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Alteraciones de la cognición social en la enfermedad de Alzheimer

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FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES 
 
 
 
Tesis de Licenciatura 
 
Alteraciones de la cognición social en la enfermedad de 
Alzheimer 
 
 
Alumna 
Lara Dei Vecchi 
LU: 377637320 
 
Tutora 
Carolina Abulafia 
DNI: 33.018.769 
 
 
 
Diciembre 2018 
 
2 
 
 
Índice 
 
Resumen ............................................................................................................................................ 3 
Introducción ....................................................................................................................................... 4 
Objetivos ............................................................................................................................................ 6 
1. Objetivo general .................................................................................................................... 6 
2. Objetivos específicos ........................................................................................................... 6 
Metodología ....................................................................................................................................... 6 
Marco Teórico ................................................................................................................................... 7 
1. Neuropsicología .................................................................................................................... 7 
2. Deterioro Cognitivo Leve (DCL) ......................................................................................... 8 
3. Enfermedad de Alzheimer (EA) ............................................................................................ 9 
3. 1. Neurobiología ................................................................................................................. 10 
3.2. Perfil cognitivo ................................................................................................................. 11 
4. Cognición Social (CS) ........................................................................................................ 13 
4. 1. Neurobiología ................................................................................................................. 18 
Planteo del problema ..................................................................................................................... 20 
Reseña de estudios ....................................................................................................................... 21 
Conclusiones ................................................................................................................................... 28 
1. Limitaciones y recomendaciones ..................................................................................... 30 
Lista de Referencias ...................................................................................................................... 34 
 
 
 
 
 
 
3 
 
Resumen 
 
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad neurodegenerativa y 
altamente prevalente en la población de adultos mayores. A lo largo de su 
desarrollo y en el transcurso de sus distintos estadios, provoca principalmente 
alteraciones en la memoria, la atención, funciones ejecutivas y aprendizaje así 
como también cierta disfuncionalidad emocional y comportamental, además de los 
síntomas cognitivos. Está investigación bibliográfica se enfocará en lo 
concerniente a las posibles alteraciones de dichos sujetos en la cognición social 
(CS) en el marco de la neuropsicología cognitiva clínica siendo que se trata de un 
campo de indagación relativamente novedoso y que no se ha explorado en su total 
extensión. El concepto de Cognición Social designa un concepto multifacético, que 
refiere a una serie de eventos investigados en los últimos años fundamentalmente 
en sujetos con daños frontotemporales, autismo y esquizofrenia. El campo de 
referencia del concepto engloba procesos y funciones que permiten a las 
personas, entender, actuar y beneficiarse del mundo interpersonal. Son procesos 
cognitivos sociales que se encuentran implicados a la hora de valorar factores 
situacionales y a partir de ello realizar inferencias sobre intenciones y creencias de 
otras personas. Para ello será esencial desarrollar adrede el concepto de Teoría 
de la Mente y sus respectivas bases neurobiológicas. A la luz de esta base 
bibliográfica, el objetivo principal de la presente tesis es formular conjeturas acerca 
de las alteraciones que sujetos con EA pueden padecer en las funciones de la CS. 
En vistas de esto, se realizó una revisión bibliográfica a partir de un rastreo de 
publicaciones orientadas; por un lado, específicamente al concepto de cognición 
social en neuropsicología clínica y; por otro, aquellos que aportaran información 
sobre la enfermedad de Alzheimer. Además, se adicionaron estudios cuantitativos 
recientes que se ocupan en concreto de la cuestión aquí puesta bajo 
consideración. En conclusión, si bien los estudios aportan información sobre 
posibles alteraciones en la CS en sujetos con EA, estos no resultan lo 
suficientemente consistentes, por la mención de algunos problemas metodológicos 
que dificultarían las investigaciones. Para finalizar, cabe destacar que sería 
4 
 
deseable llevar a cabo estudios con menor riesgo de sesgo con el fin de obtener 
resultados más homogéneos y así poder ahondar la investigación de la temática 
en cuestión con el fin de generar una contribución al entendimiento de este 
complejo desorden tanto para investigaciones futuras como para la consideración 
clínica en sujetos con EA. 
Introducción 
 
El envejecimiento de la población mundial es un proceso sin precedentes en la 
historia de la humanidad y una fuente de complejidad para proveer asistencia 
sanitaria y social desde la salud pública. En este contexto, al haber aumentado la 
longevidad se ha provocado un incremento en la prevalencia de enfermedades 
crónicas en edades avanzadas. A partir de los 65 años, se registra la demencia 
como un síndrome clínico muy frecuente siendo que la prevalencia se sitúa entre 
el 5-8% dependiendo la zona geográfica. Se caracteriza por el deterioro 
persistente de las funciones cognitivas superiores, que conlleva a una alteración 
en la capacidad del individuo para llevar a cabo actividades de la vida diaria 
(Garre-Olmo, 2018). 
En términos estadísticos, en el 2015 se registraron en el mundo, alrededor de 47 
millones de personas con demencia, y conforme con las proyecciones 
poblacionales, si la prevalencia de la enfermedad se mantiene, en el 2050 habrá 
un promedio de 130 millones de personas afectadas. La demencia es en sí misma 
una entidad sindrómica, compuesta por diferentes subtipos que difieren en su 
etiología, forma de presentación, curso clínico y trastornos asociados. En este 
sentido, la enfermedad de Alzheimer (EA) representa el subtipo más frecuente 
(Garre-Olmo, 2018). Siendo que aproximadamente el 60% de los casos de 
demencia se tratan de demencia del tipo Alzheimer (DTA) (Dono Castro, Bardanza 
González, Sudupe Alberdi, & González Louro, 2004). 
En contraposición con el envejecimiento típico del cerebro producto de la senetud, 
la demencia consiste en una serie de cambios atípicos producidos en la histología 
5 
 
cerebral (Roselli & Ardila, 2010) como los depósitos anormales de proteínas extra 
e intra neuronales (Valls-Pedret, Molinuevo & Rami, 2010). Como consecuencia 
de estos, los daños cerebrales suelen acarrear un declive en las habilidades 
cognitivas básicas, como la percepción, atención, memoria, pensamiento, 
conocidos como procesos psicológicos superiores. Esto suele traer aparejado 
conflictos en las relaciones familiares, sociales y laborales de quien los padece 
(Palacios Vallejos, 2014). 
Dentro de los procesos psicológicos superiores que tienen riesgo de verseafectados en los sujetos con EA, se encuentra la cognición social (CS). Es decir, 
el conjunto de capacidades que hacen posible a un sujeto la construcción de las 
representaciones mentales de las relaciones entre el sujeto y los demás, y que en 
simultáneo permite la utilización de esas representaciones para desarrollar 
conductas adaptadas al contexto de vida y acorde a sus objetivos. Por ello, en el 
caso de verse afectada, se produciría falta de introspección e incapacidad para 
inferir creencias y emociones ajenas, lo cual por añadidura produciría conflictos a 
nivel de las relaciones interpersonales como la falta de empatía o la comprensión 
del doble sentido (Serrani, 2013). 
En este sentido, el concepto de cognición social es un campo de indagación 
relativamente novedoso, que al momento no ha sido explorado en toda su 
extensión. Así mismo, son pocos los estudios que vinculan la EA y la CS (Bediou, 
Ryff, Mercier, Milliery, Henaff, D Amato, Bonnefoy, Vighetto & Krolak Salmon, 
2009) ya que las investigaciones sobre esta enfermedad se centran principalmente 
en el análisis de cómo se deterioran la atención y la memoria de este tipo de 
pacientes (Zapata, 2008). El diagnóstico de una posible demencia se ve 
motorizado principalmente por quejas subjetivas de memoria, habilidades 
espaciales o funciones ejecutivas que se verían deterioradas en el funcionamiento 
diario del vivir del paciente (Roselli & Ardila, 2010) y es posteriormente, en 
estadios más avanzados, de la enfermedad podría aparecer cierto déficit en la CS 
(Hargrave, Maddock & Stone, 2002). 
6 
 
Pese a esto, resulta de importancia la indagación más profunda respecto de las 
posibles alteraciones de la cognición social en sujetos con Alzheimer ya que la 
comprensión sobre el funcionamiento de la misma, podría traer aparejado un 
entendimiento más profundo de la enfermedad y su pronóstico. Además permitiría 
incorporar en los tratamientos procedimientos que posibiliten la disminución de la 
disfuncionalidad social para atenuar el malestar tanto del paciente como de su 
entorno más cercano (Bediou et al., 2009). 
Objetivos 
1. Objetivo general 
 
- El objetivo de la presente tesis de grado es realizar una caracterización de 
las distintas alteraciones en la cognición social que pueden padecer sujetos con 
enfermedad de Alzheimer (EA). 
 
2. Objetivos específicos 
 
- Caracterizar EA y CS de manera independiente. 
- Identificar trabajos científico-académicos que expongan posibles alteraciones 
de la CS en la EA. 
- Pesquisar posibles correlaciones entre las alteraciones de los procesos 
psicológicos básicos comúnmente afectados en la EA y las diversas alteraciones 
en la conducta social así como sus correlatos anatómicos 
Metodología 
 
El siguiente trabajo es una investigación de carácter cualitativo. Consiste en una 
revisión bibliográfica realizada a través de un rastreo de publicaciones tanto en 
inglés como en español bajo la utilización de las siguientes bases de datos 
7 
 
electrónicas: Google Académico, Scielo, PubMed. Se utilizaron las siguientes 
palabras claves: Alzheimer (Alzheimer disease); Cognición Social (social 
cognition), deterioro cognitivo leve (mild cognitive impairment), Neuropsicología 
(neuropsychology). 
La búsqueda se centró específicamente en artículos orientados por un lado; a 
revisiones conceptuales de la cognición social en la neuropsicología clínica y por 
otro; a aquellos que aportaran información sobre la enfermedad de Alzheimer; ya 
sean datos cuantitativos o cualitativos validados adecuadamente. 
Las investigaciones utilizadas corresponden al período comprendido entre los 
años 1995 y 2018. 
A efectos formales, esta tesis de grado sigue los lineamientos de las Normas APA 
5ta Edición. 
Marco Teórico 
 
1. Neuropsicología 
 
El presente trabajo de tesis se desarrollará sobre las bases del marco teórico de la 
neuropsicología cognitiva. Ésta parte en sus orígenes de la neurología y la 
psicología, y en los últimos años ha recibido un renovado impulso del creciente 
desarrollo de las ciencias cognitivas y de las neurobiológicas (Drake, 2007). 
La neuropsicología como disciplina científica integra las neurociencias estudiando 
las relaciones entre el cerebro y la conducta tanto en sujetos normales como en 
aquellos que han sufrido algún daño cerebral. Por otro lado, en su vertiente clínica, 
la neuropsicología es la aplicación de ese conocimiento para la evaluación, 
tratamiento y rehabilitación de los individuos que padecen patologías en las que 
están involucradas deficiencias, daños o lesiones en los mecanismos cerebrales 
subyacentes a uno o más comportamientos. Constituye una disciplina cuyo interés 
se centra en el estudio de las relaciones entre la función cerebral y los procesos 
8 
 
mentales superiores. Tiene como objetivo principal el análisis de las alteraciones 
que la lesión cerebral provoca en el comportamiento (Palacios Vallejos, 2014). 
 Además del rol diagnóstico, la neuropsicología actual tiene el objetivo de 
caracterizar fortalezas y debilidades de las funciones cognitivas y explicar la 
conducta que presenta un paciente a través de la aplicación de diversas técnicas 
de evaluación (Drake, 2007). La evaluación neuropsicológica es fundamental no 
solo en la búsqueda y la descripción de posibles anormalidades causadas por 
determinada lesión cerebral, sino también para el análisis de la topografía y la 
extensión del proceso patológico, en la propuesta sobre la posible evolución del 
paciente y en la sugerencia de ciertas medidas terapéuticas (Ardila & Ostrosky, 
2012). 
En este sentido, la evaluación neuropsicológica es irreductible a un solo campo 
de aplicación ya que es útil para identificar patologías de diversas etiologías, tales 
como traumatismos encéfalo-craneanos, trastornos del desarrollo, accidentes 
cerebro vasculares, trastornos producidos por drogas y agentes químicos y 
patologías neurodegenerativas (Ardila & Ostrosky, 2012). Dentro de estas últimas, 
la evaluación neuropsicológica otorga la posibilidad de realizar, un diagnóstico 
diferencial sobre el estado cognoscitivo en personas de la tercera edad. En este 
sentido, brinda a los evaluadores la posibilidad de determinar si las dificultades 
cognitivas comunicadas por el paciente se deben a un deterioro normal producto 
de la senetud o bien si son producto de un proceso demencial incipiente (Ardila & 
Rosseli, 2007). 
2. Deterioro Cognitivo Leve (DCL) 
 
En los adultos mayores se producen ciertos de cambios cognoscitivos asociados a 
la edad que se evidencian principalmente a través de una disminución en la 
rapidez y el procesamiento mental. Estos cambios se van acentuando una vez 
pasada la quinta década de vida y pueden deberse a un envejecimiento normal, 
por lo tanto benigno, o bien a uno patológico como consecuencia de un proceso 
demencial (Ardila & Rosselli, 2007). 
9 
 
Siguiendo estos lineamientos, los cambios cognitivos producto del envejecimiento 
normal y los inicios de un proceso demencial están mediados por un estado 
transicional denominado deterioro cognitivo leve (DCL) (Pose & Manes, 2010). 
Esta trayectoria del deterioro se caracteriza por una disminución de las funciones 
cognitivas, más allá del envejecimiento típico (Ronald & Petersen, 2011). El 
término DCL se utiliza específicamente para referirse a un grupo de individuos que 
presentan cierto grado de déficit cognitivo, pero su severidad resulta insuficiente 
para referirse a un estado demencial. Esto se debe a que las actividades de la 
vida diaria de estos sujetos, no se encuentran comprometidas de un modo 
esencial (Pose & Manes, 2010). 
Actualmente, el DCL se clasifica en dos subtipos: amnésico y no amnésico. El 
DCL de subtipo amnésico es el más común y se evidencia a través de un 
deterioro en la memoria, al tiempo que otros procesos cognitivos, como las 
funcionesejecutivas, el uso del lenguaje o las habilidades visoespaciales se 
mantienen mayormente preservadas, así como también el funcionamiento de las 
actividades diarias. En cambio en el DCL de tipo no amnésico son las funciones 
cognitivas distintas a la memoria las que se encuentran afectadas (Ronald & 
Petersen, 2011). En efecto, en estos casos se objetivan el deterioro en funciones 
como el lenguaje, habilidades viso espaciales o alguna función ejecutiva (Molina, 
2016). 
En resumen, el DCL consiste en un constructo sindrómico, y si bien no garantiza la 
presencia de una patología neurodegenerativa subyacente, de acuerdo a la 
clasificación antes mencionada, representa un factor de riesgo para desarrollo 
demencial (Valls-Pedret, Molinuevo & Rami, 2010). Por ejemplo, en el caso del 
subtipo no amnésico, el mismo podría evolucionar a trastornos neurocognitivos 
tales como demencia frontotemporal (DTF) o demencia por cuerpos de Lewy. El 
subtipo de DCL amnésico suele relacionarse en su mayoría, aunque no es su 
totalidad con un pródromo de la Enfermedad de Alzheimer (Petersen, 2016). 
3. Enfermedad de Alzheimer (EA) 
 
10 
 
Las demencias son una de las principales causas de discapacidad en la vejez. 
Estas no sólo afectan a los que las padecen, sino que también afectan a sus 
cuidadores y su entorno (Molina, 2016), pudiendo representar para todos una 
sobre carga física y emocional producto de la dependencia de los pacientes con 
EA (Roig, Abengózar & Serra, 1998). Actualmente, la EA es considerada como la 
causa más frecuente de demencia en los países desarrollados y su prevalencia se 
incrementa con la edad. En concreto se duplica cada 5 años a partir de los 60 
años de edad; pasa del 1% entre los 60 y los 65 años al 4,3% a los 75 años, hasta 
llegar al 28,5% a los 90 años (Barranco-Quintana, 2005). 
La EA es un trastorno neurodegenerativo que se caracteriza principalmente por 
alteraciones funcionales, comportamentales cognitivas, neurológicas y 
psiquiátricas (American Psychiatric Association, 2002). La demencia de tipo 
Alzheimer se considera una enfermedad de causa multifactorial y compleja. 
Existen dos variantes de Alzheimer, por un lado la variante familiar que comprende 
menos de 5% de los casos. Este subtipo de EA esta genéticamente determinado 
por una mutación en el gen de la PPA, PS1 o PS2, es de inicio precoz y evolución 
más violenta. El principal factor de riesgo es la genética. La otra variante es el 
Alzheimer esporádico, representa entre el 95-99% de los casos, es de inicio tardío 
(después de los 65 años) cuyo principal factor de riesgo no modificable es la edad 
(Valls-Pedret, Molinuevo & Rami, 2010). Adicionalmente, pueden considerarse 
otros factores de riesgo como el sexo, la genética, el consumo excesivo de 
alcohol y tabaco, traumatismos craneoencefálicos y la dieta (Barranco-Quintana, 
2005). En cuanto a la manifestación clínica de ambos tipos de EA los hallazgos 
indican que se dan de maneras similares (Lopera-Restrepo, 2012). 
3. 1. Neurobiología 
 
Desde el punto de vista neurobiológico, la demencia de tipo Alzheimer (DTA) se 
caracteriza por estar acompañada de la agregación de depósitos anormales de 
proteínas. Más precisamente, se trata de la proteína tau hiperfosforilada 
intraneuronal en forma de ovillos neurofibrilares y β- amiloide extraneuronal en 
11 
 
forma de placas seniles. Estos cambios afectan de manera progresiva a las 
neuronas conllevando a la pérdida de sinapsis, lo que conlleva progresivos déficits 
cognitivos y conductuales (Valls-Pedret, Molinuevo & Rami, 2010). En primera 
instancia, se ven afectadas las neuronas de las regiones temporales y se extiende 
posteriormente a otras áreas del cerebro. Cabe destacar que las regiones 
temporales medias y específicamente el complejo hipocampal participan en el 
proceso de memoria. Así, el principal síntoma que indican los pacientes con esta 
patología y sus allegados es la pérdida de memoria, mientras que al extenderse la 
patología a otras áreas de la corteza cerebral aparecen síntomas relacionados con 
la orientación temporal espacial, praxias y gnosias (Molina, 2016). 
3.2. Perfil cognitivo 
 
En la progresión típica de la enfermedad de Alzheimer (EA) pueden distinguirse 
tres etapas: inicial, intermedia y terminal o grave (Dono Castro, Bardanza 
González, Sudupe Alberdi & González Louro, 2004). Estas etapas son 
antecedidas por una fase prodrómica de DCL descripto previamente, en la cual 
suelen aparecer algunas dificultades cognitivas pero con autonomía en las 
actividades cotidianas relativamente preservadas (Ronald & Petersen, 2011) 
Según los criterios diagnósticos del DSM-5, la etapa inicial de la EA se caracteriza 
por la pérdida progresiva de memoria, en particular la episódica (Lopera-Restrepo, 
2012). Este tipo de memoria es la encargada de almacenar el contenido específico 
de las experiencias personales tales como el tiempo, la localización y la compañía. 
Es decir eventos y su relación espacio-temporal (Tirapu-Ustárroz & Muñoz-
Céspedes, 2005). En esta etapa los sujetos con EA pueden seguir realizando 
parcialmente sus actividades diarias, siendo que la funcionalidad no ha sido 
perdida en su totalidad (American Psychiatric Association, 2014). 
En la fase intermedia la memoria suele estar más comprometida, afectando no 
solo la memoria episódica, sino también la semántica (Dono Castro, Bardanza 
González, Sudupe Alberdi & González Louro, 2004). En lo concerniente a la 
memoria semántica se trata del conocimiento casi permanente que tenemos del 
12 
 
mundo, como por ejemplo el significado de las palabras. Se caracteriza por la 
falta de conciencia acerca de las situaciones específicas sobre las cual se 
estableció, es decir no tiene ubicación espacial ni temporal a diferencia de la 
episódica (Ardila & Ostrosky, 2012). Además, en este segundo momento de la 
enfermedad, emergen alteraciones del lenguaje, la escritura y la lectura, apraxias, 
agnosias y anomias (Dono Castro, Bardanza González, Sudupe Alberdi & 
González Louro, 2004). Las apraxias consisten en un trastorno de ejecución de 
ciertos movimientos aprendidos y cotidianos como respuesta a un estímulo que 
normalmente desencadena tal movimiento, por ejemplo; apraxia del vestir entre 
otras. Cabe destacar que las condiciones motoras del paciente para llevar a cabo 
el movimiento, se mantienen inalteradas, y sin embargo no lo logra (Ardila & 
Rosselli, 2007). Esto se debe a sino debido a una disociación entre la idea del 
movimiento y su ejecución motora (Ardila & Ostrosky, 2012). Lo mismo sucede 
con las agnosias, consistentes en la imposibilidad de transformar sensaciones 
simples en percepciones propiamente dichas. A pesar de que los sujetos 
afectados tengan conservadas las funciones sensoriales (ver, oír, sentir) no logran 
reconocer los estímulos (Ardila & Rosselli, 2007). Esto sucede como consecuencia 
de una dificultad funcional para asociar los datos discriminados con las imágenes 
de memoria depositadas en el cerebro por las diferentes modalidades sensoriales 
imposibilitando conferir significación a lo percibido. Dentro de este tipo de 
trastornos se encuentra la anosognosia, que consiste en el no reconocimiento de 
la disfuncionalidad que produce la enfermedad (Ardila & Ostrosky, 2012). Otra 
alteración posible en sujetos con EA son las anomias, caracterizadas por 
dificultades para denominar objetos producto de las alteraciones de la memoria 
semántica propios de esta enfermedad (Ardila & Rosselli, 2007). 
A su vez, en este estadio intermedio de la enfermedad, pueden aparecer 
trastornos de la esfera psicoafectiva como a depresión y la apatía, así como 
también dificultades en el mantenimiento de las relaciones sociales (Dono Castro, 
Bardanza González, Sudupe Alberdi & González Louro, 2004). Esto último 
encuadra, según el DSM 5 dentro del dominio cognitivo de reconocimiento social.Este dominio incluye funciones cognitivas tales como el reconocimiento de la 
13 
 
expresión facial, tanto de emociones positivas cuanto negativas, y la capacidad de 
inferir estados mentales de otras personas (pensamientos, deseos e intenciones) 
(American Psychiatric Association, 2014). Este tipo de déficits dejan en evidencia 
alteraciones en procesos psicológicos más complejos como la cognición social. 
Para finalizar, en la tercera etapa (grave o terminal) el lenguaje se vuelve 
ininteligible (Dono Castro, Bardanza González, Sudupe Alberdi & González Louro, 
2004). Adicionalmente, la EA presenta comorbilidad con trastornos como la 
depresión y la apatía (American Psychiatric Association, 2014). Al tiempo que, 
pueden existir ciertas comorbilidades con enfermedades orgánicas crónicas que 
pueden producir hospitalización, disminución en la calidad de vida y hasta la 
muerte (Cascudo-Barral et al, 2016). 
4. Cognición Social (CS) 
 
Los comienzos de lo actualmente conocido e investigado como cognición social se 
remonta a un memorable caso del siglo XIX. El caso de Phineas Gage resultó 
impulsor de las investigaciones. Ciertas áreas del cerebro de Gage se vieron 
lesionadas luego de haber padecido un accidente1. Este trajo como consecuencia 
un cambio en el comportamiento de Gage que sugirió una conexión entre la 
racionalidad deteriorada y ciertas lesiones en áreas cerebrales concretas. Más 
específicamente, las áreas frontales del cerebro, que trajeron como resultado un 
cambio determinante en su carácter y comportamiento. Por el contrario, las 
funciones de procesamiento más básicas como la memoria, la atención y el 
lenguaje se mantuvieron preservadas (Damasio, 1995). 
Fue así, como el famoso caso de Phineas Gage, dejó en evidencia que la corteza 
frontal se encuentra implicada en los procesos de lo que hoy se denomina 
cognición social (Adolphs, 2001). Los procesos de cognición social (CS) y sus 
 
1
 En el 1848, en una jornada laboral P. Gage padeció un accidente en el cual una barra de hierro penetro por 
su mejilla izquierda, perforo la base de su cráneo, atravesó la parte frontal del mismo y salio por la parte 
superior de la cabeza. Para sorpresa de los médicos, Gage, era capaz de andar, hablar de manera coherente, 
siendo que las alteraciones se observaron en un cambio radical en su carácter y comportamiento. (Damasio, 
1995) 
14 
 
respectivas bases neurales están en el centro de interés de una nueva rama del 
conocimiento desprendida de las neurociencias, la cual se ha denominado las 
neurociencias sociales. Éstas últimas, mediante instrumentos de evaluación e 
indagación propios de las neurociencias cognitivas, tienen como objeto de estudio 
el comportamiento social (Serrani, 2013). 
La CS consiste en un concepto heterogéneo, compuesto por distintos dominios y 
engloba los procesos y funciones que permiten a la persona entender, actuar y 
beneficiarse del mundo interpersonal (Corrigan & Penn, 2001). Estos procesos 
cognitivos sociales son los implicados a la hora de elaborar inferencias sobre las 
intenciones y creencias de otras personas y cómo ciertos factores situacionales 
sociales son valorados al hacer dichas inferencias (Ruiz-Ruiz; García-Ferrer & 
Fuentes Durá, 2006). Siguiendo los lineamientos de Baez, Rattazzi, Gonzalez-
Gadea, Torralva, Vigliecca, Decety, Manes, & Ibañez (2012) la CS incluye el 
procesamiento emocional (Tirapu-Ustárroz, Perez-Sayes, Erekatxo-Bilbao & 
Pelegrín-Valero, 2007; Adolphs, 2012), la teoría de la mente (Damasio, 1995; 
García-García, 2008; Zabala, Richard, Breccia & López, 2018) la toma de 
decisiones (Damasio, 1995), la empatía (Zabala et al., 2018; Eisensberg, 2002) el 
juicio moral (Yung, Bechara, Tranel, Damasio, Hauser, & Damasio, 2010) y el 
conocimiento de las normas sociales (Ibañez & Manes, 2012), entre otros. 
Existen múltiples conceptualizaciones vigentes sobre la CS (Adolphs, 2003; Frith y 
Frith, 2008; Serrani, 2013) pero aún no existe una teoría unificadora que englobe 
la totalidad de los componentes identificados de la CS. A continuación se 
detallaran ciertos procesos básicos coincidentes en la mayoría de los diversos 
modelos: 
a. Procesamiento emocional 
El procesamiento emocional es un vector sumamente importante de la 
comunicación no verbal (Adolphs, 2001). No solo refiere a la capacidad de 
15 
 
interpretar las emociones básicas2 a través de la mirada (Tirapu-Ustárroz et al., 
2007), sino también a la habilidad de percibir y decodificar la expresión facial de 
distintas emociones, así como la capacidad de detectar las emociones a través de 
la prosodia o la mirada de los otros. Estas capacidades resultan esenciales a la 
hora de obtener el máximo de información sobre una situación y poder dar una 
respuesta acorde en términos adaptativos (Sanchez-Cubillo, Tirapu-Uztárroz & 
Adrover-Roig, 2012). 
Para ello es fundamental tener en cuenta que existen dos grandes grupos de 
emociones, las primarias y las secundarias. Las primarias son universales y 
poseen origen biológico (Cossini, Rubinstein & Politis, 2013). Las emociones 
secundarias se producen cuando se toma conciencia de las emociones, es decir, 
se trata de conexiones entre los estímulos, situaciones y las emociones primarias 
(Damasio, 1995). Éstas están conformadas por la combinación de emociones 
primarias afinadas por la experiencia (Cossini, Rubinstein & Politis, 2013). 
En efecto, para que este procesamiento pueda ser llevado a cabo con éxito se 
requiere de la participación de diferentes procesos psicológicos superiores, 
fundamentalmente el mantenimiento de ciertos estímulos en la memoria de trabajo 
(MT) y la capacidad de inhibir información circundante irrelevante (Baez, et al., 
2012). Estos componentes se encuentran integrados dentro de las funciones 
ejecutivas, las cuales están directamente relacionadas con el área frontal, y que 
en términos generales, se ocupan del control consciente de la conducta y los 
pensamientos. Más precisamente, hacen referencia a una serie de mecanismos 
que optimizan de los procesos cognitivos y los orientan para la resolución de 
situaciones más complejas o novedosas (Tirapu-Ustárroz & Luna Lario, 2012). 
b. Empatía 
Entre las diversas perspectivas teóricas que aborda la empatía existe cierto 
consenso en considerarla una capacidad con más de una dimensión ya que 
 
2
 Se sostiene desde la postura clásica de que existen seis emociones básicas: miedo, enojo, sorpresa, alegría, 
tristeza y asco. Las mismas se caracterizan por ser innatas, universales, de procesamiento automático y sin 
influencia sociocultural (Cossini et al, 2017) 
16 
 
involucra tanto componentes cognitivos, como afectivos y sociales. El primero 
alude a la comprensión y asunción del estado emocional de otra persona; y el 
segundo refiere a la capacidad de compartir y experimentar de manera efectiva el 
sentimiento ajeno (Zabala et al., 2018). En concreto, la empatía se define como 
una respuesta emocional producto de la comprensión del estado o de la situación 
de otra persona (Eisensberg, 2002). 
Se trata de un concepto multinivel que implica por un lado procesos básicos 
ligados a compartir los afectos ajenos y por otro, funciones más complejas que 
permiten atribuir estados mentales a otras personas (Singer, 2006). Por 
consiguiente, la capacidad empática constituye una habilidad cognitiva, emocional 
y social que requiere de la asistencia de otras funciones cognitivas más elevadas 
que la asisten y operan en paralelo como el funcionamiento ejecutivo y la Teoría 
de la Mente (Zabala et al., 2018). 
c. Teoría de la mente (TdM) 
La mente es entendida como un sistema de conocimientos e inferencias, no es 
directamente observable y sirve para predecir y modificar el comportamiento, por 
ello merece el calificativode teoría (García-García, 2008). Los sujetos deben 
formar supuestos adecuados sobre su propia mente y la mente de los demás y 
luego sobre la base de esas teorías, se pueden predecir los contenidos de los 
sistemas de los demás e inclusive qué teorías formulan los demás sobre nuestros 
propios procesos mentales (Damasio, 1995). 
Siguiendo estos lineamientos entendemos la TdM como una habilidad 
metacognitiva que hace referencia a cómo un sistema cognitivo logra conocer los 
contenidos de otro completamente diferente a el primero (Tirapu-Ustárroz, et al., 
2007), de modo que posibilita predecir y comprender conductas ajenas en función 
de entidades mentales como las creencias, las emociones, los deseos y las 
intenciones (Zabala et al., 2018) con el objetivo de arrojar como resultado un 
comportamiento personal y social efectivo (Damasio, 1995). 
d. Conocimiento de las normas sociales 
17 
 
Las normas sociales son las encargadas de guiar la conducta, por lo tanto el 
conocimiento y aplicación de las mismas permitiría un comportamiento apropiado 
dependiendo de la situación. Para comprender el conocimiento de las normas 
sociales como dominio de la CS es importante considerar que, si bien algunas 
veces las decisiones se toman en base a pistas ambiguas, sin predecir el porvenir, 
cómo en el caso de la TdM, en el juicio moral o en la empatía, otras veces es 
necesario tener completo conocimiento sobre los posibles riesgos y potenciales 
consecuencias, para evitar la ejecución de conductas socialmente inapropiadas 
(Ibañez & Manes, 2012). 
e. Juicio moral (JM) 
El JM es un tipo de juicio que valora qué tanto se adecuan los comportamientos 
propios y ajenos a las normas sociales que definen las acciones culturalmente 
correctas o incorrectas (Moll, Zahn, de Oliveira-Souza, Krueger, & Grafman, 
2005). Depende de la habilidad de realizar inferencias sobre las intenciones de los 
demás (Yung et al., 2010) en combinación con el conocimiento de las normas 
sociales. El enjuiciamiento de una acción requiere de un balance entre las 
inferencias sobre las creencias e intenciones y el conocimiento de las reglas 
sociales, a fin de comandar una conducta moralmente adecuada (Koenigs, 
Young, Adolphs, Tranel, Cushman, Hauser & Damasio, 2007). En este sentido, 
las intenciones inferidas como negativas son juzgadas como inmorales y viceversa 
(Yung et al., 2010). 
Cabe destacar que los componentes de la CS hasta aquí desarrollados, desde el 
procesamiento facial de emociones básicas hasta la complejidad de la teoría de la 
mente, son procesos que se encuentran siempre integrados en un contexto 
determinado. En este sentido están íntimamente relacionados al proceso de toma 
de decisiones en un intento de actuar acorde a ese contexto (Ibañez & Manes, 
2012) o en otras palabras, ejecutar conductas socialmente adaptativas (Damasio, 
1995). 
18 
 
Cada uno de estos componentes posee procesos que los subyacen (Baez et al., 
2012). Por un lado, algunos de ellos requieren de la percepción espontánea de 
elementos relevantes de una situación determinada y la interpretación de cómo 
cada elemento crea determinado contexto social. Esto depende de inferencias 
implícitas que sesgan el significado de una acción (Ibañez & Manes, 2012), como 
es el caso del reconocimiento emocional de la expresión facial. En contraposición 
con esto, otros procesos requieren de reglas explícitas sobre el contexto social y 
las conductas esperadas en dichas circunstancias. En efecto, existe una norma 
social explícita que se debe llevar a cabo dado cierto tipo de interacción social 
(Baez et al., 2012). 
4. 1. Neurobiología 
 
Las lesiones cerebrales producto de traumatismos, los trastornos del espectro 
autista (TEA), la esquizofrenia, así como también los trastornos 
neurodegenerativos afectan las redes neurales y tienen impacto en la vida social 
de los pacientes (Bediou et al., 2009). Esto se debe a que existen una gran 
variedad de procesos psicológicos que modulan e intervienen en la conducta 
social, tales como la memoria, la toma de decisiones, la atención, la motivación, 
algunas funciones ejecutivas y las emociones entre otros. Todos estos procesos 
requieren de ciertos sistemas neurales que procesan las señales sociales y guían 
tanto la conducta volitiva como la automática (Adolphs, 2001). 
En relación con lo desarrollado anteriormente, en las últimas dos décadas un 
sólido cuerpo de evidencia científica ha profundizado en el papel que juegan los 
lóbulos frontales y cómo su función se extiende hasta el control de los procesos 
cognitivos, inclusive las funciones supervisoras de la conducta. A su vez, el córtex 
prefrontal es la región cerebral con un desarrollo filogenético y ontogénico más 
reciente por lo que se la considera la parte del cerebro más evolucionada y 
distingue al ser humano de los demás seres del reino animal dando cuenta de 
nuestra pretendida especificidad (Tirapu-Ustárroz & Luna Lario, 2012). En este 
sentido, aunque algunos primates no humanos presentan conductas sociales, 
19 
 
éstas no han alcanzado la complejidad de nuestra especie (Sánchez-Cubillo et al, 
2012). 
Es decir, desde un punto de vista funcional, se puede afirmar que en esta región 
cerebral se encuentran las funciones cognitivas más complejas y evolucionadas 
del ser humano. Puede atribuírsele, de hecho, un papel esencial en actividades 
tales como la ejecución de tareas complejas, el pensamiento formal así como la 
conducta social, la toma de decisiones y el juicio ético y moral (Tirapu-Ustárroz & 
Luna Lario, 2012). 
Concretamente, el área prefrontal ventromedial se considera el centro de la 
comprensión de las emociones de otras personas y, por lo tanto, el eje de la 
empatía; allí se incluyen los componentes emocionales de la elaboración de metas 
y los procesos de toma de decisiones. Por otro lado, la corteza orbitofrontal se 
encarga de la inhibición de ciertos estímulos sociales irrelevantes en determinados 
contextos y además evalúa información pertinente para llevar a cabo el proceso de 
toma de decisiones. Además, estas son áreas implicadas en procesos como la 
empatía y el juicio moral. Este solapamiento entre las regiones cerebrales 
implicadas tanto en la TdM como en la elaboración de juicio moral invita a 
considerar a este último como un proceso dentro de la complejidad de la TdM 
(Sánchez-Cubillo et al., 2012). 
Otra de las áreas implicadas en la capacidad de realizar inferencias sobre el 
estado mental de otra persona, es decir la TdM, es la amígdala. Esta última 
pertenece al sistema límbico y también se encarga del procesamiento emocional. 
En concreto, la amígdala cumple una función esencial en la valoración emocional 
de ciertos estímulos provenientes del ambiente circundante, fundamentalmente en 
la expresión y el reconocimiento emociones básicas o primarias como el miedo 
(Cossini, Rubistein & Politis, 2017). Por otra parte, la ínsula, otro componente del 
sistema límbico, se encuentra implicada en los procesos empáticos y en las 
respuestas producto del procesamiento emocional, relacionada sobre todo con la 
manipulación de la información para interpretar las distintas expresiones faciales 
(Menon & Uddin, 2010). 
20 
 
Asimismo, otras regiones como la corteza somatosensorial (Adolphs, 2003), el 
polo temporal y la circunvolución del cíngulo también participan en menor medida 
en procesos propios de la CS ya que se encuentran interconectadas y facilita los 
procesos entre las áreas antes descriptas (Rowe, Cooper, Liddell, Clark, Gordon & 
Williams, 2007). 
En este sentido, Sánchez-Cubillo et al. (2012) menciona que el “paisaje cerebral” 
de un proceso tan complejo como la cognición social es irreductible a un área 
específica, siendo diversas las regiones implicadas. Se considera que los 
procesos cognitivos se tornan más complejos cuando las redes neurales 
involucradas abarcan un númeromás amplio de regiones y circuitos. En concreto, 
la CS es un sistema de procesamiento de información que se nutre de múltiples 
funciones básicas para dar como resultado la conducta social. 
Planteo del problema 
 
El desarrollo teórico del concepto de CS se realiza a partir de estudios de 
patologías concretas que no solo presentan alteración de los procesos en la CS 
sino que las mismas representan un criterio diagnóstico fundamental (American 
Psychiatric Association, 2014). En la actualidad la mayoría de los estudios 
científicos siguen acotándose a dichas poblaciones. Tal es el caso de patologías 
como la esquizofrenia (E) (Ruiz-Ruiz, García-Ferrer & Fuentes Durá, 2006; Ortega 
García, Tirapu Ustárroz, & López Goñi, 2012; Shur. Shamay-Tsoory & Levkovitz, 
2008), los trastornos del espectro autista (TEA) (Baez et al., 2012; Atkinson, 2009; 
Philip., Whalley, Stanfield, Sprengelmeyer, Santos, & Young, A. W, 2010) y 
demencia frontotemporal (DFT) (Ibañez & Manes, 2012; Tabernero & Politis, 2012; 
Rosen, Pace-Savitsky, Perry, Kramer, Miller & Levenson, 2004). En cambio, si 
bien las alteraciones en la conducta en EA han sido estudiadas de forma más 
extensa (Tirapu-Ustárroz & Luna Lario, 2012), es mucho más limitada la literatura 
respecto a la caracterización de las fallas en CS (Bediou et al., 2009) ya que por 
un lado, las investigaciones sobre esta enfermedad se centran principalmente en 
21 
 
el análisis de los déficits cognitivos (Zapata, 2008) y por otro lado, resulta más 
dificultoso el estudio de la CS en esta patología, ya que a diferencia de los 
trastornos previamente mencionados, en EA no existe una correlación directa con 
las áreas neurobiológicas implicadas (Tirapu-Ustárroz & Luna Lario, 2012). A 
continuación se detallará un resumen de los hallazgos más salientes dentro de 
este campo tan poco explorado. 
Reseña de estudios 
 
Las alteraciones en la cognición social (CS) existen en las demencias en general, 
si bien la mayoría de los estudios se enfocan en la demencia frontotemporal 
(DFT), la cual se caracteriza por alteraciones conductuales y de CS especialmente 
en la variante conductual. En la literatura, se logran identificar dos grandes líneas 
de indagación respecto de la CS en EA un tanto más ambiciosa, enfocados en el 
procesamiento emocional y la TdM. 
 
Respecto a la primera de estas líneas, la investigación realizada por Spoletini, 
Marra, Di Iulio, Gianni, Sancesario, Giubilei, Trequattrini, Bria, Caltagirone, 
Spalletta (2008) sugiere que un factor comúnmente observado en los pacientes 
con EA dentro de los dominios de la CS es un déficit en el procesamiento de las 
emociones en las expresiones faciales. El estudio se llevó acabo con un total de 
150 sujetos: 50 con deterioro cognitivo leve (DCL), 50 con EA y 50 sujetos 
controles. Se utilizó una batería estandarizada denominada Penn Emotion 
Recognition Test compuesta por tarjetas que representan diversas emociones de 
intensidad variable (baja, alta y neutra). Los sujetos deben identificar la emoción 
presentada y su intensidad. Los resultados obtenidos fueron que los pacientes con 
EA obtuvieron resultados más bajos que los sujetos control y los MCI en el 
reconocimiento de todas las emociones y en sus distintos niveles de intensidad. 
Por otro lado, se observa una progresión en el reconocimiento de las emociones 
de miedo de baja intensidad entre el grupo control y MCI. Los autores concluyen 
que las dificultades en el reconocimiento de emociones comenzarían con declive 
22 
 
en el reconocimiento de emociones de miedo de baja intensidad lo cual se 
generalizaría a todas las emociones en todas sus intensidades conforme avanza 
la enfermedad hacia una demencia de tipo Alzheimer. Asimismo, los autores 
sugieren que la evolución de estas dificultades en el reconocimiento de emociones 
podría estar asociada a la atrofia progresiva del sistema límbico - particularmente 
la amígdala - propia del proceso degenerativo de la EA. 
 
El estudio llevado a cabo por Zapata (2008) investiga el reconocimiento de la 
expresión facial de las emociones faciales en sujetos con EA frente a personas 
sanas. La muestra consistió en un total de 44 sujetos: 22 de ellos diagnosticados 
con EA leve a moderado y 22 sujetos control. La capacidad de reconocimiento de 
las emociones a través del rostro fue evaluada con el test Pictures of Facial Affect 
(POFA) y se evaluaron emociones como la tristeza, el miedo, la felicidad, la rabia, 
además de ítems neutros. Los resultados obtenidos mostraron por un lado, que el 
grado de alteración en el reconocimiento de las emociones a través de la 
expresión facial va en aumento conforme avanza la enfermedad y por otro, se 
identificaron diferencias en el reconocimiento de emociones. En lo que al primer 
punto respecta, se evidencia una correlación positiva significativa entre los 
resultados de la evaluación del estado mental global (MMSE) - cuyo puntaje refleja 
el grado de severidad del déficit cognitivo - y los de la prueba de procesamiento 
emocional. En lo concerniente al rendimiento en la tarea POFA, se detectaron 
diferencias significativas entre ambos grupos (controles y EA). Un análisis más 
detallado mostró diferencias significativas en el reconocimiento de rostros tristes y 
neutros entre pacientes con EA leve y controles. Luego, los autores subdividieron 
la muestra de pacientes con EA según su severidad (leve vs moderado) y 
encontraron que el grupo de EA leve reconoció mejor todas las emociones que el 
grupo de EA moderado exceptuando la felicidad, respecto de la cual no se 
hallaron diferencias significativas. Los autores concluyen que el declive en el 
reconocimiento de las expresiones faciales emocionales depende del estadio de la 
enfermedad y a su vez depende del tipo de emoción. Los autores finalmente 
23 
 
sugieren que estas dificultades podrían verse relacionadas a la afectación 
progresiva de la amígdala, en tanto centro de procesamiento emocional. 
 
En Cossini et al., 2013 han investigado el reconocimiento facial de las emociones 
básicas en pacientes con EA. La investigación se llevó a cabo con un total de 33 
sujetos: 16 con diagnóstico de EA y 17 sujetos controles, a los cuales se les 
administró una batería de evaluación de Reconocimiento Facial de Emociones 
Básicas (RFEB) y de Identidad Facial. Como resultado se obtuvo que un alto 
porcentaje de pacientes presentó dificultades a la hora de detectar las emociones 
básicas a través del rostro. Por el contrario, en el rendimiento de la tarea que 
apuntaba al reconocimiento de la identidad facial (expresiones neutras) no hubo 
diferencias significativas entre el grupo control y los DTA. En este sentido, los 
autores sostienen que es erróneo considerar que las alteraciones en el 
procesamiento emocional son secundarias a otros déficits cognitivos, como el 
procesamiento visual perceptivo, ya que el declive del reconocimiento facial surge 
únicamente en relación al reconocimiento de las emociones. 
 
Hargrave et al. (2002) busca evaluar la capacidad de sujetos con EA para 
reconocer y discriminar expresiones faciales de 6 emociones diferentes. Además 
se evaluó la capacidad de reconocer expresiones neutras, sin componente 
emocional. Se llevó a cabo con una muestra de 22 sujetos control y 14 sujetos 
diagnosticados con EA. Se utilizaron cuatro tareas de procesamiento emocional, 
tales como Benton Facial Recognition Test (1), Facial Emotion Matching (2), Facial 
Emotion Labeling (3) y Same–Different Emotion Differentiation (4). Con la tarea 1 
se evaluó el reconocimiento facial de expresiones neutras o sin componente 
emocional, siendo que en las tareas 2, 3 y 4 apuntaron a evaluar la capacidad de 
identificar las distintas emociones a través de la expresión del rostro. 
En los resultados obtenidos se observó, por un lado, en relación a las tareas que 
evaluaron procesamiento emocional,un déficit en el reconocimiento de emociones 
en general y detectaron un declive específico para distinguir emociones básicas 
tales como la tristeza y el miedo en los pacientes con DTA. En este sentido, los 
24 
 
autores sostienen que esto sucede como consecuencia de la neurodegeneración 
propia de esta patología, que involucra ciertas estructuras implicadas directamente 
en el procesamiento emocional, como la amígdala, la corteza orbitofrontal y el 
hipocampo. Por otro lado, en relación al reconocimiento de expresiones neutras, 
los pacientes con EA obtuvieron resultados significativamente menores que los 
sujetos control, lo que sugiere que el déficit en el reconocimiento de las emociones 
a través de las expresiones faciales podría ser secundario a un déficit del 
procesamiento visoperceptivo general. 
 
En un estudio llevado a cabo por Koff, Zaitchik, Montepare & Albert (1999) se 
evaluó la capacidad de procesar información emocional en 19 sujetos control y 23 
sujetos diagnosticados con EA. Se administraron 4 tareas para evaluar 
procesamiento emocional a partir de distintos estímulos, a saber: a partir de 
vocalizaciones humanas no verbales (risa, gritos y llanto), prosodia, situaciones 
retratadas en dibujos y a partir de videos de expresiones faciales, gestos y 
movimientos corporales. Se encontró que los controles presentaron un mejor 
desempeño que los pacientes solamente en el procesamiento emocional a partir 
de dibujos y videos de expresiones faciales mientras que en tareas más sencillas 
no mostraron diferencias significativas. Sin embargo cuando se controló el 
rendimiento por capacidad de abstracción, mediante el subtest de Analogías del 
WAIS-R, las diferencias previamente observadas entre los grupos desaparecieron. 
Los autores concluyeron que los pacientes con EA no reportaron déficits primarios 
en el procesamiento emocional (PE), sino secundarios al deterioro cognitivo. 
 
Retomando lo planteado anteriormente, es importante enfatizar que dentro del 
procesamiento emocional existen procesos más simples como el reconocimiento 
de las emociones básicas a través de las expresiones faciales o la interpretación 
de la prosodia (Sánchez-Cubillo et al., 2012) y algunos más complejos como la 
elaboración de inferencias sobre el estado emocional de otro en un contexto 
determinado. En este sentido, Koff et al., (1999) propone pensar, dentro del 
marco de la EA, en la posibilidad de cierto grado de afectación, además de en 
25 
 
ciertas áreas del procesamiento emocional, en procesos más complejos que 
requieren del pensamiento abstracto. Es decir, un déficit en la capacidad de inferir 
o abstraer información demandada en ciertos contextos sociales, en otras 
palabras, lo que hemos caracterizado como Teoría de la Mente. 
 
En esta misma línea de investigación, en Zaitchik, Koff, Brownell, Winner, & 
Albert (2006) sostienen que la mayoría investigaciones realizadas respecto del 
procesamiento emocional en pacientes con EA se reducen al reconocimiento de 
las emociones a través de las expresiones faciales, los gestos y la entonación 
vocal, siendo que no hay estudios que establezcan la capacidad de inferir 
creencias y estados emocionales de otros en situaciones específicas. Con el fin de 
ampliar los aportes en este campo, los autores reclutaron 20 sujetos controles y 20 
con EA. La batería seleccionada, estaba compuesta por versiones modificadas de 
las pruebas de falsa creencia de primer orden (capacidad de inferir que otro posee 
una creencia incorrecta a pesar de ser diferente de la propia (correcta) (Gregory, 
Lough, Stone, Erzinclioglu, Martin, Baron‐Cohen & Hodges, 2002) y segundo 
orden (habilidad de predecir lo que piensa un sujeto sobre la conducta de otro 
sujeto, es decir la metarepresentación de A sobre la conducta de B) (Castelli et al, 
2011). En este caso, además de evaluar la capacidad de inferir estados mentales, 
se incluyó como componente adicional la evaluación de la inferencia de estados 
emocionales a partir de historias e situaciones. Se incluyeron además ítems de 
control, donde el sujeto debe manipular no un estado mental, sino una simple 
representación pictórica. En cuanto a los resultados, respecto de la gama de 
tareas de falsa creencia de primer orden (creencias y emociones) los resultados 
de los pacientes con EA no difirieron significativamente de los controles. En este 
sentido los sujetos con EA son capaces de explicar y predecir el comportamiento 
en función del entendimiento de ciertos estados mentales. Por el contrario, 
hubieron diferencias significativas en los resultados de la tarea de falsa creencia 
de segundo orden (creencias y emociones), lo que lleva a los autores a pensar en 
la posibilidad de que las dificultades con la inferencia de creencias y emociones de 
segundo orden, se relacionen con el declive en las funciones cognitivas 
26 
 
comúnmente afectadas en la EA, suponiendo que tienen cierta participación 
subyacente en los procesos que permiten inferir estados mentales de otros. 
 
Castelli et al. (2011) lleva a cabo una investigación centrada en la Teoría de la 
Mente a fin de determinar un posible deterioro en las funciones propias de la TdM 
en los pacientes con EA. En este estudio se reclutó un total de 32 sujetos, la mitad 
de ellos diagnosticados con EA (N=16) y la otra mitad sujetos controles normales 
(N=16). A todos se les administró un conjunto de tareas en un intento de abarcar 
los distintos niveles de complejidad de la TdM. En primera instancia se evaluó a 
los participantes con la tarea de Eye Direction Detection (1) a fin de evaluar la 
capacidad de juzgar la preferencia de cierto objeto a partir de la dirección de la 
mirada. Luego se evaluaron las falsas creencias de primer (2) (Wimmer & Perner, 
1983) y segundo orden (3) (Perner & Wimmer, 1985) con el fin de determinar la 
capacidad de los sujetos con EA para inferir creencias sobre los estados mentales 
de otros. Además, se evaluó a los sujetos con Eyes Test Adult Version (4) y con 
Gender Test (5), con el fin de evaluar la capacidad de atribuir estados mentales 
emocionales y concretos a través de la mirada y el reconocimiento facial. La 
evaluación total arrojó como resultado una brecha en el rendimiento entre el grupo 
control y los sujetos con EA, cuya amplitud aumentaba conforme la complejidad de 
las distintas tareas, siendo las tareas 1, 4 y 5 las más sencillas, mientras que la 2 y 
la 3 requieren de procesamientos más complejos. Es decir, mientras que en las 
tareas más simples la diferencia no fue significativa, si lo fue en las más 
complejas. Esto objetiva cierto deterioro a nivel de la CS en sujetos con EA. 
 
No todos los autores refieren un deterioro puro de la TdM; muchos sostienen que 
las mismas serían fallas secundarias a alteraciones cognitivas. El estudio 
desarrollado por Gregory et al. (2002) enfocado en estudiar alteraciones en TdM 
comprendió el estudio de 19 pacientes con DFT, 12 pacientes con DTA y 16 
sujetos controles sanos (CTR). Los autores seleccionaron una batería de tests que 
evalúan la TdM ordenadas según nivel de complejidad creciente: falsa creencia de 
primer orden (Wimmer & Perner, 1983), falsa creencia de segundo orden (Perner 
27 
 
& Wimmer, 1985), reconocimiento de paso en falso (Baron‐Cohen et al., 1999) y el 
Test de la Mirada (Baron‐Cohen, Jolliffe, Mortimore, Robertson, 1997). Los 
pacientes con EA presentaron un buen desempeño en tres de las tareas 
administradas y no se observaron diferencias significativas entre EA y controles, a 
excepción del test de creencias de segundo orden. Sin embargo, los 
investigadores adjudican el pobre desempeño evidenciado a las dificultades en la 
memoria de trabajo y la memoria episódica de esta población, indicado mediante 
el pobre desempeño en las pruebas neuropsicológicas que evaluan dichos 
procesos. 
 
Laisney, Bon, Guiziou, Daluzeau &Eustache (2013) distinguen dentro de la TdM 
una dimensión cognitiva y una de carácter afectivo que incorpora el procesamiento 
emocional. Para evaluar la TdM cognitiva utilizaron tareas de juicio de preferencia 
(1) y falsa creencia de primer y segundo orden (2). La vertiente afectiva fue 
evaluada con el Test de la Mirada (3). A su vez, se realizó una evaluación 
cognitiva con el fin de determinar la severidad de la EA y si las alteraciones 
cognitivas encontradas explicarían fallas en la CS. Se reclutaron 16 sujetos con 
EA leve a moderado y 15 sujetos control. Los autores concluyen que en los 
pacientes con EA leve a moderado existen déficits en lo concerniente a la CS en la 
tareas 1 y 2 (esfera cognitiva de la TdM) e inclusive en aspectos más básicos 
como el procesamiento emocional, evaluado mediante el Test de la Mirada. Se 
observaron diferencias significativas entre el grupo control y EA en todas las 
tareas de CS. A su vez, reportaron que para el grupo de EA, se observa una 
correlación entre el rendimiento en el test de creencias de primer orden y la 
severidad de EA. Por otro lado, no se detectaron asociaciones entre medidas de 
comprensión y rendimiento en CS, lo que apoya la hipótesis de que las fallas en 
CS detectadas en EA son independientes de la capacidad de comprensión de los 
sujetos. Sin embargo, sí se identificaron correlaciones entre funciones ejecutivas y 
memoria de trabajo, y creencias de segundo orden, lo cual, los autores explican 
resulta inherente a la naturaleza de la tarea, y resalta el vínculo ampliamente 
reportado entre el funcionamiento ejecutivo y la CS. 
28 
 
Conclusiones 
 
En lo concerniente a las investigaciones que indagan sobre el procesamiento 
emocional en sujetos con EA hay conformidad respecto de rendimientos 
deficitarios a nivel de este dominio, sin embargo, se observan discrepancias 
respecto de la interpretación de los mismos según la características y etiología de 
dichas alteraciones. 
 
Por un lado hay autores que sugieren que las alteraciones en el reconocimiento 
emocional en las expresiones faciales son secundarias a otros déficits cognitivos 
(Hargrave et al., 2002; Koff et al., 1999). En discrepancia con esto, otros autores 
(Cossini et al., 2013; Zapata, 2008; Spoletini et al., 2008) postulan que los daños 
son propios del procesamiento emocional, independientemente de las alteraciones 
cognitivas propias de la EA. Más precisamente, tanto el reconocimiento de 
emociones a través del rostro como la complejidad de inferir estados emocionales 
en otros en diferentes situaciones contextuales son considerados déficits primarios 
(Zaitchick et al., 2006). Incluso, autores como Spoletini et al. (2008) y Hargrave et 
al. (2002) sugieren que estos déficit podrían corresponderse con la atrofia 
progresiva de la amígdala propia de la EA, debido a que es considerada la 
“estructura social” por excelencia siendo que una de sus principales funciones la 
modulación del sistema límbico y con ella la habilidad de interpretar la 
comunicación no verbal (Spoletini et al., 2008), por lo tanto las lesiones de esta 
área producirían como consecuencia la pérdida de responsabilidad social (Cossini 
et al., 2013). Cabe destacar que estas sugerencias no son más que conjeturas, ya 
que ninguno de los estudios referenciados ha evaluado el rol de la amígdala en 
sus investigaciones así como tampoco se han encontrado estudios que hagan 
foco en el estudio de esta estructura en CS en EA de manera específica 
 
Existen discrepancias a la hora de establecer si las dificultades en la identificación 
y reconocimiento de las emociones se da de manera general en todas las 
emociones (miedo, ira tristeza, felicidad), o si por el contrario las dificultades 
29 
 
varían según los distintos tipos de emociones. En lo que concierne a este último 
punto, mientras que autores como Hargrave et al. (2002) sostienen que la tristeza 
y el miedo son las primeras emociones en verse afectadas en pacientes con EA, 
Zapata (2008) refiere que el miedo se altera solo en estadios más avanzados de la 
enfermedad, siendo la rabia y la tristeza las primeras en verse alteradas. Además, 
el autor señala que el reconocimiento de la felicidad no suele estar comprometido. 
Por el contrario, el resto de los autores no aluden a la cuestión aquí puesta bajo 
consideración, reportando resultados deficitarios en el procesamiento emocional 
en general en pacientes con EA independientemente del estadio de la enfermedad 
y de la emoción específica. 
 
En este sentido, Spoletini et al. (2008) profundizan en torno a esta temática y 
sostienen que en la EA el reconocimiento emocional es generalizado, 
independiente del tipo y la intensidad de la emoción y progresivo ya que las etapas 
prodrómicas de la enfermedad se caracterizan por un déficit en el reconocimiento 
de las emociones de baja intensidad y en particular, del miedo. Conforme con lo 
planteado, en Zapata (2008) se concluye un declive progresivo del procesamiento 
emocional entre los estadios leves y moderados de la enfermedad. 
 
En vistas de ampliar sobre las investigaciones reducidas al dominio del 
procesamiento emocional, autores como Koff et al. (1999) introducen la posible 
existencia de cierto deterioro en procesos más complejos que involucran una 
forma de pensamiento abstracto caracterizado como TdM. En este sentido, a 
diferencia de los resultados discrepantes obtenidos en las pruebas enfocadas en 
el procesamiento emocional, en todas las investigaciones reportadas en el 
presente trabajo (Zaitchick et al., 2006; Castelli et al., 2011; Gregory et al., 2001) a 
excepción de una Laisney et al. (2013), los resultados coinciden en que los 
pacientes con EA no poseen dificultades en los procesos inferenciales más 
básicos (creencias de primer orden) y por el contrario, se observa una dificultad en 
las tareas que implican la elaboración de creencias de segundo orden. De acuerdo 
con esto, en los estudios desarrollados en referencia a la elaboración de estados 
30 
 
mentales de otros, sobre creencias y emociones de segundo orden se expone una 
dificultad generalizada en sujetos con EA (Zaitchick et al., 2006). A su vez, 
Gregory et al. (2002) y Zaitchick et al. (2006) coinciden en que la dificultad en la 
capacidad de inferir creencias de segundo orden estaría asociada a las 
alteraciones en procesos cognitivos superiores ya que para obtener un buen 
rendimiento se requiere de la asistencia de las funciones ejecutivas, como la 
memoria de trabajo (Sánchez-Cubillo et al., 2012). Por lo tanto, la capacidad de 
inferir estados mentales de otros (creencias de segundo orden), estaría 
directamente relacionado con el déficit en el procesamiento cognitivo característico 
de la EA (Gregory et al., 2002; Zaichick et al., 2006). Es decir, se sugiere que 
estos déficits se deben a los declives cognitivos subyacentes y no propiamente a 
un daño en las áreas implicadas en la CS (Hargrave et al., 2002). 
 
Los investigadores en Castelli et al. (2011) hicieron hincapié en que el aumento 
en las dificultades para llevar a cabo los procesos propios de la TdM es 
proporcional al aumento en la complejidad de las tareas. Acorde con esto, Laisney 
et al. (2013) agrega que las alteraciones aumentan a medida que progresa la EA. 
Si bien para la sorpresa de los autores, se evidenció un declive en la capacidad de 
inferencia de creencias de primer orden en los sujetos con EA leve a moderado, 
los investigadores explican que las discrepancias con las demás investigaciones 
(Zaitchick et al., 2006; Castelli et al., 2011; Gregory et al., 2002) se deberían a la 
heterogeneidad de las muestras estudiadas de pacientes, particularmente en lo 
concerniente al estadío y severidad de la EA. 
 
1. Limitaciones y recomendaciones 
 
En primer lugar, es pertinente aclarar que existe una carencia en la articulación del 
sistema explicativo de laCS y de la concreción y especificidad necesarias para 
contar con un modelo teórico sólido. En concreto, existe una gran diversidad de 
modelos y explicaciones sobre los contenidos de la CS pero que precisamente por 
ello, no arrojan más que soluciones parciales a una temática de gran complejidad. 
31 
 
Esto así resulta un obstáculo para la correcta contrastación empírica (Sánchez-
Cubillo et al., 2012). De este modo, esta falta de solidez teórica especifica del 
constructo afecta directamente a los estudios realizados en un intento de abordar 
las posibles alteraciones en la CS en la EA. Estas investigaciones no aportan 
hallazgos lo suficientemente consistentes y por el contrario arrojan una 
multiplicidad de interrogantes (Bediou et al., 2009). 
 
En lo concerniente a la evaluación neuropsicológica de la CS, dada la 
heterogeneidad del marco teórico, en la mayoría de los estudios se utilizan una 
multiplicidad de tareas experimentales en muchos casos y no baterías 
apropiadamente estandarizadas y normalizadas, lo que trae dificultades a la hora 
de determinar la equivalencia de las distintas tareas utilizadas (Hargrave et al., 
2002), limitando la posibilidad de comprar los resultados de las diferentes 
investigaciones. 
 
Por otro lado, respecto de las muestras, los criterios de exclusión e inclusión en lo 
referente a las poblaciones de sujetos con EA no están unificados, siendo que 
muchos de los estudios no consideran la progresión de la enfermedad y sus 
diferentes estadios, lo cual podría influir directamente en los resultados (Laisney et 
al., 2013). A su vez, las muestras poblacionales utilizadas en la mayoría de los 
estudios llevados a cabo son demasiado pequeñas y no resultan lo 
suficientemente representativas para llevar adelante un proyecto de investigación 
cuantitativa (Ardila & Ostrosky, 2012). 
 
En lo concerniente a la realización de futuras investigaciones y en vistas de 
obtener resultados más precisos, convendría implementar ciertas estrategias para 
abordar algunos de los problemas prácticos que generan la inconsistencia de 
resultados. Por ejemplo, realizar una delimitación más precisa y consensuada del 
marco teórico subyacente, así como también de las áreas cerebrales implicadas, 
e incluso la selección de los instrumentos de medida y el estudio de los estados 
pre-mórbidos de los pacientes demenciales (Sánchez-Cubillo et al., 2012). Por 
32 
 
otro lado, siendo que múltiples autores aluden al rol de la amígdala en los déficits 
en CS objetivados, sería recomendable el desarrollo de estudios que incorporen el 
estudio de estos correlatos anatómicos mediante técnicas de neuroimágenes ya 
que es la literatura al respecto es limitada (Le Bouc, Lenfant, Delbeuck, Ravasi, 
Lebert, Semah & Pasquier, 2012). 
 
En conclusión, la mayoría de los estudios coinciden en que los sujetos con EA 
presentan ciertas dificultades a nivel de la CS. Esto involucra desde fallas en el 
procesamiento facial de emociones básicas hasta dificultades en la complejidad de 
la teoría de la mente, como la toma de decisiones o la elaboración del juicio moral 
a partir de la inferencia de los estados mentales de los demás, produciendo fallas 
en el despliegue de conductas apropiadas (Ibañez & Manes, 2012) o socialmente 
adaptativas (Damasio, 1995). No existe consenso aún respecto de si las 
alteraciones de la CS son secuelas directas de la atrofia progresiva de regiones y 
circuitos que median esta función (Spoletini et al., 2008, Hargrave et al., 2002 & 
Cossini et al.,2013) o si, dada la complejidad del funcionamiento de la CS, las 
dificultades objetivadas serían secundarias al detrimento progresivo característico 
de la EA de otros procesos cognitivos (memoria de trabajo, funciones ejecutivas 
etc.) sobre los cuales se apoyan los diversos procesos de la CS (Gregory et al., 
2002 & Zaichick et al., 2006). De todos modos, si bien la etiología de estas 
dificultades no está esclarecida, los diversos estudios coinciden en que estas 
dificultades sí están presentes en estos pacientes e impactan decididamente en 
los vínculos sociales y familiares, así como también en otras áreas como el trabajo 
(Gregory et al., 2002) y afectan no sólo al paciente sino a sus seres queridos y 
cuidadores (Spoletini et al., 2008). Estas dificultades, afectan el nivel de 
funcionalidad del paciente a su vez definiendo la severidad de la enfermedad 
(Laisney et al., 2013). El entendimiento profundo de la CS y de su relación con la 
EA permitiría la comprensión de la relación cognitivo-ambiental en pacientes con 
este tipo de trastornos neurodegenerativos. Así, el desglosamiento de este 
complejo desorden podría contribuir en pronosticar la enfermedad y adoptar 
medidas para una estimulación cognitiva efectiva (Spoletini et al., 2008), es decir 
33 
 
el desarrollo de técnicas compensatorias con el fin de maximizar las funciones 
cognoscitivas preservadas y mantener la funcionalidad del paciente el mayor 
tiempo posible (Davicino, Muñoz, Barrera, & Donolo, 2009). En este sentido, la 
estimulación cognitiva permite mejorar la calidad de vida de los pacientes, así 
como también de sus familias (Fernández-Calvo et al., 2011). La orientación de 
estas últimas y de los cuidadores respecto de la enfermedad y posibilidades de 
recuperación resulta fundamental ya que se ven severamente afectados por las 
dificultades sociales del paciente (Davicino, Muñoz, Barrera, & Donolo, 2009). 
 
 
 
34 
 
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