Logo Studenta

Un modo personal de ver el aporte kleiniano WINNICOTT

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Centro de Estudiantes Facultad de Psicología UBA - EDI 
 
Un modo personal de ver el aporte kleiniano 
Conferencia pronunciada ante los candidatos a la Sociedad Psicoanalítica de Los Ángeles, 
el 3 de octubre de 1962. 
En sus exploraciones más allá dé los escritos del propio Freud, ya se habrán 
encontrado ustedes con otros nombres importantes, y habrán tomado contacto con 
analistas que realizaron aportaciones originales, en general consideradas 
aceptables. Por ejemplo, habrán conocido a Anna Freud, que ocupó una posición 
única en la vida de su padre durante las últimas dos décadas, y lo cuidó con 
fortaleza mientras estuvo enfermo; sin duda estarán por lo menos familiarizados con 
su clásico resumen de la teoría psicoanalítica, Ego and the Mechanisms of Defence 
(1936). En todo caso, Anna Freud ejerció una influencia inmensa sobre el modo 
como el psicoanálisis se ha desarrollado en los Estados Unidos y a su estimulante 
interés por el trabajo de los colegas se le deben muchas investigaciones publicadas 
con las firmas de otros. 
 
Ahora bien, Anna Freud no ha sido tan importante en Inglaterra como-en los 
Estados Unidos, sencillamente porque en Londres ya se habían realizado 
desarrollos muy importantes en los veinte años siguientes a la Primera Guerra 
Mundial, antes de la llegada de la señorita Freud con su padre, como refugiados de 
la persecución nazi. Mi propio crecimiento psicoanalítico echó raíces y brotó durante 
ese período: por lo tanto, es posible que les resulte interesante escuchar de mí 
algunas palabras sobre el suelo en el que fui sembrado. 
 
Vean ustedes: allí se desplegó una polémica entre Melanie Klein y Anna Freud que 
todavía no ha quedado resuelta. Ahora bien, en mis años de formación esto no tenía 
importancia, y sólo la ha adquirido ahora en la medida en que obstaculiza pensar 
con libertad. De hecho, Melanie Klein y Anna Freud ya habían estado relacionadas 
en los días de Viena, pero esto no significaba nada para mí. 
 
Desde mi punto de vista, el psicoanálisis en Inglaterra era un edificio en cuyos 
cimientos estaba Ernest Jones. Si alguien se ha ganado mi gratitud ha sido Ernest 
Jones, y fue a Jones a quien recurrí en busca de ayuda en 1923. El me -puso en 
contacto con James Strachey, con quien me analicé durante diez años, pero 
sabiendo siempre que era gracias a Jones que yo podía contar con un Strachey y 
con una British Psycho-Analytical Society. 
 
De modo que llegué al psicoanálisis ignorando los choques personales entre los 
diversos analistas, muy contento de obtener una ayuda efectiva ante las dificultades 
que enfrentaba. 
 
En esa época yo iniciaba mi carrera como pediatra consultor; pueden ustedes 
imaginar el entusiasmo que suscitaba en mí el hecho de que, al confeccionar 
innumerables historias clínicas con la información proporcionada por padres de 
pacientes hospitalarios, encontraba todas las confirmaciones deseables de las 
teorías psicoanalíticas que comenzaban a adquirir sentido para mí a través de mi 
propio análisis. En esa época ningún otro analista era también pediatra, por lo cual 
durante dos o tres décadas yo constituí un fenómeno aislado. 
 
Menciono estos hechos porque, como pediatra que sabía hacer hablar a las madres 
sobre sus hijos y sobre las historias tempranas de los trastornos de esas criaturas, 
pronto pude sorprenderme por el insight que el psicoanálisis había proporcionado 
sobre la vida de los niños, y también por una cierta deficiencia de la teoría 
psicoanalítica a la que me referiré a continuación. En ese tiempo, la década de 
1920, en el núcleo de todo estaba el complejo de Edipo. El análisis de la 
psiconeurosis conducía una y otra vez al analista a las angustias de la vida instintiva 
del período de los cuatro a cinco años de edad, en la relación del niño con los dos 
progenitores. Si en el análisis salían a luz dificultades más tempranas, eran tratadas 
como regresiones a puntos de fijación pregenitales, pero se consideraba que la 
dinámica provenía del conflicto en el momento de pleno desarrollo del complejo de 
Edipo genital, en la edad del deambulador o más tarde, es decir, antes de la 
superación del complejo de Edipo y del inicio del período de latencia. Ahora bien, en 
innumerables historias clínicas yo encontraba que los niños con trastornos -fueran 
psiconeuróticos, psicóticos, psicosomáticos o antisociales- presentaban dificultades 
en su desarrollo emocional en la infancia, incluso de bebés. Los niños paranoides 
hipersensibles podían incluso haber empezado a serlo las primeras semanas o días 
de vida. En algún lugar había algo erróneo. Cuando empecé el tratamiento 
psicoanalítico de niños, pude confirmar que el origen de la psiconeurosis estaba en 
el complejo de Edipo, pero sabía que los trastornos habían comenzado antes. 
 
Desde mediados de la década de 1920 señalé esos hechos en escritos tentativos y 
temerosos dirigidos a los colegas; finalmente mi punto de vista hizo eclosión en un 
artículo de 1936 que titulé "Appetite and Emotional Disorder". En ese escrito 
presenté historias clínicas que había que conciliar de algún modo con la teoría del 
complejo de Edipo como punto de origen de los conflictos individuales. Los bebés 
podían padecer enfermedades emocionales. 
 
Fue importante en mi vida el momento en que Strachey interrumpió el análisis y me 
habló de Melanie Klein. El había tenido noticias de mi cuidadosa anamnesis y del 
hecho de que yo trataba de aplicar a los niños que atendía por todo tipo de 
trastornos pediátricos lo que descubría en mi propio análisis. Yo investigaba 
especialmente los casos de niños que sufrían pesadillas. Strachey me dijo: "Si usted 
está aplicando la teoría psicoanalítica a los niños, tiene que conocer a Melanie 
Klein. Jones la tentó a venir a Inglaterra para analizar a alguien en quien él estaba 
especialmente interesado; Melanie Klein está diciendo algunas cosas que pueden 
ser ciertas o no, y usted tendrá que descubrirlo por sí mismo, pues en su análisis 
conmigo usted no va a enterarse de lo que ella enseña". 
 
De modo que fui a escucharla y después la visité; encontré a una analista que tenía 
mucho que decir sobre las angustias de la infancia, y me puse a trabajar con la 
ventaja de contar con su ayuda. Le llevé una historia redactada muy 
detalladamente, y ella tuvo la bondad de leerla de extremo a extremo; sobre la base 
de ese análisis prekleiniano que yo realicé a partir de mi propio análisis con 
Strachey, pasé a tratar de aprender algo de esa inmensa cantidad de conocimientos 
que descubrí que Klein ya tenía. 
 
Me resultó difícil, porque de la noche a la mañana dejaba de ser un pionero yo 
mismo, para convertirme en discípulo de una maestra pionera. Melanie Klein era 
una maestra generosa, y yo me consideraba afortunado. Recuerdo que en una 
oportunidad fui a pedirle una supervisión, y no pude recordar absolutamente nada 
del trabajo de toda la semana. Su respuesta consistió sencillamente en narrarme 
uno de sus propios casos. 
 
De modo que estaba aprendiendo psicoanálisis con Melanie Klein y los otros 
maestrosme parecían relativamente rígidos. Entre otras cosas, ella tenía una 
memoria extraordinaria. El sábado a la noche, si se lo proponía, podía recorrer 
todos y cada uno de los detalles del trabajo de la semana con cada paciente, sin 
necesidad de consultar notas. Recordaba mis casos y mi material analítico mejor 
que yo mismo. Más adelante me confió el análisis de alguien allegado y querido por 
ella, pero debe quedar claro que yo nunca me analicé con ella ni con ninguno de sus 
analizandos, por lo que no puedo contarme como miembro de su grupo de 
kleinianos selectos. 
 
Ahora debo tratar de puntualizar lo que obtuve de Melanie Klein. Es difícil, porque 
en esa época yo simplemente trabajaba con el material de mis casos, y de los casos 
sobre los que ella me hablaba, sin la menor idea de que se me estaba enseñando 
algo sumamente original. El hecho es que tenía sentido, y sumaba la teoría 
psicoanalítica a los detalles de mi historia clínica. 
 
Para Melanie Klein, el análisis de niños era exactamente como el análisis de 
adultos. Desde mi punto de vista esto nunca fue un problema, pues yo me inicié con 
la misma idea, y aún la sostengo. La idea del período preparatorio depende del tipo 
de caso, y no es una técnica fija propia del análisis de niños. 
 
En ese entonces Melanie Klein empleaba conjuntos de juguetes muy pequeños. Yo 
descubrí que eran muy valiosos, pues resultaban fáciles de manipular y se sumaban 
de un modo especial a la imaginación del niño. Constituían un progreso en relación 
con el hablar y también con el dibujar, que yo había empleado siempre debido a la 
ventaja de poder contar con los dibujos para recordar una pesadilla o un ejemplo del 
jugar. 
 
Melanie Klein tenía un método para hacer muy real la realidad psíquica interna. Para 
ella el jugar era una proyección de la realidad psíquica del niño, que éste localizaba 
dentro del self y del cuerpo. 
 
De este modo fui acostumbrándome a ver la manipulación por el niño de los 
pequeños juguetes, y otros juegos especiales y circunscriptos, como vislumbres del 
mundo interior del niño; uno percibía que la realidad psíquica' puede considerarse 
"interior" porque pertenece al concepto que el niño tiene de sí mismo como 
poseedor de un lado de adentro que forma parte del self y un lado de afuera que es 
"no-yo" y se repudia. 
 
En estos términos había una estrecha conexión entre los mecanismos mentales de 
la introyección y la función de comer. La proyección también estaba relacionada con 
las funciones corporales excretorias: con la saliva, el sudor, las heces, la orina, el 
gritar, el patalear, etcétera. 
 
Entonces, el material de un análisis tenía que ver con la relación objetal del niño o 
con los mecanismos de introyección y proyección. Asimismo, la expresión "relación 
objetal" podía significar relación con objetos internos o externos. El niño crecía en 
un mundo, pero tanto el niño como el mundo eran constantemente enriquecidos por 
la proyección y la introyección. No obstante, el material para la proyección y la 
introyección tenía una prehistoria, pues, en la base, lo que está en el niño y le 
pertenece fue primero incorporado en relación con la función corporal del comer. De 
este modo, aunque uno podía analizar interminablemente en términos de proyección 
e introyección, los cambios se producían en relación con el comer, es decir, con el 
erotismo y el sadismo orales. 
 
Según esto, el mordisco rabioso en la transferencia, relacionado con un fin de 
semana o unas vacaciones, acrecentaba la fuerza de los objetos internos de calidad 
persecutoria. Como consecuencia, el niño experimentaba un dolor, se sentía 
amenazado interiormente o estaba enfermo, o bien la amenaza era percibida desde 
el exterior en virtud de los mecanismos de la proyección; podían desarrollarse fobias 
o fantasías amenazantes, en estado de vigilia o de sueño, o aparecer desconfianza, 
y así sucesivamente. 
 
Así se abrió para mí un mundo analítico muy rico; el material de mis casos 
confirmaba las teorías, y lo hacía repetidamente. Por fin lo di todo por sentado. Por 
otra parte, Freud bosqueja esas ideas en "Mourning and Melancholia" (1917) y 
Abraham (1916) -maestro de Klein en Berlín- había abierto el nuevo territorio que 
Melanie Klein disfrutaba tanto jalonando. 
 
Para mí lo importante era que, sin reducir en nada el impacto del complejo de Edipo, 
se estaba trabajando sobre la base de angustias relacionadas con los impulsos 
pregenitales. Uno podía ver que en los casos psiconeuróticos más o menos puros el 
material pregenital era regresivo y la dinámica pertenecía al período de los cuatro 
años, pero, por otra parte, en muchos casos había enfermedad y una organización 
de las defensas propias de etapas anteriores de la vida del infante; en realidad, 
muchos infantes nunca llegaban a algo tan sano como un complejo de Edipo en la 
edad del deambulador. 
 
En mi segundo caso de formación con niños, a principios de la década de 1930, 
tuve la suerte de encontrar a una paciente de tres años cuya enfermedad (anorexia) 
se había iniciado con el primer cumpleaños. El material del análisis era edípico con 
reacciones a la escena primaria; la niña no era de ningún modo psicótica. Además 
evolucionó muy bien, y ahora está felizmente casada y criando a su propia prole. 
Pero su conflicto edípico se había iniciado en el primer cumpleaños, cuando por 
primera vez se sentó a la mesa con los dos progenitores. La niña, que antes no 
había presentado ningún síntoma, tendió la mano hacia la comida, miró 
solemnemente a los dos padres, y retiró la mano. Así se inició una anorexia severa, 
exactamente al año. En el material del análisis, la escena primaria aparecía como 
una comida; a veces los padres comían a la niña, mientras que otras la niña volcaba 
la mesa (la cama) y destruía toda la estructura. Su análisis terminó a tiempo para 
que tuviera un complejo de Edipo genital antes del inicio del período de latencia. 
 
Pero éste era un caso anticuado. El enfoque de Melanie Klein me permitía trabajar 
con los conflictos y angustias infantiles y con las defensas primitivas, fuera el 
paciente niño o adulto; ese modo de ver fue arrojando luz gradualmente sobre la 
teoría de la depresión reactiva (iniciada por Freud) y sobre la teoría de algunos 
estados caracterizados por la expectativa persecutoria; también daba sentido a 
cosas tales como las alternancias clínicas de ida y vuelta entre la hipocondría y las 
ideas delirantes de persecución, y entre la depresión y la defensa obsesiva. 
 
Mientras trabajé con Klein, nunca encontré que hubiera la menor alteración de la 
aplicación estricta de los principios técnicos freudianos. Se evitaba con cuidado salir 
del rol de analista y las principales interpretaciones se referían a la transferencia. 
Esto me resultaba natural, porque mi propia analista era estrictamente ortodoxa. 
(Había iniciado mi segundo análisis con la señora Joan Riviere.) 
 
Lo que sí encontré fue una comprensión muy enriquecida del material presentado y 
en particular encontréque resultaba valioso localizar el ítem de la realidad psíquica, 
dentro o fuera, y librarse del uso de la frase "fantasía más débil", incluso cuando por 
"fantasía" entendemos la facultad de imaginar. 
 
Siguiendo en el trabajo los lineamientos de Klein, uno llegaba a comprender la 
compleja etapa del desarrollo que Klein denominó "posición depresiva". Creo que 
ésta es una mala denominación, pero por cierto en la clínica, en los tratamientos 
psicoanalíticos, la llegada a esa posición hace que el paciente se deprima. En este 
caso estar deprimido es un logro, implica un alto grado de integración personal y la 
aceptación de la responsabilidad por toda la destructividad vinculada con el hecho 
de vivir, con la vida instintiva y con la rabia por la frustración. 
 
Partiendo del material que presentaban mis pacientes, Klein me hizo ver con 
claridad de qué modo la capacidad para preocuparse por el otro y sentir culpa es un 
logro; más que la depresión, es ese logro lo que caracteriza la llegada a la posición 
depresiva en el caso del bebé y el niño en crecimiento. 
 
La llegada a esa etapa está asociada con ideas de restitución y reparación; por 
cierto, el individuo humano no puede aceptar las ideas destructivas y agresivas de 
su propia naturaleza sin una experiencia de reparación, y por ello en esta etapa es 
necesaria la presencia continuada del objeto del amor, pues sólo así hay 
oportunidades para la reparación. 
 
En mi opinión, éste es el más importante aporte de Klein, y creo que está a la altura 
del concepto freudiano del complejo de Edipo. Este último se refiere a una relación 
tripersonal, y la posición depresiva de Klein tiene que ver con una relación 
bipersonal -la que existe entre el infante y la madre-. El principal ingrediente es un 
cierto grado de organización y fuerza del yo en el bebé o niño pequeño, razón por la 
cual resulta difícil ubicar el inicio de la posición depresiva antes de los ocho o nueve 
meses, o del año. Pero, ¿qué importa? 
 
Todo esto pertenece al período de entre guerras, cuando hubo un crecimiento 
rápido de la British Society y Klein era el agente fertilizador. La respaldaban Paula 
Heimann y Susan Isaacs, y también Joan Riviere, mi segundo analista. 
 
Desde aquellos días es mucho lo que ha ocurrido, y no pretendo ser capaz de 
transmitir la concepción de Klein de un modo que ella misma hubiera aprobado. 
Creo que mi modo de ver empezó ,a separarse del suyo, y en todo caso encontré 
que ella no me había incluido en el grupo de los kleinianos. Esto no me importó, 
porque nunca he sido capaz de seguir a otro, ni siquiera a Freud. Pero Freud era 
fácil de criticar, pues siempre estaba criticándose a sí mismo. Por ejemplo, puedo 
decir sencillamente que no encuentro ningún valor en su idea de un instinto de 
muerte. 
 
Bien, Klein ha hecho mucho más de lo que podemos permitirnos ignorar. Penetró 
cada vez más profundamente en los mecanismos mentales de sus pacientes, y 
después aplicó sus conceptos al bebé en crecimiento. Creo que es en ese proceso 
donde cometió errores, porque en psicología "más profundo" no siempre significa 
"más temprano". 
 
Una parte importante de la teoría kleiniana es el postulado de una posición 
esquizo-paranoide que data del inicio mismo de la vida. Esta expresión, 
"esquizo-paranoide", es sin duda poco feliz, pero no podemos ignorar el hecho de 
que en un sentido vitalmente importante encontramos los dos mecanismos: 
 
(1) miedo al talión, 
 
(2) escisión del objeto en "bueno" y "malo". 
 
 
En última instancia, Klein parecía pensar que los infantes empiezan de este modo, 
pero se diría que así ignora el hecho de que, con un quehacer materno 
suficientemente bueno, esos dos mecanismos pueden resultar relativamente 
carentes de importancia, hasta que la organización del yo le permite al bebé utilizar 
los mecanismos de proyección e introyección para controlar los objetos. Si no hay 
un quehacer materno suficientemente bueno, el resultado es más bien el caos, y no 
el miedo al talión y una escisión del objeto en "bueno" y "malo". 
 
Con respecto a las palabras "bueno" y "malo", creo que es dudoso que puedan 
emplearse antes de que el infante sea capaz de diferenciar los objetos internos 
benignos y persecutorios. 
 
Quizá mucho de lo que Klein escribió en las últimas dos décadas de su fructífera 
vida ha sido malogrado por su tendencia a hacer retroceder cada vez más la edad 
en que aparecen los mecanismos mentales, de modo que incluso encontraba la 
posición depresiva en las primeras semanas de vida; es cierto que también 
reconocía, de labios afuera, la provisión ambiental, pero nunca aceptó plenamente 
que junto con la dependencia de la infancia temprana hay verdaderamente un 
período en el que no es posible describir al infante sin describir a la madre que el 
infante aún no ha podido separar de su self. Klein pretendía haber prestado plena 
atención al factor ambiental; en mi opinión, era incapaz de hacerlo, por 
temperamento. Quizás esto representó una ventaja, pues sin duda se sentía 
poderosamente impulsada a retroceder cada vez hacia los mecanismos mentales 
personales e individuales que constituyen al nuevo ser humano en el primer peldaño 
de la escala del desarrollo emocional. 
 
Lo principal es que, sea cual fuere la crítica que deseemos hacerle al punto de vista 
de Mein en las últimas dos décadas de su vida, no podemos ignorar la enorme 
influencia que su trabajo tuvo en Inglaterra, y que tendrá en todas partes, sobre el 
psicoanálisis ortodoxo. 
 
En cuanto a la polémica entre Klein y Anna Freud, y entre los seguidores de una y 
otra, para mí carece de importancia, y tampoco la tendrá para ustedes, porque es 
una cuestión local, y bastará una brisa fuerte para disiparla. Lo único importante es 
que el psicoanálisis, firmemente basado en Freud, no pase por alto el aporte 
kleiniano, que ahora intentaré resumir en los términos siguientes: 
 
Estricta técnica ortodoxa en el psicoanálisis de niños. 
 
Técnica facilitada por el empleo de pequeños juguetes en las etapas iniciales. 
 
Técnica para el análisis de niños de dos años y medio de edad en adelante. 
 
Reconocimiento de la fantasía tal como la localiza el niño (o el adulto), es decir, 
dentro o fuera del self. 
 
Comprensión de las fuerzas u "objetos" internos benignos y persecutorios y de su 
origen en las experiencias instintivas satisfactorias o insatisfactorias (originalmente 
orales y sádico-orales). 
 
Importancia de la proyección y la introyección como mecanismos mentales 
desarrollados en relación con la experiencia que tiene el niño de las funciones 
corporales de incorporación y excreción. 
 
Énfasis en la importancia de los elementos destructivos de las relaciones objetales, 
es decir, aparte de la rabia en la frustración. 
 
Desarrollo de una teoría del logro por el individuo de capacidad para la 
preocupación por el otro (posición depresiva). 
 
Relación del juego constructivo, el trabajo, la potencia y el parto, con la posición 
depresiva. 
 
Comprensión de la negación de la depresión (defensa maníaca). 
 
Comprensión del caos amenazante en la realidadpsíquica interior y de las defensas 
relacionadas con ese caos (neurosis obsesiva o estado de ánimo depresivo). 
 
Postulación de impulsos infantiles, miedo al talión y escisión del objeto antes de la 
obtención de la ambivalencia. 
 
Intento constante de describir la psicología del infante sin ninguna referencia a la 
calidad de la provisión ambiental. 
 
 
A continuación tenemos ciertas aportaciones más dudosas: 
 
La subsistencia del empleo de la teoría de los instintos de vida y de muerte. Un 
intento de describir la destructividad infantil en términos de: 
 
(a) la herencia, y 
(b) la envidia.

Continuar navegando