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De una tragedia a la construcción de un destino

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Escritos de la infancia – Volumen 5
2016-12-18 11:12:50 clappbox
Sumario
CLÍNICA DE LOS PROBLEMAS DEL DESARROLLO
La educación, ¿es terapéutica? (II)
Alfredo Jerusalinsky
De una tragedia a la construcción del destino
Alfredo País
Psicomotricidad y sus conceptos fundamentales: esquema e imagen corporal
Zulema García Yáñez
Algunos silencios
Fernando R. Baralo
DOSSIER SOBRE SÍNDROME DE WILLIAMS
Introducción
Alfredo Jerusalinsky
Actualizaciones médicas sobre síndrome de Williams
Owen Foster, Teresa Negrotti,
Enrique Silinger, Marila Terzaghi
María: De lo que empieza cuando se termina
Liliana Ranieri
El trabajo de aprender
Analía Kulesz
La niña de los espíritus
Alfredo Jerusalinsky / Zulema García Yáñez
¿Hay que creer en los duendes?
Jorge Garbarz
Algunos comentarios sobre la adquisición del lenguaje en los niños con síndrome de Williams
Noemí S. Giuliani
CLÍNICA DE LOS PROBLEMAS… (continuación)
La adquisición del lenguaje en niños con y sin diferencias y dificultades lingüísticas
Carlos Skliar
TRIBUNA
A partir de un trastorno narcisista
Elsa Coriat
https://fepi.org.ar
https://fepi.org.ar/escritos-de-la-infancia-volumen-5/
¿Cuál es entonces la relación entre el sujeto que surge y el sujeto que padece? ¿Cuál es la relación entre el sujeto que significa y el
sujeto que aprende?
Se han intentado diferentes divorcios: el sujeto psíquico como diferente del cogniti vo. del psicológico, un sujeto de la práctica y otro de
la inteligencia abstracta, un sujeto de la acción y otro de la neurotransmisión, un sujeto lingüístico y otro del deseo, etc. Las
separaciones absolutas entre clínica y educación se han amparado fuertemente en la oposición burocrática entre salud y educación, en
la diferencia ética entre el acto psicoanalítico y el pedagógico, en la distancia práctica entre la función médica y la función educativa. De
hecho, todos estos campos tropiezan con los efectos de la posición transferencia! que ocupan en la vida de sus pequeños sujetos.
Más allá de las colaboraciones o distanciamientos recíprocos, se ponen constantemente en evidencia las consecuencias de la posición
psíquica que una y otra disciplina cultivan, aunque algunas de ellas piensen que no están cultivando ninguna.
Los niños nos devuelven incesantemente al campo de la interdisciplina demostrándonos la insuficiencia de los recortes de nuestros
respectivos campos.
Solamente un artificio podría separarlos porque, en su acto, van, irremediablemente, juntos.
Bibliografía
Lacan, J., La dirección de la cura y los principios de su poder, en Lectura estructuralista de Freud (Escritos voi. / en títulos sucesivos),
México, Siglo XXI, 1971, pág. 228. Manacorda. M.A., Historia da Educa âo, San Pablo, Cortez Editora/Autores Asociados, 1989.
Winnicott, D. W., El niño y el mundo externo, Buenos Aires, Paidós, 1965.
Escritos de pediatría y psicoanálisis, Barcelona, Laia, 1979.
De una tragedia a la construcción del destino
Alfredo País
La comunicación del primer diagnóstico y sus efectos.
El presente artículo incluye —en coautoría con el Lic. Fernando Ma-ciel—, conceptos desarrollados en “El destino inevitable del
diagnóstico de problemas orgánicos graves”, presentado en el Vo Congreso Mundial del Niño Aislado y en las Jornadas de “Trazos” del
Hospital Inter-/.onal Eva Perón de Lanús.
Alfredo País: Psicólogo y psicoanalista. Miembro del Equipo de Dirección y del Equipo de Psicología y Psicoanálisisdel Centro Dra.
Lydia Coriat.
Quién no ha participado alguna vez en una conversación en la que se diga aproximadamente lo siguiente:
“Raúl : Yo no sé cómo decírselo y me parece riesgoso no hacerlo bien. Es difícil saber cómo va a reaccionar alguien frente a lo
inesperado.
Daniel: Además, él es tan raro, que se hace más difícil prever su respuesta.”
¿Qué nos dicen estos dos personajes? Que las respuestas que damos ante la comunicación de cualquier noticia inesperada en la que
nos encontremos involucrados, son absolutamente subjetivas y, por lo tanto, impredecibles; que ciertas noticias pueden implicar
riesgos para quien las recibe y que, quien tiene la misión de transmitirlas, se encuentra invariablemente en una posición, por lo menos,
dificultosa.
Este fragmento del saber popular se ha expresado en una innumerable cantidad de obras literarias y en chistes y cuentos propios del
folclore de cada núcleo social. Tal el caso de aquel capitán del ejército que tiene que comunicar aun soldado la reciente muerte de su
madre. Después de debatirse en su malestar durante largo rato, no se le ocurre nada mejor que hacer formara todo el pelotón y
decirles: “Soldados, todo aquel que tenga su madre viva, dé un paso al frente… No… no Ferreyra… vos no te molestés”.
¿Qué puede llevar a una persona a tomar una actitud como ésta por la que pretende no ser responsable ante su interlocutor de loque
está comunicando? Sólo la fuerza, el sentido de la significación que en él adquiere la noticia. En otros términos: aquel capitán rehuye la
responsabilidad de producir en el otro lo que sabe que él no toleraría. Supone que en el soldado esa noticia adquirirá el mismo sentido
que en él.
Distinto es el caso de aquel funcionario del gobierno norteamericano que debía pronunciar un discurso en un idioma que no conocía. En
aquella ocasión, el desdichado funcionario librado a la pluma de un mal traductor hubo de pronunciar, en el mismo tono cortés y
simpático que había ensayado, el siguiente párrafo: “…Por lo expresado saludo muy afectuosamente al pueblo de esta deplorable
nación”. En el original en inglés decía “…de esta vigorosa nación”.
Este diplomático, pudo ser cortés y simpático, hacerse responsable de lo que dijo, porque la significación del discurso que él mismo
pronunció le fue inaccesible.
El planteo del problema
El nacimiento de un niño con graves problemas en su constitución biológica provoca en los profesionales que lo atienden una pregunta
acerca de cómo comunicar el diagnóstico a los padres de manera que no les produzca tanto daño. Posteriormente escuchamos a
éstos denunciar el mal trato recibido durante la devolución diagnóstica.
Mientras los profesionales se quejan de no haber recibido la capacitación de grado necesaria para afrontar estas situaciones de
manera más eficiente y cuidadosa, los padres los acusan de haber mostrado ante ellos las más excelsas virtudes de Sade.
Si bien esto no se repite en la totalidad de los casos, sí aparece en una inmensa mayoría, lo cual nos conduce a la siguiente pregunta:
¿será verdad lo que dicen los padres en cuanto a que los médicos que transmiten diagnósticos de estas características son capaces
de tanto descuido y maltrato?
Cuando algo se repite de un modo tan mecánico y prácticamente sin excepciones, podemos afirmar que estamos en presencia de uno
de esos fenómenos a los que acostumbramos llamar “humanos”. Dicho con mayor precisión, nos referimos a un efecto inherente a la
estructura misma del sujeto. Para acercarnos a él deberemos dar algún rodeo.
Sabemos que decidir la gestación de un hijo implica poner en juego el deseo de proyectarse hacia el futuro en un representante; lo que
equivale a una intención de eludir el destino inexorable de todo humano: la muerte.
El hijo ideal, aquel que cubriría todas las expectativas parentales de asegurarse una “buena” representación en la eternidad, no nacerá
nunca para ningún padre, pero la diferencia es cubrible sin grandes dificultades mientras nadie necesite venir a decir con un diagnóstico
algo que asegure que el que acaba de nacer “no es el hijo esperado”.
Cuando esto ocurre, tal intervención aparece como una maldición eficaz desde el momento en que es pronunciada: “Su hijo ha nacido
con síndrome de X”. ¿Equivale a “Éste es tu producto. Es lo que te va a representar en el futuro”? ¿Quién espera ser representado por
la discapacidad mental, por ejemplo? Un movimiento inmediato del lado de los padres es la destitución del niño del lugar de “His
Majesty” para ubicarlo en el lugar del problema. Tal destitución implica que el bebé es privadode los atributos que lo harían adoptable.
Dicho de otra manera: difícilmente se lo encontrará parecido a alguien, no se le atribuirán caminos brillantes ni se lo pensará
alcanzando metas valiosas. Por lo menos en principio.
Que el niño sea ubicado en el lugar del problema exige a los padres encontrar un saber para resolverlo.
Los padres preguntan.
Esa pregunta tiene la estructura de pregunta por el destino (¿vivirá?, ¿qué será de él?, ¿qué puede ocurrirle?, ¿podrá tener hijos?, etc.).
El origen de la tragedia
Sabemos que toda pregunta contiene en esencia alguna respuesta. Una pregunta por el destino en estas circunstancias, casi
inevitablemente conduce a una respuesta que puede ir desde “¡Que sea lo que Dios quiera!’ hasta “¡Es preferible que muera!” pasando
por “Es una desgracia” y las variantes sacrificiales, omnipotentes, etc. Lo invariable es que en estos casos aparece una pregunta por el
destino en la que Táñalos muestra su presencia inexorable aunque sólo sea en la muerte de una ilusión: la del hijo “sanito” que no vino.
Desde aquí, el que acaba de nacer seguramente “no es el esperado” y en tanto tal se conoce su destino: “Nunca va a ser lo que se
esperaba de él”.
El nacimiento se ha producido, el oráculo ha proferido su maldición, el destino ya es conocido. En consecuencia, la tragedia ha
comenzado. Con lo cual podemos decir que el destino inevitable de la comunicación diagnóstica de trastornos graves del desarrollo es
provocar una tragedia.
Tragedia en el sentido del género teatral que tiene como particularidad el poseer una trama que conduce a un final funesto, lo que la
diferencia del drama, donde el final no se conoce, no es anticipable, es imprevisible, puede tener diversos tonos.
Dicho de otra manera, los personajes de una tragedia siempre son marionetas del destino, carecen de la posibilidad de producir alguna
modificación en el rumbo de su vida. En cambio, los personajes del drama aparecen como artífices de su propio destino.
Ahora bien, que éste sea el destino de la comunicación diagnóstica no implica que no haya más posibilidades en el futuro para los
sujetos que se juegan en la escena. Si así fuera, no tendríamos nada que hacer.
La estructura de la tragedia
Cuando no nace el hijo esperado, ese con el que se había tramado una historia de pertenencias y complicidades, para el que se había
construido un lugar y se había elegido un nombre, ese hi jo se pierde y en su lugar aparece otro que es nominado por la medicina como
“síndrome de X”. Ningún padre ha elegido ni elegirá jamás esa palabra, ese significante para nominar a un hijo.
La dificultad de los padres de adoptar al niño como hijo, de encontrar en él alguien con capacidad de representarlos, alguien en quien
proyectarse a la eternidad, retacea el soporte simbólico con que todo niño cuenta antes de nacer. Es decir, el niño no se encuentra con
padres ilusionados que lo reciben como a un antiguo familiar con quien se comparte un proyecto. Por el contrario, es recibido como un
extraño, sin historia para ellos, como alguien desconocido o, por lo menos, inesperado. Dicho de otro modo: el diagnóstico eclipsa el
saber inconsciente que los padres portan, quedando en riesgo de sumergirse en la oscuridad del desconocimiento y de la ignorancia.
El diagnóstico, entonces, desplaza la imagen construida de un hi jo y ubica allí algo inesperado del orden de un objeto científico al que
nomina y sobre el cual los padres no saben. En un sólo movimiento se borra, por un lado, una imagen en la que los padres sostienen
su saber ser padres y su capacidad de correr el riesgo de no ser los mejores y, por otro, se eclipsa un nombre pensado y se ubica el
que la ciencia impone: “parálisis cerebral”, por ejemplo. Este sustantivo común tiene la capacidad de nominar al niño sobre el que recae
y, justamente por su carácter de común, lo ubica en una clase y lo hace pasible de ser contenido por una estadística. En otras
palabras: un posible desenlace de la tragedia de laque hablamos es lacosiiicación, la objetivación del niño, el quedar atrapado en las
manos parametrizadas y en la mirada computarizada de la ciencia.
Es así como los padres quedan orientados hacia un saber externo, que dificulta al niño la circulación simbólica propia del medio familiar
en el que nació y, en consecuencia, tiende a ser privado de la filiación familiar. Por esta razón su nombre, Juan, pasa a compartir el
espaciocon el diagnóstico. Dicho de otra manera, también es llamado ”Down”, “P.C.”, etc.
Lo evitable en el acto de la comunicación diagnóstica
El saber externo hacia el que quedan orientados los padres es el de la ciencia, el de la medicina, el cual es soportado por el médico,
quien se ofrece allí en una posición propicia para recibir la demanda de un saber acerca del destino de ese niño extraño que ha nacido.
Es esta relación particular, a laque el psicoanálisis llama “transferencial ’, que se establece entre el médico y sus pacientes, la que
dispone las condiciones que le otorgan a la palabra de aquél la capacidad de producir efectos de sentidos en éstos. Estos efectos no
son calculables a priori, observándose en la clínica que, muchas veces, son desastrosos en estas circunstancias.
Pero es necesario hacer dos aclaraciones: lo desastroso a lo que nos referimos no está en relación con el efecto de tragedia producido
por la comunicación diagnóstica, la cual es inevitable y, por lo tanto, tampoco nos referimos al momento en que se realiza tal
comunicación. Los efectos desastrosos se producen cuando los profesionales, después de la comunicación diagnóstica, avanzan
“arrasando” sobre el saber de los padres, con un cúmulo de información científica acerca de lo estadísticamente esperable del recién
nacido. Como en el caso del funcionario norteamericano, el médico sabe leer la escritura que, en forma de signos clínicos, aparecen en
el cuerpo del niño pero, en relación con lo que los padres escuchan, no sabe lo que dice. Es por eso que puede decirlo, en la mayoría
de los casos, con la mejor disposición y cordialidad.
Para ser más precisos: cuando ante el desconocimiento que los padres manifiestan al médico con ciertas preguntas, en el momento
de recibir el diagnóstico, éste responde desde el saber científico, certifica la ignorancia acerca del niño. Esto confirma que el recién
nacido es un extraño, un objeto incapaz de ser reconocido como hi jo, algo que no es merecedor de portar los emblemas propios de
quienes están incluidos en la filiación a la que pertenecen los padres. El niño corre el riesgo de quedar incluido sólo en la filiación de la
ciencia.
No se trata de negara los padres información científica, sobre todo cuando de ella depende la integridad física del niño, sino de no
saturar con ella el lugar materno, la cuna de significantes que los padres preparan antes del advenimiento de su hijo.
Si bien sería estéril intentar controlar el destino inevitable de la comunicación diagnóstica, dadas las características estructurales del
sujeto, síes posible intentar controlar la propia intervención en el momento de la devolución en el sentido indicado anteriormente. Es
decir, es posible intentar no introducir un plus al trauma, que facilite la instalación de una neurosis traumática en los padres, en la que el
niño aparecería como aquel objeto en el que se reproduce permanentemente el encuentro con lo imposible.
Foresto proponemos que sea durante laentrevista de devolución diagnóstica donde comience la intervención clínica destinada a la
elaboración del trauma o, como preferimos decir, destinada a la producción de un drama allí donde ha comenzado una tragedia.
De la tragedia a la novela dramática
Ahora bien: ¿qué implica proponer la posibilidad de un pasaje de la tragedia a la novela dramática? Respondemos: implica una
intervención clínica que opere en los padres un cambio en la posición subjetiva en la que han ubicado al niño.
A fin de dar cuenta de esta clínica partirnos de una observación: la pregunta por el destino está presente en todo padre. Denuncia una
faltade saber estructural acerca del niño y está orientada desde el deseo parental.
Aparece en cuanto se concibe la idea de tener un hijo, en cuanto se comienza a articular un discurso que habla de él. Luego, las
vicisitudes de la vida de aquel que será padre (la formación de la pareja, el pensar en un hijo en común, el nacimiento del niño, su sexo,
su condición física, etc.) impondrán la necesidad de cubrir de significaciones nuevos espacios de ese real. De esta manera, la pregunta
por el destino irá adquiriendo significaciones distintas y, en consecuencia, distintas respuestas imaginadas como posibles. Por
ejemplo, cualquier padre podría decir: “Antes de tener a Lucas, deseaba tener una nena para que de grande fuera una artista. Ahora él
tiene 12 años y le gusta la computación. Me hace sentir muy feliz que esté entusiasmado con algo que a él le gusta”.
Es así como el niño puede ubicarse en diversas posiciones en el discurso de sus padres aun desde antes de su nacimiento, aun desde
antes de que sus padres se conocieran.
Ocurre que difícilmente algún humano ocupe su tiempo en idear cómo sería su vida junto a “síndrome de X”, en preguntarse qué
esperaría de él, qué le ofrecería, cómo lo cuidaría…
La posibilidad de su nacimiento está presente en el discurso parental, está presente en las fantasías universales de las embarazadas,
pero no adquiere mayores construcciones discursivas que preparen la recepción de un niño con problemas.
Las diferencias que presenta con el ideal, con el esperado son muy grandes y no es fácil cubrirlas. El nacimiento de un niño con
problemas impone entonces la tramitación de la diferencia con el ideal.
Tal diferencia resulta siempre más o menos intolerable, lo cual dificulta su tramitación simbólica. Es intolerable porque lo inmodificable
que aparece en el cuerpo de este niño es representación significante de la falta en los padres.
Aquello que para el médico aparece en el cuerpo del niño como signo de tal o cual patología, aparece para los padres —en principio y
sólo en principio— como el soporte imaginario de lo que no pudo ser (una alegría para los padres), de lo que no es (un niño sano) y de
lo que jamás será (aquí se pueden ubicar todas las ilusiones parentales).
La posibilidad de construirun lugar parael niñodependede la rigidezque adquiera la construcción imaginaria de los padres.
Si hablamos de lo inmodificable, de lo imposible, hablamos de una certeza acerca del objeto. Cuando esta certeza se refiere al hijo, a
s u condición de discapacitado y se instala.se instala la tragedia, lo que equivale a decir que se fija más o menos férreamente el
sendero por donde transitará la vida de un sujeto hacia un destino conocido.
Instalarse en la tragedia implica fijar una posición única frente al destino. Implica conocer el destino y por lo tanto una certeza de
cumplimiento inexorable, una imposibilidad de modificación. La tragedia está construida entonces sobre la base de aquello que posee
una significación universal.
El trabajo clínico nos muestra cómo, en el despliegue del discurso, hay lugar para nuevas construcciones significantes que
reposicionan al niño en la serie que lo contiene, en una serie en la que el destino deberá ser construido, en la que sus producciones
causarán la misma sorpresa en los padres que las de cualquier otro niño.
Desde aquí podemos decir que es la incapacidad atribuida al niño para representar a los padres es la que define en principio y sólo en
principio, al sujeto que los padres miran y no, como podría suponerse, la discapacidad real. Esto dificulta la estructuración subjetiva del
niño.
Como se ve, entendemos que la instalación de la tragedia no está determinada por lo real de un cuerpo más o menos dañado, más o
menos diferente del que está presente en el imaginario parental. Si así fuera, no sería posible salir de ella dado lo imposible de la
modificación de lo real. Sí podemos afirmar que el nacimiento de un niño discapacitado facilita esta instalación.
Algunos momentos clínicos
Madre: Los dibujos de M. B. muestran diferencias abismales con respecto a los de sus compañeritos. Nosotros no pretendemos que
haga lo mismo que ellos porque es síndrome de Down.
En otro momento.
Madre (mostrando una carpeta de dibujos): Éste, que está mejor construido que los demás, lo hizo cuando la maestra recuperadora no
estaba. Bueno, es síndrome de Down y hay que darle tiempo.
Analista: ¿Será que es síndrome de Down y hay que darle tiempo o será que se niega a responder a presiones?
Madre:. Bueno… pensándolo así… tiene razón, esto me hace recordar que….
El discurso se lanza por la vía de su subjetividad.
Otro caso
Fabián tiene 18 meses. Está bien conectado, juega y reconoce todo su ambiente. Los padres consultaron porque no caminaba, no se
trasladaba de ninguna manera (no gateaba, no reptaba, etc.).
En determinado momento los padres comienzan a relatar su experiencia de cuando les fue comunicado el diagnóstico de síndrome de
Down. En este relato los padres recortan algo dicho por el médico en relación con la cardiopatía congénita de Fabián.
Padre: Cuando le pedí al médico que me firmara la orden para el traslado de Fabián a un centro especializado donde se pudiera llevar a
cabo la intervención quirúrgica que le salvaría la vida, él me preguntó si yo estaba seguro de lo que hacía. Le contesté que sí, pero le
dije por qué me lo preguntaba, a lo cual me contestó que con la cardiopatía que él tenía, ¿cuánto podría vivir, un año o un año y medio?
La pregunta por el traslado retorna al año y medio, cuando la profecía del oráculo no se cumple. Hubo que ubicar estos significantes en
otra serie para que esta historia encarnada en el cuerpo de Fabián dejara de estarlo.
Del lado del niño nos encontramos con producciones que no son registradas por los padres en tanto “no serían propias de un PC.” (por
ejemplo). Cuando estas produce iones son mostradas a los padres por el terapeuta, originan en ellos, casi invariablemente, espacios
simbólicos nuevos para el niño.
Una especialista en estimulación temprana, después de algún tiempo de tratamiento con una niña de tres años, observa que durante el
juego ésta despliega una actividad en la que casi siempre se muestra alegre aunque sin excesos.
En cierta oportunidad la terapeuta sale de una sesión y le comenta a la madre, quien se encuentra en la sala de espera, que Laura tiene
un gran sentidodel humor. La madre se muestra sorprendida. Al terminar la siguiente sesión le dice a la terapeuta: “¿Recuerda que me
dijo que Laura tenía buen sentido del humor? Descubrimos que es cierto. El otro día le hizo un chiste a un amigo que llamó por
teléfono”.
Laura había adquirido sentido del humor. Antes, no tenía de qué reírse.
Dramatizar la tragedia implica tematizar lo imposible que aparece en la palabra del oráculo. Dramatizar la tragedia es un trabajo que
conlleva a abrir las puertas a la construcción de un destino impredecible.
Bibliografía
Coriat, E.: “Psicoanálisis y clínica de bebés”. Ponencia. Reunión Lacanoamericana, Montevideo. 1991.
Freud, S.: Sobre la dinámica de la transferencia. Buenos Aires, Amorrortu Editores. 1988.
“Introducción al narcisismo”, Barcelona, Biblioteca Nueva, 1972.
Jerusalinsky, A. y col.: Psicoanálisis de los problemas del desarrollo infantil. Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
Lacan, J.: Seminario 7. Im ética del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1988.
Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1992.
País, A. y Maciel, F.: “El destino inevitable del diagnóstico de problemas ánicos graves” , presentado en el Vo Congreso Mundial del Niño
Aislado (29/6 al 3/7/94) y en las Jornadas de “Trazos” del Hospital Eva Perón de Lanús (setiembre/94) (inédito).
Psicomotricidad y sus conceptos fundamentales: esquema e imagen corporal
Zulema A.García Yáñez
Zulema Ángeles García Yáñez: Fonoaudióloga y psicomotricista. Coordinadora del Área Instrumental y Pedagógica el Centro Lydia
Coriat de Porto Alegre, Brasil, e integrante del Equipo de Direcciónde dicho Centro.
Estos conceptos son fundamentales en la psicomotricidad, ya que en los trastornos psicomotores aparece comprometida la
constitución del esquema y de la imagen corporal.
Entre los conceptos desarrollados en el Vo Congreso Brasileño de Psicomotricidad, realizado en 1992 en Salvador, Bahía, titulado “El
sujeto en la práctica psicomotora”, decíamos que la psicomotricidad se ocupa del cuerpo en movimiento de un sujeto; cabría aclarar
cuál es el cuerpo del cual se ocupa la psicomotricidad.
El primer campo epistemológico fue constituido por los conocimientos con respecto a ese cuerpo orgánico, anatómico, fisiológico,
	Escritos de la infancia – Volumen 5

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