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Julio Paillalef - Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios_ Psicología de la discriminación-Editorial Catalonia (2019)

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Julio Paillalef Lefinao
Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios
Psicología de la discriminación
Julio Paillalef Lefinao
Los mapuche y el proceso que los convirtió en indios Psicología de la
discriminación / Julio Paillalef
Santiago de Chile: Catalonia, 2019
ISBN: 978-956-324-692-6
ISBN Digital: 978-956-324-702-2
GRUPOS RACIALES, ÉTNICOS, NACIONALES
CH 305.8
Diseño de portada: Ximena Morales
Fotografía de portada: Copyright© “Colección Museo Histórico Nacional”.
Diseño y diagramación: Sebastián Valdebenito M.
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida,
en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de
recuperación de información, en ninguna forma o medio, sea mecánico,
fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier
otro, sin permiso previo, por escrito, de la editorial.
Primera edición Catalonia: diciembre de 2018.
ISBN: 978-956-324-692-6
ISBN Digital: 978-956-324-702-2
Registro de Propiedad Intelectual N° A-298481
© Julio Paillalef Lefinao, 2019
© Catalonia Ltda., 2019
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl – @catalonialibros
Índice de contenido
Portada
Créditos
Índice
Prólogo a la Primera edición
Prólogo a la Segunda edición
Introducción
Capítulo I Aspectos generales de la cultura mapuche
1.1 Cultura e identidad
1.2 La lengua mapuche o mapuzugun
1.3 Principales valores
1.4 Creencias
1.5 Medicina
1.6 Alimentos
1.7 Artesanía
Capítulo II Aspectos sociopolíticos
2.1 Autoridades políticas del pueblo mapuche
2.2 Autoridades religiosas
2.3 Organización social y religiosidad
2.4 Cantos y danzas
2.5 El mingaco
Capítulo III Racismo y modernidad
3.1 Las etnias: patrimonio de la humanidad
3.2 Discriminación y prejuicio racial
3.3 El racismo moderno
3.4 Indio: expresión símbolo
3.5 Del abuso psicológico al perjuicio social de la etnia
Capítulo IV Rasgos identitarios y estereotipos
4.1 La identidad mapuche
4.2 El Mapuchemapu
4.3 A propósito del Estado de derecho
4.4 Los mapuche en los escritos del chileno
4.5 El discurso político de las elites
4.6 La consistencia del discurso oficial
4.7 El género masculino en la sociedad mapuche
4.8 Las malocas
4.9 Estereotipo mapuche
4.10 Violentos, de mal genio y guerreros
Capítulo V Relaciones conflictivas
5.1 Mapuche y chilenos: una relación poco sana
5.2 Significación psicosocial de la marginación
5.3 Psicología del mapuche
5.4 El apego a la tierra
Capítulo VI Aprendizajes, préstamos culturales y la resistencia
6.1 Los mapuche en la lucha política
6.2 La obediencia versus la autoridad del Estado
6.3 La folclorización de la cuestión mapuche
6.4 Etnodesarrollo mapuche
Capítulo VII Aculturación
7.1 Supervivencia
7.2 Educación y pobreza
7.3 Los problemas en el aula
7.4 Una deuda por pagar
Epílogo abierto
Bibliografía
Notas
A todos los peñi que han ofrendado la vida defendiendo el derecho a vivir
libres en nuestro mapu
Prólogo a la Primera edición
Este es un libro que debería constituirse en material obligado de lectura
para los maestros de educación básica de todo el país, y en especial de los
maestros de escuelas rurales. Trata de un tema que cala hondo en nuestra
nacionalidad: nuestros manifiestos prejuicios raciales y, en particular,
nuestra actitud colectiva ante el pueblo mapuche.
Este racismo no racionalizado, y ni siquiera consciente, que sin embargo
llevamos a flor de piel, se expresa de modos muy diversos en nuestra
experiencia cotidiana. Así, por ejemplo, es de toda evidencia que el pelo
rubio y los ojos azules constituyen elementos muy atractivos para la
sociedad chilena, como lo demuestra la publicidad de toda clase de artículos
en los canales nacionales de televisión; de otro modo sería inexplicable el
hecho de que los niños y jóvenes que aparecen en ellos ¡siempre compartan
esos rasgos! El pelo negro y la tez oscura no son “vendedores” en Chile. Lo
mismo, por cierto, expresa nuestra peculiar pretensión de ser “los ingleses”
de América del Sur.
Al parecer nos cuesta aceptar nuestra identidad de pueblo mayoritariamente
mestizo, mezcla (en lo principal) de mapuche y español. Es bien sabido que
los primeros conquistadores llegaron a Chile sin sus mujeres, por tanto
nuestro mestizaje comienza junto con nuestra historia y este es uno de
nuestros rasgos principales como país. Se trata de una característica que
corta transversalmente a la sociedad chilena, desde los más pudientes (por
ejemplo, las “familias fundadoras”) hasta los que tienen menos. Somos un
pueblo homogéneamente mestizo, y ello constituye una de nuestras mayores
fortalezas.
Desde esta perspectiva resulta inexplicable el trato que, como nación
independiente, hemos dado y damos a los actuales descendientes de
nuestros pueblos originarios y muy especialmente a los mapuche.
Es pertinente recordar aquí un poco de nuestra historia. Los españoles
nunca lograron vencer militarmente al pueblo mapuche. Más todavía, el
Parlamento de Quilín, celebrado cien años después de iniciada la guerra de
la conquista (enero de 1641), reconoció al río Biobío como la frontera sur de
los dominios españoles y la independencia del pueblo mapuche respecto de
la Capitanía General de Chile, la que fue respetada, explícita o
implícitamente, por todos los parlamentos siguientes, incluido el celebrado
por Ambrosio O´Higgins en Negrete (1796), cerca ya del inicio de la Guerra
de Independencia. Correspondió a Chile el dudoso “honor” de derrotarlos
definitivamente en una guerra, declarada o no, que se extendió por cerca de
veinte años plagados de altibajos y donde se cometieron terribles actos de
barbarie. La “guerra a muerte”, como bautizó Vicuña Mackenna a la guerra
de guerrillas organizada por grupos realistas después de la batalla de
Maipú, en la que participaron los mapuche combatiendo por ambos bandos,
fue seguida, a partir de 1860, por una verdadera “guerra de exterminio”,
que terminó con el aplastamiento total de ellos en 1883.
Es notable que debieron transcurrir cuatrocientos años para acabar con la
independencia y la libertad de un pueblo que tanto españoles como chilenos
consideraron siempre como de “salvajes carentes de inteligencia”.
Curiosamente, la historia oficial de Chile, que nos enseña a enorgullecernos
de ser los herederos de una tradición heroica encarnada en las figuras
legendarias de Lautaro y Caupolicán, nada dice sobre este período oscuro
que eufemísticamente se conoce como “la pacificación de la Araucanía”. El
pueblo mapuche, su valor indomable, desaparecen de esos textos a partir de
la independencia. Tal vez nuestro comportamiento colectivo hacia ellos sería
diferente si conociéramos –y asumiéramos– a cabalidad nuestra verdadera
historia.
El proceso que “convirtió en indios” a los mapuche, del que nos habla el
título de esta obra (todo un acierto, en mi opinión), probablemente se incube
y desarrolle en esos años: los héroes de antaño pasan a ser considerados
como “indios bárbaros y sanguinarios”, lo que a su vez justifica que
sucesivos gobiernos de Chile llevaran a cabo una suerte de limpieza étnica
que les permitió apoderarse de sus tierras ancestrales y reducirlos a la
condición de pobres entre los más pobres de nuestra sociedad. La suma de
estos y otros antecedentes –básicamente culturales– contribuyen a cimentar
nuestro absurdo sentimiento de superioridad sobre los mapuche, y en
general sobre todos los pueblos originarios, lo que a su vez constituye una
de las manifestaciones más claras de nuestro racismo colectivo.
Es importante reiterar aquí, como lo hace este libro, que la supuesta
superioridad de una raza sobre otras carece por completo de base científica.
En efecto, los avances recientes en genética molecular permiten hoy afirmar
que, desde el punto de vista del genoma humano, hay más diferencias entre
individuos de la misma raza que entre individuos de razas diferentes. Las
diferencias que observamos entre razas se deben más bien a cambiosadaptativos de una estructura genética común. Hablar hoy de “razas
superiores” es derechamente una manifestación de ignorancia.
En general los chilenos ignoramos la cultura mapuche, y en particular su
notable cosmovisión. Los “hombres de la tierra” (mapu-che) se identifican
con la naturaleza, se sienten parte de ella y su idioma (mapu-dungun) es el
habla de la tierra.
Los mapuche no consideran la riqueza material como un bien en sí mismo.
Así, la posesión de tierras no les importa como un “bien de mercado” (y por
lo tanto transable); ellos son parte de la tierra y la tierra de ellos, como lo
son del aire, del cielo y del agua. ¡Cuánto mejor sería nuestra calidad de
vida en Chile si, en lugar de arrasar con su cultura, hubiésemos aprendido
de ella!
La obra que nos presenta don Julio Paillalef nos coloca frente a nuestra
responsabilidad de cara al pueblo mapuche, y nos invita a asumirla
proponiéndonos caminos posibles.
Por ejemplo, no es aceptable que el Estado chileno haya definido por ley
cuando alguien es indígena (ley Nº 14511, de 1960) y cuando deja de serlo,
como lo establece la ley Nº 2568, del año 1979, que autoriza la división de la
tierra comunitaria, lo que es muy pertinente en los conflictos actuales con
las empresas madereras: “...a partir de la división, las tierras dejarán de
considerarse tierras indígenas e indígenas sus dueños”.
La identidad de un pueblo no se reconoce por decreto; se reconoce por su
cultura, por su idioma. Estos son temas que debería incluir nuestra
educación obligatoria. Del mismo modo, debería enseñarse una historia que
pueda ser reconocida como propia también por el pueblo mapuche, y no solo
la visión de la cultura dominante. Por último, si alrededor de un diez por
ciento de los chilenos tiene una ascendencia mapuche directa y se reconoce
como tal, y la gran mayoría de nosotros somos mestizos, ¿cómo no declarar
el mapudungun como el segundo idioma oficial de Chile, y de esta manera
devolver al mapuche parte de la dignidad que le hemos quitado?
Subrayo finalmente una proposición muy concreta que hace el autor: que el
Estado de Chile, como una medida de indemnización al pueblo mapuche,
establezca un sistema de becas que permita a quienes tengan las
condiciones necesarias acceder gratuitamente a todos los niveles de nuestro
sistema educacional, desde el nivel básico al superior. Con esto se
reconocería que el “conflicto mapuche” no solo implica la recuperación de
tierras, lo que de por sí es muy importante, sino, sobre todo, es una cuestión
cultural.
Sin duda alguna la tarea de devolver al pueblo mapuche su dignidad y
autoestima sigue estando pendiente, y esta obra de don Julio Paillalef es un
aporte muy significativo para que así lo reconozca el Estado de Chile.
Igor Saavedra Gatica
Premio Nacional de Ciencias, 1981
Prólogo a la Segunda edición 
Tengo el honor de prologar el libro titulado: Los mapuche y el proceso que
los convirtió en indios, psicología de la discriminación , cuyo autor es el
profesor don Julio Paillalef Lefinao. Se trata de un ensayo fundamental,
sólido y profundo, relacionado con el compartimiento desigual por dos (o
más) pueblos de un mismo territorio: Chile.
Este es un libro no solo de psicología social, sino uno que también abarca
temas antropológicos, históricos, filosóficos y culturales vinculados con la
coexistencia, rara vez pacífica, entre estos pueblos.
El autor analiza, con muy sólidos fundamentos, las causas que llevan al
pueblo chileno a actuar en forma excluyente y con visos de superioridad, y al
pueblo mapuche a ser excluido y, desde luego, tratado en forma desigual. El
profesor Paillalef comienza por entregarnos conceptos relativos a la cultura
mapuche: su identidad, la lengua mapuzugun , sus principales valores,
algunas de sus creencias, su medicina, alimentos y artesanía. Continúa
refiriéndose a aspectos sociopolíticos: sus autoridades políticas y religiosas,
su organización social, religiosidad, sus cantos y otras de sus expresiones
culturales. Es así como nos vamos impregnando, poco a poco, de temas que
debimos haber conocido desde siempre y que apenas hemos rozado
tangencialmente al estudiar la historia de los héroes mapuche en sus
hazañas bélicas contra los españoles. Hace ver este autor, cómo se ha
narrado, para el grupo mayoritario, una historia mediante la cual se han
exacerbado las supuestas características negativas atribuidas a los
mapuche.
Para que el lector pueda ir comprendiendo los meandros por los que
navegan los narradores sociales y los historiadores dirigidos al grupo
mayoritario, don Julio Paillalef nos entrega varias definiciones o conceptos
relacionados con los tópicos principales de esta obra. Conceptualiza el
vocablo “prejuicio” como “una actitud usualmente negativa. Se refiere a
juicios, opiniones pensamientos preconcebidos arbitrariamente, o actitudes
hacia otra persona o grupo social, sin que existan antecedentes verdaderos
que justifiquen dicha conducta.” Continúa señalando en forma más concreta:
“La actitud prejuiciosa del grupo dominante (que) permite racionalizar y
justificar sus posiciones de privilegio ante el grupo oprimido. En el caso de
los pueblos originarios, sabemos que estos prejuicios han sido parte de un
código racista utilizado por las elites dueñas del poder para justificar ante el
país sus conductas de arbitrariedad, atropello, destrucción y despojo de los
territorios de la etnia. Las consecuencias de estas prácticas están a la vista,
los mapuche como pueblos se encuentran en una absoluta postergación
sociopolítica respecto de la sociedad mayor. Los estados de pobreza en que
se encuentra la mayoría de sus integrantes son una fuente más del prejuicio
y discriminación, ya que prejuzgar al pobre es una conducta casi regular en
la interacción intergrupal”.
Más adelante, el autor comenta la “mapuche-fobia” o “la búsqueda (que
aqueja a un importante sector de la sociedad chilena) de una identidad
extranjera, ajena a su realidad, y de ocultar el mestizaje”.
Al referirse a la discriminación, adopta el concepto de Swim y la explica
como consistente “en acciones negativas hacia otros grupos debido a
prejuicios raciales, étnico sociales o religiosos.” Luego, al tratar los
estereotipos, los define como “las creencias respecto de los atributos
personales que asignamos a personas o grupos de personas”.
Por último, al razonar sobre “el racismo moderno” sostiene que sus
características son “la negación por parte de los grupos dominantes de que
sigue existiendo discriminación contra las minorías; la oposición a las
demandas de las minorías de un trato igualitario y el resentimiento sobre los
favores especiales a los grupos étnicos”.
En Chile, el primer aspecto tiene que ver con la marginación de los
descendientes del pueblo mapuche que no tienen presencia en los niveles de
gestión del Estado, y de cómo algunos personajes públicos declaran que no
tienen dificultades con los jardineros ni empleadas domésticas de origen
mapuche y que “hasta” les han pedido que enseñen mapuzugun a sus hijos.
El segundo incide básicamente en la carencia de interés, por parte de la
clase política, en legislar para otorgar reconocimiento político a los pueblos
originarios y, por el contrario, en criminalizarlos y reprimirlos, llegando
hasta el asesinato”.
Al comentar el profesor Paillalef el último aspecto, relacionado con el
“racismo moderno”, señala la manera en que muchas publicaciones plantean
que el gobierno chileno destina “demasiados” recursos para el fondo de
recuperación de tierra de los mapuche o que la Conadi resulta demasiado
cara para el erario nacional.
Los conceptos anteriormente explicados resultan indispensables para poder
comprender en plenitud la obra comentada y, particularmente, cómo incide
la discriminación en la cultura, el aprendizaje, el trabajo y la pobreza del
grupo discriminado.
De las consideraciones expuestas por el autor sobre la discriminación que
sufren los demás pueblos originarios existentes en Chile, debemos entender
que la más violenta la recibe el pueblo mapuche.¿Y por qué son ellos los más discriminados?
No cabe la menor duda de que es por su enérgica resistencia durante siglos,
por su legendario heroísmo y por sus demandas más directas,
particularmente las referentes a sus territorios ancestrales y con respecto a
su autodeterminación; y, por las consecuencias que ello podría implicar para
el grupo mayoritario.
Está claro que Chile es un país que está enfermo. Solamente en un país
enfermo se puede continuar afirmando que durante la dictadura nunca
fueron violados los derechos humanos o que si hubo excesos, ellos fueron
necesarios. Asimismo, un país en el cual continúan produciéndose
violaciones a los derechos humanos necesariamente debe seguir enfermo. Y
hemos podido comprobar que, posteriormente, gobiernos compuestos por
personas pertenecientes a partidos políticos cuyos militantes fueron
asesinados, torturados y desaparecidos, han actuado con el mismo espíritu
discriminador que los afectó tan dramáticamente. Al afirmar que el país está
enfermo debemos reconocer que las principales causas de su enfermedad
son la avaricia, el egoísmo y el odio; que su llave maestra consiste en el
engaño, y que hace uso de la fuerza y de la violencia para reprimir a quienes
prejuzga como peligrosos. La historia se repite o, más bien, la historia
siempre ha sido la misma.
Nuestro país ha sido inoculado, en permanentes olas sucesivas, con los
gérmenes del prejuicio, el racismo y la discriminación.
En los últimos capítulos de esta obra se desarrolla en profundidad la
temática concerniente a las relaciones existentes entre el grupo mayoritario
y el minoritario mapuche; sobre los aprendizajes; acerca de los préstamos
culturales, la resistencia y la aculturación. Quizás su parte titulada
“Mapuche y chilenos: una relación poco sana”, constituya el núcleo de este
texto. Su autor sostiene que la relación entre estos pueblos “se construyó
sobre bases ciertamente insanas, en donde primó el interés por parte de
unos (los chilenos) por apropiarse, como diera lugar, de los territorios de los
otros…”.
“Se iniciaron una serie de acciones, de saqueos por grupos (de) ambos lados
que sirvieron para impregnar la relación entre el Estado y la etnia con una
carga emocional llena de desconfianzas y temores. Así, desde los inicios se
constituyó una relación social paranoica que se fue asentando a lo largo del
tiempo en el inconsciente de ambos bandos. El temor y la desconfianza,
muchas veces con fundada justificación, se han mantenido prácticamente
incólumes hasta nuestros días”.
Más adelante se mencionan los ingredientes de esta relación paranoica: el
carácter del pueblo mapuche y su resistencia frente a la avaricia
depredadora del colono, tanto chileno como foráneo, y, poco a poco, vamos
reconociendo partes de la historia maquillada de fines del siglo XIX , cuando
se desarrolla la denominada “pacificación de la Araucanía”, sus atrocidades
y la huella que fue quedando impresa en el alma de los mapuche. Este
periodo está caracterizado por una forma de panamericanismo semejante al
existente en el desarrollo de la “operación Cóndor” que tuvo lugar durante
la dictadura militar de 1973 a 1990. En ambos periodos mencionados,
actuaron los gobiernos de Argentina y Chile aliados y coordinados en sus
acciones de exterminio. Respecto de la denominada “pacificación”, resulta
útil recordar que mientras el ejército chileno libraba una guerra contra los
mapuche, arrinconándolos contra la frontera argentina, por el otro lado de
los Andes, las tropas argentinas también combatían contra los mapuche en
la denominada “guerra del desierto”, acorralándolos hacia su frontera con
Chile.
La historia oficial ha omitido referirse a este genocidio, posiblemente por la
vergüenza que deben experimentar los historiadores al saber que el ejército
chileno participó en masacres de mujeres, niños y ancianos, además de
haber contado con armamento y adiestramiento muy superiores, y de haber
actuado respaldado con una alianza tan poderosa. Este genocidio dejó lo que
hoy son las regiones del Biobío y de La Araucanía “desiertas” de mapuche y
aptas para estimular aún más la ocupación permanente y progresiva de los
wingkas en estos territorios, olvidando lo acordado en los parlamentos de
Quilín y de Negrete, en 1641 y 1803, respectivamente, entre los mapuche y
el Estado español, y años después el decreto de don Bernardo O’Higgins
Riquelme, mediante el cual garantizó a los mapuche la propiedad perpetua
de sus suelos, reconociéndolos como legítimos dueños de sus territorios
ancestrales donde habían vivido desde tiempos pretéritos.
En este capítulo se relata cómo se fue generando el prejuicio racial y
materializándose la discriminación que mantuvo vivo el conflicto que hoy
resurge con renovadas fuerzas entre los mapuche y las empresas forestales,
eléctricas y los propietarios agrícolas, que no es más que la continuidad del
arrebato de las tierras, casas, ganado, destrucción de las siembras,
asesinatos y otras violaciones a los derechos humanos por el grupo
mayoritario.
En la parte titulada “Significación psicosocial de la marginación”, se
demuestra cómo la marginación y la pobreza en las que quedó sumido el
pueblo mapuche han incidido poderosamente en su postergación y
discriminación, que aparece palpable al comprobarse que ha sido ignorado
en las decisiones sociales y políticas del país y sus miembros desviados hacia
cargos, funciones y ocupaciones menores y, por último, cómo se ha ido
destruyendo la sociedad mapuche, aboliéndose la propiedad colectiva, con
las consecuencias psicológicas y sociales correspondientes, todo lo cual,
junto con el establecimiento de las reducciones, ha marginado a este pueblo
y lo ha conducido a su pobreza y actual postergación.
En “Psicología del mapuche”, el autor se refiere a algunas de las fuentes que
comentan la apreciación que los europeos desde siempre han tenido de los
mapuche. En ellas sus autores hablan de un pueblo noble, poseedor de
humanidad y respeto, hospitalarios, detentadores de una etiqueta especial
que observaban con la mayor rigurosidad y que demostraban “una crianza
(educación) digna de las naciones más civilizadas”. Y que en nuestros días
“siguen siendo personas acogedoras y cariñosas con las visitas, a las que
reciben en sus casas campesinas ofreciendo asiento y compartiendo algún
alimento”, además de ser solidarios. Todo esto lo he comprobado
personalmente al estar, muchas veces, por algunos días, en comunidades
huilliche, pehuenche, lafquenche y picunche, con motivo de juicios, charlas o
de visitas con alumnos extranjeros. En esta parte del trabajo se comenta
cómo se fueron generando los prejuicios de “violentos”, “ladrones”, “sucios
y flojos”, entre otros apelativos, que han contribuido prodigiosamente al
racismo, la marginación, la discriminación y la postergación del pueblo
mapuche.
Resultan valiosos los conceptos explicados en el capítulo VI relativos a los
aprendizajes, préstamos culturales y a la resistencia. Sin embargo, sobre el
primero de estos aspectos quisiera detenerme y reflexionar un poco más. El
autor refiere cómo Leftraru (Lautaro) estudió a los españoles y compartió
sus métodos para poder derrotarlos. Este hecho, aunque se haya dado a los
inicios de la larga guerra, no se ha repetido más en forma exitosa. ¿Qué ha
pasado? ¿Terminó la hora de los toquis? ¿Se llegó al momento en que el brío
y la astucia se agotaron? Lo cierto es que este aprendizaje y los resultados
del mismo, no se repitieron más. Sin embargo, la historia mundial nos ha
demostrado la existencia de muchos triunfos trascendentales basados en el
aprendizaje y su asimilación, unidos a otros factores altamente valiosos.
Para señalar algunos, recordemos los logros obtenidos en el siglo recién
pasado de Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Mandela, entre otros, en
los cuales se aprecia que desde la mayor discriminación, postergación y
violencia ejercidas con respecto de sus respectivos pueblos, lograron
revertir estos flagelos, obteniendo el fin de sus ocupaciones, la igualdad y la
autodeterminaciónde sus pueblos.
Cuando el profesor Paillalef analiza el tema de la aculturación, toca uno de
los puntos que más daño ha causado a los pueblos precolombinos: la
imposición de la cultura del invasor sobre la del pueblo invadido. En el
continente americano muchas civilizaciones altamente desarrolladas
sufrieron una gran transculturación hasta caer en el olvido Se deduce, al
avanzar por esta parte, que el pueblo mapuche mantiene su cultura,
costumbres, cosmovisión y lengua precisamente porque nunca ha sido
vencido. Sin embargo, se advierten ciertos rasgos de aculturación como lo
explica el ensayista, al preferir, ciertos longkos conspicuos, la educación
wingka sobre la tradicional de su pueblo.
El autor hace un llamado de alerta al referirse a la gran cantidad de
integrantes del pueblo mapuche que emigra de sus campos para trabajar en
las grandes ciudades. Explica cómo van engrosando las gigantescas masas
de seres discriminados, en un medio sumamente adverso, dando origen a la
capa más marginada y más pobre de la población. El autor nos da una visión
desoladora respecto de la pobreza y su efecto desfavorable en la educación
de los mapuche. Al respecto señala: “Al Estado de Chile le corresponde
responder por los perjuicios cometidos tras su vergonzosa acción conocida
como “pacificación de la Araucanía” mediante lo que hemos denominado
indemnización por los daños inferidos por la ocupación de sus territorios. El
total financiamiento de la educación para los mapuche es una forma de ir
pagando en parte esta deuda. Esto implica transformar la pobreza de la
escuela en escuelas distintas, en lo posible experimentales, para que
también los maestros tengan acceso a la investigación y al
perfeccionamiento en su profesión”.
Pienso que esta indemnización la debe el Estado a todos los pueblos
originarios sobrevivientes.
La indemnización considerada en esta obra como “una deuda por pagar”, es
de vital importancia. Resulta evidente que mientras no se materialice, va a
continuar la animosidad recíproca, la resistencia del pueblo mapuche, la
permanente invasión wingka y muchas acciones consideradas subversivas
por parte de los mapuche. En consecuencia, van a continuar los efectos de la
discriminación, el racismo y la marginación señalados. Al respecto, debemos
destacar que esta indemnización debe ser producto de un importante
esfuerzo nacional generado a base de impuestos y de medidas económicas
adecuadas. Debe existir una voluntad sincera de restituir lo suyo, por parte
del Estado, a los mapuche.
En lo referente a la devolución de las tierras, debe efectuarse con un
conocimiento realista de lo que la tierra implica para este pueblo. Las
tierras son parte de cada mapuche y cada tierra corresponde a un grupo
mapuche determinado, constituyendo una parte integrante de su ser.
El pueblo mapuche, hoy carente de su tierra, se encuentra ubicado en el
sector de irremediable pobreza. Por ello, además, en las medidas a
adoptarse, debe existir la voluntad estatal de resolver esta situación de
emergencia nacional.
El profesor don Julio Paillalef concluye su ensayo señalando que estando en
los inicios del siglo XXI , con un evidente desarrollo de la sociedad humana a
nivel mundial, es el momento de pensar en fundar la institucionalidad de
este país, para incluir a los mapuche y demás grupos sociales,
frecuentemente atropellados en sus derechos. Los mapuche deberían ser
una identidad dentro de Chile, con el respeto y la responsabilidad que esto
implica por ambas partes. Solo así se entiende asumir en conjunto las
responsabilidades de la gestión política y administrativa del Mapuchemapu,
territorio donde siempre han vivido. Es la condición para garantizar un
cambio real que busque la inclusión de la etnia y un verdadero desarrollo de
la diversidad.
Compartiendo plenamente este criterio, pienso que la referida refundación
de la institucionalidad debería efectuarse a través de la promulgación de
una nueva Constitución que reconozca la calidad de pueblos nacionales a los
aymara, mapuche, pascuense y quechua; que establezca sus respectivas
lenguas como oficiales; que otorgue una igualdad efectiva a los integrantes
de todos los pueblos nacionales y que se cumplan en forma preferente las
deudas históricas.
Hoy soplan vientos que pregonan la necesidad imperiosa de una nueva
Constitución, pues la que nos rige es excluyente y desconocedora de la
verdadera dignidad e igualdad de la gente del país. Resulta indispensable
que se reemplace por una Carta moderna, inclusiva, democrática e
integradora de los derechos humanos en forma igualitaria, toda vez que ha
llegado la hora de incorporar los principios fundamentales contenidos en los
tratados internacionales, que consagran la igualdad en su sentido más
hondo y la autodeterminación de los pueblos.
Comparto también la opinión de don Igor Saavedra Gatica, quien prologó la
primera edición de esta obra, al expresar “que este debería constituirse en
material obligado de lectura para los maestros de educación básica de todo
el país, y en especial de los maestros de escuelas rurales. Trata de un tema
que cala hondo en nuestra nacionalidad: nuestros manifiestos prejuicios
raciales y, en particular, nuestra actitud colectiva ante el pueblo mapuche”.
Me permito agregar que también pienso que debería ser un texto de estudio
obligatorio para los alumnos de educación media, por su calidad, por la
verdad que contiene y por su importancia social.
Juan Guzmán Tapia
Juez de la República
Introducción
A pesar del intenso desarrollo que la Psicología ha experimentado en el
último tiempo –que ha permitido elaborar modelos bastante coherentes
respecto de cómo se articula el comportamiento humano y las consecuencias
que el mismo tiene en los procesos de desarrollo social–, poco se habla
acerca de determinadas conductas y modelos de pensamiento, aceptados
como naturales por la cultura dominante. En nuestro medio, es el caso, por
ejemplo, del prejuicio y la discriminación racista que se practica en perjuicio
de los grupos étnicos ¹ o pueblos originarios.
En Chile, el pueblo mapuche, su principal etnia, ha logrado mantener en
primer plano del interés periodístico y público sus demandas por un nuevo
trato de parte de un Estado que le ocupó sus territorios, lo ha estereotipado,
prejuzgado y discriminado a través de toda la historia en común.
Las consecuencias en la estructura mental de las víctimas de estas prácticas
racistas es una cuestión poco explorada. En este trabajo, se entregan
elementos extraídos fundamentalmente de la psicología para comprender
desde otra mirada los efectos de tales prácticas. A la luz de la literatura
psicológica se busca indagar los efectos dañinos que sobre la organización
mental del sí-mismo de las víctimas, en este caso los mapuche, tienen las
sostenidas prácticas discriminatoria expresadas en ámbitos como la
educación, el discurso político, la represión policial, el tratamiento de los
medios de comunicación, las relaciones laborales y la actividad literaria.
Muchas de estas constituyen verdaderas agresiones psicológicas, que por
dos siglos ha debido soportar esta parte de la sociedad chilena en cuya
identidad se reconoce mapuche. De hecho, entre las preocupaciones de los
profesionales que se interesan por la salud mental, no está el indagar los
efectos que sobre un individuo puedan tener conductas como el maltrato
psicológico y el daño moral que provoca la discriminación y el prejuicio de
origen racista.
Este trabajo analiza algunas de esas consecuencias psicosociales en
doscientos años de ocupación de los territorios mapuche. El único pueblo
que se opuso tenazmente a la ocupación de sus territorios por parte de los
españoles, en un primer momento, y luego por parte de los chilenos, ha
tenido mucho que soportar y tiene mucho que contar en este sentido.
Los contenidos de esta obra centran su atención en los últimos doscientos
años de vida en común con el Estado chileno. Los antecedentes fueron
extraídos de variados documentos históricos y vivencias personales quedan
cuenta del encuentro de significados de todo orden entre los descendientes
españoles y la sociedad mapuche. El enfoque se realiza fundamentalmente
desde la óptica de la psicología social, pues parece un ámbito poco
explorado, por lo menos en Chile, y porque pensamos que es el modelo de
trabajo que nos entrega los elementos para dimensionar las consecuencias
que para la salud mental tiene esta práctica en la comunidad nacional.
La conquista y colonización de América y de Chile, por el español y sus
descendientes, además de arrebatar la propiedad indígena por la fuerza, en
términos generales significó la destrucción de las culturas de los pueblos
aborígenes, su organización política, socioeconómica y psicosocial. La
desculturización total felizmente no fue posible, al menos para el pueblo
mapuche, el que resistió haciendo sentir su identidad a través de la lucha
reivindicativa que mantiene hasta nuestros días.
El eje central de este trabajo es el prejuicio racista, comportamiento
solapado, que se expresa en el estereotipo maligno y la discriminación que
sufre el mapuche urbano y rural. En este análisis es imposible obviar el
papel de la escuela tradicional, que a través de sus contenidos se convierte
en un instrumento de hostigamiento a las culturas diferentes de la oficial
(Bourdieu y Passeron, 1970:58-64). La escuela con sus contenidos, según
estos investigadores, ha contribuido a perpetuar estructuras sociales o
normas culturales que han utilizado las elites para someter a los grupos
humanos menores. Ellos sostienen que tales instituciones, por ser la
expresión valórica de los grupos dominantes, ejercen una violencia
simbólica en contra de los que provienen de culturas diferentes a la oficial.
Tales observaciones son relevantes en el análisis de la situación de los
aborígenes, ya que dan cuenta de la estrategia utilizada para arrasar con
sus valores y creencias mediante los procesos regulares de aculturación ²
 en las escuelas del blanco. Es lo que ha sucedido en nuestro país con la
cultura de todos los pueblos precolombinos.
Esta práctica influye en el pensamiento de las víctimas, así como en los
valores de su entorno, los procesos de identidad, sus formas de ver el
mundo, su realidad y, en definitiva, en el sí-mismo de las personas. En el
plano de la salud mental, es sin duda una fuente de formación de
determinados cuadros o trastornos ansiosos. La escuela del wingka ,
entonces, lejos de ser un agente de progreso del hombre, se transforma en
una formidable herramienta para enrarecer el núcleo de desarrollo natural
del educando, y actúa como un eficiente vehículo de colonización cultural a
favor de la cultura dominante.
Son doscientos años los transcurridos de vida en común entre chilenos y
mapuche y la educación sigue teniendo un marcado acento colonizador,
cerrando cualquiera posibilidad de inclusión y enriquecimiento cultural a
través de la diversidad. Dos siglos durante los cuales el principal producto
educativo hacia los pueblos originarios ha sido la formación de un
pensamiento prejuicioso y estereotipado de contenidos perversos, tanto del
chileno con respecto del mapuche como del mapuche respecto del chileno.
El desarrollo de la biología genética hasta nuestros días aporta un
antecedente indispensable en este tipo de análisis. En los inicios del siglo
XXI , se hace insoportable para el hombre culto tolerar cualquier idea
racista, sobre todo si con ella se intenta justificar la suerte que han corrido
los diversos grupos étnicos.
Las razas en la especie humana no existen ni existieron nunca, y el racismo
es una invención de ciertos grupos para perjudicar a otros seres humanos de
culturas diferentes. En nuestro país el prejuicio racista hacia el mapuche es
el componente esencial de una ideología inventada por los chilenos
comprometidos en la usurpación del suelo mapuche. En este trabajo se
apela a los principios de los derechos humanos cautelados por Naciones
Unidas para volver a fundar un Estado de derecho que sea realmente
inclusivo, en donde se garanticen y respeten los derechos de todos los seres
humanos de este país. Que los pueblos originarios tengan la libertad de
disponer de espacios dignos donde vivir una vida sana y normal en lo
psicológico, social y económico, a partir de una nueva relación política.
En este ensayo se objeta la discriminación positiva que ciertos sectores
propician, por las implicaciones psicosociales que pueda tener, tanto en la
psiquis de las víctimas como en el resto de la comunidad nacional. Por lo
observado, las intenciones de dichas prácticas no son más que otro artificio
político para beneficiar las viejas y conocidas maniobras de dilación de las
soluciones de fondo. La deuda histórica tiene una connotación moral distinta
a regalo. Lo que corresponde es hablar de indemnización por los daños y
perjuicios psicológicos y económicos en contra de todo un pueblo que,
siendo reconocido como chileno, ha sido tratado de manera cruel e injusta a
lo largo de estos dos siglos.
Son recurrentes, en los análisis de este trabajo, conceptos como prejuicio
social, discriminación y racismo; no obstante, también se examinan otros
conceptos de la psicología social como la influencia social, el conformismo,
la obediencia, la reactancia psicológica, etc. Especial interés concitan temas
como la identidad, ubicada en el centro del análisis en los últimos años ante
el intento de ciertas corrientes, identificadas con los sectores más
conservadores del país, de poner en duda la identidad mapuche, perdida
según ellos por el mestizaje, idea bastante extemporánea. Se utilizan
registros históricos para establecer el doble estándar con que diversos
escritores han tratado el tema (heroicos y valientes versus cobardes y
crueles) para configurar la visión neurótica de una historia que involucra a
todos quienes se identifican con lo chileno.
Aquí se entrega un planteamiento nuevo respecto de una problemática
aparentemente muy conocida, pero cuyo significado real muchos ignoran, en
relación con los efectos del prejuicio sobre sus víctimas mapuche. Los
avances de la biología genética no pueden quedar fuera de este trabajo. La
genética de poblaciones en el pasado, y el reciente desciframiento del
genoma, no hacen más que ratificar lo equivocado de los planteamientos de
los racistas a través de la historia. Las investigaciones científicas en el tema
son categóricas, la especie humana es una sola, las razas jamás existieron.
Las evidentes diferencias físicas posibles de observar entre los distintos
pueblos son la expresión de un reducido número de genes cuya misión es
lograr la sintonía del individuo con su entorno. En el resto de la
configuración genética (genotipo), los humanos son prácticamente iguales.
La especie humana es una de las mejores dotadas genéticamente entre los
animales mayores, para vencer los diversos climas del planeta y por ende se
ha transformado en un verdadero triunfador ecológico. Consecuencia de ello
es que ha sido capaz de colonizar hábitats cálidos, fríos, secos, húmedos,
altos, bajos, marinos, desérticos, utilizando sus recursos genéticos. De modo
que ya no existen bases conceptuales serias como para seguir tolerando el
paradigma de las razas, en cuyo nombre tanto dolor ha causado a millones
de seres humanos en el planeta.
Considerando las características del problema, entregamos sugerencias
respecto de cómo transitar por un camino que ofrezca algunas soluciones.
Se debe propiciar un cambio de fondo, sobre todo en políticos y funcionarios
del Estado, para transformar la mirada hacia nuestros pueblos originarios.
Nos parece que la educación es la que más respuestas debe dar. Como país
es necesario abogar por construir una historia de Chile sin los sesgos
impuestos por los interesados en los suelos mapuche del pasado y del
presente. Nuestros jóvenes tienen derecho a conocer la verdadera historia
de un pueblo tan importante en la fundación de la nacionalidad. Es la
oportunidad de redimir en la memoria de todos, las actitudes prejuiciosas y
ofensivas conque se ha tratado históricamente a un pueblo para enmendar
dichas conductas.
En lo concerniente a la nación mapuche, haber sido anexada por la fuerza al
Estado de Chile es un antecedente que tendría que pesar en un futuro
próximo. La recomendación de los organismos internacionales que cautelan
los derechos humanos es reparar los daños y perjuicios que tal acción
produce en estos grupos humanos construyendo una nueva relación, o un
nuevo trato, basado en el derecho internacional, que propende un desarrollo
humano sin cortapisas. Al parecer ha llegado el momento en que se inicien
acciones de rescate e inclusión de los derechos civiles y políticos de este
pueblo. Es decir, buscar los caminos para que tengan voz y voto en las
instancias de gobierno, tanto nacionales y regionales, mediante sus propios
representantes.
Muchas son las formas para avanzar en el pago de la deuda histórica que el
Estado de Chile tiene para con el pueblo mapuche. Allegar recursos
estatales para entregar educación gratuita en todos los niveles: básico,
medio, técnico y universitario para quienes estén en condiciones de hacerlo.
En el plano agrario, proseguir con la devolución de suelos usurpados, junto
con acciones para apoyar con asistencia técnica a los campesinos de la
etnia. Incluir a los profesionales mapuche en la construcción y gestión de
una economía agraria distinta a la tradicional, con un sello que considere el
tema de la identidad. Inaugurar un sistema de administración política en el
Mapuchemapu ³ (territorio de los mapuche) con participación igualitaria de
mapuche y chilenos en los gobiernos regionales donde se ubican sus
territorios ancestrales.
La experiencia mundial señala que el racismo y el prejuicio que han
soportado ciertos grupos humanos se pueden resolver mediante la
construcción de nuevas relaciones políticas; procesos donde las autoridades
de los estados reconocen los espacios para su desarrollo a través de una
nueva legalidad. Por ejemplo, es difícil avanzar en el tema de la
discriminación laboral si no existen las normas constitucionales que la
regulen. O avanzar en el aspecto del contenido de las materias de Historia
que se enseñan, si el Ministerio del ramo no establece la normativa
correspondiente. O decretar el mapuzugun como segunda lengua oficial de
Chile, si previamente el Gobierno no crea las instancias necesarias, para que
las comisiones técnicas de lingüistas mapuche se aboquen a trabajar el
tema.
Chile no puede proclamar al mundo que respeta el Estado de derecho,
cuando en la construcción del país se han anexado los territorios de un
pueblo sin el consentimiento de sus habitantes, manteniéndolos hasta
nuestros días en una situación desmedrada en relación con el resto de la
comunidad nacional. Se trata de aceptar que, como cualquier ser humano,
los mapuche tienen el derecho de vivir en sus suelos ancestrales que les
fueron arrebatados por una fuerza fundada en el apetito de algunos, puesto
que tal acción tampoco fue compartida por todos los chilenos.
Los actuales niveles de interés alcanzados por el tema, en todos los ámbitos,
permiten aventurar que cada día son más los interesados en recabar
mayores antecedentes. Es normal que cuando se habla de cultura, o de
valores, las personas se pregunten qué cultura, cuáles valores, qué
sociedad, cómo están organizados, cuáles son sus creencias, sus héroes o
figuras históricas más destacadas; en fin, se necesita saber más acerca de la
identidad de este pueblo y de su visión del mundo.
Para satisfacer estas justas interrogantes y como un necesario marco
introductorio a la temática de este libro, nos parece pertinente comenzar
este ensayo con un capítulo dedicado a los aspectos más generales de la
cultura mapuche.
Julio Paillalef Lefinao
Junio de 2012
Capítulo I
 Aspectos generales de la cultura mapuche
Abordar la cultura mapuche es un desafío muy complejo, fundamentalmente
porque se compone de tantos elementos que corremos el riesgo de dejar
fuera aspectos esenciales de ese todo que se pretende definir. Ello se
explica, por un lado, porque la cultura es un hecho dinámico e histórico, y
por otro, debido a la capacidad que ha tenido el mapuche para ir
adaptándose a los diversos ambientes y situaciones que le ha tocado vivir.
Asimismo, porque existen modos y costumbres, e incluso expresiones de su
lengua, que distinguen al que vive en la costa, en el centro o en la
precordillera. Sin embargo, se trata del mismo pueblo. Y la resistencia ante
el modo de ser wingka es un hecho que no se puede ignorar.
Asimismo, en la cultura mapuche algunos rituales, creencias y costumbres
se parecen o tienen algún grado de similitud con la de los pueblos andinos,
hecho que seguramente ocurrió por procesos de influencia cultural que en
algún momento se dio entre ambos.
Es difícil imaginar que el Estado del Tahuantinsuyu, popularmente conocido
como el imperio inka, no haya transmitido el pensamiento andino a alguna
agrupación mapuche. Sabido es que en sus afanes expansionistas, este
imperio alcanzó a extenderse hasta las riberas del río Maule, desde donde
sus huestes fueron contenidas y expulsadas por los mapuche. En el año
1460, Huaina Cápac comprobó el irreductible principio y valor del mapuche
por vivir libre. El ejército inka no pudo con los toquis Kurillanka, Warakulen,
Lonkomilla, Butahue y Yankinao, quienes los derrotaron y expulsaron al
norte del río Maule. Huaina Cápac debió volver y dar por fracasada su
pretensión de anexar la etnia que ocupaba los territorios del sur de este río ⁴
.
Esta influencia andina es posible reconocerla en algunas prácticas,
creencias y rituales mapuche. Por ejemplo, en algunas comunidades
próximas al lago Titicaca, en Cochabamba y el norte del Potosí, se mantiene
intacta la cosmovisión andina tripartita del mundo (Villegas Editores, 1996).
Así, y en términos aymara, el mundo se divide en: 1) Alax pacha o mundo de
arriba, morada de santos y de Dios. 2) Aka pacha, sitio de los hombres,
nuestro mundo. 3) Maqha pacha o inframundo, morada de los muertos y de
lo telúrico, identificado con lo indómito y la energía creadora.
En la cosmovisión mapuche también existe esta visión tripartita, aunque con
distintas connotaciones. Así, encontramos:
El Wenumapu o tierra de arriba, lugar donde viven seres de naturaleza
espiritual. Allí habitan los espíritus de nuestros antepasados que
representan el Küme Newen o fuerzas positivas. También es el lugar del sol,
las estrellas, la luna que para el mapuche connotan positivamente pues
están relacionados con la vida, su pensamiento y creencias religiosas. Es un
espacio sagrado y en él habitan la familia divina, los antepasados y las
energías positivas. Este lugar no se corresponde al concepto de cielo
cristiano que incluye la idea de premio o castigo. Para los mapuche la
muerte representa la separación de lo material, cadáver que se transforma
en tierra, y el alma ( puyu ) que continuará viviendo en el más allá.
El Nagmapu, tierra de abajo, el espacio donde vive el hombre, que se ubica
entre dos mundos o tierras en oposición, conocido como Küme Newen y
Weda Newen (energías positivas y negativas que estarán en equilibrio y
armonía según la ley mapuche). Es el espacio donde se desarrollan las
distintas expresiones de la vida, plantas y animales y, por cierto, donde
vivimos los seres humanos. Es la dimensión más próxima a nosotros. En el
Nagmapu se establecen las distintas relaciones ecológicas entre los
diferentes organismos y entre estos y los componentes abióticos o inertes.
El Minchemapu, debajo de la tierra, según la creencia mapuche es el lugar
de la oscuridad, la maldad, la dimensión negativa del mundo.
El profesor e investigador mapuche Ramón Curivil (2002:51) identifica una
cuarta dimensión que él denomina Ragiñwenumapu (otierra intermedia). Al
respecto señala:
Existe un lugar intermedio llamado Ragiñwenumapu, que sería el lugar de
los espíritus transformados en viento, en lluvia, en truenos y relámpagos.
Además allá están las nubes y el aire, y los espíritus menores. Algunoslo
consideran también como un lugar de paso obligado para todo difunto,
donde se decide la suerte si pasa al Wenumapu para convertirse en un
espíritu protector o se queda en el Naqmapu convertido en un espíritu que
puede ser manipulado por los agentes del mal ( kalku ).
Este planteamiento nos parece de mucha importancia, pues da cohesión a la
cosmovisión arraigada en la psiquis del mapuche tradicional, la cual explica
en forma coherente las distintas dinámicas de la vida como manifestación de
la naturaleza.
Este discurrir mental lo encontraremos en las diferentes expresiones de su
cultura: ceremonias, rituales, manifestaciones artísticas, agricultura,
religiosidad, etc. Constituye la esencia de la cosmovisión, donde él es un
sujeto activo, que se comunica con el universo (cosmos) de cuya relación
surge una reflexión de profundo respeto por los componentes de la
naturaleza, de la cual es integrante en ese enorme y misterioso mundo. Así,
la naturaleza, con todos sus misterios, da origen a un pensamiento que se
manifiesta en actitudes de religiosidad y respeto hacia ella.
El mapuce ⁵ habla y dialoga con esta fuerza misteriosa presente en la
naturaleza. En consecuencia, en la realización de diversos ritos, algunos
elementos de la naturaleza como el sol, la luna y las estrellas, se reverencian
no por ser considerados seres divinos (dioses) sino en cuanto ellos hacen
posible la vida y porque poseen capacidad de engendrar vida en el
Naqmapu.
El análisis del lenguaje, en la temática mapuche, es uno de los desafíos más
complejos de abordar, ya que como expresión del pensamiento guarda
muchos de los misterios de la cosmovisión y cogniciones que configuran el
pensamiento y la psicología de este pueblo.
En otro ámbito, resulta sorprendente constatar que los elementos presentes
en algunos mitos mapuche –como el de su origen, a través de la historia de
Treng-Treng y Kay-Kay–, y relatos obtenidos de pueblos que estaban
integrados al Imperio inka. Al respecto, el mito recogido en territorios de los
actuales Cañaris, en Ecuador –quienes además conservan restos de
construcciones que son una muestra de su largo contacto con la cultura
inka–, se presenta con varios elementos comunes al mito mapuche.
Villegas (1996:138) relata que un cronista colonial se refiere a este mito en
los siguientes términos: “los Cañaris cuentan que había una alta montaña,
Huaca-Ynan, en la que habían salvado del diluvio un par de hermanos que
luego de la catástrofe, regeneraron la raza humana”.
Los sacrificios humanos de niños fueron prácticas comunes en el imperio de
los inkas, y en Chile; como registro de ello ha quedado la momia del cerro El
Plomo. Esta momia, que puede ser visitada en un museo santiaguino,
muestra la figura de un niño vestido especialmente para ese ceremonial.
Antecedentes recogidos de la tradición oral de los mapuche, y consignados
posteriormente en cuentos, señalan que el sacrificio de niños también se dio
en algún momento de la vida de este pueblo aunque en menor grado, puesto
que por lo general se ofrendaban animales. Estas acciones son ordenadas
por la machi, quien generalmente ha recibido la petición a través de los
sueños ( peuma ). En el caso de los inkas, según los antecedentes legados
por los cronistas españoles, existían los llamados rituales de sacrificios
reales, en donde niñas y niños escogidos para la ocasión eran sacrificados
por el denominado Cápac Hucha (Obligación Real). Cabe aclarar que estos
procedimientos se realizaban sin sufrimiento para la víctima, que al parecer
era previamente preparada y narcotizada.
Otro elemento interesante de mencionar, común para ambos pueblos, dice
relación con el matrimonio como la manera con que los inkas establecían su
influencia política y territorial. En los mapuche encontramos a los ñidol
longko ⁶ estableciendo relaciones de amistad y lealtad mediante el
matrimonio de sus hijos, con lo cual se sella un verdadero pacto político y se
elimina la posibilidad de algún conflicto futuro. Debido a lo popular que se
ha hecho la expresión longko en el último tiempo debido a la contingencia
política, es necesario precisar algunos aspectos. Longko era el jefe de varias
familias, era un líder con influencia política, poseedor de sabiduría y actuar
correcto ( kümekimun ) y además tenía un respetable poder económico.
A continuación haremos una breve descripción de aquellos elementos o
situaciones más inherentes al ser mapuche, que lo identifican de manera
contundente, y que pueden ser reconocidas a los ojos de otras culturas. Por
la naturaleza de la cosmovisión de este pueblo hay muchos otros aspectos
que no se dan a conocer porque son de dominio exclusivo de personas como
los o las machis, encargados de resguardar los valores de la etnia.
1.1 Cultura e identidad
En nuestros tiempos, la cultura es un concepto profundamente explorado no
solo como un genuino producto de los seres humanos, sino como un
importante reservorio de información de las diversas agrupaciones humanas
incluidas por cierto las etnias. Más allá de las creencias, mitos y valores, el
marco conceptual de cultura, en los hechos, se transforma en un poderoso
modulador de los comportamientos sociales. Está presente en diversos
aspectos y facetas en el hogar, en la escuela y en el discurso de los distintos
líderes sociales.
Un auténtico producto cultural es la identidad, no existen grupos o
individuos que no tengan un autoconcepto. Este autoidentificarse con los
diversos productos sociales ha llegado a constituirse en un importante tema
de estudio de la psicología social. Por ejemplo, Gordon Allport (en Pinxten,
2000:4) sostiene que entre los seres humanos el importante hecho
psicosocial de la identidad posee toda una organización. Este autor se lo
explica al modo de un modelo espacial en donde el concepto asume la forma
de círculos concéntricos, y la mayor lealtad la ocupan los anillos más
próximos al núcleo, en que estaría lo esencial del concepto: cultura, lengua,
valores. El grado de pulsión de un individuo con su identidad estará
determinado por la proximidad o lejanía en que se encuentra respecto de
este núcleo.
Utilizando este modelo podemos explicarnos las confusiones o bochornos
que más de alguien ha sufrido cuando un descendiente de alguna etnia
reivindica su propia identidad en desmedro de las actuales nacionalidades.
Este es un hecho que sucede con la identidad de pueblos como los
originarios de América que quedaron por la fuerza dentro de los nuevos
Estados fundados por el conquistador europeo. Se configura así un hecho
extraño para el lego en estos temas; que la mayor lealtad de la mayoría de
los integrantes de estos grupos humanos se encuentra con los valores y
prácticas de su propia cultura, subordinando e incluso desconociendo su
identidad con el estado o país en que ha quedado. En nuestro país no es
extraño escuchar a algunos líderes mapuche renegar de su condición de
chilenos, situación que además se explica por las consecuencias
psicosociales de la exclusión de la sociedad mayor en la que quedaron a
partir de la segunda mitad del siglo XIX .
La identidad étnica tiene que ver con procesos mediante los cuales un grupo
humano se adhiere a determinadas prácticas culturales que incluyen un
idioma, rituales, creencias, mitos y donde sus integrantes se identifican a sí
mismos como un nosotros.
Prosiguiendo con lo central de este análisis, la identidad mapuche también
se funda en su respetable historia; sus héroes, sus prácticas y costumbres de
vivir libres en sus territorios ancestrales. Ello es lo que los diferencia de
otros pueblos originarios de la región, como también del propio pueblo
chileno. Sin embargo, su identidad también se compromete con su condición
de pueblo americano y, en estos tiempos, como parte de la nacionalidad
chilena. No obstante, en lo fundamental se trata de un pueblo distinto, con
historia propia, por lo que se le debe reconocer y respetar en tal sentido.
Entenderemos como cultura un sistema de significados compartidos por
todas las personas que se sientenmiembros de la etnia o país y que los
representa y los diferencia de otras culturas o pueblos. “La cultura es la
respuesta que el hombre da a sus necesidades básicas. La cultura es el
modo que el hombre tiene de situarse en el mundo. Es el comportamiento
aprendido en el seno de la sociedad” (Montagu, 1970:146).
Así entonces, la cultura comprende la lengua o idioma, los rituales
religiosos, los valores, las creencias, la historia, la organización social, el
arte y la artesanía, los cantos y las danzas, las comidas, el vestuario, la
medicina. También forman parte de esta cultura los héroes, personajes cuyo
accionar ha sido central en la mantención de la cultura; es el caso de los
valerosos toquis de la guerra contra el conquistador español: Kaupolikán,
Lautaro, Kolokolo, Lientur, Pelantaro, Galvarino, Kilapan, solo por citar a los
más famosos.
En el caso de la cultura mapuche existen ciertos componentes que no se
recrean regularmente y suelen estar reservados a los rituales de celebración
o al conocimiento de los ancianos de la etnia.
1.2 La lengua mapuche o mapuzugun
Mapuzugun es una palabra compuesta y viene de mapu que significa tierra y
zugun que se refiere al acto de hablar.
Utilizando el habla de la tierra, de los animales, del bosque, de los insectos,
de los ríos, del viento, de la lluvia, de la vertiente, del amanecer y del
anochecer, nuestro pueblo creó sistemas de comunicación, un modo de
dialogar, de comunicar, de recibir y trasmitir mensajes; creó entonces lo que
llamamos Mapuzugun , el habla de la tierra. (Marileo, 1999)
En esta nota Marileo expresa con singular claridad la real dimensión de la
expresión mapuzugun en la cosmovisión mapuche. Al respecto es necesario
hacer algunas consideraciones: en la lengua mapuche la expresión mapu no
se agota en su significado; ella se utiliza también en otras dimensiones
como, por ejemplo, la sociopolítica, o en un sentido religioso o sagrado.
Paralelamente, la expresión zugun significa el habla de la tierra donde vive y
transcurre la vida del hombre en estrecha comunicación con el resto de los
seres vivos y demás elementos de la naturaleza.
La ocupación del país mapuche por parte del Estado chileno y sus tropas da
inicio a tiempos de abusos y atropellos. Ello ocasionó que no pocos padres
mapuche dejaran de enseñar el mapuzugun a sus hijos pequeños. Sin duda
que esta medida se da como una forma de protección del niño pequeño ante
la burla del niño y profesor wingka . El escolar mapuche nunca tuvo otra
opción de aculturación que no fuera en la lengua castellana, ocasionando
con ello un daño inconmensurable al patrimonio cultural de la etnia. Así
entonces, conservar su lengua nativa en los hechos ha sido difícil y poco útil
para los aprendizajes escolares. Ello es la constatación del desprecio,
ignorancia y descriterio de quienes a través del tiempo han gestionado la
cultura en este país. Ellos y sus criterios racistas son los principales
responsables de los riesgos de extinción de este patrimonio cultural de la
humanidad, como es el lenguaje de los mapuche, el mapuzugun .
El lenguaje, como expresión del pensamiento, ha sido central en el
desarrollo cultural de los hombres. La importancia de la lengua para esta
cultura la resume la antropóloga argentina Beatriz Carbonell (2001:3) en los
siguientes términos:
La lengua refuerza los lazos con sus antepasados, conserva y transmite el
sistema de valores y creencias de los antiguos, y es a ellos a quienes se
remite todo el cuerpo de creencias mapuche. Los antiguos o antepasados,
desde la memoria, conducen e indican el camino a seguir de las
comunidades mapuche. La lengua cumple una función didáctica comunitaria
en las reuniones y en los Consejos de Sabios cuando adoctrinan a los
jóvenes. A través de ella se transmite el pasaje mágico-religioso que
relaciona con lo trascendente en el viaje de la machi. El vuelo de la machi
mapuche es extásico y se remite al vuelo de los antiguos tunguses de Siberia
(no usan hipnóticos para alcanzar el trance ).
A ello tendríamos que agregar que la posición privilegiada de la especie
humana por sobre el resto de los animales radica en las características del
lenguaje que ha servido para desarrollar su mente y crear una cultura. Con
ella actúa sobre el mundo creando herramientas para ir enfrentando los
permanentes desafíos. En este contexto, el lenguaje se inscribe como el más
fundamental de los recursos para crear y transmitir la cultura. Para ello los
pueblos aprendieron a escribir su lengua, situación que no alcanzó a
suceder con el mapuzugun , ante la irrupción del conquistador español y su
descendencia.
El mapuzugun es el reflejo de la psiquis mapuche, el espejo de la mente , por
tomar una expresión de Chomsky, por medio del cual es posible entender la
visión de mundo de este pueblo y por cierto comprender algunos elementos
de su psicología, sobre todo su amor por la tierra. Por ella mantiene una
lucha que en el pasado tuvo las máximas expresiones de valor y heroísmo a
las que se puede ver enfrentado el ser humano, entregar incluso la vida. Ella
le da la vida y el sustento y por ello la reconoce como la ñuke mapu (madre
tierra). De ella y por medio de sus naturales procesos perceptivos construyó
sus herramientas y símbolos cognitivos culturales (elementos semióticos),
como su lengua –el mapuzugun o mapuchezugun –, sus mitos, su
pensamiento, etcétera.
La inmensa riqueza de significados del mapuzugun ha impresionado tanto a
sus propios hablantes como a quienes se han interesado en reflexionarlo. Un
estudio científico de esta lengua es una tarea aún no abordada por las elites
expertas del país. Los parámetros que se utilizan hoy en el estudio del
lenguaje corresponden a la lingüística. Los trabajos acerca del mapuzugun
realizados en el pasado por extranjeros son más bien aproximaciones
rudimentarias al significado de las distintas palabras y expresiones que ellos
entendieron como observadores pertenecientes a otra cultura. Considerando
además el riesgo de la deformación natural de quien mira desde fuera las
manifestaciones de una cultura que no es la suya.
Colocar las cosas en su lugar pasa necesariamente por formar equipos
técnicos en donde los kimches y lingüistas mapuche deben tener un rol
protagónico para elaborar el material oficial que respalde el decreto de
nombramiento del mapuzugun como segunda lengua oficial.
El conocimiento de los procesos activadores del lenguaje es actualmente
uno de los temas más complejos que desafían la inteligencia humana.
La anexión involuntaria del Estado mapuche al Estado de Chile en la
segunda mitad del siglo XIX significó, entre otras, que los niños mapuche
tuvieran como única opción concurrir a la escuela de los wingkas . Ello
representa un hecho tremendamente violento en la psiquis del niño
mapuche, puesto que sus creencias, valores y representaciones mentales, en
general, quedan desconfirmadas y desvalorizadas por la cultura del
descendiente europeo. Se genera entonces una situación bastante extraña al
aprender de los mismos que le ofendían, agredían física y psicológicamente
y arrebataron por la fuerza suelos y riquezas de sus padres. La expresión
wingka, en esos tiempos, tenía una carga afectiva negativa, ya que se
aplicaba a toda la gente no mapuche que se internaba en el Mapuchemapu y
que no pocas veces les hicieron daño. Wingka es una expresión que viene de
wingkalf que significa robar en mapuzugun .
La escuela del wingka ha sido una instancia muy traumática para el niño
mapuche; en ella no solo sistemáticamente se desconoció su idioma, sino
incluso fue objeto de burlas y desprecios por sus costumbres y modos de
comportamiento. Ello es la expresión más nítida de la violencia simbólica
ejercida por la escuela del blanco, puesto que se sustituyen valores,
creencias y percepciones vernáculas por los de una cultura ajena. Además,
para cualquier educando es una situación de máximo estrés el tener que
asistir a una escuela en donde se enseña incluso en un idioma y una
simbología que no es la suya.
Lo anteriores un antecedente más que explica por qué cada vez son menos
los mapuche que conocen su idioma, lo que por cierto coloca al mapuzugun
en serio riesgo de perderse.
1.3 Principales valores
Los temas axiológicos son de difícil manejo en trabajos de este tipo, por
cuanto existe el riesgo de caer en sesgos etnocentristas y hacer
afirmaciones discutibles o incomprensibles para muchos, como creo que
ocurre con los escritos de algunos historiadores. Es decir, tratar de
encontrar cualidades del agrado del observador en individuos
pertenecientes a otra cultura, a simple vista parece una locura. No obstante,
es lo que se ha hecho regularmente por parte de algunos intelectuales
chilenos. Ello ha servido para seguir alimentando un estereotipo sesgado y
valoraciones bastante ofensivas, que regularmente aparecen en la literatura
wingka . Tomás Guevara (s/f:163), por ejemplo, en su libro El pueblo
mapuche , hace afirmaciones como esta:
Dada la organización mental del araucano, los sentimientos sugeridos de la
intelectualidad se manifestaban deficientes, casi nulos. Impotentes para
contraer el hábito de las abstracciones y las generalizaciones, su espíritu
tomaba un giro a lo esencialmente objetivo. La distancia de las sociedades
bárbaras de América a lo abstracto, constituía un estigma general.
El proverbio dice “no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo
que el que no quiere escuchar” . Para este importante intelectual chileno del
siglo XX , resulta insuficiente la vasta historia de los mapuche para
encontrar algún valor que mereciera ser reconocido o inteligencia digna de
subrayar. El pensamiento moderno reconoce que el desarrollo del hombre es
de carácter sociohistórico, además de dialéctico. A la llegada de los
españoles, los mapuche, como otros pueblos de América, dan muestras de
un notable desarrollo que la historia oficial no reconoce. Cuando se habla de
desarrollo humano, desde la psicología, estamos hablando de la función
cerebral, de la psiquis y sus complejos procesos, de la capacidad del cerebro
para pensar en términos más complejos, enfrentar situaciones hipotéticas,
reflexionar y encontrar soluciones inteligentes para los diversos problemas.
Los antecedentes conocidos hacen verosímiles las hazañas de Lautaro,
Pelantaro, Kilapang, solo por nombrar algunos jefes mapuche, que con
inteligencia y valor lograron neutralizar a los ejércitos enemigos. Ello por
cierto da cuenta de un nivel de desarrollo bastante distinto del observado
por el profesor Guevara. En la guerra, por ejemplo (considerando uno de los
aspectos que forman parte del estereotipo construido por el wingka para
referirse al mapuche), Lautaro rápidamente comprendió la importancia de
las estrategias y tácticas de guerra del español. Es decir, se dio cuenta de
que el resguardo y el cuidado de sus ejércitos eran vitales para soportar la
larga guerra. Así transmitió a sus subalternos admirables estrategias y
comportamientos en los campos de batalla que sorprendieron a más de
algún cronista de la época. Entonces, el resguardo de la vida de los soldados
ya era un valor en el siglo XVI , actitud observada por los distintos toquis de
la larga guerra. Al respecto, es necesario hacer notar, que la guerra
moderna tiene entre sus principales objetivos el resguardo de la vida del
soldado. Para ello existe la máquina y la tecnología, las que se pueden
recuperar; no así la vida humana. Las tácticas de guerra de los ejércitos
mapuche en su época fueron ampliamente admiradas en Europa.
Actualmente muchas de sus tácticas bélicas se consideran en la formación
de ejércitos profesionales.
Con respecto al tema de los valores, algunos filósofos, entre ellos Russell,
advierten sobre las cualidades subjetivas de estos. Son deseos subsistentes
en la mente del observador. Estos deseos serán casi siempre la expresión
emocional del que hace el ejercicio y que, por cierto, estará modulada por
las construcciones sociales de su cultura, constituyendo el fundamento de la
mirada etnocentrista. “Cuando decimos que algo tiene valor, no afirmamos
un hecho independiente de nuestros sentimientos personales, sino que
estamos dando expresión a nuestras propias emociones” (Frondizi, 1995).
A continuación se comentarán algunas cualidades (valores) de la sociedad
mapuche que suelen concitar el interés de los estudiosos de estos temas.
Existen, a la vez, muchos otros valores importantes para el mundo
conceptual de la etnia, pero al no ser reparados por la sociedad dominante
quedan en el entramado cultural del mapuche.
Uno de los valores tradicionales más característicos de la familia mapuche
es el respeto por sus mayores, de ambos géneros por igual. De hecho, sus
divinidades incorporan el componente etario fücha (hombre anciano) y kuse
(mujer anciana). Ambos son los responsables de transmitir la cultura a los
más jóvenes por medio de la tradición oral; de esta forma se preserva el
sistema de valores y creencias de los más viejos. En relación con esta
afirmación más de alguno ha tratado de establecer lo contrario, como es el
caso de Tomás Guevara (1906:35),quien se aventura a sostener:
En la actualidad los padres ancianos, sobre todo cuando la edad los priva de
iniciativa en los negocios domésticos y económicos, reciben con frecuencia
de sus hijos golpes y tratamientos que revelan lo débil que es el sentimiento
filial en el hombre de civilización inferior.
Esta afirmación es contraria a los antecedentes reunidos por diferentes
autores y cronistas extranjeros que se internaron en territorio mapuche en
el pasado y han sido considerados como fuentes necesarias para esta y otras
investigaciones. En la familia mapuche el anciano tiene carácter de sabio,
por lo que se le cuida y respeta; además, él transmite los valores de la
cultura y enseña el mapuzugun . La definición que hace de los ancianos el
dirigente mapuche Armando Marileo (1999) es clarificadora: “ Kuse/fücha:
anciana, anciano. Representan a nuestros abuelos y mayores, quienes
alimentan en sabiduría y conocimientos a nuestros jóvenes”. Por su parte,
Coña (2000:196) señala: “En la casa mapuche era persona principal el
hombre de más edad; él mandaba a toda la gente que se encontraba en la
ruka. La primera mujer del dueño de casa dirigía a las de su sexo”.
El cautivo militar español Núñez de Pineda y Bascuñan también entrega
abundantes antecedentes en el sentido de que el respeto habría sido un
valor muy antiguo para este pueblo.
La justicia es un valor central en la sociedad mapuche, y es percibida por los
primeros cronistas y aventureros europeos que llegaron hasta sus territorios
junto con los conquistadores. Según estos, en esa época ya existía el Ad-
mapu, una especie de código con las disposiciones o normas que regulaban
su vida. El contenido de este era de claro dominio de los más ancianos,
existiendo personas que se hacían expertas en su manejo y que algunos
investigadores los denominan caciques justicieros. Hasta antes de la
ocupación del suelo mapuche, la sociedad era administrada por el ñidol
longko, jefe principal del lofche (unidad social, territorial y parental ) ;
personaje poderoso, con recursos económicos y su propio cuerpo de konas o
soldados, para garantizar su autoridad. Era socialmente prestigiado y con
influencia política a toda prueba (Hernández, 2003; Catrileo, 2005). La
organización de la justicia en el pueblo mapuche estaba por cierto a nivel de
sus necesidades, por lo que resulta ocioso comparar dichos ordenamientos
con la existente en la sociedad del blanco. En el Ad-mapu (ad: costumbre,
norma, derechos de un grupo), están contenidas las suficientes disposiciones
para modular las conductas de la sociedad y hacer viable la convivencia
entre ellos. El malón mapuche, por ejemplo, se puede consignar en los
códigos de justicia que este pueblo tenía para zanjar sus diferencias en un
determinado momento histórico. Es admirable constatar que tal código, (una
suerte de derecho consuetudinario) al consignar el derecho a réplica del
afectado, se transforma en un eficaz medio para regularla convivencia de la
sociedad mapuche. Cuando un longko mapuche se encontraba en situación
desmedrada ante una afrenta de parte de alguien más poderoso, le quedaba
la opción de constituir alianzas para responder eficientemente ante el
ofensor. Es probable que después de estas acciones se facilitara el
restablecimiento de la autoestima del ofendido y así mantener en el tiempo
el sentido de justicia.
Es interesante referirse también a los malones y malocas, pues se relacionan
con uno de los estereotipos asignados. Estas conductas de robo son imitadas
por el aborigen del comportamiento habitual del europeo y su descendencia.
Sabido es que a la llegada de los españoles los mapuche, como el resto de
los pueblos originarios de América, no sabían o no conocían
comportamientos de robo. La proximidad de colonos y fuerzas militares a
sus territorios incentivó estas conductas en algunos longkos , incluso la
maloca es una invención española según ciertos registros históricos. Esta
última formaba parte de una de las tácticas empleadas por el ejército
español cuyo objetivo era ablandar la moral de los guerreros mapuche
robándoles sus niños y mujeres y también sus animales. Por otro lado, los
malones entre mapuche no pocas veces estuvieron atizados por colonos y
militares chilenos, instalados en la vecindad de sus territorios. El gobierno
chileno pagó mensualmente sueldos a longkos considerados amigos para
hacer la guerra a los jefes mapuche independentistas. Estas acciones se
caracterizan por enfrentar a los distintos linajes por alguna conducta que
ofende a uno de los bandos. Las disputas personales dentro de la comunidad
generalmente se resuelven por la intervención del longko del lofche .
Los chilenos que han tenido la oportunidad de conocerlos admiran en el
mapuche el valor de la honradez, percepción que se contradice con lo
escrito reiteradamente por historiadores wingkas .
Otro valor destacado de la etnia es su respeto y hasta veneración por la
naturaleza. En la cosmovisión mapuche existe una relación entre la
naturaleza, la tierra y el ser humano. Conciben a este último como parte de
la naturaleza, así como a todos los elementos que constituyen la tierra y
provienen de ella, son la naturaleza misma. Esta concepción conlleva un
comportamiento muy respetuoso con la naturaleza, a la que cuidará,
protegerá, y de la que tomará lo justo y necesario para vivir. Por ello, no es
extraño encontrar entre los planteamientos de los longkos que dirigen la
lucha de los comuneros mapuche del Biobío y de La Araucanía, la denuncia
al mundo de cómo la industria maderera ha destruido los ecosistemas
naturales de esos territorios. Se han secado los ríos y napas subterráneas,
los animales de la fauna silvestre prácticamente han desaparecido,
ocasionando un grave perjuicio a los ecosistemas, la naturaleza y la madre
tierra.
También es conocida la solidaridad del lofche para llevar adelante tareas
agrícolas, como la siembra y la cosecha; y en la construcción de casas. Para
tales efectos se reúnen en los mingacos, de cuyo rito hablaremos más
adelante.
En tiempos de guerra, la valentía y el arrojo en el campo de batalla son
valores inherentes a la etnia. Incluso siendo prisioneros el valor quedaba de
manifiesto en la alta tolerancia al dolor físico, al soportar con estoicismo las
terribles torturas físicas (cercenamiento de dedos, amputación de manos,
marcación con hierros incandescente en el rostro, quema de genitales, etc.),
que acostumbraba aplicar el civilizado conquistador europeo. El objetivo era
amedrentar a los guerreros, hecho que, como todos sabemos, jamás
consiguieron. ¿Cómo explicarnos tanto valor y heroísmo en un grupo
humano tan despreciado por algunos autores? Para los mapuche los eventos
de la guerra no eran asumidos como acciones de venganza y odio en contra
del español según sostienen algunos historiadores nacionales. Era la ocasión
que les permitía poner a prueba su virilidad y talento guerrero que tenía por
objeto expulsar de sus territorios hasta el último invasor. Era una acción de
autodefensa. Este designio es posible encontrarlo en más de alguna arenga
o discurso de algún toqui del pasado. Para estos hombres no había lugar en
el suelo mapuche para ningún español o extranjero que viniera con
propósitos de conquista. Por tanto, estos soldados no consideraban digno
otro comportamiento que no fuera el de luchar con valor hasta ofrendar la
vida si fuera preciso. El historiador Campos (1972:55) se refiere al valor y al
honor practicado por los mapuche en los siguientes términos:
Gozaban los mapuche cuando encontraban virilidad en sus enemigos y si ese
español valiente y audaz daba muestras de espíritu justiciero y de grandeza
de alma, era mirado con inmenso respeto. Y si caía preso peleando
valientemente, y se defendía después en el “ aucantraun ”, con oratoria
brillante, el respeto se convertía en admiración, se le perdonaba fácilmente
la vida y se adoptaba como hijo por la familia del captor.
La libertad y autonomía de sus territorios eran una cuestión de honor, que
justificaba holgadamente prepararse para combatir con la guerra a quien se
atreviera a arrebatárselas.
Los konas o guerreros se entrenaban y se ejercitaban permanentemente
para conservar un estado atlético que les permitiera tener un exitoso
desempeño en los campos de batalla. Pero contrariamente a lo que algunos
sostienen, los toquis de entonces en ningún caso fueron fieros carniceros
inmisericordes. Como se ha señalado, la valentía del enemigo era respetada
por los guerreros mapuche, y muchas veces sirvió como antecedente para
perdonarle la vida al prisionero.
En sus códigos valóricos también existe un lugar para la palabra empeñada
o el compromiso; valor primordial para este pueblo. Algunos escritores, sin
entender este principio, han fustigado la opción de una parte de la etnia
(liderada por el longko Mangiñ Wenu) de alinearse del lado de los españoles
durante la guerra de la Independencia. En esos casos prevaleció la palabra
empeñada por el longko en anteriores paces alcanzadas con los hispanos ⁷ .
El astuto y visionario Mangiñ, al parecer, tenía muy claro que eran más
útiles los acuerdos con el europeo que reconocía y respetaba la existencia de
territorios mapuche y de los que tenía la esperanza de que algún día se
cansaran y atravesaran el charco por donde habían venido y por fin los
dejaran tranquilos. En cambio, de los chilenos, el ñizol longko intuía lo peor,
por ser pobres y necesitados de los suelos mapuche.
1.4 Creencias
En lo religioso, ya hemos visto que el pueblo mapuche es monoteísta y que
el ser superior y único dios es Ngünechen, en cuyo nombre se inicia
cualquier actividad importante. En un nuevo trabajo, en las siembras, las
cosechas, las festividades de celebración, etc., siempre está presente su
dios. Por su parte, las fuerzas negativas están representadas por Wekufü, el
espíritu de la destrucción y la muerte. Para esta cultura no hay una lucha
entre las fuerzas del bien y del mal, sino la compensación entre ambas.
La mayoría de los pueblos en sus largos procesos de evolución han
desarrollado su propio mito acerca de la creación del mundo. En las
creencias mapuche este mito se expresa en la lucha de Kay-Kay y Treng-
Treng, no obstante piensan que el mundo ha existido siempre. Cabe
destacar que un cuerpo conceptual importante en su cosmogonía es el modo
como se ordena su mundo, en el que identifican cuatro sentidos: meli witxan
mapu , que corresponde a la jurisdicción global del pueblo mapuche
(Hernández, 2003). El investigador mapuche Ñanculef (2004) sostiene que
el meli witxan mapu es un concepto filosófico amplio, es la ciencia de la
cosmología mapuche, que no solo permitió generar el calendario, sino medir
procesos cíclicos”. El mismo Ñanculef nos advierte acerca de las diferencias
existentes entre el calendario judeocristiano y el calendario mapuche. Por
ejemplo, en el we tripantu o año nuevo mapuche se celebra en junio, el
wingka lo celebra el 1°de enero.
En el Mapuchemapu los cuatro puntos cardinales

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