/100 ml de san- gre). Tras una comida rica en hidratos de carbono, mi- les de moléculas de glucosa se extraen de la sangre y se combinan para formar las grandes moléculas de polisa- cáridos, denominadas glucógeno, que se almacenan después en el hígado. Este proceso es la glucogénesis, literalmente, “formación de glucógeno” (génesis = prin- cipio). Más tarde, a medida que las células del organismo continúan extrayendo glucosa de la sangre para satisfa- cer sus necesidades, los niveles de glucosa en la sangre empiezan a disminuir. En este momento, las células he- páticas descomponen el glucógeno almacenado me- diante un proceso denominado glucogenólisis, que significa “división de glucógeno”. A continuación, las células hepáticas liberan glucosa poco a poco en la san- gre para mantener la homeostasis de los niveles de glu- cosa en la sangre. Si es necesario, el hígado también puede fabricar glucosa a partir de sustancias sin hidratos de carbono, como las grasas y las proteínas. Este proceso es la glu- coneogénesis, que significa “formación de azúcar nuevo” (Figura 14.22). Como hemos descrito en el Ca- pítulo 9, hormonas como la tiroxina, la insulina y el glucagón son de vital importancia para el control de los niveles de azúcar en la sangre y el manejo de la glucosa en todas las células del organismo. Algunas de las grasas y ácidos grasos absorbidos por las células hepáticas se oxidan para obtener energía (producir ATP) que utilicen las propias células hepáti- cas. El resto se descomponen en sustancias más sim- ples, como el ácido acético y el ácido acetoacético (dos ácidos acéticos unidos) y se liberan en la sangre o se al- macenan como reservas de grasa en el hígado. El hí- gado también fabrica colesterol y segrega productos descompuestos del colesterol en la bilis. Todas las proteínas de la sangre producidas por el hígado se forman a partir de los aminoácidos que sus células absorben de la sangre. A continuación, las pro- teínas completas se liberan de nuevo en la sangre para
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