Logo Studenta

Estilo de vida y depresión (Síntesis psicología Psicología evolutiva y de la educación) (Spanish -- Mauro García-Toro (coordinador) -- 7f93e2420164dcac57042cc44c8996b8 -- Annas Archive

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

4
5
COLECCIÓN SÍNTESIS •
PSICOLOGÍA/EDUCACIÓN
 
6
7
Mauro García-Toro (coord.)
Consulte nuestra página web: wwwsintesis.com En ella encontrará el catálogo completo y
comentado
 
8
9
Relación de autores
Presentación
Prólogo
1. Estilo de vida, salud y enfermedad
Miquel Bennasar y Antoni Aguiló
1.1. Introducción
1.2. Determinantes de la salud
1.3. Los determinantes sociales y las desigualdades en salud
1.4. Conclusiones
2. Intervención sobre el estilo de vida
Miquel Bennasar, Antoni Aguiló y Mauro García-Toro
2.1. Introducción
2.2. La intervención en los estilos de vida
2.3. Conglomeración de factores o conductas de riesgo (clustering)
2.4. Conclusiones
3. Interacciones entre estilo de vida~y depresión
Mauro García-Toro, Emilio Ramón L'ópezy Rocío %uanes
3.1. Introducción
3.2. El problema de la causalidad en la depresión
10
3.3. ¿Qué funciona mal en la depresión?
3.3.1. La depresión como trastorno mental
3.3.2. La depresión como trastorno neuroquímico
3.3.3. La depresión como trastorno de la neuroactivación
3.3.4. La depresión como trastorno neuroestructural
3.3.5. La depresión como trastorno de la socialización
3.3.6. La depresión como trastorno de los hábitos higiénico-dietéticos
3.3.7. La depresión como trastorno de la interacción genes-ambiente
3.4. Implicaciones y advertencias terapéuticas
3.5. Conclusiones
4. Factores demográficos y económicos en la depresión
Natalia Siddon y Mauro García-Toro
4.1. Introducción
4.2. País
4.3. Grupo étnico
4.4. Educación y nivel de ingresos familiares
4.5. Características del entorno y vivienda
4.6. Estado civil
4.7. Edad
4.8. Conclusiones
5. Malestar emocional y psicofarmacos
Caterina Vicens y Ermengol Sempere
11
5.1. Introducción
5.2. Depresión, tristeza, duelo y otras formas de malestar emocional
5.2.1. La tristeza
5.2.2. El duelo
5.2.3. El trastorno de adaptación
5.2.4. La depresión mayor
5.2.5. La distimia
5.2.6. El malestar o sufrimiento emocional
5.3. Uso de psicofármacos en los trastornos mentales comunes
5.3.1. Consumo de benzodiacepinas (tranquilizantes e hipnóticos)
5.3.2. Consumo de antidepresivos
5.3.3. Efecto placebo de los antidepresivos
5.4. Alternativas al uso de psicofármacos. Resumen de la evidencia
5.5. Conclusiones
6. Ejercicio físico y sedentarismo
Saray Monzón, Olga Ibarra y Mauro García-Toro
6.1. Introducción
6.2. Relación entre sedentarismo, ejercicio y salud mental
6.3. ¿Qué tipo de ejercicio puede mejorar el estado de ánimo y cómo?
6.4. Recomendaciones de actividad física de la OMS
6.5. Conclusiones
7. Alimentación y hábitos dietéticos
12
Margalida Vives Olga Ibarra y Mauro García-Toro
7.1. Introducción
7.2. Obesidad y depresión
7.3. Alimentación y prevención de la depresión
7.4. Alimentación y tratamiento de la depresión
7.5. Conclusiones
8. Luz ambiental y artificial
Olga Ibarra, Emilio Ramón Lópezy Mauro García-Toro
8.1. Introducción
8.2. Exposición a la luz y sincronización de ritmos circadianos
8.3. Exposición a la luz artificial y ambiental
8.4. Conclusiones
9. Sueño
Patricia Herbera, Olga Ibarra y Joan Salva
9.1. Introducción
9.2. Sistema circadiano y fisiología del sueño
9.3. Alteraciones del sueño y depresión
9.4. Conclusiones
10. Estré s estrategias de afrontamiento w -- w- r 1 n I
Margalida Gili, Miguel Roca y Esther Salom
10.1. Introducción
13
10.2. Factores estresantes crónicos, acontecimientos vitales y depresión
10.2.1. Estrés e inicio de la depresión
10.2.2. Estrés y curso de la depresión
10.3. Estrategias de afrontamiento y depresión
10.4. Conclusiones
11. Apoyo y ntal social
BárT ara- Oiván y Concepción Sarasa
11.1. Introducción
11.2. Apoyo social y sociabilidad
11.3. Relación entre apoyo social y depresión
11.4. ¿Cómo actúa el apoyo social como protector de episodios depresivos?
11.5. Capital social
11.6. Conclusiones
12. Genero y roles sociales
Capilla Ñavarro, María Esther García y Victoria Aurora Ferrer
12.1. Introducción
12.2. Trabajo, género y salud
12.2.1. Conciliación entre vida laboral, familiar y personal
12.2.2. Efectos del trabajo sobre la salud
12.3. Diferencias de género en el ámbito de la salud
12.3.1. Depresión: diferencias entre hombres y mujeres
12.4. Conclusiones
14
13. Consumo de alcohol y otras sustancias de abuso
Amador Calafat
13.1. Introducción
13.2. Comorbilidad entre abuso de drogas y depresión
13.3. Importancia del diagnóstico
13.4. Importancia del sexo
13.5. Influencia de las distintas sustancias
13.6. Tratamiento
13.7. Conclusiones
14. Juego j atológico y cambios sociales
Canilla Bastianoni, Mauro García-Toro y Carlos Blanco
14.1. Introducción
14.2. Juego patológico y otros trastornos mentales
14.3. Aumento paralelo de juego patológico y depresión. Factores involucrados
14.4. El problema del juego patológico en la adolescencia
14.5. El problema de los juegos de azar en Internet en distintos países
14.6. Abordaje terapéutico del juego patológico
14.7. Conclusiones
5. Internet redes sociales
Jordi Lladrés
15.1. Introducción
15.2. "Facebook Depression"
15
15.3. El factor tiempo
15.4. Internet y trastornos mentales, una relación compleja
15.5. ¿Existe una relación entre Internet y depresión?
15.6. Conclusiones
16. Trabajo .y desempleo
Dora Castro, Margalida Gili y Miguel Roca
16.1. Introducción
16.2. Trabajo y depresión
16.3. Crisis económica, desempleo y depresión
16.4. Conclusiones
17. Autocuidado y conducta sexual
M.a José Martíñ-Vázquez
17.1. Introducción
17.2. Cuidado personal y conductas de aseo
17.3. La vida sexual en la depresión
17.3.1. Homosexualidad
17.3.2. Promiscuidad
17.3.3. Adolescencia
17.4. Conclusiones
18. Animales de companra
M.ajesús Serrano y Virginia Ferreiro
18.1. Introducción
16
18.2. El animal como agente socializador
18.3. El contacto con los animales. Efectos positivos
18.3.1. Terapéuticos
18.3.2. Fisiológicos
18.3.3. Psicológicos
18.3.4. Psicosociales
18.4. Los animales y la depresión
18.5. Conclusiones
19. Altruismo y voluntariado ~. _. _ __
Teresa Planelles, Alicia González y Mauro García-Toro
19.1. Introducción
19.2. ¿Cómo pueden relacionarse la depresión y el voluntariado?
19.3. Síntesis de la literatura científica
19.4. Conclusiones
20. Humor y animo
Esperancé Ponsell y Xavier Delgado
20.1. Introducción
20.2. Risa, humor y sentido del humor
20.3. Sentido del humor y alteraciones del estado de ánimo
20.4. Beneficios del humor
20.5. El humor como herramienta de intervención terapéutica
20.6. Herramientas de intervención en el humor terapéutico
17
20.7. Conclusiones
21. Meditación y terapias basasas en mindfulness
Javier García-'Campayo, Susana Navarro-Reverter y Dora Castro
21.1. Introducción
21.2. ¿Qué es mindfulness?
21.3. Principales prácticas en mindfulness
21.4. La terapia cognitiva clásica en la depresión y su acercamiento al mindfulness
21.5. La terapia cognitiva basada en la atención plena (TCAP)
21.6. Mecanismos implicados en el cambio terapéutico
21.7. Eficacia del mindfulness en el tratamiento de la depresión
21.8. Conclusiones
22. Programas psicoeducativos n r ~ r T ]I .I /~ r T
Rocío Gómez-juanes y Mauro García-Toro
22.1. Introducción
22.2. Programas de intervención sobre el estilo de vida en medicina
22.3. Programas psicoeducativos específicos para la depresión
22.4. Intervención sobre el estilo de vida en otros trastornos mentales
22.5. Programas para la prevención de la depresión
22.6. Conclusiones
Nota bibliográfica
 
18
19
Alicia González
Psiquiatra. UCR Son Gibert, Palma de Mallorca
Amador Calafat
Psiquiatra. Instituto Irefrea, Palma de Mallorca
Antoni Aguiló-Pons
Profesor de Enfermería. Universitat Illes Balears
Bárbara Oliván
Psicólogo. Universidad de Zaragoza
Camilla Bastianoni
Psicóloga. Columbia University Nueva York
Capilla Navarro
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Carlos Blanco
Psiquiatra. Columbia University, Nueva York
Caterina Vicens
Médica de familia. CS Son Serra-La Vileta.Palma
Concepción Sarasa
Médica de familia. Servicio Aragonés de Salud
Dora Castro
20
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Emilio Ramón López
Psicólogo. Universitat Illes Balears
Ermengol Sempere
Médico de Familia. CS Paterna. Valencia
Esperanga Ponsell
Profesora de Enfermería. Universitat Illes Balears.
Esther Salom
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Javier García-Campayo
Psiquiatra. Universidad de Zaragoza
joan Salva
Psiquiatra. Hospital Son Espases. Palma de Mallorca
Jordi Llabrés
Psicólogo. Universitat Illes Balears.
M. a fosé Martín-Vázquez
Psiquiatra. Hospital Infanta Sofía. Madrid
Margalida Gili
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Margalida Vives
Psicóloga. Universitat Illes Balears
21
María Esther García
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Mauro García-Toro
Psiquiatra. Universitat Illes Balears
María Jesús Serrano
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Miquel Bennasar-Veny
Profesor de Enfermería. Universitat Illes Balears
Miguel Roca
Psiquiatra. Universitat Illes Balears
Natalia Siddon
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Olga Ibarra Uria
Psiquiatra. Hospital Son Espases. Palma de Mallorca
Patricia Herbera
Psiquiatra. Hospital Son Espases. Palma de Mallorca
Rocío Gómez Juanes
Psiquiatra. Hospital de Inca. Mallorca
Saray Monzón
Psicóloga. Universitat Illes Balears
Susana Navarro-Reverter
22
Psicóloga. Asociación Juguesca. Palma de Mallorca
Teresa Planelles
Psicóloga. Hospital Son Llatzer, Palma de Mallorca
Victoria Aurora Ferrer
Psicóloga. Universitat de les Illes Balears
Virginia Ferreiro
Psicóloga. Universitat de les Illes Balears
Xavier Delgado
Profesor de Enfermería. Universitat Illes Balears
 
23
24
Las personas que tenemos la suerte de vivir en países desarrollados gozamos de unos
niveles de bienestar, seguridad y libertad lógicamente mejorables, pero a los que
raramente se les puede encontrar precedentes. La esperanza de vida se ha duplicado en
las últimas décadas y la tecnología nos ofrece unas oportunidades en todos los ámbitos
inimaginables hace muy poco tiempo. Sin embargo, cada vez parece más claro que
pagamos un tributo por ello. Nuestro estilo de vida está cambiando al mismo ritmo que
aumentan algunas enfermedades relacionadas con él: la arterioesclerosis, la diabetes, la
obesidad, el cáncer... y también la depresión.
La depresión es un trastorno mental extremadamente frecuente, y con un amplísimo
rango de gravedad que puede llegar a extremos incapacitantes. El suicidio es su expresión
más dramática. Afortunadamente, la mayoría de casos son leves o moderados y no
suelen evolucionar mal si son precoz y adecuadamente tratados. Por ello el abordaje
profesional es inexcusable, entre otras razones para hacer un adecuado diagnóstico. La
evidencia científica disponible deja claro que los tratamientos de primera elección para la
depresión son la psicoterapia y la farmacoterapia. En función de la gravedad y evolución
del cuadro, de las preferencias del paciente y de la disponibilidad terapéutica convendrá
ensayar una u otra opción, cuando no ambas. Dicho esto, con frecuencia se nos hacen a
los profesionales de la Salud Mental alguna de las siguientes preguntas:
-¿Hay algo más que el paciente con depresión en tratamiento estándar pueda hacer
para acelerar o fortalecer el proceso de recuperación?
-Aquella persona que por su elevado estrés psicosocial o por sus antecedentes
personales o familiares está más en riesgo de desarrollar depresión, ¿pueden hacer algo
para minimizar este riesgo?
-Una vez que una persona ha superado un episodio depresivo, ¿puede hacer algo para
disminuir la probabilidad de que se repita en el futuro?
-Ante el inicio de síntomas depresivos que no revisten la intensidad y duración
25
mínima para considerarse una depresión, ¿se puede tomar alguna iniciativa que ayude a
resolverlos o a impedir que se agraven?
Este libro pretende defender que determinadas iniciativas ligadas al estilo de vida
permiten contestar afirmativamente a estas cuatro preguntas. Para ello recoge y analiza
críticamente pruebas en tomo a la influencia del Estilo de vida en la aparición y
mantenimiento de la depresión. Nuestro interés por este campo emergente tiene una base
clara. Si la prevalencia de la depresión está aumentando en el mundo desarrollado muy
rápidamente en las últimas décadas, y este aumento no puede explicarse por cambios
genéticos que requerirían mucho más tiempo, habrá que sospechar que los cambios en el
estilo de vida habitualmente asociados con el progreso económico nos hacen más
vulnerables a este trastorno mental. Los ingredientes del estilo de vida son múltiples y
muy variados y por ello los capítulos de este libro también lo son. En el estilo de vida
incluimos: dieta, ejercicio, ritmo vigilia-sueño, actividades al aire libre, vida sexual,
manejo del estrés (sea laboral o del tipo que sea), apoyo social, conductas adictivas,
autocuidado, roles sociales y todas las actividades recreativas que puedan ser relajantes,
activadoras o divertidas, etc. Probablemente cada lector, en función de su situación
personal, encontrará más útiles o inspiradores unos u otros, pero todos ellos se han
redactado con el objetivo de sumar algo a la ingente tarea de luchar contra el "perro
negro", como llamaba Winston Churchill a los episodios de depresión que padecía.
Algunos serán más fáciles de intentar y por ello habrá que empezar por ellos, siempre
con el asesoramiento y supervisión de los profesionales que estuvieran involucrados
(trabajadores sociales, enfermeros, monitores de rehabilitación, educadores sociales,
psicólogos, psiquiatras, etc.).
Debemos insistir en que este libro se plantea el reto de informar al lector de la
situación actual de muchas posibilidades terapéuticas complementarias para tratar la
depresión basadas en cambios del estilo de vida. En este sentido pretende ser portador de
esperanza para aliviar tanto sufrimiento, sin considerarse una alternativa a lo que ya ha
demostrado utilidad clínica. Nuestra ilusión y nuestro deseo sería, por tanto, que los
potenciales lectores encontraran en estas páginas algunas sugerencias viables que, puestas
en práctica con la conveniente continuidad, ayudaran a mejorar su ánimo. Se trata de
26
invitarles, en la medida que les sea posible, a hacerse más corresponsables en su proceso
terapéutico. No nos engañemos; la empresa no es fácil, especialmente para los pacientes
depresivos, menos fácil cuanto más graves estén. Sin embargo, creemos que la
recompensa merece mucho la pena. En cualquier caso tenemos que dejar claro que no
hay que esperar a tener ganas de tomar alguna iniciativa sugerida en estas páginas para
intentarlo. El reto, y la dificultad, es intentar cambios en la rutina diaria a pesar de que no
apetezca llevarlos a cabo y llegando hasta donde sea posible cada vez. Por eso es tan
importante la comprensión de amigos y familiares reconociendo cualquier mínimo avance
e incluso solo el esfuerzo. De hacerlo así, la persona con síntomas depresivos con
frecuencia descubrirá que su malestar disminuye en la medida que mantiene la práctica
de estas iniciativas y las va integrando en su estilo de vida.
Quiero agradecer a título personal a todos los autores por su esfuerzo de claridad y
concreción. También por haber aceptado sin excepción las indicaciones para hacer de él
una herramienta lo más útil y homogénea posible. Finalmente, por haber tenido el buen
criterio de aportar, además de datos producto de las más recientes investigaciones,
opiniones personales basadas en su análisis crítico desde su experiencia como
profesionales de la salud mental, que lógicamente no son necesariamente compartidas por
todos los autores. Agradezco a muchos compañeros el habernos aportado útiles
sugerencias para este proyecto, entre los que destaco a Beatriz Martín, M.' Luz Pradana,
Henar Amillas, Emilio Vercillo, Miguel Lázaro, Araceli Sánchez, Adriana Nicora y Sara
Aranda. También agradezco a la editorial Síntesis y a todo su personal el interés y el
apoyo que ha demostradoen este proyecto desde su inicio. No me quiero olvidar de
nuestros pacientes y alumnos. Ellos son los que dan el sentido a este trabajo.
Termino con una certeza que la investigación confirma cada vez más: el pago del
tributo en casos de depresión por las innumerables ventajas de nuestra sociedad actual no
es inexorable. Podemos minimizarlo con ajustes en nuestro estilo vida que tengan en
cuenta nuestra naturaleza. No debemos olvidar que hemos evolucionado como especie
para adaptamos a unos determinados patrones dietéticos, de actividad física, de horas de
sueño, de exposición a la luz ambiental, de contacto con la naturaleza y de relación
estrecha e interdependiente con un clan social. Estos patrones están siendo sacudidos en
27
las sociedades "desarrolladas". Si conseguimos recordar esto y actuar en consecuencia
podemos contribuir a que el "perro negro" nos olvide a nosotros.
 
28
29
A inicios de un caluroso mes de agosto, unos amigos vinieron a pasar conmigo unos días
de descanso. Fue para mí como un aire fresco que me ayudó a salir de mi cotidianidad,
demasiadas veces contaminada por problemas existenciales de las personas de mi
entorno. Fueron unos días, sin pretenderlo, de oxigenación. Pequeños cambios en el
ritmo de la Jornada, contactos con la naturaleza: nadar, pasear..., variación en la
alimentación, relativización y desdramatización al compartir cuestiones que en algunos
momentos provocaron en mí desánimo y desasosiego... Así, casi sin darme cuenta,
puedo ahora decir - después de revisar y recordar aquellos días - que fueron, para mí
"terapéuticos". Pues bien, en una de esas mañanas, después de un largo y tranquilo
desayuno, sonó el teléfono, era mi amigo Mauro que también compartía unos días de
descanso con su familia y me proponía, así a bote pronto, prologar esta obra que tienes
en tus manos. Me sorprendió mucho esta demanda y su argumentación hizo que mi
miedo y pereza inicial dejaran paso a la alegría y a la responsabilidad de animarte,
querid@ lector a la lectura de este libro.
Mauro me argumentaba que había pensado en mí por nuestra colaboración
compartida de más de 20 años en el Teléfono de la Esperanza de las islas Baleares,
conociendo y viviendo de primera mano los problemas con trasfondo depresivo de
muchas personas. También por la coincidencia de nuestro interés por crear ámbitos,
herramientas y experiencias preventivas en todo lo referente a la calidad de vida y la
salud emocional. Finalmente, y sobre todo, por nuestra amistad, nacida y alimentada por
nuestra mutua vocación: ayudar a crecer emocionalmente a la gente a partir del
convencimiento de que somos más de lo que creemos, y la constatación de que la
escucha y el cuidado interior ayuda a la persona afrontar con esperanza cualquier
acontecimiento que pueda desequilibrar su estado emocional. Así que nada, al colgar el
teléfono me dije, ánimo y manos a la obra.
Estilo de vida y depresión es el título de esta obra que recoge 22 capítulos que, a
modo de mosaico, nos invita a replantear nuestro estilo de vida. En él podemos descubrir
muchas posibilidades a la hora de ayudarnos a afrontar con esperanza cualquier tipo
30
enfermedad física o mental, especialmente la depresión, que tantas veces amenaza con
perturbar lo que llamamos salud. Este libro es una invitación a observar y también si cabe
a replantearnos nuestro estilo de vida, pues queda demostrado que influye en la aparición
y mantenimiento de la depresión.
Sabemos que la depresión es la enfermedad mental más frecuente de nuestro tiempo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que actualmente hay 350 millones
de personas afectadas en el mundo. Afortunadamente es también una enfermedad
tratable, pues al intervenir en su desarrollo y mantenimiento un complejo número de
factores, también se dan un gran número de posibilidades terapéuticas complementarias.
Algunas están basadas, como nos muestra este libro, en cambios de estilo de vida.
Como dice el escritor Pedro Miguel Lamet, también colaborador del Teléfono de la
Esperanza,
la depresión se ha colado en nuestra vida de muchas formas. Entra por la tele
con dosis masivas de una información negativa y desesperanzada. Nos asalta
directamente con forma de paro, problemas familiares, decepciones amorosas.
Casi nadie se libra de sus múltiples manifestaciones: alguien que ha sido atrapado
por ella en casa, una hija, un marido, una esposa... ¿Qué podemos hacer?....
Pues se pueden tomar muchas iniciativas, más de las que quizá nos podíamos
imaginar. A través de la lectura de los diferentes capítulos descubrirás estas diferentes
posibilidades que te permitirán responder afirmativamente a las preguntas que todos nos
hacemos: ¿podemos hacer algo para acelerar o fortalecer el proceso de recuperación en
las personas que padecen depresión ya en tratamiento?, ¿se puede minimizar el riesgo del
desarrollo de la enfermedad, si hay antecedentes que predisponen a ella?, ¿ante el inicios
de los síntomas depresivos que aún no se pueden considerar una depresión, podemos
hacer algo preventivo al respecto?...
Amig@ lector, el tema no puede ser de más actualidad. Todos vivimos en esta aldea
global que nos bombardea continuamente con infinidad de estímulos y acontecimientos
que conmueven nuestros pilares más seguros. Vivir abiertos a la realidad y acoger con
31
humildad y realismo lo que nos viene para esquivar la depresión es más fácil si se
conjuga con un estilo de vida saludable.
Gracias Mauro por invitarme a prologar esta obra, me ha ayudado a revisar mi estilo
de vida y agradecer la presencia de los amigos, sobre todo cuando vienen a casa.
Y a ti, amig@ lector, mi deseo es que la lectura de este libro te abra a la esperanza y
te estimule a vivir con más intensidad y agradecimiento. Y que su lectura la vivas como
un regalo, tal vez como la visita de un buen amigo.
Y como decía nuestro amigo Facundo Cabral:
No digas nunca no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido
del humor.
Mariano Gastalver Martín.
Psicólogo y Director del Teléfono de la Esperanza de Baleares
 
32
33
1.1. Introducción
A todos nos cuesta definir de forma clara y concisa la salud. Sabemos lo que es sentirse
sano o enfermo. Pero, sobre todo, sabemos apreciar el valor de la salud cuando estamos
enfermos.
El concepto de salud ha experimentado una importante transformación a lo largo de la
historia. Hasta mediados del siglo xx ha estado vigente un concepto de salud de carácter
negativo y reduccionista, basado en la ausencia de enfermedad, incapacidad o invalidez,
en el que la salud era restaurada sólo a través de intervenciones médicas. Lo que ha
generado dificultades a la hora de hacer operativa la definición de salud,
fundamentalmente porque hay que establecer un límite entre lo "normal" y lo patológico,
es decidir entre lo que es y lo que no es enfermedad. Además, dicha definición no tiene
en cuenta aspectos que cada vez son más relevantes en las sociedades modernas, como
es la relación entre salud y bienestar.
Al amparo de todas las dificultades o limitaciones que presentaba el concepto
"negativo" de salud, comenzó a gestarse una perspectiva de la salud que trascendía el
binomio salud-enfermedad y, por tanto, pasó a definirse la salud en sentido más positivo
(bienestar), desarrollando una concepción holística que, además de los aspectos físicos u
orgánicos, tenía en cuenta también los aspectos psíquicos o mentales y los sociales. Así,
Stampar, en 1945, definió salud como "el estado de completo bienestar físico, mental y
social, y no sólo la ausencia de enfermedades o invalideces". Definición que ha sido
admitida universalmente y recogida por la OMS en 1946, en el punto uno de su carta
fundacional (WHO 2006).
34
En este sentido, la OMS, en la carta de Ottawa (1986), pone de manifiesto la estrecha
relación que existe entre las condiciones sociales y económicas, el entorno fisico, los
estilos de vida individuales y la salud. Estos vínculos constituyen la clave para una
comprensión holística de la salud. Unavisión integral de la salud supone que todos los
sistemas y estructuras que rigen las condiciones sociales y económicas, al igual que el
entorno fisico, deben tener en cuenta las implicaciones y el impacto de sus actividades en
la salud y el bienestar individual y colectivo. Por tanto, la salud es vista como un recurso
para la vida diaria y no el objetivo de la vida (como un medio y no sólo como un fin), un
concepto positivo que enfatiza los recursos sociales y personales, así como las
capacidades fisicas (OMS 1998).
La definición de la OMS fue en su momento una definición innovadora, ya que
propuso una serie de ventajas, como son el hecho de proporcionar una visión más
completa e integral al concepto de salud, así como el hecho de contemplar al individuo
como un todo y no meramente como la suma de sus partes, propiciando una visión de la
salud que atiende tanto al ambiente personal-individual como al externo, ya que hay una
concesión de importancia al ambiente y al contexto (Girón-Daviña et al., 2010; Salleras
et al., 1986). Asimismo, esta definición establece claras relaciones entre las esferas más
importantes del ser humano: física, mental y social. La perturbación de una de ellas
puede crear un desequilibrio en las otras.
No obstante, dicha definición se ha visto expuesta a una serie de críticas. En primer
lugar, equipara bienestar a salud, lo cual no es del todo exacto, ya que es un término muy
subjetivo y cambiante. En segundo lugar, la utilización del término "completo" al hablar
de bienestar contribuye a la "patologización" social, ya que los requerimientos de un
completo bienestar nos deja a la mayoría de nosotros como no saludables la mayor parte
del tiempo (Smith et al., 2008). Este hecho contribuye a un mayor nivel de
"medicalización" de la sociedad, provocando en primer lugar la invención de nuevos
problemas de salud y, por consiguiente, unos mayores niveles de médicodependencia
(Larson 1999; Usuda et al., 2000; Huber et al., 2011). Y, finalmente, se trata de una
definición estática, que no permite gradaciones ni estadios intermedios, es decir, una
persona está sana o enferma. No se contempla como opción la capacidad del individuo
35
de adaptarse a las diferentes situaciones o entornos, ni la capacidad de tomar el control
de su salud (López-Fernández y Aranda-Regules, 2009).
Pero la principal crítica que podemos hacer es que la OMS nunca ha adaptado la
definición de salud a los cambios sociales que se han ido produciendo, y por ello
podemos afirmar que actualmente ya no es una defini ción apta. Un ejemplo de esto han
sido los cambios que se han producido en los patrones de enfermedad. El envejecimiento
de la población ha provocado un aumento de la prevalencia de patologías crónicas
incurables, que están asociadas con el 60% de las muertes de todo el mundo. Y, en este
contexto, la definición de la OMS se vuelve contraproducente, ya que declara enfermas a
las personas con procesos crónicos y discapacidades. De este modo se minimiza el papel
de la capacidad humana para hacer frente a la vida de forma autónoma y funcional con
plenitud y una sensación de bienestar incluso con una patología crónica o con una
discapacidad (Jadad y O'Grady, 2008).
En este sentido, Machteld Huber y sus colegas (2011), en una reciente conferencia de
expertos internacionales de salud realizada en los Países Bajos (Health Council of the
Netherlands, 2010), propusieron cambiar el énfasis de la definición de salud hacia la
capacidad de adaptación y al manejo de los recursos personales (self management) ante
los retos sociales, físicos y emocionales. Podemos citar la teoría salutogénica de
Antonovsky, un crítico del modelo tradicional patogénico, que introdujo el concepto de
salutogénesis promoviendo una mirada del concepto de salud en positivo, exponiendo
que:
debemos mirar aquello que crea salud más que a las limitaciones y causas de las
enfermedades (Antonovsky, 1987).
Según Antonovsky, la salud no es una variable de intervención médica sino un
producto socioecológico, fruto de la interrelación compleja de factores
comportamentales, genéticos, ambientales, económicos, políticos y sociales. Remarcar
que a pesar de que esta teoría empezó a forjarse en los años 70 del pasado siglo, su
desarrollo real y expansión están sucediendo en los últimos años (Rivera de los Santos et
al., 2011). El modelo salutogénico se centra en los recursos para la salud y en los
36
procesos promotores de salud en los diferentes entornos y contextos (Antonovsky, 1996;
Álvarez-Dardet y Ruiz Cantero, 2011). Un concepto muy interesante que podemos
relacionar con esta teoría es el de activos para la salud (assets for health), que se pueden
definir como cualquier factor o recurso que potencie la capacidad de los individuos, de
las comunidades y poblaciones para mantener la salud y el bienestar (Morgan y Ziglio,
2007). Es un cambio de modelo en el que se trata de potenciar los factores protectores
de la salud, frente al modelo tradicional de identificación de factores de riesgo.
En definitiva, podemos concluir que cualquier intento de definir la salud es inútil, ya
que, como comenta el profesor Alejandro Jadad, "la salud, como la belleza, está en el ojo
del que mira, y una definición no puede captar su complejidad".
1.2. Determinantes de la salud
El análisis de los problemas de salud no se puede disociar de las causas que los
determinan. La familia y su entorno, el lugar de trabajo, las condiciones laborales, las
diferencias sociales, el estrés, la educación recibida, los alimentos, el entorno físico y
ambiental, etc., todo, absolutamente todo, incide en nuestra salud. Por ello, el
conocimiento de los aspectos sociales y económicos, de los factores ambientales y de las
condiciones de vida y del medio en las que se desarrolla la vida de las personas adquiere
tanta importancia como las actuaciones preventivas y asistenciales. Esta visión integral de
la salud es absolutamente necesaria para comprender y poder hacer frente a los
problemas de salud que la población padece y por los cuales muere de forma prematura.
Los determinantes de la salud son un conjunto de factores personales, sociales,
culturales, económicos y ambientales que, como su nombre indica, determinan el estado
de salud de los individuos o poblaciones. Existen varios modelos para intentar explicarlos.
Es preciso destacar aquí el modelo holístico de Laframboise (1973) que fue desarrollado
por Lalonde (ex ministro de Sanidad canadiense) en el clásico informe A new perspective
on the health of canadians (1974), en el que se afirma que un gran número de muertes
prematuras y de incapacidades ocurridas en su país podrían ser prevenidas. Según
Lalonde, el nivel de salud de una comunidad estaría influido por cuatro grandes grupos
de determinantes: la biología humana, el medio ambiente, los estilos de vida y el sistema
37
de cuidados de salud.
La biología humana está condicionada por la constitución y la genética. Estos factores
han sido considerados como no modificables hasta los últimos avances en ingeniería
genética y biotecnológica, y están muy implicados en el desarrollo de enfermedades
crónicas. El medio ambiente hace relación a factores como contaminación física,
química, biológica, psicosocial y sociocultural. Los estilos de vida hacen referencia a
conductas o comportamientos de riesgo que pueden incidir negativamente en la salud de
las personas, como, por ejemplo, consumo de drogas, sedentarismo, alimentación, estrés,
etc. Debemos tener en cuenta que en este grupo el individuo puede ejercer un cierto
mecanismo de control. Y, finalmente, el sistema de cuidados de salud, que engloba tanto
los beneficios de las intervenciones preventivas y/o terapéuticas como los efectos
adversos producidos por la atención sanitaria.
Según Girón-Daviña (2010), estos conjuntos de determinantes de salud no son
disjuntos. Es más, a veces es difícil separarlos y asignarlos a un único grupo, pues de
hecho suelen estar relacionados. Por ejemplo, la clase social del individuo está
relacionadacon sus hábitos saludables o factores de riesgo. Este aspecto también puede
observarse en el caso de la drogadicción, que además de ser un hábito de conducta
negativo para la salud, es a la vez una contaminación sociocultural del ambiente.
El modelo de Lalonde supone situaciones en las que varias causas pueden producir
efectos simultáneamente, aunque ninguna por sí sola es suficiente para originar un
determinado efecto. Es decir, se establece el tránsito de un modelo causal determinístico
a un modelo causal probabilístico que pretende ser integrador, al tratar de incluir todos
los determinantes conocidos de la salud.
En el siguiente gráfico podemos observar cómo se distribuye la influencia de los
determinantes de salud sobre la morbimortalidad, según el informe Lalonde (figura 1.1).
Hay que destacar el peso mayoritario que se da a los estilos de vida (43%).
38
Figura 1.1. Influencia de los determinantes de salud en la morbimortalidad (%). Fuente:
Adaptado de Lalonde, M. (1974).
Ahora bien, cuando Lalonde analizó la adecuación entre las inversiones en salud o
gasto sanitario y los diferentes determinantes, comprobó la inadecuación de la
distribución de los recursos sanitarios. Hecho que también fue ratificado por Dever
(1977) al valorar la distribución de la mortalidad y la correspondiente distribución del
gasto sanitario de Estados Unidos entre los distintos determinantes. Así, pudieron
observar, por ejemplo, que resultaba mínimo el gasto dedicado al estilo de vida cuando
su repercusión sobre la mortalidad era del 43%. Mientras que ocurría todo lo contrario
con el sistema sanitario, con un gasto de aproximadamente el 90% de los recursos y una
reducción de la mortalidad del 11%.
Numerosos estudios efectuados en Estados Unidos y Europa después de la aparición
del informe Lalonde han confirmado la importancia de los estilos de vida como
determinantes de la salud en los países desarrollados y la existencia de una distribución
sesgada de los recursos hacia la asistencia sanitaria. Dichos estudios proponen dedicar un
mayor porcentaje de los recursos a la prevención y la promoción de la salud, con el fin
39
de corregir el importante desequilibrio observado entre las prioridades marcadas por la
epidemiología y la distribución de los recursos económicos de la salud mencionados en el
informe Lalonde (Piédrola Gil, 2008).
1.3. Los determinantes sociales y las desigualdades en salud
Las principales causas de morbilidad y desigualdades en salud que se producen en el
mundo surgen de las condiciones en las que la gente nace, vive, trabaja y envejece.
Según la OMS, todas estas condiciones se conocen como determinantes sociales de la
salud, y a pesar de que no son las causas directas de la enfermedad, han sido descritas
como las causas de las causas de estas enfermedades, y de las desigualdades en salud
(OMS 2011).
Los profesores Richard Wilkinson y Michael Marmot, en el documento de la oficina
regional de la OMS en Europa denominado Los determinantes sociales de la salud. Los
hechos probados, justificaban así la importancia de la influencia de los determinantes
sociales:
El ser humano, en calidad de ser social, no necesita solamente contar con
unas buenas condiciones materiales, sino que ya desde la primera infancia
necesitamos sentirnos valorados y estimados. Necesitamos amigos, necesitamos
sociedades más sociables, necesitamos sentirnos útiles y necesitamos un cierto
nivel de control sobre un traba jo valioso. Sin todo ello, nos volvemos más
propensos a la depresión, al uso de las drogas, a la ansiedad, la hostilidad y a la
desesperación, y todo ello repercute en la salud física. Confiamos en que al tratar
de resolver algunas de las injusticias sociales y materiales, las políticas no sólo
mejorarán la salud y el bienestar sino que además reducirán una serie de
problemas sociales que florecen junto con la mala salud y que también
encuentran sus raíces en algunos de esos mismos procesos socioeconómicos
(OMS, 1998).
En las dos últimas décadas, la investigación científica ha puesto de manifiesto el
enorme impacto que tienen sobre la salud determinantes sociales como la renta, la
pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la calidad de la vivienda, el barrio de
residencia, el nivel educativo, la clase social o el género, entre otros; manifestándose en
desigualdades en salud muy diversas (OMS 2009; Marmot y Wilkinson, 2006). Los
40
estudios muestran que la salud difiere mucho y sistemáticamente entre los distintos
grupos sociales. Por ejemplo, los individuos con niveles socioeconómicos más altos
tienden no sólo a tener una esperanza de vida mayor, sino también a tener menos
enfermedades crónicas, más años libres de discapacidad y mejor salud autopercibida, en
comparación con los individuos con niveles socioeconómicos más bajos. Por lo que
podemos afirmar que la desigual distribución de los determinantes sociales de la salud
lleva a desigualdades en salud (Graham, 2004). Desde este punto de vista, nos
podríamos plantear qué es más importante para determinar la salud: ¿el código genético o
el código postal?
Existen varios modelos conceptuales sobre los determinantes sociales de la salud y su
contribución, con el fin de crear marcos analíticos que faciliten su análisis y el diseño de
políticas dirigidas a reducir las desigualdades en salud.
El clásico modelo de capas de Dahlgren y Whitehead (1991) ha sido ampliamente
utilizado para diseñar políticas e intervenciones para mejorar la salud, y muestra los
determinantes de la salud en capas concéntricas, desde los determinantes estructurales
(capa externa) hasta los estilos de vida individuales (capa interna), reservando el centro
para las características de las personas que no se pueden modificar, como la edad, el sexo
o los factores hereditarios (figura 1.2).
41
Figura 1.2. Modelo de capas de Dahlgren y Whitehead. Fuente: Modificada de Dahlgren
y Whitehead, 1991.
Como podemos apreciar en la figura 1.2, los individuos están en la base del modelo
con sus características y factores genéticos que ejercen influencia sobre sus condiciones
de salud (edad, sexo y factores constitucionales). Por encima de la base está la primera
capa constituida por los estilos de vida de los individuos, es decir, los comportamientos
individuales elegidos "libremente". Por encima de esta capa se encuentra otra formada
por las redes sociales y comunitarias que constituyen el conjunto de relaciones solidarias
y de confianza entre grupos que establecen la cohesión social de la población (lo que se
conoce como capital social). En un nivel superior se encuentran las condiciones de vida y
trabajo de las personas, las cuales proporcionan acceso a distintos servicios como salud,
educación, condiciones de habitabilidad, etc.; de forma que las personas con desventaja
social corren mayor riesgo de acceder a peores servicios y condiciones de trabajo. En el
último nivel están situados los macrodeterminantes relacionados con las condiciones
políticas, socioeconómicas, culturales y ambientales que actúan sobre el conjunto de la
sociedad y que poseen gran influencia sobre las capas inferiores del modelo (Whitehead y
Dahlgren, 2010).
42
Existen otros modelos que intentan explicar los determinantes de las desigualdades en
salud. Entre ellos destaca el modelo propuesto recientemente en el informe de la
Comisión de los Determinantes Sociales de la Salud de la OMS (figura 1.3), en el que se
explica que las desigualdades sociales en salud son el resultado de la actuación de los
llamados determinantes estructurales de las desigualdades y de los determinantes
intermedios. Los primeros incluyen los aspectos relacionados con el contexto
socioeconómico y político que modelan la estructura social de una sociedad y su sistema
de estratificación, es decir, la tradición política de los gobiernos y sus políticas
macroeconómicas y sociales (mercado, vivienda, educación, bienestar social). Las
características de este contexto socioeconómico y político influyen en la posición social
que ocupanen la sociedad según su nivel socioeconómico, género, nivel de estudios,
lugar de nacimiento y otros ejes de desigualdad social. El contexto, junto con los
determinantes estructurales, constituyen los determinantes sociales de las desigualdades
en salud. A pesar de que todavía son pocos los estudios que relacionan directamente el
contexto político con la salud, ya existen datos sobre la influencia que ejerce el tipo de
estado de bienestar en la mortalidad (Navarro et al., 2006).
Figura 1.3. Marco conceptual de los determinantes sociales de la salud. Fuente: OMS
(Solar e Irwin, 2007).
43
Esta posición social desigual genera desigualdades en la distribución de los
determinantes intermedios, que son precisamente los factores que median la relación
entre los determinantes estructurales (condiciones de vida y trabajo, factores
psicosociales, estilos de vida) y la salud. Tal y como se muestra en la figura 1.3, el
sistema sanitario también desempeña un papel importante en la generación de las
desigualdades sociales en salud, ya que, incluso en aquellos lugares en los que su
cobertura es universal y gratuita, las personas de menor nivel socioeconómico encuentran
mayores barreras para el acceso (Aldasoro et al., 2007; Benach y Muntaner, 2005).
Las desigualdades en salud según la clase social son importantes debido a su gran
magnitud, ya que estas desigualdades causan un exceso de casos de enfermedad y
muerte superior a los debidos a los factores de riesgo conductuales (consumo de tabaco,
alcohol, sedentarismo, etc.). En general, los estudios científicos ponen en evidencia
como, a medida que se disminuye en la escala social, empeoran los niveles de salud.
Debemos remarcar también que las personas de clases aventajadas se benefician
antes y en mayor proporción de las intervenciones sanitarias, lo que hace que las
desigualdades aumenten. Así, por ejemplo, las personas de clases aventajadas abandonan
antes el consumo de tabaco, lo que a su vez provoca mayores desigualdades entre clases.
Aunque las desigualdades en salud se han reducido sustancialmente a lo largo del siglo
xx en términos absolutos, debido al descenso generalizado de las tasas de mortalidad,
podemos afirmar que han aumentado en términos relativos. Así lo demuestran diversos
estudios realizados recientemente en Europa sobre esperanza de vida, percepción
subjetiva del estado de salud o acceso a los servicios sanitarios (Murphy et al., 2006;
Shaw et al., 2005; Kunst et al., 2005). En España, según la Comisión para reducir las
desigualdades en salud (2010), los últimos informes señalan las desigualdades
socioeconómicas y de género en salud como dos de las desigualdades más frecuentes y
con peores repercusiones en la sociedad. Respecto a este tema, el informe "Innovación
en salud pública: monitorización de los determinantes sociales de la salud y reducción de
las desigualdades en salud", realizado por el Ministerio de Sanidad, Política Social e
Igualdad, incide en la necesidad de abordar la salud desde todas las políticas, con un
44
compromiso claro por parte de todos los sectores y agentes cuyas acciones tengan
impacto en la salud.
1.4. Conclusiones
1. La concepción actual de salud es holística porque además de aspectos físicos u
orgánicos tiene en cuenta aspectos psíquicos y sociales. La perturbación de
cualquiera de estas tres esferas puede crear un desequilibrio en las otras.
2. Así, la OMS reconoce que hay una estrecha relación entre condiciones sociales y
económicas, entorno físico, estilos de vida y salud.
3. Existen varios modelos explicativos del impacto factores en la salud de la población,
entre los que destacamos el de Lalonde. Este es un modelo causal que pretende ser
integrador al incluir todos los determinantes conocidos de salud.
4. Hay un gran desequilibrio entre el gasto minoritario dedicado a intervenciones sobre
estilo de vida y su importancia mayoritaria en la mortalidad de la población.
5. Existe una tendencia a resaltar los factores individuales y a obviar los factores
contextuales que condicionan o determinan la salud.
6. Los indicadores de salud difieren mucho en distintos grupos sociales. A medida que
se disminuye en la escala social empeoran los niveles de salud.
7. Aunque se ha avanzado mucho a lo largo del siglo xx en la mejora de la salud de la
población, especialmente en cuanto a descenso generalizado de tasas de
mortalidad, es necesario seguir mejorando en cuanto a afrontar los determinantes
sociales de la salud y en reducción de las desigualdades.
8. Es imprescindible actuar sobre los determinantes de los determinantes, o lo que es
lo mismo, las causas de las causas.
 
45
46
2.1. Introducción
Los estilos de vida son uno de los mayores condicionantes del estado de salud de la
población. Está ampliamente demostrado que conductas de riesgo como el tabaquismo,
una dieta poco saludable, una conducta sedentaria o un excesivo consumo de alcohol son
las principales causas de morbimortalidad en los países industrializados.
En la actualidad existe un interés creciente desde el campo de la salud por el concepto
de estilo de vida, debido, sin duda alguna, al peso que éste tiene sobre las enfermedades
crónicas más frecuentes en nuestra sociedad. A pesar de ello, no constituye un ámbito de
estudio nuevo. El estudio de los estilos de vida desde el área de la salud ha tenido su
punto más álgido en la década de los 80 del siglo pasado.
Según una revisión realizada por Menéndez (1998), el concepto "estilo de vida" se ha
constituido a partir de diferentes corrientes teóricas como el marxismo, el
comprensivismo weberiano, el psicoanálisis y el culturalismo antropológico. El objetivo
ha sido producir un concepto que a partir de las dimensiones materiales y simbólicas
posibilitara la articulación entre sectores macro (estructura social) y de los grupos
intermedios (expresados en sujetos), cuyo comportamiento se caracterizaba por un
determinado estilo ejercitado en la vida personal y colectiva. Era un concepto holístico,
ya que por medio del sujeto pretendía observarse la globalidad de la cultura expresada
mediante estilos particulares. La epidemiología también ha utilizado este concepto,
eliminando la perspectiva holística y reduciéndolo a una simple conducta de riesgo.
Ahora bien, según la perspectiva antropológica, el comportamiento de un alcohólico o de
un fumador no debe ser reducido al riesgo en sí, escindido de las condiciones en las que
el sujeto produce/reproduce su vida. El estilo del sujeto es su vida, y no sólo un riesgo
47
específico. De forma que, por ejemplo, aislar los comportamientos de los alcohólicos y
convertirlos en riesgos puede ser eficaz para intervenir en las conductas individuales,
pero limita o anula la comprensión del comportamiento en términos de estilo de vida.
En el enfoque sociológico se ha considerado que las variables sociales eran los
principales determinantes de la adopción y del mantenimiento de un estilo de vida
determinado, mientras que desde el psicoanálisis los determinantes se desplazaron desde
la sociedad al individuo y a su personalidad. A mediados del siglo xx, la antropología
abordó el estudio de los estilos de vida desde un enfoque cultural y la medicina desde una
perspectiva médico-epidemiológica con un enfoque biologicista, defendiendo que las
personas tienen estilos de vida sanos o insanos por su propia voluntad, recayendo por
tanto la responsabilidad sobre las personas y no sobre las instituciones (Erben et al.,
1992). Por tanto, desde el paradigma biomédico se ha culpabilizado en exceso a los
ciudadanos de su pérdida de la salud, ya que se coloca en el sujeto (en el estilo de vida
del sujeto) la responsabilidad de su enfermedad y no se reconoce la importancia del
contexto social ni de otros factores como condicionantes de la adquisición de los estilos
de vida (como por ejemplo, la educación, influencia de los medios de comunicación, las
políticas, la posición socioeconómica...). Todo ello, tal y como apunta Mechanic (1979),
constituye una variante dela "culpabilización de la víctima", que no sólo coloca la
responsabilidad de la desnutrición exclusivamente en el desnutrido, sino que
correlativamente exime de responsabilidades que le son propias a los gobiernos y reduce
la responsabilidad de las empresas productoras de enfermedades. Ahora bien, también
debemos reconocer que el modelo biomédico ha contribuido a que los ciudadanos sean
más conscientes de los riesgos para la salud que conllevan determinadas conductas.
Los estilos de vida individuales, caracterizados por patrones de comportamiento
identificables, pueden ejercer un efecto profundo en la salud de un individuo y en la de
otros. Si la salud ha de mejorarse permitiendo a los individuos cambiar sus estilos de
vida, la acción debe ir dirigida no solamente al individuo, sino también a las condiciones
sociales de vida que interactúan para producir y mantener esos patrones de
comportamiento. Sin embargo, es importante reconocer que no existe un estilo de vida
"óptimo" al que puedan adscribirse todas las personas. La cultura, los ingresos, la
48
estructura familiar, la edad, la capacidad física, el entorno doméstico y laboral, harán más
atractivas, factibles y adecuadas determinadas formas y condiciones de vida. Por ello, la
estrategia de crear ambientes favorables para la salud se centra en gran medida en la
necesidad de mejorar y cambiar las condiciones de vida para apoyar la salud (OMS
1998).
En este sentido, la OMS, en la 31 sesión de su comité regional para Europa, definió
"estilo de vida" como una forma de vida que se basa en patrones de comportamiento
identificables, determinados por la interacción entre las características personales
individuales, las interacciones sociales y las condiciones de vida socioeconómicas y
ambientales. Además, se comentó la necesidad de diferenciar entre estilo de vida y estilo
de vida saludable y se enfatizó sobre la importancia de abordar el estudio del estilo de
vida saludable desde un enfoque más social que médico (Kickbusch, 1986). Debemos
precisar que el término estilo de vida saludable tiene en cuenta tanto aquellos
comportamientos que implican un riesgo para la salud como aquellos otros que la
protegen. En este sentido, y según una revisión del concepto "estilo de vida saludable",
Cockerham et al. (1997) definen los estilos de vida saludables como modelos colectivos
de conducta relacionados con la salud, basados en elecciones desde opciones disponibles
para la gente, de acuerdo con sus posibilidades de vida.
2.2. La intervención en los estilos de vida
Según Marqués Molías el al. (2009), las intervenciones que intentan ayudar a las
personas a adoptar (o mantener) un estilo de vida saludable comparten una serie de
principios comunes:
-Las personas deben tener un papel proactivo en el proceso del cambio.
-Adquirir una nueva conducta no es un hecho puntual, es un proceso, que, a menudo,
requiere un aprendizaje basado en aproximaciones sucesivas.
-Los factores psicológicos, como creencias y valores, influyen en la conducta, y ésta,
a su vez, influye en los valores y en la experiencia de las personas.
49
Lasrelaciones y las normas sociales tienen una influencia intrínseca y persistente.
-La conducta depende del contexto (entorno físico y social) en que ocurre.
-Cuanto más beneficiosa o gratificarte es una experiencia, más posibilidades hay de
que se repita. Por el contrario, cuanto más perjudicial o displacentera, menos
probable es que se repita.
Para intentar explicar por qué las personas se comportan de una manera determinada
es importante conocer los modelos y teorías del cambio de conductas en salud, ya que
éstas nos proporcionan algunos elementos claves para comprender los mecanismos
subyacentes y la manera de intervenir en los estilos de vida relacionados con la salud.
La socialización del estilo de vida puede ser considerada como un proceso por el cual
las personas adquieren patrones de conductas y hábitos que constituyen su estilo de vida,
así como las actitudes, los valores y las normas relacionadas con el mismo. Este proceso
implica el aprendizaje de roles relacionados con los estilos de vida y las conductas de
salud específicos de una sociedad. Existen diferentes modelos teóricos explicativos sobre
la adquisición y el mantenimiento de un estilo de vida saludable, entre los que cabe
destacar: el modelo transteórico de los estadios del cambio (Prochaska y DiClemente,
1983), la teoría ecológica del desarrollo (Bronfenbrenner, 1987), la teoría del
interaccionismo simbólico (Blumer, 1982) y la teoría del aprendizaje social (Rotter, 1966;
Bandura, 1977).
De todos ellos, ha sido el modelo transteórico de los estadios del cambio de
Prochaska y DiClemente (1983) el que ha sido ampliamente utilizado en el ámbito de la
salud, para intentar explicar por qué las personas se comportan de una determinada
manera. Dicho modelo surgió para explicar el proceso de cambio de las personas cuando
dejan de fumar. Según este modelo, cambiar una conducta es un proceso de maduración
durante el cual las personas generalmente progresan a través de 5 estadios:
precontemplación (no se ha planteado seriamente la idea del cambio y, por tanto, no tiene
la intención de cambiar en un futuro previsible), contemplación (hay un planteamiento
serio de cambio en los próximos 6 meses), preparación (es capaz de pensar un plan para
50
cambiar y de fijar una fecha en los próximos 30 días), acción (se inicia el cambio y se
mantiene la conducta durante un tiempo) y mantenimiento (la persona mantiene la nueva
conducta más de 6 meses). El modelo sugiere que las intervenciones deben adap tarse a
la etapa específica en la que se encuentra la persona, dado que las necesidades de
información y las estrategias de manejo son diferentes para cada etapa. En muchas
ocasiones, las personas recaen y es necesario intentar varias veces el cambio de
conducta, antes de cambiar definitivamente. De forma que las personas se encuentran en
el estadio de precontemplación debido a dos motivos, o porque están poco o nada
informadas sobre las consecuencias de su conducta, o porque han intentado cambiarla y
no han sido capaces.
En este sentido, a nivel internacional está ampliamente reconocido que la estrategia de
las 5 aes creada en 2009 por el U.S.Preventive Service Task Force es la más factible y
efectiva (incluso, con un nivel de evidencia mayor que la entrevista motivacional). Por lo
que se recomienda la adopción de dicha estrategia para la ejecución de intervenciones
conductuales y de consejo sobre los principales factores de riesgo. Dicha estrategia
recoge cinco pasos:
-Averiguar (Assess): Proceso de identificación de los factores y conductas de riesgo
para poder personalizar (individualizar al máximo) los objetivos y métodos
implicados en el cambio de conducta, maximizando su efectividad y el beneficio en
salud.
-Aconsejar (Advise): Dar consejos claros, específicos y personalizados sobre cambio
de hábitos o conducta (favoreciendo la motivación), incluyendo información sobre
los riesgos y los beneficios personales.
-Acordar (Agree): Pactar y negociar de manera colaborativa los objetivos y
procedimientos de intervención apropiados, basándose en los intereses y la
capacidad de cambio del individuo (tener en cuenta las preferencias de la persona).
-Ayudar (Assist): Usar técnicas de modificación de conducta para ayudar a la persona
a conseguir los objetivos acordados, adquiriendo las habilidades y recursos que
51
faciliten el cambio y aborden las barreras, mediante la utilización de técnicas de
cambio conductual. Asimismo, puede complementarse con los tratamientos
farmacológicos cuando sean adecuados.
-Asegurar (Arrange): Realizar contactos de seguimiento (fijar visitas) para
proporcionar apoyo continuado y para ajustar los planes terapéuticos. En esta fase
se incluye la derivación a consulta especializada o recursos externos cuando sea
necesario.
Debemos tener en cuenta que los profesionales de salud desempeñan un papel muy
importante a la hora de motivar y ayudar en el cambiode conductas de riesgo,
especialmente en el ámbito de atención primaria, ya que es el primer nivel de atención
(puerta de entrada al sistema sanitario) y proporciona múltiples oportunidades para
aconsejar e intervenir a lo largo del tiempo en el abordaje de los factores y conductas de
riesgo a un gran sector de la población. Existen evidencias sólidas que acreditan la
efectividad del consejo breve, realizado por médicos y enfermeras, recomendando que
las intervenciones se repitan a lo largo de diferentes visitas.
Ahora bien, todos estos modelos y teorías se centran en la modificación individual de
conductas de riesgo para la salud de manera independiente y no en la intervención sobre
múltiples conductas de riesgo. Prochaska et al. (2008) demuestran que las intervenciones
destinadas a modificar múltiples conductas de riesgo para la salud son efectivas tanto si
se atajan las diferentes conductas de riesgo de manera simultánea como si se hace de
modo secuencial. De cualquier modo, la investigación más actual apoya la eficacia de la
intervención sobre múltiples conductas de riesgo, a pesar de la inexistencia de acuerdos
sobre el mejor modo de hacer intervención múltiple.
2.3. Conglomeración de factores o conductas de riesgo (clustering)
Actualmente está ampliamente demostrado que determinadas conductas de riesgo, tales
como tabaquismo, un consumo excesivo de alcohol, una dieta poco saludable (bajo
consumo de frutas y verduras) y la inactividad física (conducta sedentaria), pueden
contribuir a incrementar la morbimortalidad desarrollando patologías tales como las
52
enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2, el cáncer y la depresión, entre otras
(Mokdad et al., 2004; OMS, 2002). El seguimiento de los factores de riesgo para las
enfermedades cardiovasculares desde la infancia hasta la edad adulta sugiere que la
adopción de estilos de vida saludables desde los inicios de la vida tiene el potencial de
influir sobre la salud cardiovascular a largo plazo. Además, debemos tener en cuenta que
en la infancia se aprenden comportamientos que se consolidan en la juventud y tienden a
seguir en la edad adulta.
A pesar de que está ampliamente descrito el efecto de los factores de riesgo de forma
independiente, se ha estudiado poco el posible efecto sinérgico resultante de la
combinación de los mismos. No obstante, algunos estudios revelan que los estilos de vida
no saludables raramente se presentan aislados, sino que tienden a asociarse o
conglomerarse entre ellos (Poortinga, 2007b; Chou, 2008; Dodd et al., 2010; Moreno-
Gómez et al., 2012). Este hecho puede tener profundas implicaciones, tanto a nivel de
morbimortalidad como en la aplicación de intervenciones de prevención más enfocadas al
conjunto que a las conductas individuales. Por tanto, teniendo en cuenta los efectos
aditivos de los mismos, las intervenciones orientadas a promocionar múltiples hábitos
saludables simultáneamente podrían tener un mayor impacto sobre la salud pública que
las intervenciones que promueven hábitos aislados.
2.4. Conclusiones
1. Los estilos de vida son uno de los mayores condicionantes del estado de salud de la
población.
2. Casi la mitad de las muertes en los países industrializados se deben a factores
relacionados con los estilos de vida (tabaquismo, dieta poco saludable, conducta
sedentaria o excesivo consumo de alcohol).
3. Debemos tener en cuenta que el análisis de los problemas de salud no se puede
disociar de las causas que los determinan.
4. Existe una tendencia a resaltar los factores individuales y a obviar los factores
contextuales. Por lo que los medios tienden a centrarse en el individuo y, además,
53
se coloca en el sujeto la responsabilidad de la enfermedad.
5. Varios autores han examinado la relación existente entre comportamientos de riesgo
para la salud en adultos, adolescentes y niños, utilizando un amplio rango de
variables, entre las que destacan el consumo de alcohol y tabaco, la dieta y la
actividad física.
6. La adopción de estilos de vida saludables desde los inicios de la vida tiene el
potencial de influir sobre la salud a largo plazo.
7. Para examinar la conglomeración entre factores de riesgo se han aplicado diversos
métodos, entre los que destacan la regresión logística, el análisis de los
conglomerados o el análisis de los componentes principales.
8. Los resultados sugieren que los estilos de vida raramente se presentan aislados sino
que tienden a asociarse, existe una tendencia a la "clusterización" de los estilos de
vida saludables versus los estilos de vida no saludables.
9. Investigaciones recientes apuntan a que las intervenciones orientadas a promocionar
múltiples hábitos saludables simultáneamente podrían tener un mayor impacto
sobre la salud pública que las intervenciones que promueven hábitos aislados.
 
54
55
3.1. Introducción
El creciente impacto de la depresión lleva aparejado un tremendo sufrimiento y se ha
convertido en una pesada carga para la salud pública. Además, implica un menor
rendimiento laboral, visitas médicas, hospitalizaciones y otros gastos. Un aspecto esencial
de este preocupante aumento de la incidencia y prevalencia de la depresión es que parece
darse fundamentalmente en los países occidentales. Por ello, aclarar las razones que
podrían explicarlo es tan necesario como urgente. Así, se han comunicado en países
desarrollados tasas de prevalencia a lo largo de la vida del 10 y el 20% para hombres y
mujeres, respectivamente, y la incidencia podría estar aumentando más en la población
joven. En estos países, el estilo de vida se está modificando de forma acelerada y
tenemos cada vez más pruebas de que estos cambios tienen un impacto sobre la
fisiología del cerebro que pueden aumentar la vulnerabilidad a la depresión (García-Toro
et al., 2012). Se debe tener en cuenta que una actividad física vigorosa, esencial para el
éxito en la recolección, la caza y la pesca, permitió a nuestros antepasados sobrevivir.
Esta actividad tuvo lugar al aire libre y condicionó nuestra forma de relacionamos y
ocupar el tiempo. La ausencia de luz artificial impedía interferencias con las horas de
descanso y sueño. Por tanto, hay pistas evolutivas que apuntan a que nuestro estilo de
vida actual es "contra natura", ya que nuestro equipaje genético ha evolucionado en un
ambiente muy diferente, lo cual probablemente esté facilitando el desequilibrio en el
funcionamiento del sistema nervioso y la depresión. También podrían ser muy
importantes otros cambios en nuestra forma de vivir: altos niveles mantenidos de estrés,
disminución de lazos sociales, etc.
3.2. El problema de la causalidad en la depresión
56
Las preguntas en tomo al origen de la depresión generan todavía debate en los
profesionales (Kendler, 2012). Señal de que las respuestas no son sencillas. Sobre la
depresión sabemos mucho, pero probablemente desconocemos mucho también, entre
otras cosas, cómo se integra todo lo que sabemos en los distintos planos biológico,
psicológico y social. En este capítulo proponemos intentar integrar los factores
involucrados en la depresión desde una perspectiva de causalidad circular.
Desde los orígenes de la medicina, la concepción de enfermedad como una secuencia
lineal de acontecimientos se ha opuesto a una visión sistémica que atribuye la
enfermedad a una falta de equilibrio en la interacción del organismo con el medio y entre
sus partes. La visión basada en la causalidad circular ha sido la preponderante desde
Hipócrates hasta los últimos siglos de nuestra era. Señalamos un hito histórico ilustrativo
al respecto.
Louis Pasteur y Claude Bernard han sido considerados dos de los principales padres
de la medicina moderna en el siglo xix. Parece que sus personalidades eran muy
diferentes. Pasteur era brillante y muy diplomático. Consiguió el control de algunas
enfermedades infecciosas que azotaban Francia, lo cual le granjeó un prestigio en vida
incuestionable. Claude Bernard era introvertido y con menos habilidades sociales. Fue
muchísimo menos reconocido en suépoca, y tuvo que ver cómo al final de su vida hasta
su esposa e hijos le abandonaban acusándole públicamente de maltratar animales en sus
experimentos. Parece que a Bernard y Pasteur les tocó desempeñar los papeles de
fracasado y triunfador respectivamente, pero ambos se respetaron en vida como
investigadores y científicos, pese a que rivalizaron en cuanto al concepto de enfermedad
que propugnaban. Pasteur defendía que la enfermedad era fruto de un agente causal
específico que la ponía en marcha (germen, lesión...) y es la misión del médico
neutralizar ese agente o, si ello no es posible, interrumpir las secuencias de causalidad
lineal que terminaban en los síntomas del paciente. Bernard, por su parte, defendía que el
organismo, como un todo complejo e integrado, enferma cuando se altera el equilibrio en
la interacción circular entre sus sistemas. Para él los tratamientos son eficaces en la
medida en que ayudan a que el organismo corrija el desequilibrio en sus sistemas y su
retroalimentación, que para él era el mecanismo causal de la enfermedad. La concepción
57
analítica de Pasteur basada en la causalidad lineal y la sistémica de Bernard basada en la
causalidad circular son dos perspectivas complementarias, en modo alguno excluyentes,
para comprender la salud y la enfermedad. Digamos que Pasteur asumía que podía curar,
mientras que Claude Bernard sólo asumía que podía ayudar a que el paciente se cure. Al
final de su vida Pasteur claudicó en cierto modo ante Bernard al afirmar "en la infección
el terreno lo es todo; el microbio no es nada". Sin embargo, el paradigma lineal, o de la
especificidad, ha sido el que más seguimiento ha tenido en el último siglo, quizá por ser
más compatible con el método científico y porque ha contribuido a un espectacular
avance de la medicina en algunos campos, especialmente en el de las enfermedades
infecciosas.
Cuadro 3.1. Diferencias entre los paradigmas lineal y circular
58
Si queremos aplicar este marco conceptual circular a la depresión, debemos
preguntamos cuáles son las piezas fundamentales del puzle que debemos encajar.
3.3. ¿Qué funciona mal en la depresión?
La depresión afecta a todas las dimensiones y aspectos de las personas que la sufren.
Una forma de acotar estas áreas de mal funcionamiento sería dividirlas en: mente,
59
neuroquímica, neuroestructura, neuroactivación, sociabilidad, hábitos higiénico-dietéticos
e interacción entre genes y ambiente.
3.3.1. La depresión como trastorno mental
Los síntomas mentales depresivos son variaciones de la vida psíquica normal en cuanto a
frecuencia e intensidad de determinadas emociones, cogniciones y conductas. A pesar del
cambio tantas veces prometido, seguimos en tiempos del DSM-V sin otra posibilidad
diagnóstica que escuchar y observar lo que el paciente nos dice y hace para evaluar si
padece o no depresión y cuál es su gravedad.
La mente puede ser considerada una red compleja de emociones y cogniciones
densamente interconectada. La depresión podría también considerarse como la escisión
funcional de dicha red por un dominio sobreactivado de cogniciones y emociones
negativas que se retroalimentan (García-Toro y Aguirre, 2007). Se podría llegar a esta
situación de acoplamiento mental depresivo ante cualquier factor estresante que llegue al
límite de vulnerabilidad mental del sujeto. Por tanto, la depresión podría ser equiparada
con la incapacidad para desentristecerse, y con la sensación del sujeto de ser presa de un
cortocircuito mental angustiarte. Los tratamientos psicoterapéuticos ayudarían, cada uno
a su manera, a frenar la retroalimentación de las cogniciones y emociones depresivas
mientras potencian las positivas. Su éxito dependería de la capacidad para frenar la
inercia del sistema disfuncional, algo que habitualmente supone tiempo.
3.3.2. La depresión como trastorno neuroquímico
El cerebro puede ser considerado una red neuronal densamente interconectada. Para que
funcione adecuadamente debe haber un equilibrio de los sistemas de retroalimentación
neuroquímica. Si la retroalimentación positiva se descontrola puede fragmentar el sistema
en distintos dominios. En la depresión se han descrito algunos mecanismos de
retroalimentación patológica descontrolada, por ejemplo cuando el déficit de monoaminas
cerebrales induce un aumento de glucocorticoides y a la inversa. Las intervenciones
psicofarmacológicas podrían ser eficaces en la medida que ayudarán a revertir este
desequilibrio (García-Toro et al., 1999).
60
3.3.3. La depresión como trastorno de la neuroactivación
El sistema nervioso puede ser considerado una red químico-eléctrica densamente
interconectada, cuya activación puede llegar a disociarse en dominios distintos. Los
estudios de neuroimagen funcional aún no son lo suficientemente sensible y específicos
como para utilizarse en la clínica diaria en el diagnóstico de la depresión. Sin embargo, si
tuviéramos que resumir los hallazgos más coincidentes en los pacientes depresivos
diríamos que se suele encontrar una hipoactivación prefrontal y una sobreactivación
límbica, y que parece que ambas se condicionan recíprocamente (Mayberg, 2003). Las
técnicas de neuromodulación cerebral están en muy distintos grados de uso y desarrollo
(terapia electroconvulsiva, estimulación magnética transcraneal, estimulación del nervio
vago, estimulación cerebral transcraneal por corriente continua, estimulación cerebral
profunda). Sin embargo, todas ellas parecen tener eficacia antidepresiva en la medida en
que consiguen ayudar a que este desequilibrio en la activación cerebral se revierta.
3.3.4. La depresión como trastorno neuroestructural
La estructura cerebral de los pacientes que padecen depresiones graves y duraderas es
distinta a la de personas sanas. Por otro lado, los cambios que podamos sufrir en nuestra
estructura cerebral de cualquier origen (por ejemplo, por problemas vasculares) nos
pueden predisponer a la depresión. Uno de las estructuras más frecuentemente señaladas
es el hipocam po, que aparece habitualmente disminuido en volumen. Cuando esto
ocurre las neuronas del hipocampo son menos capaces de inhibir la secreción de
glucocorticoides. El exceso de glucocorticoides adelgaza el volumen del hipocampo
(Brown, 2009). Estamos ante otro bucle mantenedor de la depresión, que en este caso
conecta el plano de análisis neuroquímico y el neuroestructural.
3.3.5. La depresión como trastorno de la socialización
La red social que nos incluye es también una red de elementos densamente
interconectados. Su buen funcionamiento está relacionado con una actividad flexible,
versátil y dinámica. Los pacientes depresivos se aíslan o se relacionan con muy pocas
personas de su entorno más cercano y se distancian de todas las demás. Por tanto, la red
social de apoyo es disfuncional en la medida que se disocia rígidamente, lo cual
61
constituye a su vez un factor mantenedor de la depresión.
3.3.6. La depresión como trastorno de los hábitos higiénico-dietéticos
Los pacientes con depresión se alimentan mal, comen demasiado o demasiado poco,
comidas que supongan poco esfuerzo para prepararse y con frecuencia poco sanas.
Además tienden al sedentarismo, sus hábitos de sueño se deterioran y al salir poco de
casa se exponen muy poco a la luz solar. Como estos malos hábitos empeoran su
depresión, favorecen una espiral que se retroalimenta, puesto que cuanto más graves
están más les cuesta cambiarlos. De nuevo causalidad circular o "círculos viciosos", en
lenguaje coloquial.
3.3.7. La depresión como trastorno de la interacción genes-ambiente
El estrés ambiental puede predisponer más a la depresión en algunas personas con un
determinado perfil genético; pero también puede modificar el funcionamiento del genoma
haciéndole más vulnerable a futuras situaciones de estrés (Paslakis, 2011; Klengel y
Binder, 2013). Por otro lado, nuestro equipaje genético influye en nuestra personalidad y,
por tanto, en las decisiones que tomamos en la vida, que nos pueden llevar a situaciones
más o menos estresantes. En resumen,la interacción entre genes y ambiente puede estar
equilibrada y mejorar nuestra adaptación, o puede estar desequilibrada y favorecer
nuestra depresión.
Hemos idos señalando algunas de las numerosas pautas de causalidad circular
descritas en cada nivel de análisis propuesto. Sin embargo, debemos insistir en que la
retroalimentación depresiva se puede describir también entre distintos niveles de análisis.
Así, las personas con depresión se involucran con mayor frecuencia en situaciones
estresantes y desadaptativas, empeoran sus hábitos higiénico-dietéticos e inhiben su
sociabilidad. El aislamiento social genera a la larga más situaciones estresantes, además
de entorpecer el desarrollo de unos adecuados hábitos higiénico-dietéticos. Todas estas
circunstancias agravan la depresión, más cuanto más tiempo está operando, por lo que el
factor tiempo es clave para mejorar el pronóstico.
En resumen, estar deprimido es deprimente porque la depresión se autorrefuerza en
62
todas sus dimensiones, y el tiempo es un factor clave para ello. Podríamos decir que la
depresión es neurotóxica, además de destructora del lazo social de apoyo y debilitadora
de los recursos mentales de afrontamiento del sujeto. Como se ha dicho, el momento de
interrumpir la enfermedad era ayer (Kramer, 2005).
3.4. Implicaciones y advertencias terapéuticas
La psicoterapia y la farmacoterapia son los tratamientos de primera elección para la
depresión, pero no siempre actúan con la suficiente rapidez y eficacia. Parece sensato
complementarlas con otras estrategias antidepresivas si éstas demuestran sumar algo de
eficacia y/o rapidez de acción, siempre que sean seguras y bien toleradas. Las
intervenciones sobre diferentes aspectos del estilo de vida de los pacientes parecen reunir
estos requisitos, y este libro tiene como objetivo revisar su situación actual de evidencia
científica en cuanto a su potencial papel antidepresivo. En la figura 3.1 se sintetizan las
áreas disfuncionales afectadas en la depresión, y las estrategias antidepresivas actuales
que pueden contribuir a mejorarlas. Vemos que las estrategias abordadas en este libro van
a actuar directamente en los hábitos de vida, la red social de apoyo y el nivel de estrés,
pero indirectamente van a modificar las demás áreas porque todas ellas están enlazadas
por bucles de interacción circular. Así, hacer ejercicio puede modificar la química del
cerebro, y la neuroquímica va a ayudar en mayor o menor medida a iniciar y mantener el
ejercicio. Del mismo modo, las relaciones sociales pueden modificar los patrones de
activación cerebral y viceversa; la activación cerebral puede modificar la disposición a
iniciar y mantener relaciones sociales.
63
Figura 3.1. Factores causales y terapéuticos en la depresión.
La depresión es un trastorno mental con una amplia gama de manifestaciones clínicas,
difícil de distinguir en los casos más leves de la vida psíquica normal (entristecimiento,
desmoralización, duelo...), y de la Demencia en los casos más graves. Beck ha señalado
al respecto:
la última respuesta sobre si hay dicotomía o continuidad entre estados de ánimo
normales y depresión estará presente hasta que la cuestión de la etiología esté
64
totalmente resuelta.
Insistimos en que, cuanto más grave es la depresión, más síntomas clínicos va a tener
el paciente que le van a dificultar poner en marcha cualquier sugerencia sobre
modificación de sus hábitos de vida. Es muy importante tenerlo en cuenta a la hora de
plantear al paciente y su familia propuestas en esta línea para no inducir en el paciente
más sentimientos de culpabilidad, minusvalía e incomprensión de los que ya tenga.
También hay que asegurarse de que la familia comprenda que "cuando el paciente pueda
modificar sus hábitos con facilidad significará que ya no está deprimido". Por todo ello es
clave adaptarse a las posibilidades del paciente, ser gradual y flexible en los objetivos y
reconocer cualquier esfuerzo del paciente en este sentido.
En líneas generales, las recomendaciones sobre estilo de vida (hábitos, relaciones
sociales, nivel de estrés) pueden tener más utilidad en las depresiones leves o moderadas
(la gran mayoría) que en las graves. Sin embargo, hay una amplia variedad de posibilidad
de actuaciones a intentar. Esto puede permitir que sea más fácil que un paciente grave
pueda encontrar algo que le interese probar, o que por lo menos que no le desagrade
demasiado. Huelga decir que cuantas más actividades puedan ir gradualmente poniéndose
en marcha mejor, empezando por lo que sea más fácil. Todas ellas podrán además evitar
al paciente dedicar su mente a rumiaciones depresivas. Pero habrá que ir animando al
paciente a probar sin que se sienta presionado o culpabilizado, al ritmo que pueda, a ser
posible sin prisa pero sin pausa.
Finalmente, lo más importante: estas propuestas de cambios en el estilo de vida en
modo alguno pretender sustituir a los tratamientos antidepresivos de primera elección y
no deberían tomarse en consideración de forma única en pacientes con depresión. Otro
escenario diferente es el de las personas que no estén clínicamente deprimidas, pero
pretendan mejorar su ánimo o prevenir episodios depresivos. Ante la mínima duda al
respecto, la consulta profesional es insustituible.
3.5. Conclusiones
1. La depresión es un trastorno mental extremadamente frecuente que afecta al 10-
65
20% de las personas a lo largo de su vida. Afortunadamente, la mayoría de los
casos no son muy graves.
2. En la depresión, los factores biológicos y psicosociales están siempre presentes,
bien como predisponentes, precipitantes o mantenedores, e interactúan entre ellos
de forma compleja.
3. En este trabajo usamos el concepto de causalidad circular para integrar factores
etiológicos y terapéuticos clave en la depresión.
4. Los tres componentes fundamentales del estilo de vida (hábitos higiénico-dietéticos,
manejo del estrés y red social de apoyo) interaccionan dinámicamente con el resto
de factores causales y protectores de la depresión.
5. El tratamiento ideal de la depresión es aquel que procura los resultados más rápidos
y completos. El tiempo es un factor clave para evitar la cronificación depresiva.
Por ello, encontrar estrategias relacionadas con el estilo de vida que se puedan
utilizar de forma combinada es muy interesante como tratamiento complementario
desde el abordaje inicial de la depresión.
6. La disponibilidad de las distintas estrategias, las preferencias del paciente y, sobre
todo, su situación clínica son factores clave que se han de tener en cuenta.
7. Las personas con depresión presentan habitualmente una inercia al cambio basada
en síntomas deficitarios (anhedonia, anergia, abulia, ideas de desesperanza e
indignidad, etc.) que van a dificultar mucho la puesta en práctica de cambios en el
estilo de vida, más cuanto más grave es su cuadro depresivo.
8. Conviene tener esto en cuenta a la hora de explicar las propuestas a pacientes y
familiares enviando el mensaje: "le va a costar mucho más que si no estuviera
deprimido".
9. Por ello es muy importante animar sin forzar e intentando que el paciente no se
sienta incomprendido o culpabilizado, sobre lo cual debe también insistirse a
66
amigos y familiares.
10. Hay que vigilar e intentar desactivar el posible aumento de las ideas de minusvalía
y culpabilidad del paciente depresivo en caso de no conseguir los objetivos que se
vayan marcando.
 
67
68
4.1. Introducción
La alta prevalencia de la depresión en los estratos socioeconómicos más bajos suscita un
gran interés a nivel sociológico, ya que nos aporta información acerca de la influencia de
los acuerdos y políticas de la sociedad sobre el bienestar individual. Existen al menos tres
procesos que explican la relación entre el bajo nivel socioeconómico y el mayor riesgo de
depresión:
-Causalidad: el bajo nivel socioeconómico incrementa el riesgo de depresión.
-Cronicidad: el bajo estatus socioeconómico prolonga la duración del episodio
depresivo.
Selección:la depresión dificulta

Continuar navegando