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Manual de psicología de los grupos (Psicología Manuales prácticos) (Spanish Edition) -- Carmen Martínez, M _Paterna, Consuelo [Carmen Martínez, M _Paterna, Consuelo] -- 2010 -- Sintesis -- 7267b0b9704

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Manual de psicología
de los grupos
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Manual de psicología
de los grupos
M.a del Carmen Martínez
Consuelo Paterna
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Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las
leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de
recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por
cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A.
© M.ª del Carmen Martínez
Consuelo Paterna
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-995842-7-0
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Índice
Introducción
PARTE I
Objeto y Metodología
1. La definición de grupo
1.1. El problema para la definición del grupo
1.2. Intentos de delimitación
1.2.1. Criterios usados en las definiciones, 1.2.2. Categorías sociales y
grupos
1.3. Clasificación y tipos de grupo
1.3.1. Primarios, de referencia e informales, 1.3.2. Otros tipos de
grupo
1.4. Ámbitos de aplicación de los grupos
1.4.1. Área de la salud, 1.4.2. Ámbito educativo, 1.4.3. Ámbito
organizacional
2. Métodos y técnicas en el estudio de los grupos
2.1. Investigación básica e investigación aplicada
2.1.1. El código ético
2.2. La investigación con grupos
2.2.1. La investigación cuantitativa, 2.2.2. La investigación
Cualitativa
2.3. Algunos métodos de investigación con grupos
2.3.1. Estudios de campo, 2.3.2. La investigación-acción y los grupos,
2.3.3. Estudios de simulación
2.4. Técnicas de recogida de información
2.4.1. Cuestionarios y escalas, 2.4.2. La observación, 2.4.3. La
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entrevista grupal, 2.4.4. El grupo de discusión
2.5. Análisis de la información
2.5.1. Análisis cuantitativo, 2.5.2. Análisis cualitativo
PARTE II
Estudio del grupo
3. Formación y desarrollo del grupo
3.1. Motivos y dimensiones relevantes para la formación
3.1.1. Necesidades que satisface el grupo, 3.1.2. Las cuatro
dimensiones básicas
3.2. Las etapas en la vida del grupo
3.2.1. Modelos lineales, 3.2.2. Modelos secuenciales, 3.2.3. Modelos
integradores, 3.2.4. Fases finales del grupo
3.3. El proceso de socialización grupal
3.3.1. Procesos psicológicos en la socialización grupal, 3.3.2. Etapas
de la socialización
3.4. El proceso de cohesión
3.4.1. Concepciones acerca de la cohesión, 3.4.2. Determinantes de la
cohesión, 3.4.3. Relevancia de la cohesión para el grupo
4. Estructura grupal
4.1. Concepto y elementos
4.1.1. Estatus y roles como ejes de la estructura grupal
4.2. Proceso de diferenciación de roles
4.2.1. Tipos de roles, 4.2.2. Conflictos de rol
4.3. Proceso de diferenciación de estatus
4.4. Relevancia del sistema normativo
4.4.1. Tipología y funciones de las normas
4.5. Comunicación y redes sociales
4.5.1. Facilitación de la comunicación
5. Los procesos de influencia en grupos
5.1. ¿Qué es la influencia social?
5.2. La influencia de las mayorías: conformismo
5.2.1. Investigaciones sobre la conformidad, 5.2.2. ¿Por qué se
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conforman las personas?: influencia normativa e informativa, 5.2.3.
Factores que influyen en el conformismo
5.3. La influencia de las minorías: la innovación
5.3.1. Determinantes de la influencia de las minorías, 5.3.2. Los
efectos de la influencia minoritaria: la conversión, 5.3.3. La
resistencia a la influencia: psicologización
5.4. Explicaciones de los procesos de influencia
5.4.1. Modelos de un solo proceso para mayorías y minorías, 5.4.2.
Modelos de dos procesos diferentes de influencia
5.5. Formas extremas de influencia social: la obediencia
5.5.1. Experimentos sobre la obediencia, 5.5.2. Determinantes
situacionales y psicosociales, 5.5.3. El caso del adoctrinamiento
intenso
5.6. Poder y autoridad: naturaleza, tipología y funciones
5.6.1. Efectos y consecuencias del poder
6. Liderazgo
6.1. Definición y tipos
6.2. Poder y liderazgo
6.3. Explicaciones y concepciones sobre liderazgo
6.3.1. Las centradas en la persona, 6.3.2. Las centradas en la
situación, 6.3.3. Las centradas en los seguidores, 6.3.4. Modelos de
interacción entre seguidores y líder, 6.3.5. Las explicaciones
integradoras
6.4. Funciones del liderazgo
6.5. El ejercicio del liderazgo
6.5.1. Elementos relacionados con la eficacia, 6.5.2. Elementos
moderadores: cultura y género, 6.5.3. Efectividad del liderazgo y
coordinación
7. El rendimiento del grupo
7.1. Facilitación social
7.1.1. Explicaciones de la facilitación
7.2. Tareas y tipologías
7.2.1. Análisis de tareas
7.3. Rendimiento y productividad grupal
7.3.1. Rendimiento individual versus grupal
7.4. Pérdidas de motivación grupal
7.4.1. Productividad potencial y real, 7.4.2. La motivación en el grupo,
7.4.3. Ganancias en la motivación grupal
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7.5. Estrategias para el aumento de la eficacia
7.5.1. Requisitos para el éxito de un equipo, 7.5.2. Cómo minimizar
las pérdidas del rendimiento grupal
8. Toma de decisiones en grupo
8.1. Aumento del riesgo: efecto de polarización
8.2. Explicaciones de la polarización
8.2.1. Proceso de influencia informativa, 8.2.2. Teoría de la
comparación social, 8.2.3. Modelo de autocategorización
8.3. El pensamiento grupal: un caso extremo de polarización
8.3.1. Formas de evitar el pensamiento grupal
8.4. Técnicas para la toma de decisiones en grupo
Bibliografía
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Introducción
El aprendizaje es una acción, una búsqueda, una movilización. Implica también
intenciones, emociones y sobre todo la capacidad de integrar conocimientos,
procedimientos y herramientas; elementos que pueden encontrarse en lugares y planos
diferentes y distantes. Para aprender necesitamos interactuar con el objeto de
aprendizaje, enfrentarnos a los problemas que nos pueda generar, conocer las diferencias
que suponen los cambios de tiempo o espacio, o sea, la influencia de los contextos sobre
él. Incluso para aprender necesitamos tener la oportunidad de elegir y la opción de
equivocarnos.
Es fácil ahora deducir que leer es sólo una manera o estrategia para formarse. La
lectura es una parte necesaria, pero en ella no acaba el aprendizaje. Es preciso poner en
práctica lo leído, integrarlo en otro conjunto amplio de elementos y actualizar, mostrar en
la acción, en las decisiones, en las palabras y en las elecciones lo que hemos aprendido.
Desde esta perspectiva se ha concebido este texto y desde la concepción de enseñanza-
aprendizaje para las asignaturas de grado en el marco del EEES. Este proceso de
enseñanza y aprendizaje está guiado por la adquisición de competencias propias de una
profesión. Si bien no es éste el lugar ni el momento para hacer un análisis de lo que es
una competencia, sí conviene delimitarla para poder orientar al lector en la lectura de
cada capítulo y en lo que de cada uno debe extraer para desarrollarlas.
El concepto moderno de competencia laboral surge en los años 70 como
consecuencia de la desconfianza en la utilidad de los tests de inteligencia, de aptitud,
rendimiento y personalidad, como predictores de éxito laboral. Para David McClelland
(1973) la competencia personal incluía aquello que saben las personas, sus conocimientos
generales o específicos; sus aptitudes: capacidades, habilidades, destrezas; y las actitudes
ante sí mismos, los demás y las exigencias del entorno: voluntad, deseos, gustos, valores,
etc.
Otros planteamientos han surgido desde entonces pero todos consideran las
competencias como un conjunto integrado que se construye interrelacionando y
activando un cúmulo de cualidades, aptitudes y saberes. Una competencia no es un
conocimiento, una actitud o una habilidad aislada, sino una unión integrada, construida
idiosincrásicamente ante una demanda o tarea. Expertos en el tema como Gonzci (1996),
Le Boterf (2000) o Levy-Leboyer (2003) estarían de acuerdo en asumir que una
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competencia es algo construido y multidimensional que siempre se refierea un contexto y
que se plasma en las actuaciones profesionales que llevamos a cabo.
Pero el reto de todos, y sobre todo de los docentes, es afrontar el tema de la
construcción y adquisición de competencias. Una propuesta, más empírica que
conceptual, es la ofrecida por Avolio y Iacolulti (2004). Estas autoras se basan en las
características que presenta el experto y en el conjunto de acciones que éste realiza:
• Percibir una situación.
• Captar el problema que la situación plantea a partir de sus conocimientos.
• Seleccionar y usar la alternativa que considera más adecuada para resolver el
problema.
• Evaluar la solución adoptada.
En función de esto, la conformación de la competencia implicaría:
1. Disponer de los distintos tipos de saberes necesarios: conceptos y principios
científico-técnicos (saberes conceptuales), saberes técnicos (reglas de acción,
normas, criterios) y prácticos (experiencias que no se derivan de reglas sino de
la cultura del oficio).
2. Movilizar los saberes: la movilización de saberes conlleva integrarlos y
asociarlos entre el reconocimiento de aquellos que dentro de su bagaje son
necesarios. Implica percibir la situación problemática e intuir las necesidades y
demandas. Esta tarea se facilita por los esquemas de percepción, pensamiento
y acción que las personas van construyendo en la práctica profesional.
3. Los esquemas no se aplican de forma mecánica: el proceso de adaptación es
fundamental para afrontar una variedad de situaciones, de ahí la importancia
de la flexibilidad y ajuste según la singularidad de la situación.
4. El desempeño competente requiere de la puesta en juego de un conjunto de
esquemas de situación. En el ejercicio laboral los esquemas se refieren a
formas de razonar propias de la profesión, a maneras de pensar intuitivas, a
los procedimientos para identificar y resolver los problemas.
5. Los esquemas se construyen durante el proceso formativo y en la práctica
laboral cotidiana, convirtiéndose en mediadores entre los saberes y la acción
del sujeto.
6. La competencia supone en la persona determinadas actitudes y
comportamientos.
Especialmente relevante nos parece el modelo de Velde (1999), citado por Navío
(2001), quien considera que la competencia se conforma a través del significado que el
individuo confiere a su acción profesional. Este significado se construye en la interacción
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que se lleva a cabo en dos niveles contextuales: uno macro (cultural, ideológico) y otro
micro (próximo, interpersonal). El contexto social es traducido mediante una concepción
personal y profesional del sujeto. El contexto próximo que otorga sentido y significado
está conformado por el contexto de trabajo, la experiencia y la situación que ocupa el
trabajador.
El aprendizaje de conceptos, procedimientos y valores aún enfocados desde una
perspectiva global conlleva el uso de estrategias y métodos variados. Así, a modo de
ejemplo, el aprendizaje de una competencia manipulativa o instrumental no puede
desconsiderar la importancia del aprendizaje por observación o modelado y la relevancia
de la práctica, la repetición, el refuerzo y el feed-back interno entre otros aspectos. Otro
ejemplo demostrativo puede estar en la resolución de problemas de papel y lápiz. Esta
tarea compleja enfatiza inicialmente los conocimientos previos, las actividades cognitivas,
los errores conceptuales, pero también el nivel de práctica adquirida, la motivación y los
factores afectivos y emocionales que bloquean el razonamiento.
Admitir la complejidad del aprendizaje y la construcción de competencias por parte
del alumnado enfatiza la labor del docente como mediador entre las características del
objeto a aprender, las situaciones de aprendizaje y el sujeto. Una toma de decisiones que
obliga a reflexionar sobre los procedimientos para un aprendizaje efectivo.
Desde una perspectiva general, las decisiones a tomar por los profesores en el
proceso de enseñanza-aprendizaje de las competencias deben considerar:
a) La naturaleza principal del objeto de aprendizaje pues delimita el enfoque
principal metodológico o estratégico de aprendizaje.
b) El nivel de partida de los alumnos en los aspectos relevantes asociados al objeto
de aprendizaje: conocimientos previos, errores conceptuales, práctica
demostrada, habilidades implicadas, etc.
c) La consideración de las variables afectivas, motivacionales y relacionales como
condicionantes de aprendizajes y resultados. No mantenemos las mismas
relaciones con todos los objetos de aprendizaje.
d) El contexto en el que se produce el aprendizaje y su relación con los ambientes
en los que éste debe ser demostrado.
En este libro se asume la definición de competencia considerada como la
integración de conocimientos, habilidades, procedimientos, valores y actitudes que
permite la actuación eficaz y concreta en el espacio y el tiempo para responder a una
demanda profesional. Si nos centramos en la Psicología de los Grupos podemos afirmar
que la competencia general de la misma es
• Aplicar los principios psicosociales del funcionamiento de los grupos para
contribuir a su mejora y al desarrollo personal de sus miembros, atendiendo al
contexto en que se desarrolle la actividad de éstos, sus objetivos y tareas, sus
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recursos y tiempo, ya sea en una institución, empresa o en la comunidad,
actuando en todo momento de acuerdo a criterios de integridad profesional,
manteniendo y promoviendo el respeto ante la diversidad de sus miembros y
aplicando los principios de igualdad, respeto y autonomía.
Esta competencia se puede y debe desglosar en unidades de competencias más
específicas que son las que se abordan a lo largo de este texto. En concreto serían
• UNIDADES DE COMPETENCIA
1. Evaluar, interpretar e informar, al grupo y a otros posibles interesados, de
los procesos de interacción, la dinámica y la estructura grupal que ha
generado éste en el contexto y momento en el que se produce.
Obviamente para ello es importante que se sepa
– Diferenciar entre distintos tipos de grupalidad y las consecuencias
que para la persona tiene cada una de ellas.
– Aplicar y elaborar los instrumentos propios del trabajo con grupos.
– Determinar los procesos de influencia que se producen en el grupo
y las consecuencias actitudinales y conductuales que conlleva.
2. Coordinar la acción grupal para mejorar su rendimiento atendiendo a las
características de la tarea y de los miembros del grupo, según las
exigencias y tipo de contexto en el que se desarrolle la actividad. En
este caso es imprescindible que sepa
– Establecer y delimitar la tarea del grupo y las actividades que
requiere su consecución.
– Adecuar en lo posible la tarea a las características del grupo, las
exigencias temporales, los recursos y el contexto en el que se
actúa.
– Ayudar al grupo, evitando sesgos, en el proceso de toma de
decisiones.
3. Diseñar y efectuar investigaciones tomando como unidad de análisis el
grupo adecuándose a la metodología propia de la disciplina.
– Formular hipótesis, planificar el diseño y elegir la metodología
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adecuada a la investigación.
– Aplicar las técnicas de recogida de información, los instrumentos y
las técnicas de análisis adecuadas a las mismas.
– Realizar el informe de investigación pertinente siguiendo los criterios
de la A.P.A.
4. Trabajar y actuar con principios éticos en todos los momentos de la vida
del grupo, atendiendo a los aspectos de privacidad, libertad y respeto.
– Guardar y custodiar la información y documentación producida por
el grupo.
– Custodiar los informes y datos que sobre el grupo se elaboren de
acuerdo a criterios éticos.
Referencias
Avolio de Cols, S. e Iacolutti, M.D. (2003). Enseñar y evaluar en Formación por competencias laborales. BID-
FOMIN-CINTERFOR. Buenos Aires.
Boyatzis, R. E. (1982). The competent manager: A model for effective performance. Nueva York: John Wiley &
Sons.
OCDE/Comisión Europea (2004). Orientación profesional: manual para responsables políticos. París.
Gallart, A. (1997). Manual de Evaluación paraexperiencias de formación destinadas a jóvenes de sectores de
pobreza (en colaboración con Claudia Jacinto). Buenos Aires: Red Latinoamericana de Educación y
Trabajo.
Gonzci, A. y Athanasou, J. (1996). Instrumentación de la Educación Basada en Competencias. Perspectivas de la
teoría y práctica en Australia. En Competencia Laboral y Educación Basada en Normas de Competencia.
SEP. CNCCL. CONALEP. México.
Le Boterf, G. (2001). Ingeniería de las competencias. Barcelona: Gestión 2000.
Levy-Leboyer, C. (2003). Gestión de las competencias. Cómo cualificarlas, evaluarlas y desarrollarlas.
Barcelona: Gestión 2000.
McClelland, D. C. (1973). Testing for competence rather than intelligence. American Psychologist. 28, pp. 1-14.
Navío, A. (2001). Las competencias del formador de formación continuada.
Análisis desde los programas de formación de formadores. Tesis doctoral. TDX-0123102-162328. Disponible en
http://www.tdx.cbuc.es/.
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http://www.tdx.cbuc.es/
PARTE I
Objeto y Metodología
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1
La definición de grupo
Objetivos y competencia con la que se relaciona
Los objetivos de este capítulo son de gran relevancia para la adquisición de la primera
competencia relativa a la identificación de los diferentes tipos de grupalidad, ya que en él se
determina lo que debe ser considerado grupo y lo que no, así como las clasificaciones que
podemos hacer de ellos en función de sus características.
La relevancia de las taxonomías reside en proporcionar información sobre los aspectos
sustanciales que diferencian unas agrupaciones de otras, de acuerdo a criterios que deben ser
importantes para efectuar las distinciones. Dichas diferencias pueden concretarse en los
contextos de aplicación profesional en los que se aborda el trabajo con grupos, obedeciendo a la
tarea específica en cada caso. Por todo ello y en concreto se debe aprender en esta unidad a:
• Diferenciar un grupo de una categoría social.
• Conocer el proceso por el cual una categoría puede llegar a convertirse en un grupo.
• Identificar los tipos de grupo, los aspectos y las dimensiones básicas con las que
caracterizarlo.
• Relacionar las definiciones de grupo con los modelos teóricos que las sustentan.
• Caracterizar los distintos ámbitos de aplicación de los grupos.
La sociedad occidental en la que vivimos está llena de organizaciones empresariales,
equipos deportivos, sindicatos, partidos políticos, sociedades literarias, organizaciones no
gubernamentales, asociaciones de enfermos, iglesias, sinagogas, mezquitas, sociedades
gastronómicas, clubes deportivos, asociaciones de madres y padres, familias, grupos de
amigos, compañeros del trabajo, etc. ¿Todas estas formas, digamos, de reunión son
iguales? La respuesta es obvia: en unas cosas sí y en otras no. Si se puede identificar algo
común a todas ellas eso nos permitiría definirlas mediante dicho elemento, el cual se
convertiría en el rasgo definitorio de las mismas. De no ser así, habría que señalar lo que
las hace diferentes y establecer una doble o triple clasificación. En principio, un rasgo
común es que todas están formadas por personas. ¿Es suficiente para considerarlas
homogéneas? Éste es el problema que centra el análisis de este capítulo. Considerar las
entidades anteriores como una mera reunión de individuos anula cualquier intento de
análisis de la grupalidad, ya que focaliza el estudio y la intervención sobre la persona.
Esto plantea la necesidad de indagar más para poder identificar otros aspectos que nos
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permitan encontrar una definición de grupo, fundamentalmente para poder identificarlos
y saber trabajar con ellos.
1.1. El problema para la definición del grupo
Al abordar la tarea de delimitación conceptual del término grupo se puede estar de
acuerdo con la afirmación relativa a la ausencia de un único referente para el vocablo.
Causa de esta situación es que la definición entraña más dificultades de las apreciadas a
primera vista, y básicamente porque toda definición mantiene una estrecha relación con
la forma de trabajar, investigar e interpretar lo que ocurre en un grupo. Como algunos
autores señalan, la definición no es importante en sí misma sino en la medida en que
sirve de punto de partida o manifiesta diferentes aproximaciones teóricas acerca de los
grupos. Además, no es éste un problema que podamos considerar aisladamente ya que se
relaciona con dos cuestiones básicas en el estudio de los fenómenos grupales: la de la
realidad del grupo y el nivel de análisis. Según Mullen (1987) la definición de grupo viene
determinada por las creencias sobre el estatus de realidad de los sujetos y la opción
tomada sobre cuál de las dos entidades es el adecuado objeto de estudio y de
intervención. Históricamente la realidad del grupo se ha expresado a través de varias
concepciones, siendo las posiciones más radicales la de Durkheim, para quien el grupo es
más real que las personas y la de Allport, quien defendía el extremo opuesto. De forma
resumida se afirma que existen cuatro formas de adjudicar realidad a un grupo
(Golembiewski, 1962):
a) el grupo como realidad conceptual: aquí grupo y persona son conceptos
analíticos, no entidades concretas.
b) el grupo como entidad nominal: con esto se hace referencia al conjunto de
individuos como última realidad, bien estén aislados o reunidos. Desde este
enfoque los fenómenos de grupo se hallan en la interacción de los sujetos.
c) grupo como entidad menos básica: este punto de vista asume el grupo como
realidad perceptual existente en la mente de las personas, ya sean miembros u
observadores. Pero esta realidad perceptual no debe confundirse con la
“objetiva”: el grupo es conceptualmente válido pero no real.
d) grupo como reificación: en este caso se considera que tiene realidad y es
anterior a los individuos por lo que como entidad posee atributos distintos de
los de sus miembros.
Los pioneros en el estudio de los grupos, Mead, Sherif, Asch y Lewin, entre otros,
creían en la realidad del grupo y en sus propiedades, las cuales son consecuencia de las
interrelaciones de las personas. La analogía de Asch (1952) entre el grupo y la molécula
de agua es concluyente. Sherif (1936) situó la realidad del grupo en las percepciones
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comunes de los sujetos como miembros de la misma unidad social y en las relaciones
establecidas entre ellos. Asociados a estas percepciones se encuentran los diferentes
productos grupales como normas y valores que son asumidos y guían la conducta de los
miembros del grupo. Ser miembro de una unidad social y comportarse como tal tiene
consecuencias psicológicas que incluso aparecen cuando los miembros del grupo no están
presentes.
En conclusión, no se puede defender la reificación del inconsciente colectivo
(Fraser, 1978) pero tampoco es aceptable una visión desde la que se considere al grupo
como mera etiqueta que designe a una reunión o conjunto de individuos. Nadie niega hoy
que los grupos existan, pero sí son muchos los que siguen considerándolo,
operacionalmente hablando, como un mero agregado. Y en un amplio sentido el
problema de la realidad del grupo no es otro que el de su evaluación y
operacionalización. En la medida en que la interacción produce roles, diferencia estatus y
crea vínculos afectivos podemos decir que los grupos son, de hecho, reales. Y será por
tanto el estudio de los roles, el estatus, el contexto y demás aspectos definitorios y
caracterizadores de la grupalidad lo que debamos analizar. Blanco et al. (2004) señalan
de manera clara cinco argumentos que prueban la realidad del grupo y que lo alejan del
individualismo psicologicista que en esencia lo anula. En primer lugar el grupo no es real
porque reúna a una serie de personas. Muchos individuos juntos no son un grupo,
aunque puedan llegar a serlo. Lo que los convierte en realmente un grupo es el proceso
de interacción que produce una representación compartida entre las personas que lo
forman, que aparece gracias a los procesos de influencia.
No obstante, y aunque gran número de investigadores manifiesten su acuerdo con
la afirmaciónanterior, persiste otra cuestión. Mientras que la legitimación del concepto de
grupo debida a la conexión con el de interdependencia no es discutida a nivel social,
Turner et al. (1990) consideran que la aceptación de la realidad psicológica del grupo
tiene ciertos problemas. De hecho con la noción de interdependencia hubo una vuelta
implícita al individualismo puesto que ésta se estudió como relación entre individuos
aislados. Respecto al nivel de análisis parece evidente que si se asume el grupo como
entidad menos básica, el objeto de análisis sólo puede ser el sujeto. Sin embargo, el
énfasis individualista no ha estado exento de críticas, recayendo la explicación de esta
preferencia en razones de tipo metodológico: es más fácil medir y controlar a sujetos que
a grupos; ideológicas: congruencia con el modelo capitalista (Taylor y Brown, 1979);
ignorancia de los hallazgos sociológicos y antropológicos (Shaffer, 1978). Pero las críticas
no han suplantado al sujeto por el grupo como primera unidad de análisis. Según Mullen
(1987) más bien el individuo está siendo progresivamente mejor comprendido en el
contexto grupal, pero eso es distinto de analizar grupos.
Algunos intentos de reconciliación entre los dos niveles de estudio han sido
propuestos por autores que sostienen que debemos estudiar qué es lo que contribuye o
determina que algo sea percibido como una entidad en sí misma, o sea, como grupo. El
concepto acuñado es el de entitatividad: el grado en que poseen existencia real o tienen
naturaleza de entidad. La unidad de análisis será aquella que en un determinado
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momento posea más entitatividad: a veces lo será el sujeto y otras el grupo. Partiendo de
los principios perceptivos y gestálticos se asume que a mayor semejanza, proximidad,
destino común y “buena forma” mayor grado de realidad percibida. Dicho de otro modo,
los anteriores factores son los responsables de que percibamos a un grupo. Un agregado
funcionará como grupo en la medida en que el tamaño se mantenga constante, haya
semejanza entre los sujetos y éstos se dediquen al mismo tipo de actividad.
Recientemente se aprecia cierto interés por analizar las diferencias entre cómo se percibe
a las personas y a los grupos, o cuál es la característica que más favorece la percepción
de un grupo como una entidad. En principio parece que semejanza y organización son las
dos dimensiones más relevantes para percibir entitatividad (Yzerbyt et al., 2004). Por lo
que respecta a los elementos emocionales, como los sentimientos, el grupo tiene un
amplio rango de variabilidad. Por ejemplo, se percibe más entitatividad en un equipo
deportivo y en una familia que en una orquesta o en un sindicato. Y menos en judíos,
mujeres y negros. Menos aún entre los que suben a un autobús (Lickel et al., 2000).
Tres elementos están implicados en esta clasificación: el grado de semejanza entre sus
miembros, el nivel de interacción y el grado de interdependencia. Precisamente las tres
dimensiones que se han usado tradicionalmente como ejes para la definición de grupo.
Lo que estos estudios nos demuestran es que se percibe más grupalidad cuantas más
características se aúnan en un conjunto de personas.
Un aspecto relevante en el estudio de la entitatividad, y que posteriormente nos
ayudará a entender la diferencia entre categoría y grupo, es el relativo a los efectos de la
misma. Algunos estudios, como los de Dasgupta et al. (1999), han mostrado que la
mayor semejanza física en grupos conduce a realizar sobre ellos evaluaciones de
semejanza psicológica y a considerar que actuarán contra los que no son miembros de su
grupo. Esto nos conduce a la propuesta de Merton (1964) cuando afirmaba que el hecho
relevante de los grupos es que son conocidos por otros. Más específicamente, no
podemos desligar al grupo del contexto en el que se genera o aparece.
1.2. Intentos de delimitación
La estrategia comúnmente usada a la hora de la delimitación conceptual ha sido realizar
un análisis sobre el contenido de las definiciones para identificar el factor o criterio
considerado fundamental para garantizar la existencia de un grupo. Cartwright y Zander
(1972) aluden a la importancia de la interdependencia para la conceptualización del grupo
pese a que también consideran relevantes los aspectos perceptual, motivacional y
normativo. Concretamente su definición alude al conjunto de sujetos que tienen
relaciones entre ellos, lo que los hace interdependientes en un grado significativo. Para
ellos esta definición es más amplia que las frecuentemente propuestas, como por ejemplo
la enunciada por Bales (1950), quien entiende que el grupo se configura por los sujetos
dedicados a la interacción cara a cara. Para Gil y Alcover (1999) un procedimiento
adecuado para delimitarlo es la unión de los criterios usados por distintos autores para
21
definir el grupo. Ello proporcionaría el conjunto básico de rasgos que los grupos suelen
presentar: interacción, percepción de grupo por parte de los sujetos que lo forman y de
los que no pertenecen a él, normas compartidas y participación en roles, así como
continuidad y permanencia debido a la gratificación que el grupo supone para el sujeto.
1.2.1. Criterios usados en las definiciones
Los intentos de clasificar las definiciones de grupo que se han ofrecido son varias. Una
de ellas es la realizada por Shaw (1979) quien considera que existen seis criterios en
torno a los cuales se pueden clasificar las definiciones de grupo, que en cierto modo se
solapan.
a) El primer criterio es el perceptivo: los sujetos se perciben como grupo por lo
que desarrollan conciencia del mismo. La definición propuesta por Bales
(1950) está dentro de este criterio puesto que lo define como el conjunto de
personas que interactúan y que tienen una percepción de cada uno de los
demás miembros que forman parte del mismo y también incluimos aquí
aquellas definiciones que hablan de la percepción colectiva de unidad.
b) El segundo criterio es el motivacional: sólo la satisfacción de necesidades es el
elemento necesario para considerar que un agregado es un grupo. Las
definiciones que hablan del grupo como elemento gratificador o las que se
refieren a la necesidad del mismo para la satisfacción de necesidades son
claros ejemplos de este criterio.
c) En tercer lugar podemos identificar el relativo a los objetivos, que en realidad
está íntimamente ligado con el anterior. Si la satisfacción de necesidades
remite siempre a un objetivo, la consecución del mismo podría ser el elemento
definitorio del grupo.
d) La organización es el cuarto criterio identificado por Shaw (o.c.), muy utilizado
por los sociólogos aunque también encuentra defensores entre los psicólogos
sociales. Este criterio fue usado por Sherif y Sherif (1956) en su definición al
hablar del grupo como la unidad social, con estatus y relaciones de rol, que
mantiene un sistema propio de valores. En el mismo sentido se pronuncia
Newcomb (1978) al hacer hincapié en normas y valores como elementos
indispensables. Las propiedades organizacionales del grupo serían el
funcionamiento organizado, la interrelación de elementos y un mecanismo
regulador. Sin embargo, este acento en las propiedades estructurales es un
inconveniente puesto que estas definiciones son meras descripciones, para él
parciales, de un solo aspecto del grupo: la estructura. Vemos pues que Shaw
está haciendo una explícita referencia al hecho de que la definición de grupo
debe contener una o más características: el tema de si la definición debe ser
22
exhaustiva o restrictiva.
e) El quinto criterio, la interdependencia, tiene en Lewin (1951) su máximo
exponente. Esto supone que un conjunto de sujetos que comparten un destino
común y que mantienen una relación interdependiente son en sí mismos un
grupo. En el mismo sentido se pronuncian Cartwrihgt y Zander (1972) cuando
especifican que con el término grupo se hace referencia a la entidad social que
tiene en común la propiedad de la interdependencia.
f) El último criterio identificado por Shaw es elde la interacción, que en sí se
encuentra relacionado con el de interdependencia. La postura más extrema en
esta concepción es la que sólo alude en su definición a este rasgo al defender
que cierto número de personas que se comunican a menudo cara a cara
forman un grupo.
La propuesta final de Shaw (1979) es que las definiciones basadas en la
interdependencia o la interacción son las que describen más directamente los elementos
básicos del concepto grupo. Su afirmación es que para la existencia del grupo cabe
suponer que primero los sujetos estén motivados para la unión y sean conscientes por
tanto de la existencia del mismo. No obstante en su definición sólo incluirá el criterio de
la interacción: “dos o más personas que interactúan mutuamente” (p. 25).
En la misma línea se pronuncia Hare (1976) cuando expone que la interacción es el
rasgo fundamental que caracteriza al grupo y del que surgen otros como las metas, los
roles, las normas y una red de relaciones afectivas. Indudablemente la interacción es el
elemento clave generador de interdependencia, de la percepción del grupo como algo
real, de las metas y normas organizadas alrededor de ciertas posiciones. De forma similar
la interacción permite obtener información acerca de las relaciones entre los miembros y
también conocer cuál es el posicionamiento de éstos en relación a otros grupos. Vemos
pues que el uso del criterio interacción permite varios enfoques, por lo que se podría
considerar más adecuado hablar, no tanto de la estructura, sino del proceso interactivo.
Otros intentos clasificadores propuestos por Turner (Turner et al., 1990) y Brown
(2000) hacen referencia solamente a tres criterios fundamentales que engloban todo el
rango de definiciones. Concretamente Turner cree que son los de identidad
(perceptual/cognitiva), estructura e interdependencia los que diferencian unas definiciones
de otras.
a) Con el de identidad se hace referencia al hecho de que los sujetos se perciben a
sí mismos como grupo, compartiendo una identidad común.
b) A través del tiempo las relaciones se estabilizan, organizan y regulan, por lo que
se desarrolla un sistema que prescribe conductas, creencias y actitudes.
c) Al hablar de interdependencia se alude a una relación positiva que es según el
autor el criterio más extendido. Pero existen distintos tipos de
interdependencia. Así mientras unos aluden al sentido de “unidad funcional” o
23
dinámica, tal como hacen Lewin (1951) y Asch (1952), otros la entienden
desde el punto de vista motivacional: la asociación con otros es gratificante en
la medida en que se satisfacen necesidades. En cualquier caso parece haber un
amplio acuerdo en que las relaciones interdependientes son un factor
relevante.
Cuadro 1.1. Criterios básicos para la definición de grupo
Para Turner este criterio no es, pese a todo, válido por lo que propone otro de
bases cognitivas. El autor cree que la interdependencia fue la solución al problema
histórico de la realidad del grupo en el momento del establecimiento de la psicología
grupal como disciplina, pero no necesariamente útil hoy día. La investigación sobre
categorización social y el paradigma del grupo mínimo parecen demostrar que la
atracción e interdependencia no son condiciones necesarias para producir una conducta
grupal: la mera imposición de una supuesta pertenencia grupal, por parte de una cierta
autoridad, parece generar cierta atracción entre los sujetos y una forma de conducta
grupal. Partiendo de la teoría de la identidad social Tuner et al. (1990) proponen que el
grupo es el conjunto de sujetos que comparten la misma identificación social o que se
definen a sí mismos en función de la pertenencia a la misma categoría social. No
obstante esta definición presenta para Brown (2000) ciertos problemas, ya que la
considera demasiado subjetiva pues parece no captar un rasgo importante: la existencia
de los grupos siempre tiene lugar en un marco social. Es imposible estudiar un grupo si su
existencia permanece oculta. Por ello amplía la definición de Turner afirmando que el
grupo existe cuando dos o más sujetos se definen a sí mismos como miembros de una
entidad social y son así reconocidos por al menos otro grupo. Pero esta aclaración parece
innecesaria en la medida en que para percibirse como grupo es necesario que alguien o
algunos queden fuera. Toda categorización es una clasificación que forma conjuntos. La
misma definición acepta Stangor (2004) aunque especifica que el grupo se constituye por
tres o más individuos que son percibidos por ellos mismos y por los otros como grupo.
Además afirma que, aunque su definición no recoge un criterio estricto y es bastante
amplia, tiene la ventaja de incluir en ella todo tipo de grupo y de permitir que sea la
24
percepción de entitatividad la que garantice la presencia de un grupo.
En resumen, se puede afirmar, tomando como elemento clasificador el contenido de
las definiciones existentes sobre grupo que éstas pueden ser ordenadas en cinco
categorías:
– teleológicas: basadas en fines, metas y objetivos últimos.
– descriptivas: basadas en la definición de la estructura del grupo.
– antecedentes: las que aluden al elemento que provoca la reunión; la motivación.
– relacionales/procesuales: las relativas a la interdependencia e interacción.
Teniendo en cuenta que la interacción puede no conllevar interdependencia,
mientras que lo contrario es imposible.
– percepivo-cognitivas: basadas en procesos de autoidentificación y
categorización.
Si atendemos al número de elementos o rasgos incluidos en las conceptualizaciones
hallamos dos clases fundamentales: las que hacen mención a un único atributo o
dimensión y las que integran dos o más caracteres, es decir, unidimensionales y
multidimensionales respectivamente.
La importancia de uno u otro tipo de definición no reside en el número de
dimensiones usadas para caracterizar el grupo. Según Carmen Huici (1987) la aparente
riqueza de estas últimas parece contrastar con un menor potencial teórico y una
aplicación restringida a los llamados grupos pequeños. En contraposición, y considerando
como criterio evaluativo la contribución al avance teórico, las unidimensionales surgen y
se desarrollan desde un análisis teórico más profundo que informa mucho más que una
mera delimitación conceptual.
Cuadro 1.2. Definiciones según número de criterios para la definición
UNIDIMENSIONALES MULTIDIMENSIONALES
Bass (1960); Homans (1950) Merton (1947); Mills (1967)
Lewin (1951); Cattell (1951) Stogdill (1959)
Hare (1976); Fraser (1978);
Turner (1982)
Schäfers (1984)
1.2.2. Categorías sociales y grupos
En sentido estricto categoría y grupo psicológico son entidades diferentes. En el citado
estudio sobre el grado de entitatividad percibido en diferentes agrupaciones Lickel et al.
25
(2000) diferenciaban entre categorías sociales, aquellas agrupaciones basadas
generalmente en un único criterio socialmente relevante, como es el género, la religión, la
pertenencia étnica o nacional, grupos íntimos, de tarea y asociaciones. La controversia
suscitada entre la necesidad de diferenciar entre categoría social y grupo surge tras la
afirmación de Rabbie y Lodewijk (1996) de que una agrupación de sujetos
caracterizados por un rasgo común, el color de la piel, el sexo, o cualquier otro atributo,
no constituyen un grupo humano. En concreto, sobre lo que se está llamando la atención
es sobre el hecho de que el proceso de categorización sea razón suficiente para generar
un grupo. Ésta es una clara alusión y una forma de responder a la propuesta de la teoría
de la auto-categorización sobre la definición de grupo basada en el criterio de
despersonalización: percibirse como miembro de una categoría social. Otras definiciones
de grupo han diferenciado entre el grupo como categoría y el grupo como interacción.
Mientras los primeros se caracterizan por la semejanza los segundos se describen por la
interacción. Un aspecto básico que ayuda a entender las diferencias entre estos dos
conceptos es el hecho de considerar laposición de la individualidad en cada una de ellas:
mientras que en las primeras la individualidad es periférica en las segundas es un aspecto
central. De ahí la separación establecida entre grupos interactivos o categóricos; o dicho
de otro modo, la diferenciación entre grupos interpersonales y grupos categóricos. Sin
duda, el tema central en esta cuestión es saber si una teoría general sobre grupos se
puede aplicar a las categorías sociales. Esta controversia parece responder también a dos
tradiciones de investigación diferentes: de un lado el estudio de lo que tradicionalmente se
ha denominado la dinámica grupal, centrada en los procesos intragrupales de entidades
con interacción cara a cara, y de otro el estudio de la dinámica intergrupal más orientada
a las consecuencias del proceso de categorización social desarrollada tras las
investigaciones de Tajfel y el paradigma del grupo mínimo. Mientras la primera
orientación ha sido criticada por considerar al grupo como una entidad aislada de su
contexto, del tiempo y del espacio histórico en el que el grupo vive, a la segunda se le
critica el poco interés por el análisis de los procesos intragrupales. La cuestión parece ser,
como comentan Postmes et al. (2006), si la Teoría de la Categorización del yo puede
explicar lo que ocurre en grupos pequeños o sólo es útil en la explicación de los procesos
intergrupales y de las categorías sociales. Según ellos usar el término grupo para
referirnos a un agregado o una categoría, basada en un criterio como pudiera ser el sexo,
la raza o la religión, no es incorrecto. Más bien al contrario, es reflejo de que en
determinadas circunstancias cualquier categoría social puede ser psicológicamente
relevante y afectar nuestra conducta. Dicho de otro modo, una categoría social puede
funcionar y convertirse en un grupo de tal forma que influya sobre nuestra comprensión
del mundo y nuestra forma de actuar dado el significado emocional de la misma. Pensar
que los grupos deben tener necesariamente una entidad física con interacciones cara a
cara puede ser sólo una forma de grupalidad. Pero existen otras. Por ello no es el
tamaño, ni el tipo de interacción, ni la meta que persigan lo que otorga la cualidad de
grupo a un conjunto de personas: la cuestión es la representación psicológica compartida
por las personas y cómo ésta les afecta. Ya Tajfel argumentó sobre la necesidad de
26
diferenciar entre conducta interpersonal y grupal. Para ello podemos ayudarnos de tres
criterios: la presencia al menos de dos categorías sociales diferentes, o mejor dicho, la
utilización de un criterio que permita diferenciar a las personas a partir de él; la
variabilidad en las actitudes y conductas hacia los otros, y la variabilidad de las conductas
y actitudes de los miembros hacia los que consideran de su propio grupo. La distinción
interpersonal-grupal no debe ser concebida como una dicotomía, puesto que nos llevaría
de nuevo a la separación rotunda entre persona-grupo y sociedad, sino como un
continuo. Individual y grupal, personal y social son entidades interdependientes. Y la
categorización del yo en términos de identidad es, según la teoría de la categorización del
yo, un proceso reflexivo y no la mera activación de una estructura cognitiva.
Ahora bien, el continuo interpersonal-grupal no significa que los mecanismos y
procesos psicológicos que explican un tipo de conducta puedan ser aplicados para
explicar otra. Como señala Brown (2000) la conducta interpersonal se explica aludiendo a
dos dimensiones: la naturaleza de la relación entre las personas en interacción y sus
características individuales. Sin embargo en las situaciones grupales lo característico son
las uniformidades entre las personas que conforman los grupos y no sus diferencias.
Comprender la relación entre la identidad personal y la social es básico para entender la
conducta grupal. En primer lugar aquélla no es fija, sino dinámica y derivada de los
productos grupales, valores, ideologías, creencias y estructuras sociales. Como afirman
Turner et al. (2006) el cambio personal es posible gracias a los cambios sociales que
afectan a la creación de nuestra identidad personal. Por ello la forma mediante la que
explicamos la conducta siempre está basada en comparaciones: el yo personal refleja las
comparaciones con miembros del endogrupo. En la conducta grupal las comparaciones se
realizan con los miembros del exogrupo. Pero en cualquier caso toda categorización del
yo es siempre una representación social, un proceso intrínsecamente social, comparativo,
relacional y contextual en interdependencia con la realidad social. Es por esto que
podemos afirmar que el dualismo individuo-grupo, y que Mead ya desdibujó, está
claramente resuelto por las aportaciones de Tajfel y Turner.
Desde esta perspectiva es fácil entender que cualquier categoría o colectivo puede
estar funcionando como grupo dependiendo de la dinámica del contexto y la situación.
Los judíos, los musulmanes, los gitanos, las mujeres ¿funcionan como categorías sociales
o como grupos? Estas categorías sociales han sido y son tratadas como grupos en
multitud de ocasiones. Lo que con frecuencia los ha llevado a percibirse como iguales en
función de algún aspecto concreto y a comportarse de manera más o menos homogénea.
La utilización incluso de una categoría médica (VIH) conlleva la generación de una
categoría social que genera fundaciones, asociaciones y grupos sociales.
1.3. Clasificación y tipos de grupo
Si prolíficos han sido los intentos de definición del concepto de grupo no podemos decir
menos de los relativos al establecimiento de una tipología grupal. Incluso ésta ha sido
27
también una tarea controvertida en la medida en que algunos criterios usados para la
clasificación no se consideran oportunos. Por ejemplo la diferencia antes comentada
entre grupos categóricos e interpersonales puede conducir a pensar que existen diferentes
consecuencias psicológicas o procesos de influencia para cada uno de ellos. Realizar
tipologías y clasificaciones tiene como base la identificación de diferencias que deben
aportar información válida para cuando trabajemos con cada tipo de grupo. De no ser
así, la clasificación no es informativa de nada y en consecuencia inútil. Veamos algunas
de las tipificaciones más usuales para conocer la información que nos aportan.
La clasificación establecida por Anzieu y Martin (1997) se organiza según el grado
de estructuración manifestado por las diferentes agrupaciones. Con ella se identifican
cinco categorías fundamentales recogidas en el cuadro 1.3.
Cuadro 1.3. Clasificación de los grupos humanos
Fuente: Adaptado de Anzieu y Martin (1997)
Esta tipología se ha elaborado a partir de los siguientes factores: tamaño, duración,
28
nivel de organización, conciencia de los objetivos, relaciones entre los individuos, efectos
del grupo sobre las creencias de los sujetos y realización de acciones conjuntas. Cada
uno de estos criterios permite a su vez realizar otras clasificaciones. Basándose en las
metas Golembiewski (1962) identifica tres tipos de grupos: el instrumental, que satisface
necesidades personales; el de aceptación, en el que hay una satisfacción recíproca de
necesidades, y el vectorial: que sirve a una meta altruista no personal.
Asimismo partiendo del criterio temporal podemos hablar de grupos estables o
permanentes, entendiendo de larga duración, frente a los de una existencia más breve y
de carácter puntual. En función del tipo de unión y la naturaleza de la misma podemos
hablar de grupos biológicos, nomológicos y psicológicos, categorización que es un intento
de abarcar la gama de formas de vida social pero que poco informa de las características
de los grupos psicológicos. Igualmente, si tomamos los objetivos que se persiguen
podemos establecer una categorización que alude a los grupos de autoexperiencia, de
trabajo, terapéuticos, de instrucción, etc. Los primeros son aquellos en los que se
reflexiona sobre el comportamiento de los sujetos; los de trabajo persiguenla ejecución
de una tarea de forma colectiva; los llamados de instrucción son los que se centran en sí
mismos y en su funcionamiento; los terapéuticos tienen como finalidad la solución de los
problemas psicológicos de sus miembros.
Otra tipología ampliamente conocida es la elaborada por McGrath (1984) quien
diferencia entre los grupos constituidos artificialmente, como los jurados, las comisiones
de estudio, los grupos para desarrollo de programas, etc. o los sistemas naturales de larga
duración como la familia. Otra forma de clasificar a los grupos se basa en considerar los
criterios tradicionales (tamaño, duración, grado de interacción, objetivos y semejanza) y
aunarles otros menos usuales como son el grado de importancia que tienen para los
individuos que los componen, el grado de permeabilidad que muestran en relación a la
entrada de nuevos miembros y la búsqueda de resultados. De acuerdo a todos ellos se
diferenciaría entre categoría, grupos de tarea, de intimidad y asociaciones laxas. Por su
parte Stangor (o.c.) entiende que como grupo social podemos considerar tanto al grupo
de referencia, como a los grupos de trabajo, una categoría social, una cultura y una
muchedumbre. Entiende que cada uno cumple funciones diferentes y que, pese a sus
características distintas, lo válido de la clasificación es desafiar a la teoría para identificar
los principios básicos a todo tipo de grupo. Como exponen Postmes et al. (o.c.) las
tipologías siempre dejan fuera algún tipo de grupo y corren el riesgo de reducir el estudio
a las formas más usuales y cotidianas, y por tanto repetidas, de grupo. Por ejemplo pocas
tipologías están integrando los movimientos sociales o las comunidades virtuales como
nuevos tipos de grupos. Quizá porque desafían concepciones tradicionales acerca de la
grupalidad.
Uno de los criterios más importantes para el establecimiento de las tipologías es
aquel en el que se toma en cuenta el tipo y la calidad de la relación establecida entre los
miembros. Desde este aspecto la clasificación más relevante es la que diferencia entre
grupo de pertenencia y de referencia.
29
1.3.1. Primarios, de referencia e informales
A) Grupo primario
Se debe a Charles Horton Cooley la designación de grupo primario y su
delimitación conceptual y analítica, siendo ésta una de las categorías más relevantes en
Sociología y Psicología Social. No obstante algunos precursores del término fueron
Simmel (con la importancia concedida a los pequeños grupos) o Durkheim (con la
importancia concedida a los grupos secundarios). En su definición Cooley afirma que el
término alude a la cooperación y relaciones estrechas entre sus miembros; son primarios
porque intervienen de manera fundamental en la formación de la naturaleza social del
individuo en los que surge el yo social de la persona. Son por tanto la base para la
autoidentificación y determinación de la personalidad. Este carácter íntimo impide que los
sujetos puedan distanciarse de un modo excesivamente abstracto de la experiencia con
cada uno de sus miembros, lo que los diferencia de los grupos secundarios más
sometidos al control institucional. No resulta difícil apreciar cómo este concepto está
cargado de significados teóricos y prácticos ya que se espera de él que proporcione la
clave para explicar la naturaleza social de la persona junto con las condiciones necesarias
para el cambio, evolución social y formación de la identidad. Es por esto que durante los
años 30 y 40 hubo una escisión y aparecieron nuevos conceptos sobre grupos de los que
se fueron desgajando el de grupo informal, de orientación, de tareas, de referencia, de
pares, a los que aludimos en las clasificaciones anteriores.
Ante la complejidad del término, el propio Cooley, junto con otros colaboradores
abordaron una simplificación utilizando sólo cinco factores para definirlo: asociación cara
a cara, no especializada, de relativa duración, con reducido número de miembros que
permite una relativa intimidad entre ellos. Por otra parte, con el fin de lograr una mejor
delimitación, podemos añadir que el grupo primario es un caso especial de grupo
pequeño, aunque no todo grupo pequeño es primario. Asimismo debemos señalar que el
primario no tiene la misma significación para todos los miembros que lo forman.
A partir de Cooley, y junto con Mead y la escuela de Chicago, comenzaron a
realizarse investigaciones sobre la influencia de los grupos primarios. Así, en trabajos
para el ejército estadounidense se demuestra que la mejor unidad social existente en la
Armada puede considerarse un grupo primario, siendo éste la mejor garantía de la
cohesión en al aparato militar. De esta forma y en la medida en que empiezan a
considerarse otras formas como grupos primarios, llamados de resocialización, se
comienza a cuestionar el sentido y validez del término. Probablemente la proliferación de
grupos de resocialización puede ser consecuencia de que el grupo primario originario es
incapaz de cumplir sus funciones o bien que el tratamiento dado por los investigadores es
inadecuado.
El grupo primario puede por tanto ser un pequeño grupo que existe durante un
tiempo suficiente para establecer lazos emocionales firmes entre los miembros,
30
presentando éstos un conjunto de roles rudimentarios pero diferenciados que poseen una
representación de sí y un sistema normativo capaz de controlar las actividades de sus
miembros. Como podemos apreciar se está proponiendo una identificación entre grupo
pequeño y primario que parte de la importancia concedida al establecimiento de
relaciones íntimas en las que el sujeto es aceptado como persona y a la eliminación de
situaciones como anonimato, alienación, aislamiento, etc. Posiblemente la ventaja de esta
formulación es establecer una conexión entre grupos primarios y sistemas secundarios,
entendidos éstos como la tendencia a la organización y racionalización, división del
trabajo, más que un determinado grupo u organización social. En este sentido más que
una dicotomía podemos pensar que existe una relación de continuidad entre grupo
primario y secundario de forma que el primero proporciona al sujeto los criterios para
valorar a los secundarios y en definitiva a la sociedad.
B) Grupo de referencia
El término grupo de referencia no es una denominación que aluda a características
estructurales sino un concepto relacional que denota la conexión entre las formaciones
sociales y las personas. Esto es, trata de explicar la influencia de grupos sociales sobre el
pensamiento, la percepción y el comportamiento del individuo. En este sentido el término
demuestra su riqueza en la medida en que puede ser tanto un referente de los distintos
tipos de grupos como, al menos como pretenden algunos autores, una teoría explicativa
de alcance medio.
No resulta difícil encontrar algunos trabajos antecedentes de lo que después se
convertiría en la formulación sobre grupos de referencia. Podemos citar, por ejemplo, a
Williams James cuando establece que el desarrollo y la estabilización interna del self
social se activa por ideas que proceden de otros sujetos o grupos; de forma similar
Cooley anticipa cuando escribe que el grupo al que nosotros intentamos conformarnos es
elegido entre un conjunto de grupos accesibles. También es factible establecer una
conexión entre este concepto y el de “otro generalizado” propuesto por Mead (1959).
No obstante, el trabajo más decisivo para la consolidación del término fue el de
Merton (1964), si bien es cierto que ha tenido elaboraciones posteriores en el ámbito de
la sociología que lo han ido delimitando: aportaciones que van dando al término distintas
connotaciones. El concepto se ha aplicado en un sentido analítico e interpretativo. Tanto
los grupos como las personas de referencia representan criterios sociales de comparación
que el sujeto emplea para juzgarse y valorarse. Este grupo representa determinadas
actitudes en las que la persona se basa para determinar las suyas, ya sea en sentido
positivo o negativo. Similar orientación podemos encontraren los trabajos de Muzafer y
Carolyn Sherif (Sherif y Sherif, 1969), para quienes el grupo de referencia designa el
origen de los objetivos y aspiraciones de una persona, al tiempo que le proporciona
valores y expectativas, lo que constituye un punto de anclaje social para la identidad del
individuo.
31
La disconformidad en actitudes y acciones con el grupo en el que el sujeto está
inmerso hace necesaria la distinción entre inclusión objetiva y subjetiva. Es también
inevitable disociar analíticamente el grupo al que se pertenece de aquel del que se
obtienen los criterios fundamentales que determinan la acción, lo que permite aceptar
como causa determinante de la acción del individuo al grupo de referencia.
Otros trabajos suelen afirmar que la adquisición de ciertas actitudes depende
directamente de la relación que establezca el sujeto con uno o varios grupos, el cual
puede servir como grupo de referencia, y ello al margen de las consecuencias positivas o
negativas que tenga para el sujeto. Un enfoque similar fue propuesto por el matrimonio
Sherif (o.c.) para quienes las normas del grupo se convierten en las actitudes de la
persona. Este concepto implica que la persona elige a los grupos a los que desea
adaptarse. Al hablar de grupo de referencia analizamos una relación que se presta a dos
enfoques analíticos, interdependientes y complementarios: la perspectiva personal (del
individuo al grupo) y la grupal (del grupo al sujeto).
a) Perspectiva personal
El punto de vista de la persona ha sido fundamental para la construcción de la
teoría en gran parte de la orientación psicosocial. La idea fundamental aquí es que el
grupo social no constituye en sí mismo un grupo de referencia sino que es el sujeto quien
establece la relación con él. La mayoría de las aportaciones y diferenciaciones
conceptuales relativas al grupo de referencia se han establecido desde esta perspectiva,
donde habría que distinguir el tipo de formación social con la que el sujeto establece la
relación, la cualidad y matiz afectivo de ésta, los contenidos de dichas asociaciones y las
funciones que cumple esta relación.
Según el tipo de formación social podemos diferenciar entre grupo, persona y
categoría de referencia. Si adoptamos la definición propuesta por Sherif y Sherif (1969)
el grupo de referencia es aquel con el que el individuo se relaciona como miembro o
aspira a relacionarse psicológicamente. Por persona de referencia entendemos aquella
que se convierte en portador de valores, normas o pautas para el individuo. Pero cabe
aquí hacer la diferenciación con “modelo de rol” que se define como el esquema de
referencia mucho más limitado y relativo a un conjunto reducido de roles. Aquí el
individuo es el portador de un único rol que es objeto de imitación. Por categorías de
referencia se entienden los agregados de individuos que ocupan posiciones similares y
que exhiben las mismas características (grupo profesional, generacional, etc.). Como
consecuencia de esta diversidad de connotaciones se ha propuesto sustituir la noción de
grupo de referencia por la de “otro de referencia”, la que designaría cualquier tipo de
entidad u objeto real o imaginario que influya en el comportamiento del sujeto. En
cualquier caso, y sea cual sea la unidad de referencia, lo importante del concepto es que
la persona se pone interiormente en relación con ella. Según las cualidades y matiz
emocional de la relación existente entre sujeto y grupo podemos hablar de grupo de
32
referencia positivo o negativo. Mientras existe la tendencia a adoptar las normas y
modelos de las unidades consideradas positivas, las negativas conllevan el rechazo de
normas y modelos y también cierta disposición a la creación de normas contrarias. Pero
la clasificación más usual de los grupos de referencia es aquella que responde a un
criterio funcional. Según la propuesta de Kelley (1952) podemos distinguir entre el
normativo y el comparativo. El primero establece principios, normas y reglas, determina
actitudes, etc. Mediante la función comparativa el sujeto se evalúa a sí mismo y a los
demás. Esta idea ocupa un lugar destacado en las teorías de la comparación social y el
intercambio, como la propuesta por Festinger (1954) o Thibaut y Kelley (1959).
Pese a que analíticamente estas dos funciones puedan diferenciarse, a menudo
suelen satisfacerse conjuntamente por un único grupo. Precisamente Runciman (1966)
afirma que el grupo de referencia designa el papel de un sujeto en contexto de
desigualdad, por lo que fundamentalmente sirve para las comparaciones que establece, al
margen de que presente o no una función normativa. Es básicamente una cuestión de
evaluación de categorías de estatus y en consecuencia de uno mismo.
Pero aún hay otra noción más amplia del término en la que se destaca como
función primordial del grupo de referencia ofrecer al sujeto una visión del mundo y de sí
mismo y un punto de referencia en el que pueda integrar y organizar todas sus
percepciones. El grupo aporta pues la interpretación del significado del mundo y del
propio individuo, según la concepción clásica del interaccionismo simbólico.
b) Perspectiva grupal
Las anteriores delimitaciones y diferenciaciones están remitiendo a la elección del
grupo de referencia y a las consecuencias que dicha elección tiene. Se necesita por tanto
completar esta aproximación con otra perspectiva, la grupal. Es decir, el análisis de la
estructura social, del entorno del sujeto y de las condiciones institucionales que afectan la
elección del grupo de referencia. Respecto a los factores que influyen en la elección del
grupo de referencia se mencionan tres tipos: los relativos al sujeto, al sistema social y las
características del grupo. Respecto a los relacionados con el sujeto cabe destacar dos:
– el sujeto elegirá como grupo de referencia aquel que ofrezca mayores
oportunidades y más posibilidades para su desarrollo.
– cuanto más aislada sea la posición de una persona en el grupo mayor
probabilidad hay de que elija como grupo de referencia uno de no pertenencia.
En cuanto a los factores del sistema social se alude al nivel global de la estructura
social como algo relativamente abierto y favorecedor de la elección libre de un grupo de
referencia. Esto es, la estructura que permita la movilidad social favorecerá este tipo de
elección. Si esta posibilidad se ofrece el sujeto puede dedicarse a un proceso de
33
socialización anticipada que supone la adopción de normas y actitudes antes de que tenga
lugar el cambio que entraña la movilidad social. En último lugar y respecto a los factores
relativos al grupo son el grado de conformidad requerido por el grupo, la duración de la
permanencia y la precisión con que se define la pertenencia las características que
determinan la elección. Ahora bien puede ocurrir que el individuo deba elegir entre
diferentes grupos. En este caso es probable que aquel grupo o sujetos con los que el
individuo está en interacción sean el esquema de referencia más importante, ya que los
sujetos con los que se interactúa están conformando las normas o valores de una o varias
categorías sociales. Probablemente el criterio más importante que rige la elección de este
tipo de grupo es la calidad de relaciones interpersonales establecidas con los individuos
que lo forman, lo que en principio no tiene que contradecir la afirmación anterior si se
admite que el mayor número de interacciones se realiza con personas con las que se
mantienen relaciones interpersonales positivas.
C) Grupos informales
La designación de grupo formal o informal hace referencia a la peculiar situación
del grupo en una organización social. En este sentido el par conceptual formal/informal
está siendo empleado para designar la contraposición existente entre lo explícito que se
atiene a una forma y lo implícito que no se atiene a ella. Mientras el calificativo de formal
suele aplicarse a una organización, el de informal puede usarse tanto para ésta como para
el grupo. En el ámbito de las ciencias sociales se aplicanambos términos a procesos,
estructuras, características de las formaciones sociales, grupos, organizaciones, etc., sin
que este múltiple uso sea signo de imprecisión o especial clarificación.
En cuanto al inicio del estudio de los grupos informales hay que señalar que fue el
equipo de la universidad de Harvard, dirigido por Elton Mayo, quien obtuvo resultados
importantes en sus investigaciones sobre organizaciones industriales en las que se podía
diferenciar entre la organización planificada racionalmente y la personal descubierta entre
los miembros de la empresa, lo que constituyó el avance de la separación conceptual
entre lo formal e informal.
Aunando varios criterios se puede distinguir, mediante cuatro aspectos, la
caracterización formal/informal. La primera es producto de una planificación racional,
expresión material de las condiciones de estructuras de trabajo, comunicación y poder;
presenta prescripciones fijas y orienta a determinados fines a sus miembros. En resumen
posee un carácter racional, planificador, normativo y finalista. La informal es fruto de
procesos espontáneos de interacción; es expresión de condiciones reales en las
estructuras y se basa en acuerdos de los sujetos orientados hacia sus necesidades y
experiencias. Es decir, su carácter es espontáneo, efectivo, normativo-informal y de
necesidad.
No obstante, esta caracterización posee carácter estático que revela el interés de los
investigadores en materias de relaciones humanas pero llama la atención sobre el peligro
34
de elaborar cuadros tipológicos excesivamente rígidos, además de que el rasgo formal o
informal es sólo un aspecto parcial de todo el conjunto de caracteres que definen una
formación social. La primordial diferencia que interesa reside en el tipo de
comportamiento que una u otra formación exige para sus miembros. En las informales las
expectativas de conducta no sólo se formulan de forma implícita sino que son además
cambiantes, mientras que en las formales son mucho más rígidas y estáticas. Por otra
parte los aspectos internos del grupo informal se definen por la interdependencia en
términos de solidaridad, mayor o menor en función de que se den ciertas dimensiones
como sentido de pertenencia, cohesión, interacción, etc.
1.3.2. Otros tipos de grupo
En los distintos ámbitos profesionales en los que la psicología de los grupos se aplica se
han ido desarrollando diversas técnicas y conformando, más que tipos de grupos, formas
de trabajar en grupo de acuerdo a la teoría que los sostiene y a los fines o metas de los
mismos. Como Pilar González (1997) ha destacado los campos de aplicación están en
permanente desarrollo ya que pueden abarcar casi la totalidad de la actividad humana:
desde la atención sanitaria hasta la formación, la actividad en el ámbito de la comunidad
y el desarrollo en el contexto organizacional.
Diferentes textos y manuales se han publicado sobre los ámbitos de aplicación: Di
María y Falgares (2005) sobre grupos de formación y autoayuda; y Ovejero (1990) sobre
aprendizaje cooperativo; Guimon (2003) sobre grupos en la actividad clínica; Gil y
García (1996) sobre grupos en organizaciones, etc. Asimismo, en la actualidad se están
desarrollando, gracias a la aplicación de las nuevas tecnologías, nuevas formas de
grupalidad denominadas grupos o equipos virtuales.
• Equipos virtuales
Cuando hablamos de equipos virtuales nos referimos a que sus miembros no
mantienen interacciones cara a cara sino que éstas se producen a través de las nuevas
tecnologías de la comunicación. Lo más característico de estos grupos no es que
incorporen miembros de diversas zonas, incluso países diferentes sino que su trabajo se
realiza vía emaíl, videoconferencia y demás herramientas telemáticas (Poole y Zhang,
2005). Estos equipos son por tanto grupos en la medida en que comparten metas
comunes, mantienen interacciones y coordinan habilidades específicas que generan su
posición en el equipo.
La finalidad de todo equipo virtual es la productividad, es decir, conseguir su meta
de forma eficaz y efectiva. Para ello es importante que el bienestar de los miembros sea
óptimo y que el grupo sea capaz de dar apoyo a quienes lo forman para que éstos
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satisfagan sus necesidades. Un aspecto importante es el soporte tecnológico y las
estructuras impuestas por las TIC, esto es, las condiciones en las que opera el equipo. La
mayoría de los estudios están confirmando que un aspecto esencial en estos equipos es
que sus miembros sepan trabajar independientemente y que mantengan alta tolerancia a
la incertidumbre. De hecho, parece que las personas que mejor funcionan en este tipo de
grupos son las individualistas y también aquellas que tienden a confiar en otros. Otro
aspecto relevante que influye en estos grupos es el origen cultural de sus miembros, y
aunque este aspecto es relevante en toda interacción, en estos grupos se acentúa dada la
imposibilidad de contacto cara a cara. No obstante también parece que la ausencia de
contacto visual evita el efecto de ciertos estereotipos culturales. Otra característica de
estos equipos es que pueden ser de más tamaño que los habituales de manera que hasta
12 o más miembros pueden formar un equipo eficaz, estando también la estructura de
liderazgo claramente definida sobre todo cuando los miembros tienen un papel estable.
Otro aspecto importante en estas estructuras es el modelo de recompensas que los
sujetos obtienen. La carencia de contacto físico parece reducir la motivación extrínseca
en los miembros; por eso el sistema de recompensas e incentivos debe incluir tanto los de
tipo individual como los basados en el equipo. Pero sin duda uno de los aspectos más
interesantes es el relativo a la comunicación. La mayoría de los estudios recomiendan
que al menos son necesarios ciertos contactos cara a cara en este tipo de grupos: al
menos una en su constitución y dependiendo de la duración una por año. Con ello se
pretende desarrollar conexiones sociales entre los miembros además de fomentar una
mejor visión de la tarea. Precisamente los estudios que han demostrado que estas
interacciones no son necesarias parecen haber usado la tecnología más avanzada,
WORM de alta velocidad, canales de audio-vídeo abiertos que generan la sensación de
estar allí. Lo que sí es objeto de acuerdo es la necesidad de mantener constante un
horario de comunicación entre los miembros. Otra característica que parece usual en este
tipo de grupos es la atribución negativa entre los miembros: no contestar un email suele
ser interpretado como una ausencia de interés y compromiso con el grupo.
Evidentemente la creación de un sentido de grupo, o de una identidad social, se lleva a
cabo mediante el compromiso con la tarea. Por ello la confianza parece el sustrato sobre
el que se construye la efectividad del grupo virtual. Cuando un miembro cumple con sus
tareas y obligaciones genera confianza en los demás, pero lo inverso también es
frecuente.
La estructuración y funcionamiento de estos equipos tienen que solventar los
problemas concretos de acceso a la información. Ésta debe estar siempre disponible a los
miembros lo que incluye la realización de agendas, timelines, deadlines y reminders. Otro
elemento importante es tener abiertos canales permanentes de contacto como el
Teamscope, así como los directorios compartidos y los registros de actividades que se
convierten en la historia del grupo. No obstante los equipos virtuales tienden a generar
tantos o más conflictos que los grupos cara a cara. Curiosamente las atribuciones
personales son más frecuentes en estos equipos que en los tradicionales de forma que
cualquier fallo tecnológico primeramente se imputa a los miembros del equipo, incluso
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suele aparecer la tendencia de generar subgrupos en función de la localización geográfica
de los miembros, ellos, los asiáticos y nosotros, los estadounidenses (Cramton, 2001).
Esta nueva forma de comunicación ha generado ajustes en los modelos teóricos
tradicionales que explicaban la comunicación y las relaciones grupales.Como explica
Canto (2004) tanto el modelo SIDE como la teoría de los estímulos sociales reducidos
presentan explicaciones alternativas a fenómenos ya conocidos como la desindividuación.
En cualquier caso la comunicación a través del ordenador supone un nuevo reto a la
investigación grupal.
1.4. Ámbitos de aplicación de los grupos
El desarrollo teórico, la investigación y la aplicación del conocimiento sobre grupos han
permitido al profesional de la Psicología desarrollar estrategias de trabajo para diferentes
ámbitos y contextos. Se puede mencionar, como en su momento señaló Pilar González
(1997), que son principalmente tres los campos en los que se ha producido un mayor
desarrollo: en el ámbito de la salud, en el de las organizaciones y en el educativo.
Asimismo Carmen Huici (2004) ha señalado el desarrollo en el ámbito jurídico y en el de
las relaciones intergrupales, como otros importantes desarrollos. No obstante, debemos
tener en cuenta que la mayoría de las actividades del psicólogo requerirán el
conocimiento y la aplicación del saber sobre grupos. De forma esquemática se señalan a
continuación algunos de los aspectos más característicos de los citados dominios.
1.4.1. Área de la salud
Si en un principio, sobre todo a finales de la Segunda Guerra Mundial, los grupos fueron
utilizados como recurso terapéutico aplicado a la psicoterapia, en la actualidad éstos son
una herramienta útil para la mejora de cualquier aspecto relativo a la salud. Sin duda los
grupos terapéuticos representan uno de los primeros intentos de aplicar los procesos de
grupo para el cambio del funcionamiento individual. Los sujetos participan en estos tipos
de grupos para corregir, eliminar o rectificar aspectos disfuncionales y mejorar su
funcionamiento psicológico. Esta forma de trabajo se ha desarrollado desde diferentes
aproximaciones por lo que facilitar una definición de grupo psicoterapéutico no es fácil.
La aplicación de modelos y teorías grupales en el ámbito psicoterapéutico ha generado
modelos y formas de trabajo tan dispares que aunar en una definición tal disparidad
podría suponer un cierto sesgo. Lo adecuado, como hacen Burlingame et al. (2005), es
considerar tres dimensiones para explicar las diferencias entre los distintos modos de
trabajo. La primera dimensión es el modelo teórico desde el que el líder del grupo intenta
producir el cambio en los sujetos. Atendiendo a dicho criterio se puede diferenciar entre:
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– Grupo de orientación analítica: el fin perseguido es la reconstrucción moderada
de la dinámica de la personalidad y por lo general tiende a impedir los
contactos y la socialización fuera del grupo.
– Psicoanálisis de grupo: su fin meta es la reconstrucción amplia y completa de la
personalidad, evitando la socialización fuera del grupo y la dependencia hacia
el líder.
– Grupo transaccional: su objetivo es la modificación de la conducta a través de
mecanismos de control consciente, analizando las relaciones positivas y los
acontecimientos negativos que acontecen dentro del grupo. Evita asimismo el
análisis del pasado fomentando el aquí y ahora.
– Grupo conductual: se pretende el alivio de los síntomas específicos,
modificando conductas asociadas al desorden, fomentando la confianza en el
líder pero evitando la dependencia intragrupal.
– Grupo conductual-cognitivo: la adquisición de habilidades y la disminución de
los síntomas se pretende alcanzar mediante la re-estructuración de esquemas
cognitivos disfuncionales mediante ejercicios estructurados.
– Grupo de apoyo: sin un líder formal y partiendo de un problema común el grupo
tiene como objetivo la mejor adaptación partiendo del apoyo proporcionado
por los demás miembros, los cuales se perciben de forma más implicada que
un coordinador ajeno al problema.
– Grupos no directivos: basados en el modelo rogeriano se considera que la
modificación de la conducta procede mediante un clima de encuentro
empático y apoyo emocional incondicional de los encuentros no directivos.
– Grupo psico-educativo: se centra en dar información sobre la enfermedad y
enseñar estrategias de dopping a sus miembros. Por ello son homogéneos
respecto al diagnóstico con tiempo y agendas muy cerradas.
La segunda dimensión que determina el trabajo grupal es la población a la que se
dirige. Si antes de los años setenta los grupos se componían de pacientes con
diagnósticos heterogéneos con posterioridad a los 90 se han empezado a observar los
buenos resultados de determinados tratamientos para problemáticas específicas. Por ello
parece que, a modo de ejemplo, el modelo conductual se efectúa más a menudo con
desórdenes de personalidad mientras los alimentarios se trabajan con técnicas no
directivas.
La tercera dimensión que identifican Burlingame et al. (o.c.) es la estructura, o
mejor el conjunto de rasgos que determinan el funcionamiento del grupo como son el
tamaño, la composición, el marco, la duración, la acción del terapeuta, si es abierto o
cerrado, las características de las sesiones, etc.
Por su parte Villegas (1997) diferencia entre las modalidades de trabajo grupal
usando como criterio la acción del terapeuta y también la concepción ontológica que se
tenga del grupo. Ello le permite diferenciar entre terapia en grupo (Gestalt y Análisis
transaccional), de grupo (Dinámicas y analíticas) y Co-terapia (Grupos encuentro y
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ayuda).
A partir del modelo psicoanalítico pronto comenzaron a aparecer distintos enfoques
en los que alternativamente se ha dado más importancia al sujeto o al grupo en el
momento del tratamiento. Concretamente los analistas dinámicos dan preponderancia a
las fuerzas del grupo como factor facilitador de la terapia mientras que los analistas
llamados de grupo hacen precisamente hincapié en los individuos. Pero pese a las
diferencias de las distintas orientaciones siempre hay una serie de aspectos comunes
asumidos por todos los analistas:
– Consideran que el material que proporciona el inconsciente es con el que el
grupo debe trabajar.
– Todos se dedican a la interpretación del material proporcionado por los sujetos.
– Admiten la existencia de los mecanismos de defensa.
– Resaltan la importancia de la transferencia en el desarrollo del proceso
terapéutico.
Las diferencias entre un tipo de tratamiento grupal e individual radican en que en
aquél la contribución libre de cada miembro es interrumpida por el resto del grupo, por lo
que se genera una asociación libre grupal. Además en las sesiones grupales la
interpretación corre a cargo tanto del terapeuta como de los miembros. Característico
también de la situación grupal es el hecho de que se producen múltiples relaciones de
transferencia, lo que tiene como consecuencia, en primer lugar, dificultar la regresión del
paciente al tiempo que lo hace menos dependiente del terapeuta. Este último aspecto
supone que el orientador del grupo adopte un papel más activo que permita el control
adecuado de las transferencias.
Las ventajas de una situación terapéutica grupal suelen ser que el grupo reconstruye
la situación original en la que los sujetos tuvieron sus conflictos, por lo que se facilita la
aparición de patrones de conducta repetidos. Además el grupo es una situación más real
que la clásica entre paciente y terapeuta y no desvincula al sujeto de factores
interpersonales, le da más oportunidades para las identificaciones y así se favorece una
estructuración del yo y superyó más adecuada.
Sin embargo los inconvenientes no están ausentes. En algunos casos la asociación
libre no es posible ya que se interrumpe constantemente, aunque algunos especialistas
consideran que ésta es una forma secundaria de asociación que es preciso analizar. Otro
de los inconvenientes es que el grupo suele centrarse demasiado en el problema actual y
se impide así la profundización en las causas inconscientes del problema. Incluso la
presencia de otros individuos puede llegar a tener una influencia negativa si no se
canalizan adecuadamente las expresiones y emociones.
Las funciones del analista en este tipo de

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