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Benitez, Francisco - El objeto de la Politica

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CUADERNOS DE FILOSOFÍA 
POLÍTICA 
I 
EL OBJETO DE LA POLÍTICA 
 
 
Fco. Javier Benítez Rubio 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA 
EL OBJETO DE LA POLÍTICA 
Fco Javier Benítez Rubio 
 
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Utopía 
 
Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros. Groucho Marx 
 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA 
EL OBJETO DE LA POLÍTICA 
Fco Javier Benítez Rubio 
 
3 
 
 
ÍNDICE GENERAL 
 
Índice General. 3 
BUSCANDO UN PUNTO DE PARTIDA. 4 
LA OPINIÓN PÚBLICA Y LA POLÍTICA. 9 
EL PAPEL DE LA CIUDADANÍA EN LA POLÍTICA. 17 
HECHOS Y VALORES. 24 
HISTORIA. 34 
CIENCIA. 41 
POLÍTICA. 46 
CIENCIA POLÍTICA. 1. LAS CORRIENTES. 52 
CIENCIA POLÍTICA. 2. BEHAVIORISMO. 66 
CIENCIA POLÍTICA. 3. ANÁLISIS ELECTORAL: VOTO 
 E INFORMACIÓN . 78 
TEORÍA. 92 
TEORÍA POLÍTICA. 1. LAS CORRIENTES. 97 
TEORÍA POLÍTICA. 2. LOS DEBATES. 103 
 
Bibliografía. 115 
 
 
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EL OBJETO DE LA POLÍTICA 
Fco Javier Benítez Rubio 
 
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BUSCANDO UN PUNTO DE PARTIDA 
 La Política trata de lo político . Comenzar así, de esta forma tan grosera, 
un manual que pretende ser instructivo y clarificador, es cuando menos, 
desalentador. Pero esta perogrullada, entiendo, puede ser una manera sencilla 
de comenzar a hilvanar algo que nos parece, y que más tarde se irá 
comprobando, de gran complejidad. La búsqueda de un punto de partida de este 
asunto es tan complicado como el propio asunto. Hay pocas cosas fáciles y 
sencillas en lo político . Ese lo político al que se viene haciendo referencia es un cajón desastre 
que tiene ya tal complejidad que para algunos expertos no dice nada, no tiene ni 
valor ni significado; pero para otros encierra toneladas de sentido. Para algunos 
esa etiqueta es una vanalidad, para otros es una forma rápida y sucinta de 
caracterizar algo, que de otro modo necesitaría grandes cantidades de tiempo y 
espacio. De tal modo que con esa pequeña anotación se concentra y reconcentra 
mucho significado. 
Todo, o casi, está fiscalizado por los muchos agentes, analistas, expertos, y 
demás personal que toman la política como su ámbito de reflexión. Por tanto, me 
parece oportuno comenzar por esta necedad. Entre otras cosas porque cuando 
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un individuo trata de entrar en el estudio, análisis y comprensión de cualquier 
rama del conocimiento humano, en este caso la política, generalmente, lo hace 
con las alforjas casi vacías respecto a este campo, un puñado de ideas 
preconcebidas, a lo sumo captadas de aquí y allá, recuerdos de su época 
educativa o adquiridas a través de los medios de comunicación; y no necesita 
comenzar su peripecia abrumado con gruesas disquisiciones conceptuales. Y la 
política, bien sea entendida como ciencia, o como teoría, los tiene en abundancia. 
Lo que pretendo sea un trabajo de investigación ha de partir de lo más aparente, 
de lo más burdo, incluso, de lo que se maneja con soltura de forma acrítica y 
espontánea en la cotidianidad. Asumo semejante punto de partida, al que poco a 
poco se le irán incorporando elementos de mayor calado. 
Efectivamente, la mayoría de los que entran en reflexiones sobre el ámbito 
de lo político, lo hacen con una serie de prejuicios sobre el mismo. Y aquí por 
prejuicios se entiende, para empezar, la acepción más conocida y genérica, la 
que aparece en todos los Diccionarios de la Lengua, aquella opinión previa y 
desfavorable, sin fundamento, que generalmente implica desconocimiento. Pero 
en este punto me parece interesante aportar también la noción de prejuicio que 
Gadamer desarrrolla en Verdad y Método . Esta interpretación logra darle la 
vuelta a la concepción vulgar, añadiendo de paso un valor productivo a algo que, 
al principio, era o superfluo o negativo. 
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Los prejuicios son fundamentales para la comprensión en la hermenéutica, 
a la sazón, el proyecto filosófico que defiende Gadamer. Nadie se enfrenta a nada 
con la mente en blanco, ni a un texto, ni a una idea, ni a un programa o proyecto 
político. Todos y cada uno de nosotros llevamos un bagaje vital, sociocultural, 
etcétera, del cual no podemos desprendernos a antojo como si de cambiar de 
ropa de tratase. No somos tabulas rasas andantes, tenemos los conocimientos 
adquiridos a lo largo de nuestra formación, tenemos nuestras vivencias, 
nuestras esperanzas, vivimos en una sociedad-cultura determinada, nos 
encasillamos voluntariamente en determinadas ideologías, escuelas de 
pensamiento, paradigmas científicos, etc. Tenemos un punto de partida 
determinado y determinante. Es cierto, incluso, que no podemos dejar de tener 
determinadas expectativas respecto a lo que hacemos o nos dejamos hacer en 
nuestra vida, incluido el ámbito de lo político. Tampoco hay que entender eso 
como algo malo o negativo, ya que esas expectativas son achacables a todos los 
individuos. Los mismos científicos por ejemplo, con sus pretensiones de 
objetividad y racionalidad plena, cuando comienzan a investigar - por poner un 
caso fácil de entender- sobre una cura contra graves enfermedades como puede 
ser el cancer, tienen la expectativa de que su investigación sea positiva y de los 
frutos esperados y deseados para que el mayor númeo posible de personas 
pueda ser sanada; no comienzan a investigar a ver qué sale de sus laboratorios, y 
si algo de eso puede servir como cura. El ser humano siempre espera algo, 
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siempre está a la expectativa de algo, y los filósofos, los científicos, los 
politólogos no van a ser menos humanos que todos los demás. 
Los prejuicios, para Gadamer, no son juicios falsos ni equivocados, tampoco están faltos de fundamentación sino que es un juicio que se forma antes 
de la convalidación definitiva de todos los momentos que son objetivamente 
determinantes 1. Los prejuicios verdaderos son, por tanto, todo un bagaje previo 
que llevamos en nuestro pensamiento, y los prejuicios falsos son los que 
producen malosentendidos2. Los primeros son los guías que nos ayudan a 
comprender las cosas, los segundos son improductivos. Y esto es así, porque los 
prejuicios verdaderos están inconclusos, abiertos siempre a ser reelaborados 
con aportaciones significativas. En cierto sentido son orientaciones que dirigen 
nuestra mirada reflexiva hacia algo que no sabemos, o que conocemos en parte. 
Con lo que una cuestión importante, para empezar, sería la reflexión por 
nuestros propios prejuicios. El punto de partida es un preguntarse, por lo que 
sabes, por lo que entiendes, por tu propio bagaje de lo que te han inculcado o has 
escuchado, de lo que te han explicado o has leído de otros. 
 
 1 Gadamer, Hans-Georg, Verdad y Método, Ediciones Sígueme Salamanca 2005 Decimoprimera Edición [Tradujeron Ana Agud 
Aparicio y Rafael de Agapito del original alemán Warheit und Methode] p. 337 
 
2
 Gadamer, 2005. Op. Cit. p. 369. Los calificativos de verdadero y falso son plenamente gadamerianos. Junto a los prejuicios como 
forma de precomprensión hay otros elementos nucleares en la hermenéutica defendida por Gadamer, como son la tradición y el diálogo 
constante entre el intérprete y la comunidad de pertenencia. Entiendo que entrar en estas puntualizaciones rebasa el ámbito de lo que aquí 
se trata. Por el ánimo pedagógico de esta obra, sólo he traído a colación los elementos que se ajustan a la imagen del individuo que se plantea, 
por primera vez, una reflexión en profundidad del objeto de la política. 
 
 
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Además de esta líneade argumentación que tiene que ver con los que 
reciben el conocimiento, hay otra que tiene que ver con los que lo entregan. Y 
entre los mismos expertos en política, los politólogos, tampoco existe una 
uniformidad de criterio, ni un acuerdo de máximos sobre la Política y lo político , como iremos viendo más adelante. La historia de la reflexión académica sobre la política y lo político está jalonada de desencuentros, reajustes, 
correciones, modificaciones y cambios de rumbo. En todo caso, y a lo sumo, 
podemos darnos por satisfechos si encontramos consenso en un puñado de 
mínimos. De modo muy general, podemos afirmar que lo político trata de los 
asuntos colectivos que nos reunen a todos. Así lo afirman tanto Molina (2009:95): 
la política es una actividad desarrollada por el hombre con el fin de conseguir 
unos determinados objetivos globalmente válidos para toda la colectividad; como 
del Aguila (2009:21): la política es la actividad a través de la cual los grupos 
humanos toman decisiones colectivas3. Esta colectividad a la que nos referimos, 
este grupo humano, es poseedor de un conjunto de ideas e imágenes sobre la 
política. El punto de partido del presenta trabajo, será, entonces, el imaginario 
político que tiene la ciudadanía actual, las opiniones que la gente normal y 
corriente tiene sobre lo político , lo que piensa la opinión pública de la Política. 
 
 
 3 Definición tomada de Hague et al. En Comparative Goverment and Politics: an Introduction Mc Millan London 1993. 
 
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 LA OPINIÓN PÚBLICA Y LA POLÍTICA 
 
Esta percepción, básicamente, ronda alrededor de dos raíces: la extañeza y 
el desconocimiento, por un lado, y el desencanto y la desafección por el otro. En cuanto a lo primero, la política no deja de tener muchos elementos técnicos que 
la gente o bien desconoce, o bien si los conocen no entienden su funcionamiento 
o su alcance. No se sabe con exactitud en qué consiste la política. A lo sumo, se 
manejan aproximaciones más o menos amplias. Se dan muchas cosas por hecho, 
presumimos que trata de cosas importantes que afectan a la generalidad de la 
comunidad, pero nadie ha sido capaz a día de hoy hacer, con mayor menor 
exactitud, o al menos aproximarse, una especie de listado con qué son esas cosas . Para unos, casi todo es político y para otros, sólo un reducido número de cosas son verdaderamente políticas; la lista se expande y se reduce. Por eso, la 
ciudadanía no sabe a qué atenerse respecto a lo político. Es cierto, que los 
factores que se dan cita son incontables y múliples las reglas que lo regulan. Y la 
cuestión no adquiere visos de mejorar cuando todos sabemos que el resultado 
final en la política importa, y mucho: decisiones políticas buenas o malas 
dependen de si el resultado es beneficioso o desastroso. 
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Que el término política no es sencillo de analizar no hay más que verlo en 
la cantidad de significaciones que los expertos dicen de la misma, que es un 
hecho, una ciencia, una norma, un método, una conducta, una filosofía, una 
teoría, un arte, una forma de vida, etc. Tampoco encontramos sencillez alguna en 
la delimitación de su acción, porque es difícil deslindar primero quién la ejerce y 
quién la padece, y en qué grado; y segundo, por la determinación de si es una 
cosa de todos, o sólo de los políticos profesionales y del amplio ramo de los 
expertos en politología. 
La cuestión de lo político, al ser un tema tan amplio, tan lleno de matices, 
partes, subsistemas, etcétera, hace que sean muchos los que se acerquen a su 
análisis. Y no sólo por parte de las distintas partes de la ciencia o el 
conocimiento; el mismo ciudadano de a pié, a quien la política compele 
directamente en su quehacer diario, entiende que como forma parte de la 
misma, al participar de un modo u otro (bien por el derecho al voto, o por el 
pago de tasas e impuestos, etc.) puede y debe opinar acerca de ella. Y es cierto, 
que el ciudadano ha de responsabilizarse de su papel en la sociedad y en el 
gobierno de ésta. Este asunto, el de las opiniones del ciudadano corriente sobre 
las complejidades de la política, viene de muy antiguo; y seguramente el primero que se hace eco del mismo es Platón en su diálogo La Rep’blica . Este es un 
tema de prolija exposición por los muchos flecos que aparecen. Pero ahora, en la 
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cuestión por la que vamos lo que interesa es atender a la pretensión que todo 
ciudadano corriente tiene respecto a la política. 
A partir de la obra platónica se puede hacer una analogía matizada con la 
actualidad del asunto. En la Atenas de aquellos tiempos, el sentido de la técnica 
estaba muy pronunciado y se apreciaba mucho que cada profesional fuera hábil 
y tuviera éxito en el oficio manual o especializado que desempeñaba. Sin 
embargo junto a esta pretensión, era vox populi otra que consistía en pensar que 
cualquiera de ellos estaba capacitado para desempeñar sin preparación alguna 
las funciones de la res pública4. Platón, a través de Sócrates, argumentará que 
para el desempeño de las funciones públicas y políticas, como para el ejercicio 
militar, o cualquier otro oficio, es necesario un especial conocimiento del mismo. 
¿Quién querría un carpintero que no sabe cómo tratar la madera, o un piloto que 
supiera cómo manejarse entre fuertes vientos, un agricultor que no 
comprendiera las estaciones o un curtidor que no supiera tratar las pieles? 
Me parece importante traer directamente las palabras de Platón (Diálogo II, 
374 b y sigs.): 
– Pues bien, recuerda que no dejábamos al zapatero que intentara ser al mismo tiempo 
labrador, tejedor o albañil; tenía que ser únicamente zapatero para que nos realizara bien las 
labores propias de su oficio; y cada uno de los demás artesanos les asignábamos del mismo modo 
 
4 Manuel Fernández-Galiano en la Introducción de La República de Platón, Alianza Editorial 1ª Edición 5ª Reimpresión, 1994 
Madrid, pp.14-17. [Traductor: José M. Pabón y Manuel Fernández-Galiano] 
 
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una sola tarea, la que les dictasen sus aptitudes naturales y que aquella en que fuesen a trabajar 
bien durante toda su vida, absteniéndose de toda otra ocupación y no dejando pasar la ocasión 
oportuna para ejecutar cada obra ¿Y acaso no resulta de la máxima importancia el que también 
las cosas de la guerra se hagan como es debido? ¿O son tan fáciles que un labrador, un zapatero 
u otro cualquier artesano puede ser soldado al mismo tiempo,…? […] ¿Y bastará con empuñar un 
escudo o cualquier otro de las armas e instrumentos de guerra para estar en disposición de 
pelear el mismo día en las filas de los hoplitas o de otra unidad militar,…? […] 
XV. – Por consiguiente –seguí diciendo – cuanto más importante sea la misión de los 
guardianes, tanto más preciso será que se desliguen absolutamente de toda otra ocupación y 
realicen su trabajo con la máxima competencia y celo . 
Buscando, en la misma línea, una opinión más actual de este asunto, pero 
igualmente válida y de prestigio, traigo a colación un pensamiento de Ferrater 
Mora5: 
No todo el mundo es capaz de hablar con conocimiento de causa de cálculo tensorial, 
mecánica cuántica o biología molecular – o de tantas otras cosas: leyes macroeconómicas o 
escalas dodecafónicas–, pero prácticamente todo el mundo puede –y suele– hablar de política . 
Los derroteros que toma Platón en esta discusión, es de sobra conocida: el 
arte de tratar y conducir seres humanos al bien es cosa de la filosofía. También 
sonde sobra conocidos los argumentos contra la democracia y la demagogia del 
ateniense y su elitismo aristocrático en el gobierno de la polis. Y como ese 
asunto ya entra en consideraciones de mayor calado, dejamos aquí la cuestión 
 
 5 Ferrater Mora, José Ventanas al Mundo Anthropos Ámbitos Literarios/Ensayo 14 1986 Barcelona p. 255. 
 
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platónica, con la idea básica, reafirmada por Ferrater, de que el ciudadano 
corriente entra en el mundo de lo político, o forma parte del mismo, sin valorar, 
en muchas ocasiones, las complejidades del mismo, la existencia de 
conocimientos muy especializados que o bien no conoce o bien se le escapa. 
De aquí no se puede colegir que la política sea un asunto propio y 
exclusivo de élites académicas preparadas y que el individuo corriente no puede 
tener voz sobre los asuntos que le atañen directamente. No, sobre lo que quiero 
llamar la tención es que el ciudadano haría bien en sopesar con justeza todo lo 
derivado de la política y de aquellos que se han especializado en su estudio y 
puesta en práctica. Y que todo conocimiento, saber, o formación, que pueda ir 
adquiriendo de sus entresijos, complejidades y funcionamientos, es algo positivo 
y rentable para que sus opiniones al respecto estén fundamentadas, y no sean el 
fruto de la ocurrencia emocional del momento. Y a la otra parte, a aquellos que 
toman la política como su profesión o como su campo de estudio, habría que 
hacerles ver, incluso pedirles, una labor pedagógica. Sobre esta labor seguiremos 
reflexionando más tarde. 
En cuanto a lo segundo, las opiniones sobre la política, y especialmente 
sobre los políticos no suelen ser muy positivas actualmente. Bealey (2003:327) 
expone que la acepción popularmente aceptada de la política viene a ser que es 
una actividad escandalosa alejada por completo de la ciudadanía, practicada por 
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un grupo de personas que no merecen confianza ya que se dedican a manipular 
la realidad de las cosas según sus oscuros intereses, aunque aparentemente lo 
que hacen es discutir asuntos por y para la ciudadanía, aunque ésta no termina 
de entenderlos del todo. 
Hay datos que confirman este argumento, como no tardaremos en 
mostrar. En gran parte por que los políticos externalizan una serie de 
comportamientos corruptos que dejan mucho que desear para ser personas que 
tienen a su cargo la dirección del Estado, el Gobierno o la res pública6. Y no solo 
hay acusaciones de suciedad, también se pueden contar las muchas opiniones 
negativas y peyorativas vertidas por la opinión pública, que la relacionan con la 
utilidad, la mentira, la manipulación de las emociones, el que los políticos no 
predican con el ejemplo, el que cambian de parecer según conveniencia, etc7. 
Lo cierto es que la Política es actualmente uno de los motivos de 
crispación social más importante. Vivimos en un tiempo en el que la ciudadanía 
percibe a los políticos como parte del problema en vez de ser la solución de sus 
problemas colectivos. Se aleja cada vez más del papel cohesionador de lo 
colectivo que parecería tener observando la cuestión con el simple sentido 
 
6 Informa elaborado por Gallup International para Transparency International sobre el aumento de la corrupción política mundial. 
http://www.transparencia.org.es/BAROMETRO%20GLOBAL%202010/COMUNICADO%20DE%20PRENSA%20SOBRE%20EL%2
0BAROMETRO%202010.pdf 
7 La cita con la que comienza el trabajo está extraída de la entrevista de Playboy que en 1974 la periodista Charlotte Chandler 
realizó a Gorucho Marx; explicita sarcásticamente esto que se expone. 
http://www.transparencia.org.es/BAROMETRO%20GLOBAL%202010/COMUNICADO%20DE%20PRENSA%20SOBRE%20EL%20BAROMETRO%202010.pdf
http://www.transparencia.org.es/BAROMETRO%20GLOBAL%202010/COMUNICADO%20DE%20PRENSA%20SOBRE%20EL%20BAROMETRO%202010.pdf
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común. Y no sólo la voz de la calle se expresa así; Murillo Ferrol8 afirma que la 
política es un mal necesario. Ortega y Gasset dice de ella que es algo de lo que no 
podemos prescindir pero con condiciones9: 
Mientras tomemos lo útil como útil, nada hay que objetar. Pero si esta preocupación por 
lo útil llega a constituir el hábito central de nuestra personalidad, cuando se trate de buscar lo 
verdadero tendremos a confundirlo con lo útil. Y esto, hacer de la utilidad la verdad, es la 
definición de la mentira. El imperio de la política es, pues, el imperio de la mentira . 
Pero no solamente contamos con opiniones prestigiosas. Hay materiales 
demoscópicos muy recientes que avalan las tesis de la mala fama de la política, y 
los políticos muy especialmente. Propondré un pequeño número de ejemplos 
extraidos de un trabajo estadístico del CIS10. Se trata del Estudio nº 2826 de 
diciembre de 2009, llamado Ética p’blica y Corrupción 11, realizado por encargo 
de la Fundación e Instituto Universitario Ortega y Gasset. El estudio investiga la 
percepción de la opinión pública sobre la política, centrándose en el interés que 
ésta le despierta, el grado de confianza en los políticos, el nivel de satisfacción de 
su labor y otros temas afines. También investiga la percepción de la opinión 
pública sobre los comportamientos socialmente legítimos de la sociedad en 
 
 8 En el Prólogo al MANUAL DE CIENCIA POLÍTICA. Rafael del Águila (Editor) Trotta Madrid 2009 6ª Edición p.17. 
 
9
 Ortega y Gasset, José VERDAD Y PERSPECT)VA en EL ESPECTADOR. Biblioteca Básica SALVAT. Libro RTV 4. Madrid 1969 p. 18 
[Escrito originalmente en 1919] 
 10 www.cis.es 
 El Centro de Investigaciones Sociológicas es un Organismo autónomo de carácter administrativo, con personalidad jurídica y 
patrimonio propios, adscrito al Ministerio de la Presidencia, que tiene por finalidad el estudio científico de la sociedad española. El carácter 
de Organismo autónomo le fue conferido por la Ley 4/1990, de 29 de junio, y su organización y funcionamiento fueron regulados por el Real 
Decreto 1526/1990, de 8 de noviembre. 
 11 http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/ver.jsp?estudio=10684 
 
 
http://www.cis.es/
http://www.cis.es/cis/opencms/-Archivos/Legislacion/Ley_4-1990.pdf
http://www.cis.es/cis/opencms/-Archivos/Legislacion/RD_1526-1990.pdf
http://www.cis.es/cis/opencms/-Archivos/Legislacion/RD_1526-1990.pdf
http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/ver.jsp?estudio=10684
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general y de los políticos en particular. Por no alargar en demasía los 
argumentos, y porque el estudio es de dominio público y cualquier persona 
puede tener acceso al mismo y extraer sus propias conclusiones me limitaré a 
ofrecer 4 de las 47 preguntas que más relación tiene con lo que trato de exponer 
(Figura 1). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Figura 1. 
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EL PAPEL DE LA CIUDADANÍA EN LA POLÍTICA. 
 
Varias cuestiónes viene a encontrarse en ese asunto que comenzamos a 
tratar: conocimientos, información, capacidad para comprender los fenómenos 
políticos, interés, decisión, entre otros. Además, hay que tener en cuenta los 
elementos irracionales, esos otros que tienen que ver con las ilusiones y 
esperanzas, las pasiones, los prejuicios de la ciudadanía con respecto a dónde 
llega la política y qué puede practicarse dentro de la misma. Tenemos aquí, por 
tanto, un inmenso debate sobre si la gente y la opinión pública está o no 
preparada para conocery comprender los vericuetos y complejidades de las res 
política: la educación que han recibido por parte de los sistemas educativos 
públicos y estatales, el papel de la información que reciben, y manejan, de los 
medios de comunicación. Y en vista de los datos demoscópicos anteriores 
responder a ¿dónde está el origen de la apatía y la desconfianza?, pero sobre 
todo, ¿cómo revertir ese proceso?. 
En las democracias actuales, que descansa en el consentimiento de los 
ciudadanos que son gobernados y no solo en el acto mecánico de depositar un 
voto, cuando estos hacen dejación de su responsabilidad, o por desconocimiento 
e ignorancia o por apatía y desidia, o por indignación, o por todas las cosas 
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juntas, vuelve a surgir una pregunta que está planteda desde los albores de la 
Humanidad: ¿hasta qué punto se está capacitado para el autogobierno si no se 
pone empeño en tomar la mayoría de edad política?, ¿hasta dónde tienen, 
entonces, unos pocos que hacerse cargo del gobierno de los muchos ?. 
Tenemos dos elementos, el propio de la ciudadanía y su responsabilidad en el 
autogobierno y el elemento propio de los encargados del gobierno, que han sido 
elegidos por los anteriores. Mucha gente se aleja de lo político, aunque lo politico 
nunca se aleja de la gente. No estaría de más revisar el representativismo 
moderno, de elecciones cada cierto tiempo y cheque en blanco a los partidos 
políticos para hacer y deshacer sin que la ciudadanía pueda, realmente, decidir 
en las cuestiones que más le atañen. Todo es mejorable y la democracia es, 
también, perfectible, con lo que puede y tiene que ser modificada para estar a la 
altura de los tiempos. Pero mientras eso ocurre o no, seguimos teniendo el 
problema de una ciudadanía que se aleja de su responsabilidad, ¿se puede 
cambiar la apatía y la indiferencia con pedagogía, con la ilustración del público, y 
también con el aumento de las condiciones socio-económico-educativas? 
Ya hicimos mención al comienzo, las limitaciones cognitivas de los 
individuos así como los aspectos irracionales y arracionales de la vida política y 
las creencias de las masas no es un invento de los analistas políticos. Es una 
realidad, las creencias de la gente, a la que cada vez más se le presta más 
atención: 
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Lo que la gente cree verdadero e importante, lo que se cree bueno y valioso, no sólo guía 
sino que limita sus acciones sociales. A su vez, estas creencias se configuran a partir de ciertas 
enseñanzas y experiencias del pasado. La conformación de tales enseñanzas y experiencias 
puede conformar las creencias y los valores de la gente y, por tanto, sus decisiones políticas. La 
manipulación de tales limitaciones, como la manipulación de la gente que actúa bajo las mismas, 
es una acto profundamente político que merece tanta atención analítica como cualquier otro 
(Goodin & Klingemann, 2001:44). Los editores del Nuevo Manual de Ciencia Política (2001) al exponer este 
argumento, muestran una de las peores caras de la política. Haciendo mención a 
la manipulación que la política puede, y de hecho hace, sobre la ciudadanía, a 
través de las creencias y emociones, y no de los aspectos racionales, hace más 
importante, si cabe, una labor de pedagogía y cultivo del espíritu crítico de los 
ciudadanos. 
Efectivamente, el papel de la pedagogía política y la educación cívica se 
torna fundamental. La ciencia y la teoría política se encargan de formar 
especialistas y académicos encargados del análisis, los políticos profesionales se 
encargan de manejar la nave estatal; y los comentaristas, tertulianos y 
opinólogos se encargan del combate cuerpo a cuerpo. Pero, ¿quién ese encarga 
de la educación política de los ciudadanos? Es cierto, que no podemos ignorar la 
educación autodidacta de muchos ciudadanos. Pero no es suficiente, entiendo. 
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El papel del teórico no es ni el del político profesional, encargado de la 
toma de decisiones, ni el del tertuliano político encargado de la apologética 
ideológica. Su trabajo no se basa en elaborar un recetario de soluciones a los 
problemas que surgen de la convivencia de los seres humanos. Su papel es el de 
la reflexión teórica, el de aportar conocimiento con sus reglas y sus propios 
objetivos. Elaborar explicaciones, hipótesis y marcos referenciales. Así lo 
entiende Capo (2007:16): 
Aunque el político puede ser entendido como un ámbito que afecte a todo el mundo 
porque nadie escapa a sus efectos, debe tenerse encuenta que, frente a este aspecto general, la 
política es también una actividad especializada, reservada de una manera predominanate a un 
grupo de ciudadanos, profesionalizados o semiprofesionalizados en la toma de decisiones 
vinculantes para la colectividad . 
Es cierto que los analistas políticos, bien sean politólogos o sociólogos o filósofos, o cualquier otro académico que centre su labor en el estudio de lo político tiene que tener una actitud recelosa y escéptica con las mal informadas 
opiniones y los prejuicios de los ciudadanos comunes (Ball, 1999:61). Pero no es 
menos cierto que también tendría que ser conscientes de que tienen una misión, 
que no es otra que la educar e ilustrar a la opinión pública. La teoría y la ciencia 
política no sólo tendría que ocuparse de la formación de especialistas, y de 
fabricar herramientas para que estos discutan entre sí; también tendría que 
jugar otro papel sustancial: el educativo. Así lo entiende Ball (1999:91): 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA 
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La ciencia política debería ocuparse no sólo de la formación de especialistas, sino 
también de la más amplia educación política de los ciudadanos . 
Es posible que ni el político profesional ni determinados sectores del 
academicismo actual acepte que la pedagogía sea una de sus labores centrales. 
Pero el filósofo, como es mi caso, no puede ignorar la cuestión: educar e ilustrar 
a la ciudadanía sobre la política es una cuestión importante que no puede 
dejarse de lado. Me hago cargo que este intelectualismo de corte socrático no sea 
compartido por muchos, pero entiendo que una mayor formación de la 
ciudadanía sobre la cuestiones políticas, repercutirá en la mejora de la calidad 
de la democracia. 
Pero claro, esto nos lleva a un lugar inhóspito: la cuestión de la objetividad 
o la neutralidad contra la cuestión del punto de vista desde el cuál, el filósofo (o 
quien sea) trata de ilustrar a la gente. El sesgo o la ideología, es y será siempre 
motivo de disputa, una batalla que siempre tendrá lugar en esto de la política y 
su análisis. Me parece oportuno, en este punto, traer a colación uno de los 
pensamientos centrales de Schleiermacher, unos de los padres fundadores de la 
hermenéutica, que siempre me ha llamado la atención, porque que dibuja 
perfectamente la práctica habitual del análisis político: Comprender a un autor 
mejor de lo que él mismo se habría comprendido12. Un auténtico aviso a 
 
 12 Gadamer, 2005. Op. Cit. p. 246. 
 
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navegantes que vayan o quieran entrar en la reflexión de la res política. Tomado 
este pensamiento en su radicalidad, es como si cualquiera, antes que él mismo, 
fuera capaz de saber el sentido y el significado de sus propias palabras. Que una 
vez dicho lo dicho se le escapa la autoría y todos pueden, y deben, meter mano a 
su producción, diseccionándola por completo, y mostrando todo aquello que ha 
querido decir además de decir lo que ha dicho. Pero en esto de la política seva 
más allá y siempre hay alguien dispuesto a decir las cosas que un determinado 
autor no quiere decir con lo que ha dicho, o que trata de denunciar lo que está 
detrás, u oculto, de lo que ha escrito, o que ha sido tan perspicaz de darse cuenta 
del contrabando ideológico que ese autor ha introducido de tapadillo entre sus 
argumentos. Por tanto, el conflicto es y será, asumido o no, una de las categorías 
básicas no sólo de la política, sino también y especialmente de todos aquellos 
que se acercan a su reflexión. 
Cada cual tendría que asumir un horizonte, o un punto de vista, o punto de 
partida -o como querramos llamarle- incluidos los que asumen el no-sesgo o la 
neutralidad. Y hacerlo desde la libertad, y sobre todo - ahí estriba la cuestión 
importante- la asunción del propio horizonte desde la honradez y la suficiente 
preparación técnica, para poder desbrozar la política y lo político correctamente. 
Se trata de tener un conocimiento ajustado de los principios que fundamentan e 
intentan validar una posición política para poder construir opiniones bien 
fundadas, argumentadas y no sustituirlas por ocurrencias del momento o la 
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consigna de un grupo político concreto de manera acrítica. Junto a esa toma de 
posición, tiene que habitar el espíritu crítico de lo inacabado, de lo incompleto, 
de lo que puede seguir perfeccionándose o mejorando. Desde esa amplitud de 
miras, evitamos que el sesgo esté sólo pendiente de sí mismo y de sus categorías. 
Que el sesgo ha de convivir y entrar en dialéctica productiva con otros. Y que no 
solo tengamos que ir contra las asunciones de nuestros contrarios, sino contra 
los propios, evitando posturas acomodaticias, o que entiendan que el sesgo, o la 
ideología, es un algo ya acabado que no puede ser perfeccionado con el 
transcurrir de la vida. Es la trilogía básica del conocimiento, horizonte y crítica. 
No es malo decidirse y optar en libertad por un horizonte, lo malo, entiendo, es 
pensar que es inamovible. Como se verá a lo largo de estas páginas, el sesgo será 
uno de los temas recurrente de la reflexión política. 
La disciplina política se puede identificar en términos de sus programas de 
investigación, las tradiciones políticas, las instituciones o los líderes carismáticos 
y/o académicos. Pero también pueden identificarse en términos de los debates y 
discusiones que se dan en su seno. De entre estas discusiones, hay una que es 
especialmente enconada, y tiene que ver con las relaciones posibles de la política 
con la ciencia, con la teoría, y entre ambas (Farr, 1999:257). Por ahí continuaremos. 
 
 
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HECHOS Y VALORES 
 
La política trata con hechos y con valores. Los segundos, a diferencia de los 
primeros, difícilmente pueden ser medidos, pesados, calibrados y comparados, 
en definitiva, cuantificados. Por el contrario, los valores son cualitativos. Si lo 
cualitativo no puede ser cuantificado, ¿puede cualificarse, valorarse, lo 
cuantificable, esto es, el hecho? ¿Es posible construir un discurso científico sobre 
la política manejando hechos y valores? Si hacemos caso al positivismo, la 
reflexión sobre la forma de gobernar a los hombres en sociedad y la posibilidad 
de que libertad e igualdad sean lo suficientemente compatibles para que estén 
bien avenidas, es mera especulación acientífica (De Vera, 2005:15). O sea, si se 
entiende bien a estos positivistas, si hay valores es que no habrá ciencia; y si 
queremos que haya ciencia entonces no habrá valores, porque ciencia es solo lo 
cuantificable. La potencia de las corrientes positivistas en las ciencias en general, 
y la behaviorista en el particular de la política –como veremos más adelante- es 
indudable; como indudable han sido, también, sus excesos, sus fracasos y las 
muchas críticas que se les ha realizado. 
Retomamos nuevamente la pregunta, haciéndosela ahora a otros 
interlocutores: ¿es posible construir un discurso científico sobre la política 
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manejando hechos y valores? Es indudable que la política trata con hechos, pero 
para Goodwin (1997:9), en la política se ponen en juego también una serie de 
valores e ideales; y entre todos estos, que son un buen número, hay que ir 
tomando decisiones y dar respuesta a un amplísimo conjunto de preguntas. 
- ¿Quiénes somos, cómo podemos vivir en comunidad, qué opciones reales 
tenemos para vivir, o qué posibilidades deseables se abren ante nosotros? ¿Cuál 
ha de ser la relación entre el individuo, la sociedad y el Estado? ¿Y entre cultura 
y política, entre identidad personal y colectiva? ¿Y entre política, civilización y 
religión? ¿Y entre política, Estado y nación? 
- ¿Hasta qué punto hay que aceptar la realidad política en la que vivimos? 
¿Hasta qué punto puede cambiarse la realidad política en la que vivimos? ¿Qué 
se necesita para ello? ¿Son el realismo, el voluntarismo y la apelación a grandes 
ideales compatibles o incompatibles? 
- ¿Hasta que punto son compatibles la igualdad y la libertad? ¿Son 
evitables todas y cada una de las desigualdades? ¿Algunas sí y otras no, cuáles? 
¿Hasta que punto son tolerables-intolerables o manejable-inmanejables? ¿Dónde 
se encuentra el margen último de la libertad, y el mínimo? 
- ¿Ha de ser la Justicia, o la Igualdad, o la Libertad, o cualquier otro 
únicamente, el concepto central de la política? ¿No nos lleva esta univocidad a 
ignorar o distorsionar aspectos y áreas importantes de la vida política? ¿Se 
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pueden integrar o articular de algún modo estos grandes valores sin que tenga 
que haber roces o conflictos entre ellos, más bien, discusiones entre los 
defensores de esos valores? ¿Habrá que reconsideran la interpretación actual de 
conceptos tales como igualdad, equidad, justicia, cohesión social, unidad política, 
libertad, utopía, realidad, etc.? 
- ¿Ha de permanecer el Estado neutral ante los diferentes proyectos 
políticos y sociales? ¿Cómo valorar el sesgo hacia el liberalismo que ocurre en las 
democracias de Occidente, que unos entienden como moralmente neutral y 
otros todo lo contrario? 
- ¿Es capaz, el liberalismo, de asumir la diversidad de creencias y de 
formas de vida? ¿Es capaz el liberalismo de tratar a la gente por igual y permitir 
que desplieguen sus derechos para conseguir sus propios fines? 
- ¿Dónde termina el liberalismo teórico tolerante con la diversidad de 
creencias y las formas de vida y empieza el liberalismo restrictivo real? 
- ¿Cuál son las posibilidades reales, más allá de la prescripciones teóricas, 
de otros proyectos alternativos al liberalismo, como podría ser el socialismo? 
¿Cuáles son los proyectos teóricos prescriptivos y normativos alternativos al 
liberalismo? 
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- ¿Cuál es la auténtica naturaleza de la comunidad política? ¿Hay que 
estimular la democracia participativa, la educación para la ciudadanía, las 
virtudes del ciudadano? ¿Cuál ha de ser el papel político de la educación? 
- ¿Han de reconocerse las demandas de grupos marginales en pro del 
reconocimiento público y la pluralidad de la sociedad moderna? 
-¿Cuál es el grado permisible de diversidad cultural?, ¿dónde se traza la 
línea para que esa diversidad cultural no termine fragmentado la ciudadanía 
provocando, a continuación, toda clase de inestabilidad y conflictos? 
- ¿Hay que tener obligaciones para con las gentes de otros países, que 
pueden estar desgarrados por conflictos armados o catástrofes naturales? ¿Cuál 
ha de ser la significación de las fronteras nacionales? 
- ¿Ha deabrirse la tradición occidental de la filosofía política al 
multiculturalismo, para que puedan tenderse puentes y traducir categorías de 
unas culturas a otras? 
- ¿Ha de ser la crisis medioambiental un asunto político? ¿Habría que 
replantearse las relaciones del hombre con la naturaleza y los otros animales, así 
como los modelos de apropiación económica? 
La mayoría de los individuos estamos imbuidos de convicciones y 
compromisos, bien suscritos a conciencia y con conocimiento cierto y voluntario 
de lo que se hace o bien han sido incorporados de modo inconsciente a través de 
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uno de los muchos mecanismos adquiridos por la vida en nuestras sociedades. Y 
todos y cada uno de nosotros hemos tratado alguna que otra vez en nuestra vida 
de dar respuesta a esa batería de cuestiones partiendo desde esas, nuestras 
convicciones. 
Pero no está tan claro que hechos y valores puedan trabajar juntos. Porque 
dependiendo de si la política opera o está basada en hechos o valores, 
tendremos una cosa u otra. Actualmente existen dos tradiciones contrapuestas 
que se decantan por cada una de las polaridades. Una primera tradición, crítica y normativa, que denunciaba las sociedades existentes y buscaba ofrecer modelos 
para el futuro Capo, 2007:16). Una segunda más moderna, empírica, que pretende 
describir los elementos políticos de las sociedades existentes. A la primera de las 
corrientes se le otorga el nombre de Teoría política y a la segunda el de Ciencia 
política. A la Teoría le corresponde la valoración de ideas y conceptos; y a la 
Ciencia le corresponde el análisis de la realidad y la construcción de 
explicaciones en base a hechos. Con tan poco dicho, y ya se nos acumulan los 
debates. El primero de ellos, de modo muy grueso, tiene que ver con la discusión 
sobre nombres y etiquetas. Lo que nos deja la dicotomía de: 
- Lo normativo, valorativo – Lo que debería ser. Tiene que ver con el 
valorar, el prescribir y el comprender. 
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- Lo descriptivo, explicativo – Lo que hay y no puede cambiarse. Tiene que 
ver con el explicar, el predecir y el analizar. 
No está de más, antes de seguir adelante, hacer una breve parada en el 
camino para explicar qué es lo que se entiende por valor y qué por normativo. 
¿Qué es el valor? Las cosas del mundo no nos son indiferentes; esa no-
indiferencia consiste en que todos adoptamos una posición de preferencia 
basándonos en una cualidad que tienen las cosas. Valor, será entonces, la 
cualidad que tienen las cosas de no resultarnos indiferentes. ¿Qué significa 
normativo? En lo referente a lo político, significa que promueve, o entiende 
como preferible, una serie de normas y de valores determinados. 
El segundo debate nos vuelve a llevar al comienzo: hechos versus valores. 
Los teóricos pueden achacar a los científicos que la objetividad absoluta no 
existe, que todo está teñido de ideología; y es más, que no hay nada más 
ideológico que un idea barnizada de supuesta ciencia aséptica y neutra. Son 
muchos los teóricos que se han encomendado a la misión de desenmascarar a 
los científicos políticos. Por el contrario, los científicos entienden que ante todo 
debe estar el rigor del análisis, bien sea histórico, bien sea económico, bien sea 
sociológico, o de cualquier otra índole. Los datos y las conclusiones extraídas no 
se pueden desviar a voluntad, porque los hechos son los que son y están fuera de 
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toda discusión, mientras que los valores son opiniones inverificables fruto de la 
opinión. 
Podemos presentar una dicotomía más, no distinta a la anteriormente 
presentada, sino más bien una reelaboración de la misma: la vertiente crítica de 
la filosofía política frente a la vertiente legitimadora de los gobiernos y 
justificadora de poder. De una forma ciertamente peyorativa, ciertos sectores de 
la politología quieren apartar de la reflexión política al pensamiento filosófico y teórico. Éste, dicen, está más atento a lo que debería ser que a lo que hay , 
como si hubiera una especie de tara que los incapacitara para entender las cosas 
tal y como son; y que por tanto, sus análisis no son fiables, por ser normativos, 
incluso ideológicos, y no científicos, o que no atienden a las categorías raíces 
establecidas como tales, especialmente el poder y el sistema político vigentes. 
Pero desde dentro de este filosofar o teorizar la política se asume esto, y no 
precisamente como una mácula o una equivocación sino como la auténtica seña 
de identidad de la política. La crítica a lo establecido y lo vigente por injusto, la 
denuncia de los elementos ideológicos que se ocultan tras la supuesta 
cientificidad neutral, entre otras cuestiones. Para Murillo Ferrol13, el teórico 
político debe recelar del poder político, de su fuerza y de su simbología, porque 
todos sabemos de él y de sus efectos. Es conveniente, incluso prudente, cierta 
dosis de acracia, de desconfianza de la autoridad. 
 
 13 En el Prólogo al MANUAL DE CIENCIA POLÍTICA. Rafael del Águila (Editor) Trotta Madrid 2009 6ª Edición pp.17-18 
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Lo político son las diversas formas que han revestido, a lo largo de la 
historia, el ejercicio del poder y sus instituciones sobre un grupo humano. 
Política es aquí, la reconstrucción del ámbito político. Es un proceso reflexivo, 
crítico y filosófico ligada a la capacidad de la razón. Así, para Quesada (2001:10) 
alineado con la argumentación de Castoriadis, la política traduce la constitución 
de un imaginario político-social y su conjunto de significaciones. La primera vez 
que aconteció la política en la historia del hombre fue en Grecia, haciendo 
posible, primero, una nueva forma de organización; segundo, una nueva forma 
de otorgar sentido a la realidad; y tercero, un nuevo criterio de inteligibilidad 
referido tanto a lo físico como a lo humano-social (Quesada, 2006:350). 
Este concebir la política tiene la perspectiva de no atender ni al poder, ni a 
la ley ni al dominio. El centro de la política, entendida desde la filosofía es la 
explicitación crítica de los elementos ideológicos que median los procesos sociales 
de constitución de sentido, los cuales, a la postre, pretenden legitimar una forma 
concreta de poder. La política, entendida desde la filosofía, es una construcción 
reflexiva de los principios e ideas que han de articular los discursos pertinentes a 
la re-institución de los referentes normativos sociales, pone en crisis el poder , 
entra en contradicción con la ley y subvierte la naturalidad del orden establecido 
(Quesada, 2002:13-14). 
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Para otros autores, sigue siendo posible una ciencia política. Una vez más 
volvemos a plantear las preguntas: ¿es posible un conocimiento científico de la 
realidad política? ¿Cómo se puede comprender científicamente la realidad 
política? Toda ciencia política debe ceñirse a la comprensión de lo que ocurre en 
la realidad y entender antes que nada, que ésta no permanece quieta, sino en 
constante proceso de cambio. Según Caminal (2007:22), toda ciencia política 
entiende que su labor está constreñida por dos circunstancias a tener muy en 
cuenta. La primera es que depende de la información para realizar sus análisis y 
descubrir las causas que gobierna el cambio social. Empezando por lo evidente, 
todo científico, sea cual fuere su disciplina, trabaja con datos que puede 
cuantificar y clasificar. Lo que la ciencia política tiene que asumir es la 
peculiaridad de los datoscon los que opera, porque suponen una heteróclita 
mezcla de datos cuantitativos medibles y verificables, podríamos calificarlos de neutros incluso; y una gran cantidad de información cualitativa que ha de ser 
interpretada. Aquí encontramos la segunda de las circunstancias de las que hablábamos: el pluralismo inherente a la interpretación (Caminal, 2007:22). La 
ciencia política no será unívoca, sino plural. 
Eso descarta que la política sea una ciencia exacta o una ciencia dura al 
estilo de las ciencias naturales; pero no es menos cierto que ningún pensador, 
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que actualmente centre sus esfuerzos en la política, tenga estas pretensiones14. 
La ciencia política sí puede, y debe, analizar cada realidad política en su contexto 
histórico y sociocultural. Extraer generalidades a partir de esas evidencias pero 
no ponerse a sí misma las limitaciones de lo solamente medible y verificable. 
Desde la prudencia se pueden buscar nuevas luces y enfoques que amplíen y 
enriquezcan este campo de investigación y reflexión. Exagerar el positivismo y el 
cientifismo empobrece la disciplina política y su radio de acción (Caminal, 2007:24). 
Varios posicionamientos en debate y discusión se dan cita aquí, y largos 
elencos de prestigiosos politólogos, y un importante número de obras de 
referencia. ¿Sería posible, e incluso legítimo, dar forma a una disciplina ecléctica 
que contenga elementos de ambas corrientes?, ¿pueden el rigor científico y las 
legítimas convicciones ser compatibles? Al menos debe ser posible un diálogo 
que ambas instancias, teoría y ciencia, han de entablar, para responder a todas 
las preguntas que realizábamos anteriormente. Es necesaria una concepción de 
la filosofía política que cargue por igual el acento en su dimensión crítico-
contemplativa y en su dimensión reflexivo-prescriptiva (Parekh, 2001:743). 
 
 
 
 
 14 A lo largo del presente trabajo veremos como la corriente behaviorista norteamericana de las décadas 40, 50 y 60 del pasado 
siglo XX, sí que tenían esta pretensión. 
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HISTORIA 
 
La reflexión sobre la política es casi tan antigua como el propio Occidente, 
nació con la Grecia clásica. Pero, la convergencia entre la Política y la Ciencia 
ocurrió siglos después. La ciencia política es una disciplina joven que ha tenido 
también su historia y evolución. A medida que el pensar lo político se va 
desprendiendo de lo filosófico y lo teológico va adquiriendo su autonomía. Al 
primer gran período de esta historia le podemos conceder, con Harto de Vera 
(2005:18), la etiqueta de 'etapa artesana' de la política15. Esta etapa tiene, a su vez, 
dos momentos principales en relación a la autonomía o no de la política. Los 
filósofos griegos (Platón y Aristóteles), romanos (Panecio y Polibio, Cicerón y 
Séneca) y los medievales (Agustín de Hipona y Tomás de Aquino) ligaron la 
política a principios éticos, morales y teológicos. En la Antigüedad clásica y 
medieval la política era un ámbito omnicomprensivo que acogía en su interior 
todo lo que generaba la sociedad (De Vera, 2005:59). Podemos añadir los matices: la 
política para el griego era un privilegio circunscrito al ciudadano de pleno 
derecho de la polis que no tenían ni los esclavos ni los extranjeros; la política 
para el romano se convirtió en un entramado jurídico e institucional y para el 
homo credens medieval la cuestión política está ceñida a la Cristiandad y su 
 
 15 Harto de Vera, a su vez, lo adopta de W. Mills (1959) 
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temporalidad lineal gobernada por la Providencia. En la Antigüedad podemos 
observar como tratan ya con dos temas teóricos que recorrerán toda la historia 
de la ciencia política: las formas institucionales del gobierno y su evaluación 
(Almond, 2001:92). De Platón destaca la clasificación séxtuple de las formas 
organizativas y de Aristóteles la solución al problema de la degeneración cíclica 
mediante la constitución mixta. La cuestión, apunta Almond (2001:92), de la 
evaluación en términos de legitimidad radica en la doctrina del derecho natural del estoicismo romano que pasó al Cristianismo: hay un derecho natural 
universal que proviene del orden divino del cosmos y de la naturaleza racional y 
social de la humanidad . Las teorías de la constitución mixta y del derecho 
natural siguen estando vigentes en todo el Medievo pero relacionados con el 
derecho divino. 
Con el Renacimiento y Maquiavelo, nos situamos en el segundo momento, 
encontramos el primer intento de pensar la política como actividad autónoma 
frente a la ética y la religión: lo importante es la perspectiva técnica en la 
reflexión del poder y la acción política. También, la apertura a la progresiva 
acotación de su ámbito de reflexión y actuación. Con anterioridad a Maquiavelo 
la cuestión estribaba en la dicotomía pureza-corrupción de los regímenes 
políticos. Con el florentino se supera esta dicotomía y la política se convierte en una cuestión de supervivencia (Almond, 2001:94). 
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Todos los expertos apuntan a que Maquiavelo es la figura que inaugura la 
política como área autónoma del conocimiento. A partir de aquí el pensamiento 
político moderno tomará como su objeto central el Estado. La característica 
general de esta epocalidad será la de hacer de la política una interpretación 
teleológica de la realidad social, cuyo centro de interés se encuentra en la 
legitimidad del Estado (Caminal, 2007:25). Durante cuatro largos siglos, del XVI al 
XIX, se irán construyendo y afianzando todo una serie de estructuras políticas y 
de relaciones entre el Estado y la sociedad. Una vez separada la política de todo 
lo demás, llegados a la Ilustración, asistimos a la distinción entre Estado y 
sociedad por parte de los teóricos contractuales, entre los que destaca Hobbes, 
Locke, Rousseau y Montesquieu. Aparecen, también, la razón de Estado y el 
poder político. El cenit llega, con Hegel, en la separación de Estado y Sociedad 
Civil. La política se centra en la esfera del Estado. Pasamos de un extremo a otro: 
de la omnicomprensión, 'la política lo es todo', a la especificidad, 'la política es 
sólo el Estado' (De Vera, 2005:62). 
Pero todavía no podemos hablar de ciencia política. Esto no ocurrirá hasta que no consiga realmente acotar su objeto y, en cierta medida, distanciarse del 
Estado (Caminal, 2007:25). Primero tuvo que independizarse de otros ámbitos del 
conocimiento, y ahora ha de concentrarse en el que tiene que ser su foco de 
atención; y esto no ocurrió de repente. La inmensa mayoría de la sociedad está excluida de toda acción política, el mundo de la política empezaba y se agotaba 
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en el Estado (Caminal, 2007:26). La sociedad vivía ocupada de sus asuntos privados y 
los gobernantes ejercían la política en nombre de los gobernados: la época de la 
representación. Pero comienzan a aparecer las libertades positivas y la política 
se abre camino, poco a poco, en la sociedad civil. El Estado liberal se 
democratiza, aparece el sufragio universal (masculino) y los partidos políticos: 
la época de la participación y del pluralismo. Se culmina entonces el proceso, el 
Estado ya no es lo único, ahora existe todo un entramado de condicionamientos, 
relaciones y grupos humanos particulares que dan forma al Sistema Político, que 
irá adquiriendo su propia organización y funcionamiento. Como la política no es 
ya un asunto de unos pocos sinode una gran mayoría surge la necesidad de 
analizarla técnicamente. 
Ahora sí, estamos ante el segundo período, el de la política como actividad 
científica, que comenzó con los esfuerzos de teóricos sociológicos como Comte, 
Durkheim y Weber en el siglo XIX. El siglo XX es el de la consolidación de la 
política como ciencia hasta el punto de convertirse en producto académico, con 
especial éxito en los Estados Unidos de América. Efectivamente, desde finales del 
siglo XIX hasta mediados del XX se irá delimitando el campo de investigación de 
la ciencia política, especialmente en Estados Unidos de América. La ciencia 
política americana se expandirá en el ámbito académico universitario e 
investigador: APSA en 1904 y American Political Science Review en 1906 (Caminal, 
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2007:28)16. Profundiza en el análisis del sistema político, el Gobierno y las 
Relaciones Internacionales en las que, como todos sabemos, Estados Unidos 
tendría un papel cada vez más hegemónico. El mundo tras la II Guerra Mundial 
es otro mundo. Aumenta el número de Estados, se modifican las relaciones 
internacionales y el sector público tiene un peso creciente en la administración 
estatal, etc. El Estado social incidirá entonces en la definición de la política y en 
el objeto de su pensamiento. El control y la dirección de grandes comunidades 
pasan a un primer plano, lo mismo ocurre con las relaciones humanas. El análisis 
político vira a barlovento hasta anclarse en la estructura y función del poder y la 
autoridad en los sistemas políticos. 
 A medida que íbamos entrando en el siglo XX al Estado se va viendo 
rebasado por una serie de fenómenos que parten de su propia democratización. 
El poder se reparte en una larga serie de instituciones estatales y sociales. 
Efectivamente, la masificación de la política satura y desborda por completo los 
límites del Estado. Nuevas horizontes se irán abriendo: nuevos procedimientos, 
los actores políticos, los resultados, y sobre todo, la conceptualización del poder. 
¿Es que nunca antes, nadie en la larga historia de la política se había preocupado 
por el 'poder'? Durante siglos, el poder había sido un elemento más, entre 
muchos otros, dentro de la actividad política. A esto añadimos el carácter 
normativo de su estudio y análisis, y la preocupación por sus manifestaciones 
 
 16 APSA es la American Political Science Association y la Review era su más importante y prestigiosa publicación. Actualmente 
puede visitarse en http://www.apsanet.org/ 
http://www.apsanet.org/
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fenomenológicas. A partir de ahora, el poder es lo que distingue a la política de 
todo lo demás: la Política tiene como objeto de estudio al poder. Por tanto, hay 
que investigarlo de manera empírica, analizarlo en sí mismo, como sustancia 
política (De Vera, 2005:65). Se abandona la perspectiva clásica esencialista por otra 
perspectiva relacional y operativa. Ahora bien ¿es posible una definición 
operativa de 'poder'? Los problemas de cuantificación, tasación y medición del 
poder no tardaron en llegar. La complejidad de la realidad humana, y política, 
dejó en evidencia muchas construcciones a las que se les escapaba el poder que 
se ejerce con disimulo o el que está oculto. Una primera alternativa surge en los 
años 50 y propone 'el sistema político' como nuevo objeto central de lo político: 
pautas de conducta e interacciones sociales y todo lo relacionado con la toma de 
decisiones, esto es, procesos, mecanismos y legitimación. El enfoque sistémico 
sufrió importantes críticas durante la década de los 70 y 80, lo que no impidió 
que se convirtiera en el enfoque hegemónico. El final de siglo trae consigo un 
revival de la dimensión estatal de la político: el enfoque estadocéntrico (state-
centered approach) que afirma estar atento a las complejidades del Estado y las 
políticas públicas (De Vera, 2005:72). 
En Europa, los acontecimientos históricos y políticos de la parte final del 
siglo XX, han influido en el quehacer de sus teóricos, que aunque no se distingan 
de sus colegas en el objeto de su disciplina, sí que lo hacen a la hora de concretar 
los problemas que merecen sus análisis. Así lo explica Caminal (2007:31): 
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Los mismos temas tienen una urgencia distinta o un tratamiento dependiente de 
circunstancias muy diversas. El Estado-nación, los federalismos, las crisis y transiciones de los 
sistemas políticos, los efectos políticos del proceso de unión económica y monetaria, la 
ciudadanía y la diversidad cultural, la constitución europea, sin menos cabo de la 
interdependencia y puntos de interés comunes con la ciencia política norteamericana. Una 
ciencia política europea cuya base geopolítica es un continente en plena ebullición y cambio 
histórico . 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA 
EL OBJETO DE LA POLÍTICA 
Fco Javier Benítez Rubio 
 
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CIENCIA 
 
El binomio 'Ciencia Política' plantea serias dificultades a todos aquellos 
que prodigan sus esfuerzos en tales planteamientos definitorios. Una posibilidad 
de abordaje es descomponerlo en sus partes y profundizar en cada una de ellas 
por separado. El primero de los conceptos a analizar de nuestra dicotomía, el de 
Ciencia, tiene una larga historia desde su concepción clásica hasta la actualidad. 
Su abordaje sobrepasa con mucho la economía de esta obra, con lo que centraré 
mi reflexión en la última parte de esta evolución y su incidencia en la historia de 
la reflexión política: el positivismo y la posterior reacción contra el mismo. 
Para el positivismo de corte clásico, el de Stuart Mill, Comte o Durkheim, el 
único conocimiento verdadero es el que tiene en la experiencia observable su 
fundamento primero. Por tanto, la verificación es el criterio de validez de todo 
conocimiento. Esta afirmación elimina cualquier saber que no esté basado en la 
evidencia empírica: filosofía, religión, mitología, estética, ética, política, entre 
otras. Junto a la verificación, el otro pilar básico del positivismo clásico es el 
método inductivo para el descubrimiento de las regularidades en la naturaleza: 
Observación de hechos – Formulación de hipótesis – Explicación mediante leyes 
y teorías – Predicción. Hay dos cuestiones que este positivismo clásico dio por 
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sentado: primero, el sujeto humano es infalible como sujeto cognoscente y 
segundo, el conocimiento científico es objetivo. Hay que plantearse varias 
cuestiones: ¿Es posible la observación neutral de la realidad? ¿Es el ser humano 
un sujeto pasivo que recibe la información procedente del exterior? ¿Y las 
emociones? ¿Y las mediaciones culturales y lingüísticas? ¿Y la interacción entre 
individuos y las mutuas influencias? 
Karl Popper, que sometió a crítica los dos basamentos nucleares del 
positivismo, no abandonó el mismo sino que realizó una operación de 
reparación y perfeccionamiento: el Racionalismo Crítico. Llevado hasta sus 
últimas consecuencias, el positivismo llega a anularse a sí mismo, ya que si sólo 
lo verificable empíricamente es verdadero, ¿cómo comprobar empíricamente el 
mismo criterio de verificación? Frente a la verificación se propondrá el principio 
de falsación como criterio de validez. Y frente al método inductivo el método 
hipotético deductivo. A partir de ahora, hay que encontrar comportamientos en 
el mundo real que contradigan o falseen la evolución fenomenológica que 
predice una teoría: una sola evidencia en contra ya descarta la teoría, esto es, 
que las excepciones invalidan lasreglas. La secuencia del método hipotético 
deductivo será entonces: Formulación de un problema, conjetura, hipótesis o 
predicción – Falsación de las mismas mediante la confrontación con la realidad 
(ensayo-error) – Descartar las teorías falsadas. Si el positivismo clásico buscaba 
la verdad el racionalismo crítico lo que busca es la ausencia del error. Este 
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contexto del positivismo, el clásico y el revisado, es el que influye en las Ciencias 
Sociales en general y en la Ciencia Política en particular de finales de los 40 y 50, 
cristalizando aquí en el behaviorismo. Pero esta historia no llega hasta aquí. 
Alemania nunca fue, desde luego, tierra fértil para el positivismo. En este 
país europeo, desde comienzos del s. XX, han existido movimientos intelectuales 
antipositivistas: la Escuela de Frankfurt propugna la Teoría Crítica, de Marcuse, 
Horkheimer y Adorno. La realidad no consiste únicamente en recopilar datos y 
verificar datos. La vida no sólo es clasificar y deducir. Ni la razón humana es 
solamente razón instrumental y objetiva. Los medios, los fines, la emancipación 
del hombre de todo aquello que lo subyuga, el trabajo, la acción, las metas 
individuales y colectivas que el hombre se propone para mejorar sus 
condiciones de vida, han de estar presentes en la ciencia. A lo largo de los años 
50, este movimiento caló hondo en el mundo anglosajón inspirando a la Filosofía Analítica y al giro ling“ístico de Wittgenstein, Austin, Ryle, Winch o Louch, por 
nombrar a los más destacados autores. El salto a la otra orilla del Atlántico no 
tardó en llegar y así, ya en los 60, nos encontramos en los Estados Unidos la 
crítica más demoledora del positivismo: Kuhn, los paradigmas y La estructura 
de la revoluciones científicas 96 : 
La imagen de la ciencia que Kuhn construye está en las antípodas de la concepción 
positivista. La ciencia no avanza como un proceso única y exclusivamente racional. La 
comunidad científica no es un colectivo movido exclusivamente por el puro afán racional de 
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conocimiento. Kuhn pone de manifiesto que elementos diferentes al método científico, como el 
poder o el contexto social, son variables que explican cómo se construye y avanza el 
conocimiento científico de manera más eficiente que la búsqueda de la verdad o la depuración de 
errores (De Vera, 2005:97). 
En las tesis de Kuhn, aunque su propuesta iba dirigida a las Ciencias 
Naturales, está el germen del post-behaviorismo y de la posibilidad de hacer 
ciencia política alejada de los presupuestos positivistas. Algunos politólogos, 
entusiasmados por los paradigmas kuhnianos, se lanzaron a aplicar esta 
metodología en sus estudios. Ahora bien, no todos los expertos encuentran 
apropiado el uso de los conceptos kuhnianos. Para Dogan (2001:160-161) no se 
puede usar la concepción paradigmática de Kuhn en las ciencias sociales en 
general ni en la ciencia política en particular. Aduce dos razones que expondré 
brevemente. En primer lugar, se da un cambio de paradigma por otro cuando 
una única teoría comprobable domina a otra y es aceptada por toda la 
comunidad científica. En ciencias sociales, y en política, lo que tenemos es la 
confrontación de innumerables teorías no comprobables, no la erradicación de 
una teoría por la otra. Por último, para que exista un paradigma, las teorías 
tienen que referirse a aspectos nucleares, esenciales y fundamentales de su 
territorio. Pero la realidad social es tan cambiante que no existen esos aspectos 
fundamentales. Por tanto, la palabra paradigma ha de ser excluida de las ciencias 
sociales. La ciencia política funciona gracias al progreso acumulativo y al 
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aprendizaje a partir de los errores (Dogan, 2001:162-163). Cuando una teoría queda 
anticuada o es invalidada, no desaparece por completo sino que algo de ella 
permanece incorporado en las nuevas teorías, al heredar las nuevas que surgen 
algunos conceptos, métodos y praxis. En la misma línea se expresa Farr 
(1999:260), que entiende que los conceptos de paradigma y derrocamiento revolucionario no pueden ser aplicados a la estructura de las ciencias sociales 
en general y a la politología en particular. 
 Sea como fuere, la obra y la terminología de Tomas Kuhn ejerció un 
impacto profundo en científicos, filósofos, historiadores y politólogos, sin duda. 
El concepto de revolución o el de paradigma, presentaban un atractivo por el 
que muchos se dejaron seducir, y fueron muchísimos los que comenzaron a 
utilizar este aparataje conceptual para explicar todo tipo de fenómenos 
humanos. En los últimos años, las críticas al positivismo vienen tanto del 
movimiento postmodernista, R. Rorty entre otros, y de una nueva revitalización 
de la Escuela de Frankfurt, con Habermas a la cabeza, que critica la pretensión 
de que el conocimiento científico positivo es el único válido y legítimo. Crítico 
con la monopolización del entendimiento positivista, defiende la interacción 
simbólica y sus propias categorías de análisis por las disciplinas histórico-
hermenéuticas. 
 
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POLÍTICA 
 
Podemos hacernos cargo que la vida social, a modo de matrioska rusa, es 
de una complejidad grandiosa: cada práctica social está inserta en, se definen en 
términos de, y funciona en relación a un gran número de reglas y 
procedimientos sociales. El mundo social del hombre es cambiante, y la política 
que es parte del mundo del hombre también cambia, a la vez conserva algo de lo 
anterior. Por esto, Murillo Ferrol17 habla de la perenne fugacidad de la política y 
la ineludible caducidad de las creaciones políticas. A pesar de esta llamada de 
atención se ha de intentar dar cuenta de los elementos más importantes de la 
cuestión. 
¿Qué entendemos por `Política`? El primer escollo que encontramos es la 
polisemia del concepto (De Vera, 2005:58), que lo mismo significa 'proceso', que 
'decisión', que 'institución'. Donde mejor se comprende esta polisemia es en el 
idioma inglés, porque tienes hasta tres vocablos para designar a política: 
- Decisión política o el conjunto de opciones, determinaciones o 
resoluciones elegidas para conseguir un determinado fin político. 
POLICY. 
 
 17 En el Prólogo al MANUAL DE CIENCIA POLÍTICA. Rafael del Águila (Editor) Trotta Madrid 2009 6ª Edición p.11-12. 
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- Proceso político o el ejercicio del poder entre actores con intereses 
divergentes. POLITICS. 
- Institucionalismo político o conjunto de órganos, organismos, 
organizaciones y sus respectivas reglamentaciones donde interactúa la 
política. POLITY. 
Expresado de otra manera, por política podemos entender el 
planteamiento de tres cuestiones, claramente interrelacionadas, una por cada 
uno de los significados: ¿cómo resolvemos los problemas y los conflictos en la 
sociedad?, ¿cómo se ejerce el poder?, ¿cómo regulamos las acciones del universo 
humano? La política, el conflicto y su resolución: Policy. Frank Bealey (2003:328), 
en su Diccionario, afirma que la política atañe a los conflictos colectivos y a su 
resolución . La política se asocia a la controversia, los conflictos y las luchas, pero 
también a la toma de decisiones para resolverlos. La política es gestionar 
recursos, también es actuar, hacer, tomar decisiones, elegir entre las muchas 
posibilidades o cursos de acción que pueden establecerse. 
La política y el poder: Politics. Afirma Ignacio Molina (1998:95) en su 
Diccionario que la política es ladisposición a obrar en sociedad influyendo o 
utilizando el poder público organizado para lograr el bien común . La idea general 
sobre la que se establece la política como relación de poderes (Caminal, 2007:33) es 
que la política se manifiesta en todos los ámbitos de la sociedad. Lo impregna 
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todo, podíamos decir de modo coloquial. Condiciona todos los aspectos de la 
vida de los individuos. Por tanto, la política tiene que ver con conceptos como 
influencia, poder o autoridad. Los procesos de decisión política dependen de la 
correlación de fuerzas e influencias. Lo que existe son diferentes niveles de 
poder e influencia, distintas capacidades de decisión. La mayoría de la sociedad 
transfiere, mediante elecciones libres y pluralistas, su cuota de decisión a otros 
para actúen y decidan en su nombre. 
Antes de avanzar es importante matizar la cuestión del poder. Por política 
entenderemos el uso limitado del poder social (Goodin & Klingemann, 2001:27). Y es 
importante resaltar la cuestión de la limitación del poder. El poder ilimitado es 
fuerza, no poder político. El poder político siempre es limitado. En términos 
similares argumenta Molina (1998:93): el poder es político cuando se ejerce en un 
marco donde la coerción es legítima o la recompensa por la obediencia tiene que 
ver con beneficios provistos por la comunidad. Politics será ahora, una vez perfilada la cuestión, el estudio de la naturaleza y el origen de esas limitaciones y 
de las técnicas para el uso del poder social (Goodin & Klingemann, 2001:27). El trabajo 
del politólogo será el analizar esos límites bajo las que se mueven los actores 
políticos y las maniobras estratégicas que tiene lugar. 
La política y las Instituciones de Gobierno: Polity. La idea general sobre la 
que se establece la política como estructura de gobierno (Caminal, 2007:35) es que 
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son el conjunto de instituciones políticas las que adoptan las decisiones políticas 
que vinculan a toda la sociedad civil. Éstas son los poderes públicos del estado, 
los partidos políticos, las instituciones internacionales, etc. Además, serían el 
conjunto de individuos que forman parte de esas instituciones, los actores 
políticos públicos, que tienen unas funciones determinadas y que toman, cada 
uno también, una serie de decisiones establecidas por la legalidad. 
Ahora bien, a esta idea general, de una y otra acepción de la política, poder 
e institución, se pueden hacer determinadas enmiendas que nos hacen ver que la 
cuestión no es tan simple como aparenta ser. Respecto a la política como 
relación de poderes, Caminal (2007:34) argumenta que si bien es cierto que hay 
política en todos los niveles del sistema social, se manifiesta de modo diferente 
en cada uno de ellos. El poder no está repartido equitativamente entre todos los 
componentes de la sociedad. No se puede obviar la existencia en nuestra 
sociedad de una estructura de organización de los procesos y unas relaciones de 
competencia-colaboración entre los niveles y entre distintos sistemas. El sistema 
político no es un sistema plano por el que el poder y la influencia se reparte 
homogéneamente. No se puede obviar que el sistema político se parece mucho a 
una compleja estructura multidimensional con múltiples interrelaciones entre 
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sus partes. Encontramos lugares por donde fluye poco poder y encontramos 
otros por donde la energía18 fluye con muchísima más fuerza. 
Respecto a la política como estructura de gobierno, podemos argumentar 
(Caminal, 2007:36) que si bien es cierto que la política es una cuestión de conjuntos 
institucionales, también el individuo particular, en los sistemas políticos 
democráticos, tiene la opción de convertirse en agente político, trascender su ser 
social y pasar a ser un actor político con pleno derecho. O bien tratan de formar 
parte de alguno de los niveles institucionales existentes, la práctica de la política 
profesional; o bien, a través de las otras muchas formas de participación 
indirecta adquiriendo gran cuota de relevancia o influencia. No se puede obviar 
la existencia en nuestra sociedad de un conjunto de actores e instituciones 
políticas que sin ser estructura de gobierno influyen de forma decisiva en el 
proceso político: Mass media, grupos financieros e industriales, Multinacionales, 
grupos criminales, instituciones religiosas, etc. El peso político de estos agentes 
es indiscutible. 
Como hemos visto, a cada una de las posibles explicaciones de la política, 
en su forma individualizada, se le pueden sacar sus puntos débiles, sus 
insuficiencias; pudiendo ser enmendadas, serían incompletas, por tanto. Una correcta descripción de lo político tendría que tener recogidos ambos 
 
18 Poder: energía capaz de conseguir que la conducta de los demás se adapte a la propia voluntad (Molina, 1998:93) 
 
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elementos. Con lo que sería factible describir la política como aquello que surge 
del trasiego entre ambos polos. Hay elementos en los que una de las polaridades 
se muestra en su máxima puridad, sea el poder o sea el gobierno; pero además, 
existen una infinidad de otros elementos políticos en los que vemos como se 
mezclan de modo heteróclito ambas características. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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CIENCIA POLÍTICA. 
1. LAS CORRIENTES 
 
La Ciencia Política es una disciplina muy plural en la que conviven 
distintas perspectivas o corrientes o escuelas. ¿Cuáles son éstas? Harto de Vera elige el concepto enfoque para hablar de esta multiplicidad en los frentes de 
abordaje de la política. Según este autor, son 6 los principales enfoques que 
existen. 
Formalismo Institucionalista. A comienzos del s. XX la perspectiva jurídico-
formal era la dominante en el análisis político. Su objetivo principal de estudio 
son las instituciones políticas y las reglas y procedimientos de los gobiernos. 
Como nace en el marco de la Facultad de Derecho, el interés se centra en las 
Leyes Constitucionales, las Organizaciones gubernamentales formales y el 
Derecho Público (De Vera, 2005:135). La Ciencia Política era, exclusivamente, 
Derecho Político o como diríamos actualmente, Derecho Constitucional. Los 
defensores de este enfoque asumen la democracia liberal (de Europa y los 
EEUU) como el centro de sus estudios, dando de lado todo lo concerniente a la 
sociedad civil y los movimientos sociales. 
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Behaviorismo. El anterior enfoque era insuficiente, como quedó claro 
cuando las democracias liberales entraron en crisis por la pujanza imparable de 
los fascismos y los bolcheviques. Fijarse en la estructura política no fue 
suficiente. Había que poner el énfasis en otros lugares: el proceso político, esto 
es, el conjunto de interacciones (De Vera, 2005:138) que se produce entre las instituciones políticas y la sociedad. (abía que analizar el political behavior : el 
comportamiento político. 
Buscaron, en general, una transformación a gran escala de la disciplina. En 
lugar de el Estado y de los métodos legales-formales, prefirieron y desarrollaron 
estrategias de investigación para estudiar comportamiento y proceso , sistema y 
grupos . Estaba en juego, a su juicio el destino de una ciencia de la política 
genuinamente predictiva contra la tradición de la investigación normativa e 
histórica (Farr, Dryzek & Leonard 1999:30). 
Hay

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