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Biblioteca de PSICOLOGÍA PROFUNDA Últimos títulos publicados Directora de colección: Eva Tabakian 238. D. Waisbrot, La alienación del analista 239. C. G.Jung, Conflictos del alma infantil 240. M. Schneider, Genealogía de lo masculino 241. L. Peskin, Los orígenes del STJ- jeto y Sil lugar en la clínica psi- coanalítica 242. B. Winograd, Depresión: ¿en- fermedad o crisis? 243. M. Safouan, Lacnniana. Los seminarios de Jricqttes Lacan, 1953-1963 244. L. Homstein, Intersttbjetivi- dad y clínica psicoanalítica 245. D. Waisbrot, Clínica psicoana- lítica ante las catástrofes sociales 246. L. Homstein, Proyecto tera- péutico 24 7. A. Levin de Said, El sostén del ser 248. l. Berenstein, Devenir otro con otro(s) 249. M. Rodulfo, La clínica del ni- ño y Sil interior 250. O. F. Kemberg, La teoría de las relaciones oijetales y el psico- análisis clínico 2 51. S. Bleichmar, Las paradojas de la sexualidad masculina 252. l. Vegh, Las letras del análisis 253. M. C. Rother Homstein (comp.), Adolescencias: n·ayec- torias tltrbulentas 254. Y. Gampel, Esos padres que viven a n·avés de mí 255. C. Soler, Lo que Lacan dijo de las mujeres 256. L. Homstein, Las dep1·esiones 257. M. Safouan, Lacaniana. Los seminarios de Jacques Lacnn, 1964-1979 258. J.-D. Nasio, Edipo. El concepto crucial del psicoanálisis 259. l. Berenstein, Del se1· al hacer 260. A. Flesler, El niño en análisis y el lugar de los padres 261. J. Bleger, Psicología de la con- ducta 262. J. Bleger, Psicohigiene y psicolo- gía institucional 263. J.-D. Nasio, Mi ctmpo y sus imágenes 264. M. Ton, Fin del dogma paterno 265. S. Vassallo, Escribir el maso- quismo 266. S. Pain, En sentido figurado 267. A. Dagfal, Entre París y Bue- nos Aires 268. P. Bayard, ¿Se puede aplicar la literatltra al psicoanálisi? 269. S. Schlemenson, La clínica en el tratamiento psicopedagógico 270. G. Guillerault, Dolto!Winni- cott. El bebé en el psicoanálisis 271. R. Rodulfo, Trabajos de la lec- tura, lecturas de la violencia 272. S. Ons, Violencials Silvia Ons Violencia/s ~ PAIDÓS Buenos Aires Barcelona México 120 VIOLENCIA/S poder atravesar las lógicas binarias que siempre dibujan la carto- grafía del amigo-enemigo. Lacan apeló a la topología con el afán de superar ese pensamiento dicotómico, vecino de la guerra y del conflicto. Capítulo 9 Una virilidad sin padre LA VIOLENCIA "VIRIL:' En una nota aparecida en el diario La Nación1 Sergio Sinay sostiene que el paradigma de la masculinidad sigue vigente, pese a las apariencias, debajo de los ropajes de una masculinidad más ligera, posmoderna, vestida por modas superficiales inconsistentes como la metrosexualidad, la ubersexualidad o la vitalsexualidad. Entre los diversos ejemplos que se cuentan en el artículo po- demos citar los de la violencia juvenil, en el que unos jóvenes en- trenados en boxeo exhiben las marcas de su "coraje viril" come- tiendo asesinatos; las barras bravas que alardean agresividad y aguante como signos de atributos de macho; la cruda vigencia de las guerras pautadas por los hombres y sus códigos; los negocios encarados con estrategias bélicas; los autos conducidos cual balas fálicas, etc. Podríamos agregar otros, como la violencia de géne- l. Puede encontrarse en la web, Perspectivas sistémicas. Artículos online. "El costo de nadar entre peces machos": <WWW.redsistémica.com.ar/sinay2.hnn>. 11 11 122 VIOU:NCIA/S ro y toda aquella que se ejerce como demostración de "poder". Es que incluso, sin circunscribirnos a la violencia callejera sin precedentes o la que brota de la más brutal segregación (en estos días, un joven mató a un flogger por no tolerar su aspecto), la vio- lencia también está presente en el mundo de la economía y de los negocios. Obsérvese que sus héroes son impiadosos, depre- dadores, tal como lo expresa la película En buena compañía, de Paul Weitz, en la que un joven ejecutivo, para conseguir el cargo al que aspira, promete a su jefe: "Iré por ese mercado y lo con- quistaré sin tomar prisioneros, eliminaré a todos los enemigos". ¿Cómo se concilian tales observaciones con la mentada caída de la virilidad, anunciada por los discursos contemporáneos? Al respecto, cabe señalar que no fue solo el psicoanálisis el que señaló tal descenso, sino que, además de la sociología, fue la filo- sofía la que por boca hegeliana preanunció la progresiva desviri- lización del mundo. Cuando Kojeve2 lee el libro de Fran~oise Sagan Bonjour, tris- tesse, afirma que en las playas de la Costa Azul descriptas por la joven escritora se pasean los varones del nuevo mundo, el de la posguerra. Hombres que tienen la molesta tendencia de ofrecer- se a la mirada, desnudos, pero obligatoriamente musculosos. Las referencias al "mundo nuevo", con el tropel vanguardista de este perfil de "machos", no dejan de tener resonancias hegelianas; incluso el título del artículo se llama "Sagan: el último mundo nuevo". Parece pues aludir al mundo que nace en los albores del fin de la historia preconizada por Hegel, por Kojeve como su disCÍpulo, y más recientemente por Fukuyama. Este autor ja- ponés ha sido muy controvertido. A veces se lo critica por desco- nocimiento, suponiendo que había creído en una culminación apocalíptica del devenir. Otras, se lo acusa de conservador por vaticinar el fin de las ideologías, es decir, la universalización de la democracia liberal como forma final de gobierno humano.3 2. Kojeve, A. F. (1996): "Sagan: el último mundo nuevo", en Descartes, no 14. 3. No creo que este planteo se aleje demasiado del de Lacan cuando dijo: UNA VIRILIDAD SIN PADRE 123 Retrotrayéndonos a Hegel, para él las postrimerías de la his- toria equivalen a la relativización de todas las diferencias, al advenimiento de un tiempo signado por la coexistencia de todas las configuraciones, reemplazo de lo que antes era sucesión de particularidades excluyentes por contemporaneidad de opuestos, y ya nunca oposición. Hegel no pensaba de modo simplista que en su época, y con su filosofía, terminaba la historia, pero sí cap- tó que la lógica que había presidido el desarrollo de los aconteci- mientos perdía su vigencia. 4 Entonces, la aparición de este nuevo estilo de hombres debe situarse en el horizonte de la evaporiza- ción de las antítesis, del desfallecimiento de los contrarios, de la disolución de los opuestos. En su lectura del caso Juanito, Lacan5 se apoya en el texto de Kojeve para referirse a la futura virilidad de ese niño, augurán- dole un lugar pasivo en sus lazos heterosexuales. Pero más allá del caso en cuestión, Lacan, en correspondencia con el filósofo, acentúa el tema de la desvirilización epocal. Milleró afirma que la idea del declive viril, incluso su desaparición del mundo contem- poráneo, no es pensable sin el declive del padre. ¿Van entonces al unísono padre y virilidad, al punto donde la caída de uno se identifique con la caída del otro? Freud 7 considera que el niño deja el complejo de Edipo a partir de la amenaza de castración proveniente del padre, o de un sustituto capaz de portar esa autoridad para la madre. El "Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación", en "Proposición del 9 de octu- bre" (en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Buenos Aires, Manantial, 1987, pág. 22). Con esto, Lacan sigue a Kojeve, como también lo hace el propio Fukuyama, ya que en ambos la lectura de Hegel proviene de esta influencia. 4. Maresca, S. (1992): "El fin de la historia", en Ética y poder en el fin de la historia, Buenos Aires, Catálogos, págs. 141-169. 5. Lacan,]. (1988): "La relación de objeto", El Seminario. Libro IV, Buenos Aires, Paidós, págs. 418-420. 6. Miller,j.-A.: "Buenos días, sabiduría", "Referencias", en Colofón 14. 7. Freud, S. (1990): "El sepultamiento del complejo de Edipo", ob. cit., t. XIV, Buenos Aires, Amorrortu, pág. 76 (trad.: José Etcheverry).1¡ 124 VIOLENCIA/S infante es presa de una elección forzada: debe elegir entre el enlace libidinal con la madre y el interés narcisista por conservar su pene, y frente a la amenaza de castración vence este último poder. En una suerte de disyunción entre la bolsa y la vida, el pequeño aprende que optar por la bolsa que representa el inces- to implica perder la vida. Cabe recordar que Lacan habla del falo real en términos de turgencia vital. El pene entonces está excluido en el circuito sexual edípico, elegir a la madre es elegir esa omisión, la fantasía de coito en el impotente, señalada por Ferenczi y tomada por Freud,8 es la fan- tasía del regreso al útero materno, donde el miembro viril entra en equivalencia con el cuerpo entero, y esa fantasía nos enseña que en el Edipo se trata de la totalidad del cuerpo identificado al falo, y que la prevalencia del pene implica mantener esa parte renunciando al todo. La masculinidad está pues necesariamente marcada por el padre, bajo la forma de esa amenaza que no es. otra que la de la instauración de la disyunción lógica, en la que algo se perderá inevitablemente. Claro que esta lógica supone términos diferenciados, conjuntos delimitados, contrarios en juego. Cabe la pregunta acerca de cómo ella operaría en un mundo donde desaparecen las fronteras, punto que retomaré más adelante. FREUDY SCHOPENHAUER Dijimos que la virilidad se afirma como consecuencia de una delimitación operada por el padre, pero también debemos agre- gar que el triunfo del pene sobre el incesto lleva también el sesgo de algo que trasciende el pene mismo, en el que se prefi- gura la paternidad futura del ahora niño. El pene, para Freud, debe su investidura narcisista extraordinariamente alta a su signi- ficación orgánica para la supervivencia de la especie, entonces: 8. Freud, S.: "Inhibición, síntoma y angustia", t. XX, ob. cit., pág. 131. UNA VIRILIDAD SIN PADRE 125 "Se puede concebir la catástrofe del complejo de Edipo -el extrañamiento del incesto, la institución de la conciencia moral y de la moral misma- como un triunfo de la generación sobre el individuo".9 Imposible no retrotraernos a la influencia de Scho- penhauer en Freud; este filósofo extrema de tal manera el valor del genio de la especie sobre el individuo que considera que el amor mismo es una argucia de la que ese espíritu se vale para encaminarlo a sus fines reproductivos. lO Y, si nos remitimos al creador del psicoanálisis, notaremos que el énfasis puesto en la procreación indica la acentuación de un interés narcisista que paradójicamente excede el yo mismo, al servicio, entonces, de un orden que lo traspasa. Se trata aquí de una virilidad que lleva la impronta de lo que la rebasa, y que en una suerte de trascendencia inmanente conjuga dos polos en general inconciliables: el individuo y la especie. El individuo lleva realmente una existencia doble, en cuanto fin para sí mismo y eslabón ·dentro de una cadena de la cual es tributa- rio contra su voluntad o, al menos, sin que medie esta. Él tiene a la sexualidad por uno de sus propósitos, mientras que otra considera- ción lo muestra como mero apéndice de su plasma germinal, a cuya disposición pone sus fuerzas a cambio de un premio de placer; es el portador mortal de una sustancia -quizás inmortal- como un mayo- razgo no es sino el derechohabiente temporario de una institución que lo sobrevive. La separación de las pulsiones sexuales respecto de las yoicas no haría sino reflejar esta doble función del indivi- duo.11 Lo masculino aúna esa dualidad, portando la semilla de "una institución que lo sobrevive". ¿Más allá de la fecundación de un 9. Freud, S.: "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual ana- tómica", t. XIX, ob. cit., pág. 275. 10. Schopenhauer, A. (2003): El amor, las mujeres y la muerte, Buenos Aires, Biblioteca Edaf, pág. 81 (trad.: Miguel Urquiola). 11. Freud, S.: "Introducción al narcisismo", t. XIV, ob. cit., pág.76. 111111 126 VIOLENCIA/S hijo, no se llama acaso "gran hombre" al que ha sido padre? Pa- dre de la patria, padre de una doctrina, padre de un movimiento, padre de una fórmula, padre, en fin, de una idea. Lacan considera la castración como un hecho de estructura que depende de la incidencia del significante en el viviente; el padre',.es su agente, no su autor; no obstante, ello J10 desmerece_ su lugar en la operación. Las enunciaciones del Seminario 17 así lo-indican: ''La castración es la operación real introducida por la incidencia del significante, sea el que sea, en la relación del sexo. [ ... ] El padre, el padre real, no es otra cosa que el agente de la castración" .12 Se infiere, entonces, que ej_~i_s<;urso amo determina la castra- ción, el padre es agente de ese discurso, como portavoz. del S¡__~n su--calidad dé sigruflcante re-ctÓr. Los significantes no tien~n el mismo valor. Ya en el comienzo de su enseñanza Lacan delimitó la importancia del decir fundante y luego en "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo"13 expresó a manera de adagio: "Lo dicho primero decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad". Ese dicho se recorta de los otros, tomando necesaria relevan- cia," sepa~á~d~se así del conjl.Ínto, trazand~ lo real deÍ pad~~-en "il sitial donde se yergue lo enigmático de su pode!. Si esa autori- dad conferida tiene algo de oscuro es porque nunca podrá ser asimilada al registro transitivo de lo fraterno, si luego del asesi- nato y el acto canibalístico el padre sigue existiendo en la figura del tótem es porque de él queda un resto imposible de incorpo- rar por la fratria. Si en las fórmulas de la sexuación Lacan consi- deró el mito de "Tótem y tabú" y no tanto al mito edípico es porque se trata de un mito que, al mostrar el fracaso del crime_n perfecto, ilustra en esa falla la real extimidad del padre. En el 12. Lacan, J. (1992): "El reverso del psicoanálisis", El Seminario. Libro 17, Buenos Aires, Paidós, pág. 136 (trad.: Enrie Berenger y Miquel Bassols). 13. Lacan,J. (1985): "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", en Escri- tos JI, Buenos Aires, Siglo XXI, pág. 787 (trad.: Tomás Segovia). UNA VIRILIDAD SIN PADRE 127 Seminario 20, 14 con las fórmulas de la sexuación el padre real halla su localización específica en el plano de la excepción que posibilita la constitución del todo. EL PADRE, NEGADOR DE LA ESENCIA FÁLICA En el Seminario citado, la castración ya no se juega tanto en el plano del mismo lenguaje, sino que la porta el padre como excepción. Personalmente, demoré mucho tiempo para enten- d'"ér tal concepción: las fórmulas de la sexuación requieren ser desbrozadas y corren el riesgo de ser apresadas en clisés repeti- dos que las vacían de significación. Lacan dice que todo ser que habla puede ubicarse de uno o de otro lado de expresiones pro- posicionales localizadas, unas del lado izquierdo, las otras del lado derecho. En las primeras ubica el lugar del hombre y allí escribe en línea inferior 'Vx <l>x, es decir la universalidad del falo: "el hombre-dice-en tanto todo se inscrib;-~ediante la funció~ fálica". 15 3 x <l>x 3x <l>x Vx <l>x Vx <l>x Pero luego notamos, cual paradoja, que !al función solo p~~e afirmarse si hay algo que la niega, ya que Lacan precisa, prosigu:Íendo fa frase anterior: "aunque no hay que olvidar que 14. Lacan. J. (1981): "Aún", El Seminario. Libro 20, Buenos Aires, Paidós, págs. 95-8 (trad.: Diana Rabinovich, Demont-Mauri y )ulieta Sucre). 15. lbíd. pág. 96. ~ 1 111: 128 VIOLENCIA/S esta función encuentra su límite en la existencia de una x que niega la función <l>x". Vemos en la parte de arriba de ese mismo lado la escritura de una excepción al conjunto: existe un x que no entra en <l>x, hay uno que dice no a la función fálica. El todo, así, se apoyará en la excepción, que al negar la función confirma su universalidad y ello no es otra cosa que la función paterna. Un universal, entonces, queha sido objetado por el padre y que hace de ese universal un lugar que aloja lo singular. Condición para el ingreso de lo femenino; por ello Lacan considera que ese "algo que dice no a la función fálica" comporta para el hombre la "posibilidad de que goce del cuerpo de la mujer, en otras pala- bras, de que haga el amor" .16 En el Seminario 22, Lacan17 argumenta que la función de excepción del padre no alcanza, ya que es necesario que esa f}m- ción devenga en "modelo". ¿Qué querría decir "modelo"? Siga- mos por ahora con la cita: "Un padre no tiene derecho al respeto' sino al amor, más que si el dicho amor, el dicho respeto, esta pere-versement orientado. Es decir hace de una mujer objeto a minúscula gue causa su deseo" .18 El padre entonces, es modelo operando ''pére-versement" como hombre, en la medida en que ~ay en él una apertura al Otro sexo. La garantía de la función paterna se vinculará con el deseo del P!!dre, un padre mucho más activo que en la primera parte de su enseñanza, en la que queda- ba limitado a los avatares del deseo materno. El padre aquí ~ funda solo el "todo fálico", sino que conduce a lo gue hay más ~allá de él, esa mujer que como objeto "a" hace gue se perfile una causa externa a él: el padre medio dice la verdad porque ella, una mujer, es no-toda como la misma verdad. - Los modelos en la ciencia 19 no designan el resorte de su prác- tica, sino un elemento asignable en la coherencia demostrativa. 16. Ibíd., pág. 88. 17. Lacan,J., "RSI", inédito, clase 21/1/75. 18. Ibíd. 19. Badiou, A (1972): El concepto de modelo, Buenos Aires, Siglo XXI. UNA VIRILIDAD SIN PADRE 129 El padre no es modelo como ideal, sino que es modelo porque ejemplifica, al dar una representación a su función de excepción. Los modelos en matemática permiten pensar la relación entre un sistema formal y su exterior, pasaje de la mera formalización a la demostración. El padre como modelo de la función guía hacia una exterioridad que excede la esencia fálica. La equivalencia entre el síntoma y el padre resulta aquí evi- dente. Recordemos que Lacan afirma que "el síntoma es el sexo al cual no pertenezco, es decir, una mujer", y que "por el sínto- ma que está soportado el Otro sexo". Así, el síntoma puede pen- sarse siguiendo el nombre que le-da Freud al llamarlo "tierra extranjera interior", como Uno y como Otro, íntimo y éxtimo. Dice Graciela Brodsky que habría dos maneras de entender la declinación del padre y que ellas pueden entrar en correspon- dencia con distintos momentos de la enseñanza de Lacan. En efecto, desde la primera versión del padre la declinación se iden- tifica con el desfallecimiento de la autoridad, mientr~l!~- la gltima versión del adre nosJ!~ pensar gue ella entra en equivalencia con la degradación e amor. Con acierto ve los sig- nos de ese declive en el plano de la relación entre hombres y mujeres y se pronuncia por la segunda versión. "La declinación del Nombre-del-padre sería, en este caso, no merecer ni amor ni respeto por no consentir a una mujer en tanto ella está fuera del goce fálico. "20 El padre, entonces, instaura un universo masculino que no se cierra ~í mismo, ya que la existencia de la excepción,que ~ga la esencia fálica, abre en es~ universo la apertura hacia una mujer. Tanto Freud como Lacan pensaron la posición masculina ~inos de una cesión; por ello en el saber popular "caballe- ro" es quien cede un lugar a una mujer. Si nos remitimos al texto "Introducción del narcisismo",21 comprenderemos que Lacan 20. Brodsky, G. (2006): "Padre, no ves que ... ", Dispar 6. Psicoanálisis y filo- sofía, Buenos Aires, Grama, p. 53. 21. Freud, S.: "Introducción del narcisismo", t. XIV, ob. cit., págs. 85-86. l 130 VIOLENCIA/S formalizó aquello que Freud afirma cuando sitúa que el pleno amor de objeto según el tipo de apuntalamiento es característico del hombre. Al respecto, sostiene: "Exhibe esa llamativa sobrees- timación esxual que sin duda proviene del narcisismo originario del niño y, así, corresponde a la transferencia de ese narcisismo sobre el objeto sexual". El "empobrecimiento libidinal del yo en beneficio del_obj~ !O" supone en Freud la operación paterna que, al co~!!l?'\'er el narcisismo originario, da lugar a que este se desplace al objeto. Nótese la correspondencia: lo que en Freud es pérdida del nar- cisismo, en Lacan es negación de la esencia fálica. En afinidad con lo anterior, cabe recordar la manera en la que se describe en el Seminario "La angustia", la particularidad del deseo macho. Allí leemos: "[ ... ]a, el objeto de deseo, sólo tiene sentido para el hombre cuando ha sido vertido de nuevo en el vacío de la cas- tración primordial. El primer nudo del deseo macho con la cas- tración solo puede producirse a partir del narcisismo secunda- rio, o sea, en el. momento en que a se separa, cae de i(a), la imagen narcisista".ZZ La declinación paterna puede entonces pensarse como des- . aparición de la excepción, en un mundo en el que se supri~ _; las diferencias y se borran las singularidades. ¿Cuál es su conse- cuencia en el plano de la masculinidad? Si no hay universo mas- culino sin un padre que, al constituirse como excepción, lo afir- me al negarlo como conjunto cerrado, ¿es posible pensar una virilidad sin padre? Ella adoptaría distintas formas en las que lee- ríamos las consecuencias de la ausencia de "al menos uno que dice que no". Podríamos localizar sus efectos en esa "virilidad" de la que habla Kojeve, la del cuerpo que se muestra cual oropel en el exhibicionismo "macho", el hombre que no porta emble- mas de un ideal que lo trasciende sino que gusta ofrecerse como objeto en la pasarela de las vanidades musculosas, o que quiere 22. Lacan, J. (2006): "La angustia", El Seminario. Libro JO, Buenos Aires, Paidós, pág. 222 (trad.: Enrie Berenguer). UNA VIRILilJAD SIN PADRE 1 31 mostrar su poder en el ejercicio de la violencia. Notamos aquí la ineficacia de un padre para negar la esencia fálica; así la ostenta- ción de dicha esencia termina siendo -como lo afirma Lacan femenina. 23 23. Ello no equivale a una feminización del mundo sino a una, si cabe la palabra, "falicización", que si toca en todo caso a lo femenino es en tanto ellas son expertas en su mascarada, pero la esencia no deja de ser fálica. Esta preci- sión se aclara teniendo en cuenta la siguiente afirmación de Lacan: "El hecho de que la femineidad encuentre su refugio en esa máscara por el hecho de la Verdriingung inherente a la marca fálica del deseo, acarrea la curiosa conse- cuencia de hacer que en el ser humano la ostentación viril misma parezca femenina" ("La significación del falo", Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1987, pág. 675 [trad.: Tomás Segovia]). Lacan,]. (1987): "La significación del falo", ob. cit., pág. 675.
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