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1Prólogo Hacer y pensar LA PSICOLOGÍA desde Cuba y México Compilación y prólogo Ana María del Rosario Asebey Manuel Calviño Editorial Caminos La Habana, 2006 ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO2 Edición: Raquel Carreiro García Diseño: Katherine R. Paz y Erick Ginard © Sobre la presente edición: Editorial Caminos, La Habana, Cuba, 2005 © Ana María del Rosario Asebey Morales Manuel Calviño Valdés-Fauly (compiladores) 150 Hac Hacer y pensar la Psicología : desde Cuba y México / comp. y pról. Ana María del Rosario Asebey, Manuel Calviño. -- La Habana : Editorial Caminos, 2006. 480 p. ; 21 cm. Bibliografía ISBN: 959-7070-71-5 1. PSICOLOGIA-CUBA 2. PSICOLOGIA-MEXICO I. Asebey, Ana María del Rosario, comp. II. Calviño, Manuel, comp. Para pedidos e información, diríjase a: Editorial CAMINOS Ave. 53, no. 9609, entre 96 y 98, Marianao, Ciudad de La Habana, Cuba, CP 11400 Teléfonos: (537) 260 3940 / 260 9731 Fax: (537) 267 2959 Correo electrónico: editorialcaminos@cmlk.co.cu Sitios web: www.ecaminos.org / www.cmlk.org 3Prólogo ÍNDICE Prólogo............................................................................................7 Ana María del Rosario Asebey Morales Manuel Calviño Valdés-Fauly Les presento a Psicología. Mucho gusto... El gusto es mío......................................................17 Manuel Calviño Valdés-Fauly Subjetividad y praxis: diversidad de los contextos.........................55 Marco Eduardo Murueta El juego y el jugar en el GIN.............................................................71 Ana María del Rosario Asebey Morales Psicología de la salud y gestión institucional...................................91 Bárbara Zas Ros La Psicología en el programa cubano de atención a personas afectadas por el accidente de Chernobil......................129 Alexis Lorenzo Ruiz Universidad por la salud: enfoque psicológico de promoción y prevención con participación estudiantil.............157 Alma de los A. Cruz Juárez Historia y consolidación del modelo GIN-GAP. Experiencia en Lomas 2..................................................................171 Ana María del Rosario Asebey Morales ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO4 Aprender a ser padres. Construyendo una experiencia en orientación...............................187 Roxanne Castellanos Cabrera La nueva masculinidad...................................................................205 Nelson Zicavo Martínez Monografía del Grupo Evolución de Creatividad Infantil (GECI)..........................................................216 Luz Berenice Raya Colchado Escolares mediadores de conflictos. Experiencia práctica para una cultura de paz................................245 Yuliet Cruz Martínez Daybel Pañellas Álvarez Enseñando a aprender. Aprendiendo en la enseñanza........................................................265 Alina Wong Carriera Estrategia de investigación en el diseño curricular para la formación de psicólogos educativos en la UAQ.................281 José López Salgado Gestión del potencial humano en las organizaciones. Planteamientos y resultados de una investigación.........................325 Maiky Díaz Pérez Satisfacción laboral y participación..................................................347 Bárbara Zas Ros Vivian López González Manuel Calviño Valdés-Fauly Influencia de los grupos sociales en el desarrollo psicosocial del adolescente contemporáneo...................................369 Ana María del Rosario Asebey Morales 5Prólogo Representación social y publicidad. Reflexión desde una experiencia en Cuba......................................381 Claudia Castilla García Complicidades mediáticas de la drogadicción................................399 Danay Quintana Nedelcu Bienestar familiar entre la transversalidad y la diáspora mediática. El mamut y otras historias...............................................................417 Manuel Calviño Valdés-Fauly Algunas apreciaciones sobre lo cualitativo y lo cuantitativo en investigación psicosocial................................445 Germán Gómez Pérez De los autores................................................................................475 ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO6 7Prólogo PRÓLOGO Según la tradición romper un espejo trae mala suerte durante siete años. Siete son también las maravillas del mundo, así como los sacramentos y los ángeles del Apocalipsis. De la misma manera que siete son los pecados capitales humanos y los dones celestiales del Espíritu Santo. El calendario marca siete días de la semana. Siete son las melodiosas notas musicales y las plagas que atacaron el le- jano Egipto. El siete, escribió hace muchos años un psicólogo, es un número mágico. El siete fusiona en esta edición, a Cuba y a México: a la Perla del Caribe —cuyo valor y dignidad aprendí a conocer desde mis siete años, a través de las conversaciones con mi padre, maestro de Historia— con la solidaria y benévola Tierra Azteca, que aceptó ser mi segunda patria. En esta cadena de “sietes” se inscribe Hacer y pensar la Psicología desde Cuba y México. Su historia, es una cadena de causalidades y casualidades que comienza siete años atrás. Se remonta a aquel mo- mento significativo en el que acudí, no sin temor de escuchar una negativa, a solicitar la invaluable guía y apoyo, nada más y nada menos que del “profesor Calviño”, para emprender mi proyecto doctoral bajo su loable tutoría, en la prestigiosa Universidad de La Habana. “El Doctor”, como hasta hoy le digo con cariño y respeto, me mos- tró el panorama actual de la psicología y la oportunidad de antici- parnos al futuro. Me invitó para abrir caminos a múltiples niveles de lectura de un hecho, a múltiples categorías de análisis, para la construcción de nuevas teorías, que propicien un quehacer psicoló- gico con impacto social, nuevas formas de diseñar la experiencia, ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO8 en el marco de la tolerancia y flexibilidad. Me enseñó, a reconocer que el aporte de la Psicología, como ciencia y como praxis, debe estar al margen de una posición omnisapiente. Me incitó a remplazar el conocimiento dogmático que se inscribe en la necesidad del pres- tigio, por una praxis sustentada en lecturas de la realidad compro- metidas con el bienestar de nuestros pueblos. Probablemente me toca hacer algo de prólogo para este libro. Me corresponde por una distribución de puestos por edades. Por razo- nes mucho más significativas la doctora Ana María del Rosario Asebey Morales debe hacer la apertura de este texto. Fue ella quien dio los primeros pasos de acercamiento y llegó a Cuba con una maleta llena de proyectos conjuntos que poco a poco ha ido realizando. Fue ella, con su accionar persuasivo y su capacidad de contagio, quien con- venció a todos de que hacer el libro, que apenas daba vueltas por su cabeza, era necesario y útil, hermoso y simbólico. Fue ella quien, sin un asomo de duda, dijo: sí se puede, y movió cielo y tierra, ilusiones y finanzas para demostrarlo. Tanto insistió desde su latinidad (Charo, como cariñosamente le de- cimos sus amigos, es boliviana, reside hace muchos años en México y en cualquier momento se aparecerá con un carné de identidad de cubana), desde su compromiso y solidez profesional, desde su empe- ño ineluctablemente vencedor, que el libro ya esta aquí. Se lo agrade- ceremos siempre, como agradecemos su levantarse con Cuba, su mano solidaria tendida a nuestros profesionales. Desde hace siete años tengo el privilegio de estar cerca de este caris- mático personaje, que evidencia en cada momento ser un profesional auténtico y comprometido, que invita a la creatividad, anima, acom- paña, trasmite, guía, orienta, aconseja, enseña, inicia, ilustra, prepara, forma, instruye, muestra, explica y escucha. Siempre abogando por un quehacer propio y motivando a la producción individual-grupal- institucional-social, con una propuesta de interrelaciones que per- mitan enriquecer nuestra disciplina y evite cualquier posición teórica hegemónicapara explicar y dominar todo. 9Prólogo Los que hemos tenido la gran suerte de hacer al menos parte de nuestra formación con “el doctor Calviño”, hemos podido llevar a feliz término infinidad de proyectos profesionales y personales situa- dos en una perspectiva crítica y reflexiva, alejada de la imposición y del ejercicio de una psicología atrapada en el determinismo indivi- dual de la subjetividad, y la comprensión de que la dimensión sub- jetiva articula la estructura social, se encuentra en la colectividad, en la dialéctica histórica de las relaciones interpersonales. Han trascurrido siete años desde aquel primer encuentro. Lejos es- taba entonces de imaginar que siete años después, desafiando las vicisitudes, apelando avatares e invocando las bendiciones del nú- mero siete, estaría otra vez con mi maestro y amigo para emprender un proyecto editorial conjunto. Querétaro fue el lugar donde sellamos el pacto. La doctora Asebey se encargó de “juntar” los trabajos de los psicólogos mexicanos. Yo quedé encargado de los trabajos de los cubanos. Definimos para ambos: 1. Palabras clave: psicología, práctica, experiencias, compromiso. 2. Eje epistemológico: la pluralidad, la diversidad. No es un prin- cipio casual. El desarrollo profesional de la psicología en nuestros países necesita sustentarse en el respeto a la diversidad, la posibi- lidad y la necesidad de la convivencia interdependiente de los dife- rentes enfoques, paradigmas. Esta ciencia no debe permitirse nunca (nunca más) el pensamiento único: esa especie de doctrina viscosa, que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo, como diría Ramonet. 3. Vocación explícita: servir, ayudar, estar del lado y al lado de las per- sonas reales y concretas que viven en nuestros países, no de las ratas blancas de los laboratorios ni de esa identidad con aire parisino. Vale más una psicología “imperfecta” (respecto a los cánones de las tendencias hegemónicas, positivistas y cientificistas) que nace en la realidad de vida de nuestra gente, que una psicología “perfecta” cuya perfección se construye distanciándose de la realidad. ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO10 4. La propuesta: poner en las manos del lector parte de lo que hacen y piensan los psicólogos en nuestros países, desde nuestros países, luchando por la felicidad humana de nuestra gente. Hacer y pensar la Psicología desde Cuba y México es un texto sin pretensiones de ser una “representación estadísticamente confiable” de lo que hacen los psicólogos en ambos países. Para nada es así. Es sobre todo un libro “[…] conformado con el ojo de una cámara digital que recoge instantáneas sin más. Lo que se piensa, lo que se hace, en los momentos reales en que se piensa y se hace. Con toda la homogeneidad y diversidad de prácticas teóricas y empíricas que constituyen elementos reales, y no construidos para la ocasión, del extenso campo de la Psicología en ambos países”, como el mismo doctor Calviño escribiera en la Nota Editorial del número especial de La Revista Cubana de Psicología que junto a otros colegas cuba- nos y mexicanos preparamos hace algún tiempo. No hay proyecto que se realice si no se sustenta en la participación, la confianza, la colaboración incondicional. Llevar adelante un pro- yecto es tomar decisiones bien informadas y sustentadas, tanto como correr los riesgos apropiados para lograr los objetivos inmediatos y futuros. En todo esto y más, descansa el libro que ponemos en manos del lector. Esta obra es una evidencia de participación colectiva con un plura- lismo teórico que incluye la enseñanza, la formación, la trasmisión, la creación, la producción y, una dedicación intensa a la profesión del psicólogo, en busca de reunificar el ser, el saber y el quehacer, para construir un dispositivo psicológico que responda a las necesi- dades que demanda la práctica y contribuir al desarrollo de una Psicología más justa y humana para nuestros pueblos y en nuestros contextos. Los autores, renuncian a cualquier modo de imperativo expresado en nombre del saber, se alejan de la monopolización de campos y fronte- ras teóricas, técnicas y metodológicas para trasmitir la experiencia, 11Prólogo la idea, el saber sí, pero sin pretender concentrarlo ni acapararlo, sino operar sobre una formación ética libre de contaminaciones. El progreso del conocimiento no tolera rigidez alguna, admite decidir y renacer para atesorar y transformar, en lugar de monopolizar la trasmisión de verdades absolutas. Comenzó el ir y venir de escritos. Los primeros en llegar fueron los trabajos de Querétaro, cuna de este proyecto. Abrieron los de la doc- tora Asebey. Los lectores cubanos la conocen por sus artículos en el número especial de La Revista Cubana de Psicología (2005) y sus presentaciones en Congresos Internacionales celebrados en lo que ella llama su querida Cuba. Sus trabajos están inundados de lo que me doy el gusto en llamar un modelo de actuación clínica comunitaria con fuerte acento en los dispositivos grupales. Psicología clínica so- cial de preclaro compromiso, que hecha suerte con sectores desfa- vorecidos y desprotegidos de la sociedad. La asimilación crítica per- sonal del paso de la Dra. Asebey por Dupont y Jinich eran evidentes y enriquecedoras. De su original formación psicoanalítica creció una pluralidad creativa que hoy se expande y contagia. Charo es una fuen- te inagotable de movimiento, de cambio, de revolución. Eso la hace compañera. Luego el maestro José López Salgado con laboriosidad artesanal, seriedad y profundidad de especialista de alto calibre, demostró que sus años de dedicación a la investigación y la dirección docente aca- démica han sido muy fructíferos y nos regaló una síntesis (vaya sín- tesis) de un trabajo que no me avergüenzo en catalogar de envidia- ble. El trabajo de López Salgado nos recuerda, entre muchas otras cosas, que la calidad de la formación que demos hoy en nuestras facultades de Psicología compromete el desarrollo de la profesión en nuestros países. Luz Berenice Raya llegó como la representante de la joven generación queretana mexicana. Es justo agradecerle su pletórica narración que nos envuelve en un trabajo lleno de sensibilidad humana, sin la cual la profesión de psicólogo es astucia mercenaria. ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO12 Un poco después de la Universidad Veracruzana, entrecruzada por vientos caribeños conectados por una estancia doctoral en nuestra Isla, la doctora Alma Cruz nos mandó la narración de su experiencia con estudiantes universitarios en la gestión de salud. Alma pasó por los pasillos de nuestra Facultad, y dejó aquí parte de su alma. El estudio que se incluye en el libro estoy seguro que bien podría servir de referencia para complementar los trabajos de promoción y educa- ción para la salud, que se realizan en algunas instituciones educacio- nales. “Empecemos por casa” parece decirnos Alma, y tiene toda la razón. Marco Murueta, como me comentó la doctora Asebey, no podía fal- tar en la publicación de este primer libro conjunto. La Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (AMAPSI) de la cual él es Presidente, ha inspirado y propiciado escenarios de contacto entre psicólogos de todo el continente. Obviamente, también entre mexica- nos y cubanos. La reflexión profunda e incisiva que el doctor Murueta nos entrega en su texto es una explicitación de su alto vuelo intelec- tual, su dominio del pensar epistemológico y su parsimonia. Cuando Marco vino a Cuba y expuso su “teoría de la praxis” y su “tecnología del amor”, muchos psicólogos de la casa se maravillaron de cómo siendo un incansable luchador por un mundo mejor y especialmente un México más para todos los mexicanos, logra mantener su tran- quilidad espiritual. La respuesta afirmativa del maestro Germán Gómez fue inmediata. Solo le faltó la música que siempre lo acompaña y que nos hace más cercanos aún. Lo conocí hace más de veinte años en La Habana. Desde entonces, ya escribía de manera convincente,comprometida, profundamente analítica y con una ironía sana y llena de humor. Su escrito para este texto es un llamado de alerta: “vamos que no hay que exagerar”, nos dice Germán, y todos tenemos que mirarnos auto- críticamente. Personalmente he aprendido y disfrutado con la lectura de los traba- jos escritos por los colegas mexicanos. No me sorprenden: desde mucho 13Prólogo tiempo conozco una vasta, rica y profunda obra psicológica produci- da y publicada en el hermano país azteca. Mirados desde Cuba, desde nuestro modo de pensar y actuar, llamaría a los trabajos que conforman este texto “correligionarios”, y nos confirman nuestra apuesta por una Psicología latinoamericana, que quiere decir hecha con co- razón latino, con sangre latina, con letra y pensar latino, poniendo como punto de partida nuestro continente humano y geográfico. Los temas contenidos en el compendio reflejan en esencia las seme- janzas y diferencias históricas culturales que contribuyen de forma significativa, a dar algunas respuestas a problemas cruciales de nues- tros pueblos, y nos brindan la posibilidad de encaminar nuestro co- nocimiento hacia los cambios que necesitamos. Al mismo tiempo hay un hilo conductor: la práctica. Incluso las reflexiones teóricas son una convocatoria a la práctica que es siempre, ineludiblemente, comprometida. Hay en todo el texto una vocación social, diría que comunitaria, que hace fila con las necesidades de las personas, de la familia, de los grupos en las instituciones, con la Escuela. Son psicólogos que de- fienden su vocación de “luchadores por el bienestar y la felicidad de las personas” (esta frase se la escucho decir siempre al “doctor Cal- viño” en comunicaciones personales, Congresos Internacionales y en su programa semanal cubano de televisión “Vale la pena”). El modo de hacer la Psicología en Cuba en los últimos treinta años ha estado marcado de manera significativa por una vocación inte- gracionista y de orientación latinoamericanista. Desde hace muchos años salimos al encuentro de los que transfiguraron o despacharon al conductismo en México, de los que construían una Psicología so- cial sin IDUSA (ideología dependiente de USA, como decía el venezo- lano Salazar), de los que acompañaban movimientos armados de li- beración y hablaban de una Psicología de la liberación, de los que se cuestionaban la obsoleta institución psicoanalítica y modificaron el modo de “ser y estar psicoanalista”. Se salió “al encuentro de la Psi- cología latinoamericana” de pensamiento social, crítico y afirmativo, ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO14 una psicología de orientación humanista que convoca y acompaña las ansias de los latinoamericanos. Nuestro andar concreto ha sido iconoclasta frente a las tradicionales corrientes de pensamiento psicológico, practicista en cuanto a los énfasis de la relativa distinción en la díada “teoría-práctica”, ecléctico en cuanto a la apropiación-asimilación crítica de lo mejor del pensa- miento psicológico (“no importa dónde ni por quién haya sido pro- ducido” diría Vygotsky) y ha configurado un camino que concep- tualizó como la producción social de una “ciencia profesional”. En el libro encontrarán algunas de estas peculiaridades con extrema claridad. En lo que a autores cubanos contenidos en el texto se refiere, perso- nalmente asumí la tarea de que también la diversidad tuviera su puesto. En el texto está la producción más asentada en la experien- cia de varios años de trabajo de la generación de psicólogos de los ochentas: Alexis, Bárbara, Vivian, Nelson —uruguayo radicado en Chile que estuvo muchos años aquí entre nosotros como un cubano más—. Los trabajos en las áreas de salud tuvieron una presencia especial en la época (creo que sigue siendo así). Son teoría sobre la práctica y práctica con impactos tangibles sobre “las gestiones de salud”, dicho en lenguaje más contemporáneo. Los noventas están representados (Maiky) con su especial relación con los escenarios empresariales, en estrecho vínculo con los procesos de redefinición estratégica que se verifican en el país. En esa época escribí que asistíamos a un cotidiano de vida que discurseaba “[...] desde la ética de la renuncia para la realización de los sueños y las esperanzas, desde la permanencia y trascendencia de los valores más humanos”, pero que estábamos “[...] enfrascados en una lucha titánica por la supervivencia, síntoma ad usum y condición sine qua non del pragmatismo”. Y señalé, además, que “[...] la realidad nos imponía una suerte de convivencia educada, pero también utilitaria con mu- chas de las cosas de las que nos creíamos invulnerables y que consi- derábamos hasta de mal gusto”. 15Prólogo No puedo dejar de llamar especial atención sobre algo que considero mucho interés: la presencia de la nueva savia creativa y generado- ra. Jóvenes psicólogas de los 2000 (Alina, Claudia, Danay, Daybel, Roxanne y Yuliet) que entregan probablemente sus primeros produc- tos de madurez, en los que se avizora una capacidad de despliegue indetenible. Yo soy “un poco anterior” a todos ellos. Los llamo por su nombre no por la falta de títulos, sino porque todos fueron en algún momento “mis alumnas y alumnos”. Hoy con orgullo y cariño les digo mis compañeras y compañeros. Los autores, testifican con modestia y profesionalismo, estar siem- pre dispuestos a volver sobre sus pasos, a declarar y reconocer que pueden estar equivocados, como así también, a comunicar sus sen- timientos, convicciones y ponerlas en juego en el intercambio. De- muestran, que las prácticas no son autoría de nadie en particular ni tienen respuestas irrefutables, terminantes, tajantes, definitivas, ro- tundas; sino, que abren nuevos caminos posibles de construcción de significados, de diseño de nuevas prácticas clínicas, educativas y sociales. Invocan a una psicología creativa, en aras del desempeño de un compromiso social y ético desde una perspectiva humana, que cubre los niveles de promoción, prevención, asistencia y rehabilitación. Este proyecto ha sido posible materializarlo en un libro, gracias al fi- nanciamiento del Programa de Mejoramiento al Profesorado (PROMEP) de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica (SESIC), de la Secretaría de Educación Pública de México como Apoyo de Fomento a la Generación y Aplicación innovadora de Conoci- miento. Al Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. de La Haba- na, Cuba y a su sello Editorial “Caminos” el más sentido agradeci- miento por la confianza, por el apoyo a esta muestra de hermandad entre nuestros pueblos. Esperamos que la diversidad de Hacer y pensar la Psicología desde Cuba y México, sea alimento y motivo de debate. Ana María del Rosario Asebey Morales Manuel Calviño ANA MARÍA ASEBEY - MANUEL CALVIÑO16 17Prólogo MANUEL CALVIÑO Voy a presentarles a Psicología. Es mi compañera de vida hace más de treinta años. Fue amor a primera vista lo que nos unió, pero hoy es amor total, pleno. Pero esto me ha costado (nos ha costado) treinta años. Conocer profundamente a una persona o a una disciplina cien- tífica es algo que requiere mucho tiempo y dedicación. Imagínense entonces, lo difícil de mi tarea: hacerles la presentación de una cien- cia en unas pocas líneas. De modo que, para no quedar mal ni con “mi compañera” ni con ustedes, me propongo asumir las reglas: lo- grar dar una buena imagen (producir una buena primera impresión), ser lo más claro posible, no entrar en profundidades innecesarias, ser breve y dejar rutas de acceso para los que quieran conocer con mayor profundidad. Abran su pensamiento y sus sentimientos, no tengan el más mí- nimo reparo en cuestionarse las ideas, las afirmaciones que pondré en sus manos, no dejen de vincular mis próximas palabras con si- tuaciones que conozcan “por experiencia propia”, cuestiones que quizás le han sucedido. En mi época de estudiante, en la entonces “Escuela de Psicolo- gía” (por cierto que fue creada en 1962, y en esa época estaba inte- grada a la Facultad de Ciencias de la Universidad de LaHabana), uno de mis accidentes cotidianos bastante común era encontrarme con alguna persona (sobre todo con alguna muchacha) y al decirle que yo era estudiante de Psicología o bien me decía: “contigo no se puede hablar porque tú sabes lo que uno está pensando” o más modestamente: “¿tú me puedes decir cómo yo soy?, no tienes por ahí un test para que me digas si soy inteligente”. Honestamente debo decir que me entusiasmaba mucho la idea de algún día ser un tremendo psicólogo y adivinar lo que la gente Les presento a Psicología Mucho gusto... El gusto es mío MANUEL CALVIÑO18 pensaba solo con mirarlo (algo así como un David Copperfield de la personalidad humana). Pensaba yo en aquella época que con la Psicología el ser humano sería para mí un “libro abierto”. Podría en- tender todo: por qué la gente hace lo que hace (o por qué no lo hace), cómo cambiarle el pensamiento a la gente, etcétera. Por suerte, bien temprano leí un texto de un psicólogo francés de inspiración materialista y dialéctica, me refiero a G. Politzer y allí encontré que este profundo conocedor de la disciplina en la que yo comenzaba a dar mis primeros pasos, afirmaba que “[…] la psicolo- gía no contiene en modo alguno el secreto de todos los hechos del comportamiento humano, simplemente porque dicho secreto no es sólo del orden de lo psicológico”.1 Me cortó un poco las alas, lo reconozco. Pero empecé a preguntar- me las cuestiones básicas, a “comenzar por el principio” y de paso aprendí (que por mucho que Manzanero quiera, la semana no tiene más de siete días) a no sobrevalorar nada aún cuando las condicio- nes o mis gustos, o incluso mis convicciones, me inviten a hacerlo. Esto también me lo dijo a su manera Alekcei Nikolaievich Leontiev, que fue para mi suerte y privilegio mi tutor de doctorado en los fi- nales de los años setentas, en la Universidad Mijail Lomonosov, en la bella ciudad de Moscú. “Manuel [señalaba el eminente académi- co ruso], recuerde siempre la ilusión de Müller-Lyer [...]” Por si no la recuerdan se las muestro al menos de manera rudimentaria: ¿CUÁL DE LAS DOS LÍNEAS ES MAYOR? 1 G. Politzer: La crisis de la Psicología contemporánea, 1947, p. 120. A B 19Les presento a Psicología... Por lo general, la línea B se percibe como mayor que la A. Pero en realidad son del mismo tamaño. El sencillo hecho de que una tiene las cotas hacia adentro y otra hacia fuera nos hace percibir una dife- rencia de tamaño que en la realidad no existe. Leontiev decía: “Ma- nuel, ponga las cotas para adentro [...] es mejor quedarse un poco corto que exagerar” (claro Leontiev era ruso, no era cubano. Noso- tros tenemos una cierta tendencia a poner las cotas para afuera). Es cierto, el camino de la ciencia es el camino de la verdad, de la adecuación a la realidad. Si queremos entender científicamente el sen- tido de una disciplina y de las prácticas profesionales de ella deriva- das, sus capacidades y limitaciones, sus debilidades y fortalezas (como se dice hoy en el lenguaje analítico empresarial) es necesario no so- bredimensionar, liberarse de las representaciones ingenuas, no bus- car por el camino del efectismo, de lo espectacular. Llegar a enten- der la Psicología como ciencia y como práctica profesional supone comenzar por lo esencial, por lo más común. Muchas veces los que se inician me preguntan: “¿Y qué hay con la parapsicología? [...] ¿existe la trasmisión del pensamiento? [...] ¿se puede adivinar el futuro?”. Claro que son temas interesantes, pero les aseguro que no va por ahí la profundización de la psicología como ciencia. Dejemos a un lado los tan difundidos fenómenos paranor- males (una buena parte de los cuales, por cierto, se sustenta en la acción de mercaderes de las ilusiones). Olvidémonos de la parapsi- cología, y pongámonos “para–la–psicología” que ni es lo mismo ni da igual (invirtiendo la lógica de la hermosa canción de Silvio Rodríguez). Observemos, sin embargo, la propia ilusión de Müller-Lyer. ¿Có- mo puede ser esto de que dos elementos iguales se perciben como distintos apenas variando un poco “sus anexos”? Esto es algo tan cotidiano o común que usualmente no le reconocemos su significa- do. Recuerdo una vez estaba presenciando un juego (más bien un duelo) de pelota entre un equipo oriental y otro occidental. Estaba en el Latino. El encuentro terminó a favor de los locales (como era de esperar... esto lo digo porque soy occidental). A la salida me encontré con un amigo santiaguero y no pude aguantarme y le dije: “Acabamos con ustedes. La verdad es que somos los mejores”. Aquél MANUEL CALVIÑO20 me miró sonriente y me repostó: “Oiga compay, usted no sabe nada de pelota. Ustedes no ganaron. Nosotros perdimos, compay, perdimos”. Los dos vimos el mismo juego, sin embargo los dos vimos jue- gos distintos. Creo que logro hacerme entender (ojalá). Hay una rea- lidad que existe, que es indiscutible, que no tiene nada que ver con el modo en que se mire, se piense, se sienta. Es la realidad. Es rectora y fundante. Es el origen y el fin. A ella llegamos por mediación de la praxis, para ser más exacto de las praxis humanas. Por eso decimos que el criterio más sólido de “la verdad” es la práctica. La realidad denuncia la deshonestidad, la mentira, las malas intenciones que puedan existir en las diferentes representaciones que se hacen de ella. No en balde Engels, creo que en su Dialéctica de la Naturaleza sentenciaba que los hechos siguen siendo hechos no importa cuan falsas sean las representaciones que se hacen de ellos. Pero hay otra “realidad” (en verdad es la misma, pero vista por otra cara), una realidad que depende del que la ve, del que la eva- lúa, del que la percibe. Una realidad que se construye sobre la rea- lidad, y que es tan real como aquella, pero a la que, por decirlo de algún modo, se le “adicionan” características, se le concede más relevancia a unos elementos que a otros, se le suma una interpreta- ción, en fin, se modifica. Es algo de lo que todos podemos tener evidencias. El refranero popular lo pone a la luz, entre otros tantos modos, así: “Nadie ve a sus hijos feos” (los míos por lo menos yo los veo como los más lindos que hay —hasta muy parecidos a su papá por cierto). ¿Cómo ver feos a mis hijos? Puede incluso, que la realidad sea tan evidente que no dé para verlos bonitos, pero al menos decimos “son tan graciosos”. Me permito ahora un modo más denso de decirlo: el mundo exis- te con independencia de nosotros (ya ni el arzobispo de Berkeley lo dudaría), pero el mundo percibido por nosotros existe en relación con nosotros. La realidad, en este sentido digamos psicológico, es una relación. Y he aquí que aparece el concepto, la noción de lo subjetivo, la subjetividad, como un componente de la realidad que la hace no solo real, sino real para nosotros, para una persona en concreto, para un grupo de personas, para todas las personas. Algo que es 21Les presento a Psicología... del sujeto y que por tanto solo pertenece al mundo humano. Subje- tivo no quiere decir “irreal”, fantasmagórico, idealista, etcétera. Sub- jetivo quiere decir que guarda relación con un sujeto, que no es independiente del sujeto (de la persona real que siente, percibe, piensa), que pertenece al mundo del sujeto, y por esta razón no es idéntico (no es exactamente igual, no es lo mismo, no hay corres- pondencia total punto a punto) con la realidad. La relación entre un fenómeno subjetivo y la realidad es, en el mejor de los casos, de adecuación. Toda relación depende del sujeto. Estamos hablando de lo subjetivo, de lo ideal. Y esto no es incom- patible con una concepción materialista y dialéctica, marxista. Muy por el contrario. El reconocimiento de este hecho en sí mismo, de ninguna manera puede ser entendido como lo han hecho las tenden- cias idealistas y subjetivistas de la psicología, como justificación y fundamento de la naturaleza solo subjetiva e ideal de lo psicológi- co. Al respecto, también Engels señalaba: [...] no se puede evitar que todo cuanto mueve al hombretenga que pasar necesariamente por su cabeza: hasta comer y beber, proce- sos que comienzan por la sensación de hambre y sed, sentida con la cabeza, y terminan en la sensación de saciedad, sentida también con la cabeza [...] si el hecho de que un hombre se deje llevar por estas “corrientes ideales” […] lo convierte en idealista, todo hom- bre de desarrollo relativamente normal será un idealista innato; y de dónde van a salir entonces los materialistas. Y más adelante, refiriéndose al viejo materialismo, nos descubre que el problema no está en “admitir los móviles ideales, sino en no remontarse, partiendo de ellos, hasta sus causas determinantes”.2 Las causas, los determinantes de la subjetividad son objetivos, la subjetividad es una realidad objetiva que contiene como criterio de existencia lo construido por el sujeto, su visión, su modo de ver. 2 C. Marx y F. Engels: Obras Escogidas, t. 3, 1973, pp. 371-386. MANUEL CALVIÑO22 La subjetividad no es una “casualidad”, es el resultado de la cultu- ra, de la educación, de las relaciones concretas de vida. Vuelvo un poco más sobre el punto. Eric Berne llamaba la aten- ción sobre el fenómeno de manera bien interesante y humorística. Lo digo a mi manera, no como cita textual. Todos conocemos el cuento de La Caperucita Roja. La niña desobedece a su mamá (en lugar de ir por el camino, se interna en el bosque) y recibe consecuencias negativas por su mal proceder (ella y su abuela son devoradas por el lobo... que por suerte no tenía dientes al parecer y se las tragó enteritas). Todos pensamos que la Caperucita “se portó mal”. El cuento ha ayudado a generaciones enteras de madres y pa- dres a “inculcar” la necesidad de la obediencia en sus hijos (a pesar de que es poco probable que se encuentren un lobo en la calle). Pero, imaginemos que le hiciéramos el cuento a un “marciano”. Él podría pensar: “Qué madre más irresponsable, manda a su hija sola a casa de la abuela sabiendo que por allí hay lobos. Además por qué no va ella misma a ver a su mamá [la abuela de Caperucita]... en reali- dad si sabe que su madre está enferma, lo que debería hacer es traerla para su casa para atenderla como se merece y no dejarla sola allá en su choza”. ¿Qué les parece? La subjetividad. El mismo cuento puede ser en- tendido de otra forma. En el lenguaje cotidiano muchas veces el concepto de “subjeti- vo” se utiliza como sinónimo de errado, de infundado, de solo par- cialmente veraz. Alguien plantea una crítica en una asamblea y “otro alguien” devalúa el planteamiento diciendo: “Ese criterio es subje- tivo” (como si existiera un criterio que no fuera subjetivo —toda vez que se interprete algo, toda vez que se evalué, toda vez que incluso sencillamente se perciba, el elemento subjetivo está presente—. Subjetivo no es sinónimo de equivocado ni de falso. Eso sí, signifi- ca que contiene cierta relatividad. Pero digamos con Einstein: “Todo es relativo”, todo tiene otra alternativa, todo puede ser pensado de otro modo. Por eso son tan importantes las convicciones, los princi- pios, porque ellos son nuestro compromiso, nuestra decisión de asu- mir conscientemente, nuestra toma de partido por lo que pensamos, sentimos, hacemos y creemos. 23Les presento a Psicología... Entonces, la psicología reconoce la existencia de lo subjetivo asociado a la relación con el sujeto y convierte a esta noción en piedra angular de su saber, de la construcción de su saber, de su indagación y de las prácticas profesionales que se puedan derivar de su conocimiento. Ahora empiezan las preguntas buenas, las que nos ponen en el camino no de los que se creen que todo lo saben, sino de los que quieren saber y por lo tanto, se acercan a la ciencia. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuál o cuáles son las capacidades humanas que permiten la aparición de esto? Precisamente ahí entra la psico- logía. La ciencia que estudia ese fragmento de la realidad que se define por su carácter subjetivo, que trata de penetrar en la esencia de ese hecho para entenderlo, conocer sus regularidades y poderse luego valer de este conocimiento para favorecer el desarrollo más pleno del hombre, para aplicarlo en diferentes esferas de la vida y lograr más desarrollo, bienestar y felicidad para el ser humano. La psicología reconoce que lo psicológico es un elemento subje- tivo, aunque es una realidad objetiva. Esto no es un trabalenguas. Pensémoslo así: Yo amo. Mi amor es un fenómeno subjetivo, solo me pertenece a mí, no existe con independencia de mí. Sin embar- go, es algo objetivo. La persona a quien amo lo sabe perfectamente. Reconoce mi amor, en su gemir y en su silencio, en su grito o en su susurro. Si lo subjetivo existe de forma objetiva, entonces puede ser estudiado de forma científica, puede ser sujeto a indagación e investigación científica. Digo que lo subjetivo no es incognoscible, es investigable, conocible, estudiable objetivamente, con procederes científicos. Algunos pueden pensar que he llegado a una contra- dicción: “Lo psicológico es una realidad objetiva que es subjetiva”. Pues no. No hay contradicción alguna. Me permito una reflexión fundamental desde mi condición de psicólogo marxista. Al descubrir el carácter objetivo de la esencia humana, el marxis- mo descubre el carácter objetivo de lo subjetivo, de lo psíquico, de la conciencia. La tesis de que lo “[...] ideal no es [...] más que lo material traducido y transpuesto a la cabeza del hombre”3 es el 3 C. Marx: El Capital. Crítica de la Economía Política, t. 1, 1980, p. XX. MANUEL CALVIÑO24 principio que rige la comprensión del carácter objetivo de lo psi- cológico. Las impresiones que el mundo exterior producen sobre el hombre, se expresan en su cabeza, se reflejan en ella bajo la forma de sen- timientos, de pensamientos, de impulsos, de actos de voluntad, en una palabra, de “corrientes ideales”, convirtiéndose en “factores idea- les” bajo esta forma.4 En este sentido, como formas específicas de reflejo de la reali- dad objetiva, lo psicológico es objetivo. S. L. Rubinstein señala: En el proceso con que se reflejan los fenómenos del mundo exte- rior se determina también el significado de dichos fenómenos para el individuo, y de éste modo, se concreta la actitud de esto último respecto a los procesos en cuestión (psicológicamente, ésta actitud se expresa en forma de tendencias y sentimientos). Ésta es la razón de que los objetos y los fenómenos del mundo exterior, aparezcan no sólo como objetos de conocimiento, sino además, como impul- sores de la conducta, como sus instigadores, que crean en el hom- bre determinados incitantes a la acción: los motivos de la acción.5 Esta idea del carácter objetivo de la subjetividad adquiere una dimensión especial a la luz de algunas ideas expuestas por Marx en los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844: El hombre [...] como ser natural y como ser natural viviente, está provisto, por una parte, de las fuerzas naturales de la vida, es un ser natural activo. Estas fuerzas existen en él como tendencias y habi- lidades, como impulsos [...] los objetos de sus impulsos existen 4 C. Marx y F. Engels: Obras escogidas, t. 3, 1973, p. 371. 5 S. L. Rubinstein: El ser y la conciencia, 1965, p. 330. 25Les presento a Psicología... fuera de él como objetos independientes de él; pero estos objetos son objetos de su necesidad: objetos esenciales indispensables para la manifestación y confirmación de sus fuerzas esenciales. Decir que el hombre es un ser corporal, viviente, real, sensorial, objeti- vo, equivale a decir que tiene objetos reales, sensoriales, como objetos de su ser o de su vida, o que puede sólo expresar su vida en objetos reales, sensoriales.6 La determinación de la objetividad de lo psicológico no se redu- ce sólo al objeto sobre el que se edifica. Su naturaleza está a su vez determinada por las condiciones concretas objetivas de su existen- cia y manifestación. La idea está planteada en la Contribución a la crítica de la Economía Política: La Humanidad nunca se propone más que los problemas que puede resolver,pues, mirando más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando las condiciones materiales para resolverlo, existen o se encuentren en estado de existir.7 En trabajos anteriores, ya C. Marx había señalado: Si no tengo dinero para viajar, no tengo la necesidad —es decir, ninguna necesidad real que se satisfaga— de viajar. Si tengo voca- ción por el estudio, pero no dispongo del dinero para ello, no tengo vocación de estudioso: es decir, no tengo vocación efectiva, verdadera.8 Escribe en La Ideología Alemana: “Esta apropiación se halla con- dicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiar [...] se 6 C. Marx: Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844, 1965, p. 166. 7 C. Marx: Contribución a la crítica de la Economía Política, 1975, p. 11. 8 Ibídem, p. 147. MANUEL CALVIÑO26 halla además, condicionada por los individuos apropiantes, (y) ade- más, condicionada por el modo como tiene que llevarse a cabo”.9 En este sentido, la comprensión de la objetividad se vincula a todo el sistema de relaciones que existen independientemente del sujeto y que determinan, en última instancia, la existencia de su subjetividad. En la sociedad —señala A.N. Leontiev—, el hombre encuentra no sencillamente ciertas condiciones externas a las que él debe adop- tar su actividad, sino que estas condiciones sociales llevan en sí mismas los motivos y objetivos de su actividad, sus vías y sus hechos.10 Por último, la comprensión del carácter objetivo de lo psicológi- co en tanto su carácter reflejo y su vinculación objetal, es imposible al margen de la consideración del eslabón central en el que se reve- la y se conforma: la actividad práctica, el proceso real de producción de la vida. El hombre es un ser objetivo, “el ser de los hombres es su proceso de vida real”.11 Es precisamente en la práctica donde se realizan las múltiples transformaciones entre el sujeto y la realidad en la que vive, donde se realiza la objetividad de la esencia huma- na. El enfoque marxista de la psicología pone en el mismo centro de su concepción la noción de actividad, “[...] el carácter objetal de la actividad crea no sólo el carácter objetal de las imágenes, sino también el carácter objetal de las necesidades, las emociones, los sentimientos”.12 De modo que dicho en pocas palabras, la Psicología es un reto, una aventura, es un entrar con los instrumentos de la ciencia en la difícil gruta de la subjetividad humana construida con piedras y arci- lla concretas, instituida desde la realidad objetiva, pero con vericuetos propios no deducibles directamente de sus componentes esenciales. 9 C. Marx y F. Engels: La Ideología Alemana, 1982, pp. 75-76. 10 A. N. Leontiev: Actividad. Conciencia. Personalidad, 1975, p. 83. 11 C. Marx y F. Engels: La Ideología alemana, 1982, p. 25. 12 A. N. Leontiev: Op. Cit., p. 89. 27Les presento a Psicología... Con esto se desarticula toda la superchería pseudocientífica y con- traproducente que atribuye sobrenaturalidad al pensamiento huma- no, a la conciencia. El pensamiento del hombre es el resultado de su vida, de su modo de vivir. La conciencia es la realidad transpuesta y traducida a nuestras cabezas. Obviamente, el hecho de ser “trans- puesta” de ser “traducida” le da una especificidad. Y son muchos los factores que inciden en el resultado del proceso de “transposición- traducción”. Esto es muy interesante para entender en qué clase de problema nos metemos los psicólogos en ocasiones. Para el saber popular hay algo muy claro: todo depende del lugar al que se mire y desde don- de se mire. Hasta aquí todo está más o menos bien. Pero la ciencia psicológica también se pregunta, utilizando la misma metáfora: “¿por qué unos miran a un lado y otros a otro?” Una vez más el pensar marxista nos saca del atolladero: no es la mirada el punto de parti- da, la mirada está también condicionada. Esto es, muy rudimentaria- mente dicho, un principio de la ciencia psicológica que se desarro- lla desde el marxismo: el determinismo. El sentido del determinismo es abarcador y recoge no solo la experiencia metafísica o dialéctica de lo psicológico, sino también la pluralidad de hechos concretos que llamamos la existencia hu- mana. El determinismo, por cierto, parece que no es una buena com- pañía. Determinista fue Darwin, y en su tiempo no le sirvió de mu- cho. Determinista fue Freud, y fue tan repudiado y criticado como adorado. Determinista fue Marx, y luego algunos quisieron determi- nar que sus determinaciones fueran las determinantes, con lo que lo desmarxizaron. Siempre que hay determinismo hay incompren- sión, pero cuando no lo hay la incomprensión es todavía mayor. Claro que el problema nunca fue el determinismo. El problema fue siempre el prejuicio, la incomprensión, el dogmatismo, los intere- ses (de clase en última instancia). A pesar de todos los pesares, el determinismo, no es más que “una doctrina filosófica según la cual todos los acontecimientos del universo, y en particular las acciones humanas, están ligados de manera tal que siendo las cosas lo que son en un momento cualquiera del tiempo, no haya para cada uno de los momentos anteriores o MANUEL CALVIÑO28 ulteriores, más que un estado y solo uno que sea compatible con el primero”.13 Obsérvese que se habla de estados anteriores y ulterio- res. La precedencia y la consecuencia. Esto supone el reconocimiento de las relaciones causa-efecto. Todo lo que acontece tiene una cau- sa, nada ocurre fuera del sistema de determinaciones múltiples en que existe. “Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón es- condida en cada gesto” —dice Joan Manuel Serrat—. Por eso, sigo con el artífice de las pequeñas cosas “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Siempre he pensado que la diferencia fundamental entre causalidad y casualidad reside en el lugar de la “u”. Lo casual no está carente de causa. Las causas de algo no pocas veces son casuales. La subjetividad esta “determinada”. Pero ¿determinada por qué? Respuesta rápida y contundente: por la sociedad, por la cultura, por sus instituciones y también por la biología, la biología humana, esa biología que es también social. Sobre todo por algo que llamaría “unidad interactiva de cultura, familia y educación”: me refiero a “la experiencia”. La experiencia entendida no tanto como lo que su- cede, sino como el modo en que se comprende y graba lo que suce- de dando origen a ciertas representaciones, explicaciones, criterios que rigen el comportamiento ulterior de las personas. Hoy algu- nos le llaman “paradigmas personales”. En realidad son “paradig- mas socioculturales asimilados personalmente”, subjetivizados por la conciencia personal. Por lo que son una construcción social y personal. Imagínense hasta dónde Luria, investigador ruso, realizó un con- junto de investigaciones en la Siberia. Entre las tareas para enten- der el pensamiento había una en la que les decía a las personas: “Todos los osos polares son blancos. Ayer en el bosque aledaño a la aldea se vio un oso polar. ¿De qué color era?”. Y ¿qué creen que le respondían muchas personas? ¿Blanco? Pues se equivocan. Muchas personas le decían: “carmelita”. Y cuando se intentaba llamar la atención sobre su “error lógico” decían: “Yo vivo aquí hace más de 13 A. Lalande: Vocabulario técnico y crítico de la Filosofía, 1953, p. 298. 29Les presento a Psicología... 70 años y nunca se ha visto en esta zona un oso blanco. Todos son carmelitas”. Por si acaso alguien duda de esto les pongo una tarea más senci- lla, pero que de algún modo expresa algo similar (obviamente si no la conocen). Después de observar la figura por un minuto, intente unir los nueve puntos con solo cuatro líneas rectas sin levantar el lápiz. La respuesta más común —diría la de todos, la mayoría, los que no conocen la tarea— es buscar la solución tomando como referen- cia el hecho de que estamos delante de un cuadrado. Por esta ra- zón, las respuestas se buscan dentro del cuadrado. El cuadrado es un “paradigma sociocultural personalizado”.Nos enseñaron a per- cibirlo y luego en la escuela nos dijeron que es una figura geométrica con determinadas características. La figura del cuadrado es tan fuer- te en nosotros que nos cuesta trabajo deshacernos de ella incluso cuando lo necesitamos. Precisamente en esta tarea el asunto es que, para poder cumplir la tarea, hay que “dejar de ser cuadrado”, hay que dejar de pensar MANUEL CALVIÑO30 en cuadrado. Pero esto es muy difícil, porque desde pequeño nos vinculamos al cuadrado (la solución está al finalizar el artículo). Nuestra percepción, nuestro pensamiento, tienen una clara deter- minación cultural, social e histórica. Y también nuestras emociones. Nuestro modo de amar hoy, nuestros sentimientos, no son como los de las personas del siglo XIX, en algunas cosas pueden obviamente parecerse, pero son distintos. Yo escucho canciones de Silvio Rodrí- guez, Pablo Milanés y otros trovadores que emergieron en la déca- da de los sesentas, canciones escritas apenas hace treinta, treinta y cinco años (créanme que eso no es mucho), canciones en las que se hablan de angustias, tabúes y casi “traumatismos” de la libido, que cantadas hoy no tienen mucho que ver con la vida cotidiana de las personas jóvenes. Los contenidos de nuestra subjetividad, los modos de realizarla, etc. me atrevería a decir, otra vez metafóricamente, nos son alimenta- dos por el pecho materno, confabulados con los amigos y parientes desde la infancia, compartidos en la adolescencia y definitivamente asumidos en nuestra juventud. Y es la cultura, en su acepción más general, quien “nos hace”. Martí lo decía claramente: “Ser cultos para ser libres”, ser cultos (soberanos de nuestra cultura) es el úni- co modo de ser nosotros mismos. Pero creo que sería bueno precisar un poco más algunos aspec- tos. ¿Qué es en definitiva “lo psicológico”? Ya sabemos que es algo que tiene que ver con la subjetividad. Obviamente lo psicológico es lo que pertenece o se instituye desde la psique, lo psíquico. Pero ¿qué es la psique?, ¿qué es lo psíquico? Y más adelante: ¿Qué es lo subjetivo psicológico? Y para confirmar nuestra convicción materia- lista y dialéctica: ¿de dónde nace y cómo existe objetivamente? No se asusten, pero les digo que si tuviera una respuesta total y exacta para esto me sentiría mucho más tranquilo, aunque probablemente menos interesado y motivado por los retos de mi especialidad. Es más, debo confesar que en mi más íntima apreciación considero que si pudiera responder con exactitud a las cuestiones antes formuladas la psicología perdería uno de sus encantos fundamentales. Otro ruso, a quien no conocí porque falleció unos 45 años antes de que yo llegara a Moscú, me refiero a Lev Semionovich Vygotsky, 31Les presento a Psicología... intentando expresar la peculiaridad emergente de lo psicológico, lo subjetivo y lo psíquico, hacía una analogía interesante. Entramos en una sala de cine, tenemos ausencia casi total de luz, una pantalla blanca, un proyector con un emisor de luz, una pelícu- la impregnada de ciertas peculiaridades físicas y químicas, y de pron- to vemos un filme. ¿Es posible explicar lo que vemos por alguna de las características antes mencionadas, o por su sumatoria, o por alguna fórmula que balancee intensidades de influencia de cada posible (conocido o desconocido) elemento? La respuesta es desde y para siempre, no. La peculiaridad, como rasgo distintivo de la psicología humana se resiste a toda heurística al menos convencio- nal. Visto así, no hablamos de un fenómeno dimensionado por los números, la exactitud, la precisión, sino de algo que tiene que ver con la magia de lo probable, con el misterio de lo natural, quien sabe si con “lo real maravilloso” al decir de Alejo Carpentier. Lo psicológico es algo que emerge. En una bastante tonta pelícu- la que vi hace ya algunos años (me perdonan por las imprecisiones de la memoria. Mi disco duro ya tiene algunos sectores defectuosos y mi memoria no supera los 128 megas de ram), un submarino con personas a bordo viajaba por el interior del cuerpo humano. Al llegar al cerebro los tripulantes observaban como unos rayos de luz, y alguien al preguntar qué era aquello, uno de los presentes con clara imagen de “ruso malo” (típico estereotipo inventado por los americanos en la época de la guerra fría contra la infelizmente extinta Unión Soviética) decía: “Son las ideas”. Vaya representación ingenua y superficial. Todavía hay quienes creen que así como el hígado segrega la bilis, el cerebro humano “segrega las ideas”. Una cosa es decir que sin cerebro humano no hay fenómenos, procesos, cualidades psicológicas, y otra es decir que éstas están inscritas en aquél. Fíjense en algunos datos elementales, pero inte- resantes. La imagen retiniana de un objeto es miles, millones de veces menor que la imagen psicológica. Si nos guiáramos por la primera nuestra relación con la realidad fuera un desastre (o tende- ríamos a minimizarlo todo). En un sentido similar, cada vez que alejamos un objeto de nosotros la imagen retiniana cambia, sin embargo dentro de ciertos límites, la representación psicológica se MANUEL CALVIÑO32 mantiene igual. Si tomamos H2 y luego tomamos O2 les aseguro que nos quedamos con sed. El agua es algo más que H2 más O2. El todo emerge de las partes, no puede existir sin ellas, pero las tras- ciende. Es otra cosa. Los invito a la siguiente experiencia. Lean lo más rápido que puedan el siguiente texto. Xl txclado dx mi antigua máquina dx xscribir xstá algo vixjo pxro funciona muy bixn xcxptuando una sola txcla dx una lxtra. Ustxd podría pxnsar qux con todas las otras txclas funcionando adxcuadamxntx una sola lxtra fuxra dx sxrvicio no sx hacx dx notar. Pxro lo cixrto xs qux una sola txcla fuxra dx sxrvicio arrixsga todo xl xsfuxrzo. Tambixn ustxd podría dxcirsx a sí mismo: “Buxno nadix notará nada si doy o no lo mxjor dx mí”. Pxro sx xquivoca lamxntablxmxntx porqux lo cixrto xs qux hay una difxrxncia ya qux para qux un grupo dx pxrsonas funcionx bien sx nxcxsita la participación activa dx todos y sus dxsxos dx hacxr bixn las cosas qux sx proponxn Así qux la próxima vxz qux ustxd crxa qux no xs importantx acuxrdxsx dx mi vixja máquina dx xscribir. ¿Qué les pareció? Al principio seguramente les costó trabajo: todo elemento, por insignificante que parezca es muy importante. Luego cuando percibieron la relación entre un elemento y otro (entre la “x” y la “e”) entonces pudieron leer más rápidamente. Las partes son fundamentales, muy importantes, pero no hacen al todo. La lectura del texto emerge, incluso de “la insuficiencia” de sus partes. Algunos especialistas en ciencias naturales y exactas nos hacen preguntas para las que los psicólogos, y en general los especialistas en ciencias sociales y humanas, no tenemos respuestas. Las ciencias naturales están llenas de exactitud (¿...?). Si usted suma 1+1 siem- pre será 2 (al menos en condiciones TPN: temperatura y presión normal —esto lo aprendí con mis profesores del Pre del Vedado, gracias—). No importa si llueve o no, si el que responde es alemán o egipcio. Pero nosotros tenemos que ver con otro tipo de fenómeno. 33Les presento a Psicología... Tengo dos sobrinas que son jimaguas, Karla y Loipa. Son excelen- tes estudiantes. Ambas se prepararon para entrar en la Lenin. Todo estaba a favor de las dos, pero para Karla, especialmente, la situación era más favorable: tenía mejor promedio, más estudiosa (si es que se puede decir “más” porque ambas son “pegonas”), era ella quien ayudaba a la otra en situaciones complicadas. En fin, ya todos da- ban por seguro que Karla entraba y la lucha era para que Loipa también lo lograra. Pero resultó lo contrario. Loipa entró en la Lenin y Karla en “Comandancia” (que por cierto en mi opinión es buena escuela, nada especial que envidiarle a la Lenin) ¿Qué pasó? Podría- mos decir: “las cosas de la vida”. Bueno, pues la psicología tiene que vérselas con esas “cosas de la vida”, pero obsérvese que muchas veces son impredecibles. Porque lo psicológico es un emergente: “quenace, sale y tiene origen en otra cosa” (dice mi Enciclopédico Cosmos). Sigamos avanzando. ¿Cómo llegar a entender lo psicológico? Co- mo siempre pasa con todos los fenómenos subjetivos, ellos no pue- den ser estudiados sino es objetivamente, por sus repercusiones o modo de manifestación. Supongamos que vamos a estudiar el amor (la psicología estudia el amor, las relaciones amorosas entre las per- sonas, el curso y los recursos del amor, etc.). Bien, alguien nos dice que nos ama. ¿Cómo podemos saberlo? Solo si hace algo. Los mari- dos “inexpertos” se quedan sin entender cuando la esposa le dice: “Tú no me amas”. Sienten en esto una profunda injusticia. En la consulta me dicen: “Profe, yo la amo como ella no se puede imagi- nar”. Y yo les digo: “Ahí está el problema. Ella no quiere tener que imaginárselo, ella quiere sentirlo, quiere “verlo” (ojos que no ven, corazón que no siente), quiere darse cuenta por lo que tú haces”. La psicología entonces estudia el comportamiento, es el com- portamiento el modo real y concreto de existencia de la subjetivi- dad. Y por cierto, comportamiento no es solo lo que el hombre hace, sino también lo que no hace. El comportamiento no es un lenguaje directo, es por el contrario, un lenguaje multimodal y el psicólogo ha de descubrir lo que significa en cada caso. Un esposo de ley llega por primera vez un poco tarde a su casa: a la salida del trabajo se encontró con unos amigos de la infancia y MANUEL CALVIÑO34 se sentó un rato con ellos a conversar, a “echarse unos lagers” (¿por qué hay quienes creen que eso es cubanía?). Entra en la casa y se encuentra a su esposa balanceándose “agitadamente” en el sillón. Él se acerca y le da un beso, pero ella ni se mueve, es decir, sigue en su frenético balanceo. Mientras se traslada al cuarto a cambiarse de ropa le cuenta a su esposa lo sucedido, pero ella no emite sonido alguno. Entonces regresa a la sala, mira con cara de extrañado a su esposa y le pregunta: “Eh, ¿y a ti qué te pasa?” Y qué creen ustedes que ella responde: “¿A mí? A mí no me pasa nada”... Ahora pregunto yo: ¿Ese nada significa nada? Seguramente que no. Ese nada significa todo. Una vez más la psicología empeñada en hacer ciencia en las difíciles condiciones de un objeto de estudio que no es un objeto, sino un sujeto: sujeto de su vida, sujeto a sus condiciones, sujeto individual y colectivo, con necesidades y deseos, con dudas y certezas. Por si esto fuera poco, aparece el problema de los determinantes del comportamiento. Somos iguales y somos distintos, distintos in- cluso a nosotros mismos (obviamente me refiero a diferentes mo- mentos de nuestra vida). Todos somos cubanos, pero no todos nos comportamos del mismo modo. Conocí una familia en mi natal Cayo Hueso que estaba compuesta por varios hermanos. Todos eran an- tisociales, todos menos uno. Criados por los mismos madre y pa- dre, en el mismo barrio, hijos de la misma madre y el mismo padre: iguales, pero... distintos. Si bien inicialmente somos “esclavos” de nuestras determinaciones, poco a poco nos podemos (nos vamos) liberando de ellas. Asumimos nuestra vida. Aumento ahora los parámetros de mi tesis central: lo subjetivo, la subjetividad, lo psicológico, es un producto social, un producto de la cultura y de la educación, de las influencias familiares y gru- pales, pero a estas se suman las decisiones. Creo que Sartre decía: “Somos lo que seamos capaces de hacer con lo que han hecho de nosotros”. Y por cierto, en mi representación, aquí hay una función básica que puede cumplir el psicólogo u otro profesional con la ayuda de la psicología: podemos ayudar a las personas a hacer algo con lo que han hecho de ellas. No existe el fatalismo determinista en la construcción en la constitución de la subjetividad. 35Les presento a Psicología... Lean este interesante texto “La vida es una constante elección” que me encontré navegando por el “ciberespacio”. Lucas era el tipo de persona que siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba cómo le iba, él respondía: —Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo. Este modo de ser me causó mucha curiosidad, así que un día fui a buscar a Lucas y le pregunté: —No te entiendo... no es posible ser una persona positiva todo el tiempo. ¿Cómo lo haces? Lucas respondió: —Cada mañana me despierto y me digo a mí mismo, Lucas, hoy tienes dos opciones, puedes escoger entre estar de buen humor o estar de mal humor, entonces escojo estar de buen hu- mor. Cada vez que sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de lo que me ha sucedido: escojo aprender. —Sí, claro, pero no es tan fácil —protesté. —Sí lo es —dijo Lucas—. Todo en la vida es hacer eleccio- nes. Cada situación es una posibilidad de elegir. Se elige cómo reaccionar a cada situación, se elige cómo la gente afectará nuestro estado de ánimo. Se elige estar de buen humor o de mal humor. En resumen: se elige cómo vivir la vida. El tiempo pasó. Lucas y yo perdimos contacto, pero con frecuencia pensaba en él. Un día me enteré que a Lucas le había sucedido algo terrible: fue asaltado por tres ladrones muy jóvenes que bajo la presión y el nerviosismo le dispara- ron. Con mucha suerte, Lucas fue llevado de emergencia a un hospital. Me encontré con él seis meses después de salir del hospital y cuando le pregunté cómo estaba, me respondió: —Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo. Le pregunté qué pasó por su mente durante lo sucedido. Me dijo: —Cuando estaba herido y tirado en el piso recordé que te- nía dos opciones: podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí MANUEL CALVIÑO36 vivir. Los médicos fueron geniales —continuó su relato—. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones del rostro de médi- cos y enfermeras, realmente me asusté... podía leer en sus ojos: es hombre muerto. Supe entonces que debía tomar una decisión. —¿Qué hiciste? —le pregunté. —Bueno... uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grité: sí, a las balas. Mientras reían les dije: estoy escogiendo vivir... opérenme como si estuviera vivo, no muerto. Lucas vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Y yo aprendí que cada día tenemos la elección de vivir plenamente. La actitud. “Sólo se frustran aquellos que dejan de ver la parte positiva de su existencia”. Veamos esto un poco más de cerca. “Nosotros somos nuestra realidad”, ésta es una tesis básica. La aprendí con Marx, la traduje a la psicología con Wallon y las Escuelas Soviéticas y la veo todos los días cuando salgo a la calle. Podemos decir que “somos nuestros escenarios traspuestos y traducidos” o “somos ellos asimilados por medio de la actividad, de la comunicación, de la educación. Ellos son la forma externa y primaria de lo que será nuestra subjetividad. De otra parte “no somos ellos”, somos “sujetos de sus influen- cias” o “sus constructores o destructores”, somos los que nos adap- tamos activa o pasivamente, o los que no nos adaptamos, somos “los interactuantes de múltiples influjos”. Los escenarios que con- forman nuestra subjetividad histórica ancestral, no tienen sino “cura” o “potenciación”. Los que colman nuestra vida, los que nos convo- can a retos y desánimos, a proezas y desganos, en fin a vivir, son los que tenemos que: saber enfrentar, dominar, domesticar, resol- ver, soportar, etcétera. Entonces, desde aquí no hay cómo no estar de acuerdo en que los entornos pueden actuar como facilitadores o entorpecedores de la aparición, afianzamiento, desaparición o desarrollo del compor- tamiento de un ser humano. Y esto es algo que todos conocemos 37Les presento a Psicología... perfectamente. Sean éstos, en una segmentación de unidades dis- cretas, los escenarios comunitarios, los familiares o los institucionales laborales, ellos, los escenarios, los entornos, nos permiten o no, nos convocan o no, nos resguardan o no, “nos casi todo” o “nos casi nada”. El carácter de estasrelaciones no es unidireccional, ya sabe- mos, en ninguno de los niveles de estructuración. Pensemos a nivel de las condiciones macrosociales de vida, los hombres excepcionales que nacen en sistemas sociales lejanos a la excepcionalidad, hombres virtuosos nacidos en sociedades de es- casa virtud, hombres enteros nacidos en sociedades fracturadas. El que una condición facilite ciertos tipos de comportamiento no signi- fica que ineluctablemente se realicen. En algunos sectores de nues- tro país, algunos “destrabajadores” justifican sus delictivas apro- piaciones de lo que no les pertenece por “la difícil situación que se vive”. Ni el descontrol ni la desorganización, ni las necesidades son ra- zón suficiente para el robo (hoy equívocamente nominalizado por algunos en asociación a la palabra “lucha”). Todos estamos luchan- do, pero no todos están robando. La inmensa mayoría lucha junto a sus convicciones y esperanzas, refuerza las positividades de la existencia, las robustece y lucha por desarticular definitivamente el desamor. De modo que los escenarios y los actores que los conforman, in- cluidas las instituciones, favorecen o entorpecen, agilizan o dilatan, esclarecen u ocultan el conjunto de condiciones que interactúan sobre un ser humano, individuo que a su vez no es un ente pasivo en la recepción de dichas influencias, sino que las filtra, las consume, las rechaza, las combate, y por encima de ellas es hecho y se hace en el transcurso mismo de su vida. El punto de partida está en ese arsenal ante nosotros y que ávi- damente primero, con placer aunque sin saberlo, y luego sin saber- lo muy bien pero con la adición del deseo, vamos recibiendo, me- jor digo receptando, mejor aún construyendo y conveniando desde y con el otro. Arsenal complejo ése en el que nos adentramos vi- talmente, porque incluye a lo real y a lo ficticio, a lo bueno y a lo malo. Allí están la honestidad y la mentira, la solidaridad y la MANUEL CALVIÑO38 envidia, la constancia y la pereza, el amor y el desamor. Los volú- menes obviamente varían. Pero nadie nace y vive en un artefacto esterilizado. Más allá de las polémicas, podemos afirmar sin el más mínimo temor a la vergüenza del error elemental, que sin una buena familia se puede ser bueno, pero con una buena familia es más probable serlo. Sin un buen grupo primario de referencia se logra llegar a ser virtuoso, pero quien nace rodeado de virtud propende más regular- mente a ella. En una familia proactiva, creativa, ejemplificante se logra mejor el desarrollo armonioso y plural que en una coercitiva y dictatorial, o en una desinteresada y disfuncional a pesar de que, aisladamente, también en éstas puede nacer la luz e iluminar el sen- dero del cambio. Una de las claves posiblemente esté en ese hecho tan clarifica- dor en la vida de los seres humanos y que podemos llamar “la si- tuación humana”. Conjunción de lo que hacen de y con nosotros y lo que hacemos desde y con nosotros. Unidad contradictoria de lo de- seado, lo intentado y lo evaluado, pero también de lo debido, lo comprometido, lo aceptado, lo permitido. Situación además demar- cada en la escala axiológica de nuestros valores. Ahora la psicolo- gía se toca con algo de suma importancia para el ser humano y para la sociedad. A esta altura se hace necesario integrar en esta repre- sentación de la subjetividad y de la ciencia que se estructura desde ella, la estructura valorativa psicosocial del ser humano. El inevita- ble tema de los valores. Lo psicológico en el ser humano es una formación subjetiva, una estructura funcional instituida histórica y culturalmente e instituyente a su vez de un patrón individual de comportamiento. Dicha forma- ción subjetiva actúa como “paradigma referativo” del comportamien- to vincular concreto y como estructura autovalorativa para la ubica- ción personal en el universo simbólico de las relaciones con las otras personas. Es un contenido mental que regula el comportamiento de las personas en las diversas situaciones de su vida. Pero es también la puesta en acción de los juicios de apreciación acerca de los actos intencionales o comportamientos con el fin de regularlos consciente o inconscientemente. No me refiero solamente a los juicios de valor 39Les presento a Psicología... que se hacen sobre la conducta sino, sobre todo, a los modos pro- bables y reales de comportarse en situación. Y aquí no puedo dejar de llamar la atención sobre algo esencial. Los profesionales de las ciencias sociales, los psicólogos también encauzamos nuestra práctica profesional desde una subjetividad, nues- tra subjetividad. Nuestros modos de ver la realidad, nuestras actitu- des de principio, nuestra cosmovisión, nuestra ideología, dan una orientación específica a nuestro trabajo. Desde el “a qué nos vamos a dedicar” hasta “cómo nos vamos a dedicar”. Nuestra visión para- digmática del ser humano, nuestra vocación ética, marcan notoria- mente nuestra praxis profesional. Los “hipermetodólogos” de las ciencias podrían ver en tal afirmación un “pecado sin perdón”. Yo coincido con Galeano cuando en su Libro de los Abrazos es- cribe: “Los que hacen de la objetividad una religión, mienten. Ellos no quieren ser objetivos, mentira: quieren ser objetos, para salvar- se del dolor humano”. La objetividad no está en la ausencia de actitud ante los fenómenos, entre otras cuestiones porque la ausen- cia de actitud es de suyo una actitud. Repito, la objetividad está en la praxis humana. Entonces la psicología, al menos como intentamos desarrollarla aquí en nuestro país, convoca a una visión positiva del hombre. Una visión que no desconoce las zonas oscuras y hasta tortuosas del comportamiento humano, pero que las proyecta en una intención de cambio, de mejoramiento. Una visión de confianza en la capaci- dad humana para el bienestar. Todo ser humano es esencialmente humano, por lo que es merecedor de respeto y consideración. Los psicólogos somos luchadores por el bienestar humano y no se llega al bienestar desde una visión nihilista, negativista, destructiva del ser humano. Un texto más para que reflexionen: “Asamblea en la carpintería”. Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Una reunión de herramientas para arreglar sus dife- rencias. Inicialmente, el martillo ejerció la presidencia. Pero la Asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? “¡Tú haces mucho ruido!; y además te pasas el tiempo golpeando”. MANUEL CALVIÑO40 El martillo aceptó su culpa, pero pidió que fuera expulsado de la Asamblea el tornillo. El martillo dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tor- nillo también aceptó su salida, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Subrayó que, “es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones con los demás”. La lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, porque siempre se la pasaba midiendo a los demás según su criterio, como si fuera perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Tomó un trozo de madera y comenzó a utilizar el mar- tillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando la carpintería se quedó nuevamente sola, la Asam- blea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que dejemos de pensar en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”. La Asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, que el tornillo unía y daba consistencia, que la lija era espe- cial para afinar y limar las asperezas y todos observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un “equipo” capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán. Cuando se buscanlos defectos de los demás, las situaciones se vuelven tensas y negativas. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuer- tes de cada cual, nace la posibilidad de que florezcan los me- jores logros humanos. Que no sea el olvido responsable de una omisión que no de- bemos permitirnos en una presentación de la Psicología: ¿Este uni- verso complejo marcado por la subjetividad es susceptible de ser 41Les presento a Psicología... estudiado científicamente? Ahora lo digo del modo en que ha apa- recido este cuestionamiento casi desde su advenimiento mismo como disciplina independiente: ¿es la Psicología una ciencia? Ten- dríamos para rato en este análisis. Una mirada a la historia de la psicología nos deja ver con clari- dad que entre sus marcas fundamentales está “su deseo” invetera- do de llegar a ser una ciencia (en realidad, obviamente, el deseo de generaciones y generaciones de psicólogos de que la Psicología sea una Ciencia). Una Ciencia con “mayúscula”, una Ciencia “de ver- dad”. Como la Física, la Matemática. No es incomprensible, sobre todo si consideramos que en la época en que se gestaba la “nueva ciencia” los paradigmas dominantes de ciencia a alcanzar eran la físi- ca y la astronomía de los siglos XVII al XIX. Las ciencias de “mirar de mí para afuera” como modelos constructivos de una ciencia para “mirar de mí hacia adentro”. Si alguien lo duda recordemos lo que a todas luces podría ser catalogado de catacresis: La introspección experimental, método diseñado por Wundt para estudiar “la expe- riencia subjetiva”. No dudo que exista una historia no contada y que algún día saldrá a la luz acerca de las determinaciones personales de tal em- peño: prestigio, beneficios económicos, rango, consideración aca- démica, oportunidades de ascender a puestos mejores, etcétera. La historia de la psicología comparte con todas las historias haber sido hecha por hombres: [...] son los mismos hombres los que hacen la historia [...] dentro de un medio dado que los condiciona, y a base de las relaciones efectivas con que se encuentran, entre las cuales las decisivas, en última instancia, y las que nos dan el único hilo de engarce que puede servirnos para entender los acontecimientos son las económi- cas [...] Los hombres hacen ellos mismos su historia [...] cuanto mas alejado esté de lo económico el campo concreto que investiga- mos y más se acerque a lo ideológico puramente abstracto, más casualidades advertiremos en su desarrollo, más zigzagueos pre- sentará la curva. Pero si traza usted el eje medio de la curva, verá, que cuanto más largo sea el período en cuestión y más extenso el MANUEL CALVIÑO42 campo que se estudia, más paralelamente discurre este eje al eje del desarrollo económico14. Pero la duda y la comprensión de las macrodeterminaciones del comportamiento humano, las de “última instancia”, no me ciegan. Reconozco el buen empeño de aquellos que luchaban porque se reconociera el rango de ciencia de nuestra disciplina. El agarre fundamental fue “el método”. El carácter de ciencia de un cuerpo de conocimientos organizados y coherentes es, a la usan- za de la época, el método por el cual dichos conocimientos son obtenidos. Y si hablamos de hace algo más de cien años, entonces no hay duda que hablamos de método experimental y cuantitativo. Así durante todo este tiempo desde su “inscripción extraoficial en el registro de nacimientos”, las discusiones sobre el método cientí- fico han girado alrededor del papel de los conceptos a priori, de la matematización del conocimiento científico, del papel crucial de los experimentos y de los criterios para escoger entre diferentes hi- pótesis o teorías (la generación de psicólogos que estudio con el Crombach, el Annastasi y el Scott-Werthemer lo sabe por experien- cia propia). No voy a entrar en una discusión con el pasado acerca de la le- gitimidad del camino tomado. En todo caso tendría que aceptar que se logró consenso (no unanimidad, pero lo prefiero: la unanimidad me llama a sospecha). Pero, una vez más, fue Politzer quién me tra- dujo en palabras una contradicción sentida como psicólogo: “La des- gracia del psicólogo es que nunca está seguro de hacer ciencia y cuando la hace nunca está seguro de que ésta sea psicología”. Yo, en realidad sí estaba seguro, y lo estoy, de hacer ciencia. Solo que hay que redefinir qué se entiende por ciencia, y esto es un reto. De hecho, para que no piensen que es “algo personal”, un desta- cado epistemólogo, Rosenblueth, reconoce que aunque parezca pa- radójico, la mayoría de las personas que se dedican a la investigación científica y que contribuyen al desarrollo y progreso de la disciplina 14 F. Engels: Carta a W. Borgius, Londres, 25 de enero de 1894. 43Les presento a Psicología... que cultivan, no podrían formular con precisión su concepto de lo que es la ciencia, ni fijar los propósitos que persiguen, ni detallar los métodos que emplean en sus estudios ni justificar estos métodos.15 Las definiciones, en el universo conceptual y en el relacional, son procesos. No se es una ciencia y empieza a hacerse. La definición del carácter de ciencia es construida históricamente y es, ha de ser, un proceso de construcción y deconstrucción. Es difícil no estar de acuerdo en que si bien en otros tiempos era posible hablar de un método científico, actualmente el campo total de la ciencia es tan complejo y heterogéneo que ya no es posible identificar uno como el método que sea común a todas ellas y que marque su carácter de ciencia. Tenemos razones suficientes para pensar que al ubicarnos en el extenso y multifacético campo de la psicología no es posible hablar de un método científico de ésta, lo que equivale a decir que no es posible hablar de un modo científico de ser (hacer y pensar) la psi- cología. Su carácter científico no es reductible a un paradigma com- prensivo “monógamo” de lo que es una ciencia. Pero más allá de las necesarias discusiones epistemológicas que- dan para mí tres ideas fundamentales que no podemos perder de vista. La primera, que el carácter científico de una disciplina no se resuelve, no se realiza, en sí misma. Tampoco en sus “familiares” (las otras ciencias). El habla de los loros, por parecer humana no es humana. El comportamiento de los monos por parecerse al de los hombres (sobre todo al de algunos hombres) no es humano. El ca- rácter de ciencia de la psicología no es tal porque ésta se “parezca” a “las ciencias”. El método, entendido clásicamente, no hace a la ciencia. En el mejor de los casos es una de las formas en que tradu- ce su “cientificidad”. Lo que define el carácter de ciencia, y aquí una vez más me apego al marxismo, es la conformidad con la praxis histórica. En segundo lugar, el carácter de ciencia es variable por cuanto variable es el objeto (más bien los objetos) de las diferentes ciencias. 15 A. Rosenblueth: “El método científico”, La Prensa Mexicana, 1981. MANUEL CALVIÑO44 Quien intente montar bicicleta metiendo y sacando el embrague, poniendo velocidades y dando vueltas al timón, no llegará muy le- jos. Ciencia es ciencia para un universo de objetos. La ciencia de las ciencias no es ciencia de los objetos propios de cada ciencia, sino del mirar a los objetos. Por eso es “filosofía de las ciencias”. Pero lo más importante que debemos entender de esta “natural diversidad” del carácter de ser ciencia: si la adscripción a un méto- do o una definición de ciencia que conlleve estrictamente a ciertas formas de accionar suponen la ruptura del sentido del “objeto de estudio” de la ciencia, digamos ahora de la psicología, puede que lleguemos a demostrar cientificidad, pero al costo de perder la espe- cificidad de lo psicológico. No lo digo yo (solamente), lo dijo Einstein: “Es posible que todo pueda ser descrito científicamente pero no ten- dría sentido, es como si describieran a una sinfonía de Beethoven como una variación en las presiones de onda ¿Cómo describirías la sensación de un beso o el te quiero de un niño?” Junto a esto, no se puede perder de
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