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PSICOLOGÍA CRÍTICA Universidad Michoacana de san nicolás de hidalgo Raúl Cárdenas Navarro Rector Pedro Mata Vázquez Secretario General Orépani García Rodríguez Secretario Académico Silvia Hernández Capi Secretaria Administrativa Juan Carlos Gómez Revuelta Secretario Auxiliar Héctor Pérez Pintor Secretario de Difusión Cultural Rodrigo Gómez Monge Tesorero General Marco Antonio Landavazo Arias Coordinador de la Investigación Científica PSICOLOGÍA CRÍTICA definición, antecedentes, historia y actUalidad David Pavón-Cuéllar Universidad Michoacana de san nicolás de hidalgo editorial itaca Psicología crítica. Definición, antecedentes, historia y actualidad, David Pavón-Cuéllar Diseño de la cubierta: Efraín Herrera Revisión técnica: María Concepción Lizeth Capulín Arellano D.R. © 2019 David Pavón-Cuéllar D.R. © 2019 Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo isbn: 978-607-542-086-8 D.R. © 2019 David Moreno Soto Editorial Itaca Piraña 16, Colonia del Mar C.P. 13270, Ciudad de México tel. (55) 5840 5452 ed.itaca.mex@gmail.com itaca00@hotmail.com editorialitaca.com.mx isbn: 978-607-8651-09-2 Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico ÍNDICE Introducción. Explorando la psicología crítica 7 Definición mínima. Una relación crítica de la psicología consigo misma 11 Definición ampliada. Un posicionamiento político ante lo que se manifiesta en la psicología 13 Antecedentes filosóficos. La crítica trascendente de la psicología desde Aristóteles hasta Canguilhem 15 Antecedentes políticos. La crítica inmanente de la psicología desde las defensas de indios hasta el marxismo, el decolonialismo y el feminismo 21 La intervención vygotskiana. Contra la generalización, el idealismo, el empirismo y el eclecticismo 27 La intervención politzeriana. Contra la abstracción, el formalismo, la desparticularización, el realismo y la mitología 31 Del freudomarxismo a la psicología radical pasando por la Escuela de Fráncfort. La crítica de lo psicológico por su carácter idealista, regresivo, enajenante, manipulador, unidimensional, represivo, adaptativo, controlador, mercantilizador 35 Althusser y el althusserianismo. Alianzas del marxismo con el psicoanálisis en la crítica de la psicología por su carácter ideológico y pseudocientífico 41 De Michel Foucault a Nikolas Rose. Crítica de las funciones de la psicología en la disciplina, la regulación y la producción del individuo 45 Psicología crítica de Klaus Holzkamp. Falta de mundo y restricción de la capacidad de acción del sujeto en las corrientes psicológicas hegemónicas y convencionales 49 Paradigma posmoderno de la psicología social crítica. Socioconstruccionismo, posiciones relativistas y corrientes discursivas 51 La crisis del paradigma posmoderno. Retorno a la realidad y a la radicalidad 57 La trinchera latinoamericana. Psicología social comunitaria y psicología de la liberación 63 La psicología crítica de Ian Parker. Discursiva, marxista y lacaniana 67 Actualidad. Radicales, holzkampianos, posmodernos, liberacionistas y los demás 71 Radicalismo. La radicalidad a cambio de la estabilidad 72 Kritische Psychologie. La psicología en detrimento de la crítica 74 Posmodernismo tardío. Lo corporal-afectivo sin lo mundano-estructural 76 Comunitarios y liberacionistas. De lo contemplativo a lo comprometido 79 A partir de Parker. La confrontación política en lugar de la discusión apolítica 81 Posiciones críticas anticapitalistas. Marxismo, esquizoanálisis, liberacionismo 85 Posiciones críticas antirracistas y anticoloniales. Psicologías negra, africana, poscolonial y decolonial 89 Posiciones críticas anti-patriarcales y anti-normativas. Feminismo, lgbttti, queer 93 Conclusión. El sistema psicologizado 99 Bibliografía 103 7 introdUcción. explorando la psicología crítica En el presente libro se efectúa una veloz exploración de lo que se conoce actualmente como psicología crítica. Se trata de ofre- cer un texto que sirva simultáneamente como estudio introduc- torio, esbozo analítico, recorrido histórico, visión panorámica y mapa orientador para los interesados en el tema. Lo que se busca es dar una imagen global y asequible con la que pueda aprehenderse algo tan difuso y evasivo como lo es la psicología crítica. Traicionando así en cierto modo lo que se representa, se ha favorecido la claridad y la simplicidad a costa de la exactitud y la exhaustividad. Es mucho lo que falta y lo que se expone quizás de manera demasiado expeditiva, esquemática, simpli- ficadora y superficial. Aunque limitada, la visión que se ofrece pretende incluir a los más influyentes exponentes y las más importantes corrien- tes de la psicología crítica. Asimismo se intenta englobar en- foques ubicados en sus márgenes así como sus antecedentes, orígenes y primeros desarrollos, algunos de ellos ya olvidados hoy en día. Si hay cabida para todo esto es porque la psicología crítica se entiende aquí en un sentido bastante amplio, como cualquier cuestionamiento de la disciplina que parte de ella misma, y no en los diferentes sentidos estrictos que adquiere al identificarse ya con su nombre hacia la segunda mitad del siglo xx. Incluso cuando se le da un sentido menos amplio que el que aquí tiene, la psicología crítica ocupa un territorio demasiado extenso, diverso, denso y accidentado que no es fácil visitar sin descaminarse ni extraviarse. Para mantener el rumbo, se ha recurrido a cuatro métodos en anteriores introducciones y pre- sentaciones globales. Uno de tipo enciclopédico intenta mapear fielmente y escudriñar minuciosamente la topografía del terri- torio con sus múltiples temas, enfoques, autores y regiones, lo que da lugar a voluminosos textos colectivos caracterizados por la pluralidad y la exhaustividad pero también por la falta de 8 psicología crítica unidad (v. g., Dafermos et al., 2013; Teo, 2014; Parker, 2015a). El segundo, de tipo sistemático, es el que ordena lo visitado se- gún la trama lógica de lo que se argumenta, lo que se acomoda mejor con textos de un solo autor (v. g., Tuffin, 2004; Parker, 2007). El tercer método, mixto, combina los dos anteriores, por lo general empezando por el primero, el más expositivo, para terminar por el segundo, el más argumentativo (v. g., Parker, 1999a; Hepburn, 2003; Gough, McFadden y McDonald, 2013; Teo, 2015). La última forma de proceder, la menos ambiciosa y la más común en obras colectivas, es la muestral o selectiva, la que sólo incluye algunas corrientes o temáticas, las toma como una selección o como una muestra más o menos representativa y hace abstracción de todo lo demás (v. g., Fox y Prilleltensky, 1997; Romero y Álvaro, 2006; Ovejero y Ramos, 2011; Rodrí- guez, 2016). Los cuatro métodos que se han empleado tienen sin duda ciertas deficiencias, pero son los más viables y los menos proble- máticos. No es por casualidad que hayan sido los elegidos hasta ahora. Si aquí no se procederá de la misma forma será simple- mente porque no se desea repetir lo que ya se ha hecho de ma- nera inmejorable y porque se tiene la convicción de que hay que aventurarse por otros caminos. Es tan sólo por esto por lo que se optará por una ruta histórico-narrativa que no tiene preceden- tes, quizás con la excepción de un texto clásico de Thomas Teo (2005), el cual, sin embargo, está más centrado en la crítica de la psicología que en la psicología crítica propiamente dicha. El camino que aquí se tomará, bastante arriesgado aunque sin duda prometedor, explora los grandes momentos y las gran- des tradiciones, orientaciones y posiciones de la psicología críti- ca. Explorarlas exigirá examinarlas por separado pero también compararlas y mostrar sus parentescos y relaciones recíprocas. Un problema es que tales tradiciones, orientaciones y posicio- nes se emparentan y relacionan de maneras demasiado com- plejas. Otro problema es que sus discursos parecen a veces incomparables y hasta inconmensurables entre sí. Un tercer problemaes que la existencia distinta de algunas de ellas re- sulta discutible. El cuarto problema es que dejan mucho en su exterior. Y hay otros problemas, desde luego, pero ninguno tan grave como para comprometer el valor de lo que aquí se ofrece. 9introducción ¿Qué se ofrece exactamente en las siguientes páginas? Des- pués de reflexionarse acerca de lo que es la psicología crítica, se reconstruye una historia de sus antecedentes en los dos campos de la especulación filosófica y de la discusión política. Se pre- sentan seguidamente algunos de los principales aportes de Lev Vygotsky y Georges Politzer, a quienes aquí se considera los fundadores de la psicología crítica, y de sus continuadores, en- tre los años veinte y los ochenta del siglo xx, en el movimiento freudomarxista, en la herencia de la Escuela de Fráncfort y en la corriente psicológica radical. Tras examinarse la huella del althusserianismo en críticos de la psicología como michel Pê- cheux, Didier Deleule, Carlos Sastre y Néstor Braunstein y sus colaboradores, se abordan tres grandes paradigmas de la psico- logía crítica y de la crítica de la psicología en el último cuarto del siglo xx: el foucaultiano de Richard Rose y otros autores, mayoritariamente británicos; el de la escuela de Holzkamp, en el ámbito alemán, y el posmoderno social-crítico socioconstruc- cionista, relativista y discursivo o colectivo, de Kenneth Gergen y otros psicólogos sociales situados mayoritariamente en países de habla inglesa y en Cataluña y México. El recorrido histórico termina con una valoración de la crisis del posmodernismo, crisis patente entre finales del siglo xx y principios del siglo xxi, y con una consideración de las dos alter- nativas realistas críticas juzgadas más importantes para el si- glo xxi: por un lado, en una trinchera latinoamericana, la psico- logía de la liberación y la psicología social comunitaria; por otro lado, en el ámbito británico, la psicología crítica de Ian Parker. En seguida, en un balance de la actualidad, se consideran las grandes orientaciones teóricas actuales en las que desembocan las tradiciones revisadas en el recorrido histórico. Por último, para mostrar la vigencia de la politización de la psicología crí- tica, se revisan brevemente algunas de sus principales posicio- nes antisistémicas: las anticapitalistas, las antirracistas, las anticoloniales, las antipatriarcales y las antinormativas. El presente libro se ha elaborado a partir de notas persona- les que el autor ha utilizado entre 2012 y 2018 para conferen- cias y cursos en diversas instituciones universitarias en México y en otros países, y especialmente para la impartición regular de la clase de “Psicología social crítica” en la Facultad de Psico- 10 psicología crítica logía de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. El recorrido histórico detalla y desarrolla lo que se publicará sintetizado como un solo capítulo, con el título de “Psicología crítica”, en la obra colectiva Campos de aplicación de la psico- logía, coordinado por Jorge Mario Flores Osorio. Algunos de los capítulos finales, dedicados al análisis de la actualidad, recogen y profundizan la conferencia magistral “Objetos y dilemas de la psicología social crítica” dictada por el autor en el Encuentro Nacional de Estudiantes de Psicología Social, el 9 de noviembre de 2018 en la Universidad Autónoma de Querétaro. 11 definición MíniMa. Una relación crítica de la psicología consigo MisMa Empecemos por aclarar que la psicología crítica no es ni una parte ni una rama de la disciplina psicológica. No es, como la epistemología o la metodología, un componente necesario de la disciplina. Tampoco es, como la psicología social o la educati- va, una especialidad académica y profesional. No es ni siquiera una orientación teórica particular como lo son el conductismo o el humanismo. A diferencia de psicólogos como los humanistas, los críticos no comparten una teoría y una terminología que les permitan unirse y discrepar de sus colegas al concebir y describir el psi- quismo de un cierto modo y no de otro. Los psicólogos críticos no tienen tampoco un objeto bien definido ni ocupan un cam- po de conocimiento bien delimitado en el que puedan hacer un trabajo colaborativo como el realizado por especialistas como los psicólogos educativos. Los psicólogos críticos también se dis- tinguen de otros colegas, como los metodólogos, al no cumplir funciones esenciales en la disciplina psicológica, la cual, admi- támoslo con sinceridad, podría funcionar perfectamente sin los psicólogos críticos. Sin ellos, de hecho, la disciplina funcionaría mejor. Es como si ellos no estuvieran ahí sino para estorbar y para molestar, para importunar al inconformarse con todo, al cuestionarlo y discutirlo todo. Eso que hacen los psicólogos críticos, ese cuestionar y discu- tir, nos puede ayudar en la elucidación de lo que es la psicología crítica. Digamos que es lo que se hace al cuestionar y discutir lo psicológico, al evaluarlo y problematizarlo, al interpelarlo e interrogarlo, al hacerle preguntas incómodas, al plantearle ob- jeciones y exigirle que se explique. Todo esto es la psicología crítica. Se trata de una actitud crítica ante la psicología, una simple actitud y no, insistamos, una especialidad ni una orien- tación teórica ni un componente necesario de la disciplina. 12 psicología crítica La psicología crítica, en otras palabras, no es un campo de la psicología, sino una posición ante ella, una forma crítica de re- lacionarse con ella, una relación con lo que ella es. Ahora bien, considerando que la psicología crítica no deja de ser ella mis- ma psicología, ¿por qué no definirla como una relación crítica de la psicología consigo misma? Esta definición mínima es co- rrecta y puede ser aceptada, pero no en un sentido absoluto y definitivo, pues al relacionarse críticamente con la disciplina la psicología crítica puede y suele llegar a distinguirse de ella, romper con ella, desertar. El ámbito psicológico tiende a ser desbordado y abandonado por la psicología crítica. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando un psicólogo crítico marxista cuestiona la psicología en térmi- nos puramente sociales por su carácter de clase en la sociedad capitalista. En este caso lo que tenemos es algo así como un cuestionamiento sociológico de la disciplina, un cuestionamien- to en el que puede ya no haber nada psicológico salvo lo cuestio- nado. Si este cuestionamiento sigue formando parte de la psi- cología crítica, no es porque sea psicológico en sí mismo, pues no lo es de ningún modo, sino simplemente porque brota en la psicología tan sólo para salir de ella, sacudirse de todo lo que es ella y así cuestionarla mejor. 13 definición aMpliada. Un posicionaMiento político ante lo qUe se Manifiesta en la psicología Si la psicología crítica no es una parte o rama de la disciplina psicológica, es también por su propensión a desprenderse de ella y situarse así en su exterior al relacionarse críticamente con su interior. Esta relación crítica, en realidad, no es tan sólo con el interior de la disciplina, sino con su exterior, con su contexto, con aquello en lo que se inserta y de lo que forma parte. No hay aquí ni siquiera una separación clara entre el exterior y el interior de la psicología. Tal separación está entre lo más cues- tionado por los psicólogos críticos, los cuales, al abordar crítica- mente la psicología, tienden a resituarla en todo aquello de lo que pretende apartarse y que la constituye por dentro, como la cultura, la historia, la economía, la sociedad y la política. Todo esto es también la disciplina psicológica. No es tan sólo que la psicología esté en el mundo cultural, his- tórico, económico, social y político, sino que este mundo está en la psicología, constituye todo lo que hay en ella y es lo que se mani- fiesta en lo que es ella, incluso en su pretendida separación con respecto a él. Podemos decir, por ejemplo, que esla misma socie- dad individualista la que se retrae y se abstrae de sí misma en el individualismo por el que se ve dominada la psicología moderna. Este individualismo es el de la sociedad burguesa. Criticarlo en la psicología nos exige criticarlo en el mundo social en el que se origina. Es por esto que la crítica del mundo resulta indisociable de la crítica de la disciplina psicológica (Jovanović, 2010). Los psicólogos críticos no conciben la psicología como algo diferente del mundo cultural, histórico, económico, social y po- lítico, sino como su manifestación: como algo en lo que se ma- nifiestan el orden patriarcal, las clases sociales, la civilización occidental grecorromana y judeocristiana, el colonialismo y el neocolonialismo, la época moderna, el sistema capitalista, la so- ciedad burguesa individualista, la organización disciplinaria, la ideología liberal y neoliberal. Todo esto constituye la psicología 14 psicología crítica y debe criticarse al criticar la psicología. No podría ser de otro modo, pues lo criticado tiene que ser también lo que hace que lo psicológico sea lo que es, lo cual, por cierto, se puede olfatear ya en las incómodas preguntas que los psicólogos críticos plantean a la psicología: ¿cuáles son los presupuestos ideológicos laten- tes de ciertos conceptos y teorías?, ¿cómo le sirve un psicólogo a los grupos dominantes?, ¿cuáles son los intereses y efectos sociales y económicos de cierta interpretación del psiquismo?, ¿cuáles son las implicaciones políticas de la opción por una in- terpretación y no por otra igualmente admisible?, ¿por qué y para qué pretenden generalizarse representaciones culturales e históricas específicas del ser humano, de su experiencia y del sentido que atribuye a su experiencia? Como se comprueba en las preguntas recién formuladas, la psicología crítica no sólo se relaciona críticamente con la disci- plina psicológica, sino con todo aquello que la constituye y que se manifiesta en ella: lo cultural e histórico, lo social y econó- mico, es decir el patriarcado, las clases sociales, el occidente, el colonialismo, el capitalismo y todo lo demás a lo que nos hemos referido. Esto explica en parte la politización de los psicólogos críticos, los cuales, al abordar críticamente la psicología, sue- len posicionarse también de modo crítico ante la totalidad que se manifiesta en ella (Parker, 2009a). Tal posicionamiento no puede no ser político aun cuando lo sea tan sólo de manera latente, discreta, moderada o indirecta. Sea como sea que se manifieste, la politización está generalmente ahí. Es algo que puede apreciarse en toda la historia de la psicología crítica, ya desde algunos de sus antecedentes, aunque no en todos, como lo veremos enseguida. 15 antecedentes filosóficos. la crítica trascendente de la psicología desde aristóteles hasta cangUilheM Puede uno retroceder varios siglos al rastrear los antecedentes más remotos de la psicología crítica en la civilización europea. Estos antecedentes parecen encontrarse en los clásicos griegos y en sus intentos de refutación de las concepciones del alma con las que no comulgaban. El caso más conocido es el de Aristóteles, quien en el primer libro del tratado Acerca del alma critica las doctrinas psicológicas de filósofos como Demócrito, Anaxágoras, Heráclito y principalmente Platón. La gran divergencia entre Platón y Aristóteles en el terreno de la psicología es la que se da entre el dualismo del primero, con su tajante separación entre el cuerpo y el alma, y el monis- mo del segundo por el que lo corporal y lo anímico, entendidos como la materia y la forma de lo humano, resultan inseparables entre sí. Como lo explica el propio Aristóteles al discrepar de Platón, la psique “es algo del cuerpo” y “no existe sin el cuerpo” (Aristóteles, -350: 81-82). Lo corporal y lo anímico son aquí dos aspectos de lo mismo. Esta perspectiva monista, que reaparece- rá en Spinoza y en Marx, excluye la abstracción constitutiva de la psicología, aquella por la que el psiquismo se abstrae de todo lo demás, de lo físico y de lo somático, del mundo y del cuerpo, como si fuera un objeto diferente por el que se justifica la exis- tencia de una ciencia de tal objeto. El rechazo aristotélico del dualismo sigue siendo vigente hoy en día, como se comprueba en los diversos intentos, tanto dentro como fuera de la psicología crítica, de reabsorber lo psí- quico en lo fisiológico-neurológico o en lo ideológico-socioeconó- mico. Se aprecia la misma vigencia en otros planteamientos de Aristóteles que derivan de su perspectiva monista. Por ejemplo, al cuestionar actualmente la creciente psicologización del ser humano podríamos reutilizar la importante puntualización de que no es el alma la que se indigna, se compadece, piensa o 16 psicología crítica aprende, sino que “es el hombre el que hace todo esto por medio de su alma” (Aristóteles, -350: 47). El cuestionamiento aristotélico de la psicología platónica es- tuvo en el centro de las discusiones en torno a la concepción del alma durante más de mil años, desde la Antigüedad hasta la Edad Moderna, pasando por la Edad Media. Estas discusiones tan sólo tomaron direcciones totalmente nuevas después del Renacimiento, en los siglos xvii y xviii. Tenemos entonces el mo- mento de auge de una crítica filosófica moderna de la psicología en la que se rompía con los cánones de las polémicas medieva- les y en la que sobresalieron grandes pensadores como Spinoza, Locke, Leibniz y especialmente Kant. Revisemos brevemente sus principales posiciones. Spinoza y Locke desarrollaron sus respectivos análisis de las condiciones del pensamiento psicológico al tomar sus dis- tancias con respecto a la filosofía dualista e innatista propuesta por Descartes. Primero, en una interesante reactualización y reformulación de la divergencia entre las perspectivas platóni- ca y aristotélica, el dualismo cartesiano por el que se distinguía tajantemente la sustancia corporal “extensa” y la sustancia anímica “pensante” (Descartes, 1641: 77-79) fue desafiado por el monismo spinozista, en el que se aceptaba una sola sustancia y en el que “la mente” era una “idea” o expresión del “cuerpo” y “nada más”, volatilizándose así la sustancialidad propia del objeto de la psicología (Spinoza, 1677: 83-84).1 En seguida, el innatismo cartesiano, la creencia en las ideas innatas en el psi- quismo, fue duramente impugnado en el empirismo de Locke, para quien todas las ideas provenían de la experiencia y no había nada que el alma “trajera al mundo con ella”, lo que hacía que el psiquismo se vaciara de un contenido propio como el que suele tener actualmente para muchos psicólogos (Locke, 1689: 23-37). Este empirismo fue a su vez rebatido por Leibniz, quien empleó argumentos que resuenan hoy en día con el psicoaná- lisis y que siguen siendo válidos para cuestionar la psicología empírica dominante en la actualidad, como aquellos con los que 1 David Pavón Cuéllar ha traducido al español todas las citas literales pro- venientes de fuentes consultadas y referenciadas en otras lenguas. 17antecedentes filosóficos intenta demostrarse que la percepción presupone siempre una estructura, que lo “imperceptible” constituye lo “perceptible” y que el pensamiento puede pasar desapercibido al transcurrir “sin que tengamos conciencia de él” (Leibniz, 1704: 121-129). Tanto Leibniz como Locke y Spinoza ofrecieron objeciones que aún deberían preocupar a los psicólogos pues les mues- tran que el objeto de sus teorías y de sus prácticas podría ca- recer de sustancia (Spinoza), estar vacío de sí mismo (Locke) o ser completamente diferente de lo que se piensa (Leibniz). Tales posibilidades arrojan serias dudas acerca del psiquismo y de su pretendido estudio psicológico. Nuestra psicología se encuentra en aprietos aun peores al contacto de la crítica mi- nuciosa y sistemática de Kant, la cual, en el último cuarto del siglo xviii, impugnó las dos formas desaber psicológico de su época tal como habían sido identificadas por Christian Wolff, la filosófica racional y la científica empírica, en las que descu- brimos operaciones fundamentales que todavía subyacen a las reflexiones e investigaciones de los psicólogos. La psicología racional, según Kant, incurriría en “paralogis- mos”, razonamientos “falsos en su forma”, por los que el “su- jeto trascendental” del pensamiento, que no puede objetivarse de ningún modo, caería en la ilusión de verse como un “alma” o como un psiquismo, es decir como un “objeto” caracterizado como objetivamente sustancial, simple, personal e ideal (Kant, 1781: 278-320). Esta ilusoria objetivación de lo inobjetivable continúa dándole su objeto a la psicología y sigue permitiendo a los psicólogos atribuirle al sujeto características objetivas como la hiperactividad, la inteligencia, la asertividad, la extrover- sión o la impulsividad. El único fundamento de la ilusión de objetividad suele ha- llarse actualmente en las investigaciones de la segunda psi- cología criticada por Kant, la empírica, la cual, si no está en condiciones de fundamentar nada es por lo mismo por lo que no puede ser una “ciencia del alma” y ni siquiera una “teoría psicológica experimental”: porque sus observaciones no pueden separarse y “conservarse separadas”, porque “no es posible so- meter a otro sujeto pensante a experimentos que convengan a mis fines” y porque “la observación misma altera y desfigura ya el objeto observado” (Kant, 1786: 12-13). Sobra decir que tales 18 psicología crítica deficiencias de la psicología empírica no han sido superadas hoy en día. Siguen siendo evidentes en muchas de las más impor- tantes investigaciones observacionales y experimentales que pautan la historia de la disciplina psicológica. Estas investiga- ciones, en efecto, contaminan y distorsionan lo que estudian, incurren en el error de creer poder controlar totalmente lo que está en juego en el comportamiento de los sujetos y resultan inseparables de una totalidad situacional y no generalizables a otras situaciones. Paralelamente a su crítica demoledora de los saberes psico- lógicos empírico y racional, Kant desarrolló una suerte de psi- cología de facultades como la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Esta psicología, que estaba en el fundamento mismo de la filosofía kantiana, fue criticada por Georg Wilhelm Frie- drich Hegel y Johann Friedrich Herbart, quienes ofrecieron valiosas aproximaciones críticas a la psicología que hoy sue- len olvidarse a pesar de su asombrosa vigencia. La de Hegel se dirige a la problemática escisión del pensamiento psicológico entre una parte subjetiva y una objetiva, entre una “conciencia observadora” y una “operante”, es decir entre la psicología y su objeto: un objeto en el que falta precisamente lo más propio de la conciencia, lo que la piensa, lo acaparado por el psicólogo, el sujeto mismo, la parte subjetiva u “observadora” que habrá de separarse de la otra parte de la conciencia para pensarla como objeto (Hegel, 1807: 181-182). El objeto de la psicología se ve reducido a no ser más que un “saco” de “cosas diversas contin- gentes y heterogéneas” en las que sólo falta lo más importante, a saber, un sujeto que ciertamente no puede objetivarse pero que tiene una “libertad” que le permite desafiar todo lo objetivo pensado por la psicología (ibíd.: 182-184). Al igual que Hegel, Herbart se percata de que la “auto-ob- servación” constitutiva de la psicología “mutila” su objeto, “los hechos de la conciencia, por el acto mismo de aprehenderlos” (Herbart, 1816: 3). Además, para Herbart, el psicólogo no ha sabido estudiar los “hechos mentales” sin “arrancarlos de sus combinaciones naturales y entregarlos a un incansable pro- ceso de abstracción” que termina subsumiéndolos en amplias categorías aisladas, como las de los actuales procesos básicos, y luego explicándolos por “teorías de las facultades mentales” 19antecedentes filosóficos comparables a las nuevas teorías psicológicas en las que ve- mos cómo “la psicología se torna una mitología” (Herbart, 1901: 3-4). Esta mitología no sólo traiciona el “material” del que se nutre, un saber psicológico social bien difundido entre la gen- te común, sino que no tiene absolutamente nada que ver con su objeto, el cual, “inestable e indefinido”, aparece como un “agregado de contradicciones” que se encuentra en “constan- te cambio” y siempre “en combinación con el cuerpo” (Herbart, 1901: 1-6). Incluso la separación de lo mental con respecto a lo corporal, que le provee su objeto al conocimiento psicológico, resulta cuestionable para Herbart, quien propondrá, empero, una aproximación diferente a la psicología que trata de aproxi- marse a las ciencias naturales, que recurre a las matemáticas y que tendrá importantes seguidores como Theodor Waitz y Mo- ritz Wilhelm Drobisch, quienes continuarán, además, el trabajo crítico de su maestro (Teo, 2005). Después de Hegel y Herbart, en la segunda mitad del siglo xix, la crítica de la psicología se bifurcó en dos caminos diver- gentes que tomaron finalmente direcciones opuestas. El cami- no científico-natural, en el que destacó Federico Alberto Lange (1866) con su famoso anhelo de una “psicología sin alma”, llevó a rechazar el empleo psicológico de la introspección, la auto-obser- vación, la especulación, la representación a priori de lo psíquico y las nociones de lo anímico y de las facultades mentales. En el otro camino, el hermenéutico-histórico dominado por Wilhelm Dilthey (1883), el ataque se dirigió contra la concepción de la psicología como una ciencia natural en la que sólo se buscaba explicar, se dejaba de comprender el contenido y la significación de los hechos psíquicos y se hacía abstracción de la historia, de la cultura y de la sociedad. Ya en el campo de la psicología, durante el siglo xx, la orien- tación defendida por Dilthey dará lugar al posicionamien- to contra la psicología positivista y cientificista en psicólogos como Eduard Spranger, mientras que la de Lange reaparecerá en la crítica behaviorista del introspeccionismo, el subjetivismo y el mentalismo en John Broadus Watson, Burrhus Frederic Skinner y otros (Teo, 2005). Entretanto, en el campo de la fi- losofía, seguirá cuestionándose la psicología y se reflexionará largamente sobre todo lo que desconoce al pretender conocer 20 psicología crítica el psiquismo, el alma, el yo, la subjetividad, la conciencia y la experiencia humana (v. g., Husserl, 1931). El desconocimiento inherente a la psicología será tan grande que le hará desconocerse a sí misma y fundar su trabajo en este mismo desconocimiento. Es lo que nos muestra magistralmente Georges Canguilhem al reflexionar sobre la manera en que el psicólogo, al “no poder responder exactamente sobre lo que es” y “lo que hace”, terminará “buscando en una eficacia siempre discutible la justificación para su importancia” (Canguilhem, 1956: 77). El resultado es un rotundo éxito, sin duda, pero deja la impresión de no radicar sino en “una mezcla de filosofía sin rigor con una ética sin exigencia y una medicina sin control” en la que ni siquiera parece haber una mínima “unidad” que justifique el nombre común de aquello de lo que se habla (ibíd.: 77-79). Tras descartar cualquier unidad en la psicología y distinguir sus tres concepciones divergentes como ciencia natural, ciencia de la subjetividad y ciencia de las reacciones del comportamien- to, Canguilhem asocia la tercera concepción a la psicología del siglo xx, la cual, a diferencia de las anteriores, parece obedecer a razones de índole no sólo científica, sino económica y política, entre ellas la necesidad que tiene la sociedad industrial igua- litaria de evaluar “competencias” y desenmascarar “simulacio- nes” (Canguilhem, 1956: 87). La elucidación de tales funciones y de otras más cumplidas por la psicología nos conduce a su crítica inmanente, que no fue realizada por Canguilhem,aun cuando la bosquejó al situar al psicólogo en la encrucijada en la que debería decidir, al salir de la Sorbona, entre “ir hacia arriba, al Panteón que es el conservatorio de algunos grandes hombres, o ir hacia abajo, a la prefectura de policía” (ibíd.: 91). 21 antecedentes políticos. la crítica inManente de la psicología desde las defensas de indios hasta el MarxisMo, el decolonialisMo y el feMinisMo Las críticas filosóficas revisadas hasta ahora, desde Aristóteles hasta Canguilhem, se caracterizan por su aparente apoliticidad. No se interesan en las relaciones de poder o en las configuracio- nes de la historia que se manifiestan psicológicamente en cada contexto, sino que aspiran a cuestionar su manifestación en los planos lógico, ontológico y epistemológico independientemen- te de cualquier especificidad contextual. Pueden ser descritas como “trascendentes” porque están situadas en un alto nivel de abstracción y de generalidad en el que pretenden trascender las circunstancias concretas y particulares en las que se realiza la psicología. En una situación completamente diferente de la anterior, cuando no hay ninguna pretensión filosófica de trascendencia, las críticas adoptan una forma “inmanente” como aquella por la que se define la actual psicología crítica. Lo psicológico deja de generalizarse y de abstraerse de las circunstancias concretas y particulares que lo determinan y lo moldean. Estas circunstan- cias pasan a ser parte del problema. Ellas también son critica- das al criticar la psicología en la que se manifiestan. Al igual que en la actual psicología crítica, lo que aquí se critica es la manifestación psicológica de cierto mundo cultural, histórico, económico, social y político. Esto hace, como ya lo vimos antes, que la crítica deba politizarse al no poder evitar posicionarse políticamente ante lo que se manifiesta en lo psicológico. Las críticas inmanentes de la psicología que fueron el ante- cedente inmediato de la psicología crítica se desarrollaron prin- cipalmente en la tradición marxista, entre la segunda mitad del siglo xix y todo el siglo xx (Pavón-Cuéllar, 2017a). Sin embargo, varios siglos antes, las vemos ya operar en el contexto de la con- quista y la colonización de América (Pavón-Cuéllar, 2013). En 22 psicología crítica este contexto, ante la representación psicológica discriminatoria de los indígenas americanos como seres “tardíos y perezosos de entendimiento” que serían “por naturaleza siervos” (Ginés de Sepúlveda, 1550: 81-87), los obispos Vasco de Quiroga, Julián Garcés y Bartolomé de Las Casas denunciaron la forma en que la psicología estaba empleándose para justificar la violencia de la conquista y los abusos de la dominación colonial: para “servir- se” de los indígenas “como bestias” era preciso negar sus facul- tades intelectuales al “no tenerlos por hombres sino por bestias” (Quiroga, 1535: 87); había que atribuirles “incapacidad” así como “imbecilidad y flaqueza” para justificar el propio “descui- do” y la “verdadera pereza” de los conquistadores (Garcés, 1537: 8-9); para “dar crédito” a los españoles y “justificarlos” en sus “latrocinios y robos” se describía psicológicamente a los indíge- nas como seres con “rudeza de ingenio y brutal inclinación” (De las Casas, 1551: 46-48, 114). Lo que De las Casas, Garcés y Quiroga denuncian es un me- dio psicológico justificativo de la dominación colonial. Este medio le sirve al colonialismo pero también lo delata, lo exhibe, nos deja ver cómo es y cómo funciona. Impugnar la psicología es asi- mismo una manera de enfrentarse políticamente al mundo colo- nial que se exterioriza en ella y del que forma parte. La denuncia de este mundo incluye la de sus manifestaciones psicológicas. De igual modo, siglos después, en el marxismo la crítica de la socie- dad de clases en general y del sistema capitalista en particular comprende una crítica inmanente de la forma en que tal socie- dad y tal sistema se manifiestan en lo psicológico. La crítica marxista de la psicología parte de una visión mo- nista como la que ya encontramos en las críticas aristotélica y spinozista. Como Aristóteles y Spinoza, Marx, Engels y varios de sus seguidores descartarán la visión dualista por la que el psiquismo se distingue de todo lo demás para dotarse de sustan- cialidad y constituirse como objeto de conocimiento psicológico. El joven Marx ya rechaza en el siglo xix la “psicología” que ha terminado por imponerse en los siglos xx y xxi, la que “orgullo- samente hace abstracción” del mundo material y así mantiene “cerrado” el “libro abierto de las fuerzas humanas esenciales” en el que se despliega la verdadera “psicología humana”, la “abierta a los sentidos” (Marx, 1844: 151). 23antecedentes políticos Lo psíquico no es para el marxismo sino un hecho y un as- pecto de la materialidad exterior. La existencia material es la que siente, piensa y se torna consciente. En los términos de los propios Marx y Engels, “la conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente”, es decir, el “proceso de vida real” (Marx y Engels, 1846: 21). Esta idea contradice diametralmen- te la propensión psicológica, todavía más evidente hoy en día que hace doscientos años, a separar la conciencia de la existen- cia, la vida mental de la vida real, el pensamiento del ser, lo psíquico de lo físico. Esta separación dualista será el principal blanco de la crítica marxista de la psicología. Marx y Engels explican el dualismo psico-físico por la divi- sión de clases que se traduce a su vez en una separación entre la actividad psíquica o intelectual, acaparada por la clase domi- nante, y la actividad física o manual, a la que se ve condenada la clase dominada. Gracias a esta división del trabajo “puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo dis- tinto que la conciencia de la práctica existente” (Marx y Engels, 1846: 26). Es así como lo psíquico se disocia de lo físico y apa- rece ideológicamente como una entidad autónoma por la que se justifica la existencia de una especialidad psicológica indepen- diente. Podríamos decir, por lo tanto, que la psicología es una manifestación de la sociedad de clases. Criticar esta sociedad, como se hace en el marxismo, exige criticar su manifestación psicológica. La psicología, tal como es críticamente concebida en Marx y Engels, se vincula de manera esencial con la sociedad de clases y con su versión moderna burguesa y capitalista. Esta vincu- lación permeará la mayor parte de las críticas de la psicología entre los grandes pensadores clásicos del marxismo. Recorde- mos al menos a tres de ellos: Gueorgui Plejánov, quien pensaba que el “factor psicológico” tan sólo podía ser decisivo al explicar el comportamiento de quienes pertenecían a la clase dominante (Plejánov, 1907: 98-99); León Trotsky, quien llegó a describir la psicología como “criada del capitalismo” (Trotsky, 1925: 129); y Antonio Gramsci, quien denunció la manera en que la psicología servía como una “púdica hoja de parra” para encubrir las expre- siones políticas de la “fractura de la unidad social” en la sociedad de clases (Gramsci, 1932: 78). 24 psicología crítica La denuncia de Gramsci torna explícita una de las más hon- das motivaciones de las críticas inmanentes de la psicología: ante la disimulación de la política y la simulación de apolitici- dad, el cuestionamiento político busca desgarrar lo simulado y descubrir lo disimulado. Lo que se intenta en la crítica inma- nente de la psicología, en otras palabras, es repolitizar lo que se ve despolitizado al ser psicologizado. Es principalmente con este propósito que la cuestión del psiquismo se replantea en el terreno de la política, de la sociedad de clases, de la ideología y de la dominación, del colonialismo y del capitalismo. Lo cultural histórico y socioeconómico psicologizado, psicoló- gicamente disimulado y despolitizado, es lo que se desentraña y se reconstituye a través de la críticainmanente de la psi- cología. La crítica marxista, por ejemplo, busca generalmente revertir el proceso de psicologización y así redescubrir el siste- ma capitalista y la ideología burguesa en donde la psicología sólo quiere ver lo psíquico. Es así como ya procedía Valentin Voloshinov al revelar en el psiquismo una “serie continua de fenómenos ideológicos y, por ende, también sociológicos” (Vo- loshinov, 1927: 72), al describir la vida mental y el comporta- miento como una “ideología conductual” y al considerar que la dinámica freudiana de la psique y de sus conflictos expresaba y encubría “luchas de tendencias ideológicas” fundamentalmente sociales, económicas e históricas (ibíd.: 154-162). Es el mismo procedimiento empleado por Jorge Veraza en la actualidad: por un lado, examinando cómo una psique “subsumida” bajo el capital y “sometida” a la sociedad burguesa permite ocultar la explotación y reproducir diversas variantes del fetichismo (Veraza, 2017: 5-14); por otro lado, mostrando cómo la teoría psicológica social de Serge Moscovici ignora la “estructuración básica” de las representaciones sociales en el nivel del capita- lismo y de la mercancía (ibíd.: 4-5). Como vemos, tanto en la reflexión de Veraza como en la de Voloshinov, el capital y sus diversas manifestaciones rea- parecen en donde la psicología sólo reconocía la existencia de algo psíquico depurado totalmente de su contenido económico e ideológico. Lo psicológico deja ver así lo no-psicológico subya- cente a lo psicológico. Sucede lo mismo en Marx y Engels así como en diversos pensadores marxistas, y vuelve a ocurrir lo 25antecedentes políticos mismo en el decolonialismo y en el feminismo. Recordemos aquí dos casos clásicos y emblemáticos: el de Franz Fanon, pionero del pensamiento decolonial y poscolonial, y el de las feministas marxistas Selma James y Mariarosa Dalla Costa. El primero dirigió su cuestionamiento a la psicología de la colonización de Octave Mannoni por la manera en que psicologizaba el fenóme- no colonial entendiéndolo en función de “complejos” e ignoran- do el papel determinante de la “estructura económica y social” (Fanon, 1952: 69-79). De modo análogo, James y Dalla Costa se concentraron en la explotación de la mujer en la producción capitalista y se opusieron frontalmente a la psicología por la manera en que hacía olvidar tal explotación y constituía un “arma de manipulación, de control social”, que tan sólo servía para convencer a las mujeres de que sus problemas eran “preo- cupaciones personales” y de que debían “adaptarse a un mundo lunático” (Dalla Costa y James, 1972: 48). En la argumentación de James y Dalla Costa, lo mismo que en las de Fanon y los marxistas mencionados anteriormente, lo psicológico es impugnado por encubrir y soslayar la estructura, el capitalismo y el colonialismo, la explotación de las mujeres y de las clases dominadas. El propósito de la crítica inmanente es redescubrir en la psicología, en su fondo y en su fundamento, lo que ella misma encubre, aquello a lo que sirve y por lo que exis- te. Es así como se consigue que lo psicológico deje ver lo no-psi- cológico de lo que se parte. Lo mismo James y Dalla Costa que Fanon o que Veraza y Voloshinov, en efecto, parten del exterior de la psicología, es decir de la economía, de la sociedad o de la ideología, en las que luego resitúan lo estudiado por la psicolo- gía. Este punto de partida, uniéndolos a los demás pensadores de los que nos hemos ocupado en el presente capítulo, es el que los distingue de aquellos a los que abordaremos a continuación. 27 la intervención vygotskiana. contra la generalización, el idealisMo, el eMpirisMo y el eclecticisMo En la misma época en que Trotsky, Voloshinov y Gramsci par- tían de su marxismo para criticar la psicología por sus vínculos esenciales con el capitalismo, las clases y la ideología, hubo otros dos marxistas, Lev Vygotsky en la Unión Soviética y Georges Politzer en Francia, que prefirieron partir de la misma especiali- dad psicológica para volverse críticamente hacia ella. Su manera de proceder correspondía, pues, a la psicología crítica tal como la definimos en un principio. De hecho, además de arrancar de la psicología moderna entendida como especialidad científica y profesional, Politzer y Vygotsky emplearon sus términos, la cues- tionaron desde su interior y discutieron puntualmente sus diver- sas teorizaciones y conceptualizaciones, pero sin dejar de romper con ella y con lo que representaba en el plano político. Todo esto hizo que sus cuestionamientos, distinguiéndose de los inmanen- tes y trascendentes ya revisados, puedan considerarse hoy en día, retrospectivamente, como fundadores de la psicología crítica. La propuesta vygotskiana se encuentra principalmente con- tenida en su obra El significado histórico de la crisis en la psi- cología (Vygotsky, 1927). Se trata de un balance de la situación en la que se hallaba la psicología en el primer cuarto del siglo xx. Este balance incluye una discusión pormenorizada y demo- ledora de las corrientes psicológicas más importantes de la épo- ca: el psicoanálisis, la reflexología, el behaviorismo, la teoría de la Gestalt, el personalismo y la psicología marxista. Según el propio Vygotsky, su acercamiento a la psicología no es exactamente el de la crítica entendida en un sentido tras- cendente y puramente negativo, “gnoseológico” y “lógico formal” como el de Kant, sino el de un trabajo “positivo” de tipo dialéctico por el que puede construirse una “ciencia general” psicológica a partir del análisis de los saberes particulares (Vygotsky, 1927: 289-291). Vemos entonces que el método analítico-dialéctico vy- gotskiano, que se inspira en Marx y en su estudio económico 28 psicología crítica a través del “microscopio” de la abstracción, tiene un propósi- to fundamentalmente constructivo: el de la “tarea histórica” de construir una “psicología general” que todavía no existe y que deberá ser marxista para ser “verdadera y científica” (ibíd.: 371- 403). Adoptando ya el punto de vista de esta psicología, Vygots- ky denuncia la manera en que su puesto de ciencia general ha sido usurpado por el psicoanálisis, la reflexología, la teoría de la Gestalt y el personalismo, teorías que sin duda se basan en ha- llazgos efectivos, en “hechos científicos”, pero que han terminado generalizándose y así degenerando en “formas ideológicas y filo- sóficas” en las que se revela su “verdadero rostro” como hechos sociales que responden a intereses de clase (ibíd.: 270-272). Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando los personalistas le atribuyen personalidad a todo lo que existe, cuando los reflexólogos lo ex- plican todo por los reflejos, cuando los gestálticos describen cada cosa en términos de formas totales o cuando los freudianos en- cuentran la sexualidad en los más diversos fenómenos culturales. Tras desaprobar la generalización abusiva de teorías particu- lares, Vygotsky ofrece un minucioso cuestionamiento de los dos mayores vicios que encuentra en la psicología de su época. Uno es el eclecticismo, por el que se incurre en “monstruosas combinacio- nes” al intentar “conjugar elementos heterogéneos” como el mar- xismo y el psicoanálisis, y el otro es el empirismo, caracterizado por su carácter “limitado”, por su “esterilidad”, por sus “premisas idealistas” y por la “ilusión” de unidad que produce al hacernos imaginar que sólo hay una psicología que se ocupa empíricamen- te de una misma realidad psíquica (Vygotsky, 1927: 292-293, 313-354). Estos vicios tienen a menudo su origen en los discursos inadecuados con los que trabaja la psicología, los cuales, tal como son críticamente descritos por Vygotsky, mezclan tres diferentes registros: uno de conceptos pseudocientíficos en los que predo- mina el sentido “figurado”, otro de términos filosóficos “extrema- damente abstractos” y otro más de palabras del lenguaje vulgar como las preferidas por el behaviorismo, “polisemánticas”y ade- más “vagas” y “confusas”, favorecedoras del eclecticismo y del empirismo, ideológicamente impregnadas por el “sentido común” y afines a la “forma pequeñoburguesa de opinar” (ibíd.: 323-331). Por más diversos que sean los problemas recién menciona- dos, todos ellos parecen explicarse de un modo u otro por la ten- 29la intervención vygotskiana dencia irremediablemente idealista de las diversas corrientes psicológicas evaluadas por el análisis vygotskiano. Este idealis- mo subyace a todo lo que Vygotsky rechaza en la psicología de su tiempo, desde sus discursos figurados, abstractos o ideológi- cos, hasta sus abusivas generalizaciones ideológico-filosóficas, pasando por sus versiones eclécticas y empiristas, invariable- mente contaminadas por nociones o premisas idealistas. Contra el idealismo que termina manifestándose de manera depurada en el postulado fenomenológico husserliano de una identidad en la psicología entre lo existente y lo fenoménico, entre lo psíqui- co y lo subjetivo, entre la idea como tal y la idea sobre la idea, Vygotsky defiende un “materialismo psicológico” de inspiración feuerbachiana en el que aún es posible distinguir lo objetivo y lo subjetivo, es decir, el “pensamiento” como tal y el “pensa- miento del pensamiento” (Vygotsky, 1927: 378-380). El materialismo psicológico es consecuente con el marxismo vygotskiano y no puede reconciliarse de ningún modo con el idealismo aún imperante hoy en día en la psicología. Tampoco hay lugar para una “tercera vía”, ni materialista ni idealista, como la explorada por teorías psicológicas gestálticas, persona- listas y marxistas descartadas por Vygotsky (1927: 362-367). Para él, “psicologías, hablando con precisión, existen dos”, la materialista y la idealista, que resultan “irreconciliables” entre sí, que “luchan” incesantemente una con otra y que “subyacen y actúan en todas las corrientes en litigio” (ibíd.: 348-354). Esta lucha entre materialismo e idealismo, como siempre se ha sabido en el marxismo y como Vygotsky nos lo recuerda oportunamen- te, constituye una expresión de lucha de clases y nos permite discernir a “las dos principales clases que luchan” (ibíd.: 271). En cuanto a la psicología materialista, que es la opción vygots- kiana para convertirse en ciencia general, está condicionada por el advenimiento del socialismo, ya que no será ni más ni menos que la “ciencia del hombre nuevo” engendrado por la “nueva sociedad” (ibíd.: 405). Como vemos, la radicalidad críti- ca y política de la perspectiva de Vygotsky está fuera de cual- quier duda, por más que la olviden sus actuales seguidores. 31 la intervención politzeriana. contra la abstracción, el forMalisMo, la desparticUlarización, el realisMo y la Mitología La radicalidad vygotskiana es comparable a la que Politzer despliega el mismo año de 1927 en su Crítica de los fundamen- tos de la psicología. Esta obra coincide con la de Vygotsky en varios aspectos, algunos ya mencionados, como su inspiración marxista y su trascendencia como fundadora de la psicología crítica, pero también otros, como su ambicioso propósito de ha- cer un balance global de las principales corrientes de la psico- logía del primer cuarto del siglo xx. Sin embargo, mientras que la empresa de Vygotsky está concluida y es más exhaustiva, la de Politzer permanece inconclusa y únicamente consigue abar- car el psicoanálisis y la psicología tradicional introspectiva, sin contar algunos comentarios aislados acerca del conductismo es- tadounidense, la reflexología soviética y la teoría de la Gestalt. Esto no significa de ningún modo que el alcance de la interven- ción politzeriana sea menor ya que su análisis crítico revela cómo los errores de la psicología clásica se transmiten a toda la disciplina y se repiten incluso en corrientes que intentan su- perarlos, entre ellas el psicoanálisis, pero también en diversas perspectivas psicológicas aparecidas posteriormente. Los errores que Politzer identifica son “procedimientos fun- damentales” por los que la psicología se ha convertido en lo que es (Politzer, 1927: 202). Nos referiremos aquí a cinco de ellos: la abstracción, el formalismo, la desparticularización, el realismo y la mitología. Tal vez el error más importante, del que derivan todos los demás, sea el de la abstracción, el procedimiento por el que se ignora el único hecho psicológico real y concreto, la “acción del sujeto” relatada “en primera persona”, y se lo re- emplaza por entes mentales abstractos descritos “en tercera persona” como serían hoy en día la cognición, la inteligencia, el 32 psicología crítica pensamiento, la emoción o los rasgos de personalidad (ibíd.: 13, 42-43, 66, 118). La abstracción provoca una ilusión en la que pareciera que las entidades psicológicas hacen lo que realmente hace el suje- to. Al final, en lugar del comportamiento subjetivo narrado por el propio actor, lo que se estudia es el funcionamiento objeti- vo de los elementos psíquicos denotados por los conceptos de la psicología. Lo conceptual, puramente formal, suplanta lo real. Es lo que Politzer llama formalismo: la sustitución del “drama personal” por una fórmula impersonal en la que los “elementos” formales son los únicos actores (Politzer, 1927: 148). La acción puede transferirse a las entidades psicológicas porque se le ha retirado al sujeto. La abstracción, en efecto, ha “separado” al yo de sus actos, los cuales, entonces, pierden su contenido, la “significación concreta” que tienen para el sujeto, sus “intenciones significativas”, aquello por lo que se realizan en una “teleología”, en una lógica “finalista”, según su “función práctica y social” (Politzer, 1927: 49, 78-79). En lugar de com- prender la intencionalidad evidente que tienen los actos para el sujeto, el psicólogo los explica por las causas objetivas postula- das por su teoría general. Esta generalidad abstracta y formal, como vemos, no sólo encubre el contenido concreto del hecho psicológico sino también su particularidad. Todo aquello por lo que se particulariza el hecho psicológico desaparece a los ojos del psicólogo. En la terminología politze- riana, el hecho es “desparticularizado” al concebirse como una simple expresión de una teoría general, una misma teoría para cualquier sujeto y en cualquier trance, por la que el psicólogo se ve condenado a la ceguera ante la novedad, a la “tautología”, a la “repetición” incesante de lo mismo ante los más diversos he- chos (Politzer, 1927: 68). Esta desparticularización es asimismo un error común de la psicología. Es el supuesto de que todas las conciencias tienen “el mismo contenido en significación” (ibíd.: 89). Es la sustitución de la “dialéctica individual”, que da su particular significación a los actos individuales, por una “dialéc- tica convencional” acorde con la teoría general profesada por el psicólogo (ibíd.: 92, 169). La dialéctica marcada por la generalidad teórica es actuada ya no por un sujeto particular en la realidad exterior en la que 33la intervención politzeriana vive, sino por las entidades objetivas generales que usurpan su lugar en la realidad psíquica interior cavada y organizada según las estructuras teóricas de la psicología. La creencia irre- flexiva en la naturaleza real de esta interioridad es otro error de los psicólogos, el del realismo por el que suponen la existencia de una realidad “sui generis” que se encontraría en el “interior”, que tendría carácter “espiritual”, que resultaría “perceptible” a través de la introspección y en la que podría “proyectarse” la “significación convencional” de las teorías psicológicas y así olvidar el “único dato inmediato de la psicología” que es la “sig- nificación dramática” de lo relatado por cada sujeto (Politzer, 1927: 78, 148-205). El realismo hace que el drama personal del individuo concreto ceda su lugar al drama impersonal, exclu- sivamente “nocional”, de las “criaturas mitológicas” en las que se convierten las categoríasabstractas de la psicología una vez que se apoderan de los actos de los sujetos (ibíd.: 53). Lo dramático se transmuta en lo mitológico. Esta mitología es otro error más de la psicología, el de la falsa concretización de sus abstracciones. Lo abstracto sólo puede concretizarse mi- tológicamente a través de la personificación de los conceptos impersonales. Es así como llegamos a una “mitología del alma” como aquella en la que se ha convertido la ciencia de la psique, una ciencia “radicalmente falsa”, como las “ciencias ocultas”, una pseudociencia cuya vida interior es la “mística de la ideología de la burguesía” y cuya fuerza religiosa es la del “culto del alma” (Politzer, 1927: 21-23). Además de los grandes errores ya mencionados, Politzer de- tecta en la psicología otros aspectos erróneos en los que insiste menos, entre ellos el “disfraz” de ciencia, el “alimento” de es- peranzas e ilusiones, la “necesidad de la ignorancia” (Politzer, 1927: 20, 34-37), la primacía de la “representación sobre el ser” (ibíd.: 163), el apriorismo, la falta de objetividad y de “origi- nalidad”, la “oscilación desesperante” entre la introspección y la objetividad, la incapacidad para sintetizar lo subjetivo y lo objetivo y para escapar de la “alternativa” entre interior y ex- terior (ibíd.: 205-208). Todos estos errores y los demás en los que incurren los psicólogos tan sólo podrían superarse, para Politzer, a través de una psicología concreta sin vida interior y sin procedimientos para transformar el drama en vida interior, 34 psicología crítica pero con métodos no sólo para “percibir”, sino para “compren- der” el drama como tal, es decir, como un “gesto explicado por el relato” en “primera persona” de un “sujeto particular” (ibíd.: 209-212). La psicología concreta no existiría todavía, pero habría sido anunciada por el psicoanálisis, el behaviorismo y la teoría Ges- talt. Para Politzer, estas corrientes representarían la “disolu- ción de la psicología clásica abstracta y el anuncio de la nueva psicología concreta” (Politzer, 1927: 25). En el caso preciso del psicoanálisis, el único en el que se detiene Politzer, tendríamos ni más ni menos que un “instrumento para la crítica de la psi- cología abstracta” e incluso ya “una psicología crítica” (ibíd.: 202 y 194). Sin embargo, en el seno mismo de la doctrina freu- diana, tal como se la representa Politzer, habría también una contradicción entre la concreción de la base y la abstracción de la “superestructura teórica”, entre los “descubrimientos fe- cundos” y los “esquemas estériles”, entre los “procedimientos verdaderos de la práctica” y los “principios falsos de la teoría” (ibíd.: 100-133). De ahí la crítica politzeriana del psicoanálisis, que lo “juzga en el nombre de la misma psicología concreta que inaugura” (ibíd.: 100). Como psicología crítica, el psicoanálisis puede volverse así críticamente hacia lo que él mismo es y no sólo hacia lo que son otras corrientes psicológicas. 35 del freUdoMarxisMo a la psicología radical pasando por la escUela de fráncfort. la crítica de lo psicológico por sU carácter idealista, regresivo, enajenante, ManipUlador, UnidiMensional, represivo, adaptativo, controlador, Mercantilizador El potencial crítico y autocrítico del psicoanálisis ha sido aprecia- do y realizado por varios autores que lo han sumado al del mar- xismo para examinar críticamente el saber psicológico del siglo xx (para un análisis detallado, Pavón-Cuéllar, 2017a). Algunos de estos autores parten de la psicología para criticarla y pue- den ser por ello reconocidos como psicólogos críticos. Tal es el caso de los freudomarxistas austriacos o alemanes de la etapa de entreguerras, entre los que destaca Wilhelm Reich, quien valora positivamente el psicoanálisis por ofrecer una perspecti- va psicológica materialista desde la cual se podría criticar una “psicología predominantemente idealista” (Reich, 1934: 15) que es “a priori y en sí misma un sistema metafísico” (Reich, 1933: 25-26). Esta psicología, que aparece como toda la psicología de los tiempos de Reich, tan sólo podría superarse a través de la vía psicoanalítica, la cual, empero, tendería de igual modo a degenerar en visiones metafísicas e idealistas, además de bur- guesas e individualistas. Para evitar semejante degeneración, el psicoanálisis necesitaría del marxismo. Hubo otros autores que también se nutrieron de la herencia marxista y freudiana, pero que no eran generalmente psicólo- gos críticos ya que solían impugnar la psicología desde su exte- rior, aunque de un modo inmanente que merece toda nuestra atención. Los más conocidos fueron los filósofos adscritos a la Escuela de Fráncfort, entre ellos Max Horkheimer y Theodor Adorno, quienes llegaron a describir la psicología moderna, in- cluyendo la freudiana, como una suerte de zoología que sólo serviría para estudiar a seres humanos “en regresión y des- truidos”, animalizándolos al atribuirles una vida, como la de 36 psicología crítica los animales, ya no guiada por sus facultades racionales sino por “movimientos psíquicos” (Horkheimer y Adorno, 1947: 291- 292). Es así como el nuevo saber psicológico promovería una vi- sión animal de los seres humanos tal como el del siglo xvi al que nos referimos anteriormente, el criticado por Garcés, Quiroga y De las Casas, se había dedicado a difundir una representación también animal únicamente de los indígenas americanos. Tal como es vista en la tradición de la Escuela de Fránc- fort, la psicología, además de animalizarnos en sus concepcio- nes teóricas, puede contribuir en sus aplicaciones prácticas a nuestra sujeción y dominación. Esto fue muy bien explicado por Erich Fromm y Herbert Marcuse. Después de romper con los demás francfurtianos y mientras desarrollaba una psicolo- gía humanista que adquirió a veces un tono altamente crítico, Erich Fromm caracterizó a los psicólogos como “especialistas de la manipulación”, como profesionales dedicados a “aceitar a las personas”, como “portavoces de la personalidad enajenada” y como “sacerdotes de la nueva religión de la diversión, del consu- mo y de la despersonalización” (Fromm, 1955: 142-144). En un sentido próximo, aunque situándose fuera del terreno psicológi- co y manteniéndose fiel al espíritu de la Escuela de Fráncfort, Herbert Marcuse no sólo interpretó el carácter “satisfactorio” de la psicología en general, su éxito en las sociedades avanzadas, como “una prueba de la ambivalente racionalidad del progreso, que es satisfactorio en su poder represivo y represivo en sus satisfacciones” (Marcuse, 1964: 137), sino que dirigió su cues- tionamiento a corrientes psicológicas particulares, en especial el conductismo, en el que descubrió una estrategia para olvi- dar la subversiva trascendencia del sujeto y someter su com- portamiento al funcionamiento “unidimensional” y puramente “cuantitativo” del sistema (ibíd.: 50). Marcuse fue una de las figuras intelectuales más influyen- tes en el movimiento social, cultural y político radical identifi- cado generalmente con la efervescencia del año crucial de 1968. Este movimiento amplio, diverso y complejo, que en realidad se desenvolvió desde finales de los sesenta hasta principios de los ochenta del siglo xx, atravesó también el ámbito de la psi- cología, en el que no sólo se nutrió de la reflexión de Marcuse y de otros francfurtianos, sino del freudomarxismo de Reich, 37del freudomarxismo a la psicología radical... de las ideas anticoloniales de Franz Fanon, del pensamiento feminista marxista y radical, del movimiento de liberación ho- mosexual, de la psiquiatría democrática de Franco Basaglia y de la antipsiquiatría de Ronald Laing, David Cooper y Thomas Szasz. Tenemos aquí un coctel explosivo de recursos críticos inflamables, altamente politizados y subversivos, que se com- binan de las más diversas maneras en aquello que suele desig- narse con la etiqueta, bastante vaga, de “psicología radical”. Uno de los trabajos programáticosde la psicología radical será la obra colectiva Radical Psychology dirigida por Phil Brown y publicada en 1973. Este libro, tan voluminoso como variopinto, acoge varias de las mencionadas perspectivas crí- ticas radicales, entre ellas las de la antipsiquiatría y la libe- ración gay o lésbica, y presenta la psicología radical no como una corriente psicológica académica basada en la teorización y la investigación del pasado, sino como una práctica enfocada a la transformación revolucionaria de la vida cotidiana en el presente y en el futuro. El fundamento crítico de esta práctica es aclarado ya desde el principio de la obra, cuando Phil Brown denuncia las funciones de las diversas especialidades psicológi- cas: “adaptativa” en la clínica, pacificadora o “acomodadora” en la industrial o laboral, manipuladora en la publicitaria, disci- plinaria en la educativa o escolar y “desculpabilizadora” en la militar (Brown, 1973: xv). En todos los casos, tenemos un mis- mo propósito de control social y una misma subordinación a los intereses de unos grupos dominantes entendidos en términos de clase, raza y género. Es con todo esto con lo que buscan aca- bar los psicólogos radicales no sólo a través de la crítica teórica en la psicología, sino también, y especialmente, en el plano de la práctica transformadora en la sociedad. La opción de la corriente radical por la práctica y no sólo por la crítica teórica es muy clara en la intervención de la psicóloga mexicana Dulce Pascual (1980) en uno de los Encuentros In- ternacionales de Alternativas a la Psiquiatría organizados por Sylvia Marcos en México, los cuales, con participantes como Basaglia, Cooper, el antipsiquiatra Mony Elkaïm y el fundador del esquizoanálisis, Félix Guattari, fueron decisivos para la pe- netración y la difusión de la antipsiquiatría y de otros recursos críticos de la psicología radical en Latinoamérica. Nutriéndose 38 psicología crítica de estos recursos y de la herencia marxista, Pascual va más allá de la simple teorización y propone una práctica de lucha políti- ca revolucionaria como alternativa radical a la psiquiatría, la psicología y otras ciencias y profesiones semejantes. De modo más preciso, en el “campo de la salud mental”, rompiéndose con los “pilares ideológicos” burgueses del “individualismo” y de la “separación y compartimentación del conocimiento de la lla- mada realidad”, se requiere “luchar”, tanto en las instituciones como en la clínica privada, por la “toma de conciencia” de “las masas” concebidas como “protagonistas en la interpretación de la realidad y en su transformación” (Pascual, 1980: 246-248). Mientras Pascual desea convertir la psicología en una prác- tica de concientización revolucionaria, otro exponente mexica- no del radicalismo psicológico, Francisco Gómezjara, recons- truye minuciosamente la historia de lo que identifica ya como “psicología crítica” o como “la otra psicología”, considerándola compuesta de “elementos subversivos, cuestionadores, inquie- tantes”, y describiéndola como una “praxis diferente” basada en una “reinterpretación radical y global” de las corrientes “oficia- les” o “académicas y públicas” (Gómezjara, 1982: 20-22). Esta psicología crítica, tal como se la representa Gómezjara, se origi- naría en Politzer y Reich para continuar con Fromm, Marcuse y Fanon, y ramificarse en autores tan diversos como Laing, Coo- per, Szasz, Basaglia, el antipsiquiatra y psicoterapeuta radical Joseph Berke, el filósofo e historiador francés Michel Foucault, los sociólogos Robert Castel y Erving Goffman, y los psicoana- listas Jacques Lacan, Marie Langer, Enrique Pichon-Rivière, José Bleger y Armando Bauleo. Semejante abanico de autores y tendencias, cuyo único denominador común es la radicalidad crítica, recuerda y acentúa la heterogeneidad que ya encontrá- bamos en el texto programático de Brown. Diez años después del texto de Brown, se publica otra obra emblemática de la corriente radical, Critical Social Psychology, de Philip Wexler (1983). Este libro, nutriéndose principalmente de la herencia de la Escuela de Fráncfort, se concentra en la psicología social, cuestiona su orientación positivista, univer- salista e individualista y examina críticamente su historia y su posición en el contexto cultural contemporáneo. Wexler dis- tingue tres fases por las que habría pasado la psicología social 39del freudomarxismo a la psicología radical... en el último siglo: primero, entre los siglos xix y xx, emana del contexto liberal, tiene una forma funcionalista, promueve el au- tocontrol y sirve para legitimar las relaciones capitalistas y sus resultantes formas de subjetivación; luego, en los tiempos de las guerras mundiales, adquiere una tonalidad administrativa y se pone al servicio de los militares y de la gran industria; por último, en la posguerra, tiende a especializarse en la contención ideológica, en el ocultamiento individualista de las relaciones sociales y en la enajenación del sujeto. Deteniéndose en la últi- ma etapa, Wexler muestra cómo la psicología social responde a los intereses del capitalismo al permitir la mercantilización de la intimidad y de las relaciones íntimas interpersonales. El espíritu de la psicología radical se mantendrá vivo en las siguientes décadas. Su vitalidad se comprobará, como ve- remos en otros capítulos, en la elaboración de un importante manual de psicología crítica (Fox y Prilleltensky, 1997), en la creación de una amplia red de psicólogos radicales (RadPsyNet) y en el valioso trabajo de algunos de sus exponentes, como Tod Sloan en los Estados Unidos y Carlos Pérez Soto en Chile. Sin embargo, como también habremos de constatarlo, estos signos de vitalidad estarán generalmente dispersos y no conseguirán articularse ni estabilizarse. 41 althUsser y el althUsserianisMo. alianzas del MarxisMo con el psicoanálisis en la crítica de la psicología por sU carácter ideológico y pseUdocientífico En el contexto francés, paralelamente a las tradiciones franc- furtiana y radical, encontramos otra forma de articulación entre el marxismo y el psicoanálisis que fue inaugurada por el filósofo Louis Althusser y que también sirvió repetidamente para criti- car la psicología tanto desde su interior como desde su exterior (para un análisis detallado, Pavón-Cuéllar, 2017b). El propio Althusser describió la teoría psicológica en general, subordi- nándola siempre a la ideología, de cuatro maneras diferentes: en primer lugar, como el dispositivo que se encarga de asegurar que el sujeto pasivo y dominado caiga en la ilusión ideológica de ser “activo” y estar en “el origen de sus propias acciones”; en segundo lugar, como “fundamento en espejo” que aporta una justificación pretendidamente individual y natural a un orden ideológico social; en tercer lugar, como “patología normativa” que demuestra indirectamente la supuesta verdad de la ideolo- gía mediante la patologización de aquello que la contradice; en cuarto lugar, como “subproducto” de una psicoterapia en la que se manifiesta un proceso ideológico “tecnocrático” (Althusser, 1964: 107-115; 1965: 172). Demarcándose abiertamente de Politzer, Althusser conside- ra que el problema principal de la psicología no es que sea abs- tracta sino que sea pura ideología sin rastro de ciencia, por lo cual propone sustituir sus “conceptos abstractos no-científicos” por “conceptos abstractos científicos” y no por “conceptos con- cretos” (Althusser, 1963: 39). Esto es lo que habría empezado a hacer el psicoanálisis gracias a la ruptura epistemológica por la que se aparta definitivamente de la psicología: una pseudo- ciencia intrínsecamente “burguesa” e impregnada por “las peo- res confusiones y perversiones ideológicas de nuestro tiempo”, entre ellas la ficción de la “unidad” del “sujeto autoconsciente” (Althusser, 1966: 58; 1978: 228-240). 42 psicología crítica El agudo enfoque de Althusser inspiró las propuestas de psicología crítica de varios autoresdentro y fuera de Francia entre los que destacaron los franceses Michel Pêcheux y Di- dier Deleule, así como los argentinos Carlos Sastre y Néstor Braunstein con sus colaboradores. Todos estos autores coinci- dieron en su rechazo contundente a la psicología. Quizás con la única excepción de Deleule, todos ellos fueron fervientes se- guidores de Althusser y retomaron fielmente sus conceptos al criticar lo psicológico en el plano de la ideología. Es justo ha- blar, pues, de una corriente althusseriana de psicología crítica, pero a condición de tener presente su carácter profundamente anti-psicológico. Firmando con el pseudónimo de “Thomas Herbert”, Pêcheux se representó de entrada la psicología como un “objeto ideológico” del que debería ocuparse críticamente una “teoría de la ideolo- gía” en la que se articularían el psicoanálisis y el materialismo histórico marxista (Herbert, 1966: 164-165). Un primer esbozo de esta propuesta crítico-teórica le permite a Pêcheux describir la psicología como “un discurso descuartizado que tiene la cohe- rencia de una neurosis y que sostiene una función determinante en el todo complejo” (ibíd.: 163-164). Tal función es la “adecua- ción” del sujeto a la realidad, la “adaptación o readaptación de las relaciones sociales a la práctica social global” y la resultante “realización de lo real”, es decir la reproducción de la realidad en- tendida como “invariante del sistema” (ibíd.: 155-157). Es enton- ces para que nada cambie para lo que se necesita de los psicólo- gos. La psicología es la que es y conserva cierta unidad, a pesar de sus contradicciones internas, en vista del cumplimiento de su función ideológica reproductiva. Esta función es el denominador común de todas las teorías y prácticas psicológicas. La función reproductiva de la psicología será igualmente su función ideológica fundamental en la crítica elaborada por Deleule. En esta crítica, desarrollada escrupulosamente en el extraordinario libro Psicología, mito científico, la pseudocien- cia psicológica, en sus diversas especialidades, busca siempre asegurar la reproducción del sistema capitalista al prevenir o resolver conflictos que puedan afectar su funcionamiento, al “eliminar aristas”, al “atenuar la antítesis capital-trabajo”, al “escamotear el conflicto social”, al establecer normas a las 43althusser y el althusserianismo que hay que adaptarse, al cambiar a los sujetos que están “en conflicto con el medio” en lugar de cambiar el medio “insatis- factorio para el individuo” (Deleule, 1969: 79-81, 102, 149). El desempeño de todos estos encargos hace que la psicología no sea de ningún modo una práctica científica sino un “mito científico”: el de una simple “técnica” ideológica en la que se busca en vano cientificidad (ibíd.: 48-62). No pudiendo alcanzar un carácter verdaderamente científico, la técnica psicológica lo aparenta, lo afecta, en una simulación a la que dedica todos sus esfuerzos. En la misma tradición althusseriana, la simulación de cienti- ficidad fue también criticada por Carlos Sastre, quien describió la psicología como un “campo ideológico pseudocientífico” for- mado únicamente por “una colección de discursos que se contra- dicen” y desprovisto de “instrumental teórico y técnico unitario que delimite un objeto propio” (Sastre, 1974: 87). Esta crítica de Sastre coincide con la de Pêcheux al subrayar el carácter internamente contradictorio y fragmentario, “despedazado” y “disperso”, de una psicología cuya unidad, concebida según la teoría de lo especular del psicoanalista francés Jacques Lacan, sería tan sólo “imaginaria” y no estribaría sino en un efecto de “reconocimiento” proyectado en la superficie del “espejo” de los psicólogos (ibíd.: 87, 126). A través de la imagen superficial unitaria, lo psicológico se desplegaría como una “red o malla” de consistencia puramente “ideológica” e “imaginaria” consti- tuida por el “entrecruzamiento de discursos” y abierta a la “com- binación con diversas formas ideológicas, filosóficas, políticas, profesionales” y otras (ibíd.: 88). La heterogeneidad, la apertura y la tolerancia de la psicología serían aquí efectos e indicios de su precariedad, inseguridad e insustancialidad. La crítica althusseriana de lo psicológico alcanzó la mayor elaboración y penetración en el libro Psicología: ideología y cien- cia de Néstor Braunstein, Marcelo Pasternac, Gloria Benedito y Frida Saal, argentinos exiliados en México. Estos autores, al igual que Althusser, Deleule y Sastre, insistieron en el carác- ter ideológico y pseudocientífico de la psicología, cuya pretensión de cientificidad adquiere aquí un propósito muy preciso: que los problemas políticos sean resueltos por el inofensivo trabajo de técnicos y especialistas y no por la peligrosa “práctica política de los pueblos” (Braunstein et al., 1975: 356). En lugar de las 44 psicología crítica grandes revoluciones populares con las que se transforma la estructura socioeconómica, los psicólogos dedican sus esfuerzos a realizar “los cambios necesarios en el hombre para que nada cambie, para que no cambie lo esencial, la estructura” (ibíd.: 412). De lo que se trata, formulándolo con mayor precisión, es de cambiar a los sujetos para “integrarlos” y “adaptarlos” a sus “lugares asignados en la estructura”, lo que permite la “repro- ducción de las relaciones de producción” propias del sistema capitalista (ibíd.: 409). Esta reproducción es favorecida por los cambios subjetivos a los que se dedican los psicólogos clínicos, pero también por las demás tareas que realizan los profesionales de la psicología en las distintas instancias del sistema que les co- rresponden: en la instancia económica-laboral, el encubrimiento del “clima de explotación” o la “creación de necesidades” para incitar el consumo; en la instancia política, la “canalización del descontento” o el “ocultamiento de la lucha de clases”; en la ins- tancia ideológica, la resolución de conflictos o la promoción de “la aceptación de los lugares que les están asignados” a los sujetos (ibíd.: 357-358). En todos los casos, los psicólogos hacen lo que deben hacer para que nada cambie, para que todo siga igual, para que el capitalismo se perpetúe. 45 de Michel foUcaUlt a nikolas rose. crítica de las fUnciones de la psicología en la disciplina, la regUlación y la prodUcción del individUo Paralelamente a Althusser y a la difusión del althusserianismo en Francia y en América Latina, en la misma tradición de pen- samiento estructuralista y post-estructuralista francés, Michel Foucault inaugura una importante orientación de psicología crítica y de crítica de la psicología cuyo último desarrollo será particularmente influyente en el ámbito británico a partir de la década de los setenta del siglo xx. Su punto de partida es marxista y consiste en un cuestionamiento dirigido al “psico- logismo” de los psicólogos que los hace explicar la enfermedad mental únicamente por factores psicológicos y soslayar sus cau- sas en la “alienación social” y en las “contradicciones de la so- ciedad” (Foucault, 1954: 102-110). Tales contradicciones y otras que “el hombre encuentra en su práctica”, sistemáticamente ignoradas por los psicólogos, no sólo constituirían “lo más hu- mano del hombre, es decir, su historia”, sino que serían aquello mismo que “hace nacer” la psicología (Foucault, 1957: 165). Ignorar las contradicciones que desgarran la experiencia humana, contradicciones sociales, históricas y culturales, no sería ni más ni menos que ignorar la razón de ser del cono- cimiento científico psicológico de la enfermedad mental y de otras expresiones de las contradicciones. Y, sin embargo, esta ignorancia terminaría siendo constitutiva de la psicología. En una ulterior profundización y radicalización del mismo plan- teamiento crítico, Foucault se representó la psicología como la sistematización científica de la ignorancia, del “olvido” y de la “enajenación” de todo lo que se revela en